La expedición de Belgrano al Paraguay ( I )La expedición militar al Paraguay al mando de Manuel Belgrano fue una fuerza militar que la Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata envió a la Provincia del Paraguay con el fin de someterla a su autoridad. Esta operación se produjo entre septiembre de 1810 y marzo de 1811 y resultó un fracaso militar. Fue uno de los antecedentes para la convocatoria del congreso del 17 de junio de 1811 que determinó la destitución del gobernador Bernardo de Velasco "subrogándose en su lugar una junta de gobierno".
El 17 de mayo de 1810 se anunció oficialmente en Buenos Aires que la resistencia en España contra Napoleón Bonaparte solo subsistía en la bahía de Cádiz, y que la Junta Suprema Central, residente hasta entonces en Sevilla, había sido suprimida.
Como medida de seguridad, las tropas fueron acuarteladas y los oficiales de las mismas pidieron al virrey Cisneros su renuncia, por haber caducado la autoridad de la que dependía y solicitaron al cabildo su intervención. El 21 de mayo se reunió en la plaza "una breve muchedumbre [...] reclutada entre el bajo pueblo por tres eficaces agitadores" que presionaron a las autoridades. El virrey convocó a una junta general de vecinos o cabildo abierto para el 22 de mayo de 1810.
Entre los argumentos intercambiados en esta querella de abogados, en la que utilizaron textos normativos de antigua data para solucionar la vacante del poder soberano, el fiscal de la Real Audiencia Manuel Genaro Villota sostuvo que —si bien era cierto que la soberanía podía ser reasumida por el pueblo como consecuencia de la caducidad de toda autoridad en España— no era menos cierto que no solo el pueblo de Buenos Aires, sino todos y cada uno de los pueblos del virreinato debían ser previamente escuchados antes de erigir un gobierno legitimo que reemplazara al existente. Estas consideraciones no fueron tenidas en cuenta, y el 25 de mayo una Junta Provisional sustituyó al virrey Cisneros.
El 27 y 29 de mayo, la nueva Junta y el Cabildo de Buenos Aires dirigieron comunicaciones a "los pueblos", es decir, las ciudades y villas del virreinato, en las que expusieron los motivos de la deposición del virrey y solicitaron el reconocimiento de su autoridad provisional y el envío de diputados para integrar posteriormente un gobierno con representación de todas las provincias. La Junta sabía que las provincias más ricas no iban a reconocer su supremacía sobre ellas, es decir, aceptar que se mantuviera el estatus de colonias de segundo grado en "beneficio del bloque comercial porteño". Por esa razón
"por si acaso, un ejército partiría para asegurar la "libertad de los pueblos" en la selección de tales diputados. De esta forma quedaba planteada la guerra. ¿Qué tipo de guerra? Una guerra civil entre quienes apoyaban a la Junta revolucionaria de Buenos Aires y quienes sostienen al revolucionario Consejo de Regencia de Cádiz".(Damianovich, 2010, p. 60)
Misión de Espínola y PeñaLa junta de Buenos Aires designó a José Espínola y Peña para que llevara las notas mencionadas a Asunción. Llevaba además su nombramiento secreto como comandante general de armas del Paraguay, a efectivizarse luego de la destitución del gobernador Bernardo de Velasco. A juicio de Pedro Alcántara de Somellera, asesor letrado del gobernador, "no había un viviente más odiado por los paraguayos". Espínola había sido destituido dos veces por Velasco, y meses antes el Cabildo de Asunción había pedido al virrey Cisneros que no volviera a darle cargos en la provincia.
Espínola llegó a Asunción el 21 de junio. Velasco se sintió molesto por la elección del emisario, con la cual la Junta manifestaba su poder como heredera del tradicional estilo autoritario virreinal. La primera prueba de esto ocurrió en Villa del Pilar, donde Espínola, pasando por sobre la autoridad del gobernador, reunió al Cabildo, pidió el sometimiento a la Junta de Buenos Aires e intentó reclutar hombres.
Cuando Velasco se enteró además del nombramiento secreto que traía, quiso sacarlo de Asunción rumbo a Villa Real de la Concepción. Espínola, sospechando que lo querían confinar, logró escapar hacia Buenos Aires. Allí manifestó que la mayoría de los paraguayos estaban a favor de la Junta de Buenos Aires y que bastaría una pequeña fuerza de 200 hombres para remover a las autoridades y opositores provinciales. Según Belgrano el gobierno creyó lo que decía Espínola porque era "fácil persuadirse de lo que halaga".
Oficios a la Junta de Buenos AiresEl 17 de julio, Velasco y el Cabildo de Asunción respondieron el oficio de la Junta que había traído Espínola. Manifestaron que dada la "gravedad del asunto" se había acordado celebrar "un Consejo general" el 24 de julio de cuyo resultado se daría "oportuno aviso" a la Junta. La nota manifestó, además, el "disgusto" por la venida de Espínola, a quien se calificó como "conductor de los pliegos", es decir, un mensajero sin representación alguna. Hizo referencia a su "vergonzosa fuga", sin motivo alguno, lo que lo descalificó aún más.
Como un anticipo de la posición política de la provincia del Paraguay, la nota resaltó, en primer lugar, el "sosiego inalterable" que reinaba ahora en la provincia, en referencia a las inquietudes que había provocado en la población el intento de Espínola de reclutar hombres para llevarlos a Buenos Aires. En segundo lugar, la "acendrada" fidelidad de la provincia a Fernando VII y, finalmente, su "respetuosa sumisión a las autoridades legítimas". Esta condición de "legitimidad" era el punto más débil de la junta de Buenos Aires, hecho que ya había anticipado el fiscal Villota en el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810. De hecho el gobernador Velasco había sido nombrado directamente por el rey Carlos IV, mientras que la Junta fue nombrada por el cabildo de Buenos Aires que solo asumió el "ejercicio" de la soberanía pero no "en propiedad" según la expresión legal de la época.
Congreso de Asunción del 24 de julio de 1810
El 24 de julio de 1810, luego de casi 100 años, los representantes del "pueblo" de la provincia del Paraguay (funcionarios, eclesiásticos, militares, comerciantes, vecinos, delegados de villas del interior, etc.) se reunieron en Asunción en un congreso para tratar el "asunto tan nuevo y tan interesante" que proponía la circular de la "Junta provisional gubernativa de la capital de Buenos Aires" [sic]. Con la convocatoria a este congreso se inició en el Paraguay un proceso de transformación política en la que el pueblo, depositario ahora de la soberanía del monarca, será convocado a sucesivos congresos para elegir representantes, juntas gubernativas, etc.
Basándose en el principio del consentimiento, como parte esencial del derecho natural o de gentes, y en el de la retroversión del poder a los pueblos, la asamblea compuesta por más de 200 o más 332 personas, en un acto de triple soberanía, determinó:
"Reconocer" al Consejo de Regencia por haberse constatado su legitima instalación.
Suspender todo reconocimiento de superioridad de la junta de Buenos Aires hasta que el Rey, que por ahora no estaba en condiciones de hacerlo, "resuelva lo que es de su soberano agrado".
Mantener, mientras tanto, buenas relaciones con Buenos Aires. "El juramento [al Consejo de Regencia] no era demasiado sincero; la promesa de lealtad a un gobierno metropolitano encerrado en la remota ciudad de Cádiz y sin mayores posibilidades de transformar esa lealtad en hecho concretos disimulaba mal una fuerte tendencia a la autonomía que había caracterizado a Asunción desde los lejanos años de su dependencia del Virreinato del Perú [...] la adhesión expresada al Consejo gaditano era menos el resultado de la simpatía por el lazo colonial que la manifestación de una resistencia a ser subordinada por Buenos Aires".(Camogli, 2006, p. 149/150)En esta oportunidad, el congreso expresó su oposición a la circular del 27 de mayo de la junta de Buenos Aires que avanzaba "dubitativamente" hacia el desconocimiento de los "derechos de los pueblos". Lo hizo "cubriéndose, retóricamente, con las banderas del rey".
Medidas contra la provincia del ParaguayHabiendo fracasado la misión de Espínola, la Junta decidió "poner en orden" al Paraguay. A tal efecto tomó una serie de medidas, no siempre coherentes entre sí.
Medidas económicas El 3 y 11 de agosto, antes de conocer la política de rechazo que iba a adoptar el Paraguay, la junta de Buenos Aires ordenó el bloqueo comercial y de bienes, detención de barcos, personas y correspondencia desde o hacia el Paraguay, a realizarse en los puertos de Santa Fe, La Bajada y Corrientes. Este hecho novedoso sería el comienzo de un proceso de "larga duración": el aislamiento del Paraguay por décadas.
El 13 de agosto, la Junta ordenó a Rocamora el bloqueo del río Uruguay cortando así toda comunicación entre Asunción y Montevideo.
El 19 de septiembre prohibió la aceptación de libranzas o giros provenientes del Paraguay sobre la Dirección General de Tabacos de Buenos Aires.
Organización de grupos opositoresFueron enviados diversos agentes para convencer a posibles opositores a Velasco y sus acólitos:
Misión del capitán salteño Juan Francisco Arias. El 2 de agosto de 1810 la Junta dio poder e instrucciones a Arias. Debía aclarar a figuras importantes del Paraguay que los objetivos de la Junta eran mantener íntegros los derechos del Rey y salvar estos territorios de la "suerte corrida por la desgraciada España". Debía advertir que "los jefes españoles"(sic) preferirían sujetarse a cualquier potencia extranjera antes que ver a los "naturales" en goce de sus derechos.
El 14 de septiembre, desde Corrientes, Arias adelantó su misión enviando muchos ejemplares de la Gaceta de Buenos Aires y cartas al coronel José Antonio Zavala y Delgadillo y al joven comandante Fulgencio Yegros. En ellas se refirió al tema de la "legalidad": "aún en caso de no ser legitima la instalación de la Excelentísima Junta, tanto más durará esta [ilegalidad] cuanto [más] dure la contumacia de las Provincias convocadas al Congreso [...]".
Esta misión fracasó porque coincidió con el rescate de los barcos detenidos en Corrientes por la flotilla paraguaya al mando precisamente de Zavala y la captura de los pasos sobre el Paraná realizado por Fulgencio Yegros, ambos destinatarios de las cartas. El mensajero enviado por Arias fue apresado por Yegros y los papeles fueron remitidos al gobernador interino Gracia. Arias, que había llegado hasta la villa del Pilar, debió volver rápidamente a Corrientes.
Misión de Juan Francisco Agüero. El doctor Agüero era un abogado paraguayo que ejercía funciones en Asunción y Buenos Aires. Fue nombrado el 27 de septiembre, días después de decidirse la expedición militar a cargo de Belgrano y como punta de lanza de esa operación. Sus instrucciones decían:"Que les recomiende [a los paraguayos] las ventajas de nuestra unión [con Buenos Aires], y los males a que el Paraguay quedará expuesto si continúa dividido, pues aislado y sin comercio, sufrirá una ruina sin otro término que caer en la dominación de los portugueses que se aprovecharan de su indefección". A.G.N.A., A.G.B.A., XXXVIII.
Grandes fueron las esperanzas de Belgrano en el viaje de Agüero hacia Asunción. Llevaba cartas suyas para el coronel Gracia y para el teniente coronel Cerda en las que persuadía, ofrecía premios y amenazas: "Si con tinta y papel hemos de vencer me parece que la victoria podemos contarla segura" comunicó a la Junta. Agüero fue detenido a su llegada a Asunción posiblemente denunciado por los mismos destinatarios de las cartas.
En un oficio fechado el 2 de octubre de 1810, Belgrano solicitó a Elías Galván de Corrientes que enviara emisarios al Paraguay.
El 18 de diciembre, Cálcena y Echeverría, intendente del ejército de Belgrano, escribió a Tomás Mármol manifestando que venia a redimir a la provincia del Paraguay donde él y su esposa tenían parientes (era tío de Manuel Atanasio Cabañas, el segundo jefe de Velasco) y amigos. Le comunicaba que en pocos días pasarían a "castigar a quienes negaron y se apartaron de nuestra amada patria". Mármol no respondió y envió rápidamente esa nota a Velasco.
Espionaje
En octubre de 1810 Belgrano envió desde Curuzú Cuatiá a su edecán, el paraguayo José Espínola y Peña, hacia Misiones. Este cruzó el Paraná y llegó disfrazado hasta un pueblo misionero donde su suegro era administrador, para recabar información militar y política.
Eliminar la autoridad de Velasco sobre las Misiones
El coronel Rocamora, que estaba legalmente subordinado a Velasco que era gobernador militar y político de las Misiones, se adhirió rápida y "espontáneamente" a la Junta el 18 de junio y comenzó a aplicar las resoluciones que se enviaron desde Buenos Aires. Finalmente, y ante sus insistentes pedidos, el 16 de septiembre, la Junta ordenó su total separación de la provincia del Paraguay.
UltimátumCuando la Junta comprobó que las medidas en la "versión suave" de su supremacía capitalina no lograba resultados, cambió el discurso y sus actos. El 13 de agosto de 1810 manifestó abiertamente que la ruptura del vínculo de dependencia de los "pueblos subalternos" de la capital era de "suma importancia en el orden político y el crimen de sus autores" aumentaría "la entidad de la violencia de las leyes, por los gravísimos males a que queda expuesta la sociedad". Seis días después, el 19 de agosto, la junta de Buenos Aires respondió la nota del 27 de julio en la que el congreso paraguayo no reconocía la superioridad de Buenos Aires y comunicaba su adhesión al Consejo de Regencia. La respuesta de la Junta fue dirigida a Velasco, al Cabildo y al obispo de Asunción obviando mencionar que la decisión provenía de un congreso. La misma decía:
"La Junta requiere a Vuestra Señoría, por última vez, que se una a la Capital, que deje obrar al pueblo libremente, que reconozca la dependencia [...]. Si Vuestra Merced persiste en su pertinacia será responsable ante Dios y el Rey de los males que se preparan". Junta de Buenos Aires a Velasco en (Chaves, 1959, p. 45)
Los "males" se referían a medidas adicionales a las que ya se habían tomado a esa fecha, entre otras, el bloqueo de los ríos.
El envío de la expedición militar al Alto Perú, el fusilamiento de Liniers en Córdoba y las medidas que tomó la junta de Buenos Aires provocaron alarma en la provincia, pues era de esperar el envío de una fuerza militar hacia el Paraguay. Bajo ese supuesto, y cumpliendo lo ordenado por el congreso del 24 de julio, el gobernador Velasco tomó una serie de medidas defensivas:
Control interiorEl bando del 27 de julio advirtió que se considerarían "reos de estado" a los perturbadores de la tranquilidad pública. En el mes de septiembre hubo denuncias sobre "perturbaciones" en la Villa Real y a los curas franciscanos y dominicos se les prohibió salir de sus claustros. En octubre fueron enviados al lejano fuerte Borbón cinco conspiradores que pensaban asesinar al gobernador y acólitos en el mes de enero de 1811 a instancia de instrucciones desde Buenos Aires.
Desarmar las Misiones al sur del ParanáEl 26 de julio de 1810 Velasco le comunicó a su subordinado Rocamora que se debía suspender todo reconocimiento a la junta de Buenos Aires. Días después le ordenó el envío de la artillería que estaba en su poder. Con una fuerza de 100 hombres, Velasco cruzó el río Paraná, entonces un río interior de las Misiones, y el 3 de septiembre, desde San José (a 36 km al suroeste de Candelaria), intimó al teniente Juan Domingo Pareti, ubicado en Concepción de la Sierra, para que entregue pertrechos, pólvora y municiones de propiedad del Rey. Cabañas efectuó la requisa y la expedición se retiró a la margen derecha del Paraná, dando muestras de que Velasco no intentaba realizar acciones ofensivas.
Liberación de barcos retenidos y control del ParanáEl 30 de septiembre llegó a Corrientes una flotilla de 4 barcos mercantes armados con cañones y otros menores al mando del coronel José Antonio Zavala y Delgadillo. La expedición había zarpado de Asunción el 21 de septiembre con la intención de liberar a ocho naves paraguayas apresadas por el teniente de gobernador de Corrientes, Elías Galván. La flotilla incluía 210 hombres entre tripulantes y soldados más 12 piezas de artillería de diverso calibre. Al día siguiente se intimó al gobernador de Corrientes:
"La capital de la Asunción del Paraguay ha observado desde tiempo inmemorial la mejor correspondencia con la ciudad de San Juan de Vera, de Corrientes [...] De súbito se halla insultada alevosamente con la detención de los buques y propiedades del giro de su comercio, no permitiendo que los pasajeros de aquella naturaleza y forasteros, regresen a su patria y vecindad". Zavala a Galván en (Chaves, 1959, p. 51-54)
El gobernador Elías Galván, salvando su responsabilidad ante la junta de Buenos Aires, permitió el paso de los buques "en prueba de adhesión a los hermanos paraguayos".
Por otro lado, a fines de septiembre, una expedición terrestre al mando del capitán Fulgencio Yegros y el alcalde del primer voto de Pilar Blas José Rojas (Roxas) ocupó la guardia de Curupaity en poder de los correntinos, y el mismo día en que la flotilla llegó a Corrientes, capturó Paso del Rey, a 28 km de la ciudad, sobre la margen derecha del Paraná. Esta última medida respondía a la necesidad de controlar, por medio de patrullas ligeras, toda la margen derecha del río Paraná hasta Campichuelo.
Movilización de las milicias
Inmediatamente después del congreso del 24 de julio de 1810 se constituyó una Junta de Guerra a cargo del coronel Pedro Gracia. Se movilizó a las milicias urbanas, se cerró el puerto de Asunción, se equiparon y pertrecharon algunos barcos para cuidar el río Paraguay. El llamamiento de estas milicias recién se produjo cuando Belgrano cruzó el río Paraná en diciembre de 1810:
"Noticioso de ese movimiento, expedí órdenes a la campaña para la reunión de los escuadrones urbanos que he formado y como si un rayo hubiese herido los corazones de estos incomparables provincianos, me hallé a los dos días de haberse circulado los avisos con más de 6000 hombres". Parte de Bernardo de Velasco al gobernador de Montevideo, Gaspar de Vigodet, Cuartel General de Yaguarón, 28 de enero de 1811, en (Senado de la Nación, 1966, p. 49)
Los testigos de la época no se ponen de acuerdo sobre el número de milicianos paraguayos movilizados. En sus cartas a la junta porteña Belgrano sostiene que eran 5000 a 9000, pero después en sus Memorias eleva la cifra a 12 000. El Teniente Letrado y Asesor en la provincia del Paraguay interino, doctor Pedro Alcántara de Somellera, afirma que eran 7062 hombres. Finalmente, el capellán porteño José Arboleya y los aventureros Johann Rudolph Rengger, Alfred Demersay, Marcelin Longchamp y César Famin apoyan al ya citado parte del gobernador Velasco. Debido a esto la mayoría de los historiadores modernos aceptan su cifra.
Sólo un cuarto de estos habría tenido verdadero valor militar, 200 contaban con sables, 700 con lanzas y el resto chuzos, machetes, palos, garrotes o las manos desnudas.
Designación de BelgranoLuego del ultimátum enviado el 19 de agosto y en línea con la opinión de Espínola, quien moriría el 8 de septiembre de 1810, la junta de Buenos Aires resolvió enviar una expedición militar al Paraguay.
A tal efecto, el 22 de septiembre, ordenó a Manuel Belgrano que con las fuerzas que se le habían asignado y el cuerpo de Caballería de la Patria, se dirigiese a los territorios de Corrientes, Misiones, Santa Fe, la Banda Oriental y el Paraguay, para ponerlos en "obediencia y tranquilidad". Podía engrosar su expedición con las milicias provinciales y demás reclutas que considerara conveniente levantar. Belgrano fue nombrado "verdadero" representante de la Junta con las facultades pertinentes, con la única condición de que debía dar cuenta de "toda resolución de importancia que expidiere" para ser aprobada por el gobierno.
Ese mismo día entregó al nuevo representante un documento titulado Instrucciones a Don Manuel Belgrano para su Observancia en la Expedición al Paraguay:
Habiendo llegado la noticia de la Junta que el Gobernador del Paraguay marcha con fuerzas contra los pueblos de Misiones, que reconocen a esta capital, lo atacará dispersando toda la gente reunida bajo sus órdenes, pasando al Paraguay y poniendo la provincia en completo arreglo, removiendo al Cabildo y funcionarios públicos, y colocando hombres de entera confianza en los empleos [...] y si hubieran resistencia de armas, morirán el Obispo, el Gobernador y su sobrino [sic] con los principales causantes de la resistencia [Los prisioneros y/o desertores debían ser enviados a Buenos Aires para ser alistados en el ejército]. Instrucciones Junta de Buenos Aires, 22 de septiembre de 1810, en (Instituto Belgraniano Central, 1982, p. 258-259, tomo III, vol. 1)Otro objetivo de la Junta de Buenos Aires era obtener recursos del Paraguay y, sobre todo, reclutar hombres con el doble propósito de desarmar esa provincia y aumentar su propio poder bélico utilizando sus recursos demográficos (se esperaba movilizar más de diez mil reclutas paraguayos) y económicos para enfrentar a sus enemigos dentro y fuera del virreinato.
Años después, en sus Memorias escritas en 1814, Belgrano explicó los cinco motivos personales y políticos que lo habían decidido a admitir aquella misión:
La Junta puso las miras en mí, para mandarme con la expedición auxiliadora como representante y general en jefe de ella: admití porque no se creyese que
r
epugnaba los riesgos, que solo quería disfrutar de la capital, y también
porque entreveía una semilla de desunión entre los Vocales mismos, que yo no podía atajar, y
deseaba hallarme en un servicio activo, sin embargo de que mis conocimientos militares eran muy cortos pues
también me había persuadido que el partido de la revolución [en el Paraguay], seria grande, [...]
de que los Americanos al solo oír "libertad", aspirarían a conseguirla.
Memorias autobiográficas de Belgrano (1814) en (Paz, 1855, p. 333)
Formación del ejército expedicionarioEl 22 de septiembre de 1810 la Junta puso a Corrientes bajo la autoridad de Belgrano. El 8 de octubre, éste ordenó al nuevo teniente de gobernador, Elías Galván, que situara 300 hombres sobre el paso del río Santa Lucía, en el pueblo de San Roque, a la espera del ejército expedicionario. Corrientes contaba con 6 compañías, de 100 hombres cada una, del Regimiento de Voluntarios de Caballería de Corrientes. Galván ofreció además a Belgrano 50 indígenas de Santa Lucía y otros 50 de Santa Ana de los Guácaras, junto con 80 pardos para servir en la artillería. Entre otras medidas, creó dos compañías de infantería de mozos decentes y el acaudalado comerciante Ángel Fernández Blanco organizó dos compañías de cívicos de infantería.
En San Nicolás de los ArroyosSiguiendo las Instrucciones, el 28 de septiembre de 1810, Belgrano llegó a San Nicolás donde lo estaban esperando:
Una fuerza de 200 veteranos (profesionales) de infantería de Buenos Aires al mando de Juan Ramón Balcarce.
Parte del recientemente creado Regimiento de Caballería de la Patria, basado en los Blandengues de la Frontera de Buenos Aires, al mando del coronel Antonio de Olavarría, que no se incorporó a la expedición, y del sargento mayor José Ildefonso Machain. Esta unidad tenía 430 hombres, de los cuales 60 eran soldados veteranos y el resto milicianos de los partidos de la zona (piquetes de San Nicolás de los Arroyos, Rosario y Coronda). El 17% de los mismos estaban presos. Contaba con 6 cañones de a 2 y un stock de 189 armas.
Pasada la revista de esta unidad, Belgrano informó: "Los soldados todos son bisoños y los más huyen la cara para hacer fuego (...) Las carabinas [...] son malísimas [...] se [arreglaron] muy mal pues [...] a los tres o cuatro tiros quedan inútiles". Belgrano a la junta de Buenos Aires en (Instituto Belgraniano Central, 1982, p. 262)
De los 6 cañones se enviaron 4 a Buenos Aires por inservibles.
El 29 de septiembre, Belgrano y sus 630 hombres partieron rumbo a Santa Fe.
Belgrano llegó a Santa Fe el 2 de octubre de 1810. Sus Instrucciones decían que allí debía incorporar 200 hombres. Sin embargo, la única Compañía de Blandengues existente era la del capitán Francisco Aldao, con 100 hombres, de los cuales 40 eran veteranos y el resto reclutas. De estos, 60 soldados procedían del Fuerte de Sunchales, de donde hizo retirar los 2 cañones de a 4. El fuerte quedó con solo 18 hombres y más tarde fue arrasado por los indígenas.
Se produjo así un gran debilitamiento del sistema defensivo santafesino frente a los indígenas mocovíes, abipones y tobas, que estos aprovecharon para aumentar su belicosidad. La movilización de hombres que hizo Buenos Aires —sin tener en cuenta la imperiosa necesidad defensiva de Santa Fe— se convertirá hasta 1815 en el argumento central de la oposición que harán las autoridades santafesinas contra Buenos Aires.
"No van en mi ejército los doscientos Blandengues de esta ciudad porque no existen aún, pues se está levantando la 2.ª Compañía, he mandado únicamente que vaya la Compañía del Capitán Aldao, agregada al Regimiento de Caballería de la Patria". Belgrano a la Junta, Santa Fe, 3 de octubre de 1810 (Instituto Belgraniano Central, 1982, p. 270)
El teniente coronel Machain fue nombrado mayor general de ejército, como segundo de su mando.
Belgrano se quejó a la Junta por la falta de caballos "pertenecientes al Rey" pese a los recursos que se habían dispuesto. Pidió una investigación y el escarmiento de los "dilapidadores del Erario". Para compensar tuvo que intimar a los vecinos a hacer donaciones y "si no se hallase con tan buena voluntad se les satisfará el costo que se le causare en su conducción y el tiempo y distancia que se emplearan conforme al orden de las postas" Se recibieron donaciones y ofrecimientos. Por su contribución a la expedición, Belgrano otorgó a la ciudad el título de “Muy Noble”.
En La Bajada del ParanáEl ejército comenzó a cruzar el río Paraná el 8 de octubre, llegando Belgrano a La Bajada (actual ciudad de Paraná) el día 9, en donde fue recibido con "respeto y obediencia". En La Bajada se instaló un campamento para instruir a las tropas, se recibieron víveres y el donativo de 750 caballos hecho por el pueblo. Belgrano creó lo que entonces se denominó Ejército del Norte; que no debe confundirse con el que actuó en el Alto Perú.
E 20 de octubre llegó a La Bajada la artillería que había salido de Buenos Aires el 27 de septiembre. Era un piquete del Batallón Real de Artillería Volante, compuesto por el capitán José Ramón de Elorga, 2 sargentos y 20 soldados, con dos cañones de a 2 y dos cañones de a 4, y con una dotación total de 120 tiros.
Belgrano comunicó a la Junta el estado de su ejército. Hasta ese momento contaba con aproximadamente 730 hombres, que organizó en tres divisiones, distribuyéndose los seis cañones entre ellas.
Varios paraguayos acompañaron a Belgrano: los dos hijos del ya fallecido Espínola y Peña, José y Ramón, edecanes de Belgrano, el mayor general de la expedición, José Ildefonso Machain y el capitán de artillería Bonifacio Ramos. A este grupo se unió José Alberto de Cálcena y Echeverría como intendente del ejército dada su experiencia en la provisión de víveres y vestuario, sus contactos y parientes en el Paraguay, donde había vivido largos años, y su conocimiento de las Misiones.
El 21 de octubre Belgrano entregó el itinerario y dictó sus instrucciones a cada jefe de división. En ellas establecía una disciplina muy severa, que aplicaba la pena de muerte incluso por hurtos menores. Esta disciplina basada en la represión suponía la poca identificación de muchos soldados con los motivos por los cuales habían sido convocados. Los soldados, que mayoritariamente eran reclutados a la fuerza, desertaban al inicio de las marchas antes de alejarse de sus familias o lugares conocidos, aprovechando la menor vigilancia de los guardias y oficiales que custodiaban las columnas en movimiento. Pese a esas medidas disciplinarias, se tuvo que fusilar, como ejemplo, a dos desertores en Curuzú Cuatiá lo que no impidió nuevas deserciones en el mismo regimiento. Belgrano lo atribuyó a la "falta de sentimientos" de los soldados que, como hombres de campo, eran criados "poco menos que como animales".
La Junta, al estimar que la campaña del Paraguay sería más seria de lo calculado, envió el 16 de octubre un refuerzo de 200 hombres del Regimiento de Patricios (regimientos N.º 1 y 2) al mando del capitán Gregorio Perdriel. El 25 de octubre la Junta entregó a Belgrano el despacho de coronel de ejército.
Estado de las milicias en la provincia del ParaguayDurante el gobierno de Joaquín de Alós y Brú (1787-1796), la provincia del Paraguay contaba con cinco regimientos de milicianos.La distribución era geográfica y lo integraban los pobladores que vivían en cada una de las correspondientes jurisdicciones, las que estaban a su vez divididas en "Compañías". Esta división, que incidirá posteriormente en la organización espacial de la población paraguaya, también tenía como objetivo el control interno de la población, en consonancia con el diseño militarista que la monarquía borbónica intentó aplicar al universo civil.
La resolución del virrey Juan José de Vértíz de reducir estos regimientos a tres no pudo ser ejecutada en la época de Alós y Brú pero en 1798 se produjo la fusión de los regimientos de Tapuá y de la Cordillera. El Real Reglamento de Milicias, del 14 de enero de 1801, estableció dos regimientos de 1200 hombres cada y un batallón de artillería que más tarde se aumentaría a dos. La distribución también fue geográfica, separados por un paralelo que pasaba por Asunción. Estas modificaciones recién comenzaron a aplicarse a partir del año 1803 y estuvieron a cargo del gobernador Lázaro de Rivera y del subinspector general de armas de la provincia, el coronel José Espínola y Peña. Sin embargo, los regimientos de caballería que debían contar con 1200 hombres cada uno, "apenas alcanzaban a [un total de] 450, esparcidos en la vasta zona que les correspondía cubrir".
Las guardias o fortines (llamados "presidios" en la nomenclatura administrativa), salvo los de Borbón, San Carlos y Arecutacuá (actual Emboscada) eran una simple estacada que rodeaba un rancho para vivienda y un cañoncito para avisar a milicianos y vecinos la aproximación de los indígenas. Servían además de postas para el aprovisionamiento de los "beneficiarios" o productores de la yerba mate. Los soldados no tenían uniformes reglamentarios y los que los tenían no estaban normalizados. De hecho, en las batallas de Paraguarí y Tacuarí, los soldados paraguayos usaron hojas de árboles como insignia para identificarse. La gradual pacificación y extinción de los indígenas del Chaco suprimió las "entradas" a tierras enemigas y el servicio militar se transformó en la rutina de las guardias costeras sobre el río Paraguay. Esto produjo la falta de instrucción de una parte considerable de la población. En 1805, el coronel Félix de Azara informó lo siguiente:
"El ejercicio de las armas les es ignorado. Rarísimo campestre ha visto en su vida un arma de fuego en su mano, y muchísimos ignoran aún el por donde se empuña una espada". Félix de Azara, Informe sobre la formación de milicias urbanas en el Paraguay en (Azara, 1847, p. 160)La falta de armamentos, equipos, municiones y pólvora fue crónica en la provincia. La carencia de plomo requirió muchas veces la compra de platos y bandejas de estaño para fabricar balas y se utilizó el papel de antiguas bulas eclesiásticas para fabricar cartuchos. Las puntas de las lanzas se fabricaron con hierros provenientes de rejas, adornos y otros objetos de hierro de iglesias y casas particulares o de maderas endurecidas a fuego.
Existieron diversos intentos para crear y mantener tropas profesionales o veteranas. El gobernador Agustín Fernando de Pinedo hizo un pedido al rey en 1775. Posteriormente Pedro Melo de Portugal intentó aplicar el monto de "sisas" y "arbitrios" para el mismo fin. En 1788 el cabildo de Asunción repitió el pedido. Fue el gobernador Alós y Brú, en 1791, el que propuso concretamente solventar a 400 soldados estancando la yerba mate. El gobernador Ribera volvió al tema en 1798 y comentó irónicamente:
"Ignoro si esto [el pedido de Alós y Brú] fue atendido porque [...] hay motivos que persuaden que el influjo de cuatro o seis comerciantes de Buenos Aires, demasiado interesados en el giro de la yerba, pudo tal vez detener el curso del expediente".(Acevedo, 1996, p. 184)
El gobernador Velasco propuso un plan para crear un pequeño cuerpo militar de 500 a 600 hombres, "socorridos y disciplinados", que dejara en libertad a los vecinos para que cultivaran los campos, no los tuvieran que abandonar ni prestar servicios gratuitos en las fronteras. Este cuerpo estaría capacitado realmente para la defensa de la provincia.
Por Real Orden del 14 de febrero de 1806, se aprobó la formación de tropas para la defensa de Misiones pero como esa orden no fue comunicada a Velasco, este continuó proveyendo a la defensa de esa frontera a costa de enormes sacrificios. A esto se sumó, extrañamente, la desaparición del mencionado plan de Velasco, tanto de la secretaría del Virreinato en Buenos Aires como de su propio archivo.
Un hecho que traería importantes consecuencias fue la invasión inglesa al Río de la Plata. El 14 de julio de 1806 el virrey Sobremonte pidió auxilio de tropas a la provincia del Paraguay. Los regimientos paraguayos carecían de efectivo y equipo adecuado. La elección del coronel José Espínola y Peña como jefe de la expedición a enviar a Buenos Aires no pudo ser peor. Como los mejores hombres estaban exentos del servicio militar por estar matriculados en la Real Renta de Tabaco, Espínola realizó un enrolamiento forzoso sin miramiento alguno.
Esto aumentó las deserciones y las quejas. El 4 de agosto partieron de Asunción 546 hombres en tres barcos que finalmente terminaron en Montevideo. Sobremonte realizó un segundo pedido de auxilio a la provincia. En medio de la conmoción pública que produjo la anterior leva forzosa, Velasco contestó al virrey que corría el riesgo de pasar "vergüenza de ser detenido o el desaire de salir de la provincia como un prófugo". De todas maneras Velasco envió otros 407 hombres y partió hacia Buenos Aires. Las fuerzas paraguayas fueron aniquiladas por los ingleses en una batalla regular a campo abierto que dirigió Sobremonte en el Buceo, el 20 de enero de 1807. Este auxilio militar provocó tal rechazo en la provincia que la misma se reavivó instantáneamente cuando Espínola, como enviado de la junta de Buenos Aires, intentó reclutar nuevamente soldados en Pilar para enviarlos a Buenos Aires.
El 16 de marzo de 1810, Velasco informó al virrey Cisneros sobre el estado de los dos regimientos de la provincia:
Las costumbres de los habitantes y la desorganización que trae su origen desde el momento que se crearon, los hace enteramente inútiles; la fuerza es contingente y puramente negativa, que solo sirven para hacer responsables a los jefes de cualquier evento y que se crea a larga distancia [de] que hay tropas que no hacen gasto al erario; siendo en realidad imaginarios y que dejan tan expuestos los dominios del Rey como si no existieran [...] la distancias y dispersión [...] hace impracticable su disciplina y reunión [...] no hay cuarteles ni galpones en donde puedan situarse durante la instrucción [...] los capitanes y subalternos [...] no conocen a sus soldados ni estos a ellos. Velasco a Cisneros en (Moreno, 1976, p. 375/6)A este informe agregó un detallado Inventario General de la artillería, montas, municiones, pertrechos y demás que se encontraban en los Reales Almacenes al 16 de marzo de 1810 figuraban 9 cañones de bronce, de los cuales solo 4 estaban en servicio, 3 en estado regular y 2 eran inútiles. De los 7 cañones de hierro de a 4 (81,1 mm), todos estaban en estado regular. De 413 fusiles, 88 estaban en estado regular y 105 eran inútiles. Habían 280 sables y espadas en servicio y 21 pistolas.
Según Vittone, el total de armas para enfrentar a Belgrano, una vez sumados los recogidos en los pueblos y en las Misiones, con exageración, sumaban 500 fusiles. Micó sostiene que unos 430 soldados estaban equipados con armas de fuego. El 15 de mayo de 1810, Cisneros pidió a Velasco una copia de su plan con la intención de ponerla en ejecución. Diez días después fue destituido de su cargo como virrey. El informe de Velasco, más el inventario del armamento, obrantes en la secretaría virreinal, sumado a los datos que pudo aportar Espínola y Peña, permitió a la junta de Buenos Aires conocer con exactitud la capacidad militar de la provincia del Paraguay al momento de decidir la expedición al mando de Belgrano.
Avance de Belgrano por la MesopotamiaEn carta privada del 20 de octubre, dirigida a Mariano Moreno, Belgrano lo tranquilizó diciéndole que dejara a su cuidado dejar libre de enemigos "el país de nuestra dependencia" forma como él entendía que debía ser la relación entre la Provincia del Paraguay y la junta de Buenos Aires. En otra del 27 de octubre, también dirigida a Moreno, Belgrano manifestó su alegría de que finalmente el gobierno se hubiera decidido "del todo" por el Paraguay como objetivo prioritario. Belgrano se refería a la nota de la Junta del 9 de octubre en la que se le ordenaba:
No debe empezar a obrar contra las dependencias de Montevideo mientras toda la provincia del Paraguay no se halle completamente reducida; ni fiarse su conformidad a otros medios que [...] a la fuerza que esta a las órdenes de V.E. Así quiere la Junta que V.E. convierta toda su atención en la provincia del Paraguay".(Chaves, 1959, p. 66)
Esto implicaba que hasta ese momento existía cierta actitud ambigua motivada en parte, según Belgrano, por "la poca confianza [de la Junta] de un éxito [...] en mis operaciones". El refuerzo de dos regimientos al mando de Perdriel y su negativa a que se desviaran recursos hacia otros objetivos estuvo en línea con el pensamiento estratégico de la junta de Buenos Aires de que se debía reducir completamente y antes que nada poner en "dependencia" a la provincia del Paraguay.
El mismo 9 de octubre, la junta de Buenos Aires puso en marcha otro de los objetivos de la expedición: solicitó a Belgrano que, "cuando entren a los pueblos de Misiones, envíe 50 guaraníes jóvenes menores de 16 años hacia Buenos Aires. Días después amplió el pedido a 400 hombres más para destinarlos a trabajos portuarios en Ensenada de Barragán. Belgrano encargó la primera tarea a Rocamora y de la segunda dijo que lo haría una vez que "llegue al Paraguay". A la incorporación forzada de hombres al ejército que avanzaba hacia el Paraguay se agregó así el envío de mano de obra y niños misioneros hacia el sur para "servir" los intereses de Buenos Aires.
Saludos

Si ignoras lo que pasó antes de que nacieras, siempre serás un niño.
Marco Tulio Cicerón.