Hace ya más de dos décadas que esta escopeta Aya en calibre .410 cayó en mis manos. Heredada de un familiar, esta arma me sirvió entonces para iniciarme en el deporte de la caza menor. El más que tolerable retroceso de su munición unido a su sencillo sistema de funcionamiento la convirtieron en su día en mi escopeta preferida.
Lo recuerdo como si fuera ayer. Recién sacada la licencia de caza, llegué a casa de mis padres y allí estaba mi abuelo esperándome para felicitarme. De niño, yo le había acompañado en muchas ocasiones al monte, donde solía cazar conejos, liebres y todo tipo de aves. Como muestra de su agradecimiento y para que pudiera estrenar mi nueva licencia, mi abuelo me regaló una de sus armas: esta escopeta Aya en calibre .410. Desde entonces, y a pesar de que actualmente apenas la utilizo, guardo un gran recuerdo de esta arma, sobre todo por lo agradable que resulta de disparar.
La escopeta Aya con cartuchos del .410
A pesar de que en su día el calibre .410 me llegó a apasionar, ahora reconozco que lo he dejado un poco de lado. No sé muy bien la razón: quizá sea una cuestión de modas lo que me ha hecho decantarme por el calibre 12, o tal vez simplemente he comprobado que es uno de los cartuchos más eficaces hoy en día. Aún así, todavía recuerdo que con esta escopeta .410 he logrado cobrar buenas piezas. Y eso que no soy un gran tirador (mi abuelo era mucho mejor). De todas formas, un buen cazador puede utilizar este calibre, también conocido como 36, para prácticamente cualquier especie de caza menor.
Aunque la denominación más popular de este calibre es la de .410, en otros rincones del mundo también se le conoce como 12mm, una medida que hace referencia al diámetro del cartucho. En Europa también se le llama calibre 36, un término que nace al fundir una libra de plomo para después fabricar con ella un número determinado de bolas iguales. Si de la fundición de la libra salen 10 bolas de plomo con el mismo peso y diámetro, entonces el calibre de la escopeta es 10. Si se fabrican 12 esferas, el calibre es 12 y así sucesivamente hasta llegar al calibre 36, que indica que de una libra de plomo salen 36 bolas del mismo peso y grosor. Por tanto, en los cartuchos estándar del calibre .410 caben 36 bolitas de plomo.
Cerrojo lateral y doble disparador.
Esta escopeta Aya que actualmente mantengo en desuso posee dos cañones paralelos y doble disparador. Además, se caracteriza por la sencillez de su pletina (sin grabados) y por contar con el clásico cerrojo lateral que identifica a muchas de las escopetas fabricadas por la firma eibarresa. Precisamente, la inscripción Aguirre y Aranzábal (nombres que dan origen a la abreviatura Aya) aparece grabada sobre uno de los dos cañones de la escopeta. Al igual que sucede con prácticamente todas las escopetas del calibre .410, este modelo diseñado por Aya dispone de chokes cerrados y su retroceso es prácticamente inapreciable. Este hecho la convierte en un arma y un calibre idóneo para jóvenes y principiantes.
Cañones paralelos.
La escopeta que poseo pertenece al modelo 97, un arma que se fabricó en el año 1958 y que según me informaron desde la propia compañía dejó de producirse hace muchos años. Hoy en día, la marca española ha centrado su producción en otros modelos más exclusivos entre los que destacan el popular Churchill XXV/SL (con cerrojos laterales tipo Holland&Holland) y los modelos superpuestos Aya Coral DeLuxe y Aya Excelsior. Con una plantilla de unos 300 trabajadores, la firma eibarresa fabrica más de 30.000 armas al año, muchas de las cuales se destinan a la exportación.
Mi escopeta paralela Aya no tiene los mismos acabados de los modelos más caros de la firma eibarresa, aunque es cierto que su sencillo sistema de acción ha funcionado a las mil maravillas durante casi 50 años. La he disparado con cargas que van desde 14 hasta 19 gramos y se las ha “tragado" todas. Ni un problema, os lo aseguro.
Ahora me sabe mal deshacerme de ella. No sé muy bien el motivo, porque la verdad es que apenas la utilizo. Supongo que será por una cuestión sentimental, o quizá esté esperando a que pase a manos de otra generación (mis hijos o nietos). Lo cierto es que siempre que abro el armero y la veo ahí, me recuerda al día que mi abuelo me la regaló. Tal vez ese sea el motivo por el que la conservo. A ver si me animo y esta temporada le doy un paseo por el monte. Aunque sólo sea para recordar las buenas prestaciones del .410, o simplemente para recuperar mi juventud.