Enero de 1943…el challenger, oficialmente, ya es una pesadilla. Todo lo que podía fallar, falla, y además de forma catastrófica.
La suspensión es insuficiente, propensa a averías, y con pérdidas constantes de cadenas, aparte de hacerlo poco maniobrable. La torreta con un giro lamentable y lento, atascándose a la mínima, y con pérdida de precisión del cañón, pues el asiento del cañón no es adecuado. Su protección balística es miserable, y su interior está tan mal diseñado que pese a su gran tamaño, los tripulantes se molestan de forma constante. Y el meteor…dando problemas. Ah, y el peso, de las 28 toneladas del Cromwell, está ya un poco por encima de las 40…
Lo del meteor, requiere una pequeña explicación. Los británicos tenían, al igual que los japoneses, separados los proyectos de desarrollo y suministro de la marina, el ejército y la fuerza aérea. El del ejército era el Ministry of Supply (MoS) (donde Robotham tenía ya un cargo importante, lo que daría lugar a muchas maledicencias posteriores acerca de su emperramiento con el Cromwell y el Challenger), pero la RAF tenía el suyo propio, el Ministry of Aircraft Production (MaP). Y recordemos que el Meteor tenía su origen en un motor de aviación, y no en uno cualquiera, sino el que montaban la mayoría de los aviones británicos, por lo que la demanda era inmensa, y por supuesto el MaP no estaba dispuesto a compartirlo, y además, minó el desarrollo del V12 meteor todo lo que pudo. Este problema no se logró solucionar hasta que el MoS logró que Rover montase una adecuada línea de fabricación del mismo, que ya no dependía del MaP. Y ahí se comenzó a ver que una cosa es el motor de un Spitfire…y otra el de un carro de combate.