Otra historia del mismo libro, esta protagonizada por el gran Michael "Michel" Wittmann, pero no subido en su herramienta de trabajo habitual (el Tigre) sino subido en un Stug III armado con un 75 corto...para que veáis como se las gastaba el hombre antes de subirse al monstruo de 58 toneladas...
Estamos en los primeros momentos de Barbarroja, julio del 41. Wittmann es comandante de un cañón de asalto de la batería de cañones de asalto de la LSSAH. Debido a la escasez de vehículos Sepp Dietrich se ve obligado a desplegar excesivamente sus cañones de asalto para vigilar el mayor terreno posible ante un contraataque ruso. A Wittmann se le da la orden de dirigirse al punto 56.9 y asegurar el área. El batallón de reconocimiento ha informado de la presencia de tanques rusos...
"El cañón de asalto rodó hasta la pendiente de la colina 56.9 y se detuvo. En ese momento Wittmann oyó el ruido de tanques. Varias detonaciones reverberaban entre el fuego de cañones que venía de la parte norte de los bosques.
"¡Allí están!" dijo el Obergefreiter Klinck que estaba agazapado detrás de su "setentaycinco".
Wittmann ordenó al conductor: "Vamos a movernos hacia lo alto de la colina. A las 11 en punto entre esa línea de vegetación. Avanza lo suficiente para dejarme observar. ¡No más o estaremos al descubierto!"
"¡Cómo si no lo supiera!” murmuró Koldenhoff, un poco ofendido. Pisó el acelerador y cautelosamente, metro a metro, el Stug empezó a subir la colina. Alcanzó la línea de vegetación en la cresta y se detuvo. Wittmann atisbaba con sus binoculares, intentando ver algo...
“¡Otros dos metros1”, ordenó.
El Stug se movió un poco más. Justo entonces Wittmann divisó los tanques soviéticos.. NO necesitaba sus prismáticos porque estaban rodando cerca desde el noreste. Wittmann sentía cómo su corazón bombeaba mientras contaba doce tanques enemigos. ¿Qué hacer? ¿Cómo podría detener esa gran fuerza sin sacrificar su Stug y a su tripulación? Mientras consideraba todo esto, seis tanque más aparecieron de entre los árboles a unos cuatrocientos metros a la izquierda y viraron hacia el sur. Se unieron al cuerpo principal de tanques enemigos que probablemente alcanzarían la cima de la colina en unos dos minutos...
“¿Cuántos son, sargento?”, preguntó Petersen, el cargador. Los otros le llamaban el “hombre tranquilo”, pero el estruendo provocado por los motores y las cadenas de los tanques enemigos le había sacado de su habitual reserva.
“¡Dieciocho!” respondió el comandante.
“¿Eso es todo?” preguntó Zehmann, el radio-operador de Wittmann de solo diecisiete años de edad.
“¡Eso es todo!” replicó Wittmann mientras se inclinaba ligeramente. “Da marcha atrás Koldenhoff y luego hacia la izquierda, rodeando la colina. Tan pronto como tengamos un campo de tiro despejado, aproxímate a toda velocidad hasta unos 2doscientos metro de ellos. Apunta el morro directo a ellos para que Klinck no tenga que hacer mayores ajuste de puntería.”
El Stug rodeó la colina. Los tanques enemigo aparecieron a la vista. Wittmann vio que el más cercano estaba a unos trescientos metros y ya había cubierto el primer tercio de la colina. El motor rugió mientras el Stug se lanzaba hacía delante. Cruzó el centenar de metros que le quedaban y paró bruscamente. Klinck sólo necesitó una mínima corrección antes de disparar.
“¡FUEGO!”
El “setentaycinco” rugió y el proyectil impactó en el costado del carro enemigo dejándolo en llamas. Segundos después se oyó una poderosa explosión cuando el fuego alcanzó la munición del tanque. Sin esperar ordenes, Koldenhoff movió un poco el Stug hacia delante, giro y frenó de nuevo. Mientras tanto, Petersen había introducido el siguiente proyectil en la cámara. El cierre se cerró y Klinck disparó de nuevo. El Stug aún estaba moviéndose por el retroceso cuando la vaina vacía del proyectil había ya caído en la bolsa de lona situada debajo. Petersen había cargado ya otro proyectil. Koldenhoff giró el Stug bruscamente hacia el este. Al hacer esto evitó el proyectil que les había disparado el tanque más cercano, que había girado sobre una sola oruga después del primer impacto y disparado sobre ellos. El segundo tanque enemigo estaba ahora en llamas.
El Stug se lanzó colina abajo a toda velocidad y se dirigió a los árboles de donde habían surgido los últimos seis tanques rusos. Irrumpió entre ellos mientras los proyectiles que los perseguían impactaban por los árboles de alrededor, provocando una lluvia de ramas que cayeron sobre el Stug. Ahora estaban completamente ocultos por los árboles. Tras medio kilómetro, Wittmann ordenó a su conductor que girara al sur. Se movieron dos kilómetros ene esa dirección antes de girar de nuevo al oeste. Aproximadamente un minuto más tarde el Stug llegaba de nuevo al borde de los árboles.
“¡Alto!” ordenó Wittmann. La escotilla se abrió, se irguió sobre la superestructura del Stug y saltó al suelo. Usando como cobertura los arbustos, anduvo hasta el limite de los árboles. Desde allí tenía una estupenda vista del espacio abierto y de la pendiente este de la colina 56.9. vio tres tanques soviéticos que habían rodado sin ser molestados. Estaban en la cima de la colina. Mirando a su derecha, vio el cuerpo principal de tanques enemigos que había girado de nuevo hacia el bosque.
Un segundo después otro tanque apareció a unos centenares de metros a la derecha de la línea de árboles y empezó a moverse directamente hacia Wittmann. Con grande zancadas Michael volvió corriendo hacia su Stug que estaba con el motor al ralentí. Subiéndose al vehículo y ocupando el asiento del comandante, ordenó: “¡Apunta al espacio entre los árboles, Klinck! ¡Atención, llegarán en cualquier momento!”
Klinck apretó su frente contra la protección de goma de la mira telescópica. Entonces vio un cañón, el cañón de un KV-1, seguido por el frontal y, finalmente, por la poderosa torre...Dudó un poco, hizo una pequeña corrección y presionó el botón de disparo. El ruido del cañonazo y del impacto en el KV-1 casi se fundieron en un solo sonido. El proyectil impactó entre la torre y el casco del KV-1 haciendo volar esta ultima hacia la derecha del tanque. Al caer la pesada torre al suelo, el largo cañón se enterró en la tierra blanda. Al poco, dos supervivientes salieron del casco . Una ametralladora abrió fuego desde alguna parte. Los carristas desaparecieron de la vista. Los restos del KV-1 pronto estallaron en llamas.
El Stug se pudo de nuevo en movimiento. Rodó varios cientos de metros hacia el sur siguiendo el borde de los árboles y de repente el infierno se abrió. Diez carros soviéticos estaban disparando hacia la espesura. Ramas y hojas duchaban el Stug y la metralla castigaba los costados de acero del vehículo. Un proyectil impactó en el suelo a pocos menos por delante del Stug. Un brillante resplandor iluminó por un momento el compartimento de combate. Durante unos segundos Wittmann pensó que todo había terminado. Ensordecidos por el estruendo le hizo a Koldenhoff una señal con la mano.
El Stug se movió de nuevo. Después de unos pocos metros giró hacia el oeste de nuevo y traqueteo hacia el espacio abierto. Tres tanques soviéticos estaban aun en la cima de colina, aparentemente esperando a sus compañeros. Estaban silueteados claramente contra el cielo. Un pequeño arroyo apareció delante. Girando sobre una oruga, el Stug entró en el arroyo que apenas era una corriente poco profunda sobre el terreno rocoso. El Stug de Wittmann, cruzo la corriente y alcanzó la pendiente opuesta sin ser visto. Luego se movió hacia el lado sudoeste de la colina. Wittmann se estaba aproximando a los tanques enemigos por el flanco. Pronto estuvo a apenas cuatrocientos metros. Uno de los tanques de enseñaba la parte trasera. El proyectil perforante impactó en el compartimento del motor. Llamas de combustible surgieron como surtidores. Pronto todo el carro estuvo envuelto en llamas. Los otros dos giraron y se aproximaron al Stug.
“¡Fuego, Klinck!” gritó Wittmann.
El siguiente proyectil impactó en el blindaje frontal de uno de los carros. Wittmann vio el impacto, pero aparentemente no había logrado penetrar el blindaje. Petersen jadeaba. Trabajaba como un loco, inclinándose para recoger otro proyectil y colocarlo en la cámara hasta que la vaina vacía salía expulsada cobre la bolsa de lona. Entonces colocaba otro en la cámara. Klinck disparó al menos cuatro veces sobre el tanque líder hasta que pudo inmovilizarlo. El que le seguía puso pies en polvorosa. Rodó colina abajo y desapareció entre los árboles por donde se habían ido el resto de tanques enemigos.
Sin embargo, el carro inmovilizado siguió luchando. Su siguiente proyectil impactó en el blindaje frontal inclinado del Stug y se desvió casi verticalmente hacia el cielo. Entonces, antes de que el carro ruso acertara con un impacto fatal, Klinck logró un impacto directo en el anillo de la torre. En ese momento, estaba acabado. Las llamas salieron hacia el cielo y las escotillas se abrieron. Varios tripulantes se lanzaron fuera, con sus uniformes en llamas. Los rusos se tiraron al suelo en un intento de apagarlas...¡era una visión terrible!.
Wittmann informó de sus éxitos. “Intento de ruptura enemiga con dieciocho carros detenido. Seis destruidos.”
“Repita de nuevo...¡Confirma dieciocho!”
“Dieciocho tanques intentaron alcanzar colina 56.9. Se han dado la vuelta. Seis tanques enemigos destruidos!” explicó de nuevo Wittmann. “Envíen un “vagón de carne” (ambulancia), tenemos tres rusos heridos aquí.1”
Los soviéticos no intentaron romper de nuevo por ese lugar....
Así se las gastaba el gran Michel antes de subirse a un Tigre...
