HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

La historia se escribe con fuego: todo sobre operaciones militares, tácticas, estrategias y otras curiosidades
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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 13 Jun 2015 00:47

PEDRO MENENDEZ DE AVILES

Pedro Menéndez de Avilés (Avilés, 15 de febrero de 1519 - Santander, 16 de septiembre de 1574) fue un militar y marino español y gobernante de Indias. En 1565 reconquistó la Florida tras destruir Fort Caroline y otros asentamientos de hugonotes franceses que la ocupaban, y fundó la ciudad de San Agustín. Gobernó dicha provincia con título de Adelantado Mayor perpetuo, y también fue gobernador de la isla de Cuba entre 1567 y 1574.

Nació en la villa portuaria de Avilés (Asturias) el 15 de febrero de 1519, de familia hidalga, hijo segundón de Juan Alfonso Sánchez de Avilés, de igual naturaleza, y de María Alonso de Arango, oriunda del concejo de Pravia. Su padre murió cuando él tenía ocho años, y su madre se volvió a casar. De uno y otro matrimonio nacieron veinte hijos, por lo que Pedro no heredó bienes de fortuna. También fueron marinos sus hermanos mayores Álvar Sánchez de Avilés y Bartolomé Menéndez de Avilés.

A los ocho o nueve años escapó de casa, a raíz del segundo matrimonio de su madre. Desde entonces se dedicó a oficios relacionados con la mar, y a los catorce debió de enrolarse por primera vez como grumete de un barco de guerra en algún puerto del Cantábrico. Iniciba así su carrera militar dedicado a perseguir a los piratas y corsarios que actuaban por dicho mar contra la flota española. A los 19, armó un barco con cincuenta hombres y con él capturó dos navíos franceses.

Tras varios años de aventuras navales se casó con Ana María de Solís, con quien estaba capitulado desde la infancia, pero la vida de casado no le retuvo en su casa.

En 1544 una escuadra francesa mandada por Jean Alphonse de Saintoge captura en Finisterre 18 naves vizcaínas, Menéndez de Avilés le persigue hasta el puerto de La Rochela, donde se ha refugiado, y recupera cinco de las naves, aborda la capitana y personalmente da muerte a Jean Alphonse de Saintoge. A pesar de las fuerzas francesas del puerto de La Rochela, Pedro Menéndez de Avilés logra salir de allí con sus presas. El emperador Carlos V le autoriza a continuar con sus acciones contra los franceses, de forma que el marino asturiano es el principal responsable de que finalicen las correrías francesas por las costas gallegas y asturianas. Su fama es tal que el emperador le encarga en 1554 que le traslade a Flandes.

Fue caballero de la Orden de Santiago y comendador de dicha Orden en Santa Cruz de la Zarza (Toledo, España)

En 1552 comienza sus viajes a América como comandante de distintos barcos. Dos años más tarde, cuando tenía 35 años, fue nombrado Capitán General de la flota de Indias por Felipe II, cargo que ocupará en nueve ocasiones desde 1555 hasta 1574. Tenía 46 años cuando alcanzó el máximo rango dentro de la Armada española.

En 1554 estuvo al mando de la flota que envió el rey Felipe II a Inglaterra para casarse con la reina María.

En 1555 mandaba la flota del Virrey del Perú Andrés Hurtado de Mendoza, que zarpó de Sanlúcar de Barrameda el 15 de octubre con setenta y ocho navíos mercantes, dos galeones de armada y tres carabelas grandes.

En 1556 fue nombrado capitán general de la Armada de Indias, y al año siguiente participó en la Batalla de San Quintín. En 1561 dirigió una gran flota de galeones que trasportaban metales preciosos desde México hasta España. Cuando llegó a su destino en España, pidió permiso para regresar en busca de un buque perdido, pero el permiso le fue denegado. Este era el buque donde viajaba su hijo y otros familiares y amigos. Entonces es detenido por la Casa de la Contratación de Sevilla junto con su hermano, el también marino Bartolomé Menéndez de Avilés, que le había acompañado en aquel viaje. Dos años está encarcelado por razones poco claras, hasta que logra salir apelando al rey, que hace que lo juzguen siendo condenados los hermanos a pagar una exigua multa.

Una vez fuera de la cárcel consigue que le permitan buscar a su hijo que cree náufrago en la Florida bajo la condición de que debería explorar y colonizar La Florida como adelantado del rey Felipe II. Para tal propósito financió de su propio bolsillo una expedición. Cuando estaba a punto de zarpar, llegaron órdenes de que debía eliminar a todos los intrusos protestantes que se encontraran allí o en cualquier rincón de las Indias.

Esto se debía a que el 22 de junio de 1564, una expedición francesa formada por tres barcos y 300 colonos, principalmente hugonotes, había fundado Fort Caroline, dirigidos por René Goulaine de Laudonnière (reforzados después por 800 colonos, marinos y soldados y 7 barcos de Jean Ribault llegados al año siguiente), desde donde de lanzaron diversos ataques contra colonias y barcos españoles, lo que motivó a que el rey Felipe II ordenara una expedición de castigo. Los franceses rápidamente se aliaron con los caciques Saturiwa y Utina de los timucuas apoyándolos con hombres en sus luchas contra sus rivales, en especial, Potano.

Menéndez fracasó en su intento de atacar por mar el fuerte francés con cuatro barcos, retirándose a su campamento, la futura ciudad de San Agustín, lo que motivó un contraataque de Ribault con cinco barcos y 500 hombres, que fue hundida por un huracán. Con la flota enemiga destruida decidió atacar el fuerte marchando por tierra para evitar perder sus navíos por las tormentas. Durante la marcha de tres días perdió a cien de sus quinientos soldados por enfermedades y deserciones.

Llegó a Fort Caroline el 20 de septiembre, día de San Agustín. La colonia francesa tenía apenas 150 habitantes, pero solo 20 eran hombres capaces de luchar y estaban dirigidos por Laudonnière, que se encontraba enfermo. En un asalto sorpresa tomaron el fuerte y los franceses sobrevivientes tuvieron que escapar en los barcos que aún quedaban en el puerto. Rápidamente volvió a San Agustín y masacró a inicios de octubre a los sobrevivientes del naufragio de la flota francesa. El lugar pasó a ser conocido como la bahía de Matanzas.

Después de estos hechos recorrió el Caribe persiguiendo piratas y regresó a España en 1567. En 1568 pidió ayuda al rey por serle negada ésta por el gobernador de Cuba para ayudar a los colonos de La Florida. El rey no solo escuchó su petición, sino que le nombró gobernador de Cuba. Una vez que hubo tomado posesión de su cargo, vuelve a la Florida para socorrer a los españoles de aquella colonia que habían quedado en malas condiciones. Como gobernador de Cuba mandó levantar su primera carta geográfica, además recorrió las costas de los actuales estados de Florida, Georgia, Carolina del Sur y el Canal de Bahamas, capturando y eliminado a los corsarios de aquella zona.

Murió a su regreso a España en Santander, cuando el rey le había encomendado organizar una armada para atacar Inglaterra y apoyar a Luis de Requesens en Flandes. El sistema de flotas que diseñó España para comerciar con América a partir de 1561, estuvo inspirado en un memorial suyo, por lo que se le considera el padre de ese sistema de navegación.

En su honor, Avilés recibe el nombre de Villa del Adelantado.

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Mensajepor Rescoldo » 13 Jun 2015 00:58

FELIPE III de España

Rey de España, nacido en el Alcázar de Madrid el 14 de abril de 1578 y muerto en esa misma ciudad el 31 de marzo de 1621. Hijo de Felipe II y de su cuarta esposa, Ana de Austria, reinó desde 1598 hasta su muerte, mas no gobernó, ya que durante todo su reinado el gobierno estuvo en manos de sus validos, el duque de Lerma y el duque de Uceda. Con Felipe III se inauguró, pues, el régimen del valimiento típico de la monarquía española del siglo XVII.

Por su educación, aunque era un joven inteligente, desarrollo un carácter timorato y acomodaticio, lo que dio lugar a que el gobierno quedara en manos de sus validos los duques de Lerma y Uceda sucesivamente, quienes asumieron un cargo que en verdad era superior a sus capacidades, y por otra parte utilizaron el mismo para enriquecerse aumentando su patrimonio hasta límites insospechados.

Debido al mal estado de las finanzas españolas, los primeros diez años del reinado de Felipe III, España dejó de guerrear en los Paises Bajos y confirmo la paz con Inglaterra que se había firmado con Jacobo I como sucesor de la reina Isabel I de Inglaterra.

Felipe III murió en Madrid el 31 de marzo de 1621, a los cuarenta y tres años de edad. Los historiadores suelen considerar su reinado como un periodo de transición, pues, por una parte, supuso la cancelación de la etapa hegemónica de los Austrias Mayores (Carlos I, Felipe II), y, por otra, el preludio de la crisis que se produciría durante el reinado de su hijo y sucesor, Felipe IV.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 13 Jun 2015 01:02

AMBROSIO SPINOLA

Noble y militar de origen italiano al servicio de la monarquía hispánica. Nació en Génova entre 1569 y 1571 y murió en Castelnuovo di Scrivia (Italia) el 25 de septiembre de 1630. Era duque de Sexto y primer marqués de los Valbases o Balbases. Combatió por la monarquía hispánica en Flandes, Alemania e Italia y fue uno de los más grandes generales de su época.

Marcelo Espínola se entregó primero con pasión por los estudios de las ciencias exactas, principalmente los estudios de matemáticas, así como por la historia. Se interesó más tarde en la ciencia militar y la fortificación, pero por lo general todas las ramas de las ciencias militares de su época, ya que la profesión militar fue su mayor aspiración desde muy joven. Sin embargo y como primogénito de su ilustre y poderosa familia tenía una serie de obligaciones por lo que ni por costumbre, ni por consentimiento materno se dedicó a la actividad bélica sin que hubiese asegurado previamente la sucesión de su casa. Para ello contrajo matrimonio en 1592, con Juana Bassadonna, la cuel era miembro de una gran casa y como tal llevó al matrimonio una cuantiosa dote, más de quinientos mil escudos, que se añadieron a la ya ingente fortuna de Ambrosio. Igualmente le dotó de una mayor grandeza, pues su mujer pertenecía por línea materna a la ilustre familia de los Doria. Inicialmente se dedicó a la actividad comercial y logró aumentar considerablemente su fortuna mediante el comercio con lo que se denominaba el Levante, pero cuando tenía en torno a los treinta años de edad dio inicio a su verdadera vocación.

Las guerras de Flandes

Federico Espínola, hermano de Ambrosio, después de militar en Flandes algunos años, con no poca satisfacción del archiduque Alberto, logró que le fuese confiado el mando de una escuadra para quebrantar el poder naval de los holandeses. Federico proyectaba un desembarco en Inglaterra, y cuando su hermano Ambrosio se enteró de sus planes se ofreció para ser su compañero de armas, y previo consentimiento del monarca, alistó por su cuenta en Italia, un ejército de nueve mil hombres. El 2 de Mayo de 1602 puso Ambrosio Espínola en marcha su escogida tropa y llegó a Flandes en críticos momentos, cuando el líder rebelde Mauricio de Nassau se preparaba para una activa campaña. A instancias de los católicos de Inglaterra volvió Felipe III a la idea de enviar á las costas de la Gran Bretaña a los Espínola con un gran ejército, por lo que Ambrosio se dirigió a Alemania e Italia donde quería reclutar la gente necesaria, y se encontraba en Pavía cuando recibió la noticia de muerte de su hermano, que sucedió el 26 de Mayo de 1603. Le ofreció entonces el rey el mando de la escuadra, pero rehusó a un puesto de tanta importancia, y después de haber reconocido personalmente las dificultades de la empresa, marchó a Bruselas a ponerse a las órdenes del archiduque, quien solicitó su ayuda para que se pusiese al frente del ejército sitiador de Ostende, pese a que cuando se presentó ante Alberto, bajo las ordenes del cual actuó, le entregó una carta del rey en la que le decía que no emplease las tropas que traía hasta que llegase Federico con la escuadra.

El archiduque necesitaba el refuerzo de Espinola para continuar el sitio de Ostende, por lo que le convenció de que debía marchar hacia Diste para agregarse á las tropas que allí reunía Francisco de Mendoza, almirante de Aragón, con el fin de oponerse a los progresos del ejército holandés. Ambrosio Espínola consiguió, el 20 de septiembre de 1604, finalizar con éxito el asedio de Ostende que había iniciado en 1601 el archiduque Alberto y en el que había fracasado. Como consecuencia de ello, el monarca español, Felipe III, le nombró maestre general de las tropas de Flandes y superintendente de la Hacienda. La capitulación de la plaza sitiada le acreditó como un experto general.

Tras su triunfo en Ostende, Espinola marchó hacia España, a mediados de noviembre de 1604, con el objetivo de contrarrestar los manejos e intrigas que se tramaban para quitarle el mando, siendo recibido como se merecía, y no sólo por el rey, sino por los magnates y el pueblo, conservando su cargo y recibiendo como premio el Toisón de oro.

Su fama de buen militar era grande incluso fuera de la monarquía hispánica, de tal modo que cuando marchó hacia España, e igualmente cuando regresó a los Países Bajos, el rey de Francia Enrique IV le hizo su invitado personal, le agasajó e incluso le invitó a que se sentara a su mesa. Durante la tertulia posterior a la comida el rey intentó sonsacarle los proyectos que tenía el general con los que se enfrentaría a los rebeldes de las Provincias Unidas en la campaña siguiente. Ambrosio Espínola era consciente de la simpatía que tenía el soberano francés sobre los rebeldes y que éste no le iba a creer el plan que le contase, así pues le dijo la verdad y en efecto el rey no le creyó. Volvió a los Países Bajos y en 1605, según el plan que le había mencionado al rey de Francia, cruzó el Rin y tomó las plazas frisias de Oldenzal, Linghett y Wachtendonck, para lo cual realizó puentes con los que cruzó el río a lo largo del arzobispado de Colonia. Ante esto el rey de Francia indicó que era la primera vez que le engañaban con la verdad. Espínola estaba acampado con la infantería en Roerort y Trivulcio con la caballería en Mulen. Mauricio de Nassau aprovecho un descuido de la guardia de los campamentos y quiso sorprender a Trivulcio, pero Espínola se dio cuenta de ello y derrotó a las fuerzas rebeldes. Sin embargo, la falta de recursos económicos hizo que a principios de 1606 fuese nuevamente hacia la corte en España donde expuso su plan, el cual consistía en organizar dos ejércitos. Pese a lo convincente del plan y los antecedentes militares del general, Espinola solo logró recursos económicos mediante la hipoteca de sus bienes, no obstante, en España recibió nuevos nombramientos y honores por parte de los personajes más importantes de la Corte.

Tras su estancia en España marchó a Italia donde arregló ciertos asuntos familiares y después regresó a los Países Bajos pese a que en Lombardía sufrió un fuerte ataque de fiebres tercianas. En los Países Bajos, donde llegó a finales del mes de junio a la ciudad de Bruselas, tenía la misión de cumplir un encargo que el rey Felipe III le había hecho con gran secreto, y era el que tomase juramento de fidelidad al archiduque Alberto y si este se negaba, le hiciera preso, siempre y cuando sobreviviera a su esposa Isabel Clara Eugenia. Al poco tiempo de que llegase se encontró nuevamente sin dinero y debió recurrir a un crédito con el que reanudó la campaña en la que llegó a orillas del río Isel, pero las lluvias torrenciales le hicieron cambiar de plan y conquisto las plazas de Gral, el 14 de agosto y Bembergh, con grandes pérdidas de hombres. Mauricio de Nassau quiso recuperar Gral, pero fracasó. El desarrollo de la campaña y las penalidades económicas le hicieron plantear nuevamente un viaje a España, pero los secretarios del rey lo evitaron ya que sabían que su elocuencia convencería al rey que le concedería más recursos. Esto y la terrible situación que también tenían las Provincias Unidas le hicieron inclinarse por la paz. En un primer momento se logró una tregua de ocho meses que dio lugar a unas conversaciones de paz más larga y en las que participó como diputado de los archiduques en las negociaciones que desembocaron en la Tregua de los Doce Años, en 1609, tras la firma de la Paz de La Haya el 9 de abril. Cuando se firmó el tratado pidió permiso al rey para abandonar aquellas tierras, permiso que le fue denegado. El motivo de tal negativa fue el inicio de la guerra contra Francia. El 29 de noviembre de 1609 había llegado a territorio de la monarquía hispánica el príncipe de Condé, que huía de Francia ante las persecuciones que inició Enrique IV.

Ante el temor a la reacción del francés, el archiduque Alberto ordenó a Condé que abandonara los Países Bajos en tres días, pero Espínola, al que apoyaban otros grandes personajes, logró que se desdijera de su decisión. Ante esto y otras cuestiones Enrique IV preparó un ejército con el que quiso entrar en los Países Bajos españoles con la excusa de atravesarlos para ir en auxilio de un aliado, en dificultades por las tropas imperiales. Sin embargo tal cuestión no la pudo llevar a cabo ya que fue oportunamente asesinado. El 26 de marzo de 1611 salió nuevamente hacia España donde en 1612 recibió el nombramiento de Grande de España. En junio de ese mismo año estaba otra vez en los Países Bajos. Poco después recibió una nueva misión que reflejaba la confianza que el monarca, Felipe III, tenía sobre su persona, cuando le encargó felicitar en el nombre del rey al nuevo emperador, Matías e igualmente de que la dignidad de rey de los romanos fuese otorgada al infante Fernando en el caso de que el archiduque Alberto no apeteciese tal dignidad. La tranquilidad era la constante en este período de su vida cuando llegó el problema sucesorio del ducado de Cleves, por lo que nuevamente encabezó las tropas con las que el pretendiente católico, el duque de Neuburgo, sostenía sus derechos frente al duque de Brandeburgo, que era auxiliado por tropas protestantes. La campaña finalizó cuando Ambrosio Espínola conquistó la importante plaza de Wesel, e inicialmente las de Maastricht, Duren y Orsoy, tras lo cual cruzó el Rin y demolió la fortaleza de Mulen, que continuamente asolaba al obispado católico de Colonia

La Guerra de los Treinta Años

La situación había vuelto a la tranquilidad, cuando en la década de 1620 se inició la participación de la monarquía hispánica en el conflicto que se denominó posteriormente Guerra de los Treinta Años. La monarquía hispánica, encabezada por un nuevo rey, Felipe IV, desde 1621, se alió con el bando imperial, católico.

Ambrosio Espínola fue nombrado capitán general de las tropas que desde Flandes debían invadir la región alemana del Palatinado. Con estas tropas, compuestas por treinta mil hombres, cruzó, el 9 de agosto de 1620, el Rin y en un plazo inferior a los seis meses conquistó más de una treintena de fortalezas, con lo que se apoderó del Palatinado inferior y alguna parte del Palatinado superior, donde acampó con sus tropas para invernar. Debido al éxito que tuvo, los regentes le nombraron mayordomo mayor. Pero en ese intervalo fallecieron tanto Felipe III como el archiduque Alberto y finalizó la Tregua de los Doce Años, por lo que el conde-duque de Olivares, el valido del nuevo monarca, Felipe IV, mandó a las tropas españolas que pasaran al ataque. Antes, el nuevo rey le mandó que permaneciese al lado de la regente Isabel Clara Eugenia y que le prestara el apoyo necesario en los aspectos políticos mientras que él se encargaba de los militares. En septiembre de 1621 acudió nuevamente a la zona de Cleves donde buscó enfrentarse con Mauricio de Nassau. Para ello asedió la plaza de Juliers y durante el asedio el rey, Felipe IV, le concedió el título nobiliario de marqués de los Balbases, era el 17 de diciembre. Cuando tomó Juliers en febrero de 1622, se dirigió hacia la plaza costera de Berg op Zoom, pero tuvo que levantar el asedio y se retiró debido a que había un contingente muy superior de tropas enemigas encabezadas por Mauricio de Nassau y Mansfeld.

El siguiente paso se decidió en un consejo de guerra en Bruselas, que fue presidido por la infanta-regente Isabel Clara Eugenia y en el que se decidió el asedio de la plaza de Breda. Se inició la campaña el 21 de junio pero cuando llegó a las cercanías de la localidad, conoció que la misma se había reforzado con siete mil soldados. Dio la noticia a conocer a la infante-regente y ésta delegó en Ambrosio Espínola la decisión final. El capitán general, contra el parecer del resto de sus jefes, inició el asedio el 28 de agosto, que finalmente fue conquistada, el 5 de junio de 1625, tras nueve meses de asedio; la rendición de Breda fue inmortalizada por el pintor Velázquez en su cuadro Las lanzas. El 3 de enero de 1628 marchó nuevamente desde Bruselas para España, para lo cual tenía un permiso que le dio el rey Felipe IV. Los últimos años que pasó en los Países Bajos, si bien obtuvo resultados satisfactorios en la guerra por el control marítimo que mantuvo contra los holandeses, se vio amargado por la falta de recursos económicos. Esto impedía la ejecución de nuevas campañas militares y además producían deserciones y motines militares. Igualmente se vio apesadumbrado por la pérdida de Groll, ciudad a cuyo socorro no pudo asistir. Al pasar por Francia, un nuevo rey, Luis XIII, le consultó sobre el cerco que mantenía contra los hugonotes en la ciudad portuaria de La Rochela, y lo que él aconsejó era evitar la entrada de refuerzos por vía marítima. Cuando llegó a España fue nuevamente agasajado por toda la corte, encabezada por el propio monarca. Sin embargo la situación para él no fue de su agrado, debido a que el conde-duque de Olivares se negó a escuchar sus consejos sobre los Países Bajos, fundados en tantos años de experiencia y combates. Esto hizo que se negara a retornar a aquellas tierras, ya que lo consideraba contrario al real servicio, mientras que no fuese provisto de los indispensables recursos económicos y humanos.

La situación en la corte era muy tensa pero nuevamente la situación europea hizo, que debido a los problemas que habían surgido en Italia en 1627 por la sucesión del ducado de Mantua, Espínola recibiera la orden de ir hacia allí. Ambrosio Espínola aceptó no de muy buen agrado el mando del ejército español en Italia, para lo que se le nombró el 16 de julio de 1629 gobernador del Milanesado. Llegó a Génova el 19 de Septiembre de 1629 y su contrariedad aumentó cuando allí se le obligó a combatir al duque de Mantua. Salió de Milán e invadió Monferrato, apoderándose de las principales plazas, al mismo tiempo que las tropas imperiales alemanas entraban en la Valtelina. En 1630 las principales posesiones del ducado estaban en poder de los españoles salvo la capital, Mantua, que estaba asediada por otro general, mientras que Espínola asediaba la plaza de Casal desde el mes de mayo cuando se presentó ante la plaza con un ejército de veinticuatro mil soldados. Agobiado por las continuas dificultades y como no recibió el auxilio que pedía ni el apoyo del general que asediaba Mantua, que quedó libre cuando la ciudad se rindió, Espínola ofreció, el 4 de septiembre de 1630, al nuncio pontificio que él levantaba el asedio si los franceses restituían al duque de Saboya todos los territorios que le habían ocupado y se retiraban más allá de los montes. Sin embargo las intrigas de sus enemigos, que convencieron al conde-duque de Olivares que lo tenía por partidario del duque de Lerma, lograron que éste le quitara la autoridad para concertar la paz. El golpe anímico que le supuso fue tan profundo y doloroso que acabó por minar su ya delicado estado de salud. Tanto efecto le produjo la humillación que recibió de tal postración, que mantuvo el secreto durante algún tiempo incluso ante su hijo y solo comunicó la noticia a los beligerantes, a los que así apremió para que firmaran la tregua que habían convenido. Su estado de salud le obligó a que entregara el mando de las tropas, tras lo que salió del campamento, el 15 de septiembre, con dirección a la localidad de Castelnuovo di Serivia, en donde falleció el día 25 de septiembre de 1630, sin que hubiera tenido acceso alguno de fiebre, mientras balbuceaba incesantemente las palabras “honor y reputación”.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 13 Jun 2015 01:10

PEDRO ENRIQUEZ DE TOLEDO

Pedro Enríquez de Toledo, después Enríquez de Acevedo (Zamora, 18 de septiembre de 1525 - Milán, 22 de julio de 1610) fue un noble, militar y político español titulado I conde de Fuentes de Valdepero y señor de Cambados jure uxoris.

Hijo de Diego Enríquez de Guzmán, III conde de Alba de Liste y de Catalina de Toledo y Pimentel.

Después de su matrimonio en el 1585 con Juana de Acevedo y Fonseca, I condesa de Fuentes de Valdepero y señora de Cambados, adoptó su apellido y título.

En 1585 fue designado capitán general de la caballería de Milán, a las órdenes del gobernador de Milán Sancho de Guevara y Padilla. En 1589 sería nombrado capitán general de Portugal; defendió Lisboa contra el ataque del prior de Crato, que contaba con la ayuda de los ingleses John Norreys y Francis Drake, corsarios enviados por Isabel I de Inglaterra.

Puesto en 1595 al frente de los tercios de Flandes, tomó Dourlens y Cambrai (1595), en el transcurso de la guerra contra Francia. Por sus relevantes méritos, Felipe II le nombró, en 1598, capitán general de España, consejero de Estado y Guerra y grande de España.

En 1600 fue designado gobernador de Milán, en donde se erigió en uno de los grandes políticos periféricos de la monarquía de Felipe III que defendieron el prestigio de España fuera de sus fronteras frente a la política pacifista del Duque de Lerma. Su actuación se encaminó a asegurar para las tropas españolas el tránsito desde Italia hasta Alemania y Flandes, a través de la Valtelina, lugar en el que construyó el famoso fuerte que lleva su nombre.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 13 Jun 2015 03:02

FELIPE IV DE ESPAÑA El Rey Planeta

Felipe IV de España, llamado «el Grande» o «el Rey Planeta» (Valladolid, 8 de abril de 1605-Madrid, 17 de septiembre de 1665), fue rey de España2 desde el 31 de marzo de 1621 hasta su muerte, y de Portugal desde la misma fecha hasta diciembre de 1640. Su reinado de 44 años y 170 días fue el más largo de la casa de Austria y el tercero de la historia española, siendo superado sólo por Felipe V y Alfonso XIII, aunque los primeros dieciséis años del reinado de este último fueron bajo regencia.

Durante la primera etapa de su reinado compartió la responsabilidad de los asuntos de Estado con don Gaspar de Guzmán, Conde-Duque de Olivares, quien realizó una enérgica política exterior que buscaba mantener la hegemonía española en Europa. Tras la caída de Olivares, se encargó personalmente de los asuntos de gobierno, ayudado por cortesanos muy influyentes, como Luis Méndez de Haro, sobrino de Olivares, y el duque de Medina de las Torres.

Los exitosos primeros años de su reinado auguraron la restauración de la preeminencia universal de los Habsburgo, pero la guerra constante de la Europa protestante y la católica Francia contra España condujeron al declive y ruina de la Monarquía Hispánica, que hubo de ceder la hegemonía en Europa a la pujante Francia de Luis XIV, así como reconocer la independencia de Portugal y las Provincias Unidas.

Felipe Domingo Víctor de la Cruz nació el 8 de abril de 1605 en el Palacio Real de Valladolid. Fue el tercero de los ocho hijos, y primer varón, del matrimonio habido entre Felipe III de España y su prima segunda (sus abuelos Felipe II de España y Carlos II de Estiria eran primos) la archiduquesa Margarita de Austria. A las siete semanas de nacer fue llevado a la pila bautismal de la iglesia conventual de San Pablo de Valladolid en brazos del ambicioso valido de Felipe III, el Duque de Lerma.

Cuando se aproximaba el fin del reinado de Felipe III, las intrigas palaciegas se disputaban la confianza del futuro rey, el Príncipe de Asturias que llegaría a ser Felipe IV. El valido del rey, el Duque de Lerma, luchaba por obtener el favor del monarca con el apoyo de su yerno, el Conde de Lemos y de su primo, Fernando de Borja, gentil hombre de la cámara del príncipe, frente a sus dos hijos, el Duque de Uceda y el Conde de Saldaña. Olivares, que durante tanto tiempo había sido un personaje aislado en aquella casa, se había convertido en un estrecho aliado de los hijos contra su padre.

También aprovechó el Conde-duque la posición de su tío Baltasar de Zúñiga en el Consejo de Estado (que él mismo había propiciado) para mover los hilos de palacio.

Tras la muerte del rey en 1621 debido a unas fiebres que contrajo en 1619 al regreso de un viaje a Portugal, donde su hijo había sido jurado como heredero de la corona portuguesa, el nuevo rey Felipe IV escogió al Conde-duque de Olivares como valido.

Durante su etapa como valido, el Conde-duque realizó una serie de reformas para poder mantener la hegemonía en Europa. Estos cambios se concretaron en cuatro aspectos: reformar la vida pública, fomentar la economía, mejorar la hacienda e impulsar la formación de un ejército común.

El valido intentó imponer las leyes y costumbres castellanas en su propósito de unir la Monarquía hispánica en una comunidad nacional, con una fiscalidad, Administración y Derecho comunes. Pero no alcanzó su propósito debido a la oposición de la nobleza a las nuevas propuestas del valido.

Para ello luchó contra la corrupción del reinado anterior. Ordenó encerrar al duque de Uceda y al duque de Osuna, confiscó los bienes del duque de Lerma y sometió a Rodrigo Calderón a un juicio en el cual se decretó su ejecución.

Mediante un decreto obligó a hacer un inventario de la fortuna de aquellas personas que desempeñasen cargos públicos y de relevancia. Para controlar este decreto formó la Junta de Reformación, que más tarde se encargaría de velar por la vida pública de los ciudadanos.

Uno de los aspectos que se aplicó con mayor trascendencia fue el aumento de la demografía española; para ello el Conde-duque prohibió la emigración y favoreció la inmigración y las familias numerosas.

Para favorecer la educación de los españoles, mandó construir el Colegio Real de Madrid en 1629 y otras instituciones, dirigidas principalmente por jesuitas.

Dentro de esta dinámica de reforma de la moral, dos pragmáticas tomadas por Felipe IV en el siglo XVII, en un ambiente de "reformación de las costumbres", pretendieron de repente abolir la prostitución en todos los territorios de la monarquía.
Reforma hacendística

Se recurrió a la introducción de nuevos impuestos a la Corona, repartidos de manera más equitativa. Los reinos periféricos pusieron resistencia a estos nuevos impuestos, muchas veces con motines. La nobleza no aceptó un impuesto sobre las elevadas rentas del reino ni la tasa sobre productos de lujo, y bloqueó continuamente estas medidas.

Esta reforma fracasó en un momento en que los gastos aumentaron. Por ello el Conde-duque tuvo que buscar dinero en: la emisión de juros, préstamos a banqueros judíos portugueses, nuevas contribuciones votadas en Cortes y la declaración de bancarrota (en realidad, suspensión de pagos) en momentos de extrema necesidad.

El Conde-duque intentó crear un banco nacional con el fin de facilitar el comercio y contribuir a los gastos de la Monarquía. Para formar un capital solicitó una contribución especial sobre los patrimonios superiores a 2000 ducados de renta, pero la nobleza volvió a oponerse, lo cual causó su fracaso.

La monarquía española de Felipe IV se vio envuelta en una recesión económica que afectó toda Europa, y que en España se notó más por la necesidad de mantener una costosa política exterior. Esto llevó a la subida de los impuestos, al secuestro de remesas de metales preciosos procedentes de las Indias, a la venta de juros y cargos públicos, a la manipulación monetaria, etc. Todo con tal de generar nuevos recursos que pudiesen paliar la crisis económica.

Olivares decidió forzar la unidad de los reinos peninsulares. Con este fin formuló en 1626 el proyecto de la Unión de Armas. A cada territorio de la Corona se le exigió que colaborase con una cantidad de soldados proporcional a su población. Pero las Cortes de Cataluña se negaron. Olivares suspendió las Cortes, comenzando así un conflicto con el Principado.

Durante esta etapa la política se centró en el mantenimiento de la reputación de la Monarquía en Europa. Encontramos una época de conflictos en Europa en la que España se verá influenciada.

Los Países Bajos volvieron a la Corona española por la falta de descendencia de Isabel Clara Eugenia. Finalizada la Tregua de los Doce Años con las Provincias Unidas en 1621, empezaron las hostilidades. Comenzaron así operaciones de bloqueo y contra los intereses holandeses en los puertos europeos. En tierra, la guerra se concretó en grandes asedios a ciudades, como en Breda, plaza tomada por Ambrosio de Spínola en 1625.

La respuesta de los holandeses se concentró en el mar. Tomaron Recife de Pernambuco, en la costa del Brasil portugués. En 1628 el corsario Piet Heyn se apoderó de la flota de Indias.

El cardenal-infante don Fernando, hermano del rey, tras vencer en los campos alemanes de Nördlingen (1634) a protestantes y suecos, invadió en 1635 el territorio holandés, en un esfuerzo por acabar con la guerra. La iniciativa quedó paralizada por el inicio de la guerra contra Francia. Más tarde, con la batalla naval de las Dunas en 1639, se perdió la posibilidad de enviar refuerzos a Flandes y la situación de la monarquía en los Países Bajos se hizo insostenible.

La ascensión al trono inglés de Carlos I provocó la reanudación de hostilidades entre España e Inglaterra. En 1625 una flota inglesa llevó a cabo un ataque fallido contra Cádiz. Pero ese fracaso simbolizó la obtención, por parte de Holanda, de un nuevo aliado contra la Monarquía y el impedimento de establecer relaciones marítimas con Europa por el mar Cantábrico. La rivalidad comercial entre ambos países en las Indias occidentales condujo en 1655 a la guerra anglo-española contra la Commonwealth inglesa durante el Protectorado de Oliver Cromwell.

Nerviosa por la presencia de territorios de los Habsburgo en la mayor parte de las fronteras, inició una política de enfrentamientos contra la monarquía hispánica tras la llegada al poder del cardenal Richelieu, primer ministro de Luis XIII de Francia. En 1635 las victorias de los ejércitos imperiales en la Guerra de los Treinta Años la decidieron a intervenir del bando de los protestantes. Se declaró la guerra a España.

Con la ayuda de las tropas imperiales, los españoles vencieron a los franceses en la batalla de Corbie en 1635. Al año siguiente, el cardenal-infante don Fernando, hermano de Felipe IV, estuvo a las puertas de París en 1636, pero se retiró por escasez de recursos. La reacción francesa fue rotunda y consiguieron amenazar el norte de Italia, cortar la vía de comunicación entre Italia y Flandes y enviar sobre los Pirineos a sus ejércitos. En 1639 se perdió la fortaleza de Salses en el Rosellón.
La crisis de 1640

Castilla, el único reino que había colaborado con los gastos de las empresas de la Monarquía, mostraba señales de agotamiento. Por ello, el valido exigió a los demás reinos una contribución equivalente y se dispuso a paliar las trabas institucionales que pudieran existir. Durante esta última etapa se producen las diferencias con Cataluña, Portugal y Andalucía.

El conflicto comenzó con la negación de Cataluña a colaborar en la Unión de Armas que el conde-duque propuso en 1626. La guerra contra Francia dificultó aún más el entendimiento de la Generalidad de Cataluña y el Consejo de Ciento con el Estado.

Las tropas castellanas e italianas que habían entrado en Cataluña para combatir con los franceses en el Rosellón, causaron grandes desmanes en el medio rural, al actuar como un ejército de ocupación. Hubo graves incidentes en varias ciudades catalanas hasta que el 7 de junio de 1640, día del Corpus, entraron en Barcelona un grupo de unos 400 o 500 segadores, trabajadores eventuales que acudían de todos los puntos del principado, los cuales se amotinaron y provocaron graves disturbios que finalizaron con la muerte de trece personas, entre ellos el propio Virrey Conde de Santa Coloma en lo que se ha venido en llamar el Corpus de Sangre. La actitud de la Generalidad y de su Presidente Pau Claris fue en aquellos momentos conciliadora, pues temían que la revuelta popular se les escapara de las manos, así como de la represión que la monarquía podría instaurar. Finalmente, el día 11 de junio fue posible sacar a los amotinados fuera de la ciudad.

Las tensiones entre las autoridades catalanas y la monarquía española continuaron hasta que en el mes de septiembre, la Generalidad oficializó su ruptura con la monarquía de Felipe IV e inmediatamente se iniciaron los contactos con el enviado del rey de Francia, Du Plessis Besançon. En enero, Pau Claris efectuó la proclamación de la República catalana y días después, ante la amenaza que suponían las tropas castellanas que ya penetraban por el sur de Cataluña, se materializó la entrega del Principado de Cataluña al rey Luis XIII de Francia. El 26 de enero de 1641, el marqués de los Vélez fue derrotado por los catalanes en la batalla de Montjuïc. El conflicto se anunciaba largo y de difícil resolución.

Debido a la política del Conde Duque de Olivares en la Corona de Aragón, además del conflicto en Cataluña, hay que añadirle un problema en el Reino de Aragón, que no tuvo la misma transcendencia pero fue importante a su vez. Por los altos impuestos establecidos en los territorios de Aragón, la mayoría de la nobleza aragonesa pretendió desvincularse del Reino de Castilla, proclamando rey al Duque de Híjar. Pero las tropas castellanas sofocaron la revuelta y dado que no tuvo demasiada transcendencia, al Duque de Híjar no se le condenó a la muerte, sino a permanecer recluido en sus feudos sin poder participar en las Cortes Aragonesas.

El regreso de las hostilidades con las Provincias Unidas repercutió sobre las colonias portuguesas en Asia y Brasil. En diciembre de 1640 una conspiración, encabezada por la nobleza, proclamó rey de Portugal al duque de Braganza con el nombre de Juan IV de Portugal quién firmó la paz con los holandeses (pero no sin antes expulsarlos de Angola y de Brasil, en 1656) y obtuvo el apoyo de ingleses y franceses. Se inicia entonces la conocida como Guerra de Restauración portuguesa obligando el conde-duque a combatir en muchos frentes. De hecho, para este conflicto apenas pudo reunir un ejército que fue derrotado en la Batalla de las Líneas de Elvas.

En 1641 el marqués de Ayamonte y el duque de Medina Sidonia desarrollaron una conspiración contra la Monarquía. El intento de rebelión se fundamentaba en el descontento de la nobleza y el pueblo y estaba apoyado por Portugal. Debido a que Andalucía no era un pueblo de tradición política independiente, la conspiración fue deshecha.

El ataque contra los catalanes, en el que intervino el propio Felipe IV, fue detenido en Lérida. El Rey, a su regreso a Madrid ordenó, el 23 de enero de 1643, el destierro del conde-duque de Olivares. Sus propósitos de unión no funcionaron e incluso estuvo a punto de conseguir la ruptura de la Monarquía hispánica, que continuó como una confederación de reinos. Sin embargo, Felipe IV decidió conservar su título de "Rey de todas las Españas", aunque en este tiempo esta expresión incluía a Portugal. De esta forma quedó fijada la denominación y los límites geográficos de la actual España.

La autonomía de cada territorio se reafirmó, dentro del llamado neoforalismo y desde el respeto exquisito a los fueros.

Tras la caída de Olivares, el Rey pareció decidido a llevar personalmente las tareas de Estado, pero pronto tomó la decisión de nombrar, en 1659, como valido a Luis Méndez de Haro, sobrino de Olivares, con el título de primer ministro. Su objetivo fue el de acabar con los conflictos interiores y alcanzar la paz en Europa.

En Nápoles, en 1647, se produjo un levantamiento debido a la falta de alimentos, que se extendió por Sicilia, pero los amotinados fueron controlados por las autoridades locales.

En Cataluña, la guerra se prolongó hasta que en 1652, tras 15 meses de asedio, Felipe IV logró tomar Barcelona.

Ese mismo año por las ciudades andaluzas se produjeron pequeños levantamientos debido a la falta de pan, el descontento por la alteración de la moneda - moneda de vellón -, la presión fiscal y las levas.

Tras la caída de Olivares los tercios españoles fueron vencidos por los franceses en la Batalla de Rocroi en 1643. Por el Tratado de Westfalia, España reconocía la independencia de las Provincias Unidas y la conservación de Flandes.

La guerra de Francia continuó por la exigencia planteada sobre Flandes, el Franco Condado, y el Rosellón. Como en Francia se produjo una guerra civil y ya se había firmado la paz con Holanda, la balanza se igualó y los españoles vencieron a los franceses en Valenciennes en 1656.

Inglaterra y Francia pactaron en 1657 el reparto del Flandes español, así comenzaron unos fuertes ataques contra la Monarquía hispánica. La difícil situación económica en España y la derrota en la Batalla de Dunkerque ante el ejército anglo-francés llevó al monarca a firmar la Paz de los Pirineos en 1659. Se cedía el Rosellón, la mitad de la Cerdaña, el Artois y otras plazas en el sur de esos territorios. Se estipuló también el casamiento de la infanta María Teresa de Austria, hija de Felipe IV, con Luis XIV de Francia, con una dote de 500 000 escudos. Así se impuso la hegemonía de Francia sobre España a los cien años del tratado de Cateau-Cambrésis.

Continuó la lucha contra los portugueses los cuales ganaron dirigidos por Alfonso VI de Portugal en 1665 en la Batalla de Villaviciosa, que puso fin a la esperanza de unión entre la Monarquía española y Portugal.

A principios del mes de septiembre de 1665, el rey comenzó a sentirse mal, deponiendo heces sanguinolentas, lo que induce a pensar que cayó enfermo de disentería, de resultas de la cual falleció el 17 del mismo mes, no sin antes padecer notablemente a causa de la enfermedad. Fue enterrado en la Cripta Real del Monasterio de El Escorial, tal como él mismo había dispuesto en su testamento.

Tras su incorporación a Francia, y pasar un tiempo perteneciendo a este país, los catalanes volvieron a solicitar su incorporación a España, ya que el gobierno de la monarquía francesa era mas centralista y absolutista que el de España, volviendo a incorporarse, no sin perder antes gran parte del territorio.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 13 Jun 2015 22:52

Gaspar de Guzmán y Pimentel CONDE DUQUE DE OLIVARES

(Gaspar de Guzmán y Pimentel, conde-duque de Olivares) Valido del rey Felipe IV de España (Roma, 1587 - Toro, Zamora, 1645). Segundón de una rama menor de la casa de Medina Sidonia, inició una carrera eclesiástica estudiando en la Universidad de Salamanca. Sin embargo, la muerte de sus dos hermanos mayores le convirtió en heredero y le hizo abandonar los estudios para acompañar a su padre, el conde de Olivares, en la corte de Felipe III (1604-07).

Al heredar el mayorazgo se retiró a Sevilla para administrar sus dominios. Pero regresaría a la corte en 1615 como gentilhombre de cámara del príncipe; desde ese cargo se ganó la confianza del futuro rey y se alineó, bajo la protección de su tío Baltasar de Zúñiga, en la facción del duque de Uceda, opuesta a la del valido duque de Lerma.

Afianzó sus posiciones en el periodo de declive del poder de Lerma y posteriormente se deshizo de la tutela de Uceda; de manera que, cuando accedió al Trono Felipe IV en 1621, Olivares pasó a controlar la situación, acumulando múltiples cargos palaciegos y regulando el acceso a la persona del monarca. Y cuando murió su tío en 1622, se convirtió en una especie de ministro universal del rey.

En un primer momento se dedicó a eliminar de la corte a los miembros de las facciones de Lerma y Uceda, condenando con castigos ejemplares los abusos del reinado anterior, pero también situando en los puestos clave a sus propios parientes, amigos, clientes y «hechuras», al tiempo que acumulaba para su casa títulos, rentas y propiedades. Su poder personal quedó reforzado mediante el recurso a las juntas, con las cuales tendió a suplantar el mecanismo de gobierno tradicional de los Consejos.

El programa político de Olivares está contenido en el Gran Memorial que presentó al rey en 1624. Considerando que la autoridad y reputación de la Monarquía se habían deteriorado, proponía un plan de reformas encaminadas a reforzar el poder real y la unidad de los territorios que dominaba, con vistas a un mejor aprovechamiento de los recursos al servicio de la política exterior.

En su opinión, la eficacia de la maquinaria bélica de la monarquía, sostén de su hegemonía en Europa, dependía de la capacidad para movilizar los recursos de sus reinos, tendiendo a una administración más ejecutiva y centralizada; es lo que se llamó la Unión de Armas, proyecto para incrementar el compromiso de todos los reinos de España (tal expresión era utilizada en el documento) para compartir con Castilla las cargas humanas y financieras del esfuerzo bélico. Aquel proyecto de Monarquía más cohesionada y más ejecutiva no llegó a hacerse realidad, por la oposición de los poderes locales representados en las Cortes. Pero ello no hizo desistir a Olivares de su política belicista, encaminada a recuperar el dominio de los Países Bajos y la supremacía sobre Francia.

Sin nuevos recursos financieros, las guerras provocaron un endeudamiento creciente, hasta llegar a la bancarrota de 1627. Desde entonces, las derrotas militares se sucedieron, abriendo el camino para la decadencia del poderío español en Europa: la Monarquía había perdido las buenas relaciones con la Inglaterra de los Estuardo al fracasar las negociaciones para casar a la infanta María con el príncipe de Gales; se había enfrentado con Francia al tomar partido en la disputa sucesoria de Mantua (Guerra de Monferrato, 1628-31); y al no prorrogar la Tregua de los Doce Años con Holanda, hubo de afrontar una guerra desastrosa simultáneamente contra Holanda, Inglaterra, Francia y Dinamarca, en el marco del conflicto general europeo de la Guerra de los Treinta Años (1618-48).

Olivares protagonizó en 1627-35 un último intento de imponer sus reformas por la vía autoritaria, pero las resistencias fueron mayores y, unidas a las derrotas militares, minaron el prestigio del valido. Tras un primer sobresalto con el motín de la Sal de Vizcaya (1630-31), el descontento de los reinos periféricos estalló por fin en 1640 con las rebeliones simultáneas de Portugal (que conduciría a su independencia) y de Cataluña (que no sería sofocada hasta 1652), a las que se unió la conspiración del duque de Medina Sidonia en Andalucía.

En 1643 Felipe IV prescindió por fin del conde-duque (así llamado por ser conde de Olivares y duque de Sanlúcar la Mayor), que se retiró a convalecer de sus achaques en su señorío de Loeches, cerca de Madrid. Incluso entonces, los detractores del antiguo valido siguieron formulando acusaciones contra él hasta que consiguieron que el rey le desterrara más lejos, a la villa de Toro (1643), y que fuera procesado por la Inquisición (1644).

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 13 Jun 2015 22:59

Fernando de Austria El Cardenal Infante

Nació en El Escorial, cerca de Madrid, en 1609.1 Era hijo del rey Felipe III y de la reina Margarita de Austria. Su padre deseó que el infante Fernando ingresara en el clero de la Iglesia Católica. De esta forma, en 1619, el infante fue nombrado arzobispo de Toledo y poco tiempo después fue designado cardenal. El infante Fernando no fue ordenado sacerdote, algo habitual en aquella época cuando algún miembro de la realeza o de la aristocracia ocupaba algún cargo eclesiástico. A destacar que fue ordenado arzobispo de Toledo, con menos de 10 años, y cardenal poco después.

En 1630 la tía del Cardenal-Infante, Isabel Clara Eugenia pensó hacer a Fernando sucesor suyo como gobernador de los Países Bajos Españoles. A causa de la superioridad de la armada holandesa en aquel momento no fue posible realizar el viaje por barco. El Cardenal-Infante se desplazó a Génova en 1633 para reunirse con un ejército. Planeó trasladarse desde Milán a los Países Bajos Españoles atravesando Lombardía, el Tirol, Suabia y siguiendo el Rin. El Cardenal-Infante pensó asegurar la ruta con una serie de guarniciones y, al mismo tiempo, prestar apoyo a las fuerzas de su primo el rey Fernando de Hungría (el futuro emperador Fernando III), que estaba dirigiendo el ejército imperial frente a los suecos durante la Guerra de los Treinta Años. El Cardenal-Infante ordenó que se adelantase la mitad de su ejército bajo el mando de Gómez Suárez de Figueroa, duque de Feria, pero este contingente sufrió numerosas bajas durante su enfrentamiento con las tropas suecas al mando del duque Bernardo de Sajonia-Weimar y Gustaf Horn. Ante esta situación los Habsburgo solicitaron la ayuda de cuatro mil efectivos de la caballería del general Albrecht von Wallenstein, pero éste denegó la petición y los mandos del Cardenal-Infante tuvieron que conseguir nuevas fuerzas por sus propios medios. El Cardenal-Infante fue capaz de continuar su viaje en 1634, reuniéndose en Baviera con los restos del ejército del Duque de Feria, que había muerto en enero de 1634.2

El rey Fernando de Hungría pudo derrotar al ejército sueco en Ratisbona en el mes de julio de 1634. El monarca de Hungría y su primo el Cardenal-Infante Fernando de Austria se apresuraron a unir sus ejércitos. Las fuerzas suecas del duque Bernardo de Sajonia-Weimar y Gustaf Horn intentaron desesperadamente impedir esta fusión, pero fueron incapaces de alcanzar los efectivos de Fernando de Hungría. El Cardenal-Infante cruzó el río Danubio en agosto de 1634 y, en el mes de septiembre de aquel año, ambos ejércitos, ya unidos, acamparon al sur de la población de Nördlingen en Suabia. En aquel momento Nördlingen estaba protegida por una pequeña guarnición sueca. Poco después, las fuerzas de Bernardo de Sajonia-Weimar y Gustaf Horn alcanzaron Nördlingen. Estos hechos condujeron a la decisiva Batalla de Nördlingen. El Rey de Hungría y su primo el Cardenal-Infante se prepararon para la batalla, ignorando advertencias en sentido contrario que les hicieron generales más experimentados, como Matthias Gallas. El duque Bernardo y Horn también hicieron preparativos pero en aquel momento, además de mantener discrepancias personales, subestimaron la superioridad numérica de sus enemigos. Los informes cifraron las fuerzas de la infantería enemiga en 7.000 hombres y no 21.000 frente a los 16.000 que componían la infantería sueca. En el transcurso de la batalla, casi todo lo que pudo ir mal a las fuerzas suecas acabó sucediendo, y los dos primos de la Casa de Austria consiguieron una victoria militar excepcional. Gustaf Horn fue hecho prisionero, el ejército sueco destruido y sus restos huyeron a Heilbronn.
Gobernador General de los Países Bajos Españoles
El Cardenal-Infante don Fernando con armadura, obra de Jan van den Hoecke (h.1635)

El rey Fernando de Hungría trató de convencer a su primo de que permaneciese en Alemania pero, poco después de la batalla, el Cardenal-Infante se trasladó con sus efectivos a Bruselas, ciudad a la que llegó a finales de 1634. Debido a la impopularidad del clero en aquel momento en Bruselas, como Gobernador General minimizó su estatus eclesiástico haciendo hincapié en su autoridad secular. Fernando, hábil como político y diplomático, reformó con rapidez el gobierno y la organización militar en los Países Bajos Españoles, y logró contar con el apoyo de los flamencos contra Francia.

Los poderes del Cardenal-Infante estuvieron limitados en secreto porque los mandos del ejército estaban obligados a seguir las instrucciones que llegasen de España, incluso si éstas eran contrarias a las órdenes de Fernando. En 1635 los franceses decidieron atacar, junto a los holandeses, la ciudad de Namur, desde Maastricht. Sin embargo, los holandeses vacilaron y finalmente los franceses se retiraron, facilitando a Fernando de Austria la conquista de Diest, Goch, Gennep, Limburgo y Schenk.

En 1636 el Cardenal-Infante retiró los poderes a los últimos sacerdotes protestantes de los Países Bajos Españoles y continuó la expansión militar de los Austrias españoles con la captura de Hirson, Le Catelet y La Capelle, asegurando Luxemburgo mediante contingentes croatas.
Final

El 10 de octubre de 1637 la ciudad de Breda, tras diez meses de asedio, fue tomada de nuevo por el príncipe de Orange, Federico Enrique de Nassau, tras permanecer bajo control español durante doce años. Pese a los numerosos intentos del Cardenal-Infante fue imposible volver a adueñarse de esta fortificación estratégica. Fernando de Austria también perdió, frente a los franceses, Chapelles, Landrey y Damvilliers. No pudo conquistar Maubeuge, y este proceso supuso pérdidas territoriales frente a Francia. Fernando sí fue capaz de tomar Amberes, Chastillon y Geldern, pero en cambio perdió Arras en 1640.

Más peligrosos que los adversarios en el campo de batalla fueron los enemigos que tuvo Fernando de Austria en la Corte Española. Éstos hicieron circular numerosos rumores infundados con los que se trataba de socavar la reputación del Cardenal-Infante. En uno de ellos se le acusaba de querer convertirse en un gobernante independiente de los Países Bajos Españoles con ayuda del Rey de Francia. En otro, se afirmaba que en la Corte de Francia se pensaba en un matrimonio entre el Cardenal-Infante y la hija del Duque de Orleans.

En aquel momento, el Imperio Español se encontraba inmerso en una mala situación financiera y militar. En Portugal se inició un levantamiento para separarse de la Corona Española. El Cardenal-Infante llegó a emitir órdenes contradictorias para enviar tropas que ayudasen a sofocar la revuelta portuguesa.

Fernando de Austria cayó enfermo durante una batalla y falleció en Bruselas el 9 de noviembre de 1641. Se cree que su muerte fue provocada por el agotamiento unido a su enfermedad. Los informes hablan de una úlcera de estómago, pero hubo rumores que apuntaban a un posible envenenamiento como causa de su muerte.

Tuvo una hija ilegítima, Ana de la Croix (Bruselas, 1641 – Madrid, 1715), que se hizo monja.

Su cuerpo fue enviado a España en 1643.

Las disputas generadas por su sucesión como Gobernador General de los Países Bajos provocaron el fin de la alianza entre el Emperador y la Corte de sus parientes españoles. El emperador Fernando III (viejo compañero de armas del Cardenal-Infante) apoyaba a su hermano el archiduque Leopoldo Guillermo de Austria, un militar desafortunado pero hábil gobernante, y en Madrid se pensaba en Juan José de Austria, el hijo natural que tuvo el rey Felipe IV con la actriz María Calderón. La investidura como gobernador de Juan José de Austria se retrasó, y la Corona Española perdió el dominio sobre gran parte de los Países Bajos Españoles bajo el mandato del débil gobernador interino Francisco de Melo, marqués de Terceira.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 13 Jun 2015 23:05

Los TERCIOS ESPAÑOLES (el origen de la camaradería)

Camaradería puede ser una de las palabras más recurridas de la historia y, como tantas otras aquilatadas en lances de armas, también ésta es española. El término que designa universalmente la fraternidad entre soldados, nace como institución única y ejemplar hace cuatro siglos: "las camaradas" de los Tercios Viejos.

A diferencia del "contubernio" romano --al que no dejaban de emular-- las camaradas carecían de carácter orgánico, pero sin la ligazón transversal de estas agrupaciones para hacer rancho común sin más criterio que el azar o el paisanaje, aquella infantería nunca hubiera llegado a funcionar con la eficacia y combatividad que la hizo legendaria.

Las camaradas fueron un poderosísimo factor de cohesión interna que diferenciaba a nuestros Tercios de otros ejércitos de la época. No respondían a ningún requisito de formación o destino y su dimensión era antes emocional que táctica, pues llegarían a significar mucho más que un mero acuerdo de logística gregaria, prevaleciendo su legado hasta nuestros días. Ocho o diez compañeros de armas compartían la misma "cámara" o habitación alquilada, contribuyendo a los gastos comunes. En campaña, la camarada se mantenía adaptándose a las nuevas circunstancias desde el esfuerzo solidario de cada uno de sus miembros, estableciéndose cometidos de interés: uno hacía de despensero, otro tesorero, otro buscaba leña, otro cocinaba, otro trapicheaba...etc.

Así daba cuenta a su respectiva "Signoria" un embajador veneciano informando, a principios del XVII, de una de las razones de la fortaleza de los Tercios Viejos.

"Hacen la "camareta", esto es, se unen ocho o diez para vivir juntos dándose entre ellos fé y juramento de sustentarse en la necesidad y en la enfermedad como hermanos. Ponen en esa camareta las pagas reunidas y proveyendo primero a su vivir y después se van vistiendo con el mismo tenor, el cual da satisfacción y lustre a toda la compañía"

Cuando era necesario distribuir paño, víveres o cualquier otro socorro o pertrecho que asistiera la penuria de las tropas, sargentos y sargentos mayores de compañía daban la instrucción "repártase por camaradas" para que fuera ecuánime. Ante las camaradas no cabían argucias de acaparadores... por la cuenta que a estos traía. No obstante las situaciones de campaña, en el contexto general de nomadismo militar en el que debe entenderse el despliegue de los Tercios, ya fuera a lo largo del Camino Español, en las galeras del Mediterráneo o en las plazas fuertes, fortalezas y presidios que jalonaban las fronteras de los Habsburgo, mayoritariamente los soldados no estaban acuartelados, sino que vivían en "régimen de camaradas".

De la raigambre de la institución da idea el que oficiales y Maestres de Campo tenían también sus propias camaradas. La del capitán, formada por soldados viejos bien acreditados y poco pendencieros, añadía la ventaja de mantenerle al tanto de la moral y estado de ánimo de la tropa al mando de la compañía. La del alférez actuaba como una suerte de guarda privada que le protegía de los muchos peligros que implicaba su cometido de portar la enseña durante el combate. Los más modernos estudios de psicología del combate coinciden en que la motivación profunda del soldado, más allá de los espacios comunes de la patria, los grandes ideales o incluso la bandera, vinculan la implicación en la lucha y la aceptación de los sufrimientos y penalidades a algo mucho más tangible y próximo. En este sentido las camaradas refrendaban a cada combatiente la convicción, constatada en la práctica, de formar parte de algo más grande que ellos mismos.

Las camaradas podían asumir también un carácter benéfico o, más en terminología de nuestros tiempos, de "protección social". Así se "sugería" que los oficiales asumieran en sus camaradas aquellos soldados con menos posibles para que recuperar sus maltrechas haciendas o completar su equipo con el dinero que ahorraban, siendo relevados de la mesa por otros compañeros necesitados una vez superado el mal momento. Todo un ejemplo de solidaridad para aquellos para aquellos soldados profesionales, sin el que resulta impensable concebir situaciones como las que cita Quatrefages en la carta que los soldados de Flandes dirigen a los amotinados de Alost pidiéndoles que, pese a haberse salido de disciplina por el prolongadísimo impago de haberes y otras penurias acumuladas, retomasen las armas para socorrer a los sitiados en Gante por los herejes:

"Siendo como somos... en la afición propios de hermanos... prometemos como Españoles y juramos como cristianos... de morir por ellos... porque Españoles pelear tienen por gloria y vencer por costumbre. Pues vamos señores por amor de Díos a socorrer el castillo de Gante donde están nuestros amigos y hermanos."

Ni que decir tiene que a los amotinados les faltó tiempo para tomar toledanas, vizcaínas, picas y arcabuces partiendo con la mayor diligencia en socorro de Gante para, una vez liberada la plaza, tornar a su amotinamiento en reivindicación de haberes y compromisos incumplidos. Esta situación habría sido absolutamente impensable -lo es aún hoy en día, o quizá más hoy en día - en otra Infantería que no fuera la Española de aquellos siglos terribles y maravillosos.

Pues esto es, señores, lo que eran y deberían seguir siendo "las camaradas", como forja y crisol de lo que hoy entendemos por camaradería. Más allá del preciso origen y significado de ambos términos, a todos consta que han sido asimilados por fuerzas armadas de muchos otros países y aún como jerga de aproximación en partidos políticos, sindicatos, y regímenes afines. Huelga decir que toda semejanza de estas acepciones con la camaradería inspirada por nuestros antepasados españoles en la profesión de las armas, no es tanto mera coincidencia como oportunista y espuria apropiación indebida.

Así les ruego que tengan todo esto muy en consideración, tanto por el homenaje a nuestros antepasados como por honrar el contenido profundo de tan hermosa palabra para que sea administrada conforme a su dignidad, reservándola así para quienes realmente sean merecedores de ella.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 15 Jun 2015 00:42

BATALLA DE LA MONTAÑA BLANCA

La batalla de la Montaña Blanca, librada el 8 de noviembre de 1620, fue una de las primeras confrontaciones militares en la guerra de los Treinta Años. En ella, un ejército de 20.000 checos y mercenarios bajo el mando de Cristián de Anhalt se enfrentó en las cercanías de Praga a 25.000 hombres de los ejércitos combinados del Sacro Imperio Romano Germánico de Fernando II, dirigido por Conde de Bucquoy, soldados de España y los Países Bajos Españoles y de la Liga Católica de Alemania, al mando del Conde de Tilly. La batalla marcó el fin del período bohemio de la guerra de los Treinta Años al entrar las tropas imperiales en la capital de Bohemia y someter a los protestantes.

Si bien el ejército imperial contaba con cierta ventaja numérica, la envidiable posición defensiva adoptada por los checos hacía prever una situación de igualdad. La explicación de la rápida victoria del ejército imperial puede estar en la despreocupación de los oficiales checos y en la desmoralización de los soldados que defendían los estamentos de Bohemia, tanto más cuanto que dichos estamentos no mostraban disposición a pagar la soldada.

Como consecuencia, cuando las tropas católicas lanzaron un ataque frontal, los mal pagados mercenarios del ala izquierda se dieron a la fuga, lo cual provocó tal desmoralización entre las tropas defensoras, que los atacantes entraron al cabo de pocas horas en Praga.

La Montaña Blanca (en checo Bílá hora) es hoy en día un cerro en el límite oriental de la ciudad de Praga. La mayor parte del terreno donde se desarrolló la batalla está ocupado por mansiones de la segunda década del siglo XX. En lo alto del cerro hay un monumento conmemorativo de la batalla levantado en 1920. Desde el centro de la ciudad se llega al lugar con las líneas de tranvías 22 y 25.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 15 Jun 2015 00:48

TOMA DE KREUZNACH

La toma de Kreuznach por el ejército español de Flandes se produjo el 9 de Septiembre de 1620 durante la fase palatina de la Guerra de los Treina Años cuando dos tercios, uno valón y otro borgoñón, al mando del maestre de campo don Carlos Coloma, apoyados por varias piezas de artillería y 300 caballos, asaltaron la ciudad y obtuvieron la rendición de su guarnición, que actuó con indecisión ante el asalto español y fue posteriormente liberada bajo la promesa de no volver a combatir contra el Sacro Imperio Romano.

La Guerra de los Treinta Años dio comienzo en 1618 con la revuelta bohemia, cuando las autoridades de este reino ofrecieron su trono al protestante Federico V del Palatinado, que aceptó, iniciándose así un conflicto entre la Unión Protestante que lideraba Federico y la Casa de Habsburgo, que ostentaba la corona bohemia. Dos años después del estallido de la guerra la situación aparentemente se había estancado, pero en realidad los Habsburgo habían logrado aislar políticamente a Federico V gracias a sus maniobras diplomáticas, entre cuyos éxitos destacaba la entrada de España en el conflicto.

En virtud de lo acordado con el Emperador, en agosto de 1620, Ambrosio Spínola, comandante del ejército español de Flandes, cruzó el Rin al frente de un ejército de 22.000 hombres e invadió el Bajo Palatinado dirigiéndose a Fráncfort. Los ejércitos protestantes socorrieron la ciudad, de modo que el general genovés se retiró y volvió a cruzar el Rin en Maguncia.4 Dado que el Elector Palatino no había iniciado todavía hostilidades militares contra la Monarquía Hispánica, Spínola decidió proceder a ocupar, pacíficamente siempre que fuera posible, las principales poblaciones de su estado.

El 8 de septiembre el marqués marchó con su ejército frente a les fuerzas palatinas no lejos de Oppenheim y se acuerteló a menos de una legua de las fuerzas de Federico V.2 A medianoche ordenó al maestre de campo don Carlos Coloma, gobernador y castellano de Cambrai, tomar la villa de Kreuznach, de cierta importancia y que poseía un puente sobre el Rin protegido por murallas a ambos lados del río y un castillo. Para ello Spínola le dio el mando de dos tercios de infantería, uno valón y otro borgoñón, que sumaban cerca de 5.000 soldados, y 300 hombres a caballo.

Coloma llegó con sus tropas a las puertas de la villa el atardecer del día 10 y envió emisarios a sus autoridades diciendo que si se rendían de la obediencia del Emperador serían bien tratadas Ante una respuesta ambigua por parte del burgomaestre que buscaba al vez ganar algo de tiempo para recibir socorro, Coloma ordenó plantar los 4 cañones que traía y avanzó sus tropas hasta el pie de las murallas y la puerta de la ciudad para lanzar el asalto. La guarnición palatina no se atrevió a disparar y los soldados del tercio borgoñón se apoderaron de un revellín de tierra mientras los valones trataban de derribar o prender fuego a la puerta.

Los defensores de Kreuznach, cuyas fuerzas consistían en 3 compañías de infantería y otra de caballería, se decidieron a actuar y dispararon con sus mosquetes desde el castillo que dominaba la villa. Los españoles respondieron abriendo fuego con sus cañones. La guarnición de la ciudad decidieron rendirse aceptando las condiciones que Coloma impusiera. A continuación, valones y borgoñones se apoderaron de los caballos y las armas de los soldados palatinos, a quienes Coloma tomó juramento de no luchar nunca más contra el Emperador, así como también al magistrado de la villa. El maestre de campo español dejó de guarnición en Kreuznach dos compañías de borgoñones y una de valones al mando de Monsieur de Misiers.
Consecuencias

Informado de la toma de Kreuznach el día 10, Spínola prosiguió la marcha con su ejército hacia Alsheim, una de las ciudad principales de la región. Su idea era asegurar una base importante para asegurar sus líneas de suministros. En el transcurso del viaje las tropas palatinas se decidieron a actuar. Uno de sus coroneles, Johann Michel von Obentraut, atacó por sorpresa el cuartel de caballería del prínciper de Epinoy, a quien tomaron prisionero tras degollar a 25 de sus hombres. Por otra parte, Spínola pudo apoderarse de Oppenheim el día 14 sin excesivas dificultades tras engañar al ejército palatino haciéndole creer que marchaba sobre Worms con una maniobra de distracción.

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Mensajepor Rescoldo » 15 Jun 2015 00:51

LA EMBOSCADA DE ALSHEIM

La Emboscada de Alsheim fue una acción militar de segundo orden que tuvo lugar el 10 de septiembre de 1620 durante la fase palatina de la Guerra de los Treinta Años. En el transcurso de la invasión española e imperial del Palatinado Electoral, el ejército al mando de Ambrosio Spínola, marqués de los Balbases, que en un principio había procurado no entablar batalla en tanto no fuera necesario, acababa de tomar por asalto la villa de Bad Kreuznach el 9 de septiembre, de modo que las tropas palatinas, que hasta aquel momento habían tratado de evitar el enfrentamiento, comenzaron a actuar.

Tras la toma de Bad Kreuznach, Spínola se dirigió a la villa de Alsheim resuelto a apoderarse de ella. En aquellas circunstancias, un batallón de caballería palatina compuesto por unos 500 hombres a las órdenes del coronel Johann Michel von Obentraut se adelantó hasta las cercanías de uno de los cuarteles de la caballería hispánica y preparó una emboscada a las tropas que allí estaban acampadas: dos compañías de arcabuceros a caballo al mando de Lamoral, príncipe de Ligne y de Epinoy; unos 200 hombres en total.

Cuando al amanecer del día 10 el príncipe de Ligne abandonaba su cuartel al frente de sus tropas, los jinetes de von Obentraut cayeron sobre ellos con gran ímpetu, sorprendiéndolos cuando pasaban sobre un estrecho puente de piedra. En el combate que se produjo, los palatinos mataron a cerca de 25 de los arcabuceros del príncipe y se apoderaron de su estandarte. El barón de Beaveis, un caballero borgoñón cuñado del príncipe, consiguió recuperarlo, pero cayó prisionero de los palatinos junto con varios gentilhombres y soldados. Según algunas fuentes, los muertos ascendieron a 50.
Johann Michel von Obentraut, representado en el Theatrum Europaeum.

Esta pequeña acción no tuvo ningún efecto en el curso de las operaciones, pero ayudó a preservar el honor de las tropas del electorado. El marqués de los Balbases rindió Alsheim el mismo día sin necesidad de recurrir a las armas y prosiguió su campaña tomando Oppenheim, cuya guarnición se redujo a 1.000 infantes tras una maniobra española de diversión sobre Worms y fue desalojada de la ciudad el 14 de septiembre. Von Obentraut, por su parte, continuó hostigando a los españoles y llegó a saquear trece iglesias del Obispado de Espira para tratar de distraer fuerzas católicas del Palatinado.

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Mensajepor Rescoldo » 15 Jun 2015 00:57

TOMA DE OPPENHEIM

La toma de Oppenheim por el ejército español de Flandes tuvo lugar el 14 de septiembre de 1620 durante la fase palatina de la Guerra de los Treinta Años. Tras haberse apoderado de Bad Kreuznach y de Alsheim, el ejército al mando de Ambrosio Spínola hizo amago de marchar sobre Worms, con lo cual el ejército protestante, hasta entonces acuartelado en Oppenheim y sus alrededores, desamparó esta ciudad para dirigirse al socorro de Worms. La maniobra de distracción surtió efecto y Spínola pudo adueñarse con facilidad de una importante cabeza de puente sobre el Rin que le permitiría asegurar víveres y municiones.

En 1620 la Monarquía Hispánica se avino a participar en la Guerra de los Treinta Años para ayudar al Sacro Imperio Romano a derrotar a la Unión Protestante encabezada por Federico V del Palatinado. En el mes de agosto, el marqués de los Balbases, el genovés Ambrosio Spínola, invadió el Palatinado desde los Países Bajos Españoles y avanzó sobre Fráncfort. El rápido socorro introducido en esta ciudad por los protestantes lo disuadió de atacarla, pero marchando hacia Oppenheim tomó a principios de septiembre la villa de Bad Kreuznach y se le rindió Alsheim, sin sufrir más revés que una emboscada de la caballería al servicio del elector palatino.

El objetivo prioritario de Spínola era ocupar una ciudad de cierta entidad que le permitiera asegurar sus víveres y municiones, anticipándose así a la llegada del invierno. La atención del marqués se centró en Oppenheim, cuyo puente tenía cierta importancia estratégica al guardar la entrada al corazón el Palatinado Electoral. La ciudad, sin embargo, se hallaba fuertemente guarnecida y estaba defendida por sólidas fortificaciones, por lo cual un asalto inmediato se contempló como una opción desaconsejable. En su lugar, Spínola levantó su campemento en Alsheim y simuló una marcha hacia Worms para distraer la atención de las fuerzas de la Unión Protestante.

El margrave Joachim Ernest de Ansbach, que mandaba el ejército protestante en Oppenheim compuesto por cerca de 24.000 soldados, mordió el anzuelo y partió con la mayoría de sus tropas hacia Worms, dejando en Oppehneim una reducida guarnición de un millar de soldados. Spínola, entre tanto, se había aproximado aprovechando la noche hacia Oppenheim, donde llegó al frente de su ejército el amanecer del día 14. El asalto sobre los puestos de la ciudad no tardó en producirse.

Ante el empuje de las tropas españolas, la guarnición protestante desamparó sus defensas a toda prisa y no tardó en rendirse sin haber sufrido más que unos pocos muertos a manos de los asaltantes. Según se desprende de la correspondencia de Spínola, se componía de 800 mosqueteros "muy buenos" reclutados en el país. Fueron desarmados y puestos en libertad. Además de varias banderas, los españoles se apoderaron de numerosas tiendas y otros bagages en los cuarteles de la ciudad.

La pérdida de Oppenheim fue un duro golpe para los protestantes, ya que la ciudad constituía un punto clave para dominar la orilla del Rin que daba paso al interior del Palatinado gracias a su puente, custodiado por dos sólidos fuertes y una red de trincheras. Según Francisco de Ibarra, de haber contado con dos o tres mil hombres, la guarnición de Oppenheim hubiera podido contener a Spínola varios días, quizás dando tiempo a la llegada de Ansbach. En todo caso, el puente había sido destruido y Spínola ordenó reconstruirlo. También mandó reforzar las defensas y estableció su depósito de municiones.

Las diferentes guarniciones que había ido dejando en las plazas conquistadas, así como las enfermedades, habían hecho disminuir los efectivos del ejército español, de modo que Spínola decidió acantonarse en Oppenheim y solicitar refuerzos al Archiduque Alberto de Austria en Bruselas. Hasta el 25 de septiembre no sucedió nada de importancia. Tuvo lugar un consejo de los principales oficiales del ejército español, sin que se decidiera emprender ninguna operación, pero aquel día se supo que la caballería protestante preparaba un ataque contra sus cuarteles y se despachó al conde Hendrik van den Bergh al mando de 2.200 caballos, el Tercio de Borgoñones, el regimiento alemán del Conde de Henden y tres cañones a emboscarlos. Finalmente no se produjo el esperado combate.

A la llegada del invierno, los dos ejércitos contendientes se retiraron a sus guarniciones sin que se hubiera producido ninguna batalla de importancia. Para entonces los protestantes habían recibido ya los refuerzos que esperaban de Inglaterra: 3.000 infantes y 2.500 caballos al mando de Horace Vere. En los 6 meses siguientes Spínola rindió más de 30 ciudades y castillos a lo largo del Bajo Palatinado.

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Mensajepor Rescoldo » 15 Jun 2015 01:05

TOMA DE BACHARACH

La toma de Bacharach por el ejército español de Flandes tuvo lugar el 1 de octubre de 1620 durante la fase palatina de la Guerra de los Treinta Años. Tras un rápido comienzo de la invasión de los estados del elector palatino y proclamado rey de Bohemia Federico V del Palatinado, las operaciones se ralentizaron a mediados de septiembre, tras la toma de Oppenheim. Ambrosio Spínola, general español al mando valoró en consejo de guerra con sus oficiales emprender el asedio a la plaza principal de Heidelberg o el de la de Bacharach, más secundaria. El reducido número de su ejército, mermado al estar parte de sus tropas repartidas en las distintas ciudades que se habían ocupado, determinó a Spínola a decidirse por Bacharach.

En 1620 la Monarquía Hispánica se avino a participar en la Guerra de los Treinta Años para ayudar al Sacro Imperio Romano a derrotar a la Unión Protestante encabezada por Federico V del Palatinado. Tras un amago sobre Fráncfort frustrado por el rápido socorro introducido en esta ciudad por los protestantes, Spínola se dirigió hacia Oppenheim y tomó a principios de septiembre la villa de Bad Kreuznach. Poco después obtuvo la rendición de Alsheim, dejando parte de sus fuerzas en ambas plazas. Una semana más tarde el marqués se anotó un importante éxito al distraer al ejército al mando del margrave de Ansbach de Oppenheim y tomar por asalto esta ciudad.

Asegurados sus depósitos de víveres y municiones en Oppenheim, Spínola dudaba entre si marchar sobre Heidelberg, una de las principales plazas del Palatinado que estaba en consecuencia fuertemente guarnecida, o hacer lo propio sobre Bacharach. El 23 de septiembre celebró un consejo con sus principales lugartenientes, Carlos Coloma, Gonzalo Fernández de Córdoba, Diego Mexía, Hendrik van den Bergh y otros, en el que estos hombres dieron su parecer a Spínola. Se habló de marchar sobre Heidelberg, Frankenthal o Bacharach, y aunque Spínola finalmente no se decidió por ninguna, la escasa entidad de su ejército (10.000 infantes y 3.200 caballos) aconsejaba optar por la última.

Por otro lado, Bacharach constituía una cabeza de puente sobre el Rin que permitiría a Spínola enlazar la parte ocupada del Palatinado con Maguncia, así las rutas de suministro de su ejército quedarían bien afianzadas. En el tiempo que transcurriría durante el asedio, además, se daría margen a la llegada los refuerzos que se esperaban de los Países Bajos.

El 25 de septiembre se supo en el campo español que la caballería protestante preparaba un ataque contra sus cuarteles y Spínola envió al conde Hendrik van den Bergh al mando de 2.200 caballos, el tercio de borgoñones, el regimiento alemán del Conde de Henden y tres cañones a emboscarlos cerca de uno de sus cuarteles en Worms. Hasta el día 27 van den Bergh aguardó en la zona, pero ante al no observar movimiento alguno en las tropas de la Unión Protestante, regresó a Oppenheim. El mismo día 27 llegaron noticias a Spínola de que el socorro que esperaba Federico V desde las Provincias Unidas; 3.000 infantes y 2.000 caballos bajo el mando del holandés Enrique de Nassau y el inglés Horace Vere, habían cruzado el Mosela en Kerpen.

Por el momento Spínola ignoraba la entidad de la fuerza de Vere, compuesta en parte por voluntarios ingleses enviados por el rey Jaime I de Inglaterra (2.250 hombres según estimaciones modernas) y en parte por holandeses, de modo que decidió desplazarse con su ejército a la orilla occidental del Rin y emprender la toma de Bacharach para permanecer en la misma zona que el ejército de socorro y poder emboscarlo, tal vez, a su llegada. Junto con estas noticias pesaron mucho en el abandono de la empresa de Heidelberg la carencia de un puente sobre el cual cruzar el Neckar y la posibilidad de que la caballería protestante hostigara su retaguardia.

Estando su atención centrada en la llegada del socorro anglo-holandés, Spínola permaneció cerca del camino con el grueso de su ejército y encomendó al maestre de campo don Gonzalo Fernández de Córdoba la toma de Bacharach. Su cometido era en realidad más complejo, puesto que tras apoderarse de la plaza debía enviar 600 de sus hombres al mando del capitán Diego Ruiz, su sargento mayor, río abajo en barcas para intentar apoderarse de la villa de Kaub, emplazada a orillas del Rin.

En total Córdoba disponía de unos 2.500 hombres; 1.800 españoles de su tercio y varias compañías de alemanes y borgoñones de otros tercios.1

Según el militar y escitor Francisco de Ibarra, autor de la obra La Guerra del Palatinado, Córdoba y sus soldados hubieron de hacer frente a una dura marcha por un terreno agreste. Parte de ellos desembarcaron cerca de Hambach en 3 barcas (unos 2.000 soldados), tras lo cual marcharon a pie hasta Bacharach. Mientras tanto, otros 2,500 continuaron en 4 barcas hacia la villa de Lorch, donde desembarcaron por la tarde. Los habitantes de esta población, viendo la entidad de la fuerza a la que se enfrentaban, que contaba con 50 hombres a caballo, se rindieron de inmediato. Tras ello Córdoba envió un capitán y 10 de sus hombres en un bote a Diebach, localidad que no ofreció resistencia y por donde pasó luego el grueso de la fuerza.

Los hombres del primer grupo se aproximaron a las afueras de Bacharach sobre las 2 de la madrugada. Los soldados protestantes del exterior arrojaron sus arcabuces al suelo y huyeron, dando aviso a la población de la ciudad de la llegada de los españoles9 Sin nadie que les estorbase, los hombres de Córdoba procedieron a construir un baluarte detrás del castillo de la villa. La mañana siguiente Bacharach amaneció envuelta en un denso manto de bruma que persistió hasta las 10 de la mañana. En aquel espacio de tiempo la guarnición del castillo disparó 40 o 50 tiros de mosquete, matando a tres españoles e hiriendo a otros 3.

Poco después hizo acto de presencia el grueso de la fuerza, que había llegado desde Diebach. Desmoralizados ante la aparición de tal fuerza, los oficiales de la guarnición, tan reducida debido al miedo del margrave de Ansbach a diseminar sus fuerzas, decidieron rendirse. Las puertas de Bacharach se abrieron y los españoles entraron a las 3 de la tarde. 2 capitanes fueron tomados prisioneros, y 80 ingleses enfermos, entre otras tropas. El oficial al mando del castillo, un tal teniente Knebel, pudo huir antes de caer prisionero. También lo hizo un vecino que, tras haberse referido con palabras injuriosas a Spínola y al Arzobispo de Maguncia, escapó con una gran suma de dinero.


Córdoba dejó una guarnición de 300 soldados valones en la villa y envió a la mayor parte de los restantes a apoderarse de Kaub al mando del sargento mayor Diego Ruiz y el teniente maestre de campo general Baltasar de Santander. La escasa guarnición de esta población no tardó en rendirse. A Kaub siguió poco después el castillo de Pfalz, erigido en un islote cercano a la ribera. Spínola, entre tanto, seguía concentrado en interceptar el socorro de Holanda y para ello envió a Van den Bergh con 2.000 infantes, toda la caballería y dos cañones a vaderar el río en paso situado a dos horas de camino de Oppenheim.Van den Bergh, aconsejado por el teniente maestre de campo general Francisco de Medina, decidió abandonar la tarea por temor a desamparar los cuarteles de Oppenheim. Los ingleses llegaron a Worms sin contratiempos.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 15 Jun 2015 01:09

BATALLA DE MINGOLSHEIM

La batalla de Mingolsheim o de Wiesloch se libró el 27 de abril de 1622 entre el ejército de la Liga Católica a las órdenes personales del Conde de Tilly y las fuerzas del Conde Federico V del Palatinado al mando del Conde Ernesto de Mansfeld en el marco de la primera fase de la guerra de los Treinta Años. El campo de batalla se encuentra en el Ohrenberg, una colina al sur de Mingolsheim (cerca de Wiesloch).

El Conde de Tilly había entrado en el Palatinado Electoral e intentaba rodear a Heidelberg por el sur. Para ello concentró a sus 12.000 hombres en Wiesloch y abandonó el asedio de la fortaleza de Dilsberg.

El Conde de Mansfeld, que disponía de 16.000 soldados a pie y 6.000 jinetes, había cruzado el 23 de abril de 1622 el río Rin a la altura de Germersheim y avanzaba hacia Bruchsal para unirse con el ejército del Margrave Jorge Federico I de Baden-Durlach, cuyo "Regimiento Blanco" de 20.000 hombres vino a su encuentro desde Staffort.

El 26 de abril Mansfeld intentó en vano que Tilly saliese de su buena posición en Wiesloch, y éste le atacó al día siguiente en Mingolsheim, que Mansfeld había mandado incendiar para obstaculizar su avance. Más allá del pueblo las tropas de la Liga Católica se toparon en la ladera del Ohrenberg con el enemigo desplegado para el combate, que les contraatacó inesperadamente haciéndoles retroceder al pueblo.

El ejército de la Liga sufrió numerosas pérdidas (según se dice más de 2000) y el propio Tilly resultó herido. Las fuerzas de Mansfeld tuvieron 300 bajas entre muertos y heridos.

Mansfeld desistió de perseguir al enemigo y se dirigió a Bruchsal para reunirse con las tropas de Baden-Durlach, pero volvieron a separarse cuatro días más tarde. Tilly pudo retirarse a Wimpfen sin ser molestado, donde derrotaría, con los refuerzos aportados a tiempo por el general español Gonzalo Fernández de Córdoba, a Mansfeld - que se había separado del Margrave de Baden-Durlach - el 6 de mayo en la batalla de Wimpfen.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 15 Jun 2015 01:12

BATALLA DE WIMPFEN

La batalla de Wimpfen se libró el 6 de mayo de 1622 durante la primera fase de la guerra de los Treinta Años. El campo de batalla se encontraba entre Wimpfen y Heilbronn. El combate terminó con la victoria de las tropas católicas españolas y bávaras al mando del conde de Tilly y Gonzalo Fernández de Córdoba.

Tilly había perdido la batalla de Mingolsheim el 27 de abril de 1622 y se había retirado a Wimpfen, donde había un vado del río Neckar. El ejército protestante, de casi 70.000 soldados, le había perseguido pero Ernesto de Mansfeld se dirigió luego al norte del Palatinado y el margrave Jorge Federico de Baden-Durlach se quedó con unos 13.000 hombres (según otras fuentes 20.000) a la zaga de las fuerzas de Tilly, que saquearon toda la región. El 5 de mayo, las tropas badenses se desplazaron por Biberach hacia Wimpfen para atacar a los católicos.

Los soldados del margrave avanzaron desde el suroeste y se desplegaron en un frente de 2 km. Las tropas de Tilly tomaron posiciones al norte del enemigo. El ala derecha la constituían soldados españoles a las órdenes de Gonzalo Fernández de Córdoba. El cuartel general de Tilly se había instalado en la iglesia de Wimpfen.
La batalla

A las 5 de la mañana del 6 de mayo de 1622 comenzó un intenso cañoneo, por lo que las tropas de Tilly se retiraron a un bosque. A causa del calor reinante se suspendieron las hostilidades entre las 11 y las 2 de la tarde. Luego se produjo un ataque por sorpresa al ala derecha del margrave, y la caballería lorenesa huyó hacia Neckargartach (en las proximidades de Heilbronn). Hacia las 17:30, un cañonazo impactó de lleno en un carromato de pólvora que hizo explotar el depósito de municiones del margrave Jorge Federico, parte de cuyos soldados fueron presa del pánico y se dieron a la fuga. A las 6 de la tarde cayó muerto el duque Magno de Wurtemberg que mandaba el regimiento de coraceros de los badenses, y poco después las fuerzas de Tilly consiguieron hacerse con todo el campamento y la artillería.

Los soldados de Baden se vieron acorralados en su retirada cuando intentaban cruzar el único puente sobre un pequeño río en Bolligen. La caballería de Tilly hizo allí una gran matanza. En total hubo 5.000 muertos entre los protestantes.

En el curso siguiente de la guerra, el conde de Tilly y Fernández de Córdoba intentaron impedir que se reunieran las tropas protestantes restantes de Mansfeld y de Cristián von Halberstadt, a quien derrotaron en la batalla de Höchst, el 20 de junio de 1622.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 15 Jun 2015 01:27

BATALLA DE WINPFEM completa

Esta es la historia de otra batalla olvidada, en la que una vez más, una jornada que se tornaba en derrota acabó en finalmente en victoria por el aguante temerario en la línea de un Tercio Español.

Tuvo lugar en Wimpfen, al comienzo de la Guerra de los Treinta Años, un 6 de mayo de 1622, cuando después de que las unidades hispanicas e imperiales hubieran cedido y solo quedara en pie el Tercio de españoles de Gonzalo de Córdoba, que algunos cifran en 700 y otros en mil, como un muro inexpugnable erizado de picas por los cuatro costados aguantó las cargas de la caballería y de la artillería protestante de Federico de Baden-Durlach.

Estamos en 1622, España ha conquistado el Palatinado inferior a causa de la traición de Federico el Elector Palatino al aceptar el trono de Bohemia, usurpado al Emperador Fernando, lo que causa el comienzo de la Guerra de los Treinta Años. A principios de año, el Palatino había vuelto a intentar recobrar sus dominios y planeaba la convergencia de tres ejércitos sobre sus estados: El de el Conde Ernesto de Mansfeld desde Alsacia, el de Federico de Baden Durlach desde Baden (al sur) y el de Cristian de Brunswick-Halberstadt desde el norte (atravesando el río Meno).

Al mando de las tropas hispánicas en el Palatinado inferior estaba el maestre de campo general Gonzalo Fernández de Córdoba. También por intereses que se salen del propósito de esta entrada, existía un ejército bávaro al sur del río Neckar comandado por el maestre de campo general Tilly, jefe del ejército de Maximiliano de Baviera. A finales de abril de 1622, Mansfeld apareció de repente al sur del Neckar, sorprendiendo al ejército de Tilly. La situación era grave, y tras un encuentro en Mingolsheim, en el que Tilly fue derrotado (pero no deshecho) por Mansfeld, huyó éste con el ejército católico hacia el sureste, refugiándose en una villa del río Neckar llamada Wimpfen.

Mientras se fortificaba solicitó urgentemente la ayuda de Gonzalo de Córdoba, que se hallaba acantonado en Kreuznach, avisándole de que Mansfeld se encontraba en la zona con un ejército y que Federico de Baden-Durlach había llegado a Heilbronn con otro. Entretanto Federico el Palatino, que iba con Mansfeld, se fue apoderando de las villas principales situadas al sur de Heidelberg, resolviéndose luego a ir sitiar Ladenburg, villa sobre el Neckar con un punto de cruce estratégico del río Neckar que se le podría negar a los españoles si estos decidían acudir en socorro de Tilly. Esta maniobra obligaría a los tercios a seguir la ruta de las montañas del Odenwald, ocasionándoles un retraso que podía resultar decisivo si finalmente decidían ir al rescate de Tilly y de su ejército.

Córdoba no las tenía todas consigo, pues para ir en socorro de Tilly debía dejar expuestas todas las plazas ganadas durante los dos años anteriores con la amenaza que suponía el ejército protestante de Cristian de Brunswik, que según todas las noticias venía acercándose desde el norte del río Meno. No obstante, don Gonzalo decidió reforzarlas bien de gente y pertrechos para que pudieran resistir un asedio y marchó en socorro de Tilly, cruzando el río Rin por Oppenheim. Conocedor del sitio que Mansfeld había puesto a Ladenburg sobre el río Neckar, tomó el camino de la montaña por la localidad de Bensheim. Conscientes los españoles de lo que estaba en juego, fueron marchando a jornadas forzadas haciendo de tripas corazón y deseosos de llegar a tiempo de poner remedio a la comprometida situación en que se hallaban los imperiales.

Tras una agotadora marcha, el ejército de Gonzalo de Córdoba salió de las montañas a la altura de una villa situada en las riberas del río Neckar que tenía guarnición imperial, caminando a partir de ahí por sus orillas aguas arriba y siendo vitoreados por los soldados bávaros e imperiales que presidiaban los fuertes de aquella zona, hasta llegar a Wimpfen.

Mientras los ejércitos católicos se reunían en la villa de Wimpfen, Federico de Baden-Durlach, que después de la batalla de Mingolsheim se había separado de Mansfeld y había acudido con su ejército a finiquitar a Tilly, había dejado a sus espaldas Heilbronn por la margen izquierda del río Neckar, teniendo a la su izquierda un bosquecillo y al frente una gran llanura, con Wimpfen al fondo. Sus infantes y caballos pasaban de 16.000, y su artillería constaba de diez cañones gruesos, siete medianos, dos trabucos y un dispositivo formado por carros dotados de puntas afiladas en las ruedas y pedreros arrastrados por caballos que podían formar parapeto y desplazarlo en plena batalla, haciendo de estos artefactos un obstáculo formidable. Pretendía el protestante con tales dispositivos reforzar su poder combativo y acrecentar el temor en los católicos.

Para oponerse al ejército de Durlach, las tropas de Tilly, menoscabadas por los heridos y los muertos sufridos en Mingolsheim, y por la obligación de guarnicionar las villas de su dominio, apenas llegaban a 9.000 hombres y 8 piezas de artillería. Don Gonzalo traía 700 Españoles de su Tercio Viejo de Nápoles (otras fuentes dicen que 1.000), los Alemanes del Coronel Bauer y del Conde de Emden en dos regimietnos y la caballería a las órdenes del Comisario General Berenguel, sumando en total unos 5.000 infantes y 2.000 jinentes.

Apenas había comenzado el consejo entre Tilly, Córdoba y sus generales, y descansado los agotados hispánicos tras su larga marcha, cuando las tropas de Tilly dieron señal con un cañón de que el enemigo atacaba. Se dio la alarma, y en un abrir y cerrar de ojos no hubo soldado fatigado que no recobrase el vigor, atravesando las unidades rápidamente el puente que tenía Tilly para cruzar el Neckar hasta su margen izquierda, y cruzando por el burgo de Wimpfen hasta la llanura donde se iba a dar la batalla.

Mientras esto sucedía, el consejo militar decidía la disposición que habían de llevar las tropas católicas en la batalla, según las características del terreno. En total, el ejército católico se iba a disponer en ocho batallones, siendo el ala derecha para los hispanos: colocando su caballería en el flanco, luego el Tercio de Españoles de Don Gonzalo de Córdoba (Tercio Viejo de Nápoles), a continuación los regimientos de Alemanes del ejército español (Bauer y Endem), y un buen trecho más allá en el ala izquierda los batallones de infantería de Tilly, cerrando la caballería imperial el flanco izquierdo.

Dispuesto el ejército, enviaron partidas de exploradores a reconocer al ejército enemigo y a averiguar sus intenciones, con el apoyo de una manga de mosquetería. Y refugiarse en unos bosques descubrieron que el ejército de Durlach formaba en 11 grandes batallones y se extendía desde el Neckar hasta una aldea llamada Biberach, detrás de la cual escondía al parecer mayor número de soldados, lo que hizo sospechar que pudiera estar preparando una emboscada. La caballería protestante estaba dispuesta en ambos flancos en grupos de mediano tamaño. Y aunque en un principio se entendió que el protestante se acercaba para dar batalla, solo tenía intención de hacer algún avance, sobreviniendo antes la noche y cesando las operaciones esa jornada del 5 de mayo.

Finalmente amaneció el día 6 de mayo, teniendo a la vista al ejército enemigo en el lugar en que lo dejaron la tarde anterior. Tilly y Córdoba avanzaron hacia una torre que atalayaba el campo en unas lomas situadas en la parte central de la llanura, en la que soldados de Durlach señalaban con señales de banderas los escuadrones y las tropas a medida que las iban divisando. De esta manera fue advertido el de Baden-Durlach de que los católicos estaban a tiro de cañón, ordenando éste que se comenzara a batirlos: con resultados tan mortales que para evitar más pérdidas, Don Gonzalo mandó plantar algunas piezas que le había enviado Tilly.

El general bávaro hizo otro tanto en su ala, y el resultado del cañonear católico también empezó a hacer mella en el enemigo, especialmente al adelantar Don Gonzalo sus cañones, forzando a Durlach a desalojar apresuradamente a la gente que tenía oculta en su ala izquierda tras Biberach con intenciones de hacer una emboscada. Con estas escaramuzas y sin otros hechos de importancia fue pasando la mañana, hasta que finalmente se adivinó la intención del contrario, que no era otra que dar tiempo a que sus tropas pudieran atrincherarse detrás del parapeto móvil formado por los carros y pedreros, que presentaba una temible barrera que circundaba al ejército protestante, obligando al ejército católico a atacar la posición fortificada o a retirarse (algunas fuentes dicen que este tiempo muerto en plena batalla, que duró de once de la mañana a dos de la tarde se debió al calor, cosa que extraña en Alemania en el mes de mayo).

Más Don Gonzalo y Tilly, no permitiéndole que dispusiese el protestante sus escuadrones a gusto tras la línea de carros, se apresuraron a la batalla, y a las tres de la tarde, corriendo por sus escuadrones, les fueron dando nuevos bríos a sus soldados, diciéndoles que:

Marchasen con gran firmeza a pelear, y caminasen a vencer, pues los presentes enemigos a Dios rebeldes y a su Príncipe, hacían justísima su causa. Que procurasen este día, dar con valor nuevos trofeos al Águila Imperial Romana, y a los Castillos y Leones acostumbrados a vencerlas; que los despojos, los caminos, el cetro y honra del Imperio y el conservarse en Alemania la verdadera Religión, todo colgaba de sus brazos, y ansia de ser satisfacción de sus fatigas y victorias, o si por dicha se perdiesen, ruina y afrenta de la patria.

Es 6 de mayo de 1622, los ejércitos católico y protestante hace horas que están frente a frente. Se acerca el momento. Don Gonzalo y Tilly ya han arengado a los suyos.

También Baden-Durlach, viendo las operaciones tan adelantadas, habló a los suyos mostrándoles todo cuanto su ingenio había evocado para poder derrotar a los católicos, diciéndoles: Que se aparejasen, pues veía llegada la ocasión de mostrar su valentía, que en ella es plena su confianza, y que ya que tanto habían deseado dar fin de un golpe a los peligros en que hacían naufragar a su tierra, debían entonces confirmarlo, porque vencido aquel combate era seguro no que no les quedara otra cosa por hacer para obtener el triunfo ante sus mortales enemigos.

Por su parte, Don Gonzalo dando y recibiendo descargas cerradas, guió primero a su caballería en una maniobra de tanteo para enfrentarse a las primeras tropas enemigas, mientras los capitanes Martín Fernández y Alfonso Marcia, con sus banderas de mosqueteros y arcabuceros, se separaron de su posición en el flanco derecho católico y se adelantaron hasta unos setos que había frente a Biberach, pequeña aldea donde ya dijimos en la entrada anterior que descansaba el flanco izquierdo del ejército protestante y donde acababa su artificioso parapeto de carros y piezas.

Estos capitanes, junto con Savariego y Don Antonio de Sotelo, que los seguían, fueron los que comenzaron la batalla, porque Baden-Durlach, enviando contra ellos gran número de gente empezó a embestirlos, siendo los protestantes rápidamente rechazados. Sin embargo, la numerosa y furiosa artillería protestante compensaba con creces el pequeño revés desde la cerca de carros y suplía esta falta horriblemente.

Entonces observó Don Gonzalo a dos batallones de caballos enemigos que cargaban contra sus infantes españoles y alemanes. Con el objetivo de evitar la maniobra y de bajarles un poco los humos, decidió darles una carga. Arrancando con los suyos al galope, creyó que sus jinetes iban tras él y que embestían. Sin embargo, los cabos de la caballería entendieron que pretendía hacer una caracola, con lo que después de rociar con plomo al enemigo, se dieron la vuelta con todo el escuadrón y volvieron a sus posiciones. Cuando quiso acordar Don Gonzalo, se encontró con que se hallaba tan solo y empeñado, quedando por un momento rodeado de jinetes enemigos que sin hacerle daño lo llevaron entre ellos mientras acababan de ejecutar la carga contra los infantes españoles del Tercio de Nápoles.

Sin embargo, disuadidos por la mortífera fila de picas españolas, los jinetes protestantes detuvieron la carga a escasos metros del escuadrón de infantería español, ocasión que aprovechó don Gonzalo para galopar y refugiarse con sus infantes españoles, a los que halló más firmes que las rocas, con el bosque de sus picas tan impenetrable y brioso que los enemigos desconfiados de poder penetrarlo se retiraron. Los oficiales del Tercio Español de Don Gonzalo eran el sargento mayor y capitanes, Don Juan Sánchez, Don Jerónimo Boquin, Esteban Martín, Castel y Rosal. En esta carga protestante resultó muerto el Reingrave General de la Caballería protestante, acompañado de otros muchos jinetes y hombres de calidad.

El joven Bernardo de Sajonia Weimar (13 años después sería uno de los jefes protestantes en la batalla de Nordlingen), que dirigía el otro batallón de caballería hereje, arremetió contra los alemanes de los regimientos de infantería hispánicos del Coronel Bauer y del Conde de Emden, que empezaron a flaquear y retroceder rápidamente con el intrépido y furioso choque. Visto el éxito, imaginaron que sería más débil, por tener menos gente, el Tercio español, que bien cerrado se encontraba ya solo en la línea, haciendo cara a todas las bandas. Pese a poner todo su empeño en la maniobra de frente y de flanco, lo único que consiguieron los jinetes protestantes fue que los españoles retrocedieran algunos pasos, aguantando imperturbables finalmente la posición.

Tilly enfrascado por entonces en la batalla en el flanco izquierdo, estaba siendo acometido por la caballería de Durlach con los mismos ánimos y la misma pujanza. Uno de sus mejores escuadrones de infantería no resistió el choque y acabó desinflándose y deponiendo las armas. Visto este descalabro y el sucedido con los regimientos hispánicos de Bauer y Emden en la línea española, parecía evidente que la fortuna se estaba inclinando del lado enemigo, que estaba ya adelantado y discurría libremente con sus caballos por el campo de batalla. Su mucha infantería, atrincherada en el infernal parapeto de carros, daba descargas espantosas, y su mortífera artillería de pedreros, cuartos, y trabucos, escupía ofensas indecibles, apuntando a la adversidad del ejército católico.

Éste se encontraba en muchos sitios desmembrado, acometido y deshecho, lo que hacía temer una pérdida segura. Pero en la guerra cualquier accidente o imprevisto, por leve que sea, cambia el destino de las cosas, y por donde menos se espera surgen la oportunidad y la fortuna. El denso humo de la pólvora, y el polvo espeso levantado por caballos e infantes, habían formado una nube de tales dimensiones que había llegado a tapar el sol, sembrando el caos la falta de visibilidad. Hasta ese momento el viento había soplado en agradable brisa, pero de improviso comenzó a soplar con fuerza del norte, desplazando la nube hacia las filas enemigas.

Don Gonzalo, a pesar de estar también cegado, no desperdició la oportunidad, y así marchó corriendo hacia el coronel Bauer, que en el ínterin había logrado recomponer a su gente y regresar en formación a la línea. Para conseguirlo les había tocado el corazón a sus hombres, porque los derrotados alemanes deseando mucho restaurar la reputación perdida tras la carga de la caballería enemiga y su posterior huída, y viendo el ejemplo incontrastable que estaban dándoles a todos aquellos pocos españoles del Tercio de Don Gonzalo, consintieron rápidamente en enmendarse, cobrando con presteza ánimo, coraje y ganas de pelear.

Visto lo que estaba sucediendo en el flanco derecho católico, con los españoles aguantando la línea y los alemanes volviendo a recomponerse entre gritos de júbilo, Tilly logró recomponer también sus batallones. Entonces el de Córdoba, aprovechándose todavía de que la nube estaba sobre los enemigos cargó de los primeros contra la línea de barricadas protestante, lo que provocó en la gente tales bríos que marcharon detrás suya. Se produjo entonces un fuerte choque, un espantoso batallar, de sangre, heridas, roncas voces, temerosos aullidos, crujir de armas, y cuchillas, y retumbar de arcabuces, unos muriendo, otros matando.

Un escuadrón que hasta este momento había tenido en reserva Tilly, entrando fresco en la batalla, terminó de equilibrar el resultado de la lucha, prolongándose ésta por unas horas en la línea de parapetos de los carros. Fue entonces cuando el golpe infausto y de suerte de una bala de cañón católica impactó en el polvorín enemigo, volándolo por los aires en una gran explosión. En ese momento, un soldado español mirando al cielo a la gran nube formada por la combustión de la pólvora, y asemejándola a la Virgen María, gritó ¡Victoria! ¡Victoria! Nuestra Señora nos da la victoria. Milagro.

Baden-Durlach observó como su gente comenzó a deshacerse, apresurando su colapso, siendo sus filas rematadas y atropelladas por la carga que en ese momento dio Tilly sobre el flanco derecho sobre su mejor caballería, que huyó abandonando a los infantes en desbandada a su suerte. La ocuridad de la noche se iba echando encima y Don Gonzalo aunque advirtió que el enemigo huía sin concierto, no tuvo más remedio que detener la persecución que ya iniciaba su gente, para evitar que la persecución sin orden ante una súbita defensa de un enemigo desesperado no ocasionase algún desmán.

Como escribió el historiador contemporáneo Gonzalo de Céspdes: ¡O!, infelicísima Alemania, qué fuera ahora de tu imperio, qué de tu Iglesia y religión, qué de las míseras Reliquias, de tu afligida cristiandad si tal victoria por ventura, los calvinistas alcanzaran. Mas no lo quiso el justo Dios; su soberana providencia puso en los brazos poderosos de 700 españoles (el enemigo lo confiesa) la prevención de tanto daño, y el vencimiento trabajoso que variamente vacilaba.

Perdió Federico de Baden Durlach sus cañones, pedreros y trabucos, cuatro mil carros, incontables municiones, 74.000 ducados (otros dicen que 100.000), muchas banderas y estandartes, documentos de los demás aliados protestantes, y en la batalla y ahogados en el Neckar unos miles de hombres, entre ellos Magno Württemberg, el Reingrave de la caballería y otras 42 personas de oficio y cargo. En el Campo católico murieron 114 españoles y 1.600 de naciones e imperiales.

Durlach huyó sin detenerse hasta Stuttgart, donde al pie del puente levadizo le dijo al centinerla de guardia: “Amigo, dame algo de beber, solo soy el viejo Margrave“, y cayó desmayado de cansancio. Una de las tres amenazas protestantes que convergían al Palatinado había sido derrotada y destruida. Tilly quedó en la zona y Don Gonzalo cruzó el Rin de vuelta al Palatinado, ocupado por España. Todavía quedaban el ejército de Mansfeld en el Neckar, y el de Cristian de Brunswick que avanzaba a marchas forzadas por Hesse

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 15 Jun 2015 01:37

BATALLA DE FLEURUS

La batalla de Fleurus del 29 de agosto de 1622 fue una lucha entre el ejército de España y las potencias protestantes del Sacro Imperio durante la Guerra de los Treinta Años. La sangrienta batalla destrozó las fuerzas protestantes y dejó a los españoles como señores absolutos de aquellas tierras.

Después del fracaso en intentar liberar Heidelberg, asediada por el ejército del Conde Tilly, Federico V del Palatinado decidió disolver su ejército. El 13 de julio de 1622, el contrato fue cancelado por los ejércitos parados de Mansfeld y los holandeses alquilaron los servicios de Cristián de Brunswick para ayudar a aliviar el sitio de Bergen-op-Zoom.

El ejército protestante partió de Alsacia y a paso rápido cruzando el norte de Francia, entrando en los Países Bajos Españoles a través de Henao.

El ejército español en Flandes, bajo el mando de Ambrosio Espínola, ocupó durante el sitio de Bergen-op-Zoom, una ciudad en el estuario del río Escalda, que estaba en una peligrosa situación. Mientras los refuerzos holandeses se reunían al este de Breda, se preparó para una invasión desde el sur. Estuvo en peligro de quedar atrapado entre los dos ejércitos enemigos, pues su línea de retirada hacia Amberes estaba bloqueada por el ejército alemán invasor. Gonzalo Fernández de Córdoba, comandante del ejército español en el Palatinado, fue reclamado a toda prisa para detener a este ejército. Fernández de Córdoba marchó a través de Luxemburgo y el dificultoso terreno de las Ardenas, y consiguió interceptar a Mansfeld y Brunswick en la frontera de Brabante.

El ejército protestante adelantó tropas que se enfrentaron con exploradores españoles el 27 de agosto, y el 29 encontraron al ejército de Córdoba atrincherado. Córdoba, mucho más débil en caballería, había dispuesto un bloqueo de la posición norte de la ciudad de Mellet, cerca de Fleurus, con flancos abrigados por los bosques. Los comandantes protestantes desplegaron su ejército tratando de romper por la mitad la posición española.
Orden de batalla

La caballería española estaba compuesta por 53 pequeñas compañías, reunidas en escuadrones ad hoc. En estos había 29 compañías de coraceros y 24 compañías de arcabuceros. Estaban compuestos por reclutas valones y habían actuado pobremente en la batalla de Wimpfen. Por esta razón, Córdoba estaba ciertamente preocupado de los flancos de su ejército.

Por su parte, la infantería española era una mezcla de demostrada calidad: el tercio de Nápoles era una unidad de élite con rastros en la historia desde 1567, salvo su reputación en la batalla de Wimpfen con una excelente actuación, y Córdoba la situó en el puesto de honor a la derecha, bloqueando la senda. El regimiento Fugger y el tercio de Verdugo eran también unidades experimentadas, veteranos de la campaña en Bohemia. El resto de las unidades eran tropas de guarnición de baja calidad, movilizadas por Córdoba para completar el frente de batalla.

Según testimonios de la época, la tropa protestante partió de Alsacia con unos 25.000 hombres, pero a causa de la dura marcha y de los campesinos valones, solamente 14.000 llegarían a la batalla.

La caballería protestante era de buena calidad. Muchos de los caballeros eran miembros de la baja nobleza alemana, y la mayoría estaban pesadamente acorazados. La infantería disponía de mucho menos material, estaba pobremente equipada y había sufrido más las vicisitudes de la marcha.

Después de un corto cañoneo, Mansfeld ordenó un avance general. Algunos espacios se abrieron en la infantería alemana, pobremente adiestrada, y De Sylva atacó un flanco desprotegido sirviéndose de un batallón. No obstante, Streiff contraatacó, la caballería valona equivocó el paso y sufrió un considerable daño por las armas de fuego del enemigo. La caballería de De Sylva se refugió detrás de los carros de equipaje, mientras Streiff volvía sobre la infantería española, sin demasiado éxito.

En el lado derecho protestante, Brunswick había enviado a la casi totalidad de su caballería, el despliegue de Córdoba hizo imposible flanquear su posición, pero Brunswick esperaba destrozar la formación española con un asalto total y frontal. La primera carga fue rechazada por la caballería de Gauchier, pero Brunswick ordenó una segunda carga. La primera línea fue rechazada de nuevo, pero la segunda línea consiguió acorralar a la caballería valona. Brunswick se centró entonces en la infantería española, pero su infantería fracasó al intentar soportar la embestida de estos, el Tercio de Nápoles aguantó su posición, y los mosqueteros agazapados en los árboles comenzaron a disparar a la caballería protestante, que empezó a desordenarse. En una desesperada carga final, Brunswick resultó herido, y su caballería, desmoralizada, cayó al final. Después de cinco horas de lucha, Mansfeld ordenó la retirada. Era mediodía e intentó tomar el camino hacia Lieja en torno a Fernández de Córdoba para alcanzar Breda.

El ejército español estaba ya demasiado cansado para seguir al enemigo en retirada. No obstante, al siguiente día, Córdoba envió a Gauchier con la caballería, que encontró al ejército protestante apeado a lo largo del camino. La caballería protestante huyó sin participar en demasiadas luchas, dejando a la infantería a su suerte. Sin posibilidad de desplegar una posición de defensa, la infantería alemana fue aniquilada. Gauchier también capturó la artillería y el equipaje del ejército.

Lo que quedaba de Brunswick y Mansfeld, unos 3000 efectivos de caballería, se unió finalmente al ejército holandés en Breda después de dar un rodeo. Spinola estuvo obligado a abandonar el sitio de Bergen-op-Zoom, pero la plaza no suponía ya un riesgo, de modo que lo hizo con gusto.

Brunswick y Mansfeld sólo sirvieron tres días al ejército holandés, sus tropas revoltosas e indisciplinadas no tenían sitio en el ejército rebelde de las Provincias. Mientras tanto, el ejército del Conde de Tilly invadió fácilmente el Palatinado.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 15 Jun 2015 01:45

BATALLA DE STADLOHN

La Batalla de Stadtlohn fue un combate entre los ejércitos del duque Cristián de Brunswick y el bando imperial-bávaro librado cerca de la población homónima el 6 de agosto de 1623, durante la Guerra de los Treinta Años.

Con apoyo de las Provincias Unidas, el duque Cristián avanzó con un nuevo ejército al Círculo de Baja Sajonia, donde fue hostigado por las fuerzas imperiales al mando del Conde de Tilly. Cristián tuvo que enfrentarse a Tilly justo antes de entrar en el pueblo de Stadtlohn, siendo completamente derrotado. El Imperio se mantendría en relativa paz hasta que los daneses invadieran la Baja Sajonia en 1625.

Una vez que aplastaron la Revuelta bohemia, las fuerzas imperiales avanzaron hacia el Palatinado Renano, iniciando la Campaña del Palatinado, con el objetivo de castigar al duque Federico V del Palatinado, príncipe protestante que se había rebelado contra el emperador Fernando II de Habsburgo. El duque Cristián de Brunswick parte en ayuda de Federico, estimulado por solidaridad confesional, ambición territorial y hasta por motivos caballerescos al estar enamorado de Isabel Estuardo, esposa del duque del Palatinado.1 Cristián abandona las Provincias Unidas con un ejército subsidiado por los neerlandeses, pero es derrotado por Tilly en la Batalla de Höchst. Cristián regresa entonces a las Provincias Unidas, pero esta vez es interceptado por las fuerzas españolas que participaban en la Guerra de los Ochenta Años, y es vencido de nuevo en la Batalla de Fleurus. En esta batalla es herido y se le amputa el antebrazo izquierdo. No obstante, logra escapar y pronto obtiene otro crédito neerlandés para comprar armas.

En enero de 1623, Cristián llegó a la Frisia Oriental, donde se encontraba refugiado el conde Ernesto de Mansfeld, otro paladín protestante que también antagonizaba con el Emperador. Luego de varios roces con Mansfeld, el duque de Brunswick continuó hacia el Círculo de Baja Sajonia, donde contaba con varios allegados con cargos de importancia, incluyendo a su hermano mayor, el duque Federico Ulrico de Brunswick-Wolfenbüttel. No obstante, el rey de Dinamarca y duque de Holstein, Cristián IV de Dinamarca, preocupado porque la presencia del rebelde atraiga fuerzas imperiales hacia lo que él considera su zona de influencia, moviliza sus fuerzas para que lo expulsen. Federico Ulrico interviene a favor de su hermano y logra que los otros príncipes del Círculo lo contraten para organizar un ejército que defienda su neutralidad. El duque Cristián recluta en junio 21.000 hombres en Wolfenbüttel y Halberstadt, este último un obispado secularizado del que era administrador.

Lejos de sentirse intimidado por el ejército de la Baja Sajonia, el emperador Fernando II autoriza a Tilly que proteja al Imperio de Cristián de Brunswick; no obstante, también ofrece un perdón a este último por sus campañas pasadas, y le garantiza su cargo de Obispo de Halberstadt. El duque rechaza el perdón a menos de que sea extendido también a todos sus oficiales, muchos de ellos partícipes de la Revuelta bohemia. Mientras tanto, Tilly se mantuvo en el sur de Westfalia, reorganizando sus fuerzas y a finales de junio se movilizó a la Baja Sajonia luego de haber recibido 8.000 soldados de refuerzo traídos por Ramboldo, conde de Collalto desde Bohemia;3 el sur de Westfalia quedó entonces resguardado por Juan Jacobo, conde de Anholt, con 12.000 hombres. El duque Cristián empezó a retirarse de Halberstadt hacia el oeste, y el 16 de julio rompió finalmente las negociaciones con el Emperador.

El 28 de julio, Cristián renunció al Obispado de Halberstadt a favor de su tío materno, el Rey de Dinamarca, sin ganar algún tipo de apoyo por esta acción.4 Luego se dirigió hacia Osnabrück, con la esperanza de que Mansfeld, que tenía 20.000 hombres en su refugio de la Frisia Oriental, lo auxiliara. Este último se negó a moverse.4 El plan de retirada del duque se convirtió entonces en una huida a Bredevoort, en los Países Bajos, para que los holandeses lo empleasen de nuevo.4 Tilly lo persiguió, logrando reducir enormemente la distancia inicial entre ellos, y reportó haber llegado a Greven media hora después de que Cristián hubiese partido, el 4 de agosto; el Duque no ayudó a su causa al distraerse por tres días saqueando el Obispado de Münster. El conde Anholt se unió a Tilly en este punto, pero para ese momento las tropas imperiales habían sido reducidas a 20.000 hombres por la necesidad de dejar guarniciones por donde pasaban. El 5 de agosto, la vanguardia croata de Tilly alcanzó a Cristián en Steinfurt, pero éste y sus hombres lograron retirarse y acamparon unos 3 km al oeste. Después de dejar instrucciones de que el equipaje debía partir a las once de la noche seguido por el resto del campamento, el duque se retiró a dormir, despertándose a las 3 de la madrugada para descubrir que sus hombres habían seguido durmiendo. No fue hasta las ocho de la mañana que el último soldado de Cristián abandonó el campamento, y momentos después los Imperiales llegaron al lugar.

Durante el resto de la mañana, el Duque fue desplegando sus tropas contra Tilly para ganar tiempo y permitir que el equipaje cruzase el río Berkel. Salvarlo era importante, ya que contenía el dinero que necesitaban para pagar a sus tropas, las cuales podían rebelarse o incluso cambiar de bando si no cobraban la soldada. El puente más cercano sobre el río se encontraba en Stadtlohn, que estaba a sólo 9 km de la guarnición neerlandesa de Bredevoort. Los hombres del duque eran quince mil, pero la mayoría no tenía experiencia de combate y muchos ni siquiera estaban armados. Cuando cedió la última barrera entre Tilly y el grueso del ejército, unos dos mil mosqueteros y dos cañones comandados por el barón Knyphausen, Cristián tuvo que entablar el combate, justo antes de entrar en Stadtlohn.

El Duque colocó entonces sus tropas dándole la espalda a Stadlohn. No obstante, un bosque a su izquierda y un arroyo a su derecha le restaron espacio de maniobra, espacio que sí le fue otorgado a Tilly, ya que dichos obstáculos naturales se abrían al alejarse del pueblo. Los tropas de la Liga Católica eran optimistas sobre el desenlace por ser ese día la Fiesta de la Transfiguración de Jesús;6 7 el conde Tilly obtuvo otra prueba religiosa de su segura victoria cuando Cristián desplegó su estandarte, que incluía la frase: Por Dios y por ella, en referencia a Isabel Estuardo, a quien el conde consideraba un "costal de corrupción mortal";7 Tilly, apodado el "monje con armadura", opinó que tal blasfemia no podía contar con el favor de Dios.7

A las dos de la tarde, aún sin terminar de desplegar todo su ejército, Tilly ordenó que la artillería atacase al enemigo; Cristián contraatacó dos veces, sin éxito. A las 3.30 de la tarde, el ejército imperial empezó a avanzar, y cuando los mosqueteros veteranos de Tilly entraron en combate con su contraparte enemiga, su caballería logró desbordar el flanco derecho del Duque. La caballería de este último se encontró entonces con poco espacio de maniobra y emprendió la huída; de inmediato se inició también la retirada de la infantería rebelde hacia el pueblo, pero debido a que el campo se cerraba en esta dirección, la misma fue desordenada. Los soldados croatas y cosacos de los Habsburgo no tuvieron compasión con los enemigos que intentaban rendirse, causando gran mortandad.

Aunque la mayor parte de la caballería de Cristián de Brunswick escapó, muchos oficiales murieron o fueron capturados, pérdidas que eran más graves que la destrucción de su infantería, ya que le dificultaban la posibilidad de formar un nuevo ejército. Unos sesenta oficiales fueron capturados por el bando imperial, incluyendo a seis príncipes y dos condes, el más relevante de todos estos fue Guillermo IV de Sajonia-Weimar, hermano de Bernardo de Sajonia-Weimar, quien fue herido en la batalla pero escapó.

En total, Cristián, apodado ahora el "loco de Halberstadt", perdió diez mil hombres, de los cuales seis mil fueron muertos y cuatro mil capturados, así como 16 cañones y casi toda su munición. Por su parte, Tilly reportó mil bajas entre muertos y heridos, pero se recuperó casi de inmediato, ya que un número similar de prisioneros decidió cambiar de bando, aunque su disciplina dejaba mucho que desear. El resto de los prisioneros fue llevado a Münster, región que recientemente habían saqueado, y fueron mantenidos en una situación de penuria tan grande, que los mismos habitantes se organizaron para darles ayuda humanitaria; finalmente fueron liberados luego de prometer que no se alzarían contra el Emperador.

Acompañado por 5.500 sobrevivientes, Cristián logró escapar a las Provincias Unidas, culpando a Knyphausen por la derrota, y ordenando su ejecución, aunque pudo ser disuadido antes de que la orden se cumpliese.

Por su parte, Federico del Palatinado, sin perspectivas de encontrar otro ejército que le sirviera, tuvo que ceder a las presiones de su suegro y firmó un armisticio con el Emperador.8 Sus acciones, de todas maneras, no terminaron la guerra, el Rey de Dinamarca tenía especial interés en conseguir los obispados de Halberstadt y Osnabrück para sus hijos menores, pero esos cargos también eran codiciados por el Emperador para su hijo mayor.9 La entrada de tropas danesas al Círculo de Baja Sajonia en 1625, donde aún se mantenía el ejército de Tilly, abriría la Etapa danesa de la Guerra de los Treinta Años.

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