Mayo de 2008. En pleno inicio de temporada de caza menor en Argentina, me entero por medio del amigo Andrés Fothy que tenía que acompañar y guiar a un señor español para cazar en mi zona: Tres Lomas, provincia de Buenos Aires. Después de llegar al aeropuerto, Andrés y el amigo español emprendieron viaje rumbo a mi, donde se alojaron en la cabaña que dispuse para que estos amigos descansaran del largo viaje.
El lunes tomamos rumbo a los lotes que había programado para empezar la caza. Ahí, entre el intercambio de palabras, me enteré que Elías, el amigo español, nunca había cazado nuestras perdices, a pesar de haber visitado antes Argentina. Me pareció ideal para llevarlo a los mejores campos para que disfrutase de las dos jornadas que estaría en Tres Lomas. Ese lunes, por razones imprevistas, comenzamos a cazar sin perro al salto, siendo una liebre la primera pieza cobrada del día.
Tras una parada para calmar nuestro apetito en el restaurante del pueblo, regresamos a los lotes pero ya acompañados de mi perra pointer Luna, una veterana con mucha experiencia en el campo. Luna demostró que sin perro no es posible la buena caza, es una caza agridulce, más aún con este señor español que disfrutaba tanto del trabajo del animal como también del tiro. Así se pasaba la tarde, mientras de vez en cuando alguna liebre nos sorprendía al salto. Finalizamos ese lunes con buena caza y fotos, aunque Elías podría haber tenido un mayor número de aciertos, limitados éstos por su costumbre de tirar con choques abiertos y no tan cerrados como el fijo de la escopeta semiautomática que usaba. Terminamos disfrutando del anochecer del campo argentino, mientras Elías comentaba sus momentos vividos en la cacería y hacía una evaluación de las diferencias con la caza de la perdiz roja en España. Tras el regreso al pueblo, tanto Elías como Andrés se dispusieron a darse un baño reparador y a descansar.
El martes por la mañana, junto a Roberto (mi ayudante) y Luna, pasamos a buscar a Elías y a Andrés a la cabaña para ir a un lugar donde todavía no se había practicado la caza. Se trataba de un lugar de medanos y ondulaciones pronunciadas con una vegetación que llamamos aquí “pasto llorón" o “pasto puna", lugar ideal para que las piezas de caza como liebres y perdices se puedan ocultar por la noche, saliendo a media mañana hacia los lugares donde se alimentan.
En este entorno ideal encontramos el dormidero rodeado de plantaciones de sorgo, una combinación idónea de comida y casa para las perdices, le comentaba yo a Elías. Ahí mismo pudimos ver las primeras liebres. En un momento en que estábamos parados hablando con Elías, saltó una liebre de su cama y Elías respondió con un tiro muy deportivo que la hizo rodar antes de que desapareciese de su vista. Un tiro rápido y preciso que sirvió para cobrarse una buena pieza. Después, con Luna demostrando que las perdices no pueden con sus años de cazadora, y con Elías deslumbrado por el paisaje del campo bonaerense, fuimos sumando piezas con muy buenos tiros a pesar de la dificultad del viento.
Finalmente, terminamos la mañana con una buena caza de perdices y de una liebre que nos apareció mientras llegábamos a los vehículos. Fuimos al poblado a almorzar, alimentar y dar agua a Luna, y de ahí al campo nuevamente. Entonces, decidí ir a un lote donde el terreno es ideal para la liebre. Son medanos con pasto y rosetas (planta con pequeñas semillas espinosas que hace la vida imposible de cualquier perro).
Nada más llegar, vimos correr a toda velocidad las primeras liebres que Elías no puedo abatir, aunque le “cogió el tranquillo a la escopeta", como decía él cuando se adaptó al arma y poco después pudo impactar a dos liebres. Al ver el campo, Elías soltó un “coño, pues si no ni una liebre aquí, no hay ninguna en toda Argentina". Y efectivamente, sí las había. Ya a media tarde terminamos ese lote y decidimos ir directamente a un campo con una franja llena de pasto, rodeada de maíz sin cosechar y rastrojo de soja. Sabía que ahí podría terminar una muy buena tarde y efectivamente así fue.
Ya en este lugar y con el viento de cara, Luna empezó a hacer su trabajo. Cruzamos el lote viendo muchas perdices y un par de liebres de las cuales una se llevó un impacto del amigo español. Llegamos al punto donde nos esperaba el transporte y procedimos a las fotos de rigor, que se sumaron a las ya hechas en plena cacería. Terminó el día con Elías resumiendo lo que le pareció la caza de la perdiz chica en Argentina y remató con una frase que dice mucha verdad: “sin Luna me hubiera divertido igual, pero con ella realmente cazamos".
Es cierto. Sin perro, ni nos hubiésemos acercado a los mejores lotes. Esto es por dos motivos: uno, porque la perdiz huye y no salta, y la que salta y es herida o muerta es muy difícil de encontrar, mientras que la perra las recupera a la mano. El otro motivo es que sin el perro teníamos que pisar a las liebres para que se levantasen de sus camas.
Para terminar, puedo resumir que fue un honor haber cazado con este señor español que disfrutó del campo, valoró las piezas de caza y el trabajo incalculable de Luna. Fueron dos días realmente buenos en todo sentido, donde fue placentero el intercambio de culturas y haber hecho estas cacerías de manera muy noble, que diferencian lo que es un verdadero cazador de un simple tirador de tiros. |