Los primeros cartuchos de pólvora sin humo que se equipaban con balas sólidas supusieron una auténtica revolución entre los cazadores y agricultores del continente africano. La antigua pólvora negra se estaba quedando obsoleta y esta vetusta munición ya sólo era utilizada por quienes no podían permitirse la compra de un nuevo rifle. Al mismo tiempo, pronto se comprobó que una bala blindada podía acabar de forma más rápida y limpia con la vida de un animal peligroso, sobre todo si el tiro estaba bien colocado. La mayor velocidad y poder de penetración de estos proyectiles ayudó a la rápida difusión y popularización de esta nueva munición basada en los cartuchos militares.
El nuevo cartucho diseñado por Paul Mauser corrigió los problemas de potencia que presentaba el 7,92mm sin que se produjera un excesivo aumento en la fuerza de retroceso. Así, el 9,3 x 62 se presentó como un cartucho equilibrado, que podía equiparse tanto con balas sólidas como con puntas blandas, y que podía conseguirse a un precio bastante razonable para la época. Estas características ayudaron a que el 9,3 x 62 obtuviera un repentino y notable éxito en todo el mundo. Con balas de 286 grains el cartucho volaba a una increíble velocidad de 2350 pies/seg, una marca que demuestra la gran energía y el más que suficiente poder de parada que presentaba este célebre cartucho. Por este motivo, los cazadores y los agricultores de las colonias alemanas de aquella época podían estar seguros al saber que con un arma de este calibre podían abatir con cierta tranquilidad a un elefante, incluso en las peores circunstancias. Y es que la velocidad alcanzada por el 9,3mm era bastante alta para aquellos tiempos. En este sentido, era superior a la que registraban los cartuchos británicos del momento. Además, ofrecía una trayectoria de vuelo bastante estable para disparos de hasta 200 metros.
Bajo estas condiciones y gracias a su excelente comportamiento, la popularidad del 9,3mm se disparó de forma irrefrenable. Y Mauser se vio obligado a crear nuevas partidas de esta legendaria munición para poder abastecer la creciente demanda de todos los cazadores y agricultores de África. Así, durante los primeros años del siglo XX no quedó un rincón en todo el continente africano donde no pudiera conseguirse munición del calibre 9,3mm. Todo lo contrario de lo que sucedía con otros célebres cartuchos de la época como el .303, que sólo podía conseguirse en las colonias británicas, o el 8mm Lebel, cuya venta se reducía a las zonas africanas bajo influencia francesa.
Incluso hoy en día, en ciertos países africanos como Zimbabwe, se puede cazar legalmente con rifles de 9,3mm (siempre que no se sobrecarguen los proyectiles). Además, cada día aumenta el número de cazadores que está redescubriendo las virtudes de este célebre cartucho alemán. Su retroceso es bastante tolerable y su capacidad dañina puede ser adecuada para cualquier especie, siempre y cuando el cazador coloque un buen disparo. Por tanto, se trata de un calibre ideal para aquellos cazadores que se dedican habitualmente a abatir a antílopes como el eland o el kudu, y que sólo de forma ocasional pueden disparar a un elefante o a un búfalo. Con unas buenas balas, adecuadamente cargadas, el 9,3 x 62mm Mauser ofrece un rendimiento similar al del .375 H&H, con la ventaja de contar con un menor efecto de retroceso.