No cazo.
No cazo.
pero si algún día puedo cazaré un jabalí.
Buscaré un macareno de respeto.
Con una yuxtapuesta de dos "gatillos" y dos cartuchos de bala y sin darle ninguna posibilidad de huida,sin deportividad (pero con todos los permisos pertinentes) ,un tiro a boca de jarro y listo..
Después me lo comeré.
Buscaré un macareno de respeto.
Con una yuxtapuesta de dos "gatillos" y dos cartuchos de bala y sin darle ninguna posibilidad de huida,sin deportividad (pero con todos los permisos pertinentes) ,un tiro a boca de jarro y listo..
Después me lo comeré.
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Re: No cazo.
psanta escribió:pero si algún día puedo cazaré un jabalí.
Buscaré un macareno de respeto.
Con una yuxtapuesta de dos "gatillos" y dos cartuchos de bala y sin darle ninguna posibilidad de huida,sin deportividad (pero con todos los permisos pertinentes) ,un tiro a boca de jarro y listo..
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Re: No cazo.
yo si que creo que es cazar, se llama hacer una espera
vamos asi lo veo yo, y las esperas es una de las varias modalidades de caza.
a mi los recechos que el bicho esta comiendo y se le apagan las luces, no me van , pero si entiendo que es caza, pura y dura al igual que bichos a la carrera o cualquier otra

vamos asi lo veo yo, y las esperas es una de las varias modalidades de caza.
a mi los recechos que el bicho esta comiendo y se le apagan las luces, no me van , pero si entiendo que es caza, pura y dura al igual que bichos a la carrera o cualquier otra


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- gumersindo
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Re: No cazo.
psanta escribió:pero si algún día puedo cazaré un jabalí.
Buscaré un macareno de respeto.
Con una yuxtapuesta de dos "gatillos" y dos cartuchos de bala y sin darle ninguna posibilidad de huida,sin deportividad (pero con todos los permisos pertinentes) ,un tiro a boca de jarro y listo..
Después me lo comeré.
Me apuesto un pececillo de colores a que el jabalí no te lo va a poner tan fácil como lo pintas

cisteller escribió: Pues bueno ,tu mismo,pero esto no es cazar, tal como yo entiendo la caza esto es matar,pero si es para comerselo ????? lo veo bien,que te aproveche jejeje
si no has hecho nunca una espera, te lo recomiendo, pocas modalidades de caza te haran sentir tan cerca de la naturaleza ni tan cazador. Eso sí MEJOR CUANTO MÁS CERCA

Re: No cazo.
Si es para comer, mejor que no sea un macareno.
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Re: No cazo.
gumersindo escribió:psanta escribió:pero si algún día puedo cazaré un jabalí.
Buscaré un macareno de respeto.
Con una yuxtapuesta de dos "gatillos" y dos cartuchos de bala y sin darle ninguna posibilidad de huida,sin deportividad (pero con todos los permisos pertinentes) ,un tiro a boca de jarro y listo..
Después me lo comeré.
Me apuesto un pececillo de colores a que el jabalí no te lo va a poner tan fácil como lo pintas



Prefiero llevarla y no tener que usarla, a necesitarla y no llevarla.
Re: No cazo.
Tengo el sitio.En la Calderona.Me faltan los permisos ( que me sacaré) y una escopeta y dos cartuchos(que me dejará un amigo).
La paciencia me sobra,el mono de mecánico está en un taller cogiendo el olor.
La próxima temporada. Lo espero,lo mato y me lo como.
Dios mediante.
La paciencia me sobra,el mono de mecánico está en un taller cogiendo el olor.
La próxima temporada. Lo espero,lo mato y me lo como.
Dios mediante.
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Re: No cazo.
psanta escribió:...sin darle ninguna posibilidad de huida,sin deportividad
O sea, que la cosa va a ser en un corral.

NiTorta escribió:Si es para comer, mejor que no sea un macareno.
Inteligente punto de vista

B.U.A.
Beatífica Unión Apostólica 30.06
(establecida en 1906)
"bonus venator grosso munitio numquam requirere"
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"bonus venator grosso munitio numquam requirere"
Re: No cazo.
Por aquí ya colgué hace tiempo unas fotos del lugar.
No vi ni vallas,ni cercas,ni gente, ni ciclistas montañeros.
Allí hay que ir a posta.
Si que me fijé que algún cazador lo estaba usando pues había una silla metálica colgada a un pino.
Un pequeño claro a unos 10 o 15 metros, y en el centro unas piedras mas que medianas con restos de maíz y pan entre ellas y un poco mas alejado un medio bidón de plástico con agua.
En el camino dos revolcaderos en charcos secos y algún pino con la corteza como rascada.
Hace de esto un par de años.
Al horno me lo voy a hacer , entero ( mi hermano tiene un horno),como un pollo asado.
Y alguna manera habrá para que no esté la carne muy dura. Porque no le voy voy a dar la del pulpo.

No vi ni vallas,ni cercas,ni gente, ni ciclistas montañeros.
Allí hay que ir a posta.
Si que me fijé que algún cazador lo estaba usando pues había una silla metálica colgada a un pino.
Un pequeño claro a unos 10 o 15 metros, y en el centro unas piedras mas que medianas con restos de maíz y pan entre ellas y un poco mas alejado un medio bidón de plástico con agua.
En el camino dos revolcaderos en charcos secos y algún pino con la corteza como rascada.
Hace de esto un par de años.
Al horno me lo voy a hacer , entero ( mi hermano tiene un horno),como un pollo asado.

Y alguna manera habrá para que no esté la carne muy dura. Porque no le voy voy a dar la del pulpo.


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Re: No cazo.
Y alguna manera habrá para que no esté la carne muy dura.
Congelar la carne ayuda en buena medida a que no se te caigan los empastes en medio del buen llantar y te acuerdes de los antepasados de san nepomucemo !! voto a brios..
Yo ando mirando alguna finca tambien,, que sea lo mas natural posible,, sin cerrar, nada de que oigas el ruido del Barreiros venir, y que abra la portilla y te suelten unos chones Franceses bien alimentaos, y con nombre, eso si, te los cobran como si estarias en Hungria.
De lo visto nada que no me haga sopesar en la balanza decidirme por un rececho mayor , por precio.

Re: No cazo.
Yo lo mato,este me lo trae,lo apaño,lo congelo ,lo guiso y me lo como.
La próxima temporada.
Por estas.
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Re: No cazo.
El de la foto de abajo yo diria que es un Teckel 

Re: No cazo.
De pelo duro. Cinco meses. Precioso,listo y casi tan cabezón como yo. 

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- gumersindo
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Re: No cazo.
Vela, dos años y medio Teckel de pelo duro ( mas bien tirando a basto
)

Re: No cazo.
Con su permiso don Arturo.
Colmillos en la memoria.
Acaba de cumplir dos años. Se llama Sherlock, y es un tipo duro, de Segovia. Un buen ejemplar de teckel de pelo fuerte, pardo leonado, con cejas y bigote casi rubios. Lo rubio viene de su padre, que es alemán y se llama Karsten. El pelo recio y perfecto se lo debe a la madre, Berta, que es guapa y española. Una familia, en resumen, de cazadores con larga estirpe, lo que significa muchas generaciones acosando bichos en el campo. Casta curtida, en resumen. Con unos dientes espectaculares que se pasan unos a otros, de generación en generación. Colmillos que da miedo verlos cuando les agarras la boca y se la abres mientras ellos te miran como pensando: «A ver qué carajo quiere éste». Colmillos sólidos, blancos, bien aguzados. De ésos que hacen que te alegres de no ser zorro o jabalí.
Lo crió un cazador joven que se ocupa de esta clase de perros. Un tipo experimentado, que sabe lo que hace. La camada de cinco cachorros era espléndida. Elegí a Sherlock porque era el más tranquilo de sus hermanos. Me miraba sereno, flemático, con esos ojos grandes y negros. Como preguntándome qué pasa contigo, chaval, no se trata de que tú me elijas a mí, sino también de que yo te elija a ti, así que vamos a llevarnos bien. Y fue lo que hizo: elegirme. Pasado el tiempo de cría, lo traje a casa. Y empezó a crecer. A adaptarnos el uno al otro. La vida en familia. Al cabo de un tiempo apareció su vena sentimental. Lo pasaba mal solo. Lloraba. Así que le buscamos compañera. Y llegó Rumba, toda una señorita. Pelo rizado, pizpireta, lista y destrozona como la madre que la parió. Tímida al principio -había sido maltratada-, no tardó en hacerse la reina del asunto. Sherlock, flemático, la deja hacer. Por no discutir, ni le gruñe. Ella se lo trajina bien. Le lame el pescuezo cuando está tenso, lo relaja. Lo putea, a ratos. Creo que son felices juntos.
Sin embargo, Sherlock no nació para la vida doméstica. Y se le nota. Es un buen chico en casa, adora a Rumba. Nos adora a todos. Es cariñoso de lametones y se traga Mad Men sin rechistar, acurrucado en el sofá contra mi costado, sobando plácidamente. Nada que objetar por ahí. Pero vino al mundo a cazar jabalíes. Tiene tristezas específicas, nostalgias de lo suyo, como un marino arrojado del mar o un soldado sin batallas. Lejos de la acción como vive, las aventuras de sus antepasados, inscritas en su instinto perruno, afloran en forma de singular melancolía. A veces, mientras duerme a mi lado, lo veo agitarse, mover las patas y gruñir sordamente, muy bajito, y adivino lo que tiene en la cabeza. Lo mismo ocurre cuando en ocasiones, sin motivo aparente, se aparta de mí y de todos, Rumba incluida, para ir a un rincón donde se queda quieto, hosco y solitario, mirando el vacío como Humphrey Bogart en su bar de Casablanca. Entonces sé, o creo saber, que rumia nostalgias de cazador, olor a tierra húmeda, hierba verde y rastro fresco de animales. Quizá piensa en sus hermanos, que se quedaron en el campo y ahora tendrán el hocico lleno de marcas y los colmillos desportillados de pelear. Quizá, desde el confort de la vida doméstica, Sherlock envidia sus vidas lejanas, colmadas de recuerdos apasionantes; ésos que los perros de caza se gruñen unos a otros en las noches tranquilas mientras recuerdan a los colegas -«¿Te acuerdas de Pancho, al que mató aquel jabalí, o de Chispa, que nunca salió de aquella peligrosa madriguera?»- mientras envejecen con los huesos maltrechos y el pellejo lleno de costurones, calentándose en fuegos de leña junto al amo que acaricia sus orejas deformadas por mordiscos de jabalí. Su pelaje surcado de cicatrices que Sherlock nunca tendrá.
Estoy seguro de que, cuando se aísla de todos y mira la nada, recordando lo que jamás vivió, él huele el humo de esa leña, siente la nostalgia del frío, la incertidumbre, el peligro. Segrega adrenalina, o lo que segreguen los perros. Corre con la imaginación y la memoria genética por un bosque embarrado, bajo la lluvia, junto a sus hermanos, tenaz, incansable tras el rastro de un animal salvaje. Un jabalí con el que, pese a que un teckel no levanta dos palmos del suelo, peleará a muerte, con bravura inaudita, cuando le dé alcance. O un zorro en cuya madriguera se introducirá sin dudarlo, valiente hasta la locura, para morir allí o para sacar al enemigo fuera, aferrándolo por el cuello a dentelladas, rojo el hocico de sangre propia y ajena. Como le ordena su naturaleza. Como mandan las viejas reglas.
Un tipo interesante, Sherlock. No les quepa duda. Con densidad psicológica y sólidos silencios. Comprendo a Rumba cuando se acerca a él, se tumba a su lado y le apoya la cabeza en el lomo. Si yo fuera perra, me lo follaría.
Arturo Pérez-Reverte
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Colmillos en la memoria.
Acaba de cumplir dos años. Se llama Sherlock, y es un tipo duro, de Segovia. Un buen ejemplar de teckel de pelo fuerte, pardo leonado, con cejas y bigote casi rubios. Lo rubio viene de su padre, que es alemán y se llama Karsten. El pelo recio y perfecto se lo debe a la madre, Berta, que es guapa y española. Una familia, en resumen, de cazadores con larga estirpe, lo que significa muchas generaciones acosando bichos en el campo. Casta curtida, en resumen. Con unos dientes espectaculares que se pasan unos a otros, de generación en generación. Colmillos que da miedo verlos cuando les agarras la boca y se la abres mientras ellos te miran como pensando: «A ver qué carajo quiere éste». Colmillos sólidos, blancos, bien aguzados. De ésos que hacen que te alegres de no ser zorro o jabalí.
Lo crió un cazador joven que se ocupa de esta clase de perros. Un tipo experimentado, que sabe lo que hace. La camada de cinco cachorros era espléndida. Elegí a Sherlock porque era el más tranquilo de sus hermanos. Me miraba sereno, flemático, con esos ojos grandes y negros. Como preguntándome qué pasa contigo, chaval, no se trata de que tú me elijas a mí, sino también de que yo te elija a ti, así que vamos a llevarnos bien. Y fue lo que hizo: elegirme. Pasado el tiempo de cría, lo traje a casa. Y empezó a crecer. A adaptarnos el uno al otro. La vida en familia. Al cabo de un tiempo apareció su vena sentimental. Lo pasaba mal solo. Lloraba. Así que le buscamos compañera. Y llegó Rumba, toda una señorita. Pelo rizado, pizpireta, lista y destrozona como la madre que la parió. Tímida al principio -había sido maltratada-, no tardó en hacerse la reina del asunto. Sherlock, flemático, la deja hacer. Por no discutir, ni le gruñe. Ella se lo trajina bien. Le lame el pescuezo cuando está tenso, lo relaja. Lo putea, a ratos. Creo que son felices juntos.
Sin embargo, Sherlock no nació para la vida doméstica. Y se le nota. Es un buen chico en casa, adora a Rumba. Nos adora a todos. Es cariñoso de lametones y se traga Mad Men sin rechistar, acurrucado en el sofá contra mi costado, sobando plácidamente. Nada que objetar por ahí. Pero vino al mundo a cazar jabalíes. Tiene tristezas específicas, nostalgias de lo suyo, como un marino arrojado del mar o un soldado sin batallas. Lejos de la acción como vive, las aventuras de sus antepasados, inscritas en su instinto perruno, afloran en forma de singular melancolía. A veces, mientras duerme a mi lado, lo veo agitarse, mover las patas y gruñir sordamente, muy bajito, y adivino lo que tiene en la cabeza. Lo mismo ocurre cuando en ocasiones, sin motivo aparente, se aparta de mí y de todos, Rumba incluida, para ir a un rincón donde se queda quieto, hosco y solitario, mirando el vacío como Humphrey Bogart en su bar de Casablanca. Entonces sé, o creo saber, que rumia nostalgias de cazador, olor a tierra húmeda, hierba verde y rastro fresco de animales. Quizá piensa en sus hermanos, que se quedaron en el campo y ahora tendrán el hocico lleno de marcas y los colmillos desportillados de pelear. Quizá, desde el confort de la vida doméstica, Sherlock envidia sus vidas lejanas, colmadas de recuerdos apasionantes; ésos que los perros de caza se gruñen unos a otros en las noches tranquilas mientras recuerdan a los colegas -«¿Te acuerdas de Pancho, al que mató aquel jabalí, o de Chispa, que nunca salió de aquella peligrosa madriguera?»- mientras envejecen con los huesos maltrechos y el pellejo lleno de costurones, calentándose en fuegos de leña junto al amo que acaricia sus orejas deformadas por mordiscos de jabalí. Su pelaje surcado de cicatrices que Sherlock nunca tendrá.
Estoy seguro de que, cuando se aísla de todos y mira la nada, recordando lo que jamás vivió, él huele el humo de esa leña, siente la nostalgia del frío, la incertidumbre, el peligro. Segrega adrenalina, o lo que segreguen los perros. Corre con la imaginación y la memoria genética por un bosque embarrado, bajo la lluvia, junto a sus hermanos, tenaz, incansable tras el rastro de un animal salvaje. Un jabalí con el que, pese a que un teckel no levanta dos palmos del suelo, peleará a muerte, con bravura inaudita, cuando le dé alcance. O un zorro en cuya madriguera se introducirá sin dudarlo, valiente hasta la locura, para morir allí o para sacar al enemigo fuera, aferrándolo por el cuello a dentelladas, rojo el hocico de sangre propia y ajena. Como le ordena su naturaleza. Como mandan las viejas reglas.
Un tipo interesante, Sherlock. No les quepa duda. Con densidad psicológica y sólidos silencios. Comprendo a Rumba cuando se acerca a él, se tumba a su lado y le apoya la cabeza en el lomo. Si yo fuera perra, me lo follaría.
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- JoseSZ
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Re: No cazo.
Creo que te has equivocado de hilo, este no es el de locura jajajajaja
Larga vida.

Larga vida.
   Lo que no me destruye me hace mas FUERTE
Re: No cazo.
Hola ten cuidado que si el puesto ya esta hecho y cebado puede que te esperen a ti 

Aunque mis sueños se desvanezcan en un instante nunca dejare de soñar
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