Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 27 Dic 2017 21:00

Batalla de Zalaca o Sagrajas


Pese a la trascendencia que tuvo esta batalla en el desarrollo de la Reconquista, ha venido reinando sobre ella un halo de confusión, silencio y misterio. Tanto es así, que ni siquiera se sabe con precisión en qué lugar de Badajoz sucedió o qué día exacto. Hoy, gracias al exhaustivo trabajo de investigación histórica, estudio de tácticas militares de la época y aplicación de la lógica bélica, realizado por el extremeño José María González, teniente coronel de Infantería, y el aragonés Diego González, Oficial de Artillería, ambos enamorados de la historia militar, se han podido despejar muchas dudas y desechar leyendas y errores.

El contexto

La batalla, que tuvo lugar en el año 1086 (posiblemente el viernes 23 de octubre), viene precedida de unos acontecimientos que explican el cómo y el por qué. Desmembrado el poderoso califato de Córdoba en el arranque del siglo XI, la zona ibérica bajo dominio musulmán se divide en numerosos reinos o taifas, más débiles que los reinos cristianos y además enfrentados entre ellos. Esto facilita a los reyes cristianos no solo la conquista paulatina de territorios, sino la imposición a las taifas de tributos o parias para no ser atacados.

Alfonso VI, ya monarca casi absoluto de los reinos cristianos, influido por el espíritu de las precruzadas (no pactar con el musulmán sino someterlo) entra en una dinámica de conquistas que le lleva a tomar Coria (1079) y Toledo (1085). Además, sus relaciones con el rey de Sevilla, Al Mutamid, están muy deterioradas, lo que deriva en una incursión cristiana de saqueo y castigo que le lleva en el 1082 hasta las puertas de Tarifa.

Los soberanos de las taifas de Badajoz y Sevilla están muy preocupados. También el de Granada: las conquistas de Coria y Toledo han dejado a Alfonso VI a las puertas de los territorios sevillano y badajocense, y es de prever que más pronto que tarde atacará las ciudades.

Alfonso VI confía ciegamente en su potencial militar y además es un monarca soberbio, poco dado a la diplomacia.

Petición de auxilio

Tas muchas dudas y desconfianzas, las taifas de Badajoz, Sevilla, Granada y Levante (Almería), deciden elevar una petición de auxilio al emir de los almorávides Yusuf, veterano monarca que reina en el norte de África. Deben romper la dinámica de pérdida de territorios, ya que llevan 80 años sin ganar una batalla contra los cristianos.

Yusuf duda: no conoce el terreno, ni el potencial del ejército cristiano (que supone muy alto), no confía en los reyes de las taifas y, además, los almorávides, muy rigoristas, desprecian a los musulmanes de la Península por considerarlos excesivamente blandos y con una vida muy alejada de las enseñanzas del Profeta.

Finalmente accede, incluso se compromete (un pacto fácil de romper) a retirarse logrado el objetivo y no imponer su ley a las taifas.

Desembarca con su ejército en Algeciras en julio del 1086.

Las semanas previas

Alfonso VI, empeñado en ese momento en el acoso a la taifa de Zaragoza, recibe la noticia del desembarco almorávide con cierto retraso, lógico teniendo en cuenta el sistema de envío de mensajes de la época. Deduce que el objetivo de los musulmanes ha de ser reconquistar Toledo o Coria, así que reúne a su ejército y marcha rápidamente hacia Toledo.

Llegado a esta ciudad recibe noticias de que el ejército musulmán, concentrado en Sevilla, ha iniciado la marcha hacia Badajoz. Por tanto, piensa el monarca cristiano, el objetivo no ha de ser Toledo, sino Coria, y hacia la ciudad cacereña se dirige.

Mientras, los almorávides de Yusuf, reforzados por efectivos granadinos, levantinos y sevillanos, llegan a Badajoz. Allí el emir medita su siguiente paso: marchar con rapidez sobre Coria no le convence: es mucha la distancia en un terreno desconocido, y tampoco tiene información fiable sobre las defensas de la ciudad cacereña ni sobre la capacidad operativa del ejército cristiano. Corre el riesgo de una derrota que debilitaría su posición frente a las taifas y tendría consecuencias en su reino africano. Eso en el mejor de los casos; en el peor, sería capturado o muerto en el combate.

Se impone la prudencia y decide detenerse en Badajoz, donde diseña otra estrategia. Obligará a los cristianos a presentar batalla cerca de la taifa badajocense. Con ello podrá calibrar el potencial de su ejército para futuras batallas y, en caso de derrota, siempre podrá refugiarse en los muros de la taifa, muy bien fortificada.

Pero necesita que Alfonso VI acepte el envite. Para ello aprovecha el carácter del monarca cristiano, muy confiado en sus fuerzas y muy orgulloso. Primero, Yusuf impone que el ejército no saldrá de los muros de Badajoz: no habrá incursiones de saqueo y castigo en los alrededores, con el fin de que Alfonso VI crea que se sienten débiles y solo quieren proteger la ciudad. Después, envía una carta al monarca cristiano que es una clara provocación: le insta a rendirse y abrazar el islam o atenerse a las consecuencias. Además, hace que esta carta la firme el rey de la taifa de Badajoz, Al Mutawakkil, sabedor de que Alfonso VI desprecia al aftasí y le considera un gobernante débil e incompetente.

La estrategia da resultado: Alfonso VI marcha hacia Badajoz, confiado en sus fuerzas, para recorrer 150 kilómetros por un terreno inseguro, cuando no hostil. Su intención no es tomar la ciudad, sino derrotar a los almorávides. Si Yusuf se queda en la margen izquierda del Guadiana y no presenta batalla, su prestigio se debilitará y será tachado de cobarde. Las taifas le darán la espalda y volverán a dividirse.

El lugar de la batalla

Este es uno de los aspectos que más especulaciones han desatado. Por asociación etimológica con Zalaca, se manejó la tesis de que el lugar podría haber sido cerca del castillo de Azagala, o bien junto a la localidad de Sagrajas. Los militares que mejor han estudiado el tema descartan ambos emplazamientos, fundamentalmente por el hecho de que es el ejército musulmán el que elige el lugar, que será el que mejor cuadre con su estrategia.

El primero porque no es viable que Yusuf, cuyo interés era pulsar la fortaleza del enemigo y protegerse de las consecuencias de una eventual derrota, se desplazase tan al norte, toda vez que no pensaba tomar Coria.

El segundo por tratarse de un terreno llano, sin accidentes naturales, y con una composición que dificulta el desplazamiento rápido de los jinetes, una de las bazas almorávides. No, Yusuf buscaría una zona con elevaciones que, por ejemplo, permitiesen ocultar los movimientos de su caballería en retaguardia. La táctica militar de los almorávides así lo aconseja: zona abrupta donde el frente de batalla fuese estrecho, dado que los cristianos sería los que cargasen con su caballería y era preciso ofrecer un frente compacto, con líneas que no pudiesen romperse al primer envite, y obstáculos naturales que permitiesen la segunda fase: el desplazamiento oculto de la caballería para atacar los flancos y la retaguardia cristiana. Es la táctica del yunque y el martillo: bloquear la acometida y golpear por el flanco y la retaguardia.

Por ello, basándose en los testimonios de la época, los trabajos de los historiadores y el propio desarrollo de la batalla, estos investigadores determinan que el lugar de la batalla fue, con casi total seguridad, el territorio que hay al norte de la desembocadura del Gévora en el Guadiana, en la margen derecha del Gévora y junto al cerro de Santa Engracia u Orinaza, donde hoy se levanta el Fuerte de San Cristóbal.

La batalla

A mediados de octubre, ambos ejércitos están prestos para la batalla. El campamento musulmán está en la zona indicada y el cristiano unos 5 kilómetros al norte (aproximadamente 2,5 kilómetros al sur de Valdebotoa). Se pacta un día para el enfrentamiento, aunque Yusuf sabe, y Al Mutamid además se lo recuerda, que Alfonso VI no respetará este pacto, cosa por otro lado habitual. Lo más probable es que ataque el 23, viernes, aprovechando que es un día consagrado a la oración por los musulmanes. Así parece suceder.

Para la batalla, Yusuf cuenta con 3.000 jinetes y 5.000 guerreros a pie. Mientras, Alfonso VI cuenta con 2.500 jinetes y 1.500 guerreros a pie. El desequilibrio de fuerzas no tiene por qué ser decisivo: serán los cristianos los que ataquen, así que lo que vale es la caballería, y ahí llevan ventaja: sus jinetes son experimentados y mucho mejor armados para el cuerpo a cuerpo. Una vez masacrado el frente musulmán, la infantería bastaría para completar la victoria.

Al principio, el combate parece decantarse a favor de los cristianos. Su caballería toma contacto con el frente de caballería de las taifas musulmanas y lo desarbolan. Los granadinos abandonan el flanco izquierdo y los badajocenses el derecho. Solo quedan en el centro los sevillanos, más por imposibilidad de retroceder, dado que detrás la infantería almorávide no les permite huir, que por otra cosa.

Pero cuando la caballería cristiana entra en combate con la segunda línea, la de la infantería almorávide, la situación se estanca. Los guerreros de Yusuf no ceden un palmo, favorecidos además por lo estrecho del frente, que impide a los caballeros cristianos romper una formación tan compacta.

Mientras, Yusuf ha ordenado a su caballería que rodee el cerro de Santa Engracia por el sur (ocultándose a la vista de los cristianos), cabalgue hacia el oeste y luego hacia el norte. Así sorprende a la caballería cristiana por su flanco derecho en una maniobra envolvente.

Además, una parte de la caballería almorávide se desgaja del grueso y ataca el campamento cristiano. Logran sorprender a la infantería de Alfonso VI, que aún no tenía orden de intervenir y que apenas puede establecer una formación defensiva para evitar ser masacrados, mientras los jinetes almorávides campan a sus anchas saqueando y destruyendo el campamento.

La confusión en el frente cristiano es total. La infantería almorávide avanza presionándoles, apoyada por lo que queda de la caballería sevillana y por las caballerías granadina y badajocense que han vuelto a la batalla al ver la nueva situación. Además, tienen que atender a los ataques de la caballería almorávide por la izquierda y empiezan a llegar noticias de lo que sucede en el campamento. Alfonso VI resulta herido, aunque no de gravedad.

La caballería cristiana huye hacia el campamento, lo que al menos la libera de la presión de la infantería almorávide, que no puede desplazarse a la misma velocidad. Se producen nuevos enfrentamientos cerca del campamento cristiano, y las tropas de Alfonso VI logran organizarse lo suficiente para evitar una desbandada que facilitaría el ser masacrados y retirarse con orden, dificultando el avance musulmán.

Yusuf se plantea la disyuntiva de perseguirles, con la expectativa incluso de dar muerte al rey cristiano y, por qué no, tomar Coria, o conformarse con la victoria. De nuevo da muestras de prudencia y decide frenar la persecución, puesto que su caballería está agotada y ha sufrido graves pérdidas, de manera que no es aconsejable internarse mucho en terreno desconocido.

Consecuencias

Zalaca no constituyó una batalla decisiva por el número de bajas de los contendientes, ni por el volumen de los ejércitos en liza ni porque se tomara ninguna ciudad importante. Sin embargo, tuvo consecuencias muy importantes para la Reconquista.

Estas consecuencias no son inmediatas, dado que Yusuf, victorioso y con popularidad creciente entre los musulmanes de la Península, se marcha a África (aunque deja a sus hombres de confianza para que le informen de lo que ocurre en las taifas) y las taifas vuelven a su dinámica de división. Sin embargo, no pasan ni dos años hasta que se produce otra llamada de auxilio al emir almorávide. Esta vez Yusuf ya va con otra estrategia: permanece en la Península, destituye a los soberanos de las taifas y vuelve a unir Al Andalus.

Ahora sí los musulmanes son de nuevo fuertes y derrotan a los cristianos en Aledo, Consuegra, Uclés… además de reconquistar Coria y Valencia y amenazar Toledo. La situación da un vuelco, y los musulmanes ya no pagan parias, lo que disminuye mucho los ingresos y por ende la capacidad operativa de los cristianos.

Es difícil estimar las consecuencias precisas, pero un cálculo conservador puede establecer que Zalaca supuso un retraso de no menos de siglo y medio en la Reconquista.

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Marco Tulio Cicerón.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 27 Dic 2017 22:45

La Batalla de Consuegra


La batalla de Consuegra tuvo lugar el 15 de agosto de 1097 en la localidad toledana de Consuegra, y enfrentó al ejército del rey Alfonso VI contra las fuerzas almorávides del emir Yusuf ibn Tasufin.

La batalla concluyó con una clara victoria para los almorávides.

En 1085 Alfonso VI el Bravo, rey de León y Castilla, conquista Toledo, la antigua capital del reino visigodo antes de la derrota del río Guadalete, y a ella traslada su capital, exigiendo a los desgastados reinos de taifas elevados tributos. Alfonso VI se encuentra en su apogeo y se hace nombrar Imperator e incluso Rex Ibericus.

Al año siguiente, el rey decide afianzar su poder en el norte de Hispania y pone sitio a Zaragoza, capital de la taifa del mismo nombre. El emir Yusuf ibn Tasufin desembarca en Algeciras en auxilio de los débiles reyes musulmanes. Alfonso VI, que no está dispuesto a tolerar esta osadía, levanta el cerco de Zaragoza y se dirige al encuentro de Yusuf. El rey sufre una humillante derrota en la batalla de Sagrajas, donde es masacrado al menos la mitad de su ejército: los almorávides rematan a los heridos en combate y agradecen a Alá la victoria subidos a un montón de cabezas de los cristianos.

Pero no es Alfonso VI el único que lucha contra los musulmanes: Rodrigo Díaz de Vivar, conocido como el «Cid Campeador», asola la zona del Turia y se apodera de la plaza fuerte de Valencia (1094) convirtiéndola en capital de un principado que él gobierna. Posteriormente derrota a Yusuf en dos ocasiones: en Cuart de Poblet (1094) y cerca de Gandía, en Bairén (1097) unidas sus tropas a las de Pedro I de Aragón. Pero mientras Rodrigo Díaz lucha en Valencia, un ejército almorávide capitaneado por Mohammed Ben al Hach se dirige a Toledo.

El rey decide desafiarlos en Consuegra, pero la escasez de tropas le obliga a pedir refuerzos al Cid, quien tras vencer en Bairén puede permitirse mandar refuerzos a su señor, y como muestra de amistad los envía al mando de su único hijo varón, Diego Rodríguez, heredero de su linaje. Diego llega con refuerzos y poco después su padre le envía la caballería de Álvar Fáñez, la cual es emboscada por los almorávides en las proximidades de Cuenca: algunos jinetes caen en el combate, otros vuelven a Valencia y los pocos restantes marchan con él hasta Consuegra.


Con asombrosa rapidez Alfonso reúne sus tropas en Consuegra, instalando su campamento en el castillo; allí se siente seguro, pues desde su torre albarrana, antigua fortaleza romana y posteriormente musulmana, se divisa todo el llano circundante. Manda reforzar las murallas de la ciudad y espera a los almorávides que no tardarán en llegar.

Alfonso VI coloca a Álvar Fáñez, experto comandante de caballería, apoyando a Pedro Ansúrez, cuyos hombres son tropas de élite; después coloca a Diego con las tropas del Cid, las mejor armadas, y manda al conde García Ordóñez que proteja con su caballería la vida de Diego. García Ordóñez era un antiguo enemigo del Cid (según el Cantar de Mío Cid, en una ocasión en que el rey Alfonso había encomendado a éste cobrar las parias al rey de Sevilla, el de Granada, Abdalá, se dirigió a saquearla ayudado por algunos nobles, entre los que estaba García Ordóñez. El Cid salió con todas sus tropas a plantar batalla a Abdalá y tras apresar en ella a García segó con su espada un mechón de la barba, lo cual era ofensa gravísima).

La infantería cristiana se dirigió contra la almorávide, apoyado cada contingente por otro de caballería. Los cristianos consiguieron romper las filas de la infantería, pero las alas almorávides, formadas por jinetes, envolvieron a los cristianos. El rey ordenó la retirada y, mientras en el flanco izquierdo se replegaban Pedro Ansúrez y Álvar Fáñez juntos, en el derecho sólo lo hizo García Ordóñez sin ayudar a Diego Rodríguez, quien rodeado por sus hombres, y éstos a su vez por los enemigos, no aguantó mucho más y cayó muerto.

Alfonso VI se refugió dentro de la ciudad, que no tardó en caer, y se retiró al castillo, un bastión inexpugnable en lo alto de un cerro. Tras ocho días de sitio, sin agua, ni apenas comida, y con solo unas centenas de hombres, Alfonso VI resiste el asedio de los moros que intentan escalar sus murallas. Tras el octavo día los almorávides, diezmadas sus tropas, sofocados por el calor y temiendo la llegada de refuerzos cristianos, levantan el sitio y se retiran.

Alfonso VI perdió muchos hombres, pero uno de ellos destaca sobre los demás: Diego Rodríguez, hijo del Cid Campeador, cuyo valor, entrega y muerte se celebran cada año desde 1997 en Consuegra.

La batalla de Consuegra fue el segundo gran combate directo entre el ejército castellano-leonés y el almorávide.

Yusuf ibn Tasufin, diez meses después de la batalla de Consuegra, en junio de 1098 volvió a Marrakech (África) satisfecho por sus numerosas conquistas.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 27 Dic 2017 23:42

Batalla de Salatrices


Según algunas crónicas Alfonso VI ataca Badajoz con Álvar Fáñez, pero es derrotado por los almorávides en la batalla de Salatrices, donde es herido de gravedad en la pierna derecha por un lanzazo que le impedirá montar más y él y su ejército consiguen a duras penas llegar a Coria (Cáceres), pero como los hechos descritos son muy similares a los de la batalla de Sagrajas del 1086, muchos expertos consideran que esta batalla es sólo un eco de aquella. Tras la derrota el conde García Ordóñez supuestamente se pasa al bando musulmán por haber incurrido en la ira regia, pero hoy se supone un invento de los juglares, pues en todos los documentos consta al lado de su rey.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 27 Dic 2017 23:46

Conquista de Valencia por el Cid


Tras el verano de 1092, con el Cid aún en Zaragoza, el cadí Ben Yahhaf (partidario de la facción almorávide) se hizo con el poder en Valencia, y Al-Qadir fue asesinado. Al conocer la noticia, el Campeador regresó a Valencia en noviembre y sitió la fortaleza de Cebolla, actualmente en el término municipal de El Puig, a catorce kilómetros de la capital levantina, rindiéndola mediado el año 1093 con la decidida intención de que le sirviera de base de operaciones para un definitivo asalto a Valencia.

Ese verano comenzó a cercar la ciudad. Valencia, en situación de peligro extremo, solicitó un ejército de socorro almorávide, que fue enviado al mando de Al-Latmuní y avanzó desde el sur de la capital del Turia hasta Almusafes, a veintitrés kilómetros de Valencia, para seguidamente volver a retirarse. Ya no recibirían los valencianos más auxilio y la ciudad empezó a sufrir las consecuencias del desabastecimiento. El estrecho cerco se prolongaría por casi un año entero, tras el cual Valencia se vio obligada a capitular el 15 de junio de 1094.

El Cid tomó posesión de la ciudad titulándose como «príncipe Rodrigo» y quizá de este periodo date el tratamiento de sidi (señor en dialecto hispanoárabe), que derivaría en «Cid». Con el fin de asegurarse las rutas del norte del nuevo señorío, Rodrigo consiguió aliarse con el nuevo rey de Aragón Pedro I, que había sido entronizado poco antes de la caída de Valencia durante el sitio de Huesca, y tomó el Castillo de Serra y Olocau en 1095.

De todos modos, la presión almorávide no cejó y en otoño de 1094 otro ejército al mando de Abu Abdalá llegó hasta Cuart de Poblet, a cinco kilómetros de la capital, donde fue interceptado y derrotado por el Cid. En 1097 una nueva incursión almorávide al mando de Muhammad ibn Tasufin intentó recuperar Valencia para el islam, pero cerca de Gandía fue derrotado por el Campeador en la batalla de Bairén con la colaboración del ejército de Pedro I de Aragón.

Ese mismo año, Rodrigo envió a su único hijo varón, Diego Rodríguez, a luchar junto a Alfonso VI contra los almorávides; las tropas de Alfonso VI fueron derrotadas y Diego perdió la vida en la Batalla de Consuegra. A fines de 1097 tomó Almenara, cerrando así las rutas del norte de Valencia y en 1098 conquistó definitivamente la imponente ciudad fortificada de Sagunto, con lo que consolidaba su dominio sobre la que había sido anteriormente taifa de Balansiya.

Establecido ya en Valencia, se alió también con Ramón Berenguer III con el propósito de frenar conjuntamente el empuje almorávide. Las alianzas militares se reforzaron con matrimonios. Hacia 1099 casó a sus hijas con altos dignatarios: Cristina con el infante Ramiro Sánchez de Pamplona y María con el conde de Barcelona Ramón Berenguer III. Tales vínculos confirmaron la veracidad histórica de los versos 3.724 y 3.725 del Cantar de mio Cid «hoy los reyes de España sus parientes son,/ a todos alcanza honra por el que en buen hora nació». En efecto García Ramírez el Restaurador fue nieto del Cid y rey de Pamplona; asimismo, Alfonso VIII de Castilla era tataranieto del Campeador.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 27 Dic 2017 23:57

Batalla de Almenar y Conquista de Lerida por el Cid


La batalla de Almenar se produjo en 1082 entre las tropas del rey Al-Mutamán de la Taifa de Zaragoza, comandadas por Rodrigo Díaz de Vivar, contra las tropas de Al-Mundir 'Imad al-Dawla, rey de la Taifa de Lérida, que contó con el apoyo del rey de Aragón, Sancho Ramírez, el conde de Barcelona, Berenguer Ramón II y el conde de Cerdaña y Berga, Guillermo Ramón I. Se trató de una campaña desarrollada en varios días en la frontera entre la Taifa de Zaragoza y la Taifa de Lérida en distintas localidades y fortalezas como Monzón, Peralta de Alcofea, Tamarite de Litera y Almenar, cuya causa fue la rivalidad entre los dos hermanos de la dinastía Banu Hud, que buscaban incorporar a sus dominios a la taifa rival tras el reparto de la Taifa de Zaragoza en su máxima extensión realizado por Al-Muqtadir, padre de ambos, a su muerte. El resultado fue la victoria de Al-Mutamán de Zaragoza, aunque no concluyó con cambios decisivos en las posesiones iniciales.

Tras la división de Zaragoza por parte de Al-Muqtadir en dos taifas (Zaragoza recayó en Al-Mutamán y Lérida en Al-Mundir) el rey de Zaragoza intentó someter a su hermano, Al-Mundir de Lérida, a su dominio, sin conseguirlo. Ante esa situación, decidió obligarle militarmente. Para ello contaba con el servicio del caudillo Rodrigo Díaz de Vivar que, recién desterrado del Reino de León y Castilla, había solicitado poner su mesnada y su saber en el campo de batalla a las órdenes de Al-Muqtadir en 1081, y continuó sirviendo a su hijo y heredero privilegiado, Al-Mutamán.

El rey zaragozano envió al Cid con el ejército hacia la frontera con Lérida en verano de 1082. Rodrigo se dirigió, al mando de un contingente de tropas andalusíes y castellanas, a Monzón para consolidar y reafirmar la lealtad de esta plaza al rey de Zaragoza. Pero en el camino hacia el enclave montisonense se le ofreció a la vista el rey de Aragón, Sancho Ramírez, con su hueste, con la esperanza de que el ejército aragonés haría vacilar o retirarse a Rodrigo Díaz. Sin embargo, el Campeador no se amilanó y avanzó hasta Peralta de Alcofea acampando a solo veinticinco kilómetros de Monzón, para al día siguiente ser recibido amigablemente por los gobernantes de Monzón, con lo que mostraban su fidelidad a Zaragoza.

Una vez confirmada la lealtad de Monzón, el Cid avanzó hacia el este hasta Tamarite de Litera para asegurar la frontera frente al rey Al-Mundir. Unos días más tarde continuó con su avance con el objeto de consolidar la fortaleza de Almenar para los dominios saraqustíes y disponer de una atalaya sobre la ciudad de Lérida, que solo dista veinte kilómetros de aquella plaza fuerte.

Fue entonces cuando Al-Mundir, seguramente a cambio de una recompensa material, solicitó la ayuda del ejército de Berenguer Ramón II de Barcelona y de las tropas del Condado de Cerdaña y Berga, gobernados en ese tiempo por Guillermo Ramón I. Reunido el contingente con el apoyo de otros magnates catalanes, Al-Mundir puso sitio a Almenar, donde el Cid había dejado una guarnición.

Mientras, el Campeador se dirigía hacia el sur, avanzando a lo largo de la frontera entre las dos taifas. Tras un tiempo de asedio, los defensores de Almenar comenzaron a sufrir la escasez de agua, lo que les puso en una situación insostenible. Rodrigo Díaz, que se hallaba en el castillo de Escarpe, situado en la confluencia de los ríos Cinca y Segre a diez kilómetros al sur de Fraga, y recién conquistado a la taifa leridana, solicitó a Al-Mutamán que acudiera con el grueso de las tropas taifales.

Acudió el rey Al-Mutamán de Zaragoza al requerimiento del Cid y le propuso al castellano combatir contra el ejército que cercaba Almenar. El Campeador mostró su reticencia hacia la conviniencia de este ataque directo y sugirió al rey que pactara el levantamiento del sitio a cambio de un pago material. Al-Mutamán siguió el consejo del Cid, pero el ejército sitiador rechazó el trato, confiados en su superioridad sobre el ejército zaragozano.

Ante esta respuesta el Cid se decidió a entrar en batalla campal, dirigiéndose hacia Almenar, donde le salió al encuentro el ejército de Al-Mundir. La victoria correspondió al ejército zaragozano, que puso en fuga al contingente leridano-catalán. Las tropas zaragozanas obtuvieron una importante botín y, sobre todo, capturaron al conde de Barcelona Berenguer Ramón II el Fratricida y a una parte de sus caballeros, seguramente miembros de su séquito personal.

El Cid llevó preso al conde de Barcelona a Tamarite de Litera donde fue entregado al rey Al-Mutamán. Muy probablemente, su rescate supuso una fuerte suma de dinero, como era usual en este tiempo.

Tras la inesperada victoria del Cid y la consolidación de la frontera oriental de la Taifa de Zaragoza, Al-Mutamán y Rodrigo Díaz regresaron a la capital de la Taifa con grandes muestras de júbilo, lo que situó al Campeador en una destacada posición en la corte del rey Hudí.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 28 Dic 2017 00:12

La Batalla de Uclés


La batalla de Uclés del año 1108 fue librada en la localidad española de Uclés (Cuenca), el 29 de mayo de 1108, entre las tropas cristianas de Alfonso VI de León y las almorávides de Alí ibn Yusuf, y se saldó con la derrota de las primeras.

El caudillo almorávide Yusuf ibn Tasufin, que ya había derrotado a Alfonso VI en Zalaca (o Sagrajas) en 1086, hubo de regresar a África a causa de la muerte de su hijo, por lo que no pudo aprovechar adecuadamente la victoria conseguida. Otras cuatro veces cruzó el Estrecho. En la segunda venida (1088), se produjo el cerco de Aledo que se tradujo en un rotundo fracaso, pero cambió el ánimo de Yusúf. En la tercera (1090), tuvo lugar la destitución de los reyes de taifas de Granada, Córdoba, Sevilla, Málaga y Badajoz. En la cuarta venida se libró la batalla de Consuegra en (1097) en la que Alfonso VI volvió a ser derrotado y murió el hijo del Cid. En esta época los almorávides conquistan Valencia (1102) y consiguen una importante vía de penetración hacia el interior peninsular. En la quinta venida de Yusuf (1103), se produjo la batalla de Salatrices (1106) en la que Alfonso VI fue herido en una pierna.

La marcha hacia Uclés

En septiembre de 1106 murió Yusuf y le sucedió su hijo Alí ibn Yusuf, quien decidió reemprender la tarea bélica iniciada por su padre. Tras diversos ataques contra los condados catalanes, decidió atacar el reino de Castilla por su flanco este, eligiendo a Uclés como primer objetivo.

Uclés era un punto estratégico celtíbero, posteriormente romanizado, del que se conserva alguna inscripción latina (como el ara romana dedicada al dios Airón que se conserva en el museo Segóbriga) y que era llamado Pagus Oculensis, de ahí Uclés, en árabe Uklis. Al desaparecer Segóbriga, pasó la capitalidad de la kura (región) a Cuenca (que estaba teniendo un importante auge) y Uclés se convierte en una de sus principales ciudades. Aquí, en 775 se sublevó al-Fath b. Musa B. Du-l-Nun contra Abd al-Rahman I y levantó diversos edificios, como termas y mezquita. Posteriormente los príncipes de Uclés se proclamarían reyes de Toledo.

Tras la conquista de Toledo en (1085), al-Qádir se fue a Cuenca (1085) y después a Valencia (1086), donde se proclamó rey de Cuenca con la ayuda de Álvar Fáñez. Uclés y los dominios de la kura de Santavariya quedaron bajo la protección de Alfonso VI, quien estableció en Uclés una guarnición propia, en representación teórica de al-Qádir, pero controlada por Álvar Fáñez.

El jefe almorávide Alí ibn Yusuf designó a su hermano Tamim ibn-Yusuf, gobernador de Granada, como mando supremo del ejército. Partió de Granada en la primera decena de mayo de 1108 -última del Ramadán- dirigiéndose a Jaén, donde se incorporaron las tropas de Córdoba mandadas por Muhammad ibn Abi Ranq. Siguieron por Baeza donde, entre la Roda y Chinchilla, se unieron el conquistador de Murcia y Aledo, Abu Abd Allah Muhammad Aysa, y el de Valencia, Abdallah ibn Fatima con el fin de que ninguna de las milicias se vieran aisladas en algún momento cuando se internaran en territorio enemigo.

El gran ejército avanzó, mal ordenado e indisciplinado, según era su costumbre y desprovistos de máquinas de guerra, abiertamente a través de la Meseta, saqueando y quemando los pequeños asentamientos cristianos que encontraban a su paso. Tras veinte o veinticinco días de marcha llegan a Uclés el miércoles 27 de mayo.

La última jornada fue galopante para sorprender, por la mañana, a sus moradores. Cruzaron el río Bedija y tomaron la ciudad extendida por la falda este del escarpado cerro, orientado de norte a sur, en que estaba enclavada la antigua alcazaba árabe, muy distinta al complejo defensivo que posteriormente construyeron en Uclés los caballeros de la orden de Santiago.

Los habitantes se quedaron estupefactos ante aquel inesperado ataque, poco pudieron hacer para evitar la destrucción de las partes bajas de las defensas y evitar el asalto. Los atacantes hicieron prisioneros a los que no dio tiempo de refugiarse en la alcazaba, que no llegó a ser tomada. En el poblado hicieron estragos, asesinando, arrancando árboles, derribando casas, destruyendo la iglesia, sus cruces y estatuas, arrancaron las campanas sustituyéndolas por almuédanos. Saquearon y se hicieron mutuos regalos de prisioneros. Los mudéjares del lugar recibieron a los asaltantes como libertadores, descubriéndoles brechas y partes cerradas. El sol se ocultaba y los muslimes regresaron a su campamento disponiendo centinelas que vigilasen sus extremos para evitar algún ataque por sorpresa. Durante el día siguiente, jueves 28, centraron sus esfuerzos en atacar la alcazaba ocasionando daños, pero sin lograr asaltarla.

La reacción cristiana

Cuando un espía cristiano informa a Toledo de que un ejército almorávide se ha movilizado y parece dirigirse hacia Toledo, el infante Sancho Alfónsez y los nobles que le acompañan envían emisarios a Calatañazor, Alcalá y otros lugares para reclutar tropas y concentrarlas junto a Toledo.

Una vez reclutadas las tropas, por la dirección del ejército almorávide, los cristianos entienden que éste se dirige hacia Uclés y no hacia Toledo, así que las tropas cristianas se encaminaron hacia Uclés donde llegaron dos días después que las musulmanas, una vez que la población ya había sido tomada, aunque la alcazaba todavía resistía el asedio

La batalla de Uclés (1108) contra los almorávides.

Alfonso VI no pudo acudir a la batalla, pues se hallaba en Sahagún, recién casado y convaleciente de la herida recibida en Salatrices. Al mando de las tropas cristianas iba el infante Sancho Alfónsez, acompañado por Álvar Fáñez y siete condes que residían con él en Toledo.

Sancho era el único hijo varón de Alfonso VI, fruto de las relaciones amorosas con la princesa Zaida. Desde el mismo momento de su nacimiento fue reconocido como heredero, designado a reinar en los dominios cristianos a pesar de haber nacido fuera del matrimonio y de que su madre fuera mora. Su padre así lo quiso haciéndole figurar en los diplomas reales a partir de 1103 ostentando las denominaciones de "puer, regis filius, infans, regnum electus patrifactum y Toletani imperatoris filius". En el "quirógrafo de la moneda", que es el último diploma donde suscribe el infante, aporta el dato de que su padre le había encomendado el gobierno de Toledo. Los cronistas dicen refiriéndose a su edad que era adhuc párvulo, que podía montar a caballo pero era incapaz de defenderse, por lo que estaría en torno a los trece años. Al cuidado de este príncipe de doble sangre está su ayo el conde de Nájera, García Ordóñez, a quien llaman Boquituerto y también Crespo, a quien el rey le hizo el encargo especial de ser el responsable directo de su seguridad.

Entre León y Castilla había veintisiete nobles y diecisiete obispos. Por tanto, los ocho aristócratas reunidos en Uclés suponían un quinto de los recursos militares del reino, con unos efectivos de aproximadamente 3.000 o 3.500 combatientes, entre caballeros, escuderos, mozos de caballos, encargados de las distintas remesas de provisiones y efectos y de los colonos del lugar reclutados.

Tamim piensa en retirarse sin presentar batalla, pero en la noche del jueves 28 al 29 de mayo, un joven musulmán desertor del ejército cristiano informa a los muslimes, dando todo tipo de pormenores del mismo. Tamim celebró consejo de guerra con los gobernadores de Murcia y Valencia, Abu Abd Allah Muhammad Aysa e Abdallah ibn Fatima, y acordaron dar la batalla, pero antes aseguraron bien el campamento reforzando su guardia y sus defensas contra la guarnición de la plaza, por si ésta hacía una salida durante el encuentro.

La batalla

No hay unanimidad entre los diversos cronistas sobre el desarrollo de la batalla, por lo que es difícil su reconstrucción.

Al rayar el alba, a punto de dar las 6 del viernes 29 de mayo, salieron los musulmanes al paso de los castellanos situándose a poca distancia de Uclés, al suroeste. Avanzaban los cordobeses en vanguardia, las alas las formaban las tropas de Murcia y Valencia, y el centro o saqa iba mandado por Tamim con los soldados granadinos.

Además, contaban con saeteros que combatían en ordenadas filas paralelas. La táctica de masas compactas y disciplinadas que actúan en concordancia era nueva para los cristianos, acostumbrados a los encuentros singulares. Los dos ejércitos estaban a la vista el uno del otro, frente a frente.

Las crónicas nos hablan de cuáles fueron los principales capitanes del ejército castellano-leonés: el infante Sancho, Álvar Fáñez, el conde de Cabra, García Ordóñez, que era ayo del infante, los alcaides de Toledo, Calatañazor y Alcalá de Henares, etc. La distribución del ejército castellano-leonés parece que fue la siguiente: en el centro estaba Álvar Fáñez, en uno de los flancos (que fue el que cedió) se hallaba el infante Sancho acompañado del conde García Ordóñez y algunos condes más, y en el otro flanco el resto de los condes.

Las tropas cristianas atacaron, con su caballería pesada, a las cordobesas, que iban en vanguardia, y provocaron en ellos un gran número de bajas. Los soldados cordobeses retrocedieron en orden buscando el apoyo de la retaguardia de Tamim. Mientras tanto, las alas almorávides, formadas por los gobernadores de Murcia y Valencia, con su caballería ligera realizaron un movimiento envolvente sobre las tropas castellanas que, de pronto, se encontraron con su campamento tomado y atacadas por los cuatro costados, tal como ocurrió también en Zalaca. Era la táctica del tornafuye que tan bien conocía el Cid Campeador.

El desorden reinaba en las filas cristianas sin tiempo para defenderse por todos los frentes, incapaces de improvisar un plan de emergencia provocando la huida de una tropa auxiliar de judíos. La situación se volvió dramática y los esfuerzos se centraron en salvar al hijo del rey. Dice Rodrigo Jiménez de Rada, al que copia y traduce la Primera Crónica General:

Como un enemigo hiriese gravemente el caballo que montaba el infante Sancho, dijo este al Conde: 'Padre, padre, el caballo que monto ha sido herido'. A lo que el conde respondió: 'Aguarda, que también a ti te herirán luego'. Y al punto cayó el caballo, y al caer con él el hijo del rey, descabalgó el conde y colocó entre su cuerpo y el escudo al infante, mientras la muerte se cebaba por todas partes. El conde, como era muy buen caballero, defendió al infante por una parte cubriéndolo con el escudo y por la otra con la espada, matando a cuantos moros podía; pero al fin le cortaron el pie y al no poder tenerse, se dejó caer sobre el niño porque muriese él antes que el niño.

Rodrigo Jiménez de Rada, Historia de los hechos de España

Es esta una versión, demasiado dramática, que como mucho describe tan solo el primer acto de la batalla.

Lo que no deja claro la crónica cristiana De rebus Hispaniae es si Sancho muere en este primer acto de la batalla o en otro momento. De haber estado entre los muertos en el recuento que se mandó hacer, la carta de Tamim no hubiera olvidado relatar este hecho, dada la importancia del personaje.

Posteriormente, las tropas de Alfonso VI hubieron de emplearse a fondo para lograr sacar al infante de la batalla, por lo que se retrasó la huida y aumentó el número de los que tuvieron que morir para proteger la retirada del infante.

Los musulmanes persiguieron a los que escapaban de la batalla y los alcanzaron a causa del lento cabalgar del infante Sancho, que debía estar herido o magullado por la caída del caballo. Otro factor que influyó en que los cristianos fueran alcanzados consistió en que éstos utilizaron caballería pesada (muy fuerte en la acometida inicial, pero torpe en las maniobras y en la huida), mientras que los almorávides emplearon caballería ligera típica bereber, un tipo de caballería que era bien conocida y apreciada desde los tiempos de Aníbal.

Al llegar al lugar denominado Sicuendes, se produjo una escaramuza, pues los siete condes y los que les seguían, al ser alcanzados, se enfrentaron de nuevo a los almorávides para proteger la huida del infante y de algunos caballeros señalados hacia el castillo de Belinchón. Mientras tanto, el grueso del ejército, al mando de Álvar Fáñez, encontró el camino de salvación dirigiéndose hacia Toledo.

El infante Sancho Alfónsez, bien porque era muy joven (según la hipótesis de Levi-Provençal debía tener 14 años y 8 meses) y estaba cansado o porque estaba malherido a causa de la caída del caballo o de los lances guerreros, no pudo seguir el camino de los que lograron escapar hacia Toledo y buscó refugio en el castillo de Belinchón, situado a 22,5 km de Uclés. Pero los musulmanes de Belinchón, al conocer que el ejército almorávide estaba cerca y que nada tenían que temer de los cristianos, se sublevaron contra la escasa guarnición cristiana y mataron al infante Sancho y a los que le acompañaban.

Cuando los que lograron huir, llegaron a Toledo y se presentaron ante Alfonso VI, no supieron responder a la pregunta del rey: ¿dónde está mi hijo?, pues desconocían que hubiera muerto en Belinchón.

El caso es que el cuerpo del infante Sancho se recuperó después y se enterró en el monasterio de Sahagún (León) junto a su madre.

La pérdida de la estratégica fortaleza de Uclés, la derrota de su ejército, tantos nobles desaparecidos y sobre todo la pérdida de su hijo le supuso al rey y su corte un duro golpe del que personalmente no se repondría. Al año siguiente fallecía.

El Bedija se tiñó de rojo y el campo quedó sembrado de cadáveres. Según Marino Poves, Bedija significa el río de la guerra santa (wadi yihad). Los almorávides no hicieron prisioneros. Los que no pudieron huir y quedaron heridos fueron rematados. Les cortaron la cabeza, sumando cerca de tres mil, y con ellas hicieron un macabro montículo desde el que los almuédanos llamaron a la oración pregonando la unidad de Alá, engrandeciéndolo por la victoria habida.

Los de Uclés, sintiéndose a salvo, se mantuvieron en la fortaleza sin apoyar a sus correligionarios en el combate. Tamim ibn-Yusuf, en vez de continuar el sitio del castillo, regresó apresuradamente a Granada y dejó que los gobernadores de Murcia y Valencia acabasen de rendir la ciudadela. Al no disponer de máquinas de asedio y ante las dificultades que ofrecía aquel empinado risco con sus formidables murallas, fingieron retirarse, pusieron celadas y, cuando los sitiados evacuaron la fortaleza y quisieron ponerse a salvo, los sorprendieron matando a unos y cautivando a otros.

A la rebelión de Belinchón y la toma de Uclés siguieron la pérdida de Ocaña, Amasatrigo, Huete y Cuenca, lo que facilitó al emir Alí, dos años después, emprender una campaña que finalizaría con la absorción de Zaragoza por el imperio almorávide.

Consecuencias

Las principales consecuencias de la batalla de Uclés son las siguientes: El rey Alfonso VI se quedó sin un hijo varón heredero de sus reinos, lo cual dio lugar a que lo heredara su hija, Urraca I de León. Las desavenencias matrimoniales de Urraca con su marido, el rey de Aragón Alfonso I el Batallador, dieron lugar a luchas intestinas y retrasaron la reconquista. Además, se produjo la independencia de Portugal, al reclamar pretender Teresa convertir en reino el condado portugués que heredó de su padre.

Los musulmanes llamaron al lugar donde se libró la batalla Siete Puercos. Más tarde, el comendador de Uclés, Pedro Franco, mudó el nombre por Siete Condes, vocablo que ha derivado en Sicuendes. Con este nombre se levantó un pequeño poblado, hoy desaparecido, entre Tribaldos y Villarrubio, a unos 6 km al suroeste del castillo.

Los siete condes

Los investigadores del siglo XX se han preguntado por la identidad de los siete condes que acompañaron al infante Sancho Alfónsez y que murieron en Sicuendes por protegerlo. Reilly, revisando la colección diplomática de Alfonso VI, detecta aquellos personajes que confirman los documentos reales con anterioridad a 1108 y que dejan de hacerlo después de la batalla de Uclés. Entre ellos encuentra a los siguientes nobles que debieron perecer en Uclés: Martín Flaínez, Gómez Martínez, hijo del conde Martín Alfonso, Fernando Díaz, Diego Sánchez y su hermano Lope Sánchez, que era sobrinos de Lope Jiménez. A ellos se ha de añadir el conde de Nájera, García Ordóñez, ayo del infante.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 28 Dic 2017 12:06

La Batalla de Bairen


La batalla de Bairén se libró entre las fuerzas de Rodrigo Díaz el Campeador, en coalición con las de Pedro I de Aragón, contra los almorávides de Muhammad ibn Tasufin.

Rodrigo Díaz, que el 17 de junio de 1094 ​ había conquistado Valencia,​ y Pedro I de Aragón se habían reunido en junio de 1094 en Burriana para concertar una alianza a fin de hacer frente a los almorávides. En virtud de este pacto, el Cid partirá en diciembre de 1096 con ayuda de tropas aragonesas para abastecer de municiones y víveres su fortaleza del castillo de Peña Cadiella, restaurada por el propio Campeador en octubre de 1091 para dominar los accesos a Valencia desde del sur por la ruta interior en el curso de las operaciones de dominio sobre Levante que el Campeador había emprendido antes de la llegada de los norteafricanos. Cuatro años más tarde, en 1095, los almorávides controlaban Játiva y Gandía.

Muhammad ibn Tasufin, comandante en jefe del ejército islámico, salió al encuentro de las tropas conjuntas cristianas en Játiva. Desde esa posición amenazaba al Cid y Pedro I quienes, a pesar de todo, consiguieron llegar a Peña Cadiella y abastecerla. Rápidamente, comenzaron el regreso hacia el este, tomando la ruta de la costa, pensando que era menos peligrosa que atravesar los desfiladeros situados entre Denia y Játiva, dos grandes poblaciones dominadas por los almorávides. Transcurría el mes de enero de 1097.

Mientras el Cid y el rey de Aragón avanzaban hacia el norte, acampando en Bairén, un lugar situado pocos kilómetros al norte de Gandía, el ejército almorávide había tomado el promontorio de Mondúver (una altitud de 841 metros cercana al mar), desde donde hostigaban el campamento cidiano. Además, el general Muhammad había conseguido llevar una flota compuesta por naves almorávides y andalusíes al mismo punto, desde donde arqueros y ballesteros islámicos combatían entre dos fuegos a las tropas cidiano-aragonesas.

La situación parecía desesperada, pero el Cid arengó una mañana a sus tropas para conminarlas a llevar a cabo una carga frontal con toda la caballería rompiendo las filas enemigas por su centro. Al mediodía se efectuó el ataque con toda la energía posible, que sorprendió por su arrojo a las posiciones almorávides, que cedieron y posteriormente huyeron en desbandada. La desorganización de la retirada provocó que muchos guerreros musulmanes murieran ahogados en el río que tenían a su espalda o en el mar al intentar alcanzar las naves almorávides para ponerse a salvo. El ejército cristiano consiguió un gran botín en la persecución posterior a la victoria y el paso franco hacia la ciudad de Valencia.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 28 Dic 2017 12:26

Sitio de Saraqusta o Zaragoza


El sitio de Saraqusta de 1086 fue una de las batallas de la Reconquista.

Al-Múndhir ibn Yahya at-Tujibí consiguió hacia 1013 la independencia de la Taifa de Saraqusta respecto del Califato de Córdoba.

El 1076, a la muerte del rey Sancho IV de Navarra, Alfonso VI de León se anexionó los territorios del actual País Vasco y adoptó el año siguiente el título de Emperador. Mediante el sistema de las parias consiguió que la mayor parte de los reinos de taifas musulmanes fueran sus tributarios.

El 25 de mayo de 1085 conquistó Toledo aprovechando la reclamación de un antiguo aliado contra un usurpador del trono. Con esta conquista el rey castellano-leonés se tituló Emperador de las dos religiones y sus dominios se extendieron hasta el río Tajo, cosa que permitió la amenaza constante de las taifas cordobesas, sevillanas y granadinas. Conquistó Valencia el febrero de 1086 con las tropas de Alvar Fáñez, que se quedó encargado de la defensa para que Yahya al-Qàdir pudiera gobernar el emirato de Balansiya.

El Asedio

La primavera de 1086, Alfonso VI de León puso asedio a Zaragoza, que contó para su defensa con el Cid como lugarteniente de a el-Mustaín. Ante esta circunstancia, los reyes de las taifas pidieron ayuda a los almorávides y el emir Yússuf ibn Taixfín desembarcó en el-Yazira al-Jadrā en auxilio de los débiles reyes musulmanes el 30 de julio.

Alfonso VI, que no estaba dispuesto a tolerar esta osadía, levantó el asedio de Zaragoza y se dirigió al encuentro de Yusuf pero sufrió una humillante derrota en la batalla de Sagrajas.

Consecuencias

En la batalla de Sagrajas (Badajoz), el emir almorávide Yusuf ibn Tashfin consiguió vencer al rey Alfonso VI. A pesar de que los musulmanes asediaron varias veces la ciudad de Toledo, pero no consiguieron conquistarla.

Mientras, Monzón cayó el 24 de junio de 1089 a manos de Pedro I de Aragón, quien en 1095 conquistó Waixqa (Huesca), después de derrotar el emir Àhmad ibn Yússuf al-Mustaín en la batalla de las llanuras de Alcoraz. El 1101 tomó Barbastro, Sariñena y puso asedio a las ciudades de Zaragoza y Tamarite de Litera en1104.​ Con estas conquistas se consolidó la supremacía militar de las tropas cristianas sobre las musulmanas y la zona del Ebro como terreno abierto a la conquista aragonesa. El emirato fue finalmente conquistado en 1118 por Alfonso I de Aragón.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 28 Dic 2017 18:35

Batalla de Graus


La batalla de Graus enfrentó a las tropas de la taifa de Zaragoza, apoyadas por un contingente castellano al mando del príncipe Sancho de Castilla (futuro Sancho II), contra el reino de Aragón, ante el intento de conquista de la ciudad de Graus por parte de los aragoneses.

Ramiro I de Aragón intentó repetidas veces apoderarse de Barbastro y Graus, lugares estratégicos que formaban una cuña entre sus territorios. En la primavera de 1063 comenzó a sitiar Graus lo que motivó el enfrentamiento entre las tropas de Ramiro I de Aragón y Al-Muqtadir de la Taifa de Zaragoza, que contó con el refuerzo del infante Sancho de Castilla, que quizá contaba en su mesnada con un joven Rodrigo Díaz de Vivar. La presencia castellana se explica porque cobraba parias del musulmán. Los aragoneses fueron derrotados y perdieron en esta batalla a su rey Ramiro I †, al parecer asesinado por un soldado árabe, llamado Sadaro, que hablaba romance y que, acercándose al real de Ramiro I disfrazado de cristiano, le clavó una lanza en el rostro. Murió ante las puertas de Graus el 8 de mayo de 1063.

La ciudad fue finalmente conquistada por los aragoneses en 1083, siendo rey Sancho Ramírez, hijo y sucesor de Ramiro I.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 28 Dic 2017 18:49

Batalla de Golpejera


El helador invierno palentino del año 1072 fue testigo de una de las batallas más grandes de nuestra historia, y por sus consecuencias posteriores podemos considerarla una de las más trascendentales. Conocida como Batalla de Golpejera, Volpejera o Vúlpejar, aún hoy, casi mil años después aún se duda del lugar exacto donde los ejércitos de los reinos de León y Castilla se enfrentaron con el fin de dilucidar cual de sus dos monarcas asumía la supremacía. Pero para entender el porqué Sancho y Alfonso, siendo hermanos decidieron jugarse su futuro a una carta en Golpejera, tenemos que retroceder unos pocos años.

En el año 1035, tras un fructífero reinado muere el Imperator Totius Hispaniae Sancho III de Navarra, dejando un inmenso legado a sus hijos que abarcaba además del Reino de Pamplona; los condados de Castilla, Aragón, Sobrarbe y Ribagorza. Siguiendo la tradición Navarra, García como hijo mayor heredó el reino pamplonés; Fernando, el segundo, el condado de Castilla convirtiéndose en su primer Rey independiente; y el hijo menor, Gonzalo, se quedó con Sobrarbe y Ribagorza. Además Sancho desposo a Jimena, su única hija, con el rey Bermudo III de León, y otorgó el condado de Aragón a Ramiro, -hijo ilegítimo- que al igual que Fernando se alzó como rey del entonces pequeño condado aragonés.

Al poco de morir el rey Sancho, comienzan los conflictos entre sus hijos, de los cuales saldrá claro vencedor Fernando. Tras derrotar y matar en la Batalla de Tamarón a Bermudo III de León (último de la dinastía de Pelayo), se hace con el trono leonés al estar Fernando casado con Sancha, hermana de Bermudo y heredera legítima; posteriormente, en 1074 Fernando da muerte a su hermano García en la Batalla de Atapuerca, convirtiéndose en monarca supremo de la España cristiana.

Fernando, reconocido por la historia como “el magno”, dirigió con mano de hierro sus dominios, además de reforzar de forma decisiva el poder cristiano frente al Islam en España. A su muerte, en 1065, decidió al igual que su padre repartir los reinos entre sus hijos, dejando en herencia Castilla –su reino por derecho- a Sancho que era el mayor; León al segundo, -y parece que favorito- Alfonso; y Galicia y Portugal a García. A sus hijas Urraca y Elvira las entregó los señoríos de Zamora y Toro.

Dos años transcurrieron en paz entre los hermanos tras la muerte de su padre, los que se mantuvo con vida la Reina viuda Sancha. A partir de ese momento, se sucedieron los enfrentamientos entre los hermanos en busca de volver a unificar el territorio bajo una sola corona. El primer enfrentamiento de cierto nivel, tuvo lugar en Palencia en 1068, -bueno es recordar que el territorio palentino que transcurre entre los ríos Pisuerga y Carrión estaba en disputa por ambos reinos desde tiempos de Sancho el Mayor, aunque oficialmente se mantenían bajo poder leonés- concretamente en terrenos del actual municipio de Lantadilla. Esta batalla, conocida como de Lantada, enfrentó a lo más selecto de los ejércitos castellano y leonés, bajo la premisa de que quien venciera se haría con los dos reinos; más cuando la contienda comenzó a decantarse del lado castellano, Alfonso se retiró picando espuela hacía zona segura antes de ver perdida su corona, y su vida.

Los cuatro años que transcurrieron entre las Batallas de Llantada y Golpejera, lo invirtieron Sancho y Alfonso en repartirse el Reino galaico-portugués de su hermano pequeño. Mediante un acuerdo, Alfonso dejó pasar a las tropas castellanas por territorio leonés para combatir en Portugal, a cambio de que una vez vencido García, los territorios se repartiesen entre castellanos y leoneses. Así ocurrió en 1071, y el pequeño García acabó capturado en Santarém, y poco después exiliado a su paria sevillana. Lógicamente, todos sabían ya, que tras conquistar Galicia y Portugal, lo siguiente era disputarse nuevamente el dominio sobre todo el territorio entre castellanos y leoneses. Y eso ocurrió de nuevo en Palencia, en la Batalla de Golpejera.

La tradición nos marca que el enfrentamiento se produjo entre los actuales términos de Villamuera de la Cueza y Cardeñosa de Volpejera. Una placa recuerda en una finca privada que se encuentra entre estas dos localidades, que justo ese lugar fue el que acogió tan importante contienda. Pero decíamos antes que el lugar no es seguro, y estudios recientes parecen indicar que más bien fue cerca de la actual localidad de Villarmentero –en pleno Camino de Santiago- donde se produjo el combate. Nombres como La Reyerta, La Matanza o La Mortera se mantienen en la memoria de las gentes de la zona desde siempre como el lugar real de la batalla, así como también se encuentra cerca el sitio conocido como Las Tiendas, donde se supone que se estableció el campamento castellano.

Sea como fuere, lo cierto –así nos lo reconocen todas las grandes crónicas medievales- es que bajo el frío amanecer del doce de enero de 1072, todo hombre en disposición de combatir por parte de ambos reinos se encontraba en Golpejera dispuesto a morir, o a convertir a su rey, en el único heredero de Fernando I el magno. De parte castellana comandaba la hueste junto al rey Sancho II, su alférez Rodrigo Díaz de Vivar; y de parte leonesa sobresalía la figura del conde de Saldaña Pedro Ansúrez, alférez real de Alfonso VI de León.

Durante todo el día se combatió sin tregua, la crónica nos dice que las bajas en ambos bandos fueron cuantiosísimas, y que al final de la jornada la victoria parecía segura para las huestes leonesas. Con la llegada de la noche, el combate de manera sorprendente paró, ante la huída desordenada de los castellanos. La decisión de Alfonso de no perseguir, y dar muerte a los castellanos tras la huída, es de las más controvertidas de siempre para los historiadores, pues supuso a la postre la reagrupación durante la noche del ejército castellano, y un contraataque al amanecer que sorprendió a los leoneses, -quienes ya se veían vencedores- dando muerte a muchos de ellos, y haciendo huir al propio Rey, que consiguió resguardarse en la cercana iglesia de la Santa Virgen de Carrión de los Condes.

Allí mismo fue capturado Alfonso, y llevado encadenado por todos los castillos y ciudades hasta Burgos, donde se le hizo renegar de sus derechos sobre la Corona. Alfonso, al igual que antes su hermano García, marchó junto a su alférez camino del destierro, en este caso a Toledo; así nos lo cuenta La Crónica Compostelana “Bello captos, alterum scilicet Aldephonsum, Toletum”

Sancho II fue el vencedor absoluto en Golpejera, y salió proclamado Rey de todos los reinos que su padre ostentó. ¿Todos? No, aún le quedaba tomar Zamora, en propiedad de su hermana Urraca, y leal a Alfonso. Allí, en la batalla más sencilla de cuantas afrontó, encontró Sancho “el fuerte” pocos meses después la muerte de forma traicionera a manos del noble leonés Bellido Dolfos; y de esta rocambolesca manera, Alfonso “el bravo”, derrotado en batalla, acabó proclamándose soberano de todas las tierras y súbditos de los reinos de León y Castilla.. Ahí comienza su extraordinario reinado, y la leyenda del destierro del Cid, pero eso ya es otra historia..

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 28 Dic 2017 18:54

Batalla de Llantada



La batalla de Llantada, Plantaca o Plantada fue una batalla que enfrentó a los herederos de Fernando I, en la que Sancho II de Castilla, ayudado por Rodrigo Díaz de Vivar, su alférez, derrotó a su hermano Alfonso VI de León. Tuvo lugar el miércoles 19 de julio de 1068 en las orillas del río Pisuerga, en la frontera entre el reino de León y el reino de Castilla, en un valle cerca del actual pueblo de Lantadilla (Palencia).

Probablemente haya que corregir la fecha de la batalla y pasarla al 16 de julio para que recaiga efectivamente en miércoles, la corrección propuesta parte de un supuesto error de lectura en la cifra romana de los días de calendas: donde se ha leído XIIII, el original habría escrito XVII, incurriendo en el frecuente error de leer V por II, así el XVII de las calendas de agosto sería el 16 de julio, que el año 1068 cayó efectivamente en miércoles.


El reparto de la herencia entre todos los hijos de Fernando I nunca satisfizo a Sancho, que siempre se consideró como el único heredero legítimo, por lo que inmediatamente se movilizó para intentar hacerse con los reinos que les habían correspondido a sus hermanos en herencia. Se inició así un periodo de siete años de guerras protagonizadas por los tres hijos varones de Fernando I.


Al fallecer en 1067 la reina Sancha se iniciaron las disputas con su hermano Alfonso, al que se enfrentó el 19 de julio de 1068, en Llantada en un juicio de Dios, para dirimir la posesión de sus respectivos reinos en manos de un único soberano, ambos hermanos pactaron que el que resultase victorioso obtendría el reino del derrotado.

Sancho II con la ayuda de Rodrigo Díaz de Vivar su alférez, derrotó a Alfonso VI que huyó.

La batalla no fue decisiva, aunque Sancho venció, su hermano Alfonso no cumplió con lo acordado (no cedió sus derechos) manteniéndose las relaciones entre ambos hermanos, como lo demuestra el hecho de que Alfonso acudiera el 26 de mayo de 1069 a la boda de Sancho con una noble inglesa llamada Alberta y donde ambos dicidieron unirse momentáneamente para destronar a García de Galicia y repartirse su reino.

La batalla de Llantada tuvo como principal consecuencia el aumento del prestigio de Rodrigo Díaz de Vivar.

Sancho logra derrotarle también en la batalla de Golpejera (1072). Como consecuencia de ello, Alfonso es encarcelado en Burgos y posteriormente desterrado a la ciudad musulmana de Toledo. El asesinato de Sancho, posiblemente por encargo de Alfonso, en la ciudad de Zamora, le convierte de nuevo en rey de León y le permite reclamar el trono castellano como heredero, con el apoyo incondicional de su hermana Urraca.

La batalla provoco la práctica desaparición de la población de Llantada y del cercano núcleo (barrio) de Fuentepiñel, algunos de cuyos supervivientes emigrarían hacia las atractivas tierras situadas al sur del Duero siguiendo a Pedro Ansúrez. Posteriormente, en el siglo XII o en los comienzos del siglo XIII, irán adquiriendo carta de naturaleza la mayor parte de los asentamientos que con el paso de los años formarán la Comunidad de Villa y Tierra de Fuentidueña (ver apartado de Noticias Históricas).

Del lugar de la batalla solamente queda en la actualidad como recuerdo la ermita de la Virgen de Lantada, con una pequeña talla románica de Virgen sedente con Niño.

El Puente Fitero, en Itero de la Vega, un precioso puente de once arcadas sobre el río Pisuerga, al parecer fue mandado construir por el rey Sancho II de Castilla para celebrar la victoria sobre el rey de León en la batalla de Llantada. Es citado en la guía de los peregrinos del siglo XII, el Códex Calixtinus.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 28 Dic 2017 21:17

Batalla de Candespina


La batalla de Candespina tuvo lugar el 26 de octubre de 1110 en Fresno de Cantespino (cerca de Sepúlveda, Segovia) y enfrentó a los ejércitos de Alfonso I el Batallador contra una coalición de tropas leonesas, castellanas y gallegas que defendían el partido de Urraca I.

Desde junio de 1110 las relaciones entre Alfonso de Aragón y Urraca de León, unidos en matrimonio, habían empeorado. Urraca concedía en agosto importantes privilegios a Diego López de Haro, a la sazón señor de Álava, Vizcaya y Nájera (donde la reina comenzó a reunir tropas) para atraerse partidarios a su causa, apoyada por ciertos sectores de la nobleza de León, Castilla y Galicia, como el conde de Traba Pedro Froilaz —quien aspiraba a obtener el poder feudal sobre Galicia—, que se acogieron a los derechos al trono del nieto de Alfonso VI, el infante Alfonso Raimúndez (futuro Alfonso VII), que habían quedado relegados en el contrato matrimonial de Urraca y el Batallador. A esto se sumaba la posible relación amorosa que Gómez González Salvadórez, posteriormente conocido como «conde de Candespina», tenía con la infanta Urraca cuando, en su lecho de muerte, Alfonso VI designó a Alfonso I de Aragón como marido ante el designio del rey de León de nombrarla heredera al trono, con la previsible contrariedad de Gómez González. Toda esta facción se levantó en rebeldía contra el rey de Aragón, a quien veían como un intruso, por lo que propagaban una imagen del Batallador muy negativa que posteriormente reflejaron las crónicas leonesas, como la Crónica compostelana, cuyo fin era la exaltación del obispo de Santiago Diego Gelmírez, quien en 1111 abrazaría la causa de la rebelión contra el rey aragonés buscando la expansión de su diócesis, que llevó hasta la condición de un arzobispado que se extendió por gran parte de León, Portugal y la actual Extremadura.

Por otro lado, Bernardo de Toledo, el arzobispo primado de España, recibía en Sahagún ante la presencia de los obispos de León y Oviedo misivas del Papa en que declaraba la nulidad matrimonial de Alfonso y Urraca con el pretexto de una lejana consanguinidad, y amenazaba con excomulgar a ambos esposos de no llevar a cabo su mandato.

Así pues, se generó un ambiente hostil contra el rey Alfonso I que escondía una auténtica guerra civil entre partidos enfrentados en el fondo por ambiciones de poder feudal y que obtuvieron apoyo de la población descontenta a causa de un periodo de escasez, que podía lograr medios de vida en las algaras de la vida de campaña y en los botines de guerra apoyando a una u otra facción.

Dada esta situación, la reina Urraca encabezó un partido rebelde contra su esposo y congregó en Burgos las fuerzas de importantes prelados y magnates leoneses, castellanos, portugueses y gallegos, entre cuyos caudillos cabe citar al conde Pedro Ansúrez, Fruela Díaz o Rodrigo Muñoz, todos ellos comandados por Gómez González y Pedro González de Lara, cuya actuación sería decisiva en el resultado de la batalla. Alfonso I, por su parte, consiguió contar con el apoyo del conde Enrique de Portugal

La batalla tuvo un desarrollo discutido, y lo único que se sabe a ciencia cierta es que Alfonso I de Aragón obtuvo una clara victoria. Generalmente se admite que en esta victoria influyeron las disensiones internas del contingente opuesto al Batallador. Según Rodrigo Jiménez de Rada, autor de De rebus Hispaniae, Pedro González de Lara comandaba la vanguardia del ejército y huyó al poco de comenzada la lid, dejando en desventaja al ejército castellano-leonés y en evidencia al otro comandante, el conde de Candespina Gómez González Salvadórez, que perecería en combate.

La tradición castellana refiere que Pedro González de Lara abandonó la pugna nada más comenzar esta porque rivalizaba por el favor de la reina con el conde de Candespina, de quien se sospechaba que mantenía relaciones con Urraca I. El de Lara traicionaba a su rival para poder quedar como único favorito de la reina.2​

La victoria de Alfonso I el Batallador, aunque fue aplastante, no tuvo mayores consecuencias. A pesar de que temporalmente dio origen a una tregua entre las facciones (y esposos) rivales, la rebelión contra el rey aragonés continuaría y se incrementaría con la toma de partido del obispo santiagués Diego Gelmírez al año siguiente, y con la proclamación del infante Alfonso Raimúndez como rey de León con todo el boato de que fue capaz la sede compostelana. Tras una continua oposición y numerosas dificultades, el rey aragonés acabaría renunciando al trono de León, al título de emperador (que había heredado de Alfonso VI) y, en definitiva, a la posibilidad de una unión dinástica entre los reinos de León y Aragón que podría haber constituido (solo quedaban fuera los condados pirenaicos orientales, legalmente bajo el vasallaje franco) una pronta unión de la mayor parte de la España cristiana.

La batalla


En el ejército reunido por Urraca destacan el veterano y antiguo alférez del rey Alfonso VI Pedro Ansúrez, el cual acompaña a la reina por lealtad, aunque ya hemos visto cómo nunca se había opuesto al matrimonio, así que no es difícil imaginar que no acudía a pelear contra Alfonso de Aragón con demasiado entusiasmo. El que sí marchaba todo entusiasmado era don Gómez González Salvadórez, antiguo amante de doña Urraca, de la cual todavía andaba enamorado, a pesar de que ya se había casado con otra Urraca –Urraca Muñoz-; y allí marchaba, dispuesto a hacer de amante despechado y novio despreciado, y cargarse al marido, si era posible.
Marchaban, además, de parte de Urraca, otros personajes como Fruela Díaz, conde de Astorga, Diego López de Haro, de Vizcaya, Rodrigo Muñoz, conde de Cantabria y Pedro González de Lara. Y atención a este último, porque no puede ver ni en pintura a Gómez González, ya que él también anda enamoriscado de Urraca.

Por su parte, Alfonso de Aragón también se había buscado sus aliados. Con él viene ni más ni menos que Enrique de Borgoña, aquel que una vez aceptó el plan de su primo Raimundo para derrocar a quien se atreviera a suceder a Alfonso VI en el trono. Por lo visto, Enrique había rechazado unirse al rebelde conde gallego Pedro Froilaz. ¿Fue porque se vio influenciado por su mujer, Teresa, que era medio hermana de Urraca? ¿O fue porque la sensatez le hizo ver que un simple conde rebelde nada tenía que hacer contra un rey que estaba demostrando día tras día su imbatibilidad en el campo de batalla? Nada de eso. Fue porque Enrique estaba jugando varias bandas. Ya veremos cómo el astuto conde de Portugal se cambia la camisa según le conviene.

Fue en el campo de Candespina, en Segovia. Allí, en el camino que va de Sepúlveda a Gormaz, Alfonso les salió al paso a las tropas de su esposa. Y allí se libró la batalla, donde las sorprendidas tropas de Urraca, que no los esperaban, se llevaron un buen varapalo en el primer choque. Y en los siguientes no salieron mejor paradas, y Pedro González de Lara viendo el asunto muy feo, decidió retirarse. Las tropas de la reina quedaron entonces en inferioridad, y a partir de ahí todo fue de mal en peor hasta quedar finalmente vencidos. En la refriega perdió la vida el conde Gómez González. Y es por eso que las malas lenguas cuentan que Pedro González no abandonó el combate por miedo, sino porque vio la gran oportunidad de deshacerse de su rival; ahora Urraca quedaba como amante para él solo. Ya fuera por lo que cuentan o por cualquier otra causa, Urraca ordenó que Pedro González fuera encarcelado. Con Gómez González, sin embargo, tuvo un último gesto de reconocimiento, nombrándolo su mejor vasallo.

Mientras tenía lugar la batalla de Candespina, en Galicia la cosa se ponía de nuevo caliente. El castillo del conde Froiláz es sitiado por la hermandad de los pequeños condes afines a Urraca. Dentro del castillo se encuentra el pequeño Alfonso Raimúndez, no olvidemos que el niño está bajo la tutela de este conde. El motivo del cerco es conseguir secuestrar al pequeño para que no sea nombrado rey de Galicia. El arzobispo Gelmírez, que hasta ese momento se ha mostrado neutral en el conflicto, acude al castillo para negociar, ya que no ve razonable las pretensiones de los pequeños nobles. La reacción de estos fue desproporcionada, y viéndose traicionados por Gelmírez atacaron su campamento y a su hueste que hasta allí lo había acompañado. El campamento quedó destrozado y el pequeño Alfonso fue secuestrado.

Después de la batalla, y como todo matrimonio suele hacer después de una buena y reparadora bronca, Urraca y Alfonso se reconciliaron. Aunque, ironías aparte, el motivo obedecía más a la conveniencia de llevar su proyecto a buen puerto. Alfonso, y por lo tanto todos los que le apoyaban a él y a su proyecto político, habían vencido, por lo tanto había que seguir adelante, y puestos a elegir, a Urraca le convenía más estar dentro que fuera de aquel proyecto que había ideado su propio padre, pues algunos “cuervos” comenzaron a merodear por el horizonte. Esta decisión de apoyar a Alfonso vino después de que el conde Pedro Froilaz, e inmediatamente después, su cuñado Enrique, le hicieran una visita.

Froilaz, aprovechando y creyendo que después del enfrentamiento las cosas estaban definitivamente rotas entre Urraca y Alfonso, vino a informarla de lo acontecido con el pequeño Alfonso, su hijo, que afortunadamente pudo ser rescatado sano y salvo después del secuestro. Después de lo acontecido, el arzobispo Gelmírez decidió apoyar la coronación del niño. Gelmírez no podía permanecer más tiempo ajeno al conflicto. El papa tiene entre manos la anulación del matrimonio de Urraca con Alfonso, por lo que, ella tendría que hacer frente en solitario a los problemas que se presentasen. Lo mejor era que el niño fuera declarado rey de Galicia para más tarde ser también rey de León y Castilla. Era lo mejor para todos, y así quiso hacérselo saber a Urraca, pues no querían que la coronación del pequeño Alfonso se hiciera a espaldas de su madre. El conde Froilaz viene a pedirle que apoye a su hijo, pero Urraca no lo ve tan claro; cree que el papa dará marcha atrás en el asunto de la anulación de su matrimonio, ya que los lazo de sangre son mínimos. Si eso sucede, el matrimonio seguirá vigente y nadie será capaz de frenar a Alfonso.

Froilaz por un lado, y ahora su cuñado Enrique la cita en Monzón de Campos, en la actual provincia de Palencia. ¿Qué quería ahora Enrique? Este energúmeno ambicioso está dispuesto ayudarla, o lo que es lo mismo, a traicionar a Alfonso después de haber luchado a su lado y contra ella. Antes de venir a verlo ya había ido a ver a Froilaz. Recordemos que Froilaz le había pedido unirse a él y no solo no lo hizo, sino que luchó en su contra. Ahora sin embargo, dice estar de su lado apoyando la coronación de su sobrino. Y luego va y le brinda ayuda a su cuñada, siempre y cuando pueda sacar tajada. Y esa tajada son unos territorios al sur de León. Entre unos y otros, a Urraca la van a volver loca. Y mientras decide qué contestar a Froilaz respecto a su hijo, y a Enrique respecto a su propuesta de ayuda, recibe la noticia de que su marido está sitiado en un castillo en Peñafiel.

Pedro Ansúres consiguió replegarse en la batalla de Candespina y reunió inmediatamente todos sus hombres de nuevo. Luego mandó pedir ayuda a Alvar Fáñez, y juntos, decidieron dar batalla de nuevo a Alfonso, o al menos esperar el momento oportuno de contraatacar. Y el momento se presentó cuando Alfonso y los suyos patrullaban por la frontera intentando dejar claro quién mandaba allí. Como el ataque fue repentino y no lo esperaban, decidieron guarnecerse en el castillo más próximo, y allí los tenían, sitiados y sin poder salir. A Urraca le estaban poniendo en bandeja acabar con su marido y proclamar rey a su hijo. Solo tenía que aliarse con su cuñado, que se dirigiría inmediatamente a Peñafiel y acabaría con él, ahora que estaba atrapado. Pero Urraca podía ser cualquier cosa menos tonta.

Froilaz era un ambicioso que lo único que pretendía era ser dueño y señor de Galicia. Gobernaría en sombre de su hijo hasta la mayoría de edad, y para entonces, Dios sabe qué otras ambiciones se le ocurrirían al conde. Y Enrique era un mezquino traidor del que, por supuesto, no pensaba fiarse. ¿Y qué hay de Alfonso? Después de todo, él era el rey. Y lo era porque lo habían llamado para serlo; no había engañado a nadie. Y tal como iba con su espada por delante, también era claro y mostraba a todo el mundo lo que hacía y lo que quería. Urraca lo tenía claro: no traicionaría al que, después de todo, era su marido.

Sobre el pequeño Alfonso, se puede recomendar el libro El Rey Pequeño de Antonio Perez Henares, que relata el secuestro de Alfonso de forma novelada y su vida posterior como rey. Y del mismo autor el anterior titulado La Tierra de Alvar Fañez, si os gusta la historia novelada sobre el medioevo, teneis entretenimiento asegurado.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 28 Dic 2017 21:40

Batalla de Viadangos


La batalla de Viadangos o Fontedangos (Fonte de Angos, Villadangos del Páramo) se libró en el otoño de 1111 entre las fuerzas de Alfonso I de Aragón y los aliados gallegos de su ex esposa, Urraca de León, en Villadangos, a unos veinte kilómetros de la ciudad de León. Alfonso obtuvo una aplastante victoria, pero el hijo de Urraca y coogobernante, Alfonso Raimúndez, escapó.

Poco después de la Batalla de Candespina, donde Alfonso y su aliado, Enrique de Borgoña, conde de Portugal, habían derrotado a las tropas de Urraca el 26 de octubre, la reina trató de separar a Enrique de su alianza con Alfonso. Se llegó a un acuerdo entre sus representantes, encabezados por Fernando García de Hita, y Enrique en Sepúlveda. Luego, la reina y su nuevo aliado, se retiraron a Palencia, lejos del ejército de Alfonso, para finalizar una partición del reino que habría dado a Enrique una participación mayor de la que Alfonso le había ofrecido. La ciudad fortificada de Zamora y el castillo real en Cea, al norte de Sahagún, tanto en León, se ofreció a Enrique la parte superior de sus posesiones portuguesas, al igual que algunos territorios de Castilla.

Enrique parece haber exigido más colaboración a su causa, sin embargo, Urraca pronto entró en negociaciones secretas con su marido; antes de salir dejó órdenes a sus hombres de entregarle Palencia. Las Crónicas Anónimas de Sahagún lo atribuyen a las ambiciones de Teresa, la medio-hermana de Urrac y esposa de Enrique, que codiciaba la realeza y se había unido a su marido en Palencia. A partir de ahí el trío se dividió: Enrique volvió a Zamora para poseerla, mientras Urraca y Teresa fueron primero a Sahagún antes de que la reina se trasladara a su capital, León. Alfonso se movió rápidamente para apoderarse de Palencia (según lo acordado con su esposa), mientras Teresa tomo Sahagún, antes de que él se trasladara a León. Probablemente temerosa de la dominación de su marido, Urraca se refugió en las montañas de Galicia, separada de contacto con sus partidarios, que fueron así dejados inconscientes de la nueva situación.

Fue en esta nueva situación que un ejército organizado por los aliados de Urraca, el conde de Traba Pedro Froilaz y el arzobispo Diego Gelmírez, ignorantemente marchó, con el joven hijo de un matrimonio anterior de Urraca, Alfonso Raimúndez. Es posible que Diego y Pedro tenían la intención de hacer a Alfonso recibir el homenaje de forma conjunta con su madre de los magnates en León. Galicia oriental había estado en manos de Alfonso desde su campaña de 1110, los aliados de Urraca, recapturaron Lugo y, quizás disminuidas sus filas con una guarnición en ese lugar, se trasladaron en el dirección a León. En Villadangos fueron emboscados por Alfonso y los aragoneses. Según la Historia Compostelana no poseían más de 246 caballeros, mientras que Alfonso tenía 660 caballeros con armaduras y 2.000 soldados de a pie provistos con arcos, espadas, palos y otras armas. Pedro Froilaz fue capturado y los pocos que escaparon del cautiverio se refugiaron en Astorga. Entre los muertos había un tal Fernando, identificado erróneamente en la Historia Compostelana con el mencionado Fernando García de Hita.

Diego, cuando la batalla se estaba convirtiendo en una derrota, tomó al joven Alfonso y huyeron in forti Castello Orzilione (quod Castrum est in Castella), uniendo al niño con su madre. El lugar donde Urraca se alojaba y donde Diego llevó a Alfonso probablemente fuera Orcellón en la diócesis de Orense en un distrito conocido como Castela, no en Castilla, ya que el texto parece decirlo. Después de la entrega de Alfonso a Urraca, Diego volvió a Astorga para recuperar a los heridos y a los demás y guiarlos de regreso a Santiago de Compostela, de donde habían partido.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Barraka » 29 Dic 2017 10:10

lodejotodo escribió:Sitio de cartagena de Indias en 1741

Exacto, no se puede olvidar al Gran Blas de Lezo.....Un buen español debe mear mirando a Inglaterra.... decía.

Me encanta el hilo, mil gracias, hay numeroso hechos, nos faltaron grandes generales, que los hubo, pero grandes, valerosos y honrados fueron los milicianos españoles
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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 29 Dic 2017 18:51

Batalla de Cutanda


La batalla de Cutanda fue un hecho de armas entre Alfonso I el Batallador y el ejército mandado por Ibrahim ibn Yusuf (1120), ocurrido en Cutanda, cerca de Calamocha (Teruel), en el que los almorávides fueron vencidos por los ejércitos cristianos.

Alfonso I contó con la ayuda de Guillermo IX el Trovador, duque de Aquitania. En junio, el ejército cristiano comandado por Alfonso I de Aragón derrotó al ejército almorávide. Como consecuencia, el rey aragonés se apoderó de las fortalezas de Calatayud y de Daroca.

Tras la caída de Zaragoza en 1118 a manos del rey aragonés, los territorios y más importantes ciudades de la antigua taifa caían uno tras otro en poder del Batallador. En 1119 reconstruyó la ciudad abandonada de Soria y repobló su comarca, y en 1120 ponía sitio a Calatayud.

En ese momento Alfonso I supo que los almorávides marchaban hacia Zaragoza para intentar reconquistarla con un potente ejército reclutado desde el invierno de 1119 en Molina de Aragón, Lérida, Murcia, Granada, Valencia y Sevilla al mando de Ibrahim ibn Yusuf, a la sazón caíd de Ishbiliya.

El avance musulmán se produjo ascendiendo por el valle del río Jiloca hasta Calamocha según María Jesús Viguera1​ o siguiendo la ruta de Perales del Alfambra y Portalrubio, según Antonio Ubieto Arteta.2​ El rey de Aragón salió a su encuentro, que se produjo en la localidad de Cutanda, con resultado de victoria decisiva para Alfonso I.

La batalla de Cutanda fue una de las más importantes victorias del Batallador. Las fuentes musulmanas no dejan de reconocer la decisiva derrota y las numerosas bajas habidas en la batalla. En el plano estratégico, el desastre acababa con las esperanzas de recuperar Zaragoza para el islam.

La batalla pasó a la paremiología popular en la expresión recogida por Zurita «peor fue que la de Cutanda» o «peor fue la de Cutanda» con el sentido de minimizar desgracias.

El 17 de junio del año 1120 se libró en las cercanías de Calamocha –Teruel- la Batalla de Cutanda entre los ejércitos del Imperio Almorávide y los de Alfonso I “el Batallador”, rey de Aragón. Dicho enfrentamiento tuvo una enorme importancia histórica, pero en cambio es relativamente poco conocida. Es mucho más famosa la toma de Zaragoza dos años antes por el “Batallador”, por lo que supuso la conquista de la Taifa de Saraqusta como hito, tanto para el pujante Reino de Aragón, como para el avance de la reconquista. Sin embargo, dicha conquista habría sido muy efímera en caso de que se hubiera desarrollado de otra forma la Batalla de Cutanda.

La gran ofensiva que llevó a cabo Alfonso I sobre el valle medio del Ebro supuso la recuperación, una tras otra, de las posiciones musulmanas en toda la región, que habían supuesto una enorme barrera durante siglos al avance cristiano en esta zona. Pero tras caer Zaragoza, todo el frente se derrumbó. Alfonso incluso llegó a reconstruir la abandonada ciudad de Soria en el año 1119, comenzando a repoblarla, y en 1120 inició el sitio de Calatayud. Fue en este momento cuando a oídos del monarca aragonés llegaron las noticias del avance de un gran ejército musulmán, que llegaba resulto a recuperar Zaragoza y todo el valle del Ebro.

Eran los almorávides, que habían llegado en el año 1086 desde el norte de África para prestar auxilio a las Taifas que se veían acorraladas ante la pujanza de Castilla hacia el sur. Pero finalmente, los almorávides anexionaron toda al-Andalus a su gran imperio, dominándola durante un tiempo. Así, desde la primavera del año 1119, el general almorávide Ibrahim Ibn Yusuf, reclutó un gran número de hombres en las zonas de Molina de Aragón, Lérida, Murcia, Granada y Sevilla, y en la primavera del año siguiente marchó hacia el norte con la esperanza de recuperar la mítica Medina Albaida –Ciudad Blanca-, como se conocía en los poemas a la Zaragoza musulmana.

Alfonso “el Batallador”, al enterarse del avance de Yusuf, que amenazaba con dejar en nada todas sus conquistas, marchó con su ejército desde Calatayud, y el 17 de junio del año 1120 ambos ejércitos se enfrentaron en Cutanda. La lucha fue feroz, pero finalmente, el genio militar del aragonés se impuso logrando una enorme victoria, reconocida incluso por las fuentes islámicas. Cutanda supuso el asegurar de forma definitiva la posesión de Zaragoza, además de evitar la amenaza almorávide, gracias a lo cual se conquistaron tanto Daroca como Calatayud ese mismo año. La Batalla de Cutanda debió ser tan dura y sonada, que durante varios siglos se ponía como ejemplo para minimizar la importancia de algo cuando alguien se quejaba. Hasta nosotros nos ha llegado la célebre frase de “más se perdió en Cuba y volvieron cantando”. Pues se conoce que cientos de años después de la batalla, y de igual forma, las gentes decían “peor fue la de Cutanda”, también para relativizar algún desastre o algún asunto que salía mal.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 29 Dic 2017 21:17

Batalla de Arnisol o Arnizol



En diciembre de 1118, después de nueve meses de asedio, los almorávides de Zaragoza capitularon ante el ejército del rey Alfonso I el Batallador de Navarra y Aragón. El asedio había sido dirigido por el conde Gastón IV de Bearn, veterano de la toma de Jerusalén y conocedor del empleo de torres de asedio y catapultas. Gastón iba acompañado de otros caballeros célebres por ser veteranos de la cruzada, como el conde Routrou de Perche III y Céntulo II de Bigorra. A pesar de tan cosmopolita composición, el grupo de caballeros ha pasado a la historiografía como “la hueste de España”, porque a Alfonso se le llamaba ya entonces Emperador de España.

Después de participar conjuntamente en varias victoriosas campañas, en marzo de 1125 el rey Alfonso reunió a un gran número de caballeros en la fortaleza de Uncastillo, uno de los feudos de Gastón IV.

El motivo era que los mozárabes (cristianos arabizados) de las comarcas del Darro y de Las Alpujarras venían enviando angustiosos mensajes al rey para que les liberara de la persecución de sus gobernantes almorávides, que insistían en convertirlos al Islam. Como señuelo le enviaron vivas descripciones de las riquezas de Granada. Alfonso ya les había escrito que resultaba imposible trasladar tan adentro del Imperio almorávide las máquinas de asedio necesarias para derribar las murallas de una ciudad tan fortificada. En respuesta, estos le enviaron un registro con los nombres de doce mil mozárabes en condiciones de combatir (sin incluir adolescentes ni ancianos) que se unirían a su ejército cuando llegara. También les prometieron que podrían abrirles las puertas de la ciudad. A las enormes dificultades de tan arriesgada expedición se añadía el hecho de que Alfonso el batallador y Gastón IV habían entrado ya en la cincuentena (edad avanzada para la época). Lo cierto es que la reunión de caballeros de Uncastillo decidió llevar a cabo tan temerario proyecto. Como curiosidad, junto con muchos célebres caballeros, en la expedición participaron los obispos de Zaragoza, Huesca y Roda de Isábena. Todos los caballeros participantes se juramentaron para no abandonarse los unos a los otros.

A finales de septiembre de 1125 Alfonso el batallador partió en secreto de Zaragoza con una fuerza de unos cuatro mil caballeros escogidos. Penetró en territorio almorávide por la frontera del Maestrazgo, llegando a las inmediaciones de la ciudad de Valencia el 20 de octubre; luego trató sin éxito el asalto de Alcira para continuar hacia Denia y Játiva; por el camino se le iban incorporando mozárabes, que actuaban como guías.

Alfonso había enviado por delante a un grupo de caballeros liderado por Gastón IV, que asaltaron el estratégico castillo de Carbonera (en el desfiladero de Benicadell, entre las actuales provincias de Valencia y Alicante) pudiendo así atravesar la sierra. Luego se dirigieron hacia Orihuela, Lorca y Murcia, evitando las plazas fuertes enemigas. Llegaron hasta Almanzora (Almería) donde giraron hacia el oeste, pasando por Purchena, para acampar durante ocho días en Tíjola. Trataron de conquistar sin éxito la plaza fuerte de Baza, para continuar hasta Guadix el 4 de diciembre. Durante más de un mes intentando tomar Guadix; allí se le unieron más familias de mozárabes granadinos. El ejército continuó su marcha hasta Nívar, a unos quince kilómetros de la ciudad de Granada.

Después de unos diez días acampados no se produjo el prometido levantamiento armado de los mozárabes granadinos; el rey se lo reprochó al líder cristiano Ibn al-Qalas, que se había escapado de la ciudad con muchos seguidores. Éste le contestó que el haber empleado un mes en tratar de conquistar Guadix había eliminado el efecto sorpresa, por lo que los almorávides de Granada habían tenido tiempo de sobra para eliminar la amenaza de los mozárabes de la ciudad. Como ya se les habían incorporado decenas de miles de mozárabes (incluidas mujeres y niños) el rey debía emplear mucho tiempo en saquear las localidades de cada comarca para alimentarlos. Además, para cobijar y calentar a unas cincuenta mil personas durante el helador invierno de Sierra Nevada, los expedicionarios debían de talar bosques enteros para preparar chozas y fogatas. Sin máquinas de asedio ni una rebelión que les abriera las puertas de Granada, continuaron en dirección oeste hasta llegar a Pinos Puente. Desde allí estuvieron unas semanas sin un rumbo fijo, pasando por Baena, Espejo, Cabra, Lucena y Aguilar de la Frontera. Iban perseguidos por la caballería almorávide de Granada, que les hostigaba. En las inmediaciones de Puente Genil, durante la madrugada del 10 de marzo su campamento fue atacado por el ejército de almorávides sevillanos comandado por Abu Bakr, hijo del califa almorávide Yusuf.


Después de combatir durante todo el día, los cristianos tomaron por la noche el campamento enemigo, venciendo en la llamada batalla de Arnisol. Eufórico, Alfonso el batallador decidió adentrase aún más en territorio enemigo, marchando con sus cincuenta mil seguidores hasta Salobreña y Motril. Por allí el rey ordenó botar una barca y salió a pescar, comiéndose la captura. La belleza del lugar le impulsó a decir “¡Qué tumba si nos tiraran tierra desde arriba!”. Luego se dirigió de nuevo hacia la ciudad de Granada, cruzando la Sierra Nevada por Dilar, continuando hasta Alhendín; por el camino iba rechazando los ataques guerrilleros de los granadinos.


La llegada de un nuevo ejército almorávide procedente de Marruecos le obligó a retirarse hacia el norte sin llegar a atacar Granada. En las inmediaciones de Guadix el general almorávide Inalú derrotó a unos caballeros aragoneses, matando al lugarteniente de Alfonso que les comandaba. Ese hecho de armas le valió a Inalu ser nombrado nuevo gobernador de Granada. Continuamente hostigados por el ejército almorávide, afectados por la peste y en terribles condiciones físicas, la expedición regresó a Aragón por el mismo trayecto, cruzando la frontera hacia mediados de junio.


A las miles de familias mozárabes que llegaron a Aragón con el rey se les entregaron las casas y tierras de los musulmanes de las zonas conquistadas previamente, repoblando así el sur de Aragón. Recibieron también exenciones de impuestos y el privilegio de no prestar servicios militares. En cuanto a los mozárabes andaluces que no se fueron con ellos y permanecieron fieles a sus gobernantes almorávides, la mayoría sufrieron un terrible destino: miles fueron deportados a Marruecos o vendidos como esclavos; en tanto que otros miles recibieron terribles castigos o fueron asesinados.

Cinco años después de acabada la expedición, y ya con unos sesenta años de edad, el intrépido Gastón IV murió combatiendo con los almorávides en tierras de Valencia. Estos llevaron su cuerpo hasta Granada, le cortaron la cabeza y la pusieron en la punta de una pica, paseándola entre una escolta de tamborileros por toda la ciudad. Después, esta le fue enviada a Marruecos al califa Yusuf. Tras el pago de un elevado rescate, el cuerpo sin cabeza de Gastón IV de Bearn le fue entregado a su viuda, siendo enterrado en la iglesia del Pilar (la ciudad de la que era Señor). Cuatro años después su viuda entregó a esa iglesia el olifante (cuerno para dar órdenes a sus tropas) que Gastón se trajo de Palestina, y que le había acompañado en sus combates.


Tras la muerte de Gastón IV de Bearn sus caballeros gascones regresaron a su país, debilitando considerablemente la hueste de Alfonso el batallador, que ya nunca recuperó aquel poderío. En julio de 1134 el rey Alfonso se encontraba junto con solo quinientos caballeros asediando la fortaleza de Fraga; una salida de los defensores les cogió por sorpresa, derrotando a los soldados aragoneses e hiriendo gravemente al rey, que murió poco después.

Careciendo de hijos, Alfonso le había dejado en el testamento sus reinos a la órdenes militares del Temple, el Hospital y San Juan de Jerusalén. La nobleza aragonesa no aceptó su decisión eligiendo rey de Aragón a su hermano Ramiro II “el monje”; en tanto que los navarros proclamaron rey de Navarra a García Ramírez, casado con Cristina Rodríguez, hija del Cid Campeador. De éste modo se separaron definitivamente las coronas de Aragón y Navarra.

El olifante de Gastón IV de Bearn permanece guardado como pieza principal del museo pilarista de Zaragoza, habiendo dos réplicas en el Museo diocesano y en el museo de la torre de Uncastillo. En 1965 se incorporó a la comparsa de gigantes y cabezudos de Zaragoza la figura de Gastón IV —acompañada de un olifante— junto con la figura de una dama bearnesa.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 29 Dic 2017 22:59

Batalla de Ourique


También Portugal tiene su batalla mítica contra los moros pero, mientras que las dos castellanas –Clavijo y Calatañazor- fueron una invención histórica, la portuguesa de Ourique sí se dio realmente. Otra cosa son las leyendas que se gestaron en torno a ella.

Portugal era un condado dependiente del reino castellano que Alfonso VI (1047-1109) cedió a su hija Teresa con ocasión de su boda con Enrique de Borgoña. El hijo de ambos Alfonso Enríquez (1128-1185) centró sus esfuerzos en ampliar sus territorios guerreando con los musulmanes. Así se produjo la batalla de Ourique, que ocurrió el día 25 de julio de 1139 muy probablemente en los campos del mismo nombre, en el actual Bajo Alentejo, al sur de Portugal y en la que los portugueses obtuvieron un triunfo tan memorable que Alfonso Enríquez resolvió autoproclamarse, o fue aclamado por sus tropas aún en el campo de batalla, Rey de Portugal a partir del año 1140. Posteriormente, tras un pacto de mutuo reconocimiento con Alfonso VII, que aspiraba a ser emperador, obtuvo el título de rey y con ello la independencia de Portugal respecto a Castilla.

La “versión oficial”, aparecida mucho después en el siglo XIV, asegura que la victoria se debió a la intervención de Santiago Matamoros, aunque, tal vez para diferenciarse de los castellanos que en la falsa batalla de Clavijo ya habían utilizado este argumento, surgió la idea de milagro: la leyenda narra que aquel día el soberano portugués tuvo una visión de Jesucristo y de los ángeles, garantizándole la victoria en combate, lo que era la prueba de la existencia de un Portugal independiente por bondad divina. Se decía que las heridas recibidas por el conde habían tomado forma de cruz.

Este evento histórico marcó de tal forma el imaginario portugués, que se encuentra retratado en el escudo de Portugal con cinco escudetes representando los cinco reyes moros vencidos en la batalla.


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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 29 Dic 2017 23:09

Batalla de Montiel


La batalla de Montiel fue un conflicto armado que tuvo lugar el 1 de marzo de 11432​ y que enfrentó a un grupo de caballeros de las ciudades de Ávila, Segovia y Toledo, comandados por Muño Alfonso, contra un ejército almorávide​. En las filas cristianas había incluidos varios sacerdotes . La batalla sería una victoria decisiva para Muño.

A principios de 1143 Muño escogió un ejército de 900 caballeros y mil hombres de infantería de milicias locales para saquear el área alrededor de la ciudad de Córdoba. En su vuelta a través del puerto de Muradal divisó un ejército de almorávides que le perseguían, también compuesto por caballería e infantería. Una vez pasado el castillo de Calatrava en su ruta hacia Toledo, a la altura de Montiel, Muño y sus hombres se volvieron contra el ejército persecutor.​ Los Anales Toledanos primeros sitúan la batalla en el «rio que dicen Adoro»,​ que podría ser o bien el Azuer, cerca de Montiel, o el Algodor, cerca de Mora.

Los gobernadores almorávides de Sevilla y Córdoba perecieron en la batalla, así como muchos otros comandantes almorávides. Los vencedores obtuvieron un gran botín de sus expediciones previas alrededor de Córdoba, que incluía oro, plata, vestidos, ganado, armas y prisioneros.​ Después de la batalla el ejército vencedor volvió a Toledo con la infantería portando el botín.​ Las cabezas de los dos gobernadores y del resto de comandantes fueron clavadas en lanzas y paseadas por la ciudad como trofeos.​ Muño más tarde ordenaría colgarlas de las torres, pero la reina Berenguela decidió descolgarlos y entregar los restos a unos físicos judíos y musulmanes para que estos cubrieran los cuerpos con mirra y áloe y fueran enviados a las viudas, en Córdoba

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