Excmo. Sr. D. Agustín de ITURBIDE y ARAMBURU (General del Ejercito Español, Primer Presidente de México ( II )Junta Provisional GubernativaLa Junta constituyó una Regencia de cinco miembros, la cual ejercería el Poder Ejecutivo: Iturbide como presidente, O'Donojú, el doctor Manuel de la Bárcena, Isidro Yáñez y Manuel Velázquez de León, quien había sido secretario del virreinato. Al darse cuenta que en Iturbide habían recaído ambas presidencias y que esto era incompatible, se eligió como presidente de la Junta al obispo de Puebla Antonio Joaquín Pérez. De esta forma el Poder Ejecutivo residió en la Regencia y el Poder Legislativo en la Junta.
La Junta declaró que el puesto de primer regente no era incompatible con el puesto de jefe del ejército, de esta forma nombró a Iturbide generalísimo de armas de mar y tierra del imperio o generalísimo almirante con un sueldo de 120 000 pesos anuales, un millón de capital, veinte leguas cuadradas de terreno en Texas y el tratamiento de Alteza Serenísima. A su padre José Joaquín Iturbide, se le concedieron los honores de regente, y cuando la regencia cesase, sería consejero de Estado. Iturbide renunció al sueldo correspondiente del 24 de febrero al 28 de septiembre y cedió 71 000 pesos, para sanear las necesidades del ejército.
Mientras en la Ciudad de México se realizaron las primeras acciones del nuevo imperio, en las provincias se llevaron a cabo manifestaciones de júbilo. Los últimos realistas que rechazaron la independencia se econtraban en Acapulco, Perote y Veracruz. Antonio López de Santa Anna llevó a cabo las acciones militares que lograron la capitulación del castillo de Perote el 9 de octubre. Isidoro Montes de Oca designó al coronel Juan Álvarez para lograr lo misma tarea en el fuerte de San Diego de Acapulco, la plaza se rindió el 15 de octubre.
En Veracruz, el general José García Dávila prefirió mantenerse bajo la tutela del antiguo régimen. Dávila ofreció varias veces entregar la plaza a Santa Anna, pero durante la noche del 26 de octubre, el jefe español decidió resguardarse con su tropa y armamento en la fortaleza de San Juan de Ulúa. Este fue el último reducto español que resistió y capituló hasta el 18 de noviembre de 1825. Sin embargo, Manuel Rincón, gobernante interino de Veracruz, levantó una acta de adhesión al plan de independencia.
El 8 de octubre, O'Donojú falleció víctima de pleuresía. El puesto vacante de la regencia fue ocupado por el obispo de Puebla, quien dejó a su vez la presidencia de la Junta, la cual ocupó el doctor José Miguel Guridi y Alcocer. Se nombraron cuatro secretarios: José Pérez Maldonado en Hacienda, Antonio Medina Manzo en Guerra, José Domínguez —secretario de Iturbide— en Jusiticia y José Manuel de Herrera en Relaciones Interiores y Exteriores.
Iturbide instituyó las Capitanías Generales de provinicia. Nombró gobernadores a Anastasio Bustamante para las Provincias Internas de Oriente y Occidente; a Pedro Celestino Negrete para Nueva Galicia, Zacatecas, y San Luis Potosí; a Manuel de la Sotarriva para México, Querétaro, Valladolid y Guanajuato; y a Vicente Guerrero para Tlapa, Chilapa, Tixtla, Ajuchitlán, Ometepec, Tecpan, Jamiltepec y Teposcolula.
En noviembre de 1821, algunos de los antiguos insurgentes, quienes tenían ideas de establecer un gobierno republicano, celebraron una serie de reuniones en la casa de Miguel Domínguez en Querétaro. Asimismo, escribieron a Guadalajara a Pedro Celestino Negrete para invitarlo a participar, pero éste consideró que se trataba de un conspiración y dio aviso a Iturbide. Fueron arrestadas diecisiete personas, entre ellos Guadalupe Victoria, Nicolás Bravo, Miguel Barragán, el licenciado Juan Bautista Morales, el padre Carvajal y el padre Jiménez, entre otros. La conspiración resultó ser tan solo reuniones en las que se charlaba sobre el futuro del gobierno. Casi de inmediato, se otorgó la libertad a los participantes, a excepción de Guadalupe Victoria, quien permaneció encarcelado pero poco después logró fugarse de su prisión.
Desde las primeras sesiones, la Junta se autonombró Soberana Junta Provisional Gubernativa. Los miembros eran de diversas ideologías: algunos habían simpatizado con las ideas autonomistas durante la crisis política de 1808, otros habían sido diputados de las Cortes de Cádiz, simpatizantes del manifiesto de los persas o participado en la conspiración de la Profesa. Lógicamente se formó una división de partidos al interior de la Junta: los iturbidistas, cuyos miembros principales eran del alto clero, oficiales de alto rango del ejército y los hacendados; los de ideas republicanas, cuyos miembros eran casi todos abogados o pertenecían al bajo clero; y los borbonistas. Antes de nombrar al Congreso constituyente, la Junta trató de resolver algunos asuntos. El 9 de noviembre, se solicitó que se abrieran los noviciados, la reposición de los hospitalarios y de la Compañía de Jesús. La moción fue apoyada por los miembros del clero en voz de Monteagudo, pero puso de manifiesto la oposición de los liberales en voz de José María Fagoaga. Las solicitudes fueron rechazadas, aprobadas y discutidas repetidas veces sin lograr un consenso definitivo. Como resultado, se profundizaron las diferencias y el antagonismo entre los partidos.
Una vez que la Junta se concentró en la forma de constituir el Congreso, fueron presentados tres planes. El de Iturbide propuso una cámara única con representación proporcional a la importancia de clases y elección directa. Esta propuesta daba predominio a los grupos privilegiados y eliminaba el papel elector de los ayuntamientos. El plan de la Regencia coincidía con el plan de Iturbide, pero proponía dos cámaras, una alta formada por el clero, ejército y diputaciones y una baja formada por ciudadanos. El tercer proyecto —que fue apoyado por la mayoría de los miembros de la Junta— proponía una sola cámara sin separación de clases ni representación proporcional y con elección indirecta. Esta propuesta favorecía a los cabildos, a los abogados, y al clero bajo. Este último fue básicamente el plan adoptado, aunque no se admitió que fuera proporcional tal y como lo había pretendido Iturbide. De esta forma, los ayuntamientos deberían elegir a sus diputados, los cuales se presentarían en la capital el 13 de febrero de 1822, para instaurar el Congreso el día 24, fecha de aniversario del Plan de Iguala. El número de diputados sería de ciento sesenta y dos con veintinueve suplentes.
Mientras tanto, Iturbide, como presidente de la Regencia, tomó una actitud paternalista y redujo algunos impuestos y eliminó otros. Rechazó el «diezmo real» sobre la minería, liquidó los estancos de pólvora y azogue, redujo los derechos de importación y de exportación, redujo la tasa de la alcabala del 10 al 6 %, y suprimió el impuesto de cuatro pesos por barril al aguardiente de caña.106 Como resultado, la captación de ingresos disminuyó un 57 %, lo cual representó dejar de percibir más de cinco millones de pesos.
Si bien la libertad de prensa se había restituido, el 22 de octubre la Regencia había proclamado un manifiesto pidiendo moderación a los escritores con la finalidad de evitar discordias y desunión. El 11 de diciembre, el escritor Francisco Lagranda publicó el Consejo prudente sobre una de las tres garantías en el que exhortaba a los españoles enajenar sus bienes y salir del país. El pánico cundió entre la clase privilegiada, pero la Regencia actuó con rapidez, desmintió el impreso y apresó al autor.
Carlos María Bustamante fundó el periódico republicano La Avispa de Chilpancingo en el cual rememoró a José María Morelos y a los antiguos insurgentes, criticó los desaciertos de la Junta, el proyecto de convocatoria de Iturbide y la política económica que se había seguido.110 Carlos María Bustamante fue encarcelado, la prisión duró solo algunas horas pues fue absuelto por el jurado. Sin embargo, varios escritores se pronunciaron abiertamente en contra del Plan de Iguala, algunos sugirieron optar por un gobierno republicano y otros alentaron a Iturbide a ceñirse la corona imperial.
Debido al déficit presupuestario del erario, la Junta se vio obligada a imponer préstamos forzosos a la población, pero la recaudación fue insuficiente. Se priorizó el pago de salarios a la tropa y en segundo término al sueldo de los oficiales. El Trigarante fue renombrado Ejército Imperial y fue restructurado por el generalísimo Iturbide. Los oficiales que nombró a cargo de los regimientos fueron José Joaquín Herrera, José Antonio Matiauda, Pedro Otero, Lobato, Santa Anna, Epitacio Sánchez, Echávarri, Cortazar, Moncada, Zenón Fernández, Parrés, Gabriel de Armijo, Guerrero, Bravo, Bustillo, Barragán, Filisola, Andrade, y Laris, pero se reservó para sí mismo, el mando del regimiento de Celaya. El 9 de noviembre, Iturbide propuso la creación de una o dos órdenes militares. La idea fue aprobada por la Junta, de esta manera se fundó la Orden Imperial de Guadalupe, la cual fue destinada para premiar el mérito militar, los servicios prestados en el orden civil o eclesiástico, los servicios prestados a la nación, o bien, a la causa de la independencia.
Como medida popular la Junta propuso suprimir a los indígenas el pago de las contribuciones llamadas de «medio real de ministros», «medio de hospital» y el «uno y medio de cajas de comunidad». Estas contribuciones formaban un fondo para solventar los frecuentes pleitos en cuestiones de tierras y agua, para financiar el funcionamiento del Hospital Real y para contar con un fondo el cual podía ser destinado para gastos de culto, mantenimiento de escuelas y apoyo para calamidades como epidemias o pérdidas de cosecha.
A pesar de que Fagoaga se opuso a la eliminación de esta contribución sistematizada, la medida se llevó a cabo. Como resultado los indígenas quedaron sin recursos para estos gastos, pues no se proveyeron fondos de sustitución de los mismos. En contraste, Juan Francisco Azcárate propuso formalizar la abolición de la esclavitud en base al artículo doce del Plan de Iguala, para así manumitir a los esclavos que existían en el imperio y erradicar esta institución, sin embargo, el dictamen no se llevó a cabo, pues se consideró que este tema debería ser tratado hasta el establecimiento del Congreso.
El 15 de septiembre de 1821 en la Provincia de Guatemala, Gabino Gaínza convocó una junta con las autoridades del lugar, se decidió proclamar la independencia del Gobierno Español, una vez que Ciudad Real, Comitán y Tuxtla habían "proclamado y jurado dicha independencia".
En los meses siguientes, la Provincia de San Salvador prestó juramento a la independencia, la Provincia de Comayagua y la Provincia de Nicaragua y Costa Rica declararon su independencia, pero en general existían disidencias en la región: las provincias más lejanas, al igual que Chiapas y Quetzaltenango quisieron anexarse al Imperio mexicano, pero en la ciudad nicaragüense de Granada, así como en las localidades hondureñas de Trujillo, Omoa, Gracias a Dios y Tegucigalpa la población expresó su rechazo a esta idea. El gobernador de Honduras se levantó en armas ocupando Omoa.
El general Gaínza comunicó los hechos a Iturbide, ante la diversidad de opiniones se dispuso que cada pueblo eligiese la incorporación. El 5 de enero de 1822, el escrutinio de los votos dio como resultado una mayoría que deseaba la unión a México, pero en San Salvador no había la misma disposición. Por otra parte, el brigadier Vicente Filisola y el coronel Felipe Codallos se habían puesto en marcha hacia Guatemala. Gaínza declaró rebelde a la provincia de San Salvador, presidida por el cura José Matías Delgado, y destacó una fuerza de mil hombres al mando del coronel Manuel Arzú, quien atacó y ocupó la plaza.
Cuando llegó Filisola se suspendieron las hostilidades. A pesar de la inconformidad, se le nombró jefe político superior y comandante general de la provincia, la que declaró anexada el 9 de febrero de 1823. En la Ciudad de México, Iturbide, en su carácter de presidente de la Regencia, propuso a la Junta que las provincias de Centroamérica tuviesen sus diputados correspondientes en el Congreso. La extensión territorial del imperio alcanzó la cifra de 4 871 733 kilómetros cuadrados, abarcando hacia el sur alcanzando Costa Rica y hacia el norte las Californias, Nuevo México y Texas.
El día 13 de febrero, las Cortes españolas declararon ilegales, nulos y de ningún efecto, los Tratados de Córdoba. Los diputados americanos regresaron con la negativa de aceptación a la corona del Imperio mexicano por parte de los herederos borbonistas. Sin conocerse aún la noticia, se instaló el 24 de febrero de 1822 el Congreso Constituyente del Imperio. Los miembros formaron un grupo heterogéneo, destacando entre los liberales Servando Teresa de Mier, José María Fagoaga, el general Horbegoso, José Miguel Guridi y Alcocer y Carlos María Bustamante —quien fue nombrado primer presidente del Congreso—.
Por los borbonistas se encontraba el obispo Castañiza. Los diputados casi de inmediato entraron en roces con la Regencia: el Congreso se autoproclamó único representante de la soberanía de la nación cuando Fagoaga preguntó: «¿La soberanía nacional reside en este Congreso Constituyente?» Acto seguido, y de acuerdo a lo preestablecido, se realizó la división de poderes, el Congreso delegó el Ejecutivo a la Regencia y el Judicial a los tribunales. Se redactó el juramento de la Regencia de la siguiente manera:
¿Reconocéis la soberanía de la nación mexicana, representada por los diputados que ha nombrado para este Congreso constituyente? Sí reconozco. ¿Jurais obedecer sus decretos, leyes, órdenes y Constitución que este establezca, conforme al objeto para que se ha convocado, y mandarlos observar y hacer ejecutar? ¿Conservar la religión católica, apostólica y romana, con intolerancia de otra alguna, conservar el gobierno monárquico moderado del imperio, y reconocer los llamamientos al trono, conforme al tratado de Córdoba, y promover en todo el bien del imperio? Si así lo hiciéreis, Dios os ayude; y si no, os lo demande.
Juramento de la Regencia ante el Congreso.
El Congreso citó a Iturbide y a los miembros de la Regencia para prestar el juramento. Durante el acto el generalísimo quiso tomar el asiento principal de la tribuna, pero el diputado Pablo Obregón le negó el lugar, pues este correspondía al presidente del Congreso. Desairado, el generalísimo pronunció un discurso inicial, realizó el juramento, y recordó al Congreso que se debería hacer la separación de cámaras, pero esta no se llevó a cabo. La oposición de republicanos y monarquistas se hizo evidente, los primeros aspiraban a una forma diferente de gobierno, los segundos, cuando se enteraron del rechazo en Madrid a los Tratados de Córdoba y que la nación podría escoger a su monarca, ya no deseaban la presencia de un Borbón en México, sino volver a la antigua dependencia peninsular.
El Congreso prohibió los gastos no autorizados por él y eliminó los empréstitos forzosos. El presupuesto anual era de once millones de pesos, de los cuales casi diez millones estaban destinados a los gastos del ejército y marina. La tropa estaba conformada por 68 000 efectivos, es decir, casi el doble de los que se tenían en 1810. La reducción de estos gastos ocasionó una disputa abierta entre los diputados e Iturbide, pues el ejército era el baluarte de la Regencia.128 Iturbide retrasó la expedición de los decretos en materia fiscal.
El Congreso siguió sesionando diversos asuntos sin agenda establecida. Entre los acontecimientos más notables destacó la prisión de fray Servando Teresa de Mier, quien había sido electo diputado por Nuevo León, pero durante las elecciones se encontraba en Estados Unidos. A su regreso, desembarcó en San Juan de Ulúa y fue hecho prisionero por José García Dávila. Carlos María Bustamante, a la sazón presidente del Congreso, pidió a la Regencia actuar en consecuencia. Los reclamos no se hicieron esperar y Dávila accedió a liberar a Mier, aunque dilató la respuesta. El suceso fue aprovechado para revisar el caso de Guadalupe Victoria, quien también había sido elegido diputado por Durango, pero se encontraba prófugo y acusado de cargos de conspiración. Se solicitó un salvoconducto para que Victoria se pudiera presentar a ocupar su cargo, pero el proceso no se concluyó; por su parte, el ex insurgente prefirió mantenerse oculto en Paso de Ovejas.
La relación de Iturbide con el Congreso se volvió más tensa cuando el ministro de Guerra presentó un informe en el cual se solicitaba que el Ejército Imperial tuviese 35 900 efectivos, por su parte, los diputados José María Fagoaga y José Hipólito Odoardo protestaron ante tal requerimiento y propusieron una reducción a 20 000 efectivos. Durante el transcurso de las negociaciones, una contrarrevolución española había iniciado en el sureste de la capital. Iturbide irrumpió en el salón del Congreso fuera de protocolo y sin compañía de los otros miembros de la Regencia, cuando se le cuestionó el motivo, respondió que había traidores en la Regencia o en el Congreso.
Posteriormente mostró una correspondencia de García Dávila, en la cual el comandante español de San Juan de Ulúa de forma vaga ofrecía el apoyo al partido español. Los diputados, al verse inculpados, acusaron a Iturbide de traidor, pues era él quien había mantenido la correspondencia con García Dávila durante la prisión de Servando Teresa de Mier. Los ánimos se crisparon: el diputado Melchor Múzquiz propuso la destitución de Iturbide, pero Fagoaga logró persuadirlo para desistir.
El generalísmo acusó a once diputados de traidores y envió a Epitacio Sánchez al mando de un regimiento de caballería para custodiar el Congreso. Los diputados temieron que éste sería disuelto. El Jueves Santo el Congreso se reunió para analizar la acusación a los once diputados, se llamó al ministro de Guerra y después de deliberar y con votación unánime, se determinó que los inculpados no habían desmerecido confianza alguna. Mientras tanto, el general Anastasio Bustamante, al mando de cuatrocientos hombres, había llegado a Tenango del Aire.
En las cercanías de Cuautla pudo vencer a la tropa de españoles que había salido desde Texcoco para iniciar la contrarrevolución. Fueron hechos prisioneros cuarenta y cuatro oficiales y trescientos ochenta soldados. El Congreso felicitó a la Regencia por el triunfo obtenido, pero se determinó sustituir al obispo Pérez, al doctor Bárcena y a Manuel Velázquez, cuyos lugares ocuparon Nicolás Bravo, el conde de Heras y el cura de Huamantla Miguel Valentín.
A principios de mayo de 1822, el distanciamiento entre Iturbide y el Congreso se había acrecentado. Durante una sesión en el salón del Congreso se leyó una felicitación al undécimo regimiento de caballería, el documento decía entre otras cosas que «la América del Septentrión detestaba a los monarcas porque los conoce» y se añadía «que debía adoptarse el sistema de las repúblicas que se habían adoptado en Colombia, Chile y Buenos Aires». La lectura del documento fue interrumpida por el diputado Alcocer, se creyó que el documento no era un incidente aislado y se sospechó que el general Nicolás Bravo había participado en la redacción del mismo.
Con los ánimos exaltados se prosiguió la lectura, los republicanos aplaudieron el documento. La división en el ejército también se hizo notoria. Los generales ituribidistas eran Anastasio Bustamante, Antonio Andrade, Luis Quintanar, Manuel de la Sota Riva, Zenón Fernández, Manuel Rincón, José Rincón, Antonio López de Santa Anna, Luis Cortázar y Rábago, José Antonio de Echávarri y Vicente Filisola; en contra de Iturbide estaban Miguel Barragán, Juan Horbegozo, Guadalupe Victoria, Pedro Celestino Negrete, José Morán, Nicolás Bravo y Vicente Guerrero.
Un grupo de masones pertenecientes al rito escocés llegó a México durante el viaje de O'Donojú, el cual contactó a la logia existente en México. Entre sus adeptos se encontraban miembros del ejército y del Congreso. Los masones conspiraban en contra de la posible coronación de Iturbide. Durante una discusión acalorada en donde había más de cien concurrentes, un coronel expresó que «si faltaban puñales para libertarse del tirano —nombre que le daban a Iturbide— ofrecía su brazo vengador a a la patria». La noticia llegó hasta los oídos del generalísimo.
A las diez de la noche del 18 de mayo, un grupo de soldados de diversas guarniciones comenzaron a vitorear en la ciudad. El sargento Pío Marcha del regimiento de Celaya hizo tomar lar armas a la tropa de su cuartel. El grupo se lanzó a la calle proclamando a Iturbide con el título de Agustín I, parte de la población de los barrios de El Salto del Agua, San Pablo, La Palma y San Antonio Abad se unió al grupo.136 El estrépito aumentó con el repique general de campanas, con las salvas de artillería y los gritos de «¡Viva Agustín I!». El coronel Rivero, a la sazón ayudante de Iturbide, irrumpió en el teatro e hizo proclamar al generalísimo por la concurrencia.
Ese día memorable, á las diez de la noche, el pueblo y la guarnición de México me proclamaron emperador..[..]..Inmediatamente, y como si todos los habitantes estuviesen animados de los mismos sentimientos, aquella vasta capital se vio iluminada, los balcones se cubrieron de cortinas y se ocuparon de los más respetables habitantes que oían repetir con gozo las aclamaciones de la multitud que llenaba las calles..[..]..Ni un solo ciudadano expresó la menor desaprobación, prueba evidente de la debilidad de mis enemigos y de la unanimidad de la opinión pública en mi favor.
Mi primer deseo fue el de presentarme y declarar mi determinación de no ceder á los votos del pueblo. Si me abstuve de hacer esto, fue únicamente porque me pareció prudente deferir á los consejos de un amigo que estaba en aquellos momentos conmigo. Apenas tuvo tiempo de decirme: "Se considerará vuestro no consentimiento como un insulto, y el pueblo no conoce límites cuando está irritado. Debéis hacer este nuevo sacrificio al bien público; la patria está en peligro; un rato más de indecisión por vuestra parte bastaría para convertir en gritos de muerte estas aclamaciones." Conocí que era necesario resignarse á ceder á las circunstancias, y empleé toda esta noche en calmar el entusiasmo general y en persuadir al pueblo y á las tropas que me permitiesen tiempo para decidirme, y entretanto prestar obediencia al Congreso...
Manifiesto al mundo de Agustín de Iturbide.
A la mañana siguiente, apareció fijada una exhortación de Iturbide dirigida a los mexicanos, en la cual confirmaba que «el ejército y el pueblo de esta capital acababan de tomar partido» y que al resto de la nación correspondía aprobar o reprobar la moción, también pedía a la población que no se exaltaran las pasiones pues correspondía a los diputados la representación de la nación, y enfatizó que la ley era la voluntad del pueblo y que no había nada sobre ella.
La tensa situación obligó al Congreso a reunirse de inmediato en una sesión extraordinaria. Se pidió a la Regencia la tranquilidad pública para poder deliberar un asunto tan delicado, pero Iturbide no actuó hasta que los diputados solicitaron su presencia en el salón del Congreso. Se presentó con un séquito de oficiales del ejército, forzando de esta manera a que el Legislativo se reuniése en sesión pública. En las tribunas del Congreso, hubo presencia de «masas», mezcla de diputados, paisanos, frailes y militares. Entre los agitadores iturbidistas se encontraba el fraile mercedario Aguilar.
Los diputados Alcocer, Gutiérrez, Ansorena, Terán, Rivas, San Martín y otros, afrontaron la excitación popular tratando que al menos, el pronunciamiento se legalizase mediante un plebiscito. El diputado Valentín Gómez Farías, apoyado por cuarenta y seis de sus colegas, señaló que una vez rotos los Tratados de Córdoba y el Plan de Iguala —ya que no habían sido aceptados en España— correspondía a los diputados emitir su voto para que Iturbide fuese declarado emperador. Gómez Farías añadió que éste debería obligarse a obedecer la Constitución, leyes, órdenes y decretos que emanasen del Congreso mexicano.
Los diputados comenzaron a debatir en medio de gritos e interrupciones, después, se procedió a la votación. Iturbide resultó electo por sesenta y siete sufragios contra quince. La multitud aclamó el resultado y acompañó al generalísimo vitoreándolo desde el salón de Congreso hasta su casa. La aprobación no había sido legal, pues solamente contó con ochenta y dos sufragios, y en el reglamento del Congreso se requería una concurrencia de ciento un diputados, la cual fue confirmada legalmente más tarde por el Congreso en su plenitud. Los borbonistas que todavía mantenían esperanzas de hacer cumplir el Plan de Iguala se decepcionaron, incluso, el arzobispo de México Pedro de Fonte decidió abandonar el país. Los diputados trabajaron en la redacción del juramento que debería de prestar el nuevo emperador:
Agustín, por la Divina Providencia, y por nombramiento del Congreso de representantes de la nación, emperador de México, juro por Dios y por los santos evangelios, que defenderé y conservaré la religión católica, apostólica y romana, sin permitir otra alguna en el imperio: que guardaré y haré guardar la Constitución que formare dicho Congreso, y entre tanto la española en la parte que está vigente, y asimismo las leyes, órdenes y decretos que ha dado y en lo sucesivo diere el repetido Congreso, no mirando en cuanto hiciere, sino al bien y provecho de la nación: que no enagenaré, cederé, ni desmembraré parte alguna del imperio: que no exigiré jamás cantidad alguna de frutos, dinero ni otra cosa, sino las que hubiere decretado el Congreso; que no tomaré jamás á nadie sus propiedades, y que respetaré sobre todo la libertad política de la nación y la personal de cada individuo...
Juramento de Agustín I.
De esta forma quedaría claro que la legislación vigente era la Constitución de Cádiz y las órdenes o decretos emitidos por el Congreso. Los altos oficiales del ejército enviaron cartas de felicitaciones al generalísimo. Después de prestar el juramento, el emperador pronunció un discurso en el que llegó a exclamar:
Quiero, Mexicanos, que si no hago la felicidad del Septentrión, si olvido algún día mis deberes, cese mi Imperio; observad mi conducta, seguros de que, si no soy para ella digno de vosotros, hasta la existencia me será odiosa. ¡Gran Dios! no suceda que yo olvide jamás; que el Príncipe es para el Pueblo y no el Pueblo para el Príncipe.
Fragmento del discurso de Agustín I
El 23 de mayo se inició la discusión del funcionamiento del imperio y la previsión de la sucesión. Se determinó que el hijo primogénito del emperador, al igual que los hermanos, recibiría tratamiento de príncipe y alteza imperial, su padre Joaquín sería el príncipe de la Unión y su hermana María Nicolasa la princesa de Iturbide. También se crearía la moneda oficial del imperio y un Consejo provisional de Estado. Durante el virreinato, la corte de los virreyes estaba reducida a la mayor sencillez, no obstante se previno que la Casa Imperial debería contar con mayordomo mayor, caballerizo mayor, capitán de guardia, ayudantes del emperador, limosnero mayor, capellanes de S.M., capellanes honorarios, capellán mayor, teniente de capellanía mayor, capellán privado de la familia, confesores, predicadores, predicadores honorarios, ayo de los príncipes, maestro de ceremonias, sumiller de palacio, gentiles hombres de cámara con ejercicio, mayordomos de semana, camarera mayor, dama primera y guardamayor, damas, damas honorarias, camaristas, médico y cirujano de cámara de S.M., médico y cirujano de la familia imperial, maestro de los caballeros, pajes, maestro de los príncipes, pedagogos, ujieres de palacio, ayudas de cámara, peluqueros, guardarropas del emperador y la emperatriz, impresor de cámara e introductor de embajadores.
Se crearon los estatutos de la Orden de Guadalupe para que Iturbide pudiese entregar esta distinción, además de grados y ascensos militares. Entre los nombramientos figuraron el marqués de Aguayo como mayordomo mayor, el conde de Regla como caballerizo mayor, el marqués de Salvatierra como capitán de la guardia, el conde de Rul y los hijos del conde de Agreda como mayordomos de la semana, entre algunos otros. Debido a los bajos recursos del erario, fue necesario pedir joyas prestadas para las coronas del emperador y la emperatriz.
El 21 de julio de 1822, fue el día de la coronación. Desde temprano sonaron las salvas de veinticuatro cañones, se adornaron balcones y las fachadas de los edificios públicos fueron engalanadas, así como atrios y portales de iglesias. En la catedral metropolitana se colocaron dos tronos, el principal junto al presbítero y el menor cerca del coro. Poco antes de las nueve de la mañana, los miembros del Congreso y del Ayuntamiento ocuparon sus lugares destinados.
Tropas de caballería e infantería hicieron valla al futuro emperador y a su séquito. Tres obispos oficiaron la misa. El presidente del Congreso, Rafael Mangino, fue el encargado de colocar la corona a Agustín I, acto seguido el propio emperador ciñó la corona a la emperatriz. Otras insignias les fueron impuestas a los recién coronados por los generales y damas de honor, el obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo exclamó ¡Vivat Imperator in aeternum!, «¡vivan el emperador y la emperatriz!». Terminada la ceremonia, el tañido de las campanas y el estrépito de los cañones comunicaron al pueblo que la coronación se había consumado.
El imperio enfrentaba la oposición republicana y la resistencia de la guarnición española de San Juan de Ulúa. Iturbide, asistido por su Consejo de Estado, comenzó la abierta pugna contra el Congreso: su primera propuesta fue disminuir el número de diputados, para de esta manera deshacerse de alguna parte de sus enemigos e intentar así nulificarlos.
Después de la coronación, el comercio y la minería bajaron su actividad hasta que se estableció nuevamente la confianza, aunque algunos españoles peninsulares acaudalados, temiendo por su seguridad, prefirieron abandonar el imperio. Los partidarios del Plan de Iguala, al sentirse defraudados, engrosaron las filas de la logia masónica escocesa, la cual hizo sentir su influencia en la política. El brigadier de Nuevo Santander, Felipe de la Garza, al enterarse que los Tratados de Córdoba se habían roto, propusó al Congreso adaptar un gobierno republicano, ofreciendo una fuerza de caballería de 2000 efectivos.
El ministro plenipotenciario de Colombia, Miguel Santa María, animó a los diputados para seguir la política republicana que había adaptado su propio país. Por medio de agentes que tenía introducidos en las logias y en los círculos oposicionistas, Iturbide se enteró de la situación. El emperador expidió sus pasaportes a Santa María y el 26 de agosto ordenó el arresto de los diputados José Joaquín Herrera, Lombardo, Teresa de Mier, Fagoaga, Echarte, Tarrazo, Obregón, Tagle, Echenique, Anaya, Iturribarría, Zebadua, Zercero, Mayorga y otros más. Los reclamos del Congreso fueron inmediatos, Iturbide justificó que, facultado por la Constitución española, había procedido a la aprehensión de los involucrados por causa de conspiración, pidió calma y solicitó esperar la resolución de los tribunales.
Iturbide disolvió el Congreso Nacional, bajo su régimen.El día 27 de agosto, el general De la Garza envió una misiva dirigida al emperador, firmada por el Ayuntamiento de Soto la Marina, los electores e individuos de la Diputación provincial, el párroco y oficiales de Nuevo Santander, en la que apoyaba los reclamos del Congreso. Iturbide consideró la misiva como una sublevación, giró órdenes al brigadier Zenón Fernández para presentarse en la zona y batir a De la Garza, después se le confirió el mando de la región Huasteca al coronel Manuel Gómez Pedraza. De la Garza fue hecho prisionero en Soto la Marina. En la Ciudad de México, los diputados acusados de conspiración continuaron presos. El 27 de septiembre, Lorenzo de Zavala propuso ante el pleno reformar el Congreso, arguyendo la desigualdad de representación de las provincias, la necesidad de reducir el número de diputados y concluyendo que se requería realizar una nueva convocatoria. Sin embargo, la propuesta fue rechazada.
El 31 de octubre, Iturbide lanzó un decreto por el que se disolvió la Asamblea Constituyente, bajo el argumento de considerar «utópica» su labor. El general Luis Cortázar y Rábago fue el encargado de anunciar el decreto al presidente del Congreso Mariano Marín. Él mismo dio un plazo de media hora para desalojar el recinto. Con el apoyo de cuarenta y cinco diputados —entre ellos, Lorenzo de Zavala— y ocho suplentes, se creó una Junta Nacional Instituyente encargada de lograr una estabilidad política y económica. Para lograr estos objetivos, la Junta debería diseñar un método para la designación de los miembros de un nuevo Congreso, así como la creación de una Comisión de Hacienda la cual estuvo a cargo de Mariano Larraguibel.
Una vez instalada la Junta, los asuntos pendientes a resolver fueron las hostilidades por parte de Francisco Lemaur, comandante sustituto de García Dávila en San Juan de Ulúa, así como la revisión del tesoro imperial. Un préstamo fue negociado en Londres, el cual nunca llegó, y otro más con Diego Berry, pero tampoco pudo concretarse. Ante la difícil situación económica del erario, se impuso un préstamo de 2 800 000 de pesos con la hipoteca de una contribución general de todos los habitantes del imperio.
También se prohibió la exportación de dinero a los españoles que querían migrar, y solamente se les permitió viajar con la ropa de uso y muebles necesarios. Otras medidas incluyeron: la restricción de la libertad de prensa, y penas contra conspiradores. Por otro lado, se determinó que no era factible lograr un presupuesto por 20 000 000 de pesos, de los cuales se necesitaban 1 500 000 para los gastos de la renta real. El déficit se intentó cubrir mediante el producto de la renta de tabaco y la captación de cuatro reales sobre todos los individuos de ambos sexos de catorce a sesenta años de edad.
Para solventar la falta de recursos y salvaguardándose en la fe pública, Iturbide tomó fondos de una conducta de plata de propiedad privada por un cantidad de 1 297 200 pesos, que se encontraba depositada en Perote y Jalapa; esta acción provocó el descontento de los comerciantes. Fue emitido papel moneda sin respaldo, y la Gaceta Imperial de México publicó el 31 de diciembre de 1822 el permiso de impresión hasta por un monto de 4 000 000 de pesos. Otra medida de Iturbide fue la autorización expedida a Stephen Austin, el 3 de enero de 1823, para colonizar Texas.
Desde que se unió al Plan de Iguala, Antonio López de Santa Anna mantuvo una relación estrecha con Iturbide, quien lo nombró gobernador militar de Veracruz. Entablaron comunicación y amistad personal por medio de correspondencia durante más de un año. En octubre de 1822, Santa Anna, sin flota y sin artillería pesada, pretendió tomar el fuerte de San Juan de Ulúa. Debido a que el proyecto era de especial interés, Iturbide giró órdenes al general José Antonio de Echávarri para supervisar las operaciones, pero todo se trataba de una cadetada y el plan fracasó.
El 16 de noviembre, Iturbide se trasladó a Xalapa con el pretexto de tomar las precauciones necesarias para la toma de San Juan de Ulúa, pero en realidad quería destituir a Santa Anna y conducirlo a la Ciudad de México. Durante esos días la emperatriz había dado a luz a un nuevo príncipe y el emperador regresó a celebrar el acontecimiento. No obstante, requirió la presencia de Santa Anna en México, pero este se negó a asistir. De acuerdo a la crónica de Carlos María Bustamante, el manifiesto de Santa Anna fue trazado por el ministro plenipotenciario Miguel Santa María, quien estaba por embarcarse a la Gran Colombia y había mantenido correspondencia con Joel R. Ponisett solicitándole interceder para que en Washington D.C. no se reconociera el gobierno de Iturbide.
Quien fuera para Santa Anna, el «amadísimo general», «dignísimo y particularmente amado emperador» se convirtió en «el déspota más injusto», «que en lugar de ser el libertador, se había convertido en un tirano». El 2 de diciembre, Santa Anna realizó una proclama a la población de Veracruz, entre sus enunciados destacaban:
1) Al emanciparse el país, se trató de buscar un gobierno fundado sobre los principios de igualdad, justicia y razón.
2) México eligió desde el principio el gobierno rerpresentativo, a través del Congreso que ha sucumbido ante la fuerza.
3) En nombre de la nación se proclama, en consecuencia, la República, bajo las condiciones que determine una asamblea representativa de la nación.
La respuesta del emperador fue inmediata: destacó a los generales José Antonio de Echávarri. José María Lobato y Luis Cortázar para someter la sublevación. El día 3 de diciembre, Santa Anna lanzó un nuevo manifiesto, pero esta vez dirigido a la Gran Nación Mexicana. En el documento expresó sus protestas por la disolución del Congreso, por la vulneración de la inviolabilidad de los diputados y por la incautación de bienes de propiedad privada, lo cual representaba quebrantar el juramento que el propio emperador había hecho.
Desconcertado por las proclamas republicanas y por la agitación en Veracruz, Francisco Lemaur estableció comunicación con Santa Anna. Con el interés de proteger la fortaleza de San Juan de Ulúa pronunció su posición contraria a la tiranía. Santa Anna se reunió con Lemaur y convino un armisticio de mutua conveniencia. Echávarri y Lobato consideraron este acto como una traición a la nación.
El 6 de diciembre de 1822, Guadalupe Victoria salió de su refugio para secundar el movimiento. Conociendo el prestigio y popularidad del exinsurgente, Santa Anna optó por entregarle la jefatura.164 Juntos proclamaron el Plan de Veracruz, el cual estaba conformado por diecisiete artículos principales y veintidós adicionales, entre los más importantes se proponía: tener exclusividad de la religión católica, preservar la independencia, radicar la soberanía en el Congreso, declarar la nulidad de la investidura imperial de Iturbide por haber forzado la voluntad del Congreso y vigencia de la Constitución española hasta que el Congreso redactase una nueva.
El día 9 de diciembre, Iturbide se dio cuenta de la peligrosidad ante la posible alianza de los rebeldes con los españoles de Lemaur. Al día siguiente, Santa Anna propusó a Echávarri unirse al movimiento republicano, pero el general consentido del emperador se negó haciendo pública su respuesta el día 16 de diciembre, en la cual increpaba al rebelde como falso republicano desenmascarando su intención velada de venganza contra el emperador, quien le había separado del mando de la provincia.
El 21 de diciembre, Santa Anna realizó un avance hacia Xalapa pero fue rechazado y vencido por el general Calderón. Obligado a replegarse, el 24 de diciembre se reunió con un grupo de 300 efectivos de Guadalupe Victoria en Puente del Rey y retomó el mando de la rebelión. Echávarri recibió refuerzos para sitiar a los rebeldes elevando su capacidad militar a 3000 soldados, no obstante, retrasó el inicio del ataque, probablemente a causa de conversaciones entabladas a través de la logia escocesa. El día 26 de diciembre, despreocupado en la capital, Iturbide participó en el bautizo de su hijo Felipe de Jesús Andrés María de Guadalupe, cuya ceremonia llevó a cabo el obispo de Puebla. Mientras tanto, Santa Anna aprovechó nuevamente la popularidad de Guadalupe Victoria arengando a la población para engrosar sus filas y nombrándolo nuevamente general en jefe del movimiento los primeros días de enero.
El 5 de enero de 1823, los ex insurgentes Vicente Guerrero y Nicolás Bravo se trasladaron a Chilapa en las montañas del sur con la intención de sublevarse. Iturbide envió a Epitacio Sánchez y Gabriel de Armijo en su persecución. El 13 de enero de 1823, en el frente del sur, se desarrolló la batalla de Almolonga. Las fuerzas rebeldes fueron derrotadas, resultando gravemente herido Guerrero, pero Epitacio Sánchez murió durante el combate. A pesar del éxito de las fuerzas imperiales, la insurrección se extendió de manera incontenible hacia la zona de Oaxaca.
Todavía el 22 de enero, Santa Anna reportó a Guadalupe Victoria haber sido atacado por los cuatro puntos cardinales por las fuerzas imperiales. Pero un giro radical aconteció cuando los generales Echávarri, Lobato y Cortázar firmaron el 1 de febrero de 1823 el Plan de Casa Mata. De acuerdo a Lucas Alamán la razón de este cambio de ideología obedeció a la influencia de las logias masónicas, de acuerdo a Santa Anna se debió al apoyo de Lemaur y de acuerdo a los análisis de Nettie L. Benson: «un trabajo fundamental ya había sido preparado», probablemente tras bambalinas, por Miguel Ramos Arizpe y José Mariano de Michelena.
AbdicaciónEl Plan de Casa Mata estuvo conformado por once artículos, sus principales bases fueron: la formación de un nuevo Congreso —los antiguos diputados podrían ser reelectos o sustituidos—; se circularía a cada jefe del ejército una copia del plan; las diputaciones provinciales ejercerían el control administrativo de las provincias y se prohibió atentar contra la persona del emperador. El documento fue enviado a todas las provincias y fue adaptado con gran celeridad. Con la propuesta descrita en el plan para elegir nuevos miembros del Congreso, enemigos y amigos de Iturbide estuvieron de acuerdo en dicha convocatoria. En menos de seis semanas, las provincias adaptaron el Plan:
Cada diputación asumió la jurisdicción administrativa y política de su área, estableciendo un sistema federal de facto y mermando al poder central. Durante esos días había llegado a la Ciudad de México el capitán comanche Guonique y un jefe de la tribu cheroqui para celebrar tratados de paz con el imperio, pues sus pueblos habían sido forzados a salir del territorio de los Estados Unidos. Guonique se comprometió a colaborar con 20 000 hombres para apoyar a Iturbide, pero todo resultó ser un embuste.
El 4 de marzo, Iturbide expidió un decreto para restaurar el Congreso, tres días más tarde los diputados se reunieron. El emperador asistió a la primera reunión pronunciando un discurso en el que protestó obsequiar la voluntad general, recomendó al Congreso elegir el lugar que estimase conveniente para su residencia, así como proveer recursos para las tropas pronunciadas y concluyó por encarecer la conveniencia de una amnistía para olvidar los agravios y errores pasados.
El 19 de marzo de 1823, el secretario de Justicia Juan Gómez Navarrete comunicó por medio de una carta la abdicación de Iturbide:
Reconocido el soberano Congreso por la Junta y tropas adheridas al Plan o Acta de Casa Mata, cesó el motivo porque yo conservé la fuerza en la inmediaciones de la capital. La corona la admití con suma repugnancia, sólo para servir a la patria; pero desde el momento en que entreví que su conservación podría servir si no de causa, al menos de pretexto para una guerra intestina, me resolví dejarla.
No hice yo abdicación de ella, porque no había representación nacional reconocida generalmente [...] hay ya el reconocimiento, y hago por tanto la abdicación absoluta.
Mi presencia en el país sería siempre pretexto para desavenencias, y se me atribuirían planes en que nunca pensara. Y para evitar aún las más remota sospecha, me expatriaré gustoso y me dirigiré a una nación extraña. Sólo le pediré al Congreso que pague la nación las deudas que he contraído con particulares amigos, que no son de gran consideración; pues aunque el mismo Congreso dejó a mi arbitrio que tomara para mí lo que necesitara y la Junta me hizo una asignación, yo no podía hacer uso de lo uno ni de lo otro, cuando las necesidades de las tropas, empleados y funcionarios públicos llegaban a mi corazón.
Carta de abdicación de Agustín de Iturbide.
El 26 de marzo se realizó una junta de guerra en la que participó el marqués de Vivanco, Echávarri, Bravo, Barragán y otros oficiales. Se determinó que Iturbide saliese con su familia escoltado por el general Nicolás Bravo tal y como lo había solicitado el propio ex emperador. Aún después de realizada la abicación, hubo choques entre la población cuando entró el llamado Ejército Libertador a la Ciudad de México que fue recibido en la ermita de San Antonio por grupos armados y el populacho. Pero todo fue inútil, el fraile Aguilar, que encabezaba a un grupo, tuvo que refugiarse en el convento de La Merced y el sargento Pio Marcha fue apresado en el Salto del Agua.
El Congreso se reunió y confió el Poder Ejecutivo a un triunvirato, en el que llegaron a turnarse los generales Pedro Celestino Negrete, Nicolás Bravo, Vicente Guerrero y Guadalupe Victoria, como suplentes Miguel Domínguez y Mariano Michelena. El 7 de abril de 1823, el Congreso declaró la coronación de Agustín de Iturbide como obra de violencia y de la fuerza y de derecho nulo. Asimismo, el Congreso declaró que en ningún tiempo hubo derecho para obligar a la nación mexicana a sujetarse a ninguna ley ni tratado, en consecuencia consideró no subsistentes el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba, quedando en absoluta libertad para constituirse en la forma de gobierno que más le acomodase.
Vicente Filisola fue avisado de la proclama del Plan de Casa Mata. El 29 de marzo convocó a una reunión en la ciudad de Guatemala. El 24 de junio el Congreso local votó su separación de México, con excepción de la provincia de Chiapas, la cual prefirió mantenerse unida. El 1 de julio de 1823, se constituyó la llamada Provincias Unidas del Centro de América.
Exilio y muerteManifiesto de Agustín de Iturbide al mundo (Manifiesto de Liorna)El Congreso asignó una pensión anual de veinticinco mil pesos a Iturbide, con la condición de que estableciera su residencia en cualquier lugar de Italia. También su familia tendría el derecho de la pensión que las leyes designasen en caso de muerte del exemperador. El 9 de mayo, Iturbide llegó a la desembocadura del río La Antigua, y Guadalupe Victoria acudió a despedirlo; el ex emperador, como muestra de gratitud y reconocimiento, quiso regalarle un reloj, el ex insurgente no lo quiso admitir y le dio a cambio un pañuelo de seda, el cual guardó hasta el momento de su muerte. El 11 de mayo de 1823, Iturbide en compañía de su esposa, ocho hijos y diecinueve sirvientes, se embarcó en la fragata inglesa Rowllins con destino a Europa.Asimismo, solicitó protección por temor a ser atacado por un barco pirata o un barco español.
El Congreso invitó a regresar al ministro plenipotenciario de Colombia, Miguel Santa María, a pesar de que este había sido señalado como autor del Plan de Veracruz. Además mandó eliminar la corona del águila que tenía el escudo nacional, declaró nulo el nombramiento de los ministros del Supremo Tribunal de Justicia y sacó de circulación el papel moneda de Iturbide. Se expidió un decreto para declarar buenos y meritorios los servicios hechos a la patria durante los once primeros años de guerra de independencia a Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Abasolo, José María Morelos, Mariano Matamoros, Miguel Bravo, Hermenegildo Galeana, Xavier Mina, Pedro Moreno y Víctor Rosales.
Manifestaciones republicanas e iturbidistasLas provincias de Guanajuato, Michoacán, San Luis Potosí, Zacatecas y Oaxaca enviaron comisionados a la convocatoria de Congreso, pero sus peticiones se convirtieron en exigencias. Texas, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas pretendieron separarse para constituir un Estado independiente. El 12 de mayo, en Guadalajara, se registró un levantamiento de masas populares que hizo evidente el desacuerdo entre la población. Mientras unos gritaban «¡Viva Agustín I!», otros vociferaban «¡Viva la república!».
En Sonora, fray Bernardo del Espíritu Santo, autoridad puramente eclesiástica, reprobó el Plan de Casa Mata. Adicionalmente a la división de iturbidistas, borbonistas y republicanos, comenzó una pugna entre centralistas y federalistas, quienes tomaron posturas separatistas. Un año más tarde, un pronunciamiento contrario a los designios del Congreso nacional —en el que participaron simpatizantes de Iturbide— fue encabezado por Luis Quintanar y Anastasio Bustamante en Guadalajara. Nicolás Bravo y Pedro Celestino Negrete acudieron a la zona para ocupar la ciudad y negociar la emancipación.
En Tepic, el barón de Rossenberg y Eduardo García —pariente del propio ex emperador— se manifestaron abiertamente a favor Iturbide y fueron reducidos por el coronel Luis Correa. Una vez derrotados se ordenó su fusilamiento. Entonces surgieron manifestaciones a favor de Iturbide como en la Ciudad de México, cuando veinticinco conspiradores fueron aprehendidos, al encontrárseles papeles, planes y una acta que estaban dispuestos a remitir a Londres, entre ellos se encontraban el diputado José Antonio Andrade y el coronel Reyes Veramendi.
Iturbide llegó a Livorno el 2 de agosto de 1823. Se alojó en la casa de campo de Paulina Bonaparte e intentó trasladarse a Roma pero no se le permitió. También se entrevistó con el ex cónsul de España, Mariano Torrente, quien mostró su interés por conocer la historia del ex emperador. Por su parte, Iturbide escribió en Livorno, Toscana, su Manifiesto al mundo, también conocido como Manifiesto de Liorna —fechado el 27 de septiembre de 1823— pero no pudo publicarlo. Debido a persecuciones y acosos, viajó por Suiza, la ribera del Rin y Bélgica hasta llegar a Ostende.
Posteriormente cruzó el canal de la Mancha para llegar a Londres, en donde se estableció el 1 de enero de 1824. Mediante la ayuda de un amigo suyo, llamado Quin, pudo publicar su Manifiesto. Los movimientos de Iturbide fueron observados e informados por el padre José María Marchena, espía mexicano, que puntualmente mantuvo informado al ministro de Interior y Relaciones Exteriores Lucas Alamán. Durante su estancia en Londres, el ex emperador recibió cartas de México, en la que sus partidarios le animaban a regresar. El 13 de febrero, Iturbide envió mensaje dirigido al Congreso, en el que notificó su salida de Italia, así como su deseo y disposición para prestar sus servicios al gobierno de México, pues consideraba que la independencia la nación corría peligro por los esfuerzos que hacía España con ayuda de la Santa Alianza para reconquistar los territorios americanos.
Desde marzo de 1824, durante las sesiones del Congreso mexicano, fueron mencionados y discutidos los levantamientos iturbidistas. Incluso se llegó a sugerir la posibilidad de que el ex emperador atacase a la nación. El 3 de abril, por sesenta y seis votos contra dos, se declaró traidor a Agustín de Iturbide, siempre que se presentase en cualquier punto del territorio mexicano bajo cualquier título, al igual que cualquier persona que cooperase en favorecer su regreso. El 22 de abril, se dictaminó que si Iturbide pisaba suelo mexicano sería declarado traidor y enemigo del Estado, por tal motivo cualquiera podría darle muerte. El 28 de abril, el dictamen fue ratificado y se hizo extensivo a quienes ayudasen su regreso.
Aprehensión y fusilamientoEl 4 de mayo de 1824, Iturbide se embarcó en el bergantín inglés Spring, lo acompañaron su esposa, dos de sus hijos menores, Ramón Malo, el padre José López, el padre José Treviño, el italiano Macario Morandini, el impresor inglés John Armstrong, y el coronel polaco Carlos Beneski quien había sido partícipe durante las campañas mexicanas. Llevaba consigo una prensa, documentos personales y un manifiesto que dirigiría al pueblo de México.
El 14 de julio, la embarcación ancló en la barra de Soto la Marina. Beneski descendió de la nave para presentarse con el comandante militar Felipe de la Garza y le mostró una carta del padre Treviño, en la cual se le recomendaba para proponer al gobierno mexicano un proyecto de colonización irlandesa. De la Garza preguntó por Iturbide, el polaco contestó que el ex emperador se encontraba en Londres con su familia, de esta forma se autorizó el desembarco.
El 15 de julio, Iturbide —en compañía de Beneski— cabalgó por Soto la Marina, y fue reconocido por el teniente coronel Juan Manuel Azúnzolo y Alcalde. Confirmada la sospecha, el día 16, el cabo Jorge Espino realizó la detención de los viajeros en un lugar llamado Los Arroyos. De la Garza se entrevistó con ambos, Iturbide le explicó que había viajado a México para ofrecer sus servicios a la patria, el comandante le notificó que se encontraba fuera de la ley conforme al decreto expedido por el Congreso el 28 de abril, también le reclamó el engaño a Beneski, quien respondió que era militar y que había procedido de acuerdo a las órdenes recibidas.
De la Garza trasladó a Iturbide a Padilla, en donde se encontraba sesionando el Congreso local del recién creado estado de Tamaulipas. El gobernador era Bernardo Gutiérrez de Lara, quien había simpatizado con Hidalgo y Morelos, dirigiendo a un grupo de insurgentes en la zona de Texas. En su defensa, Iturbide arguyó la posible invasión que se preparaba con ayuda de la Santa Alianza, pero nadie le creyó. El Congreso local ordenó cumplir el decreto federal. El 19 de julio de 1824 Iturbide fue fusilado, sus últimas palabras fueron: «¡Mexicanos!, en el acto mismo de mi muerte, os recomiendo el amor a la patria y observancia de nuestra santa religión; ella es quien os ha de conducir a la gloria. Muero por haber venido a ayudaros, y muero gustoso, porque muero entre vosotros: muero con honor, no como traidor: no quedará a mis hijos y su posteridad esta mancha: no soy traidor, no». Al día siguiente, fue sepultado en Padilla.
En 1838, bajo la presidencia de Anastasio Bustamante, los restos mortales de Iturbide fueron trasladados a la Ciudad de México y se inhumaron con honores en la Capilla de San Felipe de Jesús en la catedral Metropolitana, donde permanecen hasta ahora, exhibidos en una urna de cristal. Su nombre, asociado con la bandera nacional, se conservó durante mucho tiempo en una estrofa de la letra original del Himno Nacional de México, escrito en 1854, la cual se suprimió en 1943. Paradójicamente, el sable que utilizó Iturbide durante el desfile de entrada del Ejército Trigarante en la Ciudad de México se colocó en el salón del Congreso junto con los nombres escritos en letras de oro de los insurgentes a quienes había combatido.
Estrofa del Himno Nacional Mexicano:
Si a la lid contra hueste enemiga nos convoca la trompa guerrera, de Iturbide la sacra bandera ¡mexicanos! valientes seguid.
Y a los fieros bridones les sirvan las vencidas enseñas de alfombra; los laureles del triunfo den sombra a la frente del bravo adalid.
Después de la ejecución de Iturbide, su familia se trasladó a Nueva Orleans. El Congreso asignó a la viuda una pensión de 8 000 pesos. La ex emperatriz Ana María Huarte vivió durante cuatro décadas en el anonimato y falleció en Filadelfia, Estados Unidos. Varios de los hijos de Agustín del matrimonio Iturbide-Huarte se desposaron en los EE. UU. El hijo mayor, Agustín Jerónimo de Iturbide, fue incorporado al ejército de Colombia combatiendo en las filas independentistas en la batalla de Ayacucho y sirvió como edecán de Simón Bolívar hasta 1830.
Tuvo una hija natural en Perú con Nicolasa Fernández de Piérola, de nombre Jesusa de Iturbide, que se convirtió en la esposa del futuro presidente de esa nación, Nicolás de Piérola Villena. Se marchó de la Nueva Granada en 1831, se convirtió en agente diplomático de México en Londres y se dirigió a Estados Unidos, donde murió soltero en 1866.
El hermano de este, Ángel de Iturbide, que contrajo matrimonio con la estadounidense Alice Green, murió en la Ciudad de México el 18 de julio de 1872. Su hijo único, Agustín de Iturbide y Green, nacido en Washington, DC en 1863, fue tomado en tutelaje por Maximiliano I y declarado como heredero del trono para cuando Maximiliano o Carlota muriesen, pero él murió primero en Filadelfia, los Estados Unidos en 1925, sin haber tenido descendencia de su matrimonio con Luisa Kearney. Otro nieto, Salvador de Iturbide y Marzán, recibió también el título de príncipe durante el reinado de Maximiliano I de México. A la caída del Imperio abandonó el país. Salvador de Iturbide falleció en 1895 en Ajaccio, Córcega. Su descendencia con la baronesa húngara Gizelle de Mikós es considerada por algunos monarquistas como la línea heredera al trono de México; Sin embargo la Constitución Mexicana no reconoce títulos nobiliarios.
Saludos

Si ignoras lo que pasó antes de que nacieras, siempre serás un niño.
Marco Tulio Cicerón.