Mensajepor Steyr » 22 May 2011 18:21
La verdad es que la cosa empieza a pintar interesante. Tengo un buen jabalí pero me da calabazas constantemente, sin embargo, la otra noche, antes de que se me terminara el permiso por daños, cacé uno, aunque no gran cosa. Os dejo este relato mientras espero el permiso para la temporada.
Por contaros algo, aunque no es precisamente para colgarme una medalla:
Hace poco que me ha llegado el permiso por daños; pero los jabalíes están inconstantes: tienen comida en abundancia por mis pagos y no es sencillo intuir por dónde van a estar. A mayor abundamiento de complicaciones, el clima está cambiante; tormentas bruscas y fuertes; aire impetuoso y variable que la propia configuración orográfica del terreno tornan en caprichoso y traicionero para las esperas.
Por los almendros deambula un generares de gran porte pero tan inconstante como el tiempo y no veo signos de que los jabalíes los hayan tomado al asalto; huellas, sí, pero esporádicas y no frescas. Sin embargo, hay un comedero de perdices que lo están saqueando. Se lo digo a los perdiceros (el coto sólo se caza con reclamo) y montan en cólera, porque esa es la mayor querencia que tienen allí y no han acabado con uno cuando empiezan con otro. Así es que me dan carta blanca para que me instale donde me apetezca.
Relleno bien el cebadero, situado bajo un venerable pino de gran porte, que ha tenido que soportar algún que otro cruento navajazo de algún macareno farruco, y no tardan en visiarlo sus clientes habituales: perdices, conejos, algunas torcaces y tórtolas, pero los jabalíes... nada. El sábado pasado fui a revisarlo con mi mujer y estaba bien pertrechado de grano, signo inequívoco de que los jabalíes no habían hecho por él. El martes por la tarde, encontré un hueco y me escapé para ver qué había por esos pagos; una breve y agresiva tormenta me retrasó y desdibujó los rastros pero aún así... Sí, todo estaba muy claro: por los bancales no había quien se metiera, pero en el cebadero había una huella muy clara de un animal que me pareció de unos 60 kg., y , lo más importante, dos terceras partes del grano había desaparecido.
El miércoles; el miércoles sería un buen día para esperarlo. Pero el hombre propone, Dios dispone y el tiempo todo lo descompone: nubes plomizas y viento fuerte me disuaden... ¿Pues no decía AEMET que si tal o que si cuál? Al final decido olvidarme e irme al gimnasio para matar la frustración. Ya veremos el jueves. Día aceptable; despejado; suave viento de levante.
Llego a la finca bien pertrechado de ilusión. Tengo el síndrome de abstinencia porque desde enero no he visto un rabo y... Sí; ha vuelto a entrar y queda muy poca comida. Naturalmente no me bajo del coche. Por la dirección del viento y la posición del comedero bajo el pino, ubicado en un suave laderón, no tengo muchas opciones. Alejo el coche lo que puedo y procuro situarme de manera que el aire, constante aunque suave, no me delate llevando mi olor hacia la entrada del jabalí (que tampoco está clara).
Me siento relativamente alejado del comedero, sesenta y cinco o setenta metros, con buena visibilidad pero circunscrita a un perímetro muy corto y delimitado, de modo que el animal tenía que estar sobre el comedero para verlo; de lo contrario, sólo lo oiría. Pong la silleta detrás de dos pinos achaparrados, con romeros altos a mi derecha y espartos a la izquierda (el erial a la izquierda, en fin...). Me gusta porque las plantas aromáticas disimulan por lo menos en parte el olor que yo pueda emitir. Además, estoy en una suave hondonada y con la oscuridad es imposible que se me vea.
La noche se tercia negra como la tinta. a pesar de las estrellas y de estar en una especie de meseta, siempre expuesta al aire. Menos mal que me he traído el mono de las esperas, que si me llego a confiar guiado por la bonancible temperatura de la tarde, no aguanto yo allí. Siempre pasa lo mismo: aire desagradable, fresco o frío, procedente de cualquier dirección. Cuando sopla de verdad, allí no hay quien se ponga, eso está claro, por lo menos para el menda. pero esa noche se aguantaba bien.
Me encasceto la capucha sobre el cortavientos y a esperar tocan. El tiempo pasa y yo entro en una especie de vigilia somnolienta que rompo sistemáticamente cada tres o cuatro minutos para ver por los Steiner. Anda que si no llega a ser por los prismáticos me iba a enterar yo de algo. Tengo hambre, claro, si es que son las once y treinta minutos y por allí no pasa ni un alma. Si casi no he oído a ninguna razpaz nocturna. El monte parece muerto. ¡Que raro! Ese jabalí viene entrando ya dos o tres noches seguidas. ¿Me habrá cogido el aire? No he sentido nada. Bien, pues pase lo que pase, hasta las doce y media me quedo.
23:40: oigo comer. Si acabo de dejar los prismáticos; a ver... Sí; pero qué mal se ve. Todo oscuro como la boca de un lobo. No aprecio bien la pieza que, para ponérmelo más difícil, me da el culo. Lo veo muy difuso, como si se tratase de una sutil sombra que se desplazase flotando. Me cago en... Mano al rifle. El Zeiss 3-12x56 no hace milagros, desde luego. Si hubiera algo de luna ya sería otro cantar. No toca más remedio que arriesgar y, contra mi proceder habitual, apunto y oprimo el interruptor de la luz a la vez que curvo el dedo sobre el gatillo. Una fracción de segundo y disparo. El fogonazo me deslumbra y después: ¿Dónde está el jabalí? ¿Pero es que lo he fallado' (¿otro?, no puede ser). No, no fallé, el tiro fue complicado por las circunstancias, pero perfecto a la base de la oreja. Es que no escarmiento. Es que tardé en verlo porque al estar en pendiente rodó y se quedó echo un fardo. Unos 70 kg., no estaba mal, pero sin defensas dignas de mención.
Perdiceros contentos, agricultor satisfecho y... yo encantado de haberme conocido. Hasta la próxima. Un tiro bastante difícil perfecto y un disparo a prueba de tontos fallado porque, en fin, vamos a dejarlo, no quiero pensarlo.
Saludos a todos y que hayais empezado con buen pie las esperas