Nos hemos vuelto estupendos y es que en 30 años hemos pasado del plomo zorrero a la bala de diseño a una velocidad que muchos cazadores veteranos apenas han podido digerir.
Asumimos esa tecnificación como un deseo de avanzar hacia la excelencia en la caza; ¿pero verdaderamente se ve reflejada en los resultados o es más superficial que útil? ¿No estaremos adoptando un estereotipo de cazador moderno y vacío de contenido?
Las armas de caza siguen siendo, básicamente, lo que han sido toda la vida: un tubo por el que propulsar una carga multi o monoproyectil; pero han cambiado de peso, tamaño, materiales, métodos de carga, disparo y calibres hasta el punto de que el inventor del arcabuz enloquecería de emoción si contemplara un rifle actual, su equipamiento y su facilidad para acertar en un pequeño blanco a distancias que su criatura tenía verdaderas dificultades en alcanzar.
Tampoco hace falta irse tan atrás en la historia; si le preguntáramos a un viejo cazador –de aquellos de escopeta postera y morral– qué es una retícula "mil-dot", un "range finder" o un "iluminated reticle", lo más posible es que nos mirase como las vacas cuando ven pasar el tren y nos recordara que "eso son chorradas" con un aforismo imperecedero: "Si quieres comer carne fresca, apunta bien y tira cerca".
Siempre hay un mundo de gente resueltamente práctica que choca con los habitantes del planeta de la tecnología y ya no digamos con los de lo snob y extravagante. Son dos "escuelas" que siempre han coexistido.
Para ilustrarlo, mi genial colega y admirado Jesús González Green contaba como en su academia de vuelo había dos grupos de pupilos a la orden de sendos pilotos veteranos pero muy distintos: uno era metódico y cuidadoso observador de la aparatología y el otro un "aparecido en chamarreta". A la hora de llevar al aire los biplanos, los alumnos preguntaban para qué servía tal o cual indicador del cuadro de mandos y éste último respondía: "Eso son mariconadas, si ves que está la hélice y que el motor hace ruido, tira p'lante".
Aunque mi forma de ser me arrastra hacia lo "chusco", prefiero situarme en un punto intermedio y reconocer en una batida las bondades de un buen visor con retícula iluminada frente a un punto de mira sobre una solista; así como lo utilísimo que resulta un medidor de distancias en un rececho a larga distancia, siempre que uno conozca las parábolas de su proyectil, aunque durante algunos años receché calculando a "ojo de mal cubero" con una sencilla retícula plex y reconozco que la cosa tenía sus alegrías... Y sus decepciones.
Este último ejemplo demuestra que las tecnologías modernas en usos específicos nos obligan a veces a tener que saber más e inevitablemente a ponernos "estupendos" teorizando sobre cuestiones cuya respuesta sólo se obtiene cuando se aprieta el gatillo y sale el disparo (pero sobre este aspecto ya me rascaré las pulgas otro día). Por el contrario, otras "moderneces" nos conducen a un comportamiento "aborregado" como el que sugiere el uso de un visor programable que nos indica, gráficamente incluso, el punto de la retícula que hay que sobreponer a la pieza según la distancia a la que disparemos. Prácticamente parece que no hay que pensar nada más.
Esto es muy frecuente en todos los campos en los que sería necesario cierto conocimiento para el manejo de algo complejo; y como ejemplo pongo ese "todoterreno" en el que en virtud de una "ruedecita" colocada en el salpicadero se selecciona un modo de traccionar y gestionar los frenos y el motor; un aparato en el que el conductor no interviene prácticamente nada.
Si lo que se busca es comodidad para una mayoría no instruida en conducción "off road", bien; pero si se trata de conducir... A mi, el puñetero selector me pone malo.
Cuidado, que esto es una opinión personal de las de "rascadero", pues en todas las facetas de la vida cada uno señalamos en un lugar distinto de la escala el punto en el que la fría tecnología le gana demasiado terreno a la emoción al cerrar la puerta al error humano y a la tensión de procurar evitarlo.
De esta forma todos tenemos una idea distinta de qué aparatos resultan imprescindibles para la caza y, en mi caso, me resulta sorprendente que haya tan pocos cazadores que se doten de un buen colimador óptico (como el de las fotos adjuntas) y tantos con un visor holográfico, por poner un ejemplo.
No hay que pasar por alto que muchos de los términos y aparatos que manejamos hoy son tan viejos como las propias armas pero apenas han tenido hasta ahora reflejo en el equipamiento del cazador; en unos casos por su elevado coste de producción y en otros por una falta de comercialización adecuada. En cambio, creo sinceramente que hay "inventos" –desde nuevos calibres a complejos aparatos electrónicos– que han llegado a nuestras puertas como estrategias de mercadotecnia, sin aportar nada que vaya a perdurar y ni siquiera a abrir camino para que, una vez perfeccionado, sea adoptado al cabo de los años como parte del equipamiento habitual del cazador.
Ahí estoy –como viejo jabalí desconfiado de lo ajeno– usando el tiempo como piedra de toque.
Se preguntaba recientemente un participante del foro si aquellos cazadores del África colonial habrían introducido las prendas transpirables, el carbono y otros "chismes" en su equipamiento con la misma alegría con que lo hacemos nosotros. Yo creo que lo habrían hecho, como de hecho lo hicieron, con todo aquello que verdaderamente aportara una ventaja sustancial e infalible y que se encontraba principalmente en las armas que utilizaban.
De facto muchos de ellos despreciaron en un primer momento el visor telescópico y es que no había pasado el tiempo suficiente como para que éste se desarrollara hasta aportar la utilidad que ha alcanzado.
Por otra parte hay un detalle digno de observar: cuanto más novel es un cazador, más se pierde en lo superficial y más le atrae el diseño llamativo de aparatos que ignora cómo manejar de forma efectiva. Es evidente que como a los modernos inventos también les falta tiempo.
Sin embargo dudo mucho que los nuevos cazadores –experimentados o no– y sus nuevos equipamientos nos vayan a situar frente a una nueva forma de cazar si no es porque los alcances cada vez más largos y precisos de nuestras armas originan que las especies cinegéticas se vuelvan cada vez más desconfiadas. Y así la caza seguirá siendo lo de siempre: el reto de abatir un animal que opondrá toda la resistencia que le sea posible luchando por su vida. {addthis off}