Las escopetas de retrocarga irrumpieron en la sociedad española en la segunda mitad del siglo XIX. Un armero cántabro, José Antonio Rodríguez de Arango, fue uno de los primeros que se atrevió a experimentar con este sistema de alimentación. A continuación presentamos una de las escopetas de su sello y cuño.
Escopeta de retrocarga diseñada por el señor Arango
No hay documentos escritos sobre éste, mi antepasado. Sólo se ha conservado el prototipo de una de sus creaciones y las historias contadas de generación en generación. José Antonio Rodríguez de Arango nació en Santander, Cantabria, a principios de 1800. Su padre, también armero, tenía su taller en lo que hoy se conoce como “Primera Alameda" de Santander. Era un magnifico nadador y de estudiante, en compañía de otros amigos, faltaba a sus clases para ir a nadar a la “Rampa de Sotileza", lugar al que llegaba el mar en ese tiempo.
El taller del señor Arango fabricaba escopetas por encargo y otras armas de fuego para la defensa personal, pistolas de viaje, aunque su especialidad eran las pistolas de duelo, con todos sus accesorios. Según parece, siempre tuvo la inquietud de simplificar la carga de las armas. Hizo varias pruebas y finalmente diseñó un cartucho de latón. Este cartucho tenía un tetón que lo posicionaba de forma adecuada en la recámara. Un orificio lateral en este mismo cartucho permitía que la chispa procedente de un fulminante bajase por la chimenea e iniciara el cartucho. Este orificio estaba taponado por un precinto, semejante a un sello, que se quitaba en el momento de cargar el arma.
En 1865 presentó en la feria de Valladolid la escopeta que aparece en estas fotos, junto con otras seis réplicas con culata de madera. Ganó un premio y una medalla, pero desgraciadamente, el pergamino acreditatorio y la medalla se perdieron en el incendio de Santander de 1941. La escopeta de la foto es el prototipo. Es completamente metálica, incluida la culata, que es hueca y se abre para guardar en su interior los instrumentos de limpieza. Los elementos de puntería son un punto y una muesca en el martillo que queda en posición cuando está listo para el disparo. Dicho martillo tiene dos tiempos. El primero, queda a medio recorrido y bloquea el gatillo, haciendo de seguro.
En el lado derecho del arma tiene grabado con letra manuscrita la siguiente inscripción: “en Santander 1865"; y en el lado izquierdo aparece su nombre escrito de forma muy personal: “Joseantonio Arango". Suprimió la primera parte del apellido, lo que dio muchos problemas a sus herederos a la hora de hacer efectivo su testamento.
Detalle con el cañón abierto de la escopeta.
El señor Rodríguez de Arango parece que también construyó otras armas, pistolas y fusiles principalmente, del mismo tipo, pero no hay constancia de que exista ninguna en la actualidad. Disfrutó de una invitación personal para asesorar en las Reales Fábricas de Armas, pero declinó tal honor porque su salud ya no era buena. Falleció pocos años después.
Mi abuelo adaptó la escopeta a la munición Lafaucheux, únicamente rasgando la muesca, que posicionaba el cartucho, para que el martillo alcanzara a golpear la aguja, que casualmente coincidía con exactitud en línea con dicha ranura. En 1978 un coleccionista encontró una de las réplicas. La culata estaba podrida, pero un armero se la fabricó de nuevo con las medidas originales. Para la fabricación utilizó madera antigua y realmente quedó muy bien.