Curiosidades Militares

La historia se escribe con fuego: todo sobre operaciones militares, tácticas, estrategias y otras curiosidades
JotaErre
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El hombre que estuvo en todas las batallas...

Mensajepor JotaErre » 18 Mar 2018 00:38

El general español Miguel de Álava (sobrino del almirante Ignacio de Álava, uno de los comandantes españoles en Trafalgar) tiene el honor de ser el único soldado que estuvo en las dos principales derrotas de Napoleón (aunque en bandos diferentes): Waterloo y Trafalgar.

Álava ingresó en la Armada, siguiendo los pasos de su tío, y combatió en Trafalgar con rango de capitán de fragata. Durante la Guerra de la Independencia solicitó su pase al Ejército, que fue concedido. Dado que dominaba el inglés, fue designado como enlace español en el cuartel general de Wellington, al que acompañó durante toda la guerra.

Tras la derrota de Napoleón, fue nombrado embajador español en Holanda. Al conocer el retorno de Napoleón y saber que Wellington se preparaba para la batalla, se presentó ante él y le ofreció sus servicios. Wellington le agregó a su estado mayor, y Álava le acompañó durante toda la campaña. Así, por lo tanto, tiene esa distinción de haber combatido en Trafalgar y en Waterloo y también, probablemente, de haber sido el único soldado español que combatió en Waterloo.

Brasilla
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Re: Petain rinde Francia ante los nazis el 17 de junio de 1940

Mensajepor Brasilla » 18 Mar 2018 01:29

El 14 de junio de 1940, París fue ocupada por las tropas nazis, y el 17 de junio, el mariscal Henri Pétain anuncia su intención de firmar un armisticio con Alemania. El armisticio, firmado el 22 de junio de 1940 en Rethondes, autorizó la ocupación de más de la mitad del territorio francés. El 29 de junio, el Gobierno se instaló en la ciudad de Vichy, una zona libre no ocupada por el ejército alemán.

La ciudad de Vichy presentaba las ventajas de tener una eficiente red telefónica y un gran número de hoteles que serían requisados para alojar los diferentes ministerios y embajadas.
El 10 de julio la Asamblea Nacional, reunida en el Casino de Vichy, otorga al mariscal Pétain todos los poderes gubernamentales y buscará la promulgación de una nueva Constitución que nunca vería la luz, con lo que el Estado francés permanecería durante todo el mandato de Pétain como un estado provisional y plenamente colaboracionista, que permitió el arresto de judíos y de miembros de la resistencia francesa, enviándolos a los campos de concentración nazis.

Pétain participó brillantemente en la Primera Guerra Mundial lo que le valió apodo de "El vencedor de Verdún". Llegó a ser Jefe del Estado Mayor, Ministro de Guerra en 1934, Embajador en España en 1939 y Primer ministro en 1940, tras la dimisión de Paul Reynaud, con plenos poderes gubernamentales para firmar el armisticio con Alemania.

El 10 de julio Pétain fue proclamado Jefe del “Estado Francés” (gobierno de Vichy) en sustitución de la III República y Laval ocupó el cargo de Presidente del Consejo de Ministros.

Tras la invasión de Normandía en junio de 1944, y tras la toma de París en agosto, Pétain y Laval se vieron obligados a buscar la protección de Alemania siendo sacados de Vichy e instalados en la localidad alemana de Sigmaringen como refugiados hasta el final de la guerra. Al finalizar la guerra, ambos fueron capturados, juzgados, encontrados culpables de alta traición y condenados a muerte.

Laval huyó a España, pero fue entregado al gobierno gaullista y fusilado por traición en octubre de 1945. Sin embargo, Charles de Gaulle conmutó la pena de Pétain por una cadena perpetua siendo confinado en el Fort du Portalet, en los Pirineos, y posteriormente fue transferido al Fort de la Citadelle, en la Isla de Yeu donde murió el 23 de julio de 1951 a los 95 años.

Hay una leyenda acerca de la oposición de De Gaulle a liberar a Petaín cuando este ya cumplió los 90 años, ya que De Gaulle estaba resentido con Petain porque no le hizo el menor caso cuando De Gaulle propuso el aumento de las fuerzas de carros de combate, y otras modificaciones en el Ejercito.

Saludos :saluting-soldier:
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Marco Tulio Cicerón.

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Pedro III y su identidad

Mensajepor Brasilla » 18 Mar 2018 02:42

Últimamente estamos viendo como determinados sujetos son capaces de cambiar los hechos históricos con el objeto de hacer creer a su colectivo de seguidores, completos desconocedores de la historia y de la cultura de nuestro país, de una historia que no siendo real si que les hubiera gustado que fuera así.

En este país, que es España desde hace mucho tiempo, aunque algunos crean que es desde hace unos pocos años, nos sobra cultura, costumbres, tradiciones y por supuesto Historia, que tenemos para dar y vender a todos.

¿Que tipo de pueblo es aquel que reniega de sus propias raíces?, ¿qué tipo gente somos si renegamos de nuestros orígenes?, ¿qué tipo de hijo es el que se averguenza de sus padres?

Los españoles somos de una forma ser porque nuestra propia historia nos ha modelado de esa manera. Es nuestra herencia la que hace que seamos independientes, libres y luchadores y, pora ello, han dado su vida muchos a lo largo de la historia.

Lo que más me alegra es que todos aquellos que manipulan a la gente con “medias verdades”, para tener una credibilidad que no pueden alcanzar por sí mismos, para crear un país que no existe o para crear una historia que no es real a expensas de la nuestra, cuando se levantan por la mañanas y cogen la cartera para ir a “trabajar” tienen el mismo dni que yo ¡qué le vamos a hacer!, es la realidad.

Todo esto viene a colación con la exhumación de los restos del rey Pedro III, para su estudio, que ha permitido a todos estos «enanos mentales» volver a la carga con los reyes catalanes.

Quieran o no quieran, les guste o no les guste, los catalanes nunca han tenido reyes ni reino y por mucho que quieran cambiarlo así va a ser por los siglos de los siglos.

El rey Ramiro II, el Monje, rey de Aragón, abdicó en su hija Doña Petronila la corona del reino, quien estaba casada con Ramón Belenguer IV, conde de Barcelona y que gobernó en nombre de su esposa con el título de «príncipe de Aragón».

A la muerte del Conde de Barcelona, Doña Petronila abdicó en su hijo, don Ramón, que toma el nombre de Alfonso II, el Casto, fue el primer rey de la Corona de Aragón y, por tanto, rey de Aragón y conde de Barcelona. Natural de Huesca, fue coronado en 1162 en Zaragoza.

Pedro III, el Grande, era hijo de Jaime I, el Conquistador, y de Violante de Hungría. Nació en 1240 en Valencia y sucedió a su padre en 1276 con los títulos de rey de Aragón, rey de Valencia (Pedro I) y conde de Barcelona (Pedro II). Fue coronado solemnemente en Zaragoza, el 16 de noviembre, por el arzobispo de Tarazona. Posteriormente fue también rey de Sicilia. Firmó, en 1283 el conocido «Privilegio de la Unión» que consistía en el reforzamiento de la nobleza y en el compromiso del rey de respetar los fueros aragoneses y la convocatoria de Cortes anualmente, convocatoria que se extendería a Cataluña al año siguiente mediante la concesión de la constitución “Una vegada l´any” en las cortes celebradas en Barcelona en 1283. Murió prematuramente en Villafranca del Penedés, el 2 de noviembre de 1285, a los 45 años y fue sepultado en el Monasterio de Santes Creus (Tarragona).

Esto es así, aunque algunos no quieran creerlo.

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Re: Los sucesos de Casas Viejas y sus protagonistas I

Mensajepor Brasilla » 18 Mar 2018 11:59

LA GUARDIA CIVIL Y LOS SUCESOS DE CASAS VIEJAS.

En estas fechas se ha venido conmemorando –que no celebrando- el ochenta y cinco aniversario de los trágicos sucesos de Casas Viejas. Uno de los episodios más vergonzosos y vergonzantes de la Segunda República, en el que se perdieron veintiséis vidas. Aquello terminó por motivar la caída del gobierno de coalición de centro-izquierda presidido por Manuel Azaña y la convocatoria de las elecciones de 19 de noviembre de 1933 que dieron el triunfo a la Derecha.

Nadie puede negar que la matanza de catorce vecinos de aquella pedanía –entonces perteneciente a Medina Sidonia- bajo los disparos de la Guardia de Asalto –que no de la Guardia Civil- cuando se encontraban detenidos y en su mayor parte esposados, fue un injustificable y repugnante asesinato. Prueba de ello fue que su responsable inmediato, el capitán Manuel Rojas Feingespán, que mandaba las fuerzas de Asalto que llegaron expresamente desde Madrid, resultó condenado el 28 de mayo de 1934 en la Audiencia Provincial de Cádiz, a la pena de veintiún años de prisión.

Igual de terrible fue lo sucedido horas antes de aquello, cuando en cumplimiento a un telegrama gubernativo que textualmente decía, “Es orden terminante Ministro de la Gobernación se arrase casa donde se han hecho fuertes los revoltosos”, se tiroteó e incendió la choza en la que se habían refugiado y opuesto con las armas a su detención, otro grupo de vecinos encabezado por “Seisdedos”. Allí resultaron muertos –a tiros o carbonizados- ocho de ellos y un guardia de asalto, además de heridos otros cuatro guardias más. Poco después, otro vecino –desarmado y ajeno a los hechos- cayó muerto en la puerta de su vivienda por disparos de guardias de asalto.

Sin embargo a la hora de recordar y conmemorar –máxime en estos tiempos de culto a la memoria histórica que vivimos- los trágicos sucesos de Casas Viejas, se suelen obviar u olvidar ciertas cuestiones, que para algunos parecen carecer de importancia.

Una de ellas es reconocer que allí lo que primero que se produjo fue un alzamiento revolucionario contra la legalidad vigente. La efímera Segunda República, que fue herida de muerte por la sublevación militar facciosa del 18 de julio de 1936, padeció desde sus comienzos, constantes intentonas y frustrados levantamientos revolucionarios anarquistas, que por aquel entonces constituían la fuerza campesina y obrera más importante y numerosa del país.

Otra cuestión por la que también se suele pasar de puntillas –en el mejor de los casos- es que los guardias civiles y sus familias que vivían en la casa-cuartel fueron las primeras víctimas de aquella tragedia que se inició al amanecer del 11 de enero de 1933. La Benemérita estaba compuesta en Casas Viejas por su comandante de puesto, el sargento Manuel García Alvarez, y los guardias civiles Román García Chuecos, Pedro Salvo Pérez y Manuel García Rodríguez.

Los dos primeros fallecerían en los días siguientes como consecuencia de las gravísimas heridas sufridas por disparos en el cerco e intento de asalto revolucionario al modesto acuartelamiento, resultando heridos leves los otros dos. Los sublevados exigieron la rendición y la entrega del edificio. El sargento se negó, gritó ¡Viva la República! –según la prensa de época- y se atrincheró con sus hombres y las familias, sacrificando su vida en defensa de la legalidad vigente.

Autoridades y periodistas de entonces los ensalzaron como héroes, declarándose el suceso como “hecho de guerra” y se les ascendió a todos. Incluso se ordenó por el Inspector General de la Guardia Civil, Cecilio Bedia de la Cavallería, la instrucción de juicio contradictorio para determinar si aquellos guardias civiles -de humilde condición social- eran acreedores a la cruz laureada de San Fernando, máxima recompensa militar al valor heroico. Sin embargo, dos años después, dicho expediente terminó siendo archivado sin más, aduciéndose un ridículo defecto de forma. Ya para entonces, no interesaba remover aquella tragedia.

Bien está recordar y conmemorar, ochenta y cinco años después, la memoria de las víctimas de aquellos bárbaros sucesos, pero lo justo es recordar y honrar la memoria de todas, sin excepciones de ninguna clase, comenzando por las primeras que los sufrieron y que dieron su vida en defensa de la legalidad republicana vigente: los guardias civiles de Casas Viejas

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Re: CASAS VIEJAS II Los Guardias Civiles

Mensajepor Brasilla » 18 Mar 2018 13:06

LOS GUARDIAS CIVILES DE CASAS VIEJAS.
85 aniversario (1933-2018).


Orden General del Instituto de 5 de abril de 1933: "He tenido a bien ordenar la apertura de juicio contradictorio para juzgar los méritos que hayan podido contraerse en la defensa de la casa-cuartel del puesto de Casas Viejas al ser atacados por los revolucionarios con idea de apoderarse del inmueble y armas".

Los trágicos e históricos sucesos de Casas Viejas, donde perdieron la vida 23 campesinos y 3 agentes del orden, conmocionaron en 1933 a España entera y terminaron por provocar la caída del gobierno de Manuel Azaña Díaz. Desde entonces se han publicado numerosos libros al respecto y son objeto de obligatoria cita, a modo de antecedente, en toda obra sobre la Guerra Civil.

La mayor parte se centran en la violenta represión llevada a cabo por fuerzas de la Guardia de Asalto -creada por la República en enero de 1932- si bien en algún caso se acusa confusa y erróneamente de ello a la Guardia Civil, lo cual no sólo es falso sino que además fue la primera en derramar su sangre en aquella tragedia. Sirvan por tanto estas líneas para recordar y conocer en su 70 aniversario, a los anónimos guardias civiles que involuntariamente se convirtieron en las primeras y a su vez más olvidados víctimas.

El Puesto de Casas Viejas.

Ubicado en un modesto edificio de la plaza de la pequeña pedanía que por aquel entonces dependía de Medina Sidonia, su fuerza estaba compuesta por un sargento y tres guardias, perteneciendo a la Línea de Medina Sidonia, encuadrada a su vez en la Compañía de San Fernando de la Comandancia de Cádiz que mandaba el teniente coronel Joaquín Fernández Trujillo.

Su comandante era el sargento Manuel García Alvarez, de 45 años de edad, quien se había hecho cargo del mismo tan sólo un mes antes. Natural de la localidad sevillana de Alcalá de Guadaira, era hijo del sargento retirado Juan García García y estaba casado con Ramona González Milán, con quien tenía varios hijos, siendo el mayor de ellos una joven llamada Mercedes.

Había iniciado su carrera en la milicia en octubre de 1906 como soldado voluntario en la 6ª Batería de la Comandancia de Artillería de Cádiz, en donde alcanzó al año siguiente el empleo de cabo, desde donde consiguió obtener plaza en la Guardia Civil en marzo de 1909. Prestó servicio sucesivamente como guardia 2º de infantería en el puesto de Huelva (donde se le concedió la medalla conmemorativa del Centenario de los combates del Puente de Sampayo), puesto de Cádiz (1911), puesto de Puerto Real (1912) donde se le concedió la medalla conmemorativa del Centenario de las Cortes de Cádiz, puesto de San Fernando (1913) donde fue expresamente felicitado por su conducta durante la huelga revolucionaria de 1917, y puesto de Chipiona (1918) siendo nuevamente felicitado por su comportamiento durante los graves sucesos revolucionarios de febrero de 1919.

En diciembre de 1920 ascendió por elección al empleo de cabo prestando sucesivamente servicio en los puestos de Chipiona y Vejer de la Frontera (1921) en donde en diciembre de 1930 fue felicitado una vez más "con satisfacción y aprecio en todo su valor el alto espíritu y actuación de este individuo en defensa del orden público y de las Instituciones, así como la disciplina y abnegación que ha evidenciado en cuantas ocasiones se ha visto precisado de intervenir".

En junio de 1932 fue ascendido al empleo de sargento por antigüedad, siendo destinado a la Comandancia de Málaga, donde apenas permaneció unos meses ya que en el boletín oficial del 20 de noviembre volvió a la Comandancia de Cádiz, causando alta en la revista de diciembre en el puesto de Casas Viejas.

Los guardias eran Román García Chuecos, Pedro Salvo Pérez y Manuel García Rodríguez, reconstruyéndose sus vicisitudes, al igual que las del sargento, gracias a la documentación obrante en el Servicio de Estudios Históricos, a excepción del último de los guardias citados que no ha podido ser localizada.

El Guardia Chuecos tenía 32 años de edad y era natural de la localidad murciana de Lorca. Había iniciado su carrera militar en julio de 1921 como soldado voluntario en el Regimiento de Infantería "España" nº 46, marchando al mes siguiente a Melilla junto a las fuerzas expedicionarias que acudieron en su auxilio tras el terrible "Desastre de Annual". Participó en los combates librados en Sidi-Amaran, Casabona y Tizza.

A finales de noviembre pasó destinado al Batallón de Cazadores "Llerena" nº 11, siendo destacado primero a Tetuán y posteriormente a Uad-Lau donde continuó prestando servicio de campaña. En marzo de 1923 obtuvo ingreso como guardia 2º de infantería en la Comandancia de Alava, incorporándose al mes siguiente al puesto de Maestu en donde un año después contrajo matrimonio con Ignacia López de Lacalle Palacios.

Debido al régimen de incompatibilidades de la época, ya que no podía estar destinado en la localidad de su esposa, fue destinado a los pocos días a la Comandancia de Barcelona, prestando sus servicios sucesivamente en los puestos de Gavá (1924), Berga (1925) y Sabadell (1928). A finales de noviembre de 1930 pasó destinado a la Comandancia de Cádiz, donde fue expresamente felicitado por su comportamiento durante los sucesos revolucionarios acontecidos en diciembre, mes en el que se incorporó al puesto de Casas Viejas.

El guardia Salvo, hijo de un sargento del Instituto, tenía 32 años de edad, estaba casado con Eulalia González Utar y era natural de la localidad gaditana de San Roque, habiendo iniciado su carrera en la milicia a los 13 años como alumno del Colegio de Guardias Jóvenes "Duque de Ahumada" de Valdemoro.

Cumplidos los 19 años de edad y tras jurar bandera, fue destinado a la Comandancia de Cádiz, pasando a prestar sus servicios al puesto de la capital. En abril del año siguiente pasó al puesto de Algeciras en donde permaneció hasta finales de marzo de 1923, siendo destinado al puesto de Urdax y en diciembre siguiente al de Almandoz, ambos pertenecientes a la Comandancia de Navarra.

En febrero de 1925 pasó destinado al puesto de Monreal y ocho meses después al de Artajona, desde donde se incorporó en marzo del año siguiente al de Cádiz, en el que permaneció hasta que en junio de 1928 marchó a Casas Viejas, siendo allí también felicitado expresamente por su comportamiento y actuación durante los sucesos revolucionarios que afectaron al país en diciembre de 1930.

Los sucesos de Casas Viejas.

La 2ª República comenzó aprobando una serie de medidas sociales, destacando la ley de Reforma Agraria que perseguía principalmente dotar de tierras a los campesinos sin propiedad. Pero su lenta ejecución por falta de fondos para indemnizar a los latifundistas y las constantes proclamas revolucionarias terminaron por provocar que el 8 de enero de 1933, se iniciaran una serie de violentas acciones en diferentes puntos del campo español que tuvieron su trágica eclosión tres días después en Casa Viejas.

Al amanecer del 11 de enero, la casa-cuartel de Casas Viejas se vio cercada y tiroteada por unos 200 campesinos armados de escopetas y hoces que acababan de proclamar el comunismo libertario. La fuerza del puesto se defendió disparando sus fusiles máuser desde las ventanas pero el sargento y el guardia Chuecos resultaron gravemente heridos en la cabeza mientras que los otros dos guardias lo fueron con carácter leve.

La llegada en su auxilio horas después, de un grupo de guardias civiles al mando del sargento Rafael Anarte Viera, comandante del puesto de Alcalá de los Gazules, que se encontraba concentrado en Medina Sidonia, motivó la desbandada de los revolucionarios. Más tarde llegaron fuerzas de la Guardia de Asalto al mando del teniente Gregorio Fernández Artal y de la Guardia Civil al frente del teniente Cayetano García Castrillón, iniciándose los primeros registros domiciliarios y el cerco a la choza de Francisco Cruz Gutiérrez "Seisdedos", donde se habían atrincherado algunos de los anarquistas.

Recibidos nuevos refuerzos al frente del capitán de Asalto, Manuel Rojas Feingespán, quien tenía un telegrama que decía: "Es orden terminante Ministro de la Gobernación se arrase casa donde se han hecho fuertes los revoltosos", se procedió a su incendio. Además de "Seisdedos", murieron tiroteados o carbonizados sus hijos Pedro y Francisco, Manuel Quijada Pino, Josefa Franca Moya y su hijo Francisco, Jerónimo Silva González, Manuela Lago Estudillo y el guardia de asalto Ignacio Martín Díaz, resultando heridos otros cuatro guardias más.

Pero la principal tragedia aconteció poco más tarde durante nuevos registros y detenciones de sospechosos. Comenzó con la muerte por disparos de los guardias de asalto del anciano Salvador Barberán Castellet y terminó ante el cadáver del guardia Martín con el súbito fusilamiento de Manuel Benítez Sánchez, Andrés Montiano Cruz, Juan García Franco, José Utrera Toro, Juan García Benítez, Juan Villanueva Garcés, Juan Silva González, Balbino Zumaquero Montiano, Manuel Pinto González, Juan Galindo González, Cristóbal Fernández Expósito, Manuel García Benítez, Rafael Mateo Vela y Fernando Lago Gutiérrez, siendo éste el único que realmente había participado en la intentona revolucionaria. Todos estaban desarmados y la mayor parte engrilletados.

Conocida posteriormente la magnitud de lo sucedido estalló el escándalo en la prensa y se inició un proceso judicial. Por los 14 asesinatos cometidos contra los campesinos desarmados, la audiencia provincial de Cádiz condenó el 28 de mayo de 1934 a su responsable directo, el capitán Rojas a la pena de 21 años de prisión mientras que Arturo Menéndez López, director general de seguridad, fue absuelto.

Laureada frustrada y epílogo.

El sargento García falleció el 13 de enero en el hospital militar de Cádiz a consecuencia de las heridas sufridas y fue ascendido a brigada por Orden del Ministerio de la Gobernación de 5 de junio de 1933. Su entierro se convirtió en un sentido homenaje institucional y popular al Instituto, siendo presidido por el gobernador civil Pedro del Pozo Rodríguez, quien estuvo acompañado de todas las autoridades locales civiles y militares, representantes de los demás sectores de la sociedad gaditana y sendas comisiones militares y policiales. El féretro fue llevado a hombros por los sargentos Manuel Soler Torrejón, Angel Muñoz Merino, Ramón Peñas Martínez y Salvador Carrasco Zurita.

Antes de dar sepultura a sus restos mortales, el gobernador civil pronunció un emotivo discurso que comenzaba: "¡Guardias Civiles!, con Manuel García Alvarez, sumáis uno más a la larga y ya gloriosa lista de vuestros héroes defensores del orden y régimen republicano. La vida no tiene más valor que el empleo que de ella se haga; y tened la seguridad que el empleo que hacéis de la vuestra, ofrendándola constantemente, por el mantenimiento de la seguridad pública, es el más noble y más elevado que se puede dar en una sociedad organizada, cuya existencia se conserva precisamente por vuestro constante celo y sacrificio".

El guardia Chuecos falleció el 4 de febrero en el mismo centro sanitario por idéntica causa y fue ascendido en la citada disposición gubernativa al empleo de cabo. Su entierro fue bastante menos protocolario, institucionalmente hablando, que el del sargento como consecuencia del escándalo producido al conocerse ya para entonces la magnitud de la represión protagonizada por el capitán Rojas y sus hombres.

El guardia Salvo, que había sido herido leve en una pierna, se le concedió un permiso de dos semanas para descansar en La Línea de la Concepción. Fue ascendido también a cabo siendo sucesivamente destinado a los puestos sevillanos de Lora, Las Pajanosas, Badalatosa y Minas del Castillo, si bien no llegó a incorporarse a ninguno ya que quedó concentrado en Algeciras, donde finalmente se le destinó en julio de 1935, abonándosele la cantidad de 385 pesetas por los daños sufridos en su pabellón durante los sucesos de Casas Viejas. Durante la Guerra Civil formó parte de una de las compañías expedicionarias que marcharon al frente. Finalizó la campaña en Barcelona en mayo de 1939, regresando a Algeciras y ascendiendo en junio del año siguiente a sargento por antigüedad. Pasó seguidamente al puesto malagueño de Casarabolena, donde permaneció hasta septiembre, mes en que se incorporó al puesto gaditano de Grazalema.

En enero de 1942 pasó destinado a la caja del 16º Tercio de Málaga y en marzo de 1944 nuevamente al puesto de Algeciras en donde ascendió a brigada al año siguiente, concediéndosele el mando de la línea de Valdevaqueros. Tras renunciar a realizar el curso de teniente pasó destinado a la plana mayor de la compañía de Algeciras y finalmente en marzo 1949 a la situación de retirado por inutilidad física, quedándole un haber mensual de 997'50 pesetas que apenas pudo disfrutar ya que falleció el 13 de abril de 1950.

Tuvo tres hijos llamados Pedro, José y Eulalia, habiendo sido también guardia civil el primero de ellos, fallecido en 1983, mientras que la última, ha sido matrona durante las dos últimas décadas en la Comandancia de Algeciras.

El 5 de abril de 1933, el Inspector General del Instituto Cecilio Bedia de la Cavallería, había ordenado la apertura de juicio contradictorio para determinar si los citados guardias civiles eran acreedores a la cruz laureada de San Fernando, encomendando su instrucción al capitán Pablo Incera Vidal, destinado en Jerez de la Frontera. Dos años después el expediente del suceso que había sido declarado por decreto gubernativo de 18 de enero de 1933 "hecho de guerra", fue archivado con la excusa de un defecto de forma basado en la falta de competencia legal del general Bedía para ordenar su incoación.

La historia de la Guardia Civil, y en muchos casos la de la misma España, ha sido escrita por hombres anónimos, fieles servidores del orden y sacrificados cumplidores del deber, como los que hoy hemos recordado.

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CASAS VIEJAS III Las cuatro tragedias

Mensajepor Brasilla » 18 Mar 2018 18:33

LAS CUATRO TRAGEDIAS DE CASAS VIEJAS.

LXXXV Aniversario (1933-2018).


Los sucesos de 1933 conmocionaron a España y provocaron la caída de Azaña.

La proclamación de la II República supuso una gran esperanza e ilusión para buena parte de los españoles y mayor aún de gaditanos cuya provincia era de las más desfavorecidas de la nación.

Pobreza económica, marginalidad social y explotación laboral fueron tres fuentes de abono para el anarquismo rural gaditano, el más fuerte de cuantas fuerzas revolucionarias estaban implantadas en la provincia.

La República aprobó la ley de Reforma Agraria de 15 de septiembre de 1932 para dotar de tierras a los campesinos sin propiedad, pero su lenta ejecución por falta de fondos para indemnizar a los latifundistas motivó que junto a una más que centenaria historia de tremenda injusticia social, terminase por prender el 8 de enero de 1933 una trágica mecha de violentas convulsiones revolucionarias en el campo español que tuvo su trágica eclosión tres días después en Casa Viejas, una pequeña pedanía entonces de Medina Sidonia.

Los sangrientos sucesos de los que DIARIO DE CADIZ hizo un exhaustivo seguimiento y que ahora cumplen su LXXXV aniversario motivaron la publicación de numerosas obras y artículos.

La brutal represión ejecutada por fuerzas de la Guardia de Asalto -creada por la República en enero de 1932- conmocionó al país entero y terminó por provocar la caída del gobierno de Azaña. Murieron 23 campesinos y 3 agentes del orden.

La controvertida declaración judicial del capitán de Estado Mayor Bartolomé Barba Hernández, quien estaba de servicio la noche del 11 de enero de 1933 en las dependencias del Ministerio de la Guerra cuyo titular era el propio Azaña y del que aseguró que recibió la orden directa de transmitir las instrucciones, pasaría a la historia negra:

"Ahora diga usted al general de la división que esté prevenido y nada de coger prisioneros y meterlos en los cuarteles, porque luego resultan inocentes y hay que libertarlos. ¡Tiros a la barriga!. ¡A la barriga!".

No mucho mejor resultó el acta firmada por los capitanes del Ejército Felix Fernández Prieto, Gumersindo de la Gándara Marsella, José Hernández Labarga, Jesús Loma Arce y Faustino Rivas Artal, destinados en la Guardia de Asalto:

"Que por el prestigio y la dignidad del cuerpo al que se honran en pertenecer, manifiestan que en la citada fecha les fueron transmitidas desde la Dirección General de Seguridad, por conducto de sus jefes, las instrucciones verbales de que en los encuentros que hubiera con los revoltosos con motivo de los sucesos que se avecinaban en aquellos días, el Gobierno no quería heridos, dándoles el sentido manifiesto de que únicamente entregáramos muertos a aquellos que se encontrasen haciendo frente a la fuerza pública o con muestras evidentes de haber hecho fuego sobre ellas. Y para que conste firman por duplicado el presente. ¡Viva la República!".

Las cuatro tragedias.

Los sucesos de Casas Viejas se constituyeron sobre la base de tres tragedias que a su vez dieron lugar a una cuarta que sufrieron en silencio las familias de las víctimas y el propio pueblo que pasó a ser conocida como "la aldea del crimen".

La primera tragedia, y por cierto la más olvidada como siempre, fue la que sufrieron los guardias civiles del puesto de Casas Viejas cuando fueron atacados al amanecer del miércoles 11 de enero de 1933 por quienes acababan de proclamar el comunismo libertario, unos 200 campesinos armados de escopetas y hoces.

Su comandante era desde el mes anterior, el sargento Manuel García Alvarez, quien falleció dos días después en el hospital militar de Cádiz como consecuencia de los disparos recibidos. Los guardias eran Román García Chuecos -quien el 4 de febrero falleció también por idéntica causa en dicho hospital-, Pedro Salvo Pérez y Manuel García Rodríguez, que resultaron heridos.

El 5 de abril, el Inspector General del benemérito Instituto Cecilio Bedia de la Cavallería, ordenó la apertura de juicio contradictorio para determinar si los citados guardias civiles eran acreedores a la cruz laureada de San Fernando "con motivo de su actuación en la defensa de la casa-cuartel al ser atacados por los revolucionarios con idea de apoderarse del inmueble y armas", encomendando su instrucción al capitán Pablo Incera Vidal, destinado en Jerez de la Frontera.

Dos años después el expediente del suceso que había sido declarado por decreto de 18 de enero de 1933 "hecho de guerra", fue archivado con una ridícula excusa de defecto de forma si bien el 5 de junio se les ascendió al empleo superior.

La segunda tragedia la constituyó el cerco e incendio antes de amanecer el 12 de enero, por las fuerzas mandadas por el capitán de la Guardia de Asalto Manuel Rojas Feingespán, de la choza en la que se refugiaron algunos de los anarquistas.

El telegrama que recibió decía: "Es orden terminante Ministro de la Gobernación se arrase casa donde se han hecho fuertes los revoltosos". Allí murieron tiroteados o carbonizados Francisco Cruz Gutiérrez "Seisdedos" y sus hijos Pedro y Francisco, Manuel Quijada Pino, Josefa Franca Moya y su hijo Francisco, Jerónimo Silva González, Manuela Lago Estudillo así como el guardia de asalto Ignacio Martín Díaz, resultando heridos otros cuatro guardias más.

La tercera tragedia aconteció poco más tarde durante los registros y detenciones posteriores de sospechosos. Comenzó con la muerte por disparos de los guardias de asalto del anciano Salvador Barberán Castellet que sólo le dio tiempo a gritar "¡No tiren, que no soy anarquista!" y terminó un rato después con el fusilamiento despiadado de Manuel Benítez Sánchez, Andrés Montiano Cruz, Juan García Franco, José Utrera Toro, Juan García Benítez, Juan Villanueva Garcés, Juan Silva González, Balbino Zumaquero Montiano, Manuel Pinto González, Juan Galindo González, Cristóbal Fernández Expósito, Manuel García Benítez, Rafael Mateo Vela y Fernando Lago Gutiérrez, siendo éste el único que realmente había participado en la intentona revolucionaria. Todos estaban desarmados y la mayor parte esposados.

La cuarta tragedia fue la leyenda negra que cayó sobre la pedanía así como el sufrimiento y soledad en silencio que padecieron los familiares de los guardias civiles y campesinos asesinados, todos ellos gente de condición muy humilde, que recibieron diversas ayudas económicas de suscripciones populares que se abrieron, una de ellas por DIARIO DE CADIZ.

Antes de abandonar Casas Viejas las fuerzas policiales recibieron la siguiente arenga del delegado gubernativo Fernando de Arruinaga Martín-Barbadillo:

"Habéis cumplido con vuestro deber. El Gobierno por mi conducto os felicita. Gracias a vosotros, a vuestro valor, a vuestra energía y disciplina, a vuestra obediencia a las órdenes de vuestros jefes, la República ha podido vencer un grave peligro y puede seguir el camino triunfal y glorioso abierto el 14 de abril. Vuestra magnífica conducta merece bien de la Patria y de la República. ¡Viva la República!".

Conocida posteriormente la verdad de lo sucedido estalló el escándalo y se inició un proceso judicial. Por los 14 asesinatos cometidos contra los campesinos desarmados, el jurado de la audiencia provincial de Cádiz condenó el 28 de mayo de 1934 a su responsable directo, el capitán Rojas a la pena de 21 años de prisión mientras que Arturo Menéndez López, director general de seguridad, fue absuelto.

Han transcurrido ochenta y cinco años desde los luctuosos sucesos y hoy día Benalup-Casas Viejas es un próspero municipio que ha postergado para siempre aquella "aldea del crimen" como la bautizara en su novela Ramón J. Sender.

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Marco Tulio Cicerón.

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CASAS VIEJAS IV El tragico destino de un Guardia Civil

Mensajepor Brasilla » 18 Mar 2018 18:55

EL TRÁGICO DESTINO DEL GUARDIA CIVIL GADITANO JUAN GUTIÉRREZ.


Artículos escritos por Tano Ramos (primera parte) y Jesús Núñez (segunda parte), y publicados en la "Revista de Andalucía", suplemento dominical de "DIARIO DE CÁDIZ" y resto Grupo Joly (Diario de Jerez, Europa Sur, Diario de Sevilla, Diario de Córdoba, Huelva Información, Granada Hoy, Málaga Hoy y El Almería) el 13 de abril de 2008, págs. 19 y 20.

El original está ilustrado con tres fotografías en blanco y negro.

El agente dejó escapar en 1933 a dos vecinos de Casas Viejas cuando se dio cuenta de que iban a matarlos en la corraleta de la choza de Seisdedos. En 1936 fue asesinado por un grupo de anarquistas en Setenil de las Bodegas.

Se llamaban Salvador Barberán Romero y José Rodríguez Calvente. Acababan de ser detenidos en la casa del primero y marchaban custodiados por el guardia civil Juan Gutiérrez y por el guardia de asalto Luis Menéndez. Era la mañana del 12 de enero de 1933. El lugar, la pedanía gaditana de Benalup de Sidonia, entonces conocida como Casas Viejas. Por delante de Salvador y de José iban otros doce vecinos del pueblo que también habían sido detenidos en sus casas aquella mañana. Ellos no iban esposados, los otros doce, sí. De dos en dos, los conducían un grupo amplio de guardias de asalto y unos pocos guardias civiles que, como Juan Gutiérrez, también estaban al mando del capitán Manuel Rojas, del Cuerpo de Asalto.

La columna de detenidos y guardias alcanzó la humeante choza de Seisdedos, donde horas antes se había centrado la lucha, donde había quedado sofocada la rebelión anarquista que había comenzado el día antes. Allí estaban los cadáveres calcinados de Seisdedos, de sus hijos, de su nuera… También los de Manuela Lago y Francisco García Franco, abatidos cuando huían de la llamas después de que los guardias le pegasen fuego a la choza. Además, permanecía allí todavía el cadáver del guardia de asalto Martín Díaz, a quien le pegaron un tiro desde el interior de la choza cuando fueron a detener a los hijos de Seisdedos y el agente abrió la puerta.

La columna llegó pues a la choza de Seisdedos y entonces los guardias empujaron a los detenidos a la corraleta y dispararon sobre ellos. Eran diez hombres esposados. Afuera, en el camino, retrasados, se habían quedado cuatro más. Los guardias agarraron a dos, los metieron también en la corraleta y volvieron a disparar. Ya sólo quedaban los otros dos: Salvador y José, los que conducía el guardia civil Gutiérrez. Estaban a pocos metros de la choza. Su destino era el mismo que el de sus vecinos: acabar con unas cuantas balas en el cuerpo, en el montón de cadáveres que ya había en la corraleta. Pero entonces ocurrió que Gutiérrez tomó una decisión y cambió así el rumbo de las vidas de los detenidos 13 y 14.

Gutiérrez había visto lo que sucedía por delante de ellos y se había quedado impresionado. Pero no lo suficiente como para no reaccionar. En unos segundos cruciales, en ese momento de confusión provocada por los fusilamientos, convenció al guardia de asalto Luis Menéndez y les dijo a Salvador y a José que se fuesen a su casa. Todo fue muy rápido. Los dejó escapar en el último instante y él mismo se retiró de allí: se escabulló y se fue hacia una casa cercana.

El guardia civil Juan Gutiérrez, que en enero de 1933 estaba destinado en Chiclana y antes había estado en Casas Viejas y conocía a los vecinos del pueblo, nunca reveló ante un juez cómo dejó escapar a los detenidos 13 y 14. Sí contó otras cosas muy importantes y quizá fue el único guardia civil que no se anduvo por las ramas cuando el juez lo interrogó acerca de lo que había sucedido aquella mañana en Casas Viejas. Pero que había dejado escapar a Salvador y a Antonio cuando se dio cuenta de que iban a matarlos, eso no lo dijo nunca.

Cuando comenzaron las investigaciones judiciales sobre lo sucedido, al guardia de asalto Luis Menéndez también le preguntaron qué había pasado con los dos detenidos que conducía camino de la corraleta. El hombre proporcionó entonces un dato que, cruzado con las declaraciones de Salvador y José y del propio Gutiérrez, permite reconstruir el episodio. Menéndez explicó que el guardia civil que iba con él dijo que los dos detenidos, a quienes habían sacado de una casa cercana a la de Seisdedos, eran buenas personas y que entonces los dejaron ir.

A esa verdad se aproximó Gutiérrez cuando declaró por primera vez y explicó que cerca de la corraleta, al ver que los guardias de asalto golpeaban a los detenidos con las culatas de los fusiles y luego hacían fuego sobre ellos, él se retiró del lugar para evitar estar presente en esa escena. Seguramente, agregó, de esa forma desapercibida fue cómo pudieron escapar Salvador Barberán y el otro detenido.

Ya entonces Gutiérrez mencionó lo que sucedió después. Pero sin dar detalles que luego sí ofreció y que permiten conocer que la crueldad con los detenidos fue muy superior a la que trascendió en los distintos relatos sobre los Sucesos de Casas Viejas. Lo que más adelante relató el guardia civil fue que un guardia de asalto acudió a buscarlo a la casa de un tal Pérez Barrios, en la que él se había metido huyendo de los asesinatos que había contemplado: se había escurrido discretamente, dijo, para no presenciar aquella escena. Lo requerían porque él tenía las llaves de las esposas de algunos de los detenidos asesinados y querían que las recuperase: querían que los muertos no se quedasen allí amontonados y esposados porque entonces nadie podría sostener, como hicieron después, que habían fallecido combatiendo.

El guardia civil Gutiérrez contó que se fue para allá, que entró en la corraleta en la que yacían amontonados los doce detenidos baleados y que mientras buscaba las esposas, notó que uno de los detenidos aún respiraba. Lo notó también uno de los guardias de asalto, declaró, y entonces ese agente se dirigió a los demás guardias de asalto y les dijo: “Aquí hay uno que ronca todavía”. Gutiérrez dijo que seguidamente, varios guardias de asalto dispararon contra ese moribundo. Que lo remataron.

Con 31 años de edad y domiciliado en el cuartel de la Guardia Civil de Chiclana, Juan Gutiérrez llegó a Casas Viejas a eso de las cuatro de la tarde del 11 de enero de 1933 con tres compañeros más y doce guardias de asalto al mando del teniente de Asalto Gregorio Fernández Artal, el hombre que la madrugada del día 12 se negó a pegarle fuego a las chozas de la aldea cuando, ya arrasada la de Seisdedos, se lo ordenó el capitán Rojas. Gutiérrez vivió unas horas tremendas durante esa estancia en el pueblo en el que conocía a tanta gente. Y antes de dejar escapar a Salvador y a José y de ver cómo eran rematados los detenidos (los guardias de asalto no sólo le dieron el tiro de gracia al que “todavía roncaba”: hasta a Manuela Lago, a la que habían matado horas antes, le pegaron un tiro en la cabeza a bocajarro) asistió a otro episodio de violencia despiadada.

Gutiérrez acompañaba a los guardias de asalto que la mañana del día 12, por orden de Rojas, recorrieron el pueblo en busca de campesinos a los que detener. Iba con los que mataron al anciano Antonio Barberán Castellet.

Más adelante suavizó la narración de lo sucedido, pero en principio, Gutiérrez contó que al aproximarse a la casa, los guardias de asalto vieron cómo Barberán se asomaba a la puerta y después entraba; que conminaron al anciano a salir, que Barberán no lo hizo, “quizá asustado por los mismos sucesos”, y que entonces los agentes hicieron un disparo sobre la parte alta de la casa; que al ver que así tampoco salía, hicieron fuego sobre la puerta y lo mataron. Y que luego, cuando supo quién era el muerto, él les dijo a los guardias de asalto que Barberán era un hombre pacífico.

Con el anciano se encontraba en la casa Salvador del Río Barberán, su nieto. El niño les gritó a los guardias que no disparasen y cesó el fuego. Gutiérrez contó en su día que él impidió que los guardias le disparasen a Salvador, que le había salvado la vida al muchacho. Más adelante, en otros relatos, la misma escena ya era más accidental.

En realidad, como dejaron claro algunos testimonios, ocurrió que los guardias de asalto sí le habían pedido a Barberán que saliese y que se fuese con ellos, pero Barberán no sólo no lo hizo sino que desde dentro, desde detrás de la puerta, les respondió a los guardias que él no era hombre de ideas y que no le disparasen porque él no había salido de casa en toda la noche. A esas frases respondieron los guardias disparando contra la puerta y el anciano cayó muerto. Entonces quien gritó fue el niño Salvador del Río. No le disparen a mi abuelo, dijo, que no tengo padre ni madre. Pero ya era tarde. Gutiérrez estuvo luego acariciando al niño, al que conocía, y debió ser entonces cuando les comentó a los de asalto que Barberán era pacífico.

El anciano Barberán era el padre de Salvador Romero Barberán, uno de los dos vecinos de Casas Viejas a los que minutos después, aquella misma mañana del 12 de enero de 1933, Gutiérrez salvó de una muerte cierta en la corraleta de Seisdedos. Tal vez en ese momento, cuando cayó en la cuenta de que Salvador iba a ser asesinado, pensó que esa familia ya tenía bastante tragedia aquel día con un muerto y con un niño huérfano que se había quedado sin abuelo. “Era una bellísima persona”, respondió otro guardia civil, Pedro Salvo, del puesto de Casas Viejas, cuando en el juicio al capitán Rojas, en mayo de 1934, le preguntaron acerca del anciano Barberán.

En 1934 y en 1935, Juan Gutiérrez fue uno de los testigos que acudieron a los juicios contra el capitán Rojas. Por supuesto, no dijo nada sobre Salvador y José, los dos detenidos a quienes dejó escapar. Pero sí mencionó, con un relato más suavizado, sin los detalles que antes había proporcionado, que a los doce detenidos asesinados los habían metido en la corraleta a culatazos y que después los habían rematado. Fue el único testimonio que se atrevió a poner ante el jurado y los magistrados esas notas de crueldad que muchos pasaron por alto en unos juicios en los que los asesinatos habían sido renombrados como sucesos.

En 1936, poco más de un año después de declarar en el segundo juicio, Juan Gutiérrez volvió a encontrarse con los anarquistas. Fue en Setenil de las Bodegas y lo que ocurrió entonces fue él quien ya no pudo contarlo.

Castigado por enfrentarse a unos señoritos
Juan Gutiérrez recaló en Setenil
tras ser arrestado por defender a un ciego

Juan Gutiérrez López nació el 11 de noviembre de 1901 en la casa cuartel de la Guardia Civil de Alcalá de los Gazules. Fue el tercero de seis hermanos, uno de ellos hembra. Allí pasó su infancia y juventud hasta que su padre pasó a la situación de retirado y se fueron a vivir a San Fernando.

Juan era un muchacho instruido, con buenas calificaciones en lectura, escritura y aritmética. Tenía una estatura superior a la media de la época, pues alcanzaba casi un metro setenta y dos.

Cuando contaba tan sólo 18 años de edad ingresó en filas y sirvió como soldado en el Regimiento de Infantería de Cádiz número 67, que por aquel entonces tenía su acuartelamiento repartido en las bóvedas de Santa Elena y San Roque, tras las murallas de Puertatierra.

En el servicio militar destacó por sus aptitudes castrenses. Estaba bien considerado por sus mandos, que lo ascendieron al empleo de cabo. Dispuesto a continuar los pasos de su padre y vistiendo todavía el uniforme del Ejército, no tardó en presentarse a los exámenes del benemérito Instituto, donde ingresó como guardia segundo de Infantería al cumplir la veintena.

Inicialmente fue destinado a la Comandancia de Sevilla, donde apenas permaneció un par de meses, ya que fue trasladado con carácter forzoso a Barcelona. Allí tuvo que permanecer hasta mayo de 1925, mes en el que pudo por fin pasar a la Comandancia de Cádiz y fue enviado al puesto de Vejer de la Frontera.

En esa localidad conoció a la joven Oliva López Fernández, con quien al año siguiente, tras recibir la oportuna autorización militar, contrajo matrimonio canónico. Según la normativa interna de la época, era incompatible continuar destinado en la localidad de su esposa, por lo que tuvo que marcharse junto a ella a un nuevo destino: el puesto de Casas Viejas, por entonces una pedanía de Medina Sidonia. En la casa cuartel de esa aldea nació la primera de sus hijas, a la que bautizaron con el nombre de Quiteria.

Poco antes de la proclamación de la Segunda República, Juan Gutiérrez pidió traslado al puesto de Chiclana de Frontera, donde nació su segunda niña, a la que llamaron Manuela. Allí sufrirían la desgracia de perder por enfermedad a su hijita Quiteria cuando contaba tan sólo cuatro años de edad.

Lo más relevante de su vida profesional aconteció al ser uno de los guardias civiles que acudieron en auxilio de sus compañeros de Casas Viejas cuando se produjeron los sucesos revolucionarios del 11 de enero de 1933.

Apenas dos años después, en abril de 1935, se vio implicado en otro hecho de mucha menor trascendencia pero que lo encaminó hacia la tragedia de su destino final.

Juan y su compañero de pareja, el guardia civil Bernardo Domínguez Pendón, reprendieron a los hijos de un cacique local cuando observaron que estaban maltratando de palabra a un pobre anciano invidente. Se originó entonces una discusión que terminó llegando a las manos y donde parece ser que los señoritos llevaron la peor parte. Cuando trascendió el incidente y sus superiores consideraron que se habían excedido, ambos guardias fueron sancionados con quince días de arresto cada uno. Además, Juan fue destinado con carácter forzoso al puesto de Setenil de las Bodegas, también en la provincia de Cádiz.

Trasladado allí con su esposa e hija, nació en la casa cuartel, el 19 febrero de 1936, tres días después del triunfo electoral del Frente Popular, su único hijo varón, al que le dieron el nombre de Juan. Con el paso del tiempo, también sería guardia civil.

Transcurridos un par de meses, Juan Gutiérrez tuvo que acudir al hospital militar de Cádiz para ser reconocido por los capitanes médicos Alejandro Rodríguez Solís, Manuel Torrecillas Carrión y Antonio Reboul Blanco. Sufría una fuerte otitis que llevaba tiempo padeciendo y los médicos dictaminaron en acta suscrita el 5 de junio que era “de absoluta e imprescindible necesidad el uso de dos meses de licencia por enfermo en la localidad de Vejer de la Frontera”.

Elevada cinco días después la oportuna instancia por conducto reglamentario, ésta no fue resuelta favorablemente en el negociado correspondiente de la Inspección General de la Guardia Civil en Madrid hasta el 7 de julio siguiente. Entonces se ordenó su comunicación al interesado por mediación del 16º Tercio de Málaga.

Sin embargo, Juan nunca llegó a disfrutar de ese necesitado reposo. Aunque se desconoce si llegó siquiera a tener conocimiento de que se le había concedido, la realidad fue que cuando once días después se inició la sublevación militar contra la República y se declaró el bando de guerra en Cádiz, Juan Gutiérrez continuaba junto a su familia en la casa cuartel de Setenil. Su trágico final, al igual que el de sus compañeros, ya estaba marcado.

Setenil de las Bodegas fue escenario en las semanas siguientes de la violencia ejercida por diversas columnas de anarquistas procedentes de la vecina provincia de Málaga, que en varias ocasiones se presentaron allí para imponer su particular terror entre aquellas personas que se hallaban preventivamente detenidas por considerarlas afines a la sublevación militar.

Si en la mayor parte de las poblaciones de la provincia de Cádiz la brutal represión ejercida por los sublevados comenzó sin que hubiera existido acto violento previo alguno por parte de los leales al gobierno de la República, el caso de Setenil fue bien diferente.

Aproximadamente una quincena de vecinos de esa localidad fueron asesinados por los anarquistas malagueños, procedentes en su mayor parte de Montejaque y Ronda. Juan fue uno de ellos. Nadie le dio la oportunidad que él había dado tres años antes a dos detenidos en los sucesos de Casas Viejas.

Estando detenido y desarmado, corrió la misma suerte que su comandante de puesto, el recién ascendido brigada Diego Salcedo García, los guardias civiles Francisco García Bocanegra y Pedro Jiménez García así como el aspirante Marcelino Martín Avilés, que acababa de aprobar los exámenes de ingreso para la Benemérita.

La casa cuartel fue saqueada y las viudas de Juan y de los demás guardias civiles fueron obligadas a ponerse pañuelos rojos al cuello y a servir comidas y bebidas a los milicianos, hasta que estos huyeron antes de ocupada la localidad por una columna de sublevados.

Entre las otras víctimas de aquella represión anarquista se encontraba el teniente coronel de Carabineros Joaquín Salas Machacón, ya retirado por la edad y antiguo jefe de la Comandancia gaditana. Tenía un hijo, llamado Luis, que era teniente de la Guardia Civil y estaba destinado en la capital gaditana. Luis Salas había sido en junio de 1935 el oficial designado para custodiar al capitán Rojas durante los días en que se celebró el segundo juicio en la Audiencia Provincial de Cádiz por su responsabilidad en los sucesos de Casas Viejas.

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CASAS VIEJAS V La desaparición del Teniente Artal

Mensajepor Brasilla » 18 Mar 2018 19:09

EL TENIENTE ARTAL, EL HOMBRE QUE SE NEGÓ A INCENDIAR CASAS VIEJAS. UNA MISTERIOSA DESAPARICIÓN AL INICIO DE LA GUERRA CIVIL.


Desobedeció a su amigo Rojas y no admitió silenciar el crimen.

"Fuerza aquí: guardias civiles, 25; de Asalto, 12. No se necesita más fuerza. El pueblo tranquilo, salvo la casa indicada, en la que no se sabe cuántos puede haber, siguiendo cercada".

Fernández Artal envió un telefonema con ese mensaje a Cádiz, al gobernador civil, la noche del 11 de enero de 1933. Tenía controlada la situación en Casas Viejas. Por la mañana, los anarquistas habían asaltado el cuartel de la Guardia Civil y habían herido mortalmente a dos guardias (murieron después) pero la llegada al pueblo de un grupo de agentes (que mataron a un vecino) y luego la de Artal con más hombres había dispersado a los revoltosos.

Artal comenzó por la tarde a buscar a los atacantes del cuartel y dio con uno, con Manuel Quijada. Con una gran paliza, consiguió que señalase a otros y el hombre lo condujo entonces hasta la choza de los Seisdedos. Cuando llegaron, Quijada, que iba esposado y maltrecho, se escapó y entró en la choza. Se fueron tras él dos guardias de asalto, entraron en la casa y desde dentro, Perico Seisdedos disparó y mató a un agente. El cadáver quedó dentro de la choza. El segundo guardia reculó, se parapetó en la corraleta y se quedó allí, entre dos fuegos. Artal creyó que éste estaba muerto y al otro lo dio por desaparecido. Así comenzó el asedio a la choza de Seisdedos.

Artal pidió a los de dentro de la choza que se entregasen pero le respondieron con disparos: habían acordado no rendirse. Entonces anocheció y el teniente envió ese telefonema en el que pedía granadas pero no refuerzos y más tarde decidió esperar a que amaneciese para continuar con el ataque. Antes supo que el agente que daba por muerto estaba vivo.

El pueblo estaba pues tranquilo, la situación controlada, la revuelta dominada. Artal se hallaba en la fonda del pueblo, descansando.

Fue entonces cuando llegó a Casas Viejas el capitán Rojas. Traigo órdenes de cargarme a todo el que coja, le dijo Rojas a su amigo Artal cuando éste lo puso al tanto de la situación. Mira, Manolo, eso no se puede hacer y no se hace, replicó el teniente. Ahí empezó la bronca. A ti te toca obedecer, zanjó Rojas, que tomó el mando, desautorizó a Artal y ordenó atacar la choza.

Los guardias ametrallaron la choza pero no conseguían tomarla. A los de dentro los ayudaban varios vecinos que, ocultos en las chumberas, disparaban contra los guardias. Rojas decidió entonces incendiar la casa. Envolvieron piedras con algodones impregnados de gasolina, les pegaron fuego y los arrojaron sobre el tejado de paja. La choza empezó a arder. Entonces salieron una joven y un niño: María Silva, La Libertaria, y Manuel García, de 13 años. Echaron a correr y escaparon. No disparéis, que es un niño, dijeron algunos guardias al ver a Manuel; corra, corra, le dijo al niño Fidel Madras, el guardia que aún permanecía guarecido junto a la choza. Al poco salieron otras dos personas: Manuela Lago, de 17 años, y Francisco García, de 18. Pero esta vez sonó la ametralladora y ambos cayeron al suelo muertos.

A cargo de esa ametralladora estaba el teniente Artal. Cuando se dio cuenta de que había matado a una mujer y a un joven, se puso a gritar y a reprocharle a Rojas que no le hubiese avisado de que no eran hombres armados quienes abandonaban la choza. Rojas le recordó de nuevo quién tenía allí el mando y Artal se tragó su ira.

La choza ardió. Antes de comenzar el fuego ya habían muerto dentro el anciano Seisdedos y su hijo Perico. El incendio acabó con la vida de otras cuatro personas: Paco Cruz (también hijo de Seisdedos), Manuela Franco, Manuel Quijada y Jerónimo Silva.

Serían las tres de la madrugada. El pueblo enmudeció de nuevo. Se quedó como cuando horas antes llegó Artal. La mayor parte de los vecinos que aún no habían huido al monte lo hicieron entonces. Sólo unos pocos se quedaron en sus casas, con las mujeres, los ancianos y los niños. Los guardias pasaron por la fonda y comieron y bebieron. A la salida del sol, Rojas ordenó registrar casas y detener a cuanto hombre fuese hallado en ellas. Una patrulla vio a uno asomado tras una puerta. Era el anciano Barberán. Los guardias se cuidaban ahora de entrar en una casa. Le gritaron que saliese. Dejadme, que yo no soy de ideas, contestó. Una bala atravesó la puerta y le partió el corazón.

Así fueron detenidos catorce vecinos de Casas Viejas y, al poco, doce de ellos cayeron asesinados en la corraleta de la choza de Seisdedos, junto a los escombros humeantes. Dos se salvaron porque los dejó escapar el guardia civil Juan Gutiérrez cuando cayó en la cuenta de lo que iba a ocurrirles. Artal contó luego que ni la Guardia Civil ni nadie señalaba las casas registradas, que las patrullas entraban en todas las que encontraban al paso. Si había hombres, los detenían. A quien se cogió, se le fusiló, precisó el teniente. También le dijo Artal al juez que si hubiese sospechado que los detenidos iban a ser fusilados, no hubiese detenido a nadie aunque perdiese la carrera por ello.

Los fusilamientos le parecieron poco escarmiento al capitán Rojas. Le entregó un mechero a Artal y le ordenó que pegase fuego a las casas y chozas de la parte alta del pueblo. Artal se negó. Acabamos de registrarlas y allí sólo quedan mujeres y niños, objetó. Rojas insistió en que las quemase. Entonces Artal pidió ayuda al delegado del gobernador, que andaba por allí, y entre los dos evitaron la catástrofe. Convencieron a Rojas y éste acabó por revocar la orden.

Artal y Rojas se fueron aquella mañana de Casas Viejas. La noche anterior, cuando Artal decidió esperar al día siguiente para atacar la choza de Seisdedos, los Sucesos sumaban cuatro muertos (tres guardias y un vecino del pueblo). Horas después, tras tomar el mando Rojas, había 21 fallecidos más.

Artal pasó más de un mes sumido en un caos, según él mismo relató, agobiado por los remordimientos. El 3 de marzo acabó por revelar los fusilamientos en una declaración formal en la Dirección General de Seguridad. Hasta entonces silenció oficialmente lo que había hecho su amigo Rojas, tal como éste le pidió, y sólo se lo fue contando a algunos compañeros de la Guardia de Asalto que se sacudían ese crimen molesto en cuanto se quedaban a solas con la obligación de denunciarlo.

A Artal y a Rojas los unía una buena amistad. Pero cuando Rojas se enteró de que su amigo había contado la verdad, reaccionó diciendo que en Casas Viejas se había comportado como un cobarde, que tuvo que reprenderlo allí varias veces. Artal reaccionó a su vez proporcionándole al juez instructor más detalles sobre lo sucedido. Hasta le habló de la frialdad con la que Rojas disparó su pistola contra los detenidos esposados y ordenó a sus hombres que hiciesen fuego.

Luego todo cambió. Un año después, en el primer juicio a Rojas, Artal no respaldó la insostenible versión de su amigo, pero tergiversó hechos en su ayuda y pintó un cuadro de peligros que buscaba justificar una respuesta violenta. Por ejemplo, contó que cuando él llegó con sus hombres a Casas Viejas, se detuvo a la entrada del pueblo, hizo un disparo al aire y le contestaron con fuego cerrado. Era mentira. Un año antes había relatado que al llegar con 12 guardias de asalto y 6 guardias civiles se topó con un pueblo en silencio. Un silencio tan grande, dijo, que nada que no fuese ver la carretera cortada daba idea de lo que sucedía. Disparó al aire, sí, y le respondieron con disparos; pero también al aire; y con un silbato: eran los guardias civiles que llegaron antes que él. No hubo, pues, fuego cerrado enemigo sino una entrada sin combate en una población enmudecida.

En el juicio, en la Audiencia de Cádiz, Artal contó que ante la resistencia que después encontró en la choza de Seisdedos, pidió al gobernador civil que le enviase refuerzos. Era mentira. Envió un mensaje a Cádiz. Pero decía que no necesitaba más hombres.

Dispuesto a auxiliar a su amigo, Artal no mencionó en el juicio el episodio de la orden de pegar fuego al pueblo y llegó a negar algo que él y hasta el propio Rojas habían desvelado: que tras matar a diez de los detenidos, el capitán agarró a otros dos, los empujó a la corraleta repleta de hombres cosidos a balazos, y disparó de nuevo.

El caso es que Artal descargó su conciencia en 1933. Pero un año después y en 1935, en los juicios a Rojas, le echó un cable a su amigo en la Audiencia de Cádiz.

Rojas quedó libre en marzo de 1936 y al poco comenzó la guerra, que puso a los dos amigos en zonas distintas. Los periódicos madrileños contaron en agosto que el "tristemente célebre" capitán Rojas estaba con los rebeldes en Granada. Artal andaba precisamente por el peligroso Madrid de las delaciones, las detenciones arbitrarias y los paseos. Desapareció. Hiciese lo que hiciese en el pueblo gaditano, también él era célebre. Era Artal el de Casas Viejas.

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El Ejército republicano dejó anotado que Artal se pasó al enemigo cuando se hallaba en el frente de Toledo pero ningún bando dio noticia oficial alguna de su paradero.

Cuando el 11 de enero de 1933 el joven teniente de infantería Gregorio Fernández Artal, destinado entonces en el Cuerpo de Seguridad (antecedente histórico de la Policía Armada y de la Policía Nacional), se dirigía al frente de sus hombres hacia Casas Viejas, cuya casa-cuartel de la Guardia Civil había sido atacada por revolucionarios que habían proclamado el comunismo libertario, poco podía sospechar de los terribles sucesos en los que se vería envuelto ni el triste y misterioso final que el destino le tenía reservado.

Esclarecer que fue de él era una tarea muy difícil que por el momento no ha tenido éxito. Aunque se conservan sus expedientes en el Archivo General Militar de Segovia y en el Archivo General del Ministerio del Interior en Madrid, faltan muchos documentos.

Nacido el 12 de marzo de 1906 en la casa-cuartel de la Guardia Civil de la pequeña localidad turolense de Pancrudo, era uno de los cinco hijos de su comandante de puesto, el sargento Gregorio Fernández Sabio y de Prudencia Artal Palacios.

Con ocho años de edad, dirigió una instancia al director general de la Benemérita solicitando el ingreso en el Colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro. A los dieciséis lo volvió a solicitar y fue aceptado, teniendo aprobado ya el ingreso en la Academia de Infantería de Toledo, pero los escasos recursos económicos familiares no le permitieron entonces sufragar los costes del acceso directo.

Finalmente, el 8 de septiembre de 1925 pudo ingresar como cadete en dicho centro, donde permaneció tres años hasta que obtuvo su despacho de alférez, siendo destinado al Regimiento de Infantería Gerona nº 22, donde le sorprendería, ya como teniente, la proclamación de la Segunda República. Tras breves destinos en el Regimiento de Infantería nº 42 y en el Batallón de Cazadores de Africa nº 6, pidió en julio de 1932 su ingreso en la Guardia Civil.

Dada la numerosa lista de espera que había entonces de oficiales del Ejército que querían pasar a la Benemérita, también solicitó el Cuerpo de Seguridad, donde ingresó al mes siguiente y fue destinado a las secciones de vanguardia y asalto, dada su estatura de 1'75 metros, muy elevada para la época. No obstante, no desistió de su sueño de ser oficial de la Guardia Civil y pudo por fin examinarse y aprobar, quedando inscrito el 27 de diciembre de 1934 en la escala de aspirantes.

Sin embargo, no tuvo vacante en su turno de lista, que mejoró al reconocérsele el concepto de "valor acreditado", hasta el 3 de julio de 1936, dos semanas antes de estallar la Guerra Civil. Poco antes, tras casi cuatro años destinado en Madrid en el Cuerpo de Seguridad, había pasado al Batallón de Cazadores Las Navas nº 2, de guarnición en Larache, si bien no llegó a incorporarse.

Tras fracasar la sublevación militar en Madrid, fue comisionado el 28 de julio al 4º Tercio capitalino y diez días después ascendido a capitán pero el 11 de septiembre quedó disponible forzoso hasta que la comisión depuradora del comité central de la Guardia Nacional Republicana (nueva denominación de la Guardia Civil a partir del 30 de agosto) decidió seis días más tarde su continuación en el Cuerpo.

A partir de aquí todo es confuso. El 2 de octubre, el auditor de guerra de la 1ª División Orgánica comunicó "que se encuentra peleando en el frente de la Sierra con las fuerzas leales" y debía comparecer ante el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 5 de Madrid, al objeto de notificársele el auto de procesamiento y recibirle declaración en el sumario 319-36 por el delito de insulto a la autoridad, incoado contra él y otras personas y posiblemente relacionado con los graves incidentes acontecidos tras el entierro del diputado José Calvo Sotelo, asesinado el 13 de julio.

Sin embargo, nunca compareció. El 23 de octubre se informó al ministerio de la Guerra que dicho oficial, "que se encontraba en el frente de Toledo al mando de una compañía de esta Guardia Nacional Republicana, ha desertado al enemigo". Consecuente con ello, el 17 de diciembre se decretó su baja definitiva en el servicio activo "sin perjuicio de lo que en su día resulte de la información que al efecto se instruye", en cumplimiento del decreto de 26 de julio de 1936, "sobre cesantía de todos los empleados que hubieran tenido participación en el movimiento subversivo o fueran notoriamente enemigos del régimen republicano". Se ignora cual debió ser la conclusión final de dicho informe ya que no se localizó.

El misterio es que nunca llegó a alcanzar las líneas enemigas que mandaba entonces el general Varela, quien acababa de liberar el Alcázar toledano, ni su nombre figura en los numerosos listados de pasados y prisioneros que obran en su archivo gaditano ni en ningún otro.

¿Realmente intentó pasarse y alguien del bando republicano lo mató para evitarlo o alguien del otro bando lo confundió con un enemigo? Es raro que posteriormente no fuera identificado su cadáver por alguno de los dos bandos. También pudo ser reconocido entre las entonces convulsas filas republicanas por su vinculación con los sucesos de Casas Viejas o el sumario citado y alguien decidiera vengarse sin dejar rastro. El caso es que nunca más se supo de él.

Finalizada la guerra y dada su condición de "desaparecido", no podía ser inscrito su fallecimiento en el registro civil, por lo que el 3 de octubre de 1942, su madre solicitó al director general de la Guardia Civil un certificado sobre su situación, "no teniendo noticia oficial ni concreta sobre el paradero de su citado hijo Gregorio desde el mes de septiembre del año 1936, en que, según referencias particulares, se pasó a la Zona Nacional por encontrarse a la iniciación del Glorioso Alzamiento Nacional en Madrid".

Consecuente con ello, se certificó el 24 de octubre que su situación continuaba siendo la de "desaparecido". El 4 de febrero de 1943, el director general de la Guardia Civil ordenó la instrucción de una información "en averiguación de las causas que motivaron el fallecimiento del teniente". Su ascenso a capitán nunca fue reconocido por los vencedores.

El 5 de mayo siguiente fue remitido el informe, que tampoco se ha localizado. Debió limitarse a declarar su muerte para que la madre pudiera percibir la pequeña pensión que entonces se concedía.

Pero ni después de "desaparecido" y "fallecido" se libró de ser depurado, ya que al inicio de la sublevación militar, permaneció leal al Gobierno republicano. Así, el 23 de noviembre de 1943, el Juzgado número 3 del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo solicitó al inspector general de la Policía Armada y de Tráfico información sobre su situación militar y paradero.

Y apenas dos semanas después, el general subsecretario del ministerio del Ejército remitió un escrito "reservado" al director general de la Guardia Civil solicitando su situación actual, ya que se le estaba instruyendo expediente "como incurso en la Ley de 1 de marzo de 1940", promulgada para la represión del comunismo y la masonería.

Ocho décadas después de los sucesos de Casas Viejas su muerte sigue sin esclarecer y sus restos, como los de otros muchos españoles de entonces, deben yacer en alguna tumba o fosa sin nombre

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Re: CASAS VIEJAS VI ¿Que fue del capitán Rojas?

Mensajepor Brasilla » 18 Mar 2018 19:16

EL RESPONSABLE DE LA TRAGEDIA DE CASAS VIEJAS. ¿QUÉ FUE DEL CAPITÁN ROJAS?.


Ni fue expulsado del Ejército, ni se exilió ni murió durante la Guerra Civil.

Esta semana se cumple un aniversario más de los trágicos e históricos sucesos de Casas Viejas acontecidos en enero de 1933, cuando perdieron la vida 23 campesinos y tres agentes del orden.

Al trascender a la opinión pública que 14 de aquéllos habían sido asesinados por las fuerzas de la Guardia de Seguridad y Asalto cuando se encontraban desarmados y esposados, se produjo un gran escándalo político y social que terminó por provocar la caída del Gobierno de Manuel Azaña Díaz y tuvo su influencia en la derrota sufrida en las elecciones generales del mes de noviembre siguiente.

Como máximo responsable de dicha matanza fue condenado el 28 de mayo de 1934 por la Audiencia Provincial de Cádiz el capitán de Artillería Manuel Rojas Feigenspán a la pena de 21 años de prisión. Dicho oficial estaba entonces destinado en el Cuerpo de Seguridad mandando una de las compañías de Asalto destacada en Madrid y había sido enviado al frente de sus hombres a la población gaditana con la misión de reprimir una revuelta anarquista que se había iniciado al amanecer del 11 de enero de 1933.

Desde entonces tan singular personaje, cuñado de Juan Hernández Sarabia –ministro republicano de la Guerra al inicio de la contienda civil– y que durante las sesiones de la vista oral acusó a sus superiores –gubernamentales y políticos– de haber impartido tan brutales órdenes sin que llegara a ser creído por el tribunal, hizo correr ríos de tinta, cobrando gran protagonismo en la prensa de la época.

Con ocasión de la Guerra Civil, diversos historiadores e investigadores centraron su interés en él, vinculándolo especialmente con la represión ejercida por los sublevados en la provincia de Granada y más concretamente con la detención del poeta Federico García Lorca. Hay textos para todos los gustos e incluso alguno que erróneamente lo situaba el 18 de julio de 1936 como preso en el castillo gaditano de Santa Catalina cumpliendo su condena.

Al tratar sus vicisitudes durante la Guerra Civil algunos autores afirmaban que el general Queipo de Llano, harto de sus brutalidades represivas, ordenó que fuera detenido, juzgado y expulsado del Ejército; otros contaron que había muerto en la contienda e incluso hubo quien se apuntó a la teoría de que terminó huyendo a una república hispanoamericana.

Sin embargo lo cierto es que en 1940, Manuel Rojas era comandante de Artillería, mandaba el Batallón de Trabajadores nº 131 en la provincia de Cádiz y había reclamado 34.500 pesetas en concepto de sueldos impagados por el periodo abril 1933-abril 1936, que había estado en prisión por los sucesos de Casas Viejas.

A los 17 años, Rojas había iniciado su carrera militar como alumno de la Academia de Artillería de Segovia prestando servicio en diferentes unidades hasta que el 5 de mayo de 1932 ingresó como capitán en el Cuerpo de Seguridad en Madrid, siendo destinado sucesivamente a las plantillas de Bilbao, Sevilla y nuevamente a la capital de la República, donde el 24 de noviembre de ese mismo año se le otorgó el mando de la 7ª Compañía de Asalto y posteriormente la 2ª, que protagonizó los hechos.

Tras los sucesos de Casas Viejas –Rojas tenía 33 años–, terminó siendo detenido, juzgado y condenado por los 14 asesinatos mencionados en los que concurría además la circunstancia de que sólo una de las víctimas había participado en la revuelta.

El 30 de marzo de 1933 fue cesado en el mando de su compañía y el 19 de abril el presidente de la República tuvo a bien "separar del Cuerpo de Seguridad, por conveniencias del servicio" al mencionado capitán.

Tras pasar por diversas prisiones militares y cuando cumplía condena en Guadalajara, fue puesto en libertad el 3 de marzo de 1936 por orden del presidente de la Audiencia Provincial de Cádiz.

Se encontraba entonces ingresado en el hospital militar de Carabanchel Bajo, pasando después a Granada, en cuya capital y en la situación de disponible le sorprendió la sublevación militar a la que se unió entusiásticamente desde el primer momento.

En enero de 1940, Rojas, que había ascendido durante la guerra y era ya comandante de Artillería, se encontraba en situación de disponible en Madrid y solicitó mediante instancia al Ministerio del Ejército que "le fuesen abonados al amparo de la Ley de 22 de julio de 1939 los haberes que dejó de percibir a consecuencia de los tres años de prisión que sufrió por los sucesos llamados de Casas Viejas". Sin embargo, el 29 de marzo de 1940, cuando estaba disponible en Granada, se le contestó que, dado que aquellos haberes correspondían en todo caso ser abonados por el Ministerio de la Gobernación, de quien dependía el Cuerpo de Seguridad, debía elevar nueva instancia ante dicho organismo.

Cuando el 16 de abril le fue notificada dicha resolución, se encontraba ya al mando del Batallón de Trabajadores nº 131 con residencia en Los Barrios. El día 29 de ese mes adjuntó una declaración jurada "por Dios y por su honor" que la cantidad dejada de percibir ascendía a 34.500 pesetas, a razón anual de 7.500 como paga militar de capitán y 4.000 de gratificación policial.

Requerido informe al abogado del Estado, éste se pronunció negativamente el 22 de mayo, ya que no le podía ser de aplicación la Ley de 22 de julio de 1939, que establecía que los militares sancionados por su intervención en la sublevación frustrada del 10 de agosto de 1932 que se hubieran reintegrado al Ejército podrían percibir los devengos que no se les hubieran abonado.

Asimismo el letrado profundizó en su informe que tampoco podía serle de aplicación el Decreto de 25 de agosto de 1939, sobre percibo de haberes atrasados de aquellos funcionarios "que a partir del 18 de julio de 1936 fueron separados del servicio por acuerdo del Gobierno rojo", circunstancia que no concurría en Rojas. Consecuente con todo ello, el 16 de julio de 1940 el director general de Seguridad desestimaba la reclamación y el comandante se quedó sin los devengos no percibidos por los tres años (de los 21) de condena.

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Re: EL BILAUREADO GENERAL VARELA

Mensajepor Brasilla » 18 Mar 2018 22:05

UN REGULAR EXCEPCIONAL: EL BILAUREADO CAPITÁN GENERAL VARELA.


Se han cumplido 68 años del fallecimiento de un Regular excepcional: el bilaureado Capitán General José Enrique Varela Iglesias, Marqués de Varela de San Fernando, empleo y título que respectivamente se le concedieron postumamente el mismo día de su muerte -24 de marzo de 1951- porque tal y como rezaba el correspondiente decreto de la Jefatura del Estado, "Justo que quien en vida tanto dio y honró a su Patria, ésta le rinda el máximo homenaje elevándole a la suprema categoría en el Ejército".

Si bien la figura histórica del ilustre militar es sobradamente conocida -y muy especialmente en el ámbito Regular- no lo son tanto algunos detalles de su vida, destacando en especial el gran cariño y afecto que siempre sintió hasta el último de sus días, por las Fuerzas Regulares Indígenas en donde tantos años sirvió y donde alcanzó las mayores cotas de gloria y heroísmo.

Su intensa vida militar (1909-1951) quedó glosada en dos importantes obras, escritas hace ya casi medio siglo: "Un Soldado en la Historia, vida del Capitán General Varela", del insigne literato gaditano José María Pemán Pemartín, y "General Varela, de Soldado a General", del general de brigada de Artillería Francisco Javier Mariñas Gallego.

Sus orígenes en la Milicia.

Hijo de un sargento de Infantería de Marina, nació en San Fernando (Cádiz) el 17 de abril de 1891, comenzando su vida militar a los 18 años de edad -el 2 de junio de 1909- como educando de corneta, en el 11 Regimiento de Infantería de Marina, en donde sucesivamente alcanzó durante los tres años siguientes los empleos de soldado, cabo y sargento.

Siendo un adolescente y a pesar de que sus profesores siempre vieron en él buenas actitudes para cursar la carrera de Derecho, tanto por la facilidad con que asimilaba sus disciplinas como por el don de gentes que ya en aquella época acreditaba, el entonces jovencísimo Varela persistió en no cursar otros estudios que no fueran los militares.

Su gran ilusión era ser oficial del Ejército y en especial de Infantería. En una ocasión, siendo todavía casi un niño, le había dicho a su padre la razón de ello: "Mi deseo es pertenecer a fuerzas de choque para luchar en primera fila en defensa de mi Patria".

Dado que los modestos recursos económicos familiares no le permitían sufragar los gastos de estancia de la Academia de Toledo, tuvo que ingresar como tropa en la Infantería de Marina e intentar alcanzar lo antes posible el empleo de sargento para poder así acogerse a los beneficios y facilidades que entonces se daban a estos para ingresar en las academias de oficiales.

Fruto de su empeño y esfuerzo, ingresó el 23 de julio de 1912 en el alcázar toledano como cadete en la XIX Promoción de la Academia de Infantería. Dicha promoción -que sería conocida en la historia castrense como la "Promoción Varela", contabilizaría tres décadas después -como consecuencia principalmente de las Campañas de Marruecos y la Guerra Civil- un total de 285 muertos de los 472 que la formaban.

El 24 de junio de 1915 obtuvo el despacho de segundo teniente -antigua denominación del empleo de alférez- pasando destinado al cuadro de eventualidades de Melilla y de allí al Regimiento de Infantería "Ceriñola" nº 42, de guarnición en la misma plaza.

Regulares y las dos Laureadas.

Buscando mayor actividad, solicitó su destino al Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas nº 4 de Larache, presentándose en su nueva unidad el 2 de junio de 1916, en donde bien pronto comenzó a destacar por su arrojo y valor siendo desde entonces acreedor a numerosas condecoraciones y sucesivos ascensos por méritos de guerra.

El 21 de abril de 1919 sufrió la primera de sus cinco heridas de guerra en Marruecos, cuando durante la toma de Kudia Majzen, en donde se llegó a una cruenta lucha cuerpo a cuerpo, trató de rescatar al frente de su sección a un cabo que había caído prisionero.

El joven oficial Regular persiguió siempre los puestos de mayor riesgo y fatiga que bien pronto le hicieron merecedor de las dos Laureadas. Así, el preámbulo de la real orden de 12 de diciembre de 1921, concediéndole la primera de la más preciada condecoración militar española en tiempos de guerra, que normalmente solía concederse a título póstumo, reflejaba por si solo su incuestionable valor. Textualmente decía:

"El Teniente Varela al mando de una Sección de 20 hombres atacó la cueva de Ruman (Larache) el 20 de septiembre de 1920. Situada en un recodo del río Lucus, en las inmediaciones de Mexerach, este centro de resistencia del enemigo perfectamente oculto, impedía el paso de la columna operante causándole numerosas bajas. Se intentó por dos veces reducir la resistencia sin conseguirlo; lejos de ello, el enemigo, envalentonado, rechazó las fuerzas que le atacaban cogiéndoles numerosos prisioneros.

El Teniente Varela se ofreció voluntario para llevar a cabo el tercer intento al frente de una compañía de Regulares que situó convenientemente, excepto 20 hombres que eligió, y después de enardecerlos con su ejemplo se lanzó al interior de la cueva luchando encarnizadamente dentro de la misma cuerpo a cuerpo y al arma blanca con el enemigo, haciéndoles 30 muertos en el interior y poniendo al resto en franca huida. Al salir de la cueva, de los 20 hombres sólo quedaban vivos el Teniente Varela y cuatro más. Continuó la operación normalmente, sin más consecuencias graves".

Pocos meses después acreditaba nuevamente su extraordinario valor y heroísmo con motivo de la ocupación y defensa de la meseta de Abdama acontecida el 12 de mayo de 1921. Aquel día, según constaba en el expediente contradictorio que se instruyó:

"Sostuvo el Teniente Varela combate con el enemigo durante ocho horas, sufriendo sus tropas numerosas bajas, principalmente en el primer ataque y la reacción, de tal modo, que de las dos secciones de que disponía al principio, perdió los 2 oficiales y 33 de tropa, de los 60 que constituía el efectivo, y de la sección que fue en su apoyo, los 2 oficiales que con ella fueron, más 17 de tropa de los 25 que la formaban".

Por real orden del Ministerio de la Guerra de 21 de julio de 1922, se le concedió por tan heroica acción la segunda Cruz Laureada de San Fernando. Ascendido el 11 de junio de 1921 a Capitán por méritos de guerra, el Rey Alfonso XIII le impuso personal y públicamente las dos Laureadas en Sevilla el 15 de octubre de 1922, tras prender la Medalla Militar a la enseña del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas n1 4 de Larache.

Sin embargo todo ello no deslumbró al joven y heroico oficial Regular cuya sencillez fue siempre una de sus principales virtudes, llegando a declinar cortésmente el Ducado de Rumán y el Marquesado de Addama que entonces le ofreció Alfonso XIII. El monarca, lejos de ofenderse alabó tal muestra de modestia y lo nombró, ya sin derecho a réplica, Gentilhombre de Cámara, ingresándolo además en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla.

Por real orden de 12 de marzo de 1924 Varela volvió a ascender por méritos de guerra, esta vez al empleo de comandante, teniendo que dejar las Fuerzas Regulares y siendo destinado al Servicio de Aviación en el aeródromo norteafricano de Tahuima tras realizar el curso de observador aéreo. Tras participar durante varios meses en numerosas misiones de bombardeo contra la cabilas rebeldes fue nombrado jefe de la "Harka de Melilla", una aguerrida fuerza irregular indígena al servicio de España.

Al frente de la misma se le concedió la Medalla Militar individual por su heroica acción del monte Ifermín el 24 de marzo de 1925, al destruir con trilita al frente de sus harkeños, un cañón enemigo, resultando herido en el vientre por el enemigo. El 10 de septiembre de ese mismo año tomo parte -al frente de su Harka- en el histórico desembarco de Alhucemas y cuantas acciones se desarrollaron a continuación.

Por real orden de 27 de febrero de 1926 fue ascendido al empleo de teniente coronel "por méritos de guerra contraídos en el periodo comprendido entre el 1 de agosto de 1924 y el 1 de octubre de 1925 con la antiguedad de esta última fecha". Otra real orden de esa misma fecha le confirió el mando del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Ceuta nº 3.

El 6 de abril se hizo cargo de su mando y poco después marchó a la zona de operaciones para ponerse al frente de tres de sus tabores de infantería y uno de caballería que se hallaban destacados en el campamento de Tixdit.

Durante las semanas siguientes participó activamente en todas las operaciones de su sector, destacando la gesta de la conquista de la loma de Los Morabos, acontecida el 10 de mayo de 1926, en donde sus fuerzas tuvieron 115 bajas de las que 12 eran oficiales.

El general de división José Sanjurjo Sacanell, tras felicitarle personalmente por aquella victoria le pidió que solicitara la tercera Laureada a lo que el propio Varela se negó, respondiendo que las condecoraciones no las debían pedir los interesados sino sus jefes.

El bilaureado Regular continuó distinguiéndose durante los meses siguientes en lo que pasó a conocerse como la Campaña de Yebala y con la que se terminó de poner fin definitivamente a la guerra.

El 10 de julio de 1927, tras las operaciones sobre Sumata, la ocupación de Tazarut, las operaciones en Gomara y Ketama y la ocupación del Yebel Alam, se dio oficialmente por terminada la última campaña española en Marruecos, imperando a partir de entonces la tan ansiada paz en nuestro Protectorado.

Por real decreto de 18 de abril de 1929 fue ascendido por méritos de guerra, acreditados durante dicho periodo, al empleo de coronel. El nuevo ascenso le obligó a entregar el mando de su Grupo de Regulares, pasando a la situación de disponible en Ceuta. Poco después realizó un interesante viaje de estudios militares por Alemania, Francia y Suiza, al objeto de conocer la organización de la Infantería de dichos países.

A su regreso del mismo y como consecuencia del delicado estado de salud de su madre, solicitó y se le concedió el mando del Regimiento de Infantería de la Base Naval de Cádiz nº 67, tomando posesión del mismo el 3 de mayo de 1930 y a cuyo frente estuvo hasta que fue arbitrariamente cesado tras los sucesos del 10 de agosto de 1932, protagonizados por el intento de sublevación del general Sanjurjo y en los que no participó.

Ministro del Ejército y Alto Comisario en Marruecos.

El 18 de julio de 1936, Varela, que había sido ascendido a general de brigada el 26 de octubre de 1935, encabezó el alzamiento militar en Cádiz en donde se encontraba en situación de disponible forzoso y detenido cautelarmente.

A partir de ese momento y durante toda la contienda participó y dirigió con éxito algunas de las más importantes operaciones del bando nacional: Córdoba, Antequera, Ronda, Toledo con la liberación del Alcázar, Segovia, Brunete, Teruel, etc., en las que participaron bajos sus órdenes diversos tabores de las Fuerzas Regulares Indígenas.

Poco después de finalizar la Guerra Civil -durante la cual fue ascencido a general de división- fue nombrado Ministro del Ejército, puesto que ocupó desde el 9 de agosto de 1939 hasta el 3 de septiembre de 1942.

Durante ese periodo creó el Estado Mayor del Ejército, la Escuela Politécnica para Ingenieros de Armamento y Construcción, el Regimiento de la Guardia del Jefe del Estado; restableció las Capitanías Generales y la Academia General Militar; reorganizó los Gobiernos Militares, el Ejército de Marruecos, el Museo Histórico del Ejército, etc.

Por decreto de 11 de julio de 1941 había sido ascendido al empleo de teniente general, contrayendo matrimonio tres meses después -el 31 de octubre- en Durango (Vizcaya) con Casilda de Ampuero y Gandarias, que había sido Delegada Nacional de Frentes y Hospitales durante la Guerra Civil.

Por decreto de 5 de marzo de 1945 fue nombrado Alto Comisario de España en Marruecos, General en Jefe del Ejército de Africa, Inspector de La Legión y de las Tropas Jalifianas así como Gobernador General de Ceuta y Melilla -mostrando siempre un especial cariño hacia sus Regulares- desarrollando una meritoria labor como gran estadista en todos los aspectos y singularmente en el de las obras públicas e hidráulicas, siendo constantemente venerado por los indígenas, manteniendo la paz y la soberanía del Protectorado a pesar de la crisis internacional existente como consecuencia del desenlace de la 2ª Guerra Mundial.

Su muerte.

El 24 de marzo de 1951 falleció de leucemia en Tánger, trasladándose su cuerpo a Tetuán y a continuación a Ceuta para desde allí por mar hasta Cádiz, siendo enterrado tres días después con honores de capitán general, en medio de un impresionante duelo popular, en su ciudad natal de San Fernando.

A su muerte, el general francés Boyer de la Tour, impuso sobre su cuerpo mortal la Medalla del Mérito Militar Jerifiano, concedida a título póstumo por el Sultán de Marruecos. Dicha recompensa, junto la del título de Marqués de Varela de San Fernando, se unía a las dos Cruces Laureadas, una Medalla Militar individual, dos Medallas Militares colectivas, una Cruz de María Cristina, tres Cruces de Guerra, Cruz, Placa y Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, cinco Cruces del Mérito Militar con distintivo rojo, una Gran Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco, una Gran Cruz del Mérito Naval, una Gran Cruz del Mérito Aeronáutico con distintivo blanco, una Cruz del Mérito Naval con distintivo rojo, una Medalla de Sufrimiento por la Patria, una Medalla Militar de Marruecos con el pasador de Larache, una Medalla Conmemorativa de las Campañas, una Gran Cruz de la Orden de la Medhania, una Medalla de la Campaña, una Gran Cruz de la Orden de la Corona de Italia, una Gran Cruz de la Corona de Rumania, una Gran Cruz de la Orden Militar de Aviz de Portugal, una Gran Cruz de la Orden Militar del Aguila de Alemania, una Cruz de Guerra de Francia, una Gran Cruz de la Orden Militar del Sol de Perú, una Gran Cruz del Mérito Militar del Brasil, un Gran Cordón de la Orden Ouissan Alaouita de Marruecos, una Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica y la Medalla de Oro de la Ciudad de Melilla, entre otras.

El Archivo y Museo General Varela.

Prueba del gran cariño y afecto que siempre tuvo el bilaureado general Varela para con sus Regulares quedó reflejado cuando mandó construir hace más de cincuenta años lo que hoy en Cádiz se conoce como la "Casa de Varela de San Fernado".

La noble entrada al edificio está flanqueada por dos columnas que se levantan sobre sus correspondientes pedestales. En uno de ellos figura el emblema de las Fuerzas Regulares Indígenas y en el otro el de Infantería de Marina.

Ambos emblemas vuelven nuevamente a repetirse en el interior del palacete, pero esta vez enclavadas en la parte superior de una enorme y artística vidriera alegórica de los principales hechos de armas del ilustre militar.

En su interior se encuentran una magnífica biblioteca y los impresionantes archivos privados del ilustre militar en donde puede consultarse detalladísima documentación sobre sus años de destino en las Fuerzas Regulares Indígenas así como una espléndida colección de efectos y objetos castrenses, entre los que abundan los pertenecientes a dicha etapa.

Afortunadamente y gracias a los hijos del general Varela que recientemente han depositado en el Museo Específico de Regulares de Ceuta uno de sus uniformes- y al Ayuntamiento de Cádiz, es muy factible que además del acceso de historiadores e investigadores al citado archivo, se podrá abrir al público en un futuro próximo el mencionado Museo

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Re: HISTORIA DE LA INFANTERIA DE MARINA (I)

Mensajepor Brasilla » 18 Mar 2018 22:17

INFANTES DE MARINA: “VALIENTES POR TIERRA Y POR MAR”.

La Infantería de Marina española es la más antigua del Mundo remontándose sus orígenes al año 1537, durante el reinado de Carlos I, constituyendo hoy día un moderno y prestigioso Cuerpo de Tropas y una eficaz Fuerza de la Armada, a la que aporta su carácter expedicionario y singularidad operativa.

Resumir su gloriosa historia en un artículo resulta muy difícil, si bien la Sala Histórica del Tercio de Armada que abordamos, es sin duda alguna el mejor botón de muestra que podemos presentar.

A lo largo de estos casi cinco siglo de historia, el infante de marina –el insigne escritor Miguel de Cervantes, autor de la obra universal “El Quijote” lo fue en la Batalla de Lepanto- ha estado presente en todos los escenarios bélicos donde los intereses españoles debían ser defendidos, demostrando su arrojo, disciplina y valentía, haciendo acreedor al Cuerpo de lemas como "valiente por tierra y por mar", y de títulos como “El lnvencible”, dado al Tercio de Armada en el siglo XVIII, así como de privilegios como el que se le concedió por Real Orden de 1886 de “ocupar en campaña el puesto de mayor peligro, el de extrema vanguardia en los avances y de extrema retaguardia en la retirada”.

Fieles testimonios de ello pueden encontrarse en los campos de batalla de Flandes, Sicilia, Cerdeña, Talón, Milán, Cochinchina y Filipinas, Méjico, Cuba, Santo Domingo, Buenos Aires y Cartagena de Indias, Marruecos, Orán, Guinea, el Sáhara, Gibraltar, Ferrol, Bailén, Ocaña, San Pedro Abanto, Tolosa, la Muela de Sarrión y Cantavieja, así como en combates navales como los de Lepanto, Islas Terceras, San Vicente, Trafalgar, Cavite y Santiago de Cuba.

Al igual que ocurre con los diferentes espacios temáticos en que ha tenido que dividirse la Sala Histórica del Tercio de Armada, esos casi cinco siglos de historia bien pueden dividirse en cinco etapas o épocas.

Primera época (1537-1717).


Está dedicada a la “Infantería de la Armada”, creada por Carlos I en 1537, al asignar de forma permanente a las escuadras de Galeras del Mediterráneo las “Compañías Viejas del Mar de Nápoles”. Sin embargo, sería con su hijo, Felipe II, cuando surgiría el concepto actual de Fuerza de Desembarco, es decir, proyección del poder naval sobre la costa, por medio de fuerzas que, partiendo desde las naves, fueran capaces de abordarlas sin menoscabo de su capacidad de combate en tierra.

A esta época pertenecen los famosos e históricos Tercios Nuevo de la Mar de Nápoles, de la Armada del Mar Océano, de Galeras de Sicilia, Viejo del Mar Océano y de Infantería Napolitana. Hubo que esperar al reinado de Felipe V, sobre el año 1704, para que dichos Tercios se convirtieran en los Regimientos de Bajeles, Armada, Mar de Nápoles y de Marina de Sicilia, parte de los cuales pasarían posteriormente al Ejército mientras que el resto continuó en la Armada, constituyendo el "Cuerpo de Batallones de Marina".

Entre las acciones más destacadas de esta época se encuentran la expedición de Argel en el año 1541, la histórica y victoriosa Batalla naval de Lepanto en 1571, la expedición de Túnez en 1573, la conquista de las Terceras y Azores en 1582, la expedición a Inglaterra en 1599 y la expedición a San Salvador y Brasil en 1625.

Segunda época (1717-1827).

Protagonizada por el “Cuerpo de Batallones de Marina” y que fue organizado en 1717 por el Ministro de Marina e Indias José Patiño, llegando a tener 12 batallones. Los primeros en constituirse fueron los denominados: Armada, Bajeles, Marina, Océano, Mediterráneo y Barlovento.

Su misión se centró en la "Guarnición de los Buques", en los que predominaban los fuegos de fusilería durante el abordaje, además de formar parte de las dotaciones de artillería y de realizar desembarcos, formando parte de las "Columnas de Desembarco", constituidas por la suma de las guarniciones de los buques que intervenían en la acción.

Durante esta época, que abarca más de un siglo, su actuación fue decisiva en múltiples ocasiones, pudiéndose citar entre otras: la conquista de Cerdeña en 1717, la conquista de Nápoles y Sicilia en 1732, la expedición a Pensacola (Florida) en 1770, la defensa de La Habana en 1762, la expedición a Argel en 1775, el desembarco en Tolón en 1793, la defensa de Ferrol en 1800 y la reconquista de Buenos Aires en 1806.

Durante nuestra Guerra de la Independencia (1808-1814) contra el invasor francés, de la que ahora se viene conmemorando su bicentenario, estas fuerzas de Infantería de Marina se distinguieron en las batallas de Bailén, Ocaña, Talavera, Fuente Frías y Tolosa.

Tercera época (1827-1931).

Pertenece al “Real Cuerpo de Infantería de Marina”. Las necesidades de las guerras carlistas, cantonales y ultramarinas, dieron a la Infantería de Marina un carácter de Fuerza Expedicionaria casi permanente. Las campañas de Cochinchina (1858), Méjico (1862), Africa (1859) así como las de Cuba y Filipinas (1898) fueron los escenarios de los Batallones Expedicionarios, alguno de los cuales llegó a permanecer hasta diez años seguidos en los territorios de Ultramar.

Sería precisamente en esta época donde tuvo lugar una de las actuaciones más gloriosas del Cuerpo de Infantería de Marina. Se trata de la acción de San Pedro Abanto, acontecida el 27 de marzo de 1874 durante las terceras guerras carlistas.

En ella, el Segundo Batallón del Primer Regimiento de Infantería de Marina, al mando del teniente coronel Joaquín Albacete Fuster (que hoy día da nombre a la escuela de Cartagena), asaltó las trincheras enemigas a "paso de ataque" con sus oficiales al frente de las compañías, rompió el cerco de Bilbao y llegó hasta Murrieta en una heroica y brillante carga a la bayoneta.

Posteriormente con la llegada del siglo XX, las Campañas de Marruecos y demás sucesos que acontecieron en el Norte de África, sin olvidar su desconocido papel en Guinea, la Infantería de Marina volvería a escribir páginas de gloria en la historia militar española, distinguiéndose en acciones como las del desembarco y ocupación de Tánger en 1906, el desembarco en Larache en 1911, los combates de Bu-Maiza en 1912, los de T'Zaletza en 1913, el Fondak en 1919), Kudia Rapta y el desfiladero de Afarmun en 1920, así como los de Verda y Dar-Mestad en 1921.

En 1925 tuvo lugar el histórico y decisivo desembarco de Alhucemas, que supuso el principio del fin de las Campañas de Marruecos, recogida en los anales militares como una brillante operación de desembarco anfibio en la que un batallón expedicionario de Infantería de Marina se constituyó en vanguardia de la columna del general Fernández Pérez.

Sin embargo dicho éxito no pudo evitar un largo periodo de cuestionamiento sobre la utilidad de este tipo de fuerzas en los ejércitos. Ello fue debido fundamentalmente al llamado "desastre de Gallípoli" de 1915, durante la Primera Guerra Mundial, donde las fuerzas aliadas sucumbieron durante meses ante las turcas que prácticamente las fijaron y masacraron en sus zonas de desembarco.

La entidad de este fracaso militar, realmente debido a una compleja serie de razones que nunca se estudiaron convenientemente, para obtener las oportunas lecciones aprendidas, conllevó que se abandonara por casi todas las potencias, la táctica del asalto anfibio, no volviéndose realmente a recuperar hasta la Segunda Guerra Mundial.

Cuarta época (1931-1957).

Corresponde al “Cuerpo de Infantería de Marina”, que tras la proclamación de la Segunda República, había perdido el título de “Real” que hasta entonces había ostentado.

El comienzo del periodo es difícil, pues todavía se está bajo la influencia del estigma de Gallípoli y la mayoría de las Infanterías de Marina del mundo se encontraban en crisis, no siendo la española una excepción. De hecho el mismo año 1931 había sido declarada a extinguir por el nuevo gobierno republicano.

Nuestra trágica Guerra Civil (1936-1939) reactivó a la Infantería de Marina, si bien no se produjo durante la misma, desembarco anfibio alguno. Las unidades en ambos bandos combatieron activamente, bien como unidades terrestres o embarcadas en los buques de superficie. Finalizada la contienda, la actividad de la Infantería de Marina se limitó, fundamentalmente, a guarnición de bases navales y dotaciones de buques.

La Segunda Guerra Mundial puso de manifiesto nuevamente la importancia de la “Guerra Anfibia”, el avance tecnológico de los medios y las lecciones aprendidas, con retraso, de fracasos como el de Gallípoli, posibilitaron los nuevos procedimientos para realizar el asalto anfibio, constituyendo el Desembarco de Normandía de 1944 su máxima expresión.

Durante esta época, las Unidades de Infantería de Marina recuperaron su antigua denominación de Tercios, bautizándose así los de Ferrol, Cartagena, Cádiz y Baleares, mientras que recibieron el nombre de Agrupaciones, las Fuerzas de la Jurisdicción Central (Madrid) y de la Base Naval de Canarias.

Quinta época (1957-2009).

Esta época, que bien puede denominarse la "actual", se inició en 1957, recuperando la Infantería de Marina la tradicional misión de Fuerza de Desembarco que antaño había tenido. Ese mismo año se creó el llamado “Grupo Especial” en la localidad gaditana de San Fernando, embrión del Tercio Armada, que integraba unidades del Tercio Sur, Escuela de Aplicación y Grupo de Apoyo, además de unidades que se incorporaron de los restantes Tercios de Levante, Norte y Baleares, bajo el mando de un general de brigada.

Una década después, mediante un Decreto de mayo de 1968, se le asignó como misión principal "llevar a cabo acciones militares en la costa, iniciadas en la mar, con arreglo a los planes redactados por el mando”, correspondiéndole además contribuir a la defensa y seguridad de las instalaciones navales, formar parte de dotaciones de buques y asistir a las autoridades marítimas cuando el ejercicio de su autoridad lo requiriera.

El devenir de nuestra propia historia hizo que la Infantería de Marina volviera a formar parte de la misma y escribir nuevamente algunas de sus páginas.

Así ocurrió en las operaciones de Ifni y Sáhara, durante la poco recordada Campaña de 1957-1958, donde estableció la primera cabeza de playa en la zona de operaciones o su desembarco en 1969 en la antigua colonia de Guinea, para proteger la arriesgada evacuación de ciudadanos españoles que todavía residían allí y que fueron forzados por los nuevos gobernantes a marcharse de allí en circunstancias dramáticas.

En dicho año la Infantería de Marina experimentó nuevamente una importante reestructuración y recuperó su tradicional designación de "Tercio de Armada", potenciando su gran capacidad y adiestramiento en el combate en tierra al mismo tiempo que el del dominio de la compleja técnica de las operaciones anfibias, razón principal de un Cuerpo que ha de ser capaz de vivir en la mar para combatir en tierra.

En 1975 unidades de Infantería de Marina pertenecientes al Tercio de Armada fueron embarcadas en buques del Grupa Delta de la Flota para proceder a su desembarco en el Sáhara Occidental, todavía bajo soberanía española, pero la evolución de los acontecimientos políticos hicieron finalmente innecesaria su intervención.

Durante las décadas siguientes la Armada Española fue objeto de diversos programas de modernización y la Infantería de Marina estuvo incluida en buena parte de los mismos, adaptándose a los nuevos escenarios estratégicos y participando activamente a partir de 1996 con unidades en las Operaciones de Mantenimiento de la Paz en Bosnia-Herzegovina y posteriormente en Haití.

Ese mismo año se inició un proceso de renovación orgánica que se puso en marcha junto con un programa de renovación de armamento, material y equipo, todo lo cual supuso la modernización de nuestra Fuerza Anfibia, que se vio potenciada con la total profesionalización de las Fuerzas Armadas.

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Re: HISTORIA DE LA INFANTERIA DE MARINA (II)

Mensajepor Brasilla » 18 Mar 2018 22:25

La Infantería de Marina hoy

Actualmente dicho Cuerpo proporciona Fuerzas de Desembarco para cumplir los cometidos que le son propios. Estos van desde las acciones ofensivas y asalto en fuerza, de refuerzo, de reserva operacional o estratégica, a las que se enmarcan dentro de la gestión de crisis y prevención de conflictos como de presencia o disuasión, así como las que se realizan en el campo de las misiones de apoyo a la paz y misiones humanitarias. También proporciona unidades para la dotación de buques y para la seguridad de personas e instalaciones navales.

La Fuerza de Infantería de Marina está compuesta por el Mando (Comandante General y Comandancia General como órgano auxiliar que forma parte del Cuartel General de la Armada), el Tercio de Armada (TEAR) y la Fuerza de Protección de la Armada (FUPRO). En ella se integran, además, la Junta Táctica de la Infantería de Marina (JUTIM) y el Centro de Valoración y Apoyo a la Calificación para el Combate de la Fuerza de Infantería de Marina (CEVACIM).

El cargo de Comandante General lo desempeña un general de división del Cuerpo y depende directamente del Almirante Jefe del Estado Mayor de la Armada (AJEMA), ante quien es responsable de alistar, adiestrar y evaluar los medios y unidades de la Fuerza de Infantería de Marina, así como generar y sancionar la doctrina específica de empleo de sus medios.

El Tercio de Armada, o TEAR, como es más conocido en la gaditana localidad de San Fernando, está mandado por un general de brigada y se articula en la Brigada de Infantería de Marina y la Unidad de Base.

La primera de ellas, conocida por las siglas de BRIMAR, constituye la parte de la Fuerza de Infantería de Marina con adiestramiento y capacidad de asalto anfibio así como de combate terrestre y tiene naturaleza expedicionaria.

En base a ella se forman las organizaciones operativas que constituirán la Fuerza de Desembarco de nuestra Fuerza Anfibia. Está compuesta por una Unidad de Cuartel General, dos batallones de desembarco, un Batallón Mecanizado de Desembarco, un Grupo de Artillería de Desembarco, una Unidad de Operaciones Especiales, un Grupo de Apoyo de Servicios de Combate y un Grupo de Armas Especiales.

La Unidad de Base, ubicada también en la histórica e isleña población militar de San Carlos en San Fernando, está mandada por un coronel y tiene como misión prestar a la BRIMAR servicios de aprovisionamiento y económico administrativo, mantenimiento, sanidad e infraestructura que le permitan mantener en todo momento el máximo nivel de operatividad.

En cambio, la Fuerza de Protección constituye la parte de la Fuerza de Infantería de Marina dedicada a proporcionar protección y seguridad física a bases, instalaciones, centros, organismos y personas de la Armada.

Mandada también por un general de brigada del Cuerpo, está compuesta por: Tercio del Norte, con base en Ferrol (La Coruña); Tercio del Sur, en San Fernando (Cádiz); Tercio de Levante, en Cartagena (Murcia); Agrupación de Madrid; y Unidad de Seguridad de Canarias, con base en Las Palmas de Gran Canaria.

En materia de enseñanza e instrucción, hay que decir que independientemente de que los oficiales se forman en la Escuela Naval Militar, sita en Marín (Pontevedra) y los suboficiales en la Escuela de San Fernando (Cádiz), está la Escuela de Infantería de Marina “General Albacete y Fuster”, bautizada así en memoria del héroe de las Guerras Carlistas y ubicada en Cartagena (Murcia), donde se forma a la tropa recién incorporada al Cuerpo y donde se realizan los cursos de perfeccionamiento y especialización para oficiales, suboficiales y tropa.

Asimismo se dispone del Campo de Adiestramiento de la Sierra del Retín, en las proximidades de Barbate (Cádiz), donde se experimentan y practican las técnicas de asalto anfibio y de combate terrestre, amén de ser empleado como campo de maniobras en ejercicios de ámbito nacional e internacional.

Por último, citar que, además de lo ya expuesto, la Infantería de Marina dispone de la Compañía “Mar Océano” integrada en el Regimiento de la Guardia Real de S. M. el Rey, de guarnición en El Pardo (Madrid) y de una sección permanentemente embarcada en el Portaaviones “Príncipe de Asturias”, buque insignia de nuestra Flota en la Base Naval de Rota (Cádiz).

La Sala Histórica.

Ubicada en el antiguo “Cuartel de Batallones” de la histórica ciudad militar de San Carlos, a las afueras de la que antaño fue conocida por la Real Isla de León, hoy San Fernando en honor a Fernando VII, se encuentra la Sala Histórica del Tercio de Armada, que tanto por sus dimensiones como por la variedad y cantidad de fondos que expone, bien puede considerarse un verdadero museo.

Su acceso es a través del imponente y majestuoso patio de armas, entre cuyos robustos muros y arcadas parece todavía escucharse las voces marciales que durante más de dos siglos han mandado los movimientos de orden cerrado de miles y miles de infantes de marina.

Una placa situada en la pared, nada más acceder a su interior, recuerda que este santuario de la Historia de la Infantería de Marina, fue visitado el 7 de mayo de 2002 por el Rey Juan Carlos I, siendo entonces general jefe del TEAR, Rafael Baena Solla.

Para aquel entonces, y con motivo del 465 aniversario del Cuerpo, su comandante general, el general de división Francisco González Muñoz, la había inaugurado apenas dos meses antes, concretamente el 26 de febrero, con el objeto de ofrecer al visitante un recorrido completo por la historia de la Infantería de Marina desde su creación en 1537 hasta nuestros días.

Con tan noble propósito se comenzó a conservar y exponer el armamento, uniformes, condecoraciones, equipos, material y recuerdos que el Cuerpo ha utilizado en las diferentes etapas de su ya dilatada historia y cuyo reportaje fotográfico que ilustra estas líneas pretende ser un animoso ejemplo que invite al lector a visitarlo personalmente.

Asimismo se ha venido organizando una sección de documentación en donde se conservan todos sus documentos originales o copias que se han podido recuperar, fotografías, libros, reglamentos, manuales, etc., que bien seguro satisfará las expectativas de historiadores, investigadores y apasionados de este Cuerpo.

Desde entonces, tanto las diferentes unidades de Infantería de Marina como particulares, han colaborado mediante la donación o cesión temporal de diferentes piezas que hoy día pueden contemplarse, estando abierto a nuevas contribuciones que contribuyan a perpetuar y difundir la historia de uno de los cuerpos más gloriosos de nuestras Fuerzas Armadas.

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Re:HECHOS DE LA INFANTERIA DE MARINA

Mensajepor Brasilla » 18 Mar 2018 22:37

LA INFANTERÍA DE MARINA EN LA EXPLOSIÓN DE 1947. LA HEROICA ACTUACIÓN DEL TENIENTE CORONEL ANTONIO RISTORI FERNÁNDEZ.


La catástrofe que sufrió Cádiz la trágica noche del 18 de agosto de 1947 forjó innumerables héroes anónimos entre los miles de civiles y militares que acudieron a rescatar a los centenares de víctimas que se encontraban sepultadas en los edificios derrumbados por los efectos de la tremenda onda expansiva que sacudió la ciudad.

Inmediatamente se enviaron desde diferentes puntos de la provincia las primeras ayudas y auxilios, siendo una de las más destacadas y sin embargo a la postre, no suficientemente reconocida, la de la Infantería de Marina procedente de San Fernando.

Sin embargo, de la heroica actuación de dicho Cuerpo y de quien se encontraba a su mando dio cumplida cuenta diez días después de la explosión el alcalde de Cádiz, Francisco Sánchez-Cossío Muñoz, al gobernador civil de la provincia, Carlos Rodríguez de Valcárcel, en un escrito que comenzaba así:

"Pasados los primeros momentos de la luctuosa explosión que azotó Cádiz en la noche del 18 del actual, me creo en el deber de poner en conocimiento de V.E., la destacada actuación del Teniente Coronel de Infantería de Marina y Delegado Provincial de Excombatientes D. Antonio Ristori, quien se presentó con parte de las fuerzas de Infantería de Marina llegadas de San Fernando para prestar los primeros auxilios".

En La Isla, el vicealmirante Fausto Escrigas Cruz –jefe del arsenal de La Carraca– en ausencia del capitán general, el almirante Rafael Estrada Arnaiz, que había marchado a Cádiz nada más producirse la explosión, ordenó la salida inmediata de una compañía de Marinería y tres de Infantería de Marina. De estas tres últimas una era de fusiles, otra de zapadores y la que entonces se denominaba de "defensa pasiva", llevando consigo varias moto-bombas y diverso material de auxilio y rescate. A su frente iban el coronel jefe del Tercio Sur, Vicente de Juan Gómez, el teniente coronel 2º jefe Antonio Ristori Fernández y el comandante Francisco García Raez.

Sin embargo la columna, al llegar a la altura de Cortadura, fue detenida por un control de la Guardia Civil mandado por el comandante José Fernández López, quien –según seguía relatando el alcalde Sánchez-Cossío– "les comunicó de orden superior que no entrase la tropa en el lugar de la catástrofe, pues se presumía que iba a sobrevenir otra explosión, que aumentaría el número de víctimas entre los escombros".

El teniente coronel Ristori, extrañado ante dicha orden, dado el elevado número de víctimas que presuponía necesitadas de auxilio, se presentó –tras dejar la columna frente al Hotel Playa– en el Ayuntamiento ante el vicealmirante Escrigas y el alcalde.

Aquel "le informó que efectivamente se esperaban más explosiones y sobre todo que el fuego en esos momentos se había corrido a un lugar donde existía un depósito de gasolina, contiguo a Defensas Submarinas, que contenía 15.000 litros y se temía su explosión, pero que no obstante ello, no se prohibía el acceso a esos lugares, sino que se prevenía a las fuerzas de los peligros que podrían correr al entrar en la zona siniestrada para prestar auxilio a los supervivientes".

A continuación Ristori regresó a donde se había quedado la columna y tras informar a su coronel solicitó autorización para ir a la zona arrasada por la explosión –cuyo verdadera causa sigue hoy día ignorándose–, acompañado de un grupo de infantes de marina voluntarios. Una vez concedido y "con gran decisión y gesto heroico, por el grave riesgo por su parte y por la tropa a sus órdenes, penetró en dichos lugares, llevando los soldados materialmente a hombros sobre los escombros una moto-bomba, que tomando agua de un aljibe próximo sofocaron el fuego sobre el tanque de gasolina y otros más".

El comandante García Raez se quedó al mando de los vehículos para atender la evacuación de los heridos primero y el traslado posterior de los muertos que se rescataran, ya que por culpa de los edificios derrumbados sobre las calles de la barriada de San Severiano, los camiones no podían circular.

Durante toda la noche no pararon –junto a otros miembros de las fuerzas armadas y de orden público– de rescatar muertos y heridos sepultados entre los escombros, siendo testigos de tremendas escenas. Las más patéticas de ellas y que más amarga huella le dejaron fueron sin duda alguna las vividas en el rescate de las víctimas de la Casa Cuna, un centro asistencial de la Diputación Provincial que se encontraba muy próximo al epicentro de la explosión, donde aquella noche dormían, además de las monjas que los cuidaban, 117 niños y 82 niñas, todos menores de 7 años, de los que 26 fallecieron, amén de cuatro de aquellas.

Manuel Ristori Peláez –hijo del teniente coronel–, que contaba por aquel entonces cinco años de edad, recordaría muchísimos años después algunas de las conversaciones que escuchó en su casa: "para mí fue dolorosísimo el caso de una niña de mi edad que le sorprendió la explosión en el segundo piso y le saltaron unos cristales de un ventanal a los ojos, y fue bajando las escaleras poniendo las manos por la pared y tocándose de vez en cuando los ojitos, por lo cual estaban las manos marcadas de sangre en la pared en todo su recorrido y apareciendo la pobrecilla muerta en la planta baja".

También recuerda la anécdota de cómo a la mañana siguiente se personó en las ruinas de la Casa Cuna y de la cercana iglesia de San Severiano el obispo diocesano de Cádiz-Ceuta, Tomás Gutiérrez Díez, quien se hizo cargo del copón que contenía las sagradas formas. Fue su padre precisamente quien se lo entregó, quedándose perplejo cuando el obispo se arrodilló para recogerlo en medio de los presentes. El teniente coronel dispuso inmediatamente que cuatro de sus infantes de marina lo acompañaran, organizándose una improvisada procesión ante el silencio de todos los que en esos momentos participaban en las tareas de rescate.

Aquellos voluntarios permanecieron en la zona durante casi 48 horas siendo relevados por otras unidades que llegaron de refuerzo. Sin embargo Ristori continuó allí varios días más, autorizado por su almirante, para coordinar las tareas de auxilio, distribución de servicios y abastecimientos en colaboración con la Cruz Roja y el Auxilio Social.

El alcalde de Cádiz, en su citado escrito de fecha 28 de agosto de 1947, terminaba por proponer que a dicho teniente coronel "le sea concedida alguna alta recompensa que premie sus servicios heroicos y humanitarios que tanto contribuyeron a evitar mayores daños y a mitigar esta catástrofe", aprovechando también para reconocer los méritos de otros oficiales, pues "así mismo tuvo noticias del comportamiento heroico del Capitán de Corbeta de Defensas Submarinas D. Pascual Pery Junquera y de los valiosísimos servicios prestados por el Capitán de Fragata D. Manuel Lahera de Sobrino, que tan alto pusieron el nombre de la Marina de Guerra".

Tres años más tarde –el 18 de julio de 1950– sólo sería condecorado el capitán de corbeta Pery, y hubo de esperar al 7 de julio de 1982 para que la comisión de gobierno del Ayuntamiento de Cádiz le nombrara hijo adoptivo junto al grupo de marineros que le habían seguido. Tras localizarse a los supervivientes, los títulos honoríficos pudieron ser entregados en enero de 1989 en una solemne sesión celebrada en el salón de plenos.

Tal y como dice el conocido dicho militar: "En unos pocos se premiaron los méritos de muchos". Y entre estos últimos se encontraba muy especialmente el teniente coronel Ristori –fallecido en 1979–, que, siendo posteriormente vicepresidente de la Diputación, contribuyó activamente a impulsar la reconstrucción de la nueva Casa Cuna. Bien se merece ese título aunque sea póstuma y tardíamente.

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Noticia publicado en "DIARIO DE CADIZ" el 19 de agosto de 2005.
Reconocimiento para el Coronel Antonio Ristori

Jesús Núñez, historiador e investigador, ha presentado a título individual un escrito en el Registro General del Ayuntamiento solicitando a la alcaldesa que, previos los trámites y comprobaciones oportunas, se conceda por "razones de estricta justicia y reconocimiento", según Núñez, el título de Hijo Adoptivo a Antonio Ristori Fernández, Coronel de Infantería Marina fallecido en 1979, por su "benemérita labor en su destacado auxilio a las víctimas de la Explosión de 1947, tal y como se hizo con otros en 1989". Entre ellos se encuentran el almirante Pascual Pery, quien junto a Ristori evitó que se provocaran más explosiones en la ciudad.

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Noticia publicada en "DIARIO DE CADIZ" el 18 de agosto de 2008.

Coronel Ristori, un héroe de 1947 que aún está sin reconocer.
Fue uno de los primeros militares que acudieron a auxiliar a las víctimas.
La catástrofe del 18 de agosto de 1947 motivó el comportamiento heroico de muchos miembros de la Marina que desde las instalaciones de tierra en Cádiz y San Fernando así como desde los buques fondeados en esas aguas, acudieron inmediatamente para auxiliar a las víctimas.

Uno de ellos fue el entonces teniente coronel de Infantería de Marina Antonio Ristori Fernández, cuya gesta fue reconocida por el propio alcalde de la Ciudad, Francisco Sánchez Cossío. Este, en escrito fechado diez días después de la explosión, pidió para aquél una "alta recompensa que premie sus servicios heroicos y humanitarios que tanto contribuyeron a evitar mayores daños y a mitigar esta catástrofe".

Dado que en 1982 varios componentes de la Armada fueron nombrados hijos adoptivos de Cádiz, como agradecimiento a su heroísmo de aquella noche, pero había sido olvidado Ristori ya que había fallecido tres años antes, surgió en el 2005 una iniciativa tras publicarse en Diario de Cádiz los detalles de su gesta, para que también fuera nombrado, a título póstumo, hijo adoptivo.Tras tres años de espera, el ayuntamiento comunicó el pasado día 14 al promotor de la iniciativa que dicha propuesta será por fin aprobada en la próxima comisión de honores y distinciones que se convoque.

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Artículo de Pilar Hernández Mateo publicado en "DIARIO DE CÁDIZ" el 7 de abril de 2011.

"Por fin se hace justicia con mi padre"

Después de 64 años, se reconoce la heroicidad de Antonio Ristori tras la Explosión en Cádiz en 1947.

Manuel Ristori está orgulloso y muy contento porque "por fin" se ha reconocido la labor de su padre, Antonio Ristori, en las labores de auxilio de los heridos de la explosión ocurrida en Cádiz la noche del 18 de agosto de 1947.

"Después de 64 años, han reconocido el acto heroico de mi padre, que a sabiendas de que habría más explosiones, quiso entrar en la zona afectada porque sabía que había muchas familias heridas. Ha sido un tiempo muy largo, pero agradezco que por fin se haya hecho justicia", comenta Manuel Ristori, coronel de Infantería de Marina retirado, quien da las gracias a la alcaldesa y a su Ayuntamiento, "porque no hay otra corporación que lo haya reconocido", y al historiador y militar Jesús Núñez, quien le ha ayudado mucho en esta labor de reconocimiento a su padre. De hecho, él fue el que pidió formalmente por escrito la concesión del título de Hijo Adoptivo. Y también a Diario de Cádiz, que se ha hecho eco de las solicitudes de Núñez publicando artículos sobre Antonio Ristori.

Manuel Ristori cuenta que, cuando ocurrió la explosión, él contaba cinco años. "No tenía conocimiento de lo que había pasado, pero poco a poco fui investigando y construí el puzzle de lo que había ocurrido, y me di cuenta de que a mi padre le habían hecho una faena muy gorda. Pery Junquera fue un héroe con mayúsculas y se lo reconocieron pero ni a mi padre ni a los voluntarios que fueron con él se les ha considerado", expresa.

La Infantería de Marina procedente de San Fernando, con el Teniente Coronel y delegado provincial de Excombatientes Antonio Ristori al frente, fue de las primeras en ofrecer ayuda para rescatar a los centenares de víctimas que se encontraban sepultadas en los edificios derrumbados por los efectos de la tremenda onda expansiva que sacudió la ciudad.

Cabe destacar que su heroica actuación no pasó desapercibida por el alcalde de Cádiz de aquel entonces, Francisco Sánchez-Cossio Muñoz, quien diez días después pidió por escrito al gobernador civil de la Provincia, Carlos Rodríguez de Valcárcel, una "alta recompensa que premie sus servicios heroicos y humanitarios que tanto contribuyeron a evitar mayores daños y a mitigar esta catástrofe". Pero esta petición no fue oída. Hasta ahora.

Manuel Ristori afirma que su padre era "muy buena persona", "un hombre humanitario que miraba mucho por la gente". Algo que se puso de manifiesto en agosto de 1947, cuando solicitó autorización para ir a la zona arrasada por la explosión acompañado de un grupo de infantes de marina voluntarios. Durante toda la noche no pararon -junto a otros miembros de las fuerzas armadas y de orden público- de rescatar muertos y heridos sepultados entre los escombros. Los voluntarios permanecieron en la zona durante casi 48 horas, siendo relevados por otras unidades que llegaron de refuerzo. Sin embargo, Ristori continuó allí varios días más, autorizado por su almirante, para coordinar las tareas de auxilio, distribución de servicios y abastecimiento en colaboración con la Cruz Roja y el Auxilio Social.

Su hijo quiere resaltar la actuación de su padre en la Casa Cuna, donde aquella noche dormían, además de las monjas que los cuidaban, 117 niños y 82 niñas, todos menores de 7 años. El rescate de aquellas víctimas fue lo que más huella le dejó. El teniente coronel Ristori -fallecido en 1979-, siendo posteriormente vicepresidente de la Diputación, contribuyó activamente a impulsar la reconstrucción de la nueva Casa Cuna.

Para Jesús Núñez, con este reconocimiento, “el Ayuntamiento de Cádiz y la propia Ciudad han saldado una deuda pendiente de reconocimiento y homenaje que tenía desde 1947 con el entonces teniente coronel Ristori, uno de los grandes héroes de aquella trágica noche”.

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Noticia publicada en "DIARIO DE CADIZ" el 8 de abril de 2011.

Emoción y mucho agradecimiento.
Un abarrotado Salón de Plenos del Ayuntamiento acoge la entrega de las distinciones de Hijo Adoptivo y Predilecto, además de las Medallas de Oro, Plata, Bronce y del Trimilenario a diez personas y entidades.

Manuel Ristori Peláez, vestido con uniforme de gala, se presentó ante el público como hijo del Coronel de Infantería de Marina Antonio Ristori, quien recibía a título póstumo la distinción de Hijo Adoptivo. Él quiso relatar lo que sucedió "aquella fatídica noche del 18 de agosto de 1947", en la que su padre junto con más de 90 voluntarios solicitaron entrar en la zona afectada por la explosión de un polvorín de la Armada para poder auxiliar a los afectados, poniendo en riesgo sus propias vidas.

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Re:ARMAS DE LA LEGION

Mensajepor Brasilla » 19 Mar 2018 00:28

ARMAS CON HISTORIA EN LA BRIGADA DE LA LEGIÓN.

Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 297 correspondiente al mes de marzo de 2007, de la Revista "ARMAS", págs. 62-70.
Los originales están ilustrados por veinticuatro fotografías en color y tres en blanco y negro.


En la Base “Alvarez de Sotomayor”, sita en Viator (Almería), se encuentra ubicada la Brigada de La Legión “Rey Alfonso XIII”, donde se puede contemplar una magnífica colección de armas ligeras, medias y pesadas con mucha historia …

Dicha Base fue el antiguo Centro de Instrucción de Reclutas (C.I.R.) núm. 6, reconvertido luego en el acuartelamiento de la Brigada de Reserva, que finalmente se transformó en la Brigada de Infantería Motorizada XXIII, integrada a su vez por los Regimientos Granada 34 y Aragón 17.

No obstante sus orígenes son más remotos. Sus instalaciones iniciales, hoy día ampliadas y mejoradas, fueron inauguradas en junio de 1924 por el teniente general Miguel Primo de Rivera Orbaneja, entonces presidente del Directorio militar que gobernaba España.

El nombre dado ya entonces al acuartelamiento se debía al promotor de la idea de su creación. Se trataba del general de división Fernando Alvarez de Sotomayor (1844-1912), antiguo gobernador militar de Ceuta y Melilla así como autor de significativas mejoras en los cañones de artillería durante el periodo 1875-1880.

Concienciado de la necesidad de disponer de un lugar adecuado para acantonar e instruir tropas para que, caso necesario, pudieran ser rápidamente proyectadas en auxilio de nuestras posesiones del norte de Africa, falleció una década antes de ver cumplido su proyecto.

La Legión ayer y hoy.

La Legión nació en pleno periodo de las denominadas Campañas de Marruecos, en las que la juventud española se desangraba ante la ineptitud de una clase política que no sabía resolver acertadamente nuestra cuestión colonial en el norte de Africa.

Fue entonces cuando el comandante José Millán-Astray Terreros (1879-1954), que había combatido en Filipinas siendo un joven oficial, propuso la idea de crear una unidad profesional de voluntarios extranjeros que pudiera actuar en los lugares más peligrosos, evitando así que lo hicieran los bisoños soldados españoles procedentes de la recluta forzosa.

De esta forma, por Real Orden de 5 de septiembre de 1919, Millán-Astray fue comisionado a Argelia para estudiar el régimen y los fundamentos de la Legión Extranjera Francesa.

Los informes fueron muy favorables y contaron con la aprobación del Estado Mayor Central de nuestro Ejército así como con el entusiasmo de la Alta Comisaría de España en Marruecos, que deseaba contar con tropas mejor dotadas y preparadas que las hasta entonces disponibles.

Fruto de todo el 28 de enero de 1920, y al objeto de “disminuir los contingentes de reclutamiento en nuestra Zona de Protectorado en Marruecos”, el Rey Alfonso XIII firmó en el Palacio de El Pardo el siguiente Real Decreto: “A propuesta del Ministro de la Guerra y de acuerdo con el Consejo de Ministros, vengo a decretar lo siguiente: con la denominación de Tercio de Extranjeros se creará una unidad militar armada, cuyos efectivos, haberes y reglamento por el que ha de regirse serán fijados por el Ministro de la Guerra”.

El ya teniente coronel Millán-Astray fue nombrado jefe del Tercio el 2 de septiembre siguiente y el día 20 de ese mismo mes –considerado fecha fundacional de La Legión- se alistaron los primeros voluntarios.

A partir de ese momento las filas del Tercio comenzaron a nutrirse con miles de voluntarios, españoles y extranjeros, todos ellos dispuestos a sacrificar sus vidas, si ello fuera necesario, pues tal y como rezaba uno de los espíritus del Credo Legionario, “el morir en el combate es el mayor honor”.

El primer muerto del Tercio en combate sería el cabo Baltasar Queija Vega, el 7 de enero de 1921. A partir de entonces y durante las Campañas de Marruecos, la sangre vertida por aquellos legionarios evitaría el derramamiento de la perteneciente a otros muchos soldados españoles.

En total y desde dicha fecha hasta la del 5 de julio de 1927, donde se produjeron las últimas bajas mortales de las citadas Campañas, el Tercio había participado en 505 operaciones de guerra, sufriendo en sus filas 1.987 muertos y 6.094 heridos.

Ocho décadas después La Legión, una de las fuerzas más modernas y mejor dotadas de nuestro Ejército, sigue ocupando los puestos de mayor riesgo y fatiga, habiendo participado en operaciones de mantenimiento de la paz como las llevadas a cabo en Bosnia-Herzegovina, Kosovo, Afganistán, Irak y recientemente en el Congo.

Actualmente está desplegada como “Cascos Azules” de la ONU en la frontera de Líbano con Israel y Siria, bajo el mando del general de brigada Juan Bautista García Sánchez, y liderando un sector multinacional compuesto por batallones de diversos países.

La Legión en Viator.

El traslado del grueso de la Legión a la base almeriense comenzó a gestarse el 1 de julio de 1995 y quedó oficialmente constituida como tal Brigada de Infantería Ligera, bajo el nombre de “Rey Alfonso XIII”, el 20 de septiembre del año siguiente, contando la ceremonia con la presencia de SS. MM. los Reyes Don Juan Carlos I y Doña Sofia.

Al instalarse en el acuartelamiento “Alvarez de Sotomayor”, se daba por finalizado un largo periplo iniciado en Ceuta el año 1950 con la creación de la Subinspección de La Legión y que sucesivamente fue trasladándose a Madrid, en 1956, a Ronda en 1979 y posteriormente al histórico Campamento Benítez en Málaga, ya como Mando de La Legión (MALEG).

Destacar que el nombre de éste último acuartelamiento se debía a la memoria del comandante Julio Benítez Benítez, jefe de la posición de Igueriben, en el Protectorado de Marruecos, que resultó muerto en el verano de 1921 junto a 392 de sus hombres y que en todo momento se negó a rendirse ante un enemigo muy superior en efectivos y medios.

La Brigada de La Legión (BRILEG) está encuadrada en las recién creadas Fuerzas Ligeras (FUL), antigua Fuerza de Reacción Rápida (FAR) y se compone de Cuartel General, con un núcleo de apoyo integrado por la Bandera (unidad tipo batallón) de Cuartel General, el Grupo de Artillería, la Unidad de Zapadores y el Grupo Logístico así como el 3º Tercio “Juan de Austria”, todos ellos ubicados en la Base “Alvarez de Sotomayor”. Además cuenta también con el 4º Tercio “Alejandro Farnesio”, cuyo acuartelamiento “General Gabeiras”, se encuentra en Ronda (Málaga).

Aunque no pertenecen a la Brigada de La Legión, ha de destacarse que también existen fuerzas legionarias en Ceuta y Melilla, concretamente el 1º Tercio “Gran Capitán” y el 2º Tercio “Duque de Alba”, que dependen de las respectivas Comandancias Generales.

El armamento histórico de Viator.

En la extensa base almeriense, el visitante puede contemplar, con ocasión de las jornadas de puertas abiertas que periódicamente se celebran, o al asistir a los brillantes actos castrenses que allí se celebran cada 20 de septiembre, con motivo del aniversario fundacional, y 8 de diciembre, festividad de la Virgen Inmaculada, Patrona de la Infantería, dos tipos de armamento histórico, localizados en dos zonas bien diferenciadas del recinto militar.

En primer lugar está el Museo de la Brigada de La Legión, donde se expone –entre otros muchos fondos históricos de gran interés- una variada colección de armas ligeras y medias, relacionadas con las vicisitudes y acciones en las que ha participado desde su creación.

En segundo lugar está una nutrida colección de armamento pesado, correspondiente a diferentes etapas históricas, expuesto como ornamentación en las inmediaciones de los edificios más relevantes del acuartelamiento o en las proximidades de las rotondas y viales de la base.

El Museo de La BRILEG.


La entrada al edificio está flanqueada por dos auto-ametralladoras Panhard utilizados por el entonces 3º Tercio Sahariano y pintadas con los mismos colores y distintivos que allí se usaron.

En su interior, y distribuidas por diversas salas, pueden contemplarse numerosos objetos y materiales que forman parte de la historia de La Legión y por lo tanto de España. El armamento ligero está expuesto en paredes y vitrinas, pudiendo encontrarse tanto las armas portátiles reglamentarias empleadas por los legionarios como aquellas que fueron capturadas con ocasión de sus acciones.

Así, además de los mosquetones mauser, subfusiles Star y fusiles de asalto CETME, de fabricación española, pueden observarse diversos tipos de carabinas, mosquetones, pistolas ametralladoras, subfusiles, fusiles de asalto, fusiles ametralladores y ametralladoras de muy diversa procedencia y fabricación, nacional o extranjera.

Entre estas últimas, algunas pertenecen a la época de la Guerra de Ifni (1957-1958) o a la zona de operaciones del Sahara (1973-1975), que fueron capturadas a miembros de las bandas rebeldes contra las que se combatió. Otras en cambio, corresponden a periodos más recientes de la historia legionaria ya que fueron intervenidas durante las operaciones de mantenimiento de la paz en las que han participado, destacando por ejemplo una gran variedad de tipos de kalasnikov de diversos países o las Uzi israelitas.

Otro tipo de armas, además de varias minas contracarro, procedentes de las misiones internacionales citadas, y que igualmente pueden contemplarse, son los lanzagranadas, especialmente los RPG, morteros y ametralladoras ligeras, medias y pesadas, de diversos calibres y países fabricantes.

Mención especial, respecto a las armas portátiles, merecen también unas interesantísimas fotografías en blanco y negro, donde pueden apreciarse a los legionarios de los Tercios Saharianos con el armamento de la época, como por ejemplo los fusiles de asalto CETME modelo C, ametralladoras ligeras y medias tipo MG-42, las granadas Instalaza para fusil, etc.

El armamento pesado.


Ya fuera del edificio del Museo y distribuidos por las zonas más nobles de la Base “Alvarez de Sotomayor”, puede contemplarse una variada colección de armamento pesado que comprende diversos tipos de carros de combate, cañones, obuses, morteros y ametralladoras antiaéreas, tanto de procedencia nacional como extranjera y que abarca el periodo comprendido entre las Campañas de Marruecos, pasando por la Guerra Civil, y la Zona de Operaciones del Sahara.

Así, entre los carros de combate, se encuentra por ejemplo un AMX-30 que prestó sus servicios en el Sahara y que está pintado con los colores de entonces. Dentro de las piezas de artillería pueden citarse, entre otras muchas, un obús de 155 Schneider modelo 1917 fabricado en Francia en 1921, otro de 155 de la Fábrica asturiana de Trubia que data de 1941, unos cañones de montaña de 75/22 procedentes de la Fábrica de Sevilla en los años 1945 y 1962, un cañón de 105/30 también de Sevilla fabricado en 1966 o un cañón contracarro 60/45 modelo 45 fabricado en 1948.

Y entre las curiosidades a destacar, también merece especial cita un cañón naval donado por nuestra Marina de Guerra en el año 1965 al 3º Tercio “Juan de Austria” y que sirvió como ornamentación en el acuartelamiento que dicha unidad sahariana tenía en El Aaiun. Tras el repliegue estuvo instalado en la base de dicho Tercio en Puerto Rosario, en la isla de Fuerteventura, hasta su traslado a la actual ubicación almeriense.

Epílogo.

Quien no conozca todavía La Legión, la Base “Alvarez de Sotomayor” y su Brigada “Rey Alfonso XIII”, constituye un lugar adecuado para ello y visitar sus instalaciones, teniendo además la oportunidad de contemplar una magnífica y variada colección de armamento histórico. No en vano La Legión, junto a la Guardia Civil, son siempre las dos unidades militares que más aplausos arranca al público asistente a los desfiles.

Saludos :saluting-soldier:
Si ignoras lo que pasó antes de que nacieras, siempre serás un niño.
Marco Tulio Cicerón.

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Re: General Hipolito el último "Africanista"

Mensajepor Brasilla » 19 Mar 2018 00:42

EL ULTIMO "AFRICANISTA": EL GENERAL HIPOLITO DE LA LEGION.

Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 244 correspondiente al mes de septiembre de 2002, de la Revista "ARMAS", págs. 66-70.
Los originales están ilustrados por tres fotografías en color y cuatro en blanco y negro.


Niño de los pabellones de Regulares Indígenas en el Tetuán de la guerra contra Abd-El Krim, teniente del Grupo de Tiradores de Ifni nº 1 durante la delicada posguerra mundial, capitán de Estado Mayor en Sidi-Ifni durante la silenciada Campaña de 1957-58, comandante jefe del Servicio de Información y Seguridad en la provincia de Sahara, Delegado Gubernativo en Villa Cisneros y teniente coronel jefe de una Bandera de La Legión en el Sahara durante la todavía desconocida Marcha Verde.

Estas hubieran podido ser algunas de las cartas de presentación del general de brigada de Infantería DEM, Hipólito Fernández-Palacios Núñez, antiguo General Subinspector de la Legión y último "Africanista" -durante el reinado de Alfonso XIII se acuñó dicho término para referirse a los militares que habían desarrollado la mayor parte de su carrera en el Marruecos español- que falleció el pasado 29 de enero en Las Palmas de Gran Canaria.

Tradición familiar.

El general Hipólito nació el 15 de noviembre de 1924 en la localidad coruñesa de El Ferrol -abocado a la honrosa carrera de las Armas en el seno de una familia de gran tradición militar- siendo el primero de los hijos del matrimonio formado por Hipólito Fernández Palacios y Sofía Núñez de Olañeta.

Su padre, veterano de las Campañas de Marruecos y miembro de la denominada "Promoción Varela" -por pertenecer el bilaureado general José Enrique Varela Iglesias a la misma- llegó a alcanzar el empleo de teniente general, siendo recompensado entre otras muchas condecoraciones, con la Medalla Militar individual por la acción de la toma del puente de San Martín de la Vega, sobre el río Jarama el 12 de febrero de 1937, cuando se encontraba al frente del Tercer Tabor de Regulares de Tetuán. Su abuelo paterno fue el coronel de Artillería de la Armada Hipólito Fernández Gumila, veterano de las Campañas de Filipinas.

Su abuelo materno, el contralmirante Francisco Núñez Quixano, veterano de las Campañas de Cuba y Marruecos, fue en 1898 el oficial encargado de custodiar hasta España el informe redactado sobre las verdaderas causas del hundimiento del acorazado norteamericano "Maine" -que dio lugar a la guerra contra los Estados Unidos- y desde 1925, comandante del crucero "Princesa de Asturias" -buque insignia de las Fuerzas Navales de Operaciones en el Norte de Africa- hasta la derrota definitiva de las kabilas rebeldes de Abd-El Krim, dos años después.

Su padrino fue el teniente de navío Narciso Núñez de Olañeta, veterano también de las últimas Campañas de Marruecos y comandante del submarino "B-1", asesinado al inicio de la Guerra Civil. Otros de sus tíos, como los capitanes de Infantería Indalecio Núñez de Olañeta y Manuel Martínez Ballesteros, fueron también veteranos de aquellas Campañas de Marruecos. Y así un largo etcétera.

Niño de las Campañas de Marruecos.


Cuando apenas tenía unos meses de edad se trasladó junto a su madre a Tetuán en donde su padre estaba destinado como capitán en el Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas nº 1. Aquellos eran momentos difíciles paro los españoles que vivían en nuestro Protectorado de Marruecos.

Desde el mes de julio de 1921, como consecuencia del "Desastre de Annual" en el que perecieron más de ocho mil de nuestros soldados a manos de las kábilas rebeldes de Abd-El Krim, se venía librando una dura y sangrienta guerra que no terminó hasta el verano de 1927.

Así sus primeros años los pasó en los pabellones militares de oficiales de la capital del Protectorado jugando con otros niños de su edad cuyos padres estaban también en la guerra -que aveces se libraba a pocos kilómetros de donde vivían- y al cuidado de unas madres que sufrían la angustia de la espera a sus maridos, que desgraciadamente en muchas ocasiones era eterna.

Derrotado Abd-El Krim y pacificado definitivamente el Protectorado, continuó su vida y estudios en Tetuán hasta cumplir los 17 años dado que su padre siguió destinado en Regulares hasta 1940 y los dos años siguientes, ya como teniente coronel, al mando de la Mehal-la Jalifiana de Gomara nº 4.

La Academia General Militar.


El 27 de septiembre de 1940, a propuesta del teniente general Varela, Ministro del Ejército, se había vuelto a restablecer por el Generalísimo Francisco Franco Bahamonde -nuevo jefe del Estado y primer director de su 2ª época- la Academia General Militar en la capital aragonesa, esta vez bajo el mando del general de brigada Francisco Hidalgo de Cisneros y Manso de Zúñiga.

Dispuesto a continuar la tradición familiar de la carrera de las armas y tras superar una dura oposición a la que se presentaron 669 aspirantes, ingresó el 15 de septiembre de 1942 en la Academia General Militar de Zaragoza, pasando a formar parte de I Promoción de la 3ª Epoca -que precisamente cumple este año su LX aniversario- compuesta por un total de 170 caballeros cadetes.

Desde la finalización de la Guerra civil el 1 de abril de 1939 no se habían convocado nuevas plazas para oficiales de carrera y junto a aquellos jóvenes -de los que muchos no alcanzaban como en el caso de Hipólito los 18 años de edad- se formaron muchos veteranos de campaña, procedentes de los oficiales de Transformación que estaban cargados en su mayoría de condecoraciones y heridas de guerra.

El 15 de julio de 1944 obtuvo el nombramiento de caballero alférez cadete de Infantería continuando sus estudios castrenses en la Academia de dicha Arma ubicada provisionalmente en un antiguo convento de Guadalajara ya que el Alcázar de Toledo -la antigua y tradicional Academia de Infantería- había quedado destruido durante la Guerra Civil.

Finalmente y tras dos años de estudios más, el 16 de septiembre de 1946, regresó junto al resto de sus compañeros a la Academia General Militar de Zaragoza en donde tras tres meses de prácticas recibió el 15 de diciembre el despacho de teniente en una ceremonia que fue presidida por el jefe del Estado.

Destino al Africa Occidental Española.

La 2º Guerra Mundial había finalizado el año anterior y España dada su postura de afinidad al Eje se encontraba aislada internacionalmente por la mayoría de los países del mundo, existiendo intereses muy concretos de determinadas potencias por desestabilizar la situación de paz que se vivía en los territorios españoles de Africa y poder así anexionárselos. Eran por lo tanto tiempos difíciles y de gran tensión para nuestras fuerzas militares de guarnición en los mismos.

Su primer destino fue voluntariamente el 11 de enero de 1947 al Grupo de Tiradores de Ifni nº 1, en donde se incorporó a la Compañía de Ametralladoras del 2º Tabor en la plaza de Sidi-Ifni, realizando numerosas misiones de patrulla y vigilancia montado a caballo por todo nuestro antiguo territorio.

Del 20 de enero al 10 de febrero de 1949 realizó en la Escuela Regimental Regional de Conductores del Grupo de Automóviles de la Capitanía General de Canarias, el Curso Práctico de Automovilismo, alcanzando la calificación de "Mucho" en el carnet de conducción de 1ª clase, volviendo seguidamente a Sidi-Ifni.

A finales de agostó marchó a Tetuán al objeto de cursar estudios en la Academia de Interventores del Servicio de Asuntos Indígenas de la Alta Comisaría Española en el Protectorado de Marruecos, en donde permaneció hasta marzo del año siguiente.

El día 7 de dicho mes ascendió al empleo de Capitán, siendo destinado seguidamente, con carácter forzoso, al Regimiento de Infantería "España" nº 18, de guarnición en Bétera (Valencia), haciéndose cargo inicialmente del mando y administración de la 12ª compañía, mandando poco después accidentalmente el 3º batallón y finalmente la 1ª compañía.

El 5 de mayo de 1951 fue destinado con carácter voluntario al Regimiento de Infantería "Mérida" nº 44, de guarnición en El Ferrol del Caudillo, haciéndose cargo del mando y administración de la 1ª compañía hasta el 31 de agosto del año siguiente en que ingresó en la Escuela de Estado Mayor, en Madrid, formando parte de la 51ª Promoción de la misma.

Tras finalizar en septiembre de 1956 dichos altos estudios y haber realizado sucesivamente sus prácticas reglamentarias en el Regimiento de Infantería de Carros de Combate "Alcázar de Toledo" nº 61, Grupo de Caballería "Dragones de Alfambra", Regimiento Mixto de Ingenieros de Canarias, Regimiento de Artillería de Costa de Gran Canaria, Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Caballería "Tetuán" nº 1, Estado Mayor del Ejército de Marruecos, Estado Mayor de la Base Naval de Canarias y en el Estado Mayor de la Región Aérea.

Obtenido el diploma de aptitud para el Servicio de Estado Mayor fue destinado al Estado Mayor de la Capitanía General de Canarias, en Santa Cruz de Tenerife, pasando posteriormente en condición de agregado al Estado Mayor de la Jefatura de Tropas de Las Palmas de Gran Canaria.

La Campaña de Ifni (1957-1958).

El Territorio español de Ifni, cuyos orígenes se remontaban hasta el año 1476 ocupaba una extensión de unos 1.700 kilómetros cuadrados, se encontraba enclavado al sur del nuevo Marruecos.

En 1957 contaba con unos 40.000 habitantes de los que el 10 % eran de origen europeo y el resto indígenas. Su capital, Sidi-Ifni, tenía una población de unos 8.000 habitantes de los que el 40 % eran españoles y el resto nativos. El 2 de marzo de 1956 Francia había concedido la independencia de su Protectorado y España lo hizo el 7 de abril, naciendo así el reino de Marruecos.

Tres días después se celebró en Sidi-Ifni una manifestación ilegal de indígenas promovida por agentes pro-marroquíes, en la que se reclamó su incorporación al nuevo estado.

Hubo graves enfrentamientos y finalizó con 2 muertos y 2 heridos entre los manifestantes así como 4 policías territoriales heridos.

En Marruecos se había implantado con gran fuerza un partido nacionalista llamado "Istiqlal", convertido en el verdadero motor de reivindicaciones territoriales. Sus exigencias abarcaban la Argelia sudoccidental y Mauritania que estaban todavía bajo soberanía francesa, Ceuta, Melilla, los territorios españoles de Ifni y Sahara así como parte del Senegal y de lo que sería la república de Malí. Era "el gran Marruecos".

Se acercaban tiempos duros para los españoles en aquella zona. El capitán Hipólito por orden del Ministerio del Ejército pasó destinado el 15 de junio de 1957 a Sidi-Ifni como agregado a las órdenes del laureado general Mariano Gómez-Zamalloa y Quirce, nuevo gobernador general de la provincia del Africa Occidental Española, haciéndose cargo de la 4ª Sección de Estado Mayor.

La situación, debido a los agentes pro-marroquíes fue empeorando, produciéndose diversos atentados mortales contra militares y policía indígenas al servicio de España. El 3 de noviembre fue designado para dirigir la evacuación aérea del puesto de Tantan que se realizó sin novedad con siete aviones de transporte y dos bombarderos de escolta.

Veinte días después las bandas armadas del denominado "Ejército de Liberación", promovido por agentes pro-marroquíes atacaron simultáneamente todos los puestos policiales y militares del territorio español de Ifni, comenzando una campaña -que nunca declarada guerra- que nos costó cerca de un millar de bajas entre muertos y heridos.

El 1 de diciembre se asignó al capitán Hipólito el mando de un centro de información avanzado agregado a la Agrupación "A" compuesta por la 6ª Bandera de La Legión y el 4º Tabor de Tiradores de Ifni.

Al día siguiente recibió su bautismo de fuego cuando acompañaba al comandante Ernesto Martín Baylo al frente de dos compañías de fusiles del Batallón Expedicionario del Regimiento de Infantería "Soria" nº 9 que acudían en auxilio del puesto de Telata. Evacuada la posición de bajas y personal civil regresó a Sidi-Ifni volviendo a hacerse cargo de la 4ª Sección de Estado Mayor.

Tras tomar parte en una reunión en la plaza senegalesa de Dakar con fuerzas francesas participó sucesivamente en diversas operaciones de combate: 30 y 31 de enero de 1958 en la ocupación de los centros de resistencia enemigos "D" y "E"; 3 y 4 de febrero en la defensa de nuestras posiciones de Id Mehás y Alat Ida Usugún; 9 de febrero en la operación "Siroco" sobre Arbaa del Mesti; y 19 de febrero en la operación "Pegaso" sobre Tabelcut, teniéndose que lamentar en todas ellas por la dureza de los enfrentamientos bajas propias aún a pesar de las numerosas enemigas. El 21 de abril se dio por finalizado el periodo de operaciones con la victoria española.

El Sahara y la Marcha Verde.


Continuando en Sidi-Ifni marchó en enero de 1960 a Murcia para realizar el Curso de Formación de Paracaidistas obteniendo el 25 de marzo el título de "Cazador-Paracaidista" y regresando a su puesto de Estado Mayor en Ifni.

El 25 de agosto de 1961 se incorporó a su nuevo destino al frente de la 4ª Sección de Estado Mayor en el Gobierno Militar de Las Palmas de Gran Canaria ascendiendo a comandante el 18 de diciembre de ese mismo año.

Por Orden de Presidencia del Gobierno de 14 de febrero de 1962 fue destinado para prestar sus servicios en los de Información y Seguridad en la provincia de Sahara y el 17 de marzo se hizo cargo de la Delegación Gubernativa de la Región Sur en Villa Cisneros en donde permaneció hasta que en agosto de 1965 fue destinado, en plaza de superior categoría, como jefe de Estado Mayor de la Jefatura de Tropas de Las Palmas de Gran Canaria.

El 15 de noviembre de 1966 sufrió un grave accidente al revalidar la aptitud de paracaidista, fracturándose la columna vertebral, pudiéndose incorporar a su destino el 22 de abril tras sufrir una delicada intervención quirúrgica que no obstante le dejaría secuelas de por vida.

En junio de 1968 marchó a París para realizar, tras ser designado para ello, el Curso de la Escuela Superior de Guerra Francesa. A continuación realizó también el Curso Superior Interejércitos francés, obteniendo las máximas calificaciones y realizando viajes de prácticas por casi toda Europa, Costa de Marfil, Senegal y Túnez.

Al regresar de Francia, en agosto de 1970, quedó disponible en Las Palmas de Gran Canaria, siendo agregado al Estado Mayor de la Capitanía General para la operación "Trinca".

En marzo de 1971 fue destinado al Estado Mayor de las Fuerzas Militares Sector del Sahara y a finales del mes de julio del año siguiente a la jefatura de la 2ª Sección Bis (Servicio de Información) del Estado Mayor de la Capitanía General de Canarias en Santa Cruz de Tenerife, realizando numerosos viajes al Sahara.

Durante los seis primeros meses de 1973 viajó a Túnez para perfeccionar sus conocimientos de la lengua árabe, desplazándose también a Argelia y tras reincorporarse a su destino, constantemente al Sahara.

El 3 de abril de 1974 ascendió a teniente coronel y cinco meses después fue destinado al Tercio Sahariano "Alejandro Farnesio" de La Legión, de guarnición en Edchera, haciéndose cargo de la jefatura de su plana mayor y de la Agrupación Táctica "Gacela" y posteriormente del mando de la IX Bandera, donde fue testigo directo de todos los acontecimientos relacionados con lo que históricamente se conoció como "La Marcha Verde", organizada por Marruecos y apoyada por otros países con intereses en la zona.

El 16 de diciembre de 1975, al tomar el gobierno español la triste decisión de abandonar el Sahara y encontrándose replegado en Villa Cisneros al mando de su Bandera, embarcó en el transporte de ataque "Aragón" con rumbo a Ceuta, donde como consecuencia de la reorganización que sufrió La Legión, pasó a convertirse en la VI Bandera del Tercio "Duque de Alba".

General Subinspector de La Legión.

En octubre de 1978 ascendió al empleo de coronel, cesando en su mando legionario y el 30 de enero de 1979 tomó posesión de su nuevo destino en la Academia General Militar como Jefe de Estudios e Instrucción, siendo Director de la misma el General de Brigada Gerardo Mariñas Romero, su antiguo coronel jefe del Tercio Sahariano.

Por real decreto de 1 de febrero de 1982, tras obtener la calificación de "Sobresaliente" en el Curso de Mandos Superiores, ascendió al empleo de general de brigada, siéndole impuesto el fajín durante un emotivo acto en el patio de armas de la Academia ante los cuatro batallones de alumnos formados, pertenecientes a las XXXVIII, XXXIX, XL y XLI promociones.

El 13 de abril fue destinado a Alicante como Jefe de la Brigada de Defensa Operativa del Territorio nº III y Gobernador Militar.

Por real decreto de 10 de marzo de 1984 fue nombrado General Subinspector de La Legión y poco después también Gobernador Militar de Málaga a cuyo frente estuvo hasta el 24 de julio de 1985, fecha en la que cesó al cumplir la edad reglamentaria, pasando agregado a la Capitanía General de la Zona Militar de Canarias.

El 26 de marzo de 1986 pasó a la Reserva Activa y desde el 15 de noviembre de 1989 se encontraba en la situación de 2ª Reserva. Desde entonces vivía junto a su familia en Las Palmas de Gran Canaria, habiendo desempeñado en diversos periodos algunos cargos vinculados a la Milicia como el de la presidencia de la Hermandad Provincial de Antiguos Caballeros Legionarios.

El 29 de enero de 2002 falleció en dicha ciudad cuando contaba 77 años de edad. El último "Africanista" había muerto.

En agosto de 1949 se había casado con Mª Dolores Barber Ortega, con quien tuvo ocho hijos: Hipólito, Mª Sofía, José Enrique, Mª Dolores, Juan Manuel, Mª Paz, Fernando y Abelardo.

Cursos y condecoraciones.


El general Hipólito se encontraba en posesión de los diplomas de Interventor de Asuntos Indígenas, Automovilismo, Estado Mayor, Cazador Paracaidista, Cooperación Aeroterrestre, Escuela Superior de Guerra Francesa, Curso Superior Interejércitos Francés, Carros de Combate, Apoyo Aéreo, Mandos Superiores y Arabe Clásico.

Asimismo en recompensa a sus méritos se encontraba en posesión de la Gran Cruz, Placa y Mejora de Placa, y Cruz de San Hermenegildo; Cruz Roja del Mérito Militar; Medalla de la Campaña de Ifni; Cruz del Valor Militar, francesa; tres Cruces del Mérito Militar con distintivo blanco de 2ª clase; dos Cruces del Mérito Militar con distintivo blanco de 1ª clase; la Gran Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco; Cruz del Mérito Naval de 1ª clase con distintivo blanco; Medalla de Sufrimientos por la Patria; Medalla de la Paz de Marruecos; Encomienda y Placa de la Orden de Africa; Medallas del Sahara, de Zona de Operaciones y Zona de Combate; entre otras.

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Re:9 mm PARABELLUM

Mensajepor Brasilla » 19 Mar 2018 12:56

9 MILIMETROS PARABELLUM: UN CARTUCHO PARA LA GUERRA Y LA PAZ, REGLAMENTARIO EN LA GUARDIA CIVIL.


"Si vis pacem para bellum" (Si quieres la paz prepara la guerra). Esta frase bien podría haber inspirado el apellido de un arma y de su cartucho que alcanzarían fama universal.

A pesar de haber cumplido más de noventa años, el cartucho 9 milímetros parabellum es en la actualidad el más extendido en las Fuerzas Armadas y Fuerzas de Seguridad del mundo occidental. Se trata de una magnífica munición para su uso militar y policial sin perder de vista el auge que viene experimentando en el mundo deportivo.

Ejemplo de ello es nuestro propio Cuerpo de la Guardia Civil, en donde tanto las pistolas españolas marca Star, modelos BM, 28, 30 M, 31 P, 31 PK, Firestar M43, AS, marca Llama modelo M-82, y las extranjeras marca Glock 17 y marca Heckler & Koch, modelo P-7 M 8, como los subfusiles españoles marca Star, modelos Z-70 B y Z-84, así como los alemanes de la marca H&K, modelos MP-5 en sus diferentes versiones que tenemos adjudicados, emplean dicho cartucho.

Sin embargo, poco sabemos sobre esta munición: sus orígenes, su historia, sus características, sus posibilidades y sus variedades. Por eso creo que puede resultar interesante al lector profesional conocer algo más sobre este "compañero" de servicio.

Orígenes.

El cartucho 9 milímetros parabellum, 9 milímetros de diámetro del proyectil por 19 milímetros de la altura de su vaina, o más exactamente 8,81 x 19 mm., fue diseñado en el año 1902 en la fábrica alemana de municiones DWM (Deutsche Waffen und Munitionsfabriken), sita en Karlsruhe, para un arma que alcanzaría una fama mítica: la pistola Parabellum o Luger (Pistola-08 según denominación reglamentarla militar alemana). De ahí que en muchos países, especialmente del continente americano, el cartucho 9 milímetros parabellum sea conocido como el 9 milímetros Luger.

Tanto el arma como su munición tomaron este apellido de quien tuvo un papel decisivo en su diseño: George Luger (1849-1923), ingeniero de la DWM, hijo de un dentista, nacido en Steinach (Austria), y que ingresó como cadete en el Ejército austro-húngaro a los dieciséis años de edad, abandonando la milicia en 1872 para contraer matrimonio. Alcanzó el empleo de Teniente.

El nombre de Parabellum parece ser que fue tomado de la dirección telegráfica de la central de la DWM: "Parabellum-Berlín". Poco antes ya había sido utilizado para apellidar un cartucho del calibre 7,65 milímetros diseñado en el año 1900 por el propio George Luger (parece ser que el apellido correcto era Lueger, pero por deformación lingüística desaparecería la "e" intercalada), a petición de las autoridades helvéticas que estaban muy interesadas en un cartucho que resolviera los problemas de potencia que padecía el originario 7,65 milímetros Borchardt para la que sería la pistola reglamentaria suiza.

Esa pistola y ese cartucho del calibre 7,65 milímetros parabellum serían probados por una comisión del Ejército de los Estados Unidos. Como consecuencia del resultado de las diferentes pruebas y estudios realizados sobre esta munición, se decidió modificar por la DWM, al objeto de promocionar su empleo militar, la forma de la vaina y montar un nuevo proyectil de 9 milímetros. Acababa de nacer el cartucho 9 milímetros parabellum. Más potente y con mayor poder de detención que su hermano pequeño del 7'65.

Su bautismo seria el día 21 de mayo de 1903 durante una reunión que mantuvo George Luger con un grupo de oficiales del Ejército americano que formaban parte de la comisión de evaluación (Teniente Coronel Pitman y los Capitanes Thompson y Pierce). Sin embargo, por diferentes motivos, ni la pistola ni su cartucho serían adoptados por aquel país.

En cambio, el día 12 de diciembre de 1904, la Marina de Guerra alemana los declaró reglamentarios, haciéndolo también poco después, concretamente el día 22 de agosto de 1908, el Ejército alemán. Así empezó su ascensión hasta nuestros días.

El cartucho 9 milímetros parabellum fue el primer tipo de munición para pistola que se barnizó en sus juntas para preservarlo de la humedad y del aceite. Originariamente en Alemania, y hasta el afío 1915, la vaina montó un proyectil de forma troncocónica que después se modificó por el de tipo ojival que es el que actualmente conocemos.

En Italia el primer tipo de bala daría lugar al desarrollo de un cartucho muy similar, aunque de menor potencia denominado 9 milímetros Glisenti para su pistola reglamentarla modelo 1910.

El 9 milímetros parabellum en el mundo.


El buen poder de detención y la suficiente capacidad de penetración hicieron, entre otras de sus virtudes, que se fuera propagando por numerosos países, diseñándose para su uso armas de calidad excelente.

Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) el empleo de esta munición en los subfusiles arrojaría también un resultado muy satisfactorio desde el punto de vista militar.

Su magnífica evaluación probada en combate y la necesidad de unificar calibres entre sus países miembros haría que en el año 1953 fuese declarado reglamentario por la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), cambiando su denominación de 9 MILIMETROS PARABELLUM por la de 9 MILIMETROS NATO (Nord Atlantic Treaty Organization). De esta forma se contribuyó a normalizar y racionalizar sus condiciones balísticas y generales.

Las especificaciones de la OTAN para el cartucho 9 milímetros NATO PARABELLUM están contenidas en un documento llamado STANAG (Standar Agreement) número 2.319 y desarrollado en el Manual ACI116-D/148.

En ellos se recoge que el proyectil o bala debe tener un peso entre 6,99 y 8,29 gramos; una precisión a 50 metros que dé un radio menos de 76 milímetros; que la fuerza de engarce sea superior a 20 kp; la presión en recámara menor de 3.000 kp/cm2; no estanco; una energía de boca no inferior a 55,3 kpm, ni superior a 82,95 kpm y en consecuencia perforar el casco de acero de un combatiente a 23 metros de distancia.

En Estados Unidos empezaría a librar una seria lucha frente al también mítico 45 ACP (Auto Colt Pistol). La firma Colt sacaría al mercado en el año 1951 su pistola modelo Commander y la firma Smith & Wesson su famoso modelo 39 en el año 1954.

El duelo finalizaría en el año 1985, cuando es adoptado el 9 milímetros NATO Parabellum como cartucho oficial de sus Fuerzas Armadas y se declaraba reglamentaria la pistola italiana marca Beretta modelo 92-F (según denominación militar americana: M-9). La legendaria pistola marca Colt, modelo 191 1 A- 1, calibre 45. ACP había empezado a ser historia.

Como ejemplo de su uso policial en dicho país, la Policía del Estado de Illinois lo tiene adoptado oficialmente junto a su arma reglamentaria: la pistola marca Smith Wesson modelo 39.

El 9 milímetros parabellum en España.


Como consecuencia de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), se inicia la producción de este cartucho en España y más concretamente en la Pirotecnia Militar de Sevilla. Desde el principio se fabricó con el proyecta tipo ojival blindado.

La Fábrica Nacional de Toledo inició su producción en el año 1918. Durante las primeras décadas no se fabricaron grandes cantidades en relación a otros cartuchos, ya que el número de armas que empleaban esta munición era todavía pequeño.

Eran los tiempos en que el extraordinario cartucho denominado 9 milímetros largo, también muy conocido en nuestro Cuerpo y del que en su momento hablaremos, era el "rey".

En España el 9 milímetros parabellum llegó a denominarse también 9 milímetros Especial para diferenciarlo así del 9 milímetros largo (9 x 23) y de 9 milímetros corto (9 x 17).

La firma Gabilondo y Cía, de Elgoibar (Guipúzcoa), fabricaría con la marca Llama la primera pistola de calibre 9 milímetros parabellum española. Después seguirían Unceta y Cía, de Guernica (Vizcaya), con sus modelos Astra 600 y posterior 800 (Cóndor), y Bonifacio Echevarría, S. A., de Eibar (Guipúzcoa), con sus modelos Star B, y Súper B.

Durante las siguientes décadas se fabricaran numerosos modelos que alcanzaron y siguen alcanzando gran prestigio en el mundo entero compitiendo con éxito con las mejores marcas extranjeras.

En este punto hay que citar forzosamente la pistola marca Llama, modelo 82, que por Orden 121/00004/1984, de fecha 13 de junio, fue declarada de necesaria uniformidad en el Ejército español.

En los años 1952 y 1954 se diseñaron y fabricaron cartuchos para su uso deportivo con muy buenos resultados. La Fábrica Nacional de Palencia colaboraría en múltiples ocasiones montando vainas y proyectiles procedentes de la Fábrica Nacional de Toledo, llegando en algunos casos incluso a fabricarlo.

En el año 1959 se fundó la Empresa Nacional Santa Bárbara de Industrias Militares (ENSB),que incorporaría las antiguas fábricas militares. Esta nueva empresa, propiedad del Instituto Nacional de Industria (INI), organismo público autónomo creado en el año 1941, sería desde entonces y hasta nuestros días el único fabricante español de la munición 9 milímetros parabellum.

Mención especial merecen por su trabajo en el desarrollo de nuestro cartucho a lo largo de los años siguientes los entonces Tenientes Coroneles Dorda y Núñez, así como el Comandante Melero.

A finales de los años setenta se inicia el estudio y fabricación en la Fábrica Nacional de Toledo, con carácter experimental y por encargo de la Dirección General de Seguridad de diversos tipos de cartuchos del calibre 9 milímetros parabellum, al objeto de estudiar los efectos producidos por municiones empleadas por bandas terroristas.

Así se hicieron réplicas del alemán marca "GECO", fabricado por la Gustav Genschow & Company (las cajas de cartón que contienen la munición llevan impresos en tampón azul y en su cara inferior la letra "A", que es la misma que lleva el culote de la vaina); del belga "FNB", fabricado por la Fabrique Nationale d'Armes de Guerre (ídem que el anterior, salvo que la letra es la "B"), y del francés "SFM", fabricado por la Societé Française des Munitions (ídem que las anteriores, salvo que la letra es la "F").

En el año 1972 se fabrica experimentalmente en el Polígono Industrial de Carabanchel (Madrid) un cartucho de 9 milímetros parabellum diseñado por el General Dorronsoro con la pretendida finalidad de ser utilizado como material antidisturbios. La bala era esférica y de acero cobreado, siendo su alcance eficaz de unos 100 metros y su alcance máximo de 200 metros.

A principios de la década de los ochenta, la empresa Plásticas Oramil, S. A., de San Sebastián (Guipúzcoa), fabrica cartuchería de plástico color blanco translúcido y de oro viejo (fogueo) y de plástico azul (tipo reducido o de entrenamiento). Entre los calibres fabricados se encuentra precisamente el calibre 9 milímetros parabellum. Su alcance eficaz es tan sólo de 10 metros.

También a principios de los ochenta, pero en la Fábrica Nacional de Toledo, se diseñó y fabricó munición subsónica, cuya principal característica es poseer una velocidad inferior a los 340 m/s para evitar la onda de la boca de fuego que tiene un sonido muy acusado, teniendo que aumentar para ello el peso de la bala y disminuir la energía en boca.

A finales de los ochenta el Cuerpo Nacional de Policía solicitó el encargo a la Fábrica Nacional de Toledo de la fabricación de cartuchos de bala cilíndrica ojival de punta hueca y cilíndrica troncocónica ojival de punta chata, pero no se obtuvieron los resultados deseados.

El 9 milímetros parabellum y sus variedades.


En la reciente y magnífica publicación "Cartuchería Española", escrita por los Oficiales Superiores de nuestro Ejército don Angel Molina y don Alfonso Orea, verdaderas autoridades en la materia, clasifican y detallan hasta 38 tipos de cartuchos de 9 milímetros parabellum, fabricados en nuestra patria (ordinarios, blindados, semiblindados, expansivos, trazadores, subsónicos, antidisturbios, montería, deportivos, supervivencia, alcance reducido, fogueo e instrucción).

Actualmente, en el resto del mundo la variedad de proyectiles que monta este cartucho es muy extensa. Como botón de muestra hablaremos de tres modelos de balas perforantes que aparecieron a principios de la década de los ochenta y cuya disponibilidad en el cartucho 9 milímetros parabellum dentro de España es muy difícil.

Tipo Arcane. Que deriva de la palabra latina "arcanus" que significa "secreto". Monta una bala troncocónica maciza de cobre puro y utiliza una pólvora llamada G-S7.

Tipo Alia. La bala es de forma troncocónica, siendo el núcleo de acero extraduro envuelto en una aleación ligera de aluminio, aumentando su velocidad en un 55 por 100.

Tipo THV (Très Haute Vitesse). La bala es de forma parábola invertida con una impresionante capacidad de penetración en blindajes y aceros especiales y con un gran poder de detención cuando actúa sobre el cuerpo humano.

El 9 milímetros NATO parabellum reglamentario en la Guardia Civil.

El Catálogo de Municiones (T-0-7-2), reglamentario en nuestro Ejército, establece como fecha tope de empleo de este cartucho para armas automáticas (subfusiles) una antigüedad inferior a diez años, desde su fabricación y con más años de esa edad para su uso en armas no automáticas (pistolas y carabinas), considerándose como alcance eficaz del proyectil el de 50 metros y el del alcance, máximo el de 2.300 metros.

El cartucho 9 milímetros NATO parabellum que actualmente portamos en nuestras armas reglamentarias procede de la Fábrica Nacional de Toledo (ENSB), monta una bala blindada ojival roma cubierta por una envuelta de latón 72/28 y su peso es de 7,40 gramos y aloja una cápsula iniciadora del tipo Berdan, con 20 miligramos de mezcla de tetrinox y su peso es de 18 miligramos. El barniz entre la cápsula y la vaina es de color rojo desde mediados de 1986, siendo anteriormente de color verde.

Carga 0,46 gramos de pólvora filiación 373, desarrollando una velocidad inicial de 425 m/s y una energía de boca de 68 kpm, y conforme al STANAG 2319 de la OTAN la presión en recámara es inferior a 3.000 kp/cm2 y la precisión a 50 metros es menor de 76 milímetros. En definitiva, un buen y potente cartucho.

Bibliografía utilizada.

Tratado de Cartuchería. 1978. Francisco Lanza. Editorial Merino, Palencia.
La cartuchería de las armas ligeras. 1988. Angel Molina. Editorial Ministerio de Defensa, Madrid.
Cartuchería Española. 1992. Angel Molina, Alfonso Orea. Editorial Merino, Palencia.
Catálogo de Municiones 1974. Editorial Polígono de Experiencias de Carabanchel Ministerio del Ejército, Madrid.
Cartuchería. 1940. Editado. Servicio de Recuperación de Material de Guerra, Madrid.
Cartridges of the World. 1993. F. Barney. Ed. M. Bussard. USA.
Handguns of the World. 1993. E. Ezell. Ed. Barnes-Nobles, USA.


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Re: LA PISTOLA "ASCASO"

Mensajepor Brasilla » 19 Mar 2018 15:10

PISTOLA “ASCASO”: LA MEMORIA DEL ANARCOSINDICALISMO REVOLUCIONARIO.

Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 308 correspondiente al mes de febrero de 2008, de la Revista "ARMAS", págs. 80-86.
Los originales están ilustrados por once fotografías en color, cinco en blanco y negro así como un plano.


Durante el periodo 1937-39, en plena Guerra Civil, se fabricó en la retaguardia republicana barcelonesa la Astra “anarquista”.

Cuando la firma Esperanza y Unceta presentó en el mercado su pistola Astra modelo 1921, de 9 mm. largo, adoptada reglamentariamente en real orden de 26 de septiembre de ese mismo año por el Ejército español, poco podía pensar que sería objeto de diversas copias en la década siguiente, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.

Dichas reproducciones no perseguían lucrativos fines comerciales, sino que fueron fruto de las necesidades bélicas de autobastecerse con armas propias. Así, durante nuestra Guerra Civil, se fabricaron copias, con mayor o menor fortuna, en la zona gubernamental, también llamada republicana, y concretamente en las provincias de Barcelona, Valencia y Alicante, mientras que el conflicto chino de aquella época dio lugar a la aparición de una reproducción de origen asiático.

Entre las primeras estarían las pistolas “Ascaso” fabricadas en Tarrasa y Barcelona, objeto principal del presente artículo, las R.E. (República Española) producidas en la localidad valenciana de Alginet, y unas muy mediocres copias, carentes de marcas e incluso del característico seguro de empuñadura, que no llegaron a ser siquiera bautizadas, procedentes de unos talleres de la población alicantina de Ibi.

Entre las segundas, se encuentran las llamadas “Orphan Astra”, fabricadas en algún punto de la geografía china durante aquella década y cuyo conocimiento se limita prácticamente al artículo publicado en agosto de 1970 por el comandante Dick Keogh en la revista “GUN REPORT” y del que se hizo eco, junto a algunas fotografías, el gran experto norteamericano Leonardo M. Antaris, en su magnífica obra “Astra. Automatic pistols”.

También, aunque ya anecdóticamente y más recientemente, citar las copias afganas, uno de cuyos ejemplares fue encontrado por el autor de estas líneas en Irak hace cuatro años, tras ser intervenida por las fuerzas españolas allí desplegadas, y que hoy día se expone en la sala de armas del Museo de la Dirección General de la Guardia Civil en Madrid (ver ARMAS núm. 270).

Las industrias bélicas en Cataluña.


Cuando el 19 de julio de 1936 se produjo la sublevación militar en Cataluña, iniciada dos días antes en Melilla y secundada en buena parte de la geografía nacional, la industria de armamento era allí inexistente. Entre las 800 industrias metalúrgicas más importantes de Cataluña no había ni una sola que se dedicara a fabricar elementos de índole bélica ni estaban preparadas para ello.

El alzamiento militar fracasó en Cataluña y la clave estuvo en Barcelona, gracias principalmente a la inmediata reacción armada de las milicias de los partidos y sindicatos vinculados con el Frente Popular, encabezadas mayoritariamente por las pertenecientes a la CNT, así como la firme adhesión y lealtad de la Guardia Civil al gobierno de la República.

Aplastada la rebelión, el parque de Artillería y los cuarteles del Ejército en Barcelona se encontraban prácticamente abandonados y saqueados. Las armas y sus municiones se hallaban en poder de las milicias políticas y sindicales. Se trataba de la máxima expresión del “pueblo en armas” pero que dado el comienzo de un conflicto bélico de tal naturaleza y extensión, era insuficiente para hacer frente al mismo, siendo necesario crear y organizar un ejército regular republicano al que era imprescindible dotar de armamento.

Consecuente con ello y conscientes de organizar en Cataluña la fabricación de toda clase de armamento, se creó por Decreto de 7 de agosto de 1936, la Comisión de Industrias de Guerra (CIG), presidida por el consejero de Finanzas de la Generalitat, Joseph Tarradellas Joan (1899-1988), quien llegaría también a presidir la misma (1954-1980).

El nuevo organismo debía coordinar todas las actividades de fabricación de armamento en Cataluña así como organizar la creación de las industrias que fueran necesarias para la obtención del material de guerra indispensable para hacer frente a la campaña que comenzaba.

Así pasaron a depender de la citada Comisión todas las fábricas, talleres, laboratorios y centros de movilización industrial y experimentación técnica susceptibles de ser útiles para la producción de armamento y material de guerra.

El coronel de Artillería José María Manrique García y el historiador Lucas Molina Franco, en su reciente y voluminosa obra “Las armas de la Guerra Civil española”, afirman que ya el 15 de septiembre de 1936 el control de dicha Comisión se extendía a unas 500 empresas de diversa entidad, lo cual implicaba contar con más de 50.000 obreros y otros 30.000 de las industrias auxiliares.

En sus inicios la Comisión dependía de la Consejería de Economía y Servicios Públicos, pasando poco después a depender directamente de la Presidencia del Consejo de la Generalitat. Como vocales se nombraron representantes de las Consejerías de Economía, Finanzas, Gobernación y Defensa.

Al objeto de cumplir eficazmente la magna tarea encomendada, la Comisión se organizó en tres secciones: la de químicas, que se encargaría de todo lo referente a pólvoras, detonadores, explosivos, etc.; la de metalúrgicas, que trataría todo lo relacionado con armas, espoletas de las municiones, vehículos, blindajes, etc.; y la de aviación.

El Informe final de la Comisión.

El 17 de mayo de 1937, tras la llegada a la presidencia del gobierno de la República el doctor Juan Negrín López y la constitución del Ministerio de Defensa Nacional bajo la dirección de Indalecio Prieto Tuero, se abolió la Comisión de Armamento y Municiones, creándose la Subsecretaría de Armamento y Municiones como organismo de la dirección de la producción de guerra en toda la zona republicana.

El 23 de septiembre siguiente se creó una delegación en Cataluña de dicha Subsecretaría al objeto de coordinar allí la fabricación de armas y demás material bélico, lo cual implicaba en la práctica la desaparición de la CIG, originándose el consiguiente enfrentamiento entre los representantes estatales y catalanes que disintieron abiertamente de dicha medida.

Tras ello la Generalitat tuvo finalmente que ceder y tuvo que cesar en su actividad respecto la gran mayoría de industrias bélicas que desde el verano de 1936 venía controlando, a excepción –inicialmente- de una quincena de industrias que financiaba directamente con sus propios presupuestos.

Al objeto de poder acreditar la labor hecha por la CIG en ese periodo que acababa de finalizar y desacreditar a su vez una serie de insidias y falsos rumores que cuestionaban dicho trabajo, Josep Tarradellas elaboró, con difusión restringida y confidencial, un informe de 70 páginas en las que se recogía, a grandes rasgos, toda la actuación de la Generalitat en materia de industria de armamento hasta el mes de octubre de 1937.

Final y definitivamente, por Decreto de 11 de agosto de 1938, poco más de seis meses desde que el gobierno de la República trasladara su residencia eventual desde Valencia a Barcelona, se procedió por el mismo a la expropiación de las 15 fábricas bélicas que eran propiedad de la Generalitat, con el fin de garantizar que toda la producción de armamento en la zona republicana seguía una única directriz.

Aquella medida, además de provocar una crisis de gobierno y la salida de los ministros de Justicia Manuel Irujo Ollo (Partido Nacionalista Vasco) y de Trabajo, Jaime Ayguadé Miró (Ezquerra Republicana de Cataluña), dio lugar a que Tarradellas elaborase un nuevo informe confidencial y de mayor amplitud y detalle que el anterior, alcanzando un total de 118 páginas, que dejara bien claro el esfuerzo y magnitud de la labor realizada por la CIG.

Dado el carácter clasificado del nuevo informe, éste no vería la luz hasta ahora, casi siete décadas después, mientras que parte del primero había terminado siendo publicado por la CNT en 1939 desde Buenos Aires en un libro titulado “De Companys a Indalecio Prieto. Documentación sobre las industrias de guerra en Cataluña”.

Ahora, gracias a Pagès Editors, que lo ha publicado, se ha tenido acceso íntegro al informe final de agosto de 1938, además del de octubre de 1937. La editorial leridana ha lanzado en octubre de 2007 una edición en catalán, limitada a poco más de un millar de ejemplares, lo cual lo convierte en preciado objeto de colección para un bibliófilo del mundo de las armas. A ello hay que sumarle que está ilustrado con un total de 230 fotografías inéditas de la época relativas al armamento y demás material bélico que se fabricó bajo el control de la CIG.

El libro, que cuenta con 202 páginas y cuya portada está ocupada precisamente por una imagen de la pistola Ascaso, cuyo medallón de la cacha derecha ha sido sustituida por el logotipo de “Industries de Guerra de Catalunya” y las cuatro barras catalanas, puede adquirirse directamente en Internet a través de la web del editor –www.pageseditors.com- por el precio de 14 euros más gastos de envío a domicilio.

Esta obra, prologada por Josep Alegre Vilas, abad del monasterio tarraconense de Poblet y con una introducción del historiador Javier de Madariaga Fernández, está basada en los fondos del Archivo “Monserrat Tarradellas i Macià”. El 31 de diciembre de 1981, Joseph Tarradellas procedió a donar su impresionante archivo particular, que poco después adoptó el nombre de su hija.

Los fondos Tarradellas están constituidos por más de dos millones de páginas de documentos, 11.032 libros, 6.035 publicaciones periódicas, 38 películas del periodo (1936-1952) y 33.844 fotografías, de las que 1.182 corresponden a la actividad relacionada con la Comisión de Industrias de Guerra en Cataluña. Posteriormente dichos fondos se han ido enriqueciendo con aportaciones procedentes de otras personas coetáneas al que fuera presidente de la Generalitat.

La producción de guerra.


En ambos informes se aporta abundante información y datos sobre producción y estadísticas de las diferentes armas, municiones y demás productos bélicos fabricados en los diferentes centros que estaban bajo control de la CIG. No obstante, en algunos casos, y dado el hecho de haberse emitido ambos informes en plena guerra civil, se hacía constar que se omitían los relativos a algunas de aquellas, por razones obvias de seguridad, dado que no quedaba garantizado el debido secreto ante la difusión de los mismos, por muy restringida que fuera ésta.

Por tal motivo, no se aporta información estadística de producción, aunque si se reconoce la misma y su importancia, relativa a la fabricación del armamento portátil que es el de mayor interés para el lector de ARMAS, tales como las pistolas Ascaso, las “pistolas ametralladoras” Fontbernat, Labora y Schmeisser, los fusiles, mosquetones y carabinas máuser, así como de piezas para las ametralladoras Hotchkiss y Colt, además del fusil ametrallador Hotchkiss II.

Sin embargo en ambos informes si se entra con mayor profundidad, no sólo en la organización y funcionamiento de la CIG, sino también en la fabricación de las industrias químicas (fulminantes, trilitas y tetralitas, dinamitas, pólvoras, mechas, celulosas, gases, caretas antigas, etc.), de las industrias siderometalúrgicas (municiones de armas portátiles y piezas de repuesto para éstas, lanzagranadas, morteros, espoletas, granadas de mano, mortero y artillería de campaña y de marina, bombas de aviación, vehículos blindados, etc.) y el material de aviación.

También se aporta información de interés relativa a las 15 fábricas que fueron de titularidad de la Generalitat hasta su incautación por el gobierno de la República, su ubicación, su actividad y su producción.

No obstante la información más precisa y rica en pormenores debe encontrarse en las 28 publicaciones técnicas y numeradas que editó la CIG durante la guerra civil, relativas a las granadas rompedoras de 70, 75, 105 y 155 mm., la granadas de metralla de 105 y 155 mm., los morteros de 50 y 81 mm. con sus granadas, las granadas de acero de 45 mm., las granadas antiaéreas, espoletas, cartuchos, bombas de aviación de 12, 70, 250 y 500 kg., bombas de mano, lanzagranadas LG 1 y sus granadas, la pistola Ascaso, la “pistola ametralladora” Fontbernat, el mosquetón máuser y las pólvoras sin humo, habiendo quedado en preparación más de una veintena más de publicaciones que con el devenir negativo de la contienda y la incautación gubernamental, no llegaron a ver la luz.

Para hacerse una idea del contenido de dichas publicaciones, tan sólo mencionar que la núm. XXIII, correspondiente a la pistola Ascaso tiene más de 200 páginas y 53 esquemas y planos de piezas del arma a escala, mientras que la núm. XXIV, relativa a la “pistola ametralladora” Fontbernat, comprende más de 100 páginas y 102 esquemas y planos a escala.

Hay que significar que dado el limitadísimo número de ejemplares publicados y la pérdida de parte de ellos como consecuencia de las vicisitudes de la guerra, se han convertido en preciadísimas piezas de colección, que están llegando a alcanzar la cotización de 6.000 €, aptas sólo para potentados privilegiados e instituciones públicas.

La pistola Ascaso.

Una de las armas que se produjeron a partir de 1937 bajo control de la CIG fue una copia de la pistola Astra de 9 mm. largo, antiguo modelo 1921 y ya denominado modelo 400, fabricado entonces en Guernica por la firma Unceta y Cía., tras la marcha de Juan Esperanza en 1925.

Dicha pistola era el arma corta reglamentaria del Ejército, la Marina y Carabineros, por lo que se optó para su fabricación, máxime después de la ocupación por el enemigo de la fábrica de Guernica a finales de abril de 1937, con lo que la República perdió tal fuente de abastecimiento, y la llegada a Cataluña de un grupo de operarios y técnicos de la misma, además de otros talleres armeros de Eibar y Elgoibar, que habían podido escapar a tiempo.

Esta copia de la pistola Astra fue bautizada con el nombre de “F. Ascaso”, en homenaje al dirigente anarcosindicalista Francisco Ascaso Abadía, fallecido en el 20 de julio de 1936 en el asalto al acuartelamiento de las Atarazanas en Barcelona.

Aunque no se tienen datos exactos de su producción parece ser que llegó a alcanzar los 8.000 ejemplares que se fabricaron en la localidad barcelonesa de Tarrasa, si bien el coronel Manrique y el historiador Molina afirman en su obra que unas 1.000 pistolas Ascaso se produjeron en los talleres Confederales nº 1, sitos en la calle Badal de Bacelona. Tras la incautación de la fábrica principal por la Subsecretaría de Armamento, pasó a denominarse la núm. 290.

Su calidad y acabado no llegó a ser el de las originales vascas de antes de la guerra, dada la carencia del tiempo, materias primas y maquinaria necesarias para ello, pero que no obstante pede definirse como aceptable.

El experto norteamericano Leonardo M. Antaris asegura en su obra que en los primeros ejemplares se detectó un problema con el muelle helicoidal recuperador que envolvía el cañón de la pistola en el interior de la corredera, ya que era excesivamente duro y dificultaba el correcto retroceso y funcionamiento, cuestión que pronto fue subsanada.

Por su parte, el coronel de artillería Bernat Barceló Rubí expone en su magna obra “3 siglos de armamento portátil en España”, que el adversario aplicó –posiblemente con finalidad de acción psicológica- a dicha pistola, la denominación que ya años antes se habían ganado los revólveres de baja calidad producidos por la industria vasca, es decir, el de “neutrales”, por aquello de que lo mismo causaban baja del enemigo como la del que disparaba. Sin embargo el propio autor se muestra disconforme con tal afirmación y no cree que su calidad fuese tan baja que tuviera tendencia a reventar, “siempre que se usase en condiciones normales y con la munición apropiada”.

No obstante hay que significar que su calidad si bien fue ligeramente inferior a la de la otra copia “gubernamental” de la Astra, fabricada en la localidad valenciana de Alginet, bajo la denominación de “R.E.” (República Española), en cantidad de 15.000 ejemplares aproximadamente, fue muy superior a la corta producción de la copia manufacturada en la alicantina de Ibi.

A diferencia de la pistola Astra, la Ascaso presentaba un pavonado azulado más oscuro y brillante –similar al de la R.E.-, una diferencia lógica ya que el proceso de oxidación artificial se efectuaba por inmersión de las piezas en el baño de pavón –como era y es habitual en la práctica totalidad de las armas-, mientras que en las Astra el pavonado se aplicaba “a brocha” y sólo en el exterior de la corredera y el armazón, motivo por el que su resultado es bien distinto y permite saber, además, si una de estas pistolas ha sido repavonada por el procedimiento más tradicional.

Volviendo a nuestra protagonista, ésta tiene la identificación “F. ASCASO TARRASA CATALUÑA” en un logotipo circular estampado justo detrás del punto de mira. Sus cargadores, sencillos o también de gran capacidad, tal y como recoge el CIG en su informe, están marcados “ASCASO TARRASA 9 LARGO” en sus base. Las cachas, fabricadas en plástico negro, lleván en su medallón el logo “F. ASCASO”.

Pero la principal diferencia técnica no es apreciable desde el exterior, ya que se trata del paso del estriado del ánima, siendo de una vuelta en 24 cm en la Astra original, y de 31 en la Ascaso, cifra que se reduce a 26 para el tallado en los tubos de las R.E.

Para terminar citar al menos que hubo otra pistola fabricada también en Cataluña pero asemejada a la norteamericana Colt modelo 1911, y de la que el experto Juan Luis Calvó se hace eco en su obra “1840-1940. Cien años de pistolas y revólveres Españoles”. Se trataba de la denominada “Isard” (Rebeco), también de 9 mm. largo, que se produjo al menos en 1938 en el parque móvil de la Generalitat, en Barcelona. Sus cachas de madera, lisas y abombadas, ostentaban, escudo de la Generalitat, conformado por las cuatro barras catalanas en relieve dentro de un óvalo. Curiosamente algún ejemplar lleva estampado el nombre de “Pistola Tarradellas” en el lugar del de “Isard”.

Nota. Se agradece expresamente la colaboración prestada por Lourdes Oliveras en representación de Pagès Editors.

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Francisco ASCASO ABADÍA (1901-1936).


Nacido el 1 de abril de 1901 en la pequeña localidad oscense de Almudevar, se convirtió desde muy joven en el arquetipo de la violencia revolucionaria anarquista que por muchos fue definida en la prensa de su época como el más puro ejemplo del “pistolerismo”.

Tal y como recoge el profesor Antonio Padilla Bolívar en su libro “El movimiento anarquista español”, esa violencia revolucionaria que a comienzos de la década de los años 20 del siglo pasado, azuzó las circunstancias socioeconómicas de Cataluña, España y el mundo entero, lanzó por la senda terrorista a hombres de los grupos anarcosindicalistas más activos, siendo Francisco Ascaso uno de ellos.

Fueron tiempos muy duros que engendraron una violencia sectaria muy difícil de entender y justificar hoy día, donde los sectores más extremos del movimiento obrero y la patronal se enfrentaron a sangre y fuego, dejando tras de si una larga espiral de dolor y terror.

Ascaso, que procedía de una familia campesina, se trasladó en unión de la misma a Zaragoza cuando corría el año 1913, siendo en su juventud –trabajó como panadero y camarero- cuando ingresó en la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y empezó a contactar con algunos de los grupos anarquistas que lo integraban y que estaban dispuestos a proyectar la acción directa basada en la violencia revolucionaria, implementando dicha vinculación con su cambio de residencia a Barcelona en 1922.

El joven aragonés comenzó así a conocer y tratar con quienes serían los principales representantes del anarcosindicalismo revolucionario: Buenaventura Durruti, Ricardo Sanz, Antonio Ortiz, Juan García Oliver, Aurelio Fernández y Gregorio Jover, entre otros. Recordado por sus propios compañeros como un hombre frío, racional y calculador, fue siempre más un activista de primera línea que de doctrina y organización.

Convencido comunista libertario, dispuesto a derramar y hacer derramar la sangre en su lucha contra el estado y el capitalismo, su nombre pasó bien pronto a formar parte de las fichas policiales de numerosos países, siendo considerado como uno de los activistas anarquistas más peligrosos de la época. Detenido y encarcelado en diversas ocasiones, habiendo logrado escapar más de una vez, también fue deportado a Canarias y Guinea, teniendo que exiliarse a varios países europeos e hispanoamericanos, donde al participar en acciones violentas de grupos anarquistas locales, lo que motivó que terminara por ser expulsado o prohibida su entrada a la mayoría de aquellos.

No obstante, cualquier libro sobre armas que cite la pistola “Ascaso” se limitará a decir que dicho nombre fue adoptado en recuerdo a la figura de un dirigente anarquista de la época, sin entrar en mayores detalles.

La verdad es que no se puede negar la polémica que envuelve a dicho personaje. Visionado como un líder y un héroe para los suyos o, como un “pistolero” y un asesino para los otros, la realidad es que fue fruto y protagonista de su tiempo y que los libros de historia lo recuerdan tanto por su ímpetu revolucionario como por su participación en numerosas acciones violentas tales como los asesinatos del redactor jefe del “Heraldo de Aragón” en 1920 y del arzobispo de Zaragoza en 1923, el intento frustrado contra Alfonso XIII en París en 1926, la voladura de la Jefatura Superior de Policía de Barcelona en 1933 así sus enfrentamientos a tiros contra los “pistoleros” contratados por la patronal o los atracos a bancos, tanto en España como en algunos de los países en los que estuvo exiliado.

En 1934 sería nombrado secretario general del comité regional de la CNT en Cataluña, fijando desde entonces su residencia en Barcelona, donde le sorprendería dos años después la sublevación militar que al fracasar daría inicio a la Guerra Civil. Consecuente con sus ideales y siendo miembro del Comité de Defensa Confederal de Cataluña, tomó inmediatamente las armas al frente de sus hombres para participar en su sofocación, resultando muerto de un disparo en la frente el 20 de julio de 1936 durante el asalto al cuartel de las Atarazanas.

Como todos aquellos líderes que mueren jóvenes luchando en el combate por sus ideales, sean los que fueran, Ascaso pasó a engrosar la leyenda de los héroes, en este caso el de los libertarios, siendo desde entonces, elevado por los suyos a la categoría de mito. Prueba de ello fue, entre otras cosas, que además de bautizar con su nombre a la pistola objeto del presente artículo, se le dio también a una de las columnas de milicianos anarquistas catalanes combatientes que se organizaron en los primeros días de la Guerra Civil o que la localidad alicantina de San Juan fuera conocida en la zona republicana como “Villa Ascaso”.

La temprana muerte de su amigo y correligionario Durruti –fallecido de un disparo en el frente de Madrid el 20 de noviembre de 1936- motivaría diversos homenajes conjuntos, destacando entre todos el llevado a cabo al año siguiente en la inauguración del mausoleo erigido a la memoria de ambos en el cementerio barcelonés de Montjuich y que seria destruido al finalizar la contienda.

Hoy día la figura de Ascaso continúa siendo objeto de memoria en los diferentes foros del anarcosindicalismo, si bien ya no tienen la fuerza ni la implantación que aquél en vida conoció. En el año 2001 se presentó públicamente su biografía con motivo de la conmemoración del centenario de su nacimiento, en las Jornadas Culturales de Otoño organizadas por su ayuntamiento local. Asimismo su recuerdo se sigue manteniendo vivo, entre otros, en el centro cultural “Ascaso-Durruti”, sito en la localidad francesa de Montpellier.

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Re: Curiosidades Militares

Mensajepor Hoplon » 19 Mar 2018 17:00

Parece ser que el motivo para que hasta 1985 en los EUA se prefiriese el calibre 45 ACP fue que en la Guerra de Filipinas (o genocidio filipino), cuando los libertadores estadounidenses informaron al pueblo filipino de que habían decidido que aún no estaban maduros para el autogobierno, y por tanto se limitaban a reemplazar un colonizador benévolo por un colonizador racista que convirtió la Perla de Oriente en su burdel, los filipinos se lo tomaron a mal, pero después de una benévola campaña de exterminio pasaron por el aro.

Según el periodista estadounidense James B. Goodno, el número de hombres, mujeres y niños civiles filipinos que perecieron como consecuencia directa de los enfrentamientos sobrepasó la sexta parte de la población total del país (o sea, murieron entre 1,2 millones y 1,5 millones).

Los EUA llamaron a esta guerra "insurrección filipina" con el doble objetivo de presentarla como rebeldía contra un gobierno legítimo y de negar la condición de combatientes a los filipinos, a los que así podía tratar como bandidos. El general Jacob H. Smith llegó incluso a ordenar, en uno de los episodios que llegó a conocerse, «no tomar prisioneros y matar a todos los mayores de diez años".

Como los Katipuneros combatían drogados, el efecto de los disparos tardaba en inutilizarlos, por ello recurrieron a una munición más potente y con mayor parada.


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