Los cañones de cualquier arma comienzan por la recámara y terminan en la punta o boca. La recámara es el lado de mayor diámetro del cañón porque es donde se generan los elevadísimos picos de presión que son necesarios para vencer la inercia del proyectil (o la carga de perdigones), obligándolo a que se desplace.
Cañones de una escopeta paralela
La recámara debe ser tallada con un escareador que asegure su perfecta alineación concéntrica y axial con el ánima del cañón. Luego, su terminación más adecuada es el bruñido y no el pulido, lo que le dará un aspecto mate. La razón de usar cartuchos de plástico o cartón en vez de latón (como en las balas de rifle) es que estos materiales son elásticos, lo que provoca que, al disparar, se hinchen provocando un cierre hermético entre la báscula y el cañón. Para mejorar este efecto, las recámaras son lisas pero lo suficientemente rugosas para que no resbale el cartucho, además de que es importantísimo de que no esté mojada la recámara para evitar que no se haga correctamente el vacío o resbale hacia atrás golpeando a la báscula, con el peligro de lesionar al tirador.
Diferentes tipos de chokes para escopetas Browning
Después de la recámara viene el cono de forzamiento, que es un rebaje en cuña sin ángulos rectos entre la recámara y el cañón. Del cono, pasamos al ánima del cañón casi cilíndrica y con un brillo intenso. El cañón debe ser pulido al espejo, que además de las medidas iguala la superficie, dejándola perfecta al tacto y a la vista. Otra cosa es que no es muy importante en el arma, ya que lo único de relevancia es su pulido y que sea recto. Pero antes de salir del cañón, nos topamos con el choke, el cual, tiene su propio cono de forzamiento. Este elemento, es un poco caprichoso, ya que cuanta más gruesa es la munición, más corto puede ser. Y cuanto más fina y abundante es la carga, tiene que ser más progresivo.
Cañones de una escopeta superpuesta
Después del choke, hemos salido del cañón, lo que nos obliga a mirarlo ahora por fuera: Debe ser cónico hacia adelante para asegurar un balance adecuado al tiro. En las escopetas yuxtapuestas, por su morfología, sus bocas de fuego se acercan. Esto provoca que las trayectorias se crucen. Según normas de fabricación, el cruce debe hacerse a 36 metros de la boca del cañón, y para lograrlo, hay que darle una forma cónica específica, siendo más ancho en la parte trasera que en la delantera. En las superpuestas, las conicidades son asimétricas. Si la escopeta tiene banda ventilada, que siempre es muy alta, el cañón superior baja a buscar el inferior para hacer hueco a la misma. En caso contrario, el inferior sube para que no parezca que estamos tirando con una escopeta que se ha quebrado hacia abajo. Los cañones más cilíndricos y ligeros son los que se pueden encontrar en las escopetas semiautomáticas o repetidoras, y los mejores, son los de escopetas de un sólo cañón siempre que se trate de una buena escopeta. A continuación vamos a ver lo que podemos encontrarnos en la recámara:
Cono de forzamiento
Si medimos un cartucho de escopeta, veremos que tiene un diámetro de 20mm exterior aprox. y 18mm interiores, con lo que tenemos que un cartucho normal tiene una pared de alrededor de 1mm de espesor. Por lo tanto, la recámara de nuestra arma tiene un diámetro de 20mm y el cañón es de 18mm. Cuando disparamos, el reborde de la vaina se estira y endereza de manera que el largo total del cartucho disparado es mayor que antes del tiro. Si esta sección del reborde no estuviera prevista en la forma de la recámara, tendríamos un pico importantísimo y peligroso de presión, ya que la carga de perdigones debería pasar por dentro de este reborde, que a su vez estaría por dentro del diámetro del cañón. O sea, 16mm.
Detalles de dos recámaras de escopetas
Para evitarlo, la recámara se alarga hasta los 65mm en las escopetas antiguas, hasta 70 en las modernas (calibre 12/70, lo que quiere decir 12 de diámetro y 70 de largo) y 76mm en las Magnum. Así que, en teoría, los perdigones pasarían directamente del diámetro interior del cartucho al interior de la sección de cañón, cuyo diámetro es muy similar. Pero los cartuchos no miden exactamente 65, 70 o 76mm, sino que tienen diferencias que hacen que quede un espacio con forma de anillo vacío intermedio entre el final del cartucho y el inicio del cañón. Los ingleses llaman a este espacio free bore o «de vuelo libre». Si el paso del diámetro de recámara al del cañón fuera un abrupto ángulo recto, tendríamos que la carga de perdigones sufriría un repentino frenazo al chocar contra el escalón resultante. Reapareciendo en este caso, aunque por un motivo diferente, el peligroso pico de presión.
La forma más sencilla de eliminar este efecto pernicioso es hacer coincidir exactamente el largo de la vaina y el de la recámara, como en los revólveres, pero tampoco esto sirve para nuestro caso. Con los primeros se puede hacer porque las vainas metálicas de la cartuchería de revólver tienen unas dimensiones constantes y precisas, mientras que los cartuchos de escopeta, además de las diferencias de largo total que hemos dicho antes, tampoco tienen todos el mismo espesor en la pared de la vaina. Entonces, aparece la solución: un simple cono al que llamamos “de forzamiento". Se trata de interponer una sección cónica que hace decrecer el diámetro de la recámara paulatinamente hasta alcanzar el del cañón (20mm de recámara, a 19mm de “cono de forzamiento" para pasar a los 18mm de cañón).
Esta configuración se generalizó hace más de sesenta años y cualquier escopeta de fabricación posterior a 1950 lo trae. Al principio, la longitud del cono de forzamiento era de un par de centímetros y funcionaba perfectamente. Pero más adelante se cayó en la cuenta de que esto no era más que otro choque similar al de concentrar el plomeo (sólo que al principio del cañón). Bajo esta premisa se probó a hacerlos más largos para ver si bajaban las presiones en la recámara... pero nada, funcionaban exactamente igual. Pero entonces, los tiradores de club se dieron cuenta de una cosa: las escopetas con conos de forzamiento largo tienen menos retroceso, lo que es algo importante para ellos, aunque no tanto para el cazador.
Choke de una escopeta semiautomática
Long chambers (recámaras largas)
Se trata de un tipo diferente de alojamiento para el cartucho. En lugar de ser un alojamiento con la forma negativa de un cartucho, seguido de un cono que desemboca en un cañón cilíndrico, este tipo de recámara es un cilindro muy largo (mayor de 80mm), seguido de un cono de forzamiento cuya longitud, en algunos casos, iguala a la del propio cartucho. Esta es la recámara de las escopetas Magnum, también repetidoras, que se promocionan como aptas para disparar cartuchos de todas las longitudes. En las escopetas con este sistema se puede diferenciar claramente el cañón pulido al espejo, la recámara que se aprecia grisácea y el cono de forzamiento donde golpean los perdigones, que es lo más oscuro y que en realidad es el halo de fricción.
El cono de forzamiento actúa bien cuando la recámara es del largo exacto (más o menos) del cartucho. Los perdigones, nada más salir del cartucho, se encuentran con el lado grande del cono y se deslizan suavemente por él como por un tobogán, para salir a un cañón cilíndrico que los evacua. Al disparar un cartucho normal en una recámara que lo aventaja en 10 o 15mm, tenemos un vuelo libre de esa misma longitud y, aunque después haya un cono, a la velocidad a la que se produce un disparo lo que sucede es un verdadero choque contra la pared. Y, lo que es peor, este tipo de práctica rompe los tacos contenedores que se ven prensados brutal e instantáneamente, entre los perdigones y el cono, afectando al plomeo. Son esos tacos que vemos por el campo con aspecto de destrozados, como si los hubieran masticado (una escopeta fina y bien hecha, incluyendo las Magnum, siempre los deja intactos). A la luz de esta experiencia, resurgió una vieja teoría.
El back bore
A principios del siglo XX, armeros italianos, ingleses y Browning en Norteamérica, experimentaron con el back bore, que llamaron overbored (sobrecalibrado). La idea original no partió de la búsqueda del cono de forzamiento, que fue posterior, sino de mejorar el choke. Se pretendía conseguir que todo el cañón se convirtiera en un gran dispositivo concentrador más progresivo y que deformara menos los perdigones (que eran de plomo blando), como si todo el cañón fuera un choke. Se intentó de varias maneras: un cañón cilíndrico de calibre mayor que el nominal, una especie de cono de forzamiento que arrancaba con un diámetro mayor que la recámara para alcanzar más adelante el calibre correcto... Los hubo de todas las longitudes imaginables. Pero nada, el comportamiento final del tiro no se alteraba. En cambio, el back bore demostró ser eficaz en otros dos aspectos inesperados. El primero, era que el retroceso se nota mucho más suave. El segundo, y más importante, era que el trauma del cañón ante cada disparo se convertía en algo mucho más aliviado. Después de una cantidad de tiros no aparecía el halo de fricción y tras miles de tiros los cañones seguían aparentando estar nuevos siempre que se limpiaran cada vez después de usar la escopeta.
Por aquellos tiempos, la sola mejora en la vida de los cañones no era motivo suficiente y no compensaba el incremento de coste de producción. Pero hoy, desde la aparición en 1960 del compuesto iniciador “clean bore" y de las pólvoras sin residuos, junto a las mejoras en la munición y el efecto autolube de los tacos plásticos de baja fricción, el back bore vuelve a ser interesante. Con éste, las cargas pesadas actuales se vuelven más confortables y los cartuchos con munición de acero o bismuto para humedales no estropean los cañones. Es más, con un cañón back bore de recámara Magnum, sí que se pueden disparar cartuchos de cualquier longitud sin perjuicios a largo plazo, ya que no aparece el halo de fricción. En conclusión, no se trata de que mi escopeta de siempre ya no esté a la altura ni que las nuevas las superen en prestaciones. Simplemente, son mejores.
Cartuchos de escopeta con su correspondiente plomo
El plomeo
Cuanto más gramos de perdigones hay, peor es el plomeo. Disponiendo los mismos gramos, cuanto más finos son los perdigones, más se abren. Cuanto más gruesa es la munición, mata más lejos. Con la misma carga, cuanto más fina es la munición, mayor número de perdigones hay en cada columna. La energía de los perdigones es menor cuanto más delante se encuentran en el cartucho. Los que están mas atrás son empujados directamente por la explosión con toda su fuerza, mientras que éstos empujan a los que están por delante con la energía que les sobra, una vez que gastan algo para vencer su propia inercia. Cada perdigón trasmite al que tiene por delante un poquito menos de lo que él recibe.
Como los perdigones están alojados dentro del cartucho a granel, cada uno se apoya por delante en dos o tres y, en algunos casos, hasta cuatro secciones de los siguientes, dependiendo del tamaño. Esto hace que su capacidad de empuje se divida entre los que está en contacto. Pero, además, como seguramente no se habrá apoyado de forma homogénea entre todos, el reparto de energía tendrá la misma falta de homogeneidad. Si a esto le sumamos la desigualdad de peso y forma entre ellos, porque sabemos que no son perfectos, tenemos que el reparto de energía va camino del caos. Así, una carga normal de plomo viene a medir unos 2 centímetros, lo que conlleva que cuando el primer perdigón abandona el cañón, ha recorrido 2 centímetros menos que el ultimo, al cual, aun le quedan 2 centímetros para salir.
Tirador apuntando con su escopeta
El retroceso El retroceso de un arma puede partir los huesos de un hombre en caso de estar mal encarada el arma, pero la presión puede reventar un cañón. El retroceso de un arma se produce a consecuencia del peso de la carga disparada (no la carga de pólvora, sino la de plomo, ya sea en balas o en perdigones) y de la velocidad de salida del proyectil. A diferencia del retroceso, la presión es la resistencia que opone el proyectil a salir impulsado por los gases de la combustión de la pólvora. Si disparamos un cartucho de fogueo, la presión es mucho menor que la del mismo cartucho con una bala montada (por eso es que muchas armas de fogueo, que son ilegalmente transformadas a fuego real, al ser disparadas rompen el cañón, ya que éste no está pensado para soportar las presiones que se generan).
A mayor peso, menor velocidad y mayor retroceso; y a mayor velocidad y menos peso, menos “culatazo". Para entenderlo fácilmente, si lanzamos una pesa de 1kg y otra de 5kg al aire, al lanzar la primera hacia arriba y recogerla cuando cae sentimos un pequeño golpe, pero al lanzar la segunda, más pesada, sentimos un golpe más fuerte. Además, partiendo de la misma fuerza aplicada (carga de pólvora) siempre llegará más alto la de 1kg que la de 5kg. Como ejemplo, veamos un calibre como pueda ser el .375 H&H. Con una punta de 14 gramos a 850m/s, se recibe un retroceso equivalente a unos 55 kilos. Con otra punta de 20 gramos a 700m/s, se recibe un retroceso equivalente a unos 98 kilos. ¿Diferente, no?