Como recordarán en esta misma sección de noticias informamos hace algún tiempo del inicio de un proceso por parte del ejército de los Estados Unidos de Norteamérica –en agosto del año pasado– para seleccionar una nueva pistola de dotación para sus soldados en sustitución de la veterana Beretta M9.
Poco después de vencer el plazo de presentación de proposiciones –el 12 de febrero– el jefe del Estado mayor de aquel país, Mark Milley, ha hecho unas declaraciones que se pueden interpretarse como un puñetazo sobre la mesa con el objetivo de agilizar unos trámites, que en su opinión son innecesariamente largos y burocráticos. Quien lea las declaraciones publicadas en la web Military.com y tomadas de su intervención en la conferencia “Future of war 2016” coincidirá en que no son precisamente diplomáticas y sí muy resolutivas.
Según reveló Milley, él mismo habría pedido al Congreso que se otorgue poder de decisión a los jefes de servicio para pasar por alto las sucesivas capas que tiene un proceso de adquisición en programas que no requieren investigación y desarrollo: “No estamos rediseñando exactamente cómo ir a la luna, ¿verdad? –dijo Milley– Se trata de una pistola (...) y sin duda es el sistema de armas letales menos importante en el inventario del Departamento de Defensa”.
Una de las principales metas del programa criticado por el general Milley es la adopción de una pistola calibrada para un calibre más potente que el 9 mm actual. El ejército de Estados Unidos reemplazó al calibre 45 y su pistola 1911 con la M9 en 1985, comenzando así a usar el 9 mm.
“Estamos tratando de encontrar una manera de acelerar el sistema de adquisición”, dijo Milley, quien señaló que “algunos de estos sistemas llevan varios años, algunos de ellos décadas en desarrollarse”. Fue más allá cuando aseguro: "Voy a averiguar qué tipo de pistola necesitamos para comprarla sin tener que pasar a través de un increíble escrutinio de nueve años”.
Como ejemplo de burocracia inoperante, mencionó que el pliego de condiciones para la adjudicación del contrato de suministro de pistolas tiene un documento de requerimientos de 367 páginas y vino a culpar a los abogados de ser quienes impulsan este proceso que en su opinión resulta inoperante porque crea una pirámide de supervisiones que costarán 17 millones de dólares.
Abundando, Milley afirmó que “la verificación de la nueva pistola es de dos años” y seguidamente exclamó: “Dos años para poner a prueba una tecnología que sabemos que ya existe. Si me dan 17 de millones de dólares en una tarjeta de crédito, yo mismo llamaré Cabela’s esta noche y le daré a cada soldado, marinero, aviador y marine una pistola con un descuento para compras a granel”.
Desde luego que el cálculo no es correcto toda vez que el contrato no incluye sólo la compre de la pistola en cuestión, pero todos entendemos lo que quería decir Milley con esa expresión que refleja una clara impaciencia y el deseo de ser más resolutivo.
Los planes actuales del Ejército de los Estados Unidos de Norteamérica contemplan la compra de más de 280.000 pistolas de tamaño completo y 7.000 en versión compacta además de 212.000 sistemas adicionales y cientos de miles de cartuchos. El coste estimado es de al menos 350 millones de dólares y potencialmente millones más si resulta en la selección de un calibre de pistola más potente, según las fuentes. “Hay un cierto grado de sentido común para estas cosas y de eso es de lo que estoy hablando. ... Potenciar a los jefes de servicio con la capacidad de hacer ciertas cosas para acelerar el proceso”, terminó diciendo el general Mark Milley.
Vía: Military