Hernan PEREZ DEL PULGARHernán Pérez del Pulgar y García Osorio (Ciudad Real, 27 de julio de 1451-Granada, 11 de agosto de 1531) fue un capitán del ejército castellano natural de Ciudad Real (Reino de Castilla) que sobresalió durante la Guerra de Granada, ganándose el favor de la reina Isabel la Católica y cobrando gran fama en todo el reino. En vida fue conocido por el apodo Alcaide de las Hazañas o simplemente El de las Hazañas, y su lema, forjado sobre la superficie de su escudo, rezaba Quebrar y no Doblar. Conviene no confundirlo con el historiador Hernando del Pulgar, otro castellano de la misma época.
Nació en Ciudad Real el 27 de julio de 1451 (en una casa que todavía se conserva y acoge en la actualidad el Museo López-Villaseñor) y es bautizado en la cercana iglesia de Santa María la Mayor, su registro bautismal se conserva en la parroquia de La Merced, sita al otro lado de la calle. De su infancia y adolescencia se conoce poco, pero lo suficiente como para decir que desde joven fue muy diestro en el manejo de las armas. Participó como escudero en la guerra contra Portugal, que apoyaba a Juana la Beltraneja en su pretensión al trono castellano en lugar de Isabel la Católica.
La Guerra de GranadaSu arrojo y valentía durante la guerra de conquista del Reino de Granada le valen los títulos de gentilhombre y continuo de la Casa Real en 1481. En 1482, sitiado junto al duque de Cádiz en Alhama de Granada por las tropas musulmanas, protagoniza una arriesgada operación en la que logra eludir el cerco y llegar hasta Antequera para pedir auxilio, evitando la pérdida de Alhama, estratégicamente situada en el centro del antiguo Reino Nazarí. En 1486 los Reyes Católicos le nombran, por medio de una Real Cédula, capitán general de Alhama.
Poco después conquista el castillo de Salar, estratégicamente situado en el camino entre Loja y Granada, con una fuerza de sólo ochenta hombres. En 1679 este hecho sería recordado con la creación del Marquesado del Salar, a petición de la propia ciudad de Granada. Le fue otorgado la Grandeza de España el 19 de noviembre de 1834. Llamado por el propio rey Fernando el Católico, participa en la toma de Vélez-Málaga y en la batalla de Bentomiz.
Fue nombrado emisario del trono castellano en las negociaciones de rendición de la ciudad de Málaga. Más tarde tomó Baza y dio muerte durante la conquista a Aben-Zaid, el comandante del ejército granadino. Esta última acción le valió el título de caballero por parte del rey Fernando y la concesión de un escudo nobiliario, «El de los Pulgares», compuesto por un león coronado, en gules sobre fondo azul, el cual lleva una lanza en las garras con una bandera blanca en su punta con «Ave María» escrito en ella. Flanquean a la bestia once castillos como representación de los once alcaides granadinos derrotados hasta entonces por Pulgar y el lema «Tal debe el hombre ser como quiere parecer».
Fue un maestro de la guerra psicológica. Cuando, en 1490, se encontraba asediado por las tropas de Boabdil en Salobreña y los pozos de agua de la ciudad habían sido agotados, se negó a aceptar la orden de rendición del rey musulmán y selló esta decisión arrojando desde lo alto de las murallas el último cántaro de agua. Ganó la batalla subsiguiente y rompió el asedio granadino.
Ese mismo año, acompañado de sólo quince caballeros y su escudero Pedro, se infiltró durante la noche en la propia ciudad de Granada cerca de la torre de Bib-Altaubin y consiguió recorrer la ciudad sin ser descubierto hasta llegar a la mezquita principal. Aunque no pudo incendiarla, como tenía previsto inicialmente, clavó sobre la puerta principal un cartel, escrito por el propio Pulgar, donde se podía leer el Ave María y a continuación la frase «Sed testigos de la toma de posesión que realizó en nombre de los reyes y del compromiso que contraigo de venir a rescatar a la Virgen María a quien dejo prisionera entre los infieles».
Tras esto se dirigió a la Alcaicería y le prendió fuego, saliendo a su encuentro la guardia granadina, a la que derrotó en su propia ciudad a pesar de su aplastante inferioridad numérica. Aprovechó entonces la confusión para escapar hasta el río Genil y luego al campamento real de Santa Fe, donde la hazaña le valió la concesión de otro castillo más en su escudo y el derecho a ser enterrado en la futura catedral de Granada, que sería construida sobre la antigua mezquita.
Últimos añosTras la rendición de Granada en 1492 se instaló en Sevilla, donde se casó con su segunda mujer, doña Elvira Pérez del Arco, y se convirtió en historiador. Por mandato del emperador Carlos V escribió la Breve parte de las hazañas del excelente nombrado Gran Capitán, sobre las campañas de Gonzalo Fernández de Córdoba en Nápoles. En 1524 volvió a ser llamado por Carlos V, esta vez para dirigir la guerra contra Francia en la frontera pirenaica, y accedió a pesar de tener ya 73 años.
En 1526 cedió su cargo de regidor de Loja y el privilegio de sentarse en el coro de la Iglesia Mayor, concedidos también por los Reyes Católicos, a su hijo don Rodrigo de Sandoval. Murió el 11 de agosto de 1531 en Granada, a la edad de ochenta años y fue enterrado en la catedral junto a los Reyes Católicos en la Capilla Real de la Catedral de Granada, privilegio muy de destacar, pues no se ha repetido en la Historia de España.
En 1834 el escritor Francisco Martínez de la Rosa le hizo protagonista de su novela histórica Hernán Pérez del Pulgar, el de las Hazañas. En la actualidad es uno de los Hijos Ilustres de Ciudad Real y el I.E.S. Hernán Pérez del Pulgar lleva su nombre en su honor.
Según la crónica de AlhamaViene a Alhama con Fernando el Católico, en agosto de 1482, cuando se socorre a nuestra ciudad en su tercer asedio musulmán. Una cédula de los Reyes Católicos dada en Alcalá de Henares el 18 de febrero de 1486, nos confirman la primera noticia de la presencia de este héroe en Alhama, al mandar que se retribuya a Fernán Pérez del Pulgar
"
por lo que sirvió en Alhama desde veinte e seis días de agosto del año que pasó de 1482 que ya vos mandé recibir por mío, y vos mande que quedárseles por mi contador de la dicha ciudad, con don Luis Osorio, Obispo de Jaén, donde habéis estado y residido hasta hoy".
La fecha que indica debe ser la del nombramiento del cargo que cita, ya que, si Hernán Pérez delPulgar vino junto con el rey, Diego de Valera nos dice: ‛`... en jueves 22 de agosto llegó el rey don Fernando, nuestro Señor, a la cibdad de Alhama, e sentóse real en el Cerro de los Baños. Y el sábado siguiente entregó aquella cibdad a don Luis Osorio... Y el lunes que fueron 26 del dicho mes se partió el rey para Córdoba".
Poco después, sin prácticamente dejar Alhama, como veremos, lo encontramos, en junio de 1483, junto a Gonzalo Fernández de Córdoba, personaje pronto glorioso, siendo su biógrafo el mismo Hernán Pérez del Pulgar, quien escribió "Breve parte de la hazañas del Gran Capitán", en las que canta las heroicas empresas de su héroe y amigo, teniendo la modestia de callar la suyas.
Residiendo en Alhama, participa en el cerco de Loja y es quien se acerca al castillo del Salar con quince escuderos, que le seguían a su costa y otros setenta soldados, y lo atacó hasta rendirlo, el día 30 de mayo de 1486, siendo herido de una pedrada. Reconociéndole este gesto, los reyes la nombran, cuatro años después, Señor y alcaide del Salar, siendo esto origen del marquesado del Salar con setenta mil maravedís de tenencia.
Asiste y participa en el sitio de Vélez-Málaga, desde donde el rey Fernando el Católico le envía a Málaga con un peligroso mensaje para intimar la rendición de esta ciudad. Ya en 1489, en la expedición a Baza y Guadix contra el Zagal destaca y hasta llega a hacer bandera de su toca. Cae en una emboscada y, cuando todo parece perdido, reanima a sus soldados, acomete y bate al moro en Val de Retana, armándole caballero el rey por esta hazaña.
Al año siguiente, en el cerco de Salobreña, donde se produce una más de las heroicidades de Pulgar, la que el narra en su obra dedicada al Gran Capitán, sin decir su nombre, y que el Pulgar cronista la resume del siguiente modo:
"
Aquí en esta fortaleza metió por un postigo el alcayde Pulgar en ella a setenta hombres. E aviendo falta de agua, por mengua de la qual los moros la esperauan tomar, porque perdiesen aquella esperança, les fizo dende el adarve colgar un cántaro della; y en albricias del combate con que los amenazaban, les dio una taza de plata: que fue causa que, como los cercados se esforzaron, los cercadores de alzaron".
Esta es la hazaña, pero lo cierto es que Boabdil, además, tenía noticia de que en Almuñécar se encontraban importante número de tropas cristianas.
Al finalizar este año de 1490, a los musulmanes no les quedaba más que Granada y la sierra inaccesible, y hasta allí, hasta el mismo corazón de la bella capital de Granada, llegaba la audacia de los cristianos, cuando, en la noche del 17 al 18 de diciembre, partiendo de la misma Alhama donde residía, Hernán Pérez del Pulgar clavaba, en las mismas puertas de la mezquita aljama, su cartel del "Ave María". Pero, aprovechemos la ocasión, para releer como nos narra este hecho el escritor granadino Fidel Fernández, en su obra "Boabdil", y desde una visión "cristiana‛” que tanta extensión dio a esta historia convirtiéndola en legendaria:
"
Cansado de esperar a Boabdil en Alcalá, decidióse por la guerra don Fernando, y entró a banderas tendidas por la Vega".
Todos creyeron llegado el último día para Granada, y algún guerrero -Hernando del Pulgar- pidió y obtuvo de los reyes el honor de ser el primero en escalar los muros y poner los pies dentro de la ciudad.
Pero la táctica de Boabdil fue superior, en este caso, a la cristiana. Cerró las puertas de la capital, y del castillo de Alfacar, que era la única fuerza que tenía fuera de ella. Prohibió que nadie saliera del recinto amurallado, y vio, con calma, la tala de los campos, el incendio de las alquerías, la destrucción de los molinos, y el galopar de las mesnadas por todo el ancho de la vega.
Los cristianos saquearon a su placer cuanto quisieron, hasta no dejar ni un árbol, ni una miés, ni un edificio; pero no encontraron un moro a quien matar, ni un soldado a quien perseguir, ni un capitán a quien vencer. Granada sólo podía ser tendida por hambre o por asalto, y ni una cosa ni otra era para intentarse sin una preparación, una fuerza y un conjunto de elementos que se necesitaba disponer con mucho tiempo. Hubo, pues, que dar la vuelta a Castilla, en espera de mejor oportunidad, dejando aplazadas las operaciones hasta la siguiente primavera. Y el Rey volvióse a Córdoba, "mordiéndose de rabia las yemas de los dedos", según gráfica frase de un historiador moro.
Algunos capitanes sintieron desabrimiento y pesadumbre al volver las espaldas a la ciudad, y prefirieron quedarse en las plazas fronterizas, donde se escuchaba a diario el rumor de las armas, y había frecuente ocasión de pelear.
Uno de ellos fue Pulgar, el de las Hazañas,... Era entretenimiento favorito de este Pulgar, durante su encierro en Alhama, salir de noche con algunos compañeros, y emboscarse al amanecer en las encrucijadas y caminos, para sorprender a los moros, apoderarse de su convoyes y cautivar soldado de Boabdil en las puertas mismas de la capital; y un día, embriagado por la suerte, que fue eterna compañera de sus correrías, y por el celo guerrero y religioso que tan hondamente le embargaba, detúvose en lo más alto de un picacho, contemplando a Granada, cuyos fantásticos palacios aún no eran cristianos, y en cuyos alminares dábase todavía culto al Profeta, con ofensa del verdadero Dios. Arrobóse en una mezcla de misticismo y de furor guerrero, y juró sobre la cruz de su espada realizar por su cuenta lo que le habían prometido los Reyes, y dar al mundo un ejemplo que aterrara a los moros granadinos, y pusiera en lo más alto de la fama el nombre de los soldados castellanos y el prestigio de la cruz sobre el Islam.
Juró, en suma, tomar posesión de Granada antes de que la atacara el ejército real, y clavar en lo más céntrico de ella el emblema de nuestra sacrosanta religión, "vertiendo la sangre de Dios, en una empresa tan señalada, que deje atrás la fama de otros caualleros, ençalzando el nombre de Nuestra Señora, para que quede a los siglos memoria de su grandeça".
Reunió seguidamente a sus amigos más allegados, y aquel mismo obscurecer salieron de la residencia de Pulgar, siendo muy contados los que se dieron cuenta, por hallarse los más guarnecidos dentro de sus casas, a causa de lo desapacible de la tarde; pero, asomándose una vieja a una ventana, al oír pisadas y relinchos de numerosa caballería, dijo, no sin donaire, y de modo que la oyesen:
- "¿
Con Pulgar is? ¡La cabeça lleváis prendida con alfileres!"
El éxito dependía de la sorpresa, y los jinetes caminaron por montes y barrancos, siguiendo sendas desusadas y pasos estrechísimos, donde apenas cabía el casco de los caballos, viéndose obligados a descabalgar de trecho en trecho, no tanto por la aspereza del camino como por sacudir los miembros entumecidos por el frío. A tiempo de alborear, tras de una caminata sin tregua y sin descanso, en la asperísima noche invernal, llegaron a la vista de Granada, y entonces determinó Pulgar hacer alto en un bosquecillo, con ánimo de esperar a la siguiente noche, ya que era imprudente cruzar de día la vega y ofrecerse a las vigilantes patrullas que daban vueltas alrededor de la ciudad.
Al atardecer empezó a bajar de los montes espesísima niebla, a cuyo amparo descendieron al llano aquellos locos, y tomaron la vía de Granada, guiados por un moro converso, esclavo bautizado de Pulgar, y esquivando los pueblos del trayecto, aún aquellos en que había presidio de castellanos.
Llegados al río Genil, por donde hoy está la ermita de San Sebastián, tomaron Darro arriba, amparados en la oscuridad de la noche, y en el ruido del agua que no consentía oír los pasos de los caballos, y subieron contra corriente hasta el gran puente situado donde hoy está la Puerta Real, guarneciéndose bajo él, con el agua hasta el petral de los caballos, pues era pleno invierno y venía el río muy crecido.
Comenzó allí un ardoroso debate, nacido del pundonor, que llegó a desairar la autoridad de Pulgar; porque todos querían acompañarle, y fue tanta su insistencia que viendo que pasaba el tiempo, y que no valían razones, órdenes ni súplicas, hubo de transigir mal de su grado, consintiendo en que le siguiesen cuatro amigos, quedando bajo el puente los demás, para asegurar la retirada. Con cuyos cuatro siguió por el Canal del río, a lo largo de la ribera de las Tenerías, hasta el llamado Puente del Carbón, donde treparon por el ribazo llegando a estrechísima calleja, que llamaban Azacaya de los Tintes, y luego por laberinto de retorcidas callejuelas, a una reducida plaza dominada por altísimo alminar, donde se abría la puerta principal de la mezquita mayor de Granada; ante la que arrodillado Pulgar, encendida el hacha de cera que había traído a prevención, sacó del pecho un pergamino, lo besó por tres veces, y con rápido golpe lo clavó con su puñal en al tablazón de lapuerta.
Vieron entonces, con asombro, que sobre un fondo dorado, campeaba en letras azules un bien trazado "Ave María". Y que tras de fijar la cartela, dirigióse Pulgar a la puerta inmediata, y colocando en el quicial el hacha encendida, mandó arrimar retamos y antorchas, que también traía prevenidas para prender fuego al edificio. Y que, en fin, sin perder tiempo, trasladóse a la cercana Alcaicería para reducir a cenizas el cúmulo de riquezas que allí encerraban los moros, por ser el barrio comercial de la ciudad.
Apagóse, entonces, la cuerda que llevaban encendida, y mientras preparaban yescas para hacer fuego otra vez, sintieron por el Zacatín los pasos de una ronda de soldados que hacia servicio de vigilancia.
Verlos, y lanzarse espada en mano contra ellos, fue cosa de un momento; mas como los alarbes dieran gritos apellidando al arma, y empezaran a abrirse ajimeces, y a salir moros de las casas, convino a los cristianos retirarse hacia la margen del río, donde acometidos por fuerzas numerosas tuvieron que arrojarse al cauce, como único medio de salvación.
Aumentaba por momentos la grita de los moros, que parecían figuras diabólicas, agitando grandes hachones encendidos para iluminar el campo de la acción; y cada vez más presurosos y alarmados, huyeron de un peligro para caer en otro, chapuzando en los regolfos del río, siguieron dando traspiés el caudaloso lecho, con grave riesgo de ver cortada la salida.
El sin ventura Gerónymo de Aguilera, cayó en uno de los noques que abundaban en la ribera, y anteviendo con horror los tormentos que le aguardaban, pidió auxilio a grandes voces. Hubo que detener la huida, orientarse en la obscuridad, buscar la boca del pozo, e introducir por ello la lanza de veinticuatro palmos de Pulgar, para que, gateando por el astas, saliera el náufrago a la superficie.
Los que quedaron en el puente habían acudido al oír el estruendo y gritería; y gracias a ellos pudieron Pulgar y sus compañeros romper el cada vez más espeso cerco de enemigos, llegar a donde estaban los caballos, subir en ellos, y huir a toda carrera por el cauce, a riesgo de estrellarse en las infinitas piedras del lecho torrencial.
Como una exhalación corrieron luego por el camino de Motril, y al romper el alba viéronse ya seguros en la fortaleza de Alhendín, los caballos jadeando, y ellos mojados y ateridos, pero libres, al fin, del grave riesgo atravesado.
Para perpetuar la memoria de aquellos hidalgos, mandaron los Reyes Católicos extender una real cédula en que se les menciona uno por uno, prometiéndoles grandes mercedes para cuando se tomase Granada. El documento está firmado a "treinta días del mes de diciembre de mil e quatrocientos e noventa años", y se dirige a Pulgar, y a sus quince compañeros, cuyos nombres son: Gerónymo de Aguilera, Francisco de Bedmar, Diego de Jaén, Álvaro de Peñalver, Diego Ximénez, Pedro de Pulgar, Montesino de Ávila, Ramiro de Guzmán, Cristóbal de Castro, Tristán de Montemayor, Diego de Baena, Alfonsode Almería, Luis de Quero, Rodrigo deVelázquez, y Torre.
La mayoría de las mercedes fueron, naturalmente, para Pulgar, a quien le adjudicaron heredades y haciendas en Granada, para cuando se redujese al poder de Castilla; y, a fin de más honrarle con una merced única, y a ningún otro caudillo concedida, le prometieron que en la iglesia que se labrara sobre la mezquita mayor de la ciudad, donde había consumado su hazaña increíble, le darían "priuilegio de asiento i sepultura".
Purificado años más tarde el templo moro, y construido sobre sus ruinas la actual iglesia del Sagrario, quedaron sus tres puertas en el mismo emplazamiento que tenían las del antiguo: una al Occidente, que es la principal; otra al Sur, en el lugar donde se abre la Comunicacióncon la sacristía, y la última al Norte, que es en la que Pulgar clavó su cartela, y donde, por tanto, le correspondió instalar su sepulcro. Es la que comunica el Sagrario con la Capilla Real.
Al construirse esta Capilla y la inmediata Catedral, quedó la puerta, con el sepulcro del héroe, en la confluencia de los tres templos, sin pertenecer en realidad a ninguno de ellos; por lo que desde entonces se dice en Granada, a modo de proverbio, y no sin ribetes de donaire, cuando alguien aspira a un puesto y se queda cerca de él, sin alcanzarlo, que está "como Pulgar; ni dentro ni fuera".
Concluida la guerra de Granada siguió luchando por España y sus reyes junto al Gran Capitán, hubo de pasar algunas temporadas aquí en Alhama, dado que tuvo familia aquí, además de importantes propiedades, como he adelantado, así como en el Salar. Se sabe que vivió también en Sevilla, dedicándose a escribir la obra citada "Breve parte de las hazañas del excelente nombrado Gran Capitán", siendo ésta conocida en1527, y muriendo, en Granada, el 11 de agosto de 1531, a los ochenta años de edad.
Saludos

Si ignoras lo que pasó antes de que nacieras, siempre serás un niño.
Marco Tulio Cicerón.