La sociedad en la que nos movemos nunca dejará de sorprendernos. Por mucho que nos esforcemos en hacer oídos sordos a ciertos estímulos que nos molestan o pretenden hacerlo, siempre habrá algo que acabará agitando nuestra conciencia. Algo así nos sucedió hace unas semanas cuando en el foro de opinión de armas.es (www.armas.es/foros/), un usuario reclamó nuestra atención hacia una de las miles de entradas que diariamente se publican en la blogosfera (para los más inexpertos internautas, dícese del conjunto de blogs o diarios personales que en los últimos años han aparecido como moscas en la red de redes).
Pues bien, ese texto en concreto pertenecía a Daniel Díaz, un taxista de Madrid que publica su particular cuaderno de bitácoras en la edición digital del diario 20 Minutos. “Una pipa” era el escueto título de la entrada (https://blogs.20minutos.es/nilibreniocupado/2011/04/14/una-pipa/). Y en ella, Díaz contaba la historia (desconocemos si real o ficticia) de un agente del Cuerpo Nacional de Policía que se montaba en su taxi y se dormía a mitad de carrera. Hasta aquí, nada que objetar.
Pero la sorpresa, sí, esa que decíamos al principio que siempre acaba llegando, venía en esta ocasión cuando el autor criticaba, desde el más absoluto infantilismo moral, el hecho de que el agente de policía estuviera dormido y armado. Con un planteamiento anti-armas totalmente pueril y falto de argumentos, el taxista arremetía contra estos objetos en particular, y contra todos los colectivos que los usan, en general. En su ñoño discurso, figuraban algunas aseveraciones tales como “maldito trabajo aquel que precise de artefactos para matar”, limitando el uso de las armas a un único ámbito, el de la muerte, y olvidándose de que, por ejemplo, los agentes de policía no portan las armas para matar (como él equivocadamente piensa), sino principalmente las portan para defendernos. A todos, incluso a los anti-armas como él, capaz de bajar al agente de su taxi simulando una avería simplemente por el mero hecho de que iba armado. ¿Pensaría lo mismo en el momento en que un delincuente le estuviera quitando la recaudación de todo el día a punta de navaja?, ¿también rechazaría las armas y a quienes las portan para su trabajo, si su vida dependiera de ello?
El ya desaparecido Osama Bin Laden y sus secuaces de Al Qaeda no precisaron de ningún arma de fuego para acabar con la vida de 3.000 personas inocentes el 11 de septiembre de 2001. Ni tampoco tuvieron que recurrir a ellas para asesinar a 190 españoles en el atentado del 11-M de Madrid. Y esto es, sencillamente, porque cualquier objeto de uso cotidiano, como por ejemplo un avión de pasajeros o un simple teléfono móvil, puede utilizarse con los peores propósitos si cae en manos de una mente enferma. Ojala aquel agente de policía que iba armado en ese taxi se hubiera topado de frente con los autores materiales del 11-M justo antes de que hicieran explotar las bombas de los trenes. Seguramente, esa “pipa” que tanto le molestó a nuestro taxista, se hubiera convertido en todo un referente. {addthis off}
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