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Aprender a disparar: la compleja psicología del tirador
Adrián Tomate© De Rosa (05/05/2008)
Como en todos los deportes, el nuestro tiene una serie de mecanismos que son imprescindibles para el
desempeño del tirador. Estos mecanismos son adquiridos, no innatos; nadie los trae desde la cuna.
¿Con qué nacemos?
Todos los seres humanos tenemos el reflejo de reaccionar ante los estímulos agresivos, con el afán de
protegernos de las posibles consecuencias. Por ello, si alguien nos empuja, hacemos resistencia a esta
acción a fin de conservar el equilibrio. También si nos sometemos a un resplandor fuerte o a un sonido
estruendoso solemos cerrar los ojos y contorsionarnos de diversas maneras para atenuar los efectos
de las acciones agresivas. Como tampoco somos tontos, tendemos a identificar las fuentes de las
agresiones en general, y a anticipar la reacción. Si alguien nos ilumina frecuentemente con una
linterna, son necesarias pocas repeticiones para que en el futuro, apenas veamos la linterna, estemos
entrecerrando los ojos y anteponiendo las manos para cubrirnos.
Griselda y Sharon. Ojos abiertos. Concentración. Preparándose para disparar.
Todos tratamos de huir de las situaciones potencialmente peligrosas o agresivas lo más rápido posible
y protegernos de ellas. Esta carga instintiva viene preprogramada desde el nacimiento y cuando
identificamos una fuente de agresiones de cierta clase, generamos un reflejo que nos cubra o ponga a
salvo de ellas. En relación a las condiciones necesarias para un buen desempeño en el tiro, por
supuesto que algunos traen más condiciones que otros (siempre se da en cualquier deporte). Pero
cuidado, el talento es sólo una pequeña parte de un todo. Sin trabajo, sin esfuerzo, no habrá
resultados sólidos. Cualquiera puede tener un buen día, pero quienes trabajan en pos de ello están
muchísimo más cerca del éxito y de la permanencia en los puesto de delante.
¿Qué pasa en el tiro?
Sharon. Ojos abiertos. Puntería. Concentración
Aprender a disparar: la compleja psicología del tirador
Adrián Tomate© De Rosa (05/05/2008)
Como en todos los deportes, el nuestro tiene una serie de mecanismos que son imprescindibles para el
desempeño del tirador. Estos mecanismos son adquiridos, no innatos; nadie los trae desde la cuna.
¿Con qué nacemos?
Todos los seres humanos tenemos el reflejo de reaccionar ante los estímulos agresivos, con el afán de
protegernos de las posibles consecuencias. Por ello, si alguien nos empuja, hacemos resistencia a esta
acción a fin de conservar el equilibrio. También si nos sometemos a un resplandor fuerte o a un sonido
estruendoso solemos cerrar los ojos y contorsionarnos de diversas maneras para atenuar los efectos
de las acciones agresivas. Como tampoco somos tontos, tendemos a identificar las fuentes de las
agresiones en general, y a anticipar la reacción. Si alguien nos ilumina frecuentemente con una
linterna, son necesarias pocas repeticiones para que en el futuro, apenas veamos la linterna, estemos
entrecerrando los ojos y anteponiendo las manos para cubrirnos.
Griselda y Sharon. Ojos abiertos. Concentración. Preparándose para disparar.
Todos tratamos de huir de las situaciones potencialmente peligrosas o agresivas lo más rápido posible
y protegernos de ellas. Esta carga instintiva viene preprogramada desde el nacimiento y cuando
identificamos una fuente de agresiones de cierta clase, generamos un reflejo que nos cubra o ponga a
salvo de ellas. En relación a las condiciones necesarias para un buen desempeño en el tiro, por
supuesto que algunos traen más condiciones que otros (siempre se da en cualquier deporte). Pero
cuidado, el talento es sólo una pequeña parte de un todo. Sin trabajo, sin esfuerzo, no habrá
resultados sólidos. Cualquiera puede tener un buen día, pero quienes trabajan en pos de ello están
muchísimo más cerca del éxito y de la permanencia en los puesto de delante.
¿Qué pasa en el tiro?
Sharon. Ojos abiertos. Puntería. Concentración