La katana es una de las armas blancas más poderosas de la historia. Dispuesta a la izquierda del Samurai, esta espada larga y curva cuenta a sus espaldas con una tradición milenaria. El maestro artesano o Kaji se encargaba de su delicada elaboración para que posteriormente cada Samurai se equipara con una de ellas. De esta forma, la katana se convertía en la esencia del Samurai, en su propia alma.
Antes de analizar con detenimiento la historia y la evolución de la katana, resulta casi obligado detenerse previamente en la figura del Samurai. Y es que un Samurai es mucho más que un simple guerrero. Es una forma de vida, un modo de entender y relacionarse con el mundo, en definitiva un símbolo de fortaleza, honor y lealtad. Su papel en la sociedad tradicional japonesa fue absolutamente relevante, llegando a ser considerado por sus compatriotas como una especie de deidad terrenal. Uno de los elementos que mejor definían la esencia de los Samuráis eran sus armas. Y dentro de esta categoría destaca, sobre todo, su katana. Colgada de la cintura del Samurai, esta excelente espada de una longitud en torno a los 100-120cm acabó convirtiéndose en un símbolo del valor, la autoridad y la fuerza de estos temibles y a la vez admirados guerreros.
Los siete samuráis, de Kurosawa.
El Samurai siempre portaba envainada su katana en una posición casi horizontal y con el filo hacia arriba. Esta disposición permitía al Samurai poder atacar a su oponente nada más desenfundar su arma. En este sentido, el hecho de extraer la katana de la saya (funda) no debe entenderse como un simple gesto defensivo, pues según la filosofía Samurai, al descubrir la hoja de la katana, el guerrero está destapando al mismo tiempo su intimidad más profunda (kokoro). Por tanto, se trata de un acto de sinceridad completa, de una profunda búsqueda hacia su yo interior. Junto a la katana, a la izquierda del Samurai también se encontraba el wakizashi, un arma blanca más corta que la katana y cuyo uso principal era el combate cuerpo a cuerpo. El conjunto de estas dos armas blancas que acompañaban a todos los Samuráis se conocía con la denominación de Daisho.
La filosofía Samurai mencionada anteriormente vincula estrechamente la figura del guerrero con la de su arma. De esta forma, la katana se encuentra directamente relacionada con un amplio abanico de elementos esotéricos que incrementan su ya de por sí acuciante misticismo. Incluso, en muchas ocasiones, la leyenda que envuelve a la katana supera con creces la calidad de sus componentes y acabados. Por este motivo, los Samuráis debían ser capaces de concebir a su espada como un ente completo, un ser con vida propia, capaz de moverse en varias dimensiones. Esta filosofía espiritual tan íntimamente ligada a la katana se debía fundamentalmente al protagonismo de su creador: el Kaji o maestro artesano.
Este forjador de espadas, al que muchos también atribuían la función de forjador de almas (por la citada relación mística entre el maestro y su creación), tenía el complicado reto de transmitir toda su energía espiritual a su espada. Para conseguirlo, este ancestral maestro se aislaba socialmente y se autoimponía una estricta disciplina marcada por el ayuno y la más severa austeridad. El objetivo de este peculiar sacrificio era purificar todas sus actuaciones y lograr así un arma sin igual, en la que definitivamente quedarían impresas las cualidades de su propia personalidad. Puede afirmarse, por tanto, que entre el Kaji y su obra había una especie de comunicación espiritual.
Elaboración artesanal
“Calentar el acero hasta lograr el color de la luna en el cielo de junio" o “enfriar la hoja en el agua a la temperatura de un riachuelo en febrero" eran las poéticas premisas de actuación que debían seguir los Kaji para lograr que su arma fuera pura y perfecta. A partir de aquí, cada artesano ponía en marcha su propio método de elaboración, dando lugar así a obras irrepetibles con características fácilmente identificables. Para ayudar a identificar todavía más sus katanas, debajo de la empuñadura de la espada (Tsuka), los Kaji solían incluir su firma (Mei).
El proceso de elaboración de una katana pasa por tres estados fundamentales. En primer lugar, el maestro artesano mezcla el Tamahagane, una tierra con elementos ferruginosos (barro), con trozos de acero y de hierro. A continuación, cuece el hierro forjado en un horno con carbono, para finalmente sumergirlo en agua e ir modificando su temperatura. Para el forjado la espada, el Kaji va combinando hierro y acero en múltiples capas o láminas. Estos dos metales proporcionan a la katana dureza y elasticidad, dos características básicas para determinar su calidad. El maestro dobla sucesivamente las láminas de hierro y acero hasta conseguir una fina hoja con miles de láminas originales. La disposición y el número de láminas establecen el criterio definitivo para concretar la calidad de la espada. Mediante este laborioso proceso de pliegue de las capas de acero, la espada va adquiriendo su propio “dibujo". Para incrementar la dureza del filo, el Kaji aplicaba una capa de barro sobre la espada. Este barro ayudaba a endurecer todavía más el filo de la espada, creando un dibujo único y personalizado. De esta forma, es posible reconocer la autoría de las katanas al comprobar el dibujo de sus hojas.
Diversos dibujos del Hamon Ha.
Una vez laminadas, el filo y la punta de las mejores hojas requerían un endurecimiento extra. Para lograrlo, el Kaji añadía más cantidad de carbono en el acero a través de un calentamiento en el interior de un horno de carbón. Cuando el nivel de carbono era suficientemente alto, la hoja estaba lista para el temple. Este proceso de templado implica que la hoja es sometida a elevadas temperaturas y enfriamientos bruscos, obteniendo así una extrema dureza y una gran elasticidad del acero. Una vez superado el proceso de templado, la espada estaba lista para ser montado en una empuñadura de madera natural, sin adornos, evidenciando así el gran valor de la hoja frente a cualquier tipo de adorno externo. Finalmente, se añadía la empuñadura (Tsaka), forrada con piel de tiburón y seda trenzada, y una funda (Saya) de madera lacada.
Entre los Kaji más conocidos de las diferentes épocas se encuentran Yoshimitsu, Masamune, o Muramasa. La denominación de los diferentes tipos de espadas creados por estos maestros artesanos variaba en función de su forma y longitud. El tachi fue el precursor de la katana (tenían idénticas dimensiones), pero a diferencia de ésta se portaba con el filo hacia abajo. Por su parte, la primera katana de que se tiene constancia data del siglo XIV.
Katanas del siglo XXI
La invasión japonesa por parte de las tropas estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial derivó en una destrucción masiva de buena parte del arsenal nipón. Los soldados norteamericanos tenían la orden de requisar todas las armas que se encontraban a su paso, por lo que numerosas armas blancas de tradición milenaria se perdieron irremediablemente. Fueron años muy duros para una sociedad ancestral que veía atónita cómo la fabricación de espadas era tajantemente prohibida. La misma prohibición se aplicó a todas aquellas artes marciales asociadas al uso de espadas. Lamentablemente, todas estas medidas coercitivas se llevaron a cabo sin distinguir entre simples espadas y objetos con un valor histórico y artístico incalculable.
Hubo que esperar hasta el año 1953 para que, tras la aprobación de una novedosa ley, el gobierno nipón autorizara la reanudación de la fabricación de espadas, eso sí sometida a una estricta serie de reglas. Comenzaba así lo que se conoce como la era Shinsaku, o lo que es lo mismo, la etapa de nueva producción de katanas. Dentro de las estrictas normas a las que actualmente está sujeta la producción de espadas, destacan las siguientes:
-El maestro artesano es la única persona que puede fabricar espadas japonesas. Para acreditar su condición de maestro, debe obtener la correspondiente licencia y el permiso del gobierno. Para conseguir la licencia, debe trabajar como aprendiz de otro maestro durante al menos 5 años.
-Por regla general, los maestros sólo pueden fabricar dos espadas largas (hojas superiores a los 61cm) o tres espadas cortas al mes (hojas inferiores a 61cm).
-Todas las nuevas espadas deben registrarse en el Ministerio de Asuntos Culturales de Japón.
Desde la entrada en vigor del Shinsaku, las espadas japonesas fabricadas en Japón y siguiendo las normas del Ministerio de Asuntos Culturales reciben el nombre de nihonto. De esta forma, se diferencia a estas espadas del resto de katanas fabricadas fuera de Japón. Precisamente, de velar por la calidad de las nihonto se encarga la Sociedad Japonesa para la Preservación del Arte de la Espada (Nihon Bijutsu Token Hozon Kyokai, NBTHK). Este organismo verifica que las katanas fabricadas en el país del sol naciente cumplen con la estricta normativa vigente desde 1953.
Actualmente, la espada japonesa posee un valor más bien como objeto de colección que como arma de guerra. Por este motivo, en la elaboración de las nuevas katanas, los maestros artesanos ponen más énfasis en la vertiente artística que en el posible uso bélico que se le vaya a dar a la espada. Tanto es así, que en los últimos años la katana se ha convertido en uno de los principales embajadores de la cultura japonesa fuera de las fronteras niponas. Coleccionistas de todo el mundo llegan a pagar cifras astronómicas por uno de estos bellos ejemplares de arma blanca. Un arma ancestral, rodeada de un halo de misticismo y espiritualidad, y que después de seis siglos de historia sigue vigente en nuestros días.
Principales partes de la katana:
-Kashira: Pomo (suele ser de acero envejecido)
-Tsuka: Empuñadura (tallada a mano)
-Tsuba: Protección de la espada (forma circular y compuesta de acero envejecido)
-Habaki: Engaste de la hoja (de latón)
-Saya: Funda o vaina (madera lacada)
-Hamon Ha: Filo
-Mune: Parte trasera de la hoja
-Yakiba: Parte endurecida de la hoja cercana al filo
-Habuchi: Límite del Yakiba