HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

La historia se escribe con fuego: todo sobre operaciones militares, tácticas, estrategias y otras curiosidades
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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 17 May 2015 00:50

JAIME II DE ARAGON (El Justo)

Jaime II de Aragón, el Justo (Valencia, 10 de abril de 12671 –Barcelona, 2 de noviembre de 1327) fue rey de Aragón, de Valencia y conde de Barcelona entre 1291 y su muerte, y rey de Sicilia entre 1285 y 1302. Ostentó los títulos honoríficos de Portaestandarte, Almirante y Capitán General de la Santa Iglesia Católica.

Segundo hijo de Pedro III y de su esposa Constanza II de Sicilia, de su padre heredó el reino de Sicilia en 1285. Derrotó a su competidor Carlos de Anjou, cuyas fuerzas navales fueron deshechas en más de un encuentro por el almirante aragonés Roger de Lauria. Conquistó parte de Calabria y las islas del golfo de Nápoles.

En 1291 recibió también la Corona de Aragón, al morir sin descendencia su hermano Alfonso III, y se alió con el rey de Castilla con una alianza matrimonial casándose con la hija de éste Isabel de Castilla. Dicha unión fue solo civil al ser frustrada por el Papa a causa de la consanguinidad de los prometidos. No tuvo descendencia dicho matrimonio dado que no llegó a consumarse; la novia en el momento de la boda tenía ocho años de edad. Tras la muerte de su suegro, el rey Sancho IV de Castilla en 1295, este primer matrimonio del monarca aragonés quedó definitivamente anulado.

Intentó obtener una alianza con el sultán Khalil en 1292, pero al disminuir las amenazas exteriores, la dejó sin ratificar.

En 1296 iniciaría una contienda con Castilla para conquistar el Reino de Murcia. Alicante sería la primera ciudad en caer en el mes de abril, y tras ella Elche, Orihuela, Guardamar del Segura y Murcia. En 1298 tomaría Alhama de Murcia y Cartagena y el 21 de diciembre de 1300 finalizaba la contienda con la conquista de Lorca. Por la Sentencia Arbitral de Torrellas (1304) y el Tratado de Elche (1305) se firmaría la paz con Castilla, devolviéndole la mayor parte del Reino de Murcia a excepción de los territorios al norte del río Segura, quedando las comarcas de Alicante, Orihuela y Elche en posesión del Reino de Valencia

Su dominio sobre Sicilia había sido contestado por el Papado y los Anjou, por lo que Jaime se avino finalmente a ceder la isla al papa a cambio de los derechos sobre Córcega y Cerdeña y la cesión de la isla de Menorca a Jaime II de Mallorca, por el Tratado de Anagni (1295). Sin embargo, su hermano menor Fadrique o Federico, al que había nombrado gobernador de Sicilia, se negó a abandonar el dominio de la isla y resistió eficazmente la campaña militar de Jaime II para arrebatársela aunque finalmente fue derrotado en 1299. Ese mismo año se reforzó el pacto mediante la boda de Jaime II con Blanca de Anjou, hija de Carlos de Anjou.

Federico fue reconocido como rey de Sicilia por la paz de Caltabellota (1302).

Terminada aquella contienda, Jaime conquistó Córcega y Cerdeña (1323-1325), que quedaron así incorporadas a la Corona de Aragón, a pesar de la oposición de Génova y Pisa y de múltiples rebeliones locales posteriores.

Esta política de expansión en el Mediterráneo se completó con un acuerdo con Castilla para repartirse las respectivas zonas de influencia en el norte de África. Para ello selló una alianza con Sancho IV, las (Vistas de Monteagudo, 1291), quien ayudó a la Corona de Aragón a intensificar su presencia en Túnez, Bugía y Tremecén a cambio del correspondiente apoyo contra los franceses.

Jaime II organizó también una expedición a Oriente bajo el mando de Roger de Flor, concebida para librar al reino de la presencia de las peligrosas compañías militares conocidas como los «almogávares» (1302).

Intentó rescatar a los templarios peninsulares (especialmente a fray Dalmau de Rocabertí, submariscal de la orden) caídos en la expugnación de la isla y fortaleza de Arwad (septiembre de 1302). Para ello, envió una serie de embajadas, las primeras (1304-1305 y 1306-1307) llevadas a cabo por Eymeric de Usall, que llegó a traer consigo a Barcelona al "ustadar" (una especie de primer ministro de temas económicos y militares en Egipto) Fakhr al-Dihn. Consiguió su libertad en 1315, y fray Dalmau murió en 1326 en el Monasterio de Santa María de Vilabertrán. Otras embajadas de don Jaime pidieron, sin éxito, el Santo Grial y el Lignum Crucis al sultán Muhammad al-Nasir.

Jaime II dio su apoyo a las propuestas de fray Ramón Llull sobre la recuperación de Tierra Santa (proyecto Rex Bellator). Su hijo primogénito, el infante don Jaime, renunció a la corona y vistió el hábito blanco con la cruz roja, seguramente con la esperanza de llegar a ser «la espada de la cristiandad».

También la fracasada cruzada de Almería en 1309, a la que ayudó Arnau de Vilanova con sus consejos de sanidad y medicina, se enmarca, junto con la fugaz toma de Ceuta, en la estrategia de Llull del libro De Fine (1305).

Con respecto a su política peninsular:

En las cortes de Zaragoza de 1301 Jaime II de Aragón dictaminó que Ribagorza pertenecía a Aragón y que sus límites estaban en la clamor de Almacellas. Aunque en las cortes de Barcelona de 1305 se protestó esta situación, Jaime II el Justo, tras pedir un informe al Justicia Jimeno Pérez de Salanova, confirmó que Ribagorza se incluía en Aragón.2
Consolidó la Corona de Aragón al declarar la unión indisoluble entre los reinos de Aragón y Valencia y el condado de Barcelona (1319).
Obtuvo el vasallaje de los reyes de Mallorca (miembros de la casa real aragonesa).
Recuperó el Valle de Arán.
Reforzó la posición de la Corona sometiendo a la nobleza con el apoyo de las ciudades.
Hizo avanzar la frontera del reino de Valencia a costa del de Murcia, aprovechando la intervención en las disputas sucesorias castellanas (1304).
Reforzó la defensa del flanco sur frente a los musulmanes creando para ello la orden militar de Montesa (1317), aprobada por el papa Juan XXII en 1317, con el fin de luchar contra los musulmanes.
Fundó en 1300 la Universidad de Lérida y en 1305 el Consejo (actual Senado) en Crevillente.
Dirige el fracasado asedio a Almería en 1309.
Desterró de su territorio a los templarios.
Al final de su reinado, en 1325, las Cortes reunidas en Zaragoza acordaron la supresión del tormento.

Tras el fracaso de Almería Jaime II siguió interviniendo en los asuntos internos castellanos, intentando conciliar a los nobles rebeldes, y lo mismo sucedió durante la minoría de Alfonso XI, siendo su intervención decisiva en el papel de árbitro entre los aspirantes a la tutoría, los infantes Juan y Pedro. El caso más llamativo, por el escándalo que produjo, fue el proyectado matrimonio entre el primogénito, Jaime, con la infanta Leonor de Castilla, al que el infante se negaba. Al final, presionado por su padre, se celebró la boda el 18 de octubre de 1319, pero nada más terminar la misa, el infante huyó a caballo, dejando burlado a Jaime II y produciendo la ira de los castellanos, enrareciéndose las relaciones entre ambos reinos.

Un suceso destacado de la época fue la supresión de la orden militar del Temple, a causa del proceso incoado por el rey de Francia Felipe IV, deseoso de apoderarse de las riquezas de la orden y de someter al papado a sus designios. El 17 de septiembre de 1307 fueron detenidos los caballeros templarios en Francia y sus bienes confiscados, mientras que el papa el 22 de noviembre por la bula Pastorales praeminentiae ordenaba a los príncipes de la Cristiandad que arrestaran a los templarios de sus estados, confiscando sus bienes. El 22 de marzo de 1312 en el concilio de Vienne Clemente V abolió la orden del Temple por la bula Vox in excelso. En Aragón, donde la orden gozaba de gran prestigio, el rey tuvo que rendir por las armas los más importantes castillos templarios: Monzón, Cantavieja, Castellote, Villel y Libro (1307-1308), mientras que en Cataluña fue la fortaleza de Miravete el foco de la más enconada resistencia. Los bienes de los templarios, para evitar que pasaran a manos de los hospitalarios, se dedicaron a fundar una nueva orden, la de Santa María de Montesa, en tierras del mediodía valenciano, con la misión de defender las fronteras de posibles ataques musulmanes. La bula la dio Juan XXI el 10 de julio de 1317, proclamándose la nueva milicia el 22 de julio de 1319.

La paciente política desplegada por Jaime II dio sus mejores frutos a partir de la segunda década del siglo XIV, aunque los orígenes se remonten a años atrás. Es lo que sucedió con la recuperación del estratégico valle de Arán, que había sido ocupado por las tropas francesas en 1283.El tema de la reintegración a Aragón quedó pendiente en Anagni y los intentos hechos ante sucesivos papas fracasaron por su tendencia pro-francesa, hasta que, después de diversas embajadas y gestiones diplomáticas, el 26 de abril de 1313 el rey de Francia, en el convenio firmado en Poissy, devolvió a Aragón el valle de Arán, reconociéndole la posesión, ya que la propiedad se dilucidaría en futuras conversaciones, en 1314, a las que no se presentaron los embajadores franceses, lo que fue interpretado como una renuncia.

Jaime II desplegó una política de sometimiento de los grandes barones, por la vía legal o por las armas, contando para ello con el apoyo de las ciudades. Se trataba de vincular patrimonios y títulos a la familia real, y esta política fue un éxito, contribuyendo a la unificación interna de Cataluña, al incorporar los condados de Ampurias y de Urgell, lo que llevó a cabo por la vía matrimonial en el caso de Urgell (boda de Teresa d'Entença, heredera de Armengol X, muerto en 1314, con el infante Alfonso) y la militar y diplomática en el de Ampurias, que en 1325 pasó a manos del infante Pedro de Ribagorza, séptimo hijo de Jaime II.

Uno de los episodios militares más sorprendentes en la historia del Mediterráneo medieval es la expedición de la Compañía Catalana a Oriente, cuyas aventuras dieron origen a una de las mejores crónicas medievales, la del catalán Ramón Muntaner, activo protagonista de los sucesos que narra. Acerca de la valoración del asentamiento de la Compañía Catalana en Grecia, desde el punto de vista político y teniendo en cuenta que la instalación catalana se hizo por la fuerza, este asentamiento fue superficial, no penetró en profundidad y fue rechazado por la sociedad griega, siendo escasa la trascendencia económica. El otro problema que se plantea es dónde insertar la empresa de la Compañía catalana, si en el expansionismo aragonés o en el marco de las aspiraciones orientales de Federico III de Sicilia. Todo parece apuntar a que el control del asentamiento de la Compañía en Grecia escapó al control de Jaime II y se movió más en la órbita de Federico III de Sicilia, aunque, como señala Giunta, «si se hace gravitar el reino insular en la órbita política aragonesa aun después de la elección de Federico como rey de Sicilia (1296) entonces, consecuentemente, deben considerarse como parte integrante de la política mediterránea de la Corona de Aragón las intervenciones -políticas, militares y económicas- sicilianas en Levante». Tras la firma de la paz de Caltabellota (19 de agosto de 1302), en la que se resolvía el contencioso siciliano, las tropas almogávares quedaron desocupadas y, dado que su presencia resultaba muy incómoda para Federico III y para los sicilianos, había que buscarles una salida, siendo contratadas por el emperador bizantino Andrónico II para hacer frente a la amenaza de los turcos.

Las empresas de la Compañía Catalana presentan dos fases. La primera anárquica, en la que los mercenarios catalanes cambian con frecuencia de jefe: Andrónico II, Carlos V de Valois o Gualterio de Brienne. La segunda, a partir de la batalla de Cefiso (1311) corresponde al asentamiento en Grecia, a la sumisión indirecta al rey de Sicilia y a la puesta en funcionamiento de los espacios conquistados. Fue De Flor quien tomó la iniciativa y en el verano de 1303 embarcó con su ejército de 32 naves y 6.500 soldados rumbo a Constantinopla. La procedencia de los almogávares era muy variada, desde gentes de los Estados de la Corona de Aragón, sobre todo catalanes, a sicilianos y calabreses. El emperador Andrónico había aceptado sus exigencias de llevar el título de megaduque del Imperio y la boda con una princesa Paleólogo, ya que cualquier precio parecía bueno para acabar con la amenaza turca. Roger de Flor, siguiendo la ruta de Alejandro el Magno, expulsó a los turcos de la península de Erked (Artaki) en el Mármara, pasando luego a Anatolia y apoderándose sin dificultad de las ciudades de Filadelfia, Magnesia y Éfeso, derrotando a los turcos en agosto de 1304 en las estribaciones del Tauro y regresando luego con Berenguer de Rocafort, otro de los jefes, a la península de Gallípoli, donde acantonaron sus tropas por orden del emperador, temeroso del poder que veía en los almogávares. Sus éxitos atrajeron a la empresa a Berenguer de Entença, que en el otoño de 1304 llegó con 300 caballeros y 1.000 peones. Entença había intentado vincular a Jaime II a la empresa de Oriente, pero no consiguió del rey de Aragón más que vagas promesas. Las victorias contra los turcos alternaron con las correrías de los almogávares, que despertaron un terror general, en tanto que las ambiciones de Roger de Flor y las de Berenguer de Entença, que obligaron al emperador a concederles los títulos de cesar y megaduque, despertaron los recelos del heredero, el príncipe Miguel, cuya guardia, asesinó el 7 de abril de 1305 a De Flor y a cuantos almogávares encontraron en un banquete que les fue ofrecido. Matanzas similares se produjeron en otras ciudades del Imperio. Los restos de la compañía se fortificaron en Gallípoli y se organizaron como un pequeño Estado al mando de Berenguer de Entença, llevando a cabo desde aquí feroces campañas contra Tracia y Macedonia, que fueron asoladas. Comenzaba la «Venganza catalana», nombre con el que la historia conoce tales violencias contra el Imperio y los genoveses, llegando los almogávares hasta las inmediaciones de Constantinopla (mayo de 1305).

La Compañía se trasladó de Gallípoli a Occidente, asentándose en la región de Casandria (1307-1309), y en 1309 hubo un cambio de rumbo tras el encuentro con Gualterio V de Brienne, nuevo duque de Atenas, quien los contrató a fin de llevar a cabo sus ambiciones de apoderarse de territorios del Imperio. En 1311, tras la derrota de Gualterio en la batalla junto al río Cefiso los almogávares se apoderaron del ducado de Atenas, que retuvieron durante más de setenta años. Luego, en 1318, extendieron su dominio al sur de Tesalia, donde constituyeron el ducado de Neopatria, unido al de Atenas, incorporándose ambos a la Corona de Aragón en tiempos de Pedro IV.

Entre las cláusulas secretas concertadas en el tratado Anagni figuraba la donación pontificia de Córcega y Cerdeña, lo que representaría para Jaime II una compensación territorial a cambio de su renuncia a Sicilia. A partir de entonces Cerdeña pasó a convertirse en el centro de gravitación de la política aragonesa en el Mediterráneo, en uno de los vértices de la expansión mediterránea. La conquista de la isla, de gran importancia estratégica y menos económica, fue largamente preparada desde el punto de vista diplomático y económico, una vez resueltos los problemas peninsulares, Dada la fragmentación política de la isla: pisanos, Doria genoveses, Bas-Serra, jueces de Arborea, Malaspina, Donoratico, hubo que limas asperezas antes de emprender la acción militar que corrió a cargo del infante Alfonso, a partir de 1323, siendo muy dura la campaña contra sardos y pisanos, firmándose la capitulación de Pisa tras la derrota naval de Lucocisterna (febrero de 1324) y la capitulación de Iglesias y Cagliari. La empresa de Cerdeña, en la que colaboraron los mallorquines con un tercio de la flota, aragoneses, valencianos y catalanes, se hizo a costa de elevados costes en dinero y hombres, diezmados por la epidemia de fiebres, y dejó abiertas las puertas al enfrentamiento de genoveses y catalanes por el control de las rutas del Tirreno y del Mediterráneo occidental. En la isla se instaló un feudalismo de importación, basado en una densa red de feudos concedidos a la nobleza, que tuvo devastadoras consecuencias

Jaime II, igual que sus predecesores, sintió un gran interés por el norte de África, zona de interés político, pero sobre todo comercial, para los monarcas aragoneses y para los comerciantes de los Estados marítimos de la Corona de Aragón. Las relaciones se mantuvieron con Egipto, Túnez, Bugía, Tremecén y Marruecos, aunque la intervención catalano-aragonesa se dejó sentir con mayor fuerza en el Magreb oriental. Ello era el resultado del tratado de Monteagudo-Calatayud, firmado en el año 1291 entre los reyes Sancho IV de Castilla y Jaime II de Aragón, por el cual se repartían el área de influencia de las respectivas Coronas en el Norte de África, estableciendo como divisoria el río Muluya, dejando para los castellanos la parte oeste, Ceuta, y para los aragoneses la parte este, en dirección a Bugía y Túnez. Jaime II, más que pensar en la conquista territorial consideraba el espacio norteafricano como bases y escalas navales complementarias de las islas Baleares, Sicilia y, más adelante, Cerdeña, como una importante fuente de recursos económicos y humanos, como fuente de tributos, de milicias y de esclavos.En Egipto, las embajadas de Jaime II a Egipto buscaban obtener importantes préstamos para el rey de Aragón, garantizar la seguridad de los peregrinos que iban a Tierra Santa y mantener las ventajas conseguidas por los mercaderes catalanes. En las relaciones con Ifriqiya predominó la actividad de tipo político-diplomático, buscando zonas de influencia y reyes tributarios, para lo cual se firmaron numerosos tratados, como los de 1301 o 1308 con Túnez, o el de 1309 con Bugía., buscando siempre favorecer las relaciones comerciales existentes. En Tremecén y Marruecos, la diplomacia aragonesa trabajó a varias bandas: Marruecos, Granada y Castilla, cuyas rivalidades y diferentes objetivos geoestratégicos las hacían muy fluctuantes, tratando de compaginar los intereses políticos con los mercantiles, y desde 1304 el sultán marroquí se declaró vasallo de Jaime II, que obtenía el pago de 10.000 dinares de oro.

Otros proyectos mediterráneos fueron la cruzada a Tierra Santa y Chipre, pero siempre estuvieron en segundo plano. La proyección de la Corona de Aragón en el Mediterráneo oriental tenía varias direcciones. La primera era económica y buscaba la penetración mercantil, con o sin el apoyo de la Corona, en los mercados desde Alejandría a Constantinopla. La segunda se dirigía a la inserción de los reyes de Aragón en el movimiento de las cruzadas, aunque no llegó a hacerse realidad, a pesar de la insistencia papal. La empresa de Chipre se planteó tras la muerte de Blanca de Anjou, y en 1311 Jaime II proyectó casarse con una princesa chipriota, María de Lusignan, pensando en las ventajas comerciales de la isla, o en el título de reyes de Jerusalén, que llevaba el de Chipre, pero la boda no se celebró hasta 1315, tras largas negociaciones por la dote. Pero fue un matrimonio con escasa fortuna. La segunda esposa de Jaime II falleció el 10 de septiembre de 1322. De inmediato el rey buscó nueva esposa, esta vez en la catalana Elisenda de Montcada, con la que casó el día de Navidad de 1322. Para entonces, la salud del monarca estaba muy quebrantada, tras la grave enfermedad de 1318, falleciendo en Barcelona. el 2 de noviembre a la edad de 60 años, descansando sus restos en el monasterio de Santes Creu, junto a los de su querido padre Pedro III el Grande.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 18 May 2015 00:39

ALFONSO IV DE ARAGON (El Benigno)


Rey de Aragón, conde de Urgel y de Barcelona, conocido por el apelativo de el Benigno. Nació en 1299 y falleció en Barcelona el 24 de enero de 1336. La principal empresa de su reinado, la cruzada contra el reino de Granada, fracasó por el fallo de cada uno de los dispositivos bélicos con los que contó el rey y por la falta de solidez en su alianza con Castilla. Su gobierno fue un reinado de transición, empañado por la nefasta influencia de la reina doña Leonor sobre su marido

El infante Alfonso fue reconocido como heredero de la Corona de Aragón en las cortes de Zaragoza de 1320, después de que su hermano Jaime, el primogénito de Jaime II, diese acusadas muestras de inestabilidad mental y renunciase a sus derechos en diciembre de 1319. Don Alfonso juró los fueros y trató de hacer que el derecho de herencia pasase a sus hijos en el caso de que muriera (por aquellas fechas comenzó a dirigir la conquista de Cerdeña y esta medida la adoptó para el caso de no poder concluir la empresa con vida), lo cual fue rechazado por su hermano Pedro, conde de Ribagorza, que exigió ser reconocido como segundo heredero. La cuestión fue tratada en las cortes de Zaragoza de 1325, en las que Alfonso propuso como heredero a su hijo Pedro, que con los años reinaría como Pedro IV y Pedro de Ribagorza, apoyado por un pequeño grupo de barones aragoneses, defendió sin éxito su propia candidatura.

Desde finales de 1322 don Alfonso preparó en Barcelona la conquista de Cerdeña. En mayo de 1323 el príncipe fue enviado por su padre, al frente de una armada de sesenta galeras a la conquista de Cerdeña, empresa muy importante para los intereses aragoneses debido al valor estratégico de la isla. El contingente aragonés, compuesto en gran parte por naves mallorquinas, vigiló las costas de Cerdeña y Córcega para evitar la llegada de los piasanos. Además los aragoneses consiguieron el apoyo de las más importantes familias de la isla, como los jueces de Arborea, el alto clero, e incluso amplios sectores populares. De ellos partió la iniciativa de luchar contra los pisanos y contar para ello con los aragoneses; sin embargo este sector conoció la oposición genovesa y se dieron conatos de lucha ente ambos bandos, que, gracias a la intervención del infante don Alfonso, no degeneraron en una guerra abierta. Mientras, don Alfonso sitió Iglesias y Caller (Cagliari), principales puntos de apoyo de los pisanos. El sitio de Iglesias, que finalizó en febrero de 1324, fue especialmente duro para los aragoneses, debido a una grave epidemia de fiebres que mató a la mitad de las tropas de Aragón e incluso hizo enfermar al infante don Alfonso y a su esposa. Tras la toma de Iglesia el infante trasladó sus tropas para reforzar el cerco de Cagliari. Durante la primavera de aquel año don Alfonso venció a Manfredo de Donorático en Leucocisterna y la flota pisana sufrió importantes pérdidas. En junio cayó Cagliari y pocas semanas más tarde el infante don Alfonso y el embajador pisano, Bene de Calci, firmaron la paz. Después de asegurarse la fidelidad de los más importantes familias de la isla, incluidos los Donorático, don Alfonso regresó a la Península junto con el grueso del ejército aragonés.

La cruzada contra Granada

Aunque el reinado de Alfonso IV comenzó en paz con el reino de Granada, merced a las treguas establecidas en 1326, el monarca aragonés se vio arrastrado por las circunstancias consistentes en el agravamiento de la guerra entre Granada y Castilla y la petición de ayuda del monarca nazarí al sultán de Marruecos. En 1328 Alfonso XI de Castilla y Alfonso IV mantuvieron entrevistas en Ágreda y Tarazona para establecer mutua alianza contra los granadinos y preparar la inminente guerra, a la que se quiso otorgar el carácter de cruzada. Alfonso IV solicitó del papa los auxilios económicos de cruzada y salvoconductos para los príncipes extranjeros que se habían ofrecido para luchar contra los musulmanes de España, entre los que se encontraba el rey de Polonia y Bohemia.

El ejército aragonés, al que separaban más de 500 kilómetros de la frontera nazarí (no era el mismo caso que Castilla, que compartía frontera con los granadinos), tomó el camino de Granada a través de la zona de Murcia, pero allí vieron limitadas sus acciones debido a la falta de apoyo de los habitantes de Lorca, que se negaron a albergar a los valencianos dentro de los muros de su ciudad. Mientras, Alfonso XI de Castilla luchó en la zona del Estrecho y tomó la villa de Teba y otros castillos. Cuando Alfonso IV se dispuso a entrar en campaña en primavera de 1331, recibió la noticia de que el monarca castellano había firmado la paz por su cuenta con los granadinos. Esto supuso un desaire para el aragonés, ya que le colocaba en una situación de inferioridad respecto a Castilla para Granada y Francia, y además Alfonso aún se encontraba negociando la entrada en la guerra de príncipes extranjeros. Por la fuerza, Alfonso IV aceptó la paz firmada por Alfonso XI, pero al dejar desguarnecida la zona de Murcia sufrió ataques musulmanes en las tierras de Guardamar, Elche y Orihuela. En 1334 Alfonso IV aceptó el tratado de paz firmado entre Castilla y Marruecos, aunque no firmó la paz con Granada hasta junio del año siguiente.

Para financiar la cruzada, Alfonso IV no dudó en solicitar subsidios extraordinarios dentro de la Corona aragonesa: la mayor parte del dinero fue aportada por el reino de Valencia y a continuación por las aljamas judías del reino; por último Cataluña, cuya aportación fue mucho menor que las ya indicadas, a pesar de representar la mayor potencia fiscal de la Corona. El historiador Manuel Sánchez Martínez, que ha estudiado la relación entre los subsidios solicitados por Alfonso IV y las recaudaciones reales, llegó a la conclusión de que el monarca se conformó con ingresar aproximadamente la mitad de lo solicitado y que además, de lo finalmente percibido, la menor parte se ingresó en la Tesorería y el resto quedó absorbido por las exenciones, asignaciones y donaciones graciosas; también pone de manifiesto el historiador la importancia de los impuestos indirectos en las citadas recaudaciones.

Alfonso IV puso su máximo empeño en la guerra contra Granada y utilizó para ella los principales contingentes militares de la Corona. Además de una importante red defensiva, movilizó a las Órdenes Militares, los grandes barones, auxiliados por las milicias urbanas y, en circunstancias especiales, las tropas fronterizas, especialmente almogávares. También tuvo en cuanta el rey la importancia de la armada como apoyo y fuente de aprovisionamiento de las tropas de tierra. Pero a pesar de estos preparativos la cruzada fue un fracaso, porque todos y cada uno de los dispositivos movilizados desertaron o se mostraron ineficaces. La milicia feudal no aceptó de buen grado los proyectos regios y terminó por abandonar la empresa. El rey recurrió entonces a los miembros de la burocracia para nutrir las filas del ejército feudal y compró combatientes mediante un salario, tendencia que por aquella época se estaba extendiendo entre las monarquías de Occidente. El mayor problema en este sentido fue la falta de dinero para pagar a las tropas, lo cual fue motivo de frecuentes quejas y deserciones. La defección de las Órdenes Militares causó la profunda indignación del rey, ya que no aceptó que éstas, nacidas al calor de la cruzada, presentasen excusas para no luchar contra los musulmanes de Granada. La armada dejó de tener sentido en la guerra, porque había sido previsto que sirviese de apoyo a las tropas terrestres, que como se ha visto, no se llegaron a movilizar. El golpe de gracia a los planes de Alfonso IV no lo dio, sin embargo, la escasa colaboración con la que, como se ha visto, contó el rey, sino la crisis cerealística de los años 1332-1333, que impidió el aprovisionamiento del ejército y, en definitiva, cualquier preparación de una empresa militar.

Guerra contra Génova

Mientras Alfonso IV preparaba la campaña contra Granada, se produjeron revueltas en Cerdeña alentadas por los genoveses, que veían como los principales cargos políticos y administrativos en la isla recaían sobre Catalanes y Aragoneses, cuyos abusos no supo detener Alfonso IV. La guerra comenzó en 1329, cuando los genoveses apoyaron a la familia Doria, rebelada contra la dominación aragonesa y enfrentada directamente con el conde Facino Donorático, partidario de Aragón. El levantamiento supuso la reducción del dominio aragonés a las ciudades de Cagliari, Sassari e Iglesias. La respuesta aragonesa fue una expedición marítima directamente contra Génova, cuyo puerto llegó a ser bloqueado por una escuadra catalana al mando de Guillermo de Cervelló. Los genoveses contraatacaron iniciando expediciones marítimas contra las costas de Aragón y Cataluña.

Alfonso IV trató de ganar la legitimación del papado a su dominación de Cerdeña y en 1335 envió a su hermano, Ramón Berenguer, conde de Prades, a prestar homenaje al nuevo papa, Benedicto XII, por la posesión de Cerdeña y Córcega. Solicitó además el rey aragonés la condonación del diezmo eclesiástico, debido a los grandes gastos que exigía mantener la posesión de las islas. Durante 1335 el frente genovés fue consiguiendo importantes victorias en Cerdeña y Alfonso IV, ante el mal cariz que tomaba la guerra, se apresuró a solicitar la paz con los genoveses. No se llegó a ningún acuerdo, porque el monarca murió durante las negociacione

Su matrimonio con Doña Leonor tuvo una repercusión negativa, ya que por la procedencia de esta influyó de forma directa en la decisión del monarca en hacer la guerra contra Granada y aliarse con Castilla, con los malos resultados que hemos visto.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 18 May 2015 00:50

PEDRO IV DE ARAGON (El Ceremonioso)

Rey de Aragón (Balaguer, Cataluña, 1319 - Barcelona, 1387). Era hijo de Alfonso IV, a quien sucedió en 1336. Se propuso el objetivo de reintegrar a la Corona catalanoaragonesa los territorios perdidos por sucesivas particiones sucesorias. En primer lugar, anexionó las Baleares (1343), el Rosellón y la Cerdaña (1344), alegando el incumplimiento de los deberes del rey de Mallorca Jaime III (que además era su cuñado) como vasallo de Aragón; para consolidar sus conquistas hubo de rechazar un intento de Jaime III por recuperar el reino con ayuda de Francia en 1349.

Fue educado entre aragoneses, aspecto concorde con la lengua más usual de su etapa como infante. Hasta 1335 la mayor parte de los escritos de Pedro IV están redactados en aragonés. Entre 1326 y 1335 cincuenta y un documentos están en dicha lengua y solamente dos en catalán. En las cartas dirigidas a su padre Alfonso IV utilizó también el aragonés como lengua habitual.2 Siendo aún infante residió en Zaragoza, en Ejea de los Caballeros y en las cercanías de Jaca. Durante una enfermedad de Alfonso IV comenzó a ejercer de lugarteniente del reino de Aragón (cargo que en el futuro recibirá el nombre de virrey), apoyado por el Arzobispo de Zaragoza Pedro López de Luna, que tenía a su cargo la educación del infante real, en cuyo entorno se fue formando un partido aragonesista.3

Siguiendo los usos tradicionales de la casa real, a la muerte de su padre en 1336 Pedro IV se dispuso a coronarse en Zaragoza,4 aunque el conde Pedro de Ribagorza y Ampurias y el conde de Prades Ramón Berenguer de Aragón le aconsejaban que debía primero ir a Barcelona a jurar los Usatges. Pedro IV solo los juró más tarde y en Lérida, lo que provocó el descontento de los catalanes, que tomaron represalias políticas. Sin embargo, a partir de 1338, Pedro de Ribagorza consiguió echar temporalmente a Pedro López de Luna de sus cargos públicos, y ocupar la cancillería real comenzando a tener un ascendiente decisivo sobre el rey, que pasó de tener una idea política «continentalista» cercana a los intereses aragoneses a una más proclive a la mediterránea, que beneficiaba a los catalanes.

Al iniciar su reinado, el Reino de Mallorca estaba gobernado por su cuñado (y tío lejano) Jaime III de Mallorca, bisnieto de Jaime I el Conquistador. Por la Concordia de Perpiñán, el rey mallorquín era vasallo del aragonés, vasallaje que sólo se reconoció por la fuerza a raíz de la campaña de conquista de Alfonso el Franco (1285), que duró hasta que, por el tratado de Anagni (1295), Jaime II renunció a esta soberanía.

Tras enfrentarse por diversas cuestiones, Pedro IV declaró al rey mallorquín culpable del proceso abierto en su contra (1343) y, en cumplimiento de la sentencia, invadió Mallorca y derrotó a las tropas de Jaime III en Santa Ponça. Después conquistó también el Rosellón. Tras rendirse, Jaime III fue desposeído del trono. Se le respetó la señoría de Montpellier, desde donde intentó recuperar la Cerdaña y el Conflent. Atacó Mallorca (1349) y fue vencido de forma definitiva en la batalla de Llucmajor en la que murió Jaime III.

Tras la muerte de Jaime III, Pedro permitió que Jaime IV (preso hasta 1362) conservara este título de forma puramente formal, pero a su muerte en 1375, el propio Pedro IV asumió el cargo. Así se incorporó el Reino de Mallorca de forma definitiva a la Corona de Aragón, situación que se mantuvo hasta los Decretos de Nueva Planta.

Fue un monarca enérgico y duro que reorganizó la corte, la administración y el ejército, dirigiendo sus actividades a incrementar el poder real en el interior de su reino y a aumentar sus dominios en el mar Mediterráneo, cosa que logró con la expedición de los almogávares, al conquistar éstos los ducados de Atenas y Neopatria. Como muestra de su interés por la cultura clásica, mandó que en la Acrópolis de Atenas quedara una guardia permanente de once ballesteros, haciendo constar que el monumento era «la más hermosa joya que exista en el mundo, tal que ni siquiera todos los reyes cristianos juntos podrían hacer algo semejante».6

Derrotó a la unión de los nobles en Épila, apoyó a Enrique de Trastámara frente a Pedro I de Castilla, arrebató el Rosellón a su cuñado Jaime III de Mallorca y procuró la incorporación de Sicilia a su reino.

En 1347 y 1348 tuvo que sofocar la revuelta de la Unión de Aragón, coaligada a la Unión de Valencia y dirigida por su hermanastro el Infante Fernando de Aragón, que no aceptaban que hubiera nombrado heredera de la corona a su hija mayor, Constanza de Aragón, ya que en ese momento no tenía ningún hijo varón.

La peste negra provocó la muerte de la reina Leonor de Portugal (1348) con la que Pedro se había casado un año antes. Al enviudar, contrajo nuevo matrimonio con Leonor de Sicilia, con la que tuvo tres hijos: Juan, Martín y Leonor, esposa de Juan I de Castilla.

En 1351 entró en guerra contra Génova, apoyando a Venecia, puesto que los genoveses promovían revueltas en Cerdeña. Los genoveses ocuparon el Alguer, de donde fueron expulsados por los catalanes en 1354. La ciudad fue repoblada posteriormente con catalanes, lo que explica que la ciudad sarda aún sea hoy en día catalanohablante. Pedro IV tuvo que sofocar asimismo una revuelta de los Arborea en la isla entre 1364 y 1386.

Igualmente se enfrentó con Pedro I el Cruel de Castilla en la conocida como "guerra de los dos Pedros". Pedro I quería recuperar los territorios murcianos que habían pasado al Reino de Valencia. El conflicto terminó con la paz de Almazán en 1375 sin vencedores ni vencidos. Los desastres de esta guerra se sumaron a la peste negra y a otros desastres naturales como la sequía o las plagas de langostas.

En cuanto a la isla de Cerdeña, Pedro quiso acabar con las continuas rebeliones antiaragonesas que alentaba Génova; para ello se alió con Venecia y venció a la flota genovesa en Constantinopla (1352) y Alguer (1353); luego desembarcó en Cerdeña, sometiendo a los rebeldes por la fuerza (1354-56).

También trató de recuperar Sicilia casándose con Leonor de Sicilia y convirtiéndose así en heredero de aquel reino (1349); la oposición del papa y de los Anjou le llevó a reforzar los derechos de la casa de Aragón mediante la boda de su nieto Martín con la reina María de Sicilia (1379). Aquellos enlaces proporcionaron a sus descendientes no sólo el reino de Sicilia, sino también los ducados de Atenas y Neopatria cuyo dominio hizo efectivo una expedición enviada a Grecia por Pedro.

La alianza con Venecia -y con Francia- enturbió las relaciones con Castilla (apaciguadas desde los comienzos del reinado), ya que Pedro I de Castilla era aliado de Génova y de Inglaterra; estalló así la Guerra de los Dos Pedros (1356-69), que se superponía a la guerra civil castellana (pues Aragón apoyaba la candidatura al Trono de Enrique II de Trastámara) y a la Guerra de los Cien Años (que enfrentaba a ingleses y franceses por el dominio de las regiones occidentales de Francia). Aquella guerra, en la que Castilla pretendía obtener la zona de Alicante y Aragón pretendía la de Murcia, se saldó sin variaciones territoriales, pero con un alto coste para los reinos aragoneses, azotados además en esas fechas por la Peste Negra.

La inexistencia de descendientes varones de sus dos primeros matrimonios llevó a Pedro IV a declarar heredera a su hija Constanza, rompiendo la costumbre sucesoria de la Corona de Aragón y contrariando los derechos del hermano del rey; aquello desencadenó la rebelión de la nobleza en Aragón y en Valencia. Pedro tuvo que hacer concesiones a los nobles en las Cortes de Zaragoza (1347) y de Valencia (1348), hasta que, apoyándose en Cataluña, consiguió imponerse militarmente a los rebeldes (batallas de Épila y Mislata) y castigar a sus cabecillas (1348).

En todo caso, el matrimonio con Leonor de Sicilia solucionó el problema sucesorio, con el nacimiento de los futuros reyes Juan I (1350) y Martín I (1356). Pedro, el Ceremonioso, recibe ese sobrenombre por su afición al protocolo y las ceremonias, que reguló promulgando el Libro de las Ordenaciones de la Casa de Aragón.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 19 May 2015 00:31

FERNANDO IV DE CASTILLA El Emplazado

Rey de Castilla y León desde el año 1295 al 1312, apodado el Emplazado. Hijo primogénito del rey Sancho IV y de María de Molina; nacido en Sevilla el 6 de diciembre de 1285, y muerto en Jaén el 9 de septiembre del año 1312, víctima de una repentina enfermedad, cuyo reinado se desenvolvió en medio de grandes dificultades debido a su minoría de edad cuando sucedió a su padre.

En 1295, a la muerte del rey Sancho IV, todas las fuerzas de oposición a la monarquía, que hasta entonces habían estado aletargadas, se desataron con tremenda violencia. María de Molina, en su calidad de reina madre, quedó encargada de la regencia de su hijo, ocasión que fue enseguida aprovechada por los infantes de la Cerda para reivindicar nuevamente el trono castellano-leonés, a lo que se unía la presión de los otros personajes poderosos del reino, quienes también intentaban sacar provecho de la débil situación que atravesaba la corona. El infante don Juan, hermano de Sancho IV, reclamó sus derechos al trono. Por su parte, el infante don Enrique el Senador, hermano de Alfonso X, pidió la regencia y tutoría del niño rey. A los parientes del rey se sumaron en la rebeldía los nobles don Diego López de Haro, don Juan Núñez y don Nuño González de Lara. Todos estos intentos de rebeldía fueron apoyados y alentados por las dos grandes monarquías limítrofes a Castilla-León, Aragón y Portugal, cuyos reyes, Jaime II y don Dionís vieron la oportunidad de reducir la preponderancia política y territorial que Castilla y León venía ejerciendo en el panorama reconquistador peninsular durante todo el siglo XIII.

La facción opositora contra el nuevo rey atacó por el lado más débil de la corona castellano-leonesa, destacando la ilegalidad de Fernando IV en el trono, puesto que el matrimonio de sus padres, Sancho IV y María de Molina, no fue reconocido por el rey Alfonso X ni por el Papado, quien lo decretó nulo por lazos directos de consanguinidad entre los cónyuges. Así pues, en las cortes de Valladolid, celebradas en el año 1295, el infante don Enrique consiguió ser nombrado regente del rey, mientras que su madre María de Molina pudo conservar la custodia directa de su hijo, gracias al apoyo de las ciudades más importantes del reino, las cuales se habían constituido en una poderosa Hermandad, cuyo principal objeto era defenderse de los constantes ataques y arbitrariedades de los nobles poderosos.

Una circunstancia importante que hizo precipitar dichas disposiciones fue la autoproclamación como rey de Castilla y León por parte del infante don Juan, en el verano de ese mismo año, arropado en sus pretensiones por el rey portugués don Dionís. El nuevo regente, don Enrique el Senador, marchó hacia Portugal para negociar la paz con el infante don Juan, tras la cual éste pudo recobrar todas sus tierras leonesas, además de ceder al rey portugués los castillos de Gorpa y Moura, junto con otras villas más. Don Diego López de Haro y los infantes de Lara juraron fidelidad al nuevo rey, una vez que la corona le hubo devuelto todas sus posesiones anteriores. Aunque el arreglo firmado en Ciudad Rodrigo parecía traer la solución al conflicto, lo cierto es que lo único que hizo fue reforzar aún más a la siempre insatisfecha nobleza castellana en detrimento del poder de la monarquía, además de instalar en el reino un equilibrio político escaso y muy frágil, el cual podía volver a romperse en cualquier momento. Para reforzar lo pactado por ambas coronas, se concretó el matrimonio de Fernando IV con doña Constanza, hija del rey portugués.

Al año siguiente, en 1296, volvió a estallar en Castilla otra revuelta nobiliar, mucho más seria que la anterior y con intenciones políticas más amplias. Jaime II de Aragón trabajó con velocidad para montar una potente coalición contra Fernando IV y su madre, en colaboración con los infantes de la Cerda. El monarca aragonés emprendió un ataque directo contra Castilla, cuyo objeto primordial era derribar del trono al rey niño y a todos sus consejeros. A la intentona militar también se sumó el infante don Juan.

El plan entrañaba la división del reino: León sería heredado por el infante don Juan, mientras que Castilla sería dada a los infantes de la Cerda, por último, el reino de Murcia sería el trofeo conquistado por el rey aragonés quien, de ese modo, alcanzaría la tan deseada frontera con Granada. En la trama se tuvo en cuenta la participación de Francia y Portugal, reinos a los que se les concederían varias compensaciones territoriales sustanciosas.

El comienzo de los ataques no pudo ser más nefasto para los intereses de Castilla y León, ya que las tropas coaligadas de los sublevados penetraron por varios frentes castellanos a la vez. Don Juan llegó hasta la ciudad de Palencia, donde convocó cortes. A su vez, el rey aragonés, Jaime II, encabezó en persona un ejército que penetró por Murcia. Las tropas portuguesas avanzaron por la ribera del Duero. María de Molina y Fernando IV aguantaron parapetados en Valladolid, rodeados por el enemigo, pero protegidos por la fidelidad absoluta del concejo de aquella ciudad. Alfonso de la Cerda logró tomar Sahagún, en la que se proclamó rey de Castilla.

Pero la suerte se alió con la causa de la reina madre y de su hijo. Gracias a la gran heterogeneidad de los coaligados, así como al temple demostrado por María de Molina, que supo atraerse a su causa a las ciudades del reino, junto con la fidelidad de algunos de sus más valerosos caballeros, como don Alfonso Pérez de Guzmán, la crisis pudo ser superada con éxito, obligando a las tropas rebeldes a retroceder en sus posiciones ganadas, estragadas por el cansancio de una campaña tan prolongada y costosa. Para completar el triunfo castellano-leonés, se firmó la paz de Alcañices, por la que se renovó el anterior arreglo matrimonial entre Fernando IV y Constanza de Portugal, a lo que se sumó la estipulación de otro acuerdo matrimonial entre doña Beatriz, hija de María de Molina y de Sancho IV con el infante heredero portugués, don Alfonso.


Antes de ser declarado mayor de edad, Fernando IV y su madre tuvieron que hacer frente a la tercera y última intentona de sublevación por parte de la nobleza, en el año 1298, la cual fue mucho más débil que las anteriores. Jaime II volvió a atacar las posesiones castellanas de Murcia, apoderándose de gran parte de su territorio, incluyendo las importantes ciudades de Elche y Alicante, que no fueron debidamente defendidas por don Juan Manuel.

María de Molina, asesorada por don Enrique, volvió a reunir cortes en Valladolid para recabar el subsidio necesario para la campaña contra el aragonés. Mientras tanto, los procuradores de León pidieron al rey portugués que acudiera en auxilio de Fernando IV, a lo que el monarca luso accedió. Pero las intenciones reales de don Dionís seguían derroteros muy distintos, puesto que enseguida negoció con el infante don Juan y con don Enrique el Senador un nuevo reparto del reino de Castilla y León.

María de Molina, acorralada nuevamente, no tuvo más remedio que pactar con el monarca portugués su retirada, a la vez que pagó un precio excesivamente alto por recobrar la fidelidad de don Enrique el Senador, al que otorgó el señorío de Écija, Roa y Medellín. El infante don Juan, al verse solo, hubo de ceder al consejo de don Enrique el Senador y pedir perdón al rey, al que prestó homenaje público de vasallaje en Valladolid, en el año 1300.

Antes de ser declarado mayor de edad, Fernando IV y su madre tuvieron que hacer frente a la tercera y última intentona de sublevación por parte de la nobleza, en el año 1298, la cual fue mucho más débil que las anteriores. Jaime II volvió a atacar las posesiones castellanas de Murcia, apoderándose de gran parte de su territorio, incluyendo las importantes ciudades de Elche y Alicante, que no fueron debidamente defendidas por don Juan Manuel.

María de Molina, asesorada por don Enrique, volvió a reunir cortes en Valladolid para recabar el subsidio necesario para la campaña contra el aragonés. Mientras tanto, los procuradores de León pidieron al rey portugués que acudiera en auxilio de Fernando IV, a lo que el monarca luso accedió. Pero las intenciones reales de don Dionís seguían derroteros muy distintos, puesto que enseguida negoció con el infante don Juan y con don Enrique el Senador un nuevo reparto del reino de Castilla y León.

María de Molina, acorralada nuevamente, no tuvo más remedio que pactar con el monarca portugués su retirada, a la vez que pagó un precio excesivamente alto por recobrar la fidelidad de don Enrique el Senador, al que otorgó el señorío de Écija, Roa y Medellín. El infante don Juan, al verse solo, hubo de ceder al consejo de don Enrique el Senador y pedir perdón al rey, al que prestó homenaje público de vasallaje en Valladolid, en el año 1300.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 19 May 2015 00:39

Hola a todos, se que me estoy extendiendo bastante en estos últimos personajes, pero es tal la entidad de revueltas internas en los diferentes reinos, unas motivadas por la ambición de la nobleza, y otras por entender su mejor derecho sucesorio algunos familiares del rey, que algunas de ellas en ciento modo perdurarían al final de la edad media y durante toda la edad moderna (a partir de los Reyes Catolicos), llegando incluso hasta la edad moderna actual en forma de derechos más o menos reales unos en forma de autonomías y otros de derechos institucionales, lo cierto es que el final de la edad media fue un cumulo de conflictos y un periodo interesante para cualquier aficionado a la historia de nuestra patria.

De hecho una de las consecuencias de todo esto, se da en la época de la I República, en que el reino de Murcia, entonces Cantón Murciano o Junta de Murcia, declaró la guerra a las provincias limítrofes e intento invadirlas, aunque ese es un tema a abordar en el momento oportuno.

Vuelvo a decir como tantas veces, si alguien cree que puede aportar algo nuevo, o simplemente que me olvidé de algo, basta con que lo diga o lo ponga, con sumo gusto intentare corregir el error, y en su caso si puede aportarlo algún otro sera bienvenido.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor greyghost » 19 May 2015 13:59

En Cataluña a Pedro IV el ceremonioso, también se le conoce como "el del punyalet", pues dicho monarca en lugar de portar una daga de rondel o similar, solía ceñir al cinto un stiletto.
Con dicha arma blanca casi perdió un de sus dedos, pues aunque era un monarca extraordinariamente culto y capaz, también era fácilmente irascible y muy formalista, al parecer se accidentó con ella en el transcurso de las cortes de Zaragoza de 1348. Hay quien dice que fue abriendo el pergamino de una nueva ley, y otros que fue apuñalando dicho pergamino con furia por verse contrariado. A pesar de la gravedad de la herida, el monarca se negó a ser asistido hasta que finalizaran las cortes, pues según el: "privilegio que tanta sangre ha costado, no se debe romper si no derramando sangre".
Coincido contigo en que el periodo de los siglos XII-XV, es tremendamente cambiante, siendo muy fácil olvidarse de algún personaje de relieve, y ya hablo, refiriendome solo a los de origen hispano, pues ya que como supongo, próximamente te referirás a Pedro I de Castilla (el Cruel-el Justo) y el destino de ese rey no se puede desvincular de 2 grandes militares de su época: El principe Negro (Eduardo de Woodstock) y naturalmente Bertrand du Guesclín.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 19 May 2015 23:11

Efectivamente amigo mio, como siempre tienes razón, y el siguiente en la lista, por mor del orden y andar parejo entre Castilla y Aragón, es precisamente D. Pedro I el Cruel, y por supuesto habrá alguna referencia a Beltran Duglescin. si puedo hoy mismo y si no igual mañana, que no todos los días anda uno igual de liado.

Saludos y agradecido por tu comentario :saluting-soldier: :saluting-soldier: :saluting-soldier:
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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor greyghost » 20 May 2015 01:20

como dijo el propio du guesclin, yo ni quito, ni pongo rey, tan solo ayudo a mi señor.
Un placer leer tu trabajo, saludos.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 20 May 2015 23:26

PEDRO I DE CASTILLA El Cruel o El Justiciero

Pedro de Borgoña, hijo de Alfonso XI de Castilla, comenzó su reinado entre tempestades y lo acabó asesinado. La muerte del Rey en 1350 a causa de la peste, cuando solo contaba 40 años, entregó la Corona de Castilla a un imberbe Pedro I. Hasta entonces, el joven príncipe había estado aislado lejos de la Corte, donde sí estaban sus hermanos bastardos. La herencia envenenada de su padre, que también había tenido un gobierno convulso, consistía en su poderosa amante y en sus diez hijos bastardos, que acaparaban la mayor parte de los cargos y títulos de Castilla.

No obstante, al inicio del reinado fue su madre, María de Portugal, y el favorito de ésta, Juan Alfonso de Alburquerque, quienes ejercieron el poder efectivo. Y su primera decisión fue encerrar a la amante de su marido, la hermosa e influyente Leonor de Guzmán, cuando viajaba a Sevilla en el cortejo fúnebre del Rey. Desde su cautiverio, Leonor conspiró para convertir en Rey a su hijo Enrique, a la postre fundador de la Casa Trastámara.

Pedro I de Castilla era de carácter colérico, desconfiado, sufría con frecuencia paranoias a causa de una enfermedad infantil y desplegó una determinación salvaje contra sus enemigos, pero no se le puede describir como un sádico irracional. Frente al jurado de la Historia, podría alegar que su crueldad fue en defensa propia. Cuando Leonor de Guzmán concertó en secreto un matrimonio entre Enrique y la hija de Don Juan Manuel, un poderoso noble y autor de «El conde Lucanor», el Rey ordenó recluirla en el Castillo de Carmona, y poco después ejecutarla en Talavera de la Reina. Fue el primer acto señalado como cruel de su reinado, pese a que en realidad los historiadores han precisado que la decisión corrió directamente a cargo de su madre.

Sexto rey de Castilla y de León, llamado por sus partidarios el Justiciero y por sus detractores el Cruel. Hijo de Alfonso XI y doña María de Portugal. Reinó desde el año 1350 al 1369, hijo de Alfonso XI y doña María de Portugal. Nació en Burgos en 1334 y murió en Montiel en 1369. Sucedió a su padre en 1350, cuando apenas tenía 16 años, y fue proclamado en Sevilla donde se hallaba con su madre doña María. Apenas ocupó el trono, tuvo que vencer una rebelión de su hermano bastardo, Enrique de Trastámara que se había apoderado de Algeciras; sofocó después otra que fomentaban en Vizcaya Garcilaso y otros nobles, haciendo dar muerte a aquél y a los principales jefes. Reunió cortes en Valladolid, en las cuales se arregló un ordenamiento para labradores y menestrales, se reconoció de nuevo y se publicó el ordenamiento de Alcalá hecho por Alfonso XI, y se acordó que los procuradores de Toledo tuvieran el privilegio de hablar antes que los de Burgos.

Tuvo que sofocar nuevas rebeliones de sus hermanos Enrique y Tello, así como la de Alfonso Fernández Coronel, que se alzó en Aguilar, y a quien mandó dar muerte.

Se casó en 1353 con Blanca de Borbón, sobrina del rey de Francia, Juan II, a la que abandonó el mismo día de la boda, para volver con María de Padilla, su amante y de quien tenía ya hijos. Poco tiempo después se enamoró de Juana de Castro, y obligando por el terror a dos obispos a declarar roto su matrimonio con Blanca, se hizo casar con Juana, aunque la dejó muy poco tiempo después. Para poner término a estos desórdenes, la reina madre doña María se unió al partido de los descontentos, hizo que todos se declarasen a favor de la reina Blanca, y llamando al rey a Toro, hizo prender a sus favoritos y a él le detuvo también casi prisionero. Pero Pedro logró escapar, expulsó de Toro a sus hermanos, dando muerte a muchos de sus partidarios, trasladó a Blanca desde Toledo, donde la tenía presa, a Sigüenza, Jerez y Medina-Sidonia, donde la hizo dar muerte en 1361.

Venció y dio muerte al rey moro de Granada, Abusaid el Bermejo, restableciendo en el trono a Muhammad V, destronado por aquél. Habiendo penetrado en España Enrique de Trastámara, que había ido a Francia a buscar auxilios, se hizo proclamar en Burgos rey de Castilla, y reunió otras muchas ciudades a su partido. Obligado Pedro a refugiarse en Bayona, dominio entonces de Inglaterra, volvió poco después acompañado del príncipe de Gales, Eduardo, llamado el Príncipe Negro, y juntos derrotaron en Nájera, en 1367, al ejército de Enrique con lo que le obligaron de nuevo a refugiarse en Francia. Pero volviendo éste poco después con refuerzos, se hizo fácilmente obedecer de las ciudades que ya le habían aclamado, y redujo a Pedro a una situación apurada sin que pudiera evitarlo el auxilio del rey moro Mahomad. Sitiado en el castillo de Montiel, sin esperanzas de defenderse, hizo ofrecer por conducto de uno de sus caballeros, Men Rodríguez, grandes riquezas a Bertrand Du Guesclin, capitán francés al servicio de Enrique, el cual inmediatamente dio parte a su señor, conviniendo ambos en que Beltrán aceptaría aparentemente el trato, a fin de hacer salir del castillo a Pedro y, en efecto, apenas llegó Pedro a la tienda de Du Guesclin, acompañado de Men Rodríguez, entró Enrique, y dio muerte a su hermano con la ayuda de uno de sus parciales. Cortándole la cabeza, la expusieron con el cuerpo en las almenas del castillo de Montiel; después la enviaron a Sevilla, sepultando el cuerpo en Montiel, de donde fue luego trasladado a Puebla de Alcocer, y por último al convento de Santo Domingo de Madrid. Esto dio lugar al fin de la rama legítima de la casa de Borgoña y comenzó la rama ilegítima de Trastámara.


A CONTINUACION LOS HECHOS DESTACADOS DE SU REINADO

Pedro I de Castilla, el Cruel o el Justiciero nació en Burgos, España el 30 de agosto de 1334 y falleció Montiel el 23 de marzo de 1369. Hijo de Alfonso XI de Castilla y María de Portugal, reinó sobre Castilla y León entre 1350 y 1369, año en que fue asesinado, posiblemente por su hermano bastardo Enrique de Trastámara, el futuro Enrique II de Castilla, contra quien luchó durante todo su reinado.

Leonor de Guzmán

Su primer acto en el poder fue ceder a las instigaciones de su madre. Mandó a encarcelar a Leonor de Guzmán, a la que, sin otro delito que haber sido amante de Don Alonso, se la llevó a prisión y posteriormente fue decapitada en el Alcázar de Talavera.

Con este primer atentado, pues no de otro modo puede caracterizarse, Don Pedro captó la enemistad de los hijos de la infeliz señora, de los que el mayor, que era don Enrique, conde de Trastámara se refugió en Asturias para huir del enojo del rey; aunque no dejó de relacionarse con sus hermanos don Fadrique, maestre de Santiago, y don Fernando y don Tello, señores de Ledesma y Aguilar, para vengar el asesinato de su madre. Posteriormente cuando el rey de Aragón convocó a Enrique, a sus hermanos y a nobles castellanos contrariados con don Pedro, para hacerles la guerra a éste y germinando la división, la contienda se convirtió en una despiadada guerra civil.

Juan Alonso de Alburquerque

Tenía mucho, sino la mayor parte, en éste y en los sucesivos actos de inusitado rigor, a que se entregó en adelante el monarca, su privado, don Juan Alonso de Alburquerque.

Intento de sedición de la nobleza

Temiendo el citado Juan Alonso su caida, al ver concitada en su contra toda la nobleza y el intento de sedición de don Juan Nuñez de Lara atajada por su muerte, resolvió amenguar en lo posible los medios con aquella pudiera levantarse y con este fin aconsejó al rey que aboliese de una vez las behetrías, obteniendo mañosamente el beneplacito de las córtes que al intento se convocaron en Valladolid en el año 1351. Pero debatido largamente lo dicho, no se accedió a la abolición de las behetrías y sólo se acordó en ellas el casamiento de don Pedro y Blanca de Borbón Dieron ocasión a la rebeldía de los nobles, los desaciertos de los reyes, las <<minorías>> y las <<cuestiones dinásticas>> que se ofrecieron repetidamente.

Blanca de Borbón

Pero esta boda que habría sido señal de ventura, atrayendo la confianza de Francia, ya que Blanca era hija de Pedro de Borbón de Francia e Isabel de Valois, fueron causa de mayores males, que los que intentaban atajarse en la liviandad del rey.

María de Padilla

Había marchado don Pedro acontener los sublevados de Asturias, donde hizo las paces con su hermano don Enrique, cuando el valido para lisongear sus gustos le presentó en Sahagun, entre el acompañamiento de su esposa, una dama de singular belleza, María de Padilla hija de los señores de Villagera y fue tal la pasión que sólo su vista inspiró al monarca, que loco y desorientado no paró hasta conseguir una correspondencia amorosa con María que le hizo olvidar los compromisos ya contraídos con la citada doña Blanca, entregándose todo en brazos de su amada (fruto de esta relación fue una hija nacida en Torrijos atiempo que los embajadores mandados a Francia llegaban con doña Blanca a Valladolid).
Boda con Blanca de Borbón

En nada menos pensaba don Pedro que separarse de María de Padilla, pero su privado Juan Alonso de Alburquerque, que lejos de hallar en ella un instrumento dócil para sus planes, veía descollar un temible rival, consiguió convencer a don Pedro que fuese a casarse con Blanca de Borbón, celebrándose las bodas en Valladolid y ya creía Juan Alonso tener por suyo al rey, cuando al tercer día corrió a unirse con su amante en la Puebla de Montalbán.

Arresto de Blanca de Borbón

Cediendo a los consejos de su privado volvió don Pedro al lado de Blanca de Borbón, pero al poco tiempo la abandonó de nuevo para regresar al lado de María y mandó que se la arrestase a Blanca en Arévalo para no volverla a ver más (más tarde es llevada al Alcázar de Toledo, posteriormente al castillo de Sigüenza...hasta su fallecimiento en 1361 en Medina-Sidonia, municipio de Cádiz.

Los Padilla

Posteriormente, la caida del privado don Juan Alonso de Alburquerque y la elevación de todos los Padilla fueron consecuencia inmediata de lo citado anteriormente, si bien hijos ambos acontecimientos de la voluntad del rey, deseoso de probar su afecto a doña María y no de las intrigas y solicitud de ésta, que era querida cada día con más intensa pasión

Juana de Castro

Retirada del mundo y entregada al recogimiento y a la virtud vivía Juana de Castro, viuda de don Diego de Haro, a la que por desgracia vió el rey, Pedro I y con su gran hermosura, desear amarla fue obra de un momento en aquel inconstante corazón. Pero hallando una resistencia que no esperaba se aumentó su ardorosa pasión y persuadido que nada lograría con medios ilícitos, hizo que los obispos de Ávila y Salamanca reunidos en Cuellar le declarasen libre del vínculo con doña Blanca de Navarra y procedió a casarse con doña Juana de Castro (pero satisfecho el anhelo amoroso, la abandonó.

Coalición contra los Padilla

Posteriormente cansados de sufrir desafueros se habían coaligado Alburquerque, don Enrqiue, don Fadrique, don Tello y otros poderosos caballeros, a los que se unieron luego don Fernando de Castro, los infantes don Juan y don Fernando y don Juan de la Cerda y el pretexto de esta Liga era el siguiente:

Reponer a la reina doña Blanca en el lugar que le correspondía junto a su esposo
Alejar del lado de Pedro a todos los Padilla, estando unidos en tanto para resistir las demasías del rey

Cuando don Pedro tuvo aviso de las intenciones de los caballeros citados, puso su primer cuidado de sacar a Blanca de Navarra de Areválo y mandarla al Alcázar de Toledo (pero los habitantes de esta ciudad , vivamente conmovidos por la desgracia de la jóven reina se declararon en su favor, siguiendo al poco tiempo su ejemplo los de Cuenca, Talavera, Úbeda (Jaén), Baéza, Córdoba y Jaén).

El rey se encierra en Tordesillas

Con tan poderosa coperación los nobles citados coligados reunieron hasta 6.000 caballos y el correspondiente número de peones que forzaron a que el rey se ecerrase en Tordesillas (Valladolid)


Posteriormente la misma reina-madre les abrió a los coaligados las puertas de Toro, uniéndose a ellos y fue tal la preponderancian ue adquirieron, que don Pedro hubo de acceder a una transacción, presentandose en esta ciudad para tratar de ella.

Tal vez habría variado el aspecto de las cosas públicas y morigerádose el cáracter del rey, procurándose la tranquilidad, si los nobles coaligados hubieran obrado con cordura y desoido la voz del encono y la venganza. Pero pudiendo más ellos la pasión que la prudencia, hicieron lo siguiente:

Aislaron completamente a don Pedro
Desposeyeron de sus empleos a todos los Padilla, dándoselos a caballeros de los mas pronunciados en la facción opuesta
Los criados de la mayor confianza fueron presos a su misma presencia
Siempre rodeados de guardas de vista y de sus mas acérrimos enemigos, no era Pedro I dueño de su voluntad, ni podía hablar a nadie
La única libertad que se le permitía, era la de salir de caza y aun esta con tan minuciosas y depresivas condiciones, que en vez de placer y solaz, le proporcionaron únicamente disgustos y humillaciones


Huida del rey a Segovia

Por todo lo dicho anteriormente mal podía avenirse su altanero carácter a opresión tan vergonzosa, que mal su grado sufría; pero llegando al colmo la indolencia de los coaligados y la irritación del monarca, se aprovechó de la espesa niebla que cubría la atmósfera en una de sus cazerías y escapó a una de caballo con algunos pocos que pudieron seguirle, dirigiéndose a Segovia[ y fue señal de nuevas y prolongadas desgracias (temerosos de su venganza se unieron a él inmediatamente los infantes de Aragón y don Juan de la Cerda con varios coligados; don Fadrique se retiró a Talavera, don Tello a Vizcaya, don Fernando de Castro a Galicia y sólo quedaron en Toro don Enrique y la reina-madre).
Cortes en Burgos

En las Córtes de Burgos del año 1355, hizo presente lo siguiente:

El desacato que habían cometido los <<Grandes>> contra su persona
La necesidad de que recibieran su castigo <<a todo trance>>
Con este fin pidió auxilios para levantar un ejército
El Reino le concedió un servicio extraordinario de dinero para pagar la gente de guerra

Con tan poderosa ayuda y despues de haber despedido las Córtes marchó don Pedro sobre Toro, de donde fue rechazado con mucha pérdida, a tiempo que sabedor de la honda división que había entre los defensores de Toledo y creyendo más importante apoderarse de esta ciudad y de doña Blanca, volvió sus fuerzas contra ella.

Pronta fue la resolución del rey para llevar a la práctica sus intenciones pero el de Trastámara logró atajarlas, acudiendo apresuradamente a socorrer a su hermano don Fadrique, que se hallaba en Talavera, y mientras don Pedro se detenía en Torrijos a tratar con los que querían entregarle a Toledo, se presentaron ante los muros toledanos, ambos hermanos con las fuerzas reunidas para poner la ciudad en estado de completa defensa, pero no pudieron llevar a la práctica lo planeado por la inesperada resistencia que opusieron a su entrada los habitantes toledanos, protestando estar pendientes de las negociaciones que estaban realizando con Pedro I.

Fue tal el enojo que causó esta conducta en el ánimo del conde, que dando rapidamente un rodeo a la ciudad tras los cerros que la circundan, entró violentamente por el puente de Alcántara y se lanzó con los suyos sobre los que se habían opuesto a su entrada, haciendo una horrible matanza en sus filas.

Poco, les duró, sin embargo, su efímero triunfo, porque presentándose al día siguiente el rey sobre la citada ciudad de Toledo y apoderándose de ella, a pesar de la tenaz resistencia de sus hermanos, tuvieron que escapar hacia Talavera, para eludir los terribles efectos de su venganza, que no tardaron en hacerse sentir.

Cuantos habían favorecido los intereses de la Liga de coaligados tuvieron que padecer en mayor o menor grado la severidad del rey, que impuso a muchos caballeros, y a 22 ciudadanos la últma pena.

Una vez tranquilizada Toledo, se condujo a la desdichada doña Blanca al castillo de Sigúenza y regresó don Pedro a sitiar Toro, a cuya ciudad consiguió entrar, teniendo que retirarse al alcázar la reina-madre con el conde y su hermano don Fadrique (pero exaustos ya de recursos y mantenimientos, apremiado el cerco de la fortaleza cada vez con más dureza y conocedores de que sus mismos soldados les vendían, hubo de escaparse don Enrique, huyendo a Galicia y don Fadrique se vió reducido a hacer causa común con los que secretamente trataban de franquear las puertas del alcázar a las tropas del rey).

Ejecuciones de Esteban Carpintero, Rui González de Castañeda y otros

Posteriormente, los excesos que con este motivo se perpretaron, asesinando en presencia de la misma reina-madre a Esteban Carpintero, Rui González de Castañeda y otros indiviudos principales, forzaron a esta señora a fugarse horrorizada al lado de su hermano el rey de Portugal y la turbación y pavor que hicieron cundir tales ejecuciones, sirvieron para que todos los asociados depusiesen las armas, acogiéndose a la clemencia del rey.
Puerto de Santa María

Un suceso súbito ocurrido en el Puerto de Santa María donde se hallaba don Pedro, fue origen de que la tranquilidad volviera a alterarse y tomase auge una asoladora guerra que vinó por último a costar la vida y la corona al malhadado monarca.

Había don Pedro acudido a las almadrabas de Sanlúcar de Barrameda para procurarse alguna distracción, cuando diez galeras de Aragón, que bajo el gobierno de Francisco Perellós iban en auxilio de Francia contra Inglaterra, fonderaon el puerto donde había surtas dos naves de la República de Génova, abarrotadas de mercancias.

Tentado el almirante aragonés por la perspectiva de un copioso botín, y pretestando la enemistad que a la sazón se hallaban Aragón y Génova, se adueñó inesperadamente de ellas a vista del rey, conculcando los respetos debidos al monarca y al abrigo que le daba una nación amiga.

En vano fue que de don Pedro hiciese reclamar la devolución de la presa, amenazando tomar represalias, pues rechazando el almirante cuantas razones le hizo presentes Gutierrez de Toledo, mandado al efecto por el rey, se hizo a la vela, dando así motivo para que se llevase a efecto la amenaza de someter a presidio y embargar los bienes a cuantos catalanes había a la sazón en Sevilla.

Desafuero tan atrevido no podía menos de creerse hecho a propósito, y convencido de ello don Pedro, envió a Gil Velázquez de Segovia, uno de sus alcaldes, para que exigiese del rey de Aragón un resarcimiento cumplido y la devolución de las naves, entregándole además a Perellós, para castigarle.

Posteriormente sucedió lo siguiente:

Pedro IV el Ceremonioso se negó a entregarle al almirante citado
Reclamó a su vez por el atropello efectuado contra sus súbditos, sin que pudiese a venir a términos de avenencia
Se exacerbaron las contestaciones y se declaró al fin la guerra por don Pedro
Obstinado el aragonés en contener la insurrección de Cerdeña, se hallaba en mucho más desventajosa posición que su contrario; pero supliendo la intriga a la fuerza llamó a su lado al conde don Enrique, a sus hermanos y a los demás descontentos de Castilla y se pasó de una pugna extraña a sanguinaria guerra civil

Armisticio propuesto por el legado del Papa

En los primeros meses de guerra, la suerte de los hecho de armas le fue adversa al rey de Aragón y aceptó de buen grado la intervención del legado del papa, Inocencio VI, que intentó que los contendientes aceptasen un armisticio, al que accedió don Pedro a condición de que el monarca aragonés echase de sus estados al conde de Trastámara y sus partidarios.

Incitados por el de Aragón y llamados por él en su socorro, parecía natural que se hubiese opuesto a tan violento requerimiento del de Castilla; pero lo admitió y dejó desamparados a su destino a los proscritos castellanos.

Ventajosa era a la sazón la situación de don Pedro, que pudó muy bien haber sacado partido de ella; pero <<cercado>> por todas partes de enemigos ocultos, temiendo a cada paso una asechanza y en cada hombre una maquinación, enojado con las confidencias adquiridas de las confabulaciones de varios <<Grandes>> que trataban de abandonarle, no se ocupó más que de atajar la sedición que conminaba a su trono, inmolando a los principales jefes de ella para escarmiento de los demás

Tan infausta suerte cupo entre otros en el año 1358 a don Fadrique Alfonso de Castilla que fue muerto por varios ballesteros de maza en el patio del alcázar de Sevilla y al infante de Aragón don Juan, Señor de Elche y Vizcaya, que citado a Bilbao, fue asimismo asesinado por los heraldos del rey.
Don Enrique y don Fernando

Las dos personas citadas, Fadrique y don Juan, fueron víctimas del abandono de sus respectivos hermanos don Enrique y don Fernando, que habían hecho empeño común con el rey de Aragón y de los propósitos de revuelta y conjura que se decía iban a llevar a cabo; pero tan excesivo rigor, aplicado de un modo tan indebido y violento, sirvió sólo para encolerizar los ánimos mucho más de lo que a la sazón lo estaban, dando hasta una apariencia de legitimidad a la rebelión armada del de Trastámara y el otro infante de Aragón.

Sedientos ambos de venganza y aprovechándose del pretexto de tan sangrientas ejecuciones, acudieron con el doble ahinco a las armas, e incitaron al monarca aragonés para que quebrantara la tregua, invadiendo con su auxilio la Castilla, entrando a <<sangre y fuego>> don Enrique en las tierras de Almazan y Soria al paso que don Fernando asolaba el reino de Murcia.
Otro legado del Papa

Destruída por entonces la flota castellana aprestada contra la de Aragón por el ímpetu de una recia tempestad, mientras se pertrechaba otra, llegó un nuevo legado del Papa que a toda costa trataba en nombre de éste de avenir a los dos reyes cristianos y hubo proposiciones y exposición de agravios de una y otra parte, pero inútiles todos por las desmesuradas exigencias, prosiguió la contienda, a que dió nuevo pábulo o fundamento la declaración de rebeldes y condenación como tales que hizo publicar don Pedro contra sus hermanos don Enrique, don Tello, y don Sancho, el infante de Aragón y demas caballeros que con ellos estaban.
Lucha en los campos de Araviana

Furioso y excitado el de Trastámara, se encaminaba en busca de su hermano con 700 caballos, cuando en los campos de Araviana, de aciaga memoria por la muerte de los Siete infantes de Lara, halló las fuerzas que acaudillaban los capitanes de la frontera de Sevilla.

El choque entre las huestes fue terrible y empeñada la lucha que se trabó; pero rechazadas al fin las tropas reales, quedaron sobre el campo 300 cadáveres, entre ellos el de Juan Fernández de Hinestrosa, predilecto del rey.

Si duda hubiera costado este triunfo bien caro a los aliados, si las revueltas ocurridas a la sazón en el Reino de Granada donde fue destronado Mahomad-Yago aliado y amigo de don Pedro, no hubiesen distraido la atención de éste.
Fallecimiento de doña María de Padilla

Firmemente decidido don Pedro a expulsar al usurpador Mahomet-Aben-Alamar por la alianza que había hecho con el de Aragón, y la invasión de Castilla que como consecuencia llevó a cabo, tenía que reunir sus fuerzas y para ello hubo de concertar la paz propuesta por el legado del papa, replegando todas sus tropas sobre Sevilla, para marchar contra Alamar, pero el fallecimiento de María de Padilla vinó a sumirle en desesperación tan profunda, que sólo se ocupó de su desconsuelo (la Córte vistió de luto de su órden y se celebraron sus exequías en toda la monarquía con la mayor pompa y megestad).

Muerte de Doña Blanca

Tras el rudo golpe sufrido por don Pedro con la muerte de María de Padilla, pareció que su carácter se hiciera más áspero e inclemente, y lejos de ceder al clamor general, que imploraba se uniese a su esposa doña Blanca, le cobró tal odio y aborrecimiento que para acabar con las reclamaciones y quitar todo pretexto para ella, se dice que mandó darle muerte en Medina-Sidonia por medio de un tósigo o ponzoña y a despecho del gobernador don Iñigo Ortiz de Zuñiga, que la custodiaba, el cual hizo renuncia de su cargo para no legitimar tal acto de crueldad.

Toma de Guadix

Estos sucesos citados pasaban en el año 1361 y sosegado ya su dolor por el óbito de María, a principios del año siguiente decidió la toma de Guadix (Granada), mandando contra élla al maestre de Calatrava.

Pero habiendo acudido fuerzas muy superiores de los moros se trabó combate, que tuvo un éxito fatídico para los castellanos, quedando casi todos muertos o prisioneros y entre éstos últimos el citado maestre.

Posteriormente deseoso Alamar de granjerase y ganarse el favor de don Pedro, concedió la libertad de Calatrava y le mandó embajadores para rogarle que permaneciese neutral, pasando más tarde él mismo a Sevilla con valiosos presentes ( pero don Pedro ordenó decapitarle, enviando su cuerpo a Mahomad-Yago con la órden de que regresase para tomar posesión del Reino de Granada, que le había arrebatado el usurpador).
Francia

La muerte de doña Blanca despertó el resentimiento y la animadversión de la Francia, que Enrique de Trastamara trató de utilizar en su favor y sabedor de ello don Pedro, y antes de que se declarase la guerra con esta potencia, creyó debía de aprovecharse del descuido en que se hallaba el monarca aragonés, dándole un golpe que le obligase a estar despues inactivo en la contienda que se preparaba.

Con el objetivo citado, el de Castilla irrumpió en los estados aragoneses y tomó varios pueblos, entre ellos Ariza, Alhamar y cercó a Calatayud (Zaragoza), que al fin cayó en su poder en el 29 de agosto, despues de haber batido las fuerzas que al mando del conde de Osuna venían a ampararla y a auxiliarla.
Cortes en Sevilla

Habiánse reunido en el mismo año Córtes en Sevilla y ante ellas declaró el rey la legitimidad de su matrimonio con doña María de Padilla, haciéndose se sancionase solemnemente por ellas, y que se reconociese a sus hijos don Alonso, doña Beatriz, doña Constanza y doña Isabel , por herederos del trono.

Pero estando en lo mejor de la contienda de Aragón, recibió la noticia del fallecimiento de su hijo, con lo que se malograron sus más lisonjeras esperanzas, y hubo de retornar a Sevilla para poner órden a su sucesión.
<<Compañías Blancas>> de Bertrand du Guesclin

Tras lo dicho anteriormente, surgió entonces de la mente de don Enrique una idea que no había llegado a concebir:

Juzgó que la iiritación de los ánimos y la precaria situación del rey podían servirle para apoderarse de la Corona, saciando asi a un tiempo su ambición y su venganza
Pero no era fácil llevar a efecto esos planes, sin foráneo auxilio
Aprovechándose afortunadamente de los apuros del de Aragón, que a toda prisa demandaba su ayuda, estipuló como precio de ella que debía favorecer sus ambiciones al solio castellano, dándole seguridad de que asi obraría y cuando la obtuvo, marchó con 1.500 caballos a unirse al monarca de Aragón

Las ventajas que en las primeras reyertas obtubo y la buena voluntad que le mostraba el rey de Francia, le inclinaron a venir a este Reino, donde tomó a sueldo las célebres <<Compañías Blancas>>, que entregadas al pillaje y saqueo vagaban por el país, despues de acabada la guerra al mando de Bertrand du Guesclin y de Hugo de Careley, de imponente estatura.

Con ellos volvió a la península ibérica y emplazando a su lado a todos los descontentos que, acudieron en tropel, excepto Fernando de Castro, entró en Castilla por la villa de Alfaro y se apoderó de Calahorra (La Rioja), cuyas puertas le abrieron el obispo de élla y Fernan Sanchez de Tovar.


Ya había precedido a este paso una conferencia que hubo en Zaragoza entre don Enrique y el rey de Aragón, en lo que se había capitulado lo que de Castilla se había de dar a éste, asi que don Enrique se apoderase de élla, y que la infanta doña Leonor, hija del monarca, se casaría con don Juan, hijo del conde y con tales precedentes no dudaron los caudillos aragoneses aconsejar a éste se hiciese aclamar rey de Castilla, así que se apoderaron de Calahorra.


Burgos

Corría el año 1366 y don Pedro encerrado en Burgos no se atrevió a intentar cosa alguna, porque recelando de cuantos le rodeaban, temía a cada paso por su vida y aumentaba el peligro de su situación, lo siguiente:

Una traición nueva
Multiples deserciones
Los triunfos de don Enrique que de continuo llegaban a sus oídos

Por lo citado, llegó a ser tan apurada e insegura la situación del rey castellano, que rechazando de propia voluntad las ofertas que le hicieron en la población para defender su persona y su causa a todo trance, salió de la ciudad burgalesa, absolviendo antes del juramento de fildelidad a las ciudadanos, que posteriormente abrieron enseguida las puertas al usurpador, don Enrique.
Coronación de don Enrique en el monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas (Burgos)

Dueño ya de toda Castilla la Vieja pensó don Enrique que era el momento oportuno de apropiarse de la dignidad real y de su coronación, que se verificó con el mayor enardecimiento y solemnidad, en el monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas (Burgos)

Con la ocupación de Toledo que ejecutó sin resistencia alguna, quedó don Enrique en posesión de lo principal del Reino, y se vió don Pedro en el trance de abandonarlo y pasar a Portugal.

Luego, don Enrique, hizo lo siguiente:

Empezó a derramar <<a manos llenas>> todo tipo de indulgencias, gracias y recompensas
Todo lo dicho atrajó a su empresa a sus más enconados enemigos
Se afianzó su posición, hasta tal punto que asi que tomó Córdoba y entró en Sevilla, despidió a las <<compáñías blancas>>, que había traido de Francia, quedándose solo con 1.500 lanzas capitaneadas por Du Guesclin

Don Pedro a Galicia

Entretanto, el desdichado don Pedro, fue expulsado de Portugal, cuyo monarca se negó a proporcionarle apoyo y auxilio y se dirigió con su familia a Galicia donde el tan generoso como ofendido don Fernando de Castro le recibió favorablemente, reuniendo una hueste de 2.000 infantes y 900 caballos, que puso a su disposición.

Bayona

Pero el destronado rey no quiso fiar su suerte a tan escasas fuerzas y partió a Bayona, con el fin de implorar la protección del rey de Inglaterra, estando en élla el caballero Eduardo de Woodstock, <<El Príncipe Negro>> para quien todo lo noble y generoso tenía un aliciente irresistible, hallando muy propio de sus hidalgos sentimientos, ayudar a un rey desvalido contra sus rebeldes súbditos, hasta colocarle otra vez en su trono y ocurrió lo siguiente:

Le facilitó a don Pedro armas, dinero, tropas y mantenimiento
Unió sus esfuerzos a los de Castro y los pocos parciales de don Pedro
Presentaron casi instantaneamente un ejército que hizo vacilar en su mal trono a don Enrique
Pasada ya la frontera de Navarra, los pueblos de Castilla empezaron a pronunciarse en favor de don Pedro, temiendo los efectos de su severidad y su presencia vinó a animar a los mas pusilánimes o apocados, que abandonaran a don Enrique con la misma celeridad o rapidez que antes se habían declarado por él

Furiosa pelea en las inmediaciones de Nájera

Despues de varias marchas combinadas y cuando menos se esperaban, llegaron a avistarse los dos ejércitos, en las inmediaciones de Nájera, a las margenes del río Najerilla y abandonado don Enrique de parte de los suyos, y entre ellos de su mismo hermano don Tello, hubo de sucumbir al mayor número, a pesar del heróico valor de que hizo alarde, huyendo derrotado y casi solo acogerse a Francia, donde dió rienda suelta a su desesperación.

Victorioso don Pedro y recuperado el perdido poder, era de suponer que <<amaestrado por la desgracia>>, procurara captarse el amor de sus vasallos, por medio de la clemencia y un dadivoso perdón. Pero inexorable en su justicia y arrastrado por su impulsivo carácter, el castigo de los principales rebéldes siguió inmediatamente al triunfo qu acababa de obtener.
Nuevo ejército de don Enrique

En el vecino reino de Francia, no holgaba entretanto don Enrique y popular en él por haberse declarado vengador de la infortunada doña Blanca, y teniendo la peculiaridad de atraerse todas las voluntades por su cordial carácter, sus liberalidades y la generosidad con que premiaba a cuantos le servían, logró concitar en su favor al rey, al conde de Fox y al duque de Anjou y muy pronto se halló a la cabeza de un corto pero destacado ejército (fue aumentado en número con los descontentos que venían de Castilla y los que temían la dureza del justiciero o sañudo rey).

<<El Príncipe Negro>> se retira de la contienda

Posteriormente sucedió que don Pedro no cumplió la palabra empeñada al de Gales de otorgarle el Señorío de Vizcaya y descontento además con el proceder del rey castellano, regresó a Inglaterra con sus tropas, aprovechándose oportunamente don Enrique de esta circunstancia que desgastaba en tanto grado el partido del don Pedro, pasando los Pirineos y atravesando velozmente el valle de Andorra y todo el Aragón, llegó a las riberas del Ebro ]sin que nada se le opusiese y apeándose del caballo y sabedor que en el citado río empezaba la tierra de Castilla, hizo una cruz en la tierra, pronunciando las siguientes palabras: Juro que nunca en mi vida, por necesidad que me venga, saldré de Castilla, antes esperaré allí mi muerte o estaré a la ventura que me viniere.
Castillo de Montiel

Don Pedro mandó matar en Sevilla a Diego García de Padilla e inició la marcha y en el recorrido se encontró con su hermano, acompañado por Du Guesclin y trabaron lucha cerca del castillo de Montiel.

Tras el triunfo de don Enrique el 14 de marzo de 1379, puede decirse que se decidió la suerte de la contienda a favor de éste, a quien los pueblos todos de la monarquía se apresuraban a rendir homenaje como su rey y señor, mientras que don Pedro encerrado en los muros del castillo, en cuyo circuito había establecido don Enrique una vigilancia constante y suma, se veía en la mas triste situación, por lo siguiente:

Exhausto de toda clase de recursos
Desprovisto de los primeros artículos de mantenimiento
Un enemigo implacable, don Enrique
Temor y desconfianza hacia los suyos
Solo pensaba en salvar su vida, única ventaja a que podía aspirar

Rodríguez de Sanabria

El caballero Rodrígues de Sanabria, caballero muy leal de don Pedro, pidió al asociado de don Enrique, Du Guesclin, una conferencia en su tienda y otorgada, no dudó Sanabria en pedir al francés que si protegía la huida del castillo de don Pedro, se le entregaría los señoríos de Soria, Almanza, Atienza y otros, con 200.000 doblas de oro
Lucha de don Enrique y don Pedro

Du Gueclin dió parte del suceso a don Enrique y obtuvo de éste iguales beneficios y mercedes y aun otras mayores si conseguía atraer al destronado monarca a su tienda y con semejante fin aparentó el bretón acceder a los deseos de Sanabria, previniéndole que era menester que don Pedro se presentase en su tienda al caer la noche del 23 de marzo y que desde allí sería conducido con segura escolta a un lugar donde nada tendría que temer.

Muy ajeno el infortunado rey a la felonía o canallada del caballero francés Du Guesclin, salió con hora prefijada con tan solo tres caballeros de su confianza, pasó a la tienda del villano extranjero que le vendió. Pero las reticiencias de Du Guesclin y su tardanza en conducirle, inspiraron sospechas en don Pedro, que decidió regresar a la fortaleza amurallada de Montiel, cuando avisado secretamente el de Trastámara, se presentó furioso en la tienda lanzando insultos contra el hermano, a quien ya ni siquiera conocía.

Posteriormente, tras decirle alguien a don Enrique, Ahí esta vuestro enemigo, contestando arrogamente don Pedro Yo soy, se empezó una lucha cruenta entre los dos hermanos, <<brazo a brazo>>, y con las dagas <<sedientas de sangre>>, Du Guesclin prestó su ayuda a aquel, en situación mas compometida que don Pedro, y éste murió en dicho enfrentamiento, quedando decidida en tan feroz lucha la suerte de Castilla y de la arena enrojecida se alzó fratricida y triunfante el que había de ser rey Enrique II, con el semblante cubierto de sangre y polvo.

Era blanco, de buen rostro autorizado con cierta majestad
Cabellos rubios
Cuerpo descollado
Ceceaba un poco a la manera andaluza
Muestras de osadía y consejo
Su cuerpo no se rendía con el trabajo, ni su espíritu ante ninguna contrariedad
Muy aficionado a la cetrería
Muy mesurado en el comer y en el beber
Dormía poco
Era muy laborioso en la guerra
Desmedida avaricia
Se dejó subyugar por la lujuria
Cruel (para otros justiciero)

Valoración de don Pedro

Los cronistas coetáneos a don Pedro le tildaron de <<Cruel>> y para algunos la prosperidad no ha hecho justicia a don Pedro ( en el siglo XVII y XVIII aparecen defensores e incluso apologístas de éste, que le apellidaron <<El Justiciero>
Violento de genio y acilarada su vida con las continuas defecciones de los <<Grandes>> y las pretensiones de los nobles, la traición velaba en su derredor y la desconfianza minaba su existencia y fue por tanto don Pedro, 'lo siguiente:
La encarnación en el trono del espíritu feroz y sanguinario de una época en que libraban guerra la aristocracia y la monarquía (el poder real iba cercenando los privilegios de la nobleza que pretendía resistir hasta el último extremo y aun como su fuerza era inmensa, para contrarrestarla los reyes , procuraban imponerse por el <<terror>>)
Por tanto, trató de humillar a sus contrarios y dejándose llevar por su carácter exaltado y vengativo, se mostró implacable con los nobles altaneros que desacatando su autoridad, contra él hacían armas o rastreramente fomentaban discordias y rebeliones y le <<cupo en suerte>>, como otros reyes contemporáneos suyos, llevar el dictado de <<Cruel>>
Debidas las noticias que tenemos de su reinado al cronista don Pedro López de Ayala, acérrimo partidario de don Enrique, no es extraño que mirase con pasión y escribiese con parcialidad los hechos de su monárca, cuya muerte era preciso legitimase en algún modo, pues que había sido dada por la persona misma á quien tenía que encomiar y esto no podía conseguirse sino concitando en su contra los corazones generosos a fuerza de hacerle odioso por su crueldad .
El rigor extremo de que usaba el rey en su justicia y sus desenfrenadas pasiones amorosas, daban por otra parte harto pábulo a cuantas atrocidades quisieran achacarle y Ayala supo aprovecharse oportunamente de éstas circunstancias
Acátese como héroe por unos al que otros apellidan malvado:
La Tradición popular ha visto en este monarca el rey justo por excelencia, el enemigo de los grandes y defensores de los pequeños y apenas había aldea en España donde los ancianos al amor de la lumbre en las veladas de invierno, dejasen de referir algo de las muchas anécdotas que ha inventado la rica imaginación popular, para presentar como juez infalible y recto a don Pedro
El pueblo odiaba a la nobleza y las venganzas del monarca, de carácter fogoso e inclinado a la ira, recaían por general en personas de alta clase, le parecían justas cuando pesaban sobre aquellos poderosos magnátes, acostumbrados a ejercer tiránica dominación
Los asesinatos de don Pedro no llegaron a las últimas esferas sociales , con cuyos individuos se relacionaba amistosamente
La poesía que se alimenta de las tradiciones populares y del sentimiento nacional, representó bien pronto a don Pedro con el carácter de justiciero

Por otra parte que razón ha de haber para prestar un ciego consentimiento al único contemporáneo de don Pedro, cuyo escritos han llegado hasta nuestras manos, añadiendo a la circunstancia de que es el único, su declarada enemistad contra el monárca, al paso de la necesidad en que se hallaba López de Ayala de adular al hombre de quien era partidario, don Enrique, y cuyo reinado empezó con la muerte de su hermano, se concebirá con cuanto más apoyo y fundamento debe dudar el escritor imparcial de esos inhumanos y casi increíbles hechos que se atribuyen al llamado por ellos Pedro el Cruel
Cuando llegue a descubrirse el paradero de la crónica de su reinado que se dice escribió Juan de Castro (no confundir con otro Juan de Castro, agustino y arzobispo del nuevo Reino de las Indias), obispo de Jaén, tambien contemporáneo suyo, y que no figuró entre los partidos de la época, podrá formarse un juicio exacto y fundado del verdadero carácter del desventurado don Pedro (pero según el Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano, con información más actualizada, en la Biblioteca Real de España, se guardan 16 manuscritos que ilustran la vida de don Pedro y uno de ellos es la anhelada Crónica de D. Juan de Castro, obispo de Jaén?. Otros manuscritos: Razon de las muertes que hizo; Su historia verdadera; Testamento en Sevilla, año 1362, ect)
Hasta entonces y mientras no haya otros datos que los suministrados por su enemigo personal Ayala, lícito deber ser ya un asi lo exige la justicia, que no se sancione ese dictado tan odioso y harta desgracia tuvo don Pedro en verse cercado durante toda su vida de asechanzas, motines y traiciones, que al fin le condujeron a la muerte, sin que su memoria se infame en la historia, cuyas páginas hoy más que nunca deben ser dictadas por la más severa imparcialidad
Algunos autores que traten de lo dicho

Labor legislativa bajo su Reinado

Sancionó un <<Ordenamiento de menestrales>>, curiosa ley que vió la luz en el año 1351, debida a las quejas de sus vasallos que estaban en el mayor descorazonamiento porque no se cultivaban las haciendas o heredares y los que las querían trabajar demandaban tan excesivos precios y jornales que no se podían pagar por los propietarios
Para subsanar éstos y otros males el <<Ordenamiento>> decía lo siguiente:
Se condenaba la ociosidad
Prohibía la mendicación
Determinaba los jornales y salarios
Mandaba las horas de trabajo en cada estación del año
Señalaba el valor de las mercaderías o productos
Ratificó a solicitud de las Córtes reunidas en Valladolid, D. Pedro lo establecido en la obra <<Las Siete Partidas>> sobre la inviolabilidad de los Procuradores de las ciudades y villas, proscribiendo a los Tribunales de Justicia conocer de las querellas que ante ellos dieren de los Procuradores durante el tiempo de su procuración <<hasta que sean tornados a sus tierras>>
En las mismas Córtes corroboró, enmendándolo el <<Ordenamiento de Alcalá>>, ley del tiempo de Alfonso XI de Castilla y León qu daba fuerza legal a las <<Partidas>>
Legitimó de nuevo el <<Fuero Viejo>> de Castilla que publicó en el año 1356
Con la intervención del rey en las citadas Córtes:
Se aprobaron leyes contra los malhechores
Se organizó la administración de justicia
Se promulgaron disposiciones para el impulso de la agricultura, la ganadería y el comercio
Se atenuaron los encabezamientos de los pueblos por haber menguado el valor de las fincas
Se procuró aplacar la desmoralización pública
Se intentó refrenar la relajación de las costumbres de religiosos y laicos
Se trató de mitigar la suerte de los judíos, consintiéndoles que en las villas y ciudades, morar en barrios apartados y que designasen alcaldes que entendieran de sus litigios

Saludos :saluting-soldier: :saluting-soldier: :saluting-soldier:
Aquí la más principal
hazaña es obedecer,
y el modo cómo ha de ser
es ni pedir ni rehusar.

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Rescoldo
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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 20 May 2015 23:30

Bueno, reconozco que me lo he pasado bien con el tema de Pedro I, más que bien, me ha devuelto a mi niñez, cuando mi abuelo materno me contaba la historia de Pedro el Cruel, y su asesinato por su hermano, mi abuelo era de los que le llamaban el justiciero, y sirva este pequeño post, como homenaje a un hombre que me enseño a amar la historia de mi patria y intentar aprender lo más posible sobre ella, gracias abuelo.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 20 May 2015 23:33

Hola a todos, en el post sobre Pedro I de Castilla, aparece el nombre de dos militares que tuvieron una importante participación en la historia de aquélla época, son Beltran Du Glescin o Duglescin, y el Principe Negro, dado el papel que ambos jugaron entonces, creo que merecen se les tenga en cuenta y se haga un pequeño post sobre ellos, gracias por vuestra comprensión.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 20 May 2015 23:40

BELTRAN DUGUESCLIN

Mercenario de origen bretón, nacido en la Motte-Bron, cerca de Dinan, en el año 1320, y muerto en Chateauneuf de Riandón, en el año 1380. Perteneció a la baja nobleza de Bretaña, por lo que pronto se tuvo que dedicar a la carrera de las armas de forma profesional. No sabía leer ni escribir y su carácter era violento. Su participación en torneos y encuentros de armas le valió una merecida fama de guerrero. Su carrera militar la emprendió luchando al lado de Carlos de Blois, en el enfrentamiento de éste con Juan de Monfort, por la pertenencia de Bretaña. Por aquel tiempo, Du Guesclín ya tenía a su cargo a todo un ejército de soldados aventureros y mercenarios, compuesto de bretones e ingleses que luchaban sólo por una soldada y no por intereses nacionales.

En el año 1357 fue armado caballero y se puso a la orden del rey Carlos V de Francia. Fue enviado a luchar contra los ejércitos navarros de Carlos el Malo, y consiguió una aplastante victoria en la batalla de Cocherel, en el año 1364. En ese mismo año, en la batalla de Aurai, fue derrotado y hecho prisionero por las tropas inglesas. El rey francés pagó por su rescate una fuerte cantidad (100.000 francos).

Una vez que se firmó la paz entre Navarra y Francia, las Compañías Blancas de Du Guesclín quedaron sin ocupación, esto suponía un grave problema para la seguridad del reino ya que las tropas, desocupadas, arrasaban y expoliaban las poblaciones que encontraban a su paso. Para solucionar el problema, el rey francés envió a Du Guesclín y sus mercenarios al servicio del pretendiente a la Corona de Castilla, Enrique de Trastámara, que estaba embarcado en una guerra fratricida contra su hermanastro, el rey legítimo, Pedro I. Antes de traspasar los Pirineos, Bertrand de Du Guesclín y sus Compañías Blancas tuvieron tiempo de saquear la sede papal de Avignon.

Du Guesclín en la Guerra Civil Castellana.

En el año 1365, Du Guesclín entró en la ciudad de Barcelona, donde fue recibido por el rey aragonés, Pedro IV el Ceremonioso, que lo nombró conde de Borja, incluyendo el señorío jurisdiccional de la villa. El rey aragonés estaba aliado con el pretendiente a la Corona de Castilla para derribar al rey de Castilla, quien le era frontalmente adverso. Du Guesclín acompañó a Enrique de Trastámara en las diversas incursiones que hizo en Castilla. La campaña fue un puro paseo triunfal para las filas del pretendiente. Enrique licenció al gran grueso de las tropas de Du Guesclín, y se quedó tan sólo con un pequeño grupo, incluyendo al propio Du Guesclín. Enrique se proclamó rey de Castilla en la ciudad de Calahorra el 16 de marzo de 1366, y a comienzos de abril del mismo año entró en Valladolid, donde fue coronado rey. Pero en el año 1367, el rey legítimo Pedro, ayudado por los ingleses comandados por Eduardo, el Príncipe Negro, hijo primogénito de Eduardo III, hizo frente a las tropas de Enrique II en la batalla de Nájera, donde el pretendiente salió ampliamente derrotado. Enrique II pudo huir a duras penas, ayudado por el propio Du Guesclín, quien volvió a ser hecho prisionero por los ingleses, y puesto posteriormente en libertad previo pago de un fuerte rescate.

Debido a las desavenencias entre Pedro de Castilla y el Príncipe Negro, Enrique II pudo agrupar nuevamente un gran ejército. Du Guesclín estaba otra vez entre las filas de Enrique de Trastámara. Ambos sorprendieron al campamento del rey Pedro, situado en la localidad de Montiel. El rey, ante esta adversidad tuvo que refugiarse en el castillo de la localidad con su hueste diezmada. Du Guesclín traicionó la confianza del rey Pedro, que se encontraba en una situación límite, prometiéndole facilitarle la salida de Montiel. El rey fue engañado y entregado en las manos de su hermanastro. Parece ser que hubo una lucha cuerpo a cuerpo entre ambos, pero cuando Pedro tenía a su merced a su hermanastro, Du Guesclín le dio la vuelta, pronunciando la famosa frase de “yo ni quito ni pongo rey, sólo sirvo a mi señor”. El regicidio se consumó y se instauró en el reino de Castilla una nueva dinastía, la de los Trastámara.

Enrique II, conocido posteriormente como el de Las Mercedes, una vez que subió al trono, recompensó grandemente a todos aquellos que le ayudaron a conseguirlo. Bertrand Du Guesclín fue generosamente recompensado con el señorío de Molina, Soria, Atienza y Almazán. Du Guesclín siguió combatiendo al lado de Enrique, hasta que en el año 1370 volvió a Francia, llevándose a sus mercenarios. En ese año fue nombrado condestable de Francia. De vuelta a las órdenes directas del rey francés, combatió contra los ingleses en el Poitou. En el año 1374 estuvo combatiendo en la Guyena, también contra los ingleses, los cuales ya estaban prácticamente expulsados de Francia. Murió cuando intentaba hacerse con la fortaleza de Chateaunueuf de Rondón.

Du Guesclín representó una nueva manera de entender la guerra medieval, y se comportó como un auténtico soldado profesional. En Francia, hoy en día, es considerado como un héroe nacional, de la misma manera que lo es para España la figura del Cid.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 21 May 2015 00:15

EDUARDO de WOODSTOCK El Principe Negro


Eduardo de Woodstock (Woodstock, 15 de junio de 1330 - Londres, 8 de junio de 1376), llamado el Príncipe Negro fue el primogénito del rey Eduardo III de Inglaterra y su esposa, la condesa Felipa de Henao. Ostentó los títulos de duque de Cornualles (desde 1337), príncipe de Gales (desde 1343) y príncipe de Aquitania (entre 1362 y 1372) siendo presunto heredero a la Corona desde su nacimiento.

Llamado por sus contemporáneos simplemente como Eduardo de Woodstock, debido al lugar de nacimiento, no fue llamado el Principe Negro hasta el siglo XVI, haciendo referencia a la supuesta armadura que portaba. Era un líder militar excepcional, y sus victorias sobre los franceses en las batallas de Crécy y Poitiers lo hizo muy popular en vida. En 1348 se convirtió en el primer caballero de la Orden de la Jarretera, siendo uno de sus fundadores.

El príncipe Eduardo murió un año antes de su padre, convirtiéndose en el primer príncipe de Gales que no se convirtió en rey de Inglaterra. A la muerte de su padre Eduardo III, el trono pasó a su hijo Ricardo, que en ese entonces aún era menor de edad.

Fue un brillante caudillo militar, mostrando su bravura a los 16 años en la Batalla de Crécy. Además participó de forma arriesgada y decidida contra los franceses durante la Guerra de los Cien Años. Después de firmar un pacto con el rey Carlos II de Navarra, combatió contra los ejércitos de Juan II de Francia.

En el año 1356, participando en las operaciones de la guerra contra Francia, Eduardo comandó un ejército de más de 7.000 soldados. Dirigió a sus fuerzas en la lucha, logrando una grandiosa victoria sobre la caballería pesada francesa en la Batalla de Poitiers. En esa decisiva acción apresa al rey Juan II de Francia, al que lleva como rehén a Inglaterra. Con la firma del Tratado de Brétigny (1360), el rey de Francia recupera su libertad cediendo valiosos territorios a los británicos, y en aquella ocasión su padre lo nombra duque y lugarteniente de Guyena y Aquitania. Posteriormente traslada su residencia a Castilla, se vincula políticamente con el rey Pedro I y juntos luchan contra Enrique de Trastámara, aliado de Carlos V de Francia. En dicha guerra sus fuerzas vencen en la Batalla de Nájera en 1367.

Pedro I de Castilla (hermano del Infante don Enrique de Castilla) entró en constantes desavenencias y toda una serie de acciones en contra del Príncipe Negro, a causa de no pagarle lo acordado por prestarle ayuda armada, por lo que éste decide abandonar Castilla, dejando solo a Pedro I en la lucha.

En el año 1367, en plena guerra civil castellana Pedro I, el Cruel, recibió el apoyo de una parte de la fuerza militar del Principe de Gales "El Principe Negro", con caballeros ingleses y gascones, para reconquistar su trono.

Varios historiadores y escritores relatan el paso de los batallones del Príncipe Negro por la vieja Agurain a través de la Llanada entre ellos el viajero e historiador francés Froissart, el famoso Sir Arthur Conan Doyle, (1859 - 1930) medico, novelista y escritor de novelas policiacas, creador del inolvidable maestro de detectives Sherlock Holmes y autor en el año 1890 del libro "La Compañía Blanca" donde también narra el paso del Principe Negro por Salvatierra. Si bien es una historia novelada, describe con realismo los hechos, otro escritor de dichas batallas fue Don Pedro Lopez de Ayala, cronista del Rey Enrique de Trastamara y futuro Conde de Salvatierra, la historiadora Micaela Portilla que hizo un estudio pormenorizado de la Iglesia de Alaiza, a José Eguia López de Sabando en su libro "Gaceo y Alaiza, pinturas murales góticas" donde describe los dibujos realizados en la Iglesia de Alaiza en el siglo XIV atribuídas a soldados ingleses destacados en ésta zona de la Llanada así como el historiador uruguayo Juan Carlos Luzuriaga, descendiente de nuestra Villa, en su libro Piedras Armeras de Agurain.

En 1346 acompañó a su padre a la campaña en Normandía y fue en la batalla de Crécy donde adquirió prestigio. En 1355 fue lugarteniente de Gascuña en nombre de su padre. Estuvo al mando del ejército inglés en una serie de incursiones hacia el sur de Francia y en 1356 derrotó al ejército francés en Poitiers, donde hizo prisionero al rey Juan II de Francia.

En 1361 contrajo matrimonio con su prima Juana, condesa de Kent. Fue nombrado por su padre príncipe de Aquitania y Gascuña. Vivió en sus dominios del sur de Francia y como señor de los mismos se convirtió, según el derecho feudal, en vasallo del rey de Francia. Condujo en 1367 una expedición a España con el objetivo de restaurar al depuesto rey de Castilla Pedro I el Cruel en su trono. A cambio de su ayuda recibió el señorío de Vizcaya; pero tras la victoria de Nájera (1367), cambió su política de alianzas, permitiendo a Enrique II de Trastámara recuperar el trono castellano, además de firmar con el rey aragonés Pedro el Ceremonioso un pacto secreto. Durante su campaña española contrajo una enfermedad de la cual jamás se recuperó. Pedro I el Cruel se negó a pagarle las enormes cantidades que éste había gastado en su nombre.

Cuando regresó a Aquitania, el Príncipe aumentó los impuestos para poder pagar la expedición, pero los nobles irritados protestaron ante el rey Carlos V de Francia. La guerra se reinició contra Inglaterra. Estalló una revuelta por toda Aquitania y Gascuña contra Eduardo, el cual, a pesar de su enfermedad, dirigió sus tropas contra la ciudad de Limoges, conquistándola en 1370. Un año más tarde regresó a Inglaterra y renunció a su principado. Durante los últimos años de su vida, lideró la facción política que se sublevó contra el desgobierno de su hermano menor Juan de Gante, duque de Lancaster.

La recompensa prometida por Pedro I, consistía en los territorios de Cantabria, La Rioja y el Señorio de Vizcaya, que evidentemente nunca fueron entregados.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 21 May 2015 00:20

A la vista de lo acontecido a estos dos grandes guerreros cuya actuación repercutiría en la historia de España, sobre todo al segundo de ellos, la verdad es que uno se pregunta en primer lugar que hubiera sido de unos Vizcainos, Guipuzcoanos, Riojanos y Cantabros hablando inglés, y lo que es evidente, el bueno del Principe Negro no conocía el viejo refran castellano "Prometer hasta meter, y una vez metido se olvido lo prometido", si lo hubiera conocido probablemente ni se habría acercado a Pedro I, y de otra parte si el Principe Negro hubiese seguido al servicio de Pedro I, es posible que no se hubiera producido el asesinato de este.
En fin solamente son suposiciones, los hechos son los que fueron.

Saludos y hasta otra :saluting-soldier: :saluting-soldier: :saluting-soldier:
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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 23 May 2015 22:36

JUAN I DE CASTILLA

Hijo de Enrique II el Fraticida, que dio muerte a su hermano Pedro I, con la ayuda de Beltran Du Guesclin

Dado que su padre Enrique II había recibido la ayuda de caballeros franceses, en su lucha con su hermano Pedro I, la victoria final de Enrique dio lugar a que Castilla apoyara a Francia en la guerra de los cien años, situación heredada por su hijo Juan, quien envió la Armada Castellana, que destruiría a la escuadra inglesa en La Rochelle, (1372) y saquea o incendia numerosos puertos ingleses (Rye, Rottingdean, Lewes, Folkestone, Plymouth, Portsmouth, Wight, Hastings) en 1374 y (tras la Tregua de Brujas) entre 1377 y 1380, año en que la flota combinada del almirante castellano Fernando Sánchez de Tovar y el francés Jean de Vienne llega incluso a amenazar Londres.

Esto sería respondido por los ingleses quienes con un ejercito al mando de Sir Ricardo Knolles en 1360 y el duque de Lancaster, Juan de Gante, en 1363 formaron cuerpos expedicionarios que atacaron el continente, pero fueron detenidos.

LA BATALLA DE LA ROCHELLE

Las fuentes medievales que aluden a este combate difieren en la información que sobre él aportan. Jean Froissart, cronista caracterizado por su anglofilia, menciona una superioridad numérica castellana. Sin embargo, el contraste con otras fuentes indica que seguramente la situación era la contraria. Se estiman, como datos más probables, 203 o 224 barcos castellanos (fundamentalmente galeras y unas pocas naos, principalmente con marinos vascos y cántabros) y 36 naos inglesas1 2 (más 14 embarcaciones de carga y transporte).

Probablemente fue la escuadra inglesa la que llegó primero a La Rochelle. El día 21 fue avistada por la castellana, entre cuyos capitanes se encontraban, además del almirante, Fernán Ruiz Cabeza de Vaca, Fernando de Peón y Ruy Díaz de Rojas (Adelantado Mayor de Guipúzcoa y jefe de las naos). Tras tener una escaramuza sin importancia con el enemigo y haber estudiado la situación, Bocanegra decide retirarse.

Lo que los marinos ingleses achacaron a una cobardía del genovés (como así lo pregonaron) fue en realidad una estratagema. Sabedor de las condiciones naturales del lugar y de las características de las naves de ambos bandos, el almirante prefirió esperar al día siguiente. En esa jornada cuando, durante la bajamar, las naos inglesas quedaron varadas, y antes de que subiera la marea y pudieran flotar, se acercó a ellas la escuadra castellana sacando ventaja de la mayor ligereza y menor calado de sus galeras.

Aprovechando su inmovilidad, los castellanos lanzaron sobre los ingleses artificios de fuego (seguramente con bombardas) que estos no pudieron esquivar, produciéndose entre ellos una gran mortandad (800 hombres aproximadamente perecieron a causa de las llamas o ahogados4 ).

La derrota anglosajona fue total. Todas sus naves fueron quemadas, hundidas o apresadas por el enemigo. Los hombres que no murieron en combate, entre ellos el propio Pembroke, fueron hechos prisioneros. Esto incluía a caballeros (entre 1601 y 4004 ) por cuyo rescate se podían pedir elevadas sumas de dinero, y soldados del contingente enviado desde Inglaterra con destino a la guerra en la Guyena. El número de estos últimos es incierto. Fernández Duro, basándose en la Crónica Belga,4 lo estima en unos 8.000.5 Los castellanos también se hicieron con el dinero (que el cronista Walsingham cifra en 20.000 marcos6 ) que el rey de Inglaterra había embarcado para pagar a las tropas combatientes en la zona. Como colofón, durante el viaje de regreso hacia Santander, Bocanegra apresó, en torno a la latitud de Burdeos, otros cuatro barcos ingleses.

Al hacer prisioneros, el almirante de Castilla tuvo con los vencidos en esta batalla un gesto humanitario inusual en aquellos tiempos, pues era costumbre entonces degollar o arrojar al agua a todos los adversarios, aunque se hubieran rendido. Pembroke y setenta caballeros «de espuelas doradas» fueron enviados a Burgos, a la presencia del rey Enrique, quien hizo entrega al condestable francés Bertrand du Guesclin del conde rehén, quien murió más tarde durante el cautiverio.

La capacidad de mantener la posesión de la ciudad, e incluso de toda la Guyena, se redujo drásticamente. El primer efecto de la derrota inglesa fue permitir la conquista de La Rochelle, lo que consiguieron dos meses después fuerzas terrestres y marítimas franco-castellanas. Y este hecho marcó el desarrollo de la guerra de los Cien Años, pues como resultado de la pérdida de esta estratégica plaza (además de los soldados y recursos embarcados en la flota vencida) Inglaterra tuvo más dificultades para defender sus posesiones en la Guyena frente a la ofensiva francesa, que se endureció a partir de este momento.

Por lo que respecta a la Corona de Castilla, su rotunda victoria tuvo para ella favorables repercusiones militares y económicas. Se consolidó como primera potencia naval en el Atlántico, otorgando así mayores posibilidades mercantiles a sus marinos (fundamentalmente vascos y cántabros). El comercio de lana entre Inglaterra y Flandes se había interrumpido a causa de la guerra, y ahora será Castilla la que sustituya en esta actividad a la derrotada. Sus mercaderes construyeron incluso un almacén en Brujas. Los ingresos obtenidos de las exportaciones propiciaron un auge económico castellano, y Burgos se convirtió en una las ciudades más importantes de Europa Occidental.

Juan I de Castilla adoptó el título y armas de rey de Portugal, lo cual fue reconocido por el papa de Aviñón9 y ordenó la puesta en marcha de sus tropas ya que el canciller de Beatriz, que era el obispo de Guarda, Affonso Correia, le prometió la entrega de la plaza. El rey Juan I de Castilla entró en Portugal con su esposa para asegurar la obediencia en Portugal y los derechos de su esposa.6 8 25

Para Juan I de Castilla, el matrimonio con Beatriz le suponía mantener un protectorado sobre el reino portugués y la posibilidad de impedir a los ingleses establecerse en la península. Pero la expectativa de un monopolio comercial, el temor al dominio castellano y la pérdida de independencia portuguesa7 27 28 y la oposición a la regente y su camarilla afloró a finales de noviembre y principios de diciembre cuando se produce en Lisboa el levantamiento. El maestre de Avis asesinó al favorito de la regente, Juan Fernández de Anderio, conde de Ourém, y tras ello un levantamiento del pueblo llano contra el gobierno a instigación de Álvaro Pais, en el que resultó muerto Martinho Anes, obispo de Lisboa. El levantamiento se extendió en la provincias, cobrándose la vida de la abadesa de monjas benedictinas en Évora, el prior de la colegiata de Guimarães, o de Lançarote Pessanha, Almirante de Portugal, en Beja. El levantamento tuvo el apoyo de la burguesía pero no de la aristocracia, que se mantuvo apoyando a Leonor. La reina Leonor huyó de Lisboa con la Corte y se refugió en Alenquer. En Lisboa, Álvaro Pais propuso el matrimonio del maestre de Avis con Leonor para encargarse de la regencia de forma conjunta, pero Leonor lo rechazó, y ante las noticias de la venida del rey castellano, el maestre de Avís fue elegido defensor y regente del reino el 16 de diciembre de 1383, como defensor de los derechos del infante Juan de Portugal, primogénito de Inés de Castro, designó a João das Regras como canciller y a Nuno Álvares Pereira como condestable, y pidió ayuda a Inglaterra. Trató de asediar Alenquer pero Leonor huyó a Santarém. De modo que regresaron a preparar la defensa de Lisboa. En Santarém, Leonor procedió a reclutar un ejército y pidió ayuda a su yerno el rey de Castilla. Juan I de castilla tomó la decisión de controlar la situación en Portugal, y dejó en el reino de Castilla un Consejo de regencia formado por el marqués de Villena, el arzobispo de Toledo y el mayordomo del Rey En enero de 1384 el rey Juan I de Castilla, junto con Beatriz, emprendió el camino de Santarém ante la llamada de la reina regente para poder controlar la situación del reino. El 13 de enero, el rey Juan I de Castilla obtuvo de la reina Leonor, la renuncia a la regencia y del gobierno en su favor, lo cual hizo que muchos caballeros y gobernadores de castillos se presentasen a jurar obediencia tanto a él como a su esposa Beatriz, como los de Santarém, Ourém, Leiria, Montemor o Velho, Feira, Penella, Óbidos, Torres Vedras, Torres Novas, Alenquer, Cintra, Arronches, Alegrete, Amieira, Campo Maior, Olivenza, Portel, Moura, Mértola, Braga, Lanhoso, Valença do Minho, Melgaço, Vila Nova de Cerveira, Viana do Castelo y Ponte de Lima, Guimarães, Caminha, Braganza, Vinhais, Chaves, Monforte, Miranda del Duero, Montalegre, Mirandela, Castelo Rodrigo, Almeida, Penamacor, Guarda, Covilhã o Celorico da Beira. Como quiera que Leonor tratara de conspirar contra su yerno, fue enviada al monasterio de Tordesillas. Esto alentó a la causa del maestre de Avis a justificar la revuelta en tanto que se había conculcado el tratado de Salvaterra de Magos.

Aunque contaba con la mayoría de la aristocracia portuguesa fiel a su causa, el rey Juan I de Castilla no repitió los éxitos castellanos de las Guerras Fernandinas y fracasó ante Coimbra y Lisboa. El 3 de septiembre de 1384, Juan I de Castilla dejó guarniciones en las plazas de sus partidarios, regresó a Castilla y pidió ayuda al rey de Francia. Mientras, el maestre de Avis intentó apoderarse de plazas fieles a sus adversarios, y aunque tomó Almada y Alenquer, fracasó en Cintra, Torres-Novas y el Torres Velhas. Tras lo cual se dirigió a Coimbra, donde había convocado Cortes para marzo de 1385. En ellas Beatriz fue declarada ilegítima y se procedió a elegir y proclamar al maestre como Juan I de Portugal el 6 de abril. Tras las Cortes, el nuevo soberano emprendió una campaña para obtener el control del norte del reino, y así obtuvo Viana do Castelo, Braga y Guimarães. Juan I de Castilla entró de nuevo en Portugal por la ruta de Ciudad Rodrigo y Celorico. Pero las derrotas que sufrió su ejército en Trancoso y Aljubarrota en mayo y en agosto de 1385 supuso el fin de la posibilidad de imponerse como rey de Portugal.

En Aljubarrota el desastre castellano fue absoluto, el rey huyó a Santarém y desde allí bajó el Tajo hasta encontrarse con su flota en torno a Lisboa.50 En septiembre la flota castellana regresó a Castilla, y Juan I de Portugal obtuvo el control de las plazas que aún le eran adversas. Desde la comarca de Santarem, emprendió el control de la región al norte del Duero donde había caballeros portugueses que mantenían fidelidad a Beatriz y a Juan I de Castilla: Villareal de Pavões, Chaves y Bragança capitularon a finales de marzo de 1386,51 y Almeida, a principios de junio de 1386

Con la derrota de Aljubarrota volvieron del letargo las aspiraciones legitimistas de los descendientes de Pedro I el cruel: su hija Constanza y su marido Juan de Gante, que se intitulaban como reyes de Castilla desde 1372. El 9 de mayo de 1386, Portugal e Inglaterra establecieron una alianza por el tratado de Windsor y en julio desembarcaron en Galicia Juan de Gante, su esposa y la hija de ambos, Catalina de Lancáster, estableciendo su Corte en Orense. Juan I de Castilla reaccionó y convocó Cortes en Segovia para asegurar la defensa del reino castellano. Ante los escasos resultados de la campaña anglo-portuguesa y la pérdida de apoyos en Galicia, Juan de Gante y Juan I de Castilla negociaron un acuerdo a espaldas del rey portugués, el tratado de Bayona de 8 de julio de 1388, por el que Juan de Gante y su esposa renunciaban a los derechos sucesorios castellanos en favor del matrimonio de su hija Catalina con el primogénito de Juan I de Castilla, el futuro Enrique III, a quienes se les otorgó la condición de Príncipes de Asturias. Así quedaron unidas las dos ramas sucesorias de Alfonso XI e instaurado el título de Príncipe de Asturias, que siempre ostentará el heredero de la corona de Castilla y luego de España. Enrique, hijo de Juan I, fue el primer príncipe en poseer este título, junto con las rentas inherentes, pues el territorio asturiano les pertenecía como patrimonio.

La interrupción de la guerra de los Cien Años en la tregua de Leulinghem motivó la tregua de Monçao de 23 de noviembre de 1389, por la que Castilla y Portugal restauraban al adversario las plazas ocupadas.

Juan I de Castilla falleció el día 9 de octubre de 1390 junto a la puerta de Burgos, situada a extramuros del Palacio arzobispal de Alcalá de Henares, como consecuencia de haberse caído de un caballo que le habían regalado. Su muerte fue mantenida en secreto por el cardenal Pedro Tenorio durante varios días alegando que estaba herido, hasta dejar resuelto todo lo relacionado con la regencia de Enrique III, menor de edad en esos momentos.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 23 May 2015 22:43

RUY DIAZ DE ROJAS

Ruy Díaz de Rojas (c. 1345—1378). Noble castellano de la Casa de Rojas. Era hijo de Lope Díaz de Rojas, que fue señor de la aldea de Espejo y de varias decenas de aldeas situadas en las merindades de Castrojeriz, Aguilar de Campoo y Villadiego.

Fue señor de Santa Cruz de Campezo, Rojas y Castil de Lences, caballero de la Orden de la Banda, merino mayor de Guipúzcoa y un destacado marino, por lo que tomó parte en varias campañas navales contra los navarros y los ingleses en la década de 1370.

Falleció luchando contra los gascones en 1378.

Conquista de La Rochela

En el año de 1370, como merino mayor de Guipúzcoa, preparó una flota con destino a La Rochelle, ya que en su conflicto con los ingleses, Enrique fue aliado de Carlos V el Sabio, a cuya disposición puso la flota castellana, pieza fundamental en la conquista gala del puerto de La Rochelle, en cuya primera fase el almirante Bocanegra anuló por completo a la escuadra inglesa. Participó en la batalla como jefe de las naos.

Por lo que respecta a la Corona de Castilla, su rotunda victoria tuvo para ella favorables repercusiones militares y económicas. Se consolidó como primera potencia naval en el Atlántico, otorgando así mayores posibilidades mercantiles a sus marinos (fundamentalmente vascos y cántabros). El comercio de lana entre Inglaterra y Flandes se había interrumpido a causa de la guerra, y ahora será Castilla la que sustituya en esta actividad a la derrotada. Sus mercaderes construyeron incluso un almacén en Brujas. Los ingresos obtenidos de las exportaciones propiciaron un auge económico castellano, y Burgos se convirtió en una las ciudades más importantes de Europa Occidental.

Guerra con Navarra

En el año de 1371 estuvo en la frontera navarro-castellana con el objeto de devolver las plazas arrebatadas por Carlos II en 1368, recuperando Contrasta y Santa Cruz de Campezo. En 1367, el rey Enrique II de Castilla le había hecho merced de esta última villa, merced confirmada en 1379 a su hijo Lope, y si éste muriese sin descendencia, pasaría a sus hermanas Sancha y Mencía.

Cofradía de Álava

Consta su participación como cofrade en la última Junta de Arriaga celebrada 2 de abril de 1332, cuando se produjo lo que tradicionalmente se conoce como Voluntanria entrega o Pacto de Arriaga, es decir, la autodisolución de la Cofradía y la entrada en el realengo castellano de su territorio.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 23 May 2015 22:55

FERNANDO SANCHEZ DE TOVAR Almirante de Castilla

Las campañas contra Inglaterr

Fernando Sánchez de Tovar es el único almirante que entró en el Támesis, saqueó el corazón de Inglaterra y volvió victorioso con su botín y el miedo pintado en las caras de sus enemigos. Porque la hazaña de Sánchez de Tovar no fue un hecho aislado: arrasó repetidas veces la costa sur de Inglaterra sin que la Pérfida Albión pudiese hacer nada por impedirlo.
Remontémonos al siglo XIV. España aún no ha terminado la Reconquista, pero dos reinos

se elevan por encima de los demás: Castilla y Aragón. En Europa suenan tambores de guerra: Francia e Inglaterra luchan despiadadamente en la Guerra de los 100 años, en este momento Inglaterra no domina toda su isla, pero grandes extensiones de Francia están bajo su control. Europa retumba en el conflicto y muchos reinos toman partido por uno de los dos bandos, y nosotros no somos una excepción. El rey Enrique II de Castilla firma una alianza con Carlos V de Francia para combatir al común enemigo: los ingleses.

Inglaterra ha usado con éxito muchas veces el canal de la Mancha como barrera para defenderse de ataques e invasiones, pero esta vez no resultó: Castilla no sólo tenía flota, sino que era la mejor de toda Europa occidental. Y fue precisamente esa flota, formada por los mejores barcos y marinos que los astilleros sevillanos podían ofrecer, la que se enfrentó a los ingleses en las frías aguas del canal.

Los españoles juntaron una armada de 22 galeras dispuestos para el combate, mientras tanto, la escuadra inglesa (36 barcos) se dirigía al puerto de La Rochelle custodiando otros 14 barcos repletos con el tesoro real para financiar las tropas del continente. Era el 22 de junio de 1372, y la flota castellana barrió por completo a la inglesa, haciéndose con todo su tesoro. El puerto sería tomado un mes más tarde por Ruiz Días de Rojas.

Así lo cuenta el cronista inglés Jean de Froissart, “... por muy caro que lo pagaran los barones, caballeros y escuderos que allí fueron muertos o capturados, el rey de Inglaterra perdió más que nadie pues por aquella derrota se perdió luego todo el país...”. Jean, cronista oficial de la corte inglesa, comentaba algo contrariado por la derrota, que “...allí fue capturado el conde (de Pembroke, almirante inglés) y todos los que estaban en su barco fueron muertos o apresados...”, y también que “...No pudo escapar nadie...” Comenta también la marcha de los castellanos a la mañana siguiente “...En lo alto de los mástiles llevaban grandes telas a modo de pendones con las armas de Castilla, tan largos que los extremos chocaban a menudo con el agua, y era hermoso de contemplar...”. La escuadra la mandaban los almirantes Díaz de Rojas, Cabeza de Vaca, Fernando de Pión y el genovés Ambrosio Bocanegra.
Un año después, en 1374, muerto ya el genovés, la flota castellana saquea dos veces la isla de Wight, asistida por unas pocas galeras francesas. Es ya el almirante Don Fernando quien las comanda, puesto que demostró su valía en la batalla de Nájera al lado del rey y se hizo merecedor de su confianza. La imparable armada continúa su campaña de acoso y saqueo hasta que, al año siguiente, otra flota inglesa le sale al paso en la bahía de Borneuf y es derrotada por completo: los españoles son dueños indiscutibles del canal de la Mancha.

El rey Eduardo de Inglaterra no ve otra solución: firma un armisticio en la localidad de Brujas, y los mares del canal y, lo que es más importante, las rutas comerciales con la rica Flandes, caen en manos hispanas.
Pero las circunstancias en Inglaterra no mejorarían. El rey recibió fuertes críticas del Parlamento y hubo de hacer dimitir a varios ministros, poco después fue apartado y murió, dejando la corona a un niño de diez años. Los nobles ingleses no se resignan a perder su ventaja comercial y reanudan las hostilidades. Fue entonces el gran momento de Tovar.
Al mando de 50 galeras y con más de 5.000 hombres (incluida una pequeña escuadra de apoyo francesa), se dirigió a las costas inglesas y destruyó Rye y la zona de los cinco puertos (Plymouth, Porthsmouth, Darthmouth, Lewes, Folkestone), además de "pasear" de nuevo por la isla de Wight. Los barcos españoles recuerdan a los ingleses las letales incursiones vikingas de la época anterior.


Los ataques siguen ininterrumpidos, mientras los ingleses tratan de reunir más flotas y mejoran sus sistemas de defensa costeros, pero nada detiene a esos demonios castellanos. Es entonces cuando Fernando decide golpear al mismísimo corazón del orgullo inglés: tras arrasar de nuevo la costa, se dirige al este y remonta el Támesis en dirección a Londres. Llega muy cerca, hasta el pueblo de Gravesend, lo toma y lo incendia. Las llamas pueden observarse perfectamente desde la Torre de Londres, y el rey debió de sentir muy de cerca el acero de las espadas españolas.

Así lo narra Pedro de Escavias: "E de allí, enbió beynte galeas en ayuda del rrey de Françia, con don Fernán Sánchez de Tovar, su almirante, los quales fizieron gran guerra aquel año por la mar a los yngleses. Entraron por el río de Artamisa, fasta çerca de la çibdad de Londres, donde galeas de enemigos nunca jamás entraron".

"Dónde nunca jamás entraron", pues, efectivamente, ningún enemigo volvió a hollar el Támesis después de Fernando Sánchez de Tovar. Por desgracia, Fernando tenía otras batallas que librar por su rey y su nación, así que abandonó la aún más difícil empresa de atacar el mismo Londres y retornó a España.

Esta fue la última expedición castellana en apoyo de los franceses comandada por el Almirante Fernando Sánchez de Tovar, pues en adelante las hostilidades tendrán como objetivo quebrantar el poder naval de Portugal.

Las campañas contra Portugal

El 15 de julio de 1380 en Lisboa, un antiguo partidario de Pedro I de Castilla, Juan Fernández de Andeiro, había firmado en nombre de Ricardo II de Inglaterra y de Juan de Gante, tratados de alianza con Fernando I de Portugal.
En ellos se establecía que en el verano del año siguiente una fuerza inglesa desembarcaría en Portugal para unirse a otra similar reclutada por el rey de Portugal, con el objetivo de invadir Castilla y reivindicar los derechos al trono castellano del duque de Lancaster. El mando de la expedición fue confiado a Edmundo de Langley, conde de Cambridge, hermano de Juan de Gante, que habría de contraer matrimonio con la infanta Beatriz de Portugal, hija de Fernando I, y ser reconocido heredero del trono portugués

Antes, el 12 de junio de 1381, había zarpado de Lisboa el Almirante Juan Alfonso Tello, hermano de la reina de Portugal, con 21 galeras, 1 galeota y 4 naos , con la misión de destruir la flota de Castilla. Casi al mismo tiempo zarpó de Sevilla Fernando Sánchez de Tovar al frente de 17 galeras para interceptar los navíos ingleses que transportaban las tropas del conde de Cambridge. Las hostilidades entre Castilla y Portugal comenzaron al año siguiente. Juan I tuvo dificultades para iniciar la campaña terrestre contra Portugal, por la tentativa de rebelión de su hermanastro el conde de Noreña y hasta julio no pudo viajar a Salamanca para tomar el mando de las tropas allí estacionadas, sitiando Almeida.

En este contexto, se produce la que quizás sea la batalla cuya victoria fue más resonante y satisfactoria tanto para Fernando sánchez de Tovar como para el Rey, la llamada “batalla de la isla de Saltés”, en la ría de Huelva, contra la poderosa escuadra portuguesa anteriormente descrita al mando del hermano de la reina de Portugal, el conde de Barcelos, que zarpando de Lisboa el 12 de Junio de 1381, ponen proa a Sevilla con el propósito de neutralizar la armada castellana que sólo contaba con 16 galeras al mando de Sánchez de Tovar, quien, consciente de su inferioridad preparó una estrategia consistente en salir a la búsqueda de los portugueses y atraerlos hacia la peligrosa Barra de Saltés, en la confluencia de los ríos Tinto y Odiel, disponiendo que para tal propósito unas barcas de pesca de Palos y de Moguer les orientaran, pues él mismo desconocía el derrotero a seguir para adentrarse en la ría de Huelva. Tovar zarpó de Sevilla, y ya en la mar navegó hacia el oeste al encuentro de las naves lusas a las que avistó a la altura de Ayamonte. El almirante castellano, siguiendo la táctica planeada, viró en redondo haciendo creer a sus enemigos que emprendía la huida, los cuales, cayendo en la trampa, forzaron la bogada hasta la extenuación tratando de alcanzar la que consideraban una presa fácil antes de que pudieran refugiarse otra vez en Sevilla, viéndose sorprendidos cuando, repentinamente, Tovar varió el rumbo al sur siguiendo a las barcas de pesca que le esperaban. Esta maniobra inesperada rompió la formación portuguesa, pues mientras una parte, tras un agotador esfuerzo, trataba de bloquear la entrada al Guadalquivir, otra continuó la persecución quedando varias galeras inutilizadas al quedar varadas en los bancos de arena, mientras que las más adelantadas quedaron imposibilitadas de maniobrar en la zona más estrecha de la canal de la barra de Saltés, de aguas poco profundas, de remolinos y bajos, situación prevista por los castellanos que aprovecharon para, con cierta facilidad, deshacer la flota portuguesa y desarbolar, uno a uno, los que se hallaban aislados y desconcertados que fueron apresados. Hubo unas 300 bajas entre los castellanos y más de 3000 entre los portugueses.


El Almirante de Castilla puso rumbo a Sevilla con su copioso botín, posibilitando que los transportes del conde de Cambridge efectuaran el desembarco de sus tropas en Lisboa sin contratiempo alguno. No obstante poco después retornó a la desembocadura del Tajo con sus galeras, resultando tan eficaz el bloqueo que los ingleses no pudieron zarpar hasta mediados de diciembre, cuando las naves castellanas se retiraron a causa del mal tiempo.

En la primavera de 1382 estaba de nuevo Tovar ante Lisboa, esta vez a la escuadra de galeras se le habían unido 26 naos que procedían de los puertos del mar Cantábrico . La flota castellana no se limitó a interceptar naves enemigas, sino que realizó desembarcos en los arrabales de la ciudad y en pueblos cercanos como Embregas, Frielas, Vila Nova, Palmela y Almada, saqueando e incendiando casas, huertas y otros cultivos.

Durante el transcurso de las operaciones viajó a Zamora, donde se encontraba Juan I negociando con enviados de los regentes de Francia la aportación naval castellana al ataque francés contra los rebeldes flamencos. El 12 de junio 6 galeras de la flota de Fernando Sánchez de Tovar, al mando de Fernán Ruiz Cabeza de Vaca, zarparon rumbo a Brujas para apoyar a las fuerzas de Carlos VI de Francia en su lucha contra el rebelde Philip van Artevelde.

La guerra contra Portugal terminó con la paz de Elvas, firmada el 10 de agosto de 1382 , siendo sus cláusulas prácticamente las mismas que las del tratado de Santarem de 1373.

No obstante, las hostilidades con Portugal se reanudarían en 1383, cuando la pretensión de Juan I de Castilla a la corona portuguesa reanudó de nuevo el conflicto. El 6 de diciembre el Maestre de Avis, apoyado por Nuno Alvares Pereira y Álvaro Paes, se alzó en Lisboa contra la reina doña Leonor, regente del reino, proclamándose«defensor e regedor del reino». Para conseguir el trono, Juan I debía acabar con la rebelión ocupando la capital, e ideó un plan similar al de su padre en 1373, el férreo cerco terrestre y marítimo de Lisboa.

Para llevarla a cabo instaló su campamento en Loures, ordenando al Maestre de Santiago Pedro Fernández Cabeza de Vaca y al Camarero Mayor Pedro Fernández de Velasco iniciar las operaciones de asedio,Juan de Avis supo apreciar la importancia del dominio del mar, aprestando una pequeña escuadra. Gracias a la captura de cinco mercantes gallegos, a los que había sorprendido en Lisboa la rebelión, y a otras unidades genovesas y venecianas, pudo disponer de una flotilla compuesta de 7 naos, 13 galeras y 1 galeota , al mando de Gonzalo Rodríguez de Sonsa. También valoró acertadamente la importancia de las comunicaciones entre Lisboa y el exterior, ordenando a Sousa zarpar con sus naves hacia Oporto, donde el obispo de Braga estaba encargado de armar nuevas embarcaciones.

El comienzo de la campaña no fue el esperado para Juan I de Castilla pues no pudo conquistar Coimbra, decidiendo avanzar hacia Lisboa e iniciar el asedio.

El 6 de abril de 1384 tropas castellanas al mando del conde de Niebla, Juan Alonso Pérez de Guzmán y Osorio, el Maestre de Alcántara, Diego Martínez y el Almirante de Castilla, caían derrotadas en la batalla de Atoleiros por las fuerzas de Nuno Alvares Pereira, y cuando el ejército castellano estableció su campamento cerca de Lisboa todavía no contaba con el apoyo de la flota.

El 16 de mayo fue avistada en el Mar de la Paja la vanguardia de la armada castellana, al mando de Perafán de Ribera. Antes de quedar cortada la comunicación marítima entre Lisboa y el resto de Portugal, el Maestre de Avis ordenó a Gonzalo Téllez zarpar con las naves para reunirse con el grueso de la flota en Oporto.

El 17 de junio la flota portuguesa de socorro llegaba a las alturas de Cascaes, dispuesta en tres formaciones. La vanguardia, compuesta por 5 naos a las órdenes de Ruy Pereira, en el centro 12 naves cargadas de víveres, y en la retaguardia 17 galeras de protección. En el bando castellano fue discutida la forma de atacar al enemigo, el Almirante Tovar opinó que lo mejor sería combatir en mar abierto, en contra del parecer de Perafán de Ribera que prefería aguardar en el estuario del Tajo, para no repetir el error cometido con los transportes ingleses del conde de Cambridge. La polémica fue zanjada por la intervención de Juan I de Castilla, dando la razón a Perafán de Ribera.

El combate tuvo lugar el 18 de junio de 13847 y el resultado de esta intensa pelea fue aparentemente favorable a los castellanos, pues hundieron cuatro naos y causaron casi 2.000 bajas al enemigo, resultando Ruy Pereira muerto en la lucha, pero el resto del convoy portugués pudo forzar el bloqueo y descargar los víveres y suministros, que se necesitaban en Lisboa. Gracias a estos auxilios pudo el Maestre de Avis lanzar un contraataque conquistando el castillo de Almada, en la orilla izquierda del río Tajo.

No obstante, Sánchez de Tovar no se dio por vencido, y habiendo reunido una fuerza de hasta 61 naos y carracas, 16 galeras, una galeaza y varios leños menores, un mes más tarde lanzó una ofensiva contra el adversario. El 27 de julio ejecutó una operación anfibia de llegada al litoral, desembarco y ataque incendiario, pero la sólida defensa lisboeta, que se valió de barcos barrenados y estacas para formar una barrera, logró rechazar finalmente el asalto.

Más bajas que la reacción portuguesa causo en el ejército castellano la aparición de la peste. Muy pronto el número de víctimas aumentaría de forma alarmante, incluyendo entre ellas algunos de los más importantes nobles castellanos, entre ellos Cabeza de Vaca, Juan Martínez de Rojas, los mariscales Pedro Ruiz Sarmiento y Fernán Álvarez de Toledo, y el propio Tovar. Todos ellos militares de gran valía, cuya ausencia se haría notar durante el resto de la campaña, que terminaría con la desastrosa batalla de Aljubarrota. El ejército terrestre tuvo que retirarse de la capital, y más tarde, el 17 de agosto, Juan I, junto a la escuadra de Castilla que aún permanecía en el Tajo, dio orden de partir definitivamente hacia Sevilla.

Fernando Sánchez de Tovar falleció en su nave capitana, la “San Juan de Arenas”. En ella, enlutada, fue trasladado su cadáver hasta Sevilla, y sepultado en la capilla de San Clemente de la Catedral de Santa María.

En su tumba figuraba un epitafio, hoy desaparecido, que así decía:

Aquí yace el bueno e honrado cavallero D. Ferrant Sanchez de Tobar, Almirante de Castilla que Dios perdone, e finó sobre Lisboa en el año de MCCCLXXXIV, e mandole fazer esta sepultura Juan de Tobar su viznieto, en el año de MCCCCXXXVI.

Fue sustituido en el cargo por su hijo Juan Fernández de Tovar , y no cabe duda que los sobresalientes servicios prestados a Enrique II y a Juan I constituyeron factores decisivos en la designación.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 24 May 2015 19:42

ALFONSO V DE ARAGON El Magnanimo

Rey de Aragón, Valencia (Alfonso III), Mallorca (Alfonso I), Sicilia (Alfonso I) y Cerdeña (Alfonso II), conde de Barcelona (Alfonso IV, 1416-1458) y rey de Nápoles (Alfonso I, 1442-1458).

Hijo primogénito del infante Fernando de Castilla y de Leonor de Alburquerque, se convirtió en heredero al trono de la Corona de Aragón cuando su padre fue proclamado rey, el 24 de junio de 1412, en el compromiso de Caspe, acuerdo que ponía fin al conflictivo interregno abierto en la Confederación catalano aragonesa a la muerte del soberano Martín I sin sucesor directo (1410).


En 1415, el príncipe Alfonso casó con María de Castilla, su prima hermana, con quien no tendría hijos, y ese mismo año tuvo que asumir las tareas de gobierno a causa de la enfermedad de su padre, Fernando I de Aragón. En 1416, el prematuro fallecimiento del monarca le hizo ceñirse la corona, con tan sólo veinte años.

A pesar de la prudencia del joven soberano, en 1419 surgieron las primeras discrepancias con las cortes catalanas, que no sólo exigían la destitución de sus consejeros castellanos, sino que también se oponían, paradójicamente, al deseo de Alfonso V de proseguir personalmente la secular expansión de Cataluña por el Mediterráneo, debido al previsible perjuicio que la ausencia real provocaría en los estados hispánicos de la Corona de Aragón. El rey, sin embargo, zarpó hacia Cerdeña y consolidó el dominio catalán sobre la isla (1420), pero hubo de renunciar a adueñarse de Córcega, dado el apoyo que la ciudad de Génova prestaba a los corsos (1421).

Esta decisión se adoptó ante la posibilidad de conquistar Nápoles, donde dos facciones nobiliarias se disputaban la sucesión de la reina Juana II. Así, en julio de 1421, Alfonso el Magnánimo venció a Luis de Anjou, pretendiente al trono napolitano, y a los genoveses, lo cual le permitió entrar en la ciudad italiana y convertirse en el ahijado de su soberana, aunque dos años más tarde una revuelta popular le obligó a replegarse a Cataluña.

Tras la muerte de su padre, fue rápidamente entronizado como nuevo monarca, y se dispuso a tomar algunas medidas populistas para evitar que parte de la aristocracia catalana, rebelde a su padre a través del conde Jaime de Urgel, pudiese alzarse en su contra. Poco después, su hermano Juan, que había sido nombrado por Fernando I virrey de Nápoles, decidió regresar a España para tomar matrimonio con Blanca de Navarra y hacerse cargo de la suculenta herencia territorial de Fernando I en Castilla. Poco o nada apasionaron las tierras italianas al futuro Juan I de Navarra (y todavía más tarde, Juan II de Aragón), todo lo contrario que a Alfonso, quien enseguida, tras apaciguar a las siempre belicosas instituciones de Cataluña y de Valencia, comenzó su carrera de expansión mediterránea con el punto de mira situado en el reino de Nápoles y, sobre todo, Sicilia. La investidura de este reino, propiedad del Papa, había sido efectuada en favor de su padre, Fernando I, como agradecimiento al apoyo prestado para la solución del Cisma, pero jamás había tomado posesión de él. Alfonso, que siempre tuvo un talante caballeresco y aventurero de primera magnitud, se vio invadido desde el inicio de su reinado por acometer la empresa siciliana, además de las grandes rentas que podía obtener del dominio de la rica isla mediterránea. Básicamente, Alfonso estaba convencido de que con la expansión mediterránea de Aragón no sólo pasaría a la fama por su industria militar y caballeresca, sino que la economía de la Corona de Aragón, que pasaba por una grave crisis, se recuperaría de forma tremenda, de ahí que Alfonso V se vaciase por emprender el camino hacia Italia. Por ello, no le importó dejar los asuntos de la política castellana en manos de su hermano Juan, o dejar a su esposa, la reina María, como lugarteniente general de Aragón. De hecho, sería la reina María, con quien Alfonso no mantenía una buena relación, la que gobernaría Aragón durante muchos años por delegación de su esposo.

El primer proyecto mediterráneo presentado por Alfonso V a sus reinos fue el de recuperar Córcega y Cerdeña, que habían caído en manos de los genoveses. Después de muchos ruegos y peticiones efectuados entre 1417 y 1420, finalmente convenció a las Cortes individuales de cada reino para que le fuese concedida la financiación necesaria, de forma que se echó a la mar con una flota guerrera abastecida en el puerto de Mallorca con los despojos de la armada genovesa allí residente, que fue ya considerada como enemiga. En junio de 1420 llegó a Alguer (Cerdeña), que fue conquistada gracias al apoyo de la nobleza local. Estando en Alguer y antes de partir hacia Córcega, Alfonso recibió una embajada de la reina Juana II de Nápoles, en la que ésta le suplicaba ayuda para pelear contra los enemigos a cambio de nombrarlo heredero del trono. La petición envalentonó a Alfonso V, que rápidamente se imaginó triunfante en la empresa que había diseñado en su interior con mucho menos esfuerzo del previsto. Así fue cómo se trasladó a Córcega, procediendo al asedio de la ciudad de Bonifacio, que fue rechazado por la gran fortaleza de la ciudad y por la ayuda de una flota genovesa, que respondió así a las hostilidades abiertas por Alfonso V. Pese a la derrota, acontecida en enero de 1421, el ánimo no decayó, pues el asunto napolitano mantenía la llama viva, aunque el papa Martín V había intervenido en el conflicto a favor del otro candidato al trono napolitano, Luis de Anjou, aliado de la familia Sforza y que también contaba con el apoyo de los genoveses. En octubre del mismo año de 1421 tuvo lugar la primera confrontación naval entre ambos contingentes, en la batalla de Foz Pisana, cuyo resultado benefició a Alfonso V, quien se dirigió raudo hacia Nápoles para firmar el acuerdo con la reina Juana que le permitiese gobernar el reino. Pero ésta, siempre caprichosa y haciendo caso de las veleidades de la época, firmó un acuerdo con el condottiero Caracciolo y con los Sforza, y prefirió la candidatura de Luis de Anjou, lo que obligó a Alfonso V, después de casi un año en Nápoles, a regresar a la península, donde la grave situación económica de Cataluña y de Valencia lo reclamaba.


Durante nueve años permaneció en sus reinos peninsulares, enzarzándose en una estéril guerra con el monarca castellano Juan II para defender los intereses políticos y económicos de sus hermanos, los infantes de Aragón, en Castilla. En mayo de 1432, Alfonso V partió definitivamente hacia Italia, para instalarse en Sicilia. A la muerte de Juana II de Nápoles, en 1435, el monarca intentó asediar Gaeta, pero en la batalla de Ponza cayó prisionero de los genoveses, aliados del nuevo soberano napolitano, Renato de Anjou.

Trasladado a Milán, Alfonso supo sin embargo granjearse la simpatía de Felipe María Visconti, duque de Milán y señor de Génova, quien se convirtió en un amigo leal. Esta amistad facilitaría, en 1443, después de años de lucha con Venecia, Florencia, el Papado y los angevinos, la conquista de Nápoles por parte del rey aragonés.

A partir de este momento, Alfonso V estableció su corte en Nápoles, convirtió la ciudad un gran centro humanístico y se dedicó por completo a la política italiana. De forma paralela, el monarca confió el gobierno de sus reinos hispánicos, sucesivamente, a la reina María (1432-1454) y al hermano de ésta Juan de Navarra (1454-1458). Con todo, desde la distancia, favoreció las aspiraciones de los campesinos de remensa catalanes (1448), aunque no dudó en sofocar violentamente la revuelta del campesinado mallorquín (1453).

Alfonso V el Magnánimo murió en el castillo del Ovo, en la ciudad de Nápoles, el 27 de junio de 1458, y fue sucedido en la Corona de Aragón por Juan de Navarra, y en el reino de Nápoles por su hijo natural Fernando.

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