Reivindicando a un gran militar

La historia se escribe con fuego: todo sobre operaciones militares, tácticas, estrategias y otras curiosidades
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Reivindicando a un gran militar

Mensajepor cutis » 08 Nov 2016 12:43

General Valeriano Weyler alias el carnicero ; pensais que fue un genocida , sediento de sangre ( como lo pintaba la prensa amarilla yankee ) ? . O un gran militar . Independiente de esto , su accion en el rio Haina ( santo Domingo ) es ejemplar .Demostrando ser un oficial muy capaz y resolutivo
Mojaros .....

Un saludo

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Re: Reivindicando a un gran militar

Mensajepor lincis » 08 Nov 2016 16:45

Weiler no fue más grande porque, en su diminuto cuerpo, ya no cabía más valor y virtudes militares.
Compartía las fatigas, el rancho y el dormir en el suelo con su tropa. Siempre en el lugar más comprometido de la acción y a la cabeza de sus hombres.

De la prensa yankee y la leyenda negra qué decir? Tan malo no sería su método, de reubicación y tierra baldía, cuando lo calcaron en Vietnam, para intentar privar de apoyo a las guerrillas vietcong.
De haber tenido más medios y apoyos en la desastrosa casta política la historia se hubiera escrito de forma distinta.

Su idea de la "cárcel de una sola celda", habría de ser copiada. Lo que ahorraríamos en presos y disgustos siguiendo su criterio.
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Re: Reivindicando a un gran militar

Mensajepor cutis » 08 Nov 2016 17:06

Me viene a la memoria una anecdota de este Gran militar :

Durante la campaña sobre Pinar del Río, se presentó de pronto el general Weyler con su escolta en el lugar donde acampaba la brigada Segura. Fue recibido con todos los honores que se debían a su altísima autoridad y el general se dispuso a pasar la noche en la tienda de campaña que le habilitó su escolta. Las condiciones de clima y sanidad exigían que el soldado durmiera a cubierto, y para que los soldados cumplieran lo ordenado se disponía una ronda que de hora en hora recorría el campamento, con el fin de que los soldados no durmieran fuera de las tiendas. Recorría el rondín –un cabo y dos soldados- el campamento, cuando en un ribazo encontró un soldado que, envuelto en su manta, dormía a pierna suelta fuera de las tiendas.

Detúvose el cabo ante el durmiente y con el farolillo cerca del suelo empezó a apostrofarle con gestos y voces, acompañados de algún que otro puntapié sobre las posaderas.

-“¿No sabes que está terminantemente prohibido dormir al raso…? ¡Levántate enseguida, si no quieres que dé inmediatamente el parte…!”
Incorporóse el soldado y al descubrirse al cabo, éste reconoció al propio general en jefe en aquel contraventor de lo dispuesto.
La escena debió ser altamente cómica; Weyler sentado, y el cabo vacilante, como el que se ha caído “con todo el equipo”.
-“Vuecencia me perdone… Señor, yo no sabía…”
El general le contestó sin vacilar.
-“Soy yo el que ha faltado y tú el que has cumplido con tu deber. Cuando dejes el rondín preséntate mañana a mi ayudante, que te entregará un centén que yo te regalo por tu comportamiento y para que lo gastes como te plazca.” Y con la manta al brazo, Weyler se metió dentro de su tienda de campaña.

Un saludo

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Re: Reivindicando a un gran militar

Mensajepor JotaErre » 08 Nov 2016 23:21

Hay una excelente biografía suya: "Weyler. Nuestro hombre en La Habana", de Gabriel Cardona.

En mi opinión, fue un gran militar, y probablemente las cosas hubieran ido mejor si el Gobierno le hubiera mantenido como Capitán General de Cuba.

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Re: Reivindicando a un gran militar

Mensajepor Genmingen » 09 Nov 2016 18:14

Con Weyler la insurrección cubana estaba prácticamente finiquitada en toda la isla y ya se estaba preparando la campaña a los últimos reductos en el oriente cubano antes de finales de 1897, un antepasado de mi familia combatió en el acoso de los insurrectos en esa zona.
Una de las peores cosas que le pudo pasar a España en Cuba, y el resto de sus posesiones ultramarinas, fué su destitución después de la muerte de Cánovas del Castillo. Los asesinos de Cánovas consiguieron de un plumazo acabar con la esperanza de una pronta pacificación de la isla... favorecieron la invasión americana posterior al 100%. Con weyler al mando de Cuba los americanos no ponen un pié en la Isla y con Cánovas en el gobierno la armada no hubiese combatido de forma tan suicida.
En cuanto a sus polémicas tácticas de contraguerrilla no solo se usaron en Vietnam. Poco después los ingleses las usaron en Sudáfrica de forma mucho mas dura y atroz contra los Bóer entre 1899-1902; y los mismos americanos en Filipinas entre 1899-1902 con una violencia tal que ni los indígenas americanos sufrieron una igual...que ya es decir.
Saludos y viva Weyler :saluting-soldier:

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Re: Reivindicando a un gran militar

Mensajepor cutis » 09 Nov 2016 22:09

Como bien dices compañero Genmingen los asesinos de Canovas . A estas alturas nadie se cree que Michele Angiolillo actuase solo , de momento se sabe que se reunio en Londres y Paris con independentistas Antillanos ( cubanos y Puerto Riqueños ) que financiaron su visita " turistica " a España . No me extrañaria que detras de todo estuviese la larga mano yankee ; desde luego les vino que ni de perlas , el magnicidio y la posterior destitucion del señor Weyler

Un saludo

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Re: Reivindicando a un gran militar

Mensajepor Genmingen » 10 Nov 2016 05:53

cutis escribió:Como bien dices compañero Genmingen los asesinos de Canovas . A estas alturas nadie se cree que Michele Angiolillo actuase solo , de momento se sabe que se reunio en Londres y Paris con independentistas Antillanos ( cubanos y Puerto Riqueños ) que financiaron su visita " turistica " a España . No me extrañaria que detras de todo estuviese la larga mano yankee ; desde luego les vino que ni de perlas , el magnicidio y la posterior destitucion del señor Weyler

Un saludo

Y no solo eso Cutis, es mas raro todavía que 2casualmente2 la escolta desapareciese para que el pistolero italiano finiquitase a cánovas a placer. Y que al ser capturado acabase ejecutado en apenas 2 semanas. Me inclino a pensar, conspiranóico que es uno, que detrás estaban "manos" españolas.
Muere Cánovas; se destituye a Weyler; se inician conversaciones con los rebeldes; llega el Maine; se vuela el Maine; EEUU nos declara la guerra; sale la escuadra de malas formas hacia el Caribe; se encierra en la peor plaza posible; una vez desembarcados los americanos el 90% del ejército en Cuba ni se mueve por órdenes del nuevo Capitán General; sale la flota al suicidio y cae Santiago; Puero Rico al poco y Manila un día después de firmado el alto el fuego...fin de la guerra con la pérdida de todo lo que quieren los yankees... raro, raro, raro
una de las páginas mas vergonzosas y humillantes de nuestra historia
Un saludo

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Re: Reivindicando a un gran militar

Mensajepor lincis » 10 Nov 2016 09:32

Weyler ha sido injustamente tratado y preterido por alguna crítica histórica a lo que no fue ajena la prensa amarilla norteamericana de la época. A Weyler hay que juzgarlo sólo como militar y, por lo tanto, no se le pueden imputar los errores cometidos por los dirigentes políticos de la Restauración. Weyler perteneció al ejército desde 1853 hasta 1930 y jamás se sublevó contra los gobiernos legalmente constituidos, a pesar de haber sido cortejado y tentado por conservadores, liberales, republicanos y carlistas. Como oficial formado políticamente durante el sexenio revolucionario, se opuso a la sublevación de Martínez Campos y marchó sobre Sagunto con su división para reducirlo.

Y cuando el Gobierno le preguntó si mantenía su lealtad, respondió con un rotundo "¡por supuesto!", lo mismo que respondió cuando, medio siglo después, se opuso al golpe de Primo de Rivera, al que criticó, igual que al Rey, por haber faltado a sus deberes constitucionales. Siempre que se le intentaba seducir políticamente, contestaba lo mismo:"¡Los militares, a los cuarteles!".
Weyler fue, pues, ante todo, un militar de los pies a la cabeza, de ejemplar trayectoria liberal y democrática.

Como buen conocedor de la realidad de Cuba, era consciente de que su independencia era inevitable, por lo que, al igual que hiciera el general Polavieja al comienzo de la década de 1890, abogaba por una solución reformista que permitiera conceder la autonomía a la isla sin perjuicio para los intereses y el prestigio de España. Creía que los cubanos tenían derecho a las reformas políticas prometidas en la paz de Zanjón y que la proximidad de los mercados norteamericanos imponía la libertad para comerciar, mientras que los sucesivos gobiernos españoles habían estado atentos a los negocios en Cuba y jamás a las necesidades y derechos de los cubanos.

Por eso, no deseaba ir a Cuba cuando el 18 de enero de 1896 Cánovas decide su nombramiento como capitán general de la isla. Sin embargo, era un soldado y, si le enviaban a una guerra, su deber era ganarla. A principios de 1896 los patriotas cubanos tenían la guerra militarmente ganada. Desde que Weyler llegó, el escenario de la guerra cambió radicalmente y al comienzo de 1897, las fuerzas coloniales habían recuperado el control del centro y occidente de la isla. A Weyler se le ha censurado severamente la táctica contraguerrillera de la reconcentración forzosa de los guajiros.

El general, prioritariamente, organizó el ejército, divindiéndolo en cuerpos, divisiones, brigadas y medias brigadas, suprimiendo muchos destacamentos inútiles formados por indisciplinados "voluntarios" y engrosando con ellos a los batallones bajo mandos profesionales.
Organizó fuerzas irregulares, táctica e información, una nueva división territorial militar así como el refuerzo de la trocha creada desde Morón y la creación de otra nueva con todos los adelantos militares, Mariel-Majana, entre las provincias de La Habana y Pinar del Rio, donde operaba el ejército mambí a las órdenes del líder negro Maceo Grajal.

Ordenó la acordada reconcentración al comprobar in situ, que el éxito de movimientos en el campo rebelde dependía del apoyo que estaban recibiendo de los colaboracionistas que habitaban en pueblos próximos a sus posiciones, a lo que había que sumar la ayuda de "filibusteros" americanos que desembarcaban armas y pertrechos por la costa norte de la isla

En toda guerra se cometen excesos y esta decisión puede tener aspectos reprobables. Pero no se puede emitir un juicio imparcial sobre este hecho si no se tienen en cuenta los cánones de aquella guerra: el desconocimiento del terreno, las epidemias, el clima caluroso y húmedo y la táctica de guerrillas viperina que practicaban los rebeldes cubanos. El joven Winston Churchill, que sirvió como voluntario bajo el mando del general Suárez Valdés, se quejaba de aquella extraña guerra, fantasmal, contra un enemigo invisible que "no daba la cara". Además, se enfrentaba con un enemigo potencial más poderoso que los mambises: la política que impulsaba el imperialismo estadounidense, cuya prensa le cubrió de insultos influyendo en la opinión internacional y en la misma prensa española.

Los cubanos no tienen legitimidad moral para reprochar a Weyler la acción de la reconcentración ordenada en octubre de 1897, como lo ha hecho recientemente Raúl Castro, pues dicha táctica ya la habían practicado antes Antonio Maceo y su ejército de Invasión cuando devastaron Pinar del Río, impidieron la vida en el campo y gran parte de los campesinos tuvieron que refugiarse en los pueblos y ciudades dónde estaban los españoles y la comida.

Más cínica e hipócrita fue la crítica que sufrió de los americanos y su Gobierno, cuyo subsecretario de Guerra cursaba, dos meses después, el 24 de diciembre de 1897, al teniente general del Ejército norteamericano N.S.Miles, jefe de las fuerzas destinadas a llevar a cabo por la vía de hecho la intervención en Cuba, la siguiente comunicación que se comenta por sí sola:

"...Habrá que destruir cuanto alcancen nuestros cañones y extremar el bloqueo con el hierro y el fuego para que el hambre y la peste, su constante compañera, diezmen su población pacífica y mermen su ejército, que debe sufrir el peso de la guerra entre dos fuegos...".

Empleó una táctica de guerra total: organizó campos de concentración para los campesinos, destruyó los edificios que pudieran servir de refugio a los sublevados, prohibió la zafra, etc. Los norteamericanos le dieron entonces los calificativos de "carnicero" y "tigre de Manigua". Sobre el general Weyler se tejió una leyenda negra que ha llegado a nuestros días. Fue un militar íntegro que enviaron a Cuba a su pesar, para que ganara la guerra. Si dura fue su actuación, más dura fue la de los insurrectos.

Relata el propio Weyler un suceso de 1870. Enterado el mando español de que dos compañías habían sido aniquiladas a machetazos por los insurrectos, le ordenaron acudir al lugar de los hechos:

"Pude recoger todavía algunos soldados con vida. Entre aquel montón de sangrientos despojos humanos, un cadáver, en actitud de parar con el brazo un machetazo en la cabeza, tenía el corte en la frente , y la mano segada; el gesto de terror impreso en su rostro era tan intenso que no se ha borrado nunca de mi memoria".


El cese de Weyler por el gobierno de Sagasta dio paso en abril de 1898 a la intervención americana y a la ocupación de Cuba, que en cierto modo todavía permanece con el actual bloqueo propiciado por la Ley Helms Burton. Ello muestra el error tanto de Máximo Gómez, cuando decía "que no veía peligro de que Estados Unidos destruyera la nación cubana", como de José Martí, cuando creía poder impedir la expansión territorial estadounidense en América Latina. Paradójicamente, fueron los propios norteamericanos los que más tarde aplicarían sin contemplaciones los métodos de lucha contraguerrillera de Weyler. Conviene recordar a las jóvenes generaciones de canarios que en febrero de 1878 Weyler fue nombrado a los cuarenta años capitán general de Canarias, donde realizó una labor sin precedentes:

En el ámbito militar impulsó las mejoras de las fortificaciones, el rancho de los soldados, la instrucción y el estado de los cuarteles y la construcción del edificio de la Capitanía General en Tenerife; amplió el fuerte de Almeyda, levantó el Hospital Militar, promovió la construcción del Gobierno Militar de Las Palmas, reformó el cuartel de San Francisco, logró algunas piezas modernas de artillería, y sustituyó los inútiles fusiles de las milicias provinciales.
En el ámbito político, impulsó la ampliación de los puertos de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas, activó diversas obras públicas, ayudó a los ayuntamientos en el trazado y apertura de nuevas calles y avenidas, creó un cuerpo de bomberos y ayudó al establecimiento de varias líneas interinsulares. Iustrado y reformador, los canarios encotraron el él un valedor ante Madrid, de quien reclamaba constantemente mejoras que paliaran nuestro secular abandono, labor que continuó cuando en 1885 fue elegido senador por Tenerife.

Fiel a su genio y figura, subió al Teide caminando con su Estado Mayor y séquito detrás, al igual que hizo cuando visitó El Hierro, en que marchó a pie desde La Estaca a Valverde, regresando al mar de las calmas en el sur donde embarcó de nuevo. Fue nombrado Hijo Adoptivo de Santa Cruz, que dió su nombre a una plaza, y por iniciativa de los ayuntamientos, Marqués de Tenerife. En una carta de adhesión que envió al acto de homenaje que el 9 de diciembre de 1900 los canarios residentes en Madrid tributaron a Galdós, decía: "Todo lo que sea canario fija mi atención, pues como Hijo Adoptivo no cedo mis derechos de cariño a los hijos naturales". No fue, pues, acertada la opinión que le mereció Weyler a nuestro admirado Nicolás Estévanez, ni justo el trato que éste le dispensó como ministro de la Guerra en el efímero Gobierno de Pi y Margall. Creo sinceramente que el general se ha hecho acreedor del respeto y el agradecimiento de todos los canarios. De Weyler se ha escrito el merecido juicio histórico siguiente:

"Astuto, inteligente, culto, incansable, y sin piedad en el combate. Un eficiente profesional de la guerra en una España caótica; un general de la Roma republicana en un país de generales golpistas. Un estratega en un ejército huérfano de ellos, que descubrió los principios contraguerrilleros que se aplicarían en todo el mundo durante el siglo siguiente. Indiscutible protagonista, en suma, de la historia militar española durante más de medio siglo".
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Re: Reivindicando a un gran militar

Mensajepor cutis » 10 Nov 2016 11:42

Impresionante tu aporte lincis . El emoticono del aplauso , por muchos que ponga es poco

Un saludo

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Re: Reivindicando a un gran militar

Mensajepor greyghost » 10 Nov 2016 12:33

A quien le interese tener información sobre ese genio militar, le aconsejo la lectura de: "Mi mando en Cuba", libro escrito por el propio general, así como la autobiografía dictada por el general a su hijo Fernando: "De caballero cadete a general en jefe", de este libro en concreto, hay una versión mejorada publicada por ediciones Altaya (Memorias de un general), la cual incluye un prologo de Carlos Seco Serrano y epilogo de su nieta María Teresa Weyler.

Hombre de una absoluta lealtad hacia sus hombres, buen administrador de lo publico, absolutamente incorruptible aunque con una merecida reputación de austero pues tremendamente tacaño respecto así mismo, por lo que es lógico que en nuestro cainita país, alguien cuya única vocación era servir a su país, suscitara los celos y odios de sus compañeros, superiores, políticos y prensa en general.

Si los conocimientos sanitarios de aquella época, hubiesen sido equiparables a los de hace unas decadas, su sistema de concentración de civiles hubiera causado escasisimas victimas y habría acortado la guerra, alcanzando la victoria con total probabilidad.

Basta comparar los procedimientos de Weyler con los de las topas norteamericanas que tanto le criticaron, pues un año después ordenaron el fusilamiento de todo filipino mayor de 10 años.

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Re: Reivindicando a un gran militar

Mensajepor lincis » 10 Nov 2016 13:58

cutis escribió:Impresionante tu aporte lincis . El emoticono del aplauso , por muchos que ponga es poco

Un saludo


Gracias Cutis pero, en honor de la verdad, todos los participantes en el hilo han aportado material muy interesante.
Y, gran parte del mérito ha de recaer en quien inició el hilo.
Así que, compañero, apúntate un 10.
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Re: Reivindicando a un gran militar

Mensajepor lincis » 10 Nov 2016 14:25

Cutis, esto que sigue es en tu honor, como asturiano de pro que eres:

En el corazón del verano de 1901 Weyler visitó Asturias como ministro de la Guerra. Aquí recibió los correspondientes agasajos de las autoridades y accedió a la petición de la prensa regional que demandaba el indulto del trabajador José Valdés, quien llevaba casi un año en la cárcel de Oviedo, intentando así congraciarse con el mundo obrero. Después se dedicó al verdadero motivo de su viaje: conocer el estado de la industria regional.

En la mañana del 31 de julio pudo ver en Lugones La Industrial Asturiana y la fábrica "Santa Bárbara", manifestando su extrañeza por el mal estado de la carretera que unía esta localidad con Avilés y por la tarde, entre banquetes y paseos honoríficos se acercó en Gijón a la fábrica de vidrios y la de aceros de Moreda. Al día siguiente salió para Avilés, vio la ciudad y se desplazó hasta San Juan de Nieva para embarcarse en un remolcador con el que bordeó la playa de Salinas hasta llegar a Arnao donde comió antes de ver los departamentos y talleres de la Real Compañía Asturiana.


Finalmente, el día 2 de agosto llegó a Mieres, que en aquel momento estaba considerada como uno de los grandes establecimientos industriales de España. Según las crónicas periodísticas, fue recibido a media mañana en la estación de la villa por el personal técnico de la Fábrica encabezado por el doctor Van Straalem y don Ernesto Guilhou, hijo del fundador y entonces presidente de la sociedad que también explotaba las principales minas de carbón de la zona.
Desde allí fue conducido hasta las instalaciones en un tren de la casa por un trayecto, que como era habitual en estos casos, estaba adornado por artísticos arcos de follaje e inscripciones alusivas a la visita. Al paso de la comitiva tocó la Banda municipal y los obreros hicieron estallar bombas de gran calibre para anunciar el acontecimiento.

Ya en los talleres, el general presenció las operaciones de forja, colada y laminación efectuadas por las máquinas más modernas movidas a vapor y con una precisión y limpieza admirables. A continuación, el mismo tren engalanado lo trasladó hasta la mina Baltasara, donde entró provisto de la correspondiente lámpara de seguridad junto a los ingenieros. De allí pasó a los lavaderos y cribaderos del mineral, acompañado en esta expedición por la marquesa de Villaviciosa de Asturias y doña Marta Guilhou.

Antes del almuerzo, que se sirvió a las once y media en la casa de los empresarios, varios repatriados asturianos pudieron acercarse para presentarle una instancia suplicando el abono de los haberes que aún se les adeudan por la campaña de Cuba, logrando la promesa de que no iba a tardar en satisfacer "deuda tan sagrada".

Por el detallado relato que hizo de la jornada el diario conservador La Época sabemos que en el comedor ocuparon la presidencia los marqueses de Villaviciosa y estuvieron presentes los otros miembros de la familia, junto a Teresita Bernaldo de Quirós, Carmen Pidal, varios generales, ingenieros, políticos de nota y el gobernador de la provincia. También, que la sala se hallaba profusamente adornada con plantas, banderas españolas y castilletes formados con atributos de la industria minera y la mesa, de extremo a extremo, con un macizo de dalias, claveles, rosas y hortensias.

En cuanto al brindis, al destaparse el champagne fue el marqués de Villaviciosa quien dirigió unas elocuentes palabras saludando al general como legítima esperanza de la Patria, diciéndole que al igual que él le ofrecía su casa, la tierra asturiana también se le ofrecía del mismo modo.

Por su parte Weyler, antes de regresar en el tren correo para Madrid, manifestó que había quedado muy satisfecho de su visita a esta tierra cuyos hijos le habían ayudado incondicionalmente en Cuba a batir la insurrección y cuya prosperidad, en la que cifraba gran parte del engrandecimiento de la Patria, se complacía en enaltecer.


Seguro, tal como es costumbre, le recibieron con un formal "Excelentísimo Señor", le continuaron el trato con "ilustrísimo señor", para seguir con un "cómodo usted· y, para acabar, le dirían aquello de "¿quieres otro culín?"
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Re: Reivindicando a un gran militar

Mensajepor Genmingen » 10 Nov 2016 16:46

Como he disfrutado leyendo este hilo y las intervenciones de lincis y demás compañeros . Si una cuarta parte de los españoles conocieran las virtudes y vida esforzada de Weyler todavía le seguirían levantando estatuas y poniendo calles con su nombre...no quitandole meritos o agrandando su leyenda negra.
Hago una reflexión. Tal vez habría que empezar un movimiento social tipo al que particulares empezaron con Don Blas de Lezo para recuperar su memoria y sitio en la historia. Pero tenemos un problema, todavía seguimos inmersos en la anestesia moral y con un complejo de inferioridad que decenas de años de lobotomia civil educativa nos esta convirtiendo en lo que somos hoy en día como sociedad.
Sólo cuatro gatos conocemos a Weyler o nos interesa la historia de España, ya no militar, cualquier tipo de historia...así que poco vamos a lograr cuatro gatos considerados fachas por el mero hecho de gustarles la historia militar de su país por muy aséptica que puedan ser las fuentes que consultemos, eso no importa. En lugar de eso sigamos pidiendo perdón por todos los daños causados en el mundo, de la muerte de la madre de Bambi y de todo lo que nos han dicho.
Nunca sabremos porque desde España se destituyo al único General que estaba ganando la guerra y que a los 20000 americanos les hubiese dado sopas con honda. Y aunque lo sepamos, de que sirve ya. Como decía un humilde sargento del regimiento de caballería del Rey a sus nietos, "Nos vencieron sin combatir, sino nos dejaron...¿porque 3 años de lucha y miles de penalidades y muertos ?". Ese hombre todavía lloraba de verguenza casi 60 años después
Gracias Cutis y gracias a todos por recordar a un gran hombre, gran militar y un gran español

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Re: Reivindicando a un gran militar

Mensajepor cutis » 10 Nov 2016 19:30

No ; gracias a ti y a todos los que escribisteis en este hilo , ya que sois vosotros los que con vuestra aportacion haceis grande el hilo

Un saludo

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Re: Reivindicando a un gran militar

Mensajepor lincis » 11 Nov 2016 10:45

Valeriano Weyler y Nicolau nació en Palma de Mallorca, el 17 de septiembre de 1837. Hijo de Valeriano Weyler Laviña y de María Francisca Nicolau. Su madre era mallorquina y su padre un madrileño, médico doctorado en el Real Colegio de Médicos y Cirujanos de Barcelona.

Su bisabuelo, el primer Weyler llegado a España, era un alemán del Kurft, a orillas del Rhin, que ingresó en el Regimiento de la Guardia Walona. Como el Regimiento de la Guardia Walona apenas encontraba voluntarios y los reyes deseaban mantenerlo, Carlos IV dispuso que sus reclutas tuvieran por lo menos un cuarto de walón, pero esto no fue suficiente y el Regimiento se vio obligado a reclutar a españoles y extranjeros de toda naturaleza. De este modo, el primer Weyler, aunque no era ni suizo, ni irlandés, ni walon pudo entrar en el Regimiento, hasta que una bala le agujereó y lo dejó inútil, pasando a ser Teniente del Cuerpo de Inválidos.

Su hijo, ya español, perteneció al mismo regimiento, luchando en la guerra del Rosellón, contra los franceses en la Guerra de la Independencia y prestó servicios en la colonia de Surinam, retirándose de Coronel.
De este modo Valeriano Weyler Laviña ingresó en el Cuerpo de Sanidad y fue médico de visita en el Hospital Militar de Barcelona, hasta que lo enviaron a la primera guerra contra los carlistas. En 1835 fue destinado a Filipinas, aunque volvió a España el año siguiente donde continuó la guerra. Pasó luego al Hospital Militar de Palma de Mallorca y se vinculó a la isla.

Valeriano Weyler Nicolau estudió en el colegio que Bernardo Homar tenía en Palma. En 1847 su padre fue nombrado jefe del Hospital Militar de Granada, y la familia embarcó hacia allí, prosiguiendo sus estudios en el Colegio de San Bartolomé y Santiago de Granada.

Fue un niño tímido y físicamente poca cosa, canijo y corto de estatura. Como decía el pueblo “¡Fumar hace hombre!”, y con algunos amigos se fumó un cigarro robado a sus padres. La hombría no dio señales de vida, pero el humo le provocó dolor de cabeza y mal sabor de boca, por lo que se prometió no volver a fumar. Lo cumplió toda la vida.

Para ver si crecía, sus padres lo matricularon en un gimnasio. Se dedicó tenazmente a los ejercicios, que combinó con la equitación. Se hizo duro, elástico y buen jinete, pero no creció.

La familia regresó a Mallorca, donde su padre fue jefe de la Sanidad Militar y publicó varios libros.
Él prosiguió sus estudios con la pretensión de hacerse militar, pero sus ilusiones chocaban con su corta talla, y pensando que semejante tapón no podía ser oficial, su abuela propuso hacerlo cura. Pero no dio su brazo a torcer.

En 1853, Valeriano superó por pelos el problema de la estatura e ingresó como cadete en la tercera compañía del Colegio de Infantería de Toledo. Allí, mientras soportaba las habituales novatadas, tomó contacto con los valores esenciales de su vida futura: disciplina, valor, honor, orgullo, sacrificio y rutina.
El cadete Weyler, se empeñó por destacar por encima de las limitaciones de su estatura y lo logró gracias a la constancia, la capacidad intelectual y su fortaleza física, que era tan notable que sus compañeros le apodaron Escipión.

Valeriano Weyler abandonó el Alcázar de Toledo en 1856, con su despacho de Subteniente de Infantería. Había logrado el cuarto puesto de su promoción y podría elegir un buen destino. Se inició como Subteniente en el Regimiento de Infantería de la Reina nº 2, de guarnición en Madrid. Y aunque no tenía mucho tiempo libre, no deseaba vegetar en el escalafón, así que preparó el ingreso en la Escuela de Estado Mayor, y aunque con el último número, aprobó el ingreso en el año 1857.
Durante esos años, se emprendieron algunas aventuras militares en el extranjero, mientras Weyler permanecía en la Escuela de Estado Mayor, intentando remontar su lamentable puntuación de ingreso. En 1859, su padre fue nombrado jefe de Sanidad del Ejército de Observación de O´Donnell en Marruecos. Le benefició la reducción de los planes de estudio de la escuela, y en 1862, concluyó los mismos con el número uno de su promoción.
La formación de los oficiales de Estado Mayor se completaba con prácticas en unidades de Infantería, Artillería y Caballería. Para cumplirlas, en octubre de 1860, pasó a Baleares, donde sirvió en los Regimientos Gerona nº 3 y Luchana nº 28. El 11 de septiembre de 1861 empezó las prácticas de Caballería en los Regimientos de Lanceros de Numancia y Cazadores de Alcántara. El 10 de mayo de 1862 fue a Sevilla para las prácticas de Artillería. El 6 de septiembre de 1862 ascendió a Capitán del Cuerpo de Estado Mayor y fue destinado, el 22 de diciembre, al Estado Mayor de Baleares.

Cuando apenas llevaba año y medio en Palma se anunciaron dos vacantes de comandante de Estado Mayor en Cuba. No se enviaba oficiales forzosos a las colonias, de modo que, si no existían voluntarios, se ascendía al subordinado que quisiera ocupar la plaza. Weyler se presentó a los puestos y, al ser el único solicitante, el 19 de marzo de 1863 fue nombrado Comandante del Cuerpo de Estado Mayor del Ejército de Cuba. Tenía veinticinco años, y sus antiguos compañeros de Toledo seguían como Tenientes.

Zarpó de Cádiz el 30 de abril en el “Ciudad Condal” y llegó a La Habana el 21 de mayo.
En Cuba las cosas no marcharon tan bien como esperaba. Le atacó la fiebre amarilla, que atacaba a los recién llegados, matándolos en gran número, después de padecer ictericia, fiebre, vómitos y hemorragias. Se creía que se debía a los vientos del sur, pero se trataba de un virus transmitido por un mosquito. La administración española no sabía profundizar en su estudio y el tratamiento se reducía a cuidar a los enfermos, confiando en Dios y la buena suerte. Aunque le faltó poco, no murió de la fiebre y quedó inmunizado de por vida.

Mientras luchaba con la fiebre amarilla, en la isla de Santo Domingo ardía una guerra de complicados orígenes. En Haití, colonia francesa, se sublevaron los esclavos a finales del S.XVIII. Desde entonces, el fantasma de la revolución negra espantaba a los blancos y mulatos del Caribe, sobre todo en el país vecino de Haití, la mitad española de la isla de Santo Domingo. En 1821, la colonia dominicana se independizó de España y los haitianos la invadieron, sometiéndola a una ocupación que duró 22 años. En 1844 una revolución patriótica logró expulsarlos pero no se logró la paz. En 1861 el General José Santana solicitó la anexión de la República Dominicana a Estados Unidos, Francia y a Inglaterra, pero estos se desentendieron. Fue entonces cuando solicitó la anexión a la Corona española, logrando engañar al gobierno de O´Donnell. El 18 de marzo de 1861 Santo Domingo fue de nuevo española. Pero el 16 de agosto de 1863 se produjo una sublevación que se convirtió en guerra de independencia contra los españoles.

Máximo Gómez era un dominicano nacido en 1836 en una familia acomodada que ingresó en 1851 en un regimiento de caballería de Santana y en 1855 tomó parte en intensas operaciones contra las incursiones haitianas. Así se formó militarmente en guerras sin piedad, en primer lugar integrado en las tropas de la República y, cuando en 1863 estalló la guerra de la independencia, con los partidarios favorables a los españoles. Años después, algunos de estos partidarios, como el mismo Máximo Gómez cambiarían sus lealtades en Cuba y lucharían contra España.

En esta guerra se extendieron las prácticas de las guerras haitianas: asesinato, tierra quemada, saqueo y terror. La guerra se convirtió en un infierno de emboscadas, ataques por sorpresa y escaramuzas. Los soldados españoles luchaban sin interés, eran diezmados por la fiebre amarilla, acosados por el clima y los insectos, no conocían el terreno y sus columnas no podían moverse sin ayuda de guías. Los combates comenzaban de pronto, en la espesura y terminaban con la misma rapidez. Apenas se hacían prisioneros. Los independentistas decapitaban y macheteaban, y los españoles fusilaban y ahorcaban. Todos destruían todo lo que pudiera beneficiar al enemigo.
Los españoles luchaban contra la fiebre amarilla y los mambises (guerrilleros antiespañoles).
Curado de la fiebre, Weyler se inquietaba en Cuba. Pidió el traslado a su Brigadier, el Marqués de Poblaciones, quién se lo concedió. A las cinco de la tarde del mismo día partió en el vapor “Águila” y se incorporó al Estado Mayor del Mariscal de Campo José de la Gándara Navarro, comandante de las tropas enviadas desde Cuba el año anterior. Al contemplarlo, el general La Gándara montó en cólera ante el colaborador que le enviaban. Pequeño y desgarbado, sobrándole el uniforme por todas partes, rubio y casi barbilampiño.

Con La Gándara y su División de Operaciones del Sur partió hacia la población de San Cristóbal. A mediados de octubre ya había tomado parte en varios tiroteos, y el día 24 ganó una cruz de Carlos III en el combate de Santa Ana.

Marchaba la columna al mando del General Gandara ya cerca del poblado de Doñana camino de San Cristobal, cuando fue atacada por los insurrectos con nutrido fuego.Vacilaron las fuerzas Españolas ante el ataque, se envalentonaron los Dominicanos y avanzaron sobre las piezas de artilleria.Ante la gravedad de la situacion, De la Gandara pidio la Bandera del Batallon de vanguardia, como habia hecho Prim en la Guerra de Africa, galvanizar a las tropas y lanzarse al ataque.La cosa es que Weyler, Jefe del Estado Mayor de la Brigada de vanguardia, al mando del General Dominicano Puello, se le adelanto, desenvaino el sable, largo una corta arenga a la Tropa y acompañado de solo otros 2 oficiales, el Capitan Roriguez Arias y el Teniente Gonzalez Barrado, se lanzo contra el enemigo.El ejemplo animo a los soldados, que rechazaron a los insurrectos.

Dos semanas más tarde la situación se complicó y La Gándara decidió enviar un mensaje pidiendo instrucciones al Capitán General que residía en el capital. A través de la zona de 20 kilómetros que separaba San Cristóbal de la capital, plagada de enemigos, uno de sus tres comandantes de Estado Mayor debía llevar el mensaje y regresar.

Decidieron sortear y le tocó a Weyler. La Gándara no disimuló su alegría, ya que apreciaba a los otros dos comandantes y delante de todos soltó - ¡Me alegro! -. Weyler respondió - ¡Y yo también, mi general! -.

El 7 de noviembre partió con una columna de 130 hombres. Debía dejar al Capitán Armiñán y la columna en la orilla derecha del río Jaina para cubrir su retirada, cruzar el río acompañado de diez jinetes y llegar a la capital. Llegaron al Jaina sin tropiezos y dejaron la columna parapetada en la orilla. Los caballos de los jinetes se negaron a vadear el río ya que la corriente estaba muy crecida, y como construir una balsa requería tiempo, Weyler continuó con la única compañía de su guía, Luis Marcano y un corneta. Cuando pudieron cruzar el río, una lluvia de balas los recibió desde la otra orilla, resultando herido su caballo, pero entre tiros lograron llegar a la capital.

Después de recibir las órdenes volvieron al Jaina, reuniéndose allí con la columna. Pasaron la noche allí y al amanecer del día 9 emprendieron el regreso. Nada más empezar el camino los mambises atacaron por sorpresa, causándoles varias bajas. El caballo de Weyler recibió tres balazos, se montó en otro que también le mataron. Otra bala le agujereó el sombrero, según él, “ventajas de ser pequeño”.

A la desesperada regresaron a su antigua posición. El enemigo no repitió el asalto, aunque los sometió a un tiroteo continuo. Resistieron tres días, hasta que el ruido de los disparos alertó a los españoles de San Cristóbal, y dos soldados enviados por Weyler llegaron hasta Santo Domingo. Cada guarnición envió una columna y pudieron ser liberados.
Weyler fue citado en la orden general y la división completa rindió honores a su columna. Por esta acción se le concedió una Cruz Laureada de San Fernando.

Sobre la Laureada de Weyler, la RO de 21 de Septiembre de 1867 ( publicada el 28) dice:


¨¨Resulta probado que el 9 de Noviembre de 1863 en accion sostenida contra contra los rebeldes de Santo Domingo cerca del paso del Rio Jaina, don Valeriano Weyler con la columna que mandaba, compuesta por la cuarte parte de la fuerza que tenia el enemigo, logro desalojar a este de las posiciones que ocupaba, consiguiendo despues retirarse en buen orden con el feliz exito de haber salvado a los enfermos y heridos que tuvieron nuestras tropas, por cuyo motivo debe calificarse su compartamiento distinguido como comprendido en el caso 63, aret.25 del Estatuto de la Real y Militar Orden de San Fernando¨¨.


Sobre el Dualismo en los grados, tan curioso hoy en dia, cuando Weyler ascendio a Brigadier del Ejercito, el 5 de Diciembre de 1872, seguia siendo Comandante en su Cuerpo, el de Estado Mayor.

El Real Decreto, firmado por Amadeo de Saboya, dice:

¨¨ Atendiendo a los servicios prestados durante la actual campaña de Cuba por el Coronel del Ejercito, Comandante de Estado Mayor, Don Valeriano Weyler y Nicolau, y muy particularmente los que contrajo el 18 de marzo ultimo mandando como comandante en jefe la accion sostenida contra los insurectos en las inmediaciones del Rio Chiquito, Vengo en promoverle a Brigadier del Ejercito.¨¨

El Cuerpo de Estado Mayor al que pertenecía era de escala cerrada, al igual que la Artillería y los Ingenieros, es decir, sus miembros no podían ascender por méritos de guerra como los oficiales de Infantería y Caballería. Así se estableció el dualismo, que permitía carreras paralelas. Los oficiales de escala cerrada podían ascender, por méritos de guerra, en cuerpos de escala abierta. Por ejemplo, un Capitán de Artillería podía ser, simultáneamente Coronel de Infantería. Weyler aprovechó esta costumbre, y sin dejar de ser Comandante de Estado Mayor, recibió el grado de Teniente Coronel de Caballería por méritos de guerra.

Su siguiente distinción fue una mención honorífica por las acciones realizadas entro el 6 de diciembre de 1863 y el 10 de febrero de 1864: los combates de San Juan, las Matas y Neiva y el desembarco de Barahona al frente de 400 hombres. Los méritos de guerra le permitieron consolidar el grado de Teniente Coronel de Caballería en abril de 1864, mes en que abandonó Santo Domingo con su división volviendo a Cuba.

La guerra siguió por derroteros catastróficos y en el verano de 1865 se decidió evacuar la capital. La retirada fue muy cruel, arrasando todo. Los militares negros y mulatos al servicio de España padecieron la traición de haber servido lealmente y ser luego tratados con desdén. Al regresar a Cuba fueron disueltos sus batallones y se vieron privados de todos sus grados y honores. No se dejó desembarcar en la isla a los generales haitianos que habían luchado junto a los españoles y tampoco a los oficiales negros.

Entre los mulatos que si fueron a Cuba estaba Máximo Gómez, un año mayor que Weyler y comandante de la Reserva Territorial, que había perdido todos sus bienes en la guerra y abandonó su patria con los españoles. Al llegar a Santiago de Cuba esperó que le agradecieran los servicios prestados. Al cabo de un año entendió que los españoles se desentendían de sus antiguos aliados y abandonó el Ejército. Se estableció como agricultor en un poblado cerca de Bayamo.

Tras el regreso de Santo Domingo, Weyler visitó Estados Unidos, donde transcurrían los últimos tiempos de la Guerra de Secesión. Allí conoció al General William T. Sherman.

En 1865 Weyler pasó al Estado Mayor de Puerto Rico. Regresó a Cuba quince meses después y, el 9 de febrero de 1867 solicitó una plaza para su hermano Fernando, en la Escuela Militar de La Habana. Fernando ingresó como cadete el 1 de junio y Valeriano embarcó para España con un permiso de año y medio como compensación de las enfermedades que había padecido. Cuando faltaba un mes para finalizar su permiso regresó a Cuba por la falta de personal en la isla.

Con treinta y un años se movía como pez en el agua en Cuba. Allí cultivaba sus tres grandes pasiones: la equitación, la milicia y las mujeres. Era incansable en el amor efímero y lo prodigaba con casadas, solteras, blancas, negras o mulatas. Durante toda su vida mantendría la afición y el éxito.

En el mismo barco en que regreso Weyler a Cuba en Julio de 1865 volvio tambien Maximo Gomez.Como anedecota, al desembarcar en Santiago de Cuba Weyler le tuvo que prestar a Maximo Gomez 5 Pesos por venir el y otros oficiales Dominicanos con lo puesto, propuso crear una junta de socorro para ayudarlos, de la que fue Secretario.El propio Weyler lo cuenta, regreso a mediados de Julio de 1865 con la evacaucion final y no en 1864, con el viajaron aparte de Maximo Gomez otros Militares Dominicanos, como Modesto Diaz o Luis Marcano.El unico corto viaje que realizo mientras estuvo en Santo Domingo fue a Puerto Principe , capital de Haiti, para entregar unos documentos en el Consulado Español.Viajo en un buque de Guerra, entrego los papeles al Consul y volvio a embarcar, sin ni siquiera pernoctar en Haiti.Al parecer el documento era un ultimatum al Gobierno Haitiano para que dejara de apoyar a los insurgentes bajo la amenaza de bombardear la capital Haitiana.Es mas, no es que en Abril de 1864 regresara una Division a Cuba, es que fue al reves, llego una nueva con 7.000 hombres al mando del General Fernando Primo de Rivera.Es mas, el propio Weyler relata una mision por encargo del General Izquierdo para intentar parlamentar con los rebeldes, ya decidido por el Gobierno de Narvaez el abandono de la Isla.

Lo del viaje a los EEUU y la visita a Sherman, Weyler ni lo nombra en sus Memorias, y ya es raro, con el que realiza a Paris se extiende en hablar de todo lo que vio, de dia y de noche , pero es normal ya que no estuvo en los EEUU ni en la Guerra Civil.
A mediados de julio de 1865 viajo de Montecristi , en Santo Domingo, a Santiago de Cuba a bordo del Buque de la Armada ¨¨ Colon¨¨, formando parte de la evacuacion de la Isla por las fuerzas Españolas y paso destinado al Estado Mayor del Gobierno Militar de Oriente en la propia Santiago de Cuba.Lo de Puerto Rico ocurrió un año después del señalado, en Septiembre de 1866.Mas que un destino fue una comision de servicio, Weyler viajo a Puerto Rico desde Santiago de Cuba al ser designado por sorteo para formar parte de un Consejo de Guerra a un Tte.Coronel.Acabado el Consejo de Guerra se tuvo que hacer cargo como Jefe interino del Estado Mayor de Puerto Rico por causas accidentales.El Coronel Jefe habia muerto de fiebres, el Tte.Coronel segundo Jefe estaba de permiso en la Peninsula y los otros 2 Comandantes enfermos de Fiebre Amarilla.En julio de 1867, regreso a Cuba, al Estado Mayor de la Capitania en la Habana, permanecio en Puerto Rico 10 meses.

En octubre de 1868 un tal Carlos Manuel Céspedes se había sublevado al frente de los esclavos de su propia plantación. Comenzaba la mayor contienda cubana ocurrida hasta entonces, “La Guerra de los Diez Años”.
La revolución española de septiembre de 1868, la gloriosa, fue el detonante de la revolución en Cuba. El ambiente estaba preparado desde el abandono de Santo Domingo en 1865 y la guerra de Secesión norteamericana, sin embargo la revuelta no fue encabezada por negros esclavos o libertos, sino por personajes de clase media.

Carlos Manuel Céspedes era un abogado terrateniente. El 10 de octubre de 1868 liberó a sus treinta esclavos, los armó y marchó hasta el pueblecito inmediato, donde publicó un manifiesto, el grito de Yara, que daba por establecida la Junta Revolucionaria de la isla de Cuba, de la cual se denominaba presidente. Luego formó un pequeño ejército de 147 hombres precariamente armados. Los alzados camparon a sus anchas en un clima propicio y se apoderaron de Baire, Jiguaní y otros poblados. El 20 de octubre lograron su mayor éxito al tomar Bayamo, una ciudad de cierta importancia. Entre los campesinos que se le unieron estaba un vecino de origen dominicano llamado Máximo Gómez. A finales de octubre los independentistas contaban con unos 8.000 hombres.
La insurrección se extendió rápidamente en el Oriente, donde logró la simpatía de la mayor parte de los pequeños propietarios. También se unieron los mulatos libres y los negros, como Maceo, que se unió junto con sus hijos Antonio, Justo y José.

Las tropas en Cuba se habían reducido debido al presupuesto de guerra y Lersundi solamente contaba con 8.350 hombres del Ejército regular y 1.676 de las milicias. Envió el batallón de Cazadores de San Quintín a Oriente, tres compañías a Gíbara y autorizó la organización de unidades de voluntarios.
El pequeño cuerpo expedicionario español fue puesto al mando del General segundo jefe Blas Villate de la Hera, conde de Valmaseda, un vasco con quince años de permanencia en Cuba.

Los soldados españoles se adaptaban con dificultad. Apenas habían recibido instrucción de combate, eran pocos y estaban diezmados por las enfermedades, mal pagados y peor equipados. La estrategia española se reducía a guarnecer ciertos puntos importantes, entre los cuales se movían columnas voluminosas y desorganizadas que avanzaban pesadamente por los malos caminos, a cuyos lados no podía verse nada.

Mientras los españoles se movían con lentitud, los mambises vigilaban, escondidos en la espesura, y acosaban a los soldados como tábanos sin que estos pudieran responderles con nada efectivo.

A veces surgían de la selva enloquecidos, caían sobre la desconcertada tropa y mataban a algunos hombres a machetazos y golpes. Los repelían a tiros y bayonetazos y cuando los mambises se retiraban, nadie se atrevía a perseguirlos en el bosque, pero los soldados continuaban disparando contra la selva, para quitarse el miedo. Cuando los oficiales lograban detener el fuego y establecer el orden, la columna formaba de nuevo y proseguía su camino. Los guerrilleros la dejaban en paz o volvían a hostigarlos un poco más adelante, con los soldados acosados por la enfermedad, los insectos y el desánimo.

Las anedctodas sobre Weyler son muchisimas, la mayoria relacionadas con su tacañeria y desaseo con la ropa, cuando vestia de civil, de Militar simpre fue impecable.Al morir en Octubre de 1930, en la hoja de servicios de Weyler figuraban la friolera de 76 años, 10 meses y 2 dias de servicio en el Ejercito, de ellos 56 en el empleo de General, ya que hasta el dia en que murio a los 91 años permanecio en situacion de actividad, nunca paso a la Reserva.Su ultimo mando, Jefe del Estado Mayor Central, lo desempeño cuando contaba 87 años.

Unas entre tantas:


Se cuenta que en cierta ocasión tuvo que renovar su tarjeta de identidad militar, ya era Capitán General, y le pidieron una foto para el documento.En lugar de hacérsela, costaba 2 pesetas de entonces, recorto su efigie de la vitola en que venia en una conocida marca de Habanos y la pego en el carnet.

De Valeriano se dice que era demasiado tacaño, cuentan que un día uno de sus hijos le pidió dinero para comprarse un pijama, entonces Weiler le contesto:"¿un pijama? ¿y eso para que sirve?" ,"Sirve para dormir" respondió su hijo, agregando Valeriano "Para dormir lo que hace falta es tener sueño".

Otra vez un hijo suyo le envió una carta pidiéndole 500 pesetas, a lo que le contestó :" Ahí te envió las cincuenta pesetas que me pides, y te advierto que cincuenta se escribe con un solo cero".

También cuenta que, en una ocasión le regalaron unas palomas mensajeras, una afición que aún perdura en su Mallorca natal. Pasado un tiempo le preguntaron que tal estaban las palomas, a lo que respondió "estaban muy buenas"

Por si no había dado suficientes muestras de su devoción a España, a su muerte, donó en su testamento el 70% de sus bienes al Estado Español.
A suerte o a muerte.
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Re: Reivindicando a un gran militar

Mensajepor Genmingen » 11 Nov 2016 13:18

Espectacular lincis :saluting-soldier: . Desconocia que a los insurrectos dominicanos se les denominase ya mambises, como lo fueron mas tarde los cubanos.
Un saludo

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Re: Reivindicando a un gran militar

Mensajepor Hernan2 » 06 Dic 2016 07:15

JotaErre escribió:Hay una excelente biografía suya: "Weyler. Nuestro hombre en La Habana", de Gabriel Cardona.

En mi opinión, fue un gran militar, y probablemente las cosas hubieran ido mejor si el Gobierno le hubiera mantenido como Capitán General de Cuba.


Cierto, leí el libro y está muy bien, a pesar de que Gabriel Cardona fue también autor de libros poco logrados.

Saludos
El orden humano se parece al Cosmos en que, de vez en cuando, precisa hundirse en el fuego para renacer de nuevo. Ernst Junger. Sobre los acantilados de mármol.


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