De un tiempo atrás hasta estos días, eso de poner la coletilla “táctica” a cualquier arma o accesorio empieza a derivar en la preocupante posibilidad de acabar en “Tacticool”. En el mundo de las escopetas, esta personalización también tiene su propia expresión.
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Realmente hay pocas armas con mayor flexibilidad de uso que la escopeta. Se pueden usar para la caza, tanto mayor como menor, para el deporte (trap, pichón, etc), y, como no, para la defensa y el combate. Todo ese abanico de usos es posible gracias a la enorme variedad de municiones susceptibles de ser tiradas desde tan versátil plataforma. Tenemos diferentes opciones mecánicas para despachar plomo en distintos tamaños y formatos, desde las clásicas de cañones paralelos, las de cañones superpuestos, cerrojo, de corredera y semiautomáticas. Cada una de esas opciones, si bien en principio son más o menos adecuadas para un uso en concreto, comparten la posibilidad de adaptarse a cualquier opción de las enumeradas. Además, contamos con un nutrido abanico de cartuchos de usos tan especiales como podamos imaginar y, realmente, se han imaginado muchas cosas. Desde la carga de sal gorda al “aliento de dragón”. Pero ahora sobre lo que quiero abrir un espacio para la reflexión y el intercambio de opiniones es sobre su uso como herramienta de combate y defensa, lo que se suele denominar “escopeta táctica”. Lo cual nos deja como opciones más lógicas las armas de trombón y las semiautomáticas.
Desde que Winchester tuvo la genial ocurrencia de fabricar las primeras escopetas de repetición manual, primero de su afamado sistema de palanca y luego con el de corredera, algo cambió en el panorama de las armas. El invento se convirtió en fiel compañero de policías, agentes de seguridad y ciudadanos. Cuando apareció en los estancados campos de batalla de la I G.M., de nuevo dejó una profunda huella y “la barredora de trincheras” se consagró como arma de utilidad militar; revalidando su reputación allí donde ha sido necesario disponer de gran potencia de fuego a corta distancia, desde las húmedas selvas de Asia a las ardientes calles de Bagdad. Sin olvidarnos de su continuo uso en manos de todas las fuerzas de policía de este agitado mundo.
Del concepto original de finales del siglo XIX a los principios del XXI pocas cosas han cambiado. Quizás, lo más significativo sea el hecho de que las modernas semiautomáticas han ganado mucho terreno en este campo y, a día de hoy, se codean, igualan e incluso superan en algunos aspectos, a las clásicas “pump action” en el apartado más valorable de un arma de combate y defensa; que no es otro que la fiabilidad. Benelli, Franchi y algunas emergentes como Saiga y Hatsan, dan prueba de ello. Si repasamos qué características ha de tener una escopeta para reinar en esto del combate y la defensa, vemos que lo habitual es un cañón cilíndrico de entre 16 y 24 pulgadas, siendo lo más habitual de 18 o 20. Una capacidad de carga de 5 a 9 cartuchos, una correa y poco más. Luego entramos en el terreno de las “personalizaciones”. De un tiempo atrás hasta estos días, eso de poner la coletilla “táctica” a cualquier arma o accesorio empieza a derivar en la preocupante posibilidad de acabar en “Tacticool”. Lo cual no deja de tener cierta dosis de preocupante “freekie-tactic” o de (me encanta este término yanki) “ninja mal”.
Infinita customización de las escopetas tácticas
Para acotar el asunto voy a centrarme en los dos modelos estrella en la categoría de las “trombonas”: las afamadas y reputadas Remington 870 y Mossberg 500/590. Además, son las que más opciones útiles y, también, totalmente absurdas, tienen en el mercado de gadgets. Después de infinidad de pruebas he llegado a la conclusión de que el plomazo, dispersión, alcance y efectos no varía en absoluto disparado en un arma “fuera de la caja”, al tirado con un arma con dos veces su valor en chismes adosados. Pero no dejo de reconocer que toda arma es susceptible de ser “mejorada” o, mejor dicho adaptada a nuestras necesidades o comodidad de uso. Y, precisamente estas opciones es sobre las que vamos a tratar de discernir entre lo realmente útil y lo perfectamente superfluo. En primer lugar, tendremos que precisar para qué entorno táctico vamos a adaptar la escopeta. La opción más evidente es un eventual uso para defensa, bien del hogar, bien policial y/o para competiciones de tiro práctico o policial. Si es para uso profesional, virguerías las justas, pues ningún cuerpo tiene previsto que cada cual tunee el arma a su capricho. Luego, nos queda el uso por particulares que con el pretexto de la caza duermen más tranquilo con una escopeta que les pueda librar de algún mal. Aunque si por desgracia tiene que llegar a usarla le va a quitar muchas más horas de sueño. Pero eso lo dejo para el final. Vamos por categorías.
Empuñaduras de pistolas en escopetas tácticas
En primer lugar quedan muy chulas, pero ¿qué más hemos de saber? Bueno pueden ser útiles para ayudar a disimular el arma, pero ¿tenemos necesidad de disimularla en nuestra casa? Al acortar la longitud del arma la hace más manejable en sitios estrechos, lógico. Pero, aparte de esas ventajas, tenemos que lidiar con ciertos inconvenientes. Primero hay que quemar mucha pólvora para aprender a dominar el arma. Nos limita importantemente el rango de uso eficaz del arma más allá de 5 ó 6 metros. Además, según cómo, nos puede hacer un precioso moratón. Si encima la montamos en una Mossberg nos dificulta muchísimo usar eficazmente el seguro. En una Remington se puede usar con alguna dificultad menor.
Culatas plegables en las escopetas tácticas
De aplicación todo lo dicho anteriormente. Con el añadido de que además tenemos que lidiar con la culata. Esas culatas suelen ser de plegado superior o, más frecuentemente, lateral. Las laterales, cuando están plegadas, además de multiplicar las posibilidades de moretón en la zona de las caderas, no es que faciliten accionar la corredera con soltura y, para más inri, nos puede hacer daño en la mano que acciona la corredera. Lo que tienen en común ambos sistemas es que, desplegadas, no suelen dar un buen apoyo y suelen dar disgustos en el pómulo y, si no cuentan con una buena cantonera, cosa habitual, el hombro se alegra lo suyo. Siendo sincero no he tenido ocasión de catar algunos productos de reciente aparición en el mercado. Un sistema que parece ser bastante bueno es el de MESA Tactical, sobre todo la variante de montaje alto, pero por el precio total del conjunto, pues se vende a módulos, supera al de la escopeta, con lo cual más que táctico es caprichoso. Otro que parece poder resultar es el de FAB. Estos sistemas parecen resolver el tema del uso de la culata con apoyo, pero dudo que mejoren el uso de la corredera. Otra consideración es que, por lo general, las bisagras de la culata con el uso y el retroceso cogen unas holguras que empeoran el panorama.
Culatas retráctiles para escopetas tácticas
Por aquí voy a dejar de buscar muchas pegas. Los modernos modelos de inspiración M4 tienen un lado bastante práctico, siempre que la montemos en Remington, Maverick o Winchester (en Mossberg os recuerdo el serio problema de perder la accesibilidad del seguro). La mejor parte de estas culatas es la posibilidad de variar el LOP y adaptarlo a nuestra constitución, o utilizar técnicas avanzadas de encare e incluso utilizarlas cómodamente con chalecos balísticos, anti trauma o simplemente con ropa de abrigo. Mención especial para los modelos Blackhawk Knoxx y las FAB, ambas con sistemas anti retroceso. También MESA, su calidad ha de ser buena, confieso no haber tenido ocasión de intimar con alguna, pero ya que se hacen de aluminio mecanizado, apuesto a que le daría nota alta, pero el desembolso es bastante importante. La única pega que encuentro a esta opción de culatas es que quedan un poco “descolgadas” del plano de mira y obligan a acostumbrarse a un encare diferente. De nuevo MESA destaca en este apartado con su montaje alto, que nos deja la nueva culata totalmente enrasada al plano de mira. A veces lo más caro realmente es mejor por algo.
Otras culatas disponibles para escopetas tácticas
En este asunto sí que encuentro artículos interesantes, sobre todo para mejorar una Mossberg. Hogue tiene un conjunto de culata con guardamanos con un tacto increíble, un agarre estupendo, una cantonera muy buena y un modelo con un LOP de 12”. La Blackhawk Compstock Knoxx parte de la misma plataforma Hogue y le añade el sistema de amortiguar retroceso pero doblando el coste. También, mención especial para la Akita de ATI que ofrece la posibilidad de variar el LOP y un diseño de carrillera bastante interesante. Esta última no he tenido ocasión de catarla pero tiene muy buena pinta. Lo mismo que la última de Magpul.
Portacartuchos en escopetas tácticas
Si bien un episodio de defensa doméstica suele zanjarse con 1 o 2 estampidos, no deja de ser un factor de tranquilidad contar con una recarga extra, especialmente si estamos en una casa de campo y hemos de salir de la vivienda y “apatrullar” los dominios. En esas circunstancias cogemos la escopeta y salimos con prisas, con nervios, con temor y unos cartuchos extras, que con un poco de sentido común, pueden llevar cargas para diferentes propósitos. Además, nos vendrá bien para practicar la recarga táctica. Para este fin tenemos diferentes opciones: aluminio, plástico, ABS y lona. Las más viejas conocidas son las elásticas para poner en la culata, sencillas, eficaces y baratas.
Ahora se ha implantado la moda de los montajes para poner en el lateral del cajón de mecanismos. Por lo general, el sistema de fijación es mediante la sustitución de los pasadores originales por otros proporcionados por el fabricante y que permiten fijar mediante tornillos el portacartuchos. No terminan de convencerme. He visto cajones de mecanismos deformados por exceso de apriete de los tornillos, pues entre el peso de los cartuchos y los efectos del retroceso el invento va cogiendo su holgura. Para esta ubicación prefiero el invento del velcro y la lona. Hay algunos yankies avispados que los comercializan, pero resultan sencillos, entretenidos y baratos de hacer. Un trozo de cinta de velcro autoadhesiva de uso industrial, una canana de lona de las más perrilleras que troceamos a la medida adecuada y la ponemos el velcro. Podemos hacer varias, para disponer de diferentes surtidos de cargas, fáciles de quitar y poner.
Correas como accesorio para escopetas tácticas
En principio soy de la opinión de que una correa portafusil en un espacio cerrado es poco o nada operativa. Se nos puede enganchar y nos la puede enganchar quien menos nos apetece que lo haga. Imaginaros mi opinión de esas correas-canana que llevan 15 o 20 cartuchos. Como todo avanza y aparecen cosas nuevas, hay un nuevo tipo de correa que encuentro de utilidad práctica para defensa del hogar. Me refiero a las de 1 punto y, también me gustan las que se pueden usar indistintamente en 1 punto y dos puntos, tipo SC3. La correa de 1 punto no se engancha a las sillas, nos permite fijar el arma en un posible forcejeo y usar las manos sin dejar el arma. Interesantes para combinar con ese tipo de anillas que se fijan entre la culata y el cajón de mecanismos, pues esa ubicación proporciona un buen punto de equilibrio en el encare y la suelta del arma.
Linternas para escopetas tácticas
La linterna en un arma es un buen accesorio, sobre todo utilizándola con sentido común y cierto grado de conocimiento, pues mal usada, de una ventaja pasa a ser un grave inconveniente. En esta clase de equipos poco hay mejor que Surefire y su robusto y duradero conjunto de guardamanos con linterna integrada y sus eficaces pulsadores. Un conjunto caro pero que realmente vale lo que piden. Hay otras soluciones más económicas y razonablemente eficaces partiendo de linternas en combinación con soportes. A este particular recomiendo las que usan LED, tipo CREE o SMD, con baterías normalitas y fáciles de encontrar tipo AA o AAA, nada de formatos exóticos y caros. Las recargables tienen su vida útil y son caras de reemplazar y su precio es equivalente a muchísimas de las corrientes. El lugar de montaje debe ser en el tubo de carga o en el guardamanos en posición a las 3. No me gustan las monturas al cañón, suelen acabar mal. El punto más crítico suele ser el cablecito del interruptor remoto, aunque quede algo cutre, el invertir unas vueltas de cinta americana para asegurar el cable al casquillo-tapón suele alargarle la vida.
Escudo térmico para escopetas tácticas
La verdad, no creo que nadie se vea en la necesidad de quemar tanta pólvora como para necesitar un chisme para no quemarse o combatir la reverberación en tiro a larga distancia. Es más, soy incapaz de imaginar que una manipulación normal del arma en su ciclo de tiro o recarga pueda necesitar la “ayuda y salvaguarda” del escudo térmico. Por el contrario veo que es un propiciador de niditos de óxido, amontonador de pelusas y una dificultad más para montar y desmontar el arma.
Miras ópticas para escopetas tácticas
Las que encuentro más adecuadas son las réflex o las holográficas, más que nada por el tamaño y el peso, eso sí, montadas con un carril atornillado en el lugar previsto en el cajón de mecanismos, nada de montajes laterales del tipo de los tratados en los portacartuchos, pues presentan los mismos inconvenientes. Aunque, la verdad, encuentro estos equipos un “lujo innecesario”, salvo que le saquemos también partido en el noble pasatiempo de la caza. Por lo demás, soy de la opinión de que cuantos más chismes, más posibilidades de averías y que con el equipo standard el arma va más que sobrada. Del láser, salvo para gastar dinero y pretender acojonar no le encuentro mayor utilidad.
Chismes exóticos para escopetas tácticas
En este apartados hay auténticos engendros. Hay uno, que encima vale como media escopeta, que es un carril Picantinny que va desde el cajón de mecanismos hasta casi el final del cañón, envolviéndolo junto al tubo de carga. Lo primero, es que no sé para qué se necesita tanto carril; después, los problemillas del escudo térmico los aumenta por 5, pues menuda pesadilla para montar y desmontar el arma para limpiarla como Dios manda. Encima fijado con tornillos, que de tanto entrar y salir del tocho de aluminio acabará como un sonajero. No dejará vibrar el cañón a su modo natural, por lo que el cajón de mecanismos sufrirá más esfuerzos y vibraciones. En fin, que sólo veo claro que añade peso e invita a poner más chismes para dar sentido a tanto carril.
Hay un chisme que empieza a verse, e incluso un fabricante como Mossberg lo ofrece en algunos modelos y vende el cañón equipado con él para actualizar armas anteriores al invento. También hay otros modelos para montarlo como si fuera un choque a cualquier modelo de escopeta. Su uso original por parte de un particular escapa de mi comprensión, pero por fortuna soy capaz de encontrarle un par de aplicaciones secundarias más sensatas. El chisme en cuestión es un “breacher” o, dicho en cristiano, una bocacha que se usa para reventar puertas y cerraduras. Si se usa el chisme para equipar una unidad de entradas pues muy bien, pero ya me diréis a quién le pensáis reventar la puerta. Aparte de que a ver de dónde vais a sacar la munición especial. Por poder, se puede hacer uso de bala o posta, pero con unos riesgos a considerar. Pero bueno vamos a ver qué puede tener de bueno. Si habéis disparado una escopeta con cañón corto de noche, seguro que recordáis el tamaño del fogonazo. Pues eso, el chisme me puede resultar útil como apagallamas, de hecho hay un par de ellos en el mercado con las salidas pensadas para ese fin. El otro uso, dado que viene con unos pinchos en la punta para morder bien en la madera, nos dota de un tremendo punch para atizarle a un fulano en las costillas o en el careto y evitarnos los inconvenientes de aplicarle unos gramos de plomo caliente. También he visto quien se preocupa de montar bayonetas. Hace como 15 años vi la primera, aún me sorprendo del hecho y trato de encontrar una justificación.
Reflexiones finales
Lo realmente táctico es adaptarse a los condicionantes de la acción. Y por muchas vueltas que le demos, la realidad es que la excusa para tener legalmente una escopeta es el uso cinegético. Encima, contamos con una legislación que prácticamente criminaliza algo tan básico y natural como es la autodefensa. Con estos ingredientes, entiendo que emperifollar la escopeta en plan SWAT, llegado el caso de tener que usarla para defendernos, nos puede poner en una situación delicada. Tanto el juez, como el fiscal, como el abogado de la parte contraria les va a ayudar a llegar a la conclusión de que no es el arma de un sencillo cazador abrumado por la situación, y nos van a etiquetar de violento paramilitar deseoso de aplicar “su justicia”. Y esa diferencia de concepto puede tener una grave incidencia en nuestra sentencia. Por otra parte, estoy convencido de que el dinero usado para comprar accesorios nos dará mayor capacidad táctica y técnica invertido en cartuchos para quemar en el campo de tiro y en una docena de cartuchos inertes para practicar las operaciones de carga y descarga táctica. Así que si decidimos personalizar el arma, que sea con el criterio más práctico y realista, sin apartarnos demasiado de la apariencia de arma de caza y con accesorios justificables para esa función. Creo pues haberos dado suficientes pistas para saber qué opciones recomiendo.