Hasta el momento había estado engrasando sobre la bola una vez asentada con el atacador, como es de costumbre general, hasta que se me ocurrió cambiar el orden en el sentido de que la grasa la situaba entre la sémola y la bola.
Pólvora, sémola, una pequeña cantidad de grasa depositada ( una cantidad equivalente al volumen de un garbanzo seco) con una jeringuilla sobre ésta y a continuación el atacado de la bala. Sobre la bola ya no ponía más grasa. Al terminar de efectuar los cinco disparos y proceder a la limpieza del ánima antes de la siguiente tanda con un pedazo de toallita de bebé (que van geniales para ese menester) me percaté de que salía mucho menos sucia que si engrasaba encima de la bola. La precisión mejoró. Dándole vueltas a la cabeza pienso que al penetrar la grasa en el “taco” que genera la sémola comprimida debe de ejercer un supuesto mayor efecto de limpieza provocando un reblandecimiento de los residuos del disparo ejecutado anterior.
La grasa que empleo es la de litio de color blanco.
Probad y ya contáis.
Salud.
PD: Lo cierto es que no sé el porqué cuento esto ya que así le estoy dando agua al enemigo.
Ya sabéis aquello que dice…”al enemigo ni agua”

