HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

La historia se escribe con fuego: todo sobre operaciones militares, tácticas, estrategias y otras curiosidades
Brasilla
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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 27 Feb 2018 02:11

Excmo. Sr. D. Nicolas MORENO GAMERO General del Ejercito Español, Cabo de Infanteria en el momento de ser nombrado Caballero Laureado)


Nicolás Moreno Gamero nació en Escalonilla el 28 de Septiembre de 1885, y a los veinte años ya ocupaba plaza de soldado en el Batallón de Cazadores de Chiclana número 17, en Madrid. En agosto de 1909 salió su batallón hacia Melilla, para luchar en las Campañas de Marruecos, donde al llegar se le promovió a Cabo por elección.

Intervino allí en misiones de reconocimiento y de conducción de convoyes, hasta su bautismo de fuego en el combate de Taxdirt, donde ganó el ascenso a Sargento. En este combate, encontrándose con su compañía en la línea de fuego, recibió orden de su capitán para avanzar con diez hombres y ocupar una posición de vanguardia, cuya posesión favorecía la acción de nuestras fuerzas.

Dicha orden fue valientemente realizada por este bravo soldado, a pesar del nutrido fuego del enemigo, que en el avance le ocasionó seis bajas en las fuerzas que conducía. Una vez ocupada la posición, permaneció allí con sus efectivos, haciendo fuego hasta que se trasladó a otra posición inmediata su compañía, a la que entonces se incorporó llevándose sus heridos. Como consecuencia de esta acción es por lo que fue condecorado con la mencionada Cruz de San Fernando de 1ª clase, por Real Orden de 22 de Marzo de 1910.

Siguió combatiendo por aquellas tierras y en 1912 obtuvo el empleo de Segundo Teniente por méritos de guerra, pasando destinado al Regimiento de Ceuta número 60. Posteriormente ocupó vacantes en los Regimientos de Gravelinas número 41 y Castilla número 16, hasta su ascenso a Capitán en 1918. Las heridas sufridas en Marruecos le obligaron a ocupar destinos sedentarios en Badajoz y Toledo.

En 1931 ascendió a Comandante por antigüedad y tres meses después se acogió a la Ley de Retiros de la República, siendo ascendido a Teniente Coronel por ser Caballero Laureado.

Al producirse al Alzamiento Nacional fue detenido por fuerzas del Frente Popular, pasando encarcelado toda la guerra. En 1940 sería rehabilitado y al año siguiente se le concedió el reingreso en la Escala Activa con el empleo de teniente coronel, siendo destinado al Regimiento de Infantería número 40.

En 1945 ascendió a Coronel y se le encomendó el mando del Regimiento de Asturias número 31 y posteriormente de la Zona de Reclutamiento y Movilización número 6. En 1949 pasó a la situación de reserva con el empleo de General de Brigada, fijando su residencia en Madrid, donde falleció el año 1960

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Marco Tulio Cicerón.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 27 Feb 2018 02:22

Excmo. Sr. D. Luis NOVAL FERRAO (Cabo de Infantería del Ejercito Español, Caballero Laureado)


El historiador norteamericano William Harris escribe sobre la Guerra de 1.909: "España, y más específicamente su ejército, necesitaba recuperar frente al resto de las potencias su honor mancillado tras la Guerra de Cuba, por eso no dejó pasar la oportunidad de enfrentarse a un enemigo asequible. La llamada "Guerra de Melilla no dejó de ser un simple desquite”. Está bien que dicho comentario parta de un estadounidense, dado que fue Estados Unidos quien dio la puntilla a España en 1.898… Todo objetividad (aunque con su parte, no obstante, de razón).

A este comentario se podría sumar aquel otro proveniente del director de “La Correspondencia de España”, uno de los periódicos más prestigiosos del momento, quien escribía un significativo artículo el 12 de Julio de 1.909 bajo el título de "La Trompa Bélica Suena" y en el que se podía leer lo siguiente: "Morirán unos cuantos soldados, ascenderán otros cuantos, enseñaremos una vez más nuestro desbarajuste, nos pondremos por centésima vez en ridículo llamando al tiroteo escaramuza; a la escaramuza, acción de guerra; al encuentro de avanzadas, combate; al combate, batalla campal; enviaremos más generales que coroneles, más jefes que oficiales, más oficiales que soldados, más promesas que realidades, y por todo sacar, sacaremos una cosa: sangre al pueblo y dinero al contribuyente (...])Yo digo que ir a Marruecos es la revolución, y al decirlo sirvo a la Patria y al Rey mucho mejor que haciendo creer al Rey y a la Patria que el ir a Marruecos conviene a la nación y a la monarquía”.

Dejando aparte animosidades y vehemencias a favor o en contra de la intervención, la guerra del Rif supuso el comienzo de ese conflicto que finalizaría con el desembarco de Alhucemas. Una guerra heredada del siglo anterior pero actualizada al belicoso siglo XX, donde culminaría el ocaso de muchos imperios, incluido el español. Pero, desde el punto de vista polemológico, la guerra del Rif significaría la necesidad de modernizar el Ejército español y de cambiar ciertas tácticas decimonónicas totalmente desfasadas y muy enraizadas entre el Alto Mando (hasta después de Annual, 12 años más tarde. algunos no se darían cuenta de ello). Pero, como en todas las guerras, hubo hazañas de gran valor y batallas dignas de mención…

Y ésta es una de ellas…:

D. Luis Noval Ferrao había nacido el 15 de Noviembre de 1.887 en Oviedo. No era un militar típico de carrera ya que a sus 22 años como todos los muchachos de la época se vio arrastrado a realizar el servicio militar obligatorio de la época, formando parte de la quinta del 1.908 y encuadrándose el 4 de Marzo de 1.909 en el Regimiento de Infantería Príncipe No 3 en Asturias donde alcanza el rango de Cabo. Tras apenas 6 meses de formación y sin haber tenido experiencia de combate alguna, parte con su regimiento rumbo a Marruecos. Todos pensaban que era una fácil misión de contención frente a primitivas tribus desunidas. La infravaloración del enemigo por parte de los mandos saldría cara a España…

Mientras llegan las tropas desde Asturias al puerto de Melilla, recordemos la situación de España en esos momentos en los que reinaba Alfonso XIII y gobernaba Antonio Maura: Tras las deshonrosas pérdidas de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas, España buscó una mayor presencia en el norte de África, logrando en el reparto colonial efectuado en 1.904 y en la Conferencia Internacional de Algeciras de 1.906, el control sobre la zona norte de Marruecos, mientras que Francia, con el beneplácito de Alemania y Gran Bretaña, se quedaba con más del 90% del territorio marroquí.

A España siempre le ha interesado que la zona más próxima a sus ciudades africanas se mantuviera en calma porque de esa manera aseguraba que se mantuviera un status quo de tranquilidad en sus dominios. Recordemos que tras la Conferencia Internacional de Algeciras se le reconoce a España la influencia territorial sobre las ciudades de Ceuta, Melilla, la colonia española de Tánger, y la explotación minera del Rif.

Cuando España reconoce al Sultán de Marruecos, Ab-el-Aziz, en el año 1.907 le impone, como es lógico para sus intereses, el compromiso ineludible de pacificar el rebelde territorio del Rif, aquel que se encuentra justamente junto a sus dos enclaves africanos, porque desde hacía ya algunos años un personaje conocido como El Roghi era el que dominaba realmente la zona, usurpando la autoridad del Sultán y creando una inestabilidad que no era bien vista por los ojos hispanos.

Además de hacerse con el puerto de la Restinga, que se convirtió inmediatamente en un centro de contrabando de armas. Por tanto, la excusa para comenzar la penetración por el Rif, sin romper los acuerdos de Algeciras es perfecta: El Sultán es incapaz de mantener el orden en la zona cercana a Melilla, por lo que España tiene derecho a intervenir para proteger y mantener sus intereses económicos en las minas del Rif y la defensa de Melilla (y, poco después, se ocupa la zona de La Restringa y Cabo de Agua).

Al año siguiente, en 1.908, el trono del Sultán Ab-el-Aziz está en grave peligro: Su hermano Muley Hafid se ha levantado en su contra y se ha iniciado una abierta guerra civil por todo el país. En muy poco tiempo el hermano rebelde ya controla la zona interior de Marruecos. El Sultán incapaz de dominar la situación abdica en presencia francesa lo que llevaría a una situación de indefensión de las tropas españolas desplegadas por el Rif.

Un grupo de obreros españoles que trabajaban en Beni Bu Ifrur fueron sorpresivamente atacados el día 7 de Octubre por fuerzas rifeñas. El Roghi, que quería ganarse la confianza de los españoles lo más rápidamente posible (porque en ello le iba la cabeza), castigó con excesiva dureza a los responsables de la agresión, lo que motivó el levantamiento de las tribus de la zona y la posterior huida de El Roghi.

El nuevo Sultán marroquí había pedido ayuda directa a España para modernizar su ejército, a lo que España se opuso ya que según lo acordado en Algeciras, se debía abrir un concurso internacional para suministrar armas a Marruecos, lo que provocó un cierto grado de hostilidad del monarca con los españoles y consecuentemente una despreocupación por parte del Sultán de la desobediencia anárquica de las tribus del Rif.

Los franceses, mientras tanto, pretendían sacar partido de la situación de inestabilidad entre Marruecos y España y se disponían a hacerse cargo de las minas del Rif ante la inoperancia española. Y por otro lado estaba Melilla, ahogada por la situación de inestabilidad y sitiada comercial y económicamente.

El ejecutivo español pareció despertar de su largo letargo y decidió finalmente la explotación de las minas de su zona aunque tuvieran que estar protegidas por el ejército, antes de que lo hiciera Francia.

Es de gran importancia el hecho que sucedió el 9 de Julio de ese mismo año cuando cuatrocientos cabileños atacan a un destacamento militar que protegía a los obreros del ferrocarril de la Compañía de Minas del Rif, donde se producen cinco muertos y teniéndose que replegar el resto hasta Melilla. El gobernador militar de la ciudad, general Marina, reacciona y hace contratacar al ejército español, inicialmente sufriendo una fuerte oposición rifeña que logra vencer para finalmente represaliar duramente a los insurgentes.

Con ello las tropas españolas toman diferentes puntos estratégicos en la zona cercana a Melilla. Marina pide refuerzos al gobierno -pues la ciudad ha quedado bastante desguarnecida tras el despliegue militar- y el gobierno de Maura envía a la Brigada de Cazadores de Barcelona, lo que propicia los primeros disturbios en la Ciudad Condal. El poder librarse del servicio militar con 1.500 pesetas de la época fue la chispa que desencadenará la llamada “Semana Trágica” avivada por las clases menos pudientes.

Las acciones militares de los días 23 y 24 de Julio a punto estuvieron de saldarse con un auténtico descalabro militar, finalmente las tropas pudieron regresar a duras penas hasta Melilla, eso sí, con un gran número de bajas. Marina, preocupado por el rumbo que estaba tomando la situación, decidió enviar suministros a las posiciones avanzadas por si estas se veían en la obligación de resistir por algún tiempo hasta que se consolidasen los refuerzos esperados de la península. El avance debía hacerse por un lugar cercano al Monte Gurugú y denominado “el Barranco del Lobo” donde los rifeños esperaban apostados el paso de la columna española. Resultando un desastre, las tropas españolas caen víctima de la emboscada y de la incompetencia de sus mandos…

Pero no todo fueron desgracias. Con el contingente de Barcelona ya asentado en tierras africanas y la llegada el día 14 de Septiembre del Regimiento Príncipe Nº 3, el mando español ordena dar el golpe final para acabar con los continuos ataques cabileños que se suceden en contra de la ciudad de Melilla. Es el día 20 de Septiembre cuando se pretende conquistar la península de Tres Forcas. En ese intento destaca la hazaña de José Cavalcanti, comandando el escuadrón de caballería de Cazadores de Alfonso XII, que efectúa la famosa “Carga de Taxdir” contra la Harka que tenía rodeado al Batallón de Cazadores de Cataluña y logra romper el cerco.

El número de enemigos en proporción es aproximadamente de 10 contra 1. Cavalcanti lanza una segunda carga contra la Harka, sufriendo e infligiendo numerosas bajas al enemigo y después una tercera, prácticamente al paso porque los caballos estaban absolutamente extenuados, en esta última se aprovecha para retirar las bajas españolas. Seguidamente, Cavalcanti mandará ocupar una posición hasta que llegó en su ayuda el Batallón de Cazadores de Tarifa. Con estos actos los españoles acabarán dominando toda esa área, la península de Tres Forcas, tan importante para la seguridad del asentamiento español de Melilla.

El 21, Noval tomaba parte en el duro combate de Taxdirt Al día siguiente cae el zoco de El-Had de Beni Sicar (a 7 kilómetros de Melilla) interviniendo la tropa del Regimiento Príncipe Nº 3 lideradas por general Sotomayor; y también cae Hidún ante las tropas de Tovar. Pero será el desgraciado día 28 cuando en las inmediaciones del campamento español de Beni Sicar donde se asentaban los soldados del batallón del Príncipe Nº 3, encontraría la muerte el cabo Noval.

Recordemos que las posiciones en el campamento de Beni Sicar no habían alcanzado el nivel adecuado de fortificación. Las defensas se construían a base de muros de piedras del lugar y sacos terreros, que todavía no cerraban el perímetro, pero todo su contorno sí estaba protegido por alambradas. Por ello, por la noche, a fin de aumentar la seguridad de la posición, se adelantaban puestos de centinelas dobles, a modo de escuchas, y unas patrullas recorrían los intervalos entre ellos.

Y en uno de esos intervalos en la oscuridad de la noche fue asaltado el cabo Noval a cuyo cargo estaba en ese momento el flanco derecho del campamento en el perímetro exterior. Se encontraba Noval recorriendo el servicio de vigilancia exterior del campamento, cuando fueron atacados los escuchas por un enemigo numeroso que les obligó a retirarse hacia las fortificaciones. Noval pudo llegar hasta una de las alambradas donde fue retenido por la avanzadilla de un numeroso grupo de insurgentes, 1.500 rifeños que intentaba asaltar el campamento español con la complicidad de la noche cerrada.

Ahora los rebeldes con su nuevo prisionero tratan de emplearlo como llave para acercarse a una de las entradas del campamento y no ser disparados. Era las 2:30 de la madrugada cuando a distancia visual de la alambrada le exigieron que gritase el santo y seña de esa noche entre la guardia española y sintiendo sobre su cuello la presión de un cuchillo, exclamó: “¡Alto el fuego que somos españoles!”, a cuyas voces el primer teniente D. Evaristo Álvarez, al distinguir al cabo Noval que llegó hasta las alambradas, mandó cesar el fuego, lo que -oído por el cabo- gritó seguidamente desembarazándose momentáneamente de su captor: “¡Compañeros, tirad, que vengo entre moros! ¡Fuego! ¡Viva España!”.

Se rompió la calma con los disparos por ambos bandos hasta que llegaron los refuerzos al Puesto de Guardia con lo que se rechazó al enemigo, no sin pocas pérdidas. Las bajas españolas fueron 1 comandante y 9 de tropa muertos; 1 capitán y 15 de tropa heridos y 1 teniente y 1 soldado contusos. Al amanecer y una vez hecha la descubierta, se encontró el cadáver del cabo Noval, abrazado a su fusil, con 5 balazos en el cuerpo y la bayoneta calada teñida en sangre, y próximo al mismo un moro muerto, que entre otras heridas de arma de fuego, tenía atravesado el pecho de un bayonetazo.

Al día siguiente, el día 29 y no muy lejos de allí el general Arizón corona los 885 metros de altura del monte Gurugú, que dominaba Melilla, y desde el cual los rifeños disparaban sus cañones sobre la ciudad. Pero a continuación los españoles reciben un revés en Jemís y el monte Gurugú se pierde ante la dura acometida rifeña y debe ser una vez más reconquistado, por lo que las últimas operaciones militares se extienden hasta finales del mes de Noviembre.

Esta victoria no consigue salvar al gobierno de Maura que después de los hechos acontecidos en Barcelona (la Semana Trágica), y sus posteriores derivaciones y con la impopular guerra de Marruecos pierde la confianza del rey Alfonso XIII y es sustituido por Moret. La guerra está concluida “victoriosamente”, aunque se tardará más de un año en firmar la paz oficial con el Sultán, propietario del Rif.

Nuestro Cabo Noval con apenas 7 meses luciendo el uniforme y tras 14 días en África entregó de forma heroica su vida. Y allí se le enterró en el cementerio de Melilla, territorio español. Con este grabado:

“DISTE TU VIDA POR LA PATRIA
ESCRIBIENDO HERMOSA PÁGINA
DE GLORIA EN LA HISTORIA
DEL INVICTO EJÉRCITO ESPAÑOL
COMO BUEN HIJO Y MEJOR PATRICIO.
CABO NOVAL EN ÁFRICA”.

Su acto fue reconocido ampliamente recibiendo la máxima condecoración al valor en campaña: la Cruz Laureada de San Fernando de 2ª Clase (mérito solicitado el 13 de Octubre de 1.909 a petición del General Sotomayor, general de su División en Melilla).

Desde el periódico La Vanguardia de Melilla se comunicó la noticia de su muerte el día 2 de Octubre al igual que la petición de la Laureada el día 13. En su memoria se levantó en Madrid, en 1.912, el monumento que se encuentra en la Plaza de Oriente, en el jardín formado entre las calles San Quintín y Pavía. Realizado por Mariano Benlliure con los fondos de una suscripción abierta por una asociación de mujeres. En el pedestal, aparece grabada la siguiente inscripción: “INICIADO POR MUJERES ESPAÑOLAS, SE ELEVA ESTE MONUMENTO A LA GLORIA DEL SOLDADO LUIS NOVAL. PATRIA, NO OLVIDES NUNCA A LOS QUE POR TI MUEREN”. El monumento, que simboliza el heroísmo del soldado español, está dedicado al cabo Luis Noval Ferrao, muerto en la campaña de Marruecos de 1909 y condecorado con una Laureada de San Fernando.

El 24 de Octubre de 1.916, regresaron los restos del Cabo Noval a Oviedo, donde se le enterró, bajo el monumento que se le había dedicado, levantado en el cementerio del Salvador, obra de Víctor Hevia.

Hoy en día, el Regimiento Príncipe No 3, también llamado “El Osado“, sigue en activo en el acuartelamiento “CABO NOVAL”, en Siero (Asturias).

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 27 Feb 2018 19:25

Excmo. Sr. D. Ciriaco DEL LLANO (General del Ejercito Español)


Ciriaco del Llano fue un marino y militar español que luchó con las tropas españolas en la guerra de Independencia de México.

Era capitán de fragata al estallar la revolución por la independencia mexicana y en agosto de 1811 hizo su primera campaña contra los insurgentes, a los que derrotó en los Llanos de Apan, por lo que ascendió a coronel. Fue a su vez derrotado en Izúcar por Matamoros, pero se distinguió en el sitio de Cuautla y ascendió a brigadier.

Desempeñó la intendencia de Puebla y en la batalla de Puruarán volvió a derrotar a los insurrectos y apresó a Mariano Matamoros, fusilándole a los pocos días.

En 1815 como general en jefe dirigió las tropas expedicionarias al cerro de Cóporo, de donde tuvo que retirase después de un ataque infructuoso. Fue sitiado en Puebla por Nicolás Bravo, en julio de 1821 y finalmente hizo un convenio de capitulación con Iturbide, por el cual sus tropas debían ser trasladadas a La Habana y poco después embarcó para España.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 27 Feb 2018 20:31

Excmo. Sr. D. Agustín de ITURBIDE y ARAMBURU (General del Ejercito Español, Primer Presidente de México ( I )


Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu, conocido como Agustín de Iturbide o Agustín I (Valladolid —actual Morelia—, México. 27 de septiembre de 1783-Padilla, Tamaulipas. 19 de julio de 1824) fue un militar y político novohispano. Durante las primeras etapas de la guerra por la independencia de México, Iturbide militó en el ejército realista combatiendo a los insurgentes. Posteriormente, durante el marco del trienio liberal en España, fue designado comandante para combatir a Vicente Guerrero, jefe de los rebeldes en la Sierra Madre del Sur. Con ideología opuesta a la implementación de la Constitución de Cádiz, decidió pactar con las fuerzas insurgentes. Proclamó el Plan de Iguala el 24 de febrero de 1821. Más adelante, en agosto del mismo año firmó los Tratados de Córdoba con Juan O'Donojú. De esta manera se logró consumar la independencia el 27 de septiembre de 1821.

Presidió la regencia del primer gobierno provisional mexicano. El 18 de mayo de 1822, fue proclamado emperador y coronado dos meses más tarde con el nombre de Agustín I. En diciembre de 1822, Antonio López de Santa Anna proclamó el Plan de Veracruz, provocando que los antiguos insurgentes de ideas republicanas e inconformes con el régimen imperial se levantaran en armas. En febrero de 1823, se firmó el Plan de Casa Mata, como resultado, los borbonistas y republicanos unieron sus fuerzas para apoyar el derrocamiento de Iturbide.

El emperador decidió abdicar en marzo de 1823 y se exilió en Europa. Durante su ausencia, el Congreso Mexicano, previamente reinstalado por Agustín I, lo declaró «traidor y fuera de la ley en caso de que se presente en el territorio mexicano, declarándolo como enemigo público del Estado, y a todo aquel que le ayude a su regreso». Iturbide, sin conocer esta resolución, regresó a México en julio de 1824 para advertir al gobierno sobre una conspiración para reconquistar México. Al desembarcar en Tamaulipas fue arrestado y posteriormente ejecutado por un pelotón de fusilamiento.

En 1838, sus restos mortales fueron trasladados a la Ciudad de México e inhumados con honores en la Capilla de San Felipe de Jesús en la catedral Metropolitana, donde se exhiben en una urna de cristal. Su nombre en asociación con la bandera nacional, fue conservado durante mucho tiempo en una estrofa de la letra original del Himno Nacional de México, la cual fue suprimida en 1943. Paradójicamente, el sable que utilizó Iturbide durante el desfile de entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México, fue colocado en el salón del Congreso junto con los nombres escritos en letras de oro de los insurgentes a quienes había combatido.

Nació el 27 de septiembre de 1783 en Valladolid —ciudad que corresponde a la moderna Morelia—, capital del estado de Michoacán, México. Sus padres fueron José Joaquín de Iturbide y Arregui, nacido en 1742 en la ciudad de Peralta, Navarra,​ y María Josefa de Arámburu y Carrillo de Figueroa, originaria también de Valladolid, Michoacán. Los Aramburu eran originarios de Oyarzun, Guipúzcoa. Ingresó en el Seminario Tridentino para estudiar gramática latina, pero abandonó los estudios cuando tenía quince años de edad, para trabajar en la administración de la hacienda de su padre.

En 1800, se integró en el servicio militar como alférez del regimiento provincial de Valladolid, el cual estaba bajo el mando del conde de Rul. El 27 de febrero de 1805, contrajo matrimonio con Ana María Josefa Huarte y Muñiz, hija de Isidro Huarte, también español peninsular, intendente provincial del distrito y a la vez nieta del marqués de Altamira. Josefa Huarte, con la dote recibida de cien mil pesos, compró la hacienda de Apeo en Maravatío.

Durante la crisis política de 1808 en México, Iturbide simpatizó con el movimiento golpista encabezado por Gabriel de Yermo. En 1809, con el grado de teniente, fue partícipe en la represión de la Conjura de Valladolid, que encabezaron los conspiradores José Mariano Michelena y José María García Obeso. En octubre de 1810, durante la toma de Valladolid, se negó a colaborar en el alzamiento independentista de Miguel Hidalgo y Costilla, quien le había ofrecido el rango de teniente general. Ante el avance de los insurgentes, decidió huir a la Ciudad de México.​

Tiempo después, participó en la batalla del Monte de las Cruces, bajo las órdenes de Torcuato Trujillo. Su actuación fue premiada por el virrey Francisco Xavier Venegas, quien lo nombró capitán de la compañía de Huichapan del batallón de Toluca.5​ Su trayectoria se distinguió por sofocar varias insurrecciones de rebeldes que luchaban por la independencia de México. En 1811, fue destinado al sur del país, donde combatió contra las guerrillas independentistas de Albino García Ramos,6​a quien capturó en 1812, y de Ramón López Rayón, a quien derrotó en el Puente de Salvatierra en 1813. Ese año, recibió los despachos de coronel, y continuó combatiendo contra los independentistas como comandante general de la provincia de Guanajuato.

En 1815, derrotó a José María Morelos, pero fue vencido en Cóporo por Ignacio López Rayón. Sus logros le valieron el ascenso a coronel. El cura de Guanajuato, Antonio Labarrieta, acusó a Iturbide de haber destruido y monopolizado el comercio de la localidad,​ y de detener los convoyes y acaparar la venta de lana, azúcar, aceite y cigarros, fingiendo expediciones del real servicio.​ Las denuncias acumuladas en su contra, sumadas a nuevas protestas de los comerciantes de Guanajuato, llevaron al virrey Félix María Calleja a destituirlo en 1816, acusado de malversación de fondos y abuso de autoridad. Aunque fue absuelto por mediación del auditor de guerra real, no regresó al mando de su ejército, sino que se retiró a sus propiedades en Michoacán. Al año siguiente, se estableció en la Ciudad de México, en donde estuvo inactivo.

Según Zárate, según lo registrado en el libro Historia de México, del historiador Lucas Alamán, cuando Iturbide fue vencido en Cóporo se lamentó con el capitán Vicente Filisola por el derramamiento de sangre, y expresó que la independencia se podría lograr con suma facilidad realizando un pacto entre los insurgentes y las tropas del rey, pero consideraba que era necesario «"exterminar a los primeros", por el gran desorden que los distinguía y después poner en planta un plan regular».

La conspiración de la Profesa


El triunfo de la revolución liberal de Rafael de Riego en España en 1820 desencadenó en Nueva España varios temores: por un lado, los sectores conservadores deseaban evitar la aplicación de las medidas radicales que estaban impulsando los diputados en las Cortes de Madrid; por el otro, los liberales novohispanos quisieron aprovechar el restablecimiento de la constitución liberal española de 1812 para obtener la autonomía del virreinato.​ Los conservadores, conformados por la clase aristócrata y el clero, comenzaron a reunirse en el Oratorio de San Felipe Neri.

A dichas reuniones se les conoce como la Conspiración de la Profesa y fueron dirigidas por el canónigo Matías de Monteagudo. Por ser de índole secreta, no se conocen con certeza los nombres de todos los participantes. Sin embargo, algunos de ellos habían colaborado en el golpe de Estado durante la crisis política de 1808 en México, con el objetivo de desconocer a la constitución liberal y mantener la vigencia de las leyes viejas para gobernar la colonia.

Se trazaron diversos planes durante el desarrollo de los acontecimientos que ocurrieron en la metrópolis. El último consistió en proclamar la independencia de Nueva España para establecer una monarquía, la cual sería dirigida por un infante de España. Para realizar este propósito, se requería un jefe militar de prestigio en el ejército y que mereciese la confianza absoluta de los conservadores. De esta manera, los participantes de dichas reuniones convencieron al virrey Juan Ruiz de Apodaca para que designara a Iturbide Comandante General del Sur.​ El 9 de noviembre de 1820, con motivo de la renuncia del comandante en funciones, Gabriel Armijo, el virrey mandó llamar a Iturbide para sustituirlo. El 13 de noviembre, le fue otorgado el cargo. El día 15, un día antes de salir hacia el sur, el nuevo comandante fue reiterado en el cargo, además solicitó el grado de brigadier y la asignación del antiguo regimiento de Celaya, lo cual le fue concedido.

Así, pues, mi amado y respetado general, me tomo la libertad de rogarle particularmente con el mayor encarecimiento, que se digne poner á mis órdenes toda la tropa que le he pedido para esta campaña. Un esfuerzo de V.E. hecho en el momento, es el que va á decidir de la acción. Lo espero con la mayor confianza, porque V.E. no puede dejar de conocer con su perspicacia y ojo militar, que la oportunidad perdida en la guerra suele ser la desgracia de un reino, y que esta oportunidad muchas veces no es de un mes ni de un día, sino acaso de un segundo. Ejecutado el golpe que tengo meditado, las tropas podrán volver á sus demarcaciones respectivas, y si entretanto la capital (lo que Dios no permita) llamase la atención, volaré á su socorro lo mismo que á cualquiera otro punto de preferencia...

Carta de Agustín de Iturbide al virrey Apodaca del 19 de noviembre de 1820.

Mientras tanto, los liberales planeaban que el compadre de Iturbide, Juan Gómez Navarrete, recién elegido diputado a las Cortes, promoviera un Plan de Independencia en Madrid, que consistía en llamar a uno de los miembros de la familia real para gobernar México. Al mismo tiempo que esto ocurriera, Iturbide debía marchar al sur con sus tropas, supuestamente para combatir al general Vicente Guerrero, uno de los pocos dirigentes independentistas que quedaban, pero también para convencerlo de unirse a un nuevo plan que conciliaba tanto los intereses y posiciones de los liberales como de los conservadores.

Campaña contra Guerrero y Ascencio


La Comandancia General del Sur abarcaba desde los distritos de Taxco e Iguala hasta la costa del océano Pacífico. Los soldados realistas controlaban la zona norte, que comprendía Zacualpan, Cuernavaca y Cuautla; la zona poniente, bajo el mando del coronel Ráfols (Tejupilco, Sultepec y Temascaltepec); la zona oriente, bajo el mando del teniente coronel Miota (Ometepec, Tlapa y la Mixteca Alta); y el curso del río Mezcala, desde la confluencia del Cutzamala hasta la desembocadura en el océano, a cargo del teniente coronel Juan Isidro Marrón. El resto de la tropa, que había sido comandada por Armijo, se encontraba en Acapulco, Tixtla, Chilapa, Teloloapan y otros pequeños pueblos. Por su parte, Pedro Ascencio (segundo de Guerrero) se encontraba en la Ajuchitlán y las montañas de la Coronilla.

Quinientos diecisiete hombres del antiguo regimiento de Celaya, mandados por el capitán Francisco Quintanilla, se concentraron en Acámbaro y partieron hacia Teloloapan para quedar a disposición de Iturbide en el mes de diciembre de 1820. Otro contingente de doscientos hombres del batallón de Murcia se reunió con el comandante en Tejupilco. Iturbide se entrevistó con Quintanilla y le confió el borrador de lo que sería el Plan de Iguala. A pesar de ser contrario a las órdenes con las que había salido de la capital, Quintanilla decidió apoyarlo al igual que los capitanes Manuel Díaz de Lamadrid y José María González. El cuerpo de caballería de Frontera, al mando del coronel Epitacio Sánchez, que también había combatido en el Bajío, se unió a las fuerzas realistas. Para el 21 de diciembre, un total de 2500 efectivos formaban la tropa principal.

El 22 de diciembre, el teniente coronel Carlos Moya, con un grupo de cuatrocientos hombres, persiguió a las fuerzas comandadas por Vicente Guerrero en la sierra de Jaliaca. Al mismo tiempo, el coronel José Antonio de Echávarri persiguió a las fuerzas del insurgente Pedro Ascencio. Dos cuerpos de tropas realistas partieron del Fuerte de San Diego y se colocaron en las cercanías de Mezcala para cortar la comunicación de las fuerzas de los insurgentes.

Pedro Ascencio, con un grupo de ochocientos hombres, venció a la retaguardia de Iturbide cerca de Tlatlaya el 28 de diciembre de 1820. En consecuencia, murieron ciento ocho soldados realistas, entre los que se encontraba el capitán José María González. La acción oportuna del capitán Quintanilla, al mando de los granaderos de la Corona y de los dragones de España, permitió que Iturbide se replegara a Teololapan. Para apoyar a la tropa, el virrey envió 35 000 pesos reunidos por la Audiencia de México y 25 000 pesos enviados por el obispo de Guadalajara, Juan Ruiz de Cabañas.

Cinco días más tarde, el 2 de enero de 1821, el propio Guerrero con cuatrocientos hombres venció a una columna subalterna al mando de Carlos Moya en la batalla de Zapotepec, cerca de Chilpancingo. Cuando Iturbide se percató de que los insurgentes tenían la ventaja de conocer mejor el terreno y que vencerlos podría llevarle largo tiempo, decidió adelantar el plan que había dado a conocer a sus capitanes, y envió a Vicente Guerrero una carta el 10 de enero, en la cual le proponía una alianza.

... Sin andar con préambulos, que no son el caso, hablaré con franqueza que es inseparable de mi carácter ingenuo. Soy interesado como el que más en el bien de esta Nueva España, país en que como Ud. sabe he nacido, y debo procurar por todos medios su felicidad. Ud. está en el caso de contribuir á ella de un modo muy particular, y es, cesando las hostilidades, y sugetándose con las tropas de su cargo á las órdenes del gobierno, en el concepto de que yo dejaré á Ud. el mando de su fuerza, y aun le proporcionaré algunos auxilios para la subsistencia de ella...
Carta de Agustín de Iturbide dirigida a Vicente Guerrero del 10 de enero de 1821.

En el documento informó a Guerrero que los antiguos insurgentes José Sixto Verduzco, Nicolás Bravo e Ignacio López Rayón habían sido liberados de su prisión; que diputados novohispanos habían partido a España para manifestar en el Congreso de la Península y ante Fernando VII el deseo de que alguno de los infantes —Carlos María Isidro de Borbón o Francisco de Paula de Borbón— gobernasen la Nueva España. Al mismo tiempo, le comentó que tenía fuerzas suficientes para vencerlo y que podía contar con mayores recursos militares, los cuales le serían enviados desde la capital.

Guerrero, que había rechazado una oferta de indulto con anterioridad, tomó con cautela la propuesta de Iturbide y le respondió, en una carta fechada el 20 de enero, que había percibido ciertas ideas de liberalismo. Explicó bajo su punto de vista, cómo los americanos se habían levantado en armas durante la cautividad de Fernando VII, en contra de los peninsulares para no subyugarse al designio de las Juntas españolas. Además, expresó la inconformidad que los insurgentes sintieron cuando se enteraron del trato inequitativo que se había dado a los diputados americanos en las Cortes de Cádiz y de la forma en que el virrey Francisco Xavier Venegas había rechazado sus propuestas.

Usted y todo hombre sensato, lejos de irritarse con mi rústico discurso, se gloriarán de mi resistencia; y sin faltar á la racionalidad, justicia y sensibilidad no podrán redargüir á estas mis reflexiones, supuesto que no tienen otros principios que la salvación de la patria, por la que Ud. se manifiesta interesado. Si ésta inflama á Ud., ¿qué, pues, le retarda para declararse por la más pura de todas las causas? Sepa Ud. distinguir, y no se confunda; defienda Ud. sus verdaderos derechos, y esto le labrará la corona más grande: entienda Ud. que yo no soy de aquellos que aspiran á dictar leyes, ni pretendo erigirme en tirano de mis semejantes; decídase Ud. por los verdaderos intereses de la nación, y entonces tendrá la satisfacción de verme militar á sus órdenes, y conocerá un hombre desprendido de la ambición, y que sólo aspira á sustraerse de la opresión, y no á elevarse sobre las ruinas de sus compatriotas...
Carta de Vicente Guerrero dirigida a Agustín de Iturbide, el 20 de enero de 1821.19​

Guerrero expresó el poco optimismo al respecto de los diputados que habían viajado a la península, y reiteró que la divisa de su causa era independencia y libertad. Puntualizó que no se amedrentaba ante las fuerzas militares y que todo lo que no fuera concerniente con la independencia, se disputaría en el campo de batalla.

El 25 de enero, Pedro Ascencio atacó a las tropas del coronel Ráfols en Totomaloya, obligando a los realistas a replegarse hacia Sultepec. El 27 de enero, el coronel realista Francisco Antonio Berdejo, con una fuerza de trescientos hombres, combatió a los insurgentes en las cercanías de Chichihualco en un lugar denominado el Espinazo o la Cueva del Diablo. Durante la escaramuza los realistas tuvieron cincuenta y un bajas, y se vieron forzados a retirarse cuando se les acabaron las municiones.

El 4 de febrero, desde Tepecuacuilco, Iturbide escribió una segunda carta a Guerrero en la que le propuso reunirse cerca de Chilpancingo para sellar un pacto de paz, enviando a Antonio Mier y Villagómez como su emisario.20​ El 10 de febrero, de acuerdo a Lorenzo de Zavala, se efectuó una reunión en Acatempan en donde Guerrero e Iturbide, respaldados por sus tropas, se reunieron, conversaron y se abrazaron para sellar la paz. De acuerdo con Lucas Alamán, fue José Figueroa el comisionado por los insurgentes para reunirse con el comandante realista.​ A partir de entonces, las fuerzas militares de Guerrero se pusieron a las órdenes de Iturbide. Este último informó a Apodaca la noticia el 18 de febrero, quien la recibió con júbilo sin sospechar el desenlace.

El capitán Manuel Díaz de Lamadrid partió de Teloloapan con las órdenes de reunirse con el brigadier Pedro Celestino Negrete para solicitar su cooperación. El capitán Francisco Quintanilla salió hacia Valladolid y Guanajuato con la misma misión de contactar con el coronel Quintanar, con el coronel Anastasio Bustamante y con el teniente coronel Luis Cortázar. Por su parte, Iturbide se reunió en Sultepec con el teniente coronel Miguel Torres. En Veracruz, los diputados que estaban dispuestos a viajar al Congreso de España, se enteraron por Juan Gómez Navarrete —representante de Michoacán e íntimo amigo de Iturbide— del plan que se iba a proclamar, pero la mayor parte de ellos vio con desconfianza la noticia. El 13 de febrero, casi todos ellos se embarcaron en la fragata Pronta, a excepción de Zozaya, González Angulo y Cantarines, representantes de Guanajuato, Puebla y Oaxaca.

El 24 de febrero de 1821 se proclamó el Plan de Iguala,23​ un programa político de veinticuatro puntos, cercano tanto a los tradicionalistas católicos como a los liberales. Entre los puntos más importantes se declaraba la independencia de Nueva España, se proponía un régimen monárquico moderado constitucional adecuado a la entidad cuyo trono era ofrecido a Fernando VII de España o a alguno de sus hermanos, así como la exclusividad de la religión católica «sin tolerancia de otra alguna».​

Iturbide envió el documento al virrey Apodaca, al arzobispo Pedro de Fonte, al canónigo Matías Monteagudo, a los oidores Isidro Yánez y José María Fagoaga, al síndico Juan Francisco Azcárate y Lezama, así como a otros personajes importantes de la capital. Propuso además formar la Junta Gubernativa tal y como lo señalaba el punto cinco del documento. En una carta particular dirigida a Apodaca, Iturbide le pidió presidir la Junta Gubernativa, le expuso que no creía que Fernando VII hubiese jurado voluntariamente la Constitución de Cádiz y que si el monarca o su familia accedían a gobernar Nueva España, se podría redactar una constitución moderada, la cual permitiría el fuero del clero y reintegraría las preeminencias de las que habían sido despojados los miembros de la Iglesia.

Para sostener el plan, se conformó el llamado Ejército Trigarante (religión, independencia y unión) que reunía a las tropas de Iturbide y de los insurgentes, y al que se irían uniendo poco a poco la mayoría de las demás guarniciones realistas del país. El 2 de marzo, Iturbide se reunió con sus oficiales en Celaya, se celebró una misa y se juró obediencia a la religión, a la independencia y a Fernando VII.​ En la capital, el 3 de marzo, el virrey Apodaca publicó una proclama para exhortar a los habitantes para no leer los planes seductores emanados del jefe rebelde, los cuales eran contrarios a la Constitución que se había jurado ocho meses antes. El mismo día, también el Ayuntamiento de México publicó una proclama dirigida a los habitantes para resistir los ataques e intrigas del servil despotismo, exhortándolos en nombre de la religión a permanecer fieles al rey, a la Constitución y a las autoridades legítimas. Los absolutistas que habían participado en la Conspiración de la Profesa, vieron con recelo que el Plan de Iguala desvanecía sus ilusiones y trastornaba sus planes; irritados, se unieron al gobierno en la tarea de reprimir a Iturbide.

El 14 de marzo, el virrey declaró que Iturbide estaba fuera de la protección de la ley, ofreció un indulto general a quienes hubiesen jurado el Plan de Iguala, siempre y cuando reiterasen su juramento de fidelidad a la Constitución y al rey.​ En la Ciudad de México se formó el Ejército del Sur con una tropa de cinco mil hombres inicialmente bajo el mando del mariscal de campo Pascual de Liñán y del brigadier Javier de Gabriel. El coronel José Gabriel de Armijo fue nombrado nuevamente Comandante General del Sur. A la milicia se unieron el batallón de Castilla del coronel Francisco Hevia, el batallón del Infante Carlos, parte de la caballería del regimiento del Príncipe y el coronel Juan Ráfols que se encontraba en Tejupilco.

El panorama de las fuerzas realistas fieles al virrey desplegadas en Nueva España no era halagüeño para el Ejército Trigarante. En La Mixteca se encontraba el coronel Samaniego; en Oaxaca el coronel Manuel de Obeso; en San Luis Potosí la caballería de fieles bajo el mando del coronel Zarzosa; en Puebla el batallón Extremadura; en las Provincias Internas de Oriente el brigadier Joaquín Arredondo; en las Provincias Internas de Occidente el mariscal de campo Alejo García Conde; en Durango el brigadier Diego García Conde; en Nueva Galicia el mariscal José de la Cruz; el Batallón Navarra en Zacatecas; en Michoacán el teniente coronel Manuel Rodríguez de Cela; en Querétaro y la Sierra Gorda el brigadier Luaces; en Orizaba y Córdoba el coronel Francisco Hevia; en la costa de sotavento cubriendo Alvarado, Tlacotalpan y la sierra de Tuxtepec el capitán de fragata Juan Bautista Topete; en la costa de barlovento el capitán Antonio López de Santa Anna; en Tampico y la Huasteca potosina el capitán Carlos María Llorente; en Jalapa y Perote se encontraban los regimientos de Tlaxcala, dragones de España y la columna de granaderos mandadas por los coroneles Calderón, Juan Horbegoso y Agustín de la Viña, respectivamente.

El 16 de marzo, Iturbide envió dos cartas: la primera iba dirigida a Fernando VII notificándole los acontecimientos recientes e invitándolo a Nueva España para asumir el trono; la segunda se dirigía a las Cortes españolas. En la misiva hacía patente su desdén por Hidalgo, los insurgentes y los acontecimientos bélicos que se habían desarrollado, pero advertía estar al frente de un ejército organizado, el cual defendería la independencia de la colonia y conminaba a los diputados a permitir la separación pacífica de América para evitar un nuevo derramamiento de sangre.

Durante los primeros días las condiciones para Iturbide no fueron del todo favorables. El teniente coronel realista Francisco Rionda retomó la plaza de Acapulco. El teniente coronel Vicente Marmolejo, que se encontraba bajo sus órdenes, defeccionó en Cuernavaca al igual que los tenientes coroneles Tomás Cajigal en Taxco y Martín Almela en Temalaca, y el general Pascual Liñán en San Antonio. El primer avance lo realizó el coronel Márquez Donayo hacia Cuernavaca y Temixco, obligando al propio Iturbide a replegarse a Teloloapan.

En contraste, el teniente Celso de Iruela —que había militado en el regimiento de Celaya— se proclamó a favor del Plan de Iguala en Perote, obligando al comandante Agustín de la Viña a parapetarse en la Fortaleza de San Carlos. Muy pronto el teniente coronel José Joaquín de Herrera se incorporó con ochocientos hombres a los trigarantes para dirigirse a Tepeyehualco y San Juan de los Llanos. El 23 de marzo, el cura José Rincón marchó desde Jalapa para tomar la plaza de Orizaba. En el lugar se hallaba Antonio López de Santa Anna, quien pudo repeler el ataque del día 25, pero el día 29 Herrera llegó a la plaza. Santa Anna no tuvo más alternativa que adhirirse al Plan de Iguala. En Izúcar, el antiguo insurgente Nicolás Bravo había rechazado una primera invitación para unirse al movimiento, pues desconfiaba de Iturbide. No obstante, fue visitado por el comisionado Mier y Villagómez, quien lo convenció. Bravo reunió una fuerza de quinientos hombres y se dirigió a Chilpancingo y Tixtla.

En la zona de El Bajío, los coroneles Anastasio Bustamante y Luis Cortázar secundaron el Plan de Iguala. Juntos avanzaron a Salvatierra, Celaya y Guanajuato. En este lugar, Bustamante ordenó descender los cráneos de Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez que se exhibían dentro de jaulas en las esquinas de la Alhóndiga de Granaditas de manera siniestra desde 1811. Al unirse la compañía de ligeros de Querétaro y los dragones de Sierra Gorda, el contingente avanzó hacia Salamanca, Irapuato, Silao, León y San Miguel el Grande logrando reunir a 6000 efectivos. El 29 de marzo, Apodaca pidió inútilmente a la tropa desertar a la bandera alzada por Iturbide.​

El sargento mayor Juan Domínguez, acantonado en Apatzingán, y el teniente coronel Miguel Barragánen en Ario, se unieron a los planes independentistas y avanzaron hacia Pátzcuaro. Los capitanes Vicente Filisola y Juan José Codallos se pronunciaron a favor de Iturbide en la villa de Tuzantla. Iturbide se dirigió a El Bajío, no sin antes ordenar a Echávarri y Guerrero defender la zona sur en las cercanías de Mezcala para posteriormente recuperar el puerto de Acapulco.33​ Ramón López Rayón se unió a Iturbide en Cutzamala, quien le dio órdenes para dirigirse al cerro de Cóporo en Zitácuaro. En Acámbaro, el primer jefe Iturbide se reunió con Bustamante y Cortázar.34​

El mariscal de campo realista Pascual de Liñán se mantuvo a la expectativa en la hacienda de San Antonio durante el mes de marzo. A principios de abril, los comandantes realistas Márquez Donayo y Gabriel de Armijo realizaron un avance hacia Zacualpan con la finalidad de confrontar a Pedro Ascencio.​ Las fuerzas realistas fueron vencidas en la sierra de Sultepec el 9 y 10 de abril. Un segundo intento desde Ixtlahuaca, comandado por Francisco Salazar a la cabeza de trescientos realistas, fue nuevamente repelido.

El 14 de abril en Lerma, el capitán Ignacio Inclán se pronunció a favor de la independencia y atacó la retaguardia de los realistas, pero fue derrotado. José Joaquín de Herrera se dirigió a Puebla en donde se enfrentó a los realistas del general Ciriaco del Llano que eran dirigidos por el teniente coronel Zarzosa. Como resultado, varios integrantes de la tropa realista defeccionaron y se unieron a Herrera. Zarzosa tuvo que replegarse a la ciudad de Puebla con un puñado de hombres. Herrera avanzó a Chalchicomula y Tepeaca.

El coronel realista Hevia inició la persecución de Nicolás Bravo quien se había dirigido a Huejotzingo. Desde esa plaza los independentistas fingieron tomar posición para realizar un ataque sobre Puebla. El engaño resultó un éxito, pues Hevia se vio forzado a regresar a Izúcar. De esta manera, Bravo avanzó a Tlaxcala y Huamantla.36​ El 20 de abril, el insurgente Guadalupe Victoria, quien había permanecido refugiado en la «Cueva de la Tía Chana», se reunió con Santa Anna emitiendo un manifiesto, y sus antiguos compañeros lo secundaron.

Hevia envió a 1400 hombres dirigidos por Ciriaco del Llano para combatir a las fuerzas de José Joaquín de Herrera en Tepeaca. Nicolás Bravo partió en su ayuda, llegando a la zona el 21 de abril. Después de tres días de sitio, con bajas por ambas partes, los trigarantes dejaron la plaza. El 25 de abril, Antonio López de Santa Anna se dirigió a Alvarado en donde venció a los realistas al mando del capitán Juan Bautista Topete, a quien Santa Anna permitió retirarse a Veracruz. Las fuerzas de Herrera se trasladaron a Córdoba y fueron perseguidas por Hevia, quien sitió la plaza el 15 de mayo. El asalto fue dirigido por el propio comandante Hevia, quien cayó muerto en la acción. El teniente coronel Blas del Castillo y Luna continuó el ataque, pero fue rechazado por los oficiales Francisco de la Llave y José Velázquez.

Las acciones militares de los realistas prosiguieron hasta el día 18 sin lograr el éxito. El día 19 Santa Anna llegó en ayuda de los independentistas para romper el sitio con una fuerza de 300 hombres de infantería y 250 hombres de caballería.39​ Los hombres de Blas del Castillo resistieron el embate. El día 20 los realistas pidieron una tregua pero reiniciaron el ataque por la noche. El tiroteo cesó en la madrugada del día 21. Los asaltantes abandonaron sus posiciones y fueron perseguidos por la caballería hasta Orizaba.

El 1 de mayo, el primer jefe del Ejército Trigarante se encontraba en León y decidió ponerse en marcha hacia la capital de Nueva Galicia para entrevistarse con el mariscal realista José de la Cruz.41​ Iturbide, acompañado de Bustamante, se reunió con José de la Cruz y Pedro Celestino Negrete el 8 de mayo. Pidió a De la Cruz que intentara convencer al virrey la aceptación del Plan de Iguala, ofreciendo por su parte el cese inmediato de hostilidades. De la Cruz aceptó enviar la oferta al virrey, regresó a Guadalajara y comisionó al teniente coronel Yandiola para viajar a la Ciudad de México con las proposiciones de Iturbide.

El virrey rechazó con furia la propuesta. Mientras tanto, el jefe máximo del Ejército Trigarante partió hacia Yurécuaro con la intención de reunir fuerzas y dirigirse a la plaza de Valladolid, la cual estaba resguardada por el coronel Quintanar, quien contaba con 1600 hombres y 45 piezas de artillería. El 12 de mayo la caballería del Trigarante avanzó a Huaniqueo mientras que la infantería se estableció en Chucándiro junto al Lago de Cuitzeo.​ Los días 13 y 14, Iturbide envió cartas a Quintanar y al Ayuntamiento en las que pedía la adhesión al Plan de Iguala. La primera reacción de los realistas fue negativa. Sin embargo, al igual que en otras ocasiones, parte de la tropa desertó. Juan José Andrade, con una gran parte del regimiento de dragones de Nueva Galicia, se sumó a las fuerzas sitiadoras. El día 18 la ciudad fue rodeada por los trigarantes. Ante este panorama, Quintanar optó por capitular. La ciudad fue tomada sin dispararse un solo tiro.

En Ixmiquilpan, el doctor José Antonio Magos proclamó el Plan de Iguala y un grupo numeroso de habitantes armados lo secundó. Sin embargo, el 23 de mayo el coronel realista José María Novoa atacó este nuevo levantamiento. Los realistas provocaron 60 bajas a los independentistas y dispersaron al grupo. En el sur, el coronel trigarante Juan Álvarez había mantenido sitiado Acapulco.44​ El comandante realista Márquez Donayo se había dirigido al puerto, pero recibió órdenes directas del virrey para reunirse con Cristóbal Húber en Tixtla, quien se encontraba combatiendo a las fuerzas de Pedro Ascencio. El 3 de junio, en las proximidades de Tetecala, las fuerzas realistas obtuvieron la victoria. Ascencio murió en combate, su cabeza fue degollada y posteriormente enviada a Cuernavaca para ser expuesta a la población como un trofeo.

En la Ciudad de México, la noticia fue recibida con alegría, pero durante los primeros días de junio, más de doscientos hombres de las guardias de San Lázaro, Candelaria y Belén desertaron y se marcharon para unirse a los trigarantes. En respuesta, el virrey declaró el alistamiento forzoso de todos los varones que tuviesen entre 16 y 50 años de edad.​ El 13 de junio en Guadalajara, la división de Pedro Celestino Negrete se proclamó a favor de la independencia al igual que el coronel José Antonio Andrade. José de la Cruz tuvo que huir de la capital en dirección de Zacatecas para unirse a las tropas realistas de Hermenegildo Revueltas, mientras que el día 14 en la capital de Nueva Galicia, la diputación provincial, el cabildo eclesiástico y el tribunal del Consulado juraron el Plan de Iguala. El arzobipo celebró una misa y se cantó el Te Deum.​

Por su parte, José de la Cruz se dirigió a Durango. En Saín Alto el batallón mixto de Zacatecas, al mando de José María Borrego, defeccionó y regresó a su plaza en donde se proclamó el Plan de Iguala. El resto de las tropas de De la Cruz llegaron a Durango el 4 de julio, en donde fueron bien recibidas por el obispo Juan Francisco Castañiza, quien era contrario al plan de Iturbide. Por otra parte, el 6 de julio, Negrete entró en la ciudad de Aguascalientes en donde la independencia fue aclamada.​ En San Juan del Río, la guarnición realista, compuesta por 1100 efectivos, comenzó a desertar de forma masiva.

De esta forma, el coronel Novoa, al mando de la plaza con solo 400 hombres fieles al virrey, decidió capitular el 7 de junio. Iturbide se dirigió a la plaza con una escolta de treinta hombres dirigida por Mariano Paredes. Fueron atacados sin éxito en la barranca de Arroyo-Hondo por una tropa de 400 realistas comandada por el teniente coronel Froilán Bocinos, quienes sufrieron más de cuarenta bajas. Esta defensa militar estuvo primordialmente a cargo del capitán Mariano Paredes, por lo que Iturbide le otorgó un escudo con el lema de treinta contra cuatrocientos.

Guadalupe Victoria se entrevistó con Iturbide en San Juan del Río. De acuerdo a Lucas Alamán, el antiguo insurgente propuso al jefe máximo adoptar un gobierno republicano sin llamar a Fernando VII o cualquier otro Borbón. A cambio, recomendó llamar a algún antiguo insurgente que fuese soltero y que no hubiese sido indultado, el cual se casaría con alguna india guatemalteca para formar con ambos países una sola nación.

Guadalupe Victoria era el único que reunía dichas características.​ De acuerdo a Vicente Rocafuerte, en la entrevista el antiguo insurgente mostró algunos apuntes y pidió corregir el Plan de Iguala para adaptar un sistema de monarquía moderada.​ Las dos versiones coinciden en una negativa por parte de Iturbide, incluso, con una respuesta del jefe máximo basada en el refrán «si con atolito va sanando, atolito vámosle dando». La relación entre ambos personajes fue de apoyo para la independencia, pero con mutuo recelo personal.​

El 10 de junio, el brigadier realista Luaces se encontraba en Querétaro con una fuerza de 650 hombres. El día 15, 800 hombres al mando del teniente coronel Pedro Pérez de San Julián y del teniente coronel Bracho partieron desde San Luis Potosí con dirección a San Luis de la Paz con órdenes de apoyar la plaza. Iturbide giró órdenes a José Antonio de Echevárri para interceptar al contingente realista, a quien además se unieron las fuerzas del coronel Arlegui de Chichimequillas, del teniente coronel Gaspar López de San Miguel el Grande y de Juan José Codallos de San Juan del Río.​

El día 20, en las inmediaciones de San Luis de la Paz, Echávarri se reunió con los realistas para entablar un diálogo de paz. Mientras tanto, nuevas tropas trigarantes, al mando de los coroneles Moctezuma, Anastasio Bustamante y Juan Domínguez, llegaron a la plaza. El día 23, San Julián y Bracho depusieron las armas en San Luis de la Paz. Las fuerzas del Trigarante sumaban 10 000 hombres en la zona. Cuando el brigadier Luaces se enteró de que no recibiría refuerzos, decidió atrincherarse en el convento de la Cruz de Querétaro, pero el día 27 se rindió sin ofrecer resistencia. En ese lugar, Iturbide decidió eximir el impuesto de alcabala a los indígenas.

El jefe máximo del Trigarante ordenó a Vicente Filisola dirigirse al Valle de Toluca. La zona estaba resguardada desde Lerma por el coronel realista Ángel Díaz del Castillo, quien al tener conocimiento del avance emprendió su marcha a la ciudad de Toluca con una tropa de 800 hombres. El 18 de junio los defensores fueron rodeados, y se entabló una batalla en la que murieron 300 realistas, entre ellos el mayor Ramón Puig, así como quince trigarantes.

En Perote, Antonio López de Santa Anna había mantenido sitiadas a las fuerzas realistas del comandante Agustín de la Viña en la Fortaleza de San Carlos. El día 11, el coronel realista Samaniego rompió el sitio obligando a Santa Anna a replegarse a La Hoya. José Joaquín de Herrera se reunió con Santa Anna, y ambos decidieron que el primero se dirigiría a Puebla y el segundo a Veracruz para cortar los suministros a las fuerzas realistas. El 29 de junio, Santa Anna sostuvo un combate de poca importancia en el baluarte de Santa Bárbara, que fue rechazado.

El 4 de julio se trasladó a Casa Mata, en donde planeó tomar el baluarte de la Merced. El día 7 tomó por asalto los baluartes de Santa Lucía y Santa Bárbara.58​ Alentado por el resultado, decidió marchar a la Escuela de Práctica de Artillería y al baluarte de Santiago, así como tomar el cuartel de Fijo defendido por el coronel José Rincón. Durante la batalla un fuerte aguacero cayó en la región: las municiones de los trigarantes se mojaron y en consecuencia la acción militar fue un desastre. Los soldados del realista García Dávila causaron más de cien bajas a los asaltantes. Santa Anna se vio forzado a replegarse a Córdoba,​ desde donde envió un expedición a Puente del Rey para cortar un posible avance de los realistas hacia Xalapa.

En la Ciudad de México, las noticias de las derrotas realistas provocaron indignación. Como resultado, se llevó a cabo una conjura para deponer al jefe político superior de Nueva España Juan Ruiz de Apodaca. El 5 de julio, fueron detenidos los coroneles Francisco Javier Llamas y Blas del Castillo y Luna, jefes del regimiento Órdenes Militares y del batallón Castilla. Estos cuerpos militares, que fueron aumentados en número rápidamente, rodearon el palacio virreinal.

Las fuerzas conspiradoras dirigidas por el teniente coronel Francisco Buceli, así como los capitanes Lara, Llorente, Carballo y Béistegui, irrumpieron en el salón donde se encontraba reunido Apodaca con los jefes militares Liñán, Novella, Espinosa Tello y Sociats.​ Los amotinados pidieron la renuncia de Apodaca, a pesar de las protestas del mariscal Liñán, y después de discutir varias alternativas, el jefe superior político cedió el puesto a Francisco Novella. El nuevo jefe continuó el alistamiento forzoso y nombró comandante militar de México al coronel González del Campillo.​

Entretanto, Nicolás Bravo había realizado una campaña por Zacatlán, Tulancingo, San Cristóbal y Pachuca,​ con una fuerza de 4000 hombres se reunió el 1 de julio con el ex insurgente Manuel Mier y Terán en Cholula. El objetivo era avanzar sobre la ciudad de Puebla. La plaza estaba resguardada por Ciriaco del Llano. Acudió en su ayuda el coronel José Morán, quien se desplazó desde San Martín Texmelucan.​ El 6 de julio, los sitiados realizaron un infructuoso avance contra los trigarantes, quienes aumentaron en número con el apoyo de José Joaquín de Herrera.

El día 8 comenzaron las negociaciones de paz, pero fue hasta el 17 cuando finalmente se convino un armisticio. El coronel realista Epitacio Sánchez, procedente de Querétaro, avanzó con un grupo de caballería de 500 hombres hasta San Martín Texmelucan. Iturbide ordenó avanzar varias divisiones comandadas por Quintanar y Bustamante hacia la Ciudad de México para comenzar a cercarla. Al mando del regimiento de Celaya, se desplazó desde Arroyo Zarco hacia Cuernavaca, en donde realizó una proclama a la población el 23 de julio:​

El jefe máximo del Trigarante se dirigió a Cholula el día 28. Ciriaco del Llano concertó la capitulación de Puebla a través de los coroneles Horbergoso y Samaniego. El 2 de agosto, Iturbide entró triunfalmente en Puebla, que era considerada la segunda ciudad en importancia de Nueva España. Fue bien recibido por el obispo Antonio Joaquín Pérez. Mier, Bravo y Herrera, que habían realizado la campaña militar, se vieron opacados ante los gritos de la población que decían: «¡Viva Agustín I!».

En Monterrey, el brigadier realista Joaquín Arredondo concentró sus fuerzas militares, y desde ahí ordenó traer el tesoro que se encontraba en Saltillo. Sin embargo, el tesorero se negó a obedecer. Arredondo encargó al capitán Nicolás del Moral para hacer cumplir la orden y arrestar al tesorero. En lugar de obedecer la orden realista, el 1 de julio al llegar a Saltillo, Del Moral proclamó el Plan de Iguala. El 3 de julio, Arredondo comprendió que la resistencia sería inútil, entregó el mando a Gaspar López y se marchó a Tampico, en donde se embarcó hacia La Habana.

En Oaxaca, el presbítero y antiguo insurgente José María Sánchez tomó las armas y se dirigió a Tehuacán, mientras que el teniente coronel Pedro Miguel Monzón ocupaba Teotitlán. El antiguo capitán realista Antonio de León se unió al Plan de Iguala, entró en Tezontlán para avanzar de inmediato a Huajuapan, desde ahí entabló comunicación con el teniente coronel Antonio Aldao quien defendía la plaza de Yanhuitlán, al no convencer a este último, el lugar fue sitiado durante ocho días.

El 14 de julio, el coronel realista Manuel de Obeso acudió en ayuda de los sitiados acercándose a Huitzo.67​ El 17 de julio, León realizó un ataque infructuoso a esta plaza, no obstante logró a cambio la capitulación de Yanhuitlán. El 25 de julio, con un numeroso contingente de mixtecos y doscientos cincuenta hombres de caballería dirigidos por Francisco Miranda, emprendió un nuevo ataque contra el destacamento que había quedado en Huitzeo, el cual finalmente fue arrollado. Obeso se encontraba en Etla, ahí fue atacado por fuego de artillería durante más de tres horas, después de las cuales solicitó parlamento y rendición. De esta forma, el 30 de julio, los trigarantes y el grupo de mixtecos entraron sin resistencia a la ciudad de Oaxaca. Poco después, la independencia fue proclamada en Villa Alta por Nicolás Fernández del Campo y en la Costa Chica por el teniente coronel Reguera.

Durante su estancia en Puebla, Iturbide fue notificado del desembarco en San Juan de Ulúa de Juan de O'Donojú. El recién nombrado capitán general y jefe político superior de Nueva España, había salido de Cádiz el 30 de mayo en el navío Asia acompañado de un convoy de tropas destinadas a Puerto Cabello, lugar en donde había hecho escala previamente.​ O'Donojú había conspirado contra el primer régimen absolutista de Fernando VII. En 1821, fue jefe de armas en Sevilla y acaudilló el movimiento para la restauración constitucional. Una vez restablecida la Constitución fue nombrado jefe político de Sevilla, poco después fue recomendado por los diputados novohispanos —especialmente por Miguel Ramos Arizpe— para sustituir a Juan Ruiz de Apodaca.

El 3 de agosto, O'Donojú pasó a la ciudad de Veracruz, en donde tomó posesión de su cargo y se le rindieron los honores por parte del general García Dávila. En su discurso dejó muy en claro ser un liberal de claras y rectas intenciones para el país.​ De inmediato se le confirmó que a excepción de la Ciudad de México, Veracruz, Durango, Chihuahua, Acapulco y la fortaleza de San Carlos de Perote, el resto de la Nueva España se encontraba libre del dominio español. Ese mismo día, dirigió una proclama a los habitantes en la que reiteraba la rectitud de sus intenciones, increpaba la precipitación del movimiento que se había adelantado a la resolución de las Cortes y pedía que se le aceptase a prueba su mando, señalando estar dispuesto a renunciar si el pueblo elegía a otro jefe.

O´Donojú giró instrucciones para detener las hostilidades por parte de los realistas. El día 5 de agosto, envió al teniente coronel Gual y al capitán Pedro Pablo Vélez con dos cartas dirigidas a Iturbide, en las cuales confirmaba estar enterado de la situación que imperaba en la provincia, manifestándole además el deseo de reunirse para dialogar.​ El día 11, Iturbide envió la respuesta afirmativa a O'Donojú. El lugar del encuentro sería Córdoba para lo cual dispuso que una escolta acompañara al recién llegado.

Por otra parte se dirigió a Texcoco, desde donde envió un comunicado a Novella así como las proclamas publicadas por O'Donojú. Novella solicitó un armisticio y permiso de enviar al coronel Castro, al teniente Castillo y Luna y al capitán Carballo para encontrarse con O'Donojú. Iturbide negó el permiso y de inmediato se dirigió a Córdoba, lugar al que llegó la noche del 23 de agosto.

El 24 de agosto de 1821 Iturbide se reunió con O'Donojú. Después de oír misa, se firmaron los Tratados de Córdoba. Entre los artículos principales destacan:75​

I. Esta América se reconocerá por nación soberana e independiente, y se llamará en lo sucesivo «Imperio Mexicano».
II. El gobierno del Imperio será monárquico constitucional moderado.
III. Será llamado a reinar en el Imperio mexicano (previo juramento que designa el artículo 4° del plan), en primer lugar el señor don Fernando VII, rey católico de España; y por su renuncia o no admisión, su hermano el serenísimo señor infante don Carlos; por su renuncia o no admisión, el serenísimo señor infante don Francisco de Paula; por su renuncia o no admisión, el serenísimo señor don Carlos Luis de Borbón Parma, infante de España, antes heredero de Etruria, hoy de Lucca; y por renuncia o no admisión de éste, el que las Cortes del Imperio designen.
VI. Se nombrará inmediatamente, conforme al espíritu del Plan de Iguala, una junta compuesta de los primeros hombres del Imperio por sus virtudes, por sus destinos, por sus fortunas, representación y concepto, de aquellos que estén designados por la opinión general, cuyo número sea bastante considerable para la reunión de luces asegure el acierto en sus determinaciones, que serán emanaciones de la autoridad y facultades que les conceden los artículos (del propio Tratado).
VII. La junta de que trata el artículo anterior, se llamará Junta Provisional Gubernativa.
XII. Instalada la Junta Provisional gobernará interinamente conforme a las leyes vigentes en todo lo que no se oponga al Plan de Iguala y mientras las Cortes formen la constitución del Estado.

En la Ciudad de México, Novella había ordenado encarcelar a algunos simpatizantes de la independencia, entre ellos al padre Villaseñor, al franciscano Guisper y al presbítero Casanova, entre otros. El 25 de julio, Gabriel de Armijo, Húber, el brigadier Melchor Álvarez y el coronel Concha habían regresado, de esta forma el cuerpo de efectivos en la guarnición era de cinco mil hombres. Quintanar, Bustamante y otros jefes del Trigarante rodearon a la capital ocupando Chalco, Ixtapaluca, Tepotzotlán, Huehuetoca y Cuautitlán. Las fuerzas de Novella se distribuyeron en Tacuba, Tacubaya, Mixcoac, Coyoacán y el Peñón.

A pesar de la vigencia del armisticio, la cercanía de las tropas propició un encuentro el 19 de agosto, conocido como la batalla de Azcapotzalco. El capitán trigarante Velázquez realizó un avance de reconocimiento en Tacuba durante el cual sostuvo un tiroteo con tropas realistas, quienes defendieron el paso de un puente situado entre Tacuba y Azcapotzalco y fueron obligados a abandonarlo. Anastasio Bustamante acudió en ayuda de la columna de Acosta y juntos se dirigieron a la hacienda de Santa Mónica.

La tropa realista al mando del teniente coronel Buceli y del coronel Manuel de la Concha iniciaron la persecución de los independentistas atacando su retaguardia. El enfrentamiento se prolongó hasta la noche, Bustamante ordenó la retirada.​ Como resultado, en el encuentro murieron doscientos realistas y doscientos trigarantes, entre estos últimos el ex insurgente Encarnación Ortiz. Enardecidos, los independentistas pasaron por las armas al teniente realista Vicente Gil que había sido hecho prisionero durante el combate. Los realistas abandonaron sus puestos de avanzada y se replegaron a la ciudad.

Santa Anna envió al capitán Juan Nepomuceno Fernández, al frente de cuatrocientos hombres, hacia Acayucan y Coatzacoalcos. El avance llegó hasta Villahermosa, Huimanguillo, San Antonio y Cunduacán, lugares en donde se proclamó la independencia el 31 de agosto. Durante la misma fecha, el antiguo realista Llorente hizo lo mismo en Túxpam. El día 26 de agosto, el mariscal de campo y comandante general de las Provincias Internas de Occidente, Alejo García Conde, había proclamado la independencia en la ciudad de Chihuahua.

En Durango, José de la Cruz se había atrincherado con mil hombres del brigadier Diego García Conde. El trigarante Pedro Celestino Negrete llegó a la zona el 4 de agosto y solicitó la rendición a los realistas explcándoles la situación que reinaba en Nueva España. La respuesta fue negativa. El día 14, Negrete insistió con una nueva carta señalando que su tropa ascendía a más de dos mil seiscientos efectivos. Los realistas solicitaron un armisticio, pero no para negociar la rendición sino para saber el sesgo que tomaban los asuntos en la capital.

El gobernador militar Diego García Conde nuevamente rehusó la capitulación. Por tal motivo, Negrete decidió atacar la plaza. El asalto comenzó el día 29; al día siguiente, Negrete fue herido por una bala de fusil en el rostro, la cual le destrozó las mandíbulas superiores.​ Finalmente, el 31 de agosto, los realistas agitaron una bandera blanca en la torre de la catedral. Se confirmó la capitulación, y el día 6, Negrete entró a la ciudad acompañado de sus hombres. José de la Cruz se dirigió al puerto de Veracruz para embarcarse con rumbo a España.

O'Donojú envió una copia de los tratados a Novella quien, al recibirlos en la capital, celebró una junta general de guerra a la cual asistieron el arzobispo Fonte, el doctor Guridi y Alcocer y Juan Bautista Lobo de la diputación provincial, los miembros del Ayuntamiento Juan Acha y Francisco Manuel Sánchez de Tagle, los canónigos Bucheli y Matías de Monteagudo, los oidores de la Audiencia Yáñez y Osés, el conde de la Cortina representante del Consulado de México, algunos otros civiles y los altos jefes militares.

Se argumentó que O'Donojú no tenía facultades para firmar los tratados, los cuales debían ser ratificados por el Congreso y que contradecían a las primeras proclamas hechas en Veracruz. Además, se concluyó que el jefe político superior debería acudir a la capital para explicar su postura. Fueron comisionados el doctor Alcocer y el coronel Castillo y Luna para notificar de forma personal a O'Donojú la resolución de la junta.

El 5 de septiembre, Iturbide estableció su cuartel general en Azcapotzalco. El Ejército Trigarante estaba conformado por dieciséis mil hombres. El día 10 distribuyó la fuerza militar en tres frentes: el de la vanguardia quedó al mando de Morán —marqués de Vivanco— que fue apoyado por Vicente Guerrero y se situaron al norte de la ciudad, el frente del centro se ubicó en el poniente bajo las órdenes del brigadier Luaces y del coronel Anastasio Bustamante y el frente de la retaguardia que se instaló en el oriente del Valle de México bajo las órdenes de los coroneles Quintanar y Barragán. Iturbide nombró al brigadier Melchor Álvarez —quien acababa de abandonar a los realistas— como su jefe de Estado Mayor, secundado por los coroneles Joaquín Parres, Ramón Parres y Juan Davis Bradburn.

El 7 de septiembre, Novella solicitó un armisticio para poder entablar un diálogo con O'Donojú. Los comisionados presentaron la resolución de la junta a O'Donojú solicitándole a la vez que éste debería reconocer a Novella con carácter de Jefe Político Superior. La respuesta de O'Donojú fue negativa, incluso se aludió la violenta y criminal destitución de Apodaca.​ Novella decidió entregar el mando a O'Donojú, siempre y cuando este último lo recibiese con su carácter de Capitán General, puntualizando que si el recién llegado traía instrucciones para hacer la independencia, podría actuar en consecuencia sin oposición de su parte.

O'Donojú, irritado, contestó que no reconocía la autoridad legítima de Novella, la cual le había sido usurpada a Apodaca. Ambas partes accedieron a reunirse en la Hacienda La Patera, cerca de la Villa de Guadalupe el 13 de septiembre, junta a la que asistió Iturbide. Después de dos horas de reunión a puertas cerradas, Novella, en compañía de miembros del Ayuntamiento y de los diputados provinciales, dieron por válido el nombramiento de O'Donojú. El armisticio se prorrogó hasta el día 16, los participantes de la junta regresaron a sus respectivos cuarteles.

El 15 de septiembre, en la Ciudad de México, Novella hizo público el reconocimiento de O'Donojú, se nombró al mariscal de campo Liñán encargado del mando militar y del mando político al intendente Ramón Gutiérrez del Mazo. Se liberó de la cárcel a los simpatizantes de la independencia, se restableció la libertad de prensa y se suprimió la necesidad de pasaportes para entrar y salir de la ciudad. El día 16 de septiembre en Tacubaya, O'Donojú anunció la terminación de la guerra. El mismo día, Iturbide publicó una proclama dirigida a la guarnición de la capital, exhortándola a reparar con servicios importantes los males que se hubiesen causado e invitando a toda la población a reunirse bajo las banderas de la libertad para que participasen de los beneficios de la victoria.

La península de Yucatán era gobernada por Juan María Echeverri, Capitán General que dependía en lo judicial del virreinato de la Nueva España y quien había permanecido a la expectativa. El 15 de septiembre Echeverri, enterado de los movimientos independentistas de Tabasco, convocó en Mérida a la diputación provincial y al ayuntamiento. En consecuencia, se declaró de forma unánime la independencia de la Capitanía General de Yucatán. El coronel Juan Rivas Vértiz y el abogado Francisco Antonio Tarrazo fueron designados para presentarse ante Iturbide y O'Donojú. Durante la primera quincena de septiembre, la provincia de Chiapas, perteneciente a la Capitanía General de Guatemala, declaró su independencia. El intendente Juan Nepomuceno Batres juró el Plan de Iguala. Los habitantes de Chiapas manifestaron su interés por incorporarse al Imperio mexicano.​

Asistieron a Tacubaya para reunirse con O'Donojú e Iturbide el gobernador de la mitra de Michoacán Manuel de la Bárcena, el oidor José Isidro Yáñez, el obispo de Puebla Antonio Joaquín Pérez, miembros de la diputación provincial, del Ayuntamiento de México, así como miembros de la aristocracia de Nueva España que habían sido contrarios a la revolución iniciada por el Grito de Dolores. Iturbide escogió a los treinta y ocho integrantes de la Junta Provisional Gubernativa, casi todos notables por su posición social, por sus riquezas y títulos. Con la excepción del coronel Anastasio Bustamante, que se había unido al Trigarante seis meses antes, el resto habían sido fervientes sostenedores de la dominación española, ninguno de los antiguos insurgentes fue llamado a participar en la Junta.84​ Vicente Guerrero, Nicolás Bravo, Ignacio López Rayón, Guadalupe Victoria, José Sixto Verduzco y Andrés Quintana Roo fueron omitidos para participar. Los días 22 y 25 se septiembre los miembros celebraron dos juntas preparatorias, mientras tanto, los cuerpos expedicionarios abandonaron la ciudad. El día 23, José Joaquín de Herrera, al mando de los granaderos imperiales, ocupó el fuerte del Bosque de Chapultepec. El día 24, el coronel Vicente Filisola con una división de cuatro mil hombres entró a la capital. El día 26, O'Donojú fue recibido con una ceremonia.85​ Mediante un comunicado, Iturbide anunció la entrada del Ejército Trigarante para el día 27 y señaló que los valientes hijos de la patria habían peleado prácticamente desnudos por hacerla independiente y feliz: «¿no empeñaréis vuestra generosidad en vestir a los defensores de vuestras personas, de vuestros bienes y que os redimieron de la esclavitud?».86​ La ciudad respondió al llamado, enviando al cuartel general todo el vestuario que se hallaba en los almacenes y se anunció en el teatro que el producto de tres funciones sería destinado para el calzado del ejército libertador.87​

El día 27 de septiembre de 1821 —fecha del cumpleaños de Iturbide—, la división de Filisola salió desde Chapultepec para reunirse con el grueso de las tropas en Tacuba. A las diez de la mañana, el jefe máximo del Ejército Trigarante, montado en un caballo negro y seguido del Estado Mayor, avanzó por el Paseo Nuevo hasta llegar a la avenida de Corpus Christi, deteniéndose en la esquina del convento de San Francisco bajo un soberbio arco triunfal. Fue recibido por el alcalde más antiguo, José Ignacio Ormaechea, quien le entregó las llaves de la ciudad.87​ El paso del contingente fue vitoreado con gritos de «¡Viva Iturbide!, ¡Viva el Ejército Trigarante!, ¡Viva el emperador Iturbide!».​ Fueron 16.134 hombres los que entraron a la ciudad, 7416 infantes, 7955 dragones y 763 artilleros con 68 cañones de diferentes calibres.

Entre los oficiales se encontraban Domingo Estanislao Luaces, Pedro Celestino Negrete, Epitacio Sánchez, José Morán, Vicente Guerrero, Nicolás Bravo, Anastasio Bustamante, José Joaquín Parrés, José Antonio Echávarri, José Joaquín de Herrera, Luis Quintanar, Miguel Barragán, Vicente Filisola, José Antonio Andrade, Felipe de la Garza, Manuel de Iruela, Antonio López de Santa Anna, Gaspar López, Mariano Laris y Juan José Zenón Fernández. La mayor parte del ejército estaba formada por la tropa de exvirreinales que se habían adherido al Plan de Iguala. Solo una mínima parte eran exinsurgentes del Sur. Al terminar el desfile, O'Donojú, Iturbide y una numerosa comitiva se dirigieron a la Catedral de México en donde se entonó el Te Deum. Después el caudillo emitió una proclama a la población.

Mexicanos: Ya estáis en el caso de saludar a la patria independiente como os anuncié en Iguala; ya recorrí el inmenso espació que hay desde la esclavitud a la libertad, y toqué los diversos resortes para que todo americano manifestase su opinión escondida [...] Ya me veis en la capital del imperio más opulento sin dejar atrás ni arroyos de sangre, ni campos talados, ni viudas desconsoladas, ni desgraciados hijos que llenen de maldiciones al asesino de su padre; por el contrario, recorridas quedan las principales provincias de este reino, y todas uniformadas en la celebridad han dirigido al ejército trigarante vivas expresivos y al cielo votos de gratitud [...] Se instalará la Junta; se reunirán las Cortes; se sancionará la ley que debe haceros venturosos, y yo os exhortó a que olvidéis las palabras alarmantes y de exterminio, y sólo pronunciéis unión y amistad íntima...
Agustín de Iturbide, 27 de septiembre de 1821​


El día siguiente, a las nueve de la mañana, la Junta Provisional Gubernativa, conformada por treinta y ocho miembros nombrados previamente por el propio Iturbide, se reunió en el salón de acuerdos del recién nombrado Palacio Imperial.​ Después de un discurso inaugural pronunciado por Iturbide, fue declarada formalmente instalada la Junta Gubernativa,​ acto seguido, los integrantes se dirigieron a la Catedral para jurar el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba. Después del juramento, Agustín de Iturbide fue elegido por unanimidad como presidente de la Junta. Tras la celebración de otra misa, se citó una reunión para las nueve de la noche, en la cual se llevó a cabo la firma del Acta de Independencia del Imperio Mexicano.

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Marco Tulio Cicerón.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 27 Feb 2018 21:19

Excmo. Sr. D. Agustín de ITURBIDE y ARAMBURU (General del Ejercito Español, Primer Presidente de México ( II )


Junta Provisional Gubernativa

La Junta constituyó una Regencia de cinco miembros, la cual ejercería el Poder Ejecutivo: Iturbide como presidente, O'Donojú, el doctor Manuel de la Bárcena, Isidro Yáñez y Manuel Velázquez de León, quien había sido secretario del virreinato. Al darse cuenta que en Iturbide habían recaído ambas presidencias y que esto era incompatible, se eligió como presidente de la Junta al obispo de Puebla Antonio Joaquín Pérez. De esta forma el Poder Ejecutivo residió en la Regencia y el Poder Legislativo en la Junta.

La Junta declaró que el puesto de primer regente no era incompatible con el puesto de jefe del ejército, de esta forma nombró a Iturbide generalísimo de armas de mar y tierra del imperio o generalísimo almirante con un sueldo de 120 000 pesos anuales, un millón de capital, veinte leguas cuadradas de terreno en Texas y el tratamiento de Alteza Serenísima. A su padre José Joaquín Iturbide, se le concedieron los honores de regente, y cuando la regencia cesase, sería consejero de Estado. Iturbide renunció al sueldo correspondiente del 24 de febrero al 28 de septiembre y cedió 71 000 pesos, para sanear las necesidades del ejército.​

Mientras en la Ciudad de México se realizaron las primeras acciones del nuevo imperio, en las provincias se llevaron a cabo manifestaciones de júbilo. Los últimos realistas que rechazaron la independencia se econtraban en Acapulco, Perote y Veracruz. Antonio López de Santa Anna llevó a cabo las acciones militares que lograron la capitulación del castillo de Perote el 9 de octubre. Isidoro Montes de Oca designó al coronel Juan Álvarez para lograr lo misma tarea en el fuerte de San Diego de Acapulco, la plaza se rindió el 15 de octubre.

En Veracruz, el general José García Dávila prefirió mantenerse bajo la tutela del antiguo régimen. Dávila ofreció varias veces entregar la plaza a Santa Anna, pero durante la noche del 26 de octubre, el jefe español decidió resguardarse con su tropa y armamento en la fortaleza de San Juan de Ulúa. Este fue el último reducto español que resistió y capituló hasta el 18 de noviembre de 1825. Sin embargo, Manuel Rincón, gobernante interino de Veracruz, levantó una acta de adhesión al plan de independencia.

El 8 de octubre, O'Donojú falleció víctima de pleuresía. El puesto vacante de la regencia fue ocupado por el obispo de Puebla, quien dejó a su vez la presidencia de la Junta, la cual ocupó el doctor José Miguel Guridi y Alcocer.​ Se nombraron cuatro secretarios: José Pérez Maldonado en Hacienda, Antonio Medina Manzo en Guerra, José Domínguez —secretario de Iturbide— en Jusiticia y José Manuel de Herrera en Relaciones Interiores y Exteriores.

Iturbide instituyó las Capitanías Generales de provinicia. Nombró gobernadores a Anastasio Bustamante para las Provincias Internas de Oriente y Occidente; a Pedro Celestino Negrete para Nueva Galicia, Zacatecas, y San Luis Potosí; a Manuel de la Sotarriva para México, Querétaro, Valladolid y Guanajuato; y a Vicente Guerrero para Tlapa, Chilapa, Tixtla, Ajuchitlán, Ometepec, Tecpan, Jamiltepec y Teposcolula.

En noviembre de 1821, algunos de los antiguos insurgentes, quienes tenían ideas de establecer un gobierno republicano, celebraron una serie de reuniones en la casa de Miguel Domínguez en Querétaro. Asimismo, escribieron a Guadalajara a Pedro Celestino Negrete para invitarlo a participar, pero éste consideró que se trataba de un conspiración y dio aviso a Iturbide. Fueron arrestadas diecisiete personas, entre ellos Guadalupe Victoria, Nicolás Bravo, Miguel Barragán, el licenciado Juan Bautista Morales, el padre Carvajal y el padre Jiménez, entre otros. La conspiración resultó ser tan solo reuniones en las que se charlaba sobre el futuro del gobierno. Casi de inmediato, se otorgó la libertad a los participantes, a excepción de Guadalupe Victoria, quien permaneció encarcelado pero poco después logró fugarse de su prisión.

Desde las primeras sesiones, la Junta se autonombró Soberana Junta Provisional Gubernativa. Los miembros eran de diversas ideologías: algunos habían simpatizado con las ideas autonomistas durante la crisis política de 1808, otros habían sido diputados de las Cortes de Cádiz, simpatizantes del manifiesto de los persas o participado en la conspiración de la Profesa. Lógicamente se formó una división de partidos al interior de la Junta: los iturbidistas, cuyos miembros principales eran del alto clero, oficiales de alto rango del ejército y los hacendados; los de ideas republicanas, cuyos miembros eran casi todos abogados o pertenecían al bajo clero; y los borbonistas.​ Antes de nombrar al Congreso constituyente, la Junta trató de resolver algunos asuntos. El 9 de noviembre, se solicitó que se abrieran los noviciados, la reposición de los hospitalarios y de la Compañía de Jesús. La moción fue apoyada por los miembros del clero en voz de Monteagudo, pero puso de manifiesto la oposición de los liberales en voz de José María Fagoaga.​ Las solicitudes fueron rechazadas, aprobadas y discutidas repetidas veces sin lograr un consenso definitivo. Como resultado, se profundizaron las diferencias y el antagonismo entre los partidos.

Una vez que la Junta se concentró en la forma de constituir el Congreso, fueron presentados tres planes. El de Iturbide propuso una cámara única con representación proporcional a la importancia de clases y elección directa. Esta propuesta daba predominio a los grupos privilegiados y eliminaba el papel elector de los ayuntamientos. El plan de la Regencia coincidía con el plan de Iturbide, pero proponía dos cámaras, una alta formada por el clero, ejército y diputaciones y una baja formada por ciudadanos. El tercer proyecto —que fue apoyado por la mayoría de los miembros de la Junta— proponía una sola cámara sin separación de clases ni representación proporcional y con elección indirecta. Esta propuesta favorecía a los cabildos, a los abogados, y al clero bajo.​ Este último fue básicamente el plan adoptado, aunque no se admitió que fuera proporcional tal y como lo había pretendido Iturbide.​ De esta forma, los ayuntamientos deberían elegir a sus diputados, los cuales se presentarían en la capital el 13 de febrero de 1822, para instaurar el Congreso el día 24, fecha de aniversario del Plan de Iguala. El número de diputados sería de ciento sesenta y dos con veintinueve suplentes.

Mientras tanto, Iturbide, como presidente de la Regencia, tomó una actitud paternalista y redujo algunos impuestos y eliminó otros. Rechazó el «diezmo real» sobre la minería, liquidó los estancos de pólvora y azogue, redujo los derechos de importación y de exportación, redujo la tasa de la alcabala del 10 al 6 %, y suprimió el impuesto de cuatro pesos por barril al aguardiente de caña.106​ Como resultado, la captación de ingresos disminuyó un 57 %, lo cual representó dejar de percibir más de cinco millones de pesos.

Si bien la libertad de prensa se había restituido, el 22 de octubre la Regencia había proclamado un manifiesto pidiendo moderación a los escritores con la finalidad de evitar discordias y desunión.​ El 11 de diciembre, el escritor Francisco Lagranda publicó el Consejo prudente sobre una de las tres garantías en el que exhortaba a los españoles enajenar sus bienes y salir del país. El pánico cundió entre la clase privilegiada, pero la Regencia actuó con rapidez, desmintió el impreso y apresó al autor.

Carlos María Bustamante fundó el periódico republicano La Avispa de Chilpancingo en el cual rememoró a José María Morelos y a los antiguos insurgentes, criticó los desaciertos de la Junta, el proyecto de convocatoria de Iturbide y la política económica que se había seguido.110​ Carlos María Bustamante fue encarcelado, la prisión duró solo algunas horas pues fue absuelto por el jurado. Sin embargo, varios escritores se pronunciaron abiertamente en contra del Plan de Iguala, algunos sugirieron optar por un gobierno republicano y otros alentaron a Iturbide a ceñirse la corona imperial.

Debido al déficit presupuestario del erario, la Junta se vio obligada a imponer préstamos forzosos a la población, pero la recaudación fue insuficiente. Se priorizó el pago de salarios a la tropa y en segundo término al sueldo de los oficiales.​ El Trigarante fue renombrado Ejército Imperial y fue restructurado por el generalísimo Iturbide. Los oficiales que nombró a cargo de los regimientos fueron José Joaquín Herrera, José Antonio Matiauda, Pedro Otero, Lobato, Santa Anna, Epitacio Sánchez, Echávarri, Cortazar, Moncada, Zenón Fernández, Parrés, Gabriel de Armijo, Guerrero, Bravo, Bustillo, Barragán, Filisola, Andrade, y Laris, pero se reservó para sí mismo, el mando del regimiento de Celaya. El 9 de noviembre, Iturbide propuso la creación de una o dos órdenes militares. La idea fue aprobada por la Junta, de esta manera se fundó la Orden Imperial de Guadalupe, la cual fue destinada para premiar el mérito militar, los servicios prestados en el orden civil o eclesiástico, los servicios prestados a la nación, o bien, a la causa de la independencia.

Como medida popular la Junta propuso suprimir a los indígenas el pago de las contribuciones llamadas de «medio real de ministros», «medio de hospital» y el «uno y medio de cajas de comunidad». Estas contribuciones formaban un fondo para solventar los frecuentes pleitos en cuestiones de tierras y agua, para financiar el funcionamiento del Hospital Real y para contar con un fondo el cual podía ser destinado para gastos de culto, mantenimiento de escuelas y apoyo para calamidades como epidemias o pérdidas de cosecha.​

A pesar de que Fagoaga se opuso a la eliminación de esta contribución sistematizada, la medida se llevó a cabo. Como resultado los indígenas quedaron sin recursos para estos gastos, pues no se proveyeron fondos de sustitución de los mismos. En contraste, Juan Francisco Azcárate propuso formalizar la abolición de la esclavitud en base al artículo doce del Plan de Iguala, para así manumitir a los esclavos que existían en el imperio y erradicar esta institución, sin embargo, el dictamen no se llevó a cabo, pues se consideró que este tema debería ser tratado hasta el establecimiento del Congreso.

El 15 de septiembre de 1821 en la Provincia de Guatemala, Gabino Gaínza convocó una junta con las autoridades del lugar, se decidió proclamar la independencia del Gobierno Español, una vez que Ciudad Real, Comitán y Tuxtla habían "proclamado y jurado dicha independencia".

En los meses siguientes, la Provincia de San Salvador prestó juramento a la independencia, la Provincia de Comayagua y la Provincia de Nicaragua y Costa Rica declararon su independencia, pero en general existían disidencias en la región: las provincias más lejanas, al igual que Chiapas y Quetzaltenango quisieron anexarse al Imperio mexicano, pero en la ciudad nicaragüense de Granada, así como en las localidades hondureñas de Trujillo, Omoa, Gracias a Dios y Tegucigalpa la población expresó su rechazo a esta idea. El gobernador de Honduras se levantó en armas ocupando Omoa.

El general Gaínza comunicó los hechos a Iturbide, ante la diversidad de opiniones se dispuso que cada pueblo eligiese la incorporación. El 5 de enero de 1822, el escrutinio de los votos dio como resultado una mayoría que deseaba la unión a México, pero en San Salvador no había la misma disposición.​ Por otra parte, el brigadier Vicente Filisola y el coronel Felipe Codallos se habían puesto en marcha hacia Guatemala. Gaínza declaró rebelde a la provincia de San Salvador, presidida por el cura José Matías Delgado, y destacó una fuerza de mil hombres al mando del coronel Manuel Arzú, quien atacó y ocupó la plaza.

Cuando llegó Filisola se suspendieron las hostilidades. A pesar de la inconformidad, se le nombró jefe político superior y comandante general de la provincia, la que declaró anexada el 9 de febrero de 1823.​ En la Ciudad de México, Iturbide, en su carácter de presidente de la Regencia, propuso a la Junta que las provincias de Centroamérica tuviesen sus diputados correspondientes en el Congreso.​ La extensión territorial del imperio alcanzó la cifra de 4 871 733 kilómetros cuadrados, abarcando hacia el sur alcanzando Costa Rica y hacia el norte las Californias, Nuevo México y Texas.

El día 13 de febrero, las Cortes españolas declararon ilegales, nulos y de ningún efecto, los Tratados de Córdoba. Los diputados americanos regresaron con la negativa de aceptación a la corona del Imperio mexicano por parte de los herederos borbonistas. Sin conocerse aún la noticia, se instaló el 24 de febrero de 1822 el Congreso Constituyente del Imperio.​ Los miembros formaron un grupo heterogéneo, destacando entre los liberales Servando Teresa de Mier, José María Fagoaga, el general Horbegoso, José Miguel Guridi y Alcocer y Carlos María Bustamante —quien fue nombrado primer presidente del Congreso—.

Por los borbonistas se encontraba el obispo Castañiza.​ Los diputados casi de inmediato entraron en roces con la Regencia: el Congreso se autoproclamó único representante de la soberanía de la nación cuando Fagoaga preguntó: «¿La soberanía nacional reside en este Congreso Constituyente?» Acto seguido, y de acuerdo a lo preestablecido, se realizó la división de poderes, el Congreso delegó el Ejecutivo a la Regencia y el Judicial a los tribunales. Se redactó el juramento de la Regencia de la siguiente manera:

¿Reconocéis la soberanía de la nación mexicana, representada por los diputados que ha nombrado para este Congreso constituyente? Sí reconozco. ¿Jurais obedecer sus decretos, leyes, órdenes y Constitución que este establezca, conforme al objeto para que se ha convocado, y mandarlos observar y hacer ejecutar? ¿Conservar la religión católica, apostólica y romana, con intolerancia de otra alguna, conservar el gobierno monárquico moderado del imperio, y reconocer los llamamientos al trono, conforme al tratado de Córdoba, y promover en todo el bien del imperio? Si así lo hiciéreis, Dios os ayude; y si no, os lo demande.
Juramento de la Regencia ante el Congreso.

El Congreso citó a Iturbide y a los miembros de la Regencia para prestar el juramento. Durante el acto el generalísimo quiso tomar el asiento principal de la tribuna, pero el diputado Pablo Obregón le negó el lugar, pues este correspondía al presidente del Congreso. Desairado, el generalísimo pronunció un discurso inicial, realizó el juramento, y recordó al Congreso que se debería hacer la separación de cámaras, pero esta no se llevó a cabo.​ La oposición de republicanos y monarquistas se hizo evidente, los primeros aspiraban a una forma diferente de gobierno, los segundos, cuando se enteraron del rechazo en Madrid a los Tratados de Córdoba y que la nación podría escoger a su monarca, ya no deseaban la presencia de un Borbón en México, sino volver a la antigua dependencia peninsular.​

El Congreso prohibió los gastos no autorizados por él y eliminó los empréstitos forzosos. El presupuesto anual era de once millones de pesos, de los cuales casi diez millones estaban destinados a los gastos del ejército y marina. La tropa estaba conformada por 68 000 efectivos, es decir, casi el doble de los que se tenían en 1810.​ La reducción de estos gastos ocasionó una disputa abierta entre los diputados e Iturbide, pues el ejército era el baluarte de la Regencia.128​ Iturbide retrasó la expedición de los decretos en materia fiscal.

El Congreso siguió sesionando diversos asuntos sin agenda establecida. Entre los acontecimientos más notables destacó la prisión de fray Servando Teresa de Mier, quien había sido electo diputado por Nuevo León, pero durante las elecciones se encontraba en Estados Unidos. A su regreso, desembarcó en San Juan de Ulúa y fue hecho prisionero por José García Dávila. Carlos María Bustamante, a la sazón presidente del Congreso, pidió a la Regencia actuar en consecuencia. Los reclamos no se hicieron esperar y Dávila accedió a liberar a Mier, aunque dilató la respuesta. El suceso fue aprovechado para revisar el caso de Guadalupe Victoria, quien también había sido elegido diputado por Durango, pero se encontraba prófugo y acusado de cargos de conspiración. Se solicitó un salvoconducto para que Victoria se pudiera presentar a ocupar su cargo, pero el proceso no se concluyó; por su parte, el ex insurgente prefirió mantenerse oculto en Paso de Ovejas.​

La relación de Iturbide con el Congreso se volvió más tensa cuando el ministro de Guerra presentó un informe en el cual se solicitaba que el Ejército Imperial tuviese 35 900 efectivos, por su parte, los diputados José María Fagoaga y José Hipólito Odoardo protestaron ante tal requerimiento y propusieron una reducción a 20 000 efectivos.​ Durante el transcurso de las negociaciones, una contrarrevolución española había iniciado en el sureste de la capital. Iturbide irrumpió en el salón del Congreso fuera de protocolo y sin compañía de los otros miembros de la Regencia, cuando se le cuestionó el motivo, respondió que había traidores en la Regencia o en el Congreso.

Posteriormente mostró una correspondencia de García Dávila, en la cual el comandante español de San Juan de Ulúa de forma vaga ofrecía el apoyo al partido español. Los diputados, al verse inculpados, acusaron a Iturbide de traidor, pues era él quien había mantenido la correspondencia con García Dávila durante la prisión de Servando Teresa de Mier. Los ánimos se crisparon: el diputado Melchor Múzquiz propuso la destitución de Iturbide, pero Fagoaga logró persuadirlo para desistir.

El generalísmo acusó a once diputados de traidores y envió a Epitacio Sánchez al mando de un regimiento de caballería para custodiar el Congreso. Los diputados temieron que éste sería disuelto.​ El Jueves Santo el Congreso se reunió para analizar la acusación a los once diputados, se llamó al ministro de Guerra y después de deliberar y con votación unánime, se determinó que los inculpados no habían desmerecido confianza alguna. Mientras tanto, el general Anastasio Bustamante, al mando de cuatrocientos hombres, había llegado a Tenango del Aire.

En las cercanías de Cuautla pudo vencer a la tropa de españoles que había salido desde Texcoco para iniciar la contrarrevolución. Fueron hechos prisioneros cuarenta y cuatro oficiales y trescientos ochenta soldados. El Congreso felicitó a la Regencia por el triunfo obtenido, pero se determinó sustituir al obispo Pérez, al doctor Bárcena y a Manuel Velázquez, cuyos lugares ocuparon Nicolás Bravo, el conde de Heras y el cura de Huamantla Miguel Valentín.

A principios de mayo de 1822, el distanciamiento entre Iturbide y el Congreso se había acrecentado. Durante una sesión en el salón del Congreso se leyó una felicitación al undécimo regimiento de caballería, el documento decía entre otras cosas que «la América del Septentrión detestaba a los monarcas porque los conoce» y se añadía «que debía adoptarse el sistema de las repúblicas que se habían adoptado en Colombia, Chile y Buenos Aires». La lectura del documento fue interrumpida por el diputado Alcocer, se creyó que el documento no era un incidente aislado y se sospechó que el general Nicolás Bravo había participado en la redacción del mismo.

Con los ánimos exaltados se prosiguió la lectura, los republicanos aplaudieron el documento. La división en el ejército también se hizo notoria. Los generales ituribidistas eran Anastasio Bustamante, Antonio Andrade, Luis Quintanar, Manuel de la Sota Riva, Zenón Fernández, Manuel Rincón, José Rincón, Antonio López de Santa Anna, Luis Cortázar y Rábago, José Antonio de Echávarri y Vicente Filisola; en contra de Iturbide estaban Miguel Barragán, Juan Horbegozo, Guadalupe Victoria, Pedro Celestino Negrete, José Morán, Nicolás Bravo y Vicente Guerrero.

Un grupo de masones pertenecientes al rito escocés llegó a México durante el viaje de O'Donojú, el cual contactó a la logia existente en México. Entre sus adeptos se encontraban miembros del ejército y del Congreso. Los masones conspiraban en contra de la posible coronación de Iturbide. Durante una discusión acalorada en donde había más de cien concurrentes, un coronel expresó que «si faltaban puñales para libertarse del tirano —nombre que le daban a Iturbide— ofrecía su brazo vengador a a la patria». La noticia llegó hasta los oídos del generalísimo.

A las diez de la noche del 18 de mayo, un grupo de soldados de diversas guarniciones comenzaron a vitorear en la ciudad. El sargento Pío Marcha del regimiento de Celaya hizo tomar lar armas a la tropa de su cuartel. El grupo se lanzó a la calle proclamando a Iturbide con el título de Agustín I, parte de la población de los barrios de El Salto del Agua, San Pablo, La Palma y San Antonio Abad se unió al grupo.136​ El estrépito aumentó con el repique general de campanas, con las salvas de artillería y los gritos de «¡Viva Agustín I!». El coronel Rivero, a la sazón ayudante de Iturbide, irrumpió en el teatro e hizo proclamar al generalísimo por la concurrencia.

Ese día memorable, á las diez de la noche, el pueblo y la guarnición de México me proclamaron emperador..[..]..Inmediatamente, y como si todos los habitantes estuviesen animados de los mismos sentimientos, aquella vasta capital se vio iluminada, los balcones se cubrieron de cortinas y se ocuparon de los más respetables habitantes que oían repetir con gozo las aclamaciones de la multitud que llenaba las calles..[..]..Ni un solo ciudadano expresó la menor desaprobación, prueba evidente de la debilidad de mis enemigos y de la unanimidad de la opinión pública en mi favor.

Mi primer deseo fue el de presentarme y declarar mi determinación de no ceder á los votos del pueblo. Si me abstuve de hacer esto, fue únicamente porque me pareció prudente deferir á los consejos de un amigo que estaba en aquellos momentos conmigo. Apenas tuvo tiempo de decirme: "Se considerará vuestro no consentimiento como un insulto, y el pueblo no conoce límites cuando está irritado. Debéis hacer este nuevo sacrificio al bien público; la patria está en peligro; un rato más de indecisión por vuestra parte bastaría para convertir en gritos de muerte estas aclamaciones." Conocí que era necesario resignarse á ceder á las circunstancias, y empleé toda esta noche en calmar el entusiasmo general y en persuadir al pueblo y á las tropas que me permitiesen tiempo para decidirme, y entretanto prestar obediencia al Congreso...
Manifiesto al mundo de Agustín de Iturbide.

A la mañana siguiente, apareció fijada una exhortación de Iturbide dirigida a los mexicanos, en la cual confirmaba que «el ejército y el pueblo de esta capital acababan de tomar partido» y que al resto de la nación correspondía aprobar o reprobar la moción, también pedía a la población que no se exaltaran las pasiones pues correspondía a los diputados la representación de la nación, y enfatizó que la ley era la voluntad del pueblo y que no había nada sobre ella.

La tensa situación obligó al Congreso a reunirse de inmediato en una sesión extraordinaria. Se pidió a la Regencia la tranquilidad pública para poder deliberar un asunto tan delicado, pero Iturbide no actuó hasta que los diputados solicitaron su presencia en el salón del Congreso. Se presentó con un séquito de oficiales del ejército, forzando de esta manera a que el Legislativo se reuniése en sesión pública.​ En las tribunas del Congreso, hubo presencia de «masas», mezcla de diputados, paisanos, frailes y militares. Entre los agitadores iturbidistas se encontraba el fraile mercedario Aguilar.

Los diputados Alcocer, Gutiérrez, Ansorena, Terán, Rivas, San Martín y otros, afrontaron la excitación popular tratando que al menos, el pronunciamiento se legalizase mediante un plebiscito. El diputado Valentín Gómez Farías, apoyado por cuarenta y seis de sus colegas, señaló que una vez rotos los Tratados de Córdoba y el Plan de Iguala —ya que no habían sido aceptados en España— correspondía a los diputados emitir su voto para que Iturbide fuese declarado emperador. Gómez Farías añadió que éste debería obligarse a obedecer la Constitución, leyes, órdenes y decretos que emanasen del Congreso mexicano.

Los diputados comenzaron a debatir en medio de gritos e interrupciones, después, se procedió a la votación. Iturbide resultó electo por sesenta y siete sufragios contra quince. La multitud aclamó el resultado y acompañó al generalísimo vitoreándolo desde el salón de Congreso hasta su casa. La aprobación no había sido legal, pues solamente contó con ochenta y dos sufragios, y en el reglamento del Congreso se requería una concurrencia de ciento un diputados,​ la cual fue confirmada legalmente más tarde por el Congreso en su plenitud.​ Los borbonistas que todavía mantenían esperanzas de hacer cumplir el Plan de Iguala se decepcionaron, incluso, el arzobispo de México Pedro de Fonte decidió abandonar el país. Los diputados trabajaron en la redacción del juramento que debería de prestar el nuevo emperador:

Agustín, por la Divina Providencia, y por nombramiento del Congreso de representantes de la nación, emperador de México, juro por Dios y por los santos evangelios, que defenderé y conservaré la religión católica, apostólica y romana, sin permitir otra alguna en el imperio: que guardaré y haré guardar la Constitución que formare dicho Congreso, y entre tanto la española en la parte que está vigente, y asimismo las leyes, órdenes y decretos que ha dado y en lo sucesivo diere el repetido Congreso, no mirando en cuanto hiciere, sino al bien y provecho de la nación: que no enagenaré, cederé, ni desmembraré parte alguna del imperio: que no exigiré jamás cantidad alguna de frutos, dinero ni otra cosa, sino las que hubiere decretado el Congreso; que no tomaré jamás á nadie sus propiedades, y que respetaré sobre todo la libertad política de la nación y la personal de cada individuo...
Juramento de Agustín I.

De esta forma quedaría claro que la legislación vigente era la Constitución de Cádiz y las órdenes o decretos emitidos por el Congreso. Los altos oficiales del ejército enviaron cartas de felicitaciones al generalísimo. Después de prestar el juramento, el emperador pronunció un discurso en el que llegó a exclamar:​

Quiero, Mexicanos, que si no hago la felicidad del Septentrión, si olvido algún día mis deberes, cese mi Imperio; observad mi conducta, seguros de que, si no soy para ella digno de vosotros, hasta la existencia me será odiosa. ¡Gran Dios! no suceda que yo olvide jamás; que el Príncipe es para el Pueblo y no el Pueblo para el Príncipe.
Fragmento del discurso de Agustín I

El 23 de mayo se inició la discusión del funcionamiento del imperio y la previsión de la sucesión. Se determinó que el hijo primogénito del emperador, al igual que los hermanos, recibiría tratamiento de príncipe y alteza imperial, su padre Joaquín sería el príncipe de la Unión y su hermana María Nicolasa la princesa de Iturbide. También se crearía la moneda oficial del imperio y un Consejo provisional de Estado. Durante el virreinato, la corte de los virreyes estaba reducida a la mayor sencillez, no obstante se previno que la Casa Imperial debería contar con mayordomo mayor, caballerizo mayor, capitán de guardia, ayudantes del emperador, limosnero mayor, capellanes de S.M., capellanes honorarios, capellán mayor, teniente de capellanía mayor, capellán privado de la familia, confesores, predicadores, predicadores honorarios, ayo de los príncipes, maestro de ceremonias, sumiller de palacio, gentiles hombres de cámara con ejercicio, mayordomos de semana, camarera mayor, dama primera y guardamayor, damas, damas honorarias, camaristas, médico y cirujano de cámara de S.M., médico y cirujano de la familia imperial, maestro de los caballeros, pajes, maestro de los príncipes, pedagogos, ujieres de palacio, ayudas de cámara, peluqueros, guardarropas del emperador y la emperatriz, impresor de cámara e introductor de embajadores.

Se crearon los estatutos de la Orden de Guadalupe para que Iturbide pudiese entregar esta distinción, además de grados y ascensos militares. Entre los nombramientos figuraron el marqués de Aguayo como mayordomo mayor, el conde de Regla como caballerizo mayor, el marqués de Salvatierra como capitán de la guardia, el conde de Rul y los hijos del conde de Agreda como mayordomos de la semana, entre algunos otros. Debido a los bajos recursos del erario, fue necesario pedir joyas prestadas para las coronas del emperador y la emperatriz.

El 21 de julio de 1822, fue el día de la coronación. Desde temprano sonaron las salvas de veinticuatro cañones, se adornaron balcones y las fachadas de los edificios públicos fueron engalanadas, así como atrios y portales de iglesias. En la catedral metropolitana se colocaron dos tronos, el principal junto al presbítero y el menor cerca del coro.​ Poco antes de las nueve de la mañana, los miembros del Congreso y del Ayuntamiento ocuparon sus lugares destinados.

Tropas de caballería e infantería hicieron valla al futuro emperador y a su séquito. Tres obispos oficiaron la misa. El presidente del Congreso, Rafael Mangino, fue el encargado de colocar la corona a Agustín I, acto seguido el propio emperador ciñó la corona a la emperatriz. Otras insignias les fueron impuestas a los recién coronados por los generales y damas de honor, el obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo exclamó ¡Vivat Imperator in aeternum!, «¡vivan el emperador y la emperatriz!». Terminada la ceremonia, el tañido de las campanas y el estrépito de los cañones comunicaron al pueblo que la coronación se había consumado.

El imperio enfrentaba la oposición republicana y la resistencia de la guarnición española de San Juan de Ulúa. Iturbide, asistido por su Consejo de Estado, comenzó la abierta pugna contra el Congreso: su primera propuesta fue disminuir el número de diputados, para de esta manera deshacerse de alguna parte de sus enemigos e intentar así nulificarlos.

Después de la coronación, el comercio y la minería bajaron su actividad hasta que se estableció nuevamente la confianza, aunque algunos españoles peninsulares acaudalados, temiendo por su seguridad, prefirieron abandonar el imperio.​ Los partidarios del Plan de Iguala, al sentirse defraudados, engrosaron las filas de la logia masónica escocesa, la cual hizo sentir su influencia en la política. El brigadier de Nuevo Santander, Felipe de la Garza, al enterarse que los Tratados de Córdoba se habían roto, propusó al Congreso adaptar un gobierno republicano, ofreciendo una fuerza de caballería de 2000 efectivos.​

El ministro plenipotenciario de Colombia, Miguel Santa María, animó a los diputados para seguir la política republicana que había adaptado su propio país. Por medio de agentes que tenía introducidos en las logias y en los círculos oposicionistas, Iturbide se enteró de la situación. El emperador expidió sus pasaportes a Santa María y el 26 de agosto ordenó el arresto de los diputados José Joaquín Herrera, Lombardo, Teresa de Mier, Fagoaga, Echarte, Tarrazo, Obregón, Tagle, Echenique, Anaya, Iturribarría, Zebadua, Zercero, Mayorga y otros más. Los reclamos del Congreso fueron inmediatos, Iturbide justificó que, facultado por la Constitución española, había procedido a la aprehensión de los involucrados por causa de conspiración, pidió calma y solicitó esperar la resolución de los tribunales.

Iturbide disolvió el Congreso Nacional, bajo su régimen.

El día 27 de agosto, el general De la Garza envió una misiva dirigida al emperador, firmada por el Ayuntamiento de Soto la Marina, los electores e individuos de la Diputación provincial, el párroco y oficiales de Nuevo Santander, en la que apoyaba los reclamos del Congreso.​ Iturbide consideró la misiva como una sublevación, giró órdenes al brigadier Zenón Fernández para presentarse en la zona y batir a De la Garza, después se le confirió el mando de la región Huasteca al coronel Manuel Gómez Pedraza. De la Garza fue hecho prisionero en Soto la Marina. En la Ciudad de México, los diputados acusados de conspiración continuaron presos. El 27 de septiembre, Lorenzo de Zavala propuso ante el pleno reformar el Congreso, arguyendo la desigualdad de representación de las provincias, la necesidad de reducir el número de diputados y concluyendo que se requería realizar una nueva convocatoria. Sin embargo, la propuesta fue rechazada.

El 31 de octubre, Iturbide lanzó un decreto por el que se disolvió la Asamblea Constituyente, bajo el argumento de considerar «utópica» su labor. El general Luis Cortázar y Rábago fue el encargado de anunciar el decreto al presidente del Congreso Mariano Marín. Él mismo dio un plazo de media hora para desalojar el recinto. Con el apoyo de cuarenta y cinco diputados —entre ellos, Lorenzo de Zavala— y ocho suplentes, se creó una Junta Nacional Instituyente encargada de lograr una estabilidad política y económica. Para lograr estos objetivos, la Junta debería diseñar un método para la designación de los miembros de un nuevo Congreso, así como la creación de una Comisión de Hacienda la cual estuvo a cargo de Mariano Larraguibel.

Una vez instalada la Junta, los asuntos pendientes a resolver fueron las hostilidades por parte de Francisco Lemaur, comandante sustituto de García Dávila en San Juan de Ulúa, así como la revisión del tesoro imperial. Un préstamo fue negociado en Londres, el cual nunca llegó, y otro más con Diego Berry, pero tampoco pudo concretarse. Ante la difícil situación económica del erario, se impuso un préstamo de 2 800 000 de pesos con la hipoteca de una contribución general de todos los habitantes del imperio.

También se prohibió la exportación de dinero a los españoles que querían migrar, y solamente se les permitió viajar con la ropa de uso y muebles necesarios. Otras medidas incluyeron: la restricción de la libertad de prensa, y penas contra conspiradores. Por otro lado, se determinó que no era factible lograr un presupuesto por 20 000 000 de pesos, de los cuales se necesitaban 1 500 000 para los gastos de la renta real. El déficit se intentó cubrir mediante el producto de la renta de tabaco y la captación de cuatro reales sobre todos los individuos de ambos sexos de catorce a sesenta años de edad.

Para solventar la falta de recursos y salvaguardándose en la fe pública, Iturbide tomó fondos de una conducta de plata de propiedad privada por un cantidad de 1 297 200 pesos, que se encontraba depositada en Perote y Jalapa; esta acción provocó el descontento de los comerciantes. Fue emitido papel moneda sin respaldo, y la Gaceta Imperial de México publicó el 31 de diciembre de 1822 el permiso de impresión hasta por un monto de 4 000 000 de pesos. Otra medida de Iturbide fue la autorización expedida a Stephen Austin, el 3 de enero de 1823, para colonizar Texas.

Desde que se unió al Plan de Iguala, Antonio López de Santa Anna mantuvo una relación estrecha con Iturbide, quien lo nombró gobernador militar de Veracruz. Entablaron comunicación y amistad personal por medio de correspondencia durante más de un año. En octubre de 1822, Santa Anna, sin flota y sin artillería pesada, pretendió tomar el fuerte de San Juan de Ulúa. Debido a que el proyecto era de especial interés, Iturbide giró órdenes al general José Antonio de Echávarri para supervisar las operaciones, pero todo se trataba de una cadetada y el plan fracasó.

El 16 de noviembre, Iturbide se trasladó a Xalapa con el pretexto de tomar las precauciones necesarias para la toma de San Juan de Ulúa, pero en realidad quería destituir a Santa Anna y conducirlo a la Ciudad de México. Durante esos días la emperatriz había dado a luz a un nuevo príncipe y el emperador regresó a celebrar el acontecimiento. No obstante, requirió la presencia de Santa Anna en México, pero este se negó a asistir.​ De acuerdo a la crónica de Carlos María Bustamante, el manifiesto de Santa Anna fue trazado por el ministro plenipotenciario Miguel Santa María, quien estaba por embarcarse a la Gran Colombia​ y había mantenido correspondencia con Joel R. Ponisett solicitándole interceder para que en Washington D.C. no se reconociera el gobierno de Iturbide.

Quien fuera para Santa Anna, el «amadísimo general», «dignísimo y particularmente amado emperador» se convirtió en «el déspota más injusto», «que en lugar de ser el libertador, se había convertido en un tirano». El 2 de diciembre, Santa Anna realizó una proclama a la población de Veracruz, entre sus enunciados destacaban:

1) Al emanciparse el país, se trató de buscar un gobierno fundado sobre los principios de igualdad, justicia y razón.
2) México eligió desde el principio el gobierno rerpresentativo, a través del Congreso que ha sucumbido ante la fuerza.
3) En nombre de la nación se proclama, en consecuencia, la República, bajo las condiciones que determine una asamblea representativa de la nación.

La respuesta del emperador fue inmediata: destacó a los generales José Antonio de Echávarri. José María Lobato y Luis Cortázar para someter la sublevación.​ El día 3 de diciembre, Santa Anna lanzó un nuevo manifiesto, pero esta vez dirigido a la Gran Nación Mexicana. En el documento expresó sus protestas por la disolución del Congreso, por la vulneración de la inviolabilidad de los diputados y por la incautación de bienes de propiedad privada, lo cual representaba quebrantar el juramento que el propio emperador había hecho.

Desconcertado por las proclamas republicanas y por la agitación en Veracruz, Francisco Lemaur estableció comunicación con Santa Anna. Con el interés de proteger la fortaleza de San Juan de Ulúa pronunció su posición contraria a la tiranía. Santa Anna se reunió con Lemaur y convino un armisticio de mutua conveniencia.​ Echávarri y Lobato consideraron este acto como una traición a la nación.

El 6 de diciembre de 1822, Guadalupe Victoria salió de su refugio para secundar el movimiento. Conociendo el prestigio y popularidad del exinsurgente, Santa Anna optó por entregarle la jefatura.164​ Juntos proclamaron el Plan de Veracruz, el cual estaba conformado por diecisiete artículos principales y veintidós adicionales, entre los más importantes se proponía: tener exclusividad de la religión católica, preservar la independencia, radicar la soberanía en el Congreso, declarar la nulidad de la investidura imperial de Iturbide por haber forzado la voluntad del Congreso y vigencia de la Constitución española hasta que el Congreso redactase una nueva.

El día 9 de diciembre, Iturbide se dio cuenta de la peligrosidad ante la posible alianza de los rebeldes con los españoles de Lemaur.​ Al día siguiente, Santa Anna propusó a Echávarri unirse al movimiento republicano, pero el general consentido del emperador se negó haciendo pública su respuesta el día 16 de diciembre, en la cual increpaba al rebelde como falso republicano desenmascarando su intención velada de venganza contra el emperador, quien le había separado del mando de la provincia.

El 21 de diciembre, Santa Anna realizó un avance hacia Xalapa pero fue rechazado y vencido por el general Calderón. Obligado a replegarse, el 24 de diciembre se reunió con un grupo de 300 efectivos de Guadalupe Victoria en Puente del Rey y retomó el mando de la rebelión. Echávarri recibió refuerzos para sitiar a los rebeldes elevando su capacidad militar a 3000 soldados, no obstante, retrasó el inicio del ataque, probablemente a causa de conversaciones entabladas a través de la logia escocesa.​ El día 26 de diciembre, despreocupado en la capital, Iturbide participó en el bautizo de su hijo Felipe de Jesús Andrés María de Guadalupe, cuya ceremonia llevó a cabo el obispo de Puebla.​ Mientras tanto, Santa Anna aprovechó nuevamente la popularidad de Guadalupe Victoria arengando a la población para engrosar sus filas​ y nombrándolo nuevamente general en jefe del movimiento los primeros días de enero.​

El 5 de enero de 1823, los ex insurgentes Vicente Guerrero y Nicolás Bravo se trasladaron a Chilapa en las montañas del sur con la intención de sublevarse. Iturbide envió a Epitacio Sánchez y Gabriel de Armijo en su persecución. El 13 de enero de 1823, en el frente del sur, se desarrolló la batalla de Almolonga. Las fuerzas rebeldes fueron derrotadas, resultando gravemente herido Guerrero, pero Epitacio Sánchez murió durante el combate. A pesar del éxito de las fuerzas imperiales, la insurrección se extendió de manera incontenible hacia la zona de Oaxaca.

Todavía el 22 de enero, Santa Anna reportó a Guadalupe Victoria haber sido atacado por los cuatro puntos cardinales por las fuerzas imperiales.​ Pero un giro radical aconteció cuando los generales Echávarri, Lobato y Cortázar firmaron el 1 de febrero de 1823 el Plan de Casa Mata. De acuerdo a Lucas Alamán la razón de este cambio de ideología obedeció a la influencia de las logias masónicas,​ de acuerdo a Santa Anna se debió al apoyo de Lemaur​ y de acuerdo a los análisis de Nettie L. Benson: «un trabajo fundamental ya había sido preparado»,​ probablemente tras bambalinas, por Miguel Ramos Arizpe y José Mariano de Michelena.

Abdicación

El Plan de Casa Mata estuvo conformado por once artículos, sus principales bases fueron: la formación de un nuevo Congreso —los antiguos diputados podrían ser reelectos o sustituidos—; se circularía a cada jefe del ejército una copia del plan; las diputaciones provinciales ejercerían el control administrativo de las provincias y se prohibió atentar contra la persona del emperador. El documento fue enviado a todas las provincias y fue adaptado con gran celeridad. Con la propuesta descrita en el plan para elegir nuevos miembros del Congreso, enemigos y amigos de Iturbide estuvieron de acuerdo en dicha convocatoria. En menos de seis semanas, las provincias adaptaron el Plan:

Cada diputación asumió la jurisdicción administrativa y política de su área, estableciendo un sistema federal de facto y mermando al poder central.​ Durante esos días había llegado a la Ciudad de México el capitán comanche Guonique y un jefe de la tribu cheroqui para celebrar tratados de paz con el imperio, pues sus pueblos habían sido forzados a salir del territorio de los Estados Unidos. Guonique se comprometió a colaborar con 20 000 hombres para apoyar a Iturbide, pero todo resultó ser un embuste.

El 4 de marzo, Iturbide expidió un decreto para restaurar el Congreso, tres días más tarde los diputados se reunieron. El emperador asistió a la primera reunión pronunciando un discurso en el que protestó obsequiar la voluntad general, recomendó al Congreso elegir el lugar que estimase conveniente para su residencia, así como proveer recursos para las tropas pronunciadas y concluyó por encarecer la conveniencia de una amnistía para olvidar los agravios y errores pasados.

El 19 de marzo de 1823, el secretario de Justicia Juan Gómez Navarrete comunicó por medio de una carta la abdicación de Iturbide:

Reconocido el soberano Congreso por la Junta y tropas adheridas al Plan o Acta de Casa Mata, cesó el motivo porque yo conservé la fuerza en la inmediaciones de la capital. La corona la admití con suma repugnancia, sólo para servir a la patria; pero desde el momento en que entreví que su conservación podría servir si no de causa, al menos de pretexto para una guerra intestina, me resolví dejarla.

No hice yo abdicación de ella, porque no había representación nacional reconocida generalmente [...] hay ya el reconocimiento, y hago por tanto la abdicación absoluta.
Mi presencia en el país sería siempre pretexto para desavenencias, y se me atribuirían planes en que nunca pensara. Y para evitar aún las más remota sospecha, me expatriaré gustoso y me dirigiré a una nación extraña. Sólo le pediré al Congreso que pague la nación las deudas que he contraído con particulares amigos, que no son de gran consideración; pues aunque el mismo Congreso dejó a mi arbitrio que tomara para mí lo que necesitara y la Junta me hizo una asignación, yo no podía hacer uso de lo uno ni de lo otro, cuando las necesidades de las tropas, empleados y funcionarios públicos llegaban a mi corazón.
Carta de abdicación de Agustín de Iturbide.

El 26 de marzo se realizó una junta de guerra en la que participó el marqués de Vivanco, Echávarri, Bravo, Barragán y otros oficiales. Se determinó que Iturbide saliese con su familia escoltado por el general Nicolás Bravo tal y como lo había solicitado el propio ex emperador.​ Aún después de realizada la abicación, hubo choques entre la población cuando entró el llamado Ejército Libertador a la Ciudad de México que fue recibido en la ermita de San Antonio por grupos armados y el populacho. Pero todo fue inútil, el fraile Aguilar, que encabezaba a un grupo, tuvo que refugiarse en el convento de La Merced y el sargento Pio Marcha fue apresado en el Salto del Agua.​

El Congreso se reunió y confió el Poder Ejecutivo a un triunvirato, en el que llegaron a turnarse los generales Pedro Celestino Negrete, Nicolás Bravo, Vicente Guerrero y Guadalupe Victoria, como suplentes Miguel Domínguez y Mariano Michelena. El 7 de abril de 1823, el Congreso declaró la coronación de Agustín de Iturbide como obra de violencia y de la fuerza y de derecho nulo. Asimismo, el Congreso declaró que en ningún tiempo hubo derecho para obligar a la nación mexicana a sujetarse a ninguna ley ni tratado, en consecuencia consideró no subsistentes el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba, quedando en absoluta libertad para constituirse en la forma de gobierno que más le acomodase.

Vicente Filisola fue avisado de la proclama del Plan de Casa Mata. El 29 de marzo convocó a una reunión en la ciudad de Guatemala. El 24 de junio el Congreso local votó su separación de México, con excepción de la provincia de Chiapas, la cual prefirió mantenerse unida. El 1 de julio de 1823, se constituyó la llamada Provincias Unidas del Centro de América.

Exilio y muerte

Manifiesto de Agustín de Iturbide al mundo (Manifiesto de Liorna)

El Congreso asignó una pensión anual de veinticinco mil pesos a Iturbide, con la condición de que estableciera su residencia en cualquier lugar de Italia. También su familia tendría el derecho de la pensión que las leyes designasen en caso de muerte del exemperador.​ El 9 de mayo, Iturbide llegó a la desembocadura del río La Antigua, y Guadalupe Victoria acudió a despedirlo; el ex emperador, como muestra de gratitud y reconocimiento, quiso regalarle un reloj, el ex insurgente no lo quiso admitir y le dio a cambio un pañuelo de seda, el cual guardó hasta el momento de su muerte.​ El 11 de mayo de 1823, Iturbide en compañía de su esposa, ocho hijos y diecinueve sirvientes, se embarcó en la fragata inglesa Rowllins con destino a Europa.​Asimismo, solicitó protección por temor a ser atacado por un barco pirata o un barco español.

El Congreso invitó a regresar al ministro plenipotenciario de Colombia, Miguel Santa María, a pesar de que este había sido señalado como autor del Plan de Veracruz. Además mandó eliminar la corona del águila que tenía el escudo nacional, declaró nulo el nombramiento de los ministros del Supremo Tribunal de Justicia y sacó de circulación el papel moneda de Iturbide.​ Se expidió un decreto para declarar buenos y meritorios los servicios hechos a la patria durante los once primeros años de guerra de independencia a Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Abasolo, José María Morelos, Mariano Matamoros, Miguel Bravo, Hermenegildo Galeana, Xavier Mina, Pedro Moreno y Víctor Rosales.

Manifestaciones republicanas e iturbidistas

Las provincias de Guanajuato, Michoacán, San Luis Potosí, Zacatecas y Oaxaca enviaron comisionados a la convocatoria de Congreso, pero sus peticiones se convirtieron en exigencias. Texas, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas pretendieron separarse para constituir un Estado independiente. El 12 de mayo, en Guadalajara, se registró un levantamiento de masas populares que hizo evidente el desacuerdo entre la población. Mientras unos gritaban «¡Viva Agustín I!», otros vociferaban «¡Viva la república!».​

En Sonora, fray Bernardo del Espíritu Santo, autoridad puramente eclesiástica, reprobó el Plan de Casa Mata. Adicionalmente a la división de iturbidistas, borbonistas y republicanos, comenzó una pugna entre centralistas y federalistas, quienes tomaron posturas separatistas.​ Un año más tarde, un pronunciamiento contrario a los designios del Congreso nacional —en el que participaron simpatizantes de Iturbide— fue encabezado por Luis Quintanar y Anastasio Bustamante en Guadalajara. Nicolás Bravo y Pedro Celestino Negrete acudieron a la zona para ocupar la ciudad y negociar la emancipación.

En Tepic, el barón de Rossenberg y Eduardo García —pariente del propio ex emperador— se manifestaron abiertamente a favor Iturbide y fueron reducidos por el coronel Luis Correa. Una vez derrotados se ordenó su fusilamiento. Entonces surgieron manifestaciones a favor de Iturbide como en la Ciudad de México, cuando veinticinco conspiradores fueron aprehendidos, al encontrárseles papeles, planes y una acta que estaban dispuestos a remitir a Londres, entre ellos se encontraban el diputado José Antonio Andrade y el coronel Reyes Veramendi.

Iturbide llegó a Livorno el 2 de agosto de 1823. Se alojó en la casa de campo de Paulina Bonaparte e intentó trasladarse a Roma pero no se le permitió. También se entrevistó con el ex cónsul de España, Mariano Torrente, quien mostró su interés por conocer la historia del ex emperador. Por su parte, Iturbide escribió en Livorno, Toscana, su Manifiesto al mundo, también conocido como Manifiesto de Liorna —fechado el 27 de septiembre de 1823— pero no pudo publicarlo. Debido a persecuciones y acosos, viajó por Suiza, la ribera del Rin y Bélgica hasta llegar a Ostende.

Posteriormente cruzó el canal de la Mancha para llegar a Londres, en donde se estableció el 1 de enero de 1824. Mediante la ayuda de un amigo suyo, llamado Quin, pudo publicar su Manifiesto.​ Los movimientos de Iturbide fueron observados e informados por el padre José María Marchena, espía mexicano, que puntualmente mantuvo informado al ministro de Interior y Relaciones Exteriores Lucas Alamán. Durante su estancia en Londres, el ex emperador recibió cartas de México, en la que sus partidarios le animaban a regresar.​ El 13 de febrero, Iturbide envió mensaje dirigido al Congreso, en el que notificó su salida de Italia, así como su deseo y disposición para prestar sus servicios al gobierno de México, pues consideraba que la independencia la nación corría peligro por los esfuerzos que hacía España con ayuda de la Santa Alianza para reconquistar los territorios americanos.

Desde marzo de 1824, durante las sesiones del Congreso mexicano, fueron mencionados y discutidos los levantamientos iturbidistas. Incluso se llegó a sugerir la posibilidad de que el ex emperador atacase a la nación. El 3 de abril, por sesenta y seis votos contra dos, se declaró traidor a Agustín de Iturbide, siempre que se presentase en cualquier punto del territorio mexicano bajo cualquier título, al igual que cualquier persona que cooperase en favorecer su regreso. El 22 de abril, se dictaminó que si Iturbide pisaba suelo mexicano sería declarado traidor y enemigo del Estado, por tal motivo cualquiera podría darle muerte. El 28 de abril, el dictamen fue ratificado y se hizo extensivo a quienes ayudasen su regreso.

Aprehensión y fusilamiento

El 4 de mayo de 1824, Iturbide se embarcó en el bergantín inglés Spring, lo acompañaron su esposa, dos de sus hijos menores, Ramón Malo, el padre José López, el padre José Treviño, el italiano Macario Morandini, el impresor inglés John Armstrong, y el coronel polaco Carlos Beneski quien había sido partícipe durante las campañas mexicanas. Llevaba consigo una prensa, documentos personales y un manifiesto que dirigiría al pueblo de México.

El 14 de julio, la embarcación ancló en la barra de Soto la Marina. Beneski descendió de la nave para presentarse con el comandante militar Felipe de la Garza y le mostró una carta del padre Treviño, en la cual se le recomendaba para proponer al gobierno mexicano un proyecto de colonización irlandesa. De la Garza preguntó por Iturbide, el polaco contestó que el ex emperador se encontraba en Londres con su familia, de esta forma se autorizó el desembarco.

El 15 de julio, Iturbide —en compañía de Beneski— cabalgó por Soto la Marina, y fue reconocido por el teniente coronel Juan Manuel Azúnzolo y Alcalde. Confirmada la sospecha, el día 16, el cabo Jorge Espino realizó la detención de los viajeros en un lugar llamado Los Arroyos.​ De la Garza se entrevistó con ambos, Iturbide le explicó que había viajado a México para ofrecer sus servicios a la patria, el comandante le notificó que se encontraba fuera de la ley conforme al decreto expedido por el Congreso el 28 de abril, también le reclamó el engaño a Beneski, quien respondió que era militar y que había procedido de acuerdo a las órdenes recibidas.

De la Garza trasladó a Iturbide a Padilla, en donde se encontraba sesionando el Congreso local del recién creado estado de Tamaulipas. El gobernador era Bernardo Gutiérrez de Lara, quien había simpatizado con Hidalgo y Morelos, dirigiendo a un grupo de insurgentes en la zona de Texas. En su defensa, Iturbide arguyó la posible invasión que se preparaba con ayuda de la Santa Alianza, pero nadie le creyó. El Congreso local ordenó cumplir el decreto federal. El 19 de julio de 1824 Iturbide fue fusilado,​ sus últimas palabras fueron: «¡Mexicanos!, en el acto mismo de mi muerte, os recomiendo el amor a la patria y observancia de nuestra santa religión; ella es quien os ha de conducir a la gloria. Muero por haber venido a ayudaros, y muero gustoso, porque muero entre vosotros: muero con honor, no como traidor: no quedará a mis hijos y su posteridad esta mancha: no soy traidor, no». Al día siguiente, fue sepultado en Padilla.

En 1838, bajo la presidencia de Anastasio Bustamante, los restos mortales de Iturbide fueron trasladados a la Ciudad de México y se inhumaron con honores en la Capilla de San Felipe de Jesús en la catedral Metropolitana, donde permanecen hasta ahora, exhibidos en una urna de cristal.​ Su nombre, asociado con la bandera nacional, se conservó durante mucho tiempo en una estrofa de la letra original del Himno Nacional de México, escrito en 1854, la cual se suprimió en 1943. Paradójicamente, el sable que utilizó Iturbide durante el desfile de entrada del Ejército Trigarante en la Ciudad de México se colocó en el salón del Congreso junto con los nombres escritos en letras de oro de los insurgentes a quienes había combatido.

Estrofa del Himno Nacional Mexicano:

Si a la lid contra hueste enemiga nos convoca la trompa guerrera, de Iturbide la sacra bandera ¡mexicanos! valientes seguid.
Y a los fieros bridones les sirvan las vencidas enseñas de alfombra; los laureles del triunfo den sombra a la frente del bravo adalid.

Después de la ejecución de Iturbide, su familia se trasladó a Nueva Orleans. El Congreso asignó a la viuda una pensión de 8 000 pesos.​ La ex emperatriz Ana María Huarte vivió durante cuatro décadas en el anonimato y falleció en Filadelfia, Estados Unidos. Varios de los hijos de Agustín del matrimonio Iturbide-Huarte se desposaron en los EE. UU. El hijo mayor, Agustín Jerónimo de Iturbide, fue incorporado al ejército de Colombia combatiendo en las filas independentistas en la batalla de Ayacucho y sirvió como edecán de Simón Bolívar hasta 1830.

Tuvo una hija natural en Perú con Nicolasa Fernández de Piérola, de nombre Jesusa de Iturbide, que se convirtió en la esposa del futuro presidente de esa nación, Nicolás de Piérola Villena. Se marchó de la Nueva Granada en 1831, se convirtió en agente diplomático de México en Londres y se dirigió a Estados Unidos, donde murió soltero en 1866.

El hermano de este, Ángel de Iturbide, que contrajo matrimonio con la estadounidense Alice Green, murió en la Ciudad de México el 18 de julio de 1872. Su hijo único, Agustín de Iturbide y Green, nacido en Washington, DC en 1863, fue tomado en tutelaje por Maximiliano I y declarado como heredero del trono para cuando Maximiliano o Carlota muriesen, pero él murió primero​ en Filadelfia, los Estados Unidos en 1925, sin haber tenido descendencia de su matrimonio con Luisa Kearney. Otro nieto, Salvador de Iturbide y Marzán, recibió también el título de príncipe durante el reinado de Maximiliano I de México. A la caída del Imperio abandonó el país. Salvador de Iturbide falleció en 1895 en Ajaccio, Córcega.​ Su descendencia con la baronesa húngara Gizelle de Mikós es considerada por algunos monarquistas como la línea heredera al trono de México; Sin embargo la Constitución Mexicana no reconoce títulos nobiliarios.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 27 Feb 2018 22:49

Excmo. Sr. D. Luis FERNANDEZ HERCE, (Capitan de Artillería del Ejercito Español, Caballero Laureado


El 30 de septiembre de 1909, se concede la Cruz de Caballero Laureado de la Orden de San Fernando al Capitán de Artillería D. Luis Fernández Herce fallecido en dicha fecha en Zoco del Jemis de Beni-bu-Ifrar.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 27 Feb 2018 23:10

Excmo. Sr. Rvdo. Pater D. Jacinto MARTINEZ HIDALGO Capellan del Ejercito Español, Caballero Laureado)


Otro oficial laureado en los combates del Zoco de El Jemis, de Beni-Bu-Ifrur, el 30 de septiembre de 1909, fue un capellán segoviano, el cual, ya se mentó en “Pater a mí”, publicado en este blog, meses atrás. y los combates, ya narrados, en la pequeña historia particular del teniente D. Isidoro Oderiz Domínguez, del batallón de Cazadores de Chiclana núm. 17. Esta, es la pequeña gran historia del capellán militar, D. Jacinto Martínez Verdasco.

Nacido en Segovia el 16 de agosto de 1871, era hijo de D. José Martínez Fernández y de doña Carlota Verdasco Laguna. Ingresó en el capellanato castrense por oposición el 1º de julio de 1897, obteniendo el empleo de capellán 2º, siendo destinado en el Peñón de la Gomera, lugar donde prestará sus servicios religiosos, hasta finales de septiembre de 1898.

En abril de 1902, en el Regimiento de Infantería de Barcelona, fue asimilado a teniente. Quedó excedente hasta 1904 y, en la 1ª Brigada de Cazadores de la primera Región Militar, hasta finales de enero de ese año.

En 1907, se encontraba en la Parroquia de San Justo, según noticia publicada en ABC de Madrid, el 6 de febrero y en pleno ejercicio de sus funciones. Dicha noticia, bajo el título “…El día de hoy…”, decía lo siguiente:

“…Santos Saturnino, Teófilo, Amando y Santa Dorotea.- La Misa y oficio divino son de San Fito. – Se gana el jubileo de las Cuarenta Horas en las Comendadoras (por la parroquia de San Justo), y habrá solemne función a Nuestra Señora de la Purificación, a las diez y media, y por la tarde, a las cuatro y media, termina la novena; predicará ambos sermones D. Jacinto Martínez Verdasco; se hará procesión de reserva, y después letanía, salve y adoración del Niño Jesús.-…”

Partió para Málaga posteriormente, con el Batallón de Cazadores de Madrid, donde embarcó en el vapor “Cataluña” con destino a Melilla el 23 de septiembre de 1909, desembarcando a la mañana siguiente, día 24.

Acampó en el Zoco de Triana, lugar donde su Unidad, prestaba servicio.

Participó, en los combates del 25 de septiembre en el Hipódromo y del día 30 de ese mismo mes, en el del Zoco El Jemis, de Beni-Bu-Ifrur, donde fue citado como distinguido, y propuesto para la Cruz Laureada de San Fernando, condecoración que le fue concedida el 26 de julio de 1910.

En octubre de 1909, prestó servicio en convoyes. El 30 de ese mes, marchó a Tauima para regresar a Zeluán el 1º de noviembre. Ese mes, el día 12, embarcó con destino a Málaga, para trasladarse por ferrocarril a Getafe, donde arribó el día 17 de noviembre de 1909. De Getafe (Madrid), al parecer marchó a Barcelona, lugar donde tenía familia. Sobre la partida de Melilla y llegada a Málaga, a bordo del, vapor “Puerto Rico” que atracó en dicho puerto el 16 de enero de 1910, el cual entre otros repatriaba al Batallón de Cazadores de Madrid, entre los cuales venía Martínez Verdasco, pudo ser según el diario madrileño, “El Heraldo de Madrid” la fecha citada. Dicho vapor y del referido batallón, traía a bordo:

En el muelle, les recibió gran multiud de españoles, encontrándose entre ellos el general Vilallón, el gobernador civil, el alcalde, el presidente de la Diputación, concejales, diputados, Comisiones de jefes y oficiales, Centros, Corporaciones, y otras autoridades, y la banda del regimiento de Extremadura. El vapor “Puerto Rico”, fondeó a las 07:30 horas, y a las 08.00 horas, el “Cataluña”, que repatriaba a los batallones de cazadores de Figueras núm. 6 y de Barbastro. Ambos, atracaron en el muelle de “Canóvas”.

“La Correspondencia Militar”, del 30 de marzo de 1910, anunciaba que el capellán segundo, D. Jacinto Martínez Verdasco, había marchado de Barcelona hacia Madrid, para incorporarse a su destino, en el Batallón de Cazadores de Madrid.

1912, destinado al 14 Tercio de la Guardia Civil.

Regresó a Marruecos, en 1921, tomando parte en las acciones de Melilla, combates de Tizza, ocupación de Sebt y Ulad Daid, el Gurugú, Zeluán y, Monte Arruit. Intervino posteriormente, en otras operaciones bajo el mando del general Sanjurjo.

En 1922, se le citó como distinguido por su comportamiento y méritos obsevados en los combates de Sebt y Dex Azugat. En 1923, su nombre apareció en la Órden General de la Comandancia de Melilla como muy distinguido en el desempeño de su sagrado ministerio y por haber estado siempre, en la 1ª línea de fuego.

Según una nota biográfica aparecida en los fascículos editados en Madrid en 1969, titulados “España en sus Héroes”, (“La batería de Beni-bu-Ifrur), falleció en Madrid en 1936, como D. Jesús Moreno Álvaro, otro capellán castrense condecorado con la Cruz Laureada de San Fernando por su comportamiento y méritos obtenidos durante la acción del Barranco del Lobo, pero a diferencia de este último que murió a manos de incontrolados, D. Jacinto Martínez Verdasco, finó de repente, mientras estaba destinado como Capellán Primero, en el Vicariato General Castrense.

Sobre su traspaso, el diario madrileño “La Época” del lunes 16 de agosto de 1926, daba la noticia de su fallecimiento, de la siguiente forma (textual).

“…Sucesos de Madrid

Muerte repentina de un capellán castrense.- En su domicilio, calle de Don Ramón de La Cruz 69, falleció ayer repentinamente el capellán D. Jacinto Martínez Verdasco. El médico de la Casa de Socorro, reconocido el cadáver, manifestó que la muerte era natural; pero sin concretar las causas que determinaron el fallecimiento…”

El Diario Oficial de Guerra, publicó según el diario católico “El Siglo Futuro”, su baja en el ejército por fallecimiento, el lunes 20 de septiembre de 1926. Se le daba de baja con el empleo de Comisario castrense, capellán primero.

Condecoraciones:

Cruz Laureada de primera Clase de la Orden de San Fernando.
Cruz de María Cristina.
2 Cruces rojas al Mérito Militar de 1ª clase.


Los hechos

Sin dar nombres y apellidos, bajo el título “…Un capellán heroico.- Conducta admirable.- Felicitaciones…”, el rotativo católico “Siglo Futuro” del 2 de octubre de 1909, daba a conocer a sus lectores, la hazaña de D. Jacinto Martínez Verdasco, 2º capellán de Cazadores de Madrid.

“…Melilla 1º.- Un capellán, el del batallón de cazadores de Madrid, se ha distinguido por su conducta heroica que ha sido elogiadísima.
El capellán estaba en todos los sitios de peligro prestando los auxilios espirituales a los moribundos y heridos graves.

Cuando tenía algún momento libre en su piadosa y tristísima misión, corría hacia las acémilas que llevaban las municiones, y cogiendo cuantos paquetes de cartuchos podía, los llevaba a las avanzadas. Allí entregabálos a los soldados , excitándoles al propio tiempo sus ánimos con patrióticas palabras.

La conducta del capellán es unánimemente elogiada, y en la misma línea de fuego, donde hizo también varias curas provisionales a los heridos, fue felicitado por varios jefes y oficiales. El capitán de cazadores de Madrid antes aludido y que murió heroicamente, fue reemplazado en el acto por el teniente de la compañía, que con gran serenidad y arrojo no sólo atendió a la maniobra , sino que volviendo otra vez a la posición recuperó el cadáver del capitán.

Este rasgo laudable de humanidad realizáronlo los bravos cazadores bajo un fuego nutridísimo; pero lograron su propósito de rescatar el cadáver del heroico oficial. La batalla en conjunto ha sido importantísima.

Las fuerzas de cazadores de Ciudad Rodrigo, Figueras, Cataluña y Madrid, se han portado valerosamente, luchando con impetu y entusiasmo extraordinarios.
Todos los batallones de cazadores y las demás fuerzas que entraron en fuego se han conducido con bravura incomparable.
Los jefes y oficiales animaron a los soldados con su serenidad, dándoles en todo momento ejemplo con denuedo…”

Petición de la Cruz de San Fernando. Apertura de Juicio Contradictorio

Se publicaba en “La Correspondencia de España”, la petición que se efectuó para la concesión de la Cruz Laureada de San Fernando entre otros, para el capellán 2º D. Jacinto Martínez Verdasco, del batallón de Cazadores de Madrid, por los méritos contraídos y observados, en el 18 de octubre de 1909, de la forma siguiente:

“…(De la Agencia Fabra). Petición de Cruces. Melilla (Domingo mañana). En la orden de la plaza de hoy se ordena abrir juicio contradictorio para conceder la cruz de San Fernando al capitán fallecido , del batallón de cazadores de Madrid Sr. Rodríguez Salgado.

El teniente coronel de Caballería Sr. Cavalcanti ha pedido la misma cruz, e igual petición ha hecho el capellán de cazadores de Madrid, Sr. Martínez Verdasco, por méritos contraídos el día 30 del pasado en los reconocimientos de Zoco Jemis y Beni-bu-Ifrur; y para el capitán fallecido, del batallón de las Navas D. Teodoro Sánchez Gómez, al padre de este, por el comportamiento del finado, el día 27 de julio…”

La concesión de la Cruz Laureada de San Fernando.


“…El capellán segundo del Cuerpo Eclesiástico del Ejército don Jacinto Martínez Verdasco, en el combate del Zoco el Jemis de Beni bu Ifrur el 30 de septiembre de 1909, permaneció en la posición central que ocupaba el batallón de Cazadores de Madrid núm. 2, a que pertenencía, auxiliando a los heridos en primera línea y sirviendo de auxiliar eficaz en la comunicación de órdenes y avisos bajo el fuego, municionando personalmente la segunda compañía del batallón. Los hechos realizados por el capellán Martínez Verdasco son de los comprendidos en los casos 72 y 70 del artículo 25 de la ley de 18 de mayo de 1862, el Rey…,ha tenido a bien concederle la cruz de primera clase de la Orden de San Fernando.
Madrid, 26 de julio de 1910
Aznar…”

Dicha condecoración, llevaba pareja, una pensión de 200 pesetas.

Recibió de parte de su familia y amigos, residentes en Barcelona, felicitaciones vía la prensa catalana de la época, tal y como quedaba recogido en “La Vanguardia” del4 de octubre de 1909, en la cual, se podía leer (textualmente):

“…Algunos amigos del capellán del batallón de Cazadores de Madrid, cuya familia reside en esta ciudad, (Barcelona), expidieron ayer el siguiente telegrama:

Don Jacinto Martínez Verdasco.- Melilla. Los que firman a continuación, reunidos en conmemoración del 21 aniversario del natalicio de su sobrino Remigio, le envían el más afectuoso saludo y entusiasta felicitación por su heroico comportamiento en el combate del día 30 de septiembre próximo pasado, como capellán del batallón de Cazadores de Madrid, rogándole haga extensiva la felicitación a ese valeroso ejército, que con sus admirables hechos tanto honra a su patria. ¡Viva España!- Barcelona 3 octubre 1909.- Siguen 30 firmas…”

1910. Combinación con la vida civil: Sermón en San Ginés (Madrid)

“…La Real e Ilustre Congregación de Nuestra Señora de la Cabeza, la antigua, y escuderos de la de Atocha, patrona de los Comerciantes de paños y ropas de esta corte, celebrará con toda solemnidad su fiesta principal de instituto el domingo 2 de octubre en San Ginés, con sermón, que predicará D. Jacinto Martínez, capellán del batallón de Cazadores de Madrid y caballero de la Real y distinguida Orden militar de San Fernando. Concluída la misa, se cantará una solemne salve. Asistirá a este conjunto de actos un conjunto de voces…”.

1912. Destinado al 14 Tercio de la Guárdia Civil

La Correspondencia de España, del 25 de febrero de 1912, anunciaba el pase del capellán segundo, D. Jacinto Martínez Verdasco, al 14 Tercio de la Guárdia Civil, en lo que a destinos del capellanato castrense, se refería.

13 de octubre de 1913. En el Cuartel de la Batalla del Salado. Capellán del Cuerpo

D. Jacinto Martínez Verdasco, formó parte de la comisión que presidió los actos de la fiesta de El Pilar, patrona de la Guardia Civil. Dicha noticia, publicada en “La Correspondencia Militar”, decía lo siguiente, describiendo los actos de la patrona del Instituto Armado.

“…La Patrona de la Guardia Civil

Por primera vez celebró ayer el benemérito y brillante Instituto de la Guardia civil la fiesta de su patrona, Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza.

Atendiendo a que en esta ocasión hállanse en África nuestras tropas combatiendo y sufriendo las penalidades y riesgos de la guerra, no han tenido los festejos el esplendor que en otras circunstancias habrían alcanzado; pero de todas maneras, con lo hecho se ha demostrado el entusiasta espíritu, el fraternal compañerismo y la elevación profesional que resplandecen en cuantos tienen la señalada honra de pertenecer a una institución de que con justos títulos se envanece España y de la cual se habla con admirativo elogio en todo el mundo.

A continuación consignamos una información de que las fiestas celebradas en Madrid y en varios puntos de provincias, y claro es que, aunque el telégrafo no lo haya trasmitido la solemnidad de la fecha habrá tenido parecida consagración en los demás puntos de España, donde la Guardia civil es la más firme garantía del orden y de la seguridad de los ciudadanos.

En Madrid
En el cuartel de la Batalla del Salado

Como todo el mundo sabe, este cuartel construido expresamente para el objeto para el que se le destina, reúne grandes condiciones para cualquier acto, y, es claro, en él se han celebrado los festejos.

En el hermoso patio central se ha instalado con tapices, banderas, llores, armas, y atributos un hermoso altar bajo la dirección de una comisión compuesta por el comandante D. Hermógenes Gutíerrez, capitán D. Rogelio Tenorio, capellán del Cuerpo Sr. D. Jacinto Martínez y tenientes D. Benito Haro y D. Antonio Marqués de la Plata.

Ante este altar formaron ayer mañana: una compañía del primer Tercio mandada por el capitán D. Luís Abreu y cuatro compañías de las Comandancias del Norte y Sur del decimocuarto Tercio al mando de los capitanes D. Leopoldo Serrano. D. Rogelio Tenorio, don Pedro Checa y D. Joaquín Verdes, constituyendo todo ello un batallón al mando del teniente coronel D. Justo Pardo y comandante D. Miguel Camino.

Dicho batallón formó en columna de batallón por compañías en línea con su escuadra, banda y bandera, actuando de abanderado el teniente D. Benito Haro. Detrás de este lucido batallón formó en línea al mando del capitán D. José Osuna, un escuadrón a pie con escuadra, banda y estandarte, actuando de porta el teniente don Luís Andrés Marín.
Tanto los comisionados como la Infantería y la Caballería vestían traje de gala.

A las once en punto entró en el patio de cuartel el conde de Serrallo, acompañado de los generales Martín Arrué y Feliu, que vestía el uniforme del Cuerpo, y casi todos los jefes y oficiales del mismo que tienen destino en Madrid.

Entre estos vimos a los coroneles García Pérez, Vieyra de Abreu, Lobo, Madrigal, Zaforteza y Martínez Narro, y tenientes coroneles Bustos, García Pérez, Dacal, Sánchez y otros que sentimos no recordar.

El general La Barrera no asistió por tener que estar con una comisión del Cuerpo, y en representación de este en la fiesta organizada por la colonia aragonesa.

Las galerías altas del cuartel estaban repletas de famílias de jefes y oficiales y guardias e infinidad de invitados.

La Revista

Terminada la misa, pasó el general Echagüe una detenida revista a la fuerza, a la que hizo atinadas preguntas, y después se colocó con su lúcido acompañamiento junto a la puerta central, e hizo que desfilaran ante él el batallón y escuadrón, que lo hicieron con la bizarría y marcialidad acostumbradas.

Reunió después el general Echagüe a todos los jefes y oficiales y les hizo presente lo muy satisfecho que quedaba por el estado admirable de las tropas de Guardia civil, no sólo en aquel acto, sino en la parte que le correspondió como integrantes de las fuerzas que formaron con motivo de la visita del presidente de la República francesa.

Hecha la felicitación, refirió los términos sumamente gratos en que se desarrollaron los acontecimientos después del accidente ocurrido al guardia cuando su caballo se espantó del automóvil del presidente de la República, de los cuales se deduce el alto y merecido concepto que su Majestad tiene de la Guardia civil.

Para la tropa


Por disposición del general recibieron todos los guardias residentes en Madrid una peseta para mejora de comida, con cargo a los fondos del economato del décimocuarto Tercio. Esta peseta se les dio a los casados en mano, y a los solteros en mejora de comida. Esta fue verdaderamente suculenta.

Lo imprescindible


En el Cuartel de la Batalla del Salado hay más de doscientos hombres solteros y muchas mujeres en estado de merecer. Unos y otros se pusieron de acuerdo, y mediante la autorización del jefe y pianillo de manubrio, armaron un magnífico baile popular en el gran comedor que el cuartel tiene. Allí hubo buen humor y alegría hasta dejárselo de sobra. Allí bailó una jota un aragonés de ochenta y cuatro años. ¡Si será tonificante el popular baile de Aragón!.

Un rasgo

El general Echagüe, guiado por sus nobles impulsos, ofreció un regalo en forma de juguete a cada uno de los chicos que hay en el cuartel. Falta le hace preparar un buen cheque, pues si mal no recordamos, hay más de trescientos.

A las nueve y media, y con la asistencia de la misma tropa que ayer, aunque sin armas, se ha celebrado una misa en sufragio de los difuntos del Cuerpo. Por no poder asistir el general director, presidió el general Feliu. Asistieron también muchos jefes y oficiales…”

Saludos .. :saluting-soldier: . :saluting-soldier: . :saluting-soldier:
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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 27 Feb 2018 23:17

Excmo. Sr. D. Antonio RIPOLL y SUAVALLE, (Capitán de Infantería del Ejercito Español, Caballero Laureado)


El 30 de septiembre de 1909 se concede la Cruz de Caballero de la Orden de San Fernando al Capitán de Infantería D. Antonio Ripoll y Suavalle fallecido en dicha fecha en Zoco del Jemis de Beni-bu-Ifrar.

Saludos :saluting-soldier: :saluting-soldier: :saluting-soldier:
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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 27 Feb 2018 23:30

Excmo. Sr. D. Celestino RODRIGUEZ SALGADO, (Capitán de Infantería del Ejercito Español, Caballero Laureado)


El 30 de septiembre de 1909 se concede la Cruz de Caballero Laureado de la Orden de San Fernando al Capitán de Infantería D. Celestino Rodríguez Salgado fallecido en el Zoco del Jemis de Beni-bu-Ifrar, en la misma fecha


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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 27 Feb 2018 23:41

Excmo. Sr. D. Victor AGUAYO ROYUELA (Soldado de Infantería del Ejercito Español, Caballero Laureado)


Víctor Aguayo Royuela (Valdecañas de Cerrato, España, 15 de junio de 1887 - Exmuart, Marruecos, 30 de diciembre de 1909) fue un soldado español laureado con la Gran Cruz de San Fernando.

Era labrador con algunos conocimientos de albañilería. El 1 de agosto de 1908 fue llamado a las filas e incorporado al Regimiento de Infantería de Guipúzcoa 53, de Vitoria, el 4 de marzo de 1909. Juró bandera el 11 de abril de 1909 y el 7 de septiembre de ese año partió junto a su batallón a Melilla, en el vapor Montevideo, donde empezó a prestar servicio de campaña.

El 20 de septiembre de 1909 combatió en Taxdirt. El 22 de septiembre, junto a su regimiento, asistió a la toma del Zoco El-Had y participó en la ocupación de Hayara-Amac. El 1 de octubre del mismo año, marchó a las avanzadas de Beni-Sicar, donde el 5 de octubre participó en combate. Prestó servicios de campaña en las acciones de Hayara, Aminac, El Had de Beni Sicar, Rastrogordo, Hidrun, Fuerte Concepción, Tiza y otros puntos.

Falleció en combate, en Exmuart, el 30 de diciembre de 1909, cerca de la ciudad de Melilla, donde está enterrado, por lo que fue recompensado con la Gran Cruz Laureada de San Fernando, concesión de la que se hizo eco el rotativo madrileño La Correspondencia de España, el viernes 22 de diciembre de 1911

“…Allá en su pueblo, no soñó nunca con África y quizá sólo había oído hablar de los moros, a algún mozo ya licenciado del servicio que se jactaba de hazañas portentosas ante el mostrador de la taberna…”

Nacido en Valdecañas, Palencia el 15 de junio de 1887, de profesión, labrador su vida eran sus padres y el campo, la tierra que cultivaba, el ganado, el corral y algún pequeño conocimiento de albañilería, compartido con la casa, la chimenea y alguna que otra moza en los bailes dominicales o en los paseos por la era. Esta era la vida de Víctor Aguayo Royuela, hasta que fue llamado a filas este palentino de 1,65 mts. de altura, de aspecto recio y curtido por el sol.

El 1º de agosto de 1908, entró en Caja de Recluta y se incorporó al Regimiento de Infantería de Guipúzcoa núm. 53, el 4 de marzo del año siguiente. El 11 de abril, prestaba juramento de fidelidad a la bandera y, el 7 de septiembre de 1909, parte junto a su batallón con la división expedicionaria que se incorporaba al Ejército de operaciones de África. El 10 de septiembre, embarcó en el vapor “Montevideo” con destino Melilla, lugar donde desembarcó a la mañana siguiente día 11. Acampó en Rostrogordo, empezando a prestar servicio de campaña.

El 20 de septiembre de 1909, asistió a los combates de Taxdirt, permaneciendo en las posiciones ocupadas toda la noche. Regresó a Melilla a la mañana siguiente con un convoy que portaba triste carga, heridos, muertos y enfermos.

22 de septiembre de 1909, asiste con su Regimiento a la toma del Zoco El-Had y participa en la ocupación de Hayara-Amac. Tres días más tarde, el 25 de septiembre pasó a otras posiciones hasta el 1º de octubre que marcha a las avanzadas de Beni-Sicar.
5 de octubre de 1909, los rifeños atacan Beni-Sicar y el soldado Víctor Aguayo participa en ese combate.

Posteriormente, prestó servicios típicos de campaña entre Hayara, Aminac, El Had de Beni Sicar, Rostrogordo, Hidrun, Fuerte Concepción, la reconquista del poblado de Tiza y otros puntos. Otra vez la vida en campaña, sin una guerra abierta declarada ya, sufren las tropas agresiones de los kabileños. La premisa, mantener la paz oficial sin bajar la guardia, hasta el 30 de diciembre día en que cuando todo está tranquilo en Exmuart, es sorprendido por los disparos de unos moros que le intentan arrebatar el fusil, cosa a la que él se niega, recibiendo disparos casi a bocajarro, costándole la vida y siendo recompensado con la Cruz Laureada de San Fernando.

Los hechos. La importancia del agua

Los hechos que costaron la vida al soldado D. Víctor Aguayo Royuela, quedaron recogidos de la forma siguiente en la obra “España en sus héroes”,en 1969 y bajo el título “…El pequeño gigante…”

“…Ya en la paz se produce un hecho heroico el 30 de diciembre de 1909: Necesitan salir de servicio de aguada. Se encuentran en una posición, en Exmuart, cerca de Melilla, y este servicio, aunque casi de trámite, es vital por lo que representa. Van los cuatro: el cabo José Fernández, los soldados Cecilio García, Bernardino Díez y Víctor Aguayo. Los dos soldados anteriores son de Ingenieros, a cuyas fuerzas había sido agregado Víctor, quizás por sus pequeños conocimientos de albañilería. Bernardino conduce el mulo para el transporte del agua. Todo va bien y se han cargado ya las cubas llenas. Se inicia pues el regreso al puesto de la sección. Pero de repente…

Le sorprende una descarga de cuatro tiros disparada desde una zanja a unos seis metros del camino. El cabo Fernández resulta muerto en el acto. Y Aguayo cae herido de un balazo en el muslo. Cecilio y Bernardino echan a correr. Creen que sus dos compañeros están muertos y no quieren seguir la misma suerte. Y corren, corren hasta dar vista al reducto. Hacen dos disparos para llamar la atención de las fuerzas destacadas y, logrado esto, ya más tranquilos, pueden volver la cabeza para ver a sus compañeros caídos allá, al fondo del sendero. Pero lo que ven es una lucha feroz.

Víctor Aguayo está pasando por unos momentos muy duros. Lo rodean cuatro moros, y un de ellos forcejea con él para quitarle el fusil. Nuestro soldado se resiste como un león, y es más, intenta descargar su arma sobre el grupo. No le dejan y le golpean brutalmente en la cabeza y en el pecho. Herido como está, se defiende a puñetazos, a bocados…Los moros sólo desean el fusil y parece no importarles mucho la vida del valiente mozo español. Por eso le gritan:

- “Danos el fusil y salvas tu vida…Mira, tenemos ya este otro (se refieren al máuser del cabo) y queremos también el tuyo…”,
- “No quiero darlo”
- “Tú estás loco…respetaremos tú vida. Venga dámelo”

Y ante la nueva rotunda negativa del soldado, vuelven a golpearle con las culatas de sus armas. Aguayo se resiste valerosamente, forcejea, lucha, reparte puntapiés y agarra con sus manos las chilabas de sus agresores.

Está desecho y pierde mucha sangre, pero no es su vida solo lo que defiende, sino algo que juró un día de primavera con los demás reclutas de su regimiento, allá en Vitoria, en España. Por este recuerdo defiende su fusil y pelea con fiereza. Es su máuser y en su uniforme está la patria. Bien vale la pena jugarse todo por ella.

El moro que directamente le ha hablado, el que le golpea y recibe asimismo los contragolpes del soldado, parece enfurecerse más de repente y, junto con sus tres compañeros, arrecian en los culatazos sobre el español herido. Y no se conforma el rifeño con este castigo, sino que esgrime su gumia y lanza un peligroso viaje al cuerpo de Aguayo. Menos mal que éste levanta su brazo instintivamente y lo para. Pero a costa de su carne también, porque no puede evitar una larga herida, un tremendo corte, en la mano derecha…Más sangre y una infinita fatiga. Hasta que pierde el conocimiento.

Desde la posición lo han visto todo. Quieren disparar y no se atreven por temor a dar al soldado. Lo hacen al aire mientras se prepara una patrulla cuya salida ha ordenado el teniente Sierra Bustamante. Sale rápido el sargento Sotero con un cabo y varios soldados. Hay que comprobar si aquellos cuatro moros no están acompañados de otros más, emboscados en cualquier parte. Corren hacia abajo, hacia el lugar de la pelea. Los rifeños han conseguido ya el fusil del soldado, al que creen muerto, y huyen velozmente hasta desaparecer.

La patrulla de socorro llega. Allí está Aguayo desmayado en un charco de sangre. Cerca, a unos pasos, el cabo Fernández, muerto. Recogen a ambos, organizan el traslado con sumo cuidado y se destacan unos cuantos por los flancos y retaguardia para mantener la seguridad del regreso. En el camino se ha recobrado algo el herido, lo suficiente para poder hablar, para contar todo al sargento, que le escucha emocionado. Aguayo está nervioso, febril, entusiasmado. Su alegría es grande, como la de un niño que ha hecho algo difícil y meritorio.

Él ha luchado, se ha defendido, se ha negado, ha repelido la agresión y ha sido herido dos veces. Por su fusil, por su patria, por saber ser soldado… Y señala al sargento en su pecho porque es el sitio de su cuerpo donde ha recibido más culatazos. Y enseña también la mano, con la falta de un dedo por ese enorme corte de la gumia. Y habla , habla sin cesar.

Le evacuan rápidamente y como pueden, al hospital del Buen Suceso. Antes de llegar, fallece el soldado Víctor Aguayo, el mozo palentino y labrador que pensó iba a deslumbrar a los amigos con sus hazañas africanas. Pero la última, la más interesante, se lo ha impedido…”

La concesión de la Cruz Laureada de San Fernando


La concesión de la Cruz Laureada de San Fernando al soldado D. Víctor Aguayo Royuela, fue publicada en el rotativo madrileño “La Correspondencia de Esapaña”, el viernes 22 de diciembre de 1911.

Bajo el título “…La Laureada para un soldado…”, el periódico madrileño “El Imparcial”, daba a conocer la noticia de la concesión de la citada condecoración, al soldado de Infantería del Regimiento de Guipúzcoa núm. 53, de la forma siguiente (textual):

“…El Diario Oficial inserta la siguiente Real Orden:

Visto el expediente de juicio contradictorio instruido para depurar si el soldado del Regimiento de Infantería de Guipúzcoa, número 53 Víctor Aguayo Royuela, se hizo acreedor a la cruz de la Orden de San Fernando por los hechos realizados el 30 de Diciembre de 1909: resultando que el referido día salió a las órdenes de un cabo con otros dos soldados de la posición de Exmuart (Melilla), para traer agua a dicha posición; que al regresar fueron sorprendidos por una descarga que hicieron varios moros emboscados, cayendo muerto el cabo y gravemente herido el soldado Aguayo, retirándose los otros dos soldados; que acometido aquel por cuatro moros para quitarle el fusil, se defendió, no obstante ofrecerle estos la libertad si lo entregaba, agrediéndole a culatazos al ver la negativa e hiriéndole por último en la mano con una gumia en el momento que intentaba hacer fuego, cayendo entonces sin conocimiento y falleciendo poco después al ser conducido a la posición; y considerando que estos hechos se hallan comprendidos en el caso 35 del art. 25 de la ley de 18 de Mayo de 1862, el rey (q.D.g.), de acuerdo con lo informado por el Consejo Superior de Guerra y Marina, ha tenido a bien conceder al soldado de Infantería de Guipúzcoa núm. 53, D. Víctor Aguado Royuela, la cruz de 1ª clase de San Fernando, con arreglo a lo dispuesto en los artículos 3º y 8º de la ley antes citada…”.

En abril de 1910, su familia, junto a otras que tenía familiares muertos en la Campaña del Rif de 1909, recibió provinente de suscripción nacional y de la “Asociación de Señoras”, de la que era presidenta S.M. La Reina, la cantidad de 250 pesetas en concepto de socorro.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 27 Feb 2018 23:48

Excmo. Sr. D. Luis JIMENEZ FUENTES (Soldado de Infantería del Ejercito Español, Caballero Laureado


El 5 de febrero de 1910 se concede la Cruz de Caballero Laureado de la Orden de San Fernando al Soldado de Infantería D. Luis Jiménez Fuentes, fallecido en dicha fecha en Nador.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 28 Feb 2018 11:30

Excmo. Sr. D. Francisco MAS AZNAR (Soldado de Artillería del Ejercito Español, Caballero Laureado)

Francisco Mas Aznar (Crevillente, Alicante, 1887 – 1963) fue un soldado de primera de artillería que, durante la Guerra del Rif, fue destinado al polvorín del Fuerte de San Miguel, en Melilla.

Carrera

El 9 de agosto de 1911 se declaró un gran incendio en el Fuerte tras la explosión de un barril de pólvora. Francisco Mas Aznar fue el primero que se lanzó a extinguir el incendio, a riesgo de morir en el intento. Por esta acción heroica se le concedió, mediante una Real Orden, la Cruz Laureada de San Fernando. También fue nombrado Hijo Predilecto por el Ayuntamiento de Crevillente, que erigió un busto en su honor; y desde 2002 existe en Melilla una calle con su nombre.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 28 Feb 2018 11:36

Excmo. Sr. D. Rodolfo CARPINTIER VALVERDE (Teniente de Infantería del Ejercito Español, Caballero Laureado)


El 12 de septiembrede 1911 se concede la Cruz de Caballero Laureado de la Orden de San Fernando al Teniente 1.º de Infantería Rodolfo Carpintier Valverde, fallecido en esa fecha en acción de guerra en Ishafen (Melilla)

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 28 Feb 2018 13:01

Excmo. Sr. D. Juan JIMENEZ ORTONEDA (Capitan de Infantería del Ejercito Español, Caballero Laureado)


El 12 de septiembre de 1911 se concede la Cruz de Caballero Laureado de la Orden de San Fernando al Capitán de Infantería D. Juan Jiménez Ortoneda, fallecido en dicha fecha en acción de guerra en Río Kert (Melilla).


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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 28 Feb 2018 13:07

Excmo. Sr. D. Juan MARTINEZ CORTES ( Teniente de Infantería del Ejercito Español, Caballero Laureado


El 12 de septiembre de 1911 se concede la Cruz de Caballero Laureado de la Orden de San Fernando al Teniente 2.º de Infantería D. Juan Martínez Cortés, fallecido en dicha fecha en acción de guerra en Río Kert (Melilla).

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 28 Feb 2018 13:14

Excmo. Sr. D. Antonio MENDEZ BLASCO (Capitan de Infantería del Ejercito Español, Caballero Laureado)


El 27 de septiembre de 1911 se concede la Cruz de Caballero Laureado de la Orden de San Fernando, al Capitán de Infantería D. Antonio Méndez Blasco, fallecido en dicha fecha en acción de guerra en Beni-bu-Gafar (Melilla).


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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 28 Feb 2018 13:17

Excmo. Sr. D. Manuel MUÑOZ OLIVE (Capitán de Infantería del Ejercito Español, Caballero Laureado


El 27 de septiembre de 1911 se concede la Cruz de Caballero Laureado de la Orden de San Fernando al Capitán de Infantería Manuel Muñoz Olive fallecido en dicha fecha en acción de guerra en Río Kert (Melilla).


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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 28 Feb 2018 17:46

Excmo. Sr. D. Juan RUIZ BERLANDO (Capitán de Infantería del Ejercito Español, Caballero Laureado)


El 27 de septiembre de 1911, se concede la Cruz de Caballero Laureado de la Orden de San Fernando al Capitán de Infantería D. Juan Ruiz Berlando fallecido en dicha fecha en acción de guerra en Río Kert (Melilla).

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