HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 25 Mar 2016 21:13

Excmo. Sr. D. Gaspar DE VIGODET Capitán General del Ejercito Español


José Gaspar de Vigodet más conocido como Gaspar de Vigodet o bien como aparece en algunos documentos históricos: Gaspar de Bigodé1 o Bigodet2 y apodado por sus compañeros de armas como "Vidogo" (Sarrià de Barcelona, 1764 – Madrid, e/ noviembre y diciembre de 1835) era un militar español de origen francés que tras su designación como gobernador de Montevideo en 1810 y luego como capitán general y gobernador de las provincias del Río de la Plata en 1811, se convertiría en la máxima autoridad de este virreinato y en su último gobernante colonial.

Sin embargo, su cargo solo fue efectivo en la Banda Oriental por lo que no fue reconocido en la mayoría del territorio rioplatense, ya que estaba controlado fácticamente por las autoridades de Buenos Aires, y por lo cual organizaría la resistencia realista desde Montevideo, designada como nueva capital por su antecesor, el virrey Elío, hasta que la ciudad fuera sitada por segunda vez el 20 de octubre de 1812 y cayera en manos patriotas a mediados de 1814.

Posteriormente al llegar a España, sería ascendido al rango de teniente general, y luego comandó la capitanía general de Andalucía en el año 1814 y la de Castilla la Nueva en 1820.

Por sus méritos defendiendo a la Corona española se le concedió la Cruz Laureada de San Fernando y fue nombrado caballero gran cruz de la Orden de Isabel la Católica (1815), caballero gran cruz de la Orden de Carlos III (1816) y caballero gran cruz de la Orden de San Hermenegildo (1818).

Como militar participó en el sitio de Gibraltar desde el 30 de agosto de 1782 al 4 de febrero de 1783, siendo ascendido a subteniente el 1º de enero de este último año, y en la Campaña del Rosellón en 1793.

Fue nombrado segundo comandante en 1806, con el grado de teniente coronel, y poco después fue ayudante de estado mayor del ejército de Andalucía. Durante la Guerra de la Independencia Española intervino en el año 1808 en la batalla de Bailén del 19 de julio y en la de Tudela el 23 de noviembre, y por su accionar en la primera de ellas fue ascendido a coronel.

El día 1 de diciembre del mismo año pasó a la División de vanguardia como su comandante, y participó en el combate de Tarancón el 23 de diciembre, en la batalla de Uclés el 13 de enero de 1809, en la acciones de Mora el 18 de febrero y de Consuegra el 22 del mismo mes. Por sus meritorios servicios fue promovido a mariscal de campo el 16 de marzo de 1810.

Al poco tiempo era designado gobernador montevideano por el Consejo de Regencia de España e Indias el 7 de septiembre del mismo año, por lo cual, embarcó en la corbeta El Diamante rumbo a Sudamérica y ocupó el puesto al arribar a la ciudad el día 7 de octubre del corriente, que estaba ejercido en forma interina por Joaquín de Soria. Una de sus primeras medidas fue elevar al pueblo de «El Colla» al rango de villa con el nuevo nombre de Rosario, el 15 de octubre del corriente.

Al año siguiente sería asignado en el cargo de capitán general de las provincias de la Plata10 con sede en Montevideo el 18 de noviembre de 1811, sucediendo al último virrey Francisco Javier de Elío, en la defensa contra los avances de los independentistas rioplatenses. El sitio a que fue sometida la ciudad el 20 de octubre de 1812 lo obligó a intentar una salida pero fue derrotado por completo en la batalla de Cerrito el 31 de diciembre.

Derrotada la Real Armada en el Combate de Martín García por la escuadra patriota dirigida por Guillermo Brown durante la Campaña Naval de 1814 y privado de su apoyo, el sitio se cerró y el general Carlos María de Alvear obligó a negociar la entrega de la ciudad, concretándose finalmente con la firma de la capitulación de Montevideo el 20 de junio de ese año.

Regresó a España a finales de 1814 en donde sería ascendido a teniente general para convertirse en el nuevo comandante de la capitanía general de Sevilla, y el 24 de marzo de 1815 fue nombrado caballero gran cruz de la Orden de Isabel la Católica y como tal representó al Rey en el Brasil para negociar los acuerdos esponsales con la infanta María Isabel de Braganza, además de ejercer mandatos algo difusos en Río de Janeiro, donde intentó perjudicar a Alvear que se había refugiado en esa ciudad, después de su expulsión del Río de la Plata.

Debido a la instigación del teniente general Vigodet que había influido en la reina consorte luso-brasileña Carlota Joaquina de Borbón para que informara a su hermano el rey Fernando VII de la llegada del líder depuesto y de la actitud tomada por su representante en Río —el ministro Andrés de Villalba que estaba en la Corte de aquel país— ya que el coronel-ingeniero Ángel Augusto de Monasterio "el Arquímides de la Revolución de Mayo" al llegar a dicha ciudad, se comunicó por carta con el ministro español para proteger a Alvear de ser deportado a España, pudiéndolo salvar, y por lo cual, Vigodet solo lograría que el monarca remplazase al ministro antes citado.

Una vez en Madrid y por sus méritos, nuevamente fue nombrado caballero gran cruz de la Orden de Carlos III el día 9 de octubre de 1816, y en el año 1818 fue nombrado caballero gran cruz de la Orden de San Hermenegildo, y en el mismo año le sería asignado, pero esta vez la más preciada condecoración militar española, la categoría de Gran Cruz Laureada de la Real y Militar Orden de San Fernando.

Posteriormente, fue nombrado capitán general de Castilla la Nueva, en 1820. Al haber sido miembro de la regencia que destituyera al rey Fernando VII de España, debió exiliarse en Francia en el año 1823.

Al retornar de su exilio en 1834, después de la muerte del Rey, juró en Madrid el acta del nuevo Estatuto Real en las Cortes de la sesión regia promulgada por la regente María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, el día viernes 25 de julio del corriente, y al año siguiente en las citadas Cortes, votó unos proyectos el martes 27 de enero, el sábado 7 de febrero y nuevamente el martes 24 de marzo, además de dar un voto positivo el día lunes 4 de mayo y el miércoles 20 del mismo mes, siendo esta última fecha el final de su actividad pública, aunque aparece nombrado en una real orden del 24 de octubre del citado año con el grado de teniente general, por el cual se le adjudicó los "beneficios del doble tiempo de campaña" por consideración a los sacrificios y padecimientos en el Río de la Plata defendiendo a la Corona española como digno militar que fue.

Gaspar de Vigodet fallecería en Madrid entre los meses de noviembre y diciembre de 1835

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Gaspar de Vigodet fallecería en Madrid entre los meses de noviembre y diciembre de 1835
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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 25 Mar 2016 21:21

Excmo. Sr. D. Francisco DE PICOAGA Y ARRIOLA Militar Peruano en el Ejercito Español

Francisco de Picoaga y Arriola (Cuzco, 4 de octubre de 1751 - Cuzco, 29 de enero de 1815) fue un militar realista peruano. Luchó en el Alto Perú contra los patriotas rioplatenses y ascendió al alto rango de Mariscal de campo. En 1814 defendió Arequipa amenazada por los patriotas revolucionarios cuzqueños, pero fue derrotado en la batalla de la Apacheta, siendo tomado prisionero. Encerrado en un convento del Cuzco, murió asesinado.

Fue hijo del general José Picoaga y Juana Arriola. Estudió en el Seminario de San Antonio del Cuzco en el cual se destacó por su inclinación a las cuestiones teológicas. A lo largo de su vida mantuvo su amor a las letras y llegó a tener una magnífica biblioteca.

En 1786 como vecino notable y de influencia fue nombrado coronel del regimiento de milicias de su ciudad, ascendiendo después a teniente coronel de ejército. Contrajo matrimonio con Antonia Suárez, natural de Madrid, hija de Antonio Suárez, fiscal de la Real Audiencia del Cuzco.

En 1809, bajo las órdenes del brigadier José Manuel de Goyeneche, marchó a sofocar los primeros movimientos revolucionarios que estallaron en el Alto Perú (actual Bolivia). Después del triunfo realista y la ocupación de La Paz, volvió al Cuzco.

Nuevamente marchó al Alto Perú al frente del primer regimiento del Cuzco y bajo las órdenes de Goyeneche, para contrarrestar el avance de las fuerzas patriotas procedentes de Río de la Plata. Tuvo una considerable participación en la victoria alcanzada en Huaqui por las armas realistas el día 20 de junio de 1811.
Participó también en la batalla de Sipe Sipe librada el 13 de agosto de ese mismo año y ganada también por los realistas. Obtuvo por entonces su ascenso a brigadier de infantería. Enseguida avanzó hasta Yavi donde se situó con mil hombres de vanguardia. Le salió al encuentro el coronel argentino Eustaquio Díaz Vélez, pero Picoaga, obedeciendo órdenes superiores, marchó hasta Suipacha, donde encontró el resto de su división que marchaba a reforzarle. Díaz Vélez le siguió y se encontró con Picoaga frente a frente, con el río Suipacha de por medio. A principios de 1812 Díaz Vélez inició la ofensiva pero los soldados realistas lo repelieron con disparos de sus fusiles. Picoaga decidió contraatacar el 18 de enero, pero cuando ya se disponía a hacerlo, llegó al campo el brigadier Pío Tristán, mayor general del ejército, quien dispuso que se suspendiesen las hostilidades. Picoaga regresó al cuartel general de Potosí y ocupó Chuquisaca con su división, la cual obró sobre Cochabamba donde, apoyado por otras columnas realista, sofocó sangrientamente un nueva revolución, labor que culminó en mayo de 1812.

Tras los reveses realistas de Tucumán y Salta, Goyeneche renunció al mando de las fuerzas realistas en el Alto Perú. Las tropas se disgustaron de la separación de su general, particularmente el primer regimiento del «Cuzco», pero Picoaga logró imponerles la disciplina, debido al influjo que ejercía sobre sus tropas.

Los argentinos, al mando del general Manuel Belgrano, invadieron nuevamente el Alto Perú. El virrey del Perú José Fernando de Abascal, reorganizó el Ejército Real del Perú y en reemplazo de Goyeneche nombró al general español Joaquín de la Pezuela, recientemente llegado de la península ibérica. Belgrano continuó su avance y Pezuela resolvió atacarlo. Ocuparon los realistas las alturas de Vilcapugio, y descendiendo a la llanura, el 1 de octubre de 1813 al amanecer, se trabó una reñida batalla. El resultado parecía ya adverso a los realistas, cuando el primer regimiento del «Cuzco» conducido por Picoaga, y un batallón mandado por Pedro Antonio Olañeta hicieron prodigiosos esfuerzos y destrozaron el ala izquierda enemiga. En tan críticos momentos fue cuando el escuadrón de «Castro» atacó la retaguardia de Belgrano y alcanzó la victoria. A Picoaga se le concedió el rango de mariscal de campo en el mismo campo de batalla. El 14 de noviembre de ese mismo año, Pezuela obtuvo otro triunfo en Ayohuma, en donde también se distinguió Picoaga. Luego, éste fue enviado a los departamentos de Puno y Cuzco a disponer el recojo de desertores y reclutar hasta dos o tres mil hombres para reemplazar las bajas, labor que evidentemente no correspondía a su alto rango. Al parecer, Pezuela le dio tal comisión para alejarlo, pues desconfiaba de los oficiales realistas nacidos en el Perú.

Cuando el 3 de agosto de 1814 estalló en el Cuzco la revolución que capitanearon los hermanos Angulo, Picoaga se hallaba en su hacienda de Lucre. Los revolucionarios le propusieron que se uniese a ellos, llegando a ofrecerle un importante lugar en la dirección del gobierno y de la guerra. Picoaga, que miraba casi con escrúpulo religioso la desobediencia al Rey, prefirió abandonar su país, que fue la otra alternativa que le pusieron los rebeldes. Pasó a Lima y halagado por el virrey Abascal, decidió permanecer para ayudar a derrotar a la revolución. Marchó hacia Arequipa a fin de organizar fuerzas y recuperar la intendencia de Puno hasta donde se había extendido la revolución. Salió del Callao el 26 de septiembre de 1814 a bordo de la fragata Tomás con 100 infantes del regimiento «Real de Lima», fusiles, lanzas, municiones y dinero. El viaje demoró tanto, que cuando Picoaga y su escasa tropa llegaron a principios de noviembre, los revolucionarios cuzqueños al mando del brigadier Pumacahua amagaban ya la ciudad de Arequipa.

Picoaga se puso de acuerdo con el intendente José Gabriel Moscoso y el brigadier Pío Tristán para defender Arequipa, pese a que se hallaban en desventaja frente a los patriotas, pues estos eran más numerosos y mejor armados. Se libró la batalla de la Apacheta, el 10 de noviembre, en la que Pumacahua resultó vencedor. Los patriotas ocuparon Arequipa, mientras que Picoaga y Moscoso fueron tomados prisioneros. La noticia de que una división realista al mando del general Juan Ramírez Orozco se acercaba a Puno procedente del Alto Perú, obligó a Pumacahua a retirarse prontamente para el Cuzco, llevando consigo a aquellos prisioneros.

Picoaga y Moscoso fueron encerrados en el Convento de la Merced del Cuzco. Ambos rechazaron airadamente las invitaciones y ventajosas promesas que les hicieron los patriotas para que se unieran a la revolución, en especial Picoaga, que era de un carácter severo e inflexible. Ante la aproximación de las tropas realistas, los patriotas cuzqueños acordaron abandonar la ciudad imperial, pero antes, decidieron pasar por las armas a ambos prisioneros. No atreviéndose a hacerlo públicamente, les dispararon dentro de sus calabozos, mientras se hallaban engrilletados, lo que ocurrió en altas horas de la noche del 29 de enero de 1815. Se dice que Picoaga, en su agonía, recitaba un salmo con imperturbable serenidad. Los cadáveres de ambos amanecieron colgados de la horca de la Plaza de Armas del Cuzco, de donde fueron recogidos y sepultados por la piedad de algunas personas. El cabildo de Arequipa costeó solemnes exequias para ambos. En Lima lo hicieron los deudos de Picoaga el 22 de mayo de 1815 con asistencia del virrey Abascal.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 26 Mar 2016 20:50

Excmo. Sr. D. José Manuel DE GOYENECHE Y BARREDA Teniente General del Ejercito Español

José Manuel de Goyeneche y Barreda, I conde de Guaqui (Arequipa, virreinato del Perú, 1776-Madrid, España, 1846) fue un militar, diplomático y realista peruano.

José Manuel de Goyeneche fue un destacado militar que tuvo un papel relevante en las guerras de independencia de los países suramericanos. Durante la ocupación francesa de la España peninsular, Goyeneche fue representante plenipotenciario de la Junta Suprema de Sevilla (la Junta de Sevilla se consideraba el gobierno legítimo de España en ausencia del rey) para la proclamación del rey Fernando VII en los virreinatos del Perú y Río de la Plata. Al mando de los ejércitos realistas en el Alto Perú recuperó el control realista en ese territorio, destacando la victoria en la decisiva batalla de Huaqui, también conocida como batalla del Desaguadero, por la que obtuvo el título de Conde de Guaqui y Grande de España de primera clase.

Cuando dimitió como general en jefe de las tropas españolas en el virreinato del Perú viajó a la península ibérica, donde adquirió el grado de teniente general de los Reales Ejércitos y ocupó diferentes cargos en la Corte, entre otros, senador vitalício, presidente de la Junta de Arreglo de Comercio de Ultramar y Consejero Honorario de Estado.

José Manuel de Goyeneche nació en Arequipa en la provincia de Arequipa actual Perú, el 12 de junio de 1776 en el seno de una familia acomodada, perteneciente a la nobleza local y con arraigada relación con la milicia. Su padre, Juan de Goyeneche y Aguerrevere oriundo valle navarro del Baztán, era Capitán de Caballería y Sargento Mayor de Milicias Disciplinadas y su madre María Josefa de Barreda y Benavides era hija de Nicolás de Barreda y Ovando, que ocupaba el cargo de Mariscal de Campo.

A los ocho años ingresó como cadete en el 1° batallón de las Milicias de Arequipa, sirviendo en ellas nueve meses y diez días. El 12 de diciembre de 1783 fue nombrado teniente de menor edad en la 4° Compañía del Regimiento de Milicias de Caballería de Cumaña.

En 1788 viajó a Sevilla, donde se desempeñaba como administrador general de la Real Aduana Francisco de Barreda, tío suyo, para finalizar sus estudios de cadete de las milicias disciplinadas y cursar la carrera de Filosofía. Allí obtuvo los grados de Licenciado y Doctor en Filosofía, con dispensa de edad en 1795. Este mismo año fue nombrado Capitán del Regimiento de Granaderos del Estado tras pagar 80 000 reales por derecho de inscripción, lo que era una práctica frecuente en la época.

Se encontraba agregado al Real Cuerpo de Artillería, de guarnición en Cádiz, cuando sufrió la ciudad el bombardeo por la escuadra inglesa del Contralmirante Nelson en 1797, tomando parte en la batalla al frente de doscientos granaderos en defensa de la plaza.

En 1800, todavía de guarnición en Cádiz, sufrió la ciudad un segundo ataque británico, defendidendo la ciudad el Capitán Goyeneche al mando de las baterías de Capuchinos y Plataforma.

En febrero de 1802 el rey Carlos IV le hizo merced del Hábito de Santiago, previas pruebas de la legitimidad, cristiandad y nobleza de sus cuatro primeros apellidos, siendo su padrino el marqués de Casa Palacio, miembro destacado de la aristocracia potosina.

En 1803 el Gobierno comisionó a Goyeneche para que estudiara los progresos de la táctica militar en diferentes países de Europa, terminando así sus estudios militares en las principales cortes europeas. Así presenció en Berlín y Potsdam las maniobras de los ejércitos mandados por Guillermo III de Prusia, las del Archiduque Carlos en Viena y las de Napoleón Bonaparte en París y Bruselas. Continuó viaje por Inglaterra, Holanda, Suiza, Alemania e Italia. Al término de su viaje escribió sus memorias del mismo y tradujo el Manual de instrucción del ejército prusiano, y en mayo de 1805 presentó a Manuel Godoy una detallada memoria fruto de sus estudios que fue aprobada por el Príncipe de la Paz en junio de 1805 y declarada «adaptable a nuestro adelantamiento militar» y «que se haría uso de su trabajo dedicado al honor, utilidad y provecho de la patria».

El 22 de junio de 1805 recibió el grado y la agregación de Coronel de Milicias Disciplinadas, en carácter de agregado.

En 1806 en Sevilla se asoció con Juan Miguel de Lostra en la compañía comercial Sobrinos de Aguerrevere y Lostra, con una aportación inicial de 240 000 reales de plata.

En la primavera de 1808 Goyeneche, aún bajo reinado de Carlos IV, antes de producirse las abdicaciones de Bayona, recién trasladados los reyes y la corte a Aranjuez, se traslada a Sevilla alojándose en casa de su tío Francisco Barreda Benavides que era Administrador General de la Real Aduana, lugar donde poco después, 27 de mayo, se constituyó la Junta de Sevilla.

El 17 de junio de 1808 la Junta de Sevilla nombra a Goyeneche su comisionado como representante plenipotenciario del Gobierno legítimo de España en América, ascendiéndolo al rango de brigadier del Ejército el 24 de junio de 1808, con instrucciones de asegurar la proclamación del rey Fernando VII en el Río de la Plata y en el Virreinato del Perú. Junto con el encargo anterior llevaba una orden, fechada el 20 de junio, y firmada por hombres relevantes de la Junta (Saavedra, Díaz, Bermudo, Flores, Checa, Zambrano, Coca y Miñano) en la que se ordenaba a los gobernadores de los puertos españoles en los que hiciera escala que apresaran los barcos franceses que llegaran a aquellas plazas tomando como prisioneros de guerra a su tripulación.

... muy a la mira de las insidiosas órdenes que pueda despachar el Duque de Berg (Joaquin Murat), Presidente de la Junta erigida en Madrid, o el Consejo de Castilla, oprimidos por él, o cualquiera otra autoridad intrusa y sospechosa de que intenten valerse, de modo que sólo se reconozca a esta Suprema Junta y a sus Comisionados (...) Haga saber a los Gobernadores de los Puertos donde tocase que ni en ellos ni en ninguno de los dominios españoles admitan buques pertenecientes a la nación francesa, aun cuando fuesen con salvoconducto del Gobierno de Madrid, oprimido por ella, debiendo interceptarse su correspondencia y apresarlos, tratando a sus tripulaciones como prisioneros de guerra

El día 25 de junio, después de acusar recibo de los encargos realizados por la Junta de Sevilla, parte del puerto de Cádiz a bordo de la goleta Nuestra Señora del Carmen al mando del alférez de navío Eugenio Cortés. Le acompañaba el capitán de fragata Juan José Sanllorente con órdenes similares a las suyas para Chile.

La Junta de Sevilla obtuvo un salvoconducto para el Nuestra Señora del Carmen del almirante inglés Colligwood y pliegos para el almirante William Sidney Smith que mandaba la armada inglesa en mares del sur y desconocía que la Junta estaba en conversaciones de paz con los ingleses. Esas conversaciones las habían abierto los generales Jácome y Apodaca por mandato de la misma.

Francia, que pretendía ganarse la fidelidad de los territorios españoles de ultramar, comisionó al Marqués de Sassenay, que durante su estancia en EE. UU. ya había efectuado dos viajes particulares al Río de la Plata. Fue el propio Napoleón quien ordenó su misión. El Barón de Sassenai partió a América a bordo del brick francés Consolador, mandado por el teniente de Navío Mr. Dauriau, con los siguientes documentos para presentar a las autoridades de los Virreinatos de Lima y Plata: el pasaporte de Napoleón a dicho emisario; las renuncias del Rey Fernando en su padre, de Carlos IV y sus hijos en favor de Napoleón (impresas en Francia y autorizadas por el Ministro de Relaciones Extranjeras); los Oficios de este Ministro -algunos sin firmar- manifestando la elección que había hecho el Emperador en su hermano José para soberano de España; una notificación de que las Cortes reunidas en Bayona tenían por objeto exigir el consentimiento de la Nación para este cambio de monarquía; varios pliegos sellados y cerrados de las Secretarías de España para los Gobernadores de los Virreinatos de Buenos Aires y Lima, para algunos de México, Santa Fe y de las islas Filipinas; una carta reservada del ministro de Hacienda; dos órdenes de las Secretarías de Hacienda y Guerra y una Real Provisión del Consejo de Castilla en la que se participaba la nulidad de la renuncia de Carlos IV y la voluntad de su hijo Fernando de que su padre volviera a ocupar el trono.

Sassenay llegó a Buenos Aires el día 17 de agosto, procedente de Montevideo donde se entrevistó con Elío. El enviado francés llegó a la capital del Plata seis días antes que Goyeneche, lo que imposibilitó que las autoridades rioplatenses estuvieran prevenidas y apresaran cualquier barco francés, según las órdenes que traía de la Junta. Por este motivo Liniers recibió a Sassenay ante la Junta de los Magistrados y del Cuerpo Municipal, que a la vista de su misión, acordaron su expulsión a Europa y la inmediata proclamación de Fernando VII, que se verificó el 21 de agosto.

Goyeneche, dando cuenta de estos hechos al Virrey del Perú, en carta fechada el 27 de agosto, escribía que Sassenay llevaba «documentos ordenando se reconociera a un llamado José primero, apoyando tan inaudita misión con las órdenes nulas y violentas de algún español que firmaba» (en referencia a José Miguel Aranza).

En dicha carta, dirigida al Virrey Abascal, Goyeneche daba instrucciones muy precisas para rechazar en el Perú las pretensiones de Napoleón:

Despreciará cualesquiera orden, sea de quien fuere, con tal que aparezca el nombre pérfido de Napoleón, y V.E. podrá determinar el hacer jurar y proclamar a nuestro ilustre Fernando Séptimo, sin pérdida de minutos, pues aunque yo procuraré aligerar en todo cuanto sea posible la distancia que hoy nos separa, con sentimiento de no hallarme en día de tanta gloria, a mi llegada recogeré los informes y renovaré la alegría e iguales sentimientos de que soy testigo en esta capital. El emperador de los franceses y su gobierno es nuestro enemigo abierto, y todo súbdito de él que aparezca por mar y tierra en ese Virreinato, es prisionero.

El Nuestra Señora del Carmen llegó a las islas Canarias el día 3 de julio y José Manuel de Goyeneche proclamó a Fernando VII como rey legítimo. El 19 de agosto llegó a Montevideo (actual Uruguay) donde también, como en las Canarias, proclamó a Fernando VII como legítimo, seguidamente, el 23 de agosto llegó a Buenos Aires donde entregó, en el Palacio de la Real Fortaleza, a las autoridades del virreinato del Río de la Plata las acreditaciones de la Junta de Sevilla y los documentos que esta le había confiado, les informó, así mismo, de la declaración de guerra a Francia y la firma de la paz con Inglaterra. El 22 de septiembre sale hacía Lima para hacer lo propio en el virreinato del Perú.

Las pretensiones de la Infanta Carlota

La hermana mayor de Fernando VII, la Infanta Carlota Joaquina de Borbón, reina regente de Portugal en el Brasil, pretendía la regencia de aquellas provincias españolas durante el cautiverio en Francia de sus padres y hermano mayor. El emisario Diego Paroisen, por orden de Saturnino Rodríguez Peña, realizó diferentes gestiones en el vierreinato de la Plata y de Lima para conseguir sus propósitos. Con este propósito entregó 5 documentos firmados por la infanta a diversas personalidades, entre los que se encontraba Goyeneche a quien también entregó una carta personal de la propia Infanta. El 11 de septiembre de 1808 Goyeneche remitía a la Junta de Sevilla los documentos que el emisario de la Infanta Carlota le había hecho llegar a él y respondía a la Infanta que se respetaban sus derechos como miembro de la Familia Real Española, pero que en aquellos países no se reconocía otra soberanía que la de Fernando VII y la de la Metrópoli, y que las órdenes de ésta eran las que tenían que obedecer.

Goyeneche tenía también la comisión de la Junta de restablecer la buena armonía con la Corte del Brasil informándola de la conveniencia de la unión de los dos reinos contra Napoleón. En cumplimiento de estas órdenes envió, de acuerdo con Liniers, a Río de Janeiro a dos personas de su confianza: Eugenio Cortés y Ambrosio Cerdán que deberían entregar a la Infanta una carta suya. En dicha carta Goyeneche dice, entre otras cosas:

... La Nación Española (...) me ha enviado a la América Meridional para informar a sus leales habitantes de la deliberación en que se halla de derramar toda su sangre antes de ceder a las pérfidas y aventuradas deliberaciones del Emperador de los Franceses en favor de su dinastía que quiere sustituya a la que juramos obediencia y fidelidad en la sagrada persona del Ilustre Fernando Séptimo que se halla con toda la Real Familia sojuzgado en Francia (...) que las Cortes se cercioren que nuestro sentimiento es uno solo e invariable y que sea cual fuere la suerte de nuestra Metrópoli, jamás las águilas francesas se desplegarán en estos países. Esta resolución debe fijar las altas miras de V.A. y aprovechando de la misión que pasa a comunicar a S.A. el Príncipe Regente que sus estados de Europa han formado causa común con nosotros y que la armonía, paz y buena inteligencia debe unir a ambos países.

La contestación a la Infanta se realizó mediante estos mismos dos enviados, que habían llegado a Brasil el 7 de octubre e introducidos en la Corte por el Almirante Sydney,

El 24 de febrero de 1809 Goyeneche informa, desde Lima, a la Junta de Sevilla sobre la postura de la Corte de Brasil. En su carta dice:

Todos estamos uniformes en la idea de las miras ambiciosas y sin apoyo de aquel gobierno que sólo lo ha hallado en Don Francisco Elío, interino gobernador de Montevideo cuya escandalosa insubordinación y poco pudor en levantar calumnias ha sido alimentado por el ministro Coutinho, causando perjuicios graves que han afligido el ánimo de aquel recomendable y leal vasallo de S.M. cual es el Virrey de Buenos Aires

La llegada al Río de la Plata

Desde la llegada al Río de la Plata de las primeras noticias acerca de los sucesos en España, el gobernador de Montevideo, Francisco Javier de Elío, había agudizado el conflicto que mantenía con su superior, el virrey Liniers. El alcalde de primer voto del Cabildo de Buenos Aires Martín de Álzaga, viajó a Montevideo promoviendo la formación de una junta como primer paso para la creación de una Junta Suprema y la convocatoria a un congreso en Buenos Aires.

La llegada de un emisario de Bonaparte exacerbó el conflicto, poniéndose Elío en franca rebeldía y llegando a llamar traidor a Liniers. No obstante, el 21 de agosto se juró finalmente en Buenos Aires a Fernando VII, y el 2 de septiembre de 1808 se decretó por bando en Buenos Aires la guerra a Francia.
General Francisco Javier de Elío. Atribuido a Miguel Parra. (Museo del Prado).

Según el político y revolucionario argentino Manuel Moreno, Goyeneche llegó a Montevideo con los tres pliegos para sendas misiones reservadas. Se acreditó allí ante Francisco Javier de Elío como representante de la Junta de Sevilla, alentándolo en su propósito de independizarse de Buenos Aires y no reconocer la autoridad del virrey Liniers por ser de origen francés: «Cuando llegó a Montevideo aplaudió el celo del gobernador Elío y sus vecinos en haber formado una junta y manifestó que su venida se dirigía a promover el establecimiento de otras en las ciudades de aquel reino». Tras esto, Goyeneche pasó a Buenos Aires.

El 21 de septiembre de 1808 se produjo así el primer movimiento juntista en el Virreinato. En Montevideo un cabildo abierto formó una Junta y nombró al gobernador Elío como su presidente.

En Buenos Aires se presentó al Virrey Santiago de Liniers (de origen francés) del que pensaba guardaría fidelidad al rey intruso José I a causa de un escrito reservado que le fue entregado en fecha 23 de junio de 1808 por los Vocales Apoderados de la Junta Suprema de Sevilla Andrés Miñano y Eusebio Antonio Herrera en el que le informaban de que «el Emperador de los Franceses había acordado seducir la fidelidad del Virrey» autorizando a Goyeneche si fuera necesario, previa consulta con las autoridades locales, para «apoderarse, si las circunstancias lo exigiesen, de la persona del Virrey, entregando el mando de las tropas al oficial que considerase más digno...». Esta predisposición contra el Virrey aumentó con las desfavorables referencias que de él le transmitió Elío en Montevideo. Sin embargo, tras conferenciar con Liniers y con el resto de las autoridades locales, resolvió aprobar la lealtad del Virrey, según consta en comunicación enviada a la Junta el 14 de septiembre de 1808.

Al asumir Goyeneche la defensa del Virrey Liniers, Elío tomó también a Goyeneche como objeto de sus ataques ordenando a Joaquín de Molina que dirigiera un escrito a la Junta de Sevilla en el que, sin acompañar prueba alguna, acusó a Goyeneche de connivencia con Murat y con la Infanta Carlota Joaquina. Elío, a su vez, por un lado dio publicidad a este escrito para minar dentro del Virreinato la autoridad de Liniers y de Goyeneche y, a su vez, dirigió otro escrito a la Junta con fecha 7 de septiembre de 1808 en el que manifestaba que «pensaba que Goyeneche, por lo menos, suspendería del mando a Liniers, pero lejos de haber tomado las providencias que todos deseaban, me escribe declarando estar muy satisfecho de la conducta del Virrey».16 Sin embargo, la Junta Suprema declaró estar enterada y complacida de la actuación de Goyeneche, nombrándole al terminar su misión Presidente de la Audiencia del Cuzco y General en Jefe de sus tropas.

Ramón Muñoz, en su obra La guerra de los 15 años en el Alto Perú, acusó a Goyeneche de proponerse hacer uso de las instrucciones de Murat y, al comprobar la lealtad del virrey a Fernando VII, se proclamó realista.

Buena parte de la población, al recibir noticias de que en España subsistía un gobierno, lo hizo propio más allá de su ilegitimidad (en ese momento ni siquiera se habían organizado las diferentes juntas bajo un mando único. La de Sevilla era una más aunque se arrogase la autoridad sobre las Indias. De hecho, la Junta de Galicia envió a Pascual Ruiz Huidobro como Virrey al Río de la Plata, solo que al tomar conocimiento de la realidad en el Plata optó por no intentar reivindicar sus supuestos derechos reconociendo la endeble autoridad de que emanaban).

Con el objeto de asegurar los fondos necesarios para proseguir su misión, Goyeneche no dudo en condenar a Elío: «Trasladado a Buenos Aires fue diferente su lenguaje, y unido con Liniers y los oidores, de quienes esperaba caudales y créditos para proseguir su misión a Lima blasfemó de la conducta del jefe de Montevideo y lo caracterizó refractario.» Tuvo sin embargo tratos con Álzaga, a quien dejó entrever que el gobierno peninsular vería con agrado que se depusiera a todo gobierno americano sobre cuya lealtad pudiera haber dudas: «No por eso dejó de insinuarse privadamente con los individuos del Cabildo que ya se hallaban sumamente alarmados con los manejos de Liniers, que sería acertado y muy conformes a las ideas de la metrópoli se separasen en América los mandatarios sosspechosos y se erigiesen unos gobiernos populares que vigilasen sobre la seguridad pública.» Estas manifestaciones dieron respaldo a Álzaga para seguir adelante con su plan, que desembocaría en la abortada revolución del 1 de enero del año siguiente. Goyeneche siguió hacia el Alto Perú, camino de Lima.

Algunos historiadores afirman que su actuación en la ciudad de Charcas, representando al carlotismo, provocó su expulsión y el inicio de la Revolución de Chuquisaca[cita requerida], aunque los datos y documentos custodiados en el Archivo Histórico Nacional y Archivo General de Indias avalen lo contrario.

La relación de Goyeneche con los diferentes "poderes" del momento en el España le dio pie a Gregorio Funes a decir en su Ensayo histórico de la revolución de América: «Fue bonapartista en Madrid, federalista en Sevilla, en Montevideo aristócrata, en Buenos Aires realista puro y en el Perú tirano».

En Chuquisaca los oidores de la Real Audiencia de Charcas, todos españoles enfrentados a la presidencia, que recae en Ramón García de León y Pizarro, en exceso apaciguador, se reunieron los días 18 y el 23 de septiembre, y se manifiestaron en desacuerdo con el reconocimiento de Goyeneche como legítimo comisionado de la Junta Suprema Central. Venía de Buenos Aires, sospechosos de pretender la entrega de Charcas a la infanta Carlota de Portugal, hermana de Fernando VII, o peor, a Bonaparte. Además, el oidor regente Antonio Boeto se opuso a la misma comisión «habiendo otras juntas provinciales independientes de la de Sevilla».

El día 24 de septiembre el arzobispo de Charcas, Moxó, se posicionó por el reconocimiento de la Junta Suprema Central, y acusado ante ella misma de exceso de celo por intimar al clero con pena de excomunión en caso de desconocer la legimidad de Goyeneche. El día anterior se había realizado la reunión para un Real Acuerdo en el que se trazaba una línea entre los oidores de la Audiencia por un lado y el Presidente Ramón García de León y Pizarro y el Arzobispo Moxó por otro, en torno a la comisión Goyeneche.

El 11 de noviembre Goyeneche arribó por fin a Chuquisaca. Aunque a principios de noviembre Goyeneche, quien tenía potestad de la Junta Central para destituir a todos los oidores, fue recibido por la Audiencia, y esta no mantuvo su postura que también desafiaba la autoridad del Virrey de Buenos Aires, su oidor regente Antonio Boeto, intimado por Goyeneche, creó cierto revuelo que se concretó en una manifestación pública. Boeto fallecé producto de la acalorada discusión. Como señala Manuel Moreno en su obra Vida y memorias de Mariano Moreno;

La Junta de Sevilla fue reconocida no solo sin contradicción, pero aún con alegría, y en todo el virreynato sólo un anciano y respetable magistrado, el Regente de Charcas, se atrevió a censurar la ligereza e impropiedad de este paso: su singular firmeza le costó muy cara pues murió de sofocación por los insultos que Goyeneche le hizo al pasar por esa ciudad.

Según Ramón Muñoz, Goyeneche entregó los documentos que le había encargado la Infanta Carlota al presidente Pizarro, quien los derivó a la Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca para que un Claustro de Doctores diese su parecer. Sin embargo, en el Acta de 12 de enero de 1809 levantada al efecto y que se conserva en el Archivo de Indias19 consta que dichos pliegos fueron dirigidos, en sobre escrito en portugués, por el Ministro de Estado del Regente de Portugal, Sousa Coutinho, en nombre de la Infanta Carlota. El Claustro, siguiendo la posición de su síndico, el Dr. Manuel de Zudáñez, no sólo rechazó los términos de la orden de la hermana de Fernando VII, sino que calificó en sus acuerdos de subversiva la comunicación de la Infanta: en efecto, habiéndose jurado a Fernando VII como rey de España y de las Indias, al desconocer ese derecho y afirmar que su padre fue obligado a ceder la corona a Fernando por una sublevación en Aranjuez, provocada con ese fin, podía ser interpretado como una propuesta de traición.

Las diligencias de Goyeneche fueron cortas habiendo el presidente Ramón García de León y Pizarro reconocido la autoridad de la Junta Central y despachadas las comunicaciones de la infanta Carlota, por lo que el plenipotenciario siguió camino de Lima, en donde el virrey del Perú, José Fernando de Abascal, lo confirmó en el rango de brigadier y le concedió la presidencia provisoria de la Real Audiencia del Cuzco, donde desde 1807 se desempeñaba su hermano Pedro Mariano como oidor. Permaneció en el cargo hasta 1814, oportunidad en que se produjo su traslado como oidor a la Real Audiencia de Lima.

No obstante la situación en Chuquisaca se agravó y el 25 de mayo de 1809 los oidores de Audiencia de Charcas movidos por su rencor deponen al presidente, alegando sospechas de connivencia con los portugueses, y mandan comisionados a diversas ciudades de la audiencia. Únicamente en La Paz se produjo una sublevación el 16 de julio para constituir su propia junta de gobierno con el nombre de Junta Tuitiva. Ambas proclamaron salvaguardar los derechos del prisionero Fernando VII.

El virrey de Buenos aires, Baltasar Hidalgo de Cisneros, toma medidas inmediatas y manda ayuda al mando de Vicente Nieto. Sin embargo, el gobernador de Potosí Francisco de Paula Sanz pidió auxilios al virrey del Perú José Fernando de Abascal y Sousa. Abascal, envía la ayuda, de la misma forma que se mandaron los socorros peruanos ante la Invasiones Inglesas del Río de la Plata. Además ya había una historia de intervención desde muchas décadas antes en los levantamientos de Túpac Amaru y Tupac Catarí en razón de la unidad social con el Alto Perú. Abascal se resolvió no esperar más, e inmediato dio las órdenes para el levantamiento de una fuerza que impusiera el orden. A ese efecto nombró al presidente de la Real Audiencia del Cuzco, José Manuel de Goyeneche, como comandante en jefe del ejército pacificador. De otro lado, Baltasar Hidalgo de Cisneros, el 21 de septiembre formalizó la actividad de los auxilios peruanos en el virreinato español del Río de la Plata.

Goyeneche se puso inmediatamente en marcha para el río Desaguadero, línea divisoria de ambos virreinatos españoles. Las tropas que Goyeneche traía para combatir la insurrección de la Paz consistían en 5000 hombres que, aunque bien armados y municionados, se trataba de milicianos de Cuzco, Arequipa y Puno, bisoños sin combate alguno, en tanto que los revolucionarios contaban 800 fusiles y 11 piezas de artillería, todo en muy mal estado. De tal manera que la nobleza arequipeña y cuzqueña encabeza una tropa realista integrada exclusivamente por castas e indígenas peruanos.

Goyeneche estuvo hasta mediados de octubre entrenando y formando a su ejército de milicianos. Estableciendo el campamento general en el Distrito de Zepita de donde se movió el día 13 del mismo mes con dirección a La Paz. Cuando la vanguardia de Goyeneche a las órdenes del coronel Pierola, con cien hombres y dos piezas de artillería llegó al puente del Desaguadero, este ya estaba ocupado por una pequeña fuerza de los revolucionarios de la Paz que, inexpertos y mal armados, no pudieron resistir a la artillería enemiga y se replegaron a la Paz, abandonando el punto.

La revuelta de La Paz, a diferencia del golpe jurídico de Chuquisaca, había tomado el camino del Reinado del Terror con matanzas de españoles, quemas y delincuencia. La aproximación de las tropas de Goyeneche hizo que la Junta Tuitiva de la Paz se disolviera, trasladando el mando político y militar a su Presidente Murillo. El 18 de octubre Indaburo, segundo de Murillo, llegó a un acuerdo con un emisario de Goyeneche renunciando al movimiento insurrecto, y retornando a la monarquía, por lo que fue apresado y muerto al día siguiente. Goyeneche avanzó y atacó a las desorganizadas fuerzas de Murillo derrotándolas el día 25 de octubre en los Altos de Chacaltaya. Tras esa victoria, envió a su primo el coronel Domingo Tristán a someter a los rebeldes refugiados en las Yungas bolivianas, lo que verificó en Chicaloma, Irupana y Chulumani.

Goyeneche restableció el orden en la ciudad La Paz, con alivio de la población, inició rápidamente juicios contra los partícipes de la insurrección de La Paz, siendo condenandos únicamente ocho a pena de muerte, y los otros, quince en total, encarcelados en los presidios de Boca Chica (Cartagena de Indias), Islas Malvinas, Filipinas y Morro en La Habana.20 El 29 de enero de 1810 fueron ejecutados entre los ocho mencionados: Murillo, Mariano Graneros, Juan Bautista Sagárnaga y García Lanza. Muchos rebeldes se salvaron de la ejecución «comprando unos y otros la gracia de la vida con donaciones de considerables sumas en alhajas y en dinero».

Algunos autores, como Matheu, afirman que la lentitud en las decisiones del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros en la toma de decisiones fue la causa por la que Goyeneche tomara la iniciativa en la represión del alzamiento de La Paz. Matheu afirma en su obra Autobiografía que

No fue mala la disposición tomada por Cisneros ni la elección de Vicente Nieto, a fin de apaciguar las innovaciones de La Paz, Alto Perú, mala fue la calma de Cisneros, que nombrado a fines de febrero recien a principio de julio llegó a Montevideo y perdió todo el mes en esa ciudad y la Colonia a cautelas, asi que lo mandó tarde, cuando el travieso Goyeneche se había adelantado explotando, como aventurero los miedos de Abascal que echó mano de él, quien ensangrentó farsaica (sic) y brutalmente sin título para entrometerse en una jurisdicción y dominio del todo separados, su propio país o patria, si la tienen bribones sin el decoro siquiera aparente, como él dejó ver en Madrid, Sevilla, Montevideo, Buenos Aires, por todo donde había aparecido haciendo roncha.

La guerra en el Alto Perú

Al llegar la noticia de la Revolución de Mayo, el 13 de julio de 1810 Abascal anunció que reincorporaba provisionalmente el Alto Perú al virreinato del Perú. Aclarando el virrey en el decreto de anexión que lo hacía: «hasta que se restablezca en su legítimo mando el Excmo. Señor Virey de Buenos-Ayres, y demás autoridades legalmente constituidas», pues solo la autoridad real podía desmembrar el territorio definitivamente del virreinato de Buenos Aires. El mismo 13 de julio de 1810 creó el Ejército del Alto Perú poniendo al mando al general Goyeneche. Éste organizó nuevas fuerzas, pero no avanzó hacia el sur hasta después de la batalla de Suipacha, que dejó toda la región bajo el poder de los revolucionarios. En mayo de 1811 firmó con el jefe político del ejército independentista Juan José Castelli un armisticio que probablemente ninguno de los dos pensaba cumplir. Castelli desplazó parte de sus tropas con el posible objetivo de rodear a las fuerzas de Goyeneche, pero Goyeneche aprovechó mejor el tiempo, cruzó el Río Desaguadero y atacó primero. La batalla de Huaqui,26 del 19 de junio de 1811, fue una amplia victoria de Goyeneche.

En pocas semanas ocupó todas las provincias del Alto Perú, incluyendo las ciudades de La Paz, Cochabamba, Chuquisaca y Potosí, recuperando el dominio español de todo aquel vasto territorio.

Su victoria en la célebre y decisiva Batalla de Guaqui (o del Desaguadero) le valió la concesión del título de Conde de Guaqui, al que después se le concedería la Grandeza de España de Primera clase. El título fue otorgado por el Rey Fernando VII el 1 de agosto de 1815 accediendo a la solicitud que presentaron algunas de las principales ciudades de los Virreinatos del Plata y Perú (Potosí, Cochabamba, La Plata, Moquegua, Arequipa, etc.), según consta en la Real Orden de concesión:

... en atención al mérito nobleza y circunstancias del Teniente General de mis Reales Exércitos Don Josef Manuel de Goyeneche, a los grandes servicios que me ha hecho en dicha América durante mi cautiverio y particularmente al que contraxo en la batalla que en los campos de Guaqui dio al exército insurgente de Buenos Ayres, del que resultó la conservación del Virreynato del Perú, y de toda aquella parte de América

El título debía ser precedido de un Vizcondado previo que, de los propuestos en la solicitud de las ciudades, Goyeneche eligió el de "Vizconde del Alto Perú".

Antes de que diera comienzo la invasión a la provincia de Salta, en el norte de la actual Argentina, la rebelión de Cochabamba ocupó a los realistas casi un año en su pacificación. Tras vencer la resistencia de los rebeldes cochabambinos —donde la tradición destaca la actuación de sus mujeres— autorizó el saqueo por las tropas, ocupó la ciudad y reprimió con severidad a los jefes rebeldes: el gobernador Mariano Antezana y otros 7 oficiales fueron ajusticiados, y sus cabezas puestas en exhibición en la ciudad y los caminos vecinos. Una novela del año 1884, Juan de la Rosa, de Nataniel Aguirre, ha popularizado la idea de que se habría producido terribles excesos por parte de las tropas de Goyeneche, incluyendo matanzas de mujeres y niños, aunque tales hechos no han sido comprobados históricamente.

En 1813, el general Pío Tristán, a órdenes de Goyeneche, persiguió al ejército rioplatense hasta territorio argentino. Tristán, por iniciativa propia, atacó al Ejército del Norte argentino comandado por Belgrano sin comunicarlo a Goyeneche, siendo derrotado en la batalla de Tucumán. Unos meses más tarde, Tristán fue cercado y nuevamente derrotado en la batalla de Salta, cayendo prisionero todo su ejército. Ante la derrota de su subordinado, los ejércitos de Goyeneche quedaron desprotegidos, forzándole a replegarse hacia Oruro. Tiempo atrás Goyeneche había escrito al virrey Abascal manifestándole su deseo de abandonar el mando de las tropas para no hacerse responsable de la que sucediera si aquél continuaba enviándole tan pocos refuerzos. Tras las derrotas sufridas por Tristán, que Goyeneche consideraba consecuencia de lo anterior mientras que Abascal las atribuía a la imprevisión del general, presentó su dimisión como general en Jefe y fue sustituido por Joaquín de la Pezuela. Poco después regresó a la península. En opinión de algunos autores, Goyeneche se sintió lastimado en su amor propio de fundador del Ejército.

¿Qué podrá decir a V.E. un general nacido en el dichoso suelo de la América del Sur, que tiene la gloria de haber formado con los infelices labradores de las provincias del Cuzco, Arequipa y Puno un cuerpo respetable, que a través de más de veinte victorias en las que con sus jefes han marcado su lealtad con el costoso cuño de su propia sangre(etc.)
Carta de Goyeneche al Ministerio de Gracia y Justicia, Potosí a 2 de Enero de 1813.


Téngase en cuenta que en esta primera etapa de la guerra, el ejército realista se encontraba compuesto totalmente por americanos siendo que los primeros refuerzos europeos llegarían al Perú en abril de 1813.
Regreso a España

A su regreso a España fue nombrado teniente general de los Reales Ejércitos, Vocal de la Junta de Guerra de Indias, Vocal del Consejo de Guerra y Presidente de la Junta de Arreglo de Comercio de Ultramar.

El Conde de Guaqui fue elegido también diputado a Cortes por Arequipa y Senador del Reino por la provincia de Canarias. El Rey Fernando le nombró su Gentilhombre de Cámara con Ejercicio y Servidumbre, así como Caballero de la Orden Militar de Santiago. Ocupó igualmente los cargos de Consejero Honorario de Estado, Senador Vitalicio, Prócer del Reino, Regidor Perpetuo de Cádiz, Comisario Regio del Banco Español de San Fernando, etc.

A lo largo de su vida fue condecorado, entre otras, con las Grandes Cruces de Isabel la Católica, Carlos III, San Hermenegildo, Laureada de San Fernando o la Cruz de Comendador de la Orden Pontificia de San Gregorio Magno.

Murió en Madrid el 10 de octubre de 1846. Sus restos están enterrados en su Panteón familiar del cementerio de San Isidro en la capital de España. Una calle en Madrid lleva su nombre.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 26 Mar 2016 21:01

Excmo. Sr. D. Manuel DE CLEMENTE Y MIRO Marino de la Armada Española

Manuel de Clemente y Miró fue un marino español que tras participar de la lucha contra franceses y británicos, combatió contra la revolución iniciada en Buenos Aires en mayo de 1810. Adhirió al partido más extremo del absolutismo español y el favor del rey Fernando VII de España le permitió en la llamada Década Ominosa alcanzar el grado de brigadier y Jefe de Escuadra.

Nació en Sevilla en 1773, hijo de Sebastián de Clemente y Francia y de Manuela Miró y Agraz. El 14 de mayo de 1792 sentó plaza de Guardiamarina en la Compañía del Departamento Marítimo de Cádiz. El 4 de octubre de 1793 embarcó en el navío San Carlos y el 22 de noviembre trasbordó a la fragata Santa Rosa, con la que efectuó un viaje de instrucción a Cartagena. El 11 de abril de 1794 arribó a Cádiz tomando conocimiento de su ascenso a alférez de fragata dispuesto por la Real Orden del 3 de abril.

Sirvió luego por breves períodos en los navíos San Nicolás, Glorioso, Magnánimo y Galicia, destinado éste último en la escuadra que al mando del capitán general Francisco de Borja y Poyo realizó un crucero por la costa cantábrica. Pasó luego brevemente al navío Purísima Concepción y al San Sebastián, que abandonó el 14 de septiembre de 1794. Recuperado, el 15 de octubre fue destinado al navío San Justo y poco después al Reina María Luisa, parte de la escuadra que al mando del capitán general Juan de Lángara combatió y apresó a la fragata francesa Ifigenia y el 17 de enero de 1795 recibió el encargo de marinar la presa, que por el mal estado del casco pudo arribar a Cádiz recién el 22 de junio.

Fue asignado al navío Europa, el 2 de noviembre pasó al Príncipe de Asturias y nueve días después al San Pedro Apóstol, parte de la escuadra del capitán general Ignacio María de Álava que partió con rumbo a Lima y a Filipinas. Permaneció en esas aguas hasta agosto de 1799 en que, trasladado a la fragata Nuestra Señora del Pilar, zarpó rumbo a San Blas, donde al arribar en febrero de 1800 tuvo que desembarcar por enfermo.2

Tardó casi dos años en recuperarse, reincoporándose a principios de 1802. Pasó a La Habana, donde el 5 de octubre de 1803 fue promovido a alférez de navío. Solicitó retornar a la península y, concedido, embarcó en la fragata mercante Santa Rosa, que fue apresada en el cabo de San Vicente por un lugre británico. Se le permitió trasbordar a una fragata mercante danesa pero recién el 2 de febrero de 1805 regresaría a Cádiz. Asignado a la escuadra de Ignacio María de Álava, el 16 de agosto desembarcó nuevamente por enfermedad.

Reincorporado, el 8 de enero de 1806 fue destinado a la fragata Flora y fue puesto al mando de la cañonera nº 27 y el falucho nº 107 afectados a la protección de convoyes sobre las costas del oeste de la bahía de Cádiz. Mantuvo varios encuentros con fuerzas británicas, valiéndose del poco calado de sus buques que le permitían acercarse a la costa.

Tras la invasión napoleónica, participó entre el 9 y el 14 de junio de 1808 en los combates que terminaron con la rendición de la escuadra del almirante François Étienne de Rosily-Mesros en la bahía de Cádiz. Regresó a su fragata, la que fue enviada a Montevideo zarpando el 1 de septiembre de 1808. La Flora' permaneció afectada a ese Apostadero hasta el 3 de septiembre de 1810.

Ascendido por Real Orden del 29 de septiembre de 1809 al grado de teniente de fragata, recibió el mando de la sumaca Aránzazu, afectada al Primer bloqueo de Buenos Aires dispuesto tras la Revolución de Mayo de 1810, permaneciendo en este servicio hasta el 11 de enero de 1811, en que regresó a Montevideo.

El 14 de febrero recibió el mando del bergantín Cisne, que en conserva del Belén y los dos al mando del capitán de fragata Jacinto Romarate, zarparon con rumbo a San Nicolás de los Arroyos en el río Paraná, donde arribaron el día 2 de marzo y ese mismo día derrotaron a las fuerzas de Buenos Aires.

Por orden del virrey zarpó de Colonia del Sacramento con el Cisne rumbo a Santo Domingo Soriano, integrando la escuadrilla al mando de Juan Ángel Michelena. Allí el 3 de abril de 1811 participó del Combate de Soriano, durante el cual bombardeó el pueblo para proteger el desembarco de las tropas y su posterior reembarque al ser rechazadas por las milicias patriotas.

De regreso en Montevideo, el 8 de mayo de 1811 recibió el mando del bergantín Paraná. Al frente de una flotilla de cinco naves y transportando caudales, víveres y pólvora, zarpó rumbo al Paraguay con la orden de tomar el mando de las fuerzas navales de esa provincia. Al llegar frente a la ciudad de Corrientes ordenó el bombardeo de la ciudad por cerca de dos horas y arrojando 120 balas que si bien causaron poca destrucción en las edificaciones, dañaron algunos barcos amarrados en el puerto que debieron retirarse. Tras mantener un intercambio de artillería y conseguir desmontar una de las baterías enemigas regresó por considerar no factible el cumplimiento de sus órdenes.

Por recomendación de Francisco Javier de Elío, la Real Orden del 14 de agosto de 1811 lo promovió al grado de teniente de navío. En agosto mantuvo un duelo de artillería con una batería patriota de una única pieza situada en la bajada de Santa Fé, consiguiendo silenciarla.

Tras el fracaso del tercer bombardeo de Buenos Aires, fue puesto al frente de la escuadrilla destacada frente al puerto de Buenos Aires, arribando a la línea de bloqueo el 25 de abril de 1812. El 10 de julio dejó el mando por motivos de salud y debió ser trasladado a Montevideo. Ya recuperado zarpó con su buque para apoyar a las fuerzas que ocupaban Colonia del Sacramento, pero el 22 de agosto se encontraba nuevamente enfermo y tras entregar el mando regresó al Apostadero.

El 5 de marzo de 1813 embarcó en la corbeta Mercurio (capitán de fragata José Primo de Rivera), zarpando con rumbo a Lima, regresando a Montevideo el 27 de febrero de 1814. El 8 de marzo asumió el mando del Cisne, pero pocos días después se hizo cargo de la corbeta Mercedes, con la cual participó de un encuentro sin mayores consecuencias con una fragata y dos goletas enemigas.

Iniciada la Campaña Naval de 1814 por la escuadra de las Provincias Unidas del Río de la Plata no participó del combate de Martín García pero sí de la derrota final en el Combate naval del Buceo. Al frente de la Mercedes, consiguió salvar su nave y conducirla a puerto días después del combate. Derrotada la Real Armada, el sitio de Montevideo llegó prontamente a su fin y el 23 de junio las tropas de las Provincias Unidas entraban a la ciudad. Liberado Gaspar de Vigodet, último capitán general del Río de la Plata, de acuerdo a los términos de la capitulación, el 3 de julio de 1814 Clemente fue puesto al mando del bergantín Nancy y comisionado para transportar a Vigodet a Río de Janeiro. Allí tomó el mando de la urca Juana Paula y prosiguió a Cádiz arribando el 3 de febrero de 1815. Pasado el buque a desarme el 15 de julio, fue designado segundo ayudante secretario de la Capitanía General del Departamento de Cádiz.

El 3 de diciembre de 1819 fue ascendido a capitán de fragata y nombrado Comandante de las Reales falúas y de las tropas de la Marina que servían en la guardia real. Convencido partidario del absolutismo, en 1820 se afilió al partido de los Apostólicos. Viéndose involucrado en la Sublevación de la Guardia Real de 1822 contra el gobierno constitucional, se vio obligado a ocultarse al fracasar el movimiento hasta que el 8 de julio de 1822 fue capturado. Golpeado y herido debió ser operado, siendo luego encerrado en la cárcel de Manzanares. Tras la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis, fue trasladado por los constitucionalistas primero al Castillo de las Peñas de San Pedro y luego a San Felipe de Játiva. El 16 de junio de 1823 fue liberado cuando se lo conducía a su ejecución y se presentó ante el duque del Infantado Pedro de Alcántara Álvarez de Toledo y Salm-Salm puesto por Fernando VII de España al frente del Consejo de Regencia.

El favor del monarca absoluto durante la Década Ominosa le aseguró rápidos ascensos sin servicios que lo justificaran; fue promovido a capitán de navío con antigüedad al 6 de junio de 1822 y confirmado como Comandante de las Reales falúas del Real Sitio del Buen Retiro y Casa de Campo, en palabras del mismo Clemente «empleo bastante bonito y sin responsabilidad», recibiendo la Cruz y Escudo de Fidelidad de 1ª Clase. El 14 de julio de 1825 fue ascendido al grado de brigadier y el 6 de diciembre de 1829 nombrado Jefe de Escuadra.

En el ejercicio de esas funciones, falleció el 30 de agosto de 1830 en su residencia de Madrid.

Recibió entre otras condecoraciones la Cruz de primera clase de la Real y Militar Orden de San Fernando, la Cruz de la Marina Laureada, la gran cruz de la Orden de San Hermenegildo y la Medalla del combate del 9 al 14 de junio de 1808.

Había casado en 1810 en Montevideo con Polonia Guerra Muñoz, hija de Rafael Guerra y de Juana Muñoz, con quien tuvo tres hijos: Manuel de Clemente y Guerra (1815, San Fernando, Isla de León), María del Carmen y María de los Dolores.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 26 Mar 2016 23:37

Excmo. Sr. D. Juan Pio DE TRISTAN Y MOSCOSO Militar Peruano y Español

Juan Pío de Tristán y Moscoso (Arequipa, 11 de julio de 1773 - Lima, 24 de agosto de 1859) fue un militar y político peruano que luchó en el bando realista durante la Guerra de Independencia Hispanoamericana y que llegó a ocupar interinamente el cargo de virrey del Perú, convirtiéndose en el último representante de España en el Perú.

Tristán nació en Arequipa, ciudad del Virreinato del Perú en una familia aristocrática formada por José Joaquín Tristán del Pozo y Carassa, y María Mercedes Moscoso Pérez Oblitas, y estuvo casado con su sobrina Joaquina Flores y Tristán. En el Perú recibió su primera educación. A los 7 años acompañó a su padre, el cual participó en el sofocamiento de la rebelión indígena de Túpac Amaru.

El joven Tristán se enroló en el regimiento de Soria, en el cual alcanzó el grado de subteniente. Partió a España con este regimiento, realizando la travesía a través del Cabo de Hornos, que era la ruta habitual en esa época.

Una vez llegado a la Península Ibérica estudió en Salamanca, donde conoció a Manuel Belgrano. Tristán abandonó la carrera militar y pasó a Francia, donde estudió en el Colegio de Benedictinos de Sorèze. Pero la agitación producida en este país a consecuencia de la Revolución francesa lo obligó a volver a España. Retomó su carrera en el ejército y participó en operaciones militares contra los franceses en el Rosellón. A fines del siglo XVIII regresó a América y estuvo dos años en Buenos Aires, como ayudante del virrey del Río de la Plata, Pedro de Melo.

En 1809 regresó a su tierra natal, incorporándose al ejército realista que comandaba su primo, el brigadier José Manuel de Goyeneche. En ese año estallaron rebeliones contra la autoridad española en el Alto Perú, y Goyeneche fue enviado a reprimirlas, estando Tristán entre las tropas movilizadas a tal efecto. En 1810 el virrey del Perú ordenó defender las provincias altoperuanas de la ofensiva de los revolucionarios del Río de la Plata que habían enviado un ejército. Pío Tristán estuvo presente en la batalla de Huaqui o del Desaguadero (20 de junio de 1811) con el grado de coronel y mayor general del Ejército comandado por Goyeneche. Esta batalla permitió a los realistas recuperar el Alto Perú, que había sido ocupado por los revolucionarios.Ofensiva hacia Salta y Tucumán

Las alternativas de la guerra hicieron que el ejército realista no pudiera avanzar más hacia el sur, lo que permitió el repliegue de los revolucionarios hacia la Intendencia de Salta. Allí quedaron destacamentos de avanzada y el grueso del Ejército del Norte retrocedió hasta Tucumán. Allí, en marzo de 1812, su jefe Juan Martín de Pueyrredón entregó el mando al general Manuel Belgrano, el viejo compañero de estudios de Tristán en Salamanca. Belgrano detuvo la retirada y avanzó con su ejército hasta la ciudad de Jujuy.

Goyeneche ocupó este tiempo en pacificar el Alto Perú, tratando de ganarse a la población que recordaba los excesos por él cometidos en 1809. También no vaciló en emplear la fuerza, debiendo sofocar la rebelión de Cochabamba. Cuando el Alto Perú estuvo controlado, Goyeneche comenzó su ofensiva contra el Ejército del Norte. Pío Tristán fue ascendido a brigadier y puesto al mando de la vanguardia realista, formada por 3.000 hombres y apostada a orillas del río Suipacha.

En agosto de 1812 Tristán avanzó por La Quiaca rumbo a Jujuy, adonde llegó a fines de ese mes. Belgrano, cumpliendo directivas de su gobierno, había ordenado el repliegue de su ejército y de la población. Tristán se encontró con la táctica de la "tierra arrasada" llevada a cabo por el Éxodo Jujeño, pero aun así avanzó en pos del ejército de Belgrano. Este se detuvo en la ciudad de Tucumán y presentó batalla.
Pío Tristán en las batallas de Tucumán y Salta

El 24 de septiembre de 1812 tuvo lugar la batalla de Tucumán, en la cual el ejército realista fue derrotado por un ejército con menos recursos al mando del general Manuel Belgrano y de Eustoquio Díaz Vélez, como mayor general. La infantería de Tristán quedó dueña del campo, pero los revolucionarios destruyeron los abastecimientos realistas y se encerraron en la ciudad, negándose a capitular. Al saber que Belgrano y la caballería patriota estaban moviéndose con intenciones de cortarle la retirada, Tristán ordenó el repliegue hacia el norte. Retrocedió hasta la ciudad de Salta, donde se fortificó a la espera del enemigo.

Belgrano y Díaz Vélez llegaron a las cercanías de Salta en febrero de 1813, y Tristán sacó a su ejército de la ciudad para esperarlo. Belgrano simuló un ataque frontal mientras el grueso de las tropas patriotas hacían un movimiento envolvente. Atrapado entre dos fuegos Tristán replegó sus fuerzas al interior de la ciudad y se dispuso a ofrecer una última resistencia en torno a la Plaza Mayor, pero no pudo organizar a sus tropas, que se negaron a defender las trincheras y corrieron a buscar refugio en la iglesia catedral. Finalmente, Tristán decidió capitular para evitar un inútil derramamiento de sangre y envió un parlamentario a Belgrano. Éste aceptó y a su vez ofreció honrosas condiciones: dejó en libertad a todos los combatientes realistas, exigiéndoles solamente que hicieran el juramento de no volver a tomar las armas en contra de la Patria. Diecisiete jefes y oficiales (incluyendo a Tristán) y casi 3.000 soldados, la completa vanguardia del ejército de Goyeneche, cayó prisionera en la batalla de Salta.

Después de este hecho Tristán cumplió su palabra y abandonó el ejército, retirándose a su natal Arequipa.

Entre ambos jefes, ex condiscípulos, se entabló una relación de respeto, cuando no de cordialidad, según ciertos usos caballerescos de la época. Por ejemplo, en el combate de Las Piedras, librado el 3 de septiembre de 1812, en el que vencieron las tropas revolucionarias rioplatenses al mando de Eustoquio Díaz Vélez, los hombres de Belgrano capturaron a un coronel realista: Agustín Huici. Tristán pidió que el prisionero fuera tratado con humanidad y respeto, diciendo que él haría lo mismo con los prisioneros patriotas en su poder. Envió también cincuenta onzas de oro para cubrir los gastos de la manutención del prisionero, y firmó:

"Campamento del Ejército GRANDE, septiembre de 1812"

Belgrano, con un toque de humor, devolvió las cincuenta onzas para que con ellas cubriera los gastos de los prisioneros patriotas y firmó la nota:

"Cuartel General del Ejército CHICO, 17 de septiembre de 1812"

Belgrano tenía la firme idea de ganar la voluntad de los americanos que combatían en el bando realista. Por esa razón aceptó al parlamentario que envió Tristán en medio de la batalla de Salta y le contestó:

"Dígale usted a su general que se despedaza mi corazón al ver derramar tanta sangre americana: que estoy pronto a otorgar una honrosa capitulación."

Luego, tras la rendición, Tristán pretendió entregar a Belgrano su espada, tal como se acostumbraba, pero el jefe patriota se lo impidió, y en presencia de todos, lo abrazó. La promesa de no volver a luchar contra la Patria fue suficiente para Belgrano, quien dejó ir a su enemigo, en contra del consejo de sus oficiales y de su gobierno.

Tristán tuvo la oportunidad de romper su juramento, pues un obispo realista liberó a todos de su juramento, argumentando que la palabra dada a los revolucionarios podía romperse, pues se trataba de herejes. De este modo muchos oficiales y soldados volvieron a tomar las armas, pero no así Tristán.

Tristán se vio envuelto nuevamente en la guerra cuando en 1814 estalló una rebelión patriota en Cuzco. Fuerzas patriotas mandadas por el brigadier Mateo Pumacahua atacaron Arequipa, y Tristán retomó las armas en defensa de su suelo natal. Cayó prisionero tras la victoria patriota en la batalla de la Apacheta (9 de noviembre). Sin embargo, Tristán fue nombrado gobernador de Arequipa por los patriotas, y tras la derrota de éstos fue presidente de la Audiencia del Cuzco, en 1816.

En 1823 el virrey José de la Serna lo ascendió a Mariscal de campo. Tristán participó en la lucha contra el Ejército Libertador de Simón Bolívar. Tras la derrota y captura del virrey en Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, la Real Audiencia de Cuzco (entonces capital del virreinato) le nombró virrey interino el día 16, cargo que juró el 24 de diciembre. Sin embargo, seis días después de su juramento, publicó una proclama en la que aceptaba la Capitulación de Ayacucho firmada por el virrey De la Serna y reconocía la independencia de la República del Perú. Organizó entonces la transición y el traspaso de poderes a las nuevas autoridades peruanas.

Pío Tristán adoptó las ideas republicanas y fue designado prefecto de Arequipa. Se dedicó en lo siguiente a la actividad política, participando en la creación de la Confederación Peruano-Boliviana. En 1836 fue nombrado Ministro de Estado, y presidió el Estado Sud-Peruano entre 1838 y 1839. A los 87 años de edad, murió en Lima, ya retirado de toda actividad.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 27 Mar 2016 11:24

Excmo. Sr. D. Agustín HUICI Militar Español


Agustín Huici fue un militar español que participó en la lucha contra la independencia hispanoamericana en el Alto Perú y el norte de la República Argentina.

Huici aparece como comandante de las Compañías de Fernando VII del ex Regimiento Fijo de Buenos Aires cuando menos tras la reorganización de sus fuerzas que dispuso el brigadier José Manuel de Goyeneche en julio de 1811, tras su victoria batalla de Huaqui

Al producirse un nuevo alzamiento en Cochabamba favorable a las Provincias Unidas del Río de la Plata, a comienzos de marzo de 1812 Goyeneche dispuso la convergencia del Ejército Real del Perú en varias columnas para destruir el movimiento revolucionario. Huici partió de La Laguna (Tomina, Chuquisaca) el 12 de mayo al frente del Tercer Cuerpo del ejército realista. La columna debió enfrentar en su avance la oposición de los indios a quienes derrotó en el Alto de las Cañas y en Vallegrande. Durante su marcha, destruyó por completo el pueblo de Pucará por su adhesión al movimiento emancipador.

Continuó su avance hasta reunirse con el resto del ejército el 15 de junio en Socona. El ejército unido entró en Cochabamba el 28 y 29 de mayo, sometiendo a la ciudad a tres días de saqueo y múltiples incendios que la dejaron en ruinas, «en castigo de su repetida infidelidad»

En agosto de 1812 se produce la invasión del ejército español al norte del actual territorio argentino. El ejército, fuerte en 3000 hombres, se encontraba a las órdenes del general Pío Tristán, primo de Goyeneche. Pese a haber reorganizado las fuerzas patriotas derrotadas en Huaqui, su nuevo comandante, el general patriota Manuel Belgrano, carecía de los recursos para resistir y obedeciendo las órdenes de Buenos Aires el 23 de agosto de 1812 ordena la retirada de San Salvador de Jujuy y dispone arrasar las cosechas y evacuar población, mulas, caballos y ganado, en lo que sería llamado el Éxodo jujeño.

Al iniciarse el avance sobre Salta, Huici fue reemplazado interinamente al frente de las Compañías de Fernando VII por el capitán Manuel Vidal y asumió el mando de la vanguardia en conjunto con el teniente coronel Llanos.

El avance de la división de la vanguardia realista comandada por el que fue llamado por Manuel Belgrano el «más solemne ladrón y asesino que ha pisado las Provincias Unidas del Río de la Plata» culminó en la ocupación de la ciudad de Salta, ya evacuada por los patriotas que continuaron su marcha hacia el sur, a fines de agosto. Allí, Huici designó gobernador político provisional a José Eugenio Tirado, que era regidor del cabildo de Salta.

Huici detuvo su avance antes del río Pasaje, donde en la margen opuesta se hallaban los patriotas, en espera de refuerzos, guerrillas al mando del teniente coronel Leefdael, retrasado en su marcha, así como 4 piezas de artillería volante y 5 compañías de granaderos al mando del teniente coronel Juan Tomás Moscoso, que arribaría el día 6. Al desplazarse la retaguardia enemiga, sin aguardar a Moscoso, el 3 de septiembre de 1812 Huici avanzó hasta el río de las Piedras. Ese día, al frente de 600 soldados, atacó por sorpresa la retaguardia patriota comandada por el mayor general Eustoquio Díaz Vélez que cubría la retirada de las tropas. Las tropas de Díaz Vélez se replegaron desordenadamente, mezcladas con los atacantes y atropellando al resto del ejército que estaba acampado al Sur. Sin embargo, Belgrano aprovecho el desorden enemigo y dispuso un rápido contraataque que convirtió al llamado combate de las Piedras en una victoria.

Huici, que bajaba por Camino de las Postas, al notar que el camino por Trancas había sido abandonado por el Ejército del Norte, avanzó hacia esa localidad sin protección alguna. Así lo relata el general José María Paz: «se le ocurrió al coronel Huici adelantarse unas pocas cuadras de la cabeza de la columna, y entrar primero que todos a dicha villa. Una pequeña partida de paisanos que, al mando del capitán don Esteban Figueroa, se retiraba al acercarse la columna, vio llegar tres hombres y desmontarse en una casa que hallaron habitada; creyeron tener tiempo de apoderarse de ellos antes que los socorriese la columna, y así lo hicieron: eran el expresado coronel Huici, un portaestandarte Negreiros y un capellán. Luego que los hubieron tomado, los obligaron a montar a caballo y los hicieron volar más que correr; todo lo que hicieron sus compañeros para alcanzarlos y recuperarlos fue inútil. Esto había sucedido a las cuatro de la tarde; a las doce de la noche estaban en Tucumán»

Huici era considerado «feroz y cruel» tanto por los patriotas como por sus pares. El escritor Mariano Torrente escribió acerca del personaje: «Hubo al mismo tiempo algunos otros comandantes que imitaron aquel rigor en este teatro de sangre i entre ello el teniente coronel don Agustín Huici sentimos verdaderamente que estos lunares hayan empañado el lustre de tan heróicas campañas».

Esos antecedentes hicieron temer a Tristán por la suerte de su oficial, por lo que le escribió a Belgrano solicitándole humanidad en el trato del prisionero, prometiéndole actuar de manera equivalente con los prisioneros a su cargo. Tristán acompañó su petición con 50 onzas de oro para cubrir los gastos del coronel Huici. El mismo día de recibida la nota, Belgrano le respondió asegurándole que el coronel Huici sería tratado con todas las consideraciones correspondientes como prisionero de guerra de las Provincias Unidas. Afirmando su confianza en que Tristán trataría con respeto y consideración a los prisioneros patriotas, le devolvió el oro a fin de que los utilizara en beneficio de éstos.

Huici fue luego trasladado al centro de detención en la provincia de San Luis. A comienzos de noviembre de 1814, Vicente Dupuy lo incluiría junto con el coronel Pedro Barreda, el capitán Pedro Ugarte y el subteniente Domingo Vidart, entre aquellos prisioneros que «no sólo habían difundido noticias falsas y despreciativas sobre los acontecimientos americanos, sino que trataron de soliviantar a algunos vecinos, y sostuvieron activa correspondencia -la cual fue interceptada- con los realistas de Córdoba», lo que los hizo acreedores de ser tratados severamente.

Las condiciones de detención provocaron efectivamente quejas del teniente coronel Huici, pero nuevamente sus antecedentes no le granjearon consideraciones: «enemigos tan bárbaros como el famoso Agustín Huici, reclamaban candorosamente bienestares imposibles».Trasladado al fuerte Santa Catalina, en Río Cuarto, huyó en abril de 1816. Fue capturado y al ser conducido desde Mendoza a Buenos Aires, debió quedar en San Luis, enfermo e imposibilitado de continuar el viaje. El 12 de julio de 1816, restablecido, el coronel realista marchó hacia su destino, custodiado hasta San José del Morro por el teniente José Gregorio Calderón, falleciendo al llegar. Calderón regresó con las pertenencias del difunto a San Luis, lo que le valió acusaciones de haberlo asesinado con el fin de robarle.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 27 Mar 2016 11:34

Excmo. Sr. D. Pedro Antonio DE OLAÑETA MARQUIEGUI General del Ejercito Español

Pedro Antonio de Olañeta Marquiegui (Elgueta, España 1770 - Tumusla, Provincia de Charcas, 2 de abril de 1825) fue un militar español de destacada actuación en el ejército realista del Alto Perú, donde dirigió la última campaña que se llevó a cabo en este territorio contra las tropas independentistas. Murió como consecuencia de las heridas sufridas durante el combate de Tumusla. El 12 de julio de 1825 fue nombrado virrey del Río de la Plata por el rey Fernando VII, quien desconocía que Olañeta había fallecido.

Hijo de una familia humilde de Vizcaya, emigró a América con sus padres hacia 1787. Fijó su residencia en la zona de Potosí y Salta, dedicándose al comercio e ingresando en los cuerpos de milicias. Con motivo de su profesión fue apodado como el contrabandista por sus adversarios. Alcanzó una gran fortuna con sus actividades mercantiles, sobre todo entre el Perú y el Virreinato del Río de la Plata, donde -en Jujuy- se casó con una bella criolla hermana de Guillermo Marquiegui y llegó a poseer una estancia.

Al producirse la Revolución de Mayo en 1810, la actitud de este terrateniente - que ya tenía algunas características de caudillo - fue vacilante, volcándose luego de un modo absoluto (y absolutista) al bando "realista" (es decir, proespañol) al notar que las nuevas autoridades ponían en riesgo sus poderes semi feudales. De este modo es que participó como comandante en las campañas contra las incursiones de los independentistas argentinos contra el Alto Perú, estando entonces Olañeta a las órdenes del general José Manuel de Goyeneche. Destacó en sus acciones contra los insurgentes en la Provincia de Jujuy, zona que atacó en repetidas ocasiones y cuya capital consiguió ocupar en 1817, hasta que fue rechazado por los gauchos de Martín Miguel de Güemes, si bien este caudillo patriota falleció a consecuencia de las heridas sufridas en una escaramuza con los soldados de Olañeta. Más tarde ascendió a coronel y permaneció bajo el mando de Joaquín de la Pezuela.

Fue ascendido a general de brigada, y tuvo que aceptar el mando del virreinato de José de la Serna e Hinojosa en 1821. En 1821, su sobrino Casimiro Olañeta, en complicidad con José Mariano Serrano, nacido en Chuquisaca, y Bernabé Aráoz, gobernador de Tucumán, planifican el asesinato de Martín Miguel de Güemes, General en Jefe de la Vanguardia del Ejército Auxiliar del Perú. En los primeros días de junio de ese año, Pedro Antonio Olañeta envía 300 soldados a Salta, quienes ingresan amparados por los nombrados y otros miembros de la oligarquía salteña. El 7 de junio, aprovechando que el Gobernador Güemes viene a la ciudad a visitar a su hermana Macacha, escoltado solamente por 25 soldados de su guardia de Infernales, le tienden una emboscada que logra herirlo de muerte, ya que fallece el día 17 a consecuencias de esa herida. De simpatías absolutistas se rebeló contra la autoridad del virrey del Perú, y en comunicación con Bolívar favoreció indirectamente la derrota de La Serna en las campañas de Junín y Ayacucho, pero seguidamente el mismo fue derrotado y muerto al año siguiente mientras intentaba resistir el avance patriota en el Alto Perú.

Participó en las campañas realistas de 1823. Su condición de absolutista convencido, contrario a la revolución liberal que sufrió España durante el reinado de Fernando VII, terminó por enfrentarle con La Serna, y sublevándose contra su autoridad se autoproclamó "único defensor del altar y del trono" Olañeta, sin embargo había estado en comunicación con Bolívar, y dio comienzo el 15 de enero de 1824 a la llamada Rebelión de Olañeta, que fue combatida por fuerzas del virreinato peruano al mando de Jerónimo Valdés, hasta su repliege el 17 de agosto de 1824, en razón de los avances de Simón Bolívar tras la Batalla de Junín.

Los españoles huyen despavoridos abandonando las más fértiles provincias, mientras el general Olañeta ocupa el Alto Perú con un ejercito verdaderamente patriota y protector de la libertad.
Bolivar, 13 de agosto de 1824.


Después de la derrota de La Serna en la Batalla de Ayacucho lideró un pequeño grupo de militares resistentes en el Alto Perú. Pero esta situación fue apenas una anécdota, dado que el avance de Sucre sobre el Alto Perú era imparable y, en 1825, tras caer La Paz, lo mismo ocurrió con Potosí el 29 de marzo, donde Olañeta había concentrado sus tropas. Cuatro días más tarde, en un intento desesperado por resistir, Olañeta murió el 1 de abril a consecuencia de las heridas recibidas en la batalla del Tumusla el día anterior por el Coronel Carlos Medinaceli, según una versión por el disparo de uno de sus soldados.

En la Península ibérica, el rey Fernando VII tras tener conocimiento de la capitulación de Ayacucho de la mano de Casariego, procedió el 12 de julio de 1825 al nombramiento a Olañeta como virrey del Río de la Plata,4 nombramiento que fue realizado cuando ya éste había fallecido sin saberlo aún el rey.

La batalla de Tumusla

El general Olañeta, al saber de la defección de Medinaceli, se puso en movimiento para ir a sofocarla en su cuna. Retrocedió del punto donde estaba y se dirigió a Cotagaita con 700 hombres. Mientras tanto Medinaceli había tomado posiciones en el río Tumusla, donde Olañeta lo atacó el 1 de abril de 1825. El combate concluyó a las siete de la tarde. Herido por tiros de fusil el día 1 de abril, Olañeta cayó en tierra, a cuya vista sus soldados se dispersaron, entregándose algunos al jefe vencedor. Olañeta falleció al día siguiente, el 2 de abril. Ese mismo día Medinaceli remitió el parte de la batalla al mariscal Sucre.

El general Olañeta, que había evacuado Potosí el 28, tuvo un encuentro con una partida nuestra el 1º del corriente y, siendo completamente derrotado y herido,murió el 2. Antonio José de Sucre, Potosí, 6 de abril de 1825.

Años más tarde, en 1828, el último foco de resistencia español en la República de Bolívar fue dirigido por el general realista Francisco Javier Aguilera, famoso por dar muerte a los patriotas Manuel Asencio Padilla e Ignacio Warnes, finalmente fue derrotado en Vallegrande (Santa Cruz, Bolivia) por una división dirigida por el coronel Anselmo Rojas y todos sus líderes fueron decapitados. Sus cabezas fueron expuestas en la plaza.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 27 Mar 2016 12:32

D. Juan Saturnino CASTRO Militar del Ejercito Español y posteriormente independentista.

Juan Saturnino Castro (Salta, noviembre de 1782 - Moraya, septiembre-octubre de 1814) fue un oficial argentino realista que luchó contra las fuerzas independentistas de las Provincias Unidas del Río de la Plata, del que era originario, teniendo una destacada actuación en la batalla de Vilcapugio. Fue ejecutado por haber intentado sublevar las tropas americanas del ejército realista a favor de los independentistas.
Biografía

Ingresó joven en el ejército real español, revistando en el Regimiento Fijo de Infantería de Buenos Aires, uno de cuyos batallones tenía su sede en Salta.

En 1809 marchó con parte de ese regimiento al Alto Perú, donde actuó en la represión de la Revolución de Chuquisaca, que se limitó a algunos arrestos y destierros. Después pasó al Perú y fue ascendido a coronel, pasando al arma de caballería.

En 1811 luchó en la batalla de Huaqui en el ejército realista. Participó en la captura de Cochabamba, ciudad que después de rendirse a los realistas había vuelto a rebelarse. Formó en las filas del ejército de vanguardia ―el «Ejército grande»― del general Pío Tristán en la invasión del norte argentino. Luchó en las batallas de Tucumán y Salta. Fue tomado prisionero en esta última batalla, como el resto de su ejército. El general patriota Manuel Belgrano (1770-1820) los dejó en libertad a cambio de que juraran ante Dios que no tomarían nuevamente las armas contra las Provincias Unidas. Muchos de los oficiales juramentados cumplieron su palabra, entre ellos Tristán, pero la mayor parte ―entre ellos Castro― decidieron no cumplirla, y consiguieron que el arzobispo de Charcas los «liberara» del juramento.

De modo que Castro se incorporó al ejército al mando del general Joaquín de la Pezuela (1761-1830), que enfrentó al Ejército del Norte. El 27 de septiembre de 1813, al frente de tropas de caballería e infantería, avanzó desde Pequereque e interceptó las tropas del caudillo Baltasar Cárdenas en el combate de Ancacato, provocando una matanza en que cayó también el jefe patriota. Gracias a la victoria, el general Pezuela se apoderó de correspondencia secreta, que indicaba que Belgrano estaba esperando las tropas de Cárdenas y la caballería de Cochabamba, que aún no se le había unido.

De modo que Pezuela apresuró su avance y atacó a Belgrano cuatro días más tarde en la batalla de Vilcapugio. La superioridad numérica y de preparación militar de las tropas rioplatenses permitió a los patriotas arrollar las posiciones realistas. Pero en el momento en que la infantería de la izquierda realista acababa de ser destruida y el resto de las tropas comenzaban a huir, reapareció la caballería de Castro, dispersando toda el ala de la derecha patriota, que arrastró al resto de las tropas y las desorganizó por completo. La victoria realista fue completa.

Castro comandó una parte importante de la caballería en la batalla de Ayohúma (14 de noviembre de 1813) y fue el encargado de perseguir a sus enemigos. Varias veces estuvo a punto de alcanzar a la retaguardia patriota, dirigida por el coronel porteño Cornelio Zelaya (1782-1855), con quien se cruzaron insultos a los gritos durante todo el día siguiente a la batalla.

En 1814 participó en la segunda invasión realista al norte argentino, bajo el mando de Pezuela, y fue el jefe del primer cuerpo realista en ocupar Salta, su ciudad natal.

Mientras estaba de guarnición en San Salvador de Jujuy, recibió correspondencia de su hermano, el doctor Manuel Antonio Castro ―un reputado jurista instalado en Córdoba― y de varios amigos de este, en que intentaban convencer al coronel de que se pasara a las filas patriotas. No obstante, Castro acompañó a las tropas realistas en su retirada al Alto Perú, presionados por los gauchos de Martín Miguel de Güemes.

Al llegar a Santiago de Cotagaita, los realistas se enteraron de que el anciano indígena Mateo Pumacahua (1740-1815) había formado una junta de gobierno en Cusco (3 de agosto de 1814), y que esta revuelta se había extendido a Arequipa, Huamanga, Puno y La Paz. Entonces Castro decidió por fin pasarse al bando americano y organizó la sublevación de los soldados de origen americano del ejército realista, e incluso convenció a muchos oficiales. Según el testimonio de los oficiales realistas, cinco sextas partes de las tropas eran americanas; si Castro hubiera logrado sublevarlos, el ejército realista hubiera desaparecido en cuestión de días.

En agosto de 1814 escribió al general porteño José Rondeau (1775-1844) ―nuevo comandante del Ejército del Norte― pidiendo colaboración y relatando sus planes. Uno de los oficiales americanos a quien había contactado lo delató al general Pezuela. Sabiéndose descubierto, Castro intentó insurreccionar una parte de las tropas y pasarse a los patriotas, pero fue arrestado: Pezuela lo condenó a muerte, y el batallón de Cuzco ―con cuya fidelidad más contaba Castro―, hizo una demostración de fidelidad a los españoles ofreciéndose a ser ellos quienes lo fusilaran.

Fue ejecutado en la aldea boliviana de Moraya ―a unos 45 km al norte de Villazón― a fines de septiembre o principios de octubre de 1814.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 27 Mar 2016 23:36

Excmo. Sr. D. Joaquín GONZALEZ DE LA PEZUELA GRIÑAN Y SANCHEZ DE ARAGON MUÑOZ DE VELASCO Teniente General del Ejercito Español


Joaquín González de la Pezuela Griñán y Sánchez de Aragón Muñoz de Velasco (Naval, 1761 - Madrid, 1830) fue noble, militar y político español, I marqués de Viluma, trigésimo noveno virrey del Perú (7 de julio de 1816 - 29 de enero de 1821) y capitán general de los Ejércitos.

De familia hidalga oriunda de Santander, estudió en el Colegio de Artillería de Segovia y combatió en el sitio de Gibraltar y años más tarde contra Francia en Guipúzcoa y Navarra (1793-1794).

En 1805 fue trasladado a América del Sur, donde ocupó cargos secundarios y posteriormente el virrey del Perú José Fernando de Abascal y Sousa lo nombró Director de la Artillería Real, que reorganizó profundamente.

Después de las derrotas que Ejército realista del Alto Perú sufrió a manos del Ejército del Norte de las Provincias Unidas del Río de la Plata en las batallas de Tucumán y Salta, comandada por el general patriota Manuel Belgrano, Joaquín de la Pezuela fue nombrado comandante del ejército realista, sucediendo a José Manuel de Goyeneche. Partió del Callao en abril de 1813 y desembarcó en Quilca, desde donde pasó al Alto Perú, llevando consigo algunos refuerzos y diez cañones medianos. Dedicó algunas semanas a reorganizar el ejército antes de hacer frente a los patriotas.

Mientras el Ejército del Norte de las Provincias Unidas del Río de la Plata avanzaba hacia el Alto Perú, Pezuela se limitó a evitar en lo posible la ayuda que podría recibir de las guerrillas locales, las llamadas "Republiquetas". La victoria sobre una de estas guerrillas le permitió apoderarse de correspondencia que le reveló que el general Belgrano esperaba prontos refuerzos, por lo que se apresuró a atacarlo en la batalla de Vilcapugio el 1 de octubre. En un principio pareció que estaba siendo derrotado, pero la mala coordinación de las tropas independentistas y el sorpresivo contraataque de la caballería del coronel Saturnino Castro le dio la victoria. No obstante que logró apoderarse de la artillería y el parque, no pudo perseguir a su enemigo. Cuando finalmente pudo volver a atacar a Belgrano, éste había logrado reorganizar su ejército, pero al frente del mismo esperó en una posición favorable elegida de antemano; Pezuela atacó desde un flanco, y obligó a su enemigo a cambiar de frente en medio de la batalla, derrotándolo por completo. El ejército independentista se retiró hacia San Salvador de Jujuy.

Tras derrotar a algunas republiquetas, pero dejando otras a sus espaldas, Pezuela avanzó hacia el sur y ocupó la ciudad de Salta a fines de mayo de 1814. Pese al apoyo de algunos realistas locales, los gauchos de la región, organizados por Luis Burela y especialmente Martín Miguel de Güemes lo aislaron de la provincia y le quitaron la posibilidad de apoderarse de víveres. La victoria de las republiquetas de Vallegrande y Santa Cruz en la batalla de La Florida lo obligó a regresar hacia el norte, y la hostilidad de los gauchos, que capturaron o mataron 1.200 de sus hombres, le impidió dejar parte de su ejército en Salta o Jujuy.

Fijó su cuartel general en Cotagaita, desde donde envió a su segundo jefe, el general Juan Ramírez Orozco, con más de la mitad de sus fuerzas, a aplastar la Rebelión del Cuzco, que había logrado controlar no sólo esa ciudad, sino también La Paz y Arequipa, entre otras.

Cuando el general José Rondeau inició la Tercera expedición auxiliadora al Alto Perú, debió retirarse hacia el norte. El avance independentista fue tan lento que dio tiempo a Pezuela a recibir el ejército de Ramírez Orozco, que volvía victorioso desde el Cuzco, y algunos refuerzos venidos desde Chile, región que recientemente había sido reconquistada por los realistas. Tras rechazar exitosamente un ataque sorpresa en la batalla de Venta y Media, persiguió a Rondeau hasta las cercanías de Cochabamba; allí esquivó el esquema defensivo enemigo bajando por la peligrosa Cuesta de Viluma y derrotó a Rondeau en la Batalla de Sipe Sipe, llamada también Batalla de Viluma, el 29 de noviembre de 1815. Al año siguiente, el rey Fernando VII le otorgó el título de Marqués de Viluma y el rango militar de teniente general.

En octubre de 1816 Joaquín de la Pezuela fue nombrado virrey del Perú, para suceder a José Fernando de Abascal, que había ocupado ese cargo durante diez años.

Concentró sus esfuerzos en apoyar las expediciones hacia el norte de la actual Argentina de su sucesor en el mando del Ejército del Alto Perú, José de la Serna, y en apoyar a las fuerzas realistas de Chile. Tras la victoria del patriota general José de San Martín en la batalla de Chacabuco, envió a Mariano Osorio a Chile, donde éste organizó un ejército para intentar reconquistar una vez más ese territorio. Pero cuando el general San Martín derrotó a Osorio en la batalla de Maipú retiró las fuerzas realistas de ese territorio y dejó que la causa del rey fuera defendida por guerrillas irregulares y por indígenas mapuches.

Durante dos años se limitó a apoyar al ejército que operaba en el Alto Perú y a lanzar expediciones cada vez más débiles sobre Salta, mientras aguardaba el esperado ataque de San Martín desde Chile. Éste finalmente se produjo el 8 de septiembre de 1820, cuando arribó a Paracas la Expedición Libertadora del Perú. Desde allí, San Martín la Primera campaña de Arenales a la sierra del Perú que recorrió el territorio de sur a norte, mientras el resto del ejército se instalaba en Huaura. San Martín inició negociaciones con Pezuela, que no lograron éxito alguno, debido a que el jefe expedicionario proponía la independencia del Perú, lo que era inaceptable para el virrey.

La exitosa campaña de la Sierra, la imposibilidad de expulsar a la escuadra de Thomas Cochrane de la costa peruana y la fidelidad del virrey Pezuela al absolutismo provocaron su desprestigio, especialmente debido a que la mayor parte de los oficiales a sus órdenes eran liberales. El 29 de enero de 1821, los jefes liberales, dirigidos por el general José de la Serna, lo derrocaron por medio del llamado Pronunciamiento de Aznapuquio.

Pezuela se embarcó inmediatamente hacia España, donde en 1825 fue nombrado Capitán General de Castilla la Nueva.

Falleció en Madrid en 1830.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 27 Mar 2016 23:52

Excmo. Sr. D. Gabino GAINZA Y FERNANDEZ DE MEDRANO Teniente General del Ejercito Español


Gabino Gaínza y Fernández de Medrano (Vizcaya, País Vasco, 20 de octubre de 1753 ó 1760-México, 1829 aproximadamente) fue un militar y político español, que hizo su carrera en las colonias americanas. En el proceso de independencia de Hispanoamérica, inicialmente luchó del lado realista —en Chile— para después —en Guatemala— siendo Jefe Político Superior de la Provincia de Guatemala, proclamar la independencia y convertirse en Presidente de una Junta Provisional Consultiva con delegados que representaban a Chiapas, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica.

Siendo ya oficial del ejército español arribó a Perú en 1783, donde participó en la represión de la rebelión indígena encabezada por Túpac Amaru. Desde ahí fue traspasado a la guarnición de Guayaquil como coronel a cargo de la flotilla de lanchas cañoneras del puerto. En aquella ciudad, en 1799 contrajo matrimonio con Gregoria, la hermana del futuro patriota ecuatoriano Vicente Rocafuerte.

Continuó una carrera de militar colonial sin mayores sobresaltos, que le permitió llevar la cruz de los Caballeros de San Juan, ser un funcionario de confianza de diversos virreyes del Perú y alcanzar el rango de brigadier y comandante del Regimiento Real de Lima, en 1811.

En enero de 1814, fue enviado a Chile por el virrey Abascal. Llevaba consigo los despachos de capitán general del reino y general en jefe de las fuerzas reales. Debía reemplazar a Juan Francisco Sánchez, un humilde capitán de veteranos que ejercía como líder de las fuerzas realistas estacionadas en Chillán desde la muerte del brigadier Antonio Pareja.

La instrucción central dada por Abascal era reavivar la guerra contra los independentistas chilenos, que había caído en una situación de cierta inmovilidad. Para esto se embarcó en El Callao el 31 de diciembre llevando dos piezas de artillería, mil quinientas lanzas, un regular parque, dinero, tabaco, azúcar y un refuerzo de apenas 200 hombres escogidos del regimiento Real de Lima, a los que tras su llegada a Chile se sumaron 700 milicianos de Chiloé.

El desembarco de Gaínza en Arauco, el 31 de enero, no pudo ser evitado por el jefe de las tropas chilenas del sector, Bernardo O'Higgins. En la misma plaza, el 3 de febrero, se reunió con numerosos mapuches en el Parlamento de Quilín de 1814, consiguiendo su adhesión, el reconocimiento de antiguos tratados con la Corona y la promesa del toqui de los arribanos, Mañil, de facilitar 6.000 guerreros.

Con la misma fortuna, Gainza logró unir sus fuerzas a las de Chillán para así iniciar su trabajosa campaña.

Una de sus columnas, comandada por Ildefonso de Elorriaga, consiguió tomar Talca el 3 de marzo. En esta acción, una pequeña y aislada guarnición patriota fue masacrada. Esta derrota, al igual que la heroica muerte del comandante local, el coronel Carlos Spano, provocó una crisis política en Santiago. La Junta Superior Gubernativa presidida por Agustín Eyzaguirre había abandonado Talca un par de días antes con rumbo a la capital, llevando para su escolta la mayor parte de las fuerzas de la plaza. Producto de esta bochornosa situación cayó la Junta y asumió como Director Supremo Francisco de la Lastra.

Al día siguiente (4 de marzo) Gaínza cosechó otro golpe de suerte de una de sus guerrillas. Esta vez milicianos mandados por Clemente Lantaño hicieron prisioneros a los antiguos jefes del ejército patriota: José Miguel Carrera y Luis Carrera.

Estos dos primeros éxitos contribuyeron al desquiciamiento de la situación política en el bando patriota. Pero la campaña se volvió más incierta con el tiempo. Se entablaron una larga serie de combates y escaramuzas, en la que la suerte no terminaba de favorecer del todo a ninguno de los dos bandos. Gaínza y sus oficiales subordinados salieron alternativamente victoriosos y derrotados de las siguientes acciones:

Combate de Cuchacucha
Combate de Gamero
Combate de Quilo
Combate de Membrillar
Desastre de Cancha Rayada
Combate de Guajardo
Combate de Río Claro
Combate de Quechereguas

Al finalizar la última de estas acciones, el 5 de abril de 1814, ambos ejércitos estaban agotados y en pésimas condiciones logísticas. Después de tres meses de operaciones bajo el mando de Gaínza, los realistas habían aumentado el territorio bajo su control, tomando Talcahuano y Concepción, pero este esfuerzo los había debilitado notablemente.

Por lo mismo, fue considerada muy oportuna la noticia de que el comodoro inglés James Hillyar había traído a Chile instrucciones del virrey Abascal para parlamentar con los rebeldes. Tras algunas negociaciones, Gaínza firmó el Tratado de Lircay, por el que se comprometía a abandonar la Provincia de Concepción tras obtener protestas de fidelidad a Fernando VII por parte de los plenipotenciarios patriotas, Bernardo O'Higgins y Juan Mackenna.

Todo indica que el tratado no fue más que la manera en que ambos bandos consiguieron darse una tregua. Gaínza, por lo menos, no abandonó sus posiciones en la fecha acordada. Otro tanto hicieron los patriotas.

Pese a esto, el virrey Abascal se indignó sobremanera con su general al conocer el texto del Tratado de Lircay. No contento con quitarlo de su cargo, reemplazándolo por Mariano Osorio, dispuso que fuera sometido a proceso en Lima, acusado de extralimitarse respecto de sus órdenes originales.

La corte marcial procedió firmemente contra Gaínza. El brigadier tuvo que esperar bajo vigilancia el fin del proceso de Lima. Aunque Gaínza fue absuelto en 1816, su reputación en el ejército estaba fuertemente dañada. Por lo mismo fue trasladado a Quito y entregado a la jurisdicción del Virreinato de Nueva Granada.

A principios de 1820 Gaínza, ya desligado de superiores que lo miraran con recelo, había obtenido el cargo de General Subinspector de las fuerzas en el Virreinato de Nueva España (México), y en 1821 fue llamado a ejercer el puesto de Jefe Político Superior de la Provincia de Guatemala. En lo militar era capitán general de Guatemala, con jurisdicción sobre Chiapas, Guatemala, El Salvador y Honduras, Nicaragua y Costa Rica.

Contra este nombramiento protestó el nuevo virrey de Perú, Joaquín de la Pezuela, que señaló las supuestas simpatías de Gaínza para con los independentistas. También se quejó el capitán general de Guatemala en ejercicio, Carlos de Urrutia y Montoya, argumentando que Gaínza estaba disminuido debido a su edad (67 años).

Gaínza obtuvo el nuevo cargo a pesar de la oposición de Urrutia (quien había sofocado una rebelión en agosto de 1820). Desoyendo la opinión de sus doctores (Pedro Molina y Vicente Carranza, ambos independentistas), asumió el ejercicio del poder gubernamental el 9 de marzo de 1821.

En agosto de 1821, México logró su independencia bajo la dirección de Agustín de Iturbide. Gaínza se adaptó a la nueva situación del centro virreinal, colocándose abiertamente del lado del movimiento de independentista. El 15 de septiembre de 1821 llamó a un cabildo en Ciudad de Guatemala, en el que se declaró a la Provincia de Guatemala independiente de la Corona española. La emancipación fue oficializada en un documento, que hoy se conoce como "Acta de independencia de Centroamérica", y en el que figura la firma de Gaínza en primer lugar.

La reunión de la Diputación Provincial de Guatemala del 15 de septiembre de 1821 decidió que todo lo acordado debería ser ratificado por un congreso centroamericano a inaugurarse el 1 de marzo de 1822. Hasta su apertura, los titulares políticos, militares y administrativos coloniales deberían permanecer en sus funciones. De este modo Gaínza se hizo, de facto, el primer gobernante de Guatemala independiente ("jefe político", en palabras del Acta). La decisión de independizarse fue imitada por las demás provincias españolas de América Central.

Pero quedaba un tema pendiente en la declaración del 15 de septiembre: la situación de Guatemala respecto del recién creado Imperio de México.

El 29 de octubre de 1821, el ahora presidente de la regencia del Imperio Mexicano, Iturbide, envió a Gaínza un mensaje invitando a Guatemala a formar parte de México. Antes ya había escrito alentando a los centroamericanos a enviar a sus representantes a las futuras Cortes Constituyentes que se reunirían en la capital mexicana. Pero la nueva carta culminaba con el anuncio de un hecho político más concreto. Un numeroso ejército mexicano se dirigía a la frontera con Guatemala.

Gaínza le contestó un mes más tarde, el 3 de diciembre de 1821, que era necesario consultar a diversos cabildos centroamericanos para dar una respuesta sobre la cuestión. Culminaba su contestación con estas elocuentes expresiones: "Espero que Vuestra Excelencia dejará en suspenso sus decisiones, y detendrá la marcha de su división armada, hasta la llegada de mi respuesta que le enviaré por correo el 3 de enero de 1822".

Apenas dos días después de la fecha fatal, el 5 de enero, Gaínza pudo remitir su conteo (aún incompleto): 32 ayuntamientos aceptaban la anexión; 104 aceptaban con condiciones; 2 se oponían de plano, mientras que otros 21 opinaban que esta cuestión sólo podía ser debatida por el congreso que debía reunirse en marzo.

A estos últimos no les faltaba razón, pues la ocurrencia de Gaínza de consultar a los cabildos, aunque le daba algo de tiempo, violaba la disposición N° 2 del Acta del 15 de septiembre: un "Congreso que debe decidir el punto de independencia general absoluta y fijar en caso de acordarla, la forma de Gobierno y ley fundamental que debe regir".

Pero además surgieron sospechas sobre el recuento mismo, ya que se acusó al secretario de la Junta Consultiva que asesoraba a Gaínza, Mariano Gálvez, de haber acomodado el resultado a favor de la anexión.

Pero es cierto que muchos pueblos (Comayagua, Ciudad Real de Chiapas, Quetzaltenango, Sololá, las intendencias de Nicaragua) se unían por iniciativa propia al Imperio, aun saltando por encima del conducto regular que incluía a Ciudad de Guatemala. Había apariencias de unanimidad y mucha presión puesta sobre esta decisión. Por lo mismo, Gaínza y la Junta Provisional Consultiva declararon la unión del Reino de Guatemala al Imperio de México en un acta firmada el 5 de enero en Ciudad de Guatemala.

Los acontecimientos se precipitaron:

El 11 de enero El Salvador denunciaba la anexión como ilegítima, se declaraba en rebeldía y bajo la dirección de José Matías Delgado y Manuel José Arce se preparaba para la lucha armada.
El 23 de enero, Iturbide nombró a Gaínza capitán general de Guatemala con carácter provisional.
El 25 de febrero Gainza ordenó que se tomara el juramento de adhesión al Imperio de México.
El 30 de marzo Iturbide dio a Gaínza el título de Lugarteniente General del Reino y le ofreció el puesto de gobernador de una provincia del Imperio o de Nueva Galicia, como premio por sus servicios.
Gaínza pide el envío de las tropas mexicanas (600 hombres, bajo el mando de Vicente Filisola) ya apostadas en la frontera.
Las tropas de Vicente Filisola llegaron a Ciudad de Guatemala el 12 de junio.
El 23 de junio, por orden de Iturbide, Gaínza dejó el poder en manos de Filisola y abandonó el país con rumbo a México.

Hasta donde se conoce, Iturbide no cumplió las promesas hechas a Gaínza. El viejo militar no recibió gobernación de ínsula alguna. Sólo se sabe que murió envuelto en la más absoluta pobreza, después de una vida trashumante de servicio a los virreyes americanos, alrededor del año 1829.

Saludos :saluting-soldier: :saluting-soldier: :saluting-soldier:
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Marco Tulio Cicerón.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 28 Mar 2016 17:03

Excmo. Sr. D. MIguel DE LA SIERRA Marino de la Armada Española


Miguel de la Sierra (Guarnizo, Cantabria, 1763 – Ferrol, La Coruña, 1827) fue un marino realista español que se desempeñó como Comandante del Apostadero de Montevideo entre 1812 y 1814.1

En agosto de 1804 el Brigadier José de Bustamante y Guerra (1759-1825), quien se desempeñara como Comandante del Apostadero de Montevideo hasta su reemplazo por Pascual Ruiz Huidobro, abandonó Montevideo para regresar a España. La flota estaba compuesta de cuatro fragatas: Medea, la capitana, de 40 cañones, botada en 1797 en Ferrol, Nuestra Senora de las Mercedes de 36 cañones y botada en 1780 en La Habana, Fama de 34 cañones, botada en 1795 en Cartagena y comandada por el capitán Miguel de Zapiain y Valladares, y Santa Clara, de 40 cañones.

Transportaba los caudales recogidos en los virreinatos de Perú y Buenos Aires así como los de numerosos particulares, quienes viajaban en muchos casos con sus familias, como ser el caso de Diego de Alvear y Ponce de León. En total llevaba 4.736.153 pesos. El teniente de navío Miguel de la Sierra era el segundo comandante de la fragata Medea.

El 5 de octubre de 1804, divisando ya las estribaciones de la sierra de Monchique, fueron detenidos frente al Cabo Santa María por una escuadra inglesa compuesta de las fragatas HMS Indefatigable (44 cañones, capitán Graham Moore), HMS Medusa (32 cañones, capitán Gore), HMS Amphion (32 cañones, capitán Sutton) y HMS Lively (38 cañones, capitán Hamond). Si bien no había guerra declarada, los ingleses tenían órdenes de desviar el convoy a Gran Bretaña. Si bien el poder de fuego (alrededor de 150 cañones) y las tripulaciones (unos mil cien hombres) eran parejos, el entrenamiento de los británicos era superior. Bustamante se negó a rendirse y se inició el combate, pero pronto un disparo alcanzó la santabárbara de la Mercedes que voló salvándose sólo 52 de sus 315 tripulantes y enviando al fondo del mar aproximadamente un millón de pesos (330 millones de libras esterlinas de la época). Bustamante rindió dos de las fragatas y la Fama trató de escapar, siendo apresada hora y media después.

Tras este breve pero dramático combate, que sería llamado Combate del Cabo de Santa María, el 11 de enero de 1805 España declaró la guerra a Gran Bretaña y el 21 de octubre siguiente la flota española fue destruida en la Batalla de Trafalgar.

El 10 de agosto de 1811 recibió instrucciones de reemplazar en la Comandancia del Apostadero de Montevideo al brigadier José María Salazar, quien había reemplazado a su vez a Pascual Ruiz Huidobro, y enfrentaba desde la Revolución de mayo de 1810 a los juntistas de Buenos Aires. El 26 de enero el ahora capitán de navío Miguel de la Sierra se hacía cargo de la Comandancia, dependiendo del Ministerio de Marina del Consejo de Regencia de España e Indias y subordinado al Gobernador de la plaza, Gaspar de Vigodet.

Reunidas en España las Cortes generales, recibió instrucciones de regresar a España pero solicitó en diciembre continuar en su puesto por considerarse necesario dada la situación del apostadero. En efecto, el 20 de octubre de 1812 se había reiniciado el sitio terrestre de la ciudad, por lo que su suerte quedaba una vez más ligada a su marina.

Desde la destrucción de la primera escuadrilla de Buenos Aires en el Combate de San Nicolás del 2 de marzo de 1811, Montevideo controlaba los ríos lo que le había permitido bloquear y bombardear Buenos Aires en julio y agosto de 1811 y en marzo de 1812, así como Corrientes en julio de 1811.

El control del Río de la Plata y de sus principales tributarios el Río Paraná y el Río Uruguay, asegurados por el dominio de la Isla Martín García, permitían a los realistas efectuar expediciones de hostigamiento y aprovisionamiento en sus riberas y hacían posible mantener la plaza, aunque sujeta a duras privaciones.

Tampoco el bloqueo naval sobre Buenos Aires era realmente efectivo, sea por la imposibilidad de forzar su cumplimiento a los buques extranjeros, principalmente ingleses y norteamericanos, o por el movimiento de los pequeños buques de cabotaje que mantenían sus operaciones desde los puertos de Buenos Aires o de Las Conchas al norte de la ciudad y Ensenada de Barragán o Río Salado (Buenos Aires) al sur.

Para ahogar ese comercio por decreto del 6 de marzo de 1813 se declaró buena presa los buques españoles que salieran de Buenos Aires con patente "del intruso gobierno", así como los que se dirigiesen a Buenos Aires o puertos y costas que obedecieran a dicho gobierno. En julio de 1813 De la Sierra dictó las Instrucciones y Leyes que deben observar los capitanes de los buques corsarios que naveguen el río estableciendo que era necesaria la licencia del gobernador o del comandante del apostadero, él mismo.

En diciembre de 1813 el Segundo Triunvirato de las Provincias Unidas del Río de la Plata tomó la decisión de crear una nueva escuadra y forzar la situación en el frente oriental. Con el impulso de Juan Larrea y el apoyo del comerciante Guillermo Pío White en febrero de 1814 la flotilla estaba lista para entrar en operaciones al mando de Guillermo Brown.

De la Sierra ordenó a su mejor comandante, Jacinto de Romarate, reforzar la Isla Martín García con el objeto de impedir asaltos como el de José Caparrós en 1813 y prepararla para funcionar como hospital para los enfermos de escorbuto de la ciudad y punto de concentración y engorde del ganado capturado, y avanzar posteriormente sobre Buenos Aires para impedir o desorganizar la creación de la escuadra.

No obstante la iniciativa no llegó a tiempo ante la celeridad de los preparativos de los patriotas cuya flota estaba ya en operaciones incluso tras la escuadra realista, por lo que Romarate permaneció en Martín García. Abriendo las operaciones de la Campaña Naval de 1814, el 10 de marzo de 1814 Brown lo atacó en el canal oeste de la isla pero la varadura de su nave capitana, la fragata Hércules, que quedó expuesta a un fuego devastador de la escuadra en pleno y las baterías de tierra, dio la victoria de la jornada a los realistas.

Tras retirarse y contra toda previsión Brown regresó y efectuó un desembarco en la isla consiguiendo capturarla. Romarate, careciendo de munición, se vio forzado a retirarse y sin recibir apoyo de su base en Montevideo se refugió en el Río Uruguay.

En efecto, Miguel de la Sierra ordenó al capitán de fragata José Primo de Rivera y Ortiz de Pinedo zarpar en ayuda de Romarate, pero Primo de Rivera demoró constantemente la salida y cuando finalmente cumplió la orden regreso al poco tiempo a la seguridad de la bahía por temor al enfrentamiento con Brown. La conducta de Primo de Rivera para con su comandante llegaba a la abierta desobediencia, pues acudía directamente a Vigodet para presentar constantes partes de enfermo que lo exceptuaran del servicio. La indecisión en acudir en auxilio de la división Romarate que decidió su pérdida causó gran indignación en la plaza y puso de manifiesto la verdadera situación en que quedaba la plaza de cara al previsible enfrentamiento final.

Brown bloqueó a Montevideo a partir del 14 de abril de 1814. Si bien el número de navíos era parejo, los realistas carecían desde hacía tiempo de tripulantes y oficiales bien entrenados, debiendo proceder a la leva de prisioneros, soldados o ciudadanos en general sin ningún entrenamiento marinero. Mientras que el Cabildo de Montevideo era de la opinión de presentar batalla, los comandantes militares en su mayoría eran contrarios, dando como justificación lo antes expuesto. Finalmente una votación decidió la salida.
Montevideo en 1813.

Sin Romarate, con mucho su mejor comandante por táctica y valor, debía tomar el mando el capitán de fragata José Primo de Rivera y Ortiz de Pinedo, responsable del Tercer bombardeo de Buenos Aires (1812) y quien no comprometiera apoyo alguno a Romarate por temor a enfrentar a Brown. No obstante Primo de Rivera dio constante parte de enfermo para excusarse y finalmente pedir el relevo por lo que el mismo Comandante del Apostadero debió hacerse cargo tanto de la instrucción como de la operación.

La recluta proveía hombres sin ningún entrenamiento hasta el punto que Miguel de la Sierra idea como método para dar las órdenes el uso de naipes, que pone en los palos y drizas para poder referenciarlos. Así las órdenes se transforman en instrucciones como "¡As de Oro!" o "¡Rey de Palos!".

Finalmente el 14 de mayo la escuadra abandona su fondeadero para enfrentar a la de Brown en el Puerto del Buceo. Estaba compuesta por el Queche Hiena (capitana), las corbetas Mercurio, Neptuno y Paloma, la fragata Mercedes, la balandra Castro, el lugre San Carlos, la goleta María, los bergantines Cisne y San José y el falucho Fama, con 1.087 hombres y 155 cañones.

La escuadra de Brown está compuesta por la fragata Hércules, las corbetas Belfast (Oliver Russell) y Zephyr (Santiago King), el bergantín Nancy (Richard Leech), la goleta Juliet(McDougald), la corbeta Agreable (Lemare), la sumaca Trinidad(Wack) y el falucho San Luis (Clark), con algo más de mil cien hombres y 147 cañones.

Ante el avance de Miguel de la Sierra, la escuadra de las Provincias Unidas se alejó a todo el trapo hacia el SE durante 90 minutos perseguidos por los españoles. Cuando se habían alejado de la costa lo suficiente para contar con mayor calado y dificultar la retirada enemiga, Brown dio orden de iniciar el combate.

Pero el viento cesó rápidamente por lo que el cañoneo fue breve. La mayor pérdida patriota era la del San Luis, abordado por el corsario Pepe el Mahonés. La flota realista pese a estar cerca de su apostadero carecía de remolque adecuado, por lo que quedó de hecho varada.

En esos momentos, al anochecer, el Hiena en vanguardia al mando directo de Miguel de la Sierra se alejó de la escuadra tras recibir dos descargas de la Hércules. El queche Hiena era el buque de mejor andar por lo que pronto el resto de la flota quedó a su suerte y se hizo cargo del capitán de fragata José Posadas. Dice Brown:"El queche Hiena, que estaba a la cabeza de la escuadra estuvo al tiro de fusil de la Hércules, mas aprovechándose de su mando, después de haber recibido dos andadas a metralla de bala, se largo y separó de sus compañeros. En él se descubrirá el distintivo del Jefe, y no obstante eso, se complacía en huir".

El 16 de mayo como sigue la calma Brown pasa a la recién llegada sumaca Itatí por ser mejor velera y consigue aproximarse a la escuadra enemiga pero es herido en una pierna, quedando cojo de por vida. Brown no abandona su puesto de comando y regresa a la Hércules dirigiendo desde entonces el combate desde una angarilla. Por la noche hace deslizarse a la Hércules entre dos buques realistas y efectúa descargas por ambas bandas, rindiéndose ambos navíos. Al término de la jornada se habían capturado el San José, el Paloma y el Neptuno, mientras que el Cisne y la balandra Castro se habían estrellado contra las rocas e incendiado. En las primeras horas del 17 se levantó una brisa que Brown aprovechó de inmediato lanzándose sobre el enemigo y rindiendo la goleta María. Sólo la corbeta Mercurio, el lugre San Carlos y el falucho Fama consiguen huir y ponerse a salvo bajo las baterías de la plaza. El mismo día el Hiena que había permanecido al SE del banco Inglés, consigue también entrar a la bahía.

Cerrado el bloqueo por mar y tierra Montevideo se rindió finalmente el 20 de junio de 1814 a Carlos María de Alvear.

En España los protegonistas fueron sometidos a juicio. Romarate fue el único caso en ser rápidamente exceptuado, por no haber dudas de su eficacia y valor, reconocido incluso por su mismo contrincante, Brown. Primo de Rivera, pese a ser quizá el más amenazado, fue rescatado por razones de familia por directa intervención de Fernando VII en resolución del 6 de julio de 1817.

Vigodet en el consejo de guerra afirmaba que: "la rendición de la ciudad fue efecto de la cobarde conducta del cuerpo de Marina en las acciones contra los insurgentes". Salvado Primo de Rivera el siguiente en la lista era Miguel de la Sierra. Su defensa se basó en que sus fuerzas eran en calidad inferiores a las adversarias "compuesta en la mayor parte de súbditos de los EEUU e Ingleses, dirigida por los primeros, equipada y pertrechada con mucha ventaja a la nuestra".

Respecto de la retirada o huida del Hiena, el capitán de navío José de Posadas manifestó no haber entendido las señales del buque insignia para que el resto de la escuadra lo siguiera en su retirada al SE del banco Inglés. En otras palabras, no había huido sino dado la orden de retirada que nadie vio ni siguió. Si bien era factible por carecerse de un sistema de señales eficaz y consiguientemente de un manejo mínimo de directivas tácticas, no excusa a Miguel de la Sierra por no regresar.

No obstante, el tribunal juzgó que la separación del Hiena y su comandante fue un "accidente irremediable, efecto de la oscuridad, de la calma, de las corrientes, de las malas maniobras de la mayor parte de los buques y la impericia de las tripulaciones" y el 30 de septiembre de 1818 cerró el caso y rehabilitó a Miguel de la Sierra en su empleo.

Miguel de la Sierra siguió a partir de entonces una carrera administrativa. A cargo del arsenal de Ferrol murió en 1827 con el rango de brigadier. El almirante Francisco de Paula Pavía diría de Miguel de la Sierra que era "un inteligente y bizarro marino y un cumplido y pundonoroso caballero".

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 28 Mar 2016 17:07

Escmo. Sr. D. José Antonio VIGIL MANRIQUE DE LARA Militar del Ejercito Español y Peruano.

José Antonio Vigil Manrique de Lara (Cajamarca, 1782-Perú, 30 de septiembre de 1872) fue un militar peruano con destacada participación en las guerras de independencia hispanoamericana y en los sucesos políticos del siglo XIX de la república del Perú.

Nació en la aldea de Chota (provincia de Cajamarca). Durante la independencia americana se pasó al bando español. Fue paje del virrey José Fernando Abascal. En 1809 tomó parte en la represión de las revoluciones de Chuquisaca y La Paz. Formó parte de la primera plantilla de oficiales del Ejército Real del Perú.

Enfrentó a las fuerzas independentistas en

la batalla de Cotagaita (27 de octubre de 1810),
la batalla de Suipacha (7 de noviembre de 1810),
la batalla de Huaqui (20 de junio de 1811),
la batalla de Vilcapugio (1 de octubre de 1813)]] y
la batalla de Ayohúma (14 de noviembre de 1813).1

En febrero de 1815 sorprendió en el camino de la Hacienda de Tejada (provincia de Jujuy) a Martín Rodríguez y lo tomó prisionero con toda su tropa.1 El 17 de abril de 1815 fue derrotado por Francisco Fernández de la Cruz en Puesto del Marqués (Jujuy).

En el año 1816 fue nombrado coronel del regimiento de Cazadores. Durante la invasión de 1817, combatió en El Bañado y Salta. El 18 de mayo de 1818, una partida al mando de Juan Antonio Rojas lo venció en Las Salinas (Jujuy). En 1820 regresó nuevamente a Jujuy y Salta bajo las órdenes del español Juan Ramírez Orozco.1

Combatió contra los independentistas peruanos y argentinos en el Alto Perú bajo las órdenes de Pedro Antonio Olañeta hasta el año 1823. El general español Gerónimo Valdés lo nombró presidente interino y comandante general de Charcas (actual Sucre, en Bolivia). Fue el último gobernante «español» de Charcas, hasta el suceso de Junín.

Combatió con lealtad en el Ejército realista hasta el 9 de diciembre de 1824, en que ―bajo el mando de José de Canterac― luchó en la batalla de Ayacucho y asistió a la capitulación. Al terminarse el Ejército realista en América, Vigil pasó a prestar servicios en el ejército peruano.

Fue uno de los jefes realistas más prestigioso entre propios y enemigos.

En 1836 ―a los 54 años de edad― fue nombrado general de la República del Perú. Participó en la batalla de Socabaya bajo las órdenes de Santa Cruz, donde derrotaron a Salaverry. Se afirma que Vigil fue jefe superior del Estado Nor-Peruano durante la presidencia de Riva Agüero. Más tarde se unió a Echenique para combatir en la batalla de la Palma contra Ramón Castilla. Falleció de una pulmonía en el año 1872 (a los 90 años aproximadamente).

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 28 Mar 2016 17:11

Excmo. Sr. D. Juan Bautista ALTOLAGUIRRE Y PANDO Militar del Ejercito Español


Juan Bautista Altolaguirre fue un militar español nacido en Buenos Aires, que luchó en la guerra de independencia manteniendo su fidelidad al ejército realista.

Juan Bautista Altolaguirre nació en Buenos Aires, Gobernación del Río de la Plata (Imperio Español), el 21 de abril de 1733, hijo de Martín de Altolaguirre, fundador de la rama porteña de esa familia de origen vasco, y de María Josefa Pando Patiño y Sosa, natural de Buenos Aires.

Fue Contador de Navío de la Real Armada y tras acogerse a una reforma militar el 18 de diciembre de 1805 fue nombrado "Comandante de la Compañía partidaria y frontera del Sud de la provincia de Córdoba de Tucumán" con el grado de capitán de infantería.

En 1806 tras ser vencida la primera de las Invasiones Inglesas se le confió el cuidado de prisioneros ingleses.

El 5 de enero de 1810 fue nombrado por el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros gobernador militar y político de la provincia de Chiquitos, manteniendo así la decisión de su predecesor Santiago de Liniers.

Al producirse la Revolución de mayo de 1810 se opuso al movimiento juntista y se incorporó a las fuerzas realistas. Durante la guerra de Republiquetas, como gobernador de la provincia de Santa Cruz tuvo que enfrentar en la Batalla de Santa Bárbara del 7 de octubre de 1815 a las fuerzas patriotas al mando de Ignacio Warnes.

Altolaguirre atrincheros a sus fuerzas criollas y españolas en el fondo del valle y desplegó a sus flancos a los indios chiquitos. Las fuerzas de Warnes atacaron el flanco realista cargando sobre los indios profiriendo gritos. El desbandande de estos fue inmediato y pronto las tropas españolas fueron rodeadas, desorganizadas y finalmente destruidas hasta el punto de que todos fueron muertos: "nuestros contrarios que circunvalados por todas partes fueron víctimas desde el jefe y caudillo Juan Bautista de Altolaguirre, que hacía de gobernador de esta provincia, hasta el último soldado, sin que arbitrio alguno pudiera contener a los patriotas en su persecución y asolación... Se recogieron aquél día y el siguiente más de 300 cadáveres". El cádaver de Altolaguirre con los de sus soldados fueron cremados por orden de Warnes.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 28 Mar 2016 17:45

Excmo. Sr. D. Agustín GAMARRA MESSIA Militar del Ejercito Español, del Peruano y Primer Presidente del Perú


Agustín Gamarra Messía (*Cusco, 27 de agosto de 1785 - † Ingavi, 18 de noviembre de 1841), político y militar peruano que fue Presidente del Perú en dos ocasiones: de 1829 a 1833 y de 1839 a 1841. Su último periodo no pudo completarlo pues falleció en la batalla de Ingavi, en Bolivia, durante el último intento de anexar dicha república al Perú, que fue una de sus más acentuadas obsesiones políticas. Gobernó también a título provisorio en 1829 y de 1838 a 1840. Encarna la figura del caudillo militar ambicioso con activa participación en la vida política peruana durante las primeras décadas de la República.

Hijo de Fernando Gamarra, escribiente español, y de Josefa Petronila Messía, indígena de modesta cuna,1 nació en el Cuzco e inició sus estudios en el Colegio de San Buenaventura de los frailes franciscanos y luego cursó Cánones en el de San Francisco. Pero abandonó la carrera religiosa y optó por la militar, enrolándose en las filas realistas en 1809.

Concurrió a las campañas y batallas en el Alto Perú contra los ejércitos argentinos sirviendo bajo las órdenes de José Manuel de Goyeneche, Joaquín de la Pezuela, Juan Ramírez Orozco y José de La Serna. Actuó también en la represión de la rebelión de los hermanos Angulo y Mateo Pumacahua (1814) y contra las guerrillas de originarios del Alto Perú logrando derrotar a la Republiqueta de Larecaja. Subió por todos los escalones inferiores hasta el grado de teniente coronel. Pero se le involucró dos veces en conspiraciones tramadas por los patriotas y fue enviado a Lima en 1820.

Poco después se sumó a la causa de la Independencia enrolándose en el Ejército Libertador de José de San Martín. Estuvo luego en dos expediciones enviadas a la sierra central y en la desafortunada campaña de Ica (1822). Durante la Segunda Campaña de Intermedios figuró como segundo del general Andrés de Santa Cruz (1823). Con la llegada de Bolívar y el ejército grancolombiano, fue nombrado Jefe del Estado Mayor y como tal destacó en la batalla de Ayacucho (1824). Fue nombrado Prefecto del Cuzco y Jefe del Ejército del Sur. En 1828, invadió Bolivia; firmó con dicha nación el Tratado de Piquiza y fue nombrado Mariscal.

Bajo las órdenes del Presidente del Perú José de La Mar participó en la Guerra contra la Gran Colombia como Comandante general del Ejército peruano, pero ambicionó el poder y contando con la complicidad de los generales Antonio Gutiérrez de la Fuente y Andrés de Santa Cruz, derrocó a La Mar en plena guerra. Asumió entonces la Presidencia del Perú y acto seguido firmó la paz con la Gran Colombia por medio del Tratado Larrea-Gual. Este primer gobierno duró de 1829 a 1833 y se caracterizó por su autoritarismo y por su deseo de integrar Bolivia al Perú. En 1834 provocó una rebelión de sus partidarios contra el gobierno del electo Presidente Luis de Orbegoso; derrotado, salió desterrado a Chile.

En 1835, cuando Orbegoso y Santa Cruz pactaron para la realización de la confederación entre Perú y Bolivia, Gamarra se opuso pero fue derrotado en la Batalla de Yanacocha, teniendo que exiliarse nuevamente (1835). Conspiró desde Chile contra la constituida Confederación Perú-Boliviana encabezada por Santa Cruz e integró la Segunda Expedición Restauradora dirigida por el general chileno Manuel Bulnes. Desembarcada la expedición en el Perú, Gamarra intervino como Director General de operaciones en la campaña militar que culminó con la derrota de los confederados en la batalla de Yungay, tras la cual huyó Santa Cruz y finalizó la Confederación (1839). Gamarra ejerció provisionalmente la presidencia del Perú, hasta que el Congreso reunido en Huancayo lo ratificó como Presidente Constitucional del Perú. Este segundo mandato duró de 1839 a 1841. Volvió a intervenir en Bolivia, pero fue derrotado y muerto en la batalla de Ingavi (18 de noviembre de 1841).

Al servicio de las armas españolas (1809-1821)

Gamarra se enroló en 1809 como cadete en el ejército realista que alistaba el general arequipeño José Manuel de Goyeneche contra el movimiento liberal iniciado en La Paz y poco después en Buenos Aires (1810). Pasó al Alto Perú y combatió en la batalla de Guaqui (1811), durante la cual tuvo un comportamiento que lo hizo acreedor al grado de Subteniente. Estuvo después bajo las órdenes del general Pío Tristán en los encuentros adversos de Tucumán (1812) y Salta (1813); y a las órdenes del general Joaquín de la Pezuela en los triunfos de Vilcapuquio y Ayohúma (1813).

Ostentando ya el grado de Capitán y en las filas del Regimiento N.° 1 (íntegramente formado por cuzqueños), solicitó sumarse a las fuerzas que el general Juan Ramírez Orozco alistaba contra el movimiento revolucionario que acaudillaron en el Cuzco los hermanos Angulo y el brigadier Mateo Pumacahua en 1814. La expedición realista marchó desde Oruro hasta entrar victoriosamente en La Paz y luego en Arequipa. Gamarra fue ascendido a Teniente Coronel el 7 de enero de 1815 y concurrió luego a la batalla de Umachiri (11 de marzo de 1815), sangriento encuentro que puso término al movimiento patriota empezado en el Cuzco.

Gamarra integró la Junta de Purificación encargada de juzgar y castigar a los participantes de la revolución del Cuzco, pero por su actitud benévola fue excluido del tribunal. Ocurría que entre los patriotas perseguidos figuraban varios de sus amigos y conocidos. Prudencialmente se le confió un puesto administrativo, en la contaduría provincial de Puno, pero al poco tiempo se le encargó combatir a las guerrillas altoperuanas, a las que redujo por la fuerza de las armas y ofreciéndoles indulto. No obstante, al terminar su misión, su batallón fue desarticulado (octubre de 1816) y fue acusado ante el virrey Pezuela por su superior, el general español Mariano Ricafort. Pese a ello, el Virrey lo ascendió a la clase de Coronel y lo destacó a la provincia altoperuana de Tarija con la misión de pacificarla, en mayo de 1817.

Estando en el Alto Perú fue acusado de alentar una conspiración en el cuartel general de Tupiza, que debía iniciarse con la prisión de los jefes españoles, para marchar luego hacia La Paz y Cuzco al mismo tiempo que la Expedición Libertadora de San Martín llegaba a la costa peruana. No se le pudo probar nada, y se optó por trasladarlo a Lima, junto con el temido segundo batallón del Regimiento N.° 1, del que era jefe. Llegado a la capital (noviembre de 1820), fue despojado del mando de su batallón y designado como ayuda de campo del virrey José de La Serna. Su ascendente carrera militar en el ejército realista parecía acabada, pero se abría otra opción para él.

En las filas patriotas (1821-1825)

Puso fin a su fidelidad a la monarquía española, cuando junto con otros oficiales y soldados se presentó ante el cuartel general de San Martín en Retes, el 24 de enero de 1821, incorporándose así al ejército emancipador.

Fue enviado a la sierra central con la misión de formar un ejército regular sobre la base de las montoneras que actuaban en la región. Llegó a Jauja, pero le fue difícil cumplir su misión pues los reclutas eran reacios a la disciplina militar. De todos modos logró la formación de dos unidades de combate: el Batallón Leales y el Escuadrón de Granaderos del Perú. Se trasladó a Pasco, con instrucciones de no comprometerse en acción alguna estando en desventaja, pero una avanzada de su división fue sorprendida y derrotada por el ejército realista comandado por Mariano Ricafort, su antiguo superior (abril de 1821).

En una segunda campaña a la sierra central sirvió como Jefe de Estado Mayor del general argentino Juan Antonio Álvarez de Arenales, quien le comisionó sorprender al general realista José Carratalá, quien se hallaba en el pueblo de Concepción, cerca de Jauja. Gamarra no pudo cumplir con la misión y se retiró a Jauja, en mayo de 1821. Arenales se enfureció a tal punto con Gamarra, que llegó incluso a pedir a San Martín su separación del ejército.

Ocupada Lima por el ejército libertador, Gamarra se trasladó a la capital donde participó del entusiasmo generado por la Proclamación de la Independencia del 28 de julio de 1821 y estuvo entre los galardonados con la Orden del Sol. A continuación, como Jefe de Estado Mayor, se integró al destacamento patriota comandado por el general Domingo Tristán que fue enviado hacia el sur, con la misión de ocupar Cañete e Ica. Pero al llegar al valle de Ica fueron atacados por el ejército realista de Canterac y sufrieron un serio revés en la batalla de la Macacona (7 de abril de 1822), a raíz de lo cual Gamarra fue enjuiciado, siendo suspendido de la milicia por cuatro meses.

La Batalla de Ayacucho, donde Gamarra participó como Jefe de Estado Mayor del Ejército Patriota. Su contribución militar a lo largo de la campaña fue muy importante, pues conocía la geografía del país.

En medio de la convulsión política que atravesaba el Perú, José de la Riva Agüero fue nombrado Presidente de la República, a instigación de un grupo de jefes del ejército patriota (entre ellos Gamarra) amotinados en Balconcillo. Gamarra rechazó el ministerio de Guerra que le ofreció Riva Agüero; en cambio fue ascendido a General de Brigada (8 de abril de 1823) y partió junto con el general Andrés de Santa Cruz a la Segunda Campaña de Intermedios, contra los realistas del Alto Perú, que duró de mayo a septiembre de 1823 y concluyó sin resultado positivo para los patriotas.

Siendo inminente la llegada de Simón Bolívar, Gamarra se apresuró a manifestarle su adhesión. Se incorporó al Ejército Libertador, aunque no participó en la batalla de Junín (6 de agosto de 1824) por pertenecer al arma de infantería que no intervino en dicha batalla. Pero en cambio, como Jefe de Estado Mayor fue uno de los artífices del triunfo alcanzado en la batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824), aunque su intervención no fue mencionada debidamente por Sucre en el parte enviado a Bolívar, omisión que Gamarra jamás perdonó. De todas formas, recibió el ascenso a General de División en enero de 1825.
Prefecto del Cusco (1825-1827)

El 6 de febrero de 1825 fue nombrado por Bolívar como Prefecto del Cusco y jefe militar de los departamentos del sur. Ese mismo año se casó en Zurite con doña Francisca Zubiaga y Bernales, quien llegó a ser conocida con el apodo de «La Mariscala».

Como Prefecto realizó una labor encomiable, pues sofocó inmediatamente la resistencia que aún intentaban oponer algunos oficiales realistas. Se preocupó además por incentivar la agricultura y por mejorar los servicios asistenciales y de la Casa de la Moneda.

Tras el retiro de Bolívar y la caída del régimen vitalicio en el Perú (1827) se mantuvo en la Prefectura y en el mando del poderoso ejército del sur, al servicio del gobierno del mariscal José de La Mar. Fue elegido diputado por Lampa al Congreso General Constituyente de 1827.

Invasión a Bolivia (1828)

En Bolivia aún subsistía el régimen vitalicio o bolivariano, con el mariscal Sucre a la cabeza, lo cual significaba un grave peligro para la frontera peruana del sur. A fines de 1827 varios motines ocurrieron en Bolivia en contra de la dominación colombiana, siendo todos sofocados. Pero otro ocurrido en la ciudad de Chuquisaca el 18 de abril de 1828 tuvo mejor éxito. Al intentar sofocarlo, Sucre fue herido en el brazo derecho y obligado a buscar refugio, viéndose obligado a delegar el mando en el general José María Pérez de Urdininea, Presidente del Consejo y Ministro de Guerra. Una reunión pública realizada ese mismo día en la Universidad de Chuquisaca acordó llamar al general Gamarra y a las tropas peruanas apostadas en la frontera, las que inmediatamente penetraron en Bolivia cruzando el Desaguadero (1 de mayo). Gamarra manifestó entonces que su propósito era poner orden en el país, amenazado por la anarquía, y evitar que se atentara contra la vida del mariscal Sucre. En realidad llegó con la intención de poner punto final a la dominación colombiana en Bolivia, pese a no contar con la autorización del Presidente La Mar ni del Congreso peruano.

El avance del ejército peruano en Bolivia no tuvo mayor inconveniente. La mayoría del ejército boliviano hizo causa común con Gamarra, y sólo una pequeña parte le presentó oposición. Gamarra ocupó La Paz, Oruro, Chuquisaca, y posteriormente Potosí y Cochabamba. El general Urdininea se avino a llegar a un acuerdo con el jefe peruano, firmándose el Tratado de Piquiza (6 de julio de 1828) en el cual se acordó, entre otras cosas, la salida de todos los extranjeros del territorio boliviano, tanto tropas auxiliares colombianas como aquellos otros extranjeros que hubieran tomado parte activa en la política boliviana; también se dispuso la reunión de un Congreso en Chuquisaca para admitir la dimisión de Sucre y nombrar un gobierno provisional. Desde entonces Gamarra fue conocido como el Mariscal de Piquiza. Este suceso daría lugar a una fuerte enemistad entre Sucre y Gamarra y el empeoramiento de las relaciones entre el Perú y la Gran Colombia.

Guerra con la Gran Colombia (1828-1829)

El 3 de junio de 1828 Bolívar lanzó una violenta proclama contra los peruanos y un mes después declaró la guerra al Perú. El Presidente La Mar aceptó el reto, y con la autorización del Congreso se puso en campaña movilizando hacia el norte el ejército y la marina peruanas.

La guerra fue pues, terrestre y marítima. En el mar, contando el Perú con superioridad indiscutible, la armada peruana al mando de Martín Jorge Guisse bloqueó la costa grancolombiana entre Machala y Panamá y luego atacó y ocupó Guayaquil pereciendo heroicamente Guisse en el asalto.

La campaña terrestre no tendría el mismo resultado. La Mar, al mando de las tropas peruanas (el llamado Ejército del Norte), estableció su cuartel general en Piura, y luego avanzó hacia Loja en busca del ejército grancolombiano que mandaba Sucre. Otra parte del ejército peruano proveniente del sur del Perú y al mando del mariscal Gamarra (llamado Ejército del Sur) avanzó también sobre el territorio grancolombiano. La Mar asumió la dirección suprema de la guerra y Gamarra fue designado Comandante general del ejército. El objetivo inmediato que se propusieron ambos fue la ocupación de Cuenca. Los dos jefes peruanos no coordinaron bien sus movimientos y Sucre, actuando con su característica habilidad, en la madrugada del 13 de febrero de 1829 sorprendió el parque de artillería peruano en el pueblo de Saraguro y lo destrozó.

A continuación Sucre, al frente del grueso de su ejército (unos 4,000 hombres), logró derrotar a una división de vanguardia del ejército peruano (unos 1,000 soldados) en el lugar denominado Portete de Tarqui, cerca de Cuenca (27 de febrero de 1829).5 Fue un revés para los peruanos pero no una derrota decisiva, al no producirse un encuentro o batalla campal entre ambos ejércitos, que se aferraron a sus posiciones.

Hay serios indicios para suponer de que detrás de estos “reveses” del ejército peruano estuvo la mano oculta de Gamarra, quien, aliado con los generales Andrés de Santa Cruz y Antonio Gutiérrez de la Fuente buscaba, no la derrota de los grancolombianos, sino la caída de La Mar, sobreponiendo sus intereses subalternos a los de su patria. La Fuente, que estaba en Arequipa con un ejército y con orden de marchar a la frontera grancolombiana, jamás llegó al teatro de operaciones. Por su parte Santa Cruz se hallaba entonces como Embajador en Chile y poco después pasó a ocupar la Presidencia en Bolivia, desde donde maquinó planes para realizar el proyecto de una Confederación con el Perú.

Se ha llegado incluso a acusar a Gamarra de reunirse secretamente con Sucre, y que intencionadamente propició que el Ejército del Norte (dirigido por La Mar) sufriera descalabros, para que el Ejército del Sur (comandado por él) se convirtiera en el núcleo del Ejército peruano y poder así arreglar la paz con los grancolombianos. En defensa de esta tesis se ha argüido que Gamarra ordenó la retirada de sus tropas en la batalla del Portete de Tarqui. Sus defensores, en cambio, niegan que tal orden tuviera una oculta intención, resaltando el hecho que Gamarra demostrara un comportamiento valiente en el curso del combate, a tal punto que fue herido y le mataron dos cabalgaduras.

Derrocamiento de La Mar y la paz con Colombia

Luego del revés de Tarqui y no obstante contar todavía con un ejército superior, La Mar aceptó el ofrecimiento de Sucre de hacer la paz. Se firmó así el Convenio de Girón (28 de febrero de 1829), que entre otras cosas, estipulaba la desocupación del territorio grancolombiano por el ejército peruano, es decir Loja y Guayaquil. Representando a La Mar firmaron Gamarra y el coronel Luis de Orbegoso. En su correspondencia Gamarra hizo notar que la situación del ejército peruano era insostenible, pues al perder su parque en Saraguro no tenía municiones suficientes y para colmo la caballería estaba en mal estado, todo lo cual impedía maniobrar en un territorio tan áspero como la sierra de Cuenca.

En cumplimiento del Convenio, el ejército peruano se retiró a Piura, pero la guarnición peruana de Guayaquil se negó a desocupar el puerto, hasta que el Congreso peruano aprobara dicho Convenio. Luego, debido a excesos cometidos por los colombianos (fusilamiento de prisioneros, así como agravios verbales inferidos al Perú y consignados en el parte y en el decreto de premios para los vencedores de Tarqui que expidió Sucre), el Presidente La Mar suspendió la ejecución del Convenio hasta que no se dieran los desagravios correspondientes; de lo contrario hizo saber que estaba dispuesto a proseguir la guerra. Pero en la noche del 7 de junio de 1829 una conspiración de los jefes del ejército peruano en Piura dirigidos por Gamarra depuso a La Mar y lo obligó a embarcarse para Costa Rica. Simultáneamente en Lima, Antonio Gutiérrez de la Fuente, cómplice de Gamarra, derrocaba al encargado del mando Manuel Salazar y Baquíjano y asumía el poder con el título de Jefe Supremo.

Gamarra, ya como Jefe del Ejército del Norte, firmó el 10 de julio de 1829 el armisticio con la Gran Colombia, por el cual se estipulaba la supresión de las hostilidades por 60 días, la supresión del bloqueo de la costa ecuatoriana y la entrega de Guayaquil. Finalmente, se firmó la paz entre el Perú y la Gran Colombia por el Tratado Larrea - Gual (22 de septiembre de 1829). La Gran Colombia, antecedente de la República del Ecuador, respetó entonces los derechos del Perú sobre los territorios de Tumbes, Jaén y Maynas, a los cuales jamás consideró «territorios grancolombianos».

Presidencia del Perú
Primer gobierno (1829-1833)


En Lima, La Fuente no quiso conservar el poder y renunció ante el Congreso. Éste, por votación, nombró Presidente Provisorio de la República al Mariscal Gamarra y Vicepresidente a La Fuente (1º de septiembre de 1829). Se convocaron luego a las primeras elecciones populares del Perú. Gamarra obtuvo más de la mayoría absoluta de los colegios electorales de provincia exigidos por la Constitución y fue proclamado Presidente Constitucional por el Congreso, el 19 de diciembre de 1829.

El gobierno de Gamarra quiso ser lo opuesto al de La Mar, que había sido un esfuerzo constitucionalista. Gamarra dejó de lado la Constitución de 1828, pues no lo satisfizo por las limitaciones que establecía al Poder Ejecutivo. Instauró un gobierno autoritario y conservador.

Gamarra logró a duras penas terminar su gobierno constitucional. Tuvo un carácter muy activo por lo que se ausentó varias veces de la capital para sofocar las varias rebeliones y levantamientos que ocurrieron en diversas partes del país. Durante esas expediciones dejaba la presidencia en manos de sus vicepresidentes o encargados de gobierno, el primero de los cuales, Antonio Gutiérrez de la Fuente, manifestó también su carácter autoritario y comenzó a ganarse la enemistad de la cúpula política limeña. La Fuente terminó por ser expulsado de Lima tras un motín que estalló en la capital, promovido por la esposa de Gamarra, la famosa Mariscala.

Conforme pasaba el tiempo, la oposición liberal al gobierno se robusteció más y los miembros del Congreso hicieron sentir su protesta. Fue Francisco de Paula González Vigil, sacerdote tacneño, quien hizo la más severa crítica al régimen autoritario de Gamarra, culminando su argumentación con las célebres palabras: «Yo debo acusar, yo acuso». En su elocuente discurso, Vigil denunció los actos ilegales y las arbitrariedades en que había incurrido el régimen de Gamarra. Con estas acusaciones, el gobierno se desprestigió aún más. El Congreso se clausuró a fines de 1832.

Obras y hechos importantes

Estas fueron las obras y hechos importantes del primer gobierno de Gamarra:

Se firmó en Guayaquil el Tratado de Paz, Amistad y Límites entre el Perú y la Gran Colombia, entre el representante peruano José de Larrea y Loredo y el colombiano Pedro Gual, por lo que se le conoce también como Tratado Larrea - Gual (22 de septiembre de 1829). La Gran Colombia respetó los derechos del Perú sobre Tumbes, Jaén y Maynas, y a su vez el Perú desistió de reclamar Guayaquil. Las fronteras quedaron pues, tal como estaban antes de estallar la guerra.

En 1830 surgió como estado independiente la República del Ecuador, tras la disolución de la Gran Colombia. La flamante república se erigió sobre la base de los territorios de la antigua Audiencia de Quito, más Guayaquil. Por entonces no hizo reclamos sobre Tumbes, Jaén y Maynas, que pertenecían al Perú de manera indiscutible en base al principio del Uti Possidetis y el principio de la libre determinación de los pueblos. El primer tratado celebrado entre el Perú y Ecuador fue el Tratado Pando - Novoa, suscrito el 12 de julio de 1832 por el ministro de gobierno y relaciones exteriores del Perú, José María Pando, y el ministro plenipotenciario de Ecuador, Diego Novoa. Su artículo 14 reconocía y respetaba los límites vigentes entre ambas naciones.

En 1831 Gamarra quiso declarar la guerra a Bolivia pero el Congreso se opuso. Entonces decidió entablar negociaciones con dicho país. Los representantes de ambos países, el peruano Pedro Antonio de La Torre y el boliviano Miguel María Aguirre se reunieron en Tiquina (frontera peruano-boliviana), firmando un Tratado preliminar de paz (25 de agosto de 1831), en el que se acordó el retiro de ambos ejércitos de la frontera y la disminución de sus efectivos. El 8 de noviembre de 1831, los mismos plenipotenciarios, con la mediación de Chile, suscribieron en Arequipa el Tratado de Paz y Amistad, que ratificó los acuerdos anteriores, además de la prohibición de las actividades sediciosas a los refugiados políticos de ambos países, y el mantenimiento de las fronteras hasta el nombramiento de las comisiones de límites. Por el mismo tiempo se celebró el Tratado de Comercio, en el cual se aprobó la igualdad de derechos, se declaró libre la navegación en el Lago Titicaca y quedaron exentos algunos artículos necesarios para la industria y la agricultura de ambos países. El gobierno boliviano aceptó el Tratado de Paz y Amistad, mas no el de Comercio, por considerarlo lesivo a sus intereses comerciales. El peruano La Torre se vio obligado a viajar a Bolivia para negociar con el representante boliviano Casimiro Olañeta un nuevo Tratado de Comercio, que fue suscrito en Chuquisaca el 17 de noviembre de 1832.

Se reorganizó la Casa de Moneda, cuya dirección fue encomendada a Cayetano de Vidaurre 1831 y se crearon las casas de moneda de Trujillo y Arequipa.
Se tomó medidas para regularizar el cobro de las contribuciones, especialmente del ramo de patentes que no habían sido hecho efectivas desde el año 1822.
Se inauguró el muelle del Callao y se abrió al comercio marítimo el puerto de Cerro Azul.
Se estableció la Dirección General de Aduanas.
Se creó el Departamento de Amazonas, por ley promulgada el 21 de noviembre de 1832. La integraban las provincias de Chachapoyas, Pataz y Maynas, hasta entonces bajo la jurisdicción del Departamento de La Libertad. Para ello fue decisiva la acción del diputado amazonense José Braulio del Campo Redondo.
Se fundó en 1830 el Colegio Militar, cuyo director fue el coronel Manuel Ignacio de Vivanco, pero no tuvo larga vida pues fue clausurado en 1834.
Se reorganizó el Convictorio de San Carlos y se fundó el Ateneo de Lima, con el propósito de estimular el desarrollo cultural del país.
Se ensayó la descentralización administrativa que se hizo por medio de las Juntas Departamentales, que habían sido creadas por la Constitución de 1828. Lamentablemente, este ensayo no dio los resultados esperados por la irresponsabilidad y la falta de preparación de sus miembros, a lo que se sumó la escasez de recursos económicos.

Sucesión presidencial de 1833

En las postrimerías de su mandato, Gamarra convocó a la Convención Nacional de 1833, una asamblea de representantes cuya misión sería reformar la Constitución de 1828, tal como lo estipulaba esta misma en uno de sus artículos. Dicha asamblea se instaló el 12 de septiembre de 1833, predominando en ella los diputados liberales, a la cabeza de los cuales estaba el clérigo Francisco Xavier de Luna Pizarro. Como ya finalizaba también su período presidencial, Gamarra convocó a los Colegios Electorales para la elección de un nuevo Presidente, pero dichos colegios fueron elegidos parcialmente (unas provincias eligieron y otras no) por lo que no se pudo realizar la elección. Pese a ello, Gamarra no quiso prorrogarse en el poder y lo dejó el 19 de diciembre de 1833, el mismo día en que finalizaba su mandato constitucional. Entonces la Convención Nacional asumió temporalmente el poder ejecutivo y se arrogó la potestad de elegir a un Presidente provisorio. El elegido fue el general Luis José de Orbegoso y Moncada, un militar débil y manejable para los liberales, en perjuicio del candidato de Gamarra, el general Pedro Pablo Bermúdez (20 de diciembre de 1833).

Guerra civil entre gamarristas y orbegosistas (1834)

Descontento por la elección de Orbegoso, Gamarra quiso imponer a toda costa a su candidato Bermúdez, y azuzó a sus partidarios a hostilizar al nuevo gobierno. El 3 de enero de 1834 Orbegoso se refugió en la Fortaleza del Real Felipe en el Callao, y al día siguiente Bermúdez se proclamó en Lima Jefe Supremo de la República, desconociendo el gobierno de Orbegoso pues a su juicio su elección había sido ilegal. Estalló así la guerra civil. Los rebeldes sitiaron la fortaleza del Callao. El pueblo de Lima no simpatizó con los gamarristas y ayudó a los sitiados. Al no lograr tomar la fortaleza chalaca, Bermúdez y su gente decidieron partir a la sierra, pasando por Lima. Junto con ellos iba la esposa de Gamarra, la célebre Mariscala. Fue entonces cuando el pueblo limeño se alzó en armas, en la memorable jornada cívica del 28 al 29 de enero de 1834, y repelió a los gamarristas. La Convención Nacional otorgó a Orbegoso amplias facultades para finalizar la guerra civil, incluso le autorizó a pedir la cooperación extranjera.

Los gamarristas se adentraron en la sierra central, siendo perseguidos por Orbegoso, quien sufrió una derrota en Huaylacucho. En Arequipa, el general Domingo Nieto se alzó en defensa del orden constitucional, pero fue vencido por el general Miguel de San Román, partidario de Gamarra. Sin embargo la guerra finalizó cuando ambos bandos se amistaron en el llamado Abrazo de Maquinhuayo, al norte de Jauja (24 de abril de 1834). Los rebeldes depusieron las armas y reconocieron el gobierno de Orbegoso.

Gamarra, que se encontraba en Arequipa, sufrió el rechazo de la población arequipeña y emigró con destino a Bolivia, mientras su esposa, la Mariscala, se fue a Chile, donde murió poco después.

Guerra por el establecimiento de la Confederación Perú-Boliviana

Una de las ideas que obsesionaba más a Gamarra era la anexión de Bolivia. Compartía esta inquietud con Santa Cruz. Sin embargo, mientras Santa Cruz pensaba en la creación de un estado federado, Gamarra pensaba en la vuelta de Bolivia al Perú, de donde se había separado luego de declarar su independencia en el Congreso de Chuquisaca, en el año de 1825.

Cuando el general Felipe Santiago Salaverry se rebeló contra del gobierno de Orbegoso y se proclamó Jefe Supremo del Perú (1835), Santa Cruz y Gamarra (que se hallaba en Bolivia) vieron la ocasión propicia para realizar sus planes mancomunadamente y se pusieron de acuerdo en la creación de una República compuesta del Perú y Bolivia, dividida en tres estados: Norte, Centro y Sur, con el nombre de República del Perú y con pabellón peruano. Siguiendo estos planes y sin esperar a firmar un acuerdo formal con Santa Cruz, Gamarra cruzó la frontera del Desaguadero e ingresó al Perú, ocupando las ciudades de Puno y Cuzco, zonas donde contaba con numerosos partidarios.

Entonces Orbegoso (que se encontraba en Arequipa), haciendo uso de una autorización del Congreso dada durante la guerra civil de 1834, pidió ayuda a Santa Cruz. Éste, dejando de lado a Gamarra, respondió al llamado de auxilio y firmó un pacto con Orbegoso (15 de junio de 1835). Cinco mil bolivianos cruzaron la frontera y Orbegoso delegó el mando en el caudillo boliviano. La razón por la que Santa Cruz incumplió los compromisos acordados con Gamarra, fue, al parecer, por la desconfianza que sentía hacia éste. Llegó incluso a negar la existencia de un pacto con Gamarra.

Ante la unión de Orbegoso y Santa Cruz, Gamarra y Salaverry sumaron entonces fuerzas contra la invasión boliviana. El tratado de alianza entre estos dos últimos se firmó el 27 de julio de 1835. Gamarra fue el primero que se enfrentó con Santa Cruz, su antiguo aliado, pero fue derrotado en la batalla de Yanacocha (13 de agosto de 1835).

Gamarra logró escapar y poco después recibió la orden de Salaverry de dirigirse a Lima, para encargarse de la presidencia del Consejo de Estado (12 de septiembre de 1835). Arribó a la capital, pero rechazó el mando que se le otorgaba. Entonces, por orden de Salaverry (que se hallaba en Pisco), las autoridades de Lima tomaron prisionero a Gamarra y lo deportaron a Costa Rica. Se dice que Salaverry no dio la orden de su fusilamiento, pues contaba con que, en caso de sucumbir, Gamarra le reemplazara como caudillo en la lucha contra Santa Cruz. En Costa Rica, Gamarra lanzó un manifiesto exhortando a sus compatriotas a seguir luchando bajo el mando de Salaverry. Eliminado Gamarra, quedaron frente a frente Santa Cruz y Salaverry. Con la derrota y fusilamiento de este último, Santa Cruz pudo al fin establecer la Confederación Perú-Boliviana (1836).

Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana

Pero Gamarra no cejó en su empeño de destruir la Confederación. Salió a buscar el apoyo de Ecuador y luego el de Chile, con el fin de organizar una gran Expedición “Restauradora”. Un ejército aliado chileno-peruano encabezado por el general chileno Manuel Bulnes desembarcó en Ancón, el 7 de agosto de 1838. Gamarra iba a la cabeza de los “emigrados peruanos”.

Mientras tanto Orbegoso, como Presidente del Estado Nor-Peruano, se había separado de la Confederación y quiso oponerse al avance de los restauradores. Se produjo la batalla de Portada de Guías, en las afueras de Lima, el 21 de agosto de 1838, donde fueron derrotados los orbegosistas, debido a su inferioridad numérica. Este resultado abrió las puertas de Lima a los restauradores. Gamarra tomó el poder y fue proclamado como Presidente provisional del Perú, en sesión de Cabildo Abierto del 25 de agosto de 1838. Pero en noviembre de ese año los restauradores tuvieron que abandonar la capital, que volvió a poder de los confederados.

Los restauradores decidieron entonces cambiar el escenario de la lucha. Se retiraron al Callejón de Huaylas (norte peruano), donde se aprovisionaron y reorganizaron. Gamarra iba como Director General de las operaciones. Tras un primer encuentro indeciso en Buin, los restauradores derrotaron definitivamente a los confederados en la batalla de Yungay (20 de enero de 1839). Santa Cruz huyó apresuradamente hacia Lima y de allí partió al destierro. Así finalizó el régimen de la Confederación.

Gamarra retornó triunfalmente a Lima el 24 de febrero de 1839 y fue confirmado como Presidente provisional. Un objetivo prioritario que se trazó fue dar al país una nueva Constitución Política, para lo cual convocó a un Congreso General en la ciudad de Huancayo; no lo hizo en Lima pues aún se hallaba el ejército chileno en víspera de repatriarse.

Segundo gobierno (1839-1841)

El Congreso General Constituyente reunido en Huancayo ratificó a Gamarra como Presidente provisorio, dándole el título de Restaurador del Perú (15 de agosto de 1839). La nueva Constitución Política, de carácter extremadamente conservador, fue aprobada y promulgada el 10 de noviembre de ese mismo año. El mismo Congreso convocó a elecciones populares para Presidente, que se realizaron en enero de 1840 y en las cuales resultó triunfador Gamarra.

El 10 de julio de 1840 Gamarra fue proclamado Presidente Constitucional de la República, legalizándose así el poder que ejercía desde 1838.

Durante este segundo gobierno, que marcó el inicio de un período conocido como la Restauración, Gamarra siguió los mismos lineamientos del primero, es decir, fue autoritario y conservador, ya que así lo exigían las circunstancias, luego de varios años de guerra civil. Enfrentó el reto de pacificar el país, teniendo que enfrentar la «revolución regeneradora» que en Arequipa encabezó Manuel Ignacio de Vivanco autoproclamado Jefe Supremo (1841). Para combatirlo fue enviado el ministro de guerra Ramón Castilla, quien después de sufrir una derrota en Cachamarca, triunfó sobre los vivanquistas en Cuevillas. Vivanco huyó a Bolivia.

Obras y hechos importantes

Estas fueron las obras y hechos importantes del segundo gobierno de Gamarra:

Convocó el Congreso General de Huancayo, que se instaló el 15 de agosto de 1839 y que tras tres meses de debate promulgó la Constitución Conservadora de 1839 o Constitución de Huancayo, que regiría el país hasta 1854. Frente a las Constituciones liberales anteriores (1823, 1828, 1834) que debilitaban la autoridad del Poder Ejecutivo pretendiendo subordinarlo al Legislativo, la Constitución de Huancayo fue a un robustecimiento de la autoridad del Ejecutivo. Aumentaba el mandato presidencial a 6 años y suprimía el régimen municipal.

En 1839 empezó la navegación a vapor en las costas del Perú. El naviero norteamericano William Wheelwright –agente de la Pacific Steam Navigation Company o Compañía de Navegación a Vapor en el Pacífico– tuvo la acertada idea de implantar dicho tipo de navegación en las costas del Pacífico sudamericano, contando inicialmente con los barcos llamados Perú y Chile. La implantación de este sistema agilizó las operaciones de transporte de carga y pasajeros, que hasta entonces se realizaba con barcos a vela, cuyo desplazamiento lento, estaba sujeto, en la mayoría de los casos, a los vaivenes de la naturaleza.

El 4 de mayo de 1839 inició su publicación en Lima el diario El Comercio, fundado por el chileno Manuel Amunátegui y su socio Alejandro Villota, con el lema «Orden, libertad, saber». Se convirtió en el periódico más importante del país y subsiste hasta la actualidad.

El 14 de noviembre de 1840 fue fundado el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe, siendo sus promotores el comerciante y agricultor iqueño Domingo Elías y el español Nicolás Rodrigo, en vista de la gran escasez en Lima de centros educativos. Fue fundado para dar educación a los niños pero pronto extendió su acción a los jóvenes y hasta por un tiempo llegó a proporcionar educación superior. Este Colegio subsiste hasta el día de hoy.

Gracias al renacimiento de la confianza en la estabilidad del Estado, se formalizó en Lima) el primer contrato para explotar los yacimientos de guano y fomentar su venta en los mercados extranjeros (10 de noviembre de 1840). El empresario peruano Francisco Quirós obtuvo el privilegio de explotar los yacimientos de guano durante seis años, y se obligó a pagar un canon de 10,000 pesos anuales. Posteriormente se cambió al llamado «régimen de las consignaciones».

El 8 de julio de 1841 se firmó en Lima el Tratado de Paz, Amistad, Comercio y Navegación Peruano - Brasileño entre los representantes diplomáticos Duarte Da Ponte Ribeyro del Brasil y Manuel B. Ferreyros del Perú. Al margen de los acuerdos que se tomaron para la calificación de las embarcaciones comerciales de ambos países, así como la manera en que debían desarrollarse las correspondientes transacciones, se convino en lo que toca a límites «llevarla a cabo lo más pronto posible de acuerdo al uti possidetis de 1821», con el compromiso de realizar cambios o compensaciones territoriales, de acuerdo a lo convenido entre las partes. Al día siguiente se firmó una Convención Postal, con la participación de los mismos diplomáticos.

Durante esta época tuvo auge la corriente costumbrista en la literatura peruana con Felipe Pardo y Aliaga y Manuel Ascencio Segura como máximos exponentes. Pardo satirizó las costumbres políticas y sociales de entonces burlándose de sus enemigos, los liberales, y Segura satirizó las costumbres de la clase media y el caudillaje militar. En la pintura costumbrista sobresalió el mulato Pancho Fierro.

Invasión a Bolivia y muerte

Gamarra inició una nueva guerra contra Bolivia (que entonces se hallaba sumida en luchas intestinas) con el propósito de someterla al Perú, o por lo menos incorporar solo el departamento de La Paz. Para justificarse, arguyó una serie de razones, como el hecho de que aún actuaban en Bolivia los partidarios de Santa Cruz, quien por entonces se hallaba desterrado en el Ecuador. Declarada la guerra, el ejército peruano acantonado en Puno invadió Bolivia, avanzando por Huancané, Moho y Sorata, y el 19 de octubre de 1841 ocupó La Paz, en donde acampó. Los bolivianos dejaron de lado sus disputas políticas y se congregaron en torno del general José Ballivián, pasando a la ofensiva. El 18 de noviembre de 1841 ambos ejércitos se encontraron en la llanura de Ingavi, al este de La Paz. Se dice que Gamarra, al ver que en el cielo destacaban los colores del arco iris, en tono de presagio dijo: «Si fuera romano aplazaría la batalla, porque miro reflejados en el cielo los colores de Bolivia». Pero ordenó el ataque, y a poco de empezada la refriega cayó mortalmente herido, víctima de dos balas bolivianas: una le dio en la parte interior del hombro derecho y otra en el cuello del mismo lado. El encuentro finalizó con la derrota de los peruanos, tras cincuenta minutos de feroz lucha. La derrota peruana se explica, en parte, por la indisciplina y la falta de unidad en el comando. Para Bolivia, esta batalla tiene un significado especial, pues con ella se selló definitivamente su independencia. Así murió «el hombre que tanto había trabajado en contra de Bolivia. Cuando en 1828 pudo deshacer a esa República, no quiso. Cuando quiso y pudo en 1831, no lo dejaron sus propios compatriotas. Cuando quiso en 1841, no pudo y lo mataron».

Saludos :saluting-soldier: :saluting-soldier: :saluting-soldier:

Los restos de Gamarra, profanados por los vencedores, fueron transportados de Bolivia a Lima en 1849 con gran solemnidad y colocados en la Catedral de Lima para luego ser enterrados en un mausoleo del Cementerio Presbítero Maestro. Con motivo de las exequias de este caudillo, Bartolomé Herrera dio un célebre sermón, que fue un “llamado al orden” al país (4 de enero de 1842).

Tras la muerte de Gamarra, el Perú entró en el período conocido como la «Anarquía Militar», que se prolongaría hasta 1845.
Figura polémica

La actuación del Mariscal Gamarra en la escena pública ha tenido tanto defensores como ardorosos detractores. Entre estos últimos se cuenta el historiador Rubén Vargas Ugarte quien sin ambages ha expuesto durísimas opiniones sobre el cuestionado:

…Gamarra fue un vulgar ambicioso de mando, que acarreó grandes daños al Perú, originando un período funesto, cuyas consecuencias se sufrieron largamente en el país. Padecía de un raro delirio revolucionario, sin ser verdaderamente un héroe. En su afán de subir al poder no escatimó medios, ni se detuvo en reparos de conciencia. En Ecuador llegó hasta solicitar apoyo para que este país se aliase con Chile contra el Perú. Era falso de carácter, predominaba en él la vileza y la ambición personal antes que el interés social y el bienestar de la república, la cual, en su creencia, era un feudo que le pertenecía. Él fue quien urdió con La Fuente la derrota del presidente La Mar en el combate del Portete, donde sucumbieron más de 400 peruanos, aparte de las pérdidas económicas que con tal fracaso tuvo que soportar el Perú, pero Gamarra creía ciegamente que con estos daños se lograba la caída de La Mar.
Si ignoras lo que pasó antes de que nacieras, siempre serás un niño.
Marco Tulio Cicerón.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 28 Mar 2016 17:58

Excmo. Sr. D. José SANTOS DE LA HERA General del Ejercito Español


José Santos de la Hera y de la Puente. (*Sestao, Vizcaya, 1792 - † Madrid, 22 de Enero de 1859). Fue un militar español de larga actuación en el Ejército Real del Perú y posteriormente combatiente distinguido en la Primera Guerra Carlista por cuyo mérito fue nombrado Conde de Valmaseda.

Nació en la población de Sestao en 1792, en una familia de clase acomodada y distinguida del país. Fueron sus padres don Ramón de La Hera y doña Francisca de la Puente. Realizó sus primeros estudios en el colegio de Vergara. A los 17 años fue enviado por sus padres a América donde su hermano mayor el coronel Felipe de la Hera servía en el Ejército Real del Perú. Se incorporó como cadete en el regimiento de infantería de Bueno Aires (posterior regimiento Fernando VII). A poco de llegar a América estalló en Buenos Aires la sublevación del 25 de Mayo, lo que condujo al virrey del Perú, José Fernando de Abascal, a tomar medidas inmediatas para contener el avance independentista cuyos primeros brotes habían sido sofocados el año anterior (1809) en las provincias de La Paz y Charcas.

En el Ejército Real del Perú

El entonces cadete de la Hera recibió su bautizo de fuego con las primeras campañas que el general José Manuel de Goyeneche dirigió en el Alto Perú, la primera de las cuales culminó con la decisiva batalla de Huaqui. Seguidamente participó en la pacificación de las provincias comprendidas entre el río desaguadero y el río suipacha al sur de Potosí. Tomó parte de 8 acciones militares incluido el ataque y toma de la ciudad de Cochabamba en 1812. En septiembre de ese mismo año formó parte de la división realista mandada por el general Pio Tristán que fue derrotada en las batallas de Tucumán y Salta, con otros juramentados que quisieron continuar al servicio del Rey su hermano, el coronel Felipe de La Hera organizó el batallón Partidarios que se incorporó al ejército del nuevo general en jefe del Alto Perú, el mariscal de campo Joaquín de la Pezuela.

Combatió con distinción en la sangrienta batalla de Vilcapugio en la cual tuvo la desgracia de ver caer muerto a su hermano Felipe mientras conducía el batallón que mandaba. Poco después combatiría nuevamente en la batalla de Ayohuma, por la cual el ejército real arrojó a los independentistas hasta las provincias de Salta y Jujuy. En 1814 era comandante del batallón Partidarios y como tal participó en la ofensiva emprendida para distraer a las fuerzas de Buenos Aires que operaban sobre la estratégica ciudad de Montevideo sin embargo esta campaña culminaría con la llegada de las noticias que confirmaban la caída de la plaza en poder de los independentistas. En 1815 tras la batalla de Viluma y en atención a sus méritos, el comandante José Santos de la Hera, fue ascendido a coronel efectivo cuando contaba con tan solo 23 años de edad pero 5 de ininterrumpido servicio en campaña y la experiencia de innumerables hechos de armas.

En 1816 hizó las campañas bajo el mando del general José de La Serna hasta la caída en manos realistas de la ciudad de Salta el 15 de abril de 1817. En junio de ese mismo año y al mando de su batallón derrotaría en Sopachuy a la última columna del ejército de Buenos Aires que intentó penetrar en el Alto Perú. Permanecería en dicha región hasta 1820 sosteniendo diversos combates contra las guerrillas locales hasta que la invasión del ejército libertador del general José de San Martín en costas del virreinato peruano obligó al virrey Pezuela a movilizar los cuerpos desplegados del Alto al Bajo Perú.

En 1820 se encontraba en la ciudad de Puno desempeñándose como subinspector general de las tropas de infantería y caballería pertenecientes al ejército del Alto Perú por lo que no tuvo una participación directa en el Pronunciamiento de Aznapuquio que depuso al virrey Pezuela. Cuando por ese tiempo aconteció la expedición de Lord Cochrane al sur peruano, el coronel de La Hera fue el encargado de movilizar de dirigir desde Arequipa a las tropas a su mando para enfrentar a los independientes que desembarcando en el puerto de Arica habían ocupando Tacna seguidamente, sin embargo fue vencido por el teniente cornel Guillermo Miller en el combate de Mirave (22 de mayo de 1821) por lo que tuvo que retirarse a la espera de nuevos refuerzos pero la celebración del armisticio de Punchauca y la posterior inactividad y retirada de Miller y Cochrane le permitieron recuperar los territorios ocupados en julio de ese mismo año.

Con motivo de la solicitud de retiro del general Juan Ramírez Orozco a comienzos de 1822 el ya brigadier de La Hera quedó interinamente al mando militar de Arequipa. Durante la segunda campaña a intermedios que el general independentista Andrés de Santa Cruz comandó sobre el sur peruano y el Alto Perú en mayo de 1823, el brigadier de La Hera fue nombrado subjefe de Estado Mayor y como tal asistió a las diversas acciones de la campaña distinguiéndose en la toma del puente del Inca sobre el rio Desaguadero que permitió el paso del grueso del ejército real y la total persecución y derrota de las fuerzas independientes. Por esta exitosa campaña el virrey La Serna sería nombrado Conde los Andes. En lo sucesivo al brigadier de La Hera le sería encomendada la labor de destruir las guerrillas remanentes que operaban en los pueblos y bosques a la derecha del rio Ayopaya siendo ascendido luego a general y nombrado gobernador de Potosí.

Cuando el ejército real se preparaba para lanzar una ofensiva definitiva sobre los territorios declarados independientes estalló la sublevación del general absolutista Pedro Antonio Olañeta que insurreccionó al Ejército del Alto Perú contra la autoridad del virrey La Serna. Debido a que el general de La Hera se mantuvo leal a la autoridad virreinal negándose a plegarse a Olañeta este le atacó en Potosí. El general de La Hera atrincheró las dos compañías a su mando en la casa de la moneda pero no pudo impedir que Olañeta se apropiara del resto de la provincia. Ante esta situación el virrey La Serna encargó al general Gerónimo Valdés, comandante en jefe del Ejército del Sur, el sometimiento de Olañeta por medio de las armas. Durante esta fraticida campaña, el general de La Hera se halló en los encuentros de la Quebrada, Escoipe y Cotagaitilla tras los cuales Valdés quedó en situación ventajosa frente a Olañeta pero las noticias de la derrota de Junín y las órdenes del virrey de abandonar la campaña y regresar al Bajo Perú hicieron que Olañeta quedara dueño del Alto Perú. El general de La Hera no tendría oportunidad de tomar parte en la decisiva batalla de Ayacucho, esto debido a que se encontraba en el hospital de Arequipa restableciéndose de dos heridas sufridas en la campaña contra Olañeta.

Servicio en Filipinas

Tras la capitulación de Ayacucho y la pérdida definitiva del Perú, le fue ordenado por el virrey La Serna pasar a servir a Filipinas como Sub Inspector General de las tropas de infantería y caballería, para tal efecto se embarcó en Quilca en enero de 1825. Cumplida su comisión en el archipiélago y ante el agravamiento de su salud aún convaleciente obtuvo del capitán general Martínez el correspondiente pasaporte para regresar a la Península, adonde volvió después de 25 años de servicio en América y tras haber dado la vuelta al mundo haciendo la ruta de Asia y la del cabo de Buena Esperanza al Sur de África.

Retorno a España

Por su comportamiento durante la guerra Carlista le fue conferido el título de Conde de Valmaseda y el grado de Teniente General el 21 de mayo de 1835. Fue también senador por las provincias de Toledo y Vizcaya. Falleció en Madrid el 22 de enero de 1859.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 28 Mar 2016 21:26

Excmo. Sr. D. Francisco Javier AGUILERA Militar del Ejercito Español


Francisco Javier Aguilera o Francisco Xavier Aguilera (Santa Cruz de la Sierra, c. 1782 – Vallegrande, noviembre de 1828) fue un militar de origen cruceño que combatió en las guerras de independencia hispanoamericanas y fue gobernador de la jurisdicción de Santa Cruz de la Sierra. Apoyó la rebelión de Olañeta contra el virrey La Serna, y tras la independencia boliviana mantuvo una guerrilla realista hasta 1828.

Siguió por corto tiempo la carrera eclesiástica, pero terminó enrolándose en el ejército poco antes del comienzo de la guerra de independencia. Combatió en las filas realistas en las batallas de Huaqui, Tucumán y Salta a órdenes del general Pío Tristán. Posteriormente participó también en las batallas de Vilcapugio y Ayohuma, tras las cuales fue ascendido al grado de coronel y puesto al mando del Regimiento Fernando VII.

El general Joaquín de la Pezuela lo nombró gobernador de su ciudad natal, pero ésta estaba en manos del jefe patriota Ignacio Warnes. Antes de poder luchar con éste debías atravesar dos Republiquetas, las de Cinti y La Laguna. Enfrentó al líder de la primera de ellas, Vicente Camargo, en varios encuentros menores, pero debió abandonar esa región para enfrentar las guerrillas del cura Muñecas.

Combatió en la batalla de Sipe Sipe (1815), que le dio la ocasión de marchar a apoderarse de su ciudad natal.

Organizó una fuerza poderosa, de más de mil hombres, con la cual avanzó sobre las posiciones patriotas en La Laguna. Enfrentó al coronel Manuel Ascencio Padilla en la batalla de La Laguna del 14 de septiembre de 1816, derrotándolo y mandándole cortar la cabeza, que fue colocada en una pica a la vista de la población de La Laguna. También ordenó ejecutar a todos los guerrilleros enemigos.

Continuó su camino hacia Santa Cruz de la Sierra, y lo atacó en las afueras de la ciudad en la batalla de El Pari, el 21 de noviembre. La superioridad en cantidad de tropas, armamento y de adiestramiento militar de los realistas no fue suficiente: desde el primer momento de la batalla, la superioridad estuvo del lado de éstos, al punto de que la caballería del coronel José Manuel Mercado arrolló y expulsó del campo de batalla a la realista. Pero al caer el coronel Warnes de su caballo, sus fuerzas se desorganizaron. Esto permitió que un soldado realista ultimara a Warnes, tras lo cual sus hombres se dispersaron.

Aguilera entró a Santa Cruz con la cabeza de Warnes en la punta de una pica. Desató una represión feroz sobre los patriotas de esa ciudad. Mató a 900 indígenas inocentes, solamente para vengar el trato preferencial que les había dado su enemigo.

Ocupó el cargo de gobernador de Santa Cruz durante nueve años, y colaboró con tropas en la continuación de la guerra. En 1822 aplastó la ebelión de los indígenas canichanas y trasladó la capital del Gobierno Político y Militar de Moxos a la villa de Trinidad.

Reconoció la autoridad del virrey José de la Serna hasta la llegada de la noticia de la restauración absolutista en España; en ese momento secundó la rebelión dirigida por el general Pedro Antonio Olañeta , que consideró caduca la autoridad de Serna y separó al Alto Perú del virreinato del Perú.

Tras la derrota realista en la batalla de Ayacucho, intentó oponerse a la liberación de Cochabamba, marchando hacia esa ciudad. Pero sus hombres se sublevaron el 26 de enero de 1825 y pasaron a las fuerzas de Sucre. El coronel Mercado ocupó Santa Cruz el 14 de febrero.

Aguilera –inicialmente tomado prisionero por los rebeldes– huyó a ocultarse en las selvas al norte de Santa Cruz, donde encontró otros realistas dispuestos a protegerlo.

En enero de 1828, el cura José Rafael de Salvatierra y Chaves, de la villa de Vallegrande, se lanzó a la rebelión contra las autoridades de la República de Bolivia. Aguilera organizó una partida de unos 180 infantes y jinetes, en su mayoría antiguos realistas, y se proclamó «General en Jefe del Ejército Real», y ocupó Vallegrande en febrero. Proclamó su fidelidad a Fernando VII y se mantuvo luchando por varios meses en distintos puntos de la zona oriental de Bolivia. Hizo un intento de tomar Cochabamba y otro sobre Santa Cruz de la Sierra en octubre, pero fue derrotado por el coronel Anselmo Rojas, quien salió de esta última el día 20 de ese mes. Seis días más tarde llegó a Vallegrande y conminó a Aguilera a rendirse, prometiéndole pases para regresar a España. El "general" se negó y el 30 de octubre el batallón n°2, de 222 plazas, le derroto completamente cerca de la villa. Logró huir, pero su «Jefe de Estado Mayor», teniente coronel Francisco Suárez, fue capturado y fusilado; de igual manera Aguilera fue alcanzado unos días después, el 23 de noviembre.

Murió fusilado poco después en Vallegrande, las cabezas de los alzados fueron expuestas en la plaza local

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 28 Mar 2016 21:32

Excmo. Sr. D. Juan Guillermo MARQUIEGUI Militar del Ejercito Español


Juan Guillermo Marquiegui (n. San Salvador de Jujuy, Virreinato del Río de la Plata, enero de 1777 - † San Salvador de Jujuy, Argentina, c. 1832), militar español, jefe de caballería del ejército realista en América que combatió encarnizadamente a los independentistas de la Argentina, tanto contra las Expediciones Auxiliadoras al Alto Perú, como contra los gauchos de Martín Miguel de Güemes. Alcanzó el grado de coronel y fue uno de los líderes realistas partidarios de Pedro Antonio Olañeta, fue capturado por Valdés y permaneció prisionero en el Cuzco hasta la capitulación de Ayacucho. Concluida la contienda abandonó la vida militar y regresó a su lugar de origen.

Comerciante desde su juventud, se dedicaba a trasladar mercaderías entre la provincia de Salta y el Alto Perú. Tras algunos fracasos políticos, se enroló como teniente del regimiento de voluntarios de caballería de Salta, lo que le permitió llegar a puestos encumbrados en el cabildo de su ciudad natal: en 1811, ya ocurrida la Revolución de Mayo, fue electo alcalde de segundo voto del cabildo.

Cuando en 1812, tras la derrota argentina en la batalla de Huaqui, se negó a participar en el Éxodo Jujeño ordenado por el general del Ejército del Norte, Manuel Belgrano, se ocultó y se incorporó como baqueano al ejército del general Pío Tristán. Participó de la invasión hacia el sur, y de las batallas de Tucumán y Salta. Tras la retirada hacia el norte, se acogió a la dispensa otorgada por el arzobispo de Chuquisaca, que invalidó el juramento que todo el ejército había hecho de no volver a tomar las armas.

Combatió en las batallas de Vilcapugio y Ayohúma, y comandó una columna que invadió la ciudad de Salta por el camino del Fuerte de Cobos, con lo que facilitó un gran avance realista. No obstante, el ejército de Joaquín de la Pezuela fue derrotado.

Ocupó cargos políticos de importancia en Jujuy, cada vez que esa ciudad cayó en manos de los realistas.

Combatió en la batalla de Sipe-Sipe – en la que fue seriamente herido – como jefe del regimiento de Cazadores.

Se recuperó de sus heridas, y con la ayuda de su hermana, la hermosa Pepita Marquiegui, esposa del general Pedro Antonio Olañeta, participó en todas las invasiones a Jujuy y Salta. Fue ascendido a coronel en 1817.

En abril de 1821, dirigió un ataque general a Jujuy, en momentos en que el jefe de la Guerra Gaucha, Martín Miguel de Güemes, estaba dedicado a enfrentar a sus enemigos en Tucumán y en la ciudad de Salta. Sin embargo, un pequeño contingente de jujeños, al mando de José Ignacio Gorriti, lo cercó en León, un pueblo en la entrada sur de la Quebrada de Humahuaca durante dos días y lo obligó a rendirse con 300 hombres. Ése fue el "Día Grande de Jujuy", en que un pequeño grupo de jujeños, sin ayuda externa, derrotaba a un regimiento profesional, cuyo jefe era el tan temido Marquiegui. Además, éste quedó seriamente herido del brazo que le quedaba.

Fue enviado prisionero a Salta, en apariencia moribundo. Pero sobrevivió y fue liberado por la invasión realista de José María Valdés, en junio de ese mismo año. Días después moría Güemes, pero Marquiegui no llegó a participar en la derrota de semanas más tarde ante Gorriti y Jorge Enrique Vidt. Herido aún, fue evacuado durante la retirada de Olañeta. Al llegar a Potosí, éste ascendió a su cuñado a general.

Siguió luchando junto a Olañeta durante los años del protectorado del general José de San Martín en el Perú. Pero el jefe realista se iba quedando sin aliados; nombró a Marquiegui gobernador de Chuquisaca y presidente de la Real Audiencia. Poco después, al llegar la noticia de la victoria enemiga en la batalla de Ayacucho, empezó a negociar el regreso a su ciudad.

Para la fecha en que su cuñado moría en la escaramuza de Tumusla, y se terminaba la dominación española en el continente americano, Marquiegui estaba ya en algún lugar del campo jujeño, negociando aún las condiciones para su reinserción en la sociedad. Fue Gorriti, aparentemente, quien ordenó que se lo aceptara en paz en Jujuy.

No volvió a ejercer como militar, y permaneció casi todo el tiempo en el campo, en el límite entre Jujuy y Salta. Sólo de vez en cuando subía a Jujuy. En 1831 fue nombrado presidente de una comisión que determinaría los límites entre Jujuy y Salta. En definitiva, la zona en disputa quedó para Salta: Orán, Iruya, Santa Victoria Oeste y San Andrés.

Se cree que falleció en el sur de Jujuy en 1832.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 28 Mar 2016 22:34

Excmo. Sr. D. Geronimo VALDES DE NORIEGA General del Ejercito Español


Gerónimo Valdés de Noriega, vizconde de Torata y conde de Villarín (Villarín de Asturias, Somiedo, 1784 - Oviedo, 1855), fue un militar y político español.

Estudió Derecho en la Universidad de Oviedo, en donde se enteró de la invasión francesa de España en 1808, alistándose como voluntario. Su situación de estudiante universitario y la carencia de oficiales, le facilitó, prontamente, ser nombrado capitán y terminó la la guerra contra Napoleón con el grado de teniente coronel.

Abandonando, definitivamente, sus estudios, viajó a América junto a José de la Serna e Hinojosa en 1816. En complot con otros militares, colaboró con la destitución del Virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela, por De la Serna. Llegó a ser Mariscal de Campo, destacando por sus acciones en las batallas de Torata y Corpahuaico. Tras el desastre de Ayacucho, regresó a España vía Francia en 1824.

Tras la muerte de Fernando VII y siendo Teniente General participó en el ejército cristino en favor de la causa de la reina Isabel II contra su tío Carlos María Isidro de Borbón en la Primera Guerra Carlista.

Había sido nombrado por María Cristina de Borbón ministro de la Guerra en 1834, pero en septiembre de 1835 decidió hacerse cargo personalmente del mando del Ejército del Norte. A los pocos días de llegar a Vitoria, marchó con un poderoso ejército a las Amescoas en Navarra a enfrentarse con Zumalacárregui, sufriendo allí la desastrosa Acción de Artaza durante los días 20 a 22 de abril de 1835. Refugiado en Logroño, recibió la visita de Lord Elliot, firmando aquí el 27 de abril de 1835 el llamado Convenio lord Elliot que días antes ya había firmado Zumalacárregui en Asarta, mediante el cual, básicamente, se acordaron respetar en lo sucesivo la vida de los soldados hechos prisioneros y canjearlos siempre que fuese posible realizarlo.

Tras la llegada de su antiguo subordinado y amigo Baldomero Espartero a la Regencia de España durante la minoría de edad de Isabel II, fue nombrado Capitán General de Cuba. Fue diputado y senador y escribió una historia de la independencia del Perú.
Condecoraciones

A lo largo de su carrera militar recibió las siguientes condecoraciones:

Caballero gran cruz de la Orden de Carlos III.
Caballero de la Orden de Isabel la Católica.
Cruz Laureada de San Fernando.
Caballero de la Orden de San Hermenegildo.

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