Polemica en una batida ¿que opinais?

Batidas, recechos, monterías... cuéntanos tus relatos o noticias de caza
Avatar de Usuario
agustiniglesia
375 HH Magnum
375 HH Magnum
Mensajes: 7114
Registrado: 30 Dic 2008 09:01
Ubicación: Madrid capital y La Lastra del cano.
Contactar:
Estado: Desconectado

Re: Polemica en una batida ¿que opinais?

Mensajepor agustiniglesia » 25 Dic 2012 08:04

Cansino escribió:Nemesianus, :apla: :apla: :apla:


Nemesianus, haber hombre dinos un poco por encima donde te ha tenido el mundo escondido hasta ahora, jejejejejeje. :mrgreen: :mrgreen: :mrgreen:

Gracias por tu participación, por que a mi me ecanta como lo explicas y desde aqui mi agradecimiento. :apla: :apla: :apla:

Avatar de Usuario
Nyati
.300 Win Mag
.300 Win Mag
Mensajes: 2345
Registrado: 21 Jun 2010 20:05
Contactar:
Estado: Desconectado

Re: Polemica en una batida ¿que opinais?

Mensajepor Nyati » 25 Dic 2012 14:59

Cansino escribió:Nemesianus, :apla: :apla: :apla:


+ 1, de parte de otro veterano.

nuberu
Calibre .22
Calibre .22
Mensajes: 16
Registrado: 09 Dic 2012 12:15
Contactar:
Estado: Desconectado

Re: Polemica en una batida ¿que opinais?

Mensajepor nuberu » 26 Dic 2012 19:22

Primera Sangre



Hace algunos años, accediendo al pedido de un amigo, tuve que acompañar a un cazador que llegaba a su coto desde Italia para cazar un ciervo colorado.
Desde el momento en que conocí al viajero, vislumbré dificultades: se trataba de un obeso personaje relativamente joven, pero que por su estado físico no podría soportar una cacería en pleno monte pampeano.
Sin embargo, no podía menos que intentarlo.

Luego de los prolegómenos sociales, tomé contacto con un peón que haría de guía y al día siguiente partimos rumbo a las inmensas caldenadas pampeanas, una de las cunas del colorado.
Cuando habíamos recorrido apenas un par de kms. atravesando monte bajo y con el piso cubierto de ramas caídas y pastos altos, el italiano dijo basta.
Se sentó sobre un tronco, y con honestidad ponderable reconoció que la cacería lo superaba. El medio ambiente distaba mucho de la verde campiña europea donde habían transcurrido sus pocas cacerías, apostado cerca de los comederos donde ceban a los animales. Pidió mil disculpas por las molestias ocasionadas y me invitó a que intentara la mía, para no frustrar el largo viaje.
No me hice rogar.
Después de un breve descanso lo dejé a la sombra de un añoso algarrobo, no si antes advertirle que por ningún motivo se moviera del lugar. Lo último que deseaba era perderlo en el monte.

Luego de caminar algún trecho, al llegar al cruce de varios senderos de ciervos decidimos separarnos: él completando un amplio círculo para tomar el viento en la espalda, tratando que los ciervos, suerte mediante, volvieran en mi dirección.
Me ubiqué detrás de una pequeña elevación del terreno y esperé pacientemente.
No había transcurrido una hora cuando escuché un disparo. Seguramente algún furtivo había logrado lo que para mi estaba en veremos.
Pasó otra hora interminable luchando contra los mosquitos, hasta que escuché claramente el ruido de un animal que se desplazaba por el monte, pisando ramas secas que crujían con ruido metálico.
Apronté mi arma, y cuando el ruido se transformó en un hermoso ciervo que avanzaba directamente hacia mi puesto, ajusté el retículo sobre el codillo y disparé.
Me acerqué para admirar el trofeo, esperando al guía que en pocos minutos estuvo a mi lado para las fotos y el festejo.

Cuando comenzó la tarea y al tomar una de las patas, encontró una herida – casi un raspón – a unos centímetros más arriba de la pezuña.
Para corroborar que había sido baleado, aseguró haber encontrado algunas gotas de sangre antes de llegar.
No había dudas: el disparo que escuché del furtivo lo había rozado. Pero como la pequeña herida no había tocado el hueso, podría haber sido ocasionada por una astilla o una cornada. Olvidando el asunto, con la cornamenta al hombro y los lomos en la mochila, fuimos al encuentro del invitado.
Lo hallamos apesadumbrado y nervioso, tratando de explicar, con una mezcla de italiano y español, que mientras esperaba se le había aparecido un ciervo, con tal mala fortuna que le erró.
Al diablo con mi ciervo. Comprendí que no había tal furtivo y que él era autor del disparo.
De acuerdo a mis convicciones sobre la ética de caza, sabía que cuando dos cazadores disparan sobre el mimo ciervo, le pertenece al que produce la primera sangre.
Cuando le expliqué los motivos por los que el trofeo le pertenecía, lo rechazó de plano, ya que nada justificaba que fuera suyo.
Insistí, agregando que nunca sería para mi un trofeo bien logrado y menos un grato recuerdo.
Por fin, aceptó el trato, asegurando que siempre relataría la verdad de la historia.

Esta anécdota interesante viene a cuento para informar a los lectores sobre la tan polémica primera sangre.

Meses después del episodio y durante una nutrida cena de cazadores, saqué a relucir el tema entre tantos cuentos de cazadores.
Estaba presente el desaparecido Ing. Mílan Ecker, decano medidor de trofeos de caza que me distinguiera con su amistad durante casi medio siglo.
Experto también en tradiciones cinegéticas europeas, cuna de la caza moderna, escuchó los detalles del incidente y no vaciló en afirmar que el trofeo era mío y no de mi compañero. Alegando que si bien existe una tradición que lo adjudica al que produce la primera sangre, no es menos cierto que ésta debe provenir de una herida que – más tarde o más temprano—produzca la muerte del animal.
Para enfatizar, acotó que si una bala atraviesa una oreja, p. /e., produce sangre, pero jamás la muerte.
Todos comprendimos las explicaciones del ingeniero, pero mi trofeo, lamentablemente, lucirá en la pared de alguna sala italiana.

LA HISTORIA SE REPITE

Por aquel entonces no podía suponer que tiempo después enfrentaría una situación muy similar, que lamentablemente enfrentó a tres amigos: los dos involucrados y yo.
Para evitar susceptibilidades, los designaré como A y B.
Aquella brama, también del ciervo colorado, nos sorprendió en un coto de caza que habíamos alquilado cerca de Aluminé, en territorio neuquino, donde se habían cazado muy buenos trofeos.
Como muy pocas veces, el grupo era demasiado numeroso para mi gusto, ya que prefiero que el número de cazadores sea impar y no llegue a tres.
Pero la insistencia de mis amigos A y B, más mi compañero de tantas aventuras Aldito Guido pudieron más y allá fuimos a compartir la cazada.
El campo era muy extenso y quebrado, con altas cordilleras que requerían el uso de caballos para los largos traslados, de modo que contratamos a dos baquianos, uno de ellos Froilán Cofré, viejo camarada que me guió por más de 25 años.

Cierto día, A y B decidieron salir juntos – eran buenos amigos – y me pidieron “prestado” a mi amigo Froilán.
Se alejaron unos cuantos kilómetros, hasta un cañadón donde días atrás habían observado a un ciervo con muy buena cornamenta.
Antes de atravesarlo decidieron tentar suerte separándose, no sin antes convenir que cada uno acudiría ante el eventual disparo del otro.
Asi las cosas, el cazador A pasa al otro lado del zanjón y el B, con el guía, se aleja por la vera opuesta.
Pasadas algunas horas, A, escucha el disparo de su compañero e inicia un largo rodeo para volver a cruzar la cañada y acudir a la cita.
Al vadear el pequeño arroyo que corría por el fondo, “levanta” del pajonal a un ciervo que corrió cuesta arriba hacia un alambrado cercano. No vaciló un instante: apuntó y disparó tres veces a la carrera, impactando sin mucha certeza, ya que el animal se alejó más de 100 mts. antes de caer herido. Cuando se acercó para ultimarlo con el cuchillo, ya que había agotado los tres cartuchos que carga el 300 magnum, no pudo hacerlo por la furia de las cornadas, de modo que decidió esperar a sus compañeros.
El cazador B, que también había oído los disparos, en poco tiempo estuvo a su lado y le dio el tiro de gracia.
Con el animal inerte, A no vacila en afirmar—respaldado por el guía – que el ciervo le pertenecía, ya que con su primer disparo lo había herido en una pata, y lo había visto escapar cojeando notablemente. Revisaron el cuerpo y constataron que efectivamente tenía, además de los tres en el cuerpo, otro en el cuarto trasero que no había llegado a interesar el hueso.
Entonces se desató una larga y penosa polémica, ya que ambos lo reclamaban como suyo: B invocando la vieja ley de la primera sangre, y A alegando que los tres impactos que tenía el animal lo convertían en su legítimo dueño.
Ambos, obviamente, hablaban desde la honestidad más absoluta.
La discusión continuó en el campamento, en una atmósfera que se cortaba con el cuchillo.
Por fin, A decidió ceder el trofeo, aclarando que no renunciaba a sus convicciones.

Más tarde, ya en Buenos Aires y continuando con el entuerto, ambos coincidieron en designarme mediador, afrontando la difícil misión de arbitrar sin herir el orgullo de ninguno, ya que al fin y al cabo eran mis amigos.
Como los dos conocían la opinión del Ing. Ecker, eso me condicionaba, ya que entendí que debía encontrar información más concisa y concreta acerca del problema.
Recorrí libracos de todo tipo y color y por fin reuní datos suficientes como para salir del paso y tranquilo con mi conciencia.
Mi respuesta fue la siguiente:
1) dejo constancia y repito los conceptos de Ecker, como una base sólida para zanjar la cuestión.
2) hago referencia a la legislación española, país con antigua tradición cinegética, que enmarca “la primera sangre” en la Ley de caza del año 1879, actualizada en el año 1970, que en su Artículo 22/6 dice: “… cuando existan dudas con respecto a la propiedad de la pieza de caza, se aplicarán los usos y costumbres del lugar. En su defecto, la propiedad corresponderá al cazador que le hubiese dado muerte, cuando se trate de caza menor, y al autor de la primera sangre con respecto a la caza mayor…”
Como es evidente, tanto la tradición oral, como la legislación escrita, adolecen de suficientes ambigüedades como para provocar controversias de difícil solución.
En el norte de España la ley dice que la propiedad de las piezas de caza abatidas – caza menor o mayor – pertenece “al que las ocupa” , es decir al que les da muerte, mientras que en el sur rige el principio de la primera sangre.
3 ) la ausencia de tradición cinegética en nuestro país, actividad con poca antigüedad cronológica, descarta la consulta de “usos y costumbres”
4 ) si nos atenemos a las normas éticas de “la primera sangre”, nos encontramos ante situaciones controvertidas: no hay duda que determinadas heridas que pueden despedir sangre, no son mortales, prueba de ello es la enorme cantidad de animales cazados que presentan antiguas cicatrices de disparos fallidos. Tampoco hay dudas que si el impacto se produce en el cuello, el vientre o el anca—entre otras zonas --- y teniendo en cuenta la enorme capacidad destructiva de la munición usada en caza mayor, la herida provocará, a corto o mediano plazo, la muerte inevitable del animal, por la pérdida de sangre o por infecciones letales producto del trauma.
5 ) Por lo expuesto es fácil comprender las dificultades para opinar sin una legislación clara y transparente. Por otra parte, en el caso de los cazadores A y B, la apreciación del efecto producido por el primer disparo es evidentemente subjetiva por ambas partes.
6 ) esto nos enfrenta a una cruda realidad: el disparo sobre una pieza por más de un cazador siempre dejará un sabor amargo, sea quien fuere el que se lleve el trofeo.
Solamente la absoluta convicción del deportista que acepte que el primer impacto no hubiera ocasionado la muerte, le permitirá cederla con hidalguía y respeto.

Como corolario de estas largas consideraciones, se debe intentar extraer alguna moraleja.
Y la primera que se me ocurre, es la que practico desde hace muchas décadas: compartir el campamento y la camaradería como corresponde, pero jamás emprender la cacería en pareja.
Las áreas de caza para cada deportista, si el coto es compartido, debe delimitarse de antemano de tal forma que no deje ninguna duda. Los cotos son lo suficientemente extensos como para que los cazadores mantengan entre si la distancia suficiente para evitar accidentes y disparar sobre la misma pieza.

nuberu
Calibre .22
Calibre .22
Mensajes: 16
Registrado: 09 Dic 2012 12:15
Contactar:
Estado: Desconectado

Re: Polemica en una batida ¿que opinais?

Mensajepor nuberu » 26 Dic 2012 19:30

solo aclarar que lo anterior expuesto es la copia de un relato,y no sucedio a mi persona.un saludo


Volver a “Caza General”

¿Quién está conectado?

Usuarios navegando por este Foro: No hay usuarios registrados visitando el Foro y 7 invitados