Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

La historia se escribe con fuego: todo sobre operaciones militares, tácticas, estrategias y otras curiosidades
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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 05 Feb 2018 00:31

El Asedio de CADIZ


El asedio de Cádiz es como se le conoce al sitio de Cádiz y San Fernando que tuvo lugar el 5 de febrero de 1810 tras la derrota en la batalla del Portazgo del ejército napoleónico, estableciendo un cerco a la ciudad de Cádiz y San Fernando hasta el 24 de agosto de 1812.

Tras la ocupación de Madrid el 23 de marzo de 1808, San Fernando (cerca de Cádiz) se convirtió en sede del gobierno español, siendo atacadas ambas localidades por sesenta mil soldados franceses bajo el mando del mariscal Claude Victor, siendo uno de los más importantes sitios de la guerra. La defensa de la ciudad estuvo a cargo de dos mil soldados españoles, reforzados posteriormente por otros diez mil, así como por tropas británicas y portuguesas.

Durante el asedio, que duró dos años y medio, las Cortes Generales del Gobierno en Cádiz (Cortes de Cádiz) elaboraron una nueva constitución para reducir el poder de la monarquía, una constitución finalmente revocada por Fernando VII. En octubre de 1810 se envió para socorrer Cádiz un ejército anglo-español de socorro puesto en vigor tras la desastrosa batalla de Fuengirola. Un segundo intento de socorro se hizo desde Tarifa en 1811, sin embargo, a pesar de derrotar al ejército francés dirigido por el Mariscal Claude Victor en la batalla de la Barrosa, el sitio no se levantó.

En 1812, tras la batalla de Salamanca, las tropas francesas se vieron obligadas a retirarse de Andalucía, ante el temor de verse cercadas por los ejércitos aliados. La derrota en Cádiz de las tropas francesas contribuyó a la liberación de España de la ocupación francesa, debido a la supervivencia del Gobierno español y a la utilización de Cádiz como base por las fuerzas aliadas.

A principios de 1800 la guerra se estaba gestando entre Napoleón I y el zar ruso Alejandro I. Napoleón vio los intereses comunes de Gran Bretaña y Rusia como una amenaza. El duque de Cadore, asesor del emperador de los franceses, recomendó que los puertos de Europa permanecieran cerrados a los británicos, afirmando que

[b]Una vez en Cádiz, señor, usted estará en una posición de descanso o bien para fortalecer los lazos con Rusia.[/b]

Nicolás Soult y su ejército francés invadieron Portugal en 1809, pero fueron derrotados por Arthur Wellesley en Oporto el 12 de mayo. Los ejércitos británico y español avanzaron en la España peninsular. Sin embargo, por la falta de fe en el ejército español, Wellesley se vio obligado a retirarse a Portugal después de las derrotas españolas en la batalla de Ocaña y la batalla de Alba de Tormes. En 1810 la guerra había llegado a un punto muerto. Las posiciones españolas y portuguesas fueron reforzadas por Wellesley con la construcción de las líneas de Torres Vedras, y el resto de las fuerzas españolas se vio obligado a defender el gobierno español en San Fernando y Cádiz contra el Ejército de Soult de Andalucía.

[b]Sitio[/b]

La ciudad de Cádiz y la de San Fernando (entonces llamada Real Villa de la Isla de León) fueron rodeados por los ejércitos de Soult y Claude Victor, atrincheradas en Chiclana de la Frontera, Puerto Real y El Puerto de Santa María, poblaciones de la Bahía de Cádiz situadas en un semicírculo alrededor de la ciudad. En el caso de la primera posición, Chiclana, sólo una zona de marismas y el Caño de Sancti Petri separaban las fuerzas francesas de los ejércitos aliados acantonados en San Fernando.

Inicialmente, el 5 de febrero los franceses enviaron un emisario pidiendo la rendición de las dos plazas, sin embargo esta fue rechazada. Dando comienzo el 6 de febrero un asalto a la cabeza defensiva del puente Zuazo, conocida como la Batalla del Portazgo, susupo una derrota para el ejército francés que ante la imposibilidad de tomar la plaza decide establecer un cerco inicianco así el asedio a Cádiz. El ejército francés se dedicó durante los dos años que duraría el asedio a bombardear las dos urbes, utilizando las piezas de artillería más potentes de la época, como los morteros Grand (el mortero Grand fue colocado en St. James’s Park, Londres, como un regalo a los británicos en honor del duque de Wellington, que tuvieron que ser abandonados tras la retirada francesa y que tenían un alcance de hasta tres kilómetros, algo impensable hasta entonces. Los franceses continuaron bombardeando Cádiz y San Fernando hasta finales de 1810, sin embargo la distancia extrema desde la disparaban disminuyó el efecto de los bombardeos.

El terreno que rodea las sólidas fortificaciones gaditanas, terrenos fangosos de marismas surcados por caños como el de Sancti Petri, le resultó a las tropas napoleónicas imposible de atravesar, lo que dificultó las operaciones militares, además de sufrir también la falta de suministros y, en particular, la carencia de municiones, sin contar el desgaste que la guerrilla española hacía en la retaguardia francesa, lo que dificultaba las comunicaciones internas con el resto de Andalucía. En muchas ocasiones, los franceses se vieron obligados a enviar escoltas de 150-200 hombres para custodiar los correos y los convoyes de suministros en el interior.

El sitio francés de Cádiz fue en gran parte ilusorio. No había ninguna esperanza real de que alguna vez tomaran el lugar. Mucho más real era el asedio del ejército francés en Andalucía. Las fuerzas españolas de las montañas de Murcia constantemente acosaban la parte oriental de la provincia. Con frecuencia eran derrotados, pero siempre reforzados. Un ejército irregular al mando del general Francisco Ballesteros operaba dentro de la propia Andalucía. Soult en varias ocasiones envió columnas en su contra. Siempre se escapó. ... El dominio francés estaba seguro sólo en las llanuras del Guadalquivir y en Sevilla.

Los refuerzos franceses continuaron llegando hasta el 20 de abril; la captura de un fuerte español que custodiaba el camino hasta Puerto Real contribuyó a facilitar la llegada de estas fuerzas. Este fuerte capturado proporcionó a los franceses un enclave desde el que controlar la entrada y salida de barcos del Arsenal de la Carraca, puerto militar de San Fernando. Durante 1811, las fuerzas de Claude Víctor eran continuamente limitadas, debido a las peticiones de refuerzo de Soult para apoyar a las fuerzas que sitiaban Badajoz. La salida de entre 20.000 y 15.000 soldados franceses, animó a los defensores de Cádiz y San Fernando a intentar una incursión en zona francesa.

La salida de 4.000 soldados españoles, bajo el mando del general José Pascual de Zayas, fue organizada al mismo tiempo que la llegada de un ejército anglo-español de socorro, integrado por unos 16.000 soldados, que desembarcó a 50 kilómetros al sur de Tarifa. Esta fuerza anglo-española estaba bajo el mando del general español Manuel de La Peña, a la que se unió el contingente británico dirigido por el teniente general Thomas Graham. El 21 de febrero de 1811, el mal tiempo en Tarifa obligó a las tropas a entrar en Algeciras el día 23. Finalmente, el 28 de febrero, las fuerzas aliadas comenzaron la marcha en dirección a Cádiz. Este grupo se enfrentó, cerca de la playa de la Barrosa, con un destacamento francés, compuesto por dos regimientos. Aunque tácticamente este enfrentamiento fue victoria de la fuerza aliada, con un águila del regimiento francés capturado, estratégicamente el resultado fue indeciso.

De abril a agosto de 1811, entre 2.000 y 3.000 hombres continuaron operando en la zona. El 26 de octubre, los buques británicos procedentes de Gibraltar destruyeron las posiciones francesas en El Puerto de Santa María, matando al comandante de artillería francés Alexandre-Antoine Hureau de Senarmont. Un intento de Claude Victor para aplastar a la pequeña guarnición anglo-española de Tarifa, durante el invierno de 1811-1812, se vio frustrado por las lluvias torrenciales y una obstinada defensa, marcando el fin de las operaciones francesas contra los exteriores de la ciudad.

El 22 de julio de 1812, Wellington obtuvo en Salamanca una victoria táctica sobre las tropas al mando de Auguste Marmont. El ejército hispano-anglo-portugués entró en Madrid el 6 de agosto y desde allí avanzó hacia Burgos. Dándose cuenta de que su ejército corría el peligro de ser aislado, Soult ordenó la retirada de Cádiz, saliendo de tierras gaditanas el 24 de agosto. Después de un bombardeo de la artillería, los franceses colocaron juntas las bocas de más de 600 cañones, a fin de destruirlos. Aunque estas armas no pudieron ser utilizadas por los españoles y los británicos, las fuerzas aliadas capturaron 30 lanchas cañoneras y una gran cantidad de tiendas.

Y como dice la copla gaditana popular

Con las bombas que tiran,
los fanfarrones,
se hacen las gaditanas,
tirabuzones.

Saludos :saluting-soldier: :saluting-soldier: :saluting-soldier:
Si ignoras lo que pasó antes de que nacieras, siempre serás un niño.
Marco Tulio Cicerón.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 05 Feb 2018 01:08

Batalla del Cabo de Santa Maria 1.804


La batalla del cabo de Santa María fue un combate naval que tuvo lugar el 5 de octubre de 1804 frente al cabo de Santa María, en la costa portuguesa del Algarve, en la que la escuadra mandada por el brigadier José de Bustamante y Guerra fue atacada, sin previa declaración de guerra, por una escuadra británica al mando del comodoro Graham Moore.

El brigadier Bustamante rindió las tres fragatas que resistieron a medio día, que fueron apresadas y transportadas al puerto de Gosport en Inglaterra. Bustamante había zarpado de Montevideo en tiempo de paz el 9 de agosto de 1804.


Flota española: Medea (insignia), Fama, Mercedes y Santa Clara. La flota partió armada con 148 cañones y con 1089 hombres de dotación.

Flota británica: Indefatigable (insignia), Lively, Amphion y Medusa. La flota estaba armada con 184 cañones y con 1110 hombres de dotación.

Desarrollo de las operaciones

Al amanecer del 5 de octubre, las fragatas de Bustamante divisaron la costa de Portugal (frente al cabo de Santa María). A las 7:00 avistaron cuatro embarcaciones inglesas que venían al encuentro de las fragatas españolas. Bustamante ordenó zafarrancho a las 8:00 y dispuso formar línea de combate. Las fragatas inglesas se situaron una a una, a barlovento de las españolas y a «tiro de pistola».

Una vez emparejadas, los ingleses mandaron un bote a parlamentar con la Medea, que llevaba la insignia. Viendo que su bote se demoraba, Moore mandó llamar a su bote con un cañonazo y a continuación rompieron el fuego las demás fragatas inglesas. Estando tan cerca los navíos, los artilleros tenían dificultad para manejar los cañones. Al poco tiempo vieron saltar la Mercedes por los aires. La Fama se alejaba para escapar, pero la siguió la Lively, que era la más velera, hasta alcanzarla y también la batió la Medusa, que era la que la tenía emparejada al inicio, quedando la Fama desarbolada, con su comandante, el capitán de navío Miguel Zapiain y Valladares, muerto, y la fragata con siete impactos a flor de agua, pues los ingleses después de arrumbar el velamen, tiraban a hundir. La falta de combatividad de la marinería española impedía hacer una defensa eficaz, y la desigualdad era abismal. Prolongar más el combate hubiera constituido un final numantino. A las 12:30, Bustamante rindió la escuadra.

Las tres fragatas españolas fueron conducidas primeramente a Gibraltar, y después a Gosport, Inglaterra.

Tragedia del general Diego de Alvear

El segundo comandante de la escuadra era el mayor general Diego de Alvear y Ponce de León, que regresaba a la península con su esposa Josefa Balbastro y sus ocho hijos, después de cumplir su misión en el establecimiento del trazado de los límites en Paraguay. Diego de Alvear viajaba con su hijo mayor Carlos, cadete del Regimiento de Dragones de Buenos Aires, en la fragata del comandante, la Medea, y su familia y enseres iban en la fragata Mercedes. En un momento de la refriega, la Amphion alcanzó la santabárbara y la Mercedes saltó por los aires, pereciendo a su vista la esposa de Don Diego y sus hijos, salvo el primogénito.

Consecuencias


La escuadra española perdió 269 personas y tuvo 80 heridos, mientras que la escuadra de Moore sólo perdió dos hombres y tuvo siete heridos.

La batalla fue duramente criticada por la prensa británica, que consideraba que el ataque estaba totalmente injustificado por haberse producido en tiempos de paz:

[i]Un gran delito acaba de cometerse [...] La ley de las naciones ha padecido la violación más atroz: una potencia amiga ha sido atacada por nuestra fuerza pública en medio de una profunda paz [...] sus leales súbditos han perecido en su defensa, infestando nuestras costas sus saqueados tesoros, y, como el de un pirata, nuestro pabellón tremola sobre el débil, el infeliz y el oprimido.
[/i]

Gran Bretaña obtuvo un copioso botín de más de tres millones de pesos. Sólo después de numerosas presiones accede a abonar los fondos de las soldadas de los marinos supervivientes por 230 634 pesos, negándose a abonar los 60 000 pesos correspondientes a los soldados fallecidos, cuyas viudas y herederos quedaron sin los ahorros ganados por el servicio de sus maridos y padres. España declaró la guerra a Gran Bretaña el 14 de diciembre de 1804, ya antesala de lo que sería la batalla de Trafalgar. Napoleón, que había sido coronado el día 2 (doce días antes), veía cómo tenía a España de aliada en su guerra contra Gran Bretaña.

La Fragata Nuestra Señora de las Mercedes, buque mártir hundido en esta batalla, ha estado envuelto en una gran polémica desde 2007 hasta primeros de 2012, ya que España denunció judicialmente en Florida a la empresa de cazatesoros estadounidense Odyssey Marine Exploration argumentando que la Mercedes es el buque expoliado ilegalmente por dicha empresa frente a las costas del Algarve portugués.

En enero de 2012, en un fallo que ya no admite recurso, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos rechazó el recurso de Odyssey Marine Exploration y obligó a la compañía a devolver a España las cerca de 500 000 monedas sacadas del pecio en 2007, monedas y restos arqueológicos que volvieron a España el 25 de febrero de 2012 para engrosar el Patrimonio Nacional y al que la justicia estadounidense reconoció su propiedad.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 05 Feb 2018 11:02

Batalla del Cabo de Santa María de 1.780 o del Doble Apresamiento


La captura del doble convoy inglés de 1780 o batalla del cabo de Santa María (1780) se produjo en el marco de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, y más concretamente, en la Guerra anglo-española (1779-1783) cuando partiendo de la información proporcionada por los servicios de inteligencia españoles, una flota combinada hispano-francesa al mando del director general de la Armada Española, don Luis de Córdova, consiguió apresar —sin apenas resistencia y cuando aún no se habían separado— a dos convoyes ingleses, uno con destino a la India y otro con destino a América, que cargados de tropas, pertrechos y armas se dirigían a prestar apoyo a las guerras coloniales británicas en ultramar.

En 1780, el Reino Unido de Gran Bretaña se enfrentaba a uno de los momentos más críticos de su historia, al sostener una guerra que acabaría perdiendo frente a los colonos rebeldes de Norteamérica, episodio conocido como la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. La situación se agravó cuando España y Francia se aliaron en su contra y decidieron apoyar militar y políticamente el alzamiento de las colonias americanas. Además, los británicos sostenían al mismo tiempo una dura guerra colonial en la India, subcontinente que acabarían anexionando a su imperio a lo largo del siglo XIX.

A pesar de que la Armada Real británica empezaba a emerger como la primera marina de guerra del mundo, las armadas española y francesa aún estaban en condiciones de hacer frente a la británica operando en flotas combinadas. Precisamente, en el verano de 1779, una operación de este tipo bajo mando del almirante francés Louis Guillouet, conde de Orvilliers, y del español Luis de Córdova, sembró el pánico en las costas británicas tras poner en fuga a la escuadra del canal de la Mancha y apresar el navío HMS Ardent, dejando el terreno libre para la invasión hispano-francesa del Reino de Gran Bretaña. La población abandonó precipitadamente las localidades costeras y el comercio naval inglés y la Bolsa de Londres cesaron su actividad, en un ambiente de terror que no se había vivido desde los tiempos de la guerra anglo-española del siglo XVI, acentuándose la situación de desamparo de los británicos por el hecho de que las mejores unidades del ejército británico se encontraban combatiendo en ultramar.​

Finalmente, y a pesar de la insistencia del almirante español para lanzar de inmediato la invasión, Guillouet, comandante supremo de la escuadra combinada, no se decidió a ordenar el desembarco. Tras una espera de varios días, estalló una epidemia en los buques franceses que no tardó en extenderse a los españoles,​ por lo que la flota franco-española tuvo que retirarse a Brest perdiéndose la oportunidad de asestar un golpe definitivo al Reino de Gran Bretaña. En cualquier caso, este episodio condicionaría las actuaciones posteriores de la Armada Real británica, puesto que a partir de entonces la obsesión del Primer Lord del Almirantazgo fue la protección de las costas británicas a todo trance.

Así, en el verano de 1780 partió de la localidad de Portsmouth un convoy compuesto por 55 mercantes armados, escoltado por la flota del canal de la Mancha, que debería dividirse en dos en algún punto del Atlántico, dirigiéndose una parte a la India para apoyar la guerra colonial, y la otra a Norteamérica para combatir a los rebeldes de las trece colonias. Las órdenes del almirantazgo fueron que la escolta abandonara al convoy a la altura de Galicia para regresar inmediatamente al canal de la Mancha.

Los mercantes debían navegar alejados de las costas ibéricas y de las rutas comerciales habituales para evitar encuentros fortuitos con navíos españoles o franceses, y contarían tan solo con el apoyo de un navío de línea y dos fragatas. Los agentes de inteligencia españoles destacados en Londres consiguieron averiguar la fecha de salida del convoy y la posible ruta que iba a seguir antes de dividirse, enviando inmediatamente la información al conde de Floridablanca.

En aquellos momentos, Luis de Córdova, que había sido nombrado en febrero director general de la Armada española, se encontraba vigilando el estrecho de Gibraltar al mando de una flota de veintisiete navíos de línea y varias fragatas, a la que se había sumado una escuadra francesa de nueve navíos y una fragata. Córdova ejercía el mando supremo de la flota combinada a pesar de las quejas de los franceses, que dudaban de su capacidad por haber cumplido el almirante español los 73 años. Por su parte, Floridablanca no dudaba en absoluto de la valía del viejo militar y ya en una carta fechada en noviembre de 1779 y dirigida al conde de Aranda afirmaba que «el viejo ha resultado más alentado y sufrido que los señoritos de Brest».​ Tan pronto como Córdova recibió la información obtenida por los espías españoles, comenzó a organizar la localización y captura del convoy británico.

Localización del convoy británico y «caza general»


La escuadra combinada hispano-francesa abandonó las aguas del estrecho y se adentró en el Atlántico guiándose por las suposiciones hechas a partir de la fecha de salida, las características del convoy británico y la ruta más probable suministrada por los agentes españoles. Se enviaron varias fragatas de exploración que batieron una amplia zona del océano. En la madrugada del 9 de agosto de 1780 una fragata exploradora española divisó en el horizonte un gran número de velas, que navegaban a unas 60 leguas al oeste del cabo de San Vicente.

Con toda rapidez se envió la información al Santísima Trinidad, buque insignia de la escuadra combinada, bajo mando directo de don Luis de Córdova. La noticia fue recibida con cautela, pues había dudas sobre si las velas detectadas correspondían a la escuadra del canal de la Mancha o si se trataba en efecto del convoy pero éste iba fuertemente escoltado. El segundo mando español, don José de Mazarredo abogó inmediatamente por el ataque, ya que supuso que no había ninguna razón para que la flota británica se arriesgase a navegar tan alejada de las costas, salvo que no fuese escoltada.

Tras ordenar Córdova el ataque, las rápidas fragatas se dirigieron hacia la flota británica, seguidas por los navíos de guerra. El comandante británico, John Moutray, tras constatar la abrumadora superioridad del enemigo se dio a la fuga con los tres buques de escolta, iniciando los buques mercantes una desbandada. Ante esta situación, Córdova dio desde el Santísima Trinidad la señal de «caza general», empezando una desordenada persecución en la que los buques españoles y franceses iban seleccionando y capturando presas según su propio criterio.

Una vez alcanzados, los mercantes se iban entregando sin presentar oposición ya que si bien todos ellos iban armados, poco podían hacer frente a los poderosos navíos de línea. La caza se prolongó hasta la noche, capturándose en total hasta 52 buques británicos de los 55 que componían el convoy. Las fragatas siguieron buscando a los buques huidos hasta bien entrada la madrugada, pero no consiguieron apresar a ninguno más.

Iniciada la inspección de los buques apresados, los aliados comprendieron la importancia del golpe asestado al Reino de Gran Bretaña, pues no sólo se habían capturado 52 buques, sino también 80 000 mosquetes, 3000 barriles de pólvora, gran cantidad de provisiones y efectos navales destinados a mantener operativas las flotas británicas de América y el océano Índico, vestuario y equipación para doce regimientos de infantería, y la ingente suma de 1 000 000 de libras esterlinas en lingotes y monedas de oro (todos los buques y bienes capturados estaban valorados en unas 600 000 libras). Además se hicieron cerca de 3000 prisioneros, de los cuales unos 1400 eran oficiales y soldados de infantería que pasaban como refuerzos a ultramar.

Consecuencias

Las pérdidas supusieron para el Reino Unido el mayor desastre logístico de su historia naval, superando incluso al sufrido por el convoy PQ 17, perdido frente a fuerzas alemanas más de un siglo y medio después, durante la Segunda Guerra Mundial. El número de buques y hombres capturados, así como la cantidad de más de 1 millón de libras esterlinas en lingotes y monedas de oro que pasaron a manos españolas, provocaron fuertes pérdidas en la Bolsa de Londres, lo que perjudicó gravemente las importantes finanzas que el Reino de Gran Bretaña mantenía para poder sostener las lejanas guerras que libraba.

Los españoles se comportaron con gran humanidad con sus prisioneros, devolviendo el generoso trato recibido por sus compañeros por parte del Almirante George Brydges Rodney.

Esta victoria española, añadida a las graves pérdidas ocasionadas por los temporales del Caribe provocó una crisis financiera entre los aseguradores de marina de toda Europa. Muchos entraron en bancarrota, y las tasas de seguro de guerra, ya elevadas, subieron a niveles desorbitados. También se incrementó el descontento público contra el ministro británico y la dirección de la Royal Navy.

Cinco de los barcos capturados fueron puestos al servicio de la flota española. La armada de España comisionó el Hillsborough de 30 cañones como Santa Balbina de 34 cañones; el Mountstuart de 28 cañones como el Santa Bibiana de 34 cañones; el Royal George de 28 cañones como el Real Jorge de 40 cañones.​ El Godfrey de 28 cañones como el Santa Paula de 34 cañones y el Gatton de 28 cañones como el Colón de 30 cañones.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 05 Feb 2018 11:09

Batalla de los CARBAYEDOS[/b


La batalla de los Carbayedos fue un enfrentamiento armado entre el Ejército español, el pueblo de Avilés y el ejército francés de Napoleón el 22 de mayo de 1809, en el contexto de la guerra de independencia española.

[b]Antcedentes


En el contexto de la guerra de independencia española, el ejército francés asignado a la ciudad realizaba continuos saqueos a los comercios y a los habitantes de la ciudad, y atrocidades contra la población. Esto alentó el malestar de los ciudadanos, que el 22 de mayo se rebelaron contra el invasor.

Desarrollo de la batalla

Tras la rebelión inicial se conformó un contingente de unos 1000 avilesinos armados que atacaron las guarniciones francesas en la ciudad. Tras la batalla, de aproximadamente dos horas, en la cual se impusieron las tropas napoleónicas, el ejército francés consiguió tomar el Ayuntamiento y los demás órganos administrativos de la ciudad.
[b]
Consecuencias
[/b]

Finalizada la batalla las víctimas mortales de avilesinos ascendían a unos 230, lo cual era demasiado para una población de entonces sólo 1600 habitantes. En el bando francés apenas hubo bajas, ya que los soldados franceses estaban mucho más preparados y con mejor armamento.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 05 Feb 2018 14:02

Batalla de CARPIO


La batalla del Carpio (23 de noviembre de 1809) fue una victoria española sobre las tropas de ocupación francesas junto a esta localidad vallisoletana cercana a Medina del Campo, en el transcurso de la Guerra de Independencia Española.

Las tropas napoleónicas ocupaban la ciudad con 10.000 hombres a las órdenes del general Kellerman; los españoles avanzaron sobre ella con una fuerza que integraban aproximadamente 19.000, mandados por el duque del Parque.

La acción se trabó en una altura muy próxima a la ciudad y singularizó, desde los primeros momentos, por su rudeza. En esta lucha murieron dos distinguidos jefes españoles, Salvador de Molina y el coronel Juan Drimgold. Los franceses fueron rechazados y dejaron libre la plaza, pero esta victoria no pudo considerarse decisiva para la conclusión de las hostilidades.

Pocos días después, el 28 de noviembre, los franceses se tomaron la revancha en la batalla de Alba de Tormes.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 05 Feb 2018 15:58

Carrera de BENAVENTE


La denominada Carrera de Benavente fue un episodio de la Guerra de la Independencia Española (1808-1814) ocurrido en las cercanías de la localidad zamorana de Benavente.​ Aunque la ocupación de las tropas francesas se prolongó durante varios años, la repercusión de esta batalla se centra en noviembre de 1808, comienzos del año siguiente, en el que las tropas del británico John Moore decide retirar las tropas en dirección a La Coruña (lugar donde fallece en enero de 1809). La denominación carrera de Benavente corresponde a la historiografía francesa.​ Las tropas británicas, al retirarse precipitadamente hacia La Coruña, inician actos de pillaje sobre la población de los valles que pronto se verían parados por los oficiales. La carrera tendría su fin en el enfrentamiento de Elviña a orillas de la ciudad. Uno de los eventos militares más relevantes fue la captura por los británicos del general francés Charles Lefebvre-Desnouettes.

El general Moore, tenía como misión concentrar las fuerzas de su ejército, para ello desde el puerto de Lisboa avanzó sucesivamente por Almeida, pasando a territorio español por Ciudad Rodrigo y finalmente Salamanca, ciudad donde estableció su cuartel general. El 4 de diciembre de 1808, día en el que se produce la toma de Madrid por las tropas francesas, se le unió la división de Hope, con la caballería y la artillería, mientras David Baird concentrada a sus tropas en los alrededores de Astorga. La confusión de la situación hace que Moore no se percate de la situación de la Capitulación hasta el día 10. El día 12 inicia movimientos de tropas saliendo de Salamanca hacia Zamora, Toro, Tordesillas y Valladolid. Finalmente se dirige a Sahagún en busca de las tropas del mariscal Jean de Dieu Soult.

Maniobra de Retirada

Durante la maniobra, el día 23 es informado, del avance de un grueso de tropas dirigidas por el mismo Napoleón procedente de Madrid que se dirigía a lo largo del eje de la carretera de La Coruña. De inmediato ordena la retirada a Astorga y La coruña, lugar donde se ve obligado a presentar batalla en batalla de Elviña. Durante el transcurso de esta batalla John Moore fallece a causa de un proyectil de cañón. El avance de Napoleón el día 22 desde a lo largo de la Carretera de La Coruña alerta a Moore por el tamaño del ejército, se compone de 32 000 infantes y 8000 de caballería. Cuando el día 23 es informado Moore del avance, decide iniciar la retirada pero realiza escaramuzas con la caballería con el objeto de hacer creer a Soult un ataque inminente, justo cuando se dispone a lo contrario. El plan es dividir sus tropas en dos frentes, uno se dirige a Valencia de Don Juan (en la provincia de León) y el otro a Benavente. El día 24 cuando las tropas francesas logra entrar en Tordesillas las tropas inglesas inician su movimiento hacia La Coruña.

[b]Cruce del río Esla[/b]

Cruzar el río Esla garantiza las comunicaciones al ejército inglés con toda su tropa en Galicia. Moore pide a las tropas españolas dirigidas por la La Romana destacadas en Mansilla que dejen expédito el camino a Astorga. Si David Baird se dirigió a la otra orilla del puente de Castrogonzalo para dirigir una retirada ordenada por él. Una vez conseguido el propósito se dio la orden de destruir todo paso por el río. Es precisamente en este instante del día 27 de noviembre cuando comienza a producirse actos de pillaje por parte de los soldados británicos. La insubordinación se hace patente cuando los soldados ingleses llegan a Benavente.

A finales de noviembre llega en montante del ejército francés a orillas del río Esla, y allí uno de los generales franceses: Charles Lefebvre-Desnouettes. En una partida de reconocimiento decide cruzar el río a la altura de Benavente encontrándose con 3000 jinetes ingleses. Cae capturado. Los detalles de la captura y su posterior destino son confusos y contradictorios dependiendo de la descripción de uno u otro bando. Es cierto que los franceses al percatarse de las maniobras de retirada redoblaron su marcha intentando anular las tropas de Moore.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 05 Feb 2018 20:39

Batalla de ALCORAZ 1.096


La batalla de Alcoraz tuvo lugar en el año 1096 en las cercanías de Huesca. El ejército aragonés, dirigido por el rey Pedro I de Aragón, asediaba la ciudad desde el campamento establecido en el Castillo de Montearagón. El combate queda trabado cuando llegan los ejércitos musulmanes de Al-Musta'in II desde Zaragoza, que contaban con la ayuda de los ejércitos castellanos al mando de García Ordóñez de Nájera y Gonzalo Núñez, primer señor de la Casa de Lara.

Según la tradición, apareció San Jorge en el campo de batalla a favor de los aragoneses, que ganaron la batalla. La ayuda castellana al rey musulmán fue infructuosa, y la ciudad de Huesca fue conquistada el 26 de noviembre de ese año, siendo la primera ciudad musulmana incorporada al Reino de Aragón. Con anterioridad la había intentado tomar el padre de Pedro I, el rey Sancho Ramírez en el año 1094, muriendo durante el asedio mientras inspeccionaba las murallas.

Sobre todo a partir del siglo XIII, se populariza la protección del mítico San Jorge sobre la Corona de Aragón como en la leyenda de la batalla de Alcoraz, dando lugar a nuevas tradiciones sobre apariciones en combates. Es el santo patrón de Aragón.

Durante un tiempo los aragoneses militaron bajo la cruz de Alcoraz, roja, en campo blanco, cantonada con cuatro cabezas de moro sangrantes que conmemoraba la batalla de Alcoraz, reñida en 1.096, a las afueras de Huesca.

Quiere la tradición (tardía del siglo XIV) que San Jorge en persona descendiera del cielo para auxiliar a los aragoneses, lo que derivo en vencimiento de los moros con muerte y decapitación de sus cuatro caudillos, estos eran tiempos "politicamente incorrectos". De hecho, ahora cuando se describe la antigua bandera se dice que son bustos de moros, no moros decapitados.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 05 Feb 2018 22:58

Batalla de CHICLANA


La batalla de Chiclana —conocida como batalla de la Barrosa por los ingleses, y batalla del Cerro del Puerco por los franceses1​ fue una batalla de la Guerra de la Independencia Española que tuvo lugar el 5 de marzo de 1811 cerca de Cádiz.​ cuando las tropas francesas intentaban poner fin al Sitio de Cádiz. En términos militares, fue una victoria para las tropas aliadas anglo-portuguesas las cuales, numéricamente superiores, derrotaron a dos divisiones francesas. Sin embargo este hecho tuvo un efecto estratégico mínimo en el conjunto de la contienda al no lograr su objetivo de poner fin al sitio de Cádiz.​

La reducción en el número de las tropas que asediaban la ciudad dio la ocasión a la guarnición anglo-española de levantar el asedio. A tal fin embarcó una gran fuerza aliada se desde Cádiz a Tarifa y de allí hacia el norte para atacar las líneas francesas por la retaguardia pero los franceses, bajo el mando del mariscal Victor, conocieron las maniobras de los aliados y prepararon una trampa. Una división francesa bloqueó la ruta hacia Cádiz mientras las otras dos divisiones del mariscal Victor cayeron contra la división británica bajo el mando de sir Thomas Graham. Tras una cruenta batalla en dos frentes la división británica venció a las fuerzas francesas atacantes. Sin embargo, la falta de apoyo del contingente español evitó una victoria absoluta y los franceses se reagruparon y volvieron a ocupar sus posiciones en el asedio por lo que los aliados no consiguieron su objetivo e incluso Victor la consideró una victoria francesa dado que el asedio de Cádiz continuó hasta el 24 de agosto de 1812.

Desde enero de 1810 Cádiz, el mayor puerto aliado de España y sede del gobierno español, había estado bajo el asedio del I Cuerpo de ejército del mariscal Soult que estaban bajo el mando del mariscal Victor.​ Aunque inicialmente estaba guarnecida por solo cuatro batallones de voluntarios y reclutas, la decisión del duque de Albuquerque de posponer las órdenes de la Junta Suprema Central de atacar a las fuerzas de Victor, muy superiores en número, permitió reforzar la ciudad con 10 000 hombres. Un refuerzo adicional de 3000 españoles completó las defensas de la ciudad.

La junta, expuesta a la violencia popular, fue obligada a dimitir, y se estableció una regencia de cinco personas para gobernar en su lugar.​ Este consejo de regencia, reconociendo que España sólo podría salvarse con la ayuda de sus aliados británicos, pidió refuerzos a Wellington, y a mediados de febrero de 1810 cinco batallones anglo-portugueses desembarcaron en Cádiz, elevando el número de tropas defensoras hasta 17 000 hombres, lo que hacía inexpugnable la ciudad.

Aunque el asedio tenía inmovilizada a esta cantidad de soldados, Wellington lo aceptó como parte de su estrategia, ya que en el bando francés había una cantidad similar de tropas en la misma situación. En enero de 1811 el mariscal Soult ordenó a Victor enviar casi la tercera parte de sus fuerzas en apoyo del asalto a Badajoz, dejando sólo 15 000 hombres sitiando Cádiz. Con esta cantidad de soldados Victor tenía pocas posibilidades de progresar en su ataque contra la ciudad, pero no podía retirarse, ya que en caso de levantar el asedio, la guarnición de Cádiz sería capaz de tomar toda Andalucía.

Preludio

Los aliados vieron en la reducción de las fuerzas sitiadoras la posibilidad tanto de entablar combate con el mariscal Victor en campo abierto como de liberar Cádiz del asedio. A este fin, un ejército de tropas aliadas fue enviado por mar desde Cádiz a Tarifa con la intención de marchar hacia el norte alcanzando la retaguardia francesa. Desde el momento de la salida de Tarifa, el mando de las tropas, compuestas de unos 8000 soldados españoles y 4000 británicos, fue encargado al general español Miguel de la Peña, tachado habitualmente de incompetente. Estaba planeado que el general José Pascual de Zayas y Chacón dirigiría una fuerza de 4000 españoles en una salida desde Cádiz, a través de un pontón desde la Real isla de León (actual San Fernando) coincidiendo con la llegada de la fuerza principal de La Peña.

El contingente anglo-portugués, comandado por el teniente general sir Thomas Graham, navegó desde Cádiz el 21 de febrero de 1811. Debido al mal tiempo, las fuerzas de Graham fueron incapaces de tocar tierra en Tarifa y siguieron hasta Algeciras, donde desembarcaron el 23 de febrero. Tras unirse a un batallón del coronel Browne, marcharon hacia Tarifa el 24 de febrero donde recibieron el refuerzo de las tropas allí guarnecidas. El día 27 se unieron con las tropas de De La Peña, que había salido por mar tres días después de Graham, y a pesar de haber sufrido el mismo mal tiempo, sí consiguió desembarcar en Tarifa. La vanguardia de este ejército se encomendó a José de Lardizábal, el centro al príncipe de Anglona, Thomas Graham quedó encargado de la reserva y el mariscal de campo Santiago Whittingham al mando de la caballería.

Una fuerza de españoles irregulares al mando del general Antonio Begines de los Ríos tenía órdenes de bajar desde las montañas de Ronda para unirse a la fuerza anglo-hispano-portuguesa el 23 de febrero, y en busca de ésta llegó hasta Medina-Sidonia. Las escaramuzas con el flanco derecho de Victor obligaron a Begines a retirarse de nuevo hacia las montañas, y el jefe del flanco francés, general Cassagne, pudo advertir de este encuentro al mariscal. Victor ordenó la fortificación de Medina-Sidonia y envió tres batallones de infantería y un regimiento de caballería para reforzar a Cassagne.

Las fuerzas conjuntas marcharon el 28 de febrero hacia Medina-Sidonia, al norte, y La Peña ordenó a Begines reunirse con ellos en Casas Viejas. Una vez juntos, los exploradores de Begines informaron que Medina-Sidonia estaba ocupada por un ejército francés mucho más numeroso del que habían previsto. La Peña decidió que en lugar de enfrentar a Victor en Medina-Sidonia, sería mejor que los aliados marchasen campo a través hasta el camino que unía Tarifa, pasando por Vejer y Chiclana, con Cádiz.

El cambio de planes junto con el mal tiempo y la insistencia de La Peña de marchar de noche, dio como resultado un retraso de dos días sobre el plan previsto. La Peña envió un mensaje a Zayas advirtiéndole de la demora, pero éste no recibió el informe. Así, Zayas salió de Cádiz, tal como estaba planeado, el 3 de marzo de 1811; un batallón destacado cruzó el pontón sobre el caño de Sancti Petri para establecer un atrincheramiento previo a la salida de la totalidad de las fuerzas de Zayas. Sin embargo, a fin de evitar que los cerca de 13 000 soldados que quedaban en Cádiz saliesen a atacar sus líneas, en la noche del 3 al 4 de marzo Victor envió seis compañías de voltigeurs al asalto de estas trincheras, causando 300 bajas españolas y forzando a Zayas a retirar el puente y replegarse.

Mientras tanto, Victor supo por los informes de algunos dragones provenientes de Vejer de la presencia del ejército de La Peña. Esta información, junto con las acciones de la guarnición gaditana, le llevaron a intuir que las tropas marchaban hacia Cádiz, y le permitió preparar una trampa a los aliados. Ordenó a una división a cargo de Villatte bloquear el camino de Vejer a la altura del cuello de la península, antes del caño de Sancti Petri y la Real Isla de León. Sus otras dos divisiones, bajo el mando de Ruffin y Leval, se ocultarían en los espesos pinares de Chiclana en posición de atacar el flanco de los aliados cuando de camino a Cádiz fueran detenidos por Villate.

Tras otra noche de marcha, los aliados alcanzaron el Cerro del Puerco, al sureste de Barrosa el 5 de marzo. Los exploradores informaron de la presencia de las fuerzas de Villatte, y La Peña ordenó a su vanguardia atacarles. Con la ayuda de una partida de tropas de refresco que salió de Cádiz y reforzados por una brigada de la división de Anglona, los españoles forzaron la retirada de Villatte más allá del río Almansa. La Peña rehusó perseguir la retirada de Villatte, por evitar que éste rodeara el Almansa y le cayera por detrás. Mientras tanto, la división de Graham cubría el Cerro del Puerco defendiendo la retaguardia y el flanco derecho de las fuerzas de La Peña.

La batalla

Habiendo forzado la retirada de Villatte y dejado expedita la ruta a Cádiz, La Peña ordenó a Graham adelantar sus tropas desde el Cerro del Puerco a Torre Bermeja, dejando el cerro sin defensa. Siguiendo las constantes objeciones de Graham de que hacer esto supondría dejar expuestos la retaguardia y el flanco, cinco batallones españoles y un batallón de Browne quedaron manteniendo el cerro, flanqueados en el camino de la costa por tres escuadrones de caballería españoles y otros dos de la legión alemana real bajo el mando de Whittingham. Las fuerzas de Graham se movieron entonces al norte, según las órdenes: en lugar de bajar por el escarpado camino, siguieron una senda a través de los pinares al oeste del cerro. El camino a través de los árboles, aunque más corto y práctico para la artillería, hizo que marcharan a ciegas, sin visibilidad en ninguna dirección.

Ataque francés

Victor estaba disgustado por el hecho de que Villatte no hubiera podido bloquear el camino a Cádiz durante más tiempo, pero confiaba en que el grueso de sus fuerzas pudiera empujar a los aliados hacia el mar. Vio que la principal fuerza española tomaba posiciones frente a Villatte, y teniendo informaciones de que el cerro estaba despejado, pensó tener una oportunidad de tomar las alturas sin oposición. Ordenó a tres escuadrones de dragones rodear el cerro para tomar el camino de la costa, mientras Ruffin ganaba las alturas y Leval atacaba a Graham en el bosque.

El ataque de Ruffin en el cerro del Puerco bastó para poner en fuga a los cinco batallones españoles que lo cubrían, dejando solo al de Browne en la defensa del cerro. La caballería de Whittingham se enfrentó a los dragones franceses que habían rodeado el cerro, y decidió retirarse, cubriendo su retirada con un único escuadrón de húsares prestado por Browne. Éste ordenó a su batallón tomar posiciones en las ruinas de una ermita en la cumbre del Cerro del Puerco, pero al ver el avance de seis batallones franceses hacia ellos, y la retirada de la caballería de Whittingham, no tuvo más opción que abandonar el cerro y partir a unirse con Graham en el bosque. Los franceses tomaron el cerro sin oposición, como Victor había pretendido, y Ruffin colocó una batería de artillería en la altura.

La respuesta de Graham

Mientras tanto, a mitad de camino en su marcha por unirse a de La Peña, Graham tuvo noticias por unos guerrilleros españoles de que las tropas francesas habían avanzado desde su escondite en el bosque de Chiclana y estaban atacando. Al volver la vista vio a los españoles retirándose del cerro, la división de Ruffin subiendo la ladera y la de Leval aproximándose desde el este. Entendiendo que las fuerzas aliadas corrían el peligro de verse rodeadas por los franceses, desobedeció las órdenes que tenía y volvió atrás para atacar el Cerro del Puerco y defenderlo del asalto de Leval. Ordenó a la brigada de Dilkes atacar a Ruffin en el cerro, mientras la brigada de Wheatley fue a vigilar a Leval, que se acercaba desde el este.

La Loma del Puerco

Calculando el tiempo que costaría desplegar una brigada completa en formación de batalla, Graham supo que tenía que entretener a los franceses. Así, ordenó a Browne, que ya había llegado junto a él, que su batallón de 536 hombres, formado por compañías de flanco de diferentes batallones, volviera a rodear y subir la ladera del cerro contra los 4000 franceses con su artillería en la cumbre. Barnard, que mandaba el batallón ligero de la brigada de Wheatley, y Bushe, con dos compañías de infantes portugueses, atacaron por el bosque para detener el avance de Leval.

La división de Leval, ignorante del ataque inminente de Barnard, avanzaba en columna de a dos, sin una vanguardia de voltigeurs. La inesperada aparición de los británicos causó tal confusión que algunos regimientos franceses, imaginando ser atacados por la caballería, formaron cerradamente, y fueron barridos por la metralla de los diez cañones montados en el extremo de las líneas británicas. Corrigiendo su formación a la forma usual de ataque francés –la "columna de divisiones"–, bajo el fuego de la artillería de Duncan, avanzaron forzando a Barnard a retroceder. Tras éste, Bushe con los portugueses cubrieron su retirada y enfrentaron a los franceses hasta que la brigada de Wheatley formó en la orilla del bosque. Los 3800 hombres de Leval marchaban ahora contra una línea de 1400 anglo-portugueses (los de Barnard, Bushe y Wheatley).

El avance de Leval

Mientras tanto, en el cerro, el batallón de Browne se enfrentaba con la división de Ruffin. El fuego francés diezmó a los británicos con unas pocas andanadas de su artillería e infantería. En lugar de retroceder, los de Browne se dispersaron al abrigo de la ladera y devolvieron el fuego. En este punto, Ruffin no podía descender por la presencia de la brigada de Dilkes, que saliendo del bosque formaba al pie del cerro.

Dilkes, avanzando cerro arriba por la derecha de Browne, consiguió llegar cerca de la cima sin pérdidas serias. Ruffin desplegó cuatro batallones que intercambiaron fuego con Dilkes y con Browne. Victor, en la cumbre del cerro, trajo en su apoyo dos batallones de granaderos de su reserva. Sometidos los seis batallones franceses al intenso fuego de mosquete, fueron detenidos a sólo unos metros de la línea británica. Poco después, deshecha la fuerza francesa por el fuego de los hombres de Browne y de Dilkes, escapaba hacia el valle de más abajo.

Volviendo al combate entre Wheatley y Leval, éste tenía la impresión de enfrentarse a una fuerza superior, aunque era él quien tenía la ventaja numérica. Después de haber sido vapuleados por las compañías ligeras de Barnard y Bushe, los franceses necesitaban reorganizarse, pero Wheatley atacó tan pronto como las compañías ligeras despejaron el campo. Ninguno de los batallones franceses consiguió formar en línea, y la primera columna francesa se deshizo tras la primera andanada inglesa.

El 8º de Línea francés, parte de esa columna, sufrió un 50 % de bajas; el águila imperial estandarte de esta columna fue capturado por el alférez Keogh, del 87º regimiento, quien murió en el intento, y el sargento Patrick Masterson (o Masterman, según otras fuentes) lo cogió, el primero en ser ganado por los británicos en la Guerra de Independencia española. La línea británica continuó su avance, rompiendo el único batallón que había conseguido formar (del 54º de Línea francés). Tras tres descargas, éstos se retiraron junto a la división en fuga de Leval.

Retirada francesa

Las divisiones francesas huyeron hacia la Laguna del Puerco, donde Victor se ocupaba de detener la desorganizada fuga francesa y de desplegar los dos o tres únicos batallones ilesos para cubrir la retirada. Graham también puso orden en sus exhaustas huestes, y las llevó junto con la artillería de Duncan contra los reorganizados franceses. Sin embargo, un escuadrón de húsares rodearon el cerro y condujeron a un escuadrón de dragones contra la infantería francesa en formación. El efecto de este golpe desmoralizó a los franceses, que se retiraron apresuradamente.

Durante la batalla, Lapeña rehusó empecinadamente dar apoyo a las tropas de Graham. Supo del avance francés al mismo tiempo que el inglés, pero decidió quedarse defendiendo el istmo de la isla de León con todos los hombres a su cargo. Conociendo la decisión de Graham de enfrentarse a los franceses y convencido de la victoria de éstos, se mantuvo en su posición. El general Zayas le requirió repetidamente para dar apoyo a los británicos, pero Lapeña se negó. Al terminar el combate, viendo la victoria británica, rehusó perseguir a los franceses en su retirada, a pesar de las continuas protestas de Zayas.

[b]Consecuencias[/b]

Tácticamente y en términos de bajas sufridas, la batalla fue una victoria para las tropas aliadas. Habían marchado una distancia considerable durante aquel día (y la noche anterior) y estaban luchando contra una fuerza casi doble en número. Las fuerzas británicas perdieron aproximadamente 1240 soldados, incluyendo portugueses y alemanes bajo el mando británico. Las bajas españolas fueron entre 300 y 400. Los franceses perdieron cerca de 2380 hombres. Sin embargo, el error de los aliados de no perseguir a los franceses derrotados permitió a Victor reocupar las líneas del asedio a Cádiz, y la batalla no tuvo resultados estratégicos decisivos; de hecho, Victor la consideró una victoria, dado que el asedio continuó como hasta entonces.

En la mañana del 6 de marzo Graham, furioso con Lapeña por su falta de apoyo, recogió a sus heridos y marchó hacia Cádiz. Parece posible afirmar que si las fuerzas aliadas hubieran acosado a las francesas tras la batalla, o al día siguiente, el asedio de Cádiz habría podido ser levantado. Aunque Victor consiguió reagrupar su ejército, el pánico estaba generalizado en sus líneas. Victor había planeado contener cualquier avance aliado sólo el tiempo suficiente como para destruir las fortificaciones asediadoras, evitando que cayeran en manos enemigas; pero era tal el desconcierto entre los franceses que, aunque los aliados no avanzaban, destruyeron una de sus baterías de artillería sin haber recibido la señal.

Lapeña insistió en desoír los planes de Graham y Keats para avanzar contra los franceses en Chiclana, e incluso se negó a enviar jinetes exploradores para ver lo que hacía Victor. Después de permanecer en sus atrincheramientos durante la batalla, los españoles volvieron a la isla de León el 7 de marzo de 1811, dejando sólo las fuerzas irregulares de Begines tras ellos. Estos aseguraron efímeramente Medina-Sidonia y pronto volvieron a las montañas de Ronda. El 8 de marzo, Victor había vuelto a ocupar todas sus posiciones originales, y el asedio a Cádiz seguía como al principio.

Fue una pelea que acabó ‘en tablas’. No obstante, demostró la debilidad de los franceses y la vulnerabilidad del cerco. A partir de de esas fechas, la ocupación de toda la Bahía pasaba a ser un deseo que pertenecía al campo de los sueños. A pesar de ello, Chiclana nada se vio favorecida de esta batalla, ya que continuaría en manos de los franceses hasta el 25 de agosto de 1812.

La derrota francesa dio un empuje a la moral de los españoles, a pesar de su escasa participación en el combate. Tras la batalla, Lapeña tuvo que rendir cuentas por negarse a perseguir la retirada de las fuerzas francesas ante el Consejo de Regencia, el cual le ordena entregar su mando al general Zayas. Las críticas de Graham hacia sus aliados españoles, en un momento de tensas relaciones entre ambos, supusieron el traslado de Graham al ejército principal de Wellington.

En noviembre de 1811, Jorge IV del Reino Unido otorgó la concesión de una medalla a los oficiales británicos presentes en la batalla. El 13 de febrero de 1815 Fernando VII hizo lo mismo con los españoles.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 06 Feb 2018 00:48

Batalla de CIUDAD REAL


La batalla de Ciudad Real tuvo lugar entre los días 26 y 27 de marzo de 1809 y enfrentó a los ejércitos napoleónicos y los españoles en Ciudad Real, en la actual comunidad autónoma de Castilla-La Mancha.

La batalla tiene lugar en el contexto de la Guerra de la Independencia Española y es especialmente importante por la cercanía de los hechos bélicos que sucedieron en la batalla de Valdepeñas el 6 de junio de 1808, en la batalla de Bailén en julio de ese mismo año y en otros enfrentamientos menores.

Estratégicamente las tropas francesas pretenden controlar las vegas del río Guadiana y asegurar las comunicaciones entre Madrid y Andalucía, comunicados por una red de caminos reales y de herradura de suma importancia.

[b]Contendientes y resultado[/b]

Las operaciones bélicas y la batalla se dieron entre el IV Cuerpo del Ejército Imperial francés del general Sebastiani y el Ejército de La Mancha del general José de Urbina, conde de Cartaojal, en la que participaron más de 5000 hombres. Además, también se movilizaron numerosas partidas guerrilleras de patriotas de la propia Ciudad Real y pueblos colindantes como Miguelturra, Pozuelo de Calatrava o Carrión de Calatrava. El resultado de la batalla resultó de victoria para los franceses. Esto les permitió tomar la capital y toda la provincia, reanudando la comunicación con Andalucía e instalando guarniciones de caballería en el Cuartel de la Misericordia de Ciudad Real y de cuerpos menores del Ejército Imperial francés en Almagro, Daimiel y en el castillo de Manzanares.

Desarrollo de la batalla

El 26 de marzo de 18091​ llegó la noticia a Ciudad Real de que las tropas francesas se aproximaban, pues venían del norte en contraofensiva para vengar la derrota de Bailén y persiguiendo a los restos de las tropas españolas, que les hacían frente como podían. Se enfrentaban de un lado el Ejército Imperial francés, con lo mejor de las tropas de choque de Europa, y sobre todo su excelente caballería de lanceros polacos, al mando del general Sebastiani y, de otro, los restos del Ejército español, derrotado en Uclés y Consuegra, formado por tropas desmoralizadas y con un armamento anticuado e insuficiente, entre Regimientos de Línea y la Milicia de Ciudad Real, al mando del general Conde de Cartaojal.

El conde de Cartaojal había situado su cuartel general en Ciudad Real y sus Divisiones se extendían a lo largo de la provincia: la Caballería hasta Manzanares, ocupando a Daimiel, Torralba de Calatrava y Carrión de Calatrava, y el grueso de la infantería se alojaba en las cercanías de Valdepeñas. Ante esto, el general Sebastiani tomó la decisión de dividir su Ejército en dos: uno bajaría hasta Ciudad Real por el Camino Real de Andalucía, y el otro intentaría envolver a los españoles por su espalda.

Desde las 10 de la mañana del día 26, la División de Caballería del general francés Milhaud se acercó hasta Peralbillo, aunque fue rechazada en su intento de pasar los puentes fluviales hacia Ciudad Real, aun así, el refuerzo de las demás unidades del IV Cuerpo de Ejército francés, que acudieron en horas posteriores, sorprendió completamente al dispositivo español, y así durante todo ese día el Ejército español y las milicias provinciales, como la de Ciudad Real, resistieron el empuje del muy superior Ejército francés en el Puente de Nolaya, en el río Guadiana.

Al día siguiente, el 27 de marzo de 1809 tuvo lugar la batalla entre las tropas españolas y las tropas napoleónicas en el Guadiana a la altura del Puente Nolaya, tras envolver la caballería de los lanceros polacos los flancos de las fuerzas españolas, la infantería francesa, con su superioridad numérica arroyó a las tropas españolas que defendían el Puente Nolaya, incluida la artillería, tras esto, cayó parte de la infantería española situada en la falda del cerro de la Atalaya, la caballería española del Regimiento de Voluntarios de Madrid protegió la retirada de las tropas españolas de infantería hacia Almagro. El general español José Urbina, Conde de Cartaojal, huyó precipitadamente ordenando el repliegue de las tropas hasta Viso del Marqués.

Al mediodía los franceses llegaban hasta Ciudad Real liberando a los 80 prisioneros franceses que habían sido capturados por las tropas españolas en los combates de los días anteriores y que estaban presos en los sótanos de la Casa de la Caridad. Por parte española se registraron entre muertos, heridos y desaparecidos, cerca de 2000 bajas, perdiendo el Regimiento de Milicias Provinciales de Ciudad Real muchos hombres y su bandera.

Tras esto vendría la ocupación francesa de Ciudad Real hasta 1813, primero por el Regimiento de Húsares de Holanda, que usaron el Real Hospital de la Caridad como cuartel y después por otros regimientos.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 06 Feb 2018 00:54

Batalla de COGORDEROS


La batalla de Cogorderos (23 de junio de 1811) fue una victoria española sobre las tropas de ocupación francesas junto a esta localidad leonesa, en el transcurso de la Guerra de Independencia Española.

En junio de 1811, con los franceses ocupando el Páramo Leonés, el mariscal de campo José María de Santocildes –el heroico defensor de Sitio de Astorga, evadido de Francia seis meses antes– presionó de nuevo sobre la capital maragata aprovechando el traslado del mariscal Marmont a Extremadura con numerosas tropas para combatir a Wellington, lo que obligó a los franceses a bandonar Astorga. El jefe de la guarnición francesa, el general Jeanin voló varios tramos de la muralla y se replegó a Benavente (19 de junio), entrando Santocildes en la ciudad el 22 de junio, tras 14 meses de ocupación francesa.

Entretanto el general Bonet, se trasladó de Asturias a León, concentrando sus tropas en la orilla derecha del Órbigo. Destacó desde La Bañeza al general de brigada Valleteaux con 3000 hombres. Al principio se limitaron a tirotearse de lejos, ya que los españoles faltos de caballería no querían aventurarse en el llano y Bonet, con menos efectivos, había recomendado prudencia a sus subordinados. Sin embargo, en la mañana del 23 de junio Valletaux logró socorrer a la guarnición de la aldea de Benavides y expulsar a los españoles, tomando algunos prisioneros. Enardecido por el éxito, el impetuoso francés decidió atacar a las tropas españolas situadas en el pueblecito de Cogorderos, sito junto a la carretera de Astorga a Ponferrada, sobre el río Tuerto. Estas estaban conformadas por la 2ª División del 6º ejército, dirigida por el general Taboada, en su mayor parte infantería reforzada con algunos elementos de caballería.

El combate

Las tropas francesas se destacaron a lo largo de un frente de unos dos kilómetros, desde la margen norte del valle de Valdecadierno hasta Quintana de Fon. Las posiciones españolas se situaban al sur de Villamejil, en el llano de la margen norte de Valdecadierno. Confiando en la superioridad de sus tropas sobre las milicias españolas, Valletaux se lanzó al ataque a pesar de su desventaja numérica.

Trabado el combate a la una del mediodía, los españoles se defendieron con tenacidad durante más de cuatro horas, hasta que acudió en su socorro el coronel Méndez de Vigo con sus tres batallones del regimiento de Oviedo, integrantes de la brigada Volante del general Castañón, que venían a marchas forzadas. Los recién llegados, sin descansar, atacaron a los franceses por el flanco, en combinación con la caballería de Taboada. Tres sangrientas cargas a bayoneta calada deshicieron por completo a los franceses, que se retiraron al cabo de siete horas y media de lucha, dejando atrás fusiles y equipo, así como varios cientos de prisioneros, entre ellos 11 oficiales. El propio Valletaux murió en combate en la primera carga. Los españoles tomaron tres águilas regimentales y literalmente cazaron a muchos de los huidos en la ruta hacia el río Órbigo.

A pesar a tan señalada victoria, Taboada, viéndose amenazado por el grueso del superior ejército de Bonet, se retiró a Astorga. Sin embargo, unos alarmados Bessières y Bonet suspendieron el envío de más tropas a Extremadura, lo que favoreció el avance de Wellington por el sur. El ejército francés en León fue reforzado con varios miles de hombres al mando del general Dorsenne, que reemplazó a Bessières.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Hoplon » 06 Feb 2018 10:07

Hay una enseñanza en todo esto: la única manera de garantizar que las guerras no devasten tu territorio es tener un ejército que garantice que nadie pueda invadirte.

Una delas razones de la prosperidad de Inglaterra es que aunque se ha comido un montón de guerras (como el resto de los europeos) se ha apañado para que estas se libren fuera de sus fronteras. Un enorme sacrificio de soldados, si, pero con las cosas de casa en orden.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 06 Feb 2018 10:28

Probablemente tengas razón compañero, pero con el armamento actual me temo que ya no cabe esa posibilidad, ni tan siquiera en el caso de EEUU, un misil balistico es fácil que caiga en cualquier lugar, y lo peor es que no tenemos garantizado en absoluto que ese tipo de armas se encuentren en poder de personas responsables que no las van a utilizar de forma indiscriminada.
A las pruebas me remito en el caso de Norteamérica o de Corea, por no hablar de lo que puede llegar a ocurrir en el supuesto de que ese tipo de armas cayeran en poder de fanáticos islamistas o similares, definitivamente los tiempos han cambiado, y la amenaza global es cada vez mayor.

Antes era preciso dominar físicamente el territorio, lo que llevaban a cabo la infantería y la caballería en la actualidad se destruye desde lejos y sin arriesgar vidas, me parece que la única oportunidad que tenemos es la de construir una red de satelites o similar que puedan llegar a destruir los misiles en vuelo, algo que puede ser tan costoso que sería imposible de llevar a cabo por un único país, tendría que ser la UE al completo o algo similar, y por supuesto todo ello sin descuidar el armamento y ejercito "tradicional" para las posibles agresiones cercanas que pudieran darse.

En fin un lio que desde luego creo que escapa a nuestra capacidad tanto técnica como militar.
Y por cierto tienes razón, los hijos de la Gran Bretaña, siempre han llevado la guerra a otros paises, así no les han estropeado nada y han rapiñado todo lo posible, habria que saber exactamente de donde procede la raíz de la palabra ladrón, para mi que el origen es inglés, o quizás sea la forma más correcta de definir a un subdito de su muy poco graciosa majestad.


Un cordial saludo.
Última edición por Brasilla el 06 Feb 2018 10:48, editado 1 vez en total.
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Marco Tulio Cicerón.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 06 Feb 2018 10:36

El Saqueo de CORDOBA 1.808


El saqueo de Córdoba se produjo al iniciar la Guerra de la Independencia Española en 1808, cuando esta ciudad sufrió un saqueo por parte de las tropas francesas que duró tres días y sembró de pánico y terror la población.

Historia

Tras la batalla del puente de Alcolea, el general Dupont entró en Córdoba el 13 de junio de 1808 por la Puerta Nueva y se dedicó a saquear la ciudad. La razón o excusa para tal acción, fue un tiro fallido que el juez de paz de la Santa Hermandad, Pedro Moreno, realizó desde la actual calle Alfonso XII. Con el apoyo de la artillería, las tropas galas, asaltaron iglesias, conventos, casas, robando todo tipo de carros, vehículos, caballos y dinero, entre otros bienes.

El ejército francés se ensañó especialmente en conventos femeninos como el convento del Carmen, el convento de San Juan de Dios o el convento de los Terceros, donde se produjeron numerosas violaciones y saqueos de las imágenes, y en el robo de dinero, como en el palacio de Viana, donde se apoderaron de 80 000 reales,​ o en el Palacio Episcopal, de 100 000. En total se calcula que las tropas francesas se llevaron más de 10 millones de reales.​ Tamaña fue la recaudación, que los franceses desistieron de imponer ningún tipo de impuesto de guerra a la población.

Las tropas imperiales abandonaron la ciudad el día 16 de junio tras conocer la capitulación de la Armada francesa en la bahía de Cádiz, así como de la formación del ejército de Andalucía comandado por el general Castaños, que con el apoyo de tropas del general Reding, se dirigía hacia el valle del Guadalquivir. Siete días más tarde, el general Castaños entró en Córdoba donde comenzó a preparar la batalla que le enfrentaría al Ejército Imperial en los días siguientes, conocida como batalla de Bailén.

Con la derrota de los franceses en Bailén, el Ayuntamiento de Córdoba y otras instituciones de la ciudad hicieron llegar al general Castaños, un recordatorio para que los franceses devolvieran el botín incautado a sus legítimos dueños, a lo cual el general respondió que solo se devolverían «los vasos, ornamentos sagrados y cuanto perteneciese al culto», en cumplimiento de las leyes de la guerra.

Saludos :saluting-soldier: :saluting-soldier: :saluting-soldier:
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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 06 Feb 2018 13:32

Batalla de ELVIÑA


La batalla de Elviña (también conocida como batalla de Coruña) fue una batalla de la Guerra de la Independencia Española enmarcada dentro de las Guerras Napoleónicas. Tuvo lugar el 16 de enero de 1809 entre 14 000 soldados británicos bajo el mando de sir John Moore, y 16 000 soldados franceses bajo el mando de Nicolas Jean de Dieu Soult.

Después de la desastrosa Convención de Sintra, en la cual se permitió la repatriación de las tropas francesas derrotadas en la batalla de Vimeiro, los comandantes del ejército británico (incluido Arthur Wellesley, futuro Duque de Wellington) fueron llamados a su patria para enfrentarse a una investigación. De esta forma, las tropas expedicionarias británicas en España y Portugal fueron dejadas al mando de sir John Moore, un militar conocido por su reforma en las tácticas de la infantería ligera.

Sin embargo, la campaña subsecuente estuvo marcada por las privaciones y por las condiciones invernales que costaron la vida de 6000 soldados británicos. La retirada posterior, realizada durante un severo invierno, fue un completo desastre. Las marchas agotadoras, el tiempo gélido y las frecuentes escaramuzas con la vanguardia de las tropas francesas provocaron una caída en el alcoholismo de numerosas tropas, y su consiguiente abandono ante el avance francés.

Estas condiciones, unidas a la sorpresiva llegada del propio Napoleón con un ejército a España, forzaron a Moore a iniciar la retirada completa hacia el puerto de La Coruña, en la esquina noroccidental de España. Razones políticas y una serie de acciones británicas tenaces y sorpresivas en la propia retaguardia francesa hicieron que Napoleón decidiera dejar la persecución en manos del mariscal Soult.

La batalla

El encuentro entre los dos ejércitos se produjo en el llano de Elviña, en las inmediaciones de la ciudad de La Coruña, en la que se hallaban fondeados los barcos de la Real Armada Británica dispuestos para la evacuación. Lejos de actuar como un ejército derrotado y diezmado, las tropas británicas se propusieron proteger la evacuación rechazando los ataques franceses, normalmente mediante la propia infantería ligera creada por Moore.

Cogiendo lo mejor que quedaba de sus tropas (entre ellos los regimientos 51st Highlanders y 95th Rifles), Moore se enfrentó a los franceses y consiguió evitar la destrucción total, dando a sus exhaustas tropas el tiempo necesario para embarcar en los transportes anclados en el puerto. El propio Moore fue herido en el pecho por un proyectil de cañón durante la batalla, falleciendo poco después en la ciudad de La Coruña, pero con la satisfacción de ver cómo su ejército se salvaba de la destrucción.

El fuego de cobertura de los barcos de guerra mantuvo a Soult a distancia permitiendo a los británicos embarcar sin problemas y retornar sanos y salvos al Reino Unido. Los sucesivos ataques franceses fueron rechazados y el ejército británico se retiró con aproximadamente 900 bajas (entre muertos y heridos) incluyendo al propio sir John Moore. Las bajas francesas ascendieron a 2000 hombres aproximadamente. El mariscal Soult pudo tomar la ciudad poco después de que la abandonaran las tropas británicas y, al encontrar el cuerpo del comandante británico, decidió enterrarlo con los honores que merecía.

El ejército británico, a pesar de su retirada de la península ibérica, había combatido exitosamente contra un enemigo mayor y mejor aprovisionado. A pesar de la pérdida de sir John Moore, un comandante muy popular, la tropa tenía la sensación de haber conseguido un triunfo moral (similar a lo que significó Dunkerque en la Segunda Guerra Mundial), lo que ayudó a mantener la reputación de los soldados británicos en las subsiguientes contiendas dentro de las guerras napoleónicas.

Los británicos regresaron a la península por Portugal en abril de ese mismo año, con tropas de refresco, nuevos aprovisionamientos y un nuevo comandante, sir Arthur Wellesley, futuro duque de Wellington y que, años más tarde, derrotaría definitivamente a Napoleón en la batalla de Waterloo.

Resultados

La campaña y la batalla de Elviña presagiaron muchos de los problemas que encontraría el ejército británico en la guerra peninsular. Primero y sobre todo, mostró la necesidad de un método fiable de suministro. Los sufrimientos del ejército británico en la retirada fueron terribles, pero lo peor de todo es que forzaron a muchos soldados al saqueo y la rapiña de la campiña española. Esto, desde luego, no contribuyó a mejorar las relaciones de los británicos con sus aliados españoles.

Subsecuentemente, el futuro comandante Arthur Wellesley planeó un sistema logístico en conjunción con los españoles, los portugueses y las unidades británicas. Este sistema fue muy eficiente y aseguró que los británicos pagaran a los suministradores y comerciantes locales. También se pusieron de manifiesto las dificultades de emprender una campaña en invierno, lo que contribuyó en gran manera a las privaciones sufridas por el ejército.

Finalmente, la falta de comunicación entre los aliados contribuyó al desastre global. El rol del ejército británico bajo las órdenes de Moore era dar soporte a los ejércitos españoles en su lucha con Napoleón. Sin embargo, cuando Moore llegó a Salamanca, no era consciente de que Napoleón ya había derrotado a los españoles. Después de estos hechos, muchos esfuerzos fueron llevados a cabo para centralizar el mando y la comunicación, la mayoría de las veces bajo el mando de comandantes británicos, como Wellesley y Beresford.

Recuerdos de la batalla en la actualidad
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Algunos recuerdos de esta batalla están presentes aún en la ciudad de La Coruña. Aunque el campo de batalla ha sido parcialmente borrado, principalmente por la Avenida de Alfonso Molina que constituye la principal entrada a la ciudad, aún queda algo por ver del mismo. Así, el pueblo de Elviña es fácil de encontrar saliendo de La Coruña a mano derecha. Junto al pueblo, la mayoría del antiguo campo de batalla ha sido ocupado hoy en día por la Universidad de La Coruña, en donde se levanta un monolito conmemorativo en el que se puede leer en latín la frase que Soult grabó en la tumba original de Moore: "Aquí cayó John Moore, general en jefe del ejército inglés, en la batalla del 16 de enero de 1809 contra los franceses dirigidos por el duque de Dalmacia."

Más arriba del pueblo de Elviña, subiendo hacia el monte de la Zapateira existe un mirador que nos da la perspectiva francesa del campo de batalla. En ese mirador se ha colocado un mapa descriptivo de la batalla hecho de baldosas. También se guardan unas placas conmemorativas, una de las cuales fue descubierta por el príncipe de Gales en 1931. Las demás han sido costeadas por diferentes asociaciones históricas coruñesas y por el embajador del Reino Unido en 1997.

La tumba de Moore puede verse en la Ciudad Vieja de La Coruña, más concretamente en los jardines de San Carlos, en los cuales se levantan varias placas conmemorativas. Una de ellas recoge las palabras de Arthur Wellesley, futuro duque de Wellington, elogiando el valor de los gallegos en la contienda. También existen placas recogiendo los poemas que dedicaron Charles Wolfe y Rosalía de Castro al general Moore.

Finalmente, cada ciertos años se hace una recreación histórica de la batalla organizada por el ayuntamiento de La Coruña y la asociación cultural Royal Green Jackets.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 06 Feb 2018 13:46

Batalla de ESPINOSA DE LOS MONTEROS


La batalla de Espinosa de los Monteros fue librada el 10 y 11 de noviembre de 1808, en las proximidades de localidad homónima burgalesa en los Montes Cantábricos, en que las tropas napoleónicas al mando del general Victor obtuvieron la victoria contra el teniente general Joaquín Blake, jefe del Ejército de Galicia.

Desarrollo de la batalla

En el primer día de combate, Victor, buscando una victoria fácil que borrase su humillación en Valmaseda, lanzó una serie de ataques sin sentido que fueron repelidos con fuertes perdidas por los disciplinados soldados regulares del general marqués de la Romana. Sin embargo, la posición de Blake todavía se mantenían. En la mañana del 11 de noviembre, Victor retomó sus posiciones y coordinó un ataque francés masivo que atravesó a la izquierda de Blake y barrió las tropas españolas fuera del campo de batalla. Los franceses capturaron un total de 30 cañones y otras treinta banderas.

Aunque no es una derrota decisiva en sí misma, la confusión desesperada del ejército español destrozado y cansado, que carecía de un gobierno y una estructura de mando coordinada, la batalla de Espinosa marcó un golpe de muerte para el Ejército de Galicia que mandaba Blake. En su haber con todo fue capaz de retirar cara al oeste, con orden, lo que quedaba de sus tropas a través de las montañas, escapando de la persecución napoleónica del mariscal Soult. Cuando llegó a León, el 23 de noviembre de 1808, todavía contaba con 10 000 hombres bajo su mando. Tres días después, Blake traspasó el mando de sus tropas al marqués de la Romana.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 06 Feb 2018 15:30

Batalla de GARCIA HERNANDEZ


El día anterior, el 22 de julio de 1812, en la batalla tan bien retratada en 1875 por la pluma de Benito Pérez Galdós, que españoles y franceses llaman "batalla de los Arapiles", que los ingleses denominan "Battle of Salamanca", y quienes la vivieron llamaron "batalla de Calvarrasa de Arriba", el ejército aliado al mando de Sir Arthur Wellesley, futuro 1er Duque de Wellington, había ganado una victoria decisiva sobre el ejército francés dirigido por el mariscal Auguste Marmont. La división de Foy fue la única unidad francesa que no participó en la batalla y por lo tanto actuó como retaguardia de la retirada francesa con el objetivo de frenar a las fuerzas británicas de persecución y con ellos posibilitar un repliegue ordenado de la fuerza principal. Por el lado británico, la brigada de caballería pesada de von Bock (Legión Alemana del Rey) tampoco participó el 22 ya que se encontraba en Pelabravo, 20 kilómetros al sudeste de Salamanca cubriendo el flanco izquierdo del ejército aliado.

En la llamada batalla de García Hernández los dragones pesados alemanes al servicio de su Majestad Jorge III de Gran Bretaña y príncipe elector de Hanover, Alemania, lograron pasar a la historia de la caballería al romper tres cuadros enemigos y poner en un muy serio compromiso a su división de infantería, la que con apoyo de caballería debía proteger la retirada francesa.

La Batalla

Si bien la descripción de la batalla se basa en diversas fuentes, se ha tomado como fundamentales tres obras que describen desde la perspectiva de ambos bando el combate. Por un lado "History of the King's German Legion”, vol 2, de North Ludlow Beamisch escrita en 1837. Beamish tomó los relatos del teniente coronel von Uslar-Gleichen (hermano del muerto en el combate), del mayor Benedir von der Decken (también hermano de quien cayera herido de muerte en la batalla) y del mayor Hartwig von Witzendorff.

Los tres –como capitanes en el 1º de Dragones Ligeros de la King's German Legion– fueron protagonistas y testigos directos del combate. Por el mismo bando se tomó el libro Briefe eines Rittmeisters des 1. schweren Dragoner Regiments von des Königs deutscher Legion aus Spanien 1812/13 (Cartas de un capitán del 1er Regimiento de Dragones Pesados de la Legión Alemana del Rey desde España en 1812/13) de Carl Hodenberg, quien fuera edecán del general Georg von Bock, comandante de la brigada. Finalmente para reflejar la versión francesa de los hechos se tomó la obra Histoire de la Guerre d'Independance de la Péninsule ibérique contre Napoléon 1er, (9na parte: mayo-agosto de 1812) La Bataille des Arapiles del historiador y médico francés, caballero de la Legión de Honor, Jean-Pierre Sarramon, escrita en 1978. Sarramon le dedicó más de 50 años de su vida, hasta su muerte, al estudio de la guerra napoleónica en España.

La retirada francesa tras su derrota en la batalla de Los Arapiles

Tras la victoria anglo-portuguesa de Los Arapiles el 22 de julio de 1812, el derrotado ejército francés se retiró del campo de batalla cubierto por la 1ra. división de infantería del general Maximilien Foy, la que prácticamente no estuvo involucrada de lleno en la batalla, habiendo quedado posicionada sobre el extremo del flanco derecho francés en Calvarrasa de Arriba. Atravesando el frondoso bosque de encinas se dirigió al sur del Arapil Grande, hacia Alba de Tormes con la intención de cruzar allí el largo puente medieval sobre el río Tormes y encaminarse por el camino que conduce a Peñaranda de Bracamonte, más allá, hacia Valladolid y Burgos.

Foy había recibido la orden del comandante de la 2da división de infantería, teniente general Bertrand Clauzel –quien por ser el tercero en antigüedad había quedado al mando de toda la fuerza del Ejército francés de Portugal tras que el mariscal del imperio, Auguste-Frédéric-Louis Viesse de Marmont y su segundo al mando, el general Jean Pierre François, conde de Bonet, habían sido heridos de gravedad por un proyectil de metralla al inicio de la batalla– de no abandonar la orilla del Tormes hasta las nueve de la mañana para proteger el repliegue de las tropas.

Sin embargo, desde las 07:00 el general Jean-Baptiste Curto, jefe de toda la caballería ligera, quien lo flanqueaba por el Norte, lo alertó de que una caballería británica había sido divisada en las alturas entre Alba de Tormes y La Serna. Poco más tarde le informó que sus propios exploradores habían distinguido una fuerte columna británica que atravesaba el río por un vado (se trataba de la División de Infantería Ligera que lo había cruzado a la altura de Huerta). Como habían partido ya las unidades que debían precederle en la marcha y también la mayor parte de los soldados desbandados que no se habían unido todavía a sus cuerpos, y, temiendo que su retirada se viese amenazada, Foy adelantó su marcha. El movimiento a tal fin comenzó a las 08:00 y se efectuó como estaba previsto por la carretera de Peñaranda.

La fuerza de Foy estaba compuesta por su propia unidad, la 1ra. División de Infantería, integrada por las brigadas del general Jean Chemineau con los regimientos 6º ligero y 76º de línea con dos batallones cada uno (total 1509 hombres) y la brigada del general François Desgraviers-Berthelot, muerto en la batalla del día anterior y ahora bajo el mando del coronel Ennemond Molard, con los regimientos 39º y 69º de línea, igualmente con dos batallones cada uno (total 2128 hombres) y una batería de 6 cañones. La fuerza montada estaba integrada por la división de caballería ligera del general Jean-Baptiste Curto con 2 escuadrones del 3er Regimiento de Húsares, 2 escuadrones del 26º de chasseurs (cazadores), y un escuadrón del 28º de chasseurs. En total 521 jinetes incluidos los 37 oficiales al mando. Según las fuentes francesas (no lo mencionan las inglesas) también eran parte de la retaguardia montada, la División de Dragones del general Pierre Boyér con el 6º y 11º de dragones ,​ que tenía por misión proteger en su retaguardia a la artillería que, ya más adelantada al norte, mantenía su marcha por el camino de Peñaranda mientras que la infantería la seguía en paralelo a campo traviesa.

Tras su victoria, Wellesley había decidido realizar personalmente la persecución de los franceses llevando, junto a las divisiones de infantería 1ra y Ligera, que estaban bastante frescas, a la brigada de caballería ligera inglesa del general George Anson con solo dos escuadrones (otras fuentes indican tres), uno del 11º de dragones ligeros y el otro del 16º, en total unos 300 hombres (el resto de los escuadrones de estos regimientos más los del 12º habían sido destacados para escoltar la columna de franceses tomados prisioneros durante la batalla de los Arapiles), y a la brigada de caballería pesada de von Bock con el 1º y 2º regimientos de dragones de la Legión Alemana del Rey con 3 escuadrones cada uno y un total de 771 hombres, la que no había participado en forma directa en la batalla ya que habían quedado como reserva en Pelabravo cubriendo el flanco izquierdo de Wellington para asegurar la retirada de la fuerza por si las cosas hubieran salido mal.

Tanto von Bock como Anson recibieron –a horas de la victoria– la orden de disponer lo necesario para perseguir al enemigo al alba del día siguiente para lo cual Wellesley requirió que ambas brigadas cruzaran el río Tormes a la salida del sol. El general de brigada Georg von Bock (en realidad Baron Eberhardt Georg Otto Bock von Wülfingen) estaba interinamente al mando de toda la caballería británica en la península debido a que su titular, el teniente general Stapleton Cotton había sido herido, y su segundo el general de brigada John Le Marchand, muerto en la batalla del día anterior.

Esa misma noche el general irlandés había tenido una cita con un pintor aragonés al cual le había encomendado hacerle un retrato (la vanidad de Wellington no tenía límites y en el curso de su vida fueron innumerables los retratos que encargó de sí mismo a los más conspicuos artistas de la época). Ese pintor –un admirador del general– se llamaba Francisco José de Goya y Lucientes el que allí mismo hizo un boceto “de tiza roja sobre grafito” que sirvió de base de tres retratos al óleo del duque que Goya pintó después de la victoria de Los Arapiles. Wellington sirvió de modelo poco tiempo debido a los preparativos para el día siguiente lo que obligó a Goya a interrumpir la sesión. Volvieron a encontrarse días más tarde en Flores de Ávila donde el sexagenario y acaudalado genio de la pintura, viudo reciente, a quien apodaban "el sordo", pudo terminar su dibujo.

Wellington emprende personalmente la persecución de los franceses


Al clarear el 23 de julio, mientras la brigada de von Bock, habiendo partido de Pelabravo había también cruzado el Tormes detrás de la infantería, la famosa División Ligera del general alemán Carl August von Alten a quien Wellington llamaba "el mejor de los hannoverianos" (3500 hombres de los regimientos ingleses 43º, 52º y 95º "Rifles", y los portugueses 1º y 3º de cazadores) por los vados en Huerta, unos once kilómetros al norte de Alba de Tormes. Ambas fuerzas se dirigían hacia el sur para unirse a la fuerza de Wellesley sobre el margen del río Gamo, a la altura del pueblo de Garcihernández.

Wellington se había puesto al frente de la caballería de Anson con su escolta personal, el 1er escuadrón del 5º de Dragones de la Guardia Real.​ En la creencia de que el cruce por el puente de Alba de Tormes había sido bloqueado por un batallón español que se había hecho fuerte en el castillo fortificado, dirigió su búsqueda por un camino diferente. Sin embargo el general Carlos de España (de origen francés, su apellido era en realidad Carlos d'Espagnac), abyecto personaje conocido como "El Tigre de Cataluña" por su crueldad,​ había retirado la unidad sin informar a Wellington, lo que permitió a los franceses utilizar esa vía de escape.

Vuelto sobre sus pasos el futuro duque utilizó para su persecución el mismo puente pero dado el lento cruce por parte de su infantería, el avance de la caballería se retrasó considerablemente, la que finalmente pudo ponerse en movimiento por el camino de Alba recién a eso de las nueve de la mañana. La infantería estaba integrada por la 1ra División de Infantería del teniente general John Hope, comandada en la ocasión por el general Henry Campbell (6200 hombres). Tanto la Ligera de Alten como la de Campbell habían quedado en el flanco izquierdo de la fuerza británica durante la batalla. La segunda no habían tenido un rol preponderante en ella por lo que estaba relativamente intacta.

Mientras las fuerzas británicas terminaban de cruzar el puente los restos en retirada de las fuerzas francesas estaban ya próximos a la altura de García Hernández, con el objetivo de dirigirse desde allí a Valladolid y Burgos para unirse a la Armada del Norte. El pueblo hoy denominado Garcihernández se halla situado en un pequeño llano, atravesado de sudeste al noroeste por el riachuelo Gamo (llamado Caballero en las crónicas inglesas) y limitado al nordeste por una línea de colinas coronadas por una meseta: Los Altos de La Serna.

La carretera de Alba a Peñaranda cruza la planicie en diagonal de sudoeste a noreste pasando a doscientos metros al sur del poblado antes cruzar el arroyo y subir por las citadas colinas. Estas terminan, en su otro extremo al norte del pueblo cayendo a plomo sobre el Gamo, con su extremidad occidental solo separada del río por un desfiladero el que recorre un sendero que conduce a Encinas de Abajo. El avance de la brigada de von Bock por ese lado se hizo muy lento debido a que por un lado en el tramo del valle que bordea el Tormes este era atravesado por muchos arroyos con innumerables bañados, y por el otro, porque el desfiladero con su camino tan angosto y pedregoso determinó que la columna de la infantería obligara a la caballería a marchar a paso de hombre.

El avistaje de la retaguardia francesa

En cabeza de la fuerza de Foy y en columna de batallón iba la segunda brigada, a las órdenes del general Chemineau, y a retaguardia marchaba la primera bajo el mando del coronel Molard. La caballería ligera de Curto cubría la línea de los infantes, los que caminaban entorpecidos en su avance por la multitud de heridos y rezagados que, en busca de refugio, se acumulaban en torno de ellos.

En el momento en que dichas tropas se disponían a subir la pendiente de la colina y cuando la retaguardia del coronel Molard estaba aún franqueando el vado del riachuelo (muchos hombres se detuvieron a la vera del arroyo a beber y algunos otros se dirigían al pueblo con el objeto de conseguir comida), hicieron su aparición los dragones de George Anson los que hacía una hora habían dejado a tras a la infantería y ahora se acercaban formados en columnas cerradas hacia el Noroeste por la orilla derecha del Gamo. Viendo el peligro Foy ordenó inmediatamente a su infantería y artillería apresurarse para ganar las alturas de los cerros mientras la caballería cubría sus movimientos.

Los del 76º de la brigada de Molard, viendo que no llegarían a subir a la meseta, se habían formado ya en dos cuadros mientras que los dos del 6º, continuaron marchando en columna, tratando cortar camino trepando la colina con el objetivo de alcanzar el resto de la fuerza y ponerse a resguardo de la caballería alemana. Los restantes regimientos, el 39º y el 69º de Chemineau que iban adelante creyéndose cubiertos por su caballería siguieron su curso por el camino hacia Peñaranda subiendo la cuesta aunque viendo el desenlace de los acontecimientos pronto formaron también en cuadros. A Boyér Foy le había ordenado que dispusiera su caballería sobre el camino de Peñaranda al costado del pueblo con el objeto de bloquear el acceso al puente y contener el avance de los jinetes ingleses de Anson.

Wellington da la orden de atacar

Wellington que marchaba a la cabeza de la columna de Anson le ordenó a éste atacar sin demora a los dragones de Boyer, mientras procuraba acelerar la marcha de la brigada de von Bock, que venía retrasada por las dificultades del camino que había tomado remontando la orilla derecha del Gamo. De este modo, la cabeza de la columna de von Bock no desembocó en el llano hasta el momento en que los escuadrones de Anson, después de franquear el riachuelo, se disponían a enfrentar a los dragones de Boyer, que sin esperar el choque huyeron en dirección Peñaranda.

En el llano no quedaban ya más tropas imperiales que la brigada Molard, cuyo flanco meridional se hallaba al descubierto por la huida de los dragones susodichos. Los hombre de Anson cruzaron el puente y formaron en línea frente a la caballería de Curto que habiendo hecho lo mismo cortaba el camino sobre la base de la pendiente para cubrir el flanco septentrional de los infantes. Wellington ordenó a Anson que iniciara el ataque con sus dragones para expulsarlos. Mientras tanto los dos regimientos de dragones pesados de la brigada de von Bock habían salido del desfiladero y debido a lo angosto de la planicie ya estaban formando en echelones (escalones) dispuestos también a dar batalla a la caballería de Curto.

En ese momento llegaba a la formación de von Bock el teniente coronel de artillería John May que circunstancialmente había acompañado en el operativo a Wellington con el mensaje de este de que se apurara la carga contra la caballería de Curto .5​ Consecuentemente von Bock ordenó al teniente coronel Johann von Bülow, comandante del 1º de Dragones iniciar la carga. Cuando los hombres a Anson estaban a punto de iniciar la suya, llegaba ya al galope el primer escuadrón del 1º al mando del capitán Hans Heinrich von Hattdorf con la plana mayor de la brigada, incluido el general von Bock, el coronel May y el teniente coronel von Bülow arremetiendo contra los chasseurs franceses sin esperar que lo hicieran los jinetes de Anson.

Los franceses de Curto viendo la determinación y el número de la fuerza que venía en ayuda de quien tenían enfrente, dieron media vuelta y se alejaron dejando a su merced a sus camaradas de la infantería. En su persecución el 1er escuadrón del 1º de la KGL fue alcanzado por los disparos que desde su flanco izquierdo le llovieron sorpresivamente de la infantería enemiga a la que no habían visto, cayendo heridos varios caballos y jinetes, incluido el teniente coronel May, por lo que se abandonó la persecución de los chasseurs.

Entre tanto el capitán Gustav von der Decken al mando del 3er escuadrón, el del ala izquierda del 1º de dragones de la KGL, viendo que cualquier avance contra la caballería enemiga sería muy peligroso con los cuadros franceses disparándoles desde tan corta distancia, resolvió por su propia iniciativa atacar con su solo escuadrón el cuadro del 76º de línea francés que se hallaban más próximo y a menos de 30 pasos del lugar donde deberían pasar. A pesar de recibir una descarga desde una distancia tan corta las bajas fueron pocas. Una segunda mucho más devastadora alcanzó al escuadrón cuando ya se hallaba a solo unos 12 metros del enemigo.

El principio del fin de la infantería francesa


Irónicamente lo que en principio debía ser algo muy perjudicial para los alemanes se convirtió por una casualidad en el inicio de la destrucción de los franceses. El mismo von der Decken, que había sido herido en la rodilla durante la primera descarga recibida, se las había arreglado para mantenerse sobre su silla de montar, aunque luego la segunda lo hirió nuevamente y en forma grave (tras el combate fue evacuado a Salamanca donde falleció el 16 de septiembre producto de su herida).

También el teniente Voss cayó heridos de muerte por cuatro impactos de bala junto a otros jinetes, entre ellos el dragón Post cuya cabalgadura recibió un disparo fortuito y en lugar de desplomarse al instante siguió herido de muerte en su desesperada carrera arrastrando consigo al infortunado dragón para finalmente caer violentamente sobre una esquina del cuadro francés, llevando por delante todo lo que encontró en su caída. El resultado fue un hueco correspondiente al espacio ocupado por ocho infantes, brecha que inmediatamente fue aprovechada por el capitán Friedrich von Uslar-Gleichen, segundo al mando y que se había hecho cargo del escuadrón, para –alentando a sus hombres– penetrar y cargar con sus temibles espadas largas y de hoja recta desde adentro del cuadro mismo, a espalda de los sorprendidos infantes franceses, convirtiendo todo el cuadro en un caos y amasijo de hombres muertos y heridos. En esa ocasión el dragón Grobe derribó de un sablazo al comandante de la brigada, el coronel Molard, quien cayó de su cabalgadura dejando sin comando a su tropa, la que ya totalmente desmoralizada tiró sus armas y levantó los brazos en señal de rendición. El valiente Molard falleció 12 días después a consecuencia de su herida.

Viendo la dantesca escena y sin meditarlo un solo segundo, el Rittmeister (capitán de la caballería) August von Reizenstein, al mando del 2do escuadrón del 1º, que también se había visto obstaculizado en su avance por las características del terreno, cargó contra el segundo cuadro del 76º francés, el que se encontraba algo más arriba en la ladera, siendo recibido también por una nutrida salva que hirió de muerte al teniente Carl von Heugel y de gravedad al corneta Carl Tappe.

Sin embargo la fuerza de ánimo y la moral de los franceses ya estaba muy quebrada por la masacre sufrida por sus camaradas, por lo que varios infantes hicieron lo peor que podían haber hecho: comenzaron a emprender la fuga rompiendo así el cuadro –única posibilidad de protección– con lo cual éste sufrió las mismas consecuencias del primero. Los infantes diseminados de ambos cuadros rápidamente intentaron formar un tercero al ver que en su ayuda venía al galope el único escuadrón francés que no había huido. Se trataba del único escuadrón del 28º de chasseurs que integraba la brigada de Curto. Contra este arremetió sin embargo el capitán Carl von Marschalck del 3er escuadrón del 2º regimiento de dragones de la KGL, seguido por su camarada el teniente Johannes Fumetty a cargo de la mitad del 2º escuadrón (se trataba de la 6ª compañía) también del 2º regimiento.

En tanto los dos batallones de infantería ligera franceses del 6º que estaban intentando a paso redoblado alcanzar las alturas de la ladera sobre el lado izquierdo del camino a Peñaranda de Bracamonte, fueron arremetidos ahora por el escuadrón de von Reitzenstein, quien encaró con sus hombres al batallón más retrasado, todavía a cierta distancia de la cresta. Mientras los franceses se esforzaban por llegar a lo alto, buscando la seguridad, los hombres de las dos compañías que iban a la retaguardia, comandadas por un capitán de apellido Philippe, se dieron media vuelta e hicieron fuego contra los dragones alemanes, los que sin darse por aludidos los alcanzaron repartieron tajos a diestra y siniestra entre ellos.

Intuyendo que no llegarían a la cima para cubrirse, los franceses formaron un cuadro muy precario que desde luego no aguantó la carga disolviéndose en un instante. Cientos de ellos tiraron sus mosquetes y solo unos cincuenta lograron huir alcanzando la protección de los cuatro batallones del 39º y 69º de Línea que ya estaban formados en la cresta de la colina en dos cuadros. El 69º, en cuyo seno se hallaba Chemineau (Foy se hallaba en el del 39º), fue atacado por los dos escuadrones del 2º de Dragones los que recibieron una furiosa descarga, producto de la cual cayó muerto el capitán von Uslar-Gleichen y fue malherido el teniente Fumetty el que solo pudo salvarse de ser tomado prisionero gracias a la valerosa acción del sargento Schmahlfeld quien lo rescató. Los jinetes aliados buscaron entonces una presa más fácil y siguieron adelante, más allá de la infantería de Foy, repartiendo sablazos a un buen número de rezagados y heridos y al rebaño de la escolta de civiles de la división, hasta tropezar con el cuadro formado por el batallón de cola de la 8va división, que no se dejó tampoco romper. La caballería aliada, cuyas monturas estaban agotadas, hubo finalmente de renunciar, por tanto a su empresa persecutoria y se retiró a sus posiciones de partida.

Así terminó el combate de García Hernández, señalado por la brillante carga de la caballería pesada de los alemanes de Hannover, los que, al lograr romper tres cuadros de infantería francesa, consiguieron un éxito resonante en el curso de la guerra de Independencia española.

Cuando ya el enfrentamiento sobre la meseta había terminado, llegó al lugar de la acción la división de infantería ligera de von Alten, que formaba la cabeza de la columna de infantería británica. Wellington le encomendó que enviara al 95º “Rifles” a la cumbre de la meseta en las colinas que dominan el pueblo de García Hernández, para dar apoyo a los dragones alemanes; pero éstos habían puesto fin a sus ataques y ya se encontraban descendiendo al llano.

Foy se aprovechó del receso de su enemigo para poner en marcha lo que quedaba de su fuerza. Ya no era tiempo pare que los infantes aliados le siguieran, y solo la caballería de Anson estaba en condiciones de acosarla, con la única intención de hostigar su retaguardia. Ésta no había recorrido dos kilómetros, cuando se vio reforzada por el contingente del Ejército del Norte, que a las órdenes del general de brigada François Pierre Chauvel, acudía en su auxilio desde Burgos. Se trataba solamente de 900 jinetes (húsares y cazadores). Pero llegaban plenos de ardor y disciplina, por no haber tomado parte en los desdichados combates que habían minado el valor combativo de sus camaradas en Los Arapiles y García Hernández. Aquella fuerza formó en seguida a la cola de la columna manteniendo a raya los intentos ofensivos de la caballería aliada.

Por Coca de Alba y Nava de Sotrobal, el grueso del ejército derrotado alcanzó, primero Peñaranda de Bracamonte, y después, Flores de Ávila, pueblo a la vera del cual vivaqueó la mayoría de las tropas de dicho ejército durante la noche del 23 al 24 de julio de 1812. Únicamente la vanguardia, con el Mariscal, los equipajes, el tren de artillería y las carretas de heridos continuaron hasta Arévalo. Por su parte, el ejército aliado renunció a toda persecución activa, y sus unidades de infantería no pasaron más allá del río Almar, cerca de una legua al oeste de Peñaranda.

A mediodía del 23, el Duque de Ragusa y, por consiguiente, el general Clauzel que lo reemplazaba, recibieron la carta del Rey José Bonaparte fechada el 21, anunciándole la marcha en su socorro del Ejército del Centro. De todos los mensajeros portadores de ejemplares de tal mensaje, solo uno llegó a su destino; los restantes renunciaron tal vez a cumplir su misión o fueron detenidos y probablemente asesinados por los guerrilleros.

Por su parte Wellington aprovechó el interregno para esperar el arribo del resto de su infantería antes de reiniciar la persecución. Finalmente al llegar a Flores de Ávila, en conocimiento de que el derrotado Ejército de Portugal francés estaba por unirse al Ejército del Norte, en conjunto una fuerza muy superior, decidió dar por finalizado el operativo de persecución. La campaña de Salamanca había concluido y Goya lo estaba esperando en Flores de Ávila ya desalojado por los franceses.

El óleo terminado que muestra al general con el uniforme rojo y la cruz de la medalla peninsular, le fue entregado por el artista durante la corta estancia del irlandés en Madrid (del 12 de agosto al 1º de septiembre). El general –regocijado porque había recibido la noticia de que el rey George III le habían otorgado el título Earl (marqués)– quedó tan satisfecho que en 1814 le encargó dos retrato más. En realidad el nombramiento no lo había hecho el rey sino su hijo primogénito, el príncipe de Gales y futuro rey Jorge IV, quien asumió la regencia a fines de 1810 dado el estado de su padre quien a los 72 años no solo estaba ya ciego por las cataratas y con un fuerte reumatismo sino totalmente senil (fuera de sus cabales, se hallaba recluido en el palacio Windsor).

Conclusión

Vale la pena remarcar que toda la acción se desarrolló en tan solo unos cuarenta minutos, pero en ese corto período de tiempo ocurrió uno los ataques más famosos de las guerras napoleónicas, en la que una fuerza de caballería logró romper y destruir tres cuadros enemigos infligiéndoles 200 bajas (entre ellos el general Molard) y la pérdida de 1400 hombres tomados prisioneros.

De los 770 dragones de la KGL que participaron en la acción, se produjeron 127 bajas (6 oficiales y 121 suboficiales y dragones) entre muertos y heridos de los cuales 51 murieron en el enfrentamiento y una gran cantidad luego en el hospital de Salamanca a causa de sus heridas. También se perdieron 140 caballos. Ambos regimientos quedaron tan reducidos que al día siguiente cada uno de ellos debió formar con solo dos en lugar de tres escuadrones.

Respecto de la intervención de los dragones de la KGL y la destrucción de los tres cuadros de defensa, Wellington escribiría en su informe oficial "Nunca antes he sido testigo de una carga más valiente que la que hizo contra la infantería del enemigo la brigada de caballería pesada de la King’s German Legion bajo el mando del general de brigada von Bock, la que resultó totalmente exitosa, con todo el cuerpo de infantería –tres batallones de la 1ª división enemiga– hechos prisioneros".​ Por su parte, el propio general Foy, haciendo honor a sus valientes enemigos sostendría después de la batalla "La carga realizada por el hannoveriano Bock a la cabeza de la brigada pesada de la legión alemana que hemos visto personalmente el día después de la batalla de Los Arapiles, ha sido la más audaz de toda la guerra de España".

En el gobierno británico la batalla de García Hernández causó tal impresión que decretó por una ley aprobada por el parlamento en mismo año de 1812 que todos los oficiales de la KGL que hasta entonces habían servido como temporarios, fueran admitidos como personal permanente, en similares condiciones a las de sus camaradas británicos, siéndoles reconocida no solo la antigüedad desde el comienzo de sus servicio en la Legión sino también el derecho a pensión o media paga por parte del gobierno británico .

La derrota en los Arapiles el 22 de julio tuvo desastrosas consecuencias para la estrategia de Napoleón en la península ibérica: los franceses se vieron privados de las bases y los arsenales que necesitaban para llevar a cabo una nueva invasión de Portugal, el rey José I tuvo que abandonar Madrid –hacia donde avanzaba el victorioso ejército de Wellington– y no hubo más remedio que evacuar Andalucía y levantar el sitio de Cádiz, donde se refugiaba el gobierno legítimo de España.

El encargado de llevarle las malas noticias al emperador fue el capitán Fabvier, que cabalgó durante treinta y dos días hasta alcanzar el cuartel general imperial, en ese momento en tierras rusas. Napoleón no prestó demasiada atención a lo ocurrido en Salamanca, pues estaba más preocupado por hacer una entrada triunfal en Moscú. Más tarde se daría cuenta de su error, puesto que, en cierto modo, la batalla de los Arapiles había significado el principio del fin de su Imperio.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Hoplon » 06 Feb 2018 16:39

Estimado Brasilla:

Ojalá, ya que es imposible sustraerse del todo a la posibilidad de los daños de una guerra, por lo menos pusieramos los medios para dedicar un 3 % del PIB al defensa.

No, creo que los gintonics no están en el origen etimológico del vocablo "ladrón", aunque hay que reconocer que como pueblo han dedicado su historia a perfeccionar el concepto.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 06 Feb 2018 17:06

Apreciado Hoplon:

En la primera cuestión que planteas, estamos totalmente de acuerdo, claro que siendo como somos buenos buenisimos de la muerte, con nuestro ejercito de la srta. Pepis, para que queremos destinar ese dinero, es mejor dejar que nos defienda un tercer país, que de paso hará su negocio a nuestra cuenta, y según el gobierno del que se trate, pues el país que nos tenga que defender será de uno u otro color, y no quiero pensar en la posibilidad de que algún personajillo, no voy a decir imberbe, pues al menos tiene barba o sombra de ella, llegara a gobernar entonces seguro que desfilamos todos vestidos de Mariquita Perez para alegrar la vista del enemigo.

En cuanto a la segunda tienes razón, pero lo cierto es que son el pueblo que más ha contribuido a nivel mundial a perfeccionar lo que ese nombre describe, desvalijaron Grecia, Egipto, La India, parte de Africa (demasiado enumerar todos los paises) y en lo que pudieron también lo hicieron con Europa y America, y dejaron su huella en Asia y Oceanía, y parodiando a uno de sus dirigentes, de estos si puede decirse: Nunca tan pocos, han robado tanto a tantos.

Saludos cordiales
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Marco Tulio Cicerón.


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