El mundo griego
La civilización micénica, que tiene su origen en la ciudad fortificada de Micenas (actual Grecia), posiblemente hizo uso también de los carros de guerra. Su utilización quedaría reservada a la realeza y a la nobleza, que sí podían financiar el gasto que suponía mantener estas "máquinas". Y esto se puede deducir a raíz del descubrimiento de unas armaduras de bronce laminadas a modo de caparazón. No obstante Grecia no nos ofrece el mejor marco para hablar de los carros de guerra dada su accidentada orografía. Desde luego que su uso ceremonial y aristocrático si que está fuera de toda duda.
En La Ilíada, obra ambientada en la época micénica, los héroes griegos y troyanos se desplazaban hasta el lugar del combate en carros, pero al llegar a él descendían y luchaban a pie. Basta recordar la escena de la película Troya en la que Aquiles (Brad Pitt) lucha contra Héctor (Eric Bana) a las puertas de la ciudad sitiada.
259 Así dijo. Estremeciose el anciano y mandó a los amigos que engancharan los caballos. Obedeciéronlo solícitos. Subió Príamo(1) y cogió las riendas; a su lado, en el magnífico carro, se puso Anténor. E inmediatamente guiaron los ligeros corceles hacia la llanura por las puertas Esceas.
264 Cuando hubieron llegado al campo, descendieron del carro al almo suelo y se encaminaron al espacio que mediaba entre los troyanos y los aqueos.
47 Cada cual mandó entonces a su auriga que tuviera dispuestos el carro y los corceles junto al foso; salieron todos a pie y armados, y levantose inmenso viento antes que la aurora despuntara. Delante del foso ordenáronse los infantes, y a éstos siguieron de cerca los que combatían en carros.
336 El hijo de Tideo dio una lanzada en la cadera al héroe Agástrofo Peónida, que por no tener cerca los corceles no pudo huir, y ésta fue la causa de su desgracia: el escudero tenía el carro algo distante, y él se revolvía furioso entre los combatientes delanteros, hasta que perdió la vida.
456 Así diciendo, infundió gran vigor a los caballos: sacudieron éstos el polvo de las crines y arrastraron velozmente el ligero carro hacia los troyanos y los aqueos. Automedonte, aunque afligido por la suerte de su compañero, quería combatir desde el carro, y con los corceles se echaba sobre los enemigos como el buitre sobre los ánsares; y con la misma facilidad huía del tumulto de los troyanos, que arremetía a la gran turba de ellos para seguirles el alcance. Pero no mataba hombres cuando se lanzaba a perseguir, porque, estando solo en el sagrado asiento, no le era posible acometer con la lanza y sujetar al mismo tiempo los veloces caballos.
Si nos trasladamos un poco más hacia adelante en el tiempo, la obra del griego Jenofonte, la Anábasis, nos aporta más referencias sobre el uso en batalla de los carros.
"En la revista allí verificada viose que la infantería pesada de los griegos, los hoplitas, ascendía a diez mil cuatrocientos hombres, y la ligera, o sea, los peltastas, a dos mil quinientos; los bárbaros que iban con Ciro sumaban cien mil hombres, y los carros armados de hoces eran unos veinte. Los enemigos, según se decía, contaban con un millón doscientos mil hombres y con doscientos carros armados de hoces. Disponían, además, de seis mil caballos mandados por Artajerjes y que formaban delante de la persona misma del rey. El ejército de Artajerjes estaba mandado por cuatro generales, cada uno de los cuales tenía a sus órdenes un cuerpo de trescientos mil hombres. De todas estas tropas asistieron a la batalla novecientos mil hombres con ciento cincuenta carros armados de hoces".
"Después seguían otros cuerpos de caballería y arqueros. Todas estas tropas iban agrupadas por naciones, y cada nación formaba una columna profunda. Delante marchaban los carros armados de hoces, a gran distancia uno de otro; las hoces iban sujetas a los ejes oblicuamente, y otras debajo de los asientos dirigidas hacia la tierra, de suerte que cortaran todo lo que encontrasen al paso".
La invención del carro con hoces o falcado puede tener dos orígenes. El primero podría deberse a un rey llamado Ajashatru, alrededor del año 475 a.C. Otras fuentes sitúan su invención en el actual Irán, cuando los ejércitos persas enfrentados a la infantería pesada griega vieron una solución en este tipo de carros.
El carro falcado era un carro dotado de cuchillas afiladas que iban acopladas a los extremos de las ruedas hasta casi un metro de distancia del carro. El motivo de esta invención parece obvio. Ninguna formación de infantería debidamente adiestrada entraría en combate contra una carga de estos carros. Los daños causados por las cuchillas serían tremendos.
Dando otro salto cronológico, se produjo otro de los mayores enfrentamientos de la Antigüedad en la que se usaron carros de guerra. Me refiero a la batalla de Gaugamela que opuso a las huestes persas del rey Darío contra las falanges Macedonias de Alejandro Magno. Al inicio de la batalla los carros falcados asirios cargaron contra las formaciones macedónicas, tratando de deshacer las líneas y perpetrar una escabechina con las cuchillas que llevaban en los ejes. Previamente a la carga, los persas habían preparado el terreno allanándolo para que el efecto de la carga no se viera entorpecido por posibles obstáculos.
Pero en esta ocasión el ataque de los carros fracasó ante la táctica desplegada por el gran Alejandro. En primer lugar porque éste ordenó a sus falanges que se alejaran de las pistas que los persas habían preparado con tanto esmero para sus carros. En segundo lugar porque las falanges macedonias se alinearon en columnas dejando pasar entre ellas a los carros persas. Mientras estos avanzaban por los pasillos creados, los macedonios lanzaban jabalinas contra los aurigas y caballos, eliminando de esta forma el peligro que podía representar la carga.
En ningún caso el carro de guerra fue un elemento decisivo en esta batalla. La táctica ideada previamente por Darío y sus generales falló estrepitosamente antes de empezar la lucha. El jaque mate lo dio Alejandro cuando dirigió a sus tropas más escogidas contra el centro del dispositivo persa, justo donde se encontraba Darío.
El carro de guerra britano
El carro de guerra había dejado de ser útil progresivamente en el campo de batalla. Pronto dejaron de ser una plataforma móvil para los arqueros y pasaron a ser simplemente vehículos pesados que cargaban directamente contra la infantería para dividirla y causarle bajas. Pero estas tácticas no siempre funcionaban si enfrente se encontraban tropas muy disciplinadas.
Los britanos siguieron utilizando el carro de guerra cuando hacía ya dos siglos que en el resto de Europa no se usaba. ¿A qué se debió esto? Pues simplemente a la propia insularidad de las Islas Británicas. La cultura de La Tene se mantuvo aislada en las islas hasta la primera mitad del siglo I d. C. La llegada de la civilización romana y su influjo cultural produjo un cambio a partir de ese momento.
Nuevamente vemos gracias al historiador romano Tácito, que los carros eran exclusivos de la nobleza al señalar que "en la infantería está su fuerza, algunas tribus [britanas] combaten también con carros. El más noble es el auriga".
En el año 86 a.C, las legiones romanas de Lucio Cornelio Sila se enfrentaron en Queronea al ejército del rey Mitríades del Ponto. Formadas las legiones en orden de combate, los soldados romanos pudieron ver en la lejanía como se organizaba un ataque de carros de guerra escitas (con cuchillas en los ejes de las ruedas) sobre ellos. Ante este ataque los legionarios lejos de amilanarse, se tomaron la situación de pitorreo. Como describió Plutarco en su gran obra “Vidas paralelas”, "los carros fueron rechazados por los romanos que, entre aplausos y aclamaciones irónicas, reclamaban algunos más como en el Circo".
Pero no sucedió lo mismo cuando Julio César llegó a las Islas Británicas en el año 55 a.C. Elegida la playa para efectuar el desembarco, Julio César se encontró con que estaba ocupada por los carros y la caballería britana. Ante la dificultad de poner pie en tierra, un aquilifer de la Legio X (portador del águila), saltó a tierra y comenzó a gritar "Seguidme, compañeros soldados, a menos que queráis regalar el Águila de vuestra Legión al enemigo. Yo por mi parte voy a cumplir mi deber hacia mi general y hacia la República". Tras este hecho los romanos desembarcaron no sin antes poner en fuga a los britanos.
Es el propio Julio César el que nos describe fielmente los carros de guerra britanos en su obra Comentarios sobre la Guerra de las Galias.
"El modo de luchar de los carros es éste. Primero avanzan por todas partes disparando dardos, y con el mismo terror que infunden a sus caballos y con el estrépito de las ruedas suelen desordenar las filas, y, una vez que se introducen entre los escuadrones de los jinetes, saltan de los carros y combaten a pie. Mientras tanto los aurigas van retirándose poco a poco de la batalla y sitúan los carros de tal modo que, si aquellos se ven apremiados por la multitud de enemigos, tienen libre la retirada hacia los suyos. De esta manera unen en la batalla la rapidez de los jinetes con la firmeza de los infantes, y es tal la destreza que les da el continuo ejercicio que, aun en los parajes pendientes y escabrosos, hacen parar a los caballos lanzados al galope, los refrenan enseguida y les hacen dar la vuelta, estando ellos acostumbrados a correr por el timón, a mantenerse en pie sobre el yugo y a volver de allí rápidamente a los carros". Julio César.
La que fue primera incursión de César en Britania acabó en un auténtico fiasco.
Un año después de su primer desembarco, César se encontró en la misma situación con respecto a los britanos. El rey Casivelauno se dio cuenta de que a los romanos no se les podía derrotar en una batalla campal, por lo que recurrió a la rapidez y movilidad de sus 4.000 carros de guerra y a la táctica de guerrillas.
En tiempos del emperador Nerón, Cayo Suetonio Paulino, legado(2) en Britania, tuvo que hacer frente a la peligrosa rebelión de la reina Boudica. En las escaramuzas y batallas que tuvieron lugar, los legionarios romanos tuvieron que hacer frente nuevamente a los carros de guerra tirados por dos caballos.
Fue una de las últimas ocasiones en que los britanos usaron este vehículo ya desfasado en la guerra contra Roma. Como nos cuenta Dión Casio, los carros eran usados tanto para trasladar rápidamente a grupos pequeños de guerreros alrededor del campo de batalla, como para cargar contra los soldados romanos, aunque este cometido fue muy limitado.
Aunque en la Península Ibérica el carro de guerra no fue utilizado de la manera que estamos tratando en este artículo, no me resisto a comentar un episodio protagonizado por guerreros íberos durante la Segunda Guerra Púnica.
“Amílcar que se hallaba él solo al frente del ejército y tenía a su cuñado Asdrúbal como asociado suyo, se dirigió hacia Gades y, tras cruzar el estrecho hasta Iberia, se dedicó a devastar el territorio de los iberos, que no le habían causado daño alguno.(…)Finalmente, los reyes iberos y todos los otros hombres poderosos, que fueron coaligándose gradualmente, lo mataron de la siguiente forma: llevaron carros cargados de troncos a los que uncieron bueyes y los siguieron provistos de armas. Los africanos al verlos se echaron a reír, al no comprender la estratagema, pero cuando estaban muy próximos, los iberos prendieron fuego a los carros tirados aún por los bueyes y los arrearon contra el enemigo. El fuego, expandido por todas partes al diseminarse los bueyes, provocó el desconcierto de los africanos. Y al romperse la formación, los iberos, cargando a la carrera contra ellos, dieron muerte a Amílcar en persona y a un gran número de los que estaban defendiéndolo". Historia de Roma sobre Iberia. Apiano de Alejandría.
Roma
En cuanto a la cultura romana propiamente dicha, el carro(3), a pesar de lo que muchos puedan creer, no fue utilizado para el combate. Los romanos perfeccionaron de tal manera sus tácticas de infantería y asedio, que no les fue necesario emplear estos ingenios. Por lo tanto los carros estaban reservados para los desfiles triunfales y los juegos en el circo.
Los legados, cónsules, dictadores o emperadores al regresar de las campañas, celebraban sus triunfos en Roma desfilando a bordo de una cuadriga desde el Campo de Marte hasta el templo de Júpiter Óptimo Máximo. Era costumbre que detrás de ellos se colocara un esclavo que sostenía una corona de laurel sobre la cabeza del triunfador. Mientras avanzaban por la vía, el esclavo le susurraba al oído de vez en cuando la frase "recuerda que sólo eres un hombre”.
No todos los triunfos solían celebrarse sin incidentes. Suetonio nos narra una anécdota de Julio César en "Los Doce Césares".
"Disfrutó cinco veces de los honores del triunfo, cuatro en el mismo mes. En su triunfo sobre la Galia, cuando pasaba por el Velabro, fue casi despedido del carro a consecuencia de haberse roto el eje".
Plinio asegura que después de este incidente, César se volvió supersticioso, no volviendo a subir a un carro sin antes recitar tres veces un verso misterioso.
El uso de los carros en las carreras
¿Quién no recuerda la escena de la carrera de cuadrigas en la oscarizada “Ben-Hur”?. Posiblemente esta escena es una de las pocas representaciones fidedignas de lo que debió de ocurrir realmente en el Circo Máximo.
Dejando a parte las licencias tomadas por la industria del cine, hay que decir que las carreras de aurigas eran uno de los mayores espectáculos de la Antigüedad. En Roma los conductores de los carros o aurigas, eran idolatrados por el pueblo, a semejanza de los actuales jugadores de fútbol.
El cruel y excéntrico emperador Calígula organizó juegos circenses únicos.
"Algunos espectáculos de éstos fueron notables, especialmente por estar sembrada de arena de bermellón y polvo de oro, y porque los carros eran guiados sólo por senadores". Suetonio.
Otro extravagante emperador fue Nerón. Además del teatro y la música, otra de sus mayores aficiones eran las carreras en el Circo.
"Quiso también guiar carros, mostrándose muchas veces en este espectáculo. Tras haber ensayado durante algún tiempo en sus jardines, delante del pueblo y de la turba, presentose en el Circo Máximo a los ojos de todos los romanos". Suetonio.
En otra ocasión, durante su gran gira por Grecia:
"Disputó también el premio de la carrera de carros, y en los juegos Olímpicos guió uno arrastrado por diez caballos. Fue despedido del carro, recogido y colocado dentro otra vez; no pudo resistir, al fin, y bajó de él antes de terminar la carrera; todo lo cual no impidió que fuese coronado". Suetonio.
Con la división del Imperio Romano en dos, no se perdieron costumbres tan arraigadas como las carreras. Las luchas de gladiadores fueron prohibidas por paganas y contrarias a la religión cristiana, pero no ocurrió lo mismo con las carreras. El uso lúdico de los carros siguió vigente durante gran parte del Imperio Bizantino. En el gran hipódromo de Constantinopla se organizaron regularmente carreras de cuadrigas hasta su desaparición a mediados del siglo VI d.C.
En estas carreras se solapaban implícitamente las ideologías y posturas políticas de los bizantinos. Cada barrio tenía su equipo (verde, azul, blanco o rojo). Tanto es así que una de estas carreras fue la chispa que prendió la fatal rebelión de Niká, durante el reinado del emperador Justiniano (532 d.C).
Conclusiones
¿Cuál fue la causa de que los carros de guerra desaparecieran del campo de batalla? A lo largo del artículo hemos visto como las unidades de infantería debidamente adiestradas, eran capaces de enfrentarse con una carga de carros, pero este no es el principal motivo de su desaparición.
Fue la caballería la que desplazó a estos ingenios hacia el olvido. La domesticación y empleo del caballo en la guerra fueron dos hechos simultáneos. Carros y caballería de guerra fueron coetáneos. En la citada batalla de Gaugamela hemos podido ver una carga de carros persas que resultó ineficaz. En cambio el empleo de la caballería macedonia inclinó la balanza a favor de Alejandro.
El uso del carro de guerra tenía sus inconvenientes ya que sólo podía usarse en determinados terrenos favorables. Eso no ocurría con la caballería, que podía desplazarse prácticamente por cualquier terreno.
Económicamente, aunque parezca lo contrario, era más barato crear y mantener fuerzas de caballería que carros de guerra. El carro exigía un mantenimiento y unas reparaciones que el caballo no necesitaba.
Como plataforma para arqueros y lanceros el carro era provechoso, pero como nos demuestra el tiempo y la historia, los arqueros a caballo fueron igual de eficaces e incluso más temibles. Lo mismo podemos decir de los jinetes armados y acorazados. Un buen ejemplo era la caballería pesada de los partos, los conocidos como catafractos, que dieron más de un disgusto en la Antigüedad a sus enemigos. En la batalla de Carras, acaecida en el año 53 a.C., los partos aniquilaron a las legiones romanas de Craso gracias a la combinación de catafractos y arqueros(4) a caballo.
Tendremos que esperar hasta la Primera Guerra Mundial para poder ver algo lejanamente parecido a un carro de guerra de la Antigüedad.
***Notas a pie de página
1 Príamo era el rey de Troya.
2 Un legado o Legatus era el equivalente en la actualidad a un general.
3 La Biga tirada por dos caballos o la cuadriga tirada por cuatro.
4 Armados con arcos compuestos.