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Conceptos básicos sobre chalecos de protección

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El ser humano ha desarrollado una serie de fantasías colectivas durante su existencia que, si bien han ido modificándose durante la historia, han dejado una huella imborrable en nuestra mente. El psicólogo alemán Freud se centró en las concernientes a la infancia y la sexualidad, dejando claro por el camino que una de las partes más importantes del subconsciente es la ambición o la búsqueda de poder. Es cierto que cada persona manifiesta esta faceta de forma diferente, pero si vamos directos a la raíz de la cuestión, hay una imagen con las que llevamos soñando desde que existimos: la fortaleza andante.

¿Quién no se ha imaginado que su cuerpo es una especie de armadura invulnerable capaz de repeler todo tipo de agresiones? Ni siquiera el más formado de los profesionales en seguridad se libra de soñar despierto con esta posibilidad. Sin embargo y al menos por ahora, el “Iron Man” sólo existe en el cine, por lo que no hay manera humana de protegerse de todas las amenazas. Lo que sí existe son diversas maneras para defenderse de peligros específicos como las armas de fuego, armas blancas, explosiones, altas temperaturas, etc. Hoy hablamos de los chalecos de protección, los materiales de los que están hechos, conceptos básicos que los definen y, por supuesto, detalles que debes tener en cuenta antes de lanzarte a la compra de uno.

 

¿Qué es un chaleco de protección?

Un chaleco de protección es una prenda con la capacidad de absorber tipos de impactos específicos, gracias a varias capas de fibras laminadas o de tejidos sintéticos, que pueden ser afianzadas con el añadido de placas de cerámica o de acero.

Cuando hablamos de chalecos de protección, tendemos a pensar automáticamente en los conocidos chalecos antibala, pero por supuesto, existen muchos tipos de chalecos. El problema viene cuando el portador piensa que está protegido de otras amenazas, como el ataque de un cuchillo. El concepto en sí es muy básico: como norma general, un chaleco anti-balas no protegerá de una agresión con cuchillo, debido a que el material con el que se fabrica está diseñado para soportar otro tipo de trauma. Y es en este concepto donde reside toda la razón de ser de los chalecos de protección.

 

Chalecos.jpg

El Trauma

El concepto de trauma se produce cuando se produce una agresión sobre una superficie. Al realizarse el impacto, se produce cierta cantidad de energía cinética, que dependiendo de su cantidad puede poner en compromiso la integridad estructural de esa superficie. En efectos prácticos, la superficie puede ser un chaleco de protección (o nuestro cuerpo) y el trauma puede producirse por el impacto de una bala, o un cuchillo, puesto que el trauma engloba a todas las agresiones. Pues bien, un chaleco anti-balas estaría diseñado para dispersar la energía cinética producida por la bala, a lo largo y ancho del panel de protección, evitando que esta penetre en su interior. Por supuesto, existen diversos niveles de protección según el calibre, pero por muy gruesa que sea una placa, no garantiza protección contra otras agresiones, como un arma blanca, puesto que el trauma es totalmente diferente. Para entender la funcionalidad de un chaleco, debemos conocer los materiales con los que se fabrican, que se dividen en 2 tipos.

 

Materiales de fabricación

Las placas de blindaje corporal duro están hechas de acero, cerámica o polietileno. Son altamente resistentes si reciben el impacto en la cara de la placa, pero especialmente en el caso de las placas no metálicas, son vulnerables si reciben el impacto en sus bordes, y su embalaje debe hacerse con mucho cuidado a la hora de transportarlas. El blindaje corporal duro, suele emplearse en la fabricación de chalecos anti-balas para calibres de cierta entidad, o chalecos anti-fragmento, puesto que requiere una mayor integridad estructural para resistir el trauma.

Las placas de blindaje corporal blando están hechas de fibras de aramida (sintéticas) tejidas, tales como el Kevlar o el Twaron, o de fibras de polietileno impregnadas de resina colocadas en forma paralela o cruzada, tales como la Spectra o la Dyneema. Las fibras de polietileno más nuevas son tan resistentes al impacto como lo son las de fibras de aramida más viejas, y a la vez son más livianas en cuanto al peso, pero más vulnerables a la degradación ambiental. Actualmente, se están llevando a cabo experimentos con nanotubos de carbón, considerándolo como un posible material para chalecos antibalas y también hay experimentos que utilizan fluidos con la consistencia de gel en conjunto con fibras existentes que proporcionan una protección adicional en el lugar del impacto. Las placas de blindaje corporal blando suelen estar destinada a chalecos anti-balas para pequeños calibres, chalecos anticorte, chalecos ignífugos, etc.

Después de conocer un poco más de cerca los materiales, podemos comprobar que es muy difícil la protección absoluta. Y no es que no existan los chalecos multiamenaza: es que siempre habrá algo capaz de dañarlos. Además, también se da el caso de que los chalecos de protección no suelen ser ni baratos, ni de fácil acceso, ni siquiera para los profesionales de la seguridad, por lo que, si existiera un chaleco perfecto, imaginen lo caro que podría salir fabricarlo. Lo más cercano sería un traje antiexplosivos, como los usados en las unidades de artificieros, que consiste en una armadura completa. El nivel de protección de estos trajes es altísimo, pero claro, la movilidad del portador en prácticamente nula... ¿y qué profesional de la seguridad puede permitirse sacrificar su movilidad?

Para estar protegidos no hace falta convertirse en un caballero medieval, con sus armaduras pesadas, con el desgaste que conlleva llevar tantos kilos de más, encima.

 

¿Cómo se calcula el nivel de protección de los chalecos?

Una vez estudiada la composición del material que compone a los chalecos de protección y su resistencia anti-trauma, llega la hora de separarlos en niveles de seguridad. Para ello, existen una serie de protocolos universales mediante los que se somete a las fibras a prueba, determinando aproximadamente el nivel que ofrece. Y cuando decimos aproximadamente, lo que queremos decir es que un chaleco de protección no es una herramienta infalible, sino una protección complementaria. Eso queda demostrado en pruebas como el V50, un protocolo para medir la protección anti-balas, que usa el valor de la velocidad de un proyectil como variable principal del test balístico, puesto que la velocidad es un factor clave en la capacidad de penetración. Durante esta prueba, se realizan una serie de disparos sobre dos placas de protección (normalmente de 10 a 20). El nivel de protección límite se señala cuando se consigue que un calibre concreto consiga penetrar la placa en, al menos, un 50% de los casos. ¿Que por qué no un 0%? Porque es prácticamente imposible detener el 100% de los impactos con calibres mínimamente decentes. Así, conseguimos delimitar 4 niveles de protección, cada uno con una versión ligera (con la letra A) con la consiguiente pérdida de blindaje), que podemos ver en la imagen adyacente.

No menos importante es el test utilizado para evaluar un chaleco anti-fragmentos -la fragmentación producida después de las explosiones es considerada el mayor peligro para los soldados desplegados en combate- cuya prueba se desarrolló después de estudiar los fragmentos de varias municiones de la OTAN y la Unión Soviética. El simulador de fragmento con diseño y forma más común consiste en un cilindro de acero con un peso, forma y dureza predefinidos. Este test es posible debido a que se puede segmentar los fragmentos de una cabeza en grupos de velocidad. Por ejemplo, el 95% de todos los fragmentos de la explosión de una bomba es de 1 g y tiene una velocidad aproximada de 550 m/s. Aun así, la naturaleza aleatoria de la fragmentación complica la especificación de los chalecos militares, que tratan de compensar el peso a transportar con la protección balística.

Un caso parecido es el del test anticorte y antipunzón. Al existir una amplia variedad de armas blancas, es difícil establecer un estándar, teniendo en cuenta también que uno de los factores más importantes es la fuerza / técnica del agresor. Es por eso por lo que la protección de este tipo mide la potencia de la agresión en julios y la fuerza que necesita para penetrar, estableciendo 3 niveles: 24 julios, 33 julios y 43 julios.

 

Eligiendo el chaleco según la amenaza

Si conociendo la teoría, aún no te has convencido, es porque necesitas que hablemos de números. En teoría, parece que nos vamos enterando de la importancia del chaleco antibalas. Según Police Magazine, más de 3.000 oficiales de policía habrían salvado sus vidas en los últimos años en los EE. UU., gracias a un chaleco de protección antibalas. Esto, que a priori nos alegra, hace que nos pensemos cuántas vidas adicionales se habrían salvado de conocer correctamente la teoría detrás de los chalecos de protección.

La prueba es la cantidad de agentes de policía españoles que se han lanzado a la compra de un chaleco, después de los desafortunados atentados de Francia. Ante la amenaza del Daesh, los chalecos antibalas de nivel IIIA se han agotado prácticamente... lo cual es irónico, cuando la amenaza yihadista implica el uso de armas de asalto, capaces de penetrar este tipo de defensa fácilmente. Lo que los agentes buscan es un chaleco de nivel III, totalmente diferente al IIIA, suficiente para parar un AK-47, ya que el nivel IV es para parar munición antiblindaje. Además, gracias a los últimos diseños, son más ligeros y portables.

Igual de irrisorio puede ser el desdén de algunos profesionales al chaleco antipunzón. No son pocos los que buscan un chaleco antibalas, creyendo que este les aportará una mínima defensa contra otro tipo de agresiones. Luego viene un indeseable con un picahielos y penetra en el chaleco como si fuera mantequilla... y es que por mucho que otras amenazas parezcan más inminentes o llamativas, los agentes no deben olvidar que la inmensa mayoría de agresiones a miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado se producen con un arma de tipo punzón, navaja o cuchillo.

Lo que queremos decir con esta parte final del reportaje es que no vale con comprarnos protección extra, si no sabemos usarla debidamente. Para adquirir un chaleco de protección, es primordial que lo elijamos según la posible amenaza.

Sí: sería maravilloso que todos pudiéramos llevar siempre el máximo de protección, pero si ya es ridículo imaginar a un miembro de los SWAT con un chaleco anticorte nivel 1, imagínense a un miembro de la Policía Local con un enorme chaleco antibalas de nivel IV, de más de 6 kilos y patrullando las calles día a día...

Es importante equiparse con lo mejor... ¡pero con cabeza!

Si estás buscando un chaleco antibalas podrás encontrar lo que necesitas en la Armería BlackRecon a través del siguiente enlace: Chalecos antibalas

Comentarios


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Klibre

05, Julio 2021 19:30:34

Continuacion : XLa que no se disipa en el proyectil, sera la que empiece a fracturar capas de ceramico, que idealmente llevaran fibras intercaladas, sumando el efecto de elasticidad y plasticidad. En el caso de arena u otro dispersante, se dispersa presion como en liquidos.
Muy interesante el articulo, gracias

Klibre

05, Julio 2021 19:29:53

Continuacion: En el caso de las placas ceramicas, tienen muy poca plasticidad pero alta dureza y tension superficial y lo que hacen es que la energia se disipe principalmente en la deformacion del proyectil.

Klibre

05, Julio 2021 19:26:37

La energía cinetica es la que viene con el proyectil y durante el impacto se transforma en trabajo de deformación elástica del material y plástica del material y del proyectil. Lo normal es que se supere el limite elastico de las fibras y el material duro y sea la plasticidad (deformacion permanente) la que contenga al resto de energía. Si se supera el limite plástico, se rompen las fibras o las placas de metal o polimero y ya no transmiten la energia hacia zonas vecinas.

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