El combate defensivo con cuchillo genera gran controversia en algunos círculos profesionales. Hay quienes consideran que entrenar con un arma blanca es algo poco realista. Pero realmente, ¿es una actividad factible? Una gran pregunta, ¿verdad? En realidad, en algunos círculos es una gran controversia. Veamos si es posible llegar a clarificar algunos conceptos. Para empezar existen muchos profesionales que consideran el trabajar y entrenar con armas blancas como poco realista, una pérdida de tiempo y, lo más comentado, un riesgo legal en caso de verse obligado a hacer uso del mismo. El entrenamiento con cuchillo ahorra mucho del ya de por sí muy reducido tiempo libre del profesional armado. Las líneas de ataque son las mismas, ya sea un palo, una botella o una navaja, con lo cual entrenamos varios supuestos en uno. En este caso el más peligroso.
Por otra parte, aprendiendo a combatir con un arma blanca se aprende también a defenderse de la misma, por lo cual seguimos ahorrando tiempo y esfuerzo. Está claro que ahorramos tiempo de entrenamiento, que sin ser un motivo fundamental, si es a considerar en la apretada agenda del día a día del profesional armado. Para un profesional armado el uso del arma blanca es ante todo una situación de último recurso, cuando “no hay nada más” que puede ser empleado para sobrevivir o salvar vidas.
Un combate con cuchillos no es un juego, en realidad ningún combate real lo es, pero el combatir con cuchillos implica unos enlaces mentales y psicológicos que ninguna otra arma posee. Se combate muy cerca, extremadamente cerca, viendo, sintiendo y oliendo al adversario. Captando con todo lujo de detalles a ese adversario.
Un arma de fuego puede alcanzarte o no, provoca miedo evidentemente, pero es un miedo menos definido y normalmente más distante. Requiere una habilidad específica y el estar en línea con la misma. La mayoría de las veces ni se ve la cara de quien dispara, incluso en distancias muy cortas. Y no es raro el caso de quien dispara un arma más al tuntún que con precisión.
Por el contrario, un cuchillo implica cercanía extrema por definición. Puede dañar tanto con el filo como con la punta, y en múltiples direcciones y sentidos. El que emplea un cuchillo debe hacer uso de una voluntad y decisión clara y definida de ataque. En general, el combate con armas punzo-cortantes siempre es más atemorizador. Y si a ello le añadimos que más del 60% de los alcanzados por armas de fuego sobreviven, mientras más del 60% de los atacados por armas blancas fallecen, el efecto total es bastante claro.
La opinión de los profesionales
Muchos profesionales denostan este tipo de trabajo por considerar que con su arma de fuego no necesitan implicarse en combates extremadamente cercanos. ¿Por qué combatir a 1 metro cuando se puede hacer a 7? Sobre este asunto les remito a mi artículo “21 foots – 7 metros” (www.cecilioandrade.es/cqb-tacticas-y-tiro/21-foots-7-metros/). Mi opinión siempre es la misma: “prepárate para lo peor, lo sencillo se soluciona al momento”. Prefiero saber cómo hacerlo y no necesitarlo nunca, que necesitarlo y no saber qué hacer.
En Europa en general, y en España específica y, como siempre, en extremo, se incide más en el combate contra cuchillo desde la perspectiva de la defensa personal a mano desnuda. Es importante conocer dichas técnicas, y siempre serán nuestra mejor primera reacción antes de poder distanciarnos y poder acceder a nuestra arma si es posible. Así lo considero y así lo trato, pero también implica una serie de cuestiones importantes a considerar.
Por un lado, nos posiciona en una situación de espera ante el agresor o agresores, convirtiéndonos en muchos casos en víctimas propiciatorias. Por otro lado nos “puede”, insisto en ese “puede”, restar una agresividad necesaria para sobrevivir a un enfrentamiento de este tipo. En última medida hay que considerar el tiempo que implica dominar y mantener muchas de estas técnicas. Es necesario conocer esas técnicas, yo mismo lo hago así, pero debemos tener siempre algo más en nuestra manga táctica.
En realidad, mi consejo siempre es una palabra: integración. Integración de técnicas, de sistemas, de armas. Pudiendo pasar de una a otra sin pausa, sin dudas y sobre todo con habilidades comunes que no requieran cambiar el chip de nuestras respuestas adquiridas. Hay que evitar que nuestros entrenamientos degeneren en coreografías perfectamente planificadas, en exhibiciones de habilidad o incluso en competiciones deportivas. Hay que buscar en la medida de lo posible los huecos, los fallos, la sorpresa, el encontrar errores que, de darse en situaciones reales, serían fatales. La cruda realidad nunca es ordenada, medible ni calculable. La realidad solo puede ser analizada si es en pasado, y extrapolable si es en futuro.
Podemos enfrentarnos a uno o a varios, a un bate de béisbol, a una botella rota, a una bayoneta o a una navaja albaceteña. El caso es que no podemos entrenar hasta dominar todos y cada uno de los casos particulares que han ocurrido, ocurren y ocurrirán. Y ahí es donde la técnica del cuchillo nos permite aprender, dominar y mantener habilidades polivalentes y multifacéticas.
Recordemos lo que implica un combate de este tipo: sorpresa, velocidad, muy corta distancia y violencia extrema. Hay que moverse la antes posible, hay que moverse muy rápido, hay que moverse con precisión, hay que moverse con fluidez, hay que moverse con decisión… Hay que moverse. Recuerden siempre que el movimiento implica vida.
Cuídense.