ESSSSTOYYYY HECHO PORVO PORQUE ANDO HECHO UN MANTAPues sí, como decía, esta noche me he ido de esperas para no flagelarme con el futbolín de la selección dirigida por el Señor Marqués. A pesar suyo hemos conseguido pasar a las finales. Ya veremos qué sucede en la final. Pero a lo nuestro.
Como ando desorientadillo, con poco tiempo y últimamente desde noviembre pasado parece que no doy una (también es verdad que desde entonces casi no he podido salir por unas o por otras y, para colmo, los permisos me han venido hace muy poco), pues he ido así como a ver qué sucede. Más con la intención de montar un segundo cebadero y pasar la tarde en el campo que de encañonar a un jabalí. Después de poner el grano en el lugar nuevo y hacia las 20:00 h., llegaba al que iba a ser mi apostadero esta pasada tarde.
Se trata de un huerto de melocotoneros asomado a una rambla, por la que deambulan los jabalíes en ambas direcciones. Es un lugar estratégico, porque está situado aproximadamente a un tercio de la cabecera del cauce y además me permite ver el único cebadero que tenía en funcionamiento desde una distancia que rondará los 300 metros, si no más.
En algunos tramos del cauce, las paredes no caen a plomo, sino que forman pendientes relativamente escarpadas por cuyas cuerdas suben los conejos y los jabalíes a los huertos. Cerca de uno de estos contrafuertes naturales, entre los melocotoneros, asomado al cauce como desde una balconada natural, me he puesto a esperar, con un ojo puesto en el cauce y otro en el lejano cebadero que, desde mi atalaya y con los prismáticos de 8x56, veía muy bien.
El punto débil de este sitio reside precisamente en las muchas bondades que tiene. Por estar muy en alto, es difícil que los jabalíes puedan oirte u olfatearte. Sin embargo, tu campo visual es muy limitado, porque la altura es considerable y la selva de tarays y baladres apenas dejan claros para que contemples el paso de los animales. Una vez ha caído la noche, ya puedes irte a cenar, porque todo se cierra en una mancha pardusca tinta en gris impenetrable para la vista y aun para unos buenos prismáticos. En cambio, el cebadero, situado en una agostada mesetilla completamente amarilla puede apreciarse bastante bien con auxilio de la óptica.
En esas estaba, vigilando con los prismáticos recorro el cauce hasta llegar al cebadero, plagado de conejos. Cuál no será mi sorpresa al ver en ese mismo momento a los conejos, hasta entonces tan ricamente relajados zampando grano, salir de estampida. Siempre que eso sucede, es que han "sentido" algo amenazante y, en efecto, cuando muevo los prismáticos para hacer un barrido de esa mesa, me encuentro una piara de 4 ó 5 jabalíes de regular tamaño y cuatro o cinco marranchones subiendo desde la cabecera de la rambla hasta el cebadero.
¡C'omo son las cosas! Tres o cuatro esperas en el cebadero hasta las 0:30 h y la 1:00 h de la madrugada sin enterarme, con un marranote que entraba cuando le daba la gana y precisamente hoy (ayer noche) que me asomo al cauce y estoy a tiro de sniper del cebadero tengo una piara donde escoger lo que quiera, como un señor feudal.
Son las 9;40 minutos y hay una espléndida luz. Dejo los prismáticos y no veo casi nada desde lejos. Joder. Hecho mano al Sauer y miro por mi visor Zeiss. Maldita sea, veo tan pequeños a los jabalíes que es imposible pensar en tirar como no sea a lo tonto. Pero claro, se me enciende la bombilla

y me percato de que lo tengo puesto a tres aumentos, lo normal para los tiros que hacemos los esperistas. Así es que giro la rueda y aumentos y... Virgencica de la Fuensanta, me encuentro metido en la piara con los doce aumentos. Casi me comen los marranos y puedo contarles los pelos de las orejas. ¡Vivan los alemanes, incluida la Angelita Merkel!
Pero estoy apoyado en el respaldo de mi silla de espera y, aunque he puesto un chaquetón que siempre llevo por si refresca por las noches para asentar el rifle, la cruz baila y a poco que me descuido me salgo del cebadero. Cuerpo a tierra no es posible, pues pierdo el ángulo de tiro correcto. A ver, pondré el pelo - pienso- y, en cuanto tenga al objetivo mínimamente centrado, suelto el tiro. Una de las para mí contadísimas veces que puedo disparar muy largo y hacer honor al foro
Estupendo, empujo el gatillo hacia adelante mientras enfoco a la pieza escogida para el sacrificio

, pero llevo guantes para guardarme las manos de los mosquitos y, nada más monto el pelo... POUMMMMM ... Cagüen...

Miro acongojado y acojonado por si el tiro se hubiera ido a...

Gracias a Dios no. Soy muy precavido con las armas (en extremo, para algunos) y el hecho de no estar disparando al viso y de haber puesto el pelo con el objetivo escogido hacen que el disparo se entierre en medio de un nubarrón de polvo a unos diez o 15 m. del cebadero, lo que, paradójicamente, sirve para calmar mis nervios y contentarme a pesar del gran fiasco

.
Naturalmente hay estampida. Han pasado apenas cinco minutos desde que entraron. Son poco más de las 9: 45 h y sin embargo me parece que ha transcurrido una hora. Pero la gran distancia a la que efectué el disparo ahuyenta a los jabalíes pero no los espanta, porque no salen corriendo a todo meter, sino a un trote rápido.
Eso me hace pensar que volverán, de modo que no me muevo. Cojo el iphone y a ver cómo va España (si es que la cabra hispánica tira para donde tira...). Y en efecto, no andaban lejos. Estoy hecho un genio. Han vuelto. Son las 10:05 h., primero entra una marrana seguida de un marranillo; poco después, todos. Dejo los prismáticos y vuelvo a coger el Sauer.
¡Joder! Ahora nada de jugar al sniper (me apetecía, lo reconozco

), resulta que con los 12 aumentos y la considerable disminución de la luz, hay demasiada penumbra para intentar algo mínimamente sensato que se parezca a un disparo.
¿Qué hago?

Otra brillante idea. Cambio el papel de sniper por el de Juan Lobón (o el Pasoslargos o cualquiera de esos) y me decido a recechar ya con la noche royéndome el zancajo. De modo que me rifle en mano y cortavientos en la cabeza para seguir dando la nota, me quito mis botas y, en calcetines de algodón, decido atravesar el huerto andando hasta llegar lo más cerca posible del cebadero situado en la rambla. Clavándome de vez en cuadro guijarros y arrepintiéndome en más de una ocasión de ejercer de cazador de verdad

, llego, sudoroso y con el corazón al 100 casi al final del huerto perpensicular al cebadero, a unos 60 m de él. Ahí están los jabalíes, ya no me acerco más. Voy demasiado acelerado y, sin más miramientos, vuelvo a poner el visor a tres aumentos, selecciono al jabalí más grande y apartado sin parar en más consideraciones, el animal presiente algo y yo, sin apoyo ni leches, aprieto el gatillo y le sacudo.
Sé que le he dado, pero no se ha quedado en el sitio. Vuelvo al coche recorriendo de nuevo el camino del calvario en sentido inverso. Me pongo las botas de nuevo y recojo los trastos. Los meto en el coche y bajo con él a pie de rambla donde, en efecto, hay sangre, clara, pero no en abundancia.
Marco con unas piedras la sangre y la dirección en la que se ha ido el jabalí, que es la misma que cogió en noviembre su compañero. Sólo que esta vez, hoy ya, volveré a buscarlo de día. Por la noche imposible meterse en la rambla. Esta vez me echaré el cuchillo argentino a la cintura, un bastón y...
A la carga. Espero contaros un final con fotos de lo que sea.
Buenas noches/días