Excmo. Sr. D. Heliodoro Rolando DE TELLA y CANTOS (Capitán de Infantería de REgulares del Ejercito Español, Caballero Laureado ) Heliodoro Rolando de Tella y Cantos (Gomeán, Lugo, 14 de septiembre de 1888- 10 de octubre de 1967), más conocido como Heli Rolando de Tella, fue un Militar español que participó en la Guerra del Rif y la Guerra Civil Española.
Carrera militarNacido en Gomeán (Provincia de Lugo) en el seno de una familia de campesinos adinerados, más tarde ingresaría en la Academia de Infantería de Toledo. Después de licenciarse, es destinado en el Protectorado Español de Marruecos, participando en la Guerra del Rif y consiguiendo varias condecoraciones: Medalla Militar Individual (1923) y Cruz Laureada de San Fernando (1925). El ya Teniente Coronel pertenecía al grupo de los militares africanistas, al igual que otros militares como Franco, Asensio Cabanillas o Yagüe.
Desde la instauración de la Segunda República Española en 1931 mostró una gran hostilidad hacia el nuevo régimen, teniendo que huir del Protectorado marroquí para evitar sanciones tras desafiar públicamente al gobierno. Fue uno de los pocos oficiales que participó en La Sanjurjada, el fallido golpe de Estado ocurrido el 10 de agosto bajo liderazgo del General Sanjurjo. Por su participación el gobierno le deportó a Villa Cisneros, en el Sahara Español, pero la amnistía gubernamental de 1934 le dejó nuevamente en libertad.
Guerra civil española y franquismoCon el Golpe de Estado de julio de 1936 y el inicio de la Guerra Civil Española se unió a los sublevados, y junto a los efectivos del Ejército de África se trasladó a la península. Participó en la Campaña de Extremadura, liderando una de las columnas que avanzan desde Sevilla hacia Madrid y que estaba bajo el liderazgo del coronel Juan Yagüe. Su agrupación fue la que tomó Mérida el 10 de agosto de 1936, y con ello logrando enlazar la zona sublevada que hasta entonces había estado dividida. Al día siguiente las milicias republicanas, reforzadas por guardias civiles y guardias de Asalto venidos de Madrid, contraatacaron e intentaron recuperar Mérida, pero Tella resistió el asalto y logró poner en fuga a los atacantes. Tras el parón de la Batalla de Badajoz, el 20 de agosto se retomó el avance hacia la capital y en solo tres días las tropas de Tella habían alcanzado Navalmoral de la Mata, lo que suponía haber alcanzado el valle del río Tajo.
Más tarde participó en la Batalla de Madrid, liderando los avances en el Frente de Usera y las posteriores luchas en la Ciudad Universitaria. Durante estos combates resultó herido, quedando convaleciente durante los siguientes meses. El 17 de abril de 1938 fue ascendido a General de brigada. Tras esto participó en las campañas del Ebro y Cataluña.
Tras el final de la contienda, siguió en el Ejército y el 12 de julio de 1940 fue nombrado comandante de la 81.ª División. En 1941 fue nombrado gobernador militar de Burgos, aunque duró poco en el cargo puesto que fue cesado el 23 de enero de 1942. El 23 de noviembre de 1941 fue nombrado caballero gran cruz de la Orden de San Hermenegildo, que se unía a sí a sus otras condecoraciones. Posteriormente fue nombrado gobernador militar de Lugo.
En 1943 fue privado de todos sus honores militares debido a irregularidades administrativas: Las razones se debieron al uso que Tella hizo de vehículos y personal militar tanto en su fábrica de harinas como en la reconstrucción de su pazo mientras era gobernador militar en Lugo. El historiador Paul Preston apunta que las verdaderas razones de su expulsión no obedecieron a las acusaciones de corrupción, sino más bien a sus actividades pro-monárquicas y partidario de la restauración en favor del pretendiente Juan de Borbón y Battenberg.
En este sentido, Preston cita el hecho de que su nombre apareció en una lista confeccionada por espías nazis y en la que aparecían militares o personalidades que pudieran ser útiles para un complot contra Franco y su sustitución por Juan de Borbón. Por ello, fue finalmente separado del Ejército de Tierra por un Tribunal de Honor.
Otras fuentes Durante la guerra de Marruecos tomó parte en numerosas operaciones y fue herido cinco veces. En 1923 le sería concedida la Medalla Militar individual. Entre sus actuaciones más destacadas están la retirada de Xauen y la defensa del collado Dar-Raid al mando de la 3ª Mía del Grupo de Regulares de Alhucemas el 23 de septiembre de 1924, por la que le fue concedida la Cruz Laureada de San Fernando. Por méritos de guerra ascendió a primer teniente, comandante y coronel.
S.M. Alfonso XIII le nombró ayudante de su primo, el infante D. Carlos Tancredo de Borbón, bisabuelo de nuestro Rey, y en ese destino le sorprendió la proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931.
Monárquico convencido, alfonsino y más tarde partidario de don Juan de Borbón, pronto tuvo problemas con las autoridades republicanas, colaboró en la insurrección del 10 de agosto de 1932, siendo uno de los pocos oficiales que apoyaron el intento de alzamiento contra la República conocido como “Sanjurjada”, fracasado este y como depuración de sus responsabilidades, fue deportado a Villa Cisneros.
Tras las elecciones generales de 1933, los radicales formaron un gobierno monocolor minoritario liderado por Alejandro Lerroux, y apoyado en las Cortes por la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA). Tella es amnistiado por el gobierno e incorporado de nuevo al Ejército en 1934, participando en la represión del fallido intento de golpe de estado contra la República de octubre de 1934 encabezado por el socialista Largo Caballero. En los primeros días de enero de 1936 fue nombrado jefe del Tercio Gran Capitán primero de la Legión.
En julio de 1936, iniciada la Guerra Civil Española, se unió a los sublevados, y junto a los efectivos del Ejército de África se trasladó a la península. Participó en la Campaña de Extremadura, liderando una de las columnas que avanzaban desde Sevilla hacia Madrid y que estaba bajo el mando del coronel Juan Yagüe. Su agrupación fue la que tomó Mérida el 10 de agosto de 1936, y con ello se logró enlazar la zona sublevada que hasta entonces había estado dividida. Al día siguiente las milicias republicanas, reforzadas por guardias civiles y guardias de Asalto venidos de Madrid, contraatacaron e intentaron recuperar Mérida, pero Tella resistió el asalto y logró poner en fuga a los atacantes.
Las tropas de Tella expulsaron a los republicanos de la ciudad y aseguraron el control al día siguiente, lo que permitió al General Yagüe forzar la rendición y captura la ciudad de Badajoz varios días después. Tras el parón de la Batalla de Badajoz, el 20 de agosto se retomó el avance hacia la capital y en solo tres días las tropas de Tella habían alcanzado Navalmoral de la Mata, lo que suponía haber alcanzado el valle del río Tajo. Más tarde participó en la Batalla de Madrid, liderando los avances en el frente de Usera y las posteriores luchas en la Ciudad Universitaria. Durante estos combates resultó herido, quedando convaleciente durante los siguientes meses.
El 17 de abril de 1938 fue habilitado como General de Brigada. Tras este nombramiento fue trasladado de frente y participó en las campañas del Ebro y Cataluña, mandando sucesivamente la VI Brigada de Navarra y las divisiones 63 y 41 del ejército nacional. El 23 de mayo de 1938, las tropas republicanas lanzaron un fuerte ataque sobre las posiciones que cubría la 63ª División, en la cabeza de puente de Tremp.
La División sufrió más de 600 bajas y perdió algunas posiciones, en dos de las cuales no quedo ni un solo superviviente, tuvo que ser relevada por la 152 División. El 23 de enero de 1939 atacó en Lérida las posiciones republicanas de Coll de Nargó y Bóixols. El 4 de febrero rompió el frente por Adrall, el 5 tomó la Seo de Urgel y el 10 llegó a la frontera pirenaica de Bourg Madame, frente al enclave español de Llivia. En la ofensiva final de la Guerra operó en la cabeza de Puente de Toledo y acabo la guerra tomando, el 28 de marzo de 1939, las localidades de La Guardia y Lillo.
Tras el final de la contienda permaneció en el Ejército y el 12 de julio de 1940 fue nombrado comandante de la 81ª División. En 1941 fue nombrado gobernador militar de Burgos y el 23 de noviembre de ese año fue nombrado caballero gran cruz de la Orden de San Hermenegildo, que se unía así a sus otras condecoraciones. El 23 de enero de 1942 cesó como gobernador militar de Burgos y posteriormente fue nombrado gobernador Militar de Lugo.
Partidario de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, su lucha por la restauración monárquica arruinó su carrera militar.
Participó en la conspiración monárquica contra Franco, circunstancia que le privó de todo ascenso ulterior. De diciembre de 1941 a mayo de 1942 el trabajo callado de Eugenio Vegas Latapie y de Pedro Sainz Rodríguez, junto con el protagonismo de Varela, Ponte, Barrón, Rada y Tella se suman a Aranda, Kindelán, Solchaga y Saliquet para derribar a Serrano Suñer en la conocida como crisis de enero de 1942 que termina con negativa y refuerzo de Serrano. (
En 1943 fue privado de todos sus honores militares debido a irregularidades administrativas: Las razones esgrimidas fueron el uso que Tella hizo de vehículos y personal militar, tanto en su fábrica de harinas como en la reconstrucción de su Pazo de Adai, mientras era gobernador Militar en Lugo
El historiador Paul Preston apunta que las verdaderas razones de su expulsión no obedecieron a las acusaciones de corrupción, sino más bien a sus actividades pro-monárquicas y como partidario de la restauración en favor del entonces pretendiente y heredero del Trono, S.A.R. Don Juan de Borbón y Battenberg, conde de Barcelona. Preston cita el hecho de que su nombre apareció en una lista confeccionada por espías nazis y en la que aparecían militares o personalidades que pudieran ser útiles para un complot contra el General Franco y su sustitución por Don Juan de Borbón.
Por ello, fue finalmente separado del servicio en el Ejército de Tierra por un Tribunal de Honor cuya resolución aparecería en el Decreto de 14 de junio de 1943 del B.O.E., al año siguiente es confinado en Albacete y en 1945 trasladado a Palencia. Regresó más tarde a Lugo, donde fue víctima de un extraño accidente de coche del que salió con vida y una agresión.
Doña Luisa María Narváez y Macías, V duquesa de Valencia, II marquesa de Cartago, VI condesa de Cañada Alta y V vizcondesa de Aliatar, descendiente directa del general Narváez, por quien profesaba una extraordinaria admiración, fue un personaje destacado de la lucha antifranquista de los años sesenta. Pese a una primera etapa de aceptación del triunfo de Franco tras la guerra civil española, la duquesa de Valencia demostró ampliamente su espíritu independiente y reacio a las clasificaciones, oponiéndose a este régimen en su etapa final. Dedicó todas sus energías a la lucha por el restablecimiento del orden monárquico, que para ella encarnaba la figura de don Juan de Borbón, postura que le valió el ingreso en prisión en numerosas ocasiones, lo que dio origen al mito de la Duquesa Roja. Cuando en 1949 recobró la libertad, tras uno de sus ingresos en prisión, celebró una reunión en su casa con Tella, Gil Robles, Romero Robledo y otros monárquicos de la oposición, tratando de reactivar las intrigas.
En 1956 el antiguo jefe de la CEDA José María Gil Robles pretendió utilizar tanto a monárquicos como a cedistas para constituir un partido demócrata cristiano, organizado para deshacer el proyecto del cardenal Herrera Oria, fundador de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas que colaboraba activamente con el régimen franquista. La reunión se celebró en el domicilio de Geminiano Carrascal compartiendo la presidencia con Gil Robles el general Tella y el catedrático Enrique Tierno Galván.
Los generales malditos de Franco«Podías sentir el vértigo en él por todo aquello. Como los escaladores que han subido más de lo que pueden, se sentía mareado por haber alcanzado aquella altura con unas habilidades limitadas», escribió en sus memorias el general Alfredo Kindelan (1879-1962) sobre Franco. Un sentimiento de rechazo, e incluso odio, que compartieron algunos de sus generales, absolutamente convencidos de que el caudillo no debía perpetuarse el poder.
Tella, Aranda, Varela, Galarza, Solchaga, Ponte… todos comenzaron a presionar y trabajar para desplazar al dictador una vez terminada la Guerra Civil. Pusieron en cuestión su opción del mando único y, la mayoría de ellos, trataron de restablecer la monarquía, ese «modo de gobierno genuinamente español, que hizo la grandeza de nuestra patria», tal y como escribieron a Franco algunos de estos militares a través de una carta.
El envío de esta misiva como medio de presión al dictador, en septiembre de 1943, no fue más que una de las acciones «conspiratorias» que estos militares llevaron a cabo, y por las que Franco actuó con la dureza y la urgencia necesarias como para dilapidar rápidamente sus intenciones. A cada reunión secreta, un destino forzoso, una degradación, un destierro, un encarcelamiento o un envío a la reserva, sin importar las hazañas que hubieran acumulado estos generales durante la guerra.
Las primeras maniobras comenzaron en 1942. Al principio con conversaciones solapadas que no desembocaban en ninguna acción concreta y, después, a través de un comité encabezado por el letrado del Consejo de Estado Eugenio Vegas Latapié (1907-1985), el encargado de tantear a estos generales, a los que consideraba necesarios en sus planes para ponerle las cosas difíciles al dictador.
Una de los primeras opciones fue que los alemanes ocupasen la península para permitir la creación de un Gobierno monárquico en el exilio, que estaría presidido por el general Aranda (1888-1979), uno de los mayores defensores de la restauración monárquica, y a quien el historiador Paul Preston calificó como «el más enérgico y vocinglero de los conspiradores».
En cuanto Franco tuvo conocimiento de la primera reunión, ordenó el arresto de Latapié y del político Pedro Sainz Rodríguez, quienes consiguieron huir en el último instante. El general Aranda fue arrestado y liberado poco después por su condición de héroe de guerra, pero esto no evitó que fuera paulatinamente retirado de los escalafones de poder: de la Capitanía general de Valencia, a la dirección de la Escuela Superior del Ejército y, en 1949, directamente a la reserva.
El caso del general TellaEn este ambiente de anhelo monárquico, hubo generales que destacaron por su apoyo a la causa, a los que Franco persiguió con dureza. El peor parado fue el general laureado Helí Rolando de Tella y Campos, que había sido ayudante personal del Infante Don Carlos de Borbón y que conservaba su enemistad con Franco desde sus tiempos mozos en la Academia de Toledo.
En cuando terminó la guerra, Tella fue destituido como gobernador militar de Burgos y quedó en situación de disponible, acusado de participar en la conspiración monárquica. Con más carácter que Aranda, se atrevió a decirle a Franco que él no había hecho la guerra para que se perpetuara en el sillón, sino para restaurar la Monarquía. Poco después fue enviado a la reserva y, más tarde, acusado de «irregularidades administrativas».
Tella, completamente apartado del Ejército, perdió el juicio con el paso de los años, obsesionado por la «injusticia» de la que decía había sido objeto, hasta que murió en 1967.
Kindelan y su enemistad con FrancoAlfredo Kindelan, pionero y creador de la fuerza aérea española, tuvo siempre claro que el poder civil y militar acumulado por Franco durante la guerra, en parte con su ayuda, debía acabar nada más terminada esta. El objetivo era, una vez más, dar paso a Don Juan de Borbón. Al resistirse Franco, ambos chocaron de tal manera que el dictador terminó por arrestarle y humillarle publicamente al ofrecerle el Ministerio del Ejército del Aire a Yagüe, en contra de lo que todo el mundo pensaba que era lo justo.
Desde ese momento,la estrella de Kindelan comenzó a palidecer. Fue nombrado capitán general de Baleares con el único fin de quitárselo de encima. Y tras la destitución de Aranda, fue nombrado director de la Escuela Superior del Ejército, donde permaneció hasta su retiro.
Así fue ocurriendo con el resto de generales, militares, políticos y diplomáticos que apoyaron la Monarquía, de manera más o menos solapada o haciendo uso de toda la fuerza que fuera necesaria.
No había otra solución para Franco. Desde las primeras reuniones conspiratorias del coronel Ansaldo, al que le impuso seis meses de arresto en Cádiz y acabó huyendo a Portugal, hasta las cartas de presión enviadas por un grupo de sus tenientes generales encabezados por el general Varela. O el famoso «Manifiesto de los Diecisiete», firmado por los generales Ponte y Galarza, junto a otros 15 procuradores, con la intención de restaurar a Don Juan de Borbón, y con el que lo único que consiguieron fue su destitución.
Este Franco de «habilidades limitadas» al que hacía referencia Kindelan se salió con la suya, para desgracia de Tella, Aranda, Galarza, Ponte y los demás compiches.
Retirado en su pazo de Lugo, no llegó a ver restaurada la monarquía por la que tanto luchó, pocos días después de cumplir los setenta y nueve años de su edad, el 9 octubre de 1967, le encontraría la muerte que, a lo largo de su vida, tantas veces esquivó.
Conocedor como pocos de la Historia Militar, gozaba del reconocimiento de sus compañeros por su competencia profesional y su experiencia en combate; era lo que llamaban un «africanista». Desde muy joven escribió sobre temas militares con una extraordinaria visión.
Saludos

Si ignoras lo que pasó antes de que nacieras, siempre serás un niño.
Marco Tulio Cicerón.