Safari en Sudáfrica: Una experiencia inolvidable | |||||||||||||||||||||||
CHEMARQ (14/04/2008) | |||||||||||||||||||||||
Empezamos a buscar información y decidimos que, para empezar, deberíamos ir a los países más “civilizados" que son Sudáfrica y Namibia. Indudablemente, las ventajas de viajar a cualquiera de estos dos países frente al resto del continente africano son de índole jurídica, sanitaria, las comunicaciones son mejores, y los riesgos menores. Por el contrario, hay que valorar que es mucho menos “salvaje" y que la caza es menos “pura", ya que casi siempre se caza en grandes fincas valladas, donde todo está muy controlado.
Con toda esta información decidimos jugárnosla y apostar por una granja que nos había parecido muy honrada y profesional en nuestras comunicaciones con ellos. Se trata de “Marrick´s safari", una concesión propiedad del cazador profesional Trevor Datnow. En aquel momento era una apuesta importante, ya que desconocíamos dónde íbamos a ir a cazar, desconocíamos si después de llegar allí sus animales iban a ser pocos y la finca demasiado pequeña…. Pero cuando llegamos nos dimos cuenta de que habíamos acertado. La granja era de un tamaño medio, el alojamiento era impecable, el trato muy familiar, y la cantidad de caza era fantástica. El viaje
Al amanecer estábamos ya en pie, ansiosos por comenzar. Desayunamos copiosamente y cogimos los Land Rover para ir al cazadero. Atravesamos una gran llanura donde pastaban los springboks y rebaños de ñu negro, ante nuestra alegría por empezar a ver caza. Muchas avestruces se nos quedaban mirando, sin asustarse de la presencia de los vehículos. Cuando llegamos al cazadero, nos repartimos en parejas, unos a pie y un par que no querían caminar tanto continuaron en los coches.
Pronto empezamos a oír disparos conforme los compañeros iban encontrando animales que buscaban. Los días sucesivos, en las comidas veíamos lo que traían los todoterrenos, y los springboks, impalas, kudus, orix, hartebeest, cebras, ñus y facos iban llenando poco a poco la sala de despiece. A la vez que en las comidas en las que nos juntábamos, se iban llenando de las anécdotas de la jornada, de los lances vividos, de las mil historias que los cazadores gustamos de compartir cuando encontramos un público que las disfrute. Los rifles y la munición Nos sorprendieron los animales africanos por su dureza. Todos llevábamos rifles del calibre .300WM, que está considerado como un calibre contundente en España; y además llevábamos 2 rifles del .375H&H por si decidíamos abatir algún animal de los considerados “grandes". En principio, como íbamos en busca de un safari de antílopes, debería habernos bastado con los rifles del .300 WM. Nuestra sorpresa fue que efectivamente el .300WM es generalmente suficiente, pero un tanto justo, ya que mientras que los impalas, facos, etc… caían con facilidad, los grandes antílopes, como el orix, el Kudu, y sobre todo el eland, se tragaban los tiros, no tenían nunca agujeros de salida, y nos costaba abatirlos.
Yo volví enamorado del señorial kudu. Desde el principio, mi objetivo era cazar un “kudu bull" como dicen los sudafricanos, un gran macho de cuernos retorcidos. Así se lo comunicaba cada amanecer al cazador profesional que nos guiaba, y cada día volvíamos a buscar los rebaños de kudus, que se esconden en la maleza. Al ser un animal que prefiere los entornos con bastante vegetación, resulta difícil de localizar, y es un animal esquivo. Conforme iban pasando los días no se nos ponía ningún macho bueno a tiro, veíamos algunos muy lejos, veíamos grupos con hembras, machos jóvenes… y yo empezaba a pensar que volvería sin mi ansiado trofeo de kudu a España… Pero la última mañana de caza mi suerte cambió y encontramos un pequeño rebaño de kudus machos, que huyeron a la carrera sin poder dispararles. Llamamos por radio a los coches y los perseguimos por los caminos hasta otra parte de la finca, donde se metieron en una espesura. Allí hicimos una aproximación andando y los vimos entre las acacias. El profesional me dijo: “ahí tienes tu kudu". Elegí el mayor de todos ellos y me apoyé, contuve la respiración y le disparé justo tras la paletilla. El animal se encogió, saltó y empezó una loca carrera… yo estaba seguro de que le había dado, y poco después, subiendo a la carrera la ladera de enfrente, el animal se desplomó. La bala del .300WM le había partido el corazón y el kudu había corrido quinientos metros sin corazón. Hoy su cabeza cuelga encima de mi despacho, y cada vez que lo miro, me acuerdo de cómo corría entre los arbustos espinosos y del salto que dio cuando recibió mi bala.
La experiencia vivida en Sudáfrica fue inolvidable. El sueño de todo cazador hecho realidad. Una semana de recechos constantes, de pisteos continuos, de haber visto cientos de animales a través del visor del rifle, de disfrutar de tus lances y los de tus compañeros… algo para recordar el resto de mi vida. Cuando vuelves de tu safari te puedes haber enamorado de África o puedes volver a España diciendo que nunca más volverás a pisarla. Por desgracia para mí, África se me metió en la piel, y eso me saldrá caro porque me obligará a volver allí una y otra vez. Los amaneceres rojos, sobre las copas de las acacias, los arbustos espinosos que te atraviesan la ropa como clavos, la tierra roja polvorienta que te tiñe la ropa de ocre, la comida especiada típica sudafricana, el sabor de las tiras de carne de caza ahumadas, el famoso biltong sudafricano, y la amabilidad de sus gentes, que te reciben con una hospitalidad que te hace sentirte como en casa… todo eso, a mi me enamoró, y tendré que volver pronto porque cada día sueño con impalas con la cruz de mi visor sobre la paletilla, y con esquivos kudus de cuernos retorcidos que huyen a la carrera entre la vegetación. |
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