Pese a la trascendencia que tuvo esta batalla en el desarrollo de la Reconquista, ha venido reinando sobre ella un halo de confusión, silencio y misterio. Tanto es así, que ni siquiera se sabe con precisión en qué lugar de Badajoz sucedió o qué día exacto. Hoy, gracias al exhaustivo trabajo de investigación histórica, estudio de tácticas militares de la época y aplicación de la lógica bélica, realizado por el extremeño José María González, teniente coronel de Infantería, y el aragonés Diego González, Oficial de Artillería, ambos enamorados de la historia militar, se han podido despejar muchas dudas y desechar leyendas y errores.
El contexto
La batalla, que tuvo lugar en el año 1086 (posiblemente el viernes 23 de octubre), viene precedida de unos acontecimientos que explican el cómo y el por qué. Desmembrado el poderoso califato de Córdoba en el arranque del siglo XI, la zona ibérica bajo dominio musulmán se divide en numerosos reinos o taifas, más débiles que los reinos cristianos y además enfrentados entre ellos. Esto facilita a los reyes cristianos no solo la conquista paulatina de territorios, sino la imposición a las taifas de tributos o parias para no ser atacados.
Alfonso VI, ya monarca casi absoluto de los reinos cristianos, influido por el espíritu de las precruzadas (no pactar con el musulmán sino someterlo) entra en una dinámica de conquistas que le lleva a tomar Coria (1079) y Toledo (1085). Además, sus relaciones con el rey de Sevilla, Al Mutamid, están muy deterioradas, lo que deriva en una incursión cristiana de saqueo y castigo que le lleva en el 1082 hasta las puertas de Tarifa.
Los soberanos de las taifas de Badajoz y Sevilla están muy preocupados. También el de Granada: las conquistas de Coria y Toledo han dejado a Alfonso VI a las puertas de los territorios sevillano y badajocense, y es de prever que más pronto que tarde atacará las ciudades.
Alfonso VI confía ciegamente en su potencial militar y además es un monarca soberbio, poco dado a la diplomacia.
Petición de auxilio
Tas muchas dudas y desconfianzas, las taifas de Badajoz, Sevilla, Granada y Levante (Almería), deciden elevar una petición de auxilio al emir de los almorávides Yusuf, veterano monarca que reina en el norte de África. Deben romper la dinámica de pérdida de territorios, ya que llevan 80 años sin ganar una batalla contra los cristianos.
Yusuf duda: no conoce el terreno, ni el potencial del ejército cristiano (que supone muy alto), no confía en los reyes de las taifas y, además, los almorávides, muy rigoristas, desprecian a los musulmanes de la Península por considerarlos excesivamente blandos y con una vida muy alejada de las enseñanzas del Profeta.
Finalmente accede, incluso se compromete (un pacto fácil de romper) a retirarse logrado el objetivo y no imponer su ley a las taifas.
Desembarca con su ejército en Algeciras en julio del 1086.
Las semanas previas
Alfonso VI, empeñado en ese momento en el acoso a la taifa de Zaragoza, recibe la noticia del desembarco almorávide con cierto retraso, lógico teniendo en cuenta el sistema de envío de mensajes de la época. Deduce que el objetivo de los musulmanes ha de ser reconquistar Toledo o Coria, así que reúne a su ejército y marcha rápidamente hacia Toledo.
Llegado a esta ciudad recibe noticias de que el ejército musulmán, concentrado en Sevilla, ha iniciado la marcha hacia Badajoz. Por tanto, piensa el monarca cristiano, el objetivo no ha de ser Toledo, sino Coria, y hacia la ciudad cacereña se dirige.
Mientras, los almorávides de Yusuf, reforzados por efectivos granadinos, levantinos y sevillanos, llegan a Badajoz. Allí el emir medita su siguiente paso: marchar con rapidez sobre Coria no le convence: es mucha la distancia en un terreno desconocido, y tampoco tiene información fiable sobre las defensas de la ciudad cacereña ni sobre la capacidad operativa del ejército cristiano. Corre el riesgo de una derrota que debilitaría su posición frente a las taifas y tendría consecuencias en su reino africano. Eso en el mejor de los casos; en el peor, sería capturado o muerto en el combate.
Se impone la prudencia y decide detenerse en Badajoz, donde diseña otra estrategia. Obligará a los cristianos a presentar batalla cerca de la taifa badajocense. Con ello podrá calibrar el potencial de su ejército para futuras batallas y, en caso de derrota, siempre podrá refugiarse en los muros de la taifa, muy bien fortificada.
Pero necesita que Alfonso VI acepte el envite. Para ello aprovecha el carácter del monarca cristiano, muy confiado en sus fuerzas y muy orgulloso. Primero, Yusuf impone que el ejército no saldrá de los muros de Badajoz: no habrá incursiones de saqueo y castigo en los alrededores, con el fin de que Alfonso VI crea que se sienten débiles y solo quieren proteger la ciudad. Después, envía una carta al monarca cristiano que es una clara provocación: le insta a rendirse y abrazar el islam o atenerse a las consecuencias. Además, hace que esta carta la firme el rey de la taifa de Badajoz, Al Mutawakkil, sabedor de que Alfonso VI desprecia al aftasí y le considera un gobernante débil e incompetente.
La estrategia da resultado: Alfonso VI marcha hacia Badajoz, confiado en sus fuerzas, para recorrer 150 kilómetros por un terreno inseguro, cuando no hostil. Su intención no es tomar la ciudad, sino derrotar a los almorávides. Si Yusuf se queda en la margen izquierda del Guadiana y no presenta batalla, su prestigio se debilitará y será tachado de cobarde. Las taifas le darán la espalda y volverán a dividirse.
El lugar de la batalla
Este es uno de los aspectos que más especulaciones han desatado. Por asociación etimológica con Zalaca, se manejó la tesis de que el lugar podría haber sido cerca del castillo de Azagala, o bien junto a la localidad de Sagrajas. Los militares que mejor han estudiado el tema descartan ambos emplazamientos, fundamentalmente por el hecho de que es el ejército musulmán el que elige el lugar, que será el que mejor cuadre con su estrategia.
El primero porque no es viable que Yusuf, cuyo interés era pulsar la fortaleza del enemigo y protegerse de las consecuencias de una eventual derrota, se desplazase tan al norte, toda vez que no pensaba tomar Coria.
El segundo por tratarse de un terreno llano, sin accidentes naturales, y con una composición que dificulta el desplazamiento rápido de los jinetes, una de las bazas almorávides. No, Yusuf buscaría una zona con elevaciones que, por ejemplo, permitiesen ocultar los movimientos de su caballería en retaguardia. La táctica militar de los almorávides así lo aconseja: zona abrupta donde el frente de batalla fuese estrecho, dado que los cristianos sería los que cargasen con su caballería y era preciso ofrecer un frente compacto, con líneas que no pudiesen romperse al primer envite, y obstáculos naturales que permitiesen la segunda fase: el desplazamiento oculto de la caballería para atacar los flancos y la retaguardia cristiana. Es la táctica del yunque y el martillo: bloquear la acometida y golpear por el flanco y la retaguardia.
Por ello, basándose en los testimonios de la época, los trabajos de los historiadores y el propio desarrollo de la batalla, estos investigadores determinan que el lugar de la batalla fue, con casi total seguridad, el territorio que hay al norte de la desembocadura del Gévora en el Guadiana, en la margen derecha del Gévora y junto al cerro de Santa Engracia u Orinaza, donde hoy se levanta el Fuerte de San Cristóbal.
La batalla
A mediados de octubre, ambos ejércitos están prestos para la batalla. El campamento musulmán está en la zona indicada y el cristiano unos 5 kilómetros al norte (aproximadamente 2,5 kilómetros al sur de Valdebotoa). Se pacta un día para el enfrentamiento, aunque Yusuf sabe, y Al Mutamid además se lo recuerda, que Alfonso VI no respetará este pacto, cosa por otro lado habitual. Lo más probable es que ataque el 23, viernes, aprovechando que es un día consagrado a la oración por los musulmanes. Así parece suceder.
Para la batalla, Yusuf cuenta con 3.000 jinetes y 5.000 guerreros a pie. Mientras, Alfonso VI cuenta con 2.500 jinetes y 1.500 guerreros a pie. El desequilibrio de fuerzas no tiene por qué ser decisivo: serán los cristianos los que ataquen, así que lo que vale es la caballería, y ahí llevan ventaja: sus jinetes son experimentados y mucho mejor armados para el cuerpo a cuerpo. Una vez masacrado el frente musulmán, la infantería bastaría para completar la victoria.
Al principio, el combate parece decantarse a favor de los cristianos. Su caballería toma contacto con el frente de caballería de las taifas musulmanas y lo desarbolan. Los granadinos abandonan el flanco izquierdo y los badajocenses el derecho. Solo quedan en el centro los sevillanos, más por imposibilidad de retroceder, dado que detrás la infantería almorávide no les permite huir, que por otra cosa.
Pero cuando la caballería cristiana entra en combate con la segunda línea, la de la infantería almorávide, la situación se estanca. Los guerreros de Yusuf no ceden un palmo, favorecidos además por lo estrecho del frente, que impide a los caballeros cristianos romper una formación tan compacta.
Mientras, Yusuf ha ordenado a su caballería que rodee el cerro de Santa Engracia por el sur (ocultándose a la vista de los cristianos), cabalgue hacia el oeste y luego hacia el norte. Así sorprende a la caballería cristiana por su flanco derecho en una maniobra envolvente.
Además, una parte de la caballería almorávide se desgaja del grueso y ataca el campamento cristiano. Logran sorprender a la infantería de Alfonso VI, que aún no tenía orden de intervenir y que apenas puede establecer una formación defensiva para evitar ser masacrados, mientras los jinetes almorávides campan a sus anchas saqueando y destruyendo el campamento.
La confusión en el frente cristiano es total. La infantería almorávide avanza presionándoles, apoyada por lo que queda de la caballería sevillana y por las caballerías granadina y badajocense que han vuelto a la batalla al ver la nueva situación. Además, tienen que atender a los ataques de la caballería almorávide por la izquierda y empiezan a llegar noticias de lo que sucede en el campamento. Alfonso VI resulta herido, aunque no de gravedad.
La caballería cristiana huye hacia el campamento, lo que al menos la libera de la presión de la infantería almorávide, que no puede desplazarse a la misma velocidad. Se producen nuevos enfrentamientos cerca del campamento cristiano, y las tropas de Alfonso VI logran organizarse lo suficiente para evitar una desbandada que facilitaría el ser masacrados y retirarse con orden, dificultando el avance musulmán.
Yusuf se plantea la disyuntiva de perseguirles, con la expectativa incluso de dar muerte al rey cristiano y, por qué no, tomar Coria, o conformarse con la victoria. De nuevo da muestras de prudencia y decide frenar la persecución, puesto que su caballería está agotada y ha sufrido graves pérdidas, de manera que no es aconsejable internarse mucho en terreno desconocido.
Consecuencias
Zalaca no constituyó una batalla decisiva por el número de bajas de los contendientes, ni por el volumen de los ejércitos en liza ni porque se tomara ninguna ciudad importante. Sin embargo, tuvo consecuencias muy importantes para la Reconquista.
Estas consecuencias no son inmediatas, dado que Yusuf, victorioso y con popularidad creciente entre los musulmanes de la Península, se marcha a África (aunque deja a sus hombres de confianza para que le informen de lo que ocurre en las taifas) y las taifas vuelven a su dinámica de división. Sin embargo, no pasan ni dos años hasta que se produce otra llamada de auxilio al emir almorávide. Esta vez Yusuf ya va con otra estrategia: permanece en la Península, destituye a los soberanos de las taifas y vuelve a unir Al Andalus.
Ahora sí los musulmanes son de nuevo fuertes y derrotan a los cristianos en Aledo, Consuegra, Uclés… además de reconquistar Coria y Valencia y amenazar Toledo. La situación da un vuelco, y los musulmanes ya no pagan parias, lo que disminuye mucho los ingresos y por ende la capacidad operativa de los cristianos.
Es difícil estimar las consecuencias precisas, pero un cálculo conservador puede establecer que Zalaca supuso un retraso de no menos de siglo y medio en la Reconquista.
Saludos


