Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

La historia se escribe con fuego: todo sobre operaciones militares, tácticas, estrategias y otras curiosidades
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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 06 Feb 2018 17:22

Batalla de FUENGIROLA


La batalla de Fuengirola tuvo lugar los días 14 y 15 de octubre de 1810, en el marco de la Guerra de Independencia Española.

Desarrollo de las operaciones

La expedición hispano-británica al mando de Sir Andrew Thomas Blayney, XI Lord Blayney, constituyó uno de los más importantes intentos por liberar Málaga de la ocupación napoleónica. Sin embargo, una pequeña guarnición de soldados polacos al servicio del Ejército francés de Napoleón Bonaparte, destinados en la fortaleza medieval de Fuengirola, logró contenerla, tras apresar a Lord Blayney durante la batalla (estuvo tres años prisionero en Francia).

Uno de los motivos que indujo a los defensores del 4º Regimiento del Gran Ducado de Varsovia a realizar incursiones entre las filas de las fuerzas que asediaban el castillo, era que debido al enorme polvorín que concentraba la fortificación, entre munición y pólvora, los defensores temían que fuese blanco de la artillería enemiga y muy probablemente fortaleza y defensores hubiesen sido aniquilados, (de ahí que dispusieran de material suficiente como para que la torre suroeste y parte de los muros adyacentes (S y O) de la fortaleza volaran por los aires cuando las tropas napoleónicas abandonaron posteriormente el castillo).

La noche del primer día de asedio la guarnición del castillo se vio reforzada por 33 soldados polacos, procedentes de la guarnición de Mijas, al mando del teniente Eustachy Chełmicki que fue quien dirigió aquellas incursiones, de cuyo resultado se produjo la captura, a las tropas británicas, de piezas completas de artillería y otros elementos también de artillería, neutralizando así buena parte de baterías de tierra que no pudieron ser utilizadas por los sitiadores, además de la captura del comandante británico Lord Blayney.

Al inicio de la batalla el castillo solo contaba con tres o cuatro piezas de artillería. Esta derrota del ejército hispano-británico estuvo condicionada, en parte, por la mala coordinación de las tropas de asalto y de desembarco con la armada británica situada frente a la costa, quienes disponían de superioridad numérica de artillería naval y mayor capacidad de fuego. Curiosamente tanto británicos, al desistir de la toma del castillo, como polacos cuando, por el desarrollo de la guerra, se vieron obligados a abandonarlo, ambos lo hicieron por mar. El primer día de la batalla se produjo en condiciones de lluvia intensa. La torre volada junto a los muros destruidos jamás se reconstruyeron. Con posterioridad los extremos de los muros que permanecieron en pie fueron unidos por la construcción de otro más endeble que actualmente se conserva, orientado hacia SO, conocido como «muro de aspilleras

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 06 Feb 2018 17:31

Batalla de GAMONAL


La batalla de Gamonal (también conocida como batalla de Burgos) fue una batalla librada en el pueblo de Gamonal, actual barrio de Burgos, el 10 de noviembre de 1808 entre las tropas de Napoleón y las españolas al mando del conde de Belveder, saldándose con la derrota para las tropas españolas y dando paso al expolio de la ciudad de Burgos.

A Burgos llegó el general Murat el 13 de marzo de 1808 tratando de buscar la adhesión del vecindario. No lo consiguió y a finales de año hubo alborotos, bajo pretexto de la detención de un correo, y el intendente, marqués de la Granja, estuvo a punto de perecer a manos del pueblo amotinado.

Intervención en Santander

El mariscal Bessières, que tenía asentado su cuartel general en Burgos, mandó salir, el 2 de junio de 1808, al general Merle con seis batallones y 200 caballos para apaciguar la insurrección de Santander.

Sublevación en Valladolid

Merlé hubo de regresar para unirse al general Lasalle, que había partido de Burgos el 5 de junio de 1808, con cuatro batallones y 700 caballos, hacia Valladolid.

Llegada del ejército de Extremadura


Al quedar desguarnecida la ciudad llega el ejército de Extremadura, compuesto por 18.000 hombres, distribuidos en tres divisiones, al mando del joven conde de Belveder, nombrado por la Junta Central para reemplazar a José Galluzo.

El mariscal Soult toma el mando del II cuerpo francés, tras el cese de Bessières, que pasa al mando de la caballería y sale al encuentro de Napoleón en el recorrido de Vitoria a Madrid.

Guarnición de Burgos

Desde el 7 de noviembre de 1808 viene la 1ª división, la tarde del 9 llega la 2ª, quedando en Lerma la 3ª. En la ciudad y cercanías había 12 000 hombres, de los cuales 1200 eran de caballería.

Fiado Belveder en algunas favorables y leves escaramuzas, recomienda descanso a los oficiales de la 2ª división, considerando suficiente la 1ª para rechazar a los franceses, en caso de que atacaran. Ignoraba tanto la superioridad de sus adversarios como la endeblez de sus tropas.

Comienzo de la batalla

A las 6 de la mañana del 10 de noviembre de 1808, el general Lasalle, con la caballería francesa, llegó a Villafría, a tres cuartos de legua de Gamonal, donde esperaba la 1ª división de Belveder, mandada por Fernando María de Alós. Como los franceses no disponían de infantería, retrocedieron hasta Rubena provocando la acción de la 1ª, que fue rechazada por Lasalle, obligando al repliegue hacia Gamonal.

El resto del ejército español acude y es derrotado, entrando mezclados los vencedores con los vencidos en la ciudad de Burgos. La caballería pesada de Bessières acuchilla a los soldados fugitivos y se apodera de la artillería. Si las pérdidas españolas fueron considerables, la dispersión y el desorden fueron las características más importantes.

Consecuencias

Los vencedores entraron en la ciudad, se dedicaron al pillaje y se apoderaron de 2000 sacas de lana fina. Napoleón sentó en Burgos su cuartel general y el 12 de noviembre, revistadas las tropas, concede perdón general y amnistía a todos los españoles que en el plazo de un mes, a contar desde su entrada en Madrid, depusieran las armas y renunciasen a toda alianza y comunicación con los ingleses. Napoleón parte hacia Madrid, dejando a su hermano José en la ciudad.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 06 Feb 2018 17:51

Batalla de GEVORA


La batalla de Gévora fue un enfrentamiento armado menor perteneciente a la Guerra de la Independencia Española, que enfrentó al ejército hispano-portugués y a las tropas francesas. Tuvo lugar el 19 de febrero de 1811, en las proximidades de Gévora, pedanía de Badajoz (España). El ejército francés, inferior en número al hispano-portugués, ganó la batalla y estuvo a punto de destruir el ejército español de Extremadura.

En un intento de ayudar al ejército del mariscal francés André Masséna a abandonar su posición en Portugal -atascado frente a las Líneas de Torres Vedras, situadas frente a Lisboa, tras su invasión en 1810- el mariscal Jean de Dieu Soult condujo una parte del Ejército del Sur (Armée du Midi) desde Andalucía a la región vecina de Extremadura, poniendo sitio a la ciudad amurallada de Badajoz. El Vizconde de Wellington y el capitán general Pedro Caro y Sureda enviaron un gran ejército español para romper el cerco. Sin embargo, Caro y Sureda murió antes de la partida de dicho ejército, el 23 de enero de 1811, víctima de un violento ataque de disnea; el mando pasó al general Gabriel de Mendizábal. Con el apoyo de una pequeña fuerza de caballería portuguesa, los españoles llegaron a la ciudad y acamparon en los cercanos altos de San Cristóbal a principios de febrero de 1811.

Mendizábal hizo caso omiso de las instrucciones de Wellington y no atrincheró a su ejército. Soult aprovechó la posición vulnerable del ejército español y envió una pequeña fuerza para atacarlo. La mañana del 19 de febrero, las fuerzas francesas al mando del mariscal Édouard Adolphe Casimir Joseph Mortier derrotaron rápidamente al ejército español, causando 1000 bajas y tomando 4000 prisioneros, mientras que las bajas del ejército francés fueron de tan sólo 400 hombres. La victoria permitió a Soult concentrarse en su asalto a Badajoz, que cayó en manos de los franceses el 11 de marzo y permaneció en manos francesas hasta el año siguiente.

A pesar de su victoria parcial sobre el mariscal André Masséna en Portugal en la batalla de Buçaco en septiembre de 1810, Arthur Wellesley, Vizconde de Wellington, se vio obligado por las maniobras de Masséna a retirarse tras las amplias Líneas de Torres Vedras, una serie de fuertes que defendían la capital portuguesa, Lisboa. El 10 de octubre de 1810, tan sólo quedaban fuera de las líneas defensivas la división ligera del ejército británico y unas patrullas de caballería, mientras que el Ejército de Portugal a las órdenes de Masséna se concentraba alrededor de Sobral de Monte Agraço, preparando aparentemente el ataque a las líneas enemigas.​ Tras una feroz escaramuza el 14 de octubre, los franceses se atrincheraron en lugar de llevar a cabo un asalto a gran escala, permaneciendo atrincherados durante un mes, antes de retirarse a una posición entre Santarém y Rio Maior.

Previamente, Napoleón había enviado despachos al mariscal Soult, comandante del Ejército del Sur, instándole a enviar ayuda a Masséna en Portugal. Sin embargo, las órdenes del Emperador, que exigían sólo una pequeña fuerza, estaban basadas en informes desactualizados, y la situación había cambiado considerablemente en el momento en que Soult las recibió.​ En aquel momento habían 30.000 soldados aliados y seis importantes fortificaciones entre el ejército francés y la capital portuguesa, haciendo que un ataque sobre Lisboa fuese virtualmente imposible. Sin embargo, estando obligado a actuar, Soult reunió un ejército de 20.000 hombres, principalmente del V Cuerpo, y emprendió una expedición a Extremadura con el objetivo de tomar la fortaleza española de Badajoz, alejándose de ese modo de parte de las fuerzas aliadas cercanas a Masséna y de las Líneas de Torres Vedras.

Soult dividió su ejército en dos contingentes y avanzó hacia Extremadura por los dos principales pasos desde Andalucía en el valle del Guadiana, con la intención de volver a unirlos en Almendralejo.​ Una de las columnas, mandada por el general Marie Victor Nicolas de Fay, marqués de Latour-Maubourg, encontró escasa resistencia durante su marcha: el 3 de enero de 1811, la columna se enfrentó a 2500 soldados españoles y portugueses de caballería cerca de Usagre, pero esa fuerza sólo era una pantalla, con la intención de cubrir la retirada al otro lado del Guadiana de una división de infantería española bajo el mando del general Mendizábal. Latour-Maubourg fue capaz de tomar una posición cercana a Almendralejo, donde esperó la llegada de la segunda columna francesa.

La segunda columna, comandada por Soult, y que incluía la división del V Cuerpo del general Gazan, escoltaba el tren de asedio y por lo tanto tuvo que tomar una ruta más larga pero más practicable hacia Extremadura. El mal tiempo y la deserción de los conductores españoles provocaron que el tren de artillería se separara de la escolta de infantería, un problema que se acentuó cuando la columna se vio amenazada por 5000 españoles a las órdenes del general Francisco Ballesteros.

Cuando el mariscal Mortier hizo frente a Ballesteros, éste se retiró sin sufrir daños importantes pero manteniendo la amenaza sobre la retaguardia de la columna francesa. Debido a esto, Soult mandó a la infantería al mando de Gazan a cortar el paso a la tropa española y proteger el tren de asedio que se había retrasado, mientras él continuaba adelante hacia Almendralejo con su caballería.​ Como resultado, Soult se reunió finalmente con Latour-Maubourg el 6 de enero con sólo una fracción de su columna original y sin contar con artillería pesada.

Preludio de la batalla

Soult no podía asediar una fortaleza como la de Badajoz con su reducida fuerza y, como consecuencia, decidió cambiar sus planes. Envió su caballería ligera bajo el mando del general de brigada André Louis Elisabeth Marie Briche a tomar Mérida, dejó cuatro escuadrones de dragones en La Albuera para vigilar la guarnición de Badajoz, y él se dirigió con el resto de sus hombres a sitiar Olivenza.​ Previamente, Wellington había aconsejado al general Pedro Caro y Sureda, marqués de La Romana y comandante del Ejército español de Extremadura, que o bien destruyera la fortificación de Olivenza, o reparara sus defensas y la guarneciera completamente.

Caro y Sureda a su vez dio instrucciones a Mendizábal para que desarmara la fortaleza, pero este ignoró la orden y en su lugar reforzó la guarnición con cuatro batallones de infantería. Por consiguiente, cuando Soult llegó a Olivenza el 11 de enero, encontró una fortificación firmemente guarnecida pero insostenible. La artillería pesada francesa empezó a llegar el 19 de enero, y sobre el 22 de enero los franceses lograron reabrir una brecha en los muros que había sido mal reparada anteriormente. La guarnición se rindió el 23 de enero, siendo tomados como prisioneros más de 4000 españoles del Ejército de Extremadura.

Soult se encontraba en una difícil posición: aunque contaba con un gran contingente -4000 hombres- de caballería, al desplegar dos batallones para escoltar los prisioneros tomados en Olivenza a Sevilla, que estaba en manos de los franceses, sólo le restaban 5500 soldados de infantería con los continuar su campaña. Además, aunque el tren de asedio había empezado a llegar, la ausencia continuada de la división de infantería de Gazan le dejaba con un ejército debilitado. A pesar de estos problemas, Soult decidió sitiar Badajoz con la esperanza de que Wellington enviara refuerzos a la fortaleza española y que por lo tanto se redujeran las fuerzas aliadas que hacían frente a Masséna en las Líneas de Torres Vedras.​

El 26 de enero, Soult marchó hacia Badajoz, enviando a Latour-Maubourg con seis batallones de caballería a través del Guadiana para bloquear el acceso a la fortaleza por el norte,15​ y el 27 de enero dio comienzo el primer sitio a la ciudad. Finalmente, la división de Gazan se reunió con el ejército de Soult el 3 de febrero, aumentando la fuerza de los sitiadores en 6000 efectivos.​

Mientras tanto, Gabriel de Mendizábal se había retirado a la frontera portuguesa tras haber enviado dos batallones para reforzar la guarnición de Badajoz.​ Debilitado por la derrota en Olivenza y por la continua ausencia de Ballesteros, pidió refuerzos a Caro y Sureda, y el 14 de enero recibió 1800 hombres venidos de Abrantes, a las órdenes de Carlos de España. Adicionalmente, le fueron enviados alrededor de 6000 soldados desde las Líneas de Torres Vedras el 19 de enero, que llegaron a Elvas el 29 del mismo mes. Cuando estas fuerzas se unieron a los 3000 hombres que seguían a las órdenes de Mendizábal, una división de caballería española y una brigada de caballería portuguesa, los aliados contaban con un ejército de casi 15.000 hombres, que deberían haber sido dirigidos por Caro y Sureda para enfrentarse a las tropas de Soult.​ Sin embargo, Caro y Sureda falleció a causa de un aneurisma el 23 de enero, y el mando del ejército aliado recayó sobre Mendizábal.

Antes de su repentina muerte, Caro y Sureda se había reunido con Wellington y habían acordado un plan para la campaña: el ejército estaba atrincherado en los altos de San Cristóbal, con su flanco derecho protegido por el fuerte de San Cristóbal, el frente cubierto por los ríos Gévora y Guadiana, el flanco derecho protegido por la fortaleza de Campo Maior, y la retaguardia por Elvas.​ Aunque Mendizábal tenía conocimiento de ese plan cuando tomó el mando de las tropas aliadas, eligió ignorar las instrucciones al llegar a la orilla norte del Guadiana el 5 de febrero.​

En lugar de eso, dejó a la mayor parte de su infantería en Badajoz, quedando sólo un pequeño contingente de soldados de a pie y su caballería bajo San Cristóbal. El 7 de febrero, Mendizábal envió un contingente contra las líneas de sitiadores franceses: la caballería portuguesa, apoyada por un pequeño grupo de infantería, cayó sobre el ala izquierda del ejército francés mientras que una fuerza mayor de 5000 hombres atacaba la derecha. Los españoles a las órdenes de Carlos de España se dirigieron a través de las primeras líneas francesas para entablar contacto con las brigadas del general Jean-Baptiste Girard y sólo retrocedieron cuando Mortier envió varios batallones en ayuda de Girard. Carlos de España se retiró a Badajoz, habiendo perdido 650 hombres y causando 400 bajas en el ejército francés.

El 9 de febrero, Mendizábal retiró la mayoría de sus hombres de Badajoz, dejando atrás una guarnición de 7000 efectivos. Los 9000 infantes que integraban el ejército se dispusieron en los altos de San Cristóbal, mientras que los 3000 jinetes acamparon tras ellos, en las llanuras del Caya. El comandante español volvió a ignorar el plan de Wellington, rehusando cavar trincheras en los altos; tampoco envió una fuerza de caballería para proteger el frente y vigilar los movimientos franceses.​

Soult, sin embargo, ignoró en gran parte al ejército español en los días siguientes, concentrándose en lugar de ello en fortalecer sus líneas de asedio y bombardear Badajoz. Tanto el Guadiana como el Gévora se inundaron debido a fuertes lluvias, haciendo que fuera imposible cruzarlos, por lo que entre el 11 y el 18 de febrero, los franceses sólo fueran capaces de bombardear el extremo sur de las líneas españolas, empujando a los españoles a alejarse de Badajoz y de la protección del fuerte de San Cristóbal.

La batalla

Sobre la mañana del 18 de febrero, la lluvia había disminuido, y el menor nivel de las aguas permitió que el río Gévora fuese de nuevo vadeable. Esa tarde, Soult envió nueve batallones de infantería, tres escuadrones de caballería y dos baterías de artillería, bajo el mando de Édouard Mortier, a que cruzaran a la ribera norte del Guadiana mediante un puente flotante. Tras unírseles seis regimientos de caballería bajo las órdenes de Latour-Maubourg, los franceses contaban entonces con 4500 soldados de infantería, 2500 unidades de caballería y 12 cañones preparados para atacar las líneas española al alba del 19 de febrero. Debido a la espesa niebla de esa mañana, Mendizábal no fue consciente de la aproximación del ejército francés hasta que su grupo de piquetes, a tan sólo una milla de distancia de su frente, se vio obligado a retroceder por la infantería de Mortier que estaba cruzando el Gévora.​ Al mismo tiempo, la segunda división de húsares, enviada por Latour-Maubourg a dar la vuelta al flanco izquierdo, había conseguido subir los altos de San Cristóbal por el norte, y cayeron sobre los desprevenidos regimientos de Carlos de España.

Mortier demostró su destreza táctica en el despliegue de su pequeña fuerza: envió toda su caballería al norte para atacar el flanco izquierdo español; mandó tres batallones al sur, entre el fuerte de San Cristóbal y el ala derecha española; mientras sus seis batallones de infantería restantes atacaban el frente del ejército español. Cuando la niebla se levantó, la caballería ligera francesa a las órdenes de Briche ganó los altos y cayó sobre el flanco izquierdo, mientras que Latour-Maubourg tomó tres regimientos de dragones para atacar la caballería hispano-portuguesa en las llanuras del Caya. A pesar de superar en número a los franceses, la caballería aliada ignoró las órdenes recibidas y huyó inmediatamente hacia Elvas y Campo Maior. Escaparon ilesos, principalmente debido a que Latour-Maubourg no los persiguió y en su lugar dirigió su caballería contra la línea de infantería española.

El combate librado por el flanco izquierdo español no fue directamente decisivo. Debido a que la niebla se había dispersado, los españoles pudieron ver la inferioridad numérica de las fuerzas enemigas y se reorganizaron para el contraataque.​ Sin embargo, el duelo de mosquetes entre ambos bandos apenas había empezado cuando apareció la caballería francesa; la caballería ligera se aproximó por lo alto de los altos de San Cristóbal mientras que los dragones de Latour-Maubourg avanzaban por la retaguardia.

Como respuesta, Mendizábal formó sus tropas en dos grandes cuadrados apoyados por la artillería que, aunque inicialmente tuvo éxito a la hora de impedir el avance de la caballería francesa, finalmente se convirtió en un objetivo fácil para la infantería y artillería francesas.​ Como narró un soldado español de infantería, «Su artillería se aprovechó de ello de la forma más horrible, hasta que primero se convirtió en un óvalo y luego en una masa informe que la caballería pudo penetrar y tomar prisionera.»​ De ese modo, la caballería ligera de Briche penetró a través de los dos cuadrados españoles sin mucha dificultad, decidiendo así la batalla. Unos pocos regimientos del ejército español se dispersaron; muchos se rindieron, y otros se unieron para luchar abriéndose camino hacia Badajoz o la frontera portuguesa.

Consecuencias

La batalla de Gévora supuso un serio revés para los aliados anglo-hispano-portugueses. Wellington había advertido previamente a los generales españoles que el Ejército de Extremadura era «el último cuerpo de tropas que su país poseía»,​ y posteriormente escribió que «la derrota de Mendizábal es la mayor desgracia, que no era esperada previamente, que nos ha ocurrido hasta ahora.»​

Esencialmente, el ejército había sido destruido; aunque 2500 soldados de infantería hubieran escapado a Badajoz y un número ligeramente inferior a Portugal, unos 1000 españoles habían muerto o resultado heridos, 4000 fueron tomados prisioneros, y se perdieron 17 cañones.​ Por su parte los franceses sufrieron sólo bajas de poca importancia. Inicialmente, el parte de bajas dado por Soult informaba de 30 muertos y 140 heridos, pero esas cifras fueron finalmente revisadas e incrementadas a 400 bajas, principalmente entre la caballería.

Soult se encontró entonces libre para continuar su asalto a Badajoz. Aunque por entonces la guarnición de la ciudad ascendía a unos 8000 hombres, debido al influjo de soldados provenientes del ejército de Mendizábal, finalmente la ciudad cayó en manos francesas el 11 de marzo. Tras esto, Wellington envió un gran cuerpo anglo-portugués, mandado por William Carr Beresford, para retomar la importante ciudad-fortaleza,43​ y el 20 de abril, empezó el segundo sitio de Badajoz.

El 16 de mayo se libró la sangrienta batalla de La Albuera en un intento francés de levantar el sitio,45​ en la que el más poderoso ejército aliado de Beresford logró mantener el sitio, pero a duras penas pudo derrotar a un ejército francés, de nuevo capitaneado por Soult.​ Sin embargo, cuando el francés Ejército de Portugal, entonces bajo el mando del mariscal Auguste Marmont, y el Ejército del Sur coincidieron, la fuerza combinada francesa, de más de 60.000 hombres, forzó a Wellington a levantar el sitio y retirar sus 44.000 soldados a Elvas.​ Por lo tanto, Badajoz permaneció en manos francesas hasta el año siguiente, cuando los aliados la retomaron finalmente en la batalla de Badajoz.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 06 Feb 2018 19:46

Invasión Francesa y Saqueo de SEVILLA


La invasión francesa de Sevilla tuvo lugar el 1 de febrero de 1810 en el contexto de la invasión francesa de España y de la Guerra de la Independencia Española. Esta se prolongaría hasta el 27 de agosto de 1812, cuando es ganada por los españoles con ayuda británica en la batalla del Puente de Triana. El expolio artístico que sufrió la ciudad fue notable. El 13 de octubre de 1817, por el notable papel que tuvo Sevilla en la Guerra, le fue concedido el título de Muy Heroica por Fernando VII.1​


Francia firma con España el Tratado de Fontainebleau (1807) que permite la entrada en España de tropas francesas para invadir Portugal. Las tropas entran en España en octubre de 1807, pero los acontecimientos políticos posteriores dejan claro que se trata de una invasión de la península por parte de las tropas de Napoleón. El 2 de mayo de 1808 militares españoles se sublevan en Madrid contra los franceses dando comienzo la Guerra de la Independencia. El 6 de junio de 1808 José Bonaparte, hermano de Napoleón, pasa a ser nombrado por Francia como Rey de España con el nombre de José I. Los franceses reprimen la resistencia con dureza extrema y llevan a cabo un saqueo de obras de arte y todos los tesoros nacionales. Ciudades como Zaragoza habían resistido hasta 1809 un durísimo asedio. Se constituyen juntas en todas las provincias de España.

La Junta se Sevilla se constituye el 27 de mayo de 1808 y se nombra como Junta Suprema de España e Indias y comienza a organizar la resistencia desde el Sur de España. La Junta se reunían en la iglesia del antiguo convento de San Hermenegildo, en la Plaza de la Concordia de Sevilla, a escasos metros de la céntrica Plaza del Duque.

El 14 de enero de 1809, el Almirante Juan Ruiz de Apodaca, Ministro de Marina de la Junta de Sevilla, cruza a Londres y firma con George Canning la alianza anglo-española contra Napoleón. Entre los términos del tratado está que España proveerá el elemento humano y bélico para la guerra y todos los elementos necesarios, desde armas hasta suministros, e Inglaterra dará el apoyo de sus generales. El precio de la alianza es el libre comercio entre la América española e Inglaterra. Además, el General Castaños se reuniría con el Presidente de la Junta para planear la derrota de los franceses en el Sur, que culminaría en la batalla de Bailén en julio de 1808.

El 25 de septiembre se crea la Junta Central con representantes de las juntas de todas las provincias. Esta Junta tendrá su sede en el municipio madrileño de Aranjuez, aunque en diciembre de 1808 esta sede se traslada a Sevilla.

Las semanas previas a la llegada de los franceses

El 22 de enero de 1810 se corrió la voz de la entrada en Córdoba del ejército francés, lo que generó mucha inquietud en Sevilla. El día 23 la gente supo que la comunidad de frailes capuchinos de la ciudad había embarcado con varias cajas de lienzos de Murillo de su iglesia y que muchas hermandades y cofradías estaban montando su plata y sus joyas en barcos y que los ricos de la ciudad hacían lo mismo sacando de la capital sus riquezas. La Junta notó esta huida y decidió marcharse también, haciéndolo a la una de la madrugada y en silencio para que nadie se diera cuenta de que se marchaban. Dicha Junta Suprema Central se trasladaría a la Isla de León, en San Fernando, Provincia de Cádiz, el 23 de enero de 1810.

La ciudad de Sevilla no estaba mal defendida en cualquier caso, ya que contaba con unas murallas bien conservadas y por 300 cañones, por tanto existían posibilidades de éxito.

El 24 de agosto de 1810, el pueblo se percató de la ausencia de la Junta y decidieron congregarse en la Maestranza de Artillería, donde solicitaron de forma asamblearia una organización para enfrentarse a las huestes de Napoleón. Liberaron al Conde de Montijo y al General Palafox (hermano de José de Palafox, que participaría en los sitios de Zaragoza, y marqués de Lazán), que se encontraban arrestados por posibles intrigas. El General Palafox quiso crear una regencia compuesta por él, el Conde de Montijo y el Marqués de la Romana y Saavedra, creando así una nueva Junta Suprema en el Alcázar de Sevilla. El pueblo se soliviantó al ver que estaban haciendo lo mismo que la Junta anterior y ocupó el Alcázar.

Al acercarse las tropas francesas, toda la Junta sevillana decide marcharse, pero al no ser seguras las vías hacia Cádiz deciden tomar otro camino y dejan Sevilla por el puente de Triana.

La llegada de los franceses

El 30 de enero las tropas de Napoleón se encuentran ya en Alcalá de Guadaíra. Los vecinos forman pelotones armados de fusiles y piezas de artillería, se improvisan fortificaciones, etc. Sin embargo, estas acciones defensivas no estaban lo suficientemente organizadas para resistir al grande y bien armado ejército invasor.

En estas circunstancias, los señores Araspacochaga, Maestre y Don Joaquín Goyeneta y Jacobs fueron hasta Torreblanca de los Caños, el actual barrio de Torreblanca, y pactaron unas capitulaciones con los franceses, que fueron en su mayor parte incumplidas por los invasores, pero que evitaron derramamientos de sangre. El 1 de febrero los franceses llegan a la ciudad, dirigidas por el Mariscal Claude-Victor Perrin y por el propio José Bonaparte.

Napoleón Bonaparte declarará:


Mis tropas han entrado ya en Sevilla, en donde se ha hallado un formidable botín

Carta escrita por Napoleón, desde Rambouillet, a su Ministro de Guerra, el Duque de Feltre
Goyeneta fue nombrado Corregidor de Sevilla, el equivalente a alcalde, por José Bonaparte de 1810 a 1812. Bajo su mandato se demole el Convento de la Encarnación para construir un Mercado de Abastos, donde se encuentra actualmente el Metropol Parasol, se destruyen las parroquias de La Magdalena y Santa Cruz, que se transforman en plazas. Goyeneta fue además hermano mayor del Gran Poder y tiene una calle estrecha de Sevilla a su nombre.

José Bonaparte incluyó Sevilla en su lista de ciudades conquistadas y acudió a un baile de gala en su honor en el Archivo de Indias, tapándose sus estanterías con tapices y colocándose lujosas lámparas de araña.

Sevilla terminaría en las manos del Mariscal Jean de Dieu Soult, que dejaría de intentar tomar Cádiz para asentarse en el Palacio Episcopal de Sevilla, en la Plaza Virgen de los Reyes, a dirigir la ciudad y el saqueo de obras de arte.

[b]El expolio artístico[/b]

El Nacimiento de la Virgen, de Murillo, saqueado de Sevilla aún ho se encuentra expuesto en el Museo del Louvre de París.
En la Iglesia del Hospital de la Santa Caridad, las pinturas alegóricas de Miguel de Mañara atendiendo a los desamparados pintadas por Murillo fueron saqueadas por el Mariscal Soult y fueron a parar a su domicilio de París. Estos cuadros fueron vendidos por sus herederos y hoy se encuentran en diferentes museos del Mundo.

De distintos edificios religiosos se saquearon cuadros de Zurbarán, Herrera el Viejo, Juan de Roelas, Francisco Pacheco o Alonso Cano. La Iglesia de Santa María la Blanca, el Convento Casa Grande de San Francisco, la Iglesia de San Buenaventura, la Iglesia de Santa Isabel, la Iglesia de Santa María de Gracia y la Catedral de Sevilla fueron obligadas a entregar sus mejores obras artísticas.

Como los capuchinos habían empacado la obra que tenían en su convento de Murillo y se la habían llevado antes de la entrada de los franceses, hoy esos cuadros están expuestos en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Las obras saqueadas por los franceses eran almacenadas en el Alcázar de Sevilla y custodiadas por Eusebio Herrera, un español que servía como mariscal del ejército francés. En el Alcázar se contabilizaron casi mil obras, de las cuales las 150 mejores salieron inmediatamente para Francia, otra cantidad fue enviada a Madrid para deleite de los cargos del Imperio Francés establecido allí y otras tantas fueron repartidas entre los militares franceses que se encontraban en Sevilla.​ Muchas obras saqueadas por el propio Soult fueron a parar al Museo del Louvre de París.

Y si antes hablabamos de ladrones y rapiña, aqui tenemos un buen ejemplo.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 06 Feb 2018 20:30

Batalla de La Albuera


La batalla de La Albuera se enmarca en la Guerra de la Independencia Española, llamada Guerra Peninsular por los británicos y portugueses. El encuentro se libró el 16 de mayo de 1811, en La Albuera, localidad extremeña situada a 22 km de Badajoz en la ruta hacia Sevilla. Combatieron fuerzas aliadas compuestas por tropas españolas y anglo-portuguesas contra el ejército del Imperio francés, incluyendo un regimiento polaco del Ducado de Varsovia, al mando de mariscal Soult.

Las fuerzas anglo-portuguesas estaban a las órdenes del mariscal Sir William Beresford; las fuerzas españolas las mandaba el general Joaquín Blake. El encuentro acabó sin una victoria clara para ninguno de los dos bandos después de una lucha sangrienta, aunque generalmente se acepta como una victoria táctica del ejército hispano-anglo-portugués. Los datos de combatientes y de bajas aún son discutidos.

Wellington pasó el invierno de 1810-1811 manteniendo la línea de fortificaciones de Torres Vedras que protegían Lisboa. Las tropas francesas, bajo el mando de André Masséna, invernaron frente a estas líneas, mostrándose incapaces de tomarlas al asalto y de incluso autoabastecerse, por lo que en marzo de 1811 Masséna reconoció lo insostenible de su situación y puso rumbo a la frontera española, hacia la fortaleza de Ciudad Rodrigo, punto estratégico en el camino de España hacia Portugal por Salamanca. Masséna dejó una pequeña guarnición en la fortaleza portuguesa de Almeida. La combinación del duro invierno en Torres Vedras, las privaciones y la apresurada retirada destruyeron prácticamente la capacidad combativa del ejército de Masséna.

Al sur del río Tajo, la fortaleza portuguesa de Elvas y la española de Badajoz se asentaban sobre la ruta principal de Portugal a Madrid. Las operaciones francesas en esta área estaban bajo la responsabilidad de Soult, el cual también permanecía ocupado en otras partes (como por ejemplo el asedio de Cádiz). En enero de 1811 Soult aligeró las fuerzas ocupadas en Cádiz para disponer de una fuerza mayor con la que dirigirse a Badajoz. Como respuesta, las tropas españolas e inglesas intentaron romper el asedio de Cádiz dando lugar a la batalla de Chiclana, también llamada batalla de Barrosa, el 8 de marzo de 1811. La batalla se saldó con una derrota táctica francesa, pero no se consiguió explotarla de cara a levantar el asedio. Badajoz cayó el 10 de marzo de 1811 (supuestamente como resultado de una traición más que debido a las operaciones militares), y Soult volvió rápido a la zona de Sevilla para apoyar el asedio de Cádiz y prevenir cualquier repetición de los movimientos que dieron lugar a la batalla de Barrosa.

Las ciudades fortificadas eran particularmente importantes debido al pobre estado de las comunicaciones terrestres en la península ibérica, que dificultaban los movimientos y complicaban la logística necesaria para transportar y abastecer tropas de asedio.

Wellington comprendió que era necesario controlar las cuatro fortalezas mencionadas (Ciudad Rodrigo, Almeida, Elvas y Badajoz) para proteger a Portugal de una futura invasión y autorizó el movimiento del ejército anglo-portugués hacia España. Dividió sus fuerzas para intentar tomar simultáneamente Almeida y Badajoz. Un ejército de 20.000 hombres (10.000 de los cuales eran británicos) al mando de Beresford se destinaron al asedio de Badajoz mientras Wellington se dirigía con más o menos el doble de efectivos hacia Almeida.

Wellington no disponía de un tren de asedio, así que se limitó a bloquear Almeida manteniendo una fuerza de cobertura al este. El ataque de Masséna a esta posición se saldó con la derrota francesa en la batalla de Fuentes de Oñoro (a pocos kilómetros de Ciudad Rodrigo), el 5 de mayo de 1811. Como resultado de la misma, los franceses evacuaron Almeida el 11 de mayo. En uno de los episodios más humillantes de la historia del ejército británico, toda la guarnición de la plaza se escurrió entre las líneas de bloqueo sin perder un solo hombre y sin que se diese la alarma.

Mientras tanto, Beresford intentaba reunir una especie de tren de asedio con los cañones de la fortaleza de Elvas y comenzó las operaciones de asedio contra Badajoz el 8 de mayo de 1811. Soult se puso en marcha en socorro de la plaza con unos 24.000 hombres mientras, más al sur, el general Joaquín Blake desembarcaba en la provincia de Huelva con 8.000 españoles desde Cádiz en un destacable movimiento anfibio y se puso en marcha para unirse a Beresford. El ejército aliado avanzó a lo largo de la carretera Sevilla-Badajoz hacia La Albuera.

El Mariscal Soult intentaba estorbar la reunión del ejército aliado y trataba de llegar a tiempo para evitar que el ejército de Blake, que venía del sur, paralelo al eje de su marcha, pudiera incorporarse al resto de los aliados, para lo cual quería interceptarlo entre Almendral y La Albuera con un movimiento lateral.

Por su parte, el campo de batalla había sido elegido por Wellington, y como la reunión de los aliados no se efectuó hasta la noche del día 15, no dio tiempo a practicar obras de trincheras ni a preparar el campo, toda vez que los soldados venían rendidos por largas marchas.

El 15 de mayo, un destacamento de la caballería de Beresford de unos 2.500 jinetes fue expulsado de la orilla derecha del río Albuera con relativa facilidad por la caballería francesa. El brigadier británico Robert Long fue relevado del mando debido a este fracaso. A primeras horas del 16 de mayo de 1811 las fuerzas españolas de Blake y las anglo-portuguesas de Beresford se unieron (dato desconocido por Soult) y se desplegaron al sur de la posición.

Los ejércitos enfrentados

Beresford mandaba un ejército compuesto por la 2ª División (5.500 efectivos) del General William Stewart, la 4ª División (4.500) bajo el mando del general Lowry Cole, la División Portuguesa (4.800) del general John Hamilton, una Brigada portuguesa (1.400) del coronel Richard Collins y una Brigada de la King's German Legion (KLG)2​ (1.100) a las órdenes del general Charles von Alten. El general William Lumley mandaba la caballería anglo-portuguesa compuesta por tres regimientos británicos (1.250) y 850 jinetes portugueses. Se disponía de dos baterías de artillería británicas, dos de la KGL y dos portuguesas bajo el mando de Alexander Dickson.

El ejército español, mandado por los generales Francisco Javier Castaños y Joaquín Blake, estaba compuesto por las divisiones de infantería de los generales Lardizábal (2.400), Ballesteros (3.500) y Zayas (4.900), la brigada independiente de Carlos de España (1.800), las brigadas de Caballería de Loy y Penne Villemur (1.900) y de dos baterías de artillería.

El ejército de Soult estaba formado por las divisiones de infantería de Jean-Baptiste Girard (4.200), Honoré Gazan (4.200), las potentes brigadas de Werlé (5.600) y Godinot (3.900), la división de dragones de Latour-Maubourg (2.800), caballería ligera adicional (1.200) y 48 piezas de artillería al mando de Ruty.

Despliegue

Beresford desplegó a sus tropas ocupando las alturas que se desarrollan desde La Albuera hacia el sur, teniendo detrás la ribera de Valdesevilla y delante la de Chicapierna, dando frente al camino de Sevilla. Situó el ala izquierda y el centro detrás del pueblo, siguiendo un arco que partía de la ribera de La Albuera y extendiendo el ala derecha por las alturas de las casillas de Gragera en dirección a Capela.

El centro de la línea de batalla aliada estaba formado por la División de Steward, en la que combatían también tropas portuguesas del teniente general A. Luiz Fonseca. El pueblo de La Albuera quedó ocupado por la brigada ligera de Charles von Alten, perteneciente a la KGL. A Alten se le encargó la tarea de mantener la defensa de los puentes, misión para la que estaría apoyado por la caballería portuguesa al mando de Olway, que formó a su retaguardia, así como por unas piezas artilleras, emplazadas detrás de la iglesia.

El ala izquierda la constituían la División portuguesa de Hamilton y la División de Cole, que llegaría al campo de batalla procedente del Sitio de Badajoz.

El ala derecha, dando frente al camino real de Sevilla, estaba formada por las tropas españolas bajo el mando de Blake. Se desplegó en primera línea a la división de Ballesteros y a continuación la de Lardizábal. Detrás se situó en segunda línea la división de Zayas. A las tropas de Blake se unieron las de Castaños, mandados por el general Carlos de España, que se situaron a sus flancos.

Al extremo del ala derecha se colocó la caballería española, también en dos líneas: la primera la de Castaños, al mando de Penne-Villemur, y la segunda la de Blake, a las órdenes del brigadier Loy y el coronel Manon.

Al extremo del ala izquierda se desplegó la caballería británica bajo el mando del general William Lumley.

Por último, de la División portuguesa de Hamilton se separó una brigada para formar la reserva del dispositivo aliado.

El plan de batalla

La intención de Beresford era caer sobre las avanzadas francesas que quisieran apoderarse de los dos puentes: el situado junto al pueblo, inmediato a la desembocadura del Chicapierna en el Nogales, y otro entonces existente aguas abajo. Para impedirlo, debía lanzar a la carga su caballería desde las lomas y batir el grueso del ejército enemigo en los llanos del Prado y la Dehesa que habían de cruzar para llegar al pueblo, teniendo asegurada una posible retirada, por Valverde de Leganés, hacia Portugal.

Sin embargo, Soult, que era un magnífico táctico, trastocó todo el plan aliado. Soult pensaba que Blake no había llegado aún al campo de batalla y se dispuso a cortarle el paso, colocándose en su ruta de concentración entre Almendral y La Albuera. Para ello concibió una finta seguida de una amplia maniobra de flanqueo en dirección sur, contra el ala derecha anglo-portuguesa para interponerse entre la posición de Beresford y la que pensaba que ocupaba Blake en ese momento.

Para llevar a cabo la finta, Soult ordenó al general Godinot que con su brigada y cinco escuadrones de caballería, al mando del general Briche, fingiera un ataque contra el pueblo. Mientras tanto él, con la mayor parte del ejército, atacaría por el sur, trabando una batalla en orden oblicuo que sorprendiera al dispositivo defensivo aliado, al propio tiempo que con su caballería envolvía por la espalda al enemigo, cortándole la retirada hacia Portugal.

La finta de Soult sobre La Albuera

Mapa de la batalla, del libro History of the War in the Peninsula, de William Napier.
Cuatro escuadrones de Ulanos (lanceros polacos) cruzaron el río Albuera. Los británicos respondieron desplegando dos escuadrones de dragones del 3º Dragoon Guards. El primer escuadrón fue dispersado por dos compañías polacas, pero el segundo contraatacó y forzó a los lanceros a retirarse de nuevo a la otra orilla.

El ataque de la brigada de Godinot a La Albuera a través del puente sobre el río homónimo, aunque concebido únicamente como una finta que fijase a los aliados mientras el grueso del ejército francés maniobraba hacia el flanco derecho aliado, estaba provocando numerosas bajas en el bando francés, cuyas tropas fueron sometidas a un continuo bombardeo por parte de la artillería portuguesa. A pesar de ello, Godinot expulsó a la brigada de Alten (KGL) del pueblo.

Los generales aliados, como se ha visto, esperaban un ataque frontal o sobre la izquierda de su línea, es decir, sobre los puentes, calculando que Soult pretendía abrirse paso hacia Badajoz directamente, y los hechos parecían confirmar que así sería gracias tanto a la maniobra de distracción iniciada por Godinot como al fuego de una batería de grueso calibre que empezó a cañonear La Albuera.

Sin embargo, un oficial de Zayas, Schépeler, que se encontraba desayunando junto a él mientras todos oteaban el sector donde avanzaban las tropas de Soult, dirigió su catalejo hacia el sur y, percibiendo entre el carrascal el brillo de las bayonetas francesas, exclamó: "De allí es de donde vienen: por allí atacan", haciendo volver a todos la cabeza en la dirección señalada. Blake le ordenó que galopara hacia la última colina de la loma y, desde allí, vio la cabeza de las columnas que descendían por el otro lado del Nogales. Volvió a galope e hizo señales a Zayas.

Los generales aliados todavía dudaban. El propio Beresford, al que le parecía muy temerario que Soult se arriesgara a perder el dominio del camino de Sevilla, cabalgó con Schepeler hacía la colina donde pudo comprobar la veracidad del informe.

La batalla, contrariamente a lo esperado, se iba a desarrollar en orden oblicuo, muy osado para los atacantes, de no ser dirigida, como en este caso, por un táctico eminente, y muy peligrosa para los atacados, que se veían obligados a descomponer su formación y cambiar de frente, con el peligro de ser envueltos y cortado el camino de retirada.

El ataque de flanco francés

Beresford se dispuso a redesplegar sus fuerzas para evitar un ataque de flanco. Toda el ala derecha tendría que girar adoptando un dispositivo de martillo para hacer frente a las divisiones de Girard y de Gazan que avanzaban apoyadas por la carga de la caballería de Latour-Maubourg sobre la extrema derecha del ejército aliado. Detrás de las divisiones de Girard y Gazan, se movía la reserva de infantería del general Werlé.

Se ordenó a las unidades españolas encararse hacia el sur. La 2ª División británica, desplegada tras La Albuera, fue reemplazada por la División Portuguesa de Hamilton y mandada hacia el sur donde se desplegó en escalón, es decir, algo retrasada, a la derecha de las tropas españolas. Con este redespliegue se pretendía extender el flanco derecho Aliado hacia el oeste. La 4ª División, bajo el mando de Cole, quedó en reserva. A pesar de las órdenes, Blake se negó a encarar sus tropas hacia la derecha porque estaba convencido de que el ataque principal francés sería sobre La Albuera en el centro. Sin embargo, por propia iniciativa, el general Zayas sí encaró sus batallones hacia el sur.

Cuando el V Cuerpo francés de Girard comenzó su ataque sobre el ala derecha aliada, sólo cuatro batallones de la División de Zayas estaban alineados para enfrentarse al mismo. Los flancos del V Cuerpo estaban cubiertos por artillería a caballo, la caballería francesa marchaba a la izquierda y los hombres de Werle detrás. La caballería francesa, a medida que progresaba su infantería, se iba abriendo a su izquierda para abarcar todo el campo español y dominar la vaguada del Valdesevilla, con la vista puesta en el camino de Valverde.

Entretanto, proseguía la inicial maniobra de distracción de Briche y Godinot, presionando sobre los puentes y cañoneando incesantemente al pueblo.

La línea española detiene el asalto de las columnas francesas
Los franceses quedaron sorprendidos cuando advirtieron que los españoles le oponían una línea frontal, por la rápida maniobra de martillo ejecutada por Zayas, con la cual no contaban.

Por otra parte, Soult se había confiado y dejó avanzar sólo a Girard con las dos divisiones, reteniendo junto a sí a Gazan, que, a la vez, era su jefe de Estado Mayor. Girard detuvo sus columnas para cambiar su formación, paralización que dejó sin apoyo a su caballería, permitiendo que a la española, muy inferior en número, la reforzara la anglo-portuguesa, de Lumley, que tomó el mando de toda el arma.

Tampoco supo Girard desplegar a las dos divisiones, constreñidas por la estrechez del campo en que se movía, teniendo que acudir personalmente Soult y Gazan. Sin embargo, su ataque fue violentísimo, secundado por una gran masa de artillería, que se había emplazado en las alturas que dividen la horquilla del Nogales y el Chicapierna. Se produjo un intenso tiroteo entre los franceses y los españoles al mando de Zayas, que lucharon tenazmente y resistieron el embate francés.

El resultado de este primer asalto, en el que los hombres de Zayas y Ballesteros resistieron bravamente la acometida, se saldó con gran número de bajas por ambas partes y, batida la vanguardia francesa, que no logró imponer su masa, en la que siempre confiaban los imperiales, el paso a la formación en línea se efectuó con cierto desorden, pereciendo el general francés Pepin y quedando fuera de combate los generales Maranzon y Brayer. Después también había de caer herido el propio Gazan.

Contra todo pronóstico, la línea española se mantuvo firme e incluso forzó a la división de cabeza francesa a detenerse, resistiendo el primer ataque francés hasta la llegada de la infantería británica. El humo y la ansiedad del combate provocaron un episodio de "fuego amigo" cuando la infantería británica disparó contra las espaldas de sus aliados españoles haciendo que éstos recibiesen disparos de frente, por los franceses, y de espaldas por los británicos.

Por tanto, la División española bajo Zayas, a pesar de la superioridad numérica francesa, realizó un papel brillante, decisivo para la victoria aliada, arrojando un mortal fuego de mosquete sobre los 14.000 franceses que avanzaban hacia ellos mientras Beresford enviaba refuerzos.

La densa formación francesa fue destrozada por las descargas de mosquetería de las divisiones de Zayas, Houghton, Abercrombie y Cole. La artillería aliada causó aún más estragos que los mosquetes.

Las tropas de Zayas sufrieron un 30% de bajas, pero se mantuvieron firmes luchando hasta que se les ordenó retirarse para descansar y reabastecerse. Posiblemente la División de Zayas, compuesta por los regimentos de Reales Guardias Españolas y Reales Guardias Valonas, Irlanda, Legión Extranjera, Ciudad Real, Toledo y Patria, estaba entre las mejores del ejército español de la época. Según se expone en britishbattles.com, la actuación de los batallones de Zayas en la batalla de la Albuera «merece más reconocimiento del que recibe. La Guerra Peninsular es un evento de gran importancia en la tradición del ejército británico. Es una pena que mucha de esa tradición sea antiespañola más incluso que antifrancesa».3​Los británicos cambiaron a su favor en los diarios de guerra lo que realmente pasó, ya que tuvieron muchos fallos en la batalla.

La destrucción de la brigada de Colborne

Los Buffs (3.er Regimiento británico) defienden sus colores, cuadro de William Barnes Wollen.
La línea española se vio muy comprometida y, al avanzar la brigada del general España, para cambiar de frente, azotada por el fuego de la gran batería francesa, hubo de ceder terreno, que Zayas se apresuró a ocupar con el regimiento de Irlanda.

La división de Stewart y una batería de la KGL se movieron para apoyar a los españoles de Zayas. Stewart ordenó a la brigada del teniente coronel John Colborne que se desplazara hacia la izquierda de la línea describiendo un arco de forma que pudiese disparar al flanco izquierdo de las columnas francesas.

Tomadas en un mortal fuego cruzado, las columnas francesas comenzaron a flaquear y Stewart ordenó una carga con la brigada de Colborne que venía en columnas de compañía de a tres, con el propósito de atacar la batería que tantos estragos estaba causando. Habría querido Colborne cambiar su formación a orden de batalla, pero la impaciencia imprudente de su general no se lo permitió y quedó expuesto a la carga de la caballería de Latour-Maubourg que protegía la artillería francesa y de cuya existencia Stewart no se había apercibido.

Latour-Maubourg lanzó a sus lanceros polacos y al 10º regimiento de húsares contra Colborne. Tres regimientos británicos (3º, 2/48º y el 66º Regimiento de línea) quedaron expuestos en línea y de flanco, la peor formación posible, a la carga de la caballería francesa quedando, prácticamente, aniquilados. El cuarto regimiento de la brigada de Colborne (31º regimiento de línea) pudo formar a tiempo un cuadro de infantería que lo salvó de la destrucción a manos de los lanceros polacos y húsares franceses. Los ulanos capturaron cinco banderas regimentales y cinco cañones de la batería de la KGL.

A continuación los polacos se lanzaron a por la brigada de Carlos de España y a por el personal de Beresford, amenazando a la posición de Zayas por la espalda. Las divisiones de Lardizábal y Ballesteros escaparon del ataque. Zayas, meritoriamente, afrontó el nuevo asalto sin dejar de arrojar descargas de mosquetería sobre las tropas de Girard, una acción que muy probablemente salvó al ejército aliado de la destrucción.

El 29º regimiento de línea británico, perteneciente a la brigada de Houghton, abrió fuego sobre los dispersos lanceros polacos, por lo que gran parte de ese fuego fue a impactar contra los apretados batallones de Zayas.

Dos escuadrones del 4º regimiento de dragones británico se lanzaron contra los polacos, pero Latour-Maubourg envió a sus húsares a la refriega y forzó la retirada de los dragones. Las fuentes británicas afirman que los lanceros polacos rehusaron aceptar la rendición de la infantería y que deliberadamente alancearon a los heridos allí donde los encontraban. De cualquier modo, lo cierto es que de los 1.250 hombres que componían los tres primeros regimientos de la brigada de Colborne sólo la mitad fueron tomados prisioneros.

El ataque francés se dirigió ahora hacia la brigada de Houghton, perteneciente a la 2ª División británica y compuesta por los regimientos 29º, 1/48º y el 57º de línea. Había estallado un temporal y la niebla, el humo y el aguacero confundieron a los ingleses que creyeron que la caballería que se les venía encima era la española. El coronel Inglis, al mando del 57º de línea, fue herido de gravedad y, mientras lo retiraban del campo repetía: ¡Die hard!, ¡Die hard! (¡Morid peleando!).5​

La enérgica carga francesa los desbarató y se introdujo entre las líneas españolas, sufriendo ataques el propio general España y el oficial Schépeler. Algunos grupos de jinetes imperiales lograron llegar hasta el puesto de mando del general en jefe, Beresford, que estuvo a punto de ser derribado por la lanza de un polaco, al que mató un granadero de la escolta del general.

No obstante, a pesar de sufrir graves pérdidas, la brigada de Houghton mantuvo la posición.

En conjunto, la División de Stewart sufrió un 52% de bajas. La efectividad de los lanceros polacos hizo que el ejército británico convirtiese algunos regimientos de caballería en lanceros después de Waterloo.

El ataque de flanco de Soult fracasa

Envalentonado por la dura acción de su caballería contra los ingleses, Gazan se abrió paso con su división, acometiendo, siempre en columna y batiendo tambores, la línea española. El general Beresford pensó un momento en abandonar la loma, donde se mantenían las brigadas de Houghton y Abercromby, además de los restos de la brigada de Colborne, dado que a los hombres de Zayas se les había ordenado replegarse a segunda línea.

Para entonces, las tropas de Girard y Gazan se habían convertido en una masa ingobernable de muchas filas de profundidad. Generalmente, la infantería británica formada en línea de dos filas de profundidad podría haberse encargado en poco tiempo de la desorganizada masa de infantería francesa, dado que sólo las dos o tres primeras filas de las apretadas tropas francesas hubiesen podido responder al nutrido fuego británico, pero la artillería de apoyo francesa disparaba de flanco contra la delgada línea británica causando graves pérdidas, entre ellas, la de Houghton, que resultó muerto.

Hasta el momento la batalla no había ido del todo mal para los franceses. No obstante, Soult, ya apercibido de que las fuerzas anglo-portuguesas de Beresford se habían reunido con las españolas de Blake, se mostró reacio a empeñar sus últimas reservas para asegurar la victoria.

Con la incapacidad de Soult para actuar decisivamente y la negativa de ambos bandos a abandonar el campo, la mutua carnicería continuaba.

Beresford, que había escapado por los pelos del lancero polaco, parecía haberse olvidado de la 4ª División de Cole que se mantenía en reserva, pero el coronel Harding rogó a su superior, el general Cole, que se emplease la división bajo su mando en la batalla, a sabiendas de los riesgos que ello suponía para una eventual retirada.

Así se hizo, y la entrada en línea de la 4ª División de Cole, avanzando desde el puesto de reserva hacia la extrema derecha para impedir que la caballería enemiga rompiera la línea aliada, supuso un refuerzo decisivo que presentó un frente compacto contra los intentos franceses, convirtiendo definitivamente el ataque de flanco planteado por Soult en una batalla en línea.

Como respuesta Soult se vio obligado a apoyar su ataque con la propia reserva, mandada por el general Werlé, y destacó hacia su izquierda a dos batallones para oponerse a la división anglo-portuguesa de Cole que se extendía por aquel flanco. Pero como los españoles de Blake se habían mantenido firmes, los 4.000 hombres de refresco de Cole pudieron imponer la iniciativa.

El final

Los hombres de Cole, formados en línea de dos filas con cuadros de infantería en ambos flancos, integrados por las fuerzas convergentes de las compañías ligeras británicas y portuguesas (Loyal Lusitanian Legion) repelieron una carga masiva de dragones franceses y ulanos polacos.

Posteriormente, durante unos 20 minutos, mantuvieron un intercambio de fuego de mosquetería con las tropas de Werlé. Los franceses persistían en sus ataques en masa, de gran efecto moral y arrollador, pero de escasa potencia de fuego, sólo vomitado por la cabeza de la columna, sufriendo en cambio el de los aliados, desplegados en orden abierto, que graneaban a los atacantes. El general portugués Sousa Sequeira, que asistió a la batalla siendo alférez, comentó que "los muertos franceses yacían tendidos en tierra, continuando la formación que mantuvieron en vida".

La infantería francesa, duramente castigada a lo largo de toda la jornada, iba agotando su capacidad de combate cuando los británicos lanzaron una carga a bayoneta. Una vez dada cuenta de la brigada de Werlé, los hombres de Cole cayeron sobre el flanco del V Cuerpo francés.

La brigada del teniente coronel Myer y la brigada portuguesa del general Harvey se distinguieron especialmente en esta jornada. Ambas brigadas resistieron el empuje de la caballería polaca, a cuyos escuadrones lograron diezmar.

Desde aquel momento, las columnas francesas empezaron a perder terreno, retrocediendo al abrigo de su reserva y de la gran batería artillera, dirigida con enorme eficacia por el general Ruty. Cuando el jefe de la reserva francesa, general Werlé, cayó muerto en un intento de reacción, se inició una disciplinada retirada, que no se desmoralizó gracias a la experiencia y acierto de Latour-Maubourg, que seguía imponiendo respeto a los aliados con sus jinetes, y a la sangre fría de Ruty, que repasó ordenadamente con sus piezas el curso del río Nogales. Al final, los franceses abandonaron la lucha terminando con el mortal encuentro.

Resultados

La batalla terminó con un resultado indeciso después de un baño de sangre. La caballería polaca de Soult había destruido toda una brigada británica. Los españoles habían repelido uno de los mayores ataques de infantería de la guerra causando graves pérdidas a los franceses. Los franceses admitieron bajas cifradas en 6.000 hombres, aunque probablemente estarían entre los 7.000 y 8.000. Los británicos perdieron 4.100, los portugueses 400 y los españoles 1.400 hombres. Ambos bandos se atribuyeron la victoria.

Beresford ganó la batalla pero su desarrollo táctico se considera tan lamentable que se dice que fue el responsable del gran número de víctimas, si bien la victoria es imputable a los demás mandos que integraban el ejército aliado. Los generales españoles desempeñaron un buen papel, especialmente Zayas, a quien les cabe gran parte del mérito en la victoria.

Consecuencias

El resultado de la batalla tuvo poco efecto en el curso general de la guerra. Generalmente se acepta que se trató de una costosa victoria táctica aliada de la que no se pudo o se supo sacar partido a nivel estratégico.

Beresford no supo explotar el éxito y no volvió a sitiar la ciudad de Badajoz, ocupada por tropas francesas. Se ciñó a mantener a distancia el bloqueo de la ciudad. Soult tampoco pudo cumplir su propósito de socorrer a la guarnición francesa de Badajoz. Permaneció en sus posiciones al día siguiente, sin que ninguno de los ejércitos que se observaban, se atreviera a reanudar la lucha, quizá por el mutuo quebranto sufrido.

El 18 de mayo, el mariscal Soult inició la vuelta hacia Andalucía, de donde había partido, sin ser estorbado. Llevaba la protección muy eficaz de su caballería. La caballería española, mandada por Penne-Villemur, hostigaba su retaguardia pero poco más hizo que capturar a algunos rezagados. El mariscal Soult se quedó en Llerena y el resto del ejército en Villagarcía y Usagre.

El asedio de Badajoz, por parte de las tropas de Beresford, se tuvo que abandonar posteriormente cuando las fuerzas del mariscal Marmont se unieron a las de Soult.

Tuvieron que pasar diez meses de la batalla de La Albuera para que, el 16 de marzo de 1812, tropas anglo-portuguesas al mando de Wellington se presentaran ante las puertas de Badajoz, que tomaron al asalto en la noche del 6 al 7 de abril de 1812 en la batalla de Badajoz.

Notas

Bajo el mando de Soult se encontraba el 591º Regimiento de lanceros polacos (Ulanos) menos un escuadrón y un regimiento de Granaderos formado a partir de dos compañías de granaderos extraídas de cada uno de los cuatro regimientos de infantería del Ducado de Varsovia. El regimiento de granaderos así formado fue puesto bajo el mando del Coronel Varrere.

La King´s German Legion (Legión Alemana del Rey) eran tropas formadas por alemanes leales al elector de Hannover y soberano del Reino Unido, Jorge III. Fue formada por los británicos tras la ocupación francesa de Hannover y la deposición del legítimo elector. Durante las guerras napoleónicas, Hannover fue ocupado por los franceses y arrebatado a los reyes británicos, en guerra con Francia; su territorio fue primero cedido a Prusia (1806) y luego repartido entre el propio Imperio Francés y el nuevo Reino de Westfalia (1807).

El congreso de Viena (1815) devolvió la independencia a Hannover, rectificando algunas de sus fronteras, elevándolo a la categoría de reino y devolviéndoselo a Jorge III, rey del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda y, simultáneamente, duque de Brünswick-Luneburgo y Elector de Hannover.

Actuación de los batallones de Zayas en la Batalla de la Albuera, según britishbattles.com. https://xlsemanal.finanzas.com/web/firma ... icion=6327
Desde aquel día, los hombres del 57º regimiento, que actualmente se llama Middlessex, son conocidos como los «diehard» en recuerdo de la más sangrienta de las batallas que ha librado su unidad.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 06 Feb 2018 21:11

Sitio de LERIDA de 1.810


El sitio de Lérida (1810) fue una batalla librada en la ciudad de Lérida durante la Guerra de Independencia Española, en 1810. El mariscal Louis Gabriel Suchet, jefe del ejército napoleónico que operaba en Aragón, llegó a la vista de Lérida el 13 de abril, con 13.000 hombres, y dio comienzo al asedio. Defendían la plaza 8.000 hombres, dirigidos por el general Jaime García Conde. Dos divisiones, al mando del general O'Donnell, llegaron el día 23 al llano de Margalef, cerca de Lérida, para obligar a los franceses a retirarse; pero Suchet, en una acción rápida y por sorpresa, logró destrozar por completo la división que iba a la vanguardia, y la otra se tuvo que retirar hacia Montblanch.

Tras una serie de ataques y contraataques, el 13 de mayo dio Suchet la orden de asalto. Ocupados los baluartes, se luchó en la Calle Mayor y, ante la oposición de algunos ciudadanos (los josefinos) a que prosiguiera la lucha en las calles, la guarnición se retiró al castillo, situado en la parte alta de la ciudad, seguida de la multitud horrorizada. Dicha guarnición, con su jefe enfermo y todos los reductos repletos de ciudadanos que habían huido del saqueo, se vio imposibilitada para seguir combatiendo: capituló el día 14. En la defensa de la plaza murieron 1200 hombres de la guarnición y 2000 leridanos; las bajas francesas se calculan en aproximadamente 1500 hombres.

El general Suchet, al mando del Ejército de Aragón, retorna de su inútil expedición a Valencia marchando a Cataluña con parte de sus tropas, con el nuevo objetivo de tomar la importante plaza de Lérida.

El 13 de abril el mariscal Suchet se presenta al mando de 13.000 soldados con 24 cañones, 6 obuses y 10 morteros, dotados de 700 balas cada pieza; además llevan 8.000 aperos de zapa, 100.000 sacos terreros, y material para hacer 6.000 cestones, 50.000 faginas y 60.000 piquetes, entre otros útiles de asalto y aproche.

Lérida está defendida el general D. Jaime García Conde, con una guarnición de 8.000 hombres y 110 cañones emplazados en la fortificación de la ciudad, que consta de un parapeto abaluartado, torreones, un castillo al este y el fuerte de Gardeny, con los reductos del Pilar, San Fernando, y un baluarte en la orilla opuesta del Segre. Los franceses forman su línea de ataque ante los baluartes de la Magdalena y del Carmen. El general español O´Donell, avanza desde Tarragona con 6.000 hombres y 600 jinetes para reforzar la guarnción sitiada. Pero el 23 de abril los coraceros franceses atacan de improviso su columna, arrollando su flanco derecho, y también deshacen el intento de
la infantería de formar en cuadro; O´Donell se retira a Montblanch.

Suchet pide al día siguiente la rendición de Lérida, anunciando intimidatoriamente el repliegue de los refuerzos que habían de socorrerla. García Conde le contesta: "- Esta plaza no ha contado nunca con el auxilio de ejército alguno..." La noche del 29 de abril los franceses comienzan a instalar 4 baterías, de 18 piezas cada una a 270 metros de los parapetos y baluartes. El día 4 de mayo García Conde hace dos salidas simultáneas por para hostigar estas labores de aproche, logrando hacer huir al personal de una batería y causando destrozos en sus defensas. El 7 de mayo las labores de sitio terminan y Suchet ordena iniciar el bombardeo de Lérida, a cuyo fuego replica su guarnición, con tal eficacia que hacia las 16:00 horas los cañones españoles han descabalgado todas las piezas francesas, cesando por completo su acción. García Conde aprovecha la impotencia artillera de Suchet y ordena hacer una salida; pero los franceses se defienden bien.

El 12 de mayo los franceses reanudan el bombardeo desde las 09:00 horas. Al anochecer abren brechas en los baluartes del Carmen y Magdalena y Suchet manda asaltar el fuerte Gardeny. Los defensores de los reductos del Pilar y San Fernando son abatidos por los franceses, pero estos no consiguen tomar el fuerte. Al anochecer del día 13, los franceses entran al asalto por las brechas abiertas la jornada anterior. Los españoles han barricado bocacalles y abierto aspilleras en las casas, pero 3 horas después el general Harispe entra por la Puerta de San Antonio, marchando hacia el castillo, último reducto de los defensores, bombardeado de día y noche, sin piedad alguna con los civiles leridanos allí refugiados.

La mañana de hoy el casitillo sigue siendo bombardeado y en su interior la gente es masacrada; por lo cual García Conde decide capitular a mediodía, permitiéndole Suchet abandonar la plaza al frente de su guarnición con todos los honores.

Las bajas de los franceses son de 1.500 hombres; para tomar la plaza han lanzado sobre sus defensas y gentes 6.000 balas de cañón y 3.000 bombas y granadas; en el exterior de Lérida excavaron 6.400 metros de trinchera. Los soldados españoles sufren 1.200 bajas, y otros 2.000 civiles resultan muertos.

Por la masacre y la prematura pérdida de tan fortificada plaza, García Conde será acusado de traición, si hubiese mantenido la defensa del castillo separada de la gente podría haberse defendido quizás más tiempo, aunque los franceses estuvieran en la villa. El general se sentirá injustamente vilipendiado, y se pasará al ejército francés.

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Marco Tulio Cicerón.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 06 Feb 2018 21:41

El Levantamiento del DOS DE MAYO


El Levantamiento del Dos de Mayo,​ sucedido en 1808, es el nombre por el que se conocen los hechos acontecidos en aquel año en Madrid (España), producidos por la protesta popular ante la situación de incertidumbre política derivada tras el Motín de Aranjuez. Posteriormente a que se reprimiera la protesta por las fuerzas napoleónicas presentes en la ciudad, por todo el país se extendió una ola de proclamas de indignación y llamamientos públicos a la insurrección armada que desembocarían en la Guerra de Independencia Española.

Antecedentes

Tras la firma del Tratado de Fontainebleau el 27 de octubre de 1807, la consiguiente entrada en España de las tropas aliadas francesas de camino hacia Portugal y los sucesos del Motín de Aranjuez el 17 de marzo de 1808, Madrid fue ocupada por las tropas del general Murat el 23 de marzo de 1808. Al día siguiente, se producía la entrada triunfal en la ciudad de Fernando VII y su padre, Carlos IV, que acababa de ser forzado a abdicar a favor del primero. Ambos son obligados a acudir a Bayona para reunirse con Napoleón, donde se producirán las abdicaciones de Bayona, que tendrá como final la imposición de la corona española en manos del hermano del emperador, José Bonaparte.

Mientras tanto, en Madrid se constituyó una Junta de Gobierno como representación del rey Fernando VII. Pero el poder efectivo quedó en manos de Murat, que redujo la Junta a mero títere, un simple espectador de los acontecimientos. El 27 de abril, Murat solicitó, supuestamente en nombre de Carlos IV, la autorización para el traslado a Bayona de los dos hijos de éste que quedaban en la ciudad, la reina de Etruria María Luisa, y el infante Francisco de Paula. Aunque la Junta se negó en un principio, tras una reunión de urgencia en la noche del domingo 1 al lunes 2 de mayo, y ante las instrucciones de Fernando VII llegadas a través de un emisario real desde Bayona, finalmente cedió.

«¡Que nos lo llevan!»

El 2 de mayo de 1808, a primera hora de la mañana, grupos de madrileños comenzaron a concentrarse ante el Palacio Real. La muchedumbre conocía la intención de los soldados franceses de sacar de palacio al infante Francisco de Paula para llevárselo a Francia con el resto de la Familia Real, por lo que, al grito iniciado por José Blas Molina «¡Que nos lo llevan!», parte del gentío asaltó las puertas de palacio. El infante se asomó a un balcón provocando que aumentara el bullicio en la plaza. Este tumulto fue aprovechado por Joaquín Murat, que mandó un destacamento de la Guardia Imperial al palacio, acompañado de artillería, para hacer fuego contra la multitud. Al deseo del pueblo de impedir la salida del infante, se unió el de vengar a los muertos y el de deshacerse de los franceses. Con estos sentimientos, la lucha se extendió por todo Madrid.

La lucha callejera

En el Pretil de los Consejos, por San Justo y por la plazuela de la Villa, la irrupción de gente armada viniendo de los barrios bajos era considerable; mas por donde vi aparecer después mayor número de hombres y mujeres, y hasta enjambres de chicos y algunos viejos fue por la plaza Mayor y los portales llamados de Bringas. Hacia la esquina de la calle de Milaneses, frente a la Cava de San Miguel, presencié el primer choque del pueblo con los invasores, porque habiendo aparecido como una veintena de franceses que acudían a incorporarse a sus regimientos, fueron atacados de improviso por una cuadrilla de mujeres ayudadas por media docena de hombres.

Benito Pérez Galdós: El 19 de Marzo y el 2 de Mayo


Los madrileños comenzaron así un levantamiento popular espontáneo pero largamente larvado desde la entrada de las tropas francesas, improvisando soluciones a las necesidades de la lucha callejera. Se constituyeron partidas de barrio comandadas por caudillos espontáneos; se buscó el aprovisionamiento de armas, ya que en un principio las únicas de que dispusieron fueron navajas; y se comprendió la necesidad de impedir la entrada en la ciudad de nuevas tropas francesas.

Todo esto no fue suficiente y Murat pudo poner en práctica una táctica tan sencilla como eficaz. Cuando los madrileños quisieron hacerse con las puertas de la cerca de la ciudad para impedir la llegada de las fuerzas francesas acantonadas en sus afueras, el grueso de las tropas de Murat (unos 30 000 hombres) ya había penetrado, haciendo un movimiento concéntrico para dirigirse hacia el centro. No obstante, la gente siguió luchando durante toda la jornada utilizando cualquier objeto que fuera susceptible de servir de arma, como piedras, agujas de coser o macetas arrojadas desde los balcones. Así, los acuchillamientos, degollamientos y detenciones se sucedieron en una jornada sangrienta. Mamelucos y lanceros napoleónicos extremaron su crueldad con la población y varios cientos de madrileños, hombres y mujeres, sin distinción de edad, así como soldados franceses, murieron en la refriega. Goya reflejaría estas luchas años después, en su lienzo La Carga de los Mamelucos.

Si bien la resistencia al avance francés fue mucho más eficaz de lo que Murat había previsto, especialmente en la puerta de Toledo, la puerta del Sol y el Parque de Artillería de Monteleón, su operación de cerco le permitió someter a Madrid bajo la jurisdicción militar y poner bajo sus órdenes a la Junta de Gobierno. Poco a poco, los focos de resistencia popular fueron cayendo.

Artículo principal: Daoíz y Velarde


Mientras se desarrollaba la lucha, los militares españoles, siguiendo órdenes del capitán general Francisco Javier Negrete, permanecieron acuartelados y pasivos. Sólo los artilleros del Parque de Monteleón desobedecieron las órdenes y se unieron a la insurrección. Los héroes de mayor graduación de aquella jornada fueron los capitanes Luis Daoíz y Torres, que asumió el mando de los insurrectos por ser el más veterano, y Pedro Velarde Santillán. Se encerraron en Monteleón junto a sus hombres y decenas de ciudadanos que allí fueron en busca de combate contra los franceses, repeliendo oleadas de las tropas de Murat mandadas por el general Lefranc. Sin embargo, acabaron muriendo luchando heroicamente ante los refuerzos enviados desde el vecino Palacio de Grimaldi, cuartel general de Murat. Otros jóvenes militares tampoco acataron la orden superior de no intervenir y lucharon junto a Daoíz y Velarde, como el teniente Jacinto Ruiz y los alféreces de fragata Juan Van Halen, herido de gravedad, y José Hezeta.

Los levantados en armas

El Dos de mayo fue la rebelión de la Nación española contra los franceses, comenzada por las clases populares de Madrid contra el ocupante tolerado (por indiferencia, miedo o interés) por gran cantidad de miembros de la Administración. De hecho, la entrada de las tropas francesas se había hecho legalmente, al amparo del Tratado de Fontainebleau, cuyos límites, sin embargo, pronto vulneraron, excediendo el cupo permitido y ocupando plazas que no estaban en camino hacia Portugal, su supuesto objetivo.

La Carga de los Mamelucos, antes citada, presenta las principales características de la lucha: profesionales perfectamente equipados (los mamelucos o los coraceros) frente a una multitud prácticamente desarmada; presencia activa en el combate de mujeres, algunas de las cuales perdieron incluso la vida (Manuela Malasaña y Clara del Rey, por ejemplo).

[b]La represión[/b]

La represión fue cruel. Murat, no conforme con haber aplacado el levantamiento, se planteó tres objetivos: controlar la administración y el ejército español, aplicar un riguroso castigo a los rebeldes para escarmiento de todos los españoles y afirmar que era él quien gobernaba España. La tarde del 2 de mayo firmó un decreto que creó una comisión militar, presidida por el general Grouchy, para sentenciar a muerte a todos cuantos hubiesen sido cogidos con las armas en la mano («Serán arcabuceados todos cuantos durante la rebelión han sido presos con armas»).

El Consejo de Castilla publicó una proclama en la que se declaró ilícita cualquier reunión en sitios públicos y se ordenó la entrega de todas las armas, blancas o de fuego. Militares españoles colaboraron con Grouchy en la comisión militar. En estos primeros momentos, las clases pudientes parecieron preferir el triunfo de las armas de Murat antes que el de los patriotas, compuestos únicamente por las clases populares.

En el Salón del Prado fueron fusiladas 32 personas el mismo día 2 de mayo, otras 11 personas fueron ejecutadas en otros puntos de la ciudad (Cibeles, Recoletos, Puerta de Alcalá y Buen Suceso). Al día siguiente los franceses fusilaron a 24 personas en la montaña del Príncipe Pío y otros 12 en el Buen Retiro. La cifra exacta de bajas ha sido objeto de gran controversia, pero el historiador Pérez Guzmán, que revisó todos los archivos disponibles en 1908, contabilizó 409 muertos, 39 de ellos militares, y 170 heridos, de los cuales 28 eran militares. El resto de los muertos y heridos eran civiles. Aún considerando otros fallecimientos que no fueran registrados (por la confusión del momento o por miedo a represalias francesas) se ha calculado que la cifra total de bajas no superó los 500 muertos, y solo una décima parte de ellos militares.

Consecuencias

Murat pensaba haber acabado con los ímpetus revolucionarios de los españoles, habiéndoles infundido un miedo pavoroso y garantizando para sí mismo la corona de España. Sin embargo, la sangre derramada no hizo sino inflamar los ánimos de los españoles y dar la señal de comienzo de la lucha en toda España contra las tropas invasoras.

El mismo 2 de mayo por la tarde, en la villa de Móstoles, ante las noticias horribles traídas por los fugitivos de la represión en la capital, un destacado político, Juan Pérez Villamil, Secretario del Almirantazgo y Fiscal del Supremo Consejo de Guerra, hizo firmar a los alcaldes del pueblo (Andrés Torrejón y Simón Hernández) un bando en el que se llamaba a todos los españoles a empuñar las armas en contra del invasor, empezando por acudir al socorro de la capital. Dicho bando haría, de un modo indirecto, comenzar el levantamiento general, cuyos primeros movimientos, aunque posteriormente suspendidos, fueron los que promovieron el corregidor de Talavera de la Reina, Pedro Pérez de la Mula, y el alcalde Mayor de Trujillo, Antonio Martín Rivas. Ambas autoridades prepararon alistamientos de voluntarios, con víveres y armas, y la movilización de tropas, para acudir al auxilio de la capital.

El Dos de Mayo en la actualidad

Actualmente es un hecho muy importante e influyente a la hora de conocer acerca de la guerra de independencia española contra los franceses, al ser el periodo que prácticamente inicia dicha guerra. Los acontecimientos del Dos de mayo suelen recibir homenajes todos los aniversarios de dicha fecha. Además se celebra el Día de la Comunidad de Madrid. Entre los homenajes cabe destacar los celebrados con motivo del Primer Centenario en 1908, con la inauguración del conjunto escultórico de bronce Héroes del Dos de Mayo, del escultor Aniceto Marinas, por parte del rey Alfonso XIII; y las celebraciones del Segundo Centenario en 2008.

Estas últimas estuvieron protagonizadas por un espectáculo en la plaza de Cibeles del grupo teatral La Fura dels Baus, en el que se narraban los antecedentes históricos del Levantamiento y los fusilamientos del 3 de mayo. También se llevaron a cabo otras actividades culturales, en la capital y en Móstoles. Tradicionalmente, los actos incluyen una ofrenda floral a los héroes en el cementerio de la Florida por parte de los máximos responsables políticos madrileños, un desfile militar en la puerta del Sol con la colocación de una corona de flores a las placas de agradecimiento a los que lucharon aquel dia de 1808, así como a los ciudadanos que ayudaron a las víctimas del atentado del 11 de marzo de 2004, y la ceremonia de entrega de las Medallas del Dos de Mayo en la sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid.

En la propia casa de Pedro Velarde, en Muriedas (Cantabria), todos los vecinos, junto con las autoridades del ayuntamiento y del gobierno regional de Cantabria celebran una misa en su memoria y se hace una ofrenda floral. Del mismo modo en Sevilla, cuna de Daoiz, un destacamento de artillería rinde honores ante su estatua, que preside la céntrica Plaza del Dos de Mayo.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 06 Feb 2018 23:41

Combate de MAJADAHONDA


La batalla de Majadahonda se desarrolló el 11 de agosto de 1812 en Majadahonda, cerca de Madrid, en el ámbito de la Guerra de la Independencia Española. A la división de caballería francesa del general Anne-François-Charles Trelliard se opuso la vanguardia del ejército anglo-portugués mandada por el brigadier-general D'Urban.

En la mañana del 11 de agosto, la caballería anglo-portuguesa del brigadier-general D'Urban, que marchaba en cabeza del ejército del duque de Wellington, ocupó los pueblos de Majadahonda y Las Rozas. Los portugueses fueron sorprendidos por la división de dragones del general Trelliard que los atacó; los portugueses no se enfrentaron a ellos y huyeron tan precipitadamente que abandonaron tres cañones en su fuga. Los franceses galoparon hasta Las Rozas y sembraron el pánico en el campamento británico antes de replegarse y de establecer una línea de batalla frente al enemigo. Posteriormente tuvo lugar un nuevo combate con resultado indeciso hasta que los escuadrones de reserva franceses entraron en combate y decidieron el resultado de la batalla a su favor.

El general Beresford, que no estaba satisfecho del comportamiento de la caballería portuguesa, a pesar de su buen comportamiento en la batalla de Arapiles el mes anterior, reclamó un correctivo para ellos pero esta petición que no fue tenida en cuenta por Wellington.

Después de la derrota del ejército francés del mariscal Marmont en la batalla de Arapiles, el 22 de julio de 1812, las tropas del general Wellington se dirigieron hacia Madrid. Mientras tanto José Bonaparte, rey de España, que sopesaba cual era la mejor postura a mantener, decidió finalmente retirarse en dirección sur, hacia sierra Morena. Su ejército, posicionado en defensa de la capital, siguió en su posición y derrotó a las tropas anglo-portuguesas a su llegada. No obstante, la división de caballería del general Anne-François-Charles Trelliard permaneció en el mismo lugar y la brigada de dragones del coronel francés Reiset pasó la noche del 10 al 11 de agosto en Las Rozas. El día 11 le advirtieron del acercamiento de la vanguardia de Wellington.

La mañana del 11 de agosto, D'Urban llegó a Las Rozas y realizó andanadas de disparos de cañón contra la brigada del coronel francés Reiset, que tuvo que retroceder.2​ Majadahonda estuvo ocupada a las diez de la mañana por la caballería portuguesa, mientras que las tropas de la Legión Real Alemana se instalaron algo más atrás del pueblo, en Las Rozas. Durante este tiempo, los franceses se retiraron hacia Boadilla del Monte, donde fueron sorprendidos por el rey José en persona. Este le preguntó al general Trelliard por la fuerza de las columnas enemigas, que deseaba conocer, y ordenó avanzar cuanto antes con el fin de sorprender a la vanguardia de Wellington.

Fuerzas litigantes

La vanguardia de Wellington estaba comandada por el brigadier general Benjamin D'Urban. Estaba compuesta por el 1.º, 11.º y 12.º regimientos de dragones portugueses, de dos regimientos de dragones pesados y un batallón de infantería de la Legión Real Alemana. Todo este ejército iba acompañado de una batería de artillería pesada de seis cañones, tirada por caballos, y mandada por el capitán MacDonald. El brigadier general Bock, al mando de las tropas alemanas, tomó temporalmente el mando de toda la caballería británica pero fue retornado a su puesto anterior por el coronel de Jonquière.

Frente a ellos, la división de dragones franceses del general Trelliard alineaba dos brigadas: la primera, mandada por el coronel Marie Antoine de Reiset que estaba formada por los 13.º y 18.º regimientos de dragones; el 19.º y el 22.º regimientos de dragones formaban la segunda, bajo el mando del coronel Rozat de Mandres. Esta división estaba reforzada por los 200 dragones italianos Napoleone del coronel Schiazzetti y por una compañía de los lanceros de Berg.

Orden de batalla francesa

General de división Anne-François-Charles Trelliard, comandante en jefe. Once escuadrones, una compañía; 1416 hombres
1.ª brigada: coronel Marie Antoine de Reiset. Cinco escuadrones; 600 hombres
13.º regimiento de dragones: coronel Marie Antoine de Reiset. Tres escuadrones; 350 hombres
18.º regimiento de dragones: Dos escuadrones; 250 hombres
2.ª brigada: coronel Nicolas Rozat de Mandres. Cuatro escuadrones; 550 hombres
19.º regimiento de dragones: Un escuadrón; 100 hombres
22.º regimiento de dragones: coronel Rozat de Mandres. Tres escuadrones; 450 hombres
3.ª brigada: coronel Schiazzetti. Dos escuadrones y una compañía; 266 hombres
Regimiento de dragones italianos Napoleone: coronel Schiazzetti. Dos escuadrones; 200 hombres
Lanciers de Berg: capitán de Latour. Una compañía; 66 hombres.4​

Orden de batalla anglo-portugués

Brigadier-general: Benjamin D'Urban, comandante en jefe. Once escuadrones, un batallón y seis cañones; 1975 hombres
Brigada: Benjamin D'Urban. Siete escuadrones; 760 hombres
1.º regimiento de dragones Alcantara: teniente coronel Barbacena. Dos escuadrones; 220 hombres
11.º regimiento de dragones Almeida: teniente coronel Bernardius. Dos escuadrones; 220 hombres
12.º regimiento de dragones Miranda: teniente coronel Tuxeira Lobo. Tres escuadrones, 320 hombres
Brigada de Jonquières — Cuatro escuadrones; 655 hombres
1st Heavy Dragoons de la King's German Legion, coronel de Jonquières. Dos escuadrones; 300 hombres
2.º Heavy Dragoons de la King's German Legion. Dos escuadrones, 355 hombres
Infantería de ataque. Un batallón
1st Light Battalion de la King's German Legion: Un batallón; 560 hombres
Artillerie: capitán MacDonald. Seis cañones
Destacamento de la Royal Horse Artillery, capitán Dyneley. Seis cañones.4​

Desarrollo de la batalla

Hacia el final de la tarde, la división Trelliard reapareció en la carretera de Boadilla del Monte y se desplegó frente a Majadahonda.​ Su regreso sorprendió a D'Urban que desplegó apresuradamente sus escuadrones mientras que cuatro cañones ingleses bajo el mando de MacDonald se pusieron en batería protegidos por los portugueses y un pelotón de dragones pesados mandados por el teniente Kuhls. La caballería francesa atacaba duramente a la portuguesa y, a su vez, D'Urban hizo lo propio cargando con sus dragones; pero estos últimos, una vez establecida la batalla, en lugar de atacar se fugaron en desorden y abandonaron a sus oficiales en medio del asalto.​

El general D'Urban consiguió escapar pero los tenientes-coroneles Barbacena y Tuxeira fueron hechos prisioneros. Los dragones Napoleone atacaron en formación oblicua sobre la batería de los aliados, destruyeron la mitad del destacamento de dragones británicos y se apoderaron de tres bocas de fuego. El capitán Dyneley, que mandaba la artillería en aquel momento, fue hecho prisionero por un oficial italiano. Explotando su éxito, la división Trelliard persiguió al enemigo hasta Las Rozas.

Durante este tiempo, los soldados de la King's German Legion instalaron su vivac en Las Rozas. El coronel de Jonquières recibió varios mensajes enviados por el subteniente Kuhls que le informaba que la caballería francesa había atacado Majadahonda. No obstante, de Jonquières no consideró la posibilidad de un asalto contra la caballería francesa y no tomó ninguna precaución.​ De hecho, cuando los dragones franceses de Trelliard desembocaron en el pueblo, la brigada pesada alemana fue sorprendida completamente: la mayoría de los soldados estaban en camisa y los caballos desensillados.​

Los disparos del 1st Light Battalion de la King's German Legion detuvieron ligeramente el avance francés, pero la infantería británica tuvo que refugiarse dentro del pueblo al igual que la caballería que vino a apoyarlos. La caballería francesa, en su avance, se incautó incluso de armas y otros materiales del enemigo, pero su empuje fue detenido por el grueso del «batallón ligero alemán» y los franceses se vieron obligados a evacuar esa zona para reorganizarse en la llanura que hay detrás de Las Rozas. Pasada «la tormenta», la brigada de de Jonquières se posicionó a la entrada del pueblo y, bien situado, esperó la llegada de los refuerzos portugueses de D'Urban.9​

Las fuerzas francesas, empujadas a la acción después de una provocación del coronel de Jonquières que repetía irónicamente a los fanceses: —«¡Adelante, señores franceses, no tengáis miedo!»—, los dragones de Reiset marcharon hacia el enemigo, lo que bastó para hacer huir a los portugueses.10​ La brigada de Reiset, fatigada por el esfuerzo hecho en los combates precedentes fue relevada por la brigada Rozat y a los dragones italianos de Schiazzetti para que siguieran con la tarea de continuar la carga.

El enfrentamiento comenzó y los franceses retrocedieron poco a poco frente a los dragones pesados de la King's German Legion alemana. Trelliard acometió entonces con sus reservas, dos escuadrones frente a los británicos, que no tenían más. Según fuentes del autor D. Mané,10​ un alférez del 22.º de dragones presente en la batalla cuenta que «estábamos tan apretados que apenas se podía hacer uso de las armas». Los ingleses retrocedieron y el coronel de Jonquières, su jefe, fue capturado. Nuevamente, los vencidos se retiraron hacia Las Rozas, donde el batallón de infantería ligera de la King's German Legion alemana se ha había atrincherado. Incapaz de defender solo la posición e informado de la llegada de los refuerzos británicos, Trelliard abandonó el campo de batalla pero sin ser atacados por el enemigo, «tomándose el tiempo necesario para quemar las cureñas de los cañones».

Pérdidas

Al término de los combates las pérdidas francesas ascendían al centenar de soldados, un oficial muerto y otros 15 heridos. El 13.º regimiento de dragones tuvo la pérdida del jefe de escuadrón Maurouard, muerto en combate y de otros seis oficiales heridos; el coronel era de Reiset. La brigada Rozat de Mandres dejó sobre el terreno seis muertos y 28 heridos; el coronel Schiazzetti admitió al respecto un total de bajas de 10 hombres fuera de combate de su regimiento de dragones italianos, incluyendo al teniente Araldi, que fue herido.

Los anglo-portugueses, por su parte, contaban con 53 muertos, 98 heridos y 45 prisioneros, que hace un total de 196 bajas. La brigada portuguesa de D'Urban tenía 108 jinetes fuera de combate y 23 prisioneros entre los cuales estaba el teniente coronel Tuxeira Lobo. El asalto a las baterías de la Royal Horse Artillery le costó la pérdida de tres cañones, artilleros muertos o heridos así como 15 hombres capturados; su jefe era el capitán Dyneley. La brigada de los dragones pesados de la King's German Legion tuvieron 14 muertos, 40 heridos y 7 prisioneros y su jefe era el coronel de Jonquières. El 1st Light Battalion de la King's German Legion parece que no tuvo ninguna pérdida,​ lo que estaba en contradicción con lo mencionado por Digby Smith que dejó constancia de una pérdida de siete heridos.

Análisis y consecuencias

Según Beamish, la bravura desplegada por ambos regimientos de dragones pesados británicos estuvo reconocida por el duque de Wellington que les concedió el honor de entrar los primeros en Madrid al día siguiente. El comportamiento de los regimientos portugueses, aquellos mismo que se habían distinguido algún tiempo atrás en la batalla de los Arapiles, ahora, en cambio, fueron severamente criticados. El general D'Urban, que estaba al mando, escribió al respecto el día siguiente del combate:

En Salamanca, me siguieron por las líneas enemigas como lo hicieron los dragones británicos; ayer, que tan mal han cumplido con su deber durante la primera carga, se fueron lo suficiente lejos para dejarme en medio de las tropas enemigas. En el segundo ataque (después de haberme recuperado), a pesar de mis esfuerzos más audaces, no podía acercarme a menos de 20 metros del enemigo. «Me dejaron solo y desaparecieron ante los cascos franceses como las hojas ante el viento de otoño».

El general Beresford, al mando del ejército portugués, deseaba consecuentemente administrar un castigo ejemplar a su caballería por su defección en Majadahonda, pero Wellington lo impidió, «porque, incluso mala, tenía necesidad de la caballería portuguesa». Según fuentes del historiador Mané, el general en jefe británico no estaba menos descontento de este revés, que perdió los tres únicos cañones de toda su carrera, lo que le incitó a decir a propósito del combate: «Maldito suceso».​ Original en inglés: «A devil of an affair!»

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 07 Feb 2018 00:15

Batalla de MEDELLIN


Relevado del mando del ejército de Extremadura el general Galluzo, que se había retirado a Zalamea, por D. Gregorio de la Cuesta, avanzó este hasta Almaraz, de donde desalojó el 29 de enero a los franceses [en el ataque del puente, la artillería ligera consiguió ocupar, por un largo y penoso rodeo, unas alturas que lo dominan, desde cuyo punto apagó los fuegos de los cañones enemigos que defendían el paso, causando además graves pérdidas a los franceses.

El I cuerpo enemigo, compuesto de las tres divisiones de infantería de los generales Ruffin, Villatte y Leval, o sea unos 14.500 hombres y además 4.200 caballos y 48 piezas de artillería, al mando del mariscal Victor, fue enviado por el rey José sobre Extremadura contra el ejército de Cuesta, con la orden de avanzar hasta Mérida por el camino de Toledo a Talavera de la Reina.

Cuesta cortó el soberbio puente de Almaraz el 14 de marzo en el momento en que iba a atacarlo el enemigo, situándose la división de vanguardia, al mando del general D. Juan de Henestrosa, frente a dicha villa; la 1ª división, a las órdenes del duque del Parque, en Mesas de Ibor; la 2ª, a las del general D. Francisco de Trías, en Fresnedoso, y él se estableció en la posición central de Deleitosa con la 3ª, a cargo del marqués de Portago; componían todas las fuerzas al mando de Cuesta unos 14 ó 15.000 hombres, con 2.000 caballos y 30 piezas de artillería.

El 15 cruzaron el Tajo por el puente de Talavera los generales Leval y Lassalle, y corriéndose por la orilla izquierda protegieron el paso del mariscal Victor con la división Villatte por el puente del Arzobispo, apoyada de cerca por el general Ruffin, y el duque del Parque fue atacado por fuerzas superiores, teniendo que abandonar el 18 sus posiciones después de un obstinado y sangriento combate, retirándose a Deleitosa, no sin disputar el terreno palmo a palmo. Entonces el general Cuesta ordenó la retirada general, que hubo de efectuar apresuradamente, si bien se llevó a cabo con mucho orden , por Trujillo, puerto de Santa Cruz, Miajadas [ la caballería de Lasalle iba picando constantemente la retaguardia española que mandaba el general Henestrosa, el cual consiguió escarmentar varias veces a sus perseguidores.

El día 20 lanzó algunos escuadrones sobre el enemigo, pasado el desfiladero del Berrocal, y le causó más de 100 bajas; el 21, cerca de Miajadas, al descender del Puerto de Santa Cruz, habiendo observado que un regimiento de cazadores (el 10º) extremaba la persecución, hizo volver caras a los regimientos del Infante y dragones de Almansa, los cuales cargaron por un flanco, con tanto denuedo, a los escuadrones enemigos, que los acuchillaron y pusieron en fuga, causándoles en menos de diez minutos más de 150 bajas, con muy pocas pérdidas de su parte.

Murió gloriosamente en dicha carga el alférez de Almansa D. Antonio Baeza.] y Medellín, hasta Villanueva de la Serena, en cuyo punto se incorporó el 27 la división del duque de Alburquerque, procedente del ejército de la Mancha. Con este refuerzo, que no llegaba a 4.400 hombres, creyó ya Cuesta oportuno aprovechar el fraccionamiento de las tropas de Victor en Mérida y Medellín, y en la mañana del 28 avanzó sobre esta villa resuelto a presentar batalla al enemigo.

El ejército español desplegó en línea formando una media luna de una legua de largo, por delante de Don Benito, desde la orilla del Guadiana hasta Mengabril, ocupando la izquierda la división de vanguardia y la primera; la segunda, el centro, y la tercera, con la del duque de Alburquerque, la derecha, bajo el mando del teniente general D. Francisco Eguía. El general en jefe se situó a la izquierda con la mayor parte de la caballería. Línea tan extensa resultó débil en extremo y más no teniendo a retaguardia reserva alguna.


A las once de la mañana del 28, los franceses, ya concentrados, se presentaron frente a la línea española, pasando el Guadiana por el puente de Medellín. Por espacio de algunas horas pelearon los españoles con intrepidez, sosteniendo admirablemente la acción, hasta el punto de hacer perder terreno al enemigo, obligándole a formar los cuadros y en masas compactas, con las que causó gran estrago la artillería; y nuestros soldados, confiando ya en la victoria, amenazaban a los franceses con no dar cuartel, asegurando que los campos de Medellín serían sepulcro de todos ellos; más un incidente inesperado, trocó en un momento el probable triunfo en la derrota más espantosa.

Próxima ya el ala izquierda a asaltar una batería enemiga de diez piezas, amagaron una carga sobre ella los dragones de Latour-Maubourg; salieron a contenerlos los regimientos de caballería de Almansa y del Infante y dos escuadrones de Cazadores imperiales de Toledo; mas volviendo de pronto grupas, se declararon en fuga desordenada.

En vano el coronel de Jaén D. José de Zayas, que marchaba ya sobre la batería enemiga al frente de una columna de granaderos, apostrofa duramente a los fugitivos, tratando de contenerlos; en vano vuela a su encuentro el anciano general Cuesta para remediar tamaño desorden; todo es inútil; nuestros jinetes, turbados y ciegos por el pánico que les dominaba, arrollan a la infantería y al cuartel general atropellando al mismo Cuesta, que cayó derribado en tierra, pudiendo a duras penas volver a montar a caballo y salvarse; y los mismos que siete días antes se cubrían de gloria en Miajadas, huyen ahora descompuestos y embargados por el terror dejando abandonados a sus compañeros de armas al furor del enemigo, cuya caballería rompió pronto nuestra izquierda dispersándola completamente; el centro fue a su vez arrollado, quedando en el campo mortalmente herido el general Trías, y a la derecha, en la que se sostuvo algún tiempo el valeroso Alburquerque, se vio a su vez envuelta en la derrota general. Los dragones franceses, que se distinguían siempre por su ferocidad, vengaron con cruel saña a sus compañeros del 10º de húsares acuchillados en Miajadas, secundándolos en su obra de exterminio los demás cuerpos de caballería, que se cebaron en las bandadas de fugitivos que se veían por todas partes, y la infantería venía detrás rematando despiadadamente a bayonetazos a los heridos, recordando las amenazas de los españoles de no dar cuartel.


La matanza fue horrorosa [ dice Toreno que algunos años después blanqueaban todavía los huesos de los que perecieron en los campos de Medellín, teatro de una de las jornadas más infaustas para las armas españolas]; las pérdidas se elevaron a más de 10.000 hombres entre muertos, heridos y prisioneros, no llegando el número de éstos a 2.000 [contáronse entre los muertos el coronel de Cádiz D. Juan de Villalva y Angulo; el capitán D. Antonio Abaurre, que herido por una bala de cañón al principio del combate, murió a las pocas horas en Don Benito, y los oficiales de artillería capitán D. Francisco Rivespino y teniente D. Luis Mazuela.]; los franceses experimentaron unas 4.000 bajas, según un historiador de su nación, en las cinco horas que duró el combate. Los restos del ejército vencido se concentraron en Monasterio para cubrir el paso a Sevilla, asiento del gobierno supremo de la nación.

Los cuerpos que tan vergonzosamente habían huido fueron castigados por el severo general Cuesta, deponiendo de su empleo al coronel del Infante D. Joaquín Astrandi y a otros jefes y suspendiendo a los individuos de tropa del uso de una pistola. Esta arma les fue devuelta por orden de Cuesta de 11 de agosto del mismo año en Mesas de Ibor, después que volvieron por su honor, peleando valerosamente en la vanguardia, a que fueron destinados [dice el conde de Clonard que al final de la batalla se batió el regimiento de Almansa con heroísmo, sosteniendo la retirada de la infantería, por lo cual se le concedió el escudo de distinción, y que dicho cuerpo no usaba pistola. En la orden del general Cuesta devolviendo el uso de dicha arma a los cuerpos a quien se les había recogido, se incluye, sin embargo a los dragones de Almansa.].

Un cúmulo de circunstancias hicieron de esta batalla un hecho histórico singular, en el que el azar también contó con un papel destacado:

El nombramiento del General Cuesta fue debido a una imposición popular ejercida por el pueblo de Mérida para que tomase el mando del Ejército de Extremadura, cuando se encontraba aquél de paso por esta ciudad acompañando a la Junta Central en calidad de prisionero. La Junta Central, como consecuencia de la caída de Madrid, había salido rápidamente de Aranjuez y dirigía a Sevilla, por Mérida. El mismo presidente de la Junta Central, el Conde de Floridablanca, ante el temor de un motín de los ciudadanos de Mérida hubo de apoyar el nombramiento del general, al que poco antes había destituido, y relevar de su puesto al general Galluzo, que fue sometido a proceso sumario en Sevilla.

La inexplicable e insensata maniobra del mariscal Víctor cruzando el Guadiana y la fortuita avería de un carro de artillería cuando dio la contraorden a sus tropas de salir de Medellín. Siguiendo un ejemplo de cómo no debe cruzarse un río ante un enemigo próximo el mariscal Víctor cruzó el río por un sólo lugar (el estrecho puente de Felipe IV de Medellín, de 430 m de longitud) sin haber reconocido el terreno con detenimiento y quedando a merced del ejército español todo su ejército durante el todo el tiempo que tardara el paso. (Sañudo Bayón y otros, 2001: 83). El propio Víctor reconoce su error ese mismo día a Vigo-Rousillón:

"Me quedé sorprendido, después de haber cruzado el Guadiana por el puente de Medellín, al ver a los españoles desplegados en batalla y en muy buen orden. La división alemana y la 3ª división ya estaban comprometidas. Di la orden de volver a repasar el puente, (pero) afortunadamente no se me obedeció y eso fue lo que proporcionó la victoria. Cuando comenzaba el movimiento de retirada un carro de artillería se averió en el puente y lo bloqueó. En este momento crítico el general Lasalle, al mando de la caballería, los coroneles Lacoste del 27 ligero, Mouton-Duvernay del 62, Combettet del 94 y Pecheaux del 95, tomaron ellos solos la decisión de marchar sobre el enemigo." En Sañudo Bayón y otros.

La marcha favorable de la batalla para las tropas del general Cuesta, hasta que dos regimientos (Almansa e Infante) y dos escuadrones de Cazadores Imperiales de Toledo inician un movimiento con poca decisión -aproximadamente en los altos de Retamosa-, se desordenan ante el batallón que se interpone en su camino e inician una huída a galope. De esta manera los dragones de Latour-Mabourg rompen la infantería y envuelven el ala izquierda española.

La tremenda crudeza de la batalla con las brutales cifras de heridos y muertos, aunque las estimaciones varían según los relatores entre 10.000 y 14.000 españoles. En cualquier caso se trató de una auténtica carnicería, en la que las distintas fuentes francesas intentan justificar la masacre llevada a cabo por la caballería, acabando a bayonetazos con los fugitivos que intentaban ganar las montañas.

"... los franceses no hicieron prisioneros en veinticuatro horas. Así, todo el que fue capturado era fusilado o ametrallado contra la muralla de la iglesia de un pueblo llamado Don Benito." (Testimonio de Charles-Philipe de Preisac, noble francés herido y superviviente de la batalla, que participó en ella como capitán en el ejército español).

"De las 10.000 bajas estimadas en el ejército de Extremadura, solamente 1850 fueron prisioneros, el resto muertos o heridos rematados... Afortunadamente, por la tarde se desencadenó una impresionente tormenta que detuvo a la caballería francesa y salvó la vida de muchos más hombres". (Sañudo Bayón y otros, 2001: 95)

"A la mañana siguiente, ... sobre el campo de batalla se veían muertos diseminados aquí y allá indicando solamente por su número, mayor en ciertos puntos, el emplazamiento de las líneas o de las columnas durante el combate, pero allí estaban, con toda la dureza del término, apilados unos sobre otros. De entre estos muertos se habían levantado unos 4.000 heridos que se habían reunido en Medellín y encerrado en una iglesia situada sobre una altura que dominaba la ciudad; les visité... y estos desgraciados me ofrecieron un aspecto deplorable; casi todos estaban heridos muy gravemente; no había nada para darles de comer, nosotros mismos careciamos de víveres. Durante varios días permanecieron sin otros socorros que los que pudieron darles algunos de nuestros cirujanos más compasivos".

"Ningún ejército español había sufrido, hasta entonces tantas bajas"
(Sañudo Bayón y otros, 2001: 99)

El importante significado de la batalla para el pueblo español. A pesar de su derrota, se consigue frenar de forma importantísima el avance del ejército francés hacia el sur. La incomunicación progresiva a que se ve sometido el mariscal jefe del I Cuerpo (el mariscal Víctor) le hace desistir de su avance hacia Sevilla o el Alentejo, de hecho se fortifica en Medellín y Mérida, y antes de tres meses -amenazado de nuevo por Cuesta en su frente Sur y por el ejército británico que remonta el Tajo desde Portugal-, tiene que retirarse primero hasta Almaraz y después hasta Talavera.

De hecho la Junta de Extremadura y la Junta Central comprenden el sacrificio al que habían llevado al ejército de Extremadura, procediéndose al revés que de costumbre, no sólo no destituyendo al General Cuesta sino que el mismo día 1 de abril se la promueve al empleo de Capitán General.

El papel de sublevación popular que despertó la sangrienta batalla. Esta consecuencia la dejamos en la pluma del mariscal francés Jourdan:

"En otras partes de Europa, dos batallas como las de Medellín y Ciudad Real habrían llevado a la sumisión de los habitantes y los ejércitos victoriosos habrían podido continuar sus operaciones. En España era todo lo contrario: cuantos más reveses sufrían los ejércitos nacionales las poblaciones se mostraban más dispuestas a sublevarse y a tomar las armas. Cuanto más terreno ganaban los franceses su situación se volvía más peligrosa". En Sañudo Bayón y otros (2001: 85).

(Extractadas de una entrevista mantenida con el coronel don Juan José Sañudo Bayón).

1º. El general Cuesta presenta batalla en Medellín porque se lo ordena la Junta de Extremadura, residente en Badajoz. Él sabe que no está en condiciones de hacer frente a Víctor. Ni la tropa está formada, ni los oficiales tienen suficiente preparación ni experiencia. A pesar de todo Cuesta tiene que obedecer a una Junta que quiere frenar a Víctor, que está 'dejándose ver', haciendo incursiones importantes en tierras extremeñas. Cuesta expone su punto de vista como técnico militar, pero se ve obligado a obedecer ante la amenaza de un consejo de guerra. No olvidemos que el general Galluzo acababa de ser destituido por segunda vez. Por tanto, cumple la orden.

2º. Cuesta no es un general decrépito como lo han querido ver algunos historiadores militares, sino un militar de prestigio y un buen estratega. En la preparación de la batalla de Medellín atrajo con estratagemas (contactos puntuales, refriegas calculadas, etc.) a la vanguardia del ejército del duque de Bellune a un terreno totalmente favorable y que conocía bien. Su estrategia impecable pasaba por 'esconder' a sus hombres en las Vegas de Ortigas, del Martel y del Guadiana, aprovechando la 'neblina' o bruma que envuelve muchas mañanas de primavera toda la ribera del Guadiana y estas vegas colindantes; y lo consiguió.

3º. Cuando la mitad de la tropa francesa ha cruzado el puente del Guadiana, el mariscal Víctor se da cuenta de la trampa urdida por el general Cuesta y, a lo largo de dos horas, duda sin atreverse a dar la orden de retirada o de pasar al resto de la tropa. El 'suceso' del carro 'averiado' en mitad del puente es una excusa que inventa Víctor para disimular que le han ganado la partida. Sólo hay que pensar que el puente tiene anchura suficiente para permitir circular, a pesar de que estuviera obstaculizado un carril, y que remover un obstáculo semejante se tarda unos minutos arrojándolo por el pretil del puente para quedar el camino libre. Víctor, en un determinado momento llega a dar la orden de retirada a la otra orilla del Guadiana.

4º. Cuesta, contando con la superioridad del conocimiento del terreno y la sorpresa, avanza de forma de forma lenta y prudente sobre las tropas francesas, pero no puede hacerlo como hubiera sido de esperar o su deseo, en una batalla al uso, porque sabe que sus hombres son prácticamente reclutas. En un momento de la batalla ocurre que nuestra caballería vuelve grupas, como lo hizo tantas veces, debido al miedo que inspiró la superioridad de la caballería enemiga, dejando a la infantería indefensa, rodeada y lista para el desastre.


La caballería española era muy inferior a la francesa. Los caballos españoles eran de menor alzada y los jinetes, ni estaban suficientemente entrenados ni sabían apenas manejar el sable…

5º. Pero la derrota de Medellín no es culpa del General Cuesta, sino de la Junta que le obliga a presentar batalla, desoyendo su argumentación. En el fondo, late una profunda realidad, tantas veces recordada: las guerras las ejecutan los militares, pero las dirigen los políticos.

6º. La matanza del mariscal Víctor en Medellín se explica debido a que el general Cuesta había dado orden expresa (hay constancia documental) de 'no hacer prisioneros' en la acción de Miajadas. De hecho, el propio hermano de Napoleón, José I, llamó a capítulo al mariscal Víctor por la 'carnicería' de Medellín; toda vez que pretendía ser un rey aceptado por los españoles. Éste se excusó argumentando una represalia por la actuación de los españoles en Miajadas.


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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 07 Feb 2018 11:33

Batalla de MEDINA DE RIOSECO


La batalla de Medina de Rioseco o batalla del Moclín fue una batalla que se produjo en los inicios de la Guerra de Independencia Española el 14 de julio de 1808 en las inmediaciones de Medina de Rioseco (actualmente, en la provincia de Valladolid) que se saldó con la derrota del Ejército español comandado conjuntamente por los generales españoles García de la Cuesta y Joaquín Blake frente al mariscal Jean-Baptiste Bessières.

Tras la victoria francesa del 12 de junio en la batalla de Cabezón, una parte de sus tropas entró en Valladolid, evacuada tres días más tarde. Bessières, que no andaba sobrado de efectivos, y ante los informes que recibía relativos a alistamientos, concentración y movimientos de tropas españolas, desembarco de las inglesas, etc., desguarneció Valladolid, lo cual incitó a García de la Cuesta a tratar de recuperar posiciones en la llanura castellana.

Vencido en Cabezón, García de la Cuesta condujo a su hueste hacia el norte de la provincia, a Benavente, donde se le unen los reclutas locales, los leoneses de la Junta del Reino de León y dos regimientos expedidos, a regañadientes, por la Junta asturiana; el Regimiento Covadonga y el Regimiento de Cangas de Tineo. Unos 10 000 soldados de infantería de nuevo cuño, mal reglados, en quienes por su cantidad y calidad no podía fiar las esperanzas de una maniobra ofensiva. La salvación radicaba en el Ejército de Galicia, relativamente importante, dirigido por Joaquín Blake, dependiente de la Junta del Reino de Galicia, para la cual Cuesta despacha a Zayas Chacón. Los políticos gallegos transigieron en enviar a su gente a Castilla, aunque en privado desconfían del capitán general-presidente, razón de que condicionasen la ayuda a la autonomía de mando.

A principios de julio los dos ejércitos se dan la mano en el valle del Bierzo. Cuesta y Blake conciertan un plan de ataque: lanzarse sobre Valladolid para ascender en dirección a Palencia y separar a Lasalle del resto de unidades del Cuerpo de Observación. Bessières, que tiene al corriente al emperador de la agrupación de contingentes españoles, no aparta los ojos del prioritario tramo Burgos-Valladolid, y recibe refuerzos.

Los ejércitos de Galicia y Castilla marchan sobre Valladolid. Los franceses hacen lo propio mirando a Benavente. Cuesta, tan desorientado como Blake, pasa a una veintena de kilómetros de las columnas francesas. Al tiempo que dubita, llama en auxilio a los gallegos, y permanece inmóvil, augurando un inverosímil ataque imperial desde Valladolid, planteamiento secundado por el Ejército de Galicia que se situó en la meseta de Valdecuevas, en tanto que el de Castilla quedó en el llano frente a Rioseco, sancionando el desatino:

(…) la situación de uno y otro Ejército no podía ser más absurda. Uno arriba y avanzado, y el otro abajo y retrasado. Cualquier acción coordinada hubiera sido un auténtico milagro (…) la brecha que dejaban entre sí ambas formaciones será más que una invitación a los franceses para que penetrasen por ella, partiendo en dos a los ejércitos españoles y batiéndolos separadamente.

(…) Divididas en dos trozos, dejan entre ellos los Generales un claro tan considerable, que más bien podrían considerarse contrarias, que unas mismas. Errores, cuyas consecuencias muy luego se experimentan.

Desarrollo de la batalla


Paraje del Páramo de Valdecuevas, en el término municipal de Medina de Rioseco. Este paraje fue testigo de la batalla de Rioseco entre los ejércitos españoles (Ejército de Galicia) y los franceses.
Enterado del movimiento de las tropas españolas, Bessières organizó un ejército de campaña de unos 14 000 hombres que marchó rápidamente a detener a los españoles. El choque se produjo en Medina de Rioseco, con las tropas españolas divididas en dos partes muy distantes, situadas sin protección en los flancos y con una línea de retirada muy reducida. Bessières decidió atacar por el medio, envolver y aplastar a los gallegos primero y después a los castellanos de Cuesta que, al comienzo de la batalla, habían sido contenidos. La operación fue un éxito francés: Blake perdió cerca de 3000 hombres y toda su artillería, mientras que los franceses sufrieron menos de 500 bajas y aseguraron el camino a Madrid para José I que se había detenido en Burgos. Para el emperador esta batalla suponía la solución definitiva de los asuntos de España, y para el pueblo español, conocer los horrores de la guerra, pues los prisioneros fueron ejecutados y el pueblo de Medina de Rioseco saqueado.

Consecuencias

La derrota española supuso la ocupación de Castilla por las tropas francesas, empezando por las ciudades de Valladolid y de Santander unos días después. Sin embargo, la victoria de Bessières no acaba con la rebelión de Zaragoza, que pronto contagia a Logroño. En Cataluña, las tropas francesas son derrotadas dos veces en el Bruc, mientras que la sublevación de Gerona corta las líneas de suministro con Francia. En Oporto, las tropas españolas devuelven la autoridad a las instituciones portuguesas y prenden a sus hasta entonces aliados franceses. En Andalucía, Dupont sufre la derrota de Bailén cinco días después de Medina de Rioseco (19 de julio) frente a las tropas del general Castaños: la Guerra de la Independencia se extendía a todo el país.

[b]Actos conmemorativos[/b]

Desde el año 2003 Medina de Rioseco celebra los actos en honor de los caídos en aquella batalla, con una reconstrucción histórica del combate. En 2008 se dieron cita en la ciudad más de 600 integrantes de grupos de reconstrucción histórica de toda Europa y Estados Unidos de América. También se realizaron actos militares y civiles conmemorativos.

En el año 2009 se solicitó a la Junta de Castilla y León, la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) para el campo de batalla.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 07 Feb 2018 14:51

Batalla de MOLINS DE REY


La batalla de Molins de Rey fue un combate de la Guerra de la Independencia Española librada el 21 de diciembre de 1808 en en el Bajo Llobregat en el Principado de Cataluña (España).

Una vez roto el bloqueo de Barcelona (17 de diciembre de 1808) por parte de las tropas francesas del 7º cuerpo del Ejército Napoleónico, dirigidas por el general Laurent Gouvion Saint-Cyr, este decide atacar de nuevo las tropas españolas que se habían reagrupado en la denominada línea del Llobregat. La línea del Llobregat tenía su ala izquierda en Pallejá, el centro en el puente de Molins, o puente de Carlos III y en los cerros de San Vicente dels Horts, y el ala derecha en Santa Coloma de Cervelló, mientras que también se vigilaban los vados de San Felíu y San Juan Despí. Las tropas Españolas, comandadas por el general Réding, estaban compuestas por unos 18 000 hombres (12 000 provenientes de las tropas que el conde de Cadalgués había retirado del bloqueo de Barcelona y 6000 supervivientes de la batalla de Llinars-Cardedeu) y mucha artillería.

La batalla

Sin dar tiempo a que el enemigo se reorganizase, las tropas de Saint-Cyr se desplegaron en la orilla izquierda del Llobregat, con Molins de Rey a su derecha. Reding dudó sobre la conveniencia de retirarse hacia el núcleo de Ordal o resistir, y en esa vacilación perdió la oportunidad de retirar las tropas. Las fuerzas españolas esperaban el ataque principal por el puente de Molins de Rei. El ejército francés simuló un ataque por este punto, pero cruzó el Llobregat por el vado de San Felíu con la división de Domenico Pino y por el de San Juan Despí con la división de Joseph Souham.

La brigada Fontaine de la división Pino tomó posiciones en las alturas de Llor (en San Baudilio de Llobregat y de Santa Coloma. El flanco izquierdo y la retaguardia española se vieron desbordadas. Los intentos que se hicieron por variar el frente hacia el sur fueron inútiles. Dando la batalla por pérdida y viendo peligrar la ruta de retirada hacia Tarragona, los españoles se dieron a la fuga por Corbera de Llobregat, el único camino posible.

A las 10 de la mañana llegó el general Juan Miguel de Vives y Felíu que quedó rodeado por la desbandada general. Las tropas francesas persiguieron a los españoles durante 15 horas: la división de Joseph Chabran por el camino de Igualada hasta Martorell y la de Chabot hasta San Sadurní de Noya, mientras el resto del 7º ejército se dirigía hacia Tarragona. Saint-Cyr estableció el cuartel general en Villafranca del Panadés, mientras Souham llegó hasta Vendrell La división Pino hasta Sitges y Villanueva y la Geltrú.

Consecuencias

Los franceses capturaron 1200 prisioneros entre ellos el general Conde de Caldagués, los coroneles Silva, Desvalls y Donavan. Se perdieron 50 piezas de artillería y en Villafranca del Panadés fueron capturadas grandes cantidades de armas y munición. Esta derrota junto con la que acababa de suceder en Cardedeu produjo fuertes disturbios en Lérida y Tarragona. En Tarragona los amotinados exigieron y obtuvieron la destitución del general Vives del mando del ejército del Principado. El general Réding lo sustituyó e inició la reorganización de las fuerzas en Tarragona.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 07 Feb 2018 15:22

Batalla de OCAÑA


La batalla de Ocaña fue un enfrentamiento militar de la Guerra de la Independencia Española. Tuvo lugar el 19 de noviembre de 1809 junto al municipio toledano de Ocaña. Enfrentó a un ejército francés de unos 40.000 infantes, 6.000 caballos y numerosa artillería al mando del Mariscal Soult con otro español de unos 51.869 hombres, de los cuales 5.766 eran de caballería, con 55 piezas de artillería al mando del general Aréizaga.

Después de la batalla de Talavera, Francisco de Eguía sucedió al general Cuesta en el mando del Ejército de Extremadura. Cumpliendo las órdenes de la Junta Central, Eguía pasó a reunirse con el Ejército de La Mancha, que derrotado en la batalla de Almonacid se había instalado en Sierra Morena, sentando a finales de septiembre su Cuartel General en el municipio ciudarrealeño de Daimiel, donde tomó el mando. Situado el ejército inglés de lord Wellington en Portugal, Eguía sólo había dejado en Extremadura unos 12.000 hombres al mando del duque de Alburquerque.

El ejército formado por la Junta Central era el mejor y más fuerte que España había conseguido reunir tras el desastre de Tudela, gracias a los uniformes, las armas y el equipamiento enviados por los aliados británicos. Los efectivos con los que contaba el 3 de octubre eran 51.896 infantes, 5.766 caballos, 35 piezas de artillería y algunas compañías de zapadores.

En cuanto al ejército francés, ya concentrado de nuevo después de su victoria de Almonacid de Toledo, efectuó un movimiento ofensivo en dirección a Daimiel, por Villarrubia de los Ojos con el I Cuerpo al mando del mariscal Víctor, y por Villaharta a Manzanares con el IV Cuerpo del mariscal Sebastiani, lo que obligó de nuevo al Ejército de La Mancha a volver a su refugio de Sierra Morena. Este hecho disgustó en extremo a la Junta Central, que acariciaba la idea de arrojar al enemigo de Madrid, y el general Eguía fue destituido debido a su irresolución y conducta en extremo prudente, sucediéndole en el cargo el general Juan Carlos de Aréizaga, quien se había dado a conocer recientemente en la batalla de Alcañiz y se encontraba en Lérida, comisionado por el general Blake para preparar la resistencia de la ciudad a los ataques de los franceses de Aragón. Fue nombrado Jefe del ejército del Centro el 22 de octubre de 1809, tomando posesión al día siguiente.

Movimientos previos

El 3 de noviembre, Aréizaga se traslada con sus tropas pasando del Cuartel general a Santa Cruz de Mudela y el 7 de noviembre a Herencia. Las tropas de Aréizaga estaban organizadas en una vanguardia, siete divisiones de infantería y otra de caballería, mandadas respectivamente por los brigadieres Zayas, Luis Lacy, Gaspar de Vigodet, Pedro Agustín Girón, Francisco González Castejón; mariscales de campo Tomás de Zeraín y Pelegrin Jácome; brigadieres Francisco Cópons y mariscal de campo Manuel Freire, muy experto el último en el manejo de la caballería.

La caballería precedía al ejército para explorar el terreno, que se apresuraban a abandonar los jinetes imperiales franceses de Milhaud y París al ver la rapidez con que avanzaban los españoles. A pesar de ello, tuvieron lugar algunos combates, como sucedió en la Cuesta del Madero y a las mismas puertas de Ocaña, junto a cuya villa se encontraba ya reunido el 11 de noviembre todo el ejército español, habiéndola abandonado la noche anterior la brigada Milhaud y la división polaca del IV Cuerpo, que se replegaron hacia Aranjuez.

Aréizaga se dispuso el 14 de noviembre a efectuar el paso del Tajo, la División Lacy por Colmenar de Oreja y el resto del ejército por Villamanrique de Tajo, donde a uno y otro vado desplegaron los ingenieros españoles dos puentes de carros. Dicha operación se vio entorpecida por un temporal que duró tres días. Este inesperado contratiempo desconcertó a Aréizaga y desistió de ella, perdiendo un tiempo precioso, pues mientras él permanecía en Santa Cruz de la Zarza en la mayor indecisión, los franceses reunían en Aranjuez todas sus fuerzas al mando del rey José Bonaparte en persona, con el mariscal Soult: 40.000 infantes, 6.000 caballos y numerosa artillería que mandaba el general Sénarmont. Sin embargo, recelosos todavía los franceses y sin resolverse a tomar la ofensiva, dejaron que Aréizaga avanzase de nuevo a Ocaña el 18 de noviembre, donde hubo un choque de caballería en Ontígola, pudiendo el general español establecer allí tranquilamente sus tropas en la mañana del 19 de noviembre, al saber que los franceses habían al fin determinado atacarle.

Primeros ataques

El Ejército español formó en dos líneas a derecha e izquierda de Ocaña con la caballería en los flancos: el grupo mayor, mandado por el general Freire, a la derecha, un poco a retaguardia y el otro grupo al mando del coronel Ossorio. A las diez de la mañana rompieron el fuego las guerrillas de uno y otro ejército, dirigiéndose el mariscal Mortier con las divisiones polaca y alemana del IV Cuerpo, apoyadas por otra del V Cuerpo, contra la derecha y centro del ejército español, mientras la de Dessolles se presentaba al frente de Ocaña por la derecha de aquéllas y el general Sénarmont establecía casi toda la artillería de ambos cuerpos en una prominencia que dominaba perfectamente el campo de acción, quedando en reserva con la Guardia Real y las tropas restantes.

La caballería imperial francesa, puesta a las órdenes del general Sebastiani, dio un gran rodeo para practicar un movimiento envolvente sobre la derecha española, objetivo principal del ataque.

Comienza la batalla

La primera acometida de los soldados polacos fue rechazada por los españoles, que salieron a su encuentro y sólo pudieron ser contenidos en su avance por la artillería francesa, bajo cuya protección se rehizo de nuevo el frente polaco. El frente español reiteró el ataque con más energía y pese a los esfuerzos de su artillería fue empujada la línea española a retaguardia, teniendo al fin que efectuar un cambio de frente, ante la amenaza de la caballería de Sebastiani que se divisaba ya hacia su flanco.

Dicho movimiento, difícil en circunstancias tan críticas, incluso para tropas veteranas, lo efectuaron las tropas españolas, unas en desorden, otras con el mayor aplomo y serenidad, sobre todo las de la 1.ª División, cuyo jefe, el brigadier Lacy, empuñando la bandera del regimiento de Burgos para alentar a los suyos, escarmentó a los que de cerca le acosaban, siendo herido el general francés Lewal, que perdió además uno de sus ayudantes. También fue gravemente herido, por la parte española, el marqués de Villacampo, ayudante de Lacy.

Viendo el mariscal Mortier que flaqueaba su primera línea, mandó a Girard que con su división (la 1.ª del V Cuerpo) marchase por los intervalos de aquélla contra los españoles, los cuales, observando que por su izquierda las tropas de Desolles estaban próximas a penetrar en Ocaña y que por su derecha la caballería española huía ante la gran masa de jinetes franceses dispuestos a la carga, cedieron al fin buscando el apoyo de la vanguardia.

Final de la batalla

Poco más tarde del mediodía, la caballería imperial francesa, dejando cortados en su rápido movimiento envolvente regimientos enteros, obligó al ejército español a rendir las armas. En las filas españolas, todo fue confusión y pánico, siendo impotentes los jefes y oficiales para contener la dispersión.

Zayas, recibiendo a cada instantes órdenes contradictorias, se mantuvo algún tiempo en su puesto, pero ocupada la villa de Ocaña por los soldados de Girard y de Desolles, tuvo también que retirarse, aunque lo hizo en buen orden, retrocediendo paso a paso hasta llegar a Dosbarrios, donde fue al fin envuelto en la derrota general. Tan sólo la división Vigodet pudo mantenerse unida y en formación ordenada gracias al ejemplo del regimiento de la Corona, cuyo Cuerpo, rodeado de franceses, juró ante su coronel José Luis de Lioni no separarse de sus oficiales, y salvar cinco piezas de artillería con sus carros de municiones, sirviendo aquella División de núcleo para que se le reuniesen algunos Cuerpos de las restantes y unos 200 caballos. Esta columna se dirigió a Yepes, más tarde a La Guardia, y hallando este pueblo ocupado por el enemigo a Turleque, en cuyo punto volvió a ponerse a las órdenes de su general en jefe, sin haber dejado en tan largo y tortuoso camino ni un hombre ni una pieza.

Aréizaga permaneció durante toda la batalla encaramado en una de las torres de Ocaña, atalayando el campo, pero sin dar disposición alguna ni dirigir la marcha del combate y después tomó el camino de Dosbarrios, La Guardia y Daimiel, donde el 20 de noviembre informó a la Junta Central de la catástrofe. Ésta fue espantosa, pues 4.000 hombres resultaron muertos o heridos, de 15.000 a 20.000 prisioneros y se perdieron 40 cañones, equipajes, víveres, etc., casi todo el material del ejército español. El regimiento de España perdió sus dos primeros jefes, 35 oficiales y 800 soldados entre muertos, heridos y prisioneros; el de Málaga las dos terceras partes de su fuerza, y así la mayor parte de los Cuerpos. A pesar del desastre y la derrota sufrida, Aréizaga recibió el agradecimiento de la Junta Central y compensaciones por los servicios prestados.

Anécdotas

Algunos Cuerpos, como el Batallón de Vélez-Málaga, se abrieron paso a la bayoneta por las calles de Ocaña; los batallones de Burgos y Chinchilla dieron también brillantes cargas. La Compañía de granaderos de Bailén, de la que era capitán Francisco Zavala, consiguió, auxiliada por el ayudante Valentín de Torres y los subtenientes Manuel Sánchez y Pedro López, desembarrancar una batería y salvar a brazo las piezas.

El cabo Antonio Martín, de la Compañía de Voluntarios de Sevilla, viendo al subteniente abanderado herido y postrado en tierra, recogió de sus manos la bandera y, rodeándola a la cintura debajo del uniforme, la mantuvo oculta todo el tiempo que estuvo prisionero, hasta que, habiendo logrado fugarse, pudo presentarla el 31 de diciembre a su general en jefe en La Carolina. Fue recompensado con la subtenencia de la misma bandera (según Gaceta del 3 de abril de 1810).

El sargento de Córdoba, Andrés Quercó, al ver que el enemigo arrebataba una de las banderas del regimiento, pasó por entre las filas contrarias y llegando al punto donde estaba la bandera, se apoderó de ella dando muerte al que la empuñaba y se reunió después con su Cuerpo en Puertollano, ostentando su glorioso trofeo.

La tradición popular atribuyó escenas de gran valor y alta moral, si bien muy poco probables, como la del soldado de Málaga que al ser conducido al hospital a hombros de sus compañeros, pues había perdido ambas piernas por el impacto de un cañonazo, tiró al aire su chacó al ver a su regimiento y exclamando: ¡Esto no es nada, compañeros: viva Fernando VII!

En esta batalla participó el general chileno José Miguel Carrera Verdugo, uno de los próceres de la Independencia de Chile y actor importante de las batallas entre unitarios y federales argentinos. Tras una serie de batallas en España donde demostró su valor, en Ocaña fue herido de una pierna, acción que le valió el ser condecorado con la "Cruz de Talavera" y el ser ascendido a Sargento Mayor del regimiento “Húsares de Galicia”..

OTRAS FUENTES

TESTIMONIOS

Dos Barrios 19 de noviembre de 1809
ORDEN GENERAL DEL EJERCITO FRANCÉS
S.M. se apresura a dar a conocer al ejército que las tropas imperiales del cuarto y quinto cuerpo, con la caballería de su dotación, y la tercera división de dragones, la guardia real de S.M. el REY de España, y algunas tropas españolas al servicio de S.M. han alcanzado en Ocaña una victoria señalada.
El ejército de la Mancha, que había recibido numerosos refuerzos del de Extremadura, con los cuales ascendía a 55000 hombres, ha sido destruido: todos sus bagajes, toda su artillería, y 30 banderas han caído en nuestro poder; los cañones tomados hasta ahora son 50. El número de prisioneros, entre los cuales se cuentan tres generales, seis coroneles y 700 oficiales de todas graduaciones, asciende ya a 25000; la tierra está sembrada de cadáveres, 40000 fusiles han quedado sobre el campo de batalla.
A cada instante llegan más prisioneros, y se cree que su número subirá a 300.
Parece positivo que no queda al ejército enemigo un solo batallón en estado de combatir.
El primer cuerpo del ejército, que no tenía enemigos delante, ha pasado el Tajo por Villamanrique. Su vanguardia ha hecho 1000 prisioneros, y cogido una gran cantidad de equipajes.= El mariscal del Imperio, mayor general = Firmado, duque de Dalmacia.= Por ampliación, el general de división, ayudante mayor general, Daultanne.


INFORMACIÓN PUBLICADA EN LA GACETA DE MADRID
Aranjuez 19 de noviembre
El ejército de Andalucía, después de reforzado por el de Extremadura, se había aventurado a tomar posición en Ocaña, y aun llegaron a lisonjearse sus jefes y la junta de Sevilla que podía tomar la ofensiva, pasando el Tajo más arriba de Aranjuez.
El REY dejándolos por algunos días en esta confianza, preparó la reunión de varios cuerpos del ejército con tal rapidez y oportunidad, que hoy al amanecer logró encontrar, en la posición de Ocaña, a todo el citado ejército reunido y compuesto de unos 60000 hombres.
La acción principió por un fuerte cañoneo; pero decidido muy luego el ataque de la derecha de los enemigos, y dirigido en todas partes con la mayor maestría, la victoria de las armas de S.M. ha sido completa, y su resultado el de coger mas de 15000 prisioneros, casi toda la artillería y los equipajes.
El alcance se seguía todavía esta noche, y según opinan los mismos prisioneros, apenas se libertará otra tropa que parte de la caballería.
A pesar de tan glorioso y brillante resultado, el corazón del REY solo podría considerarlo completo si produjeses la tranquilidad de la España y le dejase trabajar para su felicidad.
Madrid 21 de noviembre
Ayer a las cinco y media de la tarde, esto es, a las 48 horas de su salida, entró el REY en esta capital, después de haber destruido completamente un ejército de 60000 hombres. S.M. podría decir como Cesar: veni, vidi, vici.

TESTIMONIO DE UN COMISIONARIO DE LA JUNTA CENTRAL

Señor :
Con cuanto dolor me veo en la precisión de manifestar a V.M. la desgraciada suerte que en este día ha experimentado este ejército. Entre 7 y 8 de esta mañana empezó el fuego por las guerrillas de una y otra parte, hasta las diez que se formalizó el ataque, a cuya hora me presenté, y observando una y otra línea que la del enemigo estaba situada de la parte de allá de Ocaña por la derecha e izquierda del pueblo y la nuestra de la parte de acá del mismo, la que por buen rato sostuvo un fuego sumamente vivo, pero como a las dos horas de esto se empezó a experimentar, particularmente por el centro, una corta dispersión a este tiempo, los enemigos hicieron un movimiento sobre nuestra derecha que amenazaba envolverle. Con este motivo se aumentó la dispersión en términos de no poderla contener. Los enemigos se aprovechan de la ocasión, nuestra caballería está tímida y consiguen romper la línea y envolver nuestra derecha y últimamente estos S.S. de la Junta de la Carolina que me acompañaban, se vieron arrollados como yo por nuestra caballería. La pérdida de nuestras tropas la conceptuó de bastante consideración, igualmente de la artillería. El general en jefe y algunos de División en los últimos momentos les vi muy apurados, no se que habrá sido de su suerte, y por consiguiente y por si este da la desgracia de que no pueda tomar las providencias oportunas para los puntos de Sierra Morena que serán donde podamos conseguir la reunión. Oficio con esta fecha al general de aquel cantón: el Conde de San Agustín de Toro Hermoso, para que sin perder momento, valiéndose de las Juntas de Jaén y Córdoba, proporcione no solo poner a cubierto dichos puntos, sino que en ellos contenga y reúna los dispersos de este ejército.
Villa Cañas 19 de noviembre de 1809
Juan de Dios Gutiérrez Ravé

DESPACHO DE ZAYAS
Excelentísimo Sr. :
En cumplimiento de la orden que por el conducto del mayor general de infantería recibí de V.E. para que detalladamente participase las ocurrencias de la división a mi mando en la acción del 19 del pasado sobre Ocaña, con expresión de los muertos, heridos y prisioneros y acciones distinguidas que puedan haber hecho algunos individuos y por el contrario digo: Que al amanecer del dicho día mande al teniente coronel D. Josef Villalobos, comandante de las partidas de guerrilla de caballería, se adelantase hasta dar con los enemigos, y para sostenerle recibió orden el teniente coronel D. Antonio Ramón, comandante del cuerpo volante de infantería, siguiendo a ambos muy de cerca el todo de la vanguardia, que debía obrar en unión con la 2ª y 3ª división al mando del brigadier D. Gaspar Bigodet y del mariscal de campo D. Pedro Agustín Girón, el cual por su mayor antigüedad y disposición de V.E. ejercía el mando.

Ocaña, que se halla situada en una llanura inmensa llamada la Meseta, está cortada por el frente, que da vista al camino de Aranjuez, por un profundo barranco que se extiende por su derecha casi hasta los Olivares de Noblejas y Villarubia, la izquierda es una ceja o continuación de la misma meseta que se adelanta a tiro de cañón, hasta morir en el camino Real que limita y encajona, inutilizándolo para las marchas en guerra cuando el enemigo está cerca. Del mismo pueblo sale un camino de carretas, llamado el de Ontigola o camino viejo de Aranjuez, dificultosísimo para la subida de la artillería pero que se convierte después en una gran llanura a igual nivel de la meseta. Es pues por ese camino que dirigí mi marcha y el que debían seguir las otras divisiones. Aun bien no habían llegado a lo alto todos los cuerpos de la división, cuando Villalobos me anunció la proximidad de los franceses en gran número. Continué adelantando por si conseguía detenerlos, pero no tardé en recibir segundo parte en que me expresaba venían sobre el galope sin que le hubiesen dado lugar a reconocer su fuerza total.

Al momento mandé desplegar por batallones en masa y viendo que el fuego de las guerrillas estaba ya sobre mí hice mis disposiciones para recibir la caballería, previniendo de este movimiento y novedad a Giron. En esta situación se presentó V.E. y tuve el gusto de manifestarle: que las tropas que tenía el honor de mandar, estaban llenas de confianza y deseaban se las emplease con la distinción a que su valor tantas veces acreditado en esta guerra le daba derecho; V.E. dispuso entonces retrocediese y viniese a ocupar la primer posición que había tenido, apoyando mi derecha al pueblo y extendiéndome casi paralelo al camino Real a Dos Barrios; esta operación se efectuó con orden y prontitud, dejando cubierto, con las compañías de cazadores de los cuerpos, el frente del pueblo y avenidas de Aranjuez y Ontigola; mientras que el cuerpo volante y guerrillas de caballería continuaban batiéndose con el mayor denuedo.

En esta situación permanecieron condenados a no hacer nada los valientes de la vanguardia, hasta que a las diez y media se presento el coronel del Real Cuerpo de Artillería D. Manuel de Llanos con la voz de V.E. para que atacase, sin determinar el punto ni objeto; en consecuencia marché por la más corta distancia sin que el vivo fuego de artillería que dirigían a las tropas alterase su firmeza ni desmintiese el concepto de bizarro con que el ejército los decoraba. Sobre la marcha recibí segunda orden de V.E. comunicada por D. N. Revenga para que retrogradase a sostener la 2ª División, mande media vuelta a la izquierda y marchar en retirada hasta ocupar mi antigua posición, desde la cual comisioné al teniente coronel del Real Cuerpo de ingenieros D. Blas Manuel Teruel para que informase a V.E. de quedar cumplidas sus órdenes y suplicarle tuviese a bien comunicarme las que creyese convenientes al ejército en la jornada, advirtiéndole que el fuego se hallaba ya en los olivares del término de Dos Barrios; al regreso Teruel me dijo que V.E. aprobaba mis movimientos y que en lo sucesivo obrase como mejor conviniese a las circunstancias.

No satisfecho aun supliqué al capitán del Fernando 7º D. Manuel Alcalá, oficial adicto al Estado Mayor de V.E., volviese a decirle que mi división estaba pronta y con la mejor voluntad de batirse, que los momentos eran críticos y exigían órdenes precisas y terminantes, mayormente cuando todas las divisiones y aun la caballería de la derecha se hallaba en completa y plena retirada. Alcalá no volvía, no por otro conducto me llegaban las instrucciones de V.E.; mientras tanto el enemigo avanzaba por su frente y establecía sus baterías que dirigía con acierto sobre mis masas, por la izquierda su caballería empezaba a dejarse ver, y el pueblo ya se hallaba ocupado por algunas tropas ligeras, de suerte que todo dictaba la necesidad de variar de posición o emprender la retirada, para lo cual di mis disposiciones situando la artillería ventajosamente, con objeto de contener la marcha rápida con que el enemigo se adelantaba y aminorar sus fuegos; lo que se consiguió por el acierto y bizarría con que se efectuaban dichas ordenes.

Mi izquierda estaba apoyada y sostenida por la caballería de vanguardia, al mando del brigadier D. Josef de Rivas, la infantería se movía majestuosamente, y cada veinte o treinta pasos se detenía para hacer frente a los enemigos. Por la derecha casi nada debía temer. Osorio, con los cuerpos de dragones de Granada, Granaderos de Fernando 7º, Lusitania y Farnesio, me cubría; no obstante viendo que el enemigo formaba ya algunos caballos a la inmediación de la ermita de San Sebastián, comisioné a mi ayudante de campo D. Juan Laera, capitán de dragones de la Reina, para que previniese a Osorio los cargase con la mayor firmeza, este jefe no se hallaba a mis órdenes, y no creyó deber dar cumplimiento a ellas, igual prevención hice hacer al sargento mayor de dragones de Lusitania D. Santiago Vigal el que a pesar de la mejor voluntad me manifestó no tener sino de sesenta a setenta caballos, por cuya razón y para asegurar mas y mas la marcha de mi división y la de las tropas de la 1ª, 3ª y 4ª que entraban en el Olivar, mandé a Rivas destacase los escuadrones del regimiento Cazadores Imperiales que el mismo Laera fue a situar.

El batallón de Voluntarios de Valencia se dispersó en guerrillas ocupando el frente del olivar que hacía impenetrable; todas las precauciones de seguridades fueron tomadas, y todos mis ayudantes me anunciaban que mis órdenes eran efectuadas con precisión, por cuya razón y para proteger mas eficazmente mi artillería que quería situar a la cabeza de las columnas, reduje éstas a dos que marchaban paralelamente y a distancia proporcionada para poder maniobrar en caso necesario. Mi ayudante general D. Domingo Martínez, encargado de la colocación de las tropas ligeras, me dio parte que Valencia se hallaba perfectamente situado, y el capitán de dicho cuerpo D. Antonio Ordóñez que el batallón de Voluntarios de Plasencia le servía de reserva. Hasta aquí todo presagiaba el más feliz éxito, y yo felicitaba a los jefes de los cuerpos por la firmeza, unión y buen orden con que sus tropas continuaban la marcha a pesar del fuego de 16 piezas de artillería con que trataban de alterarla.

Los regimientos más bisoños: Voluntarios de España, que por primera vez oían el fuego, despreciaban las granadas que repetidas veces vi caer en medio de sus filas. En las columnas de granaderos se oía a los oficiales, cuando las balas llevaban alguno hilera, estrechar las distancias. La caballería, en columna por escuadrones, continuaba marchando y conservaba la colocación que se le había dado. Ya me hallaba a corta distancia de Dos Barrios, cuando las voces alto repetidas confusamente, y la marcha apresurada de los cuerpos dispersos que buscaban su apoyo en la unión y orden de la División, me anunciaron la proximidad de la caballería enemiga. Mis flancos se hallaron al momento embarazados por la confusión y desorden de los regimientos que marchaban en tropel. La caballería que había dejado a la derecha en quien fundaba mi seguridad, ya no existía, y en dispersión atravesaba por medio de la infantería.

Vuelvo atrás para llamar a mi caballería y hallo en el claro de mis columnas parte del regimiento de Farnesio, con su coronel a la cabeza a quien di orden positiva de cargar a los enemigos que ya se habían prolongado por mi derecha y desbordaban mi frente. El regimiento de Pavía, que siempre y en todas las ocurrencias de la vanguardia había conservado un nombre distinguido, se hallaba mezclado con Farnesio y en medio de la infantería, sin embargo recibió orden para atacar y lo hubiera efectuado sin duda con bizarría, si hubiera podido conservar su formación, pero sin esta los esfuerzos de los oficiales son nulos y la fuerza desaparece. Los valientes escuadrones 1º y 2º de Húsares de Extremadura eran demasiado reducidos para con empeño oponerse a las fuerzas considerables que ya nos amenazaban, así en un momento desapareció toda la caballería y la infantería quedó reducida a sus propios recursos.

Nada hubiera importado si los antecedentes que he manifestado no me hubiesen imposibilitado el maniobrar, pues al soldado en medio de tal conflicto no le había abandonado su valor, gritando a todo momento: mi general mate V. al que no efectúe sus órdenes; sostenido de la intrepidez de mis oficiales aun veía esperanzas, y para realizarlas comisioné a mi ayudante el capitán de dragones de Almansa D. Ramón Sentmanat a que se avistase con el mariscal de campo D. Manuel Freyre y le suplicase detuviese el número de caballos que pudiese, con cuya operación aun podríamos salvarnos. Freyre desgraciadamente no podía ofrecerme sino su intrépido y personal valor, siendo los esfuerzos que hacían los jefes de los cuerpos para formarlos y oponer sus bayonetas a los enemigos, infructuosos, porque el flujo y confusión con que los dispersos se habían introducido y mezclado en nuestras filas inutilizaban sus disposiciones, pereciendo en este modo inútilmente para la causa de la Patria, una división compuesta de hombres dignos de mejor suerte.

Tengo la satisfacción de anunciar a V.E. que los talentos y celo de mí 2º el Exmo. Sr. Conde de Castroterreño me acompañaron por todas partes y sirvieron en la mejor utilidad, y que todos los jefes, oficiales y tropas han cumplido consigo propio y manifestado los más vehementes deseos de sobresalir. Los oficiales de mi estado mayor han servido con utilidad y no han perdonado riesgo para satisfacer a sus deberes y dar cumplimiento a mis órdenes. Dios guarde a V.E. muchos años.

Sta. Cruz de Mudela 4 de diciembre de 1809
Josef Zayas

Al Exmo. Sr. D. Juan Carlos de Areyzaga
ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL, ESTADO 43 A
Sección de Guerra. Correspondencia con Generales y Mariscales de Campo.


La verdad que fue un desastre, lo peor es el comportamiento de Areizaga durante el transcurso de la batalla. Hay una anécdota que Ramón Solís cuenta en su libro sobre la Guerra de la Independencia. Parece ser que cuando el general español se instala en la torre y divisa el campo de batalla comenta a sus ayudantes:

-¿Quiénes son aquellos que asoman por allí?
- Mi general, son los franceses del cuerpo de ejército del mariscal Victor.
- ¡Buena se va a armar! Contesta el general, sin tomar decisión alguna.
- ¿Y aquellos que vienen por allí?
- Son los del cuerpo de ejército del mariscal Jourdan.
- ¡Buena se va armar! repetía el general.
Cuando la batalla está perdida y mientras desciende de la torre, les dice a sus ayudantes:
- ¡Ya lo decía yo! ¿No les decía a ustedes que se iba a armar una buena?


Saludos :saluting-soldier: :saluting-soldier: :saluting-soldier:
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Marco Tulio Cicerón.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 07 Feb 2018 20:19

Acción de ONTIGOLA


La acción de Ontígola fue un enfrentamiento bélico entre los ejércitos español y francés, ocurrido el 18 de noviembre de 1809 en las cercanías de la villa de Ontígola, durante la Guerra de la Independencia (1808-1814). La parte francesa estaba dirigida por los mariscales de campo Victor y Sebastiani a las órdenes del Mariscal Soult, y la española por el General Aréizaga. Este enfrentamiento resultó ser el mayor entre regimientos de caballería de toda la guerra.

Aréizaga, con un ejército de 60.000 hombres, tenía la misión de dirigirse desde Sierra Morena hacia Madrid. Tras varias jornadas de marcha llegan a Ocaña el 11 de noviembre. Tras sopesar la idea de seguir o no su avance directamente hacia Aranjuez, donde se encontraba concentrado el ejército francés, decidió retroceder hasta Villamanrique de Tajo, desde donde el 15 de noviembre intentó cruzar el Tajo. Su idea era la de lanzar la ofensiva a través de Arganda del Rey y sorprender de este modo a los franceses.

Las inclemencias meteorológicas malograron las ideas de Aréizaga. Una fuerte tormenta y la posterior crecida de las aguas del Tajo imposibilitaron un avance rápido, por lo que el ejército tuvo que permanecer en Santa Cruz de la Zarza hasta el 18 de noviembre. Este retraso permitió a Soult conocer las intenciones de Aréizaga, concentrando en la margen derecha del Tajo los batallones de Victor, Sebastiani, Milhaud y Paris, frente al ejército español.

Entrada en combate

Paris y Milhaud que había cruzado el Tajo por Aranjuez con ocho regimientos, unos 3.000 jinetes, se encontraron con dieciséis regimientos del ejército español, unos 4.000 jinetes, al mando del Duque de Rivas y March. En un principio el desenlace fue favorable a la caballería española, celebrándose especialmente la labor del regimiento de Pavía, los Guardias de Corps y los Voluntarios de Madrid. Sin embargo, los franceses se encontraban tácticamente mejor posicionados, lo que les permitió replegar a la caballería española que sería perseguida, en confuso desorden, hasta las inmediaciones de Ocaña. En esta zona se encontraba el regimiento de Zayas que acudió rápidamente a prestar ayuda, consiguiéndose rechazar a los perseguidores. Las tropas españolas se retiraron a Ocaña, mientras que las francesas acamparon en Ontígola esa misma noche. Nicomedes Pastor Díaz y Francisco de Cárdenas describen así el final de la batalla: «Cerró triste y negra la noche: los nuestros en confuso desórden se retiraron á Ocaña donde estaba ya el grueso del ejército y los franceses con pérdida de su general se replegaron sobre Antígola quedando por unos y otros abandonado el campo de batalla cubierto de cadáveres». Al día siguiente tendría lugar la decisiva batalla de Ocaña.

Bajas

En el bando español cayeron 80 prisioneros y varios centenares de muertos y desaparecidos. Entre estos últimos se hallaba Ángel de Saavedra, hermano del Duque, que en un principio se le dio por muerto. Por la parte francesa perecieron un centenar de hombres, entre ellos el general Paris que murió a manos del cabo Vicente Manzano.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 07 Feb 2018 20:25

Batalla del PORTAZGO


La batalla del Portazgo fue uno de los enfrentamientos principales durante el asedio a Cádiz, y toma el nombre de la batería del Portazgo, que fue instalada a posteriori en el lugar del enfrentamiento a 700 metros del Puente Zuazo. El día 6 de febrero de 1810 el duque de Alburquerque se aprestó a defender la isla de León del asalto del ejército francés al mando del mariscal Victor, que trataba así de hacer su entrada en la ciudad de Cádiz y rendir el último reducto de resistencia. Tras dicha batalla y ante la imposibilidad de atravesar las líneas defensivas entorno al Caño de Sancti Petri, los galos hubieron de replegarse y verse obligados a establecer un cerco a la plaza, dando inicio al Sitio de Cádiz.

Batería del Portazgo

La batería fue instalada poco después del combate, y se convirtió en un foco vital de choques entre ambos bandos. Esto se debía a su posición, a 700 m. de la cabeza del puente Zuazo sobre el arrecife de Puerto Real, punto en el que actualmente se encuentra el nudo de comunicación entre las poblaciones de San Fernando, Chiclana, Puerto Real y el polígono industrial de tres camino. El caño Zurraque discurre por su flanco derecho, y multitud de pequeños caños y salinas lo cercan por el izquierdo.

Se artilló con 20 piezas: tres de a 24, siete de a 16, dos de a 12, dos de a 8, dos de a 4, tres obuses de 9 pulgadas y uno de 7.

Su guarnición la formaban durante el día 136 combatientes, de los cuales existían: 1 capitán, 2 subalternos, 5 sargentos, 1 tambor, 13 cabos y 117 soldados. Durante la noche la batería era reforzada por 139 combatientes de los que existían: 1 capitán, 3 subalternos, 8 sargentos, 1 tambor, 14 cabos y 116 soldados. Formando un total de 308 en los que se encontraban incluidos los artilleros y los fusileros de los puestos avanzados.

Desarrollo

Según recoge el Diario de operaciones del Supremo Consejo de Regencia, el 6 de febrero de 1810, el Mariscal Victor solicita la rendición de la plaza de la Isla de Leon, para acceder a Cádiz; a lo que es contestado enérgica y negativamente por parte de las autoridades españolas.

6 de febrero de 1810; al recibir la negativa española, el Mariscal francés lanza un gran ataque contra las primeras posiciones Españolas, a lo que la artillería de Alvear contesta produciendo tal estrago en los asaltantes que los obliga a replegar hasta la posición que hoy ocupa Tres Caminos.

7 de febrero de 1810; el ejército francés lanza un nuevo ataque a las posiciones de la Cabeza del Puente Zuazo, siendo nuevamente rechazados.

8 de febrero de 1810; se consigue establecer una batería provisional avanzada mediante saquillos terreros para dos piezas de artillería, la situación de ese emplazamiento, coincide con la antigua Venta del Corral, hoy transformada en almacén de venta de objetos antiguos.

9 de febrero de 1810; se abre fuego desde esta estratégica posición, expulsando a los franceses de su anterior asentamiento en lo que hoy es Tres Caminos, provocándoles gran pérdida de hombres y caballos.

10 de febrero de 1810; se modifica la línea de defensa de la Isla de León, estableciendo en las posiciones de las que replegaron los franceses, una batería bien defendida que se nombró como del Portazgo.

11 de febrero de 1810; tras el desembarco de 3000 ingleses del General Stuart y el Regimiento portugués de Campomayor, el ejército francés se resigna a mantener un bloqueo de las posiciones defensivas isleñas.

Es destacable, que las primeras resistencias a los envites franceses, se hicieron en posiciones defensivas realizadas con maderas de casas ruinosas de la Isla de León; llevándose a cabo con gran precipitación.


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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 07 Feb 2018 20:49

Batallas de VALENCIA


La primera batalla de Valencia fue un enfrentamiento armado de la Guerra de la Independencia Española que tuvo lugar en la ciudad de Valencia el 28 de junio de 1808.

En la Europa de principios del siglo XIX, donde apenas diecisiete ciudades superaban los 100 000 habitantes, la tercera ciudad de España era Valencia con 80 000 habitantes. Su economía estaba basada en la producción de tejidos de seda y de cerámica además de la producción agrícola de la huerta que la rodea. Tiene puerto, universidad y una guarnición de un millar de soldados del Real Ejército. La crisis europea de finales del siglo XVIII ha generado una masa desempleada que en Valencia ya se demostró incontrolable en los disturbios por el reclutamiento de 1801.

El 28 de octubre de 1807 por el tratado de Fontainebleau se autoriza a que un cuerpo de ejército francés atraviese el territorio español para invadir Portugal. Pero en febrero y marzo de 1808 otros cuatro cuerpos de ejército entran en España sin autorización ocupando Pamplona, Barcelona, San Sebastián y el castillo de Figueras. Cunde la alarma en la población y la corte españolas, produciéndose el 19 de marzo de 1808 el Motín de Aranjuez en el que cae Godoy y el rey Carlos IV abdica.

El 23 de marzo de 1808 el mariscal del Imperio Joaquín Murat entra en Madrid con los cuerpos de ejército de Dupont y Moncey. Con el ejército español desplegado en las costas frente al enemigo británico y los teóricos aliados franceses rodeando la capital, el joven rey Fernando VII no tiene más salida que ir a Bayona a negociar. Pero Napoleón le exige la corona y el 2 de mayo de 1808 Murat aplasta la revuelta de la población madrileña. El día 6 de mayo Fernando VII devuelve la corona a su padre Carlos IV, que la entrega a Napoleón y éste la cede a su hermano como José I Bonaparte rey de España.

En la Gazeta de Madrid del 20 de mayo de 1808 se anuncian las abdicaciones de Bayona, y a medida que va llegando a las distintas capitales empiezan las sublevaciones en nombre de Fernando VII: el 22 se subleva Cartagena y en Valencia el 23 de mayo de 1808 el “crit del Palleter” declara la guerra a Napoleón, el padre Rico y los financieros Beltrán de Lis junto al capitán González Moreno del regimiento Saboya apoyan la agitación callejera, y el Real Acuerdo reunido por el capitán general conde de la Conquista llama al alistamiento general para formar un ejército que dirigirá el popular conde de Cervellón antiguo coronel del regimiento de infantería de línea “Corona”. El 25 de mayo se forma la Junta Suprema de Valencia, encabezada por el conde de la Conquista, y por medio del cónsul de Dinamarca el británico Pedro Tupper se envían cartas a Gibraltar informando de la situación y estableciendo la paz con el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda.

El mariscal Moncey se acerca a Valencia

Las sublevaciones se suceden por toda España y el mando francés envía desde Madrid el 23 de mayo al general Dupont hacia Andalucía y el 4 de junio al mariscal Moncey hacia Valencia. Mientras tanto en Valencia el canónigo Baltasar Calvo toma el control de los extremistas más fanáticos y la noche del 5 de junio se apodera de la Ciudadela junto a la Puerta de la Mar y asesina a los residentes franceses a los que la Junta había dado refugio, el 6 de junio los extremistas controlan las calles, pero por fin el 7 de junio la Junta logra capturar a Calvo y con la llegada del segundo batallón del Regimiento de Zapadores-Minadores fugado de Alcalá de Henares recupera el control de la Ciudadela.

El mariscal Bon Adrien Jeannot de Moncey llega a Cuenca el 11 de junio. Moncey es un veterano de 54 años que ya se enfrentó a los españoles en la Guerra de la Convención de 1793 a 1795, derrotó a los austriacos en Italia en 1800, en 1804 ha sido nombrado por Napoleón mariscal del Imperio y conde de Conegliano, y el dos de mayo de 1808 sus fuerzas han aplastado la revuelta madrileña. De su Cuerpo de Observación de las Costas del Océano para ésta campaña lleva a 10 000 de sus hombres: la 1ª división Musnier de infantería, la brigada Whatier de caballería, la artillería del general Couin con 16 piezas, los ingenieros del general Cazals y como jefe de su Estado Mayor al general Harispe, además de unidades logísticas y de transporte. Las unidades españolas que debían habérsele unido en Cuenca no aparecen, y hay noticias de que se han unido a los rebeldes.

Ante la amenaza la Junta de Valencia envía al coronel Pedro Adorno del regimiento Saboya como general en funciones que el 15 de junio llega a Requena tomando posiciones en las Hoces del Cabriel a 100 km al oeste de Valencia bloqueando con sus 4000 reclutas el camino secundario de Madrid a la ciudad por Cuenca. Desde Almansa 100 km al sur el general Pedro González-Llamas que bloqueaba el camino principal con sus 6000 soldados de Cartagena y Alicante acude en su ayuda, y desde la ciudad de Valencia parte el teniente general conde de Cervellón con una escolta de caballería para cubrir el hueco de Almansa a otros 100 km al suroeste de Valencia formando una fuerza de voluntarios de la milicia de los pueblos del sur de la actual provincia de Valencia y de Alicante.

[b]Los primeros combates: el Pajazo, las Cabrillas y San Onofre[/b]

La noche del 17 al 18 de junio, a cubierto de miradas inoportunas, el mariscal Moncey sale de Cuenca con sus fuerzas y avanza hacia Valencia. El 21 de junio llega a las Hoces del Cabriel: evita a la fuerza principal de Adorno en el puente de Vadocañas y en el Combate del puente del Pajazo aplasta a los defensores. El 23 de junio vuelve a romper la defensa en el Combate de las Cabrillas en el Portillo de Buñol a 40 km de Valencia, esta vez al segundo intento, y envía a la Junta de Valencia una propuesta de rendición que es rechazada.

Ante la amenaza la ciudad de Valencia se está fortificando a marchas forzadas, organizando la defensa el brigadier Felipe de Saint March que consigue retrasar un día a Moncey con el “Combate de la ermita de San Onofre” el 27 de junio a apenas 7 km de la ciudad. Nacido en Bélgica como Philippe-Aguste de Saint-Marq, sirve a la corona española desde los catorce años. Está en Madrid durante el Levantamiento del 2 de mayo de 1808 y a sus 46 años es capitán del regimiento de Reales Guardias Valonas de la guardia real habiendo españolizado su nombre como Felipe de Saint March. El 18 de mayo se fuga y el 24 de junio llega a Valencia donde como oficial más veterano es puesto al mando de las fuerzas disponibles para la defensa como brigadier en funciones.

Tras el combate Saint March envía al capitán de fragata José Caro, que ha mandado a la fuerza desplegada ante Cuart de Poblet, hacia el sur en busca del conde de Cervellón que se acerca desde Almansa con los voluntarios de la milicia que ha conseguido reunir. A las doce de la noche desde la población de Quart de Poblet el mariscal Moncey vuelve a exigir la rendición de la ciudad. Reunida esa madrugada la Junta de Valencia presidida por el capitán general conde de la Conquista, tras un breve debate en medio de la agitación callejera, se le responde: «Excmo. Señor. El pueblo de Valencia prefiere la muerte en su defensa a todo acomodamiento. Así lo ha hecho entender la Junta y ésta lo traslada a V.E. para su gobierno.»

La batalla de Valencia de 1808

La Valencia de entonces es la actual Ciutat Vella, rodeada por el río Turia al norte y la calle Colón al este con las calles Xátiva al sur y Guillem de Castro al oeste, pero ante cada puerta hay un arrabal indefendible y su población ha de refugiarse en la ciudad. Valencia no ha conocido un asedio desde hace siglos y apenas cuenta con sus viejas murallas medievales: tan viejas que la torre de Santa Catalina de la muralla, en el solar del actual IVAM al oeste de la ciudad cerca de la puerta de San José o Portal Nou, se derrumbó en 1772 dejando un hueco de grandes dimensiones que se ha tenido que bloquear construyendo un fortín de sacos terreros armado con cañones que dirige el comandante Manuel de Velasco.

En la ciudad la principal línea de defensa habrán de ser los cinco kilómetros de las viejas murallas medievales: se han instalado cañones en las puertas y la compañía fija del 2º Regimiento de la Real Artillería a Pie reforzada por marineros del Grao maneja las piezas. Los soldados regulares organizan a los 20.000 voluntarios de la milicia de Valencia y de los municipios de los alrededores refugiados en la ciudad. El padre Rico, el conde de la Conquista, el arzobispo Company y todo tipo de personajes recorren las calles animando a la defensa. La noche del 27 al 28 de junio de 1808 el brigadier Saint March oculta en el pueblo de Campanar, en la orilla norte del río Turia a apenas 1,2 km al noroeste de Valencia, al conde de Romrée con 1000 reclutas y soldados.

Al amanecer del día 28 de junio de 1808 los 10 000 soldados imperiales marchan hasta la Cruz de Mislata, a 2,5 km al oeste de Valencia, desplegándose para avanzar hacia la ciudad. Ocupan el arrabal de Quart, el mariscal Moncey despliega la artillería en el convento del Socorro y el Jardín Botánico, y tras tres horas de bombardeo a las dos del mediodía empieza el ataque de la infantería: de las dos brigadas de la 1ª división Musnier la brigada Brun se encuentra con el fortín de Santa Catalina del comandante Velasco donde los soldados del regimiento Provincial de Soria junto a los reclutas del regimiento Voluntarios de Segorbe y milicianos valencianos rechazan su ataque, mientras la brigada Isembourg en las Torres de Quart es rechazada por el barón de Petrés con soldados de los regimientos Reales Guardias Españolas y América junto a los veteranos de la Compañía de Inválidos Hábiles y milicianos valencianos.

A las tres de la tarde Moncey repite el ataque, pero tras otra hora de combate la fuerza oculta en Campanar ataca: el conde de Romrée con reclutas de los regimientos Voluntarios del Reino, Cazadores Voluntarios de Valencia, Voluntarios de Segorbe, los jinetes de la Maestranza de Valencia y los soldados del regimiento Dragones de Numancia asaltan la retaguardia francesa y la batería emplazada en el Jardín Botánico ha de inutilizar sus cañones para escapar, pero Moncey suspende el ataque para rechazar a esta fuerza que finalmente ha de replegarse a Campanar. A las cinco de la tarde las fuerzas francesas simulan atacar los mismos puntos, cuando desde el sur cayó un repentino diluvio artillero sobre la puerta de San Vicente —en la actual plaza de San Agustín— y la brigada Brun con los húsares de Whatiers atacaron: el coronel Bruno Barrera con soldados del regimiento Saboya y milicianos valencianos consiguieron rechazar el ataque.

A las ocho de la tarde de ese día 28 de junio de 1808 cayeron las sombras del anochecer y fueron los envalentonados defensores los que empezaron a hostigar a las fuerzas francesas: Moncey replegó sus tropas a Mislata y Quart de Poblet donde pasaron la noche, mientras en la ciudad reina la euforia. Popularmente han llamado la atención el torero Juan Bautista Moreno “Sabateret” en las Torres de Quart, y Miguel García mesonero de la calle San Vicente en las salidas al anochecer desde la puerta de Ruzafa, mientras por su dirección de la defensa Felipe de Saint March es ascendido a general de división —entonces llamado mariscal de campo—. Las cifras oficiales inscritas en el Archivo de la Guerra francés registran 200 muertos entre ellos el general de ingenieros Cazals y 500 heridos además de haber sido inutilizada parte de la artillería, mientras que protegidos tras los muros las bajas españolas han sido escasas y desde el oeste los 6000 soldados españoles del general Llamas ya están en la población de Chiva a apenas 25 kilómetros de Valencia. Moncey no puede arriesgarse a ser aplastado contra las murallas de la ciudad y al amanecer inicia la retirada a toda velocidad hacia el sur.

El fin de la campaña

El Camino Real principal que une Valencia con Madrid está pavimentado desde 1761, y discurre desde Valencia cruzando el río Júcar por Alcira de camino hacia Játiva y el puerto de Almansa antes de marchar hacia Albacete y Madrid. El conde de Cervellón ha cortado el camino principal en el puente de Alcira sobre el río Júcar a 45 km al sur de Valencia con 10 000 voluntarios de la milicia y seis cañones, y 14 km río arriba otros 5000 al mando del general Roca cubren el otro posible punto de paso secundario en el Azud de Antella donde comienza la Acequia Real del Júcar.

El mariscal Moncey en la población de Silla se aparta del Camino Real tomando otro en desuso que sigue la Acequia Real desembocando desde la población de Alberique en el Azud de Antella el 1 de julio de 1808: lanza a todas sus fuerzas sobre los voluntarios de la milicia de Roca a los que arrolla y cierra las compuertas de la Casa del Rey provocando el desbordamiento del río Júcar para impedir que Cervellón pueda alcanzarlo. Esa misma tarde el general Llamas por el Camino Real llega al puente de Alcira donde se encuentra con el conde de Cervellón: el mariscal Moncey ha logrado escapar y sigue marchando hacia Almansa y Madrid.

En Valencia el 3 de julio de 1808 el criminal Baltasar Calvo es juzgado y ejecutado, ese mismo día desde Valencia el general Saint March parte hacia Cuenca y Zaragoza, y en Alcira el general Llamas ha reorganizado sus fuerzas y el 5 de julio continúa su persecución. En Andalucía el 19 de julio el general Dupont es vencido en la batalla de Bailén por las tropas españolas del general Castaños, José I Bonaparte abandona Madrid y el 1 de agosto el mariscal Moncey ha completado la evacuación francesa de la capital. El general Llamas con el Ejército de Valencia y Murcia llega a Madrid el 13 de agosto entre aclamaciones, y el 23 de agosto llega Castaños con su Ejército de Andalucía y el recibimiento alcanza el delirio. Mientras tanto el 14 de agosto de 1808 la división valenciana del general Saint March atraviesa el cerco de Zaragoza uniéndose a Palafox, que esa misma tarde contraataca: las fuerzas francesas del general Verdier levantan esa misma noche el cerco y se retiran al amparo de la oscuridad.

El 16 de julio de 1808 la Junta Suprema de Valencia había emitido un comunicado destinado a todas las juntas, solicitando la formación de una Junta Central que en nombre del rey Fernando VII unifique el esfuerzo común contra la invasión francesa: esa Junta Central se constituirá en Aranjuez el 25 de septiembre de 1808.

Las otras batallas de Valencia: 1810, 1812 y la ocupación francesa

La victoria española en verano de 1808 lleva a la segunda invasión en otoño del mismo año con Napoleón a la cabeza de su Grande Armée ocupando Madrid en diciembre, el contraataque español empieza en primavera de 1809 con las victorias de Tamames y del “ejército de Aragón y Valencia” en la batalla de Alcañiz pero termina en otoño con la gran derrota de Ocaña.

En verano de 1810 el duque de Wellington se protege tras Torres Vedras en Portugal, las fuerzas francesas ocupan Andalucía asediando Cádiz. Desde Aragón el mariscal Suchet se presenta ante Valencia el 5 de marzo de 1810, pero encuentra nuevas fortificaciones y al ahora capitán general José Caro dispuesto a la resistencia a cualquier precio: tras cinco días frente a las defensas de la ciudad atrincherado en el Palacio del Real —en la “Muntanyeta de Elío” de los actuales Viveros que eran sus jardines— el 10 de marzo de 1810 se retira volviendo de nuevo a Aragón. Tras la retirada de Suchet, y para evitar que pudiera ser utilizado de nuevo por el enemigo, el 12 de marzo de 1810 se ordena la demolición del Palacio del Real.

En 1811, Wellesley, el futuro duque de Wellington sigue sin moverse de Torres Vedras en Portugal y las fuerzas francesas se concentran en Aragón: el mariscal Suchet pasa a la ofensiva y cae Tarragona en septiembre, en octubre el contraataque del capitán general Joaquín Blake es derrotado el 25 de octubre de 1811 en la batalla de Sagunto que cae poco después, y a principios de diciembre se formaliza el asedio de la ciudad de Valencia. El contraataque de Blake del 28 de diciembre desde la propia ciudad es rechazado, se completan tres paralelas de asedio y el día 7 de enero de 1812 empiezan dos días de bombardeos que han de preceder al asalto: son destruidos la Universidad, el Palacio Arzobispal, el campanario del convento de Santo Domingo y muchos otros edificios, hasta que agotada la capacidad de resistencia el día 9 de enero de 1812 el capitán general Blake pide parlamento: Valencia cae, y con ella el segundo ejército de la derecha español que la defendía.

El mariscal Suchet cruza el río Turia el 14 de enero de 1812 por el puente de San José y hace su entrada oficial en la ciudad. El emperador Napoleón le nombra mariscal del Imperio y conde de la Albufera, tomando como residencia el palacio de Cervellón en la actual plaza de Tetuán. Pero impone una multa por el asesinato de franceses de 1808, el altar mayor labrado en plata y el tesoro de orfebrería medieval de la catedral hubieron de ser fundidos para hacer moneda.

Los profesores y alumnos de la Universidad del Batallón Universitario son internados como prisioneros en Francia, mientras el catedrático de Botánica y director del Jardín Botánico Vicente Alfonso Lorente es condenado a muerte intercediendo por él el botánico francés Léon Dufour que le salva la vida. A nivel arquitectónico replanta los árboles del paseo de la Alameda arrancados durante el asedio y proyecta los jardines del Parterre, aunque los construyó después de la guerra el capitán general Elio. En los alrededores de la ciudad guerrilleros como el saguntino José Romeu y Parras —el llamado “héroe Romeu”— o Asensio Nebot “El Fraile” acosan a las fuerzas francesas.

Napoleón retira tropas de España para su campaña en Rusia y en verano de 1812 el duque de Wellington vence al mariscal Marmont en la batalla de los Arapiles: José I Bonaparte abandona Madrid por segunda vez llegando a Valencia con su corte el 31 de agosto de 1812 instalándose en el palacio de los condes de Parcent —hoy su solar es el jardín del mismo nombre, en la plaza Juan de Villarrasa—.

Tras la retirada de Wellesley a Portugal, el rey José I Bonaparte abandona Valencia el 16 de octubre de 1812 volviendo a Madrid. En la campaña de Rusia de 1812 el emperador Napoleón pierde a su “Grande Armée” y retira más fuerzas de España para reconstruir su ejército: Wellesley vence en la batalla de Vitoria a las tropas de José I Bonaparte, el mariscal Suchet evacua Valencia el 5 de julio retirándose hacia Aragón, y el 6 de julio de 1813 entran en la ciudad las tropas españolas del general Villacampa.

Conmemoración y recreación histórica

En 1908 la sociedad cultural Lo Rat Penat conmemoró el primer Centenario de la defensa de Valencia de 1808, quedando testimonio en la placa colocada en el mismo escenario de los hechos: las Torres de Quart.

Un siglo después en 2008 la Asociación Cultural de Amigos del Museo Histórico Militar de Valencia (ACAMHMV) organizó la celebración del 200 aniversario de la defensa de la ciudad de Valencia. Precedidos de la recreación del Crit del Palleter en el mes de mayo, el último fin de semana de junio se rememoró el Bicentenario de los hechos. Para ello se montó un campamento de época en el cauce del río Turia con aspectos de la vida cotidiana del momento, y en el entorno histórico original de las Torres de Quart grupos de recreación histórica tanto nacionales como venidos de distintos países junto a sociedades culturales y fallas representaron el ataque del mariscal Moncey, en recuerdo y homenaje a todas aquellas personas que vivieron aquellos hechos desde cualquiera de los bandos.

La gran afluencia de visitantes al campamento de época y de espectadores en la recreación, así como la notoria presencia de medios de comunicación, mostraron el interés generado por esta iniciativa.

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Marco Tulio Cicerón.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 07 Feb 2018 21:15

Batalla de PUENTESAMPAIO


La batalla de Puentesampayo o Ponte Sampaio fue un enfrentamiento armado de la Guerra de la Independencia Española que tuvo lugar en la localidad gallega de Puentesampayo (Pontesampaio en gallego, actualmente perteneciente al municipio de Pontevedra), entre el 7 y 9 de junio de 1809.

Antecedentes

El coronel Pablo Morillo fue encargado de organizar y alistar a todas las fuerzas posibles en torno a la ciudad de Pontevedra para convertirlas en un ejército para la lucha contra los franceses. Una vez organizadas las tropas en lo que se denominó la División del Miño, Morillo recibió una petición de ayuda del capitán Bernardo González del Valle, llamado Cachamuiña, que se encontraba atacando Vigo.

Ambos jefes acordaron actuar conjuntamente y el ataque español sobre Vigo se saldó con éxito, obligando a la guarnición francesa a rendirse. El mismo Cachamuiña derribó con un hacha de mano la puerta de Gamboa.

Tras la rendición de la ciudad, la guarnición francesa fue embarcada en un buque británico para salvarla de la ira popular. Posteriormente, Morillo decidió atacar Marín, donde había un destacamento francés. Con la ayuda de dos buques ingleses, las tropas españolas atacaron por tierra y mar desde la península del Morrazo. La guarnición francesa de Marín huyó y se refugió en Pontevedra.

La acción decidida de las tropas españolas liberó prácticamente toda la provincia de Pontevedra excepto la capital. Mientras, Morillo dividió sus fuerzas en dos partes, la de El Morrazo y la de Cotobade, también llamada la unidad.

El combate

Morillo, organizado ya su ejército, decidió marchar hacia la ciudad de Pontevedra. Las tropas francesas se retiraron a Santiago de Compostela al enterarse del avance español, donde fueron reforzadas con otras tropas llegadas de La Coruña. Tras el nuevo vuelco de la situación, Morillo recibió el encargo de cortar el avance francés y decidió plantar batalla en Puentesampayo. Las tropas españolas cortaron dos arcos del puente sobre el río Verdugo y se atrincheraron en la orilla sur con la intención de detener el avance del Cuerpo de Ejército, mandado por el mariscal Michel Ney. Los defensores contaban con dos cañones facilitados por Antonio Gago, de Marín, y tres provenientes de Redondela. Al mando de la defensa del paso estuvo el alférez de navío Juan O'Dogherty Browne.

El 7 de junio, el mariscal Ney, al mando de 10.000 hombres, realizó un ataque frontal sobre el puente cortado, siendo rechazado con serias pérdidas. Al día siguiente, Ney ordenó a una parte de sus fuerzas que atacaran en Caldelas, dos leguas río arriba, cuyo puente no había sido destruido. Al otro lado del río, los paisanos de El Morrazo, Pontevedra y La Lama se atrincheraron con piedras y troncos de árboles. La batalla, al igual que en Puentesampayo, fue terrible.

El día 9, Ney convocó consejo de sus oficiales y decidió la retirada. Esta fue penosa porque el ejército francés resultó acosado por los guerrilleros que atacaban y mataban a los soldados rezagados. Las tropas de Ney se reunieron en Lugo con las de Jean de Dieu Soult que habían tenido que abandonar Portugal, y todos juntos se retiraron de Galicia en julio de 1809. El choque supuso la definitiva evacuación de Galicia por parte del ejército napoleónico y la creación de un nuevo frente para sus armas.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 08 Feb 2018 01:11

Batalla de SAGUNTO


La batalla de Sagunto se libró durante la Guerra de la Independencia española. Enfrentó a los ejércitos Español y Francés, con triunfo para los franceses, y supuso una victoria decisiva, de gran efecto estratégico, de cara a la posterior conquista de Valencia. Tuvo lugar el 25 de octubre de 1811 entre los términos de Sagunto y Puzol, 25 km al norte de la ciudad de Valencia. También es conocida como batalla de Puzol​ o de los Arenales de Puzol,​ si bien el Mariscal Suchet, vencedor de la batalla, la llamó de Sagunto, siendo este nombre el que figura grabado en los muros exteriores del Arco de Triunfo de París y con el que ha pasado a la historia.

En marzo de 1810 el mariscal Suchet, al mando del 3.er cuerpo del ejército francés (Armée Française d’Aragon), recibió las órdenes de acercarse a Valencia. El 4 de marzo entró en Murviedro (actual Sagunto) y debido a que la ciudad no estaba fortificada, los saguntinos decidieron someterse y lo recibieron con toda solemnidad, incluido repique de campanas.

Ese mismo día, Suchet visitó el castillo de Sagunto sobre el cerro que domina la ciudad. Según escribió en sus memorias,​ no pudo pensar entonces que aquellas ruinas ofrecerían más tarde tanta resistencia durante el sitio a Sagunto.

En Sagunto se le unió a Suchet el General Harbert y juntos salieron en dos columnas el 6 de marzo dirección a Valencia. Acamparon en El Puig (a 15 km de Valencia) y su intención era que Valencia se sublevara facilitando la entrada de los franceses a la ciudad. Este hecho no se produjo y el 10 de marzo, por la noche se retiraron dirigiéndose a Cataluña, donde conquistó Lérida, Tortosa y Tarragona.

A finales de 1810, el general inglés Doyle se dio cuenta de la importancia que tenía Sagunto como posición estratégica ante el avance de los franceses hacia Valencia, procedentes de Cataluña y Aragón, y le indicó al general Bassecourt (entonces comandante general de la división de operaciones del reino de Valencia) la necesidad de fortificar las ruinas del castillo de Sagunto. Desde enero a mayo de 1811 se acometieron las obras de fortificación y acondicionamiento de la muralla, quedándose sin finalizar por falta de tiempo. Según un informe del mayor de ingenieros con fecha de 25 de agosto, el castillo de Sagunto era un campo atrincherado no concluido, más que una fortaleza. Había varias aberturas en la muralla, boquetes, baterías sin terminar, carentes de terraplenes y sus flancos sin concluir.

El 25 de agosto de 1811 el mariscal Suchet, estando en Aragón, recibió la orden de invadir el Reino de Valencia, indicándole la misma orden que el 15 de septiembre debía estar lo más cerca posible de la capital.

El 13 de septiembre salió en dirección a Valencia con dos columnas procedentes de Morella y Teruel, dejando atrás 7000 hombres en Lérida, Montserrat, Tarragona y Aragón para cubrirse las espaldas. En Cabanes se le unieron las divisiones de Harispe y los napolitanos de Palombini. En total eran unos 22 000 hombres con caballería y artillería los que marchaban hacia Valencia.

El 21 de septiembre los franceses entraron en Villarreal. El general Blake, al frente del 2º ejército español, que había situado en Sagunto su cuartel general, se retiró a Valencia con todos sus hombres, dejando un destacamento para la defensa de la plaza. La tarde del día 22, ante la proximidad del enemigo, entraron en el castillo de Sagunto cinco batallones (unos 2900 hombres) al mando del coronel Luis María Andriani, nombrado gobernador de la plaza. Blake se llevó consigo lo mejor del ejército dejando en Sagunto a los soldados más inexpertos, la mayoría acabados de reclutarse y algunos de ellos sin tan siquiera uniformidad. Disponían de 17 cañones (3 de 12 libras, 2 de a 8 y 9 de a 4) y 3 obuses de 7 pulgadas, insuficientes para la defensa de la plaza​ como demuestra que los franceses, una vez conquistada la fortaleza, la dotaran con medio centenar de cañones, muchos de ellos de grueso calibre (de a 16 y de a 24 libras).

El día 23 Suchet entró en Almenara, a solo 10 km de Sagunto. Desde el castillo de Sagunto ven avanzar a los franceses, hasta situarse en las proximidades de su ciudad.

La columna del general Harbert acampó al norte, en el monte del Cabeçol próximo a la ciudad de Sagunto. El mismo día 23 cruzó el rio Palancia y entró en la Villa, montando barricadas y rodeando el cerro del Castillo. La columna del general Harispe acampó al sur de Sagunto, a las faldas de los montes de Gausa. El general Palombini y su división italiana acamparon entre Petrés y Gilet, al noroeste, cerrando el camino que comunicaba con Aragón.

Así, el 23 de septiembre de 1811 comenzó el sitio de Sagunto, recordando al sitio que 2000 años antes hiciera Aníbal y que dio comienzo a la segunda guerra púnica entre Cartago y Roma.

El 28 de septiembre por la noche los franceses intentaron entrar en el castillo, con resultado fatal para ellos y gran triunfo de los españoles que adquirieron buena dosis de moral. Tras varios intentos de los franceses de entrar en la fortaleza atacando las zonas más vulnerables, Suchet se dio cuenta que para poder hacerse con el castillo debían atacar en toda regla.

Los franceses recibieron desde Tortosa refuerzos de artillería. Así, el 17 de octubre, tras 24 días de sitio, a las 6 de la mañana los franceses rompieron el fuego con 4 piezas de 24 libras, cuatro morteros de 8 pulgadas, y cinco obuses. Arrojaron ese día 500 balas rasas y 700 proyectiles huecos. La superioridad del fuego francés era tremenda. Los españoles perdieron un cañón de 12 libras y un obús.

El 18, se repitió el fuego francés y las tropas francesas se prepararon para el asalto. Varios ataques de granaderos franceses e italianos apoyados por la artillería los cuales fueron todos repelidos por los defensores españoles. Hay 500 muertos franceses por 180 españoles. Suchet es de nuevo humillado y decidió reforzar la artillería de grueso calibre con cinco cañones de 24 libras, dos morteros de 10 pulgadas y dos morteros de . Total, 22 piezas de artillería.

Cada día caían unas 1500 balas de grueso calibre y otras tantas bombas y granadas de los obuses y morteros. Con el incesante cañoneo las brechas se iban haciendo enormes. Los víveres y el agua escaseaban. Con esta situación desesperada, los defensores de Sagunto vieron aparecer la mañana del 25 de octubre, tras 32 días de sitio, al ejército español procedente de Valencia y comandado por el general Blake que llegaba para socorrerles. Ese día se librará la célebre batalla de Sagunto, con resultado funesto para los españoles.

Preparativos para la batalla

El ejército español llegó a reunir 25 300 hombres a las órdenes del general Joaquin Blake procedentes del 2º, 3º y 4º Ejército. Blake estaba al mando del 2º ejército, con base en Valencia, el Teniente General Nicolás de Mahy y Romo al frente del 3.er ejército procedente de Murcia y el cuerpo de expedicionarios del 4º ejército estaba a las órdenes del mariscal de campo Lardizábal.

La defensa de Sagunto hizo que Suchet perdiera más tiempo del previsto en tomar la villa y permitió a Blake reunir su ejército y esperar a Lardizábal y a Mahy. Mahy salió de Murcia y pasó por Cuenca antes de dirigirse a Valencia. El día 23 de octubre llegó a Liria (a unos 30 km al NO de Valencia y a 30 km de Sagunto). El resto del ejército español aguardaba acampado en las proximidades de Valencia.

Así, el día 24 de octubre, tras la señal de 3 cañonazos, salió todo el ejército español a las órdenes de Blake desde Valencia hacia Sagunto, con el fin de encontrarse con Suchet. La misma noche del 24 situó Blake su cuartel general en El Puig, a 10 km de Sagunto. El mariscal de campo José Zayas tardó más de lo previsto en llegar al Puig debido a los problemas que tenía su artillería por lo malo del camino. Al Oeste acampó Juan Caro, con tres secciones de caballería, entre el Puig y la Cartuja de Ara Christi. Más a la izquierda, Lardizábal se estableció en la Cartuja con 3000 hombres. Todas estas fuerzas constituían el ala derecha del ataque español.

Por el este, en el mar, una corbeta inglesa de 18 cañones y siete cañoneros españoles cerraban el flanco derecho de los españoles.

En el ala izquierda, Mahy y su 3.er ejército que estaban en las proximidades de Lliria se adelantaron hasta las proximidades de Rafelbuñol. El general Carlos O’Donell, se situó tras dos pequeños cerros llamados Els Germanells con unos 3000 hombres. El General Miranda se estableció con su división de 4300 soldados entre Els Germanells y el pueblo de Rafelbuñol. Por detrás de O’Donell, a un kilómetro de su retaguardia, acampó el teniente general Mahy con su cuerpo de reserva, unos 5000 hombres. El mariscal de campo José Obispo, con unos 4000 hombres, debía aguardar en Náquera. La noche víspera de la batalla no se sabía nada del lugar en el que estaba acampado. Debía ser Obispo quien abriera el fuego la mañana del 25 y ocupara a los franceses en la calderona.

Esa noche, en el cuartel general de Blake situado en el pueblo de El Puig, se reunieron los oficiales y recibieron cada uno las órdenes pertinentes y horas en las que debían romper el fuego.

Mientras tanto Suchet continuaba con su asedio a Sagunto ignorante de los movimientos que se estaban produciendo. Alertado por un confidente suyo vecino del Puig cerca de la medianoche, Suchet dio la voz de alarma mediante 3 grandes hogueras y decidió esperar a los españoles, listos para enfrentarse al amanecer. Decide, entonces, situar Suchet sus fuerzas en línea entre La Vall de Jesús y el mar (al sur de Sagunto, cerca de Puzol).

En su ala izquierda, cerca del mar, situó al general Habert, con 3.000 soldados, incluidos dos escuadrones de dragones. A su derecha, en el Vall de Jesús, cerca de las montañas, se encontraba el general de división Harispe, en su vanguardia tres escuadrones de húsares. Entre ambos situó la artillería. Por detrás de los 4000 soldados de la división de Harispe se situó el general de división Palombini con cuatro batallones de italianos. Entre Harispe y los italianos de Palombini, 3 escuadrones de coraceros al mando del general Boussart. El total de los hombres situados en la Vall de Jesús sumaban unos 10 000.

El general de brigada Robert recibió la orden de defender a ultranza el desfiladero de Bétera a Santo Espíritu. Suchet lo consideraba de suma importancia. Para ello contaba con ocho batallones y un regimiento de Dragones, incluida la ayuda del general Chlopicki y su 44º regimiento. Los Napolitanos a las órdenes del teniente general Compere que se encontraban en Segorbe, bajaron para situarse entre Petrés y Gilet y proteger así el flanco derecho francés y tener controlado el camino a Segorbe.

Por último Suchet ordenó que el asedio de Sagunto debía continuar y dejó 6 batallones apoyando a las baterías sitiadoras, las cuales no dejarían de escupir fuego sobre el castillo saguntino.

El campo de batalla

Históricamente se ha atribuido al ala derecha española la misión de un encuentro frontal con el grueso de los franceses en la zona de La Vall de Jesús, por el Camino Real de Valencia, para después flanquearlos por la playa y llegar hasta Sagunto.​ Sin embargo Blake plantea el ataque con su ala izquierda como vanguardia, pensando que Suchet atacará por su derecha, por el camino de Bétera, buscando proteger su retaguardia con la sierra calderona y aprovechando lo despejado del terreno para que maniobre su caballería. Blake sitúa lo mejor de su ejército, la división de Miranda, en el flanco derecho del ala izquierda. Este flanco derecho, al mando del mariscal de campo Carlos O’Donell debía avanzar en oblicuo por el camino de Lliria hasta embestir a los franceses. El total del ala izquierda sumaba 16 000 hombres, de los cuales 1700 eran de caballería, y 14 piezas de artillería. El ala derecha española debía apoyar los movimientos de O’Donell.

Suchet piensa equivocadamente que el grueso del ataque español sería por la izquierda francesa, siguiendo el Camino Real de Valencia. Decide enviar al general Harispe por la derecha, protegiéndose las espaldas con las montañas, por el camino de Liria. El grueso de las fuerzas aguantaría la embestida española en La Vall de Jesús y Harispe bajaría hacia la playa para cortar la retirada de los españoles hacia Valencia.

[b]La batalla[/b]

A las 8 de la mañana comenzó la batalla. El campo de batalla estaba plagado de campos de garrofales, olivos y moreras con sus correspondientes acequias, cercas y vallados. Esto dificultaba el avance en línea contigua de las tropas, así como el seguimiento de la batalla por parte del general Blake desde El Puig.

Lardizábal avanzaba en dos columnas. Una por el camino Real hacia los Hostalets, y otra hacia un cerro junto al Vall de Jesús. Zayas trataba de cerrar el flanco derecho por la costa. Suchet había divisado el cerro hacia el que se dirigía Lardizábal y mandó hacia allí al General Harispe con los húsares. Demasiado tarde. Lardizábal se había apoderado del cerro y había plantado allí la artillería.

Los primeros movimientos de los españoles dan a su ejército una actitud de confianza. Nunca Suchet había visto en campo abierto avanzar así a las columnas españolas. Desde las murallas de Sagunto, los sitiados, ante tal espectáculo, confiaban en el éxito de los españoles y veían su liberación próxima. Mientras tanto, las baterías de brecha de los sitiadores continuaban con el asedio indiferentes a lo que ocurría en el campo de batalla.

Suchet, ante la importancia del cerro en posesión de los españoles, ordenó tomarlo. La división de Harispe se posicionó, con los generales ubicados a las cabezas de las columnas. Subieron los franceses a ritmo decidido y sin disparar un solo tiro. Fue una vez en la cumbre cuando se libró un sangriento conflicto acabando a bayonetazos. El general Paris fue herido gravemente, así como edecanes. El caballo de Harispe fue muerto. A pesar de esto, Harispe tomó el cerro para los franceses y los españoles retrocedieron.

Esto no influyó en el ala derecha española que comenzaba a abrazar el lado izquierdo francés acercándose a Sagunto. Por la izquierda, Villacampa también obtenía ventaja, atacando a Chlopicki y el centro español, de momento, se mantenía firme.

Suchet vio el esfuerzo de las dos alas del ejército de Blake y decidió aprovecharlo para debilitar su centro y romperlo. El mariscal ordenó al general Palombini, que se encontraba en 2.ª línea, avanzar para atacar el centro español. Los coraceros se mantenían en reserva.

El mariscal de campo Lardizábal decidió contraatacar para recuperar el cerro perdido después de que su caballería, al mando de del general Caro hubiera arrollado al 4º regimiento de húsares y capturado cañones de los franceses.

En este momento, Suchet decidió mover a los coraceros al mando del general Boussart. En el momento que se encontraba arengándoles, según escribió en sus memoria, fue herido en un hombro de un balazo.

Los franceses comenzaron a ganar posiciones. Son heridos y hechos prisioneros los generales españoles Casimiro Loy y Juan Caro, y recuperadas las piezas de artillería capturadas por los españoles.

Por la izquierda también comenzaron a cambiar las cosas. O’Donell mandó a Villacampa a reforzar a Obispo contra el francés Robert. Mandó a Miranda a salir al encuentro de Chlopicki en dirección paralela a los franceses. Esto no gustó a Miranda pues se exponía a que los franceses lo atacaran por su flanco como así fue. Fueron O’Donell y Villacampa en su ayuda sin que nada pudieran hacer.

Atacaron los franceses por el centro, rompiendo en dos al ejército español.

Chlopicki atacó la izquierda española y Harispe, viniendo desde el centro, arremetió contra la división de reserva del general Mahy que había acudido con retraso a contener la cometida de los franceses. El ala izquierda española fue vencida.

Por la derecha, Zayas se retiró cuando vio roto el centro español. Harbert tomó Puzol y los españoles abandonaron el pueblo, dejando cantidad de prisioneros tras su huida.

El resultado de la batalla fue por parte de los españoles de 1000 muertos y heridos y 4681 prisioneros, de los cuales dos eran generales. También les fueron capturados 4200 fusiles, 12 piezas de artillería y cuatro banderas.

Por los franceses sus bajas fueron de 128 muertos y 596 heridos.

Rendición de Sagunto

Al día siguiente de la batalla, el 26 de octubre por la mañana, la artillería francesa continuó con el asedio a Sagunto y ensanchó lo suficiente la brecha para que “muchos hombres de frente” pudieran montar el asalto.

Suchet decidió aprovechar el abatimiento de los españoles tras el resultado de la batalla y escribió al gobernador de la plaza, Andriani, ofreciéndole la rendición y anunciándole la derrota de Blake y la imposibilidad de que este volviera a rescatarle. Se le mostraron las banderas capturadas, los cañones y los prisioneros.

Andriani aceptó la rendición. Se firmó a las 9 de la noche del día 26 de octubre. Con la luz de la luna comenzaron a salir los 2571 hombres que quedaban en el fuerte. Salieron por la brecha abierta los batallones formados, con la bayoneta armada y las banderas desplegadas, deponiendo las armas al pie de la brecha.

Así, tras 34 días, acabó el sitio de Sagunto y continuó la marcha de Suchet hacia Valencia, su siguiente objetivo.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 08 Feb 2018 15:26

Batalla de SAHAGUN 1.808


La batalla de Sahagún (el 21 de diciembre de 1808) fue un choque de caballería en el que el 15.º Regimiento ligero de Dragones (húsares) británico derrotó a dos regimientos franceses durante la Campaña de la Coruña de la Guerra de la Independencia española, uno de los cuales fue completamente desbaratado. Esta acción marcó el final del avance del ejército británico hacia el interior de España, y fue seguido por la retirada de sus fuerzas hacia la costa y posterior evacuación.

A finales de 1808, Sir John Moore estaba al frente de las tropas británicas enviadas al noroeste peninsular en apoyo de los españoles en su lucha contra la ocupación francesa. Napoleón había penetrado en España al mando de un potente ejército (la Grande Armée) con el fin de recuperar las posiciones francesas, muy deterioradas en los últimos meses del conflicto. Esto, junto con la caída de Madrid en poder de los franceses, convertía la situación del ejército británico en prácticamente insostenible.

Moore, cuyo cuartel general se asentaba en Mayorga, era consciente de la necesidad de retirarse hacia la costa, ante los acontecimientos que se avecinaban. Sin embargo, sabía que las tropas del mariscal francés Soult estaban acampadas en las cercanías del río Carrión y, en principio, desasistidas. Antes de iniciar su retirada, decidió lanzar un ataque contra Soult, para lo que envió a Lord Henry Paget contra los franceses.

La batalla

En una gélida noche, Lord Henry Paget dio orden al 10.º Regimiento ligero de Dragones (Húsares) de marchar hacia Sahagún, ocupada por la caballería francesa, mientras él rodeaba la villa con el 15.º Regimiento para completar el cerco. El general John Slade se retrasó en la salida del 10.º Regimiento, lo que permitió a la caballería francesa conocer las intenciones de los ingleses y salir por el este sin ser molestados.

Al amanecer, los franceses pudieron divisar al sur al 15.º regimiento de Húsares. Formaron entonces en dos líneas; delante, el 1.er. Regimiento de Chasseurs a cheval (Cazadores a caballo) (ligero), encabezado por el coronel Tascher, pariente de la Emperatriz Josefina, y el 8.º Regimiento de Dragones detrás. Sorprendentemente, la caballería francesa recibió la carga inglesa quieta y con descargas de carabina.

El 15.º Regimiento inglés inició la carga a 400 metros de las líneas francesas. El impacto contra los Chasseurs fue terrible y el ímpetu de los ingleses reventó las filas napoleónicas. Los franceses iniciaron la desbandada hacia el este, perseguidos por el ejército británico. Muchos de ellos fueron hechos prisioneros, lo que supuso la desaparición en la práctica del regimiento de Chasseurs.

Consecuencias

Poco después, Sir John Moore recibió noticias de que el grueso de las tropas francesas se hallaban mucho más cerca de lo que él pensaba, por lo que la acción sobre Soult fue abandonada. La acción de caballería de Sahagún marcó el punto final antes de la larga, dolorosa y desastrosa retirada hacia La Coruña. La presencia británica había servido, como era la intención de Moore, para ganar un tiempo que permitió a los españoles restablecerse y reorganizarse tras las derrotas sufridas en la primera fase de la guerra.

En 2008 se conmemoró el segundo centenario de dicha batalla mediante una recreación simbólica hecha por figurantes.​

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