Mensajepor Rescoldo » 23 Mar 2015 23:33
Hola ahí va una nota aclaratoria:
Régimen de la conquista y colonización de América
Luego del descubrimiento, los españoles llevaron a cabo diversas exploraciones de los territorios recién descubiertos. Las primeras exploraciones de los españoles se realizaron en la misma zona del Caribe a que había arribado Colón. El propio Colón descubrió en 1492 las islas Bahamas, Cuba y Haití, en 1493 las Antillas Menores, Puerto Rico y Jamaica, y fundó en Haití el Fuerte de la Natividad. En 1498 Colón descubrió la desembocadura del Río Orinoco y el Cabo de Paria en Venezuela; y en 1502 recorrió las costas de Honduras, Panamá y Costa Rica.
Entre l499 y l502 seis expediciones españolas navegaron frente a las costas de Venezuela. En ese período, Vicente Yáñez Pinzón arribó a las costas del Brasil; que pocas s semanas después fuera descubierto por el portugués Pedro Álvarez Cabral.
Luego de los viajes de Solís y Magallanes, y especialmente del viaje de Gaboto y de Diego García, la Corona española se fijó el objetivo de ocupar efectivamente y colonizar los nuevos territorios; cuyas riquezas resultaban superiores al objetivo inicial de participar en el comercio de las especies.
Los descubrimientos efectuados en México, y los informes de que en los territorios del sur existían abundantes riquezas en metales preciosos — que a la larga se verían confirmados con el descubrimiento y conquista del Imperio de los Incas — movió a los españoles a organizar un sistema que condujera a explotar adecuadamente estos territorios.
El acuerdo realizado por los Reyes Católicos con Cristóbal Colón, llamado Capitulaciones de Santa Fe, fundado en el supuesto de que él encontraría una ruta alternativa hacia la Especiería, había otorgado al navegante genovés enormes privilegios. De conformidad con esas Capitulaciones, Colón y sus descendientes adquirirían la plenitud de los derechos de propiedad sobre los territorios que descubrieran, y todas sus riquezas.
Cuando se hizo evidente que su hallazgo había sido muy diferente, y que se estaba ante un nuevo Continente, de inmensos territorios absolutamente desconocidos, la Corona española anuló los términos acordados con Colón; y sostuvo que las tierras descubiertas, con sus habitantes y riquezas estaban sujetas exclusivamente a su autoridad. Dispuso, además, que nadie podría emprender expediciones de exploración o colonización, sin el permiso previo del Rey de España.
Sin embargo, la Corona española estaba lejos de contar con los medios para emprender el reconocimiento completo de los territorios descubiertos por Colón, y para lograr ocuparlos efectivamente, y explotar sus riquezas. No solamente porque debía ocuparse de situaciones que requerían su atención en el propio continente europeo; sino porque en cuanto se tomó un conocimiento primario de las dimensiones de los descubrimientos, se advirtió lo enorme de esa empresa.
En consecuencia, la Corona española recurrió a lo que podría llamarse, en términos modernos, un sistema de otorgamiento de concesiones. El régimen aplicado — que luego fue recogido y regulado en las “Ordenanzas de descubrimiento, nueva población y pacificación de las Indias Occidentales” dictadas por el Rey Felipe II en 1573 — reservaba a la Corona la propiedad exclusiva de los territorios, sus poblaciones indígenas y sus riquezas, invocando como fundamento el derecho de conquista.
A esos efectos, la Corona española dividió la América del Sur en cinco jurisdicciones, separadas por líneas que seguían los paralelos; que fueron denominadas “Nueva Granada”, que comprendía el norte hasta el paralelo de la desembocadura del Amazonas; “Nueva Castilla” hasta la altura de Bahia en Brasil (excluyendo la zona asignada a Portugal por el Tratado de Tordesillas); “Nueva Toledo”, hasta el límite de la costa atlántica con la línea de Tordesillas; “Nueva Andalucía” que llegaba hasta el paralelo del Río de la Plata; y “Nueva León”, hasta el sur del continente.
La conceder a los exploradores la autorización para el descubrimiento y población de tierras, la Corona española solamente les otorgaba la autoridad de gobernación y ciertos derechos económicos; mediante el otorgamiento de un contrato llamado Capitulaciones, por el cual los concesionarios debían proveer los buques, equiparlos con todo lo necesario para el viaje en cuanto a víveres, armas y municiones, y alistar sus tripulaciones. Incluso estaban obligados a pagarles de antemano por su participación en el viaje, y a cancelar sus posibles deudas para que nadie pudiera participar de una expedición sin haber pagado previamente a sus acreedores.
Los que se ofrecían para estas empresas de exploración, si bien por lo general tenían importantes medios económicos, y obviamente disponían de conocimientos náuticos, debían recurrir a la contratación de importantes préstamos; que les eran otorgados exclusivamente ante la perspectivas de obtener grandes ganancias. Si bien en varios casos así ocurrió efectivamente; también sucedió que las expediciones solamente descubrieron territorios totalmente improductivos.
Ese sistema se basó en otorgar diversos privilegios — entre ellos el de ser designados Gobernador y Capitán General de los territorios a colonizar, con carácter vitalicio — a quienes aceptaran tomar a su cargo afrontar el costo de financiar las expediciones, asignándoles el título y la función de “Adelantados”; cuya misión consistía en tomar posesión efectiva de los territorios a nombre de la Corona, y proceder a su colonización fundando asentamientos y fortalezas, guarniciones militares, estableciendo pobladores, introduciendo ganado y organizando la explotación de sus riquezas, empleando para ello el trabajo de los indígenas sometidos a esclavitud, o esclavos negros importados del continente africano.
De cualquier manera, este sistema permitió a España expandir los descubrimientos, ocupar los nuevos territorios y proceder a su colonización, en un plazo excepcionalmente breve; considerando las grandes distancias a que ellos se encontraban, las enormes extensiones territoriales que comprendïan y en algunos casos la gran cantidad de poblaciones indígenas que albergaban.
En l5l3 Vasco Núñez de Balboa logró cruzar el Istmo de Panamá y descurbrió el Mar del Sur, como llamó al Océano Pacífico.
Habiéndose instalado los españoles, hacia 1520, en las islas del Mar Caribe, Cuba y las costas centroamericanas del Istmo de Panamá habían tenido noticias a través de expediciones hechas en los años 1516 a 1518, de la existencia del Imperio Azteca. Diego Velázquez, que era Gobernador de Cuba, resolvió entonces lanzarse a la conquista de esos territorios, lo que fue encomendado a Hernán Cortés.
Cortés realizó la conquista del Imperio Azteca entre l5l9 y l52l; apoderándose de su capital, Tenochtitlán, sobre cuyas ruinas fundó la ciudad de México; con cuyos territorios la Corona española creó el Virreinato de Nueva España.
También fue partiendo de Panamá que exploradores españoles penetraron en el territorio colombiano, y recibieron noticias del Imperio Inca, que volvieron a desatar la ambición de encontrar tierras de fabulosas riquezas en oro y plata. Francisco Pizarro y Diego de Almagro; realizaron la expedición hacia el Perú, iniciada en 1531 y culminada en 1533 con la conquista del Imperio Incaico; con cuyos territorios se estableció el Virreinato del Perú en 1542.
Los Adelantados
Para la colonización del Río de la Plata, la “Nueva Andalucía”, fueron designados cuatro Adelantados; que fueron Pedro de Mendoza (1535-1537), Álvar Núñez Cabeza de Vaca (1541-1544); Juan Ortiz de Zárate (1574-1575) y Juan Torres de Vera y Aragón (1578-1590).
El primer Adelantado: Pedro de Mendoza (1535-1537)
Don Pedro de Mendoza era un rico caballero de la Corte española, quien se comprometió a solventar todos los costos de la expedición más importante salida hasta entonces de España hacia el nuevo continente, en calidad de primer Adelantado, con las obligaciones y privilegios que correspondían a esa condición. Su misión consistía en fundar tres fortalezas, una ciudad, encontrar un camino hacia el Océano pacífico, y evangelizar a los indígenas
La expedición, que partió de San Lúcar de Barrameda el setiembre de 1535, era comandada por don Diego de Mendoza, hermano del Adelantado, y se componía de 11 buques, tripulados por más de 800 personas; entre los cuales se encontraban numerosos alemanes. Uno de ellos, Ulderico Schmidel, se convirtió en el primer historiador de los territorios del Río de la Plata. En las Islas Canarias se agregaron 3 buques en que se transportaban varias compañías de soldados y algunos caballos.
Luego de hacer escala en la bahía de Río de Janeiro, la expedición se dirigió al Río de la Plata; donde arribó en los primeros días del año 1536, fondeando frente a la Isla de San Gabriel. Schmidel describió los pobladores de la zona, indicando que eran unos dos millares de indios llamados charrúas, los cuales iban completamente desnudos salvo las mujeres que portaban una especie de saya hecha en hilado de algodón, y se alimentaban exclusivamente de la caza de la pesca.
Cruzando hacia la otra costa del río, que estaba muy próxima, encontraron allí otros indígenas, los querandíes, que se comportaron en forma pacífica y con los cuales los expedicionarios canjearon víveres a cambio de algunos objetos sin valor. Dice la crónica que en determinado momento los indígenas rehusaron continuar suministrando víveres a los expedicionarios; por lo cual fueron perseguidos por éstos, trabándose un combate con varios miles de indios, quienes fueron derrotados aunque los expedicionarios perdieron a su jefe Diego de Mendoza; siendo denominado ese lugar, en adelante, como pago de la matanza.
Ante esa circunstancia, el Adelantado resolvió establecer en el lugar un asentamiento fortificado, fundando lo que denominó como ciudad de Santa María del Buen Aire, a principios de febrero de 1536; lo que constituyó la primera fundación de esa ciudad. Sin embargo, ante la escasez de víveres y la hostilidad de los indios que atacaban mediante flechas incendiarias, de Mendoza optó por retirarse del lugar, dejando allí una guarnición de unos 600 hombres.
De Mendoza continuó luego navegando por los Ríos Paraná y Paraguay, estableciendo una nueva población sobre las ruinas del antiguo Fuerte de Sancti Spiritu; y enviando río arriba a Juan de Ayolas al frente de tres naves ligeras, en busca de víveres y posibles riquezas. No obstante de Mendoza, que se encontraba enfermo y habiendo designado a Ayolas como su sucesor, resolvió retornar a España , aunque falleció durante la travesía.
Ayolas remontó los ríos Paraná y Paraguay, siguiendo la ruta de Gaboto, donde luego de haber debido soportar varios ataques de los indígenas, procedió a fundar la ciudad de Asunción el 15 de agosto de 1537.
Luego de continuar remontando el Río Paraguay, Ayolas se detuvo en un lugar que llamó La Candelaria, donde dejando buques y soldados al mando de Domingo Martínez de Irala emprendió un viaje por tierra para dirigirse al Perú, tras los informes de que allí existían las riquezas y metales preciosos que pretendía obtener.
El viaje hasta el Perú resultó enormemente dificultoso, no solamente por la gran distancia y lo inhóspito del territorio, sino también por la hostilidad de los indígenas, con quienes debieron trabar constantes combates. Según las crónicas, aunque Ayolas finalmente habría logrado llegar al Perú, fue muerto por los indígenas, junto con todos los expedicionarios, cuando trataba de retornar al campamento de Irala.
Entretanto Irala, que aguardó en vano el retorno de sus compañeros de expedición, debió dirigirse a Asunción. Allí recibió a un nuevo enviado del Rey de España, Alfonso de Cabrera, quien había sido designado como veedor (inspector) por el Rey, al enterarse del fallecimiento de don Pedro de Mendoza; y a quien le había encomendado el mando de otra expedición para auxiliar a los colonos españoles, con facultades para designar a Ayolas como sucesor del Adelantado.
Ante la desaparición de Ayolas, Cabrera convocó a los colonos y de conformidad con ellos designó como nuevo Adelantado al Capitán Martínez de Irala. Éste, atendiendo a que el objetivo principal que se proponían era llegar al Perú donde consideraban que se encontraban las grandes riquezas, resolvió concentrar en Asunción a los colonos de Buenos Aires, con lo cual esta ciudad quedó abandonada y Asunción pasó a ser la única población española en la zona del Río de la Plata.
A partir de entonces, Asunción fue el centro de la conquista y colonización de la región; de donde partieron expediciones que fundaron las primeras poblaciones españolas en los territorios de la actual mesopotamia argentina, Paraguay y Bolivia. En 1551 Ruy Díaz de Melgarejo fundó Ontiveros; en 1556 Gonzalo de Mendoza fundó Ciudad Real; en 1561 Nufrio de Chávez fundó Santa Cruz de la Sierra; en l573 Juan de Garay fundó Santa Fe; en l580 Juan de Garay volvió a fundar la ciudad de Buenos Aires; y en l588, Juan Torres de Vera y Aragón, fundó la ciudad de Corrientes.
Se realizaron también varias exploraciones por tierra, entre las cuales la de l542 en que Álvar Núñez Cabeza de Vaca viajó desde la isla de Santa Catalina en la costa del Brasil, hasta la ciudad de Asunción; descubriendo las cataratas del Iguazú.
Las encomiendas
Bajo la gobernación de Irala, la ciudad de Asunción tuvo un importante progreso, edificándose en ella una Iglesia; y estableciéndose asimismo el Cabildo, que era una autoridad de nivel administrativo, compuesta por un grupo de los habitantes más destacados de la ciudad, que eran designados como tenientes alcaldes.
También fueron establecidas las primeras encomiendas.
La encomienda — que constituyó una institución sumamente importante en el proceso de la colonización española del continente americano — consistía en asignar a un colono español, que por lo tanto recibía la calidad de encomendero, un lote de tierra y la tenencia de un grupo de indígenas, a los cuales tenía obligación de evangelizar e instruir, enseñándoles asimismo las artes de la agricultura (ya que, en general, eran nómades solamente dedicados a la caza y la pesca); a cambio de lo cual y de su sustento, debían trabajar la tierra del encomendero, durante un mes al año.
Si bien ulteriormente originó abusos — sobre todo en otras zonas del continente americano — la encomienda era un sistema concebido con fines de propender a la civilización de los indígenas y a su conversión a la religión cristiana, lo que se consideraba como un esencial beneficio para ellos, en el orden religioso. Si bien los indígenas se veían sometidos a la autoridad del encomendero, dejaban su anterior y azarosa vida salvaje de nomadismo; para pasar a una etapa superior de agricultores, lo cual mejoraba su situación anterior, al disponer de alimento y alojamiento en forma estable.
El segundo Adelantado: Álvar Núñez Cabeza de Vaca (1541-1544)
El segundo Adelantado fue Álvar Núñez Cabeza de Vaca, quien ofreció sus servicios a la Corona con el objeto de continuar la colonización.
Cabeza de Vaca había participado en 1527 de una expedición comandada por Pánfilo de Narváez, que había recorrido las costas de la península de La Florida; que terminó en un naufragio en las playas del golfo de Tampa, y en una aventura que duró diez años, en los que estuvo con otros dos expedicionarios atravesando los territorios de Texas y el actual norte de México, conviviendo con los indios, hasta que fueron hallados por otros españoles que los llevaron hasta San Miguel de Culiacán, en Sinaloa, México.
Su expedición partió del puerto de San Lúcar de Barrameda el 2 de noviembre de 1540. En la isla de Santa Catalina, sobre las costas del Brasil, desembarcó un contingente que debía dirigirse a Asunción por tierra; en tanto que el resto proseguía por vía marítima. El Adelantado llegó por tierra a Asunción, luego de un viaje sumamente dificultoso, em marzo de 1542.
Álvar Núñez intentó también llegar al Perú en busca de los ansiados metales preciosos; pero las dificultades causadas por la hostilidad de los indígenas y la carencia de vituallas, impidió que pudiera ralizarlo, por lo que debió retornar a Asunción.
Por otra parte, el Adelantado no logró concitar la adhesión de los colonos, los que el 25 de abril de 1544 se amotinaron contra él, y tomándolo preso lo enviaron de retorno a España; y otorgaron nuevamente a Domingo Martínez de Irala el cargo de Gobernador.
El segundo período de gobierno de Irala se prolongó por doce años, hasta 1556. Durante ese tiempo, logró realizar el viaje al Perú; así como fundó varias poblaciones a lo largo del Río Paraná, que le permitieron consolidar la presencia española en la zona.
En 1552 envió desde Asunción un grupo de colonos y 120 soldados comandados por el Capitán Juan Romero; al que asignó la misión de establecer un lugar de escala para los buques que navegaban en el estuario. Romero desembarcó en la costa oriental, actual Departamento de Colonia, y estableció un pueblo en la desembocadura del Arroyo San Juan, que fue designado con el mismo nombre. Sin embargo, el nuevo poblado fue constantemente hostigado por los charrúas; por lo cual a los dos años los colonos decidieron abandonarlo.
Irala falleció en Asunción en 1556; habiendo quedado el gobierno de la colonia a cargo de varios gobernadores interinos; hasta que en 1574 se hizo cargo de la Gobernación el tercer adelantado, don Juan Ortiz de Zárate.
El tercer Adelantado: Juan Ortiz de Zárate (1574-1575)
Al ser nombrado como tercer Adelantado, don Juan Ortiz de Zárate se comprometió a llevar a la Nueva Andalucía 200 soldados, 300 colonos, 4000 vacas e igual número de ovejas, 500 cabras y 300 equinos; con lo cual fundaría por lo menos dos ciudades y poblaría las tierras conquistadas. Su expedición zarpó de San Lúcar de Barrameda en octubre de 1572.
Luego de una agitada y prolongada travesía, Ortiz de Zárate llegó al Río de la Plata recién en noviembre de 1573, anclando las naves en el puerto actual de Colonia, que habían bautizado como Puerto de San Gabriel. Sobre la costa, fueron construidas fortificaciones y viviendas para los soldados, lo que fue denominado como Pueblo de San Gabriel.
Si bien en los primeros tiempos los charrúas se mostraron bastante amistosos con los expedicionarios, prontamente surgieron diferencias que llevaron a Zárate al error de intentar someterlos; lo que originó un ataque de los indios del cual solamente pudieran escapar refugiándose en las naves.
En tales condiciones, Zárate decidió instalarse en la isla Martín García y solicitó ayuda a la expedición de Juan de Garay, que se encontraba en la recién fundada ciudad de Santa Fé. Garay acudió prontamente, y en unión a los soldados de Zárate desembarcó en el lugar en que Gaboto había fundado el Fuerte de San Salvador con 22 soldados de infantería y 12 jinetes. Atacado por cerca de un millar de indios, tuvo lugar el Combate de San Salvador, en el cual lograron vencerlos produciendo la muerte de los caciques Zapicán y Abayubá y de alrededor de 200 indios.
Ortiz de Zárate volvió a construir un asentamiento colonial en el lugar, erigiendo una población fortificada que llamó Ciudad de San Salvador; donde a causa de los permanentes ataques de los indios charrúas dejó instalada una guarnición de 60 soldados, y prosiguió su viaje hasta Asunción; donde falleció en 1575.
Ortiz de Zárate había designado como su sucesor en el Adelantazgo a quien desposara a su hija Juana, que residía en la ciudad de Chuquisaca, en el Perú; hacia donde viajó Juan de Garay para imponerla de los términos del testamento de su padre.
Doña Juana Ortiz de Zárate contrajo matrimonio poco tiempo después con otro residente en el Perú, don Juan Torres de Vera y Aragón, que de tal modo pasó a ser el cuarto Adelantado del Río de la Plata.
El cuarto Adelantado: Juan Torres de Vera y Aragón (1578-1590)
De Vera y Aragón designó inmediatamente a Juan de Garay como Teniente Gobernador, mientras él continuara en el Perú; interinato que se prolongó desde 1576 hasta 1584.
Juan de Garay realizó una buena gestión como Teniente Gobernador, procediendo a la fundación de varias ciudades. El 11 de junio de 1580 procedió a la segunda fundación de la ciudad de Buenos Aires; la cual logró defender exitosamente contra los ataques de los indios querandíes,
De Garay murió en 1584, en circunstancias en que viajando hacia la ciudad de Santa Fé, su comitiva fue atacada por los indios minuanes, siendo muertos todos sus integrantes.
Don Juan Torres de Vera y Aragón demoró tres años, todavía, en asumir su cargo de Adelantado en Asunción; pero enfrentado a la oposición de los colonos, optó por renunciar y viajar a España en 1591.
Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias)
Ante la defección de Torres de Vera y Aragón, los colonos eligieron como Gobernador a uno de ellos, nacido en el Paraguay, Hernando Arias de Saavedra a quien se conocía como Hernandarias y que, ratificado por el Rey vino ser, en consecuencia, el primer Gobernador colonial nacido en territorio americano.
La permanente dificultad que representaban los charrúas para el establecimiento de colonias en la costa oriental del Río Uruguay. motivó que Hernandarias resolviera trasladarse a ese territorio, lo que realizó en 1603. De tal manera, pudo percibir las excelentes condiciones que ofrecían sus campos para el desarrollo de la ganadería; motivo por el cual, ordenó trasladar 100 animales vacunos y algunos equinos machos y hembras, que provenientes de Buenos Aires — donde los ganados traídos por Pedro de Mendoza y por Ortiz de Zárate se habían multiplicado abundantemente — fueron desembarcados en el puerto de Colonia cerca de un arroyo que, desde ese tiempo, se ha denominado Arroyo de las Vacas.
Las favorables condiciones del territorio determinaron que dichos animales, aunque viviendo en total libertad, se multiplicaran hasta el grado de que dos siglos después alcanzaban a varios millones de cabezas.
Esa proliferación del ganado vacuno y caballar determinó que los indígenas dispusieran de su carne como alimento, de sus cueros como elementos de vestimenta y para la construcción de tolderías; y que aprendiendo a dominar al caballo se convirtieran el hábiles jinetes.
Aquí la más principal
hazaña es obedecer,
y el modo cómo ha de ser
es ni pedir ni rehusar.