En esos momentos, la reacción es siempre automática: un ciudadano, seguramente “fuera de sus casillas”, coge un rifle, una pistola, o una escopeta, se arma con numerosa munición, y realiza una matanza indiscriminada. Desde ese mismo instante, en todos los medios de comunicación generalistas se inicia una campaña de culpabilización contra las armas de fuego, y sobre todo, contra la “supuesta” facilidad a la hora de adquirirlas. El ataque es tan agresivo que en ciertas ocasiones da la sensación de que el individuo que ha cometido los desgraciados asesinatos tiene como atenuante el hecho de haberlos llevado a cabo con un arma de fuego. “Pobrecito, si no hubiera tenido tanta facilidad para comprar un rifle y 200 cartuchos, seguramente no hubiera pasado esto…” Pero, ¿quién es realmente el responsable de los asesinatos?, ¿de quién es la culpa de que un ciudadano haya perdido la cabeza y haya asesinado a varias personas? Seguro, que de las armas de fuego no. Ellas son inertes, no pueden actuar por sí solas, y sólo disparan cuando alguien que las empuña presiona sus gatillos. Es decir, que nunca deben ser las culpables. Porque si lo fueran, si se responsabilizara de estos desgraciados sucesos a las armas de fuego, y si se hiciera caso a quienes después de cada asesinato perpetrado con un arma de fuego solicitan de forma vehemente su prohibición, nosotros podríamos hacer ahora exactamente lo mismo con los automóviles. Veamos, el pasado 22 de septiembre, y para más inri, en plena celebración del Día Mundial sin automóvil, un conductor ebrio acabó con la vida de 7 personas e hirió a otras tres en Moscú. Este hombre circulaba con su coche a gran velocidad por la zona oeste de Moscú cuando atropelló a una decena de personas que estaban esperando en una parada de autobús. ¿Qué hacemos entonces?, ¿nos ponemos en el otro lado y echamos la culpa de este asesinato masivo a los automóviles porque “los carga el diablo”?, ¿se lanzan todos los medios de comunicación a la elaboración de reportajes y editoriales sobre el fácil acceso a las licencias para conducir? Lógicamente no, como tampoco debería suceder con los sucesos en los que se ven envueltas las armas de fuego. Un coche también es un objeto inerte, que sólo coge velocidad cuando un individuo aprieta el pedal de su acelerador.
La demagógica comparación entre vehículos y armas de fuego puede ir todavía más allá si analizamos el tema de las limitaciones. Por ejemplo, ¿por qué se limita la velocidad máxima a 120 km/h, si prácticamente todos los automóviles que se comercializan hoy en día pueden superar con creces esta cifra? Trasladando esto al terreno de las armas, ¿por qué se limita la compra de munición o la tenencia de un determinado número de armas, si al poseer una se supone que ya eres apto y que da lo mismo tener 1 que 40? Para reflexionar.
EDITORIAL del nº44 del periódico Armas.es, Edición Impresa (Octubre-Noviembre 2012)