Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

La historia se escribe con fuego: todo sobre operaciones militares, tácticas, estrategias y otras curiosidades
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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 12 Mar 2018 00:45

Los Mogataces


Tras la conquista de Orán en 1509, España fue la primera potencia que utilizó en África tropas coloniales indígenas. Estos primeros soldados moros se llamaron Mogataces.

El término Mogataz significa bautizado, que quiere decir, en el sentido irónico de la palabra, renegado de su fe religiosa. Este fue el mordaz calificativo que los moros del campo de Orán aplicaron a los que, por sus rivalidades, abandonaban la tribu y se acogían al amparo de nuestra bandera.

De esta manera quisieron infamarles por su apostasía, señalarles con ese estigma que fuese un oprobio en el orgullo de su fanatismo mahometano. Pero como suele ocurrir en estos casos, gracias al heroico esfuerzo de estos soldados, el infame calificativo se convirtió en un timbre glorioso que reflejaba una brava y ruda e incansable lucha diaria, que alcanzó sus máximas cotas durante la conquista y que el ejercicio de las armas lo redimió y dignificó llegando a ser un preciado título de valor y lealtad.

Los Mogataces acudieron al refugio de Orán huyendo de un odio o una esclavitud, y ese mismo sentimiento de rebeldía contra los suyos les sostenía en su fidelidad a España y en el ansia de salir a pelear y a tomar presas en los más alejados aduares —pequeñas aldeas— de los enemigos.

Los Mogataces, como fuerza de guerra, aparecen en la historia militar de Orán desde los primeros tiempos de la conquista, en el siglo XVI. La dominación española, impetuosa y avasalladora, alentada en el espíritu de la magna empresa de los Reyes Católicos y en ideal caballeresco de llevar las armas españolas a las tierras de África, necesitó de una tropa de choque, osada y valerosa, hecha a los rigores del clima, conocedora del terreno, adiestrada en las prácticas guerreras de la gentes del país y que sirviese de avanzada a la invasión.

Así se formaron los Mogataces. Con los moros más guerreros de los aduares protegidos de España y con muchos de los refugiados en las plazas de Orán y Marzalquivir se organizó un grupo de caballería, un gum, una tropa ligera y suelta, de blanda disciplina y fácil manejo, que estaba siempre dispuesta para la guerra. Los Mogataces se costeaban su caballo y sus armas y recibían como premio de su servicio una parte de las presas que se hacían en las tribus rebeldes y se les eximía del tributo que debían de pagar por razón de la seguridad que se les daba como indígenas acogidos a la protección española.

Los Mogataces además, abastecían las plazas de carne y verduras, cultivaban y protegían el cultivo de los huertos cercanos, vigilaban los aduares sometidos, informaban a las autoridades, facilitaban las negociaciones con el campo, servían de intérpretes y mediadores políticos, guiaban las expediciones militares y constituían para los gobernadores de Orán uno de los más útiles elementos de dominio.

Pero el principal servicio de los Mogataces consistía en ir a «cabalgadas y presas», es decir, a castigar a las tribus levantiscas y arrebatarles el botín, sosteniendo sobre todo el extenso territorio sometido el valimiento real y absoluto del protectorado de España, que entonces llamaban seguro o siguro.

Las «presas» las preparaban siempre los Mogataces, quienes acudían a todos los ardides para sorprender y engañar a los enemigos, evitando a nuestras tropas trabajos y quebrantos. Hubo presas valiosísimas y el afán por conseguir el espléndido botín les llevaba a las más atrevidas empresas, llenas de multitud de hechos loables.

Los Mogataces formaron siempre la vanguardia de nuestro ejército de Orán y el brillante historial de esta caballería mora abarca los más notables hechos de armas registrados en la época de nuestra primera dominación africana. Fueron, con el marqués de Comares, a socorrer al Bey de Tlemecén, Muley Abdallah el Maçote, contra el célebre corsario Baba Aruch o Barba Roja; después, ya con el conde de Alcaudete, gobernador de Orán tras la renuncia de Comares, en dos expediciones más hasta conquistar nuevamente la ciudad argelina. También son memorables las empresas contra la ciudad de Mostaganem, tan desgraciadas y tan sangrientas al mismo tiempo. Luego, con el hijo del conde, tomaron victorioso desquite en la defensa de Orán durante el sitio de 1563. Con el Maestre de la Orden de Montesa, realizaron provechosas presas y razzias que reportaban valiosos tesoros que dieron a la plaza tal esplendor de lujo y riqueza que la llamaban la Corte Chica...

Igual hicieron con sucesivos gobernadores como el duque de Maqueda, Jorge de Cárdenas, con el marqués de Flores-Dávila, Antonio de Zúñiga y de la Cueva, con el marqués de Leganés, Gaspar Dávila Mesía y Felípez de Guzmán en cuyo tiempo derrotaron y tomaron cuantioso botín a las tropas del Bey; y con lñigo de Toledo, quien al frente de cien escogidos Mogataces se adelantó al ejército y trabó primero una sangrienta escaramuza y después combate formal con el numeroso enemigo, haciéndole huir, quedando levantado el cerco que sufría la plaza.

Los Mogataces siempre se sacrificaron con la causa española, resistieron valientemente los asedios y llegaron en la defensa de los castillos a una lucha verdaderamente épica. Dejaron buena memoria de sus valerosos hechos en la historia de nuestras primeras tropas coloniales, durante tres siglos que duró la dominación de Orán.

En la segunda conquista de Orán, ya en 1732, se reorganizó la antigua caballería de Mogataces, como cuerpo regular, dándoles armas y caballos, formando una compañía de cien jinetes, con su capitán o adalid, Almanzor Ben Ozar, el teniente, Alí Ben Hamú, y cuatro sargentos, a estos se les unieron como tropas extraordinarias para servir en Orán, «para hacer la guerra que ellos quieran, con el estímulo de su propia conveniencia», un cuerpo de 300 moros a caballo, mandados por Ahmed Udd Amar, xej de la parcialidad de Ulad Zayer, tomando parte ambas fuerzas en todas las acciones de guerra, siempre en la vanguardia.

El capitán recibía cuarenta escudos de vellón al mes; el teniente, veinticinco escudos: los sargentos, nueve; los cabos, seis: y los Mogataces, cuatro y medio. Además, disfrutaban una ración de pan de libra y media al día, peso de Castilla, y un celemín de cebada y diez libras de paja, para cada caballo. A los moros del cuerpo de los 300 se les daba una fanega de trigo al mes, y media arroba de paja y celemín y medio de cebada para su caballo.

La compañía de Mogataces tuvo los siguientes capitanes: Almanzor Ben Onzar, Gali Ben Ozar, Abdelkader Ben Busayan, Gali Ben Almanzor, Lajadar Ben Buoayan y Kaddur Ben Onzar, quien se retiró con el grado de teniente coronel.

Y la historia militar de esta segunda época de dominación de Orán es el historial mismo de los Mogataces, porque donde iban las armas españolas allá iban ellos los primeros, cuando hubo que resistir duros asedios, ellos no cedieron nunca, no se rindieron jamás, y cuando el destino quiso que nuestra nación abandonara su imperio colonial en Argelia y su influencia en las Regencias, ellos fueron también los primeros que embarcaron para España, quizás para no ver como se arriaba una bandera que ellos habían defendido orgullosamente tantas veces.

La compañía de Mogataces fue destinada a Ceuta, después de un accidentado viaje que duró dos meses, y al ser revistada a por el Comandante General éste se los encontró en tan deplorable estado que dictó enseguida esta curiosa comunicación:

«Hallándome informado que la compañía de Mogataces de Orán que S. M. ha destinado a esta plaza, se ve en la mayor indigencia por no tener para alimentarse, dispondrá V. S. se les entregue sus pagas de enero anterior, ínterin represento a S. M. sobre este particular: bien entendido que si la piedad del Rey no les concede las raciones que han consumido durante su embarco, se les descontarán en los meses siguientes los cargos que resulten. —Ceuta 13 febrero 1792.—Josef de Urrutia.»

El primer día que pisaron tierra española padecieron hambre y hasta habían de comer por la piedad del Rey. Pero ellos, luchando y derramando su sangre en muchos años de guerra, aprendieron a ser generosos. No les importaba esta tacañería de su nación. Les bastaba, para estar satisfechos, salir al campo y pelear. Pelear por España... aunque no comieran.

Tiempo después, pasadas muchas vicisitudes que no son contadas aquí, constituyeron la base para la organización de las fuerzas indígenas de la Milicia Voluntaria, y luego éstas dieron lugar al heroico Grupo de Regulares de Ceuta, dignos herederos de los fieles, leales y valerosos Mogataces.

Ssaludos :saluting-soldier: :saluting-soldier: :saluting-soldier:
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Marco Tulio Cicerón.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 12 Mar 2018 00:50

Hechos heroicos del Regimiento de Infantería Cartagena nº 70 en Marruecos


La edición melillense de la revista gráfica de información africana, “La Ilustración del Rif”, de septiembre de 1925, relata unos hechos de armas llevados a cabo por los heroicos miembros del Regimiento de Infantería Cartagena nº 70 en su participación en la Guerra de Marruecos, que me gustaría recordar a continuación.

Siendo coronel del Regimiento Cartagena nº 70, don Victoriano de la Peña Cussi, el sábado 5 de julio de 1924 uno de sus dos Batallones con 730 componentes embarca con rumbo a Melilla.

El Batallón Expedicionario de Cartagena nº 70, desembarca en Melilla el día 6 de julio, y el 13 de igual mes y año, marcha, por jornadas ordinarias, al campamento de Tafersit; siendo felicitado por el Excmo. Sr. Comandante General del Territorio, durante estas jornadas, por la buena organización, elevada moral y la excelente resistencia física de los soldados.

Manda el Batallón el comandante don Rodolfo Espa Manzano que tiene como ayudante al teniente don Rodolfo Espa Mora. La 1ª Compañía está bajo el mando del capitán don Enrique Tomás Luque, auxiliado por el teniente don Arturo Sánchez y los alféreces don Isidoro Belmonte y don José Mª Puig. La 2ª Compañía está bajo el mando del capitán don Francisco Moreno Duarte, auxiliado por los tenientes don Mariano Sastre y don Maximino Garcés y por el alférez don Jesús Soto. El teniente don Francisco Padillo manda la Sección de Ametralladoras y los Servicios Sanitarios están a cargo del capitán médico don Esteban Diez Uroza.

El Batallón ha guarnecido varias veces las posiciones de los sectores de Tizzi‑Assa y de Benítez sosteniendo diariamente, durante su permanencia en estas posiciones, constante fuego con el enemigo, prodigando muchos actos dignos de mérito entre los que se pueden citar los siguientes como más representativos:

¾ El día 24 de marzo de 1925, la harka que manda el comandante Varela iba a atacar el emplazamiento de un cañón que el enemigo tenía colocado en el monte Ifermín. Varias posiciones por las que habían de pasar dichas fuerzas, por falta de comunicación telefónica no tenían aviso de ello y los recibieron con fuego, malogrando la empresa. El sargento Antonio Rodríguez, un cabo y tres soldados se prestaron voluntarios para darles aviso y, a las tres de la mañana, marcharon a cumplir la misión impuesta, realizándola felizmente. La harka, sin el menor contratiempo circuló libremente por nuestras posiciones y realizó su empresa con el mayor éxito. Al sargento, la oficialidad del Batallón, le otorgó un premio de 50 pesetas, y al cabo y a los soldados se les adjudicó el premio de 100 pesetas que el cartagenero Excmo. Sr. don Juan Antonio Gómez Quiles dona mensualmente para el que más se distinga.

¾ El 20 de igual mes, se percibieron en la posición de Benítez, unos golpes que hacían suponer la preparación de una mina por el enemigo. Al ir a efectuarse la descubierta al día siguiente, el soldado Fernando Romero Ureña se presentó a su Jefe, solicitando reconocer él solo la zapa y los puestos exteriores, manifestando: «Así, si hay mina volaré yo sólo y se ahorrarán las bajas». Desempeñado este servicio, el Comandante Jefe del Batallón le concedió un premio de 25 ptas. de su peculio particular.

¾ El día 6 de abril, al hacerse la descubierta en la posición de Benítez, el cabo Juan Navarro Delgado observó entre la zapa un cordón telefónico que, partiendo del parapeto de un puesto exterior, se prolongaba disimuladamente hacia un barranco próximo al enemigo, lo que hizo suponer la colocación de una mina. Este cabo, después de recibir instrucciones del Jefe de Sector, el Sr. Espa, simula la ocupación del puesto, con el consiguiente peligro personal que ello representa, y con inteligente iniciativa arroja su capote manta, dejando parte de él hacia el exterior, con lo que consiguió engañar al enemigo, que suponiendo ocupado el citado puesto, hizo explotar la mina sin daño alguno para nuestras fuerzas. La citada clase de tropa fue felicitada por el Jefe del Batallón, por el Coronel de la circunscripción y por el Comandante General del este Territorio. Se le ha concedido el premio «Gómez Quiles» (100 ptas.), y la prensa ha anunciado otro de 1.000 por el Excmo. Sr. General en Jefe del Ejército de España en África.

La misma publicación recalcaba que el campamento del 70 de línea llama la atención por su policía y urbanización, y de cómo se nota, en todo el personal, la satisfacción y elevada moral de que está poseído.

De hechos heroicos como los descritos hay muchos, siendo el valor, la lealtad y el compañerismo pilares fundamentales del espíritu que siempre ha caracterizado a nuestros soldados, sirvan estas líneas para recordarlos.

Saludos :saluting-soldier: :saluting-soldier: :saluting-soldier:
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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 12 Mar 2018 11:32

Unidades del Ejército Colonial Español en África: La Policía Indígena


Continuamos con las Unidades indígenas del Ejercito español en Marruecos. Una unidad policial creada en el Protectorado que probablemente tuvo luces y sombras por igual.

LA POLICÍA INDÍGENA


Al ocuparse en 1908 la cabila de Quebdana, limítrofe con Melilla, se crea la Policía Indígena, con dos núcleos de fuerza, uno en Cabo de Agua y otro en La Restinga. Por R.O. de 31 de diciembre de 1909, en la cabila de Guelaya se crean tres Mías o Compañías a pie y la primitiva se convierte en mixta a pie y a caballo.

En la campaña del Kert de 1911, son empleadas las mismas, en unión de harkas amigas y por R.D. de 5 de enero de 1912, se crea en Melilla la Subinspección de Tropas y Asuntos Indígenas, organizándose la Policía en las Mías nº 1 de Quebdana, nº 2 de Mazuza, nº 3 de Beni-Sicar, nº 4 de Beni-Bu-lfrur, nº 5 de Beni-Bu-Gafar y nº 6 de Beni-Sidel, según la cabila en la que prestaban sus servicios. El total de la plantilla indígena se elevaba a 8 oficiales (kaídes), 30 sargentos (mokaden), 60 cabos (maunin) y 565 policías (askaris).

Entre 1910 y 1912 en la parte occidental del Protectorado se crean una serie de Tabores de Policía Marroquí, con oficiales y suboficiales españoles, recibiendo los nombres de Tánger, Tetuán, Larache y Casablanca, los cuales, el 25 de abril de 1913, son reorganizados en una Plana Mayor, dos Mías a pie y una a caballo. En cada uno habría de indígenas tres oficiales, diez sargentos, veintitrés cabos, seis cornetas y trompetas, veinte policías de primera y ciento noventa y dos de segunda, recibiendo los nombres de Tetuán, Larache, Alcazarquivir y Arcila. Dos meses antes en la zona de Melilla se creó la 7ª Mía. Por Circular de 31 de julio de 1914, se indica que las misiones de la Policía serán tanto policiales como militares y en Melilla se crean otras dos Mías, mientras que en la zona de Ceuta se crean las de Condesa y Tetuán y en la de Larache las de Larache, Alcázar y Arcila, al desaparecer los tabores de Policía de dichos nombres.
Miembros de una Mía de Policía Indígena

A medida que aumenta la zona de influencia española las Mías de Ceuta se amplían a seis y en Melilla, en 1917, se crea la 10º Mía en Ras Tikermin y en la zona de Larache, lo hacen otras tres. Por Circular de 24 de septiembre de 1919 en Larache se crea la 9ª y en Melilla la 13ª, clasificándose todas como de «Contacto», en misiones de vanguardia y primera línea; de «Retaguardia», las de las zonas más seguras, y las de «Apoyo», para ser utilizadas indistintamente.

El 26 de noviembre se crea la de «Frontera» en la zona de Tánger y la 4ª de Ceuta se funde con las 5ª y 6ª de Larache, que pasan a depender de Ceuta. En total seis en Ceuta y seis en Larache. En 1920 en Larache se crean otras dos y en Melilla una más de «contacto», la 14ª.

En 1921 se crea en Melilla la 15ª y, en la zona de Xauen, una 7ª, dependiente de Ceuta, con lo que el número total de Mías de Policía Indígena en todo el Protectorado se eleva a 30. Con motivo del desastre de Annual, en la zona de Melilla desaparece la casi totalidad de dichas unidades debido a la muerte o deserción de sus componentes, si bien, como suele ocurrir en estos casos, queda un núcleo de fieles a España que servirán para la recreación de algunas Mías a medida que se va reocupando el terreno perdido y pueden reintegrarse los que desertaron por circunstancias familiares y personales.

La actuación reprobable de algunos estos mandos contribuyó a enajenarnos el respeto de los nativos
El 29 de noviembre, se recrea en Tetuán la Sección de Policía Indígena y dos días más tarde, a las órdenes del fidelísimo Abd-el-Kader, se crea en la cabila de Beni-sicar.

Sus componentes, a los que se denomina majarines, van armados con carabina y una vara, el «yaich». Se forman en unidades por cada cabila, al mando cada una de ellas de un jalifa y como bandera enarbolan la marroquí con el anillo de Salomón y la media luna, en la que figura la inscripción «los leales de Guelaya» y en la parte superior un lazo con los colores de la bandera española.

Saludos :saluting-soldier: :saluting-soldier: :saluting-soldier:
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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 12 Mar 2018 11:39

La emotiva despedida de un soldado español en África



En la primavera de 2012, en excavaciones en lo que antaño fue el fortín español de Monte Arruit (a unos 30 km de Melilla) apareció el cuerpo momificado de un soldado español. Según cuentan los arqueólogos y antropólogos, las condiciones climáticas de la zona han hecho posible la buena conservación del cuerpo así como la de alguna de sus pertenencias y restos del uniforme. Entre sus pertenencias destaca una pitillera de cuero y metal con las iniciales P.G., una foto de una mujer joven, una pequeña moneda de plata con la efigie de Alfonso XIII y una extensa carta todavía legible.

Todos los indicios, y sobre todo por el lugar del hallazgo y datación de la carta, apuntan a que este hombre fue una de las víctimas de la matanza de españoles acaecida el 9 de agosto de 1921 en Monte Arruit. Es uno de los episodios más lamentables ocurridos en la Guerra del África.
Los investigadores quedaron asombrados al leer la carta que portaba este soldado. El papel amarillento, compuesto por dos páginas y doblado por la mitad estaba metido en un sobre. Los datos personales no han sido revelados por las fuentes investigadoras.
En el sobre dice: Hermano de armas, si lees esto será porque yo habré muerto. Por favor, cumple la última voluntad de este soldado español que ha caído por la Patria y haz llegar esta carta a María […] que vive en Málaga en la calle […]. Sus padres se llaman Manolo y Antonia.

En la carta se puede leer:

“Mi dulce María, Nunca pensé escribir esta carta, pero lo preocupante de la situación me lleva a ello. Llevamos días atrincherados y defendiendo Monte Arruit, apenas tenemos agua y comida. Los moros nos cercan y nos hacen fuego, cada día tenemos nuevas bajas, ya sea por causa enemiga o por efecto del calor, y no tenemos medicamentos ni medios de asistencia sanitaria. Según dicen, el General Berenguer le ha prometido a Navarro que mandarán refuerzos desde Melilla, pero la ayuda nunca parece llegar. Hay descontento y pesar entre los hombres aquí. Hay rumores fiables de que se negociará la rendición de la plaza, pero no sabemos mucho más al respecto. No sé qué pasará, hemos pasado muchas penurias en esta maldita guerra, pero como la de Monte Arruit no la he vivido. Ya se sabe como actúan los moros y tengo mucho miedo por lo que pueda pasar, estamos prácticamente a su merced y no creo que podamos resistir mucho más el hostigamiento al que nos someten. En el campamento tratamos de animarnos los unos a los otros; por su parte, día tras día, los oficiales nos recuerdan lo que implica ser un soldado español con arengas patrióticas, pero lo que más nos reconforta, dentro de lo que se puede, es la camaradería que hacemos todos en estos difíciles momentos. La verdad que no sé por qué te estoy contando esto, supongo que por egoísmo al desahogarme con este papel. No quiero robarte más líneas, ya que esta carta es para ti: la dulce niña de mis ojos, mi morena, mi malagueña, mi razón de vivir, mi anhelo, la estrella que me guía en las noches, la única persona por la cual suspiro día tras día y me reconforta pensar que pronto te veré, que pronto te abrazaré, que pronto te besaré y que pronto me casaré contigo. Dios sabe lo mucho que te quiero. Aún me acuerdo de la primera vez que te vi, con aquel vestido azul, tu pelo negro azabache recogido en un coco, esos ojos verde esmeralda que son capaces de cegar más que este sol africano y convertir a cualquier hombre en estatua de sal con sólo regalarle una mirada tuya. Me acuerdo de la canasta de mimbre llena de pescado que llevabas pues venías del mercado y como yo, apoyado en la pared de la calle de mi casa, quedé absorto ante tu belleza. Te eché un piropo cuando pasaste por delante de mí, no pensé que me hicieras caso, ya que tal hermosura tiene que estar acostumbrada a que te los digan, pero giraste tu preciosa cara, me miraste y me sonreíste. Bendito piropo aquel. Te pedí acompañarte a casa para hablarte por el camino y me lo permitiste. Desde entonces fuimos inseparables, me costó que tu padre me aceptara, pero ya sabes que la insistencia siempre ha sido mi virtud. Aún me tiemblan las piernas cuando me acuerdo de aquel primer beso que te robé en la puerta de la casa de tu tía, se nos paró el mundo alrededor en ese instante. En fin, hay tantas cosas que podría contar… Seguro que mientras lees esto estás esbozando una sonrisa. En estas líneas que llevo hablando de ti se me ha olvidado momentáneamente todo lo que estoy pasando aquí. Siempre serás mi mejor medicina y el remedio de todos mis males. Ya sabes que al comienzo de esta carta te dije que nunca pensé escribirla. Es de despedida, mi amor. Si recibes esta carta será porque yo ya no estaré. No quiero ser egoísta y por ello te pido que no me guardes luto, que no te apenes por mí, que rehagas tu vida lo más pronto posible y que no me eches en falta pues yo siempre estaré contigo en cada momento de tu vida. Que seas muy feliz y que hagas realidad todos tus sueños, ya que los míos se cumplieron cuando me dejaste amarte. Quiero que sepas que mis últimos pensamientos son para ti y que siempre te querré y cuidaré allá donde esté. Monte Arruit a 8 de agosto de 1921. De tu soldadito, Pedro”.


Según narran las fuentes investigadoras, el 9 de agosto el General Navarro parlamentó la entrega de Monte Arruit con los jefes tribales marroquíes. Las condiciones fueron que los españoles entregaban las armas y saldrían del fortín sin hostigárseles y, además, se proporcionaría transporte a los heridos. Así pues, los soldados españoles desarmados comenzaron a salir de Monte Arruit en columna, pero al poco tiempo los moros, de manera inesperada, atacaron a los españoles desde distintos flancos produciéndose una enorme matanza. De un contingente de 3000 hombres, sólo 60 lograron sobrevivir.

A veces el destino y la suerte se unen. Aunque no ha sido fácil, según revelan los investigadores, se ha podido localizar a familiares de la destinataria (María) de la carta. Antonio, un nieto de ésta mujer ha contado que su abuela, aunque se casó años después de lo acontecido en Monte Arruit, siempre tuvo en su mesita de noche la foto de un joven soldado con un rosario sujeto en la esquina del marco.

Durante muchos años, incluso ya casada y con hijos, día tras día acudía al puerto de Málaga con la esperanza de que llegara el barco que habría de traerlo. Mi abuelo siempre respetó a mi abuela y supo que jamás ocuparía el puesto de aquel primer novio. No obstante, fueron un matrimonio feliz. Falleció en 1987, a la edad de 85 años. Pidió ser enterrada con la foto de su primer amor y el rosario entre las manos.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 12 Mar 2018 11:48

Unidades del Ejército Colonial Español en África: las Mehal-las Jalifianas


En 1913 con la creación del Protectorado Español de Marruecos se decide formar una unidad eminentemente marroquí, tipo regimiento, para protección del representante del Sultán, el Jalifa, cuyo Mando recaía en el Majzen (el gobierno del Jalifa) y se le da el ancestral nombre de Mehal-la Jalifiana. Esta unidad debía servir de base para la formación de un Ejército propio del Protectorado y estaba controlada mediante los oficiales españoles asignados a ella.

Se le asignan las misiones de dar guardia a S.A.R el Jalifa, rendir honores en los actos oficiales y auxiliar como tropa y policía al ejército español en campaña. Todo el personal, con excepción de un cuadro de instructores (jarrub) enviados desde España, será indígena, si bien el mando supremo se da a un jefe español, el teniente coronel de caballería Miguel Cabanellas Ferrer.

Organización

Se organizaron en secciones —Yemaas—, compañías —Mías— y batallones —Tabores—, que estaban mandadas, respectivamente por un «mulazemin», un «Kaíd de Mía» y un «Kaíd de Tabor». Los suboficiales eran llamados «mokaddemin», los cabos «maauenin» y los soldados «askaris». En definitiva, la Mehal-la se componía de dos Tabores de Infantería con una o dos Mías cada uno y 110 askaris en cada una de éstas. Las Mías de Caballería tenían 75 askaris.

Entre octubre y noviembre de 1913 se constituye en Tetuán la 1ª Mía, en diciembre lo hace la 2ª, en enero de 1914 la 3ª, en abril la 4ª, en diciembre la 5ª y en enero de 1915 la 6ª. A finales de este año se crean dos Mías de caballería y una Yemaa de artillería, que pronto fue disuelta. En 1914 se creó la banda y música. Una vez probada su eficacia en combate se la reorganizó para hacerla más operativa y se la dispuso en dos Tabores de tres Mías de Infantería, cada una de éstas con ciento diez hombres. Las Mías de Caballería, cada una con setenta y cinco jinetes, se disponían también en un Tabor.

Las armas principales eran los fusiles de 7 mm y las granadas de mano. Durante la Guerra Civil Española, los Tabores recibieron una sección de ametralladoras y dos morteros de 81 mm. Cada Mía tenía también tres ametralladoras ligeras.

El uniforme de los oficiales era verde-gris, botas altas negras, correaje de cuero y gorra de plato con los colores rojo y verde esmeralda (los tenientes lucían el gorrillo con estos colores). Los tabardos llamados «candoras» de color arena eran muy populares, pese a que la «chilaba» marrón con finas rayas blancas era el uniforme oficial. La tropa lucía en la cabeza el típico turbante o la «chechia», un gorro rojo sin visera en forma de casquete redondeado.

En 1922 se reforma a fondo las fuerzas del Protectorado y se disuelve la Policía Indígena para integrase en Mehal-las. Con las 30 Mías de Policía incorporadas existían en 1926 seis Mehal-las de tres Tabores de Infantería y uno de Caballería cada una y cada Tabor compuesto por tres Mías. Estas Mehal-las eran:

Tetuán nº1 es la antigua Mehal-la. Melilla nº2 se forma con unidades de Policía de la zona de Melilla. Larache nº3 a base de las unidades de Policía de dicha zona. Xauen nº4 con Policía de la zona de Tetuán, fue disuelta en 1925 y vuelta a crear en 1926 como Yebala nº4. Tafersit nº5 teniendo como base la harka del Amalato del Rif, de Sidi Dris er Riffi y el goum de Melilla, estaba al mando del teniente coronel Llano de la Encomienda y que en 1929 pasa a denominarse Rif nº5. En 1926 y teniendo como base la harka Capaz para los dos primeros Tabores y formado el tercero con reclutas de la zona francesa, al mando del capitán Bayo, se constituye la Gomara nº6, bajo las órdenes del teniente coronel Capaz Montes.

En 1925 se creó la Inspección General de Intervención y Tropas Jalifianas del Majzen y cuayas fuerzas estaban compuestas por: Guardia Personal del Jalifa, Mehal-las Jalifianas, Mehaznías Armadas, Harkas y Mehaznías Auxiliares.

El Jalifa, Muley Hassan, era un títere del Gobierno español desde 1925 que junto con el Gran Visir de Tetuán decidió apoyar el alzamiento militar en 1936 proporcionando voluntarios al bando sublevado. Como anécdota, cabe recordar que un destacamento de las Mehaznías formó la Guardia Mora de Franco.

La Mehal-la no sólo fue una tropa nominalmente al servicio del Jalifa. Fue un cuerpo autóctono, afín al de Regulares aunque de menor entidad —300 hombres por Tabor frente a los casi 500 de los Regulares—, pero más enraizado en el mundo “harqueño” y por tanto, utilizado en aquellas labores a realizar en terreno montañoso ya que era considerada como tropa nativa de choque. Su actuación en las Campañas de Marruecos fue bastante relevante aunque por su forma de reclutamiento eran en ellas más frecuentes las traiciones y deserciones. Varios Tabores participaron en el desembarco de Alhucemas.

La Guardia Personal se crea para dotar al Jalifa de una fuerza de protección permanente y se compone de veteranos, muchos de ellos negros, en recuerdo de las «Guardias Negras » de los sultanes marroquíes. De entidad tipo Mía, consta de un kaid de Mía al mando, de un músico mayor, cinco músicos de primera, diez de segunda y diez de tercera, así como de cuatro sargentos, doce cabos, cuatro askaris de primera y ciento cinco de segunda, en total cien hombres de infantería y veinticinco de caballería.

Cada Mehal-la Jalifiana tendría tres Tabores de infantería, cada uno de ellos con Plana Mayor y tres Mías, y un Tabor de caballería, con Plana Mayor y tres Escuadrones. Para vigilar la frontera con Tánger, la Mehal-la de Tetuán está dotada además de un Tabor mixto de fronteras con Plana Mayor, tres Mías de infantería y una Mía de caballería.

Las de Melilla y Tafersit son un poco mayores que las de las demás, con un total de 5.230 indígenas, incluidos nueve kaídes de Tabor y cuarenta y ocho de Mía y 265 españoles, desde jefes hasta soldados, aunque éstos últimos destinados a tareas burocráticas.

Hechos de Armas en la Guerra del Rif


En cuanto a los hechos de armas más importantes en los que tomaron parte las Mehal-las se pueden citar los siguientes:

La Tetuán nº1 participa en 1919 en la ocupación de Monte Cónico, en 1920 en las de Gorgues y Xauen, en 1921 en combates en Gomara, en 1924 en los de Draa el Aseff y Yebel Sucna. En 1925 en Coba Darsa, convoy a Kudia Tahar, Bu Zeitum, desembarco de Alhucemas y ocupación de Yebel Andukay y Tabarrán.

La Melilla nº2 interviene en 1923-24 en la reconquista del territorio de Melilla, en 1925 en el desembarco de Alhucemas y en las operaciones posteriores al mismo y en 1926-27 en las operaciones en las Cabilas de Ketama y Senhaya.

La Larache nº3 participa en 1925 en la ocupación Sekaday Bufar, en los combates de Xarkin, Kasor, Tzenin de Sidi Yamani, en el desembarco de Alhucemas y operaciones subsiguientes. En 1926 toma parte en los combates de Tefer, Muies, Seriya, Meserah, Tanakob y Draa El Aseff. En 1927 en los de Aduar de Mohacen, Ula-Musa, Tasar, Adra, Shebas, Nuader, Maiserah y Ain Yedida.

La Tafersit nº5 participa en 1923 en la ruptura del cerco de Tifaruin, en 1924 en el convoy a Tizzi-Assa y Afrau y en 1927 en la ocupación de Tannaya.

La Gomara nº6 toma parte en la ocupación de Sebt de Tamorot, Bab Darutan, Ankod, Zoco Tzelata de Beni Ahmed, Cudia Sebaa y Draa de Ain Megar, así como en los combates de Cudia Mem-la, L'Mauden, Sidi-El-Hach Marsok, Sor del Medina, Bab Taza, Beni Salah y conquista de Zebel Tangaia y Guezana.

Kaides y Bajaes, amigos de España, crearon algunas sin carácter oficial, como la del Baja de Xauen, que no tiene nada que ver con la oficial del mismo nombre, y que se distinguió por la defensa y retirada de dicha zona en 1924 y la creada por El Raisuni, según las alianzas de su jefe, unas veces combatió contra España y otras a su favor, en estas ocasiones fue asesorada por oficiales españoles.
La Mehal-la Tafersit en la toma de Afrau en 1923

Al constituirse las Mehal-las derivadas de la Policía Indígena y por falta de oficiales moros suficientes, se las proveyó de varios oficiales procedentes de los Grupos de Regulares con los que se contaba por su especial fidelidad. Finalizadas las campañas, como recompensa a los kaides de las harkas se les destinó a las Mehal-las como oficiales de las mismas con carácter efectivo.

Reconocimiento


Las Mehal-las de Tetuán, Melilla y Larache por su actuación durante las Campañas de Marruecos fueron premiadas con el derecho a ostentar la bandera de España y la de Tetuán además con la Medalla Militar Colectiva. Los miembros españoles fueron condecorados, al menos, con cinco Cruces Laureadas de San Fernando y trece Medallas Militares Individuales. Los pertenecientes a la Policía Indígena a título individual recibieron seis Laureadas, una de ellas el cabo moro El Buzziam, y cinco Medallas Militares, de las cuales dos fueron para los policías indígenas: Alí Ben Silan Ben Lahsen y Abdselam Ben Alí Guasani.

Participación en la Guerra Civil

Durante la Guerra Civil Española, cada Mehal-la envió dos Tabores a la Península que fueron asignados a las diferentes Divisiones. A finales de 1938 estaban distribuidos de la siguiente manera: 1º y 3º —Mehal-la Tetuán— en la 53ª División (Aragón); 1º —Mehal-la Melilla— y 1º —Mehal-la Rif— en la 11ª División (Centro); 2º —Mehal-la Melilla— en la 107ª División (Centro); 1º —Mehal-la Larache— en la 18ª División (Centro); 2º —Mehal-la Larache— en la 14ª División (Centro); 3º —Mehal-la Rif— en la 108ª División (Ebro); 1º —Mehal-la Gomara— y 2º —Mehal-la Gomara— en la 83ª División (Ebro)

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 12 Mar 2018 13:23

Unidades del Ejército Colonial Español en África: Los gums


Los gums o goums era unidades típicamente marroquíes, fueron muy poco utilizadas por España, al contrario que por Francia, que los empleó hasta en la Segunda Guerra Mundial. Eran totalmente irregulares, se empleaban en terreno montañoso, en cualquier tiempo, realizando razzias y emboscadas.

Los “goumiers”, fueron principalmente las tropas coloniales del Marruecos francés, muy respetados por su alta capacidad de combate. El término «goum» se refería literalmente a una compañía, siendo denominado «goumier» el integrante de una compañía de infantería. Este término no se aplicaba a todos los soldados nativos de infantería sino que se hacía únicamente a los provenientes de ciertas tribus marroquíes.

Era una tropa totalmente irregular que combatían montados a caballo o en camello y que como tales tropas irregulares no disponían de ningún uniforme específico y así cada soldado se proveía su propia indumentaria. Inicialmente llevaban trajes tribales con sólo mantos azules como prendas del uniforme, pero a medida que logran estatus permanente adoptan el manto marrón y la chilaba a rayas gris que los definiría específicamente durante su historia con el ejército francés. Su tocado normal era un turbante.

Se componían de elementos de infantería y caballería, sus armas tradicionales eran sables y dagas alargadas y su especialidad era el asalto sobre posiciones fortificadas. En el ejército francés fueron considerados como fuerzas de élite. Las unidades recogían sus nombres de sus prácticas militares tradicionales. Su organización era similar a las tropas regulares: Goum era una compañía, Tabor un batallón y Grupo de Tabores un regimiento.

Los gums del ejército español

El primer gum español se creó en 1911 en Alcazarquivir al mando del teniente Cases, compuesto por 80 soldados marroquíes. En 1913, todavía seguía actuando en la zona.

Al mismo tiempo, en la zona de Melilla se creó otro gum con carácter temporal y exclusivamente de caballería, mandado por el capitán Parache. Compuesto de 90 jaialas (jinetes) realizó un recorrido por la cuenca del Muluya, que hasta entonces estabainexplorada, por orden del general Marina. De los jinetes que formaban la unidad solo eran españoles el capitán y un sargento. De los indígenas, 50 pertenecían a la Policía Indígena y los otros 40 fueron alistados exclusivamente para la expedición ya que cuando ésta acabó, el gum se disolvió.

En 1914, también en la zona de Melilla, se empleó el gum de Bu Amarra, más conocido con el nombre de su jefe indígena: Abd Allah, quien había luchado repetidamente contra los franceses, que habían puesto precio a su cabeza. Entró al servicio de España y se mantuvo fiel a ella hasta su muerte en combate, momento en el cual la unidad se disolvió.

En septiembre de 1922, también en la zona de Melilla, se formaron dos gums que son empleados a mitad de mes en unión de las harcas amigas de Beni Buyahi y M'Talza, Driss er Riffi y las auxiliares de Quebdani y Ulad-Setut. Uno de ellos es puesto bajo el mando del capitán de artillería Muñoz Rocatallada, que había pertenecido a la Policía Indígena, al que ayudaban dos oficiales españoles y varios kaídes marroquíes.

El 15 de noviembre del mismo año, uno de los gum tuvo un encuentro con el enemigo en las inmediaciones de Naach, poniéndole en fuga y capturando 25 fusiles Remington, siete Mausers y 200 cartuchos. Entre los días 16 y 19 de enero de 1923 mantiene combates con núcleos enemigos en las cercanías de Tamasurin.

El 16 de febrero el otro gum recorrió las proximidades de Hart, tiroteándose con los rebeldes, a los que causó tres muertos y varios heridos que fueron tomados prisioneros, apoderándose de diversas armas. El 26 sostienen chej Bufarcus. En 1924, ambos gums fueron utilizados, con otras fuerzas indígenas, para formar la Mehal-la de Tafersit.

Combate en Tauriat-el-Hamara. El 26 de marzo, en la garganta de Busfedauen, desalojó al enemigo de las posiciones que ocupaba, cogiéndole tres muertos, dos carabinas, cinco bolsas con cartuchos y más de 450 cabezas de ganado y prosiguió en persecución de los desalojados causándoles otros nueve muertos, entre los que se encontraba el

Existían otras unidades irregulares llamadas “yunds” o “younds”, que si bien aparecen mencionados en algunas disposiciones oficiales y en algunos artículos, no hay constancia escrita de que fuesen efectivamente creados o que se les utilizase en operaciones militares.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 13 Mar 2018 22:32

La Batalla de Salas

Muchos son los hechos heroicos que en España han protagonizado sus gentes a lo largo de la Historia que llenan de orgullo a sus descendientes, paisanos y convecinos. Por el hecho de ser acciones prácticamente desconocidas no dejaron de tener en su momento su importancia, este el caso ocurrido en la localidad altoaragonesa de Salas Altas durante la Guerra de la Independencia, que os cuento a continuación.

El 22 de enero de 1812, durante la Guerra de la Independencia española, los guerrilleros aragoneses Sarasa, Tris y Alegre prepararon una emboscada a un convoy francés que discurría por la ruta entre Bielsa y Barbastro. Los rebeldes aragoneses cortaron el paso a un convoy francés de 120 bueyes de carga con víveres en el camino entre Salas Altas y Hoz de Barbastro dando lugar a una auténtica y cruenta batalla que terminó con grandes bajas entre los franceses y con la conquista de un importante botín por parte de los guerrilleros.

La batalla fue pionera en lo que se ha calificado como «guerra asimétrica», entendiendo por guerra asimétrica cuando la diferencia entre las tropas enfrentadas es muy diferente entre los contendientes y uno de ellos no dispone de fuerzas organizadas equiparables a las de su adversario. En este caso se enfrentaron a unos 50 o 60 soldados franceses, gendarmes de la guardia republicana, el cuerpo de elite del ejército napoleónico, el mejor preparado y más moderno de Europa, pertenecientes al XII Escuadrón Napoleónico de guarnición en Barbastro al mando del teniente Pelantier, aproximadamente unos 400 guerrilleros reclutados de los pueblos del Somontano cuando el convoy regresaba de Naval donde había realizado un aprovisionamiento de víveres.
El asalto sorpresa dejó numerosas bajas de uno y otro bando y el enfrentamiento fue tan brutal según narran las crónicas que se saldó con el aniquilamiento de las tropas de elite francesas. Sólo sobrevivieron un gendarme y el teniente Pelantier, que malherido, dejó testimonio de esta cruenta batalla.

La denominada Batalla de Salas Altas tuvo lugar el 22 de enero de 1812 y está recogida en los anales de la Gendarmería francesa.

Este año los vecinos de Salas Altas han conmemorado el X Aniversario de la “Batalla de Salas” en un acto de hermanamiento con la localidad francesa de Lau Balagnas y al que asistieron, además de las autoridades de ambos municipios, representantes de la Real Hermandad de Veteranos de la Fuerzas Armadas de Huesca, de veteranos franceses con insignias, banderas y guiones, gendarmes franceses en activo y representantes del puesto de la Guardia Civil de Barbastro.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 15 Mar 2018 17:48

El Capitán MALAGON y su Compañia de Enfermos


El capitán Malagón y su compañía de enfermos

El 5 de septiembre de 1921 los legionarios habían salido para proteger un convoy que debía aprovisionar la posición de Tizza. Durante todo el camino fueron hostilizados por el enemigo. Aprovechando que las posiciones habían quedado ahora mermadas de guarnición, los rifeños aprovecharon para atacar Ait Aixa.

Primero la bombardearon con el cañón que habían emplazado en el Gurugú y después se acercaron en masa, abriendo fuego con sus fusiles. La posición iba a caer en manos de la harca, y no había modo de conseguir que recibieran auxilio. En el campamento legionario solo habían quedado los enfermos, los asistentes y los rancheros.

El capitán Malagón, enfermo, ordenó tocar llamada, reunió a los soldados enfermos, a los rancheros, a los conductores, a los heridos leves y a los escribientes y salió en socorro de la posición, ayudado por dos oficiales recién incorporados aquel mismo día y que esperaban el regreso del teniente coronel para que les fuera asignado destino.

Escalaron los peñascos cercanos al Barranco del Lobo y ganaron la posición. Cuando los defensores recibieron el apoyo legionario su moral se reforzó considerablemente y consiguen rechazar el ataque. El precio había sido caro. El capitán Malagón es herido muy grave de dos balazos y el alférez Cisneros leve; entre la tropa había tenido un muerto y tres heridos.

El sacrificio de Malagón ilustra como pocos el Espíritu de acudir al fuego:

"La Legión, desde el hombre solo hasta La Legión entera, acudirá siempre a donde oiga fuego, de día, de noche, siempre, siempre, aunque no tenga orden para ello".

Ese mismo día La Legión combatió en cuatro frentes: había protegido el convoy a Tizza, había soportado el hostigamiento en el blocao Mezquita, había defendido el puesto de Ait Aixa y había sufrido el intenso bombardeo enemigo en Sidi Hamed.

Fuentes:
Alfonso Ruiz de Aguirre Bullido: La legión en las Campañas de Marruecos (1921-1927)
Francisco Franco: Marruecos, Diario de una Bandera


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1937 Laureada colectiva al Tercio de Monserrat

Mensajepor Brasilla » 18 Mar 2018 11:15

El Tercio de Requetés de Nuestra Señora de Montserrat —o simplemente Tercio de Montserrat—​ fue una unidad militar compuesta por requetés carlistas catalanes que participó en la Guerra civil española.

Constituyó una de las unidades militares del Bando sublevado más famosas y condecoradas de la contienda,​ y destacó por su participación en el Frente de Aragón y en la Batalla del Ebro. El Tercio es reconocido en la historiografía como la unidad franquista que durante la contienda sufrió un mayor número de bajas en porcentaje.n. ​ El número total de efectivos que lucharon en el Tercio está estimado en torno a unos 1.600 oficiales y requetés.

Orígenes y formación

Poco antes del estallido de la contienda, la organización del requeté carlista en Cataluña tenía una fuerza estimada de 3.000 voluntarios de primera línea y alrededor de 15.000 más en unidades auxiliares.5​6​ Poco después de producirse el Golpe de Estado de julio de 1936, que fracasó completamente en Cataluña, estos militantes se encontraron en total desorden: algunos murieron, otros fueron capturados, muchos se escondieron y los que pudieron, huyeron de la región.

En el momento de producirse el Golpe de Estado la consigna interna de los carlistas era la de encontrarse en Pamplona, por lo que muchos cruzaron la frontera francesa y llegaron a la zona sublevada. La intención era formar un cuerpo militar propio de acuerdo a la tradición carlista, aunque a medida que avanzó la contienda las distintas unidades carlistas fueron integradas en el Ejército franquista. Los antiguos líderes carlistas catalanes Mauricio de Sivatte y Jose María Cunill acuñaron la idea de formar un unidad de combate propia a partir de los carlistas catalanes "exiliados", separada de las demás fuerzas del Bando sublevado.​

Inicialmente la unidad iba a ser denominada en honor a San Jorge, pero en septiembre se acabó escogiendo a la Virgen de Montserrat.​ El 3 de diciembre de 1936 se formó a todos los efectos el tercio de requetés, llamado Tercio de Nuestra Señora de Montserrat,​ bajo la dirección inicial de José María Cunill.​ Hasta comienzos de 1937 la unidad no estuvo plenamente organizada.​ De acuerdo a lo que se hacía en otras unidades, fueron nombrados oficiales del Ejército de predilección carlista para que formaran el núcleo de mando del tercio.

Organización

Hasta enero de 1938 el Tercio formó parte de la V División Orgánica de Zaragoza, primero, y luego del V Cuerpo de Ejército que estaba integrado en el Ejército del Norte.​ Posteriormente fue asignado a otras unidades —entre otras, a una división de caballería, una brigada de reserva y una división compuesta por regulares marroquíes—.​ En junio de 1938, el Tercio fue transportado por ferrocarril hasta la zona de Extremadura y quedó incorporado a la 74.ª División del Ejército del Centro, unidad a la que el Tercio permaneció asignado durante el resto de la contienda.​

A comienzos de la primavera de 1937 la unidad aumentó su tamaño hasta disponer de 200 efectivos, divididos en dos compañías; esta estructura continuó manteniéndose hasta su destrucción en Codo, en agosto de 1937.​ En términos numéricos el Tercio era equivalente a un batallón regular del Ejército, aunque en comparación, el Tercio contaba con menor entrenamiento y estaba peor equipado. La mayoría de sus soldados no fueron sometidos al entrenamiento regular del ejército, y su formación militar se veía reducida a unos meses —en algunos casos, unas pocas semanas— de ejercicios militares, ya fuera en los cuarteles o en la retaguardia del frente de combate.

Durante la reconstitución del Tercio, este fue reconstruido y reestructurado en cuatro compañías regulares de infantería y una compañía de ametralladoras, sumando unos 800 efectivos —incluidos 20 oficiales del Ejército—. En esta ocasión la peculiaridad fue una Sección de choque, formada en junio de 1938 y algo que hasta entonces no tenía precedentes en otras unidades carlistas.​ En cuanto a las unidades de apoyo, estas se reducían a los servicios médicos. Tras las fuertes pérdidas sufridas durante la Batalla del Ebro, el Tercio volvió a su fuerza numérica original. En mayo de 1939, poco antes de su disolución, la unidad estaba compuesta por alrededor de 900 efectivos.​

El poder de fuego de la unidad descansaba principalmente en los rifles Mauser Modelo 1889, además de granadas de mano, ametralladoras y morteros (de 50 mm y 81 mm).​ Exceptuando momentos puntuales en que se le proporcionaba apoyo externo, el Tercio nunca dispuso de secciones de artillería o transporte propias.​ En contraste con lo que ocurría en las unidades del Ejército Franquista, en el Tercio el idioma común era el catalánn. y las órdenes se transmitían en dicha lengua.

Historial de operaciones
Frente de Aragón

La nueva unidad fue enviada como guarnición al tranquilo y secundario Frente de Aragón, siendo destinada en las cercanías de Codo, a comienzos de enero de 1937.​

Durante los siguientes meses tuvo una estancia tranquila, sin apenas incidencias de mención. Su bautismo de fuego tuvo lugar durante la Ofensiva de Zaragoza, en agosto de 1937, cuando el Ejército republicano trate de conquistar la capital aragonesa. Para ese momento los carlistas catalanes se encuentran destacados cerca de las posiciones de los tercios carlistas aragoneses, ubicados en Belchite y también Quinto. Durante las batallas que se desarrollaron los requetés sufieron un elevado número de muertos, perdiendo 150 hombres de los 182 que disponía la unidad y quedando prácticamente aniquilada.

Sin embargo, su fuerte resistencia provocó un considerable retraso de las unidades republicanas que avanzaban hacia Zaragoza, a pesar de que Codo era un objetivo secundario. El 25 de agosto los restos del Tercio, que había desaparecido como unidad operacional efectiva, lograron evadir el cerco y se retiraron a Zaragoza.​ Años después de la contienda, en 1943, la unidad sería condecorada colectivamente con la Cruz Laureada de San Fernando por su actuación en Codo.​

Otros frentes


Entre octubre de 1937 y enero de 1938 el Tercio fue reconstruido como un batallón en la retaguardia franquista, en Torres de Berrellén, cerca de la capital aragonesa.

Posteriormente fue desplegado en el frente sur de los Montes Universales, en la región del región del Alto Tajo. La unidad permaneció en esta área hasta junio de 1938 —inicialmente en el sector Mazarete – Huertahernando, luego en Mirabueno—, tomando parte en pequeñas escaramuzas con pocas bajas.​ En junio el batallón fue transferido a la Sierra de Gredos (Ávila),​ para ser trasladado de nuevo en julio hacia Extremadura. Allí tomó parte en algunos avances menores en el río Zújar, encontrado muy poca resistencia por parte de las unidades republicanas de la zona. De hecho, la mayoría de requetés que acabaron en los hospitales lo hicieron debido al enorme calor.​ Cuando el 25 de julio comienza la batalla del Ebro, el Tercio es embarcado en un tren y enviado urgentemente a Cataluña.

Batalla del Ebro


Integrado en la 74.ª División franquista, el 29 de julio el Tercio llegó a Villalba de los Arcos, entrando inmediatamente en combate en la zona de Quatre Camins.​ Durante las siguientes 70 horas la unidad mantuvo combates de forma constante.​ En estas operaciones fallecieron un capitán, cuatro alféreces, seis sargentos y cincuenta hombres, mientras que otros ciento sesenta y tres efectivos resultaron gravemente heridos.​ Los combates se alargaron por espacio de diez días, logrando mantener Villalba.​ El 9 de agosto los requetés catalanes fueron relavados por fuerzas de la 13.ª División.

El 19 de agosto el Tercio protagoniza el asalto a la llamada posición «Targa» o cota 481, situada en el cruce de las carreteras que enlazaban Villalba de los Arcos, Corbera de Ebro, la Fatarella y Gandesa, y que se encontraba defendida por la 60.ª División republicana y por una brigada de la 3.ª División, la 31.ª BM.​ Durante la mañana del día 19 los defensores republicanos fueron sometidos a un intenso fuego artillero y aéreo, aunque en la práctica no se vieron afectados; al mediodía los requetés, desde sus posiciones en Cuatro Caminos, se encaminaron al asalto de la posición Targa.

Sin embargo, la unidad no recibió el apoyo esperado por parte de los batallones «Ceuta» y «Bailén», por lo que los requetés se vieron sometidos al intenso fuego de las ametralladoras republicanas. Bajo el fuego enemigo, el Tercio tuvo 58 muertos y 170 heridos, quedando prácticamente deshecho.​ En ese momento el Tercio sólo conservaba 215 de sus 850 efectivos con los que llegó al Ebro. La posición Targa sería finalmente capturada al anochecer de aquel día, después de que los republicanos abandonaran la posición debido a la fuerte presión enemiga. La unidad mantuvo más combates durante los siguientes días, hasta el 30 de agosto, sufriendo en ese tiempo unas bajas que alcanzaron los 150 muertos y 700 heridos.

Durante los siguientes meses Tercio permaneció situado en la orilla del Ebro realizando misiones de vigilancia y patrulla, mientras recibía refurezos y nuevos reclutas.

Final de la contienda

A mediados de diciembre de 1938, desde Fatarella el Tercio fue transportado en trenes y a comienzos 1939 fue desplegado al sur de Extremadura, para hacer frente a la última ofensiva republicana de la contienda. Varias semanas después, durante la contraofensiva franquista, la unidad capturó Valsequillo antes de volver a ser trasladada por tren, esta vez a Navalmoral. Luego fue transferida a Chozas de Canales (Toledo) y a finales de marzo fue traslada en camiones a Albarreal de Tajo, tras lo cual tomó parte en la llamada «Ofensiva final» y avanzó en el interior de la zona republicana sin encontrar ninguna resistencia.​

El 1 de abril de 1939, con el hundimiento y la derrota de las fuerzas republicanas, se declaró el final de la contienda.Tras ello, el Tercio permaneció situado en Castilla occidental hasta que fue enviado a la capital y participó junto a otras unidades franquistas en el Desfile de la Victoria de Madrid, el 19 de mayo de 1939.​ Después, volvió a trasladarse. El 31 de julio entró en Barcelona, tomando parte en varias celebraciones locales hasta que la unidad fue estacionada en los cuarteles de Jaime I. La desmovilización de efectivos tuvo lugar hasta mediados de septiembre, mientras que los miembros restantes fueron transferidos a los cuarteles de Moncada.​ El Tercio fue disuelto oficialmente el 26 de octubre de 1939, y sus miembros licenciados después de una subida a la montaña de Montserrat, donde entregaron la bandera del Tercio al Monasterio.

Composición social

Una parte importante del tercio estuvo compuesto por jóvenes procedentes de familias acomodadas, muy religiosas y de tradición carlista.

La escasez de datos oficiales impide establecer con certeza la base social de los miembros de la unidad.​ De acuerdo con la información disponible, alrededor del 55% de sus miembros eran de clase trabajadora, la mayoría de los cuales eran campesinos —eran un 25% del total—, aunque también había trabajadores industriales, artesanos y/o asalariados. El siguiente grupo más numeroso estaba compuesto por profesionales asalariados —estos eran un 29% del total—. Los miembros del tercio identificados como «propietarios» constituían el 10%, aunque muchas veces no está claro qué significa esta categoría (posiblemente, la mayoría de estos eran terratenientes).

En torno al 83% de los requetés eran hombres de entre 18 y 30 años de edad, la mayoría de los cuales tenían alrededor de 21-25 años —un 35% del total—. Otro 13% eran varones entre 30 y 40 años de edad, mientras que el grupo restante estaba formado por menores de 18 años —muy pocos casos— y mayores de 40 años.​ Llegó a haber dos casos en que padre e hijo sirvieron en la misma unidad, además de otros nueve casos en que hermanos germelos sirvieron en el tercio e, incluso, un caso de trillizos que se alistaron.

Los datos disponibles arrojan que el 91% de los miembros del tercio procedían de Cataluña, aunque el porcentaje restante procedía de las Islas Baleares o incluso de sitios como las Islas Canarias o Galicia.​ Las dos provincias catalanas con mayor representación en la unidad eran Gerona (35%) y Barcelona (31%), mientras las otras provincias tenían porcentajes menores: un 16% procedía de la provincia de Lérida, y un 8% procedía de la provincia de Tarragona.

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Re: La Guardia Civil en las Campañas de Melilla

Mensajepor Brasilla » 18 Mar 2018 19:27

LA GUARDIA CIVIL EN LAS CAMPAÑAS DE MELILLA


Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en la Sección "Ayer y Hoy" de la Revista profesional "GUARDIA CIVIL", núm. 538, correspondiente al mes de febrero de 1989, págs. 44-48.
El original está ilustrado con cinco fotografías en blanco y negro y un plano en color.


Introducción.


Año 1893. Son tiempos difíciles para la Plaza de Melilla. Los sangrientos ataques a los Fuertes de Sidi-Guariach y de Cabrerizas Altas están en la angustia de los habitantes de la ciudad.

EI General Martínez Campos, Capitán General de Cataluña, manda el Cuerpo expedicionario que desde la Península acude en auxilio de la población. Con él llega el día 1 de noviembre una Unidad de Infantería de la Guardia Civil mandada por el primer Teniente don José Martínez Ibáñez. Sus primeras misiones son la escolta del Cuartel General y el servicio de Policía de la ciudad. Un mes más tarde llega otra sección del Cuerpo, esta vez de Caballería, que es empleada en el servicio de vigilancia y avanzadas en todo el denominado campo exterior. de Melilla.

Entre los servicios realizados entonces destaca la desarticulación de una importante red de contrabandistas de armas y pólvora que había surgido al amparo de aquella campaña militar y que es conocida hoy día como la Guerra de Margallo o de Sidi-Guariach. Asimismo se distinguió individualmente de forma extraordinaria el Guardia Antonio Carro Barrios, quien con gran riesgo de su vida recuperó una partida de madera para fortificación y que un temporal había arrastrado hacia el mar.

Una vez finalizada esta Campaña, las fuerzas expedicionarias de la Guardia Civil regresan junto a las del resto del Ejército a la Península, quedando un destacamento al mando del Teniente don José Sanz.

La primera Casa-Cuartel.

Poco después, en junio de 1895, se acuerda por la Junta de Arbitrios de la Plaza, antecesor del actual Ayuntamiento, la construcción de una Casa-Cuartel en el barrio de Mantelete en la que pudieran alojarse fuerzas del Instituto destacadas en la Plaza.

En marzo de 1896, y a propuesta del Comandante General de Melilla se constituye con carácter fijo y permanente una Sección de la Guardia Civil. El día 13 de agosto se ocupa el nuevo Acuartelamiento, siendo todavía casi un siglo después la Residencia de la Jefatura de la Comandancia.

Nuevas Campañas militares.


Las fuerzas del Cuerpo irán participando activamente en todas las Campañas Militares que se desarrollaron en torno a Melilla. Así el día 9 de julio de 1909, cuando los rifeños atacan a los obreros que trabajan en la línea de ferrocarril de Beni-Bu-lfrur de la Compañía Española de Minas del Rif, dando muerte a cinco de ellos, el Comandante General de la Plaza ordena responder a tal hecho y una Sección de la Guardia Civil al mando del Primer Teniente don Gerardo Alemán Villalón, se encontrará entre las unidades militares que salen en su persecución.

En el mes de septiembre la guarnición de Melilla es reforzada con varias Divisiones procedentes de la Península, llegando con ellas más fuerzas del Cuerpo.

Dos meses después, el día 23 de noviembre, el Guardia segundo Francisco Martín González moría entre Tauhima y Zeluán, cuando se trasladaba a este último poblado en compañía de dos cantineros y un carro. Durante el trayecto fueron atacados por varios rifeños, Iogrando huir y salvar la vida los dos paisanos montados en sus mulas, pero no así el componente del Cuerpo que se quedó solo luchando contra los cabileños durante una hora, hasta que se le agotaron las municiones.

Herido de gravedad, inutilizó el cerrojo de su mosquetón contra el eje del carro que le había servido de improvisado parapeto. Una vez que vieron que estaba muerto se acercaron y se llevaron como botín su uniforme y el arma inutilizada. Su cadáver fue enterrado en la Alcazaba de Zeluán.

Nuevos hechos heroicos.


En 1911, los Guardias segundos Miguel García Gómez y Valeriano Silva Franco que están concentrados en el Campamento de Beni-Chicar, son felicitados por el Director General del Cuerpo porque con gran riesgo de sus vidas, salvaron a dos soldados que habían caído al Río de Oro.

En la noche del 13 de septiembre de 1915 un grupo de rifeños se infiltran en las calles del poblado de Nador y hacen fuego por ,sorpresa sobre la Pareja compuesta por los Guardias Trinitario Navarro Castellón y Francisco de la Cruz Expósito, que prestaban servicio de vigilancia de población, cayendo heridos ambos. Cuando los cabileños se acercan a ellos para rematarlos, el Guardia Navarro se reincorpora y utilizando su fusil como maza derriba a dos de ellos y dispara sobre un tercero causándole la muerta, haciendo que el resto huyera en desbandada.

El día 14 de octubre de 1917, cuando los Guardias Paulo Sánchez Sáez y Rafael Luna González se encuentran prestando servicio de vigilancia en el poblado de Zeluán, son atacados por un grupo de rifeños apostados. El Guardia Luna cae gravemente herido. No obstante repelen la agresión haciendo fuego contra los atacantes que ante esa respuesta y amparados por la noche salen huyendo.

El Desastre de Annual.

Año 1921. Llegan las páginas más tristes de Melilla. El día 16 de julio, las cábilas de Abd-el-krim, ataca a las tropas del General Fernández Silvestre. La terrible derrota que ha pasado a las páginas de nuestra Historia como el "Desastre de Annual", se traduce según los distintos historiadores entre nueve mil y quince mil muertos españoles. Las mutilaciones que sufrieron muchos de los cadáveres de aquellos desafortunados soldados son una patética muestra de lo que debió suceder allí.

Embriagados. por su dantesca victoria las cábilas inician el ataque de todos los puestos y posiciones que encuentra a su paso en dirección a Melilla.

Así el día 23 de julio, la Fuerza del Puesto de San Juan de las Minas compuesta por el Cabo Juan Ruiz Sánchez y los Guardias Cándido Puertas, Félix Quintero, Matías Labrador y Manuel Rastrojo se repliegan al campamento de Segundan acompañados de la esposa, la hermana y tres hijos del primero de ellos. Cuando alcanzan la citada posición militar comprueban que ha sido abandonada, sufriendo el ataque de los rifeños.

Al llegar la noche y tras haber agotado las municiones se despojan del correaje e inutilizan sus armas, intentando escapar al amparo de la oscuridad. Desgraciadamente son sorprendidos en su intento de evasión y hechos prisioneros. No obstante gracias a la mediación de unos indígenas de la cábila de Beni-Bu-lfrur, y a cambio de un precio de 125 pesetas por persona, son disfrazados y trasladados sanos y salvos a Melilla a donde llegan el día 28 de julio.

La defensa de Nador.

El día 24 de julio las cábilas atacan Nador. La guarnición española, bajo el mando del Teniente Coronel Pardo está compuesta por dos secciones de Infantería pertenecientes a la Brigada Disciplinaria, así como por las fuerzas de los Puestos de la Guardia Civil de Segundan y Nador a cuyo frente se encuentra su Teniente Jefe de Línea don Ricardo Fresno Urzay. En total, contando a los familiares de los militares y demás personal civil, serían unas doscientas personas.

Dadas las escasas posibilidades de defensa del poblado los efectivos se atrincheraron en espera del envío de refuerzos desde Melilla en dos baluartes: La iglesia y la fábrica de harina. El Alférez del Cuerpo don Lisardo Pérez García, con tropa propia y parte de una sección de Infantería sería el encargado de la defensa de la iglesia. El resto se guarnecería en la fábrica pues era el edificio más sólido.

Los defensores de la iglesia, una vez agotadas las municiones y víveres se re- plegaron el día 31 de julio hasta la fábrica dejando por el camino numerosas bajas propias y enemigas. Los rifeños se hacen con un cañón y abren fuego sobre el edificio, causando grandes destrozos. El asedio durará diez días, destacando por su valentía y continuos actos de heroicidad el Guardia Manuel Almancha García que llegó a ser propuesto para la Laureada de San Fernando.

La heroica defensa distraerá muchas fuerzas enemigas que no serán utilizadas para atacar Melilla, dando tiempo a que llegaran a esta Plaza las tropas de socorro.

El día 2 de agosto, agotadas las municiones y los víveres, con el edificio en ruinas por el impacto de las granadas y sin esperanza de poder recibir el pronto auxilio de Melilla que dista tan sólo quince kilómetros, el teniente Coronel Pardo para salvar la vida de los familiares y demás paisanos que se encontraban con ellos, se rinde y entrega las armas. Como nota curiosa apuntaremos que en una cláusula especial del pacto se hace constar que los miembros de la Guardia Civil podrán conservar sus pistolas ya que forman parte de su uniformidad.

Se forma una columna con los supervivientes y son trasladados a Melilla en donde les esperan el General Sanjurjo y el Teniente Coronel Millán Astray.

La matanza del Puesto de Zeluán.

A pesar de este acuerdo, que se realiza según las normas internacionales, los ataques de las cábilas continuaron.

El día 3 de agosto, tras una heroica resistencia y haber agotado sus municiones y víveres, las fuerzas del Puesto de Zeluán son convencidas por los rifeños de que se les respetará sus vidas y podrán marcharse a Melilla si entregan las armas, Esta vez el pacto no se cumple. Nada más abandonar su refugio los defensores son degollados y arrebatados sus uniformes.

En el suelo yacen sin vida los cuerpos del Cabo Francisco Carrión Jiménez y los Guardias segundos Paulo Sánchez Sáez, José Noguera Aznar, Constantino Ferrero López y Sotero Alonso Herranz.

Con la llegada de refuerzos a Melilla se inicia la lenta reconquista del territorio ocupado por los sublevados. La Guardia Civil acompaña en su avance al resto de las Unidades Militares con la finalidad de irse asentando en los antiguos Puestos perdidos.

El desembarco de Alhucemas.

En 1925, con el desembarco de Alhucemas y las operaciones militares que se desarrollaron a continuación se llega a la pacificación de territorio. En dichas acciones destacaron las Fuerzas del Cuerpo mandadas por el Capitán don Marcelino Gómez-Plata Mateu y el Teniente don Juan Luque Arenas.

Al llegar a estas fechas podemos hablar del fin de las Campañas de Melilla. Las recompensas obtenidas por los miembros de la Guardia Civil a lo largo de este período constituyen por sí solas testimonio inalterable de Gloria para nuestra Historia de cuáles fueron los méritos contraídos, y los sacrificios realizados por aquellos hombres que supieron hacer del Honor su principal divisa.

Recompensas.
12 ascensos por méritos de guerra.
3 Cruces de María Cristina.
15 Cruces del Mérito Militar con distintivo rojo pensionadas.
146 Cruces del Mérito Militar con distintivo rojo.
7 Cruces del Mérito Militar con distintivo bicolor.
3 Medallas de Sufrimientos por la Patria.
11 Cruces de la Beneficencia.
Fuentes consultadas.
Documentación de la 232ª Comandancia (Melilla) de la Guardia Civil.
Documentación de la Asociación de Estudios Melillenses

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Marco Tulio Cicerón.

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La batalla de los Montes Torreros

Mensajepor Brasilla » 23 Mar 2018 00:59

En Agosto se cumplen 208 años de la Batalla de Zaragoza que tuvo lugar el 20 de agosto de 1710 a las puertas de Zaragoza, en los Montes de Torrero, enmarcada en la Guerra de Sucesión Española. Fue de crucial importancia ya que las tropas borbónicas fueron derrotadas y el Archiduque Carlos restituyó todos los fueros y privilegios del Reino de Aragón, que habían sido revocados por Felipe V en 1707. Esa batalla, es la última gran victoria austriacista en la Península Ibérica y fue la llave que abrió el postrero aunque efímero período de soberanía aragonesa.

Los acontecimientos ocurrieron de la siguiente manera:

Las tropas borbónicas habían sido derrotadas en la Batalla de Almenara (Castellón) el 27 de julio y se retiraron hacia Zaragoza hasta dónde fueron perseguidas por las tropas austriacistas, al mando del general Starhemberg, entrando nuevamente en combate el 20 de agosto.

El ejército borbónico estaba al mando del Marqués de Bay, quien sustituyó al Marqués de Villadarias, tras la derrota en Almenara. Felipe V que se había refugiado en Lérida tras la derrota de Almenara se desplazó con sus tropas hasta Zaragoza.

El ejército de Felipe V se componía de cerca de 20.000 soldados, todos españoles, mientras que el ejército del Archiduque Carlos se componía de unos 30.000 soldados de diversas procedencias.

El 15 de agosto el general Starhemberg atacó al ejército borbónico con 28 escuadrones a lo que estos respondieron al ataque y consiguieron desbaratar las formaciones de la caballería enemiga y arrebatarles siete estandartes.

Tras dos días de escaramuzas, el Marqués de Bay formó en batalla al ejército real, apoyando el flanco izquierdo en el Ebro y el derecho en el alto de Torrero. En el flanco derecho desplegaron los Escuadrones de Dragones y Caballería de Mahony y Amézaga. En el flanco izquierdo lo hizo la Caballería de Armendáriz. El centro estaba al mando del propio Marqués.

El ejército del Archiduque pasó el Ebro sin oposición y dedicó todo el día 19 en desplegar. En el flanco izquierdo formó la Caballería catalana y la holandesa, al mando del conde de la Atalaya. En el flanco derecho desplegaron unidades británicas y austriacas al mando de Stanhope. El centro quedó al mando del general Starhemberg.

Los disparos de cañón comenzaron a las ocho de la mañana. Felipe V recorrió las filas arengando a sus hombres, y se situó en el centro poder ver y dirigir a sus tropas. La batalla en sí, no comenzó hasta pasado el medio día. La Caballería borbónica cargó duramente sobre el ala derecha enemiga, pero los aliados aguantaron el envite y la Infantería anglo-austriaca de Stanhope avanzó con el apoyo de la Caballería. El ataque aniquiló al ejército borbónico, que se dispersaron en franca retirada. Únicamente aguantaron el ataque los Regimientos de Guardias y de Sicilia pero terminaron derrotados por el general Starhemberg.

El desastre borbónico fue total, perdió 10.000 hombres entre muertos y heridos, y cerca de 5.000 fueron hechos prisioneros.

El Archiduque Carlos entró en Zaragoza el 21 de agosto, donde permaneció cinco días y restituyó los Fueros de Aragón derogados por Felipe V en 1707. Como consecuencia de la batalla, todo Aragón quedó bajo en control del pretendiente austriaco. El 9 de septiembre, Felipe V y su familia abandonan Madrid, en medio del fervor popular, y se trasladan a Valladolid. El 28 de septiembre las tropas del Archiduque entraron en Madrid, rodeadas de la hostilidad popular. Ante tal situación el Archiduque hizo el famoso comentario: «Esta ciudad es un desierto».

El 9 de noviembre, el Archiduque se vio obligado a salir de Madrid ante la presión de las tropas borbónicas reorganizadas por el Duque de Vendôme, enviado por Luís XIV, para apoyar a Felipe V, y fue derrotado, primero en Brihuega, y vencido definitivamente en la batalla de Villaviciosa poniendo así fin a la Guerra de Sucesión en 1713, aunque la resistencia se mantuvo hasta 1714 en Cataluña y hasta 1715 en Mallorca.

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Primer Bloqueo de Buenos Aires

Mensajepor Brasilla » 26 Mar 2018 15:56

El Primer bloqueo de Buenos Aires fue establecido por el gobierno realista de Montevideo a partir del 3 de septiembre de 1810 y se extendió hasta mediados del mes de octubre de ese mismo año, cuando debió ser levantado a resultas de la presión británica. Tuvo por objeto combatir a la Junta revolucionaria surgida el 25 de mayo de 1810 en aquella ciudad, capital del Virreinato, forzarla al reconocimiento del Consejo de Regencia e impedir su apoyo a los rebeldes en la campaña de la Banda Oriental.

Mientras se producían los sucesos de mayo, la mayor parte de los oficiales de marina pertenecientes a la comandancia de Montevideo se encontraban por accidente en Buenos Aires. Muchos de los oficiales, ellos el capitán de navío Juan Ángel de Michelena y los capitanes de fragata José Laguna y Jacinto de Romarate, se habían negado a reconocer la Junta de Gobierno y Observación establecida en Montevideo el 24 de septiembre de 1808 en franca desobediencia con la capital. Otros se encontraban estacionados como parte de los movimientos habituales entre el principal apostadero y la capital.

Ante las novedades, se presentaron pidiendo pasaporte para trasladarse a Montevideo, sin querer reconocer antes a la Junta con el pretexto de que su comandante los llamaba perentoriamente para escuchar sus órdenes verbales. La Junta pese a lo evidente de la excusa, para evitar incidentes no forzó la jura ni los retuvo, con lo que la flotilla realista pudo recuperar sus mandos.

Habiendo sido llamado Elío a España, ejercía como gobernador interino de Montevideo el Brigadier Joaquín de Soria y Santa Cruz (comandante general de la campaña de la Banda Oriental y antiguo Gobernador de Misiones), pero quien controlaba efectivamente la plaza era el comandante general de marina José María Salazar.

La Junta envió al capitán Martín Gailan con la notificación formal de lo sucedido y su justificación, así como con una nota de apoyo firmada por el ex virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros.​ El 1 de junio el cabildo de Montevideo resolvió nombrar una comisión para redactar el pliego que condicionaría la adhesión a la Junta de Buenos Aires. No obstante, ese mismo día, en vísperas de celebrarse la reunión definitiva, arribó el bergantín mercante Nuevo Filipino​ con noticias no oficiales acerca de la instalación de un Consejo de Regencia en la ciudad de Cádiz. Esto y las noticias falsas de avances y triunfos sobre el invasor francés que hizo correr Salazar, fue celebrado por los realistas y utilizado como argumento contra los partidarios de la aceptación de la Junta. En la reunión del día 2, la decisión adoptada fue finalmente condicionar la adhesión al reconocimiento por parte de Buenos Aires del Consejo de Regencia de Cádiz.

Ante el fracaso de la misión de Gailan, el secretario Juan José Paso fue enviado a Montevideo. El día 13 de junio arribó pero fue confinado fuera de la ciudad. El día 15, mientras las tropas de mar se desplegaban por la ciudad como una fuerza de ocupación se celebró un nuevo Cabildo Abierto. Paso informó a este sobre lo ocurrido en Buenos Aires, los propósitos de la Junta y los motivos para no reconocer la Regencia, solicitando la unión del pueblo de Montevideo con la Capital, pero sus palabras fueron interrumpidas constantemente por gritos e insultos provenientes del sector del comandante general de marina José María Salazar.

Este último sostuvo la legitimidad del Consejo de Regencia, criticó las medidas adoptadas por Buenos Aires8​ y finalizó su intervención coincidiendo con Paso en que era necesario conservar la unidad rioplatense, pero que debía ser a resultas del cambio de la posición de Buenos Aires y no de Montevideo. La posición de Paso sólo fue defendida por el padre José Manuel Pérez Castellano, y ante la creciente agresividad del grupo de Salazar Paso debió retirarse protegido por el coronel Prudencio Murguiondo.

Tras el fracaso de la negociación la Sociedad Secreta de Montevideo dirigida por Feliciano Sáenz de Cavia e integrada por Juan Ramón Rojas, Manuel Fernández Puche, los presbíteros Santiago Figueredo y Pedro Pablo Vidal y contando con el apoyo de los cuerpos urbanos de Cazadores de infantería ligera y Voluntarios del Río de la Plata al mando de los coroneles Juan Balbín González Vallejo y Prudencio Murguiondo, empezó a trabajar sobre un plan para obligar a reembarcarse al Cuerpo de la Real Marina para votar libremente en un congreso.​

El 12 de julio Salazar apoyado por las fuerzas de mar desarmó los cuerpos urbanos de Cazadores de infantería ligera y Voluntarios del Río de la Plata gracias a la indecisión de Murguiondo y al valor de Jacincto de Romarate que armó a la maestranza y al frente de la artillería volante sorprendió al cuartel de dragones donde estaba el anciano Balbín. Pese a la amnistía pactada​ se los envió encadenados a Cádiz.

Controlada la situación el coronel Viana fue enviado a tomar el control de Maldonado mientras el capitán de navío Juan Ángel de Michelena era enviado con la escuadra a Colonia del Sacramento.

El 13 de agosto mientras se hacía presente en la ciudad de Buenos Aires el enviado de Montevideo, el capitán de fragata José Primo de Rivera y Ortiz de Pinedo, se tuvieron noticias de la captura de Santiago de Liniers en Córdoba. Ante el fin de la amenaza inmediata que suponía el ex virrey, la Junta decidió no ceder y dispuso cerrar el puerto de Buenos Aires y sus dependencias (Ensenada de Barragán) al tráfico hacia Montevideo y sus controladas y cortar las comunicaciones con esa ciudad. Primo de Rivera fue despedido por la Junta por medio del secretario Mariano Moreno negándole audiencia.

Ante esta ruptura formal de las relaciones entre la Junta y el gobierno de Montevideo, con acusaciones cruzadas de deslealtad e independencia, ambos gobiernos declararon el bloqueo del puerto adversario, aunque sólo los realistas contaban con una flota capaz de garantizarlo.

El 23 de agosto se efectúa en Buenos Aires una conferencia con el comodoro Robert Elliot, capitán de la fragata HMS Porcupine y responsable de la flota británica estacionada en el Río de la Plata. No obstante los argumentos de la Junta, basados en la subordinación debida por Montevideo y en el mejor interés de los residentes británicos, Elliot se mostró en principio contrario a desconocer el bloqueo invocando el tratado de amistad y alianza con España y resolvió partir a Montevideo en espera de instrucciones definitivas.

El bloqueo de Buenos Aires fue declarado efectivo a partir del día 3 de septiembre, con el apoyo tácito del comodoro Robert Elliot.​ Ante las novedades, el 9 de ese mes, un grupo de comerciantes ingleses se reunió bajo la coordinación de Alexander Mackinnon. La mayoría, encabezados por dos comerciantes de apellido Dowling y MacKinlay, se mostró favorable a no reclamar contra el bloqueo, sea por connivencia con las autoridades de Montevideo o por prudencia. La minoría, entre ellos el mismo MacKinnon, deseaban insistir a Elliot para que no apoyara la acción realista, y de no tener su acuerdo, como de hecho sucedía, apelar al encargado de los asuntos británicos en Río, Lord Strangford.

El 10 de septiembre la HMS Mistletoe partió a Río de Janeiro, transportando a la representación mayoritaria de los miembros de la comunidad británica y a Mackinnon como vocero de la minoría. Hasta el 13 de junio en que arribó al puerto la HMS Porcupine, la estación había estado brevemente a cargo del teniente Roberto Ramsay, capitán de la HMS Mistletoe y quien había traído las noticias de la disolución de la Junta de Sevilla. Este era muy favorable a los revolucionarios y frecuentaba a varios de sus principales líderes (Juan Larrea, Mariano Moreno, Hipólito Vieytes, Juan José Paso y Juan José Castelli)

Presentado el asunto a Strangford, Ramsay abogó por la posición de Mackinnon, coincidente por otra parte con la del mismo embajador en consideración a privilegiar los intereses comerciales británicos.

Ese mismo día se presentaron frente al puerto 9 buques al mando del capitán José Primo de Rivera: la corbeta Mercurio (nave capitana, de 24 cañones de a 16), los bergantines Belén y Cisne, las sumacas Nuestra Señora del Carmen y Nuestra Señora de Aránzazu, el lugre San Carlos y los faluchos Fama, San Luis y San Martín. La fuerza bloqueadora destacó sus faluchos y capturó dos lanchas de tráfico al anochecer y otras dos al amanecer y notificó a los buques extranjeros que debían retirarse a Montevideo o Maldonado (a los ingleses a través de Elliot).

La noche del 16 de septiembre cesó la lluvia copiosa y empezó a soplar el pampero, en dirección SSO. En la mañana del 17 el estuario hasta varias millas estaba vacío y apenas se distinguían los canales de balizas interiores y exteriores.

En Buenos Aires se alistaron algunas piezas de a 24 sacadas de la fortaleza y se embargaron vehículos para el acarreo de tablas para armar almadías. Mientras tanto, en la flota varada, se improvisaron balsas con cañones y se prepararon para un asalto por tierra. No obstante el temor de que las aguas volvieran con rapidez demoró la decisión de enviar fuerzas de caballería. A las 5 de la mañana del 18 efectivamente volvieron y rápidamente a sus niveles habituales.

El bloqueo se reanudó reforzado con la corbeta Diamante y el mediodía del 21 el falucho mandado por el alférez de fragata José de Argandoña se acercó a la costa e hizo el primer disparo, con su cañón de a 9 sobre el Retiro, el cual fue devuelto con dos de a 18, pero sin causarle daño.

Suspensión del bloqueo


Ramsay regresó el 10 de octubre con pliegos del vicealmirante Miguel de Courcy, jefe de la estación naval del Brasil y los mares de sur, en los cuales desaprobaba el proceder de Elliot y le ordenaba dirigirse a Maldonado, lo que hizo efectivo el 15 de octubre, con lo cual Ramsay quedó al mando de la flotilla en el Plata hasta tanto llegara el mismo de Courcy.

Al día siguiente, dos bergantines ingleses fueron detenido por la flota bloqueadora. Ramsay salió con la pequeña Mistletoe al encuentro de la capitana, la Fragata Mercurio, de 32 cañones, y fondeó al costado y a corta distancia, tras lo que envió a su primer oficial con un mensaje en el cual protestaba enérgicamente por el bloqueo, negaba al gobierno de Montevideo el derecho de cerrar el tráfico del Río de la Plata a los barcos de bandera británica y le daba el plazo de una hora para devolver los buques, cumplido el cuál procedería a disparar sus cañones de banda contra la Mercurio.

El comandante realista rio ante la amenaza, respondiendo que con sólo uno de sus cañones le bastaba para hacer volar al capitán y al pequeño buque inglés. Ramsay respondió a su vez que era muy consciente de eso pero que no cambiaría su orden, que en una hora la Mistletoe sería ciertamente hundida pero el Mercurio sería atacado. El capitán español temiendo las consecuencias de hundir un navío de Gran Bretaña, optó entonces por liberar los buques y Ramsay regresó a Buenos Aires, donde se lo recibió como a un héroe.​

A principios de noviembre arribó a Montevideo el vicealmirante Miguel de Courcy a bordo del HMS Foudroyant, de 80 cañones. Ramsay se ofreció a transportar a una embajada de la Junta, para lo que fue designado el coronel Juan Florencio Terrada de Fretes, jefe del batallón de Granaderos de Fernando VII y funcionario de la Secretaría de Guerra, a cargo de Moreno. Tras la humillación de Primo de Rivera, Romarate debía hacerse cargo del bloqueo pero se vio obligado a levantarlo definitivamente ante la imposibilidad de hacerlo cumplir a los buques de bandera británica y al comprobar una conspiración de sus subalternos que se proponían apoderarse de su persona y sus principales oficiales y entregarse al enemigo.

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Estalla la Revolución de Cochabamba

Mensajepor Brasilla » 28 Mar 2018 19:33

La Revolución de Cochabamba fue el primer estallido revolucionario producido en el Alto Perú (hoy Bolivia) luego de sofocados los alzamientos de Chuquisaca y La Paz de 1809 contra las autoridades españolas del Virreinato del Río de la Plata. Tuvo lugar el 14 de septiembre de 1810 y fue encabezada por el coronel Francisco del Rivero y por Esteban Arze.

Luego de la instalación de la Junta de Gobierno en Buenos Aires partió desde esa capital una expedición militar para lograr la sumisión de las provincias de la Real Audiencia de Charcas al nuevo gobierno revolucionario.

El virrey del Perú, José Fernando de Abascal, había desconocido a la Junta de Buenos Aires y, a pedido del presidente de la Real Audiencia de Charcas, Vicente Nieto, y del gobernador intendente de Potosí, Francisco de Paula Sanz, anexado provisoriamente las intendencias de esa audiencia al Virreinato del Perú. Nieto tomó conocimiento de la instalación de la Junta el 20 de junio de 1810, tomando el 26 de junio la medida de desarmar a la unidad del Regimiento de Patricios de Buenos Aires que había llevado a Chuquisaca el año anterior, destituyendo a los oficiales y mandando a los soldados sorteados por el método del quintado a trabajar al socavón de Potosí.

Abascal nombró al presidente provisorio de la Real Audiencia del Cuzco, José Manuel de Goyeneche, general en jefe del Ejército Expedicionario del Alto Perú. Éste marchó hacia Puno y luego situó su campamento sobre el río Desaguadero.

Nieto envió a su mayor general, José de Córdoba y Rojas, a ocupar el pueblo estratégico de Santiago de Cotagaita con tropas de Chuquisaca y 4 compañías de Potosí al mando del coronel González de Socasa. La posición fue fortificada con fosos y trincheras en espera de la llegada de los refuerzos solicitados al virrey del Perú, mientras Córdoba y Rojas se situaba en Tupiza.

La revolución


El 6 y el 7 de noviembre de 1809 se había producido una movilización indígena en el pueblo de San Agustín de Toledo, cerca de Oruro, para impedir que el cacique Manuel Victoriano Titichoca fuera destituido. En abril de 1810 Titichoca encabezó una sublevación, de la cual participó Pedro Ignacio Rivera. Para sofocarla, el gobernador de Cochabamba, José González Prada, envió un batallón de 300 milicianos comandados por el coronel Francisco del Rivero, secundado por Esteban Arze y por Melchor Guzmán (alias el Quitón), pero Titicocha se retiró en abril sin ofrecer combate, refugiándose finalmente en el Partido de Carangas. Las fuerzas cochabambinas que estaban en Oruro recibieron la orden de Nieto para incorporarse al ejército que se acantonaba en Tupiza. Al tomar conocimiento de esa orden salieron de Oruro dirigiéndose a Cliza, desde donde se pusieron en comunicación con sus correligionarios de Cochabamba.

Mientras Goyeneche preparaba en el río Desaguadero una expedición que al mando del coronel Narciso Basagoitía debía reforzar a las fuerzas de Córdoba y Rojas en Tupiza, el 14 de septiembre de 1810 se produjo la insurrección de Cochabamba liderada por el coronel Rivero. Con unos 1000 milicianos del valle de Cliza, éste ingresó en Cochabamba y tras rodear a la guarnición, arrestó y derrocó al gobernador intendente González Prada. Adhirió a la Junta de Buenos Aires y fue proclamado jefe político y militar, con los cargos de "gobernador intendente, presidente y capitán general de la provincia", sin que se produjera derramamiento de sangre.

Las tropas remitidas a Chuquisaca por el gobernador González Prada retornaron el 22 de septiembre al tomar conocimiento de lo ocurrido en Cochabamba. Dos días después abandonaron la ciudad 500 milicianos de Santa Cruz de la Sierra.

Alzamientos de Santa Cruz de la Sierra y Oruro


En agosto el capellán José Andrés de Salvatierra lideró un movimiento en el Fuerte de Membiray de Cordillera y el 24 de septiembre tomó la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Allí, un cabildo abierto depuso al subdelegado Pedro José Toledo y se formó una "junta provisoria", liderada por Antonio Vicente Seoane, el coronel Antonio Suárez, José Andrés de Salvatierra, Juan Manuel Lemoine y el enviado de la Junta de Buenos Aires, Eustaquio Moldes. Poco después Rivero nombró a Seoane como subdelegado de Santa Cruz de la Sierra.

El 6 de octubre se produjo el pronunciamiento de Oruro, encabezado por el subdelegado de Hacienda y Guerra, Tomás Barrón, adhiriendo a la Junta de Buenos Aires y solicitando ayuda a Cochabamba.1​ El recién llegado ministro contador José María Sánchez Chávez decidió resistir, encerrándose con los caudales junto con las escasas fuerzas veteranas y solicitando ayuda a Juan Ramírez Orozco.

A su vez, los revolucionarios de Oruro solicitaron ayuda a los de Cochabamba. Sánchez Chávez luego intentó fugarse con los caudales a fines de septiembre, pero fue apresado en el lugar denominado La Barca y remitido a Cochabamba, de donde logró fugar.

La Batalla de Aroma

Esteban Arze (o Arce) con milicias de Cochabamba llegó a Oruro el 20 de octubre, reemplazó a Sánchez Chávez por Manuel Contreras. Luego de reforzar su tropas con milicias locales, salió el 12 de noviembre junto con Guzmán y con 1500 hombres mal armados al encuentro de las tropas realistas que el general Ramírez Orozco había enviado para sofocar la insurrección de Oruro. Estas tropas, 800 infantes veteranos y dos piezas de artillería, estaban al mando de Fermín Piérola.

El 14 de noviembre se produjo la Batalla de Aroma, que culminó con el triunfo de Arce y la persecución del ejército realista en dirección a La Paz, teniendo éste la mitad de sus fuerzas muertas o prisioneras. Rivero anunció al pueblo la victoria expresando:

Valerosos y fidelísimos cochabambinos: Si ayer os comuniqué la plausible noticia de que el ejército auxiliar de nuestra capital la inmortal Buenos Ayres, alcanzó una completa victoria contra las tropas reunidas por los enemigos de la causa común en Santiago, hoy me toca anunciaros la que han obtenido nuestras expediciones a La-Paz; estas, sosteniendo un vivo fuego de tres horas en Aroma, han derrotado enteramente a cuatro cientos hombres armados de fusiles, y a tres cientos lanceros, coronándose nuestros hermanos de laureles con tan recomendable gloria cuanta ha sido la ventaja de los enemigos respecto a su mayor número de armas y de su posición dominante a nuestro ejército (...)

Piérola intentó resistir en Sica Sica, pero su ingreso en el pueblo fue impedido por sus habitantes. Continuó hacia Calamarca y luego a Viacha, en las afueras de La Paz, en donde se hallaba Ramírez Orozco, quien remitió a Puno los caudales públicos situándose en Tiahuanaco. A mediados de noviembre repasó el río Desaguadero con sus tropas y con el obispo de La Paz, Lasanta, de quien la Junta había ordenado su ejecución debido a su campaña propagandística contra ella. El 15 de noviembre ordenó al coronel Domingo Tristán y Moscoso que, en caso de que se produjera un levantamiento en La Paz, desalojara la ciudad con lo que pudiera salvar. Luego de la victoria y durante la persecución de los realistas, las tropas milicianas cochabambinas se dispersaron, retornando solo un grupo pequeño a Cochabamba.

El 16 de noviembre, ante la inminencia de la llegada de las fuerzas revolucionarias, el gobernador intendente de La Paz, Domingo Tristán, llamó a un congreso del pueblo, que por unanimidad aceptó la autoridad de la Junta de Buenos Aires.

Rivero despachó dos divisiones desde Cochabamba: una de ellas entró en La Paz el 19 de noviembre al mando de Bartolomé Guzmán con 800 hombres, en donde el intendente Domingo Tristán y Moscoso se plegó a la revolución. La otra ocupó Chuquisaca el 13 de noviembre, al mando de Manuel de la Vea.​ Esta estrategia respondía a las órdenes que Antonio González Balcarce envió a Rivero desde Tupiza el 16 de octubre de 1810:

He dirijido un propio al señor Gobernador Intendente de Cochabamba cuya Provincia no hay duda alguna que ha jurado obediencia á la Exma. Junta, á fin de que por todos los medios posibles se oponga á la introduccion de fuerzas del otro Virreynato y que haga algun movimiento sobre Chuquisaca á fin de que no puedan cargar con todas sus tropas á contenerme.
Antonio González Balcarce

Creación del Regimiento de Cochabamba

El 21 de noviembre, un decreto de la Primera Junta creó el Regimiento N° 7 de Infantería (Regimiento de Cochabamba) con fuerzas milicianas de esa provincia, siendo su jefe el coronel Francisco del Rivero.

Exmo Señor.

Siendo conveniente que en la provincia de Cochabamba se eleve la milicia al grado de fuerza y disciplina que corresponde para que presente á nuestros enemigos una barrera inespugnable, ha resuelto la Junta la formación de un regimiento veterano de infantería con el titulo de Regimiento de Cochabamba, que constará de mil doscientas plazas, distribuidas en doce compañías de á cien hombres cada una, y ha nombrado por Coronel al Gobernador Intendente de la misma Provincia Dn. Francisco Rivero, y por Sargento Mayor al Teniente Coronel del ejército Dn. Vicente Carballo, debiendo proveerse por esta superioridad los demás empleos de oficiales, á propuesta del mismo Jefe, quien está prevenido de que todos sean hijos de Cochabamba y lo aviso á V. E. para su inteligencia y gobierno. Dios Guarde á V. E.
Buenos Aires, Noviembre 21 de 1810.
Exmo. Señor D.tor Dn. Juan José Castelli.


Recuperación realista y fin de la revolución cochabambina

Poco después de las batallas de Aroma y de Suipacha, todo el Alto Perú quedó sometido a la Junta de Buenos Aires y el ejército auxiliar se situó en el campamento de Laja, cerca del río Desaguadero. Al otro lado del río, en el campamento de Zepita, se instalaron las fuerzas realistas peruanas.

El 20 de junio de 1811, Goyeneche ordenó atacar al ejército revolucionario, logrando el triunfo en la decisiva Batalla de Huaqui, que obligó a los restos del ejército auxiliar a retroceder precipitadamente hacia Potosí. La División de Cochabamba, al mando de Rivero, no participó activamente de la batalla, de modo que pudo retirar la mayor parte de sus tropas hacia La Paz y luego hacia Cochabamba.

Goyeneche repasó con sus tropas el río Desaguadero y permaneció a la espera por unos días. Al tener noticias de que la división al mando de Eustoquio Díaz Vélez, con 800 hombres, avanzaba desde Chuquisaca a Cochabamba, se trasladó hasta La Paz. La ciudad no presentó resistencia alguna, y el gobernador intendente Domingo Tristán — primo de Goyeneche — lo recibió en triunfo y fue confirmado en el cargo. El 4 de agosto Goyeneche partió hacia Cochabamba.

El 13 de agosto de 1811 la vanguardia realista al mando de Ramírez Orozco obtuvo el triunfo en la primera Batalla de Sipe Sipe (o Amiraya) sobre las fuerzas cochabambinas. El 21 de agosto de 1811, Goyeneche entró pacíficamente en Cochabamba, luego de aceptar pedidos de clemencia de sus ciudadanos. Francisco del Rivero se pasó al bando de Goyeneche luego de entrevistarse con él el 15 de agosto, sin saber que había sido nombrado el 3 de agosto como jefe del ejército auxiliar por la Junta de Buenos Aires. Goyeneche lo mantuvo en sus cargos militares y nombró a Antonio Allende como gobernador intendente de Cochabamba.​ Finalizó así la primera Revolución de Cochabamba.

Los milicianos de Palca marchaban hacia Cochabamba con la intención de ayudar a Rivero, pero al no poder unírseles, retornaron a su pueblo y organizaron en él al mando de José Buenaventura Zárate, la resistencia a Goyeneche. Fue el inicio de la llamada Republiqueta de Ayopaya.

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Marco Tulio Cicerón.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 30 Mar 2018 23:06

La expedición de Belgrano al Paraguay ( I )


La expedición militar al Paraguay al mando de Manuel Belgrano fue una fuerza militar que la Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata envió a la Provincia del Paraguay con el fin de someterla a su autoridad. Esta operación se produjo entre septiembre de 1810 y marzo de 1811 y resultó un fracaso militar. Fue uno de los antecedentes para la convocatoria del congreso del 17 de junio de 1811 que determinó la destitución del gobernador Bernardo de Velasco "subrogándose en su lugar una junta de gobierno".

El 17 de mayo de 1810 se anunció oficialmente en Buenos Aires que la resistencia en España contra Napoleón Bonaparte solo subsistía en la bahía de Cádiz, y que la Junta Suprema Central, residente hasta entonces en Sevilla, había sido suprimida.

Como medida de seguridad, las tropas fueron acuarteladas y los oficiales de las mismas pidieron al virrey Cisneros su renuncia, por haber caducado la autoridad de la que dependía y solicitaron al cabildo su intervención. El 21 de mayo se reunió en la plaza "una breve muchedumbre [...] reclutada entre el bajo pueblo por tres eficaces agitadores" que presionaron a las autoridades.​ El virrey convocó a una junta general de vecinos o cabildo abierto para el 22 de mayo de 1810.

Entre los argumentos intercambiados en esta querella de abogados, en la que utilizaron textos normativos de antigua data para solucionar la vacante del poder soberano, el fiscal de la Real Audiencia Manuel Genaro Villota sostuvo que —si bien era cierto que la soberanía podía ser reasumida por el pueblo como consecuencia de la caducidad de toda autoridad en España— no era menos cierto que no solo el pueblo de Buenos Aires, sino todos y cada uno de los pueblos del virreinato debían ser previamente escuchados antes de erigir un gobierno legitimo que reemplazara al existente. Estas consideraciones no fueron tenidas en cuenta, y el 25 de mayo una Junta Provisional sustituyó al virrey Cisneros.

El 27 y 29 de mayo, la nueva Junta y el Cabildo de Buenos Aires dirigieron comunicaciones a "los pueblos", es decir, las ciudades y villas del virreinato, en las que expusieron los motivos de la deposición del virrey y solicitaron el reconocimiento de su autoridad provisional y el envío de diputados para integrar posteriormente un gobierno con representación de todas las provincias. La Junta sabía que las provincias más ricas no iban a reconocer su supremacía sobre ellas, es decir, aceptar que se mantuviera el estatus de colonias de segundo grado en "beneficio del bloque comercial porteño". Por esa razón

"por si acaso, un ejército partiría para asegurar la "libertad de los pueblos" en la selección de tales diputados. De esta forma quedaba planteada la guerra. ¿Qué tipo de guerra? Una guerra civil entre quienes apoyaban a la Junta revolucionaria de Buenos Aires y quienes sostienen al revolucionario Consejo de Regencia de Cádiz".(Damianovich, 2010, p. 60)

Misión de Espínola y Peña


La junta de Buenos Aires designó a José Espínola y Peña para que llevara las notas mencionadas a Asunción. Llevaba además su nombramiento secreto como comandante general de armas del Paraguay, a efectivizarse luego de la destitución del gobernador Bernardo de Velasco. A juicio de Pedro Alcántara de Somellera, asesor letrado del gobernador, "no había un viviente más odiado por los paraguayos". Espínola había sido destituido dos veces por Velasco, y meses antes el Cabildo de Asunción había pedido al virrey Cisneros que no volviera a darle cargos en la provincia.

Espínola llegó a Asunción el 21 de junio. Velasco se sintió molesto por la elección del emisario, con la cual la Junta manifestaba su poder como heredera del tradicional estilo autoritario virreinal. La primera prueba de esto ocurrió en Villa del Pilar, donde Espínola, pasando por sobre la autoridad del gobernador, reunió al Cabildo, pidió el sometimiento a la Junta de Buenos Aires e intentó reclutar hombres.

Cuando Velasco se enteró además del nombramiento secreto que traía, quiso sacarlo de Asunción rumbo a Villa Real de la Concepción. Espínola, sospechando que lo querían confinar, logró escapar hacia Buenos Aires. Allí manifestó que la mayoría de los paraguayos estaban a favor de la Junta de Buenos Aires y que bastaría una pequeña fuerza de 200 hombres para remover a las autoridades y opositores provinciales. ​Según Belgrano el gobierno creyó lo que decía Espínola porque era "fácil persuadirse de lo que halaga".

Oficios a la Junta de Buenos Aires

El 17 de julio, Velasco y el Cabildo de Asunción respondieron el oficio de la Junta que había traído Espínola. Manifestaron que dada la "gravedad del asunto" se había acordado celebrar "un Consejo general" el 24 de julio de cuyo resultado se daría "oportuno aviso" a la Junta. La nota manifestó, además, el "disgusto" por la venida de Espínola, a quien se calificó como "conductor de los pliegos", es decir, un mensajero sin representación alguna. Hizo referencia a su "vergonzosa fuga", sin motivo alguno, lo que lo descalificó aún más.

Como un anticipo de la posición política de la provincia del Paraguay, la nota resaltó, en primer lugar, el "sosiego inalterable" que reinaba ahora en la provincia, en referencia a las inquietudes que había provocado en la población el intento de Espínola de reclutar hombres para llevarlos a Buenos Aires. En segundo lugar, la "acendrada" fidelidad de la provincia a Fernando VII y, finalmente, su "respetuosa sumisión a las autoridades legítimas".​ Esta condición de "legitimidad" era el punto más débil de la junta de Buenos Aires, hecho que ya había anticipado el fiscal Villota en el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810. De hecho el gobernador Velasco había sido nombrado directamente por el rey Carlos IV, mientras que la Junta fue nombrada por el cabildo de Buenos Aires que solo asumió el "ejercicio" de la soberanía pero no "en propiedad" según la expresión legal de la época.
Congreso de Asunción del 24 de julio de 1810

El 24 de julio de 1810, luego de casi 100 años, los representantes del "pueblo"​ de la provincia del Paraguay (funcionarios, eclesiásticos, militares, comerciantes, vecinos, delegados de villas del interior, etc.) se reunieron en Asunción en un congreso para tratar el "asunto tan nuevo y tan interesante" que proponía la circular de la "Junta provisional gubernativa de la capital de Buenos Aires" [sic].​ Con la convocatoria a este congreso se inició en el Paraguay un proceso de transformación política en la que el pueblo, depositario ahora de la soberanía del monarca, será convocado a sucesivos congresos para elegir representantes, juntas gubernativas, etc.

Basándose en el principio del consentimiento, como parte esencial del derecho natural o de gentes, y en el de la retroversión del poder a los pueblos, la asamblea compuesta por más de 200 o más 332 personas, en un acto de triple soberanía, determinó:

"Reconocer" al Consejo de Regencia por haberse constatado su legitima instalación.
Suspender todo reconocimiento de superioridad de la junta de Buenos Aires hasta que el Rey, que por ahora no estaba en condiciones de hacerlo, "resuelva lo que es de su soberano agrado".
Mantener, mientras tanto, buenas relaciones con Buenos Aires.


"El juramento [al Consejo de Regencia] no era demasiado sincero; la promesa de lealtad a un gobierno metropolitano encerrado en la remota ciudad de Cádiz y sin mayores posibilidades de transformar esa lealtad en hecho concretos disimulaba mal una fuerte tendencia a la autonomía que había caracterizado a Asunción desde los lejanos años de su dependencia del Virreinato del Perú [...] la adhesión expresada al Consejo gaditano era menos el resultado de la simpatía por el lazo colonial que la manifestación de una resistencia a ser subordinada por Buenos Aires".(Camogli, 2006, p. 149/150)

En esta oportunidad, el congreso expresó su oposición a la circular del 27 de mayo de la junta de Buenos Aires que avanzaba "dubitativamente" hacia el desconocimiento de los "derechos de los pueblos". Lo hizo "cubriéndose, retóricamente, con las banderas del rey".

Medidas contra la provincia del Paraguay

Habiendo fracasado la misión de Espínola, la Junta decidió "poner en orden" al Paraguay. A tal efecto tomó una serie de medidas, no siempre coherentes entre sí.

Medidas económicas


El 3 y 11 de agosto, antes de conocer la política de rechazo que iba a adoptar el Paraguay, la junta de Buenos Aires ordenó el bloqueo comercial y de bienes, detención de barcos, personas y correspondencia desde o hacia el Paraguay, a realizarse en los puertos de Santa Fe, La Bajada y Corrientes.​ Este hecho novedoso sería el comienzo de un proceso de "larga duración": el aislamiento del Paraguay por décadas.
El 13 de agosto, la Junta ordenó a Rocamora el bloqueo del río Uruguay cortando así toda comunicación entre Asunción y Montevideo.
El 19 de septiembre prohibió la aceptación de libranzas o giros provenientes del Paraguay sobre la Dirección General de Tabacos de Buenos Aires.

Organización de grupos opositores

Fueron enviados diversos agentes para convencer a posibles opositores a Velasco y sus acólitos:

Misión del capitán salteño Juan Francisco Arias. El 2 de agosto de 1810 la Junta dio poder e instrucciones a Arias. Debía aclarar a figuras importantes del Paraguay que los objetivos de la Junta eran mantener íntegros los derechos del Rey y salvar estos territorios de la "suerte corrida por la desgraciada España". Debía advertir que "los jefes españoles"(sic) preferirían sujetarse a cualquier potencia extranjera antes que ver a los "naturales" en goce de sus derechos.

El 14 de septiembre, desde Corrientes, Arias adelantó su misión enviando muchos ejemplares de la Gaceta de Buenos Aires y cartas al coronel José Antonio Zavala y Delgadillo y al joven comandante Fulgencio Yegros. En ellas se refirió al tema de la "legalidad": "aún en caso de no ser legitima la instalación de la Excelentísima Junta, tanto más durará esta [ilegalidad] cuanto [más] dure la contumacia de las Provincias convocadas al Congreso [...]".

Esta misión fracasó porque coincidió con el rescate de los barcos detenidos en Corrientes por la flotilla paraguaya al mando precisamente de Zavala y la captura de los pasos sobre el Paraná realizado por Fulgencio Yegros, ambos destinatarios de las cartas. El mensajero enviado por Arias fue apresado por Yegros y los papeles fueron remitidos al gobernador interino Gracia. Arias, que había llegado hasta la villa del Pilar, debió volver rápidamente a Corrientes.

Misión de Juan Francisco Agüero. El doctor Agüero era un abogado paraguayo que ejercía funciones en Asunción y Buenos Aires. Fue nombrado el 27 de septiembre, días después de decidirse la expedición militar a cargo de Belgrano y como punta de lanza de esa operación. Sus instrucciones decían:"Que les recomiende [a los paraguayos] las ventajas de nuestra unión [con Buenos Aires], y los males a que el Paraguay quedará expuesto si continúa dividido, pues aislado y sin comercio, sufrirá una ruina sin otro término que caer en la dominación de los portugueses que se aprovecharan de su indefección". A.G.N.A., A.G.B.A., XXXVIII.​

Grandes fueron las esperanzas de Belgrano en el viaje de Agüero hacia Asunción. Llevaba cartas suyas para el coronel Gracia y para el teniente coronel Cerda en las que persuadía, ofrecía premios y amenazas: "Si con tinta y papel hemos de vencer me parece que la victoria podemos contarla segura" comunicó a la Junta. Agüero fue detenido a su llegada a Asunción posiblemente denunciado por los mismos destinatarios de las cartas.

En un oficio fechado el 2 de octubre de 1810, Belgrano solicitó a Elías Galván de Corrientes que enviara emisarios al Paraguay.
El 18 de diciembre, Cálcena y Echeverría, intendente del ejército de Belgrano, escribió a Tomás Mármol manifestando que venia a redimir a la provincia del Paraguay donde él y su esposa tenían parientes (era tío de Manuel Atanasio Cabañas, el segundo jefe de Velasco) y amigos. Le comunicaba que en pocos días pasarían a "castigar a quienes negaron y se apartaron de nuestra amada patria". Mármol no respondió y envió rápidamente esa nota a Velasco.

Espionaje

En octubre de 1810 Belgrano envió desde Curuzú Cuatiá a su edecán, el paraguayo José Espínola y Peña, hacia Misiones. Este cruzó el Paraná y llegó disfrazado hasta un pueblo misionero donde su suegro era administrador, para recabar información militar y política.

Eliminar la autoridad de Velasco sobre las Misiones

El coronel Rocamora, que estaba legalmente subordinado a Velasco que era gobernador militar y político de las Misiones, se adhirió rápida y "espontáneamente" a la Junta el 18 de junio y comenzó a aplicar las resoluciones que se enviaron desde Buenos Aires. Finalmente, y ante sus insistentes pedidos, el 16 de septiembre, la Junta ordenó su total separación de la provincia del Paraguay.

Ultimátum

Cuando la Junta comprobó que las medidas en la "versión suave" de su supremacía capitalina no lograba resultados, cambió el discurso y sus actos. El 13 de agosto de 1810 manifestó abiertamente que la ruptura del vínculo de dependencia de los "pueblos subalternos" de la capital era de "suma importancia en el orden político y el crimen de sus autores" aumentaría "la entidad de la violencia de las leyes, por los gravísimos males a que queda expuesta la sociedad". Seis días después, el 19 de agosto, la junta de Buenos Aires respondió la nota del 27 de julio en la que el congreso paraguayo no reconocía la superioridad de Buenos Aires y comunicaba su adhesión al Consejo de Regencia. La respuesta de la Junta fue dirigida a Velasco, al Cabildo y al obispo de Asunción obviando mencionar que la decisión provenía de un congreso. La misma decía:

"La Junta requiere a Vuestra Señoría, por última vez, que se una a la Capital, que deje obrar al pueblo libremente, que reconozca la dependencia [...]. Si Vuestra Merced persiste en su pertinacia será responsable ante Dios y el Rey de los males que se preparan". Junta de Buenos Aires a Velasco en (Chaves, 1959, p. 45)

Los "males" se referían a medidas adicionales a las que ya se habían tomado a esa fecha, entre otras, el bloqueo de los ríos.

El envío de la expedición militar al Alto Perú, el fusilamiento de Liniers en Córdoba y las medidas que tomó la junta de Buenos Aires provocaron alarma en la provincia, pues era de esperar el envío de una fuerza militar hacia el Paraguay.​ Bajo ese supuesto, y cumpliendo lo ordenado por el congreso del 24 de julio, el gobernador Velasco tomó una serie de medidas defensivas:

Control interior

El bando del 27 de julio advirtió que se considerarían "reos de estado" a los perturbadores de la tranquilidad pública. En el mes de septiembre hubo denuncias sobre "perturbaciones" en la Villa Real y a los curas franciscanos y dominicos se les prohibió salir de sus claustros. En octubre fueron enviados al lejano fuerte Borbón cinco conspiradores que pensaban asesinar al gobernador y acólitos en el mes de enero de 1811 a instancia de instrucciones desde Buenos Aires.

Desarmar las Misiones al sur del Paraná

El 26 de julio de 1810 Velasco le comunicó a su subordinado Rocamora que se debía suspender todo reconocimiento a la junta de Buenos Aires. Días después le ordenó el envío de la artillería que estaba en su poder. Con una fuerza de 100 hombres, Velasco cruzó el río Paraná, entonces un río interior de las Misiones, y el 3 de septiembre, desde San José (a 36 km al suroeste de Candelaria), intimó al teniente Juan Domingo Pareti, ubicado en Concepción de la Sierra, para que entregue pertrechos, pólvora y municiones de propiedad del Rey. Cabañas efectuó la requisa y la expedición se retiró a la margen derecha del Paraná, dando muestras de que Velasco no intentaba realizar acciones ofensivas.

Liberación de barcos retenidos y control del Paraná

El 30 de septiembre llegó a Corrientes una flotilla de 4 barcos mercantes armados con cañones y otros menores al mando del coronel José Antonio Zavala y Delgadillo. La expedición había zarpado de Asunción el 21 de septiembre con la intención de liberar a ocho naves paraguayas apresadas por el teniente de gobernador de Corrientes, Elías Galván. La flotilla incluía 210 hombres entre tripulantes y soldados más 12 piezas de artillería de diverso calibre.​ Al día siguiente se intimó al gobernador de Corrientes:

"La capital de la Asunción del Paraguay ha observado desde tiempo inmemorial la mejor correspondencia con la ciudad de San Juan de Vera, de Corrientes [...] De súbito se halla insultada alevosamente con la detención de los buques y propiedades del giro de su comercio, no permitiendo que los pasajeros de aquella naturaleza y forasteros, regresen a su patria y vecindad". Zavala a Galván en (Chaves, 1959, p. 51-54)

El gobernador Elías Galván, salvando su responsabilidad ante la junta de Buenos Aires, permitió el paso de los buques "en prueba de adhesión a los hermanos paraguayos".

Por otro lado, a fines de septiembre, una expedición terrestre al mando del capitán Fulgencio Yegros y el alcalde del primer voto de Pilar Blas José Rojas (Roxas) ocupó la guardia de Curupaity en poder de los correntinos, y el mismo día en que la flotilla llegó a Corrientes, capturó Paso del Rey, a 28 km de la ciudad, sobre la margen derecha del Paraná. Esta última medida respondía a la necesidad de controlar, por medio de patrullas ligeras, toda la margen derecha del río Paraná hasta Campichuelo.

Movilización de las milicias

Inmediatamente después del congreso del 24 de julio de 1810 se constituyó una Junta de Guerra a cargo del coronel Pedro Gracia. Se movilizó a las milicias urbanas, se cerró el puerto de Asunción, se equiparon y pertrecharon algunos barcos para cuidar el río Paraguay. El llamamiento de estas milicias recién se produjo cuando Belgrano cruzó el río Paraná en diciembre de 1810:

"Noticioso de ese movimiento, expedí órdenes a la campaña para la reunión de los escuadrones urbanos que he formado y como si un rayo hubiese herido los corazones de estos incomparables provincianos, me hallé a los dos días de haberse circulado los avisos con más de 6000 hombres". Parte de Bernardo de Velasco al gobernador de Montevideo, Gaspar de Vigodet, Cuartel General de Yaguarón, 28 de enero de 1811, en (Senado de la Nación, 1966, p. 49)

Los testigos de la época no se ponen de acuerdo sobre el número de milicianos paraguayos movilizados. En sus cartas a la junta porteña Belgrano sostiene que eran 5000 a 9000, pero después en sus Memorias eleva la cifra a 12 000. El Teniente Letrado y Asesor en la provincia del Paraguay interino, doctor Pedro Alcántara de Somellera, afirma que eran 7062 hombres. Finalmente, el capellán porteño José Arboleya y los aventureros Johann Rudolph Rengger, Alfred Demersay, Marcelin Longchamp y César Famin apoyan al ya citado parte del gobernador Velasco.​ Debido a esto la mayoría de los historiadores modernos aceptan su cifra.

Sólo un cuarto de estos habría tenido verdadero valor militar,​ 200 contaban con sables, 700 con lanzas y el resto chuzos, machetes, palos, garrotes o las manos desnudas.​

Designación de Belgrano

Luego del ultimátum enviado el 19 de agosto y en línea con la opinión de Espínola, quien moriría el 8 de septiembre de 1810, la junta de Buenos Aires resolvió enviar una expedición militar al Paraguay.

A tal efecto, el 22 de septiembre, ordenó a Manuel Belgrano que con las fuerzas que se le habían asignado y el cuerpo de Caballería de la Patria, se dirigiese a los territorios de Corrientes, Misiones, Santa Fe, la Banda Oriental y el Paraguay, para ponerlos en "obediencia y tranquilidad". Podía engrosar su expedición con las milicias provinciales y demás reclutas que considerara conveniente levantar. Belgrano fue nombrado "verdadero" representante de la Junta con las facultades pertinentes, con la única condición de que debía dar cuenta de "toda resolución de importancia que expidiere" para ser aprobada por el gobierno.

Ese mismo día entregó al nuevo representante un documento titulado Instrucciones a Don Manuel Belgrano para su Observancia en la Expedición al Paraguay:

Habiendo llegado la noticia de la Junta que el Gobernador del Paraguay marcha con fuerzas contra los pueblos de Misiones, que reconocen a esta capital, lo atacará dispersando toda la gente reunida bajo sus órdenes, pasando al Paraguay y poniendo la provincia en completo arreglo, removiendo al Cabildo y funcionarios públicos, y colocando hombres de entera confianza en los empleos [...] y si hubieran resistencia de armas, morirán el Obispo, el Gobernador y su sobrino [sic] con los principales causantes de la resistencia [Los prisioneros y/o desertores debían ser enviados a Buenos Aires para ser alistados en el ejército]. Instrucciones Junta de Buenos Aires, 22 de septiembre de 1810, en (Instituto Belgraniano Central, 1982, p. 258-259, tomo III, vol. 1)

Otro objetivo de la Junta de Buenos Aires era obtener recursos del Paraguay y, sobre todo, reclutar hombres con el doble propósito de desarmar esa provincia y aumentar su propio poder bélico utilizando sus recursos demográficos (se esperaba movilizar más de diez mil reclutas paraguayos) y económicos para enfrentar a sus enemigos dentro y fuera del virreinato.

Años después, en sus Memorias escritas en 1814, Belgrano explicó los cinco motivos personales y políticos que lo habían decidido a admitir aquella misión:

La Junta puso las miras en mí, para mandarme con la expedición auxiliadora como representante y general en jefe de ella: admití porque no se creyese que

repugnaba los riesgos, que solo quería disfrutar de la capital, y también
porque entreveía una semilla de desunión entre los Vocales mismos, que yo no podía atajar, y
deseaba hallarme en un servicio activo, sin embargo de que mis conocimientos militares eran muy cortos pues
también me había persuadido que el partido de la revolución [en el Paraguay], seria grande, [...]
de que los Americanos al solo oír "libertad", aspirarían a conseguirla.
Memorias autobiográficas de Belgrano (1814) en (Paz, 1855, p. 333)

Formación del ejército expedicionario

El 22 de septiembre de 1810 la Junta puso a Corrientes bajo la autoridad de Belgrano. El 8 de octubre, éste ordenó al nuevo teniente de gobernador, Elías Galván, que situara 300 hombres sobre el paso del río Santa Lucía, en el pueblo de San Roque, a la espera del ejército expedicionario. Corrientes contaba con 6 compañías, de 100 hombres cada una, del Regimiento de Voluntarios de Caballería de Corrientes. Galván ofreció además a Belgrano 50 indígenas de Santa Lucía y otros 50 de Santa Ana de los Guácaras, junto con 80 pardos para servir en la artillería. Entre otras medidas, creó dos compañías de infantería de mozos decentes y el acaudalado comerciante Ángel Fernández Blanco organizó dos compañías de cívicos de infantería.

En San Nicolás de los Arroyos

Siguiendo las Instrucciones, el 28 de septiembre de 1810, Belgrano llegó a San Nicolás donde lo estaban esperando:

Una fuerza de 200 veteranos (profesionales) de infantería de Buenos Aires al mando de Juan Ramón Balcarce.
Parte del recientemente creado Regimiento de Caballería de la Patria, basado en los Blandengues de la Frontera de Buenos Aires, al mando del coronel Antonio de Olavarría, que no se incorporó a la expedición, y del sargento mayor José Ildefonso Machain.​ Esta unidad tenía 430 hombres, de los cuales 60 eran soldados veteranos y el resto milicianos de los partidos de la zona (piquetes de San Nicolás de los Arroyos, Rosario y Coronda).​ El 17% de los mismos estaban presos. Contaba con 6 cañones de a 2 y un stock de 189 armas.

Pasada la revista de esta unidad, Belgrano informó:


"Los soldados todos son bisoños y los más huyen la cara para hacer fuego (...) Las carabinas [...] son malísimas [...] se [arreglaron] muy mal pues [...] a los tres o cuatro tiros quedan inútiles". Belgrano a la junta de Buenos Aires en (Instituto Belgraniano Central, 1982, p. 262)

De los 6 cañones se enviaron 4 a Buenos Aires por inservibles.

El 29 de septiembre, Belgrano y sus 630 hombres partieron rumbo a Santa Fe.

Belgrano llegó a Santa Fe el 2 de octubre de 1810. Sus Instrucciones decían que allí debía incorporar 200 hombres. Sin embargo, la única Compañía de Blandengues existente era la del capitán Francisco Aldao, con 100 hombres, de los cuales 40 eran veteranos y el resto reclutas. De estos, 60 soldados procedían del Fuerte de Sunchales, de donde hizo retirar los 2 cañones de a 4. El fuerte quedó con solo 18 hombres y más tarde fue arrasado por los indígenas.

Se produjo así un gran debilitamiento del sistema defensivo santafesino frente a los indígenas mocovíes, abipones y tobas, que estos aprovecharon para aumentar su belicosidad. La movilización de hombres que hizo Buenos Aires —sin tener en cuenta la imperiosa necesidad defensiva de Santa Fe— se convertirá hasta 1815 en el argumento central de la oposición que harán las autoridades santafesinas contra Buenos Aires.

"No van en mi ejército los doscientos Blandengues de esta ciudad porque no existen aún, pues se está levantando la 2.ª Compañía, he mandado únicamente que vaya la Compañía del Capitán Aldao, agregada al Regimiento de Caballería de la Patria". Belgrano a la Junta, Santa Fe, 3 de octubre de 1810 (Instituto Belgraniano Central, 1982, p. 270)

El teniente coronel Machain fue nombrado mayor general de ejército, como segundo de su mando.

Belgrano se quejó a la Junta por la falta de caballos "pertenecientes al Rey" pese a los recursos que se habían dispuesto. Pidió una investigación y el escarmiento de los "dilapidadores del Erario". Para compensar tuvo que intimar a los vecinos a hacer donaciones y "si no se hallase con tan buena voluntad se les satisfará el costo que se le causare en su conducción y el tiempo y distancia que se emplearan conforme al orden de las postas" Se recibieron donaciones y ofrecimientos.​ Por su contribución a la expedición, Belgrano otorgó a la ciudad el título de “Muy Noble”.

En La Bajada del Paraná


El ejército comenzó a cruzar el río Paraná el 8 de octubre, llegando Belgrano a La Bajada (actual ciudad de Paraná) el día 9, en donde fue recibido con "respeto y obediencia". En La Bajada se instaló un campamento para instruir a las tropas, se recibieron víveres y el donativo de 750 caballos hecho por el pueblo.​ Belgrano creó lo que entonces se denominó Ejército del Norte; que no debe confundirse con el que actuó en el Alto Perú.

E 20 de octubre llegó a La Bajada la artillería que había salido de Buenos Aires el 27 de septiembre. Era un piquete del Batallón Real de Artillería Volante, compuesto por el capitán José Ramón de Elorga, 2 sargentos y 20 soldados, con dos cañones de a 2 y dos cañones de a 4, y con una dotación total de 120 tiros.

Belgrano comunicó a la Junta el estado de su ejército. Hasta ese momento contaba con aproximadamente 730 hombres, que organizó en tres divisiones, distribuyéndose los seis cañones entre ellas.

Varios paraguayos acompañaron a Belgrano: los dos hijos del ya fallecido Espínola y Peña, José y Ramón, edecanes de Belgrano, el mayor general de la expedición, José Ildefonso Machain y el capitán de artillería Bonifacio Ramos. A este grupo se unió José Alberto de Cálcena y Echeverría como intendente del ejército dada su experiencia en la provisión de víveres y vestuario, sus contactos y parientes en el Paraguay, donde había vivido largos años, y su conocimiento de las Misiones.

El 21 de octubre Belgrano entregó el itinerario y dictó sus instrucciones a cada jefe de división. En ellas establecía una disciplina muy severa, que aplicaba la pena de muerte incluso por hurtos menores. ​Esta disciplina basada en la represión suponía la poca identificación de muchos soldados con los motivos por los cuales habían sido convocados. Los soldados, que mayoritariamente eran reclutados a la fuerza, desertaban al inicio de las marchas antes de alejarse de sus familias o lugares conocidos, aprovechando la menor vigilancia de los guardias y oficiales que custodiaban las columnas en movimiento. Pese a esas medidas disciplinarias, se tuvo que fusilar, como ejemplo, a dos desertores en Curuzú Cuatiá lo que no impidió nuevas deserciones en el mismo regimiento. Belgrano lo atribuyó a la "falta de sentimientos" de los soldados que, como hombres de campo, eran criados "poco menos que como animales".

La Junta, al estimar que la campaña del Paraguay sería más seria de lo calculado, envió el 16 de octubre un refuerzo de 200 hombres del Regimiento de Patricios (regimientos N.º 1 y 2) al mando del capitán Gregorio Perdriel. El 25 de octubre la Junta entregó a Belgrano el despacho de coronel de ejército.

Estado de las milicias en la provincia del Paraguay

Durante el gobierno de Joaquín de Alós y Brú (1787-1796), la provincia del Paraguay contaba con cinco regimientos de milicianos.​La distribución era geográfica y lo integraban los pobladores que vivían en cada una de las correspondientes jurisdicciones, las que estaban a su vez divididas en "Compañías". Esta división, que incidirá posteriormente en la organización espacial de la población paraguaya, también tenía como objetivo el control interno de la población, en consonancia con el diseño militarista que la monarquía borbónica intentó aplicar al universo civil.

La resolución del virrey Juan José de Vértíz de reducir estos regimientos a tres no pudo ser ejecutada en la época de Alós y Brú pero en 1798 se produjo la fusión de los regimientos de Tapuá y de la Cordillera. El Real Reglamento de Milicias, del 14 de enero de 1801, estableció dos regimientos de 1200 hombres cada y un batallón de artillería que más tarde se aumentaría a dos. La distribución también fue geográfica, separados por un paralelo que pasaba por Asunción. Estas modificaciones recién comenzaron a aplicarse a partir del año 1803 y estuvieron a cargo del gobernador Lázaro de Rivera y del subinspector general de armas de la provincia, el coronel José Espínola y Peña.​ Sin embargo, los regimientos de caballería que debían contar con 1200 hombres cada uno, "apenas alcanzaban a [un total de] 450, esparcidos en la vasta zona que les correspondía cubrir".

Las guardias o fortines (llamados "presidios" en la nomenclatura administrativa), salvo los de Borbón, San Carlos y Arecutacuá (actual Emboscada) eran una simple estacada que rodeaba un rancho para vivienda y un cañoncito para avisar a milicianos y vecinos la aproximación de los indígenas. Servían además de postas para el aprovisionamiento de los "beneficiarios" o productores de la yerba mate. Los soldados no tenían uniformes reglamentarios y los que los tenían no estaban normalizados. De hecho, en las batallas de Paraguarí y Tacuarí, los soldados paraguayos usaron hojas de árboles como insignia para identificarse. La gradual pacificación y extinción de los indígenas del Chaco suprimió las "entradas" a tierras enemigas y el servicio militar se transformó en la rutina de las guardias costeras sobre el río Paraguay. Esto produjo la falta de instrucción de una parte considerable de la población. En 1805, el coronel Félix de Azara informó lo siguiente:

"El ejercicio de las armas les es ignorado. Rarísimo campestre ha visto en su vida un arma de fuego en su mano, y muchísimos ignoran aún el por donde se empuña una espada". Félix de Azara, Informe sobre la formación de milicias urbanas en el Paraguay en (Azara, 1847, p. 160)

La falta de armamentos, equipos, municiones y pólvora fue crónica en la provincia. La carencia de plomo requirió muchas veces la compra de platos y bandejas de estaño para fabricar balas y se utilizó el papel de antiguas bulas eclesiásticas para fabricar cartuchos. Las puntas de las lanzas se fabricaron con hierros provenientes de rejas, adornos y otros objetos de hierro de iglesias y casas particulares o de maderas endurecidas a fuego.

Existieron diversos intentos para crear y mantener tropas profesionales o veteranas. El gobernador Agustín Fernando de Pinedo hizo un pedido al rey en 1775. Posteriormente Pedro Melo de Portugal intentó aplicar el monto de "sisas" y "arbitrios" para el mismo fin. En 1788 el cabildo de Asunción repitió el pedido. Fue el gobernador Alós y Brú, en 1791, el que propuso concretamente solventar a 400 soldados estancando la yerba mate. El gobernador Ribera volvió al tema en 1798 y comentó irónicamente:

"Ignoro si esto [el pedido de Alós y Brú] fue atendido porque [...] hay motivos que persuaden que el influjo de cuatro o seis comerciantes de Buenos Aires, demasiado interesados en el giro de la yerba, pudo tal vez detener el curso del expediente".(Acevedo, 1996, p. 184)

El gobernador Velasco propuso un plan para crear un pequeño cuerpo militar de 500 a 600 hombres, "socorridos y disciplinados", que dejara en libertad a los vecinos para que cultivaran los campos, no los tuvieran que abandonar ni prestar servicios gratuitos en las fronteras. Este cuerpo estaría capacitado realmente para la defensa de la provincia.

Por Real Orden del 14 de febrero de 1806, se aprobó la formación de tropas para la defensa de Misiones pero como esa orden no fue comunicada a Velasco, este continuó proveyendo a la defensa de esa frontera a costa de enormes sacrificios. A esto se sumó, extrañamente, la desaparición del mencionado plan de Velasco, tanto de la secretaría del Virreinato en Buenos Aires como de su propio archivo.

Un hecho que traería importantes consecuencias fue la invasión inglesa al Río de la Plata. El 14 de julio de 1806 el virrey Sobremonte pidió auxilio de tropas a la provincia del Paraguay. Los regimientos paraguayos carecían de efectivo y equipo adecuado. La elección del coronel José Espínola y Peña como jefe de la expedición a enviar a Buenos Aires no pudo ser peor. Como los mejores hombres estaban exentos del servicio militar por estar matriculados en la Real Renta de Tabaco, Espínola realizó un enrolamiento forzoso sin miramiento alguno.

Esto aumentó las deserciones y las quejas. El 4 de agosto partieron de Asunción 546 hombres en tres barcos que finalmente terminaron en Montevideo. Sobremonte realizó un segundo pedido de auxilio a la provincia. En medio de la conmoción pública que produjo la anterior leva forzosa, Velasco contestó al virrey que corría el riesgo de pasar "vergüenza de ser detenido o el desaire de salir de la provincia como un prófugo".​ De todas maneras Velasco envió otros 407 hombres y partió hacia Buenos Aires. Las fuerzas paraguayas fueron aniquiladas por los ingleses en una batalla regular a campo abierto que dirigió Sobremonte en el Buceo, el 20 de enero de 1807. Este auxilio militar provocó tal rechazo en la provincia que la misma se reavivó instantáneamente cuando Espínola, como enviado de la junta de Buenos Aires, intentó reclutar nuevamente soldados en Pilar para enviarlos a Buenos Aires.

El 16 de marzo de 1810, Velasco informó al virrey Cisneros sobre el estado de los dos regimientos de la provincia:

Las costumbres de los habitantes y la desorganización que trae su origen desde el momento que se crearon, los hace enteramente inútiles; la fuerza es contingente y puramente negativa, que solo sirven para hacer responsables a los jefes de cualquier evento y que se crea a larga distancia [de] que hay tropas que no hacen gasto al erario; siendo en realidad imaginarios y que dejan tan expuestos los dominios del Rey como si no existieran [...] la distancias y dispersión [...] hace impracticable su disciplina y reunión [...] no hay cuarteles ni galpones en donde puedan situarse durante la instrucción [...] los capitanes y subalternos [...] no conocen a sus soldados ni estos a ellos. Velasco a Cisneros en (Moreno, 1976, p. 375/6)

A este informe agregó un detallado Inventario General de la artillería, montas, municiones, pertrechos y demás que se encontraban en los Reales Almacenes al 16 de marzo de 1810 figuraban 9 cañones de bronce, de los cuales solo 4 estaban en servicio, 3 en estado regular y 2 eran inútiles. De los 7 cañones de hierro de a 4 (81,1 mm), todos estaban en estado regular. De 413 fusiles, 88 estaban en estado regular y 105 eran inútiles. Habían 280 sables y espadas en servicio y 21 pistolas.

Según Vittone, el total de armas para enfrentar a Belgrano, una vez sumados los recogidos en los pueblos y en las Misiones, con exageración, sumaban 500 fusiles.​ Micó sostiene que unos 430 soldados estaban equipados con armas de fuego. ​El 15 de mayo de 1810, Cisneros pidió a Velasco una copia de su plan con la intención de ponerla en ejecución.​ Diez días después fue destituido de su cargo como virrey. El informe de Velasco, más el inventario del armamento, obrantes en la secretaría virreinal, sumado a los datos que pudo aportar Espínola y Peña, permitió a la junta de Buenos Aires conocer con exactitud la capacidad militar de la provincia del Paraguay al momento de decidir la expedición al mando de Belgrano.

Avance de Belgrano por la Mesopotamia

En carta privada del 20 de octubre, dirigida a Mariano Moreno, Belgrano lo tranquilizó diciéndole que dejara a su cuidado dejar libre de enemigos "el país de nuestra dependencia" forma como él entendía que debía ser la relación entre la Provincia del Paraguay y la junta de Buenos Aires.​ En otra del 27 de octubre, también dirigida a Moreno, Belgrano manifestó su alegría de que finalmente el gobierno se hubiera decidido "del todo" por el Paraguay como objetivo prioritario. Belgrano se refería a la nota de la Junta del 9 de octubre en la que se le ordenaba:

No debe empezar a obrar contra las dependencias de Montevideo mientras toda la provincia del Paraguay no se halle completamente reducida; ni fiarse su conformidad a otros medios que [...] a la fuerza que esta a las órdenes de V.E. Así quiere la Junta que V.E. convierta toda su atención en la provincia del Paraguay".(Chaves, 1959, p. 66)

Esto implicaba que hasta ese momento existía cierta actitud ambigua motivada en parte, según Belgrano, por "la poca confianza [de la Junta] de un éxito [...] en mis operaciones".​ El refuerzo de dos regimientos al mando de Perdriel y su negativa a que se desviaran recursos hacia otros objetivos estuvo en línea con el pensamiento estratégico de la junta de Buenos Aires de que se debía reducir completamente y antes que nada poner en "dependencia" a la provincia del Paraguay.

El mismo 9 de octubre, la junta de Buenos Aires puso en marcha otro de los objetivos de la expedición: solicitó a Belgrano que, "cuando entren a los pueblos de Misiones, envíe 50 guaraníes jóvenes menores de 16 años hacia Buenos Aires. Días después amplió el pedido a 400 hombres más para destinarlos a trabajos portuarios en Ensenada de Barragán. Belgrano encargó la primera tarea a Rocamora y de la segunda dijo que lo haría una vez que "llegue al Paraguay". A la incorporación forzada de hombres al ejército que avanzaba hacia el Paraguay se agregó así el envío de mano de obra y niños misioneros hacia el sur para "servir" los intereses de Buenos Aires.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 31 Mar 2018 00:09

La expedición de Belgrano al Paraguay ( II )


Desde La Bajada a Curuzú-Cuatiá

Marcha aproximación ejército junta de Buenos Aires desde La Bajada a Curuzú Cuatiá.

En La Bajada, Belgrano incorporó a su expedición 200 hombres formando un escuadrón de caballería con el nombre de Milicias Patrióticas del Paraná. Como no tenían armas sirvieron para cuidar las carretas y tirar la artillería, por lo que fueron distribuidas entre las otras fuerzas. Para facilitar la marcha, las divisiones salieron, a partir del 22 de octubre de 1810, con un intervalo de un día cada una. Belgrano se quedó a la espera de las fuerzas de Perdriel y Saraza, que venían desde Buenos Aires. Estas llegaron a La Bajada el 1 de noviembre con algunos hombres menos por las deserciones y el día 2 partieron con Belgrano siguiendo a las tres divisiones de las cuales, la más atrasada, estaba a unos 75 km de distancia. Esta fuerza conformó la cuarta división.

En la primera parte de la ruta, el recorrido fue casi paralelo al río Paraná, cruzando los arroyos de Las Conchas, Antonio Tomás y Feliciano. A partir del cruce de este último, al este de la actual Santa Helena, la marcha se dirigió por la línea divisoria de aguas en dirección noreste hasta las puntas del arroyo Basualdo y el río Mocoretá, hasta llegar a Curuzú Cuatiá. Esta línea de avance evitó cruzar cursos de agua, que por la época de lluvias estaban crecidos. Se facilitó así el transporte de la artillería y municiones —pese a que hubo algunas pérdidas— y la obtención de víveres sobre las costas del arroyo Feliciano y Estacas, donde existían extensas estancias pertenecientes a pobladores de la zona y/o propietarios santafesinos. La marcha se hizo en 12 jornadas seguidas, con velocidades que oscilaron entre un máximo de 44 km y un mínimo de 24 km por día, con un recorrido total de aproximadamente 450 km desde La Bajada hasta Curuzú Cuatiá.

Además de las dificultades con la topografía y el clima, Belgrano tuvo que superar otros inconvenientes relacionados:

Con la falta de carretas pesadas tiradas por bueyes de las cuales dijo que "le daría fuego de buena gana" y con la escasa utilidad de las carretillas tiradas por caballos.
Con la venalidad, robos o "vicios del antiguo sistema" de los proveedores a los cuales definió como "pícaros" y a quienes había que controlar.
Con la calidad de los oficiales por su falta de "disposición, socaineros e inútiles, en una palabra". Salvo excepciones, dijo Belgrano, "todos los demás [oficiales] no valen un demonio".

La marcha hacia Curuzú Cuatiá obedecía a dos objetivos estratégicos: por un lado

"por ser el mejor camino de carreta como para alucinar a los paraguayos, de modo que no supieran por qué punto intentaba pasar el Paraná".(Vittone, 1960, p. 17)

Por otro lado le permitía no alejarse demasiado de la zona de Arroyo de la China, desde donde podrían solicitar su ayuda por la presencia de fuerzas provenientes de Montevideo.

Operaciones militares en Arroyo de la China

El 4 de octubre de 1810 fue aceptada la renuncia de Josef de Urquiza, padre de Justo José de Urquiza, como comandante del partido de Arroyo de la China. Urquiza no estaba de acuerdo en depender de la tenencia de gobierno de Santa Fe. Quince días después, Belgrano nombró en su lugar, como comandante militar, a José Miguel Díaz Vélez, a quien envió acompañado con un escuadrón de la Caballería de la Patria al mando del capitán Diego González Balcarce. Esto también produjo malestar, pero ahora con las autoridades de Santa Fe, que no fueron consultadas. Los objetivos dados a Díaz Vélez eran:

Continuar con el corte de las comunicaciones y comercio entre el Paraguay y Montevideo.
Vigilar la opinión pública que no era afecta a la junta de Buenos Aires.
Formar un regimiento colocando un escuadrón en Arroyo de la China y otro en Gualeguaychú.
Observar a las tropas portuguesas.

Casi en simultáneo, el capitán de navío Juan Ángel Michelena, por orden del gobernador de Montevideo Vigodet, avanzó sobre las costas occidentales del río Uruguay, apoyándose en grupos partidarios residentes en la zona. El capitán Agustín de La Rosa, concuñado de Liniers a quien este había puesto como comandante de las Misiones y que había renunciado presionado por Velasco, se pasó a Michelena con un soldado y las armas de su unidad. Belgrano propuso buscar sus propiedades para "secuestrarlas".

El 3 de noviembre, Belgrano recibió el pedido de auxilio de Díaz Vélez porque Michelena había ocupado Paysandú con 210 hombres y sospechaba que avanzaría contra Arroyo de la China, donde el pueblo y las milicias mostraban "su frialdad" o sea que esperaban sucesos favorables para mostrar su oposición a la junta de Buenos Aires. Belgrano respondió que no solo no podía auxiliarlo porque dispersaría sus fuerzas sino que Michelena podía desembarcar y atacar en cualquier parte a lo largo del río Uruguay.

Insistió a Díaz Vélez que su objetivo era impedir o retardar que "las gentes" auxilien a Michelena y en última instancia amenazarlos con que él, "a su vuelta" [del Paraguay] , castigaría esa desobediencia. Otra noticia que proporcionó Díaz Vélez fue que 1200 soldados portugueses habían acampado sobre el río Ibirá-Puitá y esperaban a José Gervasio Artigas. Por otros medios Belgrano recibió la información de que solo eran unos 800 hombres y presumió que estaban a la espera, "para pescar" [en río revuelto].

El 6 de noviembre, a la madrugada, Michelena arribó a Arroyo de la China. Díaz Vélez esperó hasta el amanecer y viendo la superioridad numérica o quizás por falta de decisión para combatir, se retiró, primero al Paso de la Laguna, sobre el río Gualeguay y después a La Bajada.​ Belgrano en sus Memorias dijo que huyó "precipitadamente". Ante esta situación ordenó la vuelta de Balcarce. En su oficio a Buenos Aires del 10 de noviembre, pese a considerar que la acción sobre río Uruguay era para distraerlo, sugirió una acción conjunta con fuerzas marítimas que debía enviar Buenos Aires para tomar a Michelena entre dos fuegos aprovechando que su marcha desde Curuzú Cuatiá hacia el norte recién comenzaría en ocho días más. Otro pedido a la Junta fue que enviara 400 hombres a La Bajada con los cañones de a 2 que había dejado en Santa Fe.​ Dos días más tarde comunicó que pese a sus órdenes anteriores podían haber vecinos ayudando a Michelena sobre los que dice

"Estoy convencido de que es necesario el rigor para entrarlos al camino de la obediencia" [y en otro oficio agrega] "Pero no me da pena alguna, pues iré a concluir los del Paraguay y luego limpiaré todo esto, que es muy necesario porque todo esta infestado, particularmente en los pueblos de la costa del Uruguay". Belgrano a la Junta en (Instituto Belgraniano Central, 1982, p. 322 y 331)

El día 7 el Cabildo abierto de Gualeguaychú prestó obediencia a Montevideo y el 18 al Consejo de regencia.

El 20 de noviembre, el capitán Balcarce y su compañía, menos unos cuantos desertores que perdió en el camino, se unieron a Belgrano en el paso de Caaguazú, sobre el río Corrientes.

Belgrano nunca quedó conforme con esta fallida operación militar sobre el río Uruguay. Aclaró a la junta de Buenos Aires que si no hubiera sido por la información errónea "a causa del miedo" sobre la importancia de las fuerzas de Michelena no hubiera retirado a Balcarce de la zona. Años después, en 1814, en sus Memorias, Belgrano volvió sobre el tema. Responsabilizó a Díaz Vélez por haber huido sin escuchar los consejos de Balcarce. Mencionó que pidió varias autorizaciones a la Junta para atacar a Michelena las que le fueron negadas.

Pensó que los oficiales enemigos, incluido el propio Michelena, se hubieran plegado a su favor "pues le unían lazos a Buenos Aires de que no podían desentenderse". Por otro lado, considerando que estas fuerzas quedarían peligrosamente en su retaguardia acotó: "Siempre nuestro gobierno, en materia de milicia, no ha dado una en el clavo". Esta crítica ex post que realizó Belgrano a la junta de Buenos Aires, lo hizo a pesar de que Michelena no se movió de Arroyo de la China ni afectó su avance hacia el Paraguay.

Desde Curuzú Cuatiá hasta el río Paraná
Marcha aproximación ejército junta de Buenos Aires desde Curuzú Cuatiá a Candelaria.


El 8 de noviembre Belgrano comunicó a la Junta su llegada al caserío de Curuzú Cuatiá con la 3.ª división, llegando dos días después la 4.ª división. Allí hizo fusilar a los dos desertores recapturados del Regimiento de Caballería de la Patria. Recién el 14 de noviembre, cuando llegaron las municiones desde Santa Fe, el ejército comenzó a moverse desde el campamento de Curuzú Cuatiá por la región del arroyo Pay Ubre. Lo hizo separado en tres divisiones comandadas por Machain, Perdriel y el propio Belgrano, quien dejaba el mando de la 3.ª división a Saturnino Saraza cuando se adelantaba a inspeccionar las otras dos. El cruce del río Corrientes, por el paso de Caaguazú, insumió tres días. El 20 de noviembre pasó la 1.ª división. Se utilizaron dos canoas y pelotas de cuero, aunque la mayoría de los soldados cruzó a nado, ahogándose dos de ellos. El día 25 pasaron por el pueblo de Yaguareté Corá (hoy llamado Concepción). Desde la ciudad de Corrientes el teniente de gobernador Elías Galván envió 800 cabezas de ganado y prometió caballos que no se recibieron.

Avance por la ribera del Paraná

Venciendo las dificultades del terreno, la falta de caballos y especialmente las continuas lluvias, el 1 de diciembre de 1810 el ejército llegó al río Paraná, frente a la isla Apipé Grande.

La idea de cruzar el río por el paso de Ibaricary (o Ibirricury, actual Ituzaingó) hacia la isla Apipé para dirigirse hacia el pueblo misionero de San Cosme y Damián fue abandonada por falta de embarcaciones, ya que se encontró solo una canoa. Recibió entonces la suma de 16000 pesos para pagar los sueldos del ejército "asegurando que ello contribuirá a mantenerlo en rigurosa disciplina".

Belgrano se dirigió al paso de Caraguatá para apoderarse de un barco que un gallego estaba construyendo y que se había salvado de la destrucción de todas las embarcaciones ordenada por Velasco. Desde allí, el 6 de diciembre, Machain se dirigió al pueblo misionero de Santa María de la Candelaria para observar la anchura del río en ese lugar, retornando poco después.

Machaín partió nuevamente hacia Candelaria por el Paraná con un bote artillado con un cañón y canoas que encontró en la zona. Avanzando por tierra, el 15 de diciembre, Belgrano llegó Candelaria dejando sus dos divisiones sobre la margen izquierda del río Igarupá [Garupá], a 9 km de distancia, a la espera de que bajaran las aguas. El día siguiente, la segunda y tercera división cruzaron ese río y llegaron a Candelaria.

A las 21:30 horas arribó la vanguardia de Machaín que venía por el Paraná. Por lo tanto, el día 17, las tres divisiones estaban reunidas y listas para cruzar el río. Ese día se envió un oficio al comandante paraguayo Thompson diciendo que no había cumplido su promesa de respetar el armisticio dado que "europeos"(sic) de su jurisdicción habían ingresado en la estancia "Santa María" de Bartolomé Coronil [Coronel] para robar. Thompson rechazó esa acusación. Belgrano avisó que pronto iba a cruzar el río y, cumpliendo con las instrucciones de la Junta del 29 de noviembre, amenazó con fusilar a todo aquel que "hiciera fuego a las tropas de su majestad el rey don Fernando VII" bajo su mando.

Belgrano intentó hasta el último momento evitar el uso de la fuerza para someter a la provincia del Paraguay.

Desde Ibaricary Belgrano dirigió oficios al gobierno, al cabildo y obispo de Asunción. El capitán de dragones Ignacio Warnes, secretario de Belgrano, llevó esas notas por el Paso del Rey. Pese a la relación de amistad que existía entre Velasco y los familiares de Warnes, este fue apresado por el capitán paraguayo Fulgencio Yegros y enviado engrillado a Asunción vía Ñeembucú, por haber traído además "papeles para particulares".

En sus oficios, Belgrano argumentó que la conducta de Velasco era, "ajena a un verdadero español" (sic), que estaba mal asesorado y le pidió que se retracte y "tranquilizando la provincia la ponga a mi disposición". Advirtió que separarse de la "obediencia" a Buenos Aires, daría lugar a una "guerra civil" que la definió como "la efusión de sangre entre hermanos, hijos de un mismo suelo y vasallos de un mismo rey". Belgrano insistió varias veces en la necesidad de evitar "los desastres de la guerra civil" según consta en los oficios dirigidos al Cabildo, al obispo de Asunción, a Thompson y también en las proclamas que dirigió a su tropa y a los paraguayos.

Por otra parte, los argumentos de Belgrano de que la "gran capital" [término que repitió tres veces para referirse a Buenos Aires] no tenía otro interés que mantener la "unión de esa provincia a ella" para conservar la integridad de "estos dominios del rey" y de que ella no necesitaba del Paraguay mientras que "esta no puede pasarse sin las relaciones con Buenos aires" solo demostraron la carencia, por parte de la junta de Buenos Aires, de una tradición doctrinaria para apoyar su pretensión de subordinar al Paraguay. Luego de explicitar que tenía superioridad en tropas, fuerzas y entusiasmo [moral] propuso una entrevista para facilitar el entendimiento y evitar el uso de la fuerza. Velasco no respondió este oficio que más tarde calificó como lleno de "ideas seductivas e invenciones ridículas".

Belgrano también envió un oficio al comandante Pablo Thompson, del destacamento paraguayo situado en Itapúa, diciendo que no realizaría ningún acto hostil hasta tanto no llegase la respuesta de Velasco:

Traigo la paz, la unión, la amistad en mis manos para los que me reciban, como deben; del mismo modo traigo la guerra y la desolación para los que no aceptaren aquellos bienes.(Instituto Belgraniano Central, 1982, p. 346, tomo III, vol. 1)

Thompson hizo regresar al emisario y envió el oficio a Asunción. El 12 de diciembre aceptó el armisticio hasta saber la decisión de Velasco.

Días después Belgrano emitió una proclama a los pueblos de Misiones.

La Exma. Junta Gubernativa á nombre de S. M. el Sr. D. Fernando VIl me manda a restituiros a vuestros derechos de libertad, propiedad y seguridad de que habéis estado privados por tantas generaciones, sirviendo como esclavos á los que han tratado únicamente de enriquecerse á costa dé vuestros sudores, y aun de vuestra propia sangre.(Mitre, 1859, p. 269-270)

El 11 de diciembre, la Junta de Buenos Aires comunica a Belgrano que se han disipado los temores de que Montevideo ataque a la expedición por lo que le ordena que continúe la marcha. Al mismo tiempo pone en su conocimiento "sobre la derrota de los revolucionarios(sic) del Perú, en Cotagaita, por el ejército patriota" para que lo transmita a sus soldados.

Avance de Rocamora hacia el río Paraná

El 25 de septiembre, la Junta ordenó a Tomás de Rocamora, gobernador interino de Misiones con sede en Yapeyú, que se pusiera bajo el mando de Belgrano. Seis días después, Belgrano envió un oficio al coronel Rocamora para que se uniera a sus fuerzas, conformando así la quinta división o División de Misiones, con 400 milicianos guaraníes y dos cañones de a 2 y dos de a 4.70​ Lo acompañaban 10 soldados del Regimiento de Dragones de Buenos Aires.

El 4 de noviembre, Rocamora avisó a Belgrano sobre la posibilidad de que los paraguayos y portugueses actuaran en forma conjunta contra sus fuerzas y pidió instrucciones al efecto.

El 12 de noviembre, Belgrano designó a Rocamora como cuartel maestre general del ejército expedicionario y le indicó la ruta que debía seguir desde Yapeyú por el interior de Corrientes.n 8​ El trazado tenía la intención de ocultar el punto por donde se haría el cruce del río Paraná. Sin embargo, la posibilidad de sorprender al enemigo con esta maniobra táctica era remota dado que existían solo dos puntos razonables para cruzar el Paraná, una frente a Corrientes donde se ingresaba a Ñeembucú, una zona difícil llena de esteros. La otra estaba frente a Itapúa-Campichuelo, que era la más utilizada por el comercio. Debe agregarse la inexistencia de embarcaciones para hacer el cruce en forma sorpresiva y la presencia de patrullas paraguayas que recorrían las costas.

El 20 de noviembre, Rocamora manifestó a la Junta su desacuerdo con el itinerario que le había dado Belgrano porque desprotegía la frontera oriental de las Misiones donde operaban los portugueses. Además puso en duda la eficacia del plan de invasión de Belgrano, que se apoyaba en la supuesta existencia de un "partido" favorable en el Paraguay. Afirmó que ese partido era "dudoso y el peligro que he indicado a V.E. es evidente".

De todas manera Rocamora partió de Yapeyú con todas sus fuerzas el 28 de noviembre y cruzó el río Paraná frente a Itapúa el 6 de enero de 1811. Belgrano, a esa fecha, ya había avanzado unos 150 km al norte de Itapúa, aproximándose al río Tebicuarý.

Según la declaración del capitán Cayetano Martínez en el juicio seguido a Belgrano, el itinerario de Rocamora desde Yapeyú hasta Candelaria extendió su marcha de 300 a casi 600 km, siendo una de las causas por las que no pudo alcanzar a la fuerza principal. Ese desplazamiento fue más lento porque los caballos que recibía provenían de los que Belgrano iba dejando por estar agotados a lo que se sumó la prohibición de que Rocamora comprara caballos en buen estado. Era normal en unidades con altos porcentajes de deserción, como era la de Rocamora, que los soldados fueran equipados con caballos de mala calidad para que no pudieran escapar muy lejos y los guardias, con mejores monturas, pudieran capturarlos rápidamente antes de que se alejaran demasiado.

Medidas estratégicas en Corrientes


Belgrano dio órdenes para confundir al enemigo en cuanto a la dirección de su avance y el lugar por donde cruzaría el Paraná rumbo a Asunción. Para esto, el 20 de noviembre, ordenó a Galván, desde el paso de Caaguazú sobre el río Corrientes, que 300 milicianos correntinos se situaran en Paso del Rey (actual Paso de la Patria) y que se propalara rumores en la ciudad de Corrientes de que marchaba hacia ella.

Después de su derrota en Paraguarí, desde Santa Rosa, Belgrano justificó ante Saavedra las razones por las cuales mantuvo aquella medida estratégica y no incorporó a los correntinos en su avance hacia Asunción y sobre todo en la batalla de Tacuarí:

"No tengo absolutamente confianza en los correntinos, sin embargo, les he dado mis órdenes para que me sostengan los pasos de Itatí y del Rey con el objeto de que ninguno pase [con ganado] y no tengan que comer los [paraguayos] del partido de Ñeenbucú". Belgramo a Saavedra en (Instituto Belgraniano Central, 1982, p. 414)

Mucho antes, el 11 de diciembre de 1810, desde su cuartel de Ñambey, Belgrano había recriminado duramente a Galván a causa de la facilidad con que los paraguayos habían realizado una excursión en territorio correntino: "no he podido menos de irritarme al ver la cobardía de todos sus moradores [...] no observo patriotismo ni fuego en las gentes de Corrientes". Belgrano no quiso o no pudo comprender las causas de la indiferencia del pueblo y gobierno correntino que si bien apoyaban a la Junta de Buenos Aires, estaban, por razones comerciales, de parentesco, amistad, cultura y lenguaje, más cerca de los paraguayos que de los "porteños" a quienes consideraban "extraños".

Acciones y batallas

Operaciones militares en territorio paraguayo y misionero (diciembre de 1810-marzo de 1811).
Cruce del Paraná y acción de Campichuelo

Belgrano simuló hacer el cruce a la vista del enemigo al anochecer del 18 de diciembre, y en la noche envió una patrulla para inspeccionar la costa norte. Esta patrulla capturó prisioneros e informó que por ese punto se podía hacer el desembarco. Sabiendo que las fuerzas enemigas eran escasas, Belgrano ordenó a Machain el cruce del río Paraná en la madrugada del día 19 de diciembre de 1810. Al amanecer, los soldados llegaron a la costa opuesta desperdigados por efecto de la corriente. Luego de desembarcar sin oposición alguna, se extraviaron en los montes linderos, por lo que Machain ordenó la previa reunión de los mismos antes de atacar el puesto de observación paraguayo ubicado en Campichuelo de la Candelaria. En un acto lindante con la insubordinación, los oficiales Manuel Artigas, Jerónimo Helguera y Ramón Espínola decidieron avanzar con siete soldados. Los defensores, el subteniente paraguayo Domingo Soriano del Monje y 13 soldados, luego de disparar brevemente con los 3 pedreros, se retiraron del lugar. En esta breve escaramuza no hubo bajas en ninguno de los dos bandos.

El capitán Perdriel, que llegó a Campichuelo en la segunda oleada de desembarco, salió de allí a las dos de la tarde y marchando a pie llegó a Itapúa a la medianoche. No encontró oposición alguna porque el capitán Thompson ya se había retirado del lugar. El día 20, Belgrano cruzó el río Paraná directamente a Itapúa. En Candelaria quedó una compañía del regimiento de Caballería de la Patria para custodiar las municiones que faltaban pasar.

Belgrano envió a Machain como vanguardia con una fuerza compuesta por las compañías 1 y 2 del regimiento de Granaderos de Fernando Séptimo al mando de Saraza, la de Pardos al mando de Vidal y tropas de la Caballería de la Patria, para apoderarse del paso del río Tacuarí, ubicado a 40 km de Itapúa.​ Belgrano intentó construir balsas para viajar por agua hacia ese paso, pero desistió al comprobar lo peligroso que era. Dos días después, avanzó con el resto del ejército. Llevaba cañones, carretas de municiones y equipos y un lanchón tirado por 8 yuntas de bueyes.

La falta de caballos, las lluvias y los caminos en mal estado, que impedían el transporte de la artillería, determinaron que el ejército se detuviera en el río Tacuarí hasta que el día 27 de diciembre, la vanguardia al mando de Machain reinició el avance hacia el río Tebicuary. Belgrano, intentando no desesperarse ante estos contratiempos, escribió a la Junta que iba a adoptar "la calma cruelísima de todos estos habitantes", refiriéndose a la conducta de los pocos paraguayos que iba encontrando en el camino.

Avance hacia Asunción

Se dispuso que Machain saliera en busca de caballos y que persiguiera al enemigo. El 29 de diciembre Machain llegó a Santa Rosa. Tres días después, una patrulla de 50 hombres al mando de Ramón Espínola acompañado por el teniente de granaderos Correa, ayudante de Belgrano, obligó al comandante paraguayo Pablo Thompson, que se venía retirando desde Itapúa, a cruzar el Tebicuary. En sus Memorias, escritas años después, Belgrano afirmó que Thompson comandaba un destacamento de 400 hombres, cifra que omitió mencionar en su oficio a la Junta del 4 de enero de 1811.

En ese mismo oficio, Belgrano informó a la Junta que la falta de caballos "casi había disminuido totalmente" y mencionó el resultado de una expedición realizada por José Espínola al mando de un destacamento reforzado que recorrió unos 60 km hasta llegar a Yutý, un pueblo de naturales guaraníes ubicado hacia el noreste de su línea de marcha, más allá del Tebicuary. La poca cantidad de caballos requisados en ese lugar, unos 300, demuestra que los pobladores habían desplazado la mayor parte de ellos hacia el norte o escondido en los bosques.​ Las vanguardias y patrullas se dedicaron fundamentalmente a apropiarse de caballos para dar movilidad a las fuerzas de Belgrano.

El tradicional camino desde Itapúa a Asunción presentaba muchos cursos de agua, que por la época de lluvias dificultaban el avance del ejército. El camino atravesaba una zona abierta, con espacios desprovistos de vegetación alta, destinados a campos de pastoreo, salvo en las márgenes de los ríos y arroyos con sus pasos de vadeo bien determinados. Sobre el río Tebicuarý existían varias estancias, algunas de ellas propiedad de las familas Yegros, Cabañas e incluso de los hermanos Espínola y Peña que acompañaban a Belgrano.

Teatro de operaciones zona del río Tebicuary.

En Santa Rosa se reunieron la columnas de Belgrano con la de Machain. A los pocos días de marcha, Belgrano recibió la noticia de que Rocamora había llegado a Candelaria. Las milicias guaraníes de Rocamora, con dos cañones de a 4 y dos de a 2, lo hicieron con muchas deserciones. Después que cruzaron a Itapúa, Belgrano ordenó a Rocamora que le envíe toda su caballada y a marchas forzadas 150 fusileros que debían alcanzar al ejército que avanzaba hacia el río Tebicuary. Pero estas fuerzas, al mando del capitán Clemente López, tuvieron que esperar que se pasaran los caballos inservibles que se habían dejado al otro lado del Paraná por lo que recién se unieron a Belgrano cuando este volvió a ese río tras su derrota de Paraguarí.

Mientras tanto, el resto de la división de Rocamora avanzó lentamente hacia el río Tacuarí, a donde llegó el 21 de enero. Allí dejó un destacamento de 50 hombres (que después participaron en la batalla de Tacuarí) y ese mismo día tuvo que retirarse con 150 hombres para guarnecer Itapúa, amenazada por lanchas cañoneras enviadas por Velasco para cortar la logística de Belgrano.

El día 5 de enero de 1811, la vanguardia al mando de Machain cruzó, sin oposición alguna, el río Tebicuary, antiguo límite entre la gobernación militar de las Misiones y la provincia del Paraguay. El resto del ejército al mando de Belgrano avanzaba detrás, a unos 50-60 km de distancia. Ese mismo día se detectó una patrulla enemiga que operaba en su retaguardia, por lo que Perdriel salió en su búsqueda. El día 6 se produjo con esa patrulla una escaramuza en el bosque de Maracaná, donde se capturó a un soldado español, que fue fusilado. Belgrano cruzó el río Tebicuary durante la noche del día 7 al 8 de enero de 1811.

"Desde que atravesé el Tebicuary no se me ha presentado ni un paraguayo ni menos los he hallado en sus casas; esto, unido al ningún movimiento hecho hasta ahora a nuestro favor, y antes por el contrario, presentarse en tanto número para oponernos, le obliga al ejército de mi mando a decir que su título no debe ser de auxiliador, sino de conquistador del Paraguay". Belgrano a la Junta de Buenos Aires, 24 de enero de 1811 en (Mitre, 1859, p. 290-291)

Al darse cuenta Belgrano de que la expedición era vista como conquistadora y que avanzaba en un "país del todo enemigo", tuvo que cambiar su estrategia. Dejó fuerzas en el río Tebicuary para que, en caso de retirada, aseguraran el cruce y no quedar acorralado contra ese río. Como contrapartida, su poder ofensivo se debilitó.

El 11 de enero el ejército llegó hasta Itaipá, a 27 leguas de Asunción, sin conocer la situación del ejército paraguayo. El 15 de enero Belgrano divisó finalmente a las tropas enemigas que lo esperaban en la localidad de Paraguarí y se dispuso a atacarlas.

Batalla de Paraguarí o de Cerro Porteño

Dando por terminada su estrategia de "guerra de recursos" y de defensa en profundidad, que Mitre, en su Historia de Belgrano, comparará con la que harían los rusos un año después contra Napoleón, Velasco eligió a Paraguarí como posición favorable para enfrentar a las fuerzas invasoras.​ La villa de Paraguarí era la entrada a los valles más poblados del Paraguay, estaba protegida al sur por el arroyo Yukyry y un campo despejado que permitía la evolución de la caballería. A unos 20 km al sur, del lado occidental, estaba protegida por el arroyo Caañabé y sus pantanos.

Velasco fijó su cuartel en la capilla de Paraguarí, muy cerca de la línea defensiva. Dispuso su infantería y artillería, al mando del coronel Gracia, en el centro, detrás del arroyo Yukyry, protegidas por los montes linderos al mismo. Dos divisiones de caballería se ubicaron en los costados, la de la izquierda al mando de Manuel Atanasio Cabañas y la de la derecha al mando de Juan Manuel Gamarra, ambas ocultas y a unos 2 km de Paraguarí. Estas unidades sumaban alrededor de 2000 milicianos que ocupaban los flancos de la ruta anticipada de las tropas porteñas.​ Las fuerzas regulares incluían un escuadrón de artillería​ que operaba cuatro​ a dieciséis cañones. La infantería se componía de quinientos u ochocientos​ soldados de línea, europeos en su mayoría.​

El 16 de enero de 1811, Belgrano estableció su cuartel en el cerro Mba'e o Rombado, y que luego se conocería como "Cerro Porteño", a unos 6,5 km al sur de Paraguarí y a 70 km de Asunción. Durante tres días ambas fuerzas mantuvieron contactos con patrullas de sondeo. En un último intento, Belgrano envió proclamas al enemigo. Tentar al adversario a desertar era un arma complementaria de uso habitual. De nada sirvieron, pues nadie se plegó a sus fuerzas. Belgrano no aceptó la sugerencia del oficial de artillería José Ramón de Elorga que propuso no atacar y en su lugar esperar el ataque paraguayo para ver "si estaban diestros en armas".

Finalmente el 19 de enero decidió emprender el ataque con 460 hombres al mando de Machain. Esas fuerzas se dividieron en dos columnas: la vanguardia al mando del propio Machain, y detrás la segunda al mando de Perdriel. Cada una tenía el apoyo de 2 cañones. La caballería, con 130 hombres, debía proteger los flancos y una partida exploradora la seguridad. En el cerro Mba'e quedó Belgrano con una reserva de 60 soldados de caballería, 16 artilleros con 2 cañones, su escolta de 18 hombres y personal desarmado a cargo de las carretas, armas, municiones, caballos y ganado.

Batalla de Paraguarí. Primera fase.

Portando las mismas banderas del rey Fernando VII, los dos contendientes decidieron atacarse en la madrugada del 19 de enero y chocaron al grito de "¡Viva el Rey"! al clarear el día.​ Este encuentro sorpresivo fue favorable a las fuerzas de la junta de Buenos Aires, que primero dispersaron al enemigo y luego cruzaron el arroyo Yukyry, penetrando por el sector central hasta llegar a una batería de artillería que tuvo que replegarse rápidamente. Machain ordenó a Perdriel que se quedara en ese lugar para asegurar la brecha, mientras él mantenía el avance.

Sin embargo su vanguardia, compuesta de 100 o 120 hombres, se adelantó sin orden expresa e ingresó al pueblo de Paraguarí, donde Velasco tenía su cuartel general. Ante esta sorpresiva aparición del enemigo en su puesto de mando, y para no caer prisionero, Velasco tuvo que retirarse hacia la cordillera de los Altos perdiendo contacto con Gamarra y Cabañas.

Segunda fase

Repuestos de la sorpresa inicial, las fuerzas de Gracia reaccionaron atacando a Machain por los flancos mientras que Cabañas avanzó desde el este, rodeando a los que habían ingresado a Paraguarí y que estaban dispersos saqueando el pueblo. Por su parte Gamarra se desplazó desde el oeste hacia el arroyo Yukyry para cortar a todas las fuerzas enemigas. Con sus fuerzas divididas en tres núcleos desconectados entre sí, uno de los cuales estaba rodeado en el pueblo de Paraguarí, el otro detenido por un fuerte ataque en ambos flancos y casi sin municiones y el tercero, Perdriel, inoperante en el Yukyry, Machain primero pidió auxilio de municiones a Belgrano y luego ordenó la retirada ante el peligro de quedar totalmente cercado por la caballería de Gamarra.

Tercera fase


En la desorganizada retirada, a mitad de camino entre el arroyo Yukyry y el cerro Mba'e apareció a todo galope la caballería de reserva con 60 hombres al mando de Sáenz, que se había adelantado a Belgrano que venía detrás con municiones.​ Belgrano ordenó volver al ataque para abrir una brecha y rescatar a los cercados, y se volvió nuevamente al cerro Mba'e. Este nuevo ataque duró quince minutos y Machain nada pudo hacer frente a las fuerzas frescas de Gamarra que habían ocupado el Yukyry. Habiendo cesado la resistencia de los que estaban rodeados en Paraguarí, y con sus fuerzas cansadas y desmoralizadas, Machain ordenó la retirada general hacia el cerro Mba'e. La batalla o "descalabro" de Paraguarí había terminado después de algo más de cuatro horas de combates.

Las fuerzas de la junta de Buenos Aires tuvieron 14 muertos, 126 prisioneros entre soldados y oficiales, es decir el 20 % de las fuerzas atacantes.Se perdieron 2 cañones, armas menores, municiones y 150 fusiles que pasaron al parque enemigo aumentándolo en un 30 %. El edecán de Belgrano, el paraguayo Ramón Espínola, fue degollado "ignominiosamente" según Velasco. Las bajas paraguayas, entre muertos y heridos, alcanzaron unos 70 combatientes.

"Esta batalla era importante como que afectaba el porvenir del Paraguay; pero cuando consideramos la pequeña cantidad de muertos y heridos, parece una cosa muy insignificante y les hace poco favor a los invasores. Estando mejor armados y mejor disciplinados [...] era de suponerse que hubieran dejado un gran número de sus enemigos muertos o heridos sobre el campo de batalla". Charles A. Washburn, representante de los Estados Unidos de América en (Garay, 1897, p. 83 y nota 8)

A la tarde de ese mismo día, luego de analizar la imposibilidad de un contraataque debido al temor de los soldados y muchos oficiales, Belgrano ordenó la retirada que en definitiva no se detendría hasta el río Tacuarí. También se arrearon 1500 caballos y 3000 reses, saqueados antes de la batalla. No hubo persecución activa por parte de las fuerzas de la provincia del Paraguay, que avanzaron detrás a una o dos jornadas de marcha.​

Retirada de Paraguarí hacia Tacuarí

La derrota táctica en Paraguarí y la ausencia de adeptos a la Junta de Buenos Aires que lo apoyaran empeoró la situación estratégica de Belgrano como consecuencia de la defensa en profundidad ejecutada por Velasco.

Consecuencias de la derrota


La retirada, realizada sin presión enemiga y en riguroso orden, afectó sin embargo la moral de oficiales y soldados.​ Para frenar los rumores que corrían entre los oficiales, eliminar a los menos capaces y como medida ejemplificadora, Belgrano envió a varios de ellos a Buenos Aires. Entre ellos figuró Elorga a quien ya tenía entre ojos desde su llegada a La Bajada en octubre de 1810.

"Con algunas providencias que he tomado, de separar del ejército a algunos oficiales, la gente va tomando otro tono, y aquellos [los oficiales] temen mis pases para la capital". Belgrano a la Junta en (Instituto Belgraniano Central, 1982, p. 433, tomo III, vol.1)

Tampoco Belgrano escapó al enojo y frustración debido al resultado desfavorable en Paraguarí. Consciente ahora de que la conquista de la Provincia era algo más que sustituir al núcleo de Velasco y sus acólitos, en varias oficios enviados a la junta de Buenos Aires, acusó a la "gente", a "estos hombres", "al Paraguay" de querer ser "esclavos".​ Teniendo en cuenta que el enemigo ya no eran solo los "mandones" sino todo un país, requirió a la Junta más recursos:

"Cuanto menos necesito 1500 infantes y 500 de caballería para la empresa de la conquista del Paraguay". Belgrano a la Junta, 31 de enero de 1811, en (Instituto Belgraniano Central, 1982, p. 414, tomo III, vol.1)

Ultimátum de Yegros

El 24 de enero, el capitán Antonio Tomás Yegros, a cargo de la vanguardia paraguaya, intimó a Belgrano a que se rindiera:

"Ninguno, principalmente de mis paisanos, tendrá de que quejarse si son pasados a cuchillo por obstinados y al mismo tiempo aseguro, bajo palabra de honor, que serán tratados muy bien si se rinden como los demás". Ultimátum de Yegros a Belgrano, Yaguarí, 24 de enero de 1811 en (Instituto Belgraniano Central, 1982, p. 406, tomo III, vol. 1)

Yegros se refería a los "colaboracionistas" paraguayos de Belgrano, de los cuales Ramón Espínola ya había sido decapitado en Paraguarí. En su oportunidad, Velasco los había considerados como "hijos espurios de esta provincia", bajo la amenaza de que los propios parientes y paisanos se encargarían de vengar esta actitud injuriosa.​ En ese grupo se alistaban José Ildefonso Machain, José Espínola, Bonifacio Ramos, Ramón Cabrera y José Alberto de Echeverría, tío de Cabañas y del propio Machain.

Belgrano no perdió la calma ante el ultimátum. Aprovechó la oportunidad para transmitir sus ideas y dejó para las futuras generaciones de paraguayos el castigo por la actitud del Paraguay de querer separarse del resto de las provincias:

"Vendrá día en que [la provincia] llore el error en que vive y maldigan los hijos a sus padres por sus esfuerzos para mantener los grillos de la esclavitud".(Cardozo, 1940, p. 18)

Desde el punto de vista militar, el ultimátum no produjo ningún efecto concreto.

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Marco Tulio Cicerón.

Brasilla
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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 02 Abr 2018 11:07

Expedición de Belgrano al Paraguay ( III )



Nombramiento como Brigadier

Después de cruzar el río Tebicuary, Belgrano se detuvo durante tres días en Santa Rosa. Allí recibió su nombramiento como "Brigadier de ejército" en atención a los méritos y heroicidad.​ Por extraña casualidad, el nombramiento estaba fechado el mismo día de la batalla de Paraguarí. Años después, Belgrano comentaría en sus Memorias:

"[...] esto me puso en la mayor consternación, así porque nunca pensé trabajar por intereses ni distinciones, como porque preví la multitud de enemigos que debía acarrearme: así que contesté a mis amigos que lo sentía más que si me hubieran dado una puñalada". Belgrano, Memorias en (Molas, 1867, p. 398, volumen XIII)

Estrategia de Belgrano

Elección del punto de resistencia

Estando en Santa Rosa, a 4 km al sur del río Tebicuary, Belgrano temió quedar aislado si los enemigos lo separaban del río Paraná. Decidió entonces retroceder hacia ese río y esperar allí la ayuda que había pedido para retomar nuevamente la ofensiva. De las opciones que tenía, eligió defenderse en el paso del río Tacuarí y no en Itapúa, por las ventajas topográficas que ofrecía aquel lugar.

Pedido y envío de refuerzos


Belgrano pidió la ayuda de 200 hombres al teniente coronel Martín Galain, que se dirigía a la Banda Oriental. La junta de Buenos Aires le anunció el envió de 700 hombres que ya estaban en Santa Fe y, sin tener en cuenta la opinión de Belgrano sobre la capacidad de las tropas correntinas, el 14 de febrero ordenó al teniente gobernador de Corrientes Elías Galván que enviara 200 hombres hacia Candelaria. Belgrano no confiaba en Galván, de quien decía "en este jefe más he visto expresiones en papel que obras".​

El 17 del mismo mes, Belgrano también pidió a Galván un rápido auxilio en recursos debido a la difícil situación de su ejército. Dieciséis días después, el 5 de marzo, en un oficio a Ángel Fernández Blanco, Belgrano se quejó "del poco patriotismo de los vecinos de Corrientes" que no querían enviar lo solicitado sin antes recibir el pago correspondiente.​ Esto se debía a que l as noticias que llegaban desde Itapúa a Corrientes eran alarmantes. Afirmaban que Belgrano estaba rodeado en Tacuarí y que patrullas paraguayas habían ocupado Trinidad, un pueblo ubicado en su retaguardia, a solo 32 km al noreste de Itapúa.

La Junta preparó otros 600 hombres al mando de José de Moldes, que debían salir de Buenos Aires a comienzos de marzo. Por otro lado envió tres buques para controlar el río Paraná y ayudar a Belgrano, pero esa fuerza naval fue aniquilada por la flota proveniente de Montevideo al mando de Jacinto de Romarate el 2 de marzo, frente a San Nicolás de los Arroyos. Esto complicó además el suministro de soldados y pertrechos que debían cruzar el río Paraná frente a La Bajada.

Asegurar la retirada al otro lado del río Paraná

Gregorio Perdriel fue enviado con 100 hombres a Candelaria para que, en coordinación con Rocamora ubicado en Itapúa con 150 hombres, aseguraran la logística que venía desde La Bajada, ya que la flotilla paraguaya que merodeaba por la zona había cortado la provisión de ganado desde Corrientes ocupando además el puerto de San José frente a Itapúa.

Deserciones

Durante la retirada hacia el río Tacuarí, el 20% de las fuerzas que había enviado Rocamora desertaron, la mayoría de ellos armados. Belgrano distribuyó a los restantes entre los regimientos de Patricios y Arribeños, los equipó con uniformes y cambió los jefes que los mandaban, según Belgrano, "como animales". Pese a todo, las deserciones continuaron y Belgrano informó a la junta que no podía contar con los correntinos ni con los naturales guaraníes que integraban las fuerzas de Rocamora. También desertaron soldados de otros regimientos, entre ellos los de Perdriel. Cuando el regimiento Patricios llegó a Candelaria varios soldados y sargentos aprovecharon la oportunidad para desertar. Esta "canalla sin honor ha acreditado su cobardía" afirmó Perdriel y los acusó de "desertar porque querían" dado que los tenía "bien suplido [de] mucho dinero".​ El atraso en los pagos de los salarios (prest) era una de las principales causas de deserción e indisciplina.

Belgrano pidió a Fernández Blanco que detuviera en Corrientes, "con la debida reserva", a los desertores y los enviara a Santa Fe. Dos días antes de la batalla de Tacuarí, Belgrano informó nuevamente que solo podía contar con los soldados de Buenos Aires, "ya por su instrucción y [solo] en algunos (sic) por su entusiasmo patriótico".​ De los naturales proveniente de las Misiones dijo que eran como los paraguayos, y menciona que ante disparos intrascendentes del enemigo, habían abandonado su posición. Finalmente prometió que enviaría la cantidad de soldados que tenía una vez depurada las cifras de las deserciones producidas.

Se hace evidente que la deserción jugó un rol considerable como limitante estructural que hizo inviable ciertos caminos militares [...] el avance terrestre sobre Lima por el Alto Perú, el sometimiento del Paraguay, así como puso en jaque al dominio de Buenos Aires sobre las provincias.(Rabinovich, 2013, p. 74)

Estrategia de Velasco

La idea directriz del gobernador Velasco era expulsar a Belgrano más allá del río Paraná y abrir la vía de comunicación con Montevideo y Portugal.​ Para realizar esta operación al más bajo costo, utilizó la táctica de la persecución indirecta, que consiste en evitar choques frontales y en adelantarse por el flanco enemigo buscando permanentemente su retaguardia, obligándolo a retroceder para evitar ser cortado y envuelto. Otro de sus objetivos era salir lo antes posible del estado de movilización que agobiaba la economía provincial y desmantelar el creciente poder político del grupo militar de los capitanes-estancieros.

Al constatar Cabañas que la detención de las fuerzas invasoras en Tacuarí no era una pausa en su retirada, envió un ultimátum a Belgrano, y para presionarlo le hizo conocer que estaba al tanto de todas sus dificultades estratégicas:

"Ya sabemos los refuerzos que tiene, y también sabemos, que ya no podrá tener ni más refuerzo ni más tiempo [...] humíllese al que puede justamente, y no quiera probar [por] segunda vez el rigor de las armas, no solo por lo amargo, le prevengo, sino porque su suerte no es para ello [...] le reconvengo para que se rinda con las armas y tropa que en su nombre manda asegurándole las vidas y buen trato [...]". Cabañas a Belgrano en (Instituto Belgraniano Central, 1982, p. 453, tomo IV)

Belgrano rechazó este ultimatum.


El 7 de marzo de 1811, mientras Cabañas completaba los detalles finales para librar la batalla de Tacuarí, salía desde la lejana Buenos Aires un oficio de la Junta en el cual ordenaba a Belgrano que diera por terminada la campaña y repasara el Paraná rumbo al sur, hacia el Arroyo de la China. Esta orden recién llegaría a Belgrano el 21 de marzo.

La batalla

El teniente coronel Cabañas conocía el paso del río Tacuarí y sabía que era imposible forzarlo con un ataque frontal ante un enemigo que se protegía detrás y que había tenido un mes para organizar su defensa y reglar la artillería. Construyó entonces un puente a 10 km al norte y encargó al comandante Juan M. Gamarra, que había llegado con refuerzos, dirigir un ataque de envolvimiento sobre el ala derecha de Belgrano. Al mismo tiempo, por el ala izquierda y el centro enemigo, planeó ataques distractivos para confundir y ocultar la dirección del ataque principal.

Primera fase


Horas antes de la medianoche del 8 de marzo de 1811, las fuerzas de Cabañas, unos 1000 hombres con 6 cañones, comenzaron su marcha hacia el puente recién construido.​ Luego de cruzar el río Tacuarí, avanzaron de norte a sur abriendo una picada en los montes que bordeaban el río, y llegaron al amanecer a la capilla del pequeño pueblo de Tupá-ra'ý. En ese lugar, ubicado al norte de las posiciones de Belgrano, se fundaría en 1843 la ciudad de Carmen del Paraná. Patrullas de caballería fueron enviadas para detectar si existían tropas de apoyo de Rocamora en el camino del Tacuarí a Itapúa.

Una hora antes de que esas fuerzas llegaran a Tupá-ra'ý, y como primera sorpresa para Belgrano —que no fue informado de la aproximación del enemigo— comenzó el ataque de 4 botes y canoas que habían subido por el río Tacuarí desde el Paraná al mando de Ignacio Aguirre. Al mismo tiempo, por el centro, el grueso de la artillería paraguaya y la fusilería al mando de Juan Antonio Caballero, más tres compañías de lanceros al mando de Pedro Pablo Miers, simulaban su intención de tomar el paso a viva fuerza. Salvo la sorpresa inicial, las fuerzas de Belgrano no tuvieron ningún problema con el ataque por el río, que fue neutralizado por el capitán Celestino Vidal. Por el centro no había nada que temer porque era el punto más fuerte del sistema defensivo.

Segunda fase
Batalla de Tacuarí.


Belgrano tuvo una segunda sorpresa cuando le informaron que gran cantidad de tropas enemigas en formación de combate avanzaban por su ala derecha. Al no haber previsto esta acción por el ala norte, todo su sistema defensivo colapsó. Machain abandonó rápidamente su posición en el centro y con unos 126 hombres y dos cañones se dirigió hacia Tupá-ra'ý y, aprovechando el monte y unas islas en los claros, se instaló en los bordes pudiendo frenar el avance enemigo y dilatar el combate. Pero, rodeado por la caballería enemiga, que además capturó su artillería, el ataque frontal de la infantería paraguaya no le dejó otra opción que rendirse con casi todos sus hombres. Las fuerzas de Cabañas capturaron además dos cañones, un carro capuchino, una carreta con abastecimientos y 130 fusiles.

Tercera fase

Aniquilada la columna de Machain, la caballería de Gamarra avanzó libremente sobre la retaguardia enemiga, cortando el camino a Itapúa y encerrando contra el río Tacuarí a todas las fuerzas de Belgrano. Ante esta maniobra, el grueso de ellas, unos 460 hombres entre oficiales y soldados, según calculó después Belgrano, huyeron hacia Itapúa o se escondieron en los montes, abandonando incluso carretas con municiones, equipos y armas que había enviado Rocamora. ​El ocultamiento de esta deserción masiva comenzó cuando la Gazeta Extraordinaria del 1 de abril publicó textualmente el parte de Belgrano eliminando la frase "porque los demás llenos de cobardía y vileza me abandonaron huyendo vergonzosamente".

Historiadores argentinos como Mitre (1859), el coronel Ornstein (1941), el coronel Best (1960) y Camogli (2005) tampoco la mencionaron. Mitre, para justificar matemáticamente los escasos 240 hombres que se quedaron con Belgrano, redujo las fuerzas iniciales que defendían Tacuarí de 870 a 400 hombres, es decir, eliminó a los desertores antes que comenzara la batalla. En el apuro, Belgrano nombró a un sargento de artillería catalán como encargado del sector central. Con el resto de las fuerzas que le quedaban, unos 235 soldados entre infantería y caballería, se preparó para enfrentar a las avanzadas de Cabañas que iban completando el cerco.

La batalla estaba decidida, por lo que Cabañas intimó la rendición, la que fue rechazada por Belgrano. Pese al mayor poder de fuego que tenía la fuerza de Belgrano, la artillería paraguaya abrió una brecha por donde se infiltró la caballería del capitán Pedro José Genes. En su cuartel, ubicado en el casco de la estancia de los Anzoátegui, se quemaron "con el mayor sigilo posible" todos los papeles comprometedores. Belgrano ordenó que, en un montículo llamado después Cerrito de los Porteños, se levantase una bandera de parlamento y envió a José Alberto Cálcena y Echeverría, tío de Cabañas, con una propuesta en la que pedía la capitulación con el compromiso de abandonar el Paraguay. Habían pasado más de 14 horas desde que las fuerzas de Cabañas habían comenzado la maniobra envolvente sobre la posición de Tacuarí.

Capitulación

El mismo día de la batalla, Cabañas envió a Belgrano la nota con las condiciones de la capitulación:

"Habiéndose presentado el parlamentario don José Alberto de Echeverría, proponiendo de parte del señor general del ejército, el que respecto a que había solo venido no a hostilizar la provincia del Paraguay, sino a auxiliarla, de lo que ha resultado varias hostilidades, se retiraría al otro lado del Paraná con su ejército, y les dejaría la provincia evacuada de toda invasión, he resuelto, yo comandante en jefe de las tropas del Paraguay, convenir a que siempre y cuando se convenga no hacer más hostilidades de armas, conceder a la proposición hecha por dicho parlamentario, bajo de dicho seguro principiaría a marchar desde mañana diez del corriente. Campo de batalla de Tacuari, 9 de marzo de 1811", en(Instituto Belgraniano Central, 1982, p. 481)

Belgrano dio su conformidad, firmó de puño y letra el original y lo remitió a Cabañas. Al día siguiente comenzó a dar cumplimiento a su compromiso de evacuar la provincia de toda invasión.

El general cordobés José María Paz, en su comentario sobre esta acción, dijo:

Efectivamente, no debió escapar ninguno, ni el general mismo. Los paraguayos [...] que, por otra parte, no estaban enconados con el ejército, porque no había cometido desórdenes, no quisieron un triunfo completo y otorgaron una capitulación, que no podían esperar los vencidos, quien aceptó que se retirara con todas sus fuerzas al otro lado del Paraná.(Paz, 1855, p. 356)

Intercambio epistolar entre Belgrano y Cabañas


Mientras su ejército permanecía rodeado por fuerzas paraguayas, Belgrano firmó de conformidad la capitulación propuesta por Cabañas, quien le franqueó el paso para que sus tropas repasaran el río Paraná con todas sus armas y pertrechos. Esta decisión de Cabañas sería criticada después en Asunción pese a su aprobación por parte del gobernador Velasco.

En su nota del 9 de marzo de 1811, Belgrano sostuvo:

Me conformo en todas sus partes con cuanto usted me significa en su oficio de este día y al efecto daré principio a mi marcha mañana, pero si usted gustase que adelantemos más la negociación para que la Provincia se persuada de que mi objeto no ha sido conquistarla, sino facilitarle medios para sus adelantamientos, felicidad y comunicaciones con la capital [Buenos Aires], sírvase decírmelo, y le haré mis proposiciones[...]. Belgrano a Cabañas en (Instituto Belgraniano Central, 1982, p. 482, tomo III, vol. 1)

Al día siguiente Belgrano envió ocho proposiciones a Cabañas:


En la primera "ofreció": paz, unión, confianza y, lo más importante, "franco y liberal comercio de todos los frutos de la provincia". Se aclaró puntualmente "incluso el tabaco". Debe recordarse que tanto Cabañas como Yegros eran grandes productores y acopiadores de tabaco.

En la segunda "pidió": Como la provincia del Paraguay, según Belgrano, "ignora" lo que pasa en España e ignora también que las provincias del Río de la Plata están "ya unidas y en obediencia a la capital", la junta de Buenos Aires pide que el Paraguay envíe diputados y "se una y guarde el orden de dependencia determinado por la voluntad soberana" de Fernando VII.

En la tercera señaló lo que el Paraguay "debía hacer": nombrar una Junta en Asunción con el gobernador Velasco [sic] como presidente de la misma. El objetivo sería "conservar la monarquía española en estos dominios de Su Majestad el señor don Fernando VII". A tal objeto adjuntó un ejemplar de la Gazeta de Buenos Aires del 14 de febrero de 1811 en la cual se publicó el Reglamento del día 10 de ese mes por el cual la Junta Grande establecía "juntas" en las ciudades principales y subalternas.

Las demás propuestas tenían que ver con hechos inherentes a la propia campaña militar: destino de los prisioneros, colaboracionistas, pago de caballos y ganado consumidos, etc.


Cuatro días después Belgrano justificó ante la junta de Buenos Aires los motivos que lo llevaron a realizar estas propuestas que contradecían las "Instrucciones" dadas por aquella y sus propias convicciones. Luego de reiterar nuevamente la ignorancia de los paraguayos, tanto de los dirigentes como del pueblo, de caracterizarlos como "interesados" y de que sobre todo aman, en un grado inexplicable, "sus vacas y caballos" escribe:

[...] traté de formar el papel que acompaño con el número uno [se refiere a la nota de las propuestas] [...] [a pesar] de que hay en él cosas que a mi mismo me eran dolorosas apuntarlas [escribirlas], por tal de atraerlos, ya que con mis fuerzas, ni con las que he pedido [...] podía vencerles. Belgrano a la Junta en (Instituto Belgraniano Central, 1982, p. 508, tomo III, vol. 1)

Una de esas "cosas" era el punto tercero de su propuesta donde Belgrano se había excedido en sus "facultades" nombrando a Velasco como presidente de la Junta a constituirse en Asunción siendo esta prerrogativa de exclusiva incumbencia de la Junta Grande según lo establecía el Reglamento del 10 de febrero de 1811 en sus artículos 5° y 6°.

Cabañas acusó el recibo del "papel" (sic) enviado por Belgrano y manifiestó:

Que su autoridad era "limitada" y por lo tanto no podía resolver "ninguna" de las proposiciones de Belgrano. Esto significaba que Belgrano debía tratar estos asuntos con Velasco.
No obstante dice "mi patria merece se le dé satisfacción", por acciones pasadas de la provincia que ha auxiliado al Río de las Plata las "veces que lo ha pedido" [se refiere a las invasiones inglesas] y que lejos de reconocer esos méritos y respeto se la "compensa [expresión irónica de Cabañas] con un ejército auxiliador que jamás ha pedido".

Respecto al tratamiento de prisioneros y colaboracionistas se redujo sucintamente a "asegurar" un buen suceso siempre que se "sepulte" toda invasión [misma expresión usada en la nota de capitulación] entre las "dos provincias" lo que "suavizará la justicia que algunos merecen". De acuerdo con la posición del Congreso del 24 de julio de 1810, Cabañas reduce la "capital" de Belgrano a una "provincia" equivalente a la del Paraguay y advierte que solo el cese de futuras hostilidades beneficiará a algunos prisioneros ante la justicia pero solo a "algunos".

La respuesta de Cabañas la dató, significativamente, en "Campo de batalla de Tacuarí, marzo 10 de 1811" explicitando que había quedado como dueño del mismo.104​

Dos días tardó Belgrano en responder a Cabañas. En ella trató de recuperar posiciones neutralizando "con energía":

a) Sobre el pedido directo de satisfacción [reparación] que según Cabañas debía dar el gobierno de Buenos Aires por sus acciones contra la provincia del Paraguay, Belgrano manifestó que este tipo de pretensiones incentivaba la guerra civil y que el "gobierno superior" de todas las provincias no podía dar "satisfacción" a una de sus provincias "dependientes" por errores que la misma provincia había cometido.

b) La posición igualitaria que proponía Cabañas al mencionar en su oficio a la "capital" como provincia no pasó desapercibida para Belgrano. Discursivamente elevó a la junta de Buenos Aires a la categoría de "gobierno superior" y disminuyó a la provincia del Paraguay definiéndola como "dependiente" o posible "hijo rebelde".


Negó además las falsedades que le habían atribuido: la de querer sacar 9000 hombres de la provincia, que era un bandido, para lo cual prometió devolver los ganados y caballos "que existan". Desmintió que las provincias no estuvieran unidas, que el actual gobierno de Buenos Aires no duraría o que allí se estarían matando entre facciones.

Dos días después, ya en Candelaria, mientras esperaba que llegaran las fuerzas correntinas y los medios para dirigirse al Arroyo de la China, Belgrano informó a la Junta sobre estos oficios. Respecto de este último dice:

[procuré] atraerlos a que se unan y mezclen [los paraguayos] con el convencimiento, [o] la energía correspondiente pues, si no nos queda el arbitrio de ir a ellos a fuerza de armas, nos queda el de interceptarles la entrada de ganados y caballos; privarle todo comercio con Montevideo, y hacerles sentir la falta de unión con la capital careciendo del aumento de sus intereses [...] [con Rocamora convenimos en que] la conquista del Paraguay, si acaso no entra por los partidos [propuestas] que he hecho a Cabañas, es obra muy larga, y que siendo Montevideo la raíz del árbol, debemos ir a secarla. Belgrano a la Junta en (Instituto Belgraniano Central, 1982, p. 508, tomo III, vol.1)

Este no fue el último oficio entre Belgrano y Cabañas pero será el que fijará las posiciones políticas entre las partes. Las notas que envió Belgrano a la Junta motivó que esta contestara el 25 de marzo de 1811 que estaba satisfecha por "la buena disposición de los oficiales paraguayos en favor de nuestra causa".​ Pero ni los sentimientos de los oficiales ni el objetivo de Velasco podían justificar el optimismo de Belgrano:

"Su ingenuidad que iba unida a su fanatismo, parecía incurable en lo que concernía al Paraguay [...] Cabañas y Yegros y demás, en sus contactos con Belgrano, ponían el acento solo en la paz y en la amistad entre "las dos provincias" pero en ningún momento [...] que los paraguayos aceptaban obedecer a la junta de Buenos Aires".(Vázquez, 1998, p. 133 y 137)

Este pacifismo que demostraron los oficiales paraguayos fue más aparente que real. Se debió a la falta de recursos por el bloqueo comercial y el costo de la guerra y al posible descrédito personal si surgían actos de indisciplina en sus soldados por la falta de pago del prest y la necesidad que tenían estos de volver a sus chacras.

Belgrano esperó en Candelaria la llegada de Velasco al cuartel de Tacuarí para iniciar negociaciones directas. Los días pasaron y Belgrano, desalentado por la falta de respuesta a sus oficios y el cierre de la frontera, acusó nuevamente a los "tales paraguayos" de no haber nacido ni para vasallos del rey sino para esclavos, de ser desconfiados y de "mantenerse a la capa", es decir, a la espera de lo que iba a suceder en Montevideo para decidir después si se unían a la junta de Buenos Aires.

El 23 de marzo de 1811 el ejército comenzó, fraccionadamente, su marcha desde Candelaria hacia la Banda Oriental. Nada expresó mejor el estado de ánimo de Belgrano que la frase:

"En fin, voy a olvidar, excelentísimo señor, al Paraguay". Belgrano a la Junta, 25 de marzo de 1811, en (Instituto Belgraniano Central, 1982, p. 536, tomo III, vol.1)

Esta noticia se extendió rápidamente. El 18 de marzo, desde Montevideo, Elío informaba al Ministro del Despacho de Estado de S.M.:

Voy a establecer un bloqueo riguroso y a franquear la libre comunicación con el Paraguay, cuyo gobernador [...] no solo ha batido a ese general doctor que por allí ha permanecido convertido en conquistador según manifiesta la Gazeta publicada en Buenos Aires N° 3 sino que tengo noticias positivas que toda su división, incluso el señor doctor, ha tenido que rendirse a discreción.
AGI, Leg Bs.As., 98, Montevideo, 18-03-1811 en (Riveiro, 2013, p. 180, nota 356)


Ocupación de Corrientes

Una vez expulsado Belgrano de la provincia del Paraguay, el gobernador Velasco consideró que se podía poner en práctica el plan de ocupar Corrientes sugerido por Pedro Gracia en septiembre de 1810. El 7 de abril de 1811, una flotilla al mando de Jaime Ferrer, que ya había participado de la liberación de los buques en octubre de 1810, ancló frente a la ciudad de Corrientes. La intención declarada era liberar nuevamente los buques detenidos por orden de la junta de Buenos Aires pero el segundo objetivo era proteger el paso de tres buques con armas que el virrey Elío enviaba desde Montevideo y, si las circunstancias fueran favorables, ocupar la ciudad para mantener abierta esa vía de comunicación en forma permanente. Tres factores jugaban a favor de esto último:

La existencia en Corrientes de un núcleo favorable a la provincia del Paraguay;
La falta de fuerzas para la defensa, debido a que Belgrano se había llevado soldados para invadir la Banda Oriental "dejando solo los inútiles y los que por su avanzada edad no podían sufrir las penurias de una campaña";108​
La oposición de la población a la política de la junta de Buenos Aires de realizar levas locales para llevarlas fuera de la provincia. Este último punto será utilizado posteriormente por Blas José de Rojas como argumento en su discurso inaugural.

El teniente gobernador Elías Galván no tenía muchas opciones:

[...]frente al Paraguay no le restaba sino defenderse con astucia o baladronadas y proposiciones cómicas. Por eso en su célebre oficio a Ferrer le había dicho: "Que tenía consigna del general Belgrano de mantener cordialidad con el Paraguay, consigna que se halla convenida ya con los tratados celebrados en el campo de batalla de Tacuarí [...] y ya ratificada por la [...] Junta de Buenos Aires. Le pido que se retire con sus buques ya que no tenemos orden de batirnos [...]".(Vázquez, 1998, p. 158-159)

Aunque Galván cedió al requerimiento de Ferrer de liberar los buques paraguayos, este no se retiró pues debía esperar a los barcos que venían de Montevideo. En los siguientes días, además del único barco paraguayo detenido, y para evitar sorpresas, Ferrer exigió la entrega de algunas naves correntinas. El 17 de abril, cuando llegaron los tres barcos más otros tres capturados en el camino, Ferrer exigió a Galván, en el término de dos horas, que se declarase aliado de la Provincia del Paraguay y reconociera al Consejo de Regencia y al virrey Elío.​

Ferrer tenía ya diez buques mayores y menores armados, cuatro mercantes más los tres de Montevideo. Sus tropas eran de 300 hombres. Galván intentó resistir en Las Lomas (cerca de la actual Laguna Seca, en Corrientes) pero sus fuerzas, escasas y mal armadas, se dispersaron no bien las fuerzas de Ferrer pudieron conseguir caballos. Galván se retiró hasta La Bajada, donde le dijeron que no tenían recursos para ayudarlo. En Corrientes quedó el regidor del cabildo local Ángel Fernández Blanco para que se entendiera con los paraguayos. El 19 de abril de 1811 el cabildo de Corrientes aceptó el ultimátum y Ferrer ocupó la ciudad. Días después se retiró aguas arriba dejando una guarnición a cargo de Blas José de Rojas, quien asumió como Teniente de gobernador y Capitán general el 28 de abril. Con ese motivo lanzó una proclama contra la "turbulenta" y "facinerosa" Junta de Buenos Aires y su política de levas:

"Paraguayos somos; no esperemos que unos salteadores enemigos de nuestro idolatrado Fernando nos imponga con ardides un yugo vergonzoso, para ir después a costa de nuestra sangre a aumentar su ambición y sus conquistas en Montevideo y Provincias del Perú". Proclama de Blas José de Rojas en (Cardozo, 1963, p. 19/20)

Debe destacarse que estos conceptos provenían de un oficial que había combatido en Tacuarí y que además compartía con Fulgencio Yegros un alto grado de confianza e identificación con sus ideas según consta en las notas intercambiadas entre ambos.

A mediados de mayo de 1811 se produjo en Asunción el alzamiento militar que impuso al gobernador Bernardo de Velasco dos consocios para que gobernaran con él. Al conocerse este hecho, Rojas, que era uno los principales conspiradores y que ya venía trabajando con Fernández Blanco, apresó a unos 100 españoles y se apoderó de 13 barcos. En un bando del 30 de mayo, impulsado por el doctor Francia, el gobierno de Asunción, anticipando lo que sería después su política frente a la junta de Buenos Aires, ordenó evacuar Corrientes y reponer las autoridades y la subordinación existentes antes de la ocupación.

Habiendo tenido el actual gobierno por objeto de sus primeras atenciones y cuidados el conservar la tranquilidad interior y la paz, unión y buena armonía con la ciudad de Buenos Aires y las demás del continente, siempre que pueda efectuarse de un modo digno y compatible con el decoro y libertad de esta antigua, vasta y respetable provincia de la Asunción, ha juzgado conducente a tan importante fin el evacuar y dejar libre la ciudad de Corrientes ocupada por nuestras armas, considerando que el pueblo ilustrado de Buenos Aires y todo el mundo imperial, a vista de un ejemplo singular de moderación y generosidad después de las victorias conseguidas por las armas de la provincia, se convencerá mejor de la sinceridad de nuestras intenciones y de que el pueblo valeroso del Paraguay, desplegando la energía de sus fuerzas, nada más a deseado sino el que se respete su libertad. Bando del 30 de mayo de 1811 en (El paraguayo independiente, 1859, p. 6-7, tomo I)

El 6 de junio de 1811, luego de recoger las armas en poder de la población y de imponer a los europeos residentes una contribución de 2000 pesos, Rojas entregó el mando a Fernández Blanco. Elías Galván retornó a la ciudad y asumió sus funciones el 16 de junio de 1811.

En las proposiciones del 10 de marzo de 1811, Belgrano había solicitado a Cabañas la libertad de los prisioneros capturados en Paraguarí y Tacuarí, la de su ayudante Ignacio Warnes y los partidarios de la Junta confinados en el Fuerte Borbón. Cabañas respondió:

[...] en cuanto a lo que pide [...] tendrá todo buen suceso siempre que se sepulte toda invasión particular y general entre las dos provincias, cuyo proceder no dudo suavizará la justicia que algunos merecen.(Instituto Belgraniano Central,, p. 486, tomo III, vol.1)

Conjuntamente con la flotilla que al mando de Ferrer se dirigía a Corrientes, Velasco despachó a Montevideo un barco conducido por Francisco Fornell, al mando del sargento mayor Carlos Genovés. Llevaba seis oficiales y 195 soldados prisioneros, incluyendo a Warnes, Saraza y al capitán de dragones Francisco Castellanos. Machain fue embarcado en la Villa de Pilar. Los prisioneros fueron canjeados meses después por una gestión a iniciativa de Machain y Warnes ante el virrey Elío.

Juicio a Belgrano


La formación de la Junta Grande, en diciembre de 1810 y la posterior muerte de Mariano Moreno agudizaron la división y el enfrentamiento dentro de la elite de Buenos Aires dividida entre morenistas y saavedristas. Estos últimos contaban en la capital con el apoyo de los jefes de las milicias y la mayor parte de los alcaldes de barrio. El 6 de abril de 1811 una multitud proveniente de los arrabales y zonas rurales inmediatas y tropas de los cuarteles convenientemente convocadas, presentaron al Cabido un petitorio dirigido a la Junta donde exigían —entre otras cosas— la expulsión de los vocales morenistas y la destitución de Domingo French y Antonio Beruti, también morenistas, del mando del regimiento Estrella. A estos requerimientos se sumó, en la "proposición" número trece:

"Quiere el pueblo que el vocal, Don Manuel Belgrano, general de la expedición destinada al auxilio de nuestros hermanos paraguayos, sea llamado y comparezca inmediatamente en esta capital a responder a los cargos que se le formen.". Peticiones del 6 de abril de 1811 en (Junta de Historia y Numismática Argentina , 1910, p. 287 vol. 2)

Belgrano era considerado no solo como morenista sino como un peligro potencial por estar al mando de un ejército de aproximadamente 3000 hombres en operaciones.

El 19 de abril, la Junta, obedeciendo las proposiciones hechas por el "pueblo" y publicadas en la Gazeta Extraordinaria del 15 de abril, "previno" a Belgrano para que regresara a la capital y dejase el mando del ejército al oficial que "corresponda por su empleo y antigüedad" que "por ahora" debía ser José Rondeau. Ese oficio llevaba la firma del abogado Joaquín Campana, redactor del petitorio y nuevo secretario de gobierno de la Junta, aliado de Saavedra. En su respuesta del 21 de mayo, Belgrano manifestó abiertamente su ambivalencia: "Tuve impulsos de obedecer y no cumplir la orden" escribió. Finalmente acató la orden para que no se pensara que lo hacía por "ambición" y no provocar, "tal vez", un "nuevo movimiento" o "vaivén" que se debía evitar frente a los enemigos.

El 6 de junio de 1811 la Junta designó como Juez Fiscal al coronel Marcos González Balcarce, otro partidario de Saavedra que también había firmado el petitorio con otros militares, y que luego fue nombrado como nuevo comandante del regimiento Estrella. Su misión era formar la causa reuniendo información y tomando las declaraciones correspondientes.

El 20 de junio, 16 oficiales del ejército que operaba en la Banda Oriental y que participaron de la expedición contra la provincia del Paraguay, expresaron que no habían encontrado a nadie que tuviera alguna queja contra Belgrano..

El 26 de junio el fiscal tomó declaración al coronel Tomás de Rocamora. Las preguntas versaron sobre las causas por las que no pudo unirse a Belgrano, las fuerzas disponibles y su disposición en las distintas batallas, si Belgrano tuvo la posibilidad de cruzar el Paraná en lugar de dar batalla en Tacuarí y si sabía las causas por las cuales fueron separados varios oficiales del ejército. Al respecto Rocamora mencionó la fuga de los oficiales Juan Mármol y Bertolot de la batalla de Tacuarí junto con otros "prófugos que huían del ejército". Sobre estos hechos no le pidieron aclaraciones. Se adjuntó al expediente el largo derrotero que recorrió Rocamora desde Yapeyú hasta San José, sobre el Paraná.

Dos días después, el 28 de junio, se tomó la declaración a Gregorio Perdriel. Las preguntas fueron sobre la marcha desde la Bajada, detalles de la batalla de Paraguarí y posterior retirada, si se habían hecho observaciones sobre el enemigo y si el general había comunicado a los oficiales la orden de la Junta de "no aventurar acción sin ventajas conocidas". Perdriel realizó una extensa declaración en respuesta a las 25 preguntas que le hicieron.

La causa se paralizó durante el mes de julio. "Pero lo que más llama la atención es que en ningún momento se tomó declaración al inculpado, siendo el único que podía aclarar con testigos "de visu" todas las dudas".​ A fines de ese mes se recibieron distintos oficios provenientes de los alcaldes de la ciudad que manifestaron no tener cargos que hacer a Belgrano por su actuación militar. Tanto Tomás José Grigera como los alcaldes trataron ahora de minimizar la importancia del juicio diciendo que:

"[...] el espíritu del artículo 13 de las peticiones del 6 de abril es excitar al gobierno a que juzgue según derecho al general [Belgrano] como en iguales circunstancias y casos se ha practicado aún cuando la desgracia de la pérdida de las acciones de guerra hayan sido inevitables".(Carranza , 1896, p. 62 vol. 8)

Sin embargo, como lo había anticipado Belgrano, el momento para su destitución no había sido el más adecuado, por las "relaciones" o negociaciones que se estaban realizando con los paraguayos, portugueses, Artigas e incluso los "enemigos" de Montevideo. Al año siguiente, en un oficio a Rivadavia del 11 de mayo de 1812 Belgrano agregó: "los bribones del 5 y 6 de abril me perjudicaron y perjudicaron a la Patria; ¿Qué ventaja se saca de mentir?"

Como consecuencia del cambio político ocurrido en el Paraguay en mayo de 1811, la Junta consideró que Belgrano era el hombre más adecuado para iniciar negociaciones con el nuevo gobierno paraguayo. A tal fin, el 1 de agosto, lo nombró representante de la Junta en misión especial con las Instrucciones oficiales y confidenciales correspondientes. Belgrano respondió que para llevar adelante su cometido era conveniente que se resolviese previamente su situación procesal. Teniendo en cuenta que ya se habían realizado las publicaciones y recogidos los informes, renunció a toda defensa y confió la misma en todos los oficios que había enviado oportunamente a la Junta mientras estuvo en operaciones y en las declaraciones de los oficiales de su ejército.

Del 3 al 8 de agosto se tomaron siete declaraciones a oficiales que por diversas razones habían sido desafectados del ejército por Belgrano. A todos ellos, al llegar a Buenos Aires, se les había quitado el despacho pero luego, a casi todos, les fue retornado sin explicación alguna. Muchas declaraciones fueron antedatadas como si se hubieran tomado en julio y no en agosto y, a diferencia de Rocamora y Perdriel, se hicieron pocas preguntas.

El capitán Martínez declaró que, cuando le comentó al vocal Miguel de Azcuénaga que Belgrano había hecho marchar a Rocamora el doble de leguas de lo necesario, aquel le advirtió que tuviera "cuidado con decir nada de esto porque era hombre perdido".​ Al momento de su declaración, Azcuénaga ya no ocupaba su cargo pues había sido desterrado por los autores de la "asonada" del 6 de abril.

Cuando se tomó declaración al teniente José Mármol, del regimiento de granaderos Fernando VII, uno de los que habían desertado en Tacuarí, no se le hizo ninguna pregunta relacionada con ese hecho. Alberdi criticó a Mitre por haber incluido en su Historia de Belgrano estos documentos "superfluos" y vergonzosos para el gobierno, que además "no tuvieron resultado ni influjo en la vida [de Belgrano] ni en la de su época".

Finalmente el 9 de agosto de 1811, teniendo en cuanta lo "expuesto por el Exmo. Cabildo, Alcaldes de barrio y oficiales del ejército" se declaró que Manuel Belgrano:

"[...] se ha conducido en el mando de aquel ejército con un valor, celo y constancia dignos de reconocimiento de la patria; en consecuencia queda repuesto a los grados y honores que obtenía y que se le suspendieron en conformidad de lo acordado en las peticiones del 6 de abril; y para satisfacción del público y de este benemérito patriota, publíquese este decreto en La Gazeta".(Instituto Belgraniano Central, 1982, p. 656)

El 29 de dicho mes, Belgrano y Vicente Anastasio Echeverría llegaron a Corrientes para iniciar su misión diplomática en el Paraguay.

Causas del rechazo del Paraguay

La explosión paraguaya que saludó y derrotó a Manuel Belgrano y su ejército en las batallas de Paraguarí y Tacuarí en el año 1811, fue básicamente obra del localismo provincial y la desconfianza sobre la conducción de Buenos Aires. Ello no fue debido a la lealtad a la corona española. Durante los siglos posteriores a la Conquista, el Paraguay se había desenvuelto en soledad; con cultura, manera de vivir y raza diferentes y había vivido sin ayuda de nadie.(Williams, 1969, p. 120)

No era ese el único motivo:

La mayor influencia de los comerciantes porteños sobre las autoridades coloniales en comparación con sus colegas del Alto Plata generó en las distintas áreas que componían dicha región (Paraguay, las provincias del Litoral, sur del Brasil) un profundo sentimiento de suspicacia y recelo hacia la poderosa ciudad-puerto.(Cisneros y Escudé, 1998, p. 118 volumen 2, Cap. 6)

La junta de Buenos Aires cometió el error de querer mantener su privilegiada posición colonial con medidas económicas, políticas y militares. Los paraguayos reaccionaron en masa ante esta pretensión. En un artículo publicado en La Gazeta el 6 de marzo de 1812, Monteagudo criticó a la Junta e indirectamente a Saavedra por esta actitud:

"Se instaló el 25 de mayo de 1810 la primera junta de gobierno: ella pudo haber sido más feliz en sus designios [...] si en vez de un plan de conquista se hubiera adoptado un sistema político de conciliación con las provincias [...] el Paraguay hizo en mi opinión la resistencia que debió y ha acreditado hasta el fin que conoce su dignidad: el quiere vivir confederado y no sujeto a un pueblo [Buenos Aires] cuyos derechos son iguales. "Monteagudo, artículo La Gazeta, 6/3/1812 en (Garin, 2011, p. 119)

Dos años más tarde, Belgrano agregaría:

"A la salida del doctor Castelli, coincidió la mía, que referiré a continuación hablando de la expedición al Paraguay, expedición que solo pudo caber en unas cabezas acaloradas que solo venían su objeto y a quienes nada era difícil, porque no reflexionaban ni tenían conocimientos". Belgrano, Autobiografía en (Belgrano, 1944, p. 8)

Tanto Cabañas como Yegros, ricos hacendados y yerbateros, sabían que tras la expulsión de Belgrano se podían iniciar los cambios políticos que se estaban dando en diversas partes de América y al mismo tiempo librarse del yugo económico de Buenos Aires, postergados por la misión Espínola y Peña, las acciones políticas y económicas, el ultimátum y finalmente la invasión.

Por otro lado, la acción militar de la junta de Buenos Aires fue utilizada por determinados sectores del Cabildo de Asunción para justificar un pedido de "ayuda" a los portugueses, que a cambio exigían a la provincia reconocer a Carlota Joaquina como heredera de Fernando VII.78​ Y fue este nuevo peligro el que provocó que el 14 de mayo de 1811, el gobierno de Velasco fuera intervenido con el agregado de dos consocios hasta la realización de un congreso. Ese congreso destituyó a Velasco y estableció una junta de cinco miembros que de inmediato reiteró a Buenos Aires su decisión de autogobernarse.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 03 Abr 2018 23:53

Combate de Cotagaita


El combate de Cotagaita fue el primer enfrentamiento entre las fuerzas expedicionarias de la Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata instalada en Buenos Aires y las fuerzas realistas españolas obedientes al virrey del Perú. A su vez constituye el primer combate de las guerras de independencia hispanoamericanas en América del Sur.

El combate fue un tiroteo de unas 4 horas que enfrentó a la vanguardia del Ejército Auxiliar del Perú (hoy conocido como Ejército del Norte) con el ejército levantado en el Alto Perú por el presidente de Charcas, Vicente Nieto, vanguardia del Ejército Real del Perú.

Tuvo lugar el 27 de octubre de 1810 en las fortificaciones de Santiago de Cotagaita, entonces parte de la intendencia de Potosí en el desintegrado virreinato del Río de la Plata, y hoy parte de la provincia de Nor Chichas en el departamento de Potosí en Bolivia.

El virrey José Fernando de Abascal y Sousa reincorporó provisionalmente las provincias altoperuanas al virreinato del Perú y designó al brigadier José Manuel de Goyeneche para comandar a las fuerzas realistas de intervención en el Alto Perú. Ante el avance del Ejército Auxiliar el presidente Nieto, de acuerdo con Francisco de Paula Sanz, gobernador de Potosí, decidió ocupar Jujuy, pero luego ordenó la concentración de tropas en Tupiza al mando de su mayor general, el capitán de fragata José de Córdoba y Rojas. Estas fuerzas quedaron rodeadas tras el pronunciamiento de Cochabamba del 14 de septiembre de 1810, y el de Oruro el 6 de octubre, ambos en favor de la Junta de Buenos Aires, y la llegada de Antonio González Balcarce a San Salvador de Jujuy con la vanguardia del ejército auxiliar el 20 de septiembre de 1810, compuesta por 500 hombres y 4 piezas de artillería.

En la carta que Vicente Nieto envió el 11 de agosto de 1810 al gobernador intendente de Córdoba, Juan Antonio Gutiérrez de la Concha, describió las tropas que a esa fecha ponía en movimiento en dirección hacia San Salvador de Jujuy:

(...) Jujui, en donde desde luego encontrará el Regimto de Tarija, a cuio coronel Marquez del Valle de Toxo, prevengo con esta fha. marche a cubrir dicho punto (...) Por ahora no podran marchar acia dho. citio otras, que las de Tarija, de qe tengo ablado: doscientos hombres bien instruidos, armados, disciplinados del Provicional de Potosí, ciento de Lansa del partido de Porco, todos los cuales hago ya en camino según las ordenes qe anteriormente he dado, doscientos con regular instrucción, y vien acreditados de la Provin.a de Chichas, qe tiene de ochenta, a cien fuciles, los que se incorporarán en el camino; y ciento y cinquenta en dos compañias llamados de voluntarios del Rey que antes eran de Montañeses, y Andaluces, y de quienes tengo gran confianzas, así pr qe sus Oficiales son beneméritos, y amantes a su Rey, como porque su Tropa, qe se alla en buena disciplina (...) Estas tropas llevan quatro cañones de Tren volante, los qe con suficiente número de buenos Artilleros marcharon hayer para la reunión en Tupisa
Carta de Vicente Nieto a Gutiérrez de la Concha


Nieto menciona que el 10 de agosto de 1810 habían partido de Chuquisaca las dos compañías de Voluntarios del Rey con un total de 150 hombres, junto con 4 cañones y sus artilleros. Los Voluntarios del Rey eran el remanente de la purga que Nieto hizo sobre la compañía de andaluces y la compañía de montañeses que llevó desde Buenos Aires en 1809. El 11 de agosto ordenó al marqués de Yavi (o del valle de Toxo) que marchara con el Regimiento de Tarija a ocupar San Salvador de Jujuy, pero el cabildo de esa villa había reconocido a la Junta de Buenos Aires el 25 de junio, y el 20 de agosto aviso a esa junta que había rechazado las órdenes del marqués. Los 200 hombres del Batallón Provincial de Potosí partieron de esa villa imperial el 21 de agosto al mando del comandante Indalecio González de Socasa4​ y arribaron a Tupiza el 2 de septiembre. Los ciento de Lansa del partido de Porco que menciona Nieto no aparecen en otras comunicaciones. Los 200 de Chichas eran los milicianos del Escuadrón de Dragones Voluntarios de Chichas reclutados en Tupiza y sus alrededores.

Descripción del espía enviado por el cabildo de Tarija

El 11 de septiembre de 1810 el cabildo de Tarija comunicó al nuevo gobernador de Salta, Feliciano Chiclana, lo informado por el alcalde Manuel Franco, que envió a Tupiza para averiguar las intenciones realistas. Franco informó sobre las tropas que vio en Tupiza lo siguiente:

Que el quartel de la gente de Tupiza y sus inmediaciones es de 200 soldados que están todos los días desertando que unos se bienen a esta Villa, otros al pago de Pascaya de esta jurisdicción y otros se ocultan en los Cerros; Que el quartel de don Indalecio González resulta de 200 que han venido del Potosí, 150 de Chuquisaca y 150 chiriguanos neófitos de las reducciones de Azero, de suerte que este Quartel tiene 500 soldados y no tiene entre los 700 numerados los de don Indalecio mas armas de fuego que 150 fuciles y 2 pedreros; Que toda la gente está muy descontenta sobre ser de mala calidad (...)


Los 200 soldados del quartel de la gente de Tupiza son los milicianos del Escuadrón de Dragones Voluntarios de Chichas que Nieto menciona que se incorporararían en igual número en su carta. Los que se hallaban en el quartel de don Indalecio González son las tropas llegadas de Chuquisaca y de Potosí, los 200 del Batallón Provincial de Potosí y los 150 Voluntarios del Rey. Los 150 chiriguanos neófitos de las reducciones del río Azero no aparecen en otras comunicaciones y probablemente fueron empleados como no combatientes. Los 2 pedreros son cañones, faltando otros dos mencionados por Nieto. Luego de la partida de Franco debieron arribar a Tupiza los soldados veteranos del Real Borbón junto con Córdoba y Rojas.

Descripción de un espía de Güemes

El 7 de septiembre de 1810 el teniente gobernador de Jujuy, Diego Pueyrredón, comunicó a Chiclana una carta de Martín Miguel de Güemes en la que reproducía lo observado por uno de sus espías en Tupiza entre el 6 de agosto y el 3 de septiembre:

Razon de lo que se ha hecho en esta Villa de Tupiza desde el dia 6 de Ag° por orn del Sor. Govr. de Potosi, en dha fha se acuartelaron 16 Hombres y se publicó Bando qe al Sr Virrey de Lima, qe. no se hiciese caso de la Junta qe. era un engaño manifiesto el pensamiento de ella. El 19 de Ag° llegó orn de qe inmediatamte se mandasen unos oficios a los lugares y Pueblos de la Provincia, y qe se acuartelen 200 Hombres. Se cumplió lo mandado en el día, y dentro de 6 dias se juntaron los 200 Hombres (...) Estos se hallan acuartelados con 40 Fuciles (...) El 2 de Septre llegaron á este Pueblo las Tropas de Potosí (...) El mismo día a cosa de las 6 de la noche llegó un extraordin° con orn de qe no pasen hasta 2a orden.

Razon de las Armas, que han trahido, el Numero de Gente y su clase: 25 Artillers. con cuatro Cañoncitos los mismos, qe llebo a Chuquisaca el S°r. Nieto. 300 y Tantos Solds. Beteranos de los mismos abageños, qe Trajo Nieto, y entre ellos algos. Forasteros. Entre Potosinos é Indios Lanzeros qe an trahido del camino son 200; Unidos todos son 500 y con 200 de este Pueblo son 700 (...) Los Fuciles qe. han trahido son 400. Las Lanzas entre las qe. han trahido, y las qe. había en este Cuartel son 100 y tantas: y unidas todas las Armas son 440 Fuciles, 4 Cañones y 100 lanzas (...) Tupiza Septe. 3 de 1810.

Oficio de Diego Pueyrredón al gobernador Chiclana del 7 de septiembre de 1810

De acuerdo al espía el 6 de agosto de 1810 llegó a Tupiza la orden de no obedecer a la Junta de Buenos Aires, mientras que el 19 de agosto llegó la orden de reclutar a 200 milicianos en Chichas. El 2 de septiembre arribó González Socasa con las tropas y llegó la orden de no continuar hacia San Salvador de Jujuy. El espía dice que llegaron con 4 cañones llevados de Buenos Aires en 1809 y 25 artilleros, en consonancia con la carta de Nieto. La mención a los más de 300 soldados abajeños incluye a los 150 Voluntarios del Rey y el resto probablemente sean los Veteranos del Real Borbón que debieron arribar con Córdoba y Rojas unos días después al 2 de septiembre. Los 200 Potosinos é Indios Lanzeros son los del Provincial de Potosí y probablemente algunos lanceros del partido de Porco mencionados por Nieto.

En el acta capitular de Tarija del 23 de septiembre de 1810 se menciona un movimiento de tropas realistas en sus cercanías: su auxiliante tropa de Cinti se halla en el río San Juan distante a 20 leguas, lo que muestra que a esa fecha no habían llegado a Tupiza los lanceros de Cinti llevando entre 2 y 4 cañones.

Combatientes según el parte de Córdoba y Rojas

Según el parte enviado a Nieto el 28 de octubre de 1810 Córdoba y Rojas dispuso sus tropas en Cotagaita en el siguiente orden:

Orden general: Al toque de generala se reunirán todas las tropas del ejército en los puestos de la 1° y 2° línea del campamento y luego que se les mande ocupar los de defensa lo verificarán en el orden siguiente: La mitad del batallón de Puno ocupará el cerro de la izquierda, y el resto el de la derecha. El provincial de Potosí por mitades sostendrán los reductos 1° y 2° de la izquierda. El cuerpo de dragones de Chichas sostendrá el reducto del centro. Los veteranos el reducto de la derecha y los voluntarios del Rey el 2° de la misma banda. Entre el 1° y 2° reductos 20 lanceros de Cinti, entre 2° y 3° igual número, lo mismo entre el 3° y 4° e igualmente entre 4° y 5°. El resto de Cinti relevará todos los guardias del campamento y pueblo. Dos cañones de a dos en el reducto de la izquierda, igual número en el segundo, los cuatro de Cinti en el del centro y los cuatro de Puno entre los reductos de la derecha.

En la descripción aparecen los milicianos del Batallón de Puno con 4 cañones, que al mando del teniente coronel Narciso Basagoitía habían llegado del Perú como refuerzo enviado por Goyeneche. Según el historiador español Mariano Torrente en su libro de 1829 Historia de la revolucion hispano-americana los milicianos del Batallón de Puno eran 350 y habían arribado a Potosí el 29 de septiembre desde Oruro,8​ por lo que probablemente su sumaron directamente en Cotagaita luego de la evacuación de Tupiza.

De acuerdo a esa disposición, al resto de las menciones que Córdoba y Rojas hace en sus partes, a los informes de los espías y a la carta de Nieto, participaron del combate de Cotagaita:

Batallón de Puno: 350 milicianos al mando del teniente coronel Narciso Basagoitía (o Bosagoitía), con 4 cañones.
Batallón Provincial de Potosí: 200 milicianos en 4 compañías al mando de Indalecio González de Socasa, mayor general de la división, y del ayudante mayor Juan de Dios Saravia. Posiblemente incorporados entre ellos algunos lanceros de Porco.
Escuadrón de Dragones Voluntarios de Chichas: 200 milicianos al mando de Marcos Llanos (o Llano).
Compañías veteranas del Real Borbón: integrado por 150 hombres de las 2 compañías del Regimiento de Infantería de Buenos Aires llevadas a Chuquisaca en 1809 y otros veteranos del mismo regimiento que ya estaban en el Alto Perú. Estaba al mando del capitán graduado de teniente coronel Juan de Dios Cabero (o Cavero), incorporado sin destino en el Alto Perú en 1810.
Cuerpo de Voluntarios del Rey: 150 andaluces y montañeses al mando del capitán José Fernando de Fontaneda (u Hontaneda).
Cuerpo de Lanceros de Cinti: 100 indígenas al mando de Juan Crisóstomo Cabero, con 4 cañones.
La artillería sumaba 10 cañones y 25 artilleros al mando del teniente Miguel Mugía (o Mujía) y del subteniente Luciano Cabral del Batallón de Artillería Volante de Buenos Aires.10​

La división se componía de 4 cuerpos de infantería, 2 de caballería que estaban desmontados, y la artillería, sumando al menos 1175 hombres sin contar a los chiriguanos del río Azero que no son mencionados por Córdoba y Rojas. En las comunicaciones que siguieron a la batalla de Suipacha Juan José Castelli informó el 10 de noviembre de 1810 a la Junta de Buenos Aires: (...) en el ataque falso de Cotagaita en que menos de trescientos hombres con dos piezas de artillería batieron á más de mil trescientos, apoyados de diez piezas (...). En el oficio de González Balcarce a la junta con fecha 6 de octubre de 1810 estimó: (...) que segun contestes noticias ascienden á mil quinientos hombres. (véase el oficio)

En los partes de Córdoba y Rojas son también mencionados: los ayudantes de campo capitán Manuel Gómez y Santos y teniente Manuel Sánchez Moscoso, ambos de voluntarios del Rey; el ayudante mayor del mayor general, subteniente del real Borbón, Juan José Vianqui; el capitán graduado de teniente coronel Francisco González de la Peña, comandante de las guerrillas de la línea de defensa; el vicario Mariano de la Torre y Vera; los cirujanos Isidoro Álvarez y Jaime Coll; el teniente de voluntarios del Rey Manuel de Orna y el subteniente del mismo cuerpo Anselmo Rial; los abanderados, del real Borbón Ramón García Pérez, y de voluntarios del Rey Luis Toribio Reyes.

El escritor boliviano Modesto Omiste (1840 - 1898) en su obra Memorias Histórico-Políticas sobre los Acontecimientos Ocurridos en Potosí, desde 1810-12 da una relación de las 4 compañías de 50 milicianos cada una (1°, 4°, 7° y 8°) del Batallón Provincial de Potosí que estuvieron en Cotagaita, mencionando como capitanes de las compañías a: José Estévez, Fermín Gastelú, Francisco Estévez, y Manuel de Villacián, respectivamente.
Fortificación de Cotagaita

En conocimiento de lo ocurrido en Cochabamba, que impedía la llegada de los refuerzos prometidos por Goyeneche, así como también de que la vanguardia del Ejército Auxiliar se estaba reforzando en Yavi, Córdoba y Rojas decidió abandonar Tupiza el 10 de octubre y replegarse con todas sus tropas para fortificarse en Santiago de Cotagaita. Por este punto transitaba el camino más importante entre el Perú y el Río de la Plata, cerrando el acceso a Potosí.

A diferencia de Tupiza, que se halla en un lugar abierto, Cotagaita se encuentra en el fondo de una quebrada seca que desemboca en el río Santiago, el cual la atraviesa de oeste a este separando dos cerros al norte del río de dos al sur. El pueblo de Santiago de Cotagaita se halla en la ribera norte del río. Córdoba y Rojas hizo construir 5 reductos y colocar dos baterías de 4 piezas de artillería a cada lado del pueblo sobre dos lomas que unió con una muralla de piedra, y un profundo foso a los pies de la misma por donde hizo correr el río. En la muralla intercaló otras 2 piezas de artillería.​

El mayor general Antonio González Balcarce llegó a Yavi con la vanguardia del ejército auxiliar el 4 de octubre de 1810, deteniéndose allí en espera de la artillería que conducida por Calixto Ruíz Gauna partió de San Salvador de Jujuy el 6 de octubre.​ Al enterarse de la evacuación de Tupiza, y sin esperar la llegada de la artillería, ordenó la salida de sus tropas de vanguardia desde Yavi, que el 11 de octubre ocuparon Tupiza y luego se detuvieron en Moxo a esperar la artillería y las tropas de Tarija.

Camino a Yavi, desde la quebrada de la Cueva González Balcarce había enviado a Pedro Rafael Galup en busca de refuerzos a Tarija, recibiendo en Mojo más de 650 milicianos del Regimiento de Milicias Provinciales de Voluntarios de Caballería de Tarija al mando del alcalde Mariano Echazú y del teniente coronel José Antonio de Larrea, de los cuales ordenó formar 3 compañías de 100 hombres cada una. A falta de armamentos ordenó a Echazú que regresara a Tarija con los restantes dejando sus cabalgaduras, lo cual fue comunicado por González Balcarce a Francisco Ortiz de Ocampo el 16 de octubre de 1810: El partido de Tarija me remitió seiscientos hombres de excelente disposicion para que auxiliasen; pero cómo los más no trajeron armas solo he admitido trescientos entre los cuales se hallan más de doscientos fusiles y el resto tiene espadas ó pistolas. (véase el oficio)

De acuerdo a la Relación de los individuos del regimiento real de artillería volante que han operado con todo valor y esfuerzo, el día 27 de Octubre de 1810, en Santiago de Cotagaita firmada en Potosí el 12 de diciembre de 1810 por el alférez Juan Pedro Luna, la fuerza del Real Cuerpo de Artillería que combatió en Cotagaita era de 24 artilleros y 3 naturales agregados,​ estando al mando de Juan Ramón Urien, quien fue separado del mando luego del combate. En los partes de batalla Córdoba y Rojas expresa que sus enemigos portaban un obús de seis pulgadas vino por mi derecha y un cañón de a cuatro se mantuvo algo a mi izquierda.

Diversos autores bolivianos y güemesianos reducen a una mínima expresión la presencia de soldados provenientes de Buenos Aires en la división que atacó a Cotagaita, expresando que además de la acreditada presencia de 300 tarijeños, el resto de los soldados eran salteños y jujeños, aduciendo que el grueso del ejército se había detenido en Jujuy para aclimatarse y reponerse de las marchas. Sin embargo, Córdoba y Rojas menciona en sus comunicaciones a soldados andaluces, negros y mulatos, y arribeños, todos los cuales habían partido de Buenos Aires. Los negros y mulatos correspondían al Regimiento de Pardos y Morenos, los andaluces eran del Regimiento N° 5 de Infantería, y los arribeños del Regimiento N° 6 de Infantería.

El 12 de noviembre Castelli ofició a la junta la lista de desertores de la acción de Cotagaita, los cuales eran un cabo y dos soldados del Regimiento de Caballería de la Patria (ex Blandengues), 4 soldados del Regimiento de Húsares de la Patria (ex Húsares del Rey), un cabo y un soldado de la Infantería Veterana (Regimiento de Infantería de Buenos Aires), y un soldado de Artillería de la Unión (Cuerpo de Artillería Volante). Todos los cuales correspondían a cuerpos salidos de Buenos Aires.

En cuanto al número de soldados, Córdoba y Rojas expresa: (...) tomándoles un prisionero del cuerpo de Andaluces, el que me dice que su fuerza consiste en novecientos hombres (...), sin embargo Juan José Castelli cuando comunica a la junta la victoria de Suipacha el 10 de noviembre de 1810 expresa: (...) como en el ataque falso de Cotagaita en que menos de trescientos hombres con dos piezas de artillería batieron á más de mil trescientos, apoyados de diez piezas (...).

Las unidades que integraban la división de vanguardia al mando de González Balcarce no fueron precisadas en las comunicaciones. Algunos autores copiaron​ la enumeración del historiador boliviano Luis Paz en su libro de 1913 Historia General del Alto Perú, hoy Bolivia:

Los cuerpos que formaban la división independentista, a órdenes del general don Antonio Balcarce, fueron los siguientes: Batallón 1°., comandante Gregorio Perdiel; batallón 6°., comandante Carlos Forest; batallón Cazadores, comandante Manuel Dorrego; batallón blandengues, comandante Abrahan González; regimiento Húsares, comandante Martín Miguel Güemez; primer escuadrón de caballería, coronel Ramón Balcarce; segundo escuadrón de caballería, comandante Martín Pueyrredón; artillería (dos piezas), comandante Suárez.

Sin embargo este autor da una enumeración casi completamente falsa y posiblemente se equivoca de batalla, pues Gregorio Perdriel (y no Perdiel) el 1 de noviembre de 1810 se incorporaba a la expedición de Belgrano al Paraguay en la Bajada del Paraná, en donde ya se hallaba Juan Ramón González de Balcarce; Manuel Dorrego estuvo en Chile hasta febrero o marzo de 1811; el comandante de la artillería no era el desconocido Suárez sino que Juan Ramón Urien, mencionado en el parte por González Balcarce; Carlos Forest se hallaba en Buenos Aires como parte del Regimiento de la Estrella; Juan Martín de Pueyrredón no integró la expedición; Abraham González todavía vivía como civil en la Banda Oriental; el Batallón Cazadores no existía entonces, lo mismo que los batallones 1° y 6°, que eran regimientos; no había un Batallón Blandengues pues era un cuerpo de caballería; Martín Miguel de Güemes (y no Güemez) no integró el regimiento Húsares, sino que estaba con las milicias de Tarija, que Luis Paz ignora en la enumeración.

Intercambio de notas

Al llegar en las primeras horas de la mañana la vanguardia del Ejército del Norte frente a la fortaleza, González Balcarce ordenó atrincherarse en el lugar denominado Portugalete y envió a la fortaleza a Santiago Carreras con una carta —que fechó con fecha del día siguiente— a exigir el reconocimiento a la junta:

Las tropas de la capital que se hallan á la vista de V.ds ni vienen á hacer conquistas ni ha derramar la sangre de sus connacionales y compatriotas. El tirano de la Europa está en posesion de la Metropoli, y para conservar á nuestro augusto y desgraciado soberano el señor don Fernando VIl este rico patrimonio de su corona es necesario reunir los votos de los pueblos por medio de Diputados para que un Congreso general establezca el gobierno á que han de sugetarse estas Provincias mientras que la península se halla en aquel estado; Buenos Aires no aspira á mandarlas, y es una impostura atribuirle á este principio la remision de la fuerza: sabe si que los pueblos interiores, sin escepcion ninguna tiene sus mismos sentimientos, y que no pueden demostrarlo por la opresion á que los han reducido los tiranos mandatarios; contra esta original conducta se dirigen los batallones de mi mando; si V.des están decididos á sostenerla, ván á avanzar á todo coste; pero si Vds. quieren agregarse á la justa causa que los conduce, en ellos, en mi y en cuantos constituyen la Expedicion de auxilios encontrarán V.ds la mejor disposicion para perpetuarse la union y fraternidad que debe reinar y que venimos buscando.
Dios G.de á V. m° a°
Cuerpo de la Vanguardia del ejército Auxiliar en las inmediaciones de Santiago de Cotagaita, 28 de Octubre de 1810.
Señores Generales, Comandantes de los cuerpos y oficiales de las tropas del Alto Perú.

Córdoba y Rojas respondió:

Acabo de recibir el oficio de Vd. con fecha de mañana; y aunque deberia ser dirijido á mi como General en jefe, viniendo rotulado á los Generales, Comandantes y oficiales del ejército de mi mando, los he hecho juntar á presencia del mismo parlamentario y todos unanimemente han dicho, que los sentimientos de la Junta de Buenos Aires son muy contrarios á lo que manifiestan sus papeles públicos y espresa Vd. en su enunciado: Que se halla Vd. muy equivocado en decir, que el voto de los pueblos del Alto Perú sea igual en sentimiento á la que fué Capital del Virreinato, pues uno que otro faccioso que haya en ellos, no constituye generalidad. Todos los pueblos y el ejército de mi mando están dispuestos á rechazar con las armas á los que intenten invadir posesiones tan preciosas de nuestro Rey Fernando. Si Vd. cree que puede vencer debe atacarnos siguiendo su plan de operaciones; pero le advierto que el conquistar el Perú es obra muy árdua pues son muchos los enemigos y obstáculos que tiene que vencer, siendo el primero un respetable ejército, que está a mis inmediatas órdenes, el que desde luego cumplirá su deber, pues tienen muy impresa en su imaginación la viva imagen de nuestro desgraciado monarca el señor don Fernando VII, á quien han de defender hasta dejar de existir.
Dios G.de á V. E. m.s a.
Cuartel general de Cotagaita, Octubre 27 de 1810. José de Córdoba y Roxas.
Sr. Don Antonio Gonzalez Balcarce, Mayor General de las tropas de Buenos Aires

El combate

Negado el reconocimiento, y con solo una hora de descanso de los soldados, el ataque de González Balcarce comenzó a las 10 de la mañana y finalizó a las dos de la tarde. Los atacantes se dividieron en tres columnas y se intercambió fuego durante cuatro horas, no pudiendo expulsar a los realistas de sus trincheras.

El ataque principal se produjo contra los reductos de la derecha, siendo rechazadas varias cargas y finalizando con la salida de los soldados del Real Borbón y voluntarios del Rey para desalojar a los atacantes que ocupaban la altura de Portugalete. El ataque a los reductos del centro y de la izquierda también fue rechazado, saliendo los dragones de Chichas fuera de las trincheras, mientras que los provinciales de Potosí y los milicianos de Puno lograron desalojar a los atacantes de un cerro aledaño.

Córdoba y Rojas describió el combate según su punto de vista en un oficio enviado a Nieto el mismo día:

Las columnas enemigas que estaban desordenadas a mi frente se dividieron en dos y avanzaron por las faldas de la cordillera de cerros que forman la quebrada, un obús de seis pulgadas vino por mi derecha y un cañón de a cuatro se mantuvo algo a mi izquierda, con estas dos piezas únicas que han tenido, rompieron el fuego a tiro largo a las diez y media de la mañana, y hallándome yo en el reducto del centro, hice se le contestase con dos cañones de a 4”; así siguieron avanzando aunque en pelotones, desordenados, y trataron de establecer su artillería sobre una altura que dominaba mi línea de defensa en donde hay situado un molino a quien no había hecho destruir más que sus corrales y alguna tala de árboles, por no causar gran daño al propietario y pueblo que se sostiene de él, pero conociendo sus ideas, y que tal vez sostendrían esta posesión con fusileros en la cúspide de un cerro, a cuya meseta está situado, me dirigí al 4° y 5° reducto que estaban haciendo buen fuego de cañón, y mandé que las dos compañías veteranas del real Borbón a las órdenes del capitán graduado de teniente coronel don Juan de Dios Cabero e igual número de los voluntarios del Rey al mando del bizarro capitán don José Fernando de Hontaneda pasasen la quebrada del camino de Portugalete, y ocupasen la altura.

Si yo me hubiese detenido un corto momento en tomar esta determinación, desde luego hubieran sacado los enemigos grandes ventajas de aquel puesto, pues sus tropas empezaban a ocuparlo cuando llegaron las cuatro compañías enumeradas quienes atacando vivamente a ochenta hombres que allí se hallaban los desalojaron haciéndoles huir vergonzosamente, con no poca pérdida de muertos y heridos en su retirada, y la de dos prisioneros de los cuerpos de andaluces y arribeños que se rindieron; habiendo tenido por nuestra parte herido al capitán Cabero un soldado veterano y dos voluntarios del Rey.

Visto por los enemigos que la posición del molino les era ya desventajosa por ser nosotros dueños de la altura que lo domina, avanzaron el obús sin embargo de mi continuado fuego, y lo apoyaron en un rancho del frente de mi reducto del centro, en que estaba el distinguido teniente comandante de artillería don Miguel Mujía, y a tiro muy corto rompieron nuevamente el fuego con bastante viveza. La columna de mi izquierda siguió adelante con el cañón de a cuatro sostenido por los negros y mulatos que ocuparon el cerro del camino de la quebrada de Cinti, pero los fuegos vivos y bien dirigidos del subteniente de artillería don Luciano Cabral, a quien había encargado del primer reducto de la izquierda, cuyo nombre es Real Fernando, no sólo los contuvo, sino que les hizo grandes destrozos.

Los granaderos del provincial de Potosí reforzaron la altura en que estaba apoyado éste, y con parte de tropa de la división de división de Puno que la ocupaban se batieron muy bien con los negros y mulatos. Así continuaba el fuego de una y otra parte cuando a las dos y media, y después de cuatro horas de combate empezaron a retirarse llevándose el obús bajo los fuegos de su fusilería atrasada en los altos de la espalda, y hallándome yo con cuatro cañones desmontados de los diez que tenía y sin más de 40 balas rasas de a dos, tuve que hacerlos cesar y contentándome con verlos correr, pues aunque hubiera picado su retaguardia como tenía premeditado y dispuesto no lo pude verificar a causa de que fugándose los arrieros me faltaban las 600 mulas pedidas.

Parte del Córdoba y Rojas sobre el combate de Cotagaita

Exmo Sor.

El 27 me dirijí á atacar las fortificaciones enemigas en Cotagaita como lo verifique á las dies de la mañana, desde cuia hora, hasta las dos de la tarde se sostubo de ambas partes el fuego más activo que puede imaginarse pero reconociendo que no era posible penetrar hasta las trincheras enemigas, dispuse retirarme, lo que se efectuó con el mejor orden, sin que se atreviesen los contrarios á perseguirme, ni á salir uno solo de sus parapetos. En la misma tarde acordamos en una Junta de Guerra, que era indispensable retroceder á reforzarnos, proveernos de municiones de Artillería, subsistencias, y caballerías pues si tan extrema la escaces de estos articulos que no hay absolutamte. como poder operar por su falta: mi dirección á Suipacha, donde esperaré los auxilios indicados, y las superiores ordenes de V. E. para lo que debo executar.
El Capitan D. Santiago Carrera impondrá V. E. circunstanciadamte. de lo ocurrido en dha. accion y de lo demas que es preciso facilitar para volver á internarnos prontamte. como interesa.
Dios guarde á V. E. ms. as. Mashara 29 de Octre. de 1810.
—Exmo Sor.—Antonio Gonzalez Balcarce.

Parte de González Balcarce

Cuando ya se hallaba el ejército en Potosí el tarijeño José Antonio de Larrea escribió una relación a la Junta de Buenos Aires dando detalles de la participación de las milicias de Tarija en el combate de Cotagaita, confirmando la presencia de Martín Miguel de Güemes como capitán agregado a su regimiento:

(...) con el resto de mi tropa que había quedado a mis órdenes y habiendo llegado a las diez y media del día, encontramos que ya habían roto la acción, entré con mi gente de la que se dispuso para el ataque, en ocasión que ya los tarijeños que los trajo por delante el señor general al comando del capitán don Martín Güemes, y don Pedro Galup, se hallaban sosteniendo el punto por donde los enemigos desfilaban a cortarnos la retaguardia, el que lo defendieron con la mayor bizarría, frustrando el intento del ejército contrario, con lo que pudimos lograr la retirada, después de un fuego el más activo, de cuatro a cinco horas (...)
Oficio de José Antonio de Larrea a la Junta de Buenos Aires

El 16 de noviembre de 1810 Calixto Ruiz Gauna envió un oficio a la junta expresando:

El 27 del próximo pasado octubre dispuso dicho señor mayor fuese en calidad de emisario al ejército enemigo el capitán don Santiago Carrera, pero no habiendo sido admitidas las propuestas que llevaba, se rompió el fuego que duró más de tres horas lográndose con esta tentativa el reconocimiento y disposición de las fuerzas enemigas, desengañándose así ese jefe de lo que le habrían asegurado en orden a que se pasarían a nosotros luego de enfrentadas las tropas. El corto número de las nuestras, el haberse logrado por entonces el fin propuesto, el excesivo calor de aquel día, y demás bien premeditadas medidas del señor Balcarce, fueron suficientes motivos para que dispusiese la retirada en el mejor orden, y aunque yo le propuse, según mi práctica en los caminos, el atacarlos en una trasnochada, no nos resolvimos a ello, consultando la mayoría de fuerzas. Sin embargo, nuestras tropas hostigadas del calor excesivo de aquel día, y enervados con el que mantienen en sus esforzadas empresas, se acercaron a beber agua de las trincheras enemigas, y el capitán don Diego Saavedra con los ayudantes, bebieron igualmente, y se pasearon con el mayor denuedo. Nuestra primer retirada fue al paraje nombrado Casón, en donde por orden del señor Balcarce, trinqué la artillería y nos retiramos al de la Ramada el 28, buscando seguidamente en el de las Peñas Amarillas pasto para las mulas.

Versiones controversiales

En 1871 el exgobernador salteño Miguel Otero escribió sus Memorias, que permanecieron inéditas hasta 1946 cuando fueron publicadas bajo la dirección de Miguel Solá. En ellas Otero hizo una controversial descripción del combate de Cotagaita, del que no participó ya que se hallaba en Chuquisaca, adjudicando a Martín Miguel de Güemes el comando de las tropas y responsabilizándolo por la derrota. Afirmó también en contra de los documentos históricos que las tropas participantes solo eran de Salta y de Tarija, y que Vicente Nieto en persona comandó la defensa de la fortaleza.22​

Por la mañana del 27 de octubre arribó a la vista de Cotagaita la primera división de la Patria, al mando de su comandante en Jefe Dn. Martín Güemes, compuesta por tropas de Salta y de un batallón de milicias de Tarija, perteneciente a la misma provincia. Con un valor imprudente y atolondrado en dispersión. Puesto fuera de tiro reunió su tropa y, manteniéndola formada en el llano, subió el cerro de su izquierda o del Oeste, para observar y reconocer con un anteojo la fortificación del enemigo, operación que debió ejecutar antes de emprender el ataque, pero hace el necio al fin (...) Vio que no tenía fuerzas para vencer tan seria dificultad, y no teniendo allí más agua que la del río, que iba por contra la muralla enemiga, se retiró al Vallecito de Cazón, legua y media más de acá de Cotagaita. Allí permaneció con su división , manteniendo descubiertas sobre el enemigo hasta el 31 del mismo octubre, en que el General Nieto destacó a su Jefe de Estado Mayor Córdova con 700 ó 800 hombres a perseguirlo (...)

La versión de Otero concuerda con la del cónsul británico en Buenos Aires (de 1825 a 1832), Woodbine Parish, quien en 1839 publicó el libro Buenos Ayres and the Province of the Rio de la Plata, traducido al español en 1852 por Justo Maeso:

Aprestóse en consecuencia una columna de 800 a 1000 hombres de las provincias de Salta, Jujuy y Tarija, que al mando del comandante Dn. Martín Güemes, salió al encuentro de Nieto, que se había atrincherado y fortificado en Santiago de Cotagaita de una manera inespugnable. Güemes sin embargo de la superioridad del enemigo, que era más del doble en número, disciplina y armamento y que estaba a cubierto de una trinchera y foso por donde pasaba toda el agua del río, lo atacó el 27 de octubre del mismo año de 1810 y fue rechazado como debía serlo (...)

Otra versión controversial de Otero, coincidente con Parish y recogida por varios autores, es la de que Vicente Nieto estaba al frente de las tropas en el combate de Cotagaita:​

Desde muchos días antes del 27 de octubre, y no después como lo supone Castelli, había llegado el Gral. Nieto con su división a Cotagaita, y había concluido ya sus fortificaciones, reducidas a colocar una batería de cuatro piezas en la loma de la izquierda (...)

Retirada

Al agotar las municiones de los cañones, González Balcarce dispuso retirarse sin haber logrado asaltar las trincheras, resultando tres muertos y 6 heridos en sus filas y el abandono de su cañón realizado por Urien. La retirada se realizó sin que Córdoba y Rojas ordenara una persecución debido a que su caballería estaba desmontada y la noche anterior los arrieros escaparon con 600 mulas. Solo dos días después envió dos columnas hacia Tupiza:

Para completar la victoria deshaciendo a los enemigos que van huyendo en completa dispersión he mandado, dos destacamentos de ciento cincuenta hombres cada uno bajo las órdenes de los capitanes don Francisco González de la Peña y don José Fernando de Hontaneda (...)

Después de las acciones de Cotagaita, las fuerzas revolucionarias se vieron obligadas a retirarse en dirección a Tupiza y luego hacia el río Suipacha, a la espera de refuerzos, lugar en donde poco después lograron después su primer triunfo, la batalla de Suipacha.

Los dos comandantes difieren en sus partes respecto a la retirada, que según González Balcarce fue por propia voluntad y en orden: dispuse retirarme, lo que se efectuó con el mejor orden; mientras que Córdoba y Rojas escribió que estaban huyendo en completa dispersión.
Bajas

En cuanto a las bajas, Córdoba y Rojas comunicó durante el combate que tengo la desgracia de que se me han desmontado tres piezas de cañón, y tengo herido aunque levemente, al valiente capitán Cabero (Juan de Dios Cabero) y que tomándoles un prisionero del cuerpo de Andaluces. En el oficio detallado expresa: haciéndoles huir vergonzosamente, con no poca pérdida de muertos y heridos en su retirada, y la de dos prisioneros de los cuerpos de andaluces y arribeños que se rindieron; habiendo tenido por nuestra parte herido al capitán Cabero un soldado veterano y dos voluntarios del Rey.

González Balcarce en el oficio del 1 de noviembre solo admite que En la del 27 hemos tenido tres muertos y seis heridos, entre los cuales estaba El atolondrado y covarde comte. de Artilleria D. Juan Ramon Urien.

Notas


El nombre Provincias Unidas del Río de la Plata no fue usado oficialmente hasta el 22 de noviembre de 1811.
Los jefes militares estaban subordinados al virrey del Perú, que a su vez reconocía al Consejo de Regencia de España e Indias

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 06 Abr 2018 20:42

El crucero Canarias y la tentativa de salvamento de los náufragos del Bismarck


El 27 de mayo de 1941, a las 1039, tras una caza encarnizada en la que la Marina Británica aventuró al máximo sus posibilidades, desaparecía en aguas del Atlántico Norte en las circunstancias de todos conocidas y con la bandera arbolada, el acorazado alemán Bismarck, una de las unidades navales más potentes y hermosas en su tipo construidas a lo largo de la Historia.

A esa misma hora, centenares de hombres que habían conseguido abandonar su barco cuando recibieron la orden para ello, forcejeaban contra las olas, esperando ser recogidos por las unidades británicas, únicas presentes en el escenario final del combate. Entre ellos estaba el Maschinen-Gefreiter (aspirante mecánico) Kurt Heinz Trenkmann que flanqueado de camaradas contemplaba desolado como su querido Bismarck daba la vuelta poco a poco, y poniendo la quilla al aire, descendía a las profundidades del Océano inclinado levemente hacia popa. Mientras tanto, Trenkmann y el puñado de hombres que le rodeaban, emocionados ante la escena, embadurnados de petróleo y debatiéndose en el agua, lo despedían brazo en alto cantando con voz agarrotada el “Deutschland Über Alles”, su himno nacional

Pocas horas antes, en la madrugada del 27 de mayo, cuando las estaciones radio del III Reich tuvieron conocimiento de la situación extrema en la que se hallaba el Bismarck a través de mensajes británicos y noticias de prensa de la agencia Reuters, las autoridades navales alemanes comenzaron a evaluar las medidas que se podían adoptar para lograr el rescate de los supervivientes del acorazado, una vez finalizada la acción.

Como resultado de las gestiones realizadas por el vicealmirante Otto Schniewind, jefe de estado mayor del Seekriegsleitung (Alto Mando de la Kriegsmarine, en Berlín), con la Armada española a través del capitán de navío Kurt Meyer-Döhner, agregado naval a la embajada de Alemania en Madrid, el almirante Salvador Moreno Fernández, ministro de Marina, envió a El Ferrol, previa autorización de Franco y conocimiento de la Royal Navy, el siguiente radiograma:

“Ferrol, día 27 de mayo 1941. RADIOGRAMA De MADRID, Para EL FERROL DEL CAUDILLO. Texto: Del MINISTRO DE MARINA al COMANDANTE GENERAL DE LA ESCUADRA. N.º Origen 13151. Sírvase V.E. disponer salida urgentísima de un crucero y de ser posible dos destructores, misión prestar auxilio náufragos buques de guerra alemanes entre ellos BISMARCK batido, situación aproximada 48 º Latitud Norte, 15º Longitud Oeste. Interesa servicio Almirantazgo alemán y se desea desempeñarlo con la urgencia necesaria. Ampliaré información así como medidas que se adopten. Hora sad.ª: 05 h 20 m. Recibido en Hora 07h 45m.”

Al tener conocimiento de la decisión española de apoyar la operación, el granalmirante Erich Raeder, comandante supremo de la Kriegsmarine, ordenó trasmitir desde Paris a las 0835 del 27 de mayo al Marinegruppe West (Grupo Oeste) alemán el siguiente comunicado dirigido al almirante Günther Lütjens, comandante de la Flota alemana con insignia en el Bismarck:

“Hoy, alrededor de las 1100, el crucero español Canarias y dos destructores salen de El Ferrol [hacia el cuadrante BE 6153] en previsión de prestar asistencia. Velocidad de 20 a 22 nudos.”

El barón von Müllenheim-Rechberg, el oficial más antiguo entre los supervivientes del acorazado alemán, no recuerda en sus memorias que esta señal fuese anunciada por megafonía a la dotación como lo fueron otras. Al parecer, el mensaje debió recibirse cuando su buque estaba siendo fuertemente cañoneado a cortas distancias por los acorazados británicos King George V y Rodney desde las 0847, y es de suponer que las superestructuras y antenas habían sido gravemente afectadas por los impactos y la metralla de la artillería gruesa del enemigo. El Bismarck se hundiría con la bandera izada y gran parte de su brava dotación a las 10'39 del 27 de mayo, en medio de un temporal fuerza ocho.

De acuerdo con el citado radiograma del Ministerio de Marina, y en virtud de la Orden de Operaciones n.º 91 del E.M. de la Escuadra, comenzaron el alistamiento en la base de Ferrol el crucero Canarias (capitán de navío Benigno González-Aller Acebal), y los destructores Gravina (capitán de fragata Félix Ozámiz Rodríguez) y Alcalá Galiano (capitán de fragata Ramón de Aubarede y Leal). El vicealmirante Francisco Bastarreche Díaz de Bulnes, comandante general de la Escuadra, quedó en tierra enfermo y, por consiguiente, su insignia fue arriada. El estado mayor, bajo la jefatura del capitán de navío Juan Pastor Tomasety, permanecería a bordo del crucero.

Al recibir la orden de operaciones a las 0600 horas del 27 de mayo, el Canarias estaba en aquel momento listo para desempeñar comisión fondeado con un ancla a 550 m del palo de señales de la cortina del Parque del Arsenal de Ferrol, en la prolongación del espigón. Una vez el comandante a bordo ordenó el encendido de las ocho calderas, se embarcaron mantas y otros efectos en previsión de la posible recogida de náufragos y heridos.

A las 1000 fueron retiradas dos de las calderas encendidas. Casi en el momento en que se producía el hundimiento del Bismarck, a las 1140, el crucero, en babor y estribor de guardia comenzaba la maniobra para salir a la mar. Cuando pasó a la altura del crucero Almirante Cervera fondeado en bahía, éste le envió por banderas del Código de Escuadra el tradicional “Buen viaje”.

La navegación por la ría de Ferrol se efectuó con mala visibilidad y chubascos de lluvia y granizo. Una vez fuera de puntas, a 1212 gobernó a montar el cabo Prior con fuerte marejada, viento del oeste fuerza 3 a 4 y visibilidad regular. Diez minutos más tarde, arrumbaba hacia la zona estimada del hundimiento del acorazado, aumentando la velocidad a 22 nudos.

Sin embargo, desde el principio, en el Ministerio de Marina existían dudas sobre la eficacia de la misión encomendada al crucero, y así, a 1245, el AJEMA (Almirante Jefe del Estado Mayor de la Armada) cursó el siguiente mensaje al Canarias:

“N.º de origen 13.154. Noticia Londres no confirmada asegura hundimiento Bismarck acaecido 12 horas de hoy. Se solicita Berlín confirmación, siendo casi seguro se ordene regreso Canarias a Ferrol. Entretanto siga arrumbando punto señalado en radio esta madrugada, única información que se posee. Extreme precauciones navegación.”

Poco antes, a 1240, había aparecido el destructor Gravina muy lejos por la popa del crucero, perdiéndose de vista al regresar a puerto a 1635 debido a la imposibilidad de aguantar la mar gruesa de proa, lo que le impedía mantener la conserva del Canarias a 22 nudos. El destructor Alcalá Galiano no llegó a salir debido quizá a las mismas causas meteorológicas o bien por no estar listo.

La mar iba en aumento; produjo averías en el tangón de babor y en el pallete de colisión del crucero, así como el destrincado de la horquilla de los paravanes antiminas, por lo que aminoró la velocidad a 10 nudos hasta que, una vez reparados los desperfectos, volvió a aumentarla a 22. Al ocaso, la mar era ya muy gruesa y el crucero sufría mucho; por ello el comandante moderó de nuevo a 20 nudos. A esta hora se encendieron las luces de navegación, alumbrado de cubierta y los signos exteriores de identificación, excepto los focos de iluminación de las banderas nacionales pintadas en las amuras y aletas de los costados, debido al mal tiempo reinante. A las 2235 seguía aumentando la mar de proa y el viento era fuerza siete del W1/4NW; en consecuencia, el comandante ordenó disminuir la velocidad a 18 nudos.

Comenzó la singladura del 28 de mayo con fuertes chubascos de agua y viento fuerza 8. Cuando amaneció, a 0530, fueron advertidas unas manchas de aceite alargadas, primer indicio de estar quizá en las proximidades de la zona del hundimiento del acorazado. A 0700 se recibió a bordo un mensaje con la orden de explorar el área comprendida entre los paralelos 47º 30’ y 48º N, y los meridianos 14º y 15º 30’W; además, puntualizaba que la zona considerada como la de posible pérdida del Bismarck estaba delimitada por los paralelos 48º y 48º 20’N y meridianos 15º 30’ y 16º W.

Ya de día, con mar muy gruesa, visibilidad reducida y viento fuerza 6 a 7 del NNW, desfogaron fuertes chubascos y se puso a régimen de 15 nudos, navegando en demanda de la zona a explorar. Iniciada la búsqueda de náufragos, a 1310, desde el E.M. de la Escuadra (capitán de navío Pastor Tomasety) se puso al AJEMA el siguiente radiograma:

“N.º de origen 3717. Situación al mediodía 48º N y 14º 30’ W, rumbo 290, velocidad 15 nudos, mar muy […..], viento NW fresco, achubascado. Mar dificulta extraordinariamente exploración. Dudo ver náufragos a no ser que casualidad nos lleve a ellos. Considero imposible operaciones salvamento si hubiera lugar. A 1100 avisté avión través estribor. Desapareció rápido sin hacer señal.”

A las 1350, se vio un salvavidas color rojo. A 1417 la estación radio del Canarias sorprendió el siguiente mensaje:

“Submarino alemán, avistó en 48º N y 15º 45’ W numerosos cadáveres y restos Bismarck. Submarino hace señales en (onda) 852 m para ser marcado.” El mensaje también fue recibido en Madrid a través de las autoridades alemanas y, a su vista, el AJEMA ordenó al Canarias a 1846 dirigirse “si le es posible a punto 47º 55’ N y 15º 48 W, donde insiste Almirantazgo (alemán) flotan muchos cadáveres y procure recoger los que le sea posible. Es importante y conveniente”.

A todo esto, el crucero español había puesto proa a sotavento de la marcación del submarino obtenida con el radiogoniómetro. La mar continuaba siendo gruesa, aunque el viento del NW había caído a fuerza 3 a 4, y la visibilidad era buena.

A 2245 del 28 de mayo, el buque meteorológico alemán Sachsenwald (Wetterbeobachtungsschiff WBS 7), al mando del Kapitän Leutnant zur See (S) (alférez de navío) Ernst-Heinrich-Wilhelm Schütte, comunicaba a su vez que había logrado rescatar de la mar dos supervivientes que permanecían a bordo de una balsa neumática situada en 47º 40’ N y 15º 15’ W.

La noche del día 28 y la mayor parte de la singladura del 29, González-Aller continuó la búsqueda en la zona ordenada. A 0720 de este último día se recibió a bordo la información de haber salido a 0200 de sus bases respectivas, dos aviones tipo Focke-Wulf-200C Condor, de la Luftwaffe; tenían instrucciones para enlazar por radio con el crucero en las frecuencias que se especificaban. En el trascurso de la exploración fueron avistados flotando diversos objetos (maderos, una verga, palletes, enjaretados, cajones, etc.) y manchas de aceite; en casi todos los casos se maniobraba a la voz hasta reconocer su naturaleza. A 1219, los serviolas observaron por la popa uno de los aviones Focke-Wulf-200C que dio dos vueltas sobre el barco y se alejó hacia la Francia ocupada. A partir de las 1040, el Sachsenwald comenzó a emitir señales radio para facilitar su localización.

A 1940, desde el Canarias fue avistado un submarino alemán del tipo VII B, al parecer el U 74, en superficie y también de patrulla por la zona del hundimiento de acorazado. El crucero arrumbó hacia él e izó su numeral internacional. Al estar próximos ambos buques, el submarino trasmitió con el proyector de señales un mensaje en español que decía:

“No puedo señalarle (¿identificarme?). El comandante pregunta si tiene algún sobrevivo (sic) a bordo. En dirección 009º en 5 millas se han encontrado durante la última noche los últimos sobrevivos (sic).”

El crucero contestó negativamente y ambos buques prosiguieron sus patrullas respectivas. A las 2010, los serviolas vieron en superficie otro submarino del mismo tipo que el anterior, probablemente el U 48, y poco después, se avistaba a 2121 un tercer submarino, esta vez del tipo VII C, saliendo a superficie, quizá el U 556 al mando del Kapitänleutnant Herbert Wohlfahrt.

El 29 a 2347, el Canarias avistó al buque meteorológico citado anteriormente y a 2350 intercambió con él señales de reconocimiento en Morse. Inmediatamente, Schütte, comandante del Sachsenwald, escaso de provisiones y viendo lo improductivo de la búsqueda, puso rumbo a Francia para entrar en Burdeos a mediodía del primero de junio. Por su parte, el crucero español reanudó la patrulla.

El día 30 amaneció con viento del Norte rolando al SW, fuerza 2 a 3, mar tendida y visibilidad buena a regular. Entre 0639 a 0723 los serviolas advirtieron la presencia de dos submarinos en superficie navegando con independencia, posiblemente el U 48 y el U 73 , ambos del tipo VII B


Poco más tarde, se avistaron desde el crucero dos cadáveres flotando que fueron izados a bordo con rezones entre 0820 y 1000. La maniobra de aproximación y la difícil recogida de los cuerpos se realizaron gobernando con las máquinas a la voz del comandante. Una vez a bordo los cuerpos, y dando por cumplida la búsqueda de supervivientes, a 1015 el Canarias puso proa a La Coruña al rumbo 140, régimen de 16 nudos con viento SW fuerza 2 a 3 y mala visibilidad. A 1054 se observó la presencia de otro submarino, presumiblemente uno de los tres señalados anteriormente.

Finalizada la maniobra de recogida, a 1055 el EM. de la Escuadra puso en conocimiento del Ministro de Marina estos hechos mediante mensaje que decía:

“A 9 horas, en 47 grados 45 minutos Norte y 15º 50 minutos Oeste, recogiendo cadáveres, tengo dos a bordo. Avisté 3 submarinos y un avión.”

Por las placas de identificación halladas en los cuerpos rescatados se trataba del Musikgefreiter (marinero aprendiz de músico) Walter Grasczack, y el Marinesignalgast (señalero) Heinrich Neuschwand. El E.M. de la Escuadra trasmitió el mismo día 30 a 1900 horas el siguiente mensaje que tenía como destinatarios el Ministro de Marina y el Comandante General del Departamento de Ferrol:

“Nº de origen 3737. Llegaré mañana a 12 horas a Coruña. Ruego V. E. remolcador para atracar y espero instrucciones para entrega cadáveres.”

No he encontrado la respuesta a este mensaje en los archivos consultados, pero al parecer, por orden del Mando, recibida a través del E.M. de la Escuadra y para evitar posibles manifestaciones pro germanas al llegar el crucero a España, se dispuso que los cadáveres de los marineros fuesen devueltos a la mar con honores militares antes de entrar en aguas jurisdiccionales españolas. Tras practicarles el citado reconocimiento médico e inyectarles formol, los cuerpos fueron amortajados en sendos coys, lastrados convenientemente y amarrados entre sí. Una vez trasladados a la banda de estribor de la toldilla del crucero, serían colocados en un tablero y cubiertos por la bandera alemana sobre la que se depositó un crucifijo.

A partir de la salida del sol del día 31, fue dispuesta una guardia de honor formada por un cabo de Infantería de Marina y cuatro marineros descubiertos y situados alrededor del túmulo. A las 1000 del mismo día, navegando en demanda de La Coruña, se pusieron las banderas a media asta y formó la dotación franca de servicio mudada de blanco con el comandante al frente y el barco parado. El capellán rezó un responso, tras el cual la guardia militar disparó una descarga de fusilería y la banda de música del Estado Mayor de la Escuadra interpretó el himno nacional alemán mientras se hacía bascular el tablero, deslizándose los cadáveres al agua en la situación 43º 46 N y 08º 34 W. Durante la ejecución del himno, la guardia militar presentó armas y la dotación permaneció brazo en alto. Seguidamente, el crucero completó una vuelta a estribor alrededor del lugar de fondeo de los cadáveres con la marinería en posición de firmes. La ceremonia fue presenciada a distancia por un hidroavión alemán que apareció por el oeste y se dejó de ver por el NW.

Emprendida de nuevo la navegación en demanda de La Coruña, el crucero quedó atracado a 1253 en el muelle de petroleo de este puerto. Tras rellenar de combustible se trasladó a El Ferrol, donde el 2 de junio a las 1024 fondeó en las proximidades del palo de señales de la cortina del Parque del Arsenal de Ferrol. Antes de llegar a La Coruña, a 0000 horas del 31 de mayo, se había recibido a bordo una felicitación del Mando “por nuevo servicio prestado a España”.

Agradecimientos

El 2 de junio, el ya citado capitán de navío Kurt Meyer-Döhner, agregado naval a la embajada de Alemania en Madrid, remitió al comandante del Canarias una carta muy expresiva agradeciéndole la acción del crucero que “quedará para siempre grabada en los corazones de todos los marinos alemanes.”

El 16 de junio, el mismo agregado naval enviaba también al capitán de navío González-Aller una fotografía del granalmirante Dr.h.c. Raeder en marco de plata con cordial dedicatoria firmada por él personalmente. Meyer-Döhner añadía en la carta que acompañaba al retrato, “el Jefe de la Marina de Guerra alemana quiere expresar con este regalo su gratitud personal al comandante del valeroso crucero Canarias y a la tripulación del buque a sus órdenes. El granalmirante me encargó además trasmitirle a Vd. sus saludos particulares que le envía en admiración del arrojo y de la disposición comprobada en la salida del Canarias.”

A su vez, el 6 de junio, Raeder despachó una carta muy amable al almirante Salvador Moreno Fernández, ministro de Marina español, en agradecimiento por haber ordenado la salida del Canarias en auxilio de los náufragos del Bismarck, mientras el canciller Adolf Hitler hacía lo propio con otra fotografía suya firmada sin dedicatoria – como era su costumbre –, donde consta el día del hundimiento del acorazado.

No tardó la Prensa de hacerse eco del suceso. Así, el 7 de junio, el diario ABC publicaba la noticia de este modo:

“HONORES DE ESPAÑA SOBRE LAS AGUAS DE IRLANDA, A LOS HÉROES DEL “BISMARCK”

“Ha cabido a nuestro crucero Canarias el honor de recoger, sobre las turbulentas aguas del mar de Irlanda, los restos de los marinos alemanes que perecieron en desigual combate, después de haber realizado la hazaña de hundir a uno de los buques más poderosos del mundo. El episodio del Bismarck, que es historia y hermoso ejemplo, ha tenido un epílogo que ahora se revela y en el cual la Marina de Guerra española ha cumplido con oportuno esfuerzo las leyes del mar y sus ritos impresionantes.

El Canarias forzó sus máquinas y atravesando una zona de fuertes temporales, puso proa al lugar en que el Bismarck se hundía. Veinte horas de navegación a toda máquina, rompiendo la galerna, en angustioso alerta todos los servicios para ganar la milla y el minuto, con una angustiada esperanza de camaradería y humanidad… En las pupilas de los marinos españoles, entre las brumas del Atlántico norte, se debió reflejar por última vez el fino perfil del buque alemán, ya legendario. Fue el homenaje del Canarias, el primero y más encendido a los ya inertes héroes que flotaban en las aguas ensangrentadas todavía. Fueron recogidos y envueltos en la bandera de combate, sepultados en el ancho mar, que es la sepultura del marino. Parte de una deuda de honor, amor y camaradería se saldaba en aquella hora, que muy recientes están los combates en que, bajo el cielo de España, lucharon juntos españoles y alemanes contra enemigos comunes. Las honras militares a los héroes fueron españolas, sobre la cubierta de un buque lleno de gloria militar.

El fantástico crucero realizado por el Canarias es modelo de precisión, de esfuerzo y de arte de navegar, con espléndido rendimiento de hombres y máquinas y seguridad de rumbo en la marcha y en las exploraciones. Alemania ha agradecido el comportamiento, y el almirante Raeder ha expresado a nuestro Gobierno la gratitud del gran Reich. Nos sentimos orgullosos de nuestros marinos.”

El acorazado Bismarck


El acorazado Bismarck fue botado en los astilleros Blohm & Voss de Hamburgo, el 14 de febrero de 1939 y entregado al Marina alemana el 24 de agosto del año siguiente. De un desplazamiento máximo de 50.955,7 toneladas, sus medidas eran de 251 m de eslora, 36 de manga y calado de 10,2 a plena carga. Estaba armado con 8 cañones de 38 cm, 12 de 15 cm, 16 antiaéreos de 10,5, otros 16 de 37 mm y 12 ametralladoras de 20 mm. Podía embarcar hasta cuatro hidroaviones Arado-196 para observación del tiro. La planta propulsora se componía de tres juegos de turbinas alimentadas por doce calderas de alta presión con 150.000 caballos de potencia que le proporcionaban más de 30 nudos de velocidad máxima. Autonomía 9.280 millas a 16 nudos. Poseía un fuerte blindaje. La dotación en su última salida a la mar ascendió a 2.206 hombres.

El Bismarck, al mando del capitán de navío Ernst Lindemann e insignia del almirante Günther Lütjens, acompañado por el crucero pesado Prinz Eugen (capitán de navío Helmuth Brinkmann), participó en la operación “Rheinübung” (Ejercicio Rhin) contra el tráfico británico en el Atlántico Norte, durante la que resultó hundido el acorazado el 27 de mayo de 1941. AGA.

El crucero pesado Canarias


Fue botado el 28 de mayo de 1931 en los astilleros de la Sociedad Española de Construcción Naval de Ferrol. De proyecto tuvo las siguientes características: desplazamiento estándar 10.282 toneladas y 13.230 a plena carga; dimensiones: eslora 193,90 m, manga 19,51 m, puntal 12,75 m calado máximo a popa 6,51 m; propulsión: ocho calderas, cuatro grupos de turbinas y cuatro ejes, potencia máxima 94.617 caballos, velocidad máxima en pruebas 33,69 nudos, autonomía 8.000 millas a 15 nudos; armamento: ocho cañones de 203,2 mm en cuatro torres dobles, ocho montajes sencillos de 120 mm, ocho de 40 mm; dotación inicial de 800 hombres en 1936.

En 1935 efectuó las pruebas de mar. Al comenzar la Guerra Civil, el 17 de julio de 1936, el crucero estaba en armamento en Ferrol y fue alistado urgentemente en treinta días. Participó muy activamente en la campaña y a partir de su finalización en 1939 fue buque insignia de la Flota hasta el 17 de diciembre de 1976, en que sería dado de baja. En mayo de 1941 estaba al mando del capitán de navío Benigno González-Aller y Acebal e izaba la insignia del vicealmirante Francisco Bastarreche Díaz de Bulnes, que tenía como jefe del Estado Mayor al capitán de navío Juan Pastor Tomasety.

Publicado por José Ignacio González-Aller el Jun 25, 2014


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Si ignoras lo que pasó antes de que nacieras, siempre serás un niño.
Marco Tulio Cicerón.


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