Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 08 Feb 2018 15:40

Batalla de SAN MARCIAL


La batalla de San Marcial tuvo lugar el 31 de agosto de 1813. El Cuarto Ejército español (de Galicia), bajo el mando del general Freire, hizo retroceder a las tropas del mariscal Soult, que había emprendido la ofensiva contra el ejército aliado hispano-luso-británico que dirigía Arthur Wellesley, duque de Wellington.

Wellington se acercó a San Sebastián tras el triunfo aliado en la batalla de Vitoria y sitió a la ciudad, ocupada por los franceses, en julio de 1813, buscando rendir esa importante plaza fuerte. Al mismo tiempo, tras su derrota, el ejército francés se retiraba hacia el este, intentando recuperarse y cuidar los heridos de la batalla de Vitoria. San Sebastián y Pamplona se situaban a los flancos de las fuerzas de Wellington, guardando los accesos a la frontera francesa y, por tanto debían ser tomadas antes de que los aliados tratasen de internarse en territorio galo.

Sin embargo, el asalto contra San Sebastián demostró que Wellington había juzgado mal la determinación de la guarnición francesa y la de su comandante, el general Rey, ya que los asaltos británicos fueron rechazados con graves pérdidas, como los 600 muertos contabilizados en el ataque del 21 de julio. Antes de que Wellington pudiera replantear sus acciones, tuvo noticias de que el mariscal Soult había reorganizado sus fuerzas y reaparecía desde el este, bastante antes de lo que Wellesley había creído posible, de modo que parte del ejército aliado levantó el asedio de San Sebastián para enfrentarse al mariscal francés.

Mientras Wellington encaraba a Soult en la campaña de los Pirineos, el general Graham mantenía el bloqueo de San Sebastián y se preparaba para comenzar el nuevo asedio el 26 de agosto. Para ello, se construyó una línea de fortificaciones ligeras para resguardarse contra los asaltos de Soult, a la par que se establecía una importante línea de defensa en las orillas río Bidasoa. Se acrecentó la fuerza de las divisiones anglo-portuguesas en Vera, Lesaca y sobre todo Irún, con la inclusión de fuerzas de las divisiones españolas 3.ª, 5.ª y 7.ª sobre las alturas de San Marcial, que dominaban la ciudad de Irún, así como dos brigadas de la 4.ª división en reserva (que formaban parte del Cuarto Ejército español dirigido por el general Freire).

Tras cuatro semanas de recuperación, Soult había preparado una ofensiva hacia San Sebastián, concentrando sus nueve divisiones en Ainhoa, localidad del País Vasco francés, a poca distancia de la frontera, para un ataque sobre los alrededores de San Marcial. Ni las fuerzas francesas ni las españolas tenían la moral en perfecto estado: los franceses estaban desmoralizados por las retiradas recientes; en tanto que las pobremente equipadas tropas de Freire, con dificultades de suministro, no habían disfrutado de sus raciones completas en varios días. Detrás de ellos, los ejércitos aliados estaban enfrascados en los terribles combates por San Sebastián, que les costarían 2.376 muertos o heridos sólo en el día 31 de agosto.

Batalla

La batalla de San Marcial supuso el final de la ocupación francesa en el País Vasco y Navarra, y el fin de la guerra de la independencia española. El plan francés era sencillo. Con tres divisiones debía atacar frontalmente la comarca del Bidasoa (Irún), mientras que otras cuatro avanzaban hacia Vera de Bidasoa en un movimiento que pretendía copar a las tropas españoles de Irún y abrir el camino de Oyarzun para aliviar así la situación de la guarnición de San Sebastián.

Envueltas por la niebla matinal, siete divisiones francesas marcharon hacia el Bidasoa el 31 de agosto, vadeando el río cubiertas por el fuego de su artillería. Las posiciones aliadas en Vera e Irún se vieron sorprendidas y sobrepasadas, pero no sin antes alertar a Freire, que dirigió sus tropas formando una línea en las alturas. Las columnas imperiales perdieron su orden cuando ascendieron sobre el difícil terreno, alcanzando las líneas de Freire como una masa confusa. Los españoles que formaban el 4ª Ejército, o Ejército de Galicia, no satisfechos con echarlos de su tierra, habían estado persiguiéndolos por Castilla, en San Marcial les recibieron con fuego y, avanzando contra ellos a bayoneta calada, arrollaron a los hombres de Soult, empujándolos ladera abajo.

Soult recompuso las unidades a medianoche y preparó tropas de refresco para un segundo asalto sobre las colinas, pero la línea de bayonetas española se mantuvo firme frente a este asalto final, batiendo nuevamente a los franceses. Impotente ante las sucesivas retiradas de sus hombres en el río Bidasoa, Soult ordenó la retirada hacia Irún. San Sebastián cayó tras una monumental batalla ese mismo día, siendo saqueada e incendiada por los supuestos aliados anglo-portugueses, y Soult se retiró hacia suelo francés.

El Duque de Wellington contempló la batalla desde su atalaya para luego referirse en estos términos al Ejército español y sus huestes gallegas en una arenga en el Cuartel de Lesaca, un 4 de septiembre de 1813:

«Guerreros del mundo civilizado: Aprended a serlo de los individuos del Cuarto Ejército que tengo la dicha de mandar. Cada soldado de él merece con más justo motivo el bastón que empuño. Todos somos testigos de un valor desconocido hasta ahora; del terror, la muerte. La arrogancia y serenidad, de todo disponen a su antojo. Dos divisiones fueron testigos de este combate original sin ayudarles en cosa alguna y esto por disposición mía para que se llevaran una gloria que no tiene compañera. Españoles: Dedicaos a imitar a los inimitables gallegos, distinguidos sean hasta el fin de los siglos por haber llegado en su denuedo hasta donde nunca nadie llegó. Nación española premia la sangre vertida por tantos cides. Diez y ocho mil enemigos con una numerosa artillería desaparecieron como el humo para que no os ofendieran jamás».

Consecuencias

La batalla de San Marcial fue muy cruenta. Entre muertos y heridos, hubo 1.658 bajas en el ejército español. El ejército francés sufrió más aún, mientras que ingleses y portugueses apenas tuvieron bajas. Más allá de las bajas, la jornada de San Marcial supuso el final de la ocupación francesa del País Vasco y Navarra, y el fin de la única fuerza temible de Soult, que "ya nunca combatiría con la acostumbrada habilidad y celo".​ La victoria de San Marcial figura entre los triunfos más brillantes del ejército español en la guerra.

Saludos :saluting-soldier: :saluting-soldier: :saluting-soldier:
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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 08 Feb 2018 19:06

Asedio y Pillaje de SAN SEBASTIAN


En el Asedio de San Sebastián (7 de julio – 8 de septiembre de 1813) fuerzas aliadas bajo las órdenes de Arthur Wellesley, Marqués de Wellington capturó la ciudad de San Sebastián en el norte de España desde su guarnición francesa bajo el mando de Louis Emmanuel Rey. El ataque resultó en el saqueo y la devastación de la ciudad por fuego.

Situación

Tras ganar la decisiva Batalla de Vitoria el 21 de junio de 1813, El ejército de Wellington avanzó hacia el oeste de los Pirineos para tomar los pasos de montaña y enfrentar a las tropas del mariscal Soult, quien se había retirado a Francia para tratar de reorganizar su ejército. Para despejar su área posterior y para expulsar a las últimas fuerzas francesas de España, Wellington necesitaba tomar Pamplona y San Sebastián. Al carecer de recursos para atacar simultáneamente, Pamplona fue bloqueada y San Sebastián fue sitiada.

El bloqueo de Pamplona tomó tiempo, pero resultó en la rendición de las fuerzas francesas allí debido a la inanición el 31 de octubre de 1813

El 1 de julio, la guarnición francesa del General de Brigada Rey de 3.170 hombres consistía en la 22ª y 34ª Línea (1 batallón cada una), la Línea 62 (2 batallones), elementos de la 1ª y 119ª Línea, una compañía de zapadores y pioneros, y dos compañías de artilleros.​ Setenta y seis armas se alinearon en las fortificaciones.

Para procesar el asedio, el teniente general Sir Thomas Graham recibió el mando de 9,000 tropas de la 5ta División del General de Brigada, Mayor General John Oswald y la brigada portuguesa de Henry Bradford. Graham desplegó inicialmente 40 armas pesadas de diversas fuentes.

Javier Sada ha declarado que la composición de las tropas aliadas que invierten la ciudad incluía una importante parte multinacional de soldados de fortuna, cuyo único incentivo era el botín obtenido en las fortalezas conquistadas. ​De hecho, la 5.ª División tenía 3.900 oficiales y hombres británicos y 2.300 portugueses, y otras 2.300 tropas portuguesas en la brigada de Bradford.

Enfoques

San Sebastián (Donostia en vasco), tenía 9.104 habitantes entonces y era más liberal que la provincia conservadora circundante de Gipuzkoa. La ciudad estaba abierta a diferentes influencias de Gascogne y Francia en el norte y España en el sur. Por otra parte, la composición de la ciudad había sido visible mezclada étnica gascona y vasca desde su fundación, mientras que el idioma gascón puede haber muerto por este punto en la historia de la ciudad.

Después de la toma de posesión de Napoleón en Francia, su hermano mayor José Bonaparte fue proclamado rey de España en 1808. Francisco Amorós, que es citado en muchas cuentas como "de mente francesa", fue nombrado jefe magistrado de la ciudad. Si bien parece que las nuevas autoridades y ayudantes no fueron tenidos en especial por la población, la paz prevaleció durante todo el período hasta 1813, y las tropas francesas fueron generalmente bien aceptadas. Este equilibrio se balanceó cuando las tropas francesas se retiraron bajo el mando de Emmanuel Rey y refugiados que huyeron a Vitoria después de la derrota francesa llegó a la ciudad en junio.

San Sebastián se encuentra en una península que se extiende hacia el Golfo de Vizcaya y corre generalmente de norte a sur. La cara sur de las fortificaciones de la ciudad era muy fuerte con una gran hornwork bloqueando los accesos con las paredes de la ciudad más altas montando cañones que podían disparar sobre el cuerno para protegerlo. "Fue la fortificación más fuerte que vi, Gibraltar exceptuado", escribió William Dent. En su lado oriental, la ciudad estaba protegida por el estuario del río Urumea. Los ingenieros británicos detectaron un punto débil cerca de la orilla del río en la esquina sureste de la ciudad. Los asaltos fueron posibles a través del lecho del río durante la marea baja desde el sur y el este. Las baterías de ruptura podrían colocarse al sur de la ciudad y en las dunas de arena en el lado este del estuario, que podrían estar protegidas del contraataque por el río.

La potencia marítima británica no pudo ser utilizada porque la flota bloqueadora vizcaína estaba debilitada. Los barcos franceses regularmente traían suministros y refuerzos, mientras sacaban soldados heridos y enfermos. Debido a esto, Wellington no podía esperar morir de hambre en la ciudad. Tendría que atravesar las paredes y cargar la ciudad por asalto.

Primer asedio

El primer objetivo fue la captura de un convento, en un terreno elevado, al sur del cuerno. El trabajo comenzó el 11 de julio operando para ello con dos baterías a 200 metros del convento, siendo completado y armado la noche del 13/14 de julio. El fuego continuo hasta el 17 de julio redujo el convento a ruinas, fue asaltado y capturado sin dificultades.

El 13 de julio comenzó el trabajo operando con tres baterías en las dunas de arena y una cuarta en la colina del Monte Ulia, al este del río, en una variedad de 600 netros a 1,300, conectado por trincheras. El fuego comenzó y continuó día tras día contra las murallas y torres de la ciudad hasta que, el 23 de julio, se habían producido tres quiebres.

El convento capturado fue diseñado para protegerlo del norte y las baterías construidas para disparar sobre el cuerno y la ciudad. El 20/21 de julio, una trinchera paralela fue arrojada a través de la península a mitad de camino hasta el trabajo del cuerno, donde se descubrió que un gran desagüe se extendía bajo tierra hasta el cuerno. Se decidió minar el final del desagüe.

Al amanecer del 25 de julio se lanzó un ataque. precedidos por la explosión de la mina, las tropas asaltarían la brecha de la mina del cuerno y las dos brechas de la muralla de la ciudad. La mina explotó demasiado temprano, cuando todavía estaba oscuro, las tropas atacaron pero no pudieron obtener apoyo de la artillería porque estaba demasiado oscuro para ver. El cuerno fue asaltado pero las tropas de seguimiento llegaron tarde y el grupo de avanzada fue derrotado. Las tropas que asaltaban las paredes fueron expuestas al fuego durante 300 yardas a través de las planicies de marea. A pesar de que llegaron a la cima de las brechas, los soportes fueron de nuevo lentos y fueron derrotados con gran pérdida de vidas.

Los británicos sufrieron 693 muertos y heridos y 316 capturados, incluidos Harry Jones quien fue herido mientras lideraba la esperanza perdida. La guarnición de Rey perdió 58 soldados y otros 258 resultaron heridos.

El asalto que falló el asedio fue reconsiderado. Los suministros de munición para pistolas bajaban, y en el mismo día, el 25 de julio, Wellington se enteró de que Soult había lanzado un ataque (que se convertiría en la batalla de los Pirineos). la decisión fue posponer el asedio a la espera de recibir más suministros por barco y se le ordenó a Graham que retirara sus armas a los barcos en Pasajes.

Durante el intermedio, la guarnición hizo varias incursiones, capturando a 200 soldados portugueses como prisioneros.

Segundo asedio

Después de conducir a Soult de regreso a través de la frontera, Wellington esperó hasta que el resto del tren y suficientes suministros de balas habían llegado de Inglaterra antes de volver a centrar su atención en San Sebastián. El 15 de agosto, el comandante francés, Rey, había recibido algunos borradores de las naves de bloqueo, pero, aun así, solo tenía 2.700 efectivos y 300 heridos en el hospital.

El 19 de agosto comenzaron a llegar suministros británicos, incluidos pioneros de ingeniería adicionales, de modo que para el 23 de agosto las armas estaban listas para reanudar la ofensiva. El 26 de agosto, los británicos habían establecido baterías para 63 piezas de artillería.

El 26 de agosto, 15 cañones pesados del sur y 48 cañones del este se dispararon, destruyendo torres y haciendo más brechas en las paredes. remando en la bahía hacia el oeste y después de una breve pelea y un puñado de bajas, capturaron una pequeña isla, Santa Clara. Luego, los británicos sacaron seis armas del Surveillante a la isla para establecer una batería para enfilar la ciudad y el castillo. Los franceses estaban consternados porque pensaban que los lados de la isla eran demasiado empinados de asaltar.

La brecha principal en la pared este era casi 500 pies (152,4 m) de largo con las torres en cada extremo demolido. En el sur, una savia había sido empujada hacia el glacis del cuerno.

Debido a que el ataque tuvo que realizarse a medida que bajaba la marea, estaba programado para las 11:00 a.m. del 31 de agosto. Se explotó otra mina, que en parte derribó una pared, pero también creó una serie de cráteres de modo que cuando la 5ª División realizó el asalto desde el sur en la brecha principal. Los soldados cruzaron desde las trincheras a través de los cráteres hasta el pie de la brecha con poca pérdida, pero luego los franceses abrieron un fuego terrorífico. Una y otra vez, los hombres de la 5ª División corrieron por la brecha llena de escombros, pero fueron cortados en franjas.

Los franceses hubieron construido un coupure (pared interior) que impidió a los casacas rojas romper las defensas. Cientos de soldados británicos fueron asesinados. Graham acometió con 750 voluntarios de las Divisiones 1, 4 y Ligera, pero no pudieron rechazar a los defensores franceses. Una brigada portuguesa salpicó el río Urumea y atacó la brecha oriental, pero su impulso también se estancó. Después de dos horas, el asalto fue una falla costosa. Los sobrevivientes se abrazaron al suelo para evitar el fuego abrasador.

Después de consultar con su comandante de artillería, Alexander Dickson, Graham eligió abrir fuego contra el muro interior del coupure, a pesar del riesgo de matar a muchos soldados británicos que yacían tan cerca de la barrera. Cuando las armas pesadas británicas dispararon sobre sus cabezas por primera vez, los sobrevivientes del ataque comenzaron a entrar en pánico. Pero, cuando el humo se aclaró, vieron que los cañones grandes habían destrozado la mayor parte de la pared interior. Con un grito, cargaron, alcanzaron la parte superior de la brecha y se desparramaron en la ciudad. Al ver sus líneas de defensa rotas, los franceses se retiraron a la fortaleza en la colina de Urgull y al mediodía los sitiadores se habían apoderado de la ciudad.

En la inspección se descubrió que ni un solo disparo se había quedado corto en las tropas aliadas, a pesar de que fueron disparados 600 durante 20 minutos y eso, ayudado por una explosión de granadas preparadas y proyectiles vivos en la pared, pocos defensores sobrevivieron ilesos. 700 franceses fueron capturados en la ciudad que ahora estaba en llamas.

Rey y el resto de su guarnición sobreviviente resistieron hasta el 5 de septiembre antes de pedir los términos. El comandante francés se rindió formalmente el 8 de septiembre y, en reconocimiento de una noble defensa, el resto de la guarnición estacionada en la fortaleza recibió los honores de la guerra por parte de las fuerzas anglo-portuguesas. Salieron de la fortaleza con los brazos al hombro, banderas ondeando, al sonido de los tambores. Sus oficiales fueron autorizados a conservar sus espadas.

Saqueo y quema de San Sebastián[/b

[b]Al ingresar a la ciudad, las victoriosas tropas británicas y portuguesas descubrieron rápidamente abundantes provisiones de coñac y vino en las tiendas y casas, y muchos de ellos pronto se convirtieron en parte de una "turba rebelde y desenfrenada". Borrachos y enfurecidos por las grandes pérdidas que sufrieron, las tropas se volvieron locas, saqueando y quemando la ciudad y matando a un número desconocido de habitantes según algunas fuentes, pero pueden ascender a 1,000.​ Algunos oficiales británicos intentaron detener el saqueo pero fueron ignorados o amenazados por los soldados ebrios,​ o hicieron la vista gorda o se sumaron a la difícil situación.​ Se reunieron declaraciones (75 informes) que atestiguaron los eventos que comenzaron el 31 de agosto. Uno de los sobrevivientes y el testigo Gabriel Serres afirmó que, "[los agresores] cometieron las mayores atrocidades, como matar y herir a muchos habitantes y también violar a la mayoría de las mujeres".. Ellos comenzaron a quemar esa misma noche en algunas casas, según testigos locales. El local Domingo de Echave dio evidencia haciendo eco de las palabras de un soldado inglés que apuntaban a las llamas que salían de una casa: "¿Ves esa casa en llamas? Te importa, mañana todo esto". La ciudad siguió ardiendo durante siete días, y para entonces solo sobrevivieron un puñado de edificios. El resto se quemó en el suelo—600 casas, ayuntamiento y oficina de registro incluidas
.

Después de la quema, el ayuntamiento y muchos sobrevivientes de la destrucción se reunieron en Zubieta, donde los habitantes de la ciudad devastada decidieron la reconstrucción de la ciudad casi desde cero. Como el concilio anterior había colaborado con los franceses, se nombró un nuevo concilio y se escribió una carta felicitando a Wellington por su victoria. y solicitándole que les concedan 2.000 salarios de inanición a los más necesitados. La demanda no se cumplió porque Wellington se negó a hacerlo, y de todo corazón deseó en la respuesta que no se lo aborde nuevamente.

Luego pasó a atribuir el saqueo a los franceses, y el 2 de noviembre mientras estaba en Lesaka el general británico negó cualquier responsabilidad de las tropas británicas en la quema. En noviembre, el ayuntamiento organizó un juicio popular "sobre el comportamiento atroz mostrado por las tropas británicas y portuguesas", donde reveladoramente solo 2 mujeres respondieron el cuestionario proporcionado.

La tragedia se recuerda todos los años cada 31 de agosto con una ceremonia extensa a la luz de las velas.

Consecuencias

De la guarnición original de Rey de 3.170 más algunos proyectos posteriores, 850 fueron asesinados, 670 habían sido capturados el 31 de agosto y 1.860 se rindieron, de los cuales 480 estaban enfermos y heridos. El comando de Graham perdió a 3,770 soldados, muertos, heridos y desaparecidos.​ En el asalto final, 867 hombres murieron, 1.416 resultaron heridos y 44 fueron incluidos como desaparecidos. El Mayor General James Leith, quien acababa de regresar para comandar la 5ª División, fue herido en el asalto. El jefe de ingeniería que presentó las Líneas de Torres Vedras, Sir Richard Fletcher, recibió un disparo en el corazón y murió en el asedio, era uno de los hijos de Harry Burrard.

Sin darse cuenta de que era demasiado tarde para salvar a San Sebastián, Soult lanzó un ataque final el 31 de agosto. Las fuerzas españolas repelieron este intento en la Batalla de San Marcial. Con la posesión de San Sebastián, Wellington podría pensar en conducir a Soult de vuelta a Francia. La siguiente acción fue la Batalla de Bidasoa el 7 de octubre, seguida por la Batalla de Nivelle en noviembre. La guarnición francesa de Pamplona se rindió a los españoles el 31 de octubre.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 08 Feb 2018 22:57

Sitio de CIUDAD RODRIGO 1.810


El sitio de Ciudad Rodrigo de 1810 fue una batalla por la conquista del municipio salmantino homónimo entre los invasores franceses y los defensores españoles. Esta batalla se encuadra dentro de la serie de batallas que se dieron durante la Guerra de la Independencia Española.

La batalla se produjo entre el 26 de abril y el 9 de julio de 1810. 65 000 franceses lucharon contra una guarnición de 5500 españoles que defendía la ciudad; los franceses estaban comandados por el mariscal de campo Michel Ney mientras los españoles eran dirigidos por el también mariscal Don Andrés Pérez de Herrasti.

El VI Cuerpo de Ney incluía la 1.ª División de Jean Marchand (6500 hombres), la 2.ª División de Julien Mermet (7400), la 3.ª División de Louis Loison (6600), la brigada de caballería ligera de Auguste Lamotte (900), la brigada de dragones montados de Charles Gardannes y 60 cañones.

Por su parte Herrasti comandaba 5500 hombres formados por 3 batallones de regulares de Ávila, Segovia, el 1.er Regimiento de Infantería de Mallorca, 375 artilleros, 60 zapadores, 3 batallones de Voluntarios de Ciudad Rodrigo y una batallón de la Guardia de la ciudad.

Desarrollo del sitio

Los 5500 defensores españoles establecieron una defensa valiente. Sin embargo la artillería francesa pudo abrir una brecha en las murallas. Finalmente la infantería tomó la ciudad al asalto y la saqueó. Los españoles sufrieron 461 muertos y 994 heridos mientras 4000 hombres y 118 cañones fueron capturados. En las tropas francesas 180 soldados murieron y más de 1000 fueron heridos durante el sitio.

El sitio retrasó más de un mes la invasión de Portugal del mariscal francés André Masséna. La siguiente acción del ejército francés fueron el sitio de Almeida y la batalla del Côa. El segundo sitio de Ciudad Rodrigo ocurrió en enero de 1812.

Memoria de la batalla

La victoria de Ciudad Rodrigo se encuentra grabada en el pilar Oeste del Arco de Triunfo de París.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 08 Feb 2018 23:15

Sitio de CIUDAD RODRIGO 1812


El sitio de Ciudad Rodrigo de 1812 fue un asedio por la conquista de la ciudad española homónima entre franceses y aliados. Este asedio se encuadra dentro de la serie de asedios que se dieron durante la Guerra de la Independencia Española. El ejercitó anglo-portugués, comandado por Arthur Wellesley, primer duque de Wellington, tomó la ciudad donde estaba la guarnición francesa bajo el mando del brigadier general Baron Barrié el 20 de enero de 1812, tras el sitio que había comenzado el 7 de enero.

Previamente, los franceses habían tomado la ciudad a las fuerzas españolas tras el primer sitio de Ciudad Rodrigo en 1810.

Como parte de su estrategia en la Guerra de Independencia, el Mariscal Auguste Marmont ordenó enviar 10 000 hombres al mariscal Suchet para ayudarle a conquistar Valencia y 4000 como refuerzo. Cuando Wellington recibió noticias que el Ejército francés de Portugal de Marmont había enviado fuerzas al este, se fue a Ciudad Rodrigo e inició el asedio el 8 de enero.

[b]Asedio[/b]

Ciudad Rodrigo era una fortaleza de segunda clase con murallas de 10 metros de alto construidas de «mala mampostería, sin flancos, con parapetos débiles y terraplenes débiles». Una colina cercana conocida como «Gran Tesón», de una altura de 180 metros, dominaba la ciudad. Los franceses construyeron una fortaleza adicional en ese lugar. La defensa francesa, compuesta por 2.000 hombres, incluía batallones del 34º Regimiento Ligero y el 113º Regimiento de Infantería, una sección de zapadores, 167 artilleros y 153 cañones. Era demasiado débil para poder defender la fortaleza.

El 8 de enero, la División Ligera tomó el Tesón Grande y empezó a cavar posiciones para las baterías. El Convento de Santa Cruz fue conquistado el 13 de enero por la Legión alemana del Rey y una compañía del 60º. El convento de San Francisco cayó el 14 de enero. Las baterías abrieron fuego el 14 de enero, incluyendo 23 cañones de 24 libras y cuatro de 18 libras. En cinco días, pudieron abrir dos brechas en las murallas. Wellington ordenó el asalto la noche del 19 de enero.

La 3ª División del General Thomas Picton entró en la brecha más grande situada en el noroeste de la muralla cercana a la catedral, mientras que la división ligera de Robert Craufurd penetró por la brecha del norte. Durante el sitio, Craufurd fue herido muriendo días después. La Brigada Portuguesa realizaría ataques de diversión en la Puerta de San Pelayo en el este y a través del río Águeda en el sur.

Resultado

El Ejército francés de Portugal perdió sus armas de asedio, incluidos 153 cañones. Irónicamente, el mariscal francés Suchet capturó Valencia antes que los refuerzos de Marmont llegasen.

La captura de Ciudad Rodrigo abrió un pasillo en el oeste de España que permitió a Wellington proceder a la captura de Badajoz.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 08 Feb 2018 23:50

Sitio de TARRAGONA de 1811


Antes de saber la sorpresa de Figueras, y luégo que recibió la órden de Napoleon, preparóse Suchet para el sitio de Tarragona, cuidando de dejar en Aragon, y en las avenidas principales, tropa que en el intermedio mantuviese tranquilo aquel reino. Más de 40.000 combatientes juntaba Suchet con los 17.000 que se le agregaron de Macdonald. Tres batallones, un cuerpo de dragones y la gendarmería ocupaban la izquierda del Ebro; á Jaca y Venasque guardábanlos 1.500 infantes, y habia puntos fortificados que asegurasen las comunicaciones con Francia.

El general Compere mandaba en Zaragoza, puesta en estado de defensa y guarnecida por cerca de 2.000 infantes y dos escuadrones, extendiéndose la jurisdiccion de este general á Borja, Tarazona y Calatayud, en cuya postrera ciudad fortificaron los enemigos y abastecieron el convento dela Merced, resguardado por dos batallones que gobernaba el general Ferrier. Cubria á Daroca y parte del señorío de Molina, fortalecido su castillo, el general Paris, teniendo á sus órdenes cuatro batallones, 300 húsares y alguna artilleria.

En Teruel se alojaba el general Abbé con más de 3.000 infantes, 300 coraceros y dos piezas; y se colocaron en los castillos de Morella y Alcañiz 1.400 hombres, así como 1.200 de los polacos en Batea, Caspe y Mequinenza, favoreciendo estos últimos los trasportes del Ebro.Excusamos repetir lo ya dicho arriba de las tropas dejadas en Tortosa y su comarca hasta la Rápita, embocadero de aquel río. Quedó ademas Klopicki con cuatro batallones y 200 húsares en el confin de Navarra, infundiendo siempre gran recelo al enemigo las excursiones de Espoz y Mina.

Detenémonos á dar esta razon circunstanciada de las medidas preventivas que tomó Suchet, para que de ella se colija cuál era el estado de Aragon al cabo de tres años de guerra; de Aragon, de cuya quietud y sosiego blasonaba el frances. No hubiera sido extraño que hubiesen permanecido inmobles aquellos habitadores relazados así con castillos y puestos fortificados. Sin embargo, á cada paso daban señales de no estar apagada en sus pechos la llama sagrada, que tan pura y brillante habia por dos veces relumbrado en la inmortal Zaragoza.

En fin Suchet, tomadas estas y otras precauciones, y aseguradas las espaldas por la parte de Aragon y Lérida, adelantóse el 2 de Mayo á formalizar el sitio de que estaba encargado, almacenando en Reus provisiones de boca y guerra en abundancia, y acompañado de unos 20.000 hombres.

Forma Tarragona en su conjunto un paralelógramo rectángulo, situada la ciudad principal en un collado alto, cuyas raíces por Oriente y Mediodía baña el Mediterráneo. A Poniente y en lo bajo está el arrabal, adonde lleva una cuesta nada ágria, corriendo por allí el rio Francolí, que fenece en la mar, y se cruza por una puente de seis ojos sobrado angosta.

Cabecera de la España citerior y célebre colonia romana. conserva aún Tarragona muchas antigüedades y reliquias de su pasada grandeza. No la pueblan sino 11.000 habitantes. La circuye un muro del tiempo ya de los romanos, cuyo lado occidental, destruido en la guerra de sucesion, se reemplazó despues con un terraplen de ocho á diez piés de ancho y cuatro baluartes, que se llaman, empezando á contar por el mar, de Cervántes, Jesus, San Juan y San Pablo. Por esta parte, que es la de más fácil acceso, y para cercar el arrabal, habíase construido otra línea de fortificaciones, que partia del último de los cuatro citados baluartes, y se terminaba en las inmediaciones del fuerte de Francolí, sito al desaguadero de este rio:varios otros baluartes cubrian dicha línea, y dos lunetas, de las que una nombrada del Príncipe, como tambien la batería de San José y dos cortaduras, amparaban la marina y la comunicacion con el ya mencionado castillo de Francolí.

En lo interior de este segundo recinto, y detras del baluarte de Orleana, colocado en el ángulo hácia la campiña, se hallaba el fuerte Real, cuadro abaluartado. Habia otras obras en los demas puntos, si bien por aquí defienden principalmente la ciudad las escarpaduras de su propio asiento. Eran tambien de notar el fuerte de Lorito ó Loreto, y en especial el del Olivo al Norte, distante 400 toesas de la plaza, sobre una eminencia. Tenía el último hechura de un hornabeque irregular con fosos por su frente, y camino cubierto, aunque no acabado; en la parte interna y superior había un reducto con un caballero en medio y dos puertas ó rastrillos del lado de la gola, la cual, escasa de defensas, protegian la aspereza del terreno y los fuegos de la plaza.

Necesitaba Tarragona para ser bien defendida, que la guarneciesen 14.000 hombres, y sólo tenía al principio del sitio 6.000 infantes y 1.200 milicianos, en cuyo tiempo la gobernaba D. Juan Caro, sucediendo á éste, en fines de Mayo, D. Juan Senen de Contreras. Era comandante general de ingenieros D. Cárlos Cabrer, y de artillería D. Cayetano Saqueti.

Trataron los enemigos el 4 de Mayo de embestir del todo la plaza. El general Harispe, acompañado del de ingenieros Rogniat, pasó el Francolí, y caminó hácia el Olivo. Ofreciéronle los puestos españoles gran resistencia, y perdió la brigada del general Salme cerca de 200 hombres. Al mismo tiempo la de Palombini, que con la otra componia la division de Harispe, se prolongó por la izquierda, y se apoderó del Lorito y del reducto vecino llamado del Ermitaño, abandonados ambos ántes por los españoles como embarazosos. Colocó Harispe ademas tropas de respeto en el camino de Barcelona, próximo á la costa. Del lado opuesto, y á la derecha de este general, se colocó Frere y su division, y en seguida Haber con la suya, frontero al puente del Francolí, y apoyado en la mar,
completándose así el acordonamiento.

El 5 hicieron los españoles cuatro salidas en que incomodaron al enemigo, y empezó la escuadra inglesa á tomar parte en la defensa. Constaba aquélla de tres navíos y dos fragatas, á las órdenes del comodoro Codrington, que montaba el Blake, de 74 cañones.

Precaviéronse los franceses como para sitio largo, y en Reus, su principal almacenamiento, atrincheraron varios puestos y fortalecieron algunos conventos y grandes edificios, temerosos de los miqueletes y somatenes, que no cesaban de amagarlos é incomodar sus convoyes.Así fué que el 6 de Mayo un cuerpo de aquéllos acometió á Montblanch, punto tan importante para la comunicacion entre Tarragona y Lérida, é intentó prender fuego al convento de la Virgen de la Sierra, que guardaba un destacamento frances. Emplearon los miqueletes al efecto, aunque sin fruto, la estratagema de cubrirse con unas tablas acolchadas para poder arrimarse á las puertas, imitando en ello el testudo de los antiguos. Los franceses de resultas reforzaron aquel punto.

Continuando los enemigos sus preparativos de ataque contra Tarragona, cortaron el acueducto moderno que surtia de agua á la ciudad, y que empezó á restablecer en 1782, aprovechándose de los restos del famoso y antiguo de los romanos, el digno arzobispo D. Joaquín de Santiyan y Valdivieso. No causó á Tarragona aquel córte privacion notable, provista de aljibes y de un profundísimo pozo de agua no muy buena, pero potable y manantial. Más dañó al frances: los somatenes sabiendo lo acaecido, hicieron cortaduras más arriba, y como aquellas aguas, necesarias para el abasto del sitiador, venian de Pont de Armentera, junto al monasterio de Santas Cruces, seis leguas distante, tuvo Suchet que emplear tropas para reparar el estrago, y vigilar de continuo el terreno.

Decidieron los franceses acometerá Tarragona por el Francolí del lado del arrabal, ofreciéndoles los otros frentes mayores obstáculos naturales. Requeríase, sin embargo, en el que escogieron comenzar por despejar la costa de las fuerzas de mar, con cuya mira trazaron allí al 8, y al cabo remataron, á pesar del fuego vivo de la escuada inglesa, un reducto, sostenido despues por nuevas baterías construidas cerca del embocadero del Francolí.

En lo interior de la plaza reinaba ánimo ensalzado, que se afirmó con la llegada el 10 del Marqués de Campoverde, quien noticioso de los intentos del enemigo se habia dado priesa á correr en auxilio de Tarragona. Vino por mar procedente de Mataró con 2.000 hombres, habiendo dejado fuera la tropa restante bajo D. Pedro Sarsfield, con órden de incomodar á Suchet en sus comunicaciones.

Tenía el enemigo para asegurar su ataque contra el recinto que tomar primero el fuerte del Olivo, empresa no fácil. Le incomodaban mucho de este lado las incesantes acometidas de los españoles; por lo que para reprimirlas y adelantar en el cerco, embistió en la noche del 13 al 14 unos parapetos avanzados que amparaban dicho fuerte. Los defendió largo tiempo D. Tadeo Aldea, y sólo se replegó oprimido del número.

En el Olivo, muy animosos los que le custodiaban, respondieron á cañonazos á la proposicion que de rendirse les hizo el frances; y pensando Aldea en recobrar los parapetos perdidos, avanzó de nuevo y poco despues en tres columnas. Los contrarios, que conocian la importancia de aquellas obras, habíanlas sin dilacion acomodado en provecho suyo, y en términos de frustar cualquiera tentativa. Acometieron sin embargo los nuestros con el mayor arrojo, y hubo oficiales que perecieron plantando sus banderas dentro de los mismos parapetos.

Por de fuera molestaban los somatenes el campo enemigo, y tambien se verificó el 14 un reconocimiento orilla de la mar, á las ordenes de D. José San Juan, protegido por la escuadra. Se encerraron los franceses en el reducto que habían construido, y apresuróse á auxiliarlos el general Habert. El mismo D. José San Juan destruyó el 18 parte de las obras que construia el sitiador á la derecha del Francolí, poniéndole en vergonzosa fuga y causándole una pérdida de más de 200 hombres. Señalóse este dia una mujer de la plebe, conocida bajo el nombre de la Calesera de la Rambla. Multiplicáronse las salidas con más ó ménos fruto, pero con daño siempre del sitiador.

No descuidó D. Pedro Sarsfield desempeñar el encargo que se le había encomendado de llamar á sí y atraer léjos de la plaza al enemigo. El 20 se colocó en Alcover, y tuvieron los franceses que acudir con bastantefuerza para alejarle, costándoles gente su propósito. Tres dias despues, incansable Sarsfield se enderezó á Montblanch y puso en aprieto al jefe del batallon Année, que allí mandaba; y si bien se libró éste, socorrido á tiempo, vióse Suchet en la necesidad de abandonar aquel punto, á cada paso acometido.

Ahora fijóse el frances en tomar el fuerte del Olivo, y con tal intento abrió la trinchera á la izquierda de los parapetos que poco ántes habia ganado, dirigiéndose á un terromontero distante 60 toesas de aquel castillo. Adelantó en su trabajo dificultosamente por encontrar con peña viva. Al fin terminó el 27 cuatro baterías, que no pudo armar hasta el 28, teniendo los soldados que tirar de los cañones á causa de lo escabroso de la subida. Cada paso costaba al sitiador mucha sangre, y en aquella mañana la guarnicion del fuerte, haciendo una salida de las más esforzadas, atropelló á sus contrarios y los desbarató. Para infundir aliento en los que cejaban, tuvo el general frances Salme que ponerse á la cabeza, y víctima de su valerosa arrogancia, al decir adelante, cayó muerto de un metrallazo en la sien.

Vueltos en sí los franceses á favor de auxilios que recibieron, comenzaron el fuego contra el Olivo el mismo dia 28. Aniquilábalos la metralla española, hasta que se disminuyó su estrago con el desmontar de algunas piezas y la destruccion de los parapetos. En el ángulo de la derecha del fuerte aportillaron los enemigos brecha sin que por eso arriesgasen ir al asalto. Los contenía la impetuosidad y el coraje que desplegaba la guarnicion. A lo último, desencabalgadas el 27 todas las piezas y arruinadas nuestras baterías, determinaron los sitiadores apoderarse del fuerte, amagando al mismo tiempo los demas puntos. La plaza y las obras exteriores respondieron con tremendo cañoneo al del campo contrario, apareciendo el asiento en que á manera de anfiteatro descansa Tarragona, como inflamado con las bombas y granadas, con las balas y los frascos de fuego. Tampoco la escuadra se mantuvo ociosa, y arrojando cohetes y mortíferas luminarias, añadió horrores y grandeza al nocturnal estrepitoso combate.

Precedido el enemigo de tiradores, acorrió por la noche al asalto, distribuido en dos columnas; una destinada á la brecha, otra á rodear el fuerte y á entrarla por la gola. Tuvo en un principio la primera mala ventura. No estaba todavía la brecha muy practicable, y resultando cortas las escalas que se aplicaron, necesario fué para alcanzar á lo alto que trepasen los soldados enemigos por encima de los hombros de un camarada suyo, que atrevidamente y de voluntad se ofreció á tan peligroso servicio. Burláronse los españoles de la invencion, y repeliendo á unos, matando á otros y rompiendo las escalas, escarmentaron tamaña osadía. En aquel apuro favorecieron al frances dos incidentes. Fué uno haber descubierto de antemano el italiano Vaccani, ingeniero y autor diligente de estas campañas, que por los caños del acueducto que ántes surtian de agua al fuerte, y conservaron malamente los españoles, era fácil encaramarse y penetrar dentro. Ejecutáronlo así los enemigos, y se extendieron á lo largo de la muralla ántes que los nuestros pudiesen caer en ello.

No aprovechó ménos á los contrarios el otro incidente, áun más casual. Mudábase cada ocho días la guarnicion del Olivo; y pasando aquella noche el regimiento de Almería á relevar al de Iliberia, tropezó con la columna francesa que se dirigia á embestir la gola. Sobresaltados los nuestros, y aturdidos del impensado encuentro, pudieron varios soldados enemigos meterse en el fuerte revueltos con los españoles; y favorecidos de semejante acaso, de la confusion y tinieblas de la noche, rompieron luégo á hachazos, junto con los de afuera, una de las dos puertas arriba mencionadas, y unidos unos y otros, dentro ya todos, apretaron decerca á los españoles y los dejaron, por decirlo así, sin respiro, mayormente acudiendo á la propia sazon los que habian subido por el acueducto, y estrechaban por su parte y acorralaban á los sitiados. Sin embargo, éstos se sostuvieron con firmeza, en especial á la izquierda del fuerte y en el caballero, y vendieron cara la victoria disputando á palmos el terreno y lidiando como leones, segun la expresion del mismo Suchet.

Cedieron sólo á la sorpresa y á la muchedumbre, llegando de golpe con gente el general Harispe, el cual estuvo á pique de ser aplastado por una bomba que cayó casi á sus piés. Perecieron de los franceses 500, entre ellos muchos oficiales distinguidos. Perdimos nosotros 1.100 hombres: los demas se descolgaron por el muro, y entraron en Tarragona. Rindióse D. José María Gamez, gobernador del fuerte, pero traspasado de diez heridas, como soldado de pecho. Infiérase de aquí cuál hubiera sido la resistencia sin el descuido de los caños y el fatal encuentro del relevo. Ciega iracundia, no valor verdadero, guiaba en la lucha á los militares de ambos bandos. Dícese que el enemigo escribió en el muro con sangre española: «Vengada queda la muerte del general Salme»; inscripcion de atroz tinta, no disculpable ni con el ardor que aun vibra tras sañuda pelea.

En la misma noche providenciaron los franceses lo necesario á la seguridad de su conquista, y por tanto inútil fué la tentativa que para recobrarle practicó al dia siguiente D. Edmundo 0-Ronani, en cuya empresa se señaló de un modo honroso el sargento Domingo Lopez. Mucho desalentó la pérdida del Olivo, sin que bastasen á dar consuelo 1.600 infantes y 100 artilleros poco antes llegados de Valencia, y unos 400 hombres que por entónces vinieron tambien de Mallorca. Habíase pregonado como inexpugnable aquel fuerte, y su toma por el enemigo frustró esperanzas sobrado halagüeñas.

El marques de Campoverde sale de Tarragona

Juntó en su apuro el Marqués de Campoverde un consejo de guerra, en cuyo seno se decidió que dicho general saliese de Tarragona, como lo verificó el 31 de Mayo. Antes de su partida encargó la plaza á D. Juan Senen de Contreras, enviando en comision á Valencia en busca de auxilios á D. Juan Caro. Contreras acababa de llegar de Cádiz, y siendo el general más antiguo no pudo eximirse de carga tan pesada. Parécenos injusto que, perdido el Olivo y á mitad del sitio, se impusiese á un nuevo jefe responsabilidad que más bien tocaba al que desde un principio habia gobernado la plaza.

Hasta el mismo Caro debiera en ello haberse mirado como ofendido. No obstante, nadie se opuso, y todos se mostraron conformes. Incumbió á D. Pedro Sarsfield la defensa del arrabal de Tarragona y de su marina, encargándose el baron de Eroles, que habia salido de Figueras, de la direccion de las tropas que ántes capitaneaba aquél del lado de Montblanch. Campoverde, fuera ya de la plaza, situó en Igualada sus reales el 3 de Junio. Salieron tambien de la ciudad muchos de los habitantes principales huyendo de las bombas y de las angustias del sitio. Habíalo ántes verificado la Junta y trasladádose á Monserrat, pues, como autoridad de todo el principado, justo era quedase expedita para atender á los demas lugares.

El fuerte de Francolí

Dueños los franceses del Olivo, empezaron su ataque contra el cuerpo de la plaza, abrazando el frente del recinto que cubria el arrabal, y se terminaba de un lado por el fuerte de Francolí y baluarte de San Cárlos, y del otro por el de Orleans, que llamaron de los Canónigos los sitiadores. Abrieron éstos la primera paralela á 180 toesas del baluarte de Orleans y del fuerte de Francolí, la cual apoyaba su derecha en los primeros trabajos concluidos por el frances en la orilla opuesta del rio, amparando la izquierda un reducto: establecieron tambien por detras una comunicacion con el puente del Francolí y con otros dos que construyeron de caballetes, validos de lo acanalado de la corriente.

En la noche del 1.º al 2 de Junio habian los sitiadores comenzado los trabajos de trinchera, y los continuaron en los días siguientes, sin que los detuviesen las salidas y fuego de los españoles. Zanjaron el 6 la segunda paralela, que llegó á estar á treinta toesas del fuerte de Francolí, batiendo en brecha sus muros al amanecer del 7. Lo mandaba D. Antonio Róten, quien se mantuvo firme y con gran denuedo. Al caer de la tarde apareció practicable la brecha, y los enemigos se dispusieron á dar el asalto á las diez de la noche. Juzgó prudente el gobernador de la plaza, Senen de Contreras, que no se aguardase tal embestida, y por eso Róten, conformándose con la órden de su jefe, evacuó el fuerte y retiró la artillería.

Salidas españolas

Prosiguiendo tambien los franceses en adelantar por el centro la segunda paralela, se arrimaron á treinta y cinco toesas del ángulo saliente del camino cubierto del baluarte de Orleans. Incomodábalos sobremanera el fuego de la plaza, y á punto de acobardar á veces á los trabajadores, ó de entibiar su ardor. Así fué que en la noche del 8 al 9 yacían rendidos de cansancio y del mucho afan, á la sazon que 300 granaderos españoles hicieron una salida, y pasaron á degüello á los más desprevenidos.

No ménos dichosa resultó otra que del 11 al 12 dirigió en persona, con 3.000 hombres, don Pedro Sarsfield, comandante, segun queda dicho, del arrabal y frente atacado. Ahuyentó á los trabajadores, destruyó muchas obras, y llevólo todo á sangre y fuego. En este trance, como en otros anteriores y sucesivos, distinguiéronse varios vecinos, y hasta las mujeres, que no cesaron de llevar á los combatientes refrigerantes y auxilios, en medio de las balas y las bombas.

Ataque a la luneta del Principe

Reparado el mal que se le habia causado, tuvo el frances ya el 15 trazados tres ramales delante de la segunda paralela: uno dirigido al baluarte de Orleans, otro á una media luna inmediata, llamada del Rey, y el tercero al baluarte de San Cárlos, logrando coronar la cresta del glácis.

Comprendian los sitiadores en el ataque la luneta del Príncipe, al siniestro costado del postrer baluarte, la cual acometieron en la noche del 16. Mandaba por parte de los españoles D. Miguel Subirachs. Se formaron los franceses para asaltar dicha luneta en dos columnas; una de ellas debia embestir por un punto débil á la izquierda, en donde el foso no se prolongaba hasta el mar, y la otra por el frente. Inútiles resultaron los esfuerzos de la última, estrellándose contra el valor de los españoles,á manos de los cuales pereció el frances Javersac, que la comandaba, y otros muchos. Al reves la primera, pues favorecida de lo flaco del sitio, entró en la luneta, pereciendo 100 de nuestros soldados, quedando varios prisioneros, y refugiándose los demas en la plaza. A éstos los siguieron los enemigos, quienes, con el ímpetu, se metieron por la batería de San José y cortaron las cuerdas del puente levadizo. En poco estuvo no penetrasen en el arrabal: impidióselo un socorro llegado á tiempo, que los repelió.

Con la posesion de la luneta del Príncipe, cerró el sitiador cada vez más el frente atacado. Por ambas partes se encarnizaba la lucha, brillando el denuedo de los nuestros, ya que no siempre el acierto en la defensa. Tan enconados andaban los ánimos de unos y otros, que acompañaban á la pelea palabras injuriosas y desaforados baldones. La matanza crecia en grado sumo, y por confesion misma de los franceses, nada ponderativos en sus propias pérdidas, contaban ya, en el estado actual del sitio (el 16 de Junio), entre muertos y heridos, un general, dos coroneles, 15 jefes de batallon, 19 oficiales de ingenieros, 13 de artillería, 140 de las demas armas, en fin con los soldados 2.500 hombres. Y todavía tenían que apoderarse del arrabal, y empezar despues el acometimiento contra la ciudad.
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Llegan los valencianos: operaciones de Campoverde para aliviar Tarragona
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Dos dias ántes, el 14 de Junio, habia llegado á Tarragona D. José Miranda con una division de Valencia, compuesta de más de 4.000 hombres armados y de unos 400 desarmados. Los ultimos se equiparon y quedaron en la plaza. Los otros, con su jefe, siguieron y tomaron tierra en Villanueva de Sitges, juntándose el 16 en Igualada con el Marqués de Campoverde. Reunia éste, asistido de tan buen refuerzo, 9.456 infantes y 1.183 caballos, y en consecuencia, se determinó á maniobrar en favor de la ciudad sitiada.

Por aquellos días el Baron de Eroles, que obraba unido á Campoverde, atacó cerca de Falset un gran convoy enemigo, y cogióle 500 acémilas. Poco ántes, hácia Mora de Ebro, en Gratallops, D. Manuel Fernandez Villamil rodeó igualmente un grueso destacamento á las órdenes del polaco Mrozinski, y acabó con 300 de sus soldados, entre muertos, heridos y prisioneros, obligando al resto de ellos á encerrarse en la ermita de la Consolacion, de donde vinieron á sacarlos dificultosamente tropas suyas de Mora.

Pérdidas diarias de esta clase fueron parte para que Süchet llamase la brigada de Abbé, y un regimiento que habia enviado á observar á Eroles, á Villamil y otros jefes, la vuelta de Mora y Falset, y tambien para que procurase acelerar la conquista de Tarragona, alterándole pensamientos varios en vista de la enérgica bizarría de la guarnicion y del aumento de las fuerzas de Campoverde, y muestras que daba éste de moverse.
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Ataques a los baluartes de Orleans y San Carlos
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El 18 de Julio tenía el sitiador concluida la tercera paralela; y emprendió la bajada al foso enfrente del baluarte de Orleans, perfeccionando las obras de ataque por los demas puntos. En la mañana del 21 empezó á batir el muro, y á las cuatro de la tarde aparecieron abiertas tres brechas; dos en los baluartes de Orleans y San Cárlos, la otra en el fuerte Real, aunque colocado detras: lo mal parado del terraplen facilitó al enemigo su progreso.

Hasta ahora habia defendido el arrabal, desde los primeros dias de Junio, D. Pedro Sarsfield, portándose con valor é inteligencia. Pero el 21, dia mismo del ataque, como hubiese Campoverde pedido al Gobernador que le enviase, para mandar una division, á Róten ó al citado Sarsfield, escogió Contreras al último, y le hizo salir de la plaza en el momento en que ya el enemigo habia dado principio á su acometida. Inexplicable proceder y de consecuencias inmediatas y desastradas. Porque, si bien se puso á la cabeza del punto atacado D. Manuel Velasco, oficial intrépido y entendido, sábese cuánto perjudica al buen éxito de todo combate la mudanza repentina de jefe.

A las siete de la tarde caminó el enemigo al asalto en tres trozos, contra el baluarte de Orleans, el de San Cárlos y el lado de la marina: llevaba todas sus reservas. No obstante una vigorosa resistencia, se metieron los franceses en el baluarte de Orleans, deteniéndolos buen rato en la gola los españoles, de los que muchos fueron allí pasados por la espada, y sin vengarse cual pudieran, no habiendo encendido á tiempo dos hornillos ya cargados.

Se apoderaron tambien los enemigos de los demas puntos, hasta del fuerte Real, por escalada, estando aún la brecha poco practicable. Hácia la marina rechazó Velasco los primeros ataques, sostúvose con noble esfuerzo, y no se retiró sino cuando avanzaron por el flanco los franceses que venian de los baluartes de San Cárlos y de Orleans. Contreras, puesto en lo alto del muro de la ciudad, tomó precauciones para evitar cualquiera sorpresa de aquel segundo recinto, y logró que Velasco y los suyos se salvasen, entrando por la puerta de San Juan. Dispararon los ingleses andanadas de todos sus buques, que no hicieron gran mella en el enemigo. Nosotros perdimos 500 hombres, no pocos se ocultaron, y á la deshilada se guarecieron sucesivamente en la ciudad. Mataron los acometedores á muchos vecinos del arrabal, sin distincion de sexo, quemaron almacenes en el puerto, y dueños del muelle, incomodaron en breve el embarcadero del Milagro, que ahora servia para las comunicaciones de mar.

Intentos de socorro a Tarragona por Campoverde

Ufanos los franceses con el buen suceso de su ataque, hicieron señales á la plaza por ver si el Gobernador queria entrar en capitulacion; pero éste las desdeñó con altanero silencio. Ofendióse Suchet, y la misma noche del 21 al 22 dispuso que se abriese la primera paralela contra la ciudad, apoyando la izquierda en el baluarte llamado Santo Domingo, y la derecha en el mar. No le restaba ya al enemigo que vencer sino este último recinto, sencillo y débil. Los habitadores de Tarragona, Senen de Contreras, la junta de Cataluña, en una palabra, todos murmuraban y quejábanse amargamente del Marqués de Campoverde, cuya inaccion la echaban algunos á mala parte.

Se figuraban ser superiores á lo que lo eran en realidad las tropas que aquél mandaba, y por el contrario, disminuían en su imaginacion sobradamente las de los franceses. Contribuyó al comun error el mismo Campoverde por sus ofertas y encarecimientos; tambien Contreras, que, en vez de obrar, consumia á veces el tiempo propalando indiscretamente que la plaza tendria luégo que rendirse si en breve no era socorrida.

Cediendo, en fin, Campoverde al clamor universal y al propio impulso, resolvió hacer el 25 de Junio una tentativa contra los sitiadores. Ensu virtud, D. José Miranda, al frente de la division valenciana y de 1.000 infantes de la de Eroles, con 700 caballos, fué destinado á atacarlos campamentos franceses de Hostalnou y Pallaresos, al paso que Campoverde debia situarse á la izquierda en el Callas para sostener la columna de ataque, y favorecerla ademas por medio de un falso movimiento, al cargo de D. José María Torrijos.

En espera de los nuestros, reunió Suchet, sin alejarse, sus principales fuerzas, contando con que se le atacaria del lado de Villalonga. Excusada era tanta prevencion. Miranda no desempeñó su encargo, so pretexto de que no conocia el terreno, y alegando dudas y temores, que no le ocurrieron la víspera, y para las que no habia nueva razon. Un escarmiento ejecutivo y severo hubiera servido en este caso de leccion provechosa, y estorbado la repeticion de actos tan indignos del nombre español.

Lavó hasta cierto punto la mancha D. Juan Caro, de vuelta de Valencia, sorprendiendo y acuchillando, en Torredembarra, á unos 200 franceses. Mas se perdió la ocasion de aliviar á Tarragona, y Campoverde, aunque mal de su grado, tiró la vuelta del Vendrell.

[b]Llegan los ingleses y se van[/b]

Parecia, sin embargo, no estar todo aún perdido. El 26 llegaron delante de Tarragona, procedentes de Cádiz, 1.200 ingleses al mando del coronel Skerret. Estas tropas, ya uniéndose á Campoverde, ó ya reforzando la plaza, hubieran sido de gran provecho, no tanto por su número, cuanto por los alientos que infundiesen con su presencia. Mas cuando la suerte va de caida, esperada ventura cámbiase en aguda desdicha. Skerret y otros jefes británicos tomaron tierra, y despues de examinar el estado de la plaza, mostráronse muy abatidos. Contreras viendo esto, si bien le dijeron aquéllos que se hallaban prontos á obedecerle, no quiso forzarles la voluntad, y dejó á su arbitrio desembarcar ó no su gente. Entónces los jefes ingleses se decidieron por mantenerla á bordo, y de consiguiente, en mala hora aparecieron en las playas de Tarragona, transtornando del todo con semejante determinacion ánimos ya muy inquietos despues de las precedentes desgracias.

Otra ocurrencia habia aumentado ántes dentro de la plaza la desunion y discordia. Mal avenido Campoverde con Senen de Contreras á causa de continuos é indiscretos razonamientos de éste, le escribió para que si no estaba contento se desistiese del mando, previniendo al propio tiempo á D. Manuel Velasco le tomase en caso de la dejacion de Contreras, ó en cualquiera otro en que el último tratára de rendirse. Comunicó igual órden á los demas jefes, autorizándolos á nombrar gobernador si Velasco no aceptase el cargo. Conformábase la resolucion de Campoverde con una circular de la Regencia de principios de Abril, aprobada por las Córtes, segun la cual se mandaba que en tanto que hubiese en una plaza un oficial que opinase por la defensa, aunque fuese el más subalterno de la guarnicion, no se capitularia, y que por el mismo hecho se encargase dicho oficial del mando.

Habíase originado esta providencia de lo que pasó con Imaz en Badajoz; pero en Tarragona no se estaba en el mismo caso. Contreras no pensaba en rendirse, y justo es decir que sobrábanle bríos y honra para cometer villanía alguna. Era sólo hombre de mal contentar, presuntuoso, y que usaba con poco recato de la palabra y de la pluma. En este lance, altamente ofendido, léjos de despojarse del gobierno, dió á Velasco pasaporte para que saliese de Tarragona y se incorporase al cuartel general. Privábase así á la plaza de buenos oficiales, nacian partidos, y desmayaban hasta los más firmes.

La batalla final y saqueo


Provechoso lucro para el frances. Avivaba este sus obras, y estableciendo la segunda paralela á 60 toesas de la plaza, ó sea del último recinto, que era el atacado, tuvo prontas y armadas en la noche del 27 al 28 las baterías de brecha. Sabedor Suchet de la llegada de los ingleses, apremiábale posesionarse de Tarragona. Estaba distante de imaginarque la presencia de aquellas tropas fuese nuevo agasajo que le hacia la fortuna. Abrieron los sitiadores temprano el fuego en la mañana del 28, intentando principalmente aportillar el muro en la cortina del frente de San Juan por el ángulo que forma con el flanco izquierdo del baluarte de San Pablo.

El terreno es de piedra sin foso ni camino cubierto. Correspondieron los nuestros á los fuegos enemigos de un modo terrible y acertado, y destruyéndoles los espaldones de las baterías, dejaron en descubierto á sus artilleros y mataron á muchos. Por nuestra parte hubo la desgracia de volarse un repuesto de pólvora en el estrecho baluarte de Cervántes, y de que se apagasen sus fuegos. Mortíferos continuaban en los otros puntos; mas, recio el enemigo en asestar furibundos tiros contra el lienzo de la muralla que queria rasgar, empezó á conseguirlo y franqueó al fin anchuroso boqueron.

Á las cinco de la tarde conceptuaron los sitiadores practicable la brecha, y dispuso Suchet el asalto bajo las órdenes de los generales Habert, Ficatier y Montmarie. Tambien Senen de Contreras se preparó á recibir y rechazar á los franceses en la misma brecha, y áun á defenderse dentro de las calles, cortadas várias y señaladamente la rambla. Ocho mil hombres de buenas tropas le quedaban, y con ellas y alguna ayuda del vecindario podria Tarragona durante muchos días repetir el ejemplo de Gerona y Zaragoza. La suerte adversa determinó lo contrano. El gobernador español formó en frente de la brecha dos batallones de granaderos provinciales y el regimiento de Almería, y dió á sus jefes acertadas órdenes. Quizá hubiera debido Contreras agolpar allí más gente, y no esparcirla como lo hizo por otros puntos que no estaban amagados.

Abalanzóse pues el enemigo desde la trinchera contra la brecha. A los primeros acometedores derríbalos la metralla que vomitan nuestras piezas, los reemplazan otros, y caen tambien ó vacilan; acude la reserva, los ayudantes mismos de Suchet, y hasta se forma para dar ejemplo un batallon de oficiales, que todo se necesitaba, arredrado el soldado frances con el arrojo y serenidad que muestran los españoles. Una y más veces se rompen las columnas enemigas, y una y más veces se rehacen y quedan desbaratadas. Al cabo de dura porfía y á favor del número suben los franceses á la brecha y penetran en la cortina y baluarte de San Pablo, procurando extenderse á manera de relámpago por lo largo del adarve.

Así lo tenía proyectado el general enemigo con mucha prudencia, pues dueños los suyos de todo el circuito del muro, sobrecogian é los sitiados é imposibilitaban probablemente la defensa interior de la ciudad. Sin embargo, en las cortaduras de la rambla resistió valerosamente el regimiento de Almansa los ímpetus de los contrarios, y sólo cedió al verse flanqueado y acometido por la espalda.

Furibundo el frances penetró á lo último por todas partes, pilló, quemó, mató, violó, arreboló con sangre las calles y edificios de Tarragona. En las gradas de la catedral murió defendiéndose, con otros hombres esforzados, D. José Gonzalez, hermano del Marqués de Campoverde. Senen de Contreras, herido en el vientre de un bayonetazo, cayó prisionero en la puerta de San Magin. Perecieron más de 4.000 personas del vecindario, ancianos, religiosos, mujeres y hasta los más tiernos párvulos, porque si bien muchos de los principales moradores habian desamparado la plaza ántes del asalto, la masa de la poblacion habíase quedado á guardar sus hogares. Entre varios objetos de curiosidad é importancia que se destruyeron, contóse el archivo de la catedral.

De los soldados quedaron prisioneros, incluyendo los heridos de los hospitales, 7.800: los generales Courten, Cabrery y otros oficiales superiores fueron de este número. Hubo tropas que intentaron escaparse por la puerta de San Antonio, camino de Barcelona, pero el general Harispe, apostado hácia aquella parte, los envolvió ó acosó contra la plaza.

Cometieron los españoles en la defensa diversas faltas. Fueron las de Campoverde no perfeccionar de antemano las fortificaciones, mudar degobernador á mitad del sitio, y ofrecer confiadamente socorro para despues no proporcionarle. Reprenderse deben en Contreras sus piques y quisquillas, sus manejos para malquistar al pueblo contra los demas jefes; lastimosas ocupaciones en que perdia el tiempo con desdoro suyo y en perjuicio de la causa que sostenia.

Descansó tambien sobradamente en los auxilios que esperaba de fuera, y aunque oficial de saber y práctico, anduvo á veces desatentado en el modo de repeler las acometidas del enemigo ó de preverlas. Una voluntad única y sola de inflexible entereza, y superior á celosas y míseras competencias, retardado hubiera los ataques del sitiador, y áun inutilizado várias de sus tentativas. Con todo eso, la defensa de Tarragona, plaza de suyo irregular y defectuosísima, honró á nuestras armas y afianzará por siempre á Contreras un puesto glorioso en los fastos militares de España. El enemigo para apoderarse de aquel recinto tuvo que abrir nueve brechas, dar cinco asaltos, y perder, segun su propia cuenta 4.293 hombres, pues segun la de otros pasaron de 7.000.

Llevado D. Juan Senen de Contreras en unas angarillas delante de Suchet, reprochóle éste lo pertinaz de la resistencia, y dijole «que merecia la muerte por haber prolongado aquélla más allá de lo que permiten las leyes de la guerra, y por no haber capitulado abierta la brecha.» Con dignidad le replicó D. Juan: «Ignoro qué ley de guerra prohiba resistir al asalto; ademas esperaba socorros: mi persona debe ser inviolable como la de los demas prisioneros. La respetará el general frances; donde no, el oprobio será, suyo, mía la gloria.» Suchet tratóle despues con atenta cortesanía, agasajóle, y le hizo muchos ofrecimientos para que pasase al servicio del rey intruso. Desechólos Contreras, y de resultas le condujeron al castillo de Bouillon en los Países-Bajos, de cuyo encierro logró escaparse, no habiendo nunca empeñado su palabra de honor.

Suchet bajo palio y á pié fué en Reus á la iglesia á dar gracias al Todopoderoso por el triunfo que le habia concedido con la toma de Tarragona. En vez los invasores de granjearse con eso las voluntades, las enajenaban más y muy mucho, pues el religioso pueblo, aquí como en otras partes que ya hemos visto, calificaba tales actos de sacrílego fingimiento y mera juglería. Y á la verdad, ¿cómo pudiera graduarlos de otro modo, recordando que dias ántes, en Tarragona, los mismos que ahora se mostraban tan píos y devotos habian prostituido los templos, profanado los sagrarios, quemado los óleos, pisoteado las formas? No cuadran con la gravedad y pausa española tránsitos tan repentinos y contradictorios, ni engaños tan mal solapados.

Desmoralización

Difundida en Cataluña la nueva de la pérdida de Tarragona, se apoderó de los ánimos exasperacion y desmayo. Cundió el mal al ejército y notóse mucha desercion, porque los catalanes que en él habia preferían la guerra de somatenes á la de tropa reglada, poniendo ademas en sus propios jefes mayor confianza que en los forasteros; y los que eran valencianos, ansiando por volverá defender su propio suelo que creian amenazado, reclamaban la promesa que les habian hecho de un pronto retorno.

Acrecentaban tal inclinacion las mismas medidas de Campoverde, fuera de sí y apesarado con los infortunios. Yendo el 1.º de Julio de Igualada á Cervera congregó un consejo de guerra, en el que por cuatro votos de siete se decidió la evacuacion del principado, dejando sólo en la tierra guerrillas de catalanes. Inconcebible resolucion cuando se conservaba aún Figueras, é intactas las plazas de Berga, Cardona y Seu de Urgel. Con ella se aumentó la desercion, insistiendo ahincadamente el general Miranda en su embarco y vuelta á Valencia, temeroso de que se alejase el ejército de los confines de este reino al retirarse de Cataluña. No se oponian Campoverde ni los otros jefes á tan justo deseo, en todo conforme á lo que se había ofrecido al capitan general de Valencia; pero dificultades casi insuperables estorbaron en un principio darle cumplimiento, habiendo Suchet extendido sus tropas á lo largo de la costa hasta Barcelona.

[b]Matanza de Villanova de Sitges[/b]

En efecto, el general frances, con el propósito de impedir el embarco de los valencianos, y áun con el de disipar, si podia, el ejército de Campoverde, despues de haber ordenado en Tarragona lo más urgente, destacó en la noche del 29 al 30 dos divisiones camino de la capital del principado, y marchó tambien él en la misma direccion con una brigada y la caballería. Cañoneóle la escuadra inglesa en la ruta, mas no evitó que en Villanova de Sitges cogiese el frances algunos barcos, bastantes heridos y partidas sueltas. Señaló el general Suchet su viaje con reprensibles actos. Cogió en Molins de Rey algunos prisioneros, soldados todos, y entre ellos á uno de venticinco años de servicio, y mandólos ahorcar. Hincados de rodillas pidiéronle aquellos desgraciados que tuviese consideracion al uniforme que vestían; mas Suchet, implacable, mandó ejecutar su fallo, y la misma suerte cupo á varios paisanos y mujeres.

En vano creia abatir con el rigor al indómito catalan. Don José Manso, á cuyo cuerpo pertenecian aquellos soldados, hizo en consecuencia una enérgica declaracion, y ahorcó á seis de los enemigos que habia cogido prisioneros. Embaza tanta sangre.

La fuga de los valencianos

Noticioso Suchet de que Campoverde se internaba, no dando ya indicio de querer embarcar á los valencianos, limitóse á visitar la ciudad de Barcelona y á tomar ciertas medidas para la prosecucion de la campaña, de acuerdo con el gobernador Maurice Mathieu, y tornó en seguida á Tarragona. Aquí puso la plaza y su campo bajo las órdenes del general Musnier, y aseguró aún más las riberas del Ebro y la ciudad de Tortosa con la division del general Habert, en tanto que él se preparaba á nuevas empresas.

Por su lado Campoverde, adelante en el propósito de evacuar la Cataluña, encaminábase á Agramunt para salvarse por las raíces del Pirineo. La desercion de su gente y los clamores del principado le detuvieron. A dicha ocurrió en el intermedio que Suchet se replegase sobre Tarragona, y dejase libre y despejada la costa. Campoverde, aprovechándose de tan oportuna clara, se dirigió á la marina, y sin tropiezo consiguió embarcar el 8 de Julio en Arenys de Mar la division valenciana. Púsose á bordo toda ella, excepto unos 500 hombres, que, disgustados de no tornar á su país nativo, se habian derramado por Aragon y juntádose á Mina y otras partidas. Advertido Suchet del movimiento de Campoverde, revolvió apriesa sobre Barcelona, en donde entró el 9, partiendo inmediatamente Maurice Mathieu para oponerse á los intentos que mostraba el general español. Llegó tarde el frances, pues los valencianos habian ya dado la vela.

Habíase al propio tiempo alejado Campoverde, tomando el camino de Vich; en esta ciudad se encontró con un sucesor que lo enviaba de Cádiz la Regencia: con D.. Luis Lacy, á quien entregó el mando en 9 de Julio. Perdido ya aquel general en la opinion y desestimado, menester le era ceder el puesto á un nuevo jefe. En tiempos ásperos y de revuelta aceleradamente se gasta el crédito, que á duras penas mantiene propicia y constante fortuna.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 09 Feb 2018 00:02

Sitio de TORTOSA 1810 - 1811


El sitio de Tortosa se libró durante la Guerra de la Independencia Española. Enfrentó a los ejércitos Español y Francés, con triunfo para los franceses, y supuso una victoria importante, de cara a la posterior conquista de Valencia. Tuvo lugar entre diciembre de 1810 y el 1 de enero de 1811.

En el momento del asedio la guarnición de Tortosa tenía entre 8000 y 9000 hombres entre tropa y voluntarios. La ciudad tenía en aquellos momentos de 10 a 12 mil habitantes.

Bloqueada la plaza desde el 4 de julio de 1810 con la aparición de la división de Laval1​ en la ribera derecha del Ebro, se iniciaron los primeros enfrentamientos.

El sitio del general Louis Gabriel Suchet (1770 - 1826) empezó el 15 de diciembre de 1810. Tras intensos bombardeos la noche del 1 de enero, los franceses abrieron brechas en la muralla. Entonces la ciudad capituló y firmó la rencición delante del III Ejército napoleónico que entró victorioso el 2 de enero de 1811.2​ Durante el periodo de enfrentamiento hubo más de un millar de muertos por contra de algunos centenares entre las tropas francesas. Se hicieron miles de prisioneros.

Meses más tarde fue el turno de la ocupación de Tarragona (28 de junio de 1811), de Sagunto (25 de octubre de 1811) y de Valencia (14 de enero de 1812).

Al comienzo de 1812 Napoleón annexó de hecho el Principado de Cataluña a Francia. El territorio de Cataluña se dividió en cuatro departamentos. Tortosa se convirtió en cabeza de distrito (Sous-Préfecture de Tortose) del Departamento de las Bocas del Ebro que tenía a Lérida como capital.

La ocupación francesa se mantuvo hasta la evacuación de la ciudad del 18 de mayo de 1814.

De aquellos hechos surgieron héroes​ y relatos populares como el Milagro de la Bomba de la Real Capilla de la Virgen de la Cinta (Catedral de Tortosa; 30-12-1810).

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 09 Feb 2018 00:12

Batalla de SOMOSIERRA


La batalla de Somosierra fue un enfrentamiento entre las tropas españolas y las fuerzas francesas del Grande Armée de Napoleón durante la Guerra de la Independencia Española. La batalla tuvo lugar el 30 de noviembre de 1808 en el puerto de Somosierra, en la sierra madrileña de Somosierra. Se la considera el mayor éxito de la caballería polaca de todos los tiempos.

Durante su avance hacia Madrid, las fuerzas de Napoleón se vieron bloqueadas en el valle de Somosierra por unos 9000 españoles, procedentes de algunas divisiones de los ejércitos de Extremadura, Andalucía y Castilla,​ recién incorporados al Ejército del Centro y bajo el mando del general San Juan.

Para defender Madrid ante el avance de los 45 000 hombres del Grande Armée, la fuerza armada más poderosa del mundo, el militar encargado con la defensa de Madrid, el general Eguía, disponía de unos 21 000 hombres con poca experiencia o disciplina. Eguía envió a San Juan al mando de unos 12 000 hombres al puerto de Somosierra, la entrada más directa a Madrid. A su vez, San Juan envió a 3000-3500 hombres a Sepúlveda, a 30 kilómetros de Somosierra, y estableció otra barricada, formado por unos cientos de milicias en Cerezo de Abajo, a unos 10 km de Somosierra. A lo largo de un camino ascendente habían sido situadas cuatro baterías de cuatro cañones de 12 libras cada una para batir a la infantería francesa durante el ascenso hacia el puerto de montaña. Por otra parte, Eguía envió unos 9000 hombres del Ejército de Extremadura, bajo el general Heredia, a proteger el puerto de Guadarrama, unos 100 kilómetros al oeste, otra eventual vía del Sistema Central por la que Napoleón podría avanzar hacia Madrid.

Napoleón ordenó al mariscal Victor, al mando de la vanguardia que atacara el puerto al amanecer del día 30. La mañana trajo una densa niebla que no se levantaría hasta mediodía. El desigual duelo artillero que se trabó en las primeras horas de la batalla puso de manifiesto que el fuego francés de contrabatería era algo completamente ineficaz a la hora de tomar la posición española. Las baterías españolas, además de bien servidas, eran muy superiores en alcance y potencia a sus contrapartes francesas, que solo contaban con artillería de campaña de un calibre de 6 y 8 libras. No obstante, la posición de las baterías españolas no se había protegido por obras, tierra, parapetos, caballos de frisia, cestones, ni ninguna otra previsión que pudiera estorbar un avance directo y decidido hacia ellas, lo que luego se demostraría clave en el desenlace de la batalla.

Ante las evidentes dificultades al flanqueo de la posición gracias al buen trabajo de la infantería española, apoyada por guerrillas y milicias, Napoleón, impaciente, ordenó avanzar por el estrecho desfiladero a sucesivas columnas de infantería de línea, que fueron martilleadas por el constante fuego de las baterías españolas causando la metralla una auténtica carnicería que obligó a retroceder una y otra vez a los regimientos de línea franceses. El estrecho puente que necesariamente tenían que cruzar los franceses antes de poder desplegar sus regimientos en línea de fuego hacía muy dificultoso el avance bajo el fuego de la artillería española.

Decididamente San Juan había elegido un terreno excelente para plantear una batalla defensiva. La jornada avanzaba, eran las 11 de la mañana y al levantar la niebla Napoleón constató lo difícil y costoso que estaba resultando el ataque. Como era típico en él, ordenó otro ataque frontal, en este caso una carga a la compañía de Cazadores a Caballo que le acompañaba como escolta. Esta carga fue deshecha por la artillería española a poco de comenzar, con grandes pérdidas. Es entonces que al parecer se recurrió al Tercer Escuadrón del Regimiento de Caballería Ligera Polaca de la División de Caballería de Lasalle, ese día de servicio junto al emperador. Eran 150 jinetes liderados por Jan Kozietulski, que recibieron la orden de tomar a toda costa las posiciones fortificadas de artillería española.

Napoleón dio la orden a pesar del distinto parecer de sus asesores, que juzgaban imposible tomar la posición con una carga directa. Los polacos, deseosos de demostrar su valía ante el emperador, se lanzaron a la carga a través del puente, y después por un camino ascendente de fuerte pendiente. A pesar de la pérdida de dos tercios de los jinetes, éstos consiguieron que los españoles perdieran su posición defensiva y les obligaron a retirarse del paso con ayuda de la División de Dragones de La Houssaye, que cargó en apoyo de los polacos.

Se cuenta que fue tal la proeza que la caballería polaca llevó a cabo aquel día que el propio Emperador impuso al oficial al mando de la misma la Orden de la Legión de Honor en el mismo escenario del combate, e incluso hoy el lugar de la batalla es recordado con una placa conmemorativa colocada por la República de Polonia y por otra placa que recuerda a todos los caídos en esta batalla, españoles y polacos, en la ermita de la Soledad, que hoy se levanta en el lugar donde concluyó la batalla con la clamorosa victoria francesa.

Desde el punto de vista del análisis de la táctica militar, es difícilmente comprensible que el ejército español perdiera de esa forma una batalla en una posición tan ventajosa. La carga suicida de la caballería polaca (posteriormente lanceros, pero entonces todavía armados con sables) contaba con pocas posibilidades, a poco que la posición se hubiera apoyado algo más decididamente con defensas pasivas, unidades de infantería de línea o unidades ligeras de caballería.

Según testimonios de los jinetes, aun a pesar de que la carga alcanzó las piezas de la primera batería, los polacos dudaban de continuarla al comprobar el coste en vidas que habían tenido que pagar y lo terrible de la carnicería. No obstante, los supervivientes dijeron que la alocada huida de los españoles les animó a proseguir hasta que, sorprendidos, se vieron dueños de toda la posición artillera. Sin duda, las tropas españolas que fueron desplegadas en Somosierra no eran las mismas de la jornada de Bailén, y se ha comprobado que en gran medida estaban compuestas de soldados sin la debida instrucción y de voluntarios: San Juan disponía de seis batallones de tropa regular, dos batallones de milicias y siete batallones de hombres de alistamiento.

Igualmente, la moral de los españoles estaba bajo mínimos debido a la escasez de medios, las derrotas de fechas recientes, el aura de la presencia de Napoleón en persona y la desunión del mando propio. Muchos factores que influyeron en que una acción con tan pocas probabilidades acabara teniendo tan rotundo éxito. No obstante, ni siquiera estos factores eximen de responsabilidad a los mandos españoles, que con mayor previsión habrían podido evitar una acción que no volvió a intentarse en la historia militar hasta la batalla de Balaclava en 1854, donde a pesar de lo épico de la carga de caballería británica, la lógica se impuso y esta no tuvo éxito.

Por la parte francesa, la medida puede considerarse igualmente precipitada pues lo más probable es que aumentando la presión sobre los flancos españoles, estos habrían terminado por ceder ante las más numerosas y más disciplinadas fuerzas francesas. Pero Napoleón era impaciente por naturaleza y ante todo no deseaba prolongar la batalla ni mucho menos permitir que la llegada de la noche permitiera a los españoles reforzar la posición.

Ya desde el mismo siglo corrían diferentes versiones sobre lo ocurrido allí como se refleja en los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 09 Feb 2018 02:09

Batalla de TALAVERA


La batalla de Talavera tuvo lugar en las inmediaciones de Talavera de la Reina (Toledo, España) el 28 de julio de 1809 y enfrentó a los ejércitos aliados (Reino Unido y España) contra los ejércitos napoleónicos de Francia.

Una vez expulsado el ejército de Soult de Portugal, Wellesley (futuro duque de Wellington) acude a petición de la Junta de Defensa española para colaborar en la lucha contra las tropas napoleónicas, concretamente para ayudar a vencer al ejército del mariscal Victor, concentrado en la ciudad de Mérida.

La reunión de Wellesley con el General Cuesta para establecer un plan común de acción no sale todo lo bien que ambos hubieran deseado, ya que entre ellos surgen numerosas disputas y desacuerdos en la forma de llevar a cabo los movimientos.

[b]Movimientos previos[/b]

Mientras tanto, Victor traslada a sus hombres hacia Talavera, donde el rey José Bonaparte, al mando de la mayor parte del ejército de Madrid se dirige en su auxilio y a quienes se une también el general Sebastiani que observaba los movimientos del español Venegas por La Mancha.

Pese a todo, Wellesley y Cuesta logran alcanzar un mínimo acuerdo y el 20 de julio juntan sus ejércitos en Oropesa, a unos 40 km al oeste de Talavera de la Reina.

[b]La batalla[/b]
Primeros ataques

El día 27 de julio, el ejército aliado ya estaba posicionado unos kilómetros al oeste del río Alberche. Las tropas francesas al mando de Victor, sin esperar la llegada de José Bonaparte y Sebastiani, atravesaron el río Alberche a mediodía de ese mismo día 27 de julio, pillando desprevenida a una brigada inglesa con quienes se encontraba el propio Wellesley, en posición avanzada de observación. Éste estuvo a punto de ser hecho prisionero, salvándose en última instancia al poder subir a un caballo y huir a galope tras sus líneas.

En preparación del ataque inminente, el ejército aliado toma posiciones entre el Tajo y el Cerro de Medellín, situándose esa noche los españoles a la derecha junto a la ciudad de Talavera, formando tres líneas y convirtiéndose en la parte más fuerte de la línea defensiva, y los ingleses a la izquierda, ocupando el cerro y situando en el centro de las líneas un refugio artillado.

Justo en frente del cerro de Medellín se encuentra el cerro del Cascajal, que pronto se convertirá en el centro de la posición francesa, y separando ambas alturas se extiende un amplio valle de más de un kilómetro de anchura con un pequeño riachuelo, llamado arroyo de la Portiña, discurriendo por él.

Envalentonado por este primer escarceo y sin importarle lo avanzado de la noche, a las 22:00 horas Victor lanza la división Ruffin al ataque contra las posiciones del Cerro de Medellín. El asalto por las empinadas pendientes se hace a bayoneta calada contra la defensa dirigida por Hill, dominando la posición y expulsando a los ingleses de la altura. Rehechas las líneas inglesas, contraatacan de nuevo el cerro, reconquistándolo a los franceses.

Comienza el combate

Por parte francesa, el rey José Bonaparte y el general Jourdan preferían esperar la llegada de los refuerzos solicitados a Soult, quien se encuentra en camino desde Salamanca, pero instados por el general Victor comenzaron el ataque. El asalto por sorpresa de los franceses se inició de madrugada sobre las posiciones inglesas situadas en el Cerro de Medellín, quienes aguantaron los ataques tras haber reforzado su flanco izquierdo con la caballería española del duque de Alburquerque y la 5.ª división española de Bassecourt.

Visto el escaso éxito del ataque, José Bonaparte se reúne con Victor, Sebastiani y Jourdan para decidir si retirarse o continuar. Tras una larga deliberación y después de saber que Soult no llegaría a Plasencia hasta primeros de agosto y que además Venegas avanzaba hacia Toledo y Aranjuez con el ejército de La Mancha, se opta por seguir el criterio de Victor y continuar la batalla.

Mientras tanto, Wellesley aprovecha este descanso para reforzar sus posiciones y pedir al general Cuesta cuatro piezas de artillería de mayor calibre que las suyas para sustituir algunas pérdidas en la anterior refriega.

Hacia mediodía Jourdan ordenó bombardear el cerro con los cañones que se encontraban en la cercana colina del Cascajal, pero el pequeño calibre de éstos logró hacer poco daño en las filas inglesas. Es entonces cuando se ordena el ataque simultáneo de la infantería francesa contra las posiciones defendidas por los británicos. Tras una agotadora lucha, sostenido fundamentalmente por el regimiento n.º 45 de Infantería al mando de William Guard, sobre las 17 horas el ejército francés es repelido de sus posiciones dejando tras sí numerosas bajas (7000 en el bando francés, más de 5000 en el inglés y 1200 en el español).

Durante el resto de la tarde, y ante la tranquilidad de la situación, el ejército aliado se dedica a restablecer sus líneas y prepararse para pasar la noche y continuar batalla al día siguiente. Al amanecer del 29 de julio, los aliados observan sorprendidos que el ejército francés se ha retirado dejando a los aliados solos en el campo de batalla.

Resultado


A pesar de la victoria y desoyendo la opinión de Cuesta de atacar a los franceses replegados ahora en Cazalegas, Wellesley, en vista de la inminente llegada de Soult con su ejército y temeroso de verse cortado de su base de operaciones en Portugal, decide una rápida retirada por Extremadura hacia la frontera, encargando a las tropas españolas la protección de su retaguardia y dejando abandonada la ciudad el 4 de agosto.

El 8 de agosto, el ejército de Soult se encontraría con el español, que cubría la retaguardia de Wellesley, en la batalla de Puente del Arzobispo.

Por los méritos de la batalla, Wellesley recibiría los títulos de Vizconde de Wellington y Vizconde de Talavera de la Reina. Por su parte, la Junta Central de Defensa concedió a Cuesta la gran cruz de la Orden de Carlos III.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 09 Feb 2018 10:40

Batalla de TAMAMES


La batalla de Tamames (18 de octubre de 1809) fue una victoria española sobre las tropas de ocupación francesas junto a esta localidad salmantina, en el transcurso de la Guerra de Independencia Española.

Contexto

En el otoño de 1809, tras la expulsión de los mariscales Soult y Ney de Galicia, Salamanca se hallaba bajo ocupación francesa, con el general Jean Gabriel Marchand al mando del IV cuerpo francés por ausencia de Ney. El llamado Ejército de la Izquierda, comandado por el duque del Parque se encontraba en las inmediaciones de Ciudad Rodrigo.

Del Parque decidió avanzar hacia Salamanca y situó sus tropas en las inmediaciones del pequeño pueblo de Tamames, a 55 kilómetros de la ciudad, al pie de la pequeña sierra a la que da nombre. Marchand, al percatarse de las intenciones de los españoles, salió al encuentro de su ejército.

La batalla

Con el pueblo de Tamames en una zona intermedia entre las tropas españolas y francesas, Marchand se lanzó al ataque, formando tres columnas y concentrando el grueso de sus fuerzas en el flanco izquierdo. El combate comenzó mal para los españoles, debido a la maniobra poco hábil de su caballería. Una batería española de 7 piezas fue tomada por la caballería francesa, pero retomada por la infantería española a la bayoneta.

Mientras el contrataque español hacía retroceder a los franceses, las fuerzas guarnecidas en Tamames desbarataron el flanco derecho francés. En vista del rechazo de su ofensiva y las cuantiosas bajas producidas, Marchand emprendió la retirada.

[b]Consecuencias[/b]

Marchand creyó prudente replegarse sin plantar más batalla hacia Salamanca, plaza que poco después de vio obligado a abandonar al ser informado de que las tropas españolas se dirigían a la ciudad. El 20 de noviembre el duque del Parque entró en la ciudad como parte del plan para liberar Madrid con un doble ataque desde el sur y el noroeste.

Sin embargo, el día antes las tropas de Juan Carlos de Aréizaga sufrieron una calamitosa derrota ante Soult en la batalla de Ocaña. El 24 de noviembre Del Parque abandonó la ciudad, siendo interceptado por las fuerzas del propio Marchand, que se tomó cumplida venganza por su derrota en Tamames en la batalla de Alba de Tormes.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 09 Feb 2018 10:43

Toma de MALAGA 1.810


El 5 de febrero de 1810 un contingente de tropas francesas y polacas se enfrentó a soldados y civiles de la ciudad de Málaga, en el marco de la invasión napoleónica de España. Tras la batalla, la ciudad quedó sometida a las tropas imperiales de Napoleón.

Tras haber sido repelidas en la batalla de Bailén en 1808, a principios de 1810 las tropas napoleónicas vuelven a entrar en Andalucía. El general Horace Sebastiani de la Porta, al mando del 4º Cuerpo de Ejército francés, entra en Granada el 28 de enero y pocos días después, el 2 de febrero, en Antequera.

La Junta de Málaga parece dispuesta a seguir el ejemplo de otras ciudades de Andalucía para rendir la ciudad sin ofrecer resistencia evitando males mayores. Sin embargo, una revuelta contra la Junta dirigida por el Coronel Abello, el Padre Berrocal, los hermanos San Millán y otros da como resultado el nombramiento del primero como Capitán General, organizando una pésima defensa.

El enfrentamiento se produce en Teatinos tras el fracaso de la artillería española en el fuerte de la Boca del Asno. Durante dos horas la Guardia de Honor de Málaga resiste a los 2500 jinetes del general Milhaud, entre los que se encuentran los lanceros polacos.

Hacia las cuatro de la tarde sólo aguanta una de las piezas de artillería malagueñas. Abello huye y para las cinco los defensores tienen que retirarse. Con el camino libre, la infantería y la caballería galas entran por la actual calle Mármoles. Una columna de jinetes avanza por la Cruz de Humilladero y un tercer contingente penetra en la ciudad por la playa. Los enfrentamientos se reanudan en las calles de la ciudad, pero la heroica resistencia de los soldados y civiles malacitanos es inútil. La ciudad es saqueada y tomada con violencia.

Tras la derrota el general Sebastiani impuso una multa de 12 millones de reales a la ciudad por ofrecer resistencia. La ocupación francesa duró dos años, hasta la evacuación napoleónica el 27 de agosto de 1812 por no poder resistir más debido a las acciones del ejército del general Ballesteros y la victoria aliada en la batalla de Arapiles.

Recuerdo

Todos los años la Asociación Histórico - Cultural "Teodoro Reding" realiza un recorrido conmemorativo por las mismas fechas en memoria de los héroes de aquel “Dos de Mayo” malagueño con sus respectivos homenajes en los puntos más importantes de la resistencia: Teatinos, la ermita de Zamarrilla y los barrios de La Trinidad y El Perchel.

En febrero de 2010 el colectivo conmemoró el Bicentenario del intento de defensa de Málaga con diversos actos conmemorativos y una magna Recreación Histórica en la que intervinieron 300 recreadores de toda España, Francia y Polonia.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 09 Feb 2018 10:56

Batalla de TUDELA


La batalla de Tudela fue un enfrentamiento bélico de la Guerra de la Independencia Española disputado en los alrededores de dicha ciudad el 23 de noviembre de 1808. El resultado del combate fue la completa victoria francesa, al mando del mariscal Lannes, sobre las tropas españolas, mandadas por el general Castaños.

Cerca de 33 000 soldados y milicianos españoles intentaron cercar a los 30 000 franceses de Lannes, pero fueron severamente derrotados. Las bajas españolas se calculan en torno a los 4000 muertos y 3000 prisioneros, mientras que por parte francesa no llegan a 600 los muertos y heridos.

Esta es una de las batallas cuyo nombre fue grabado en el Arco de Triunfo parisino.

El campo de batalla

Es la zona comprendida entre Tudela y los montes cercanos que se encuentran a su poniente, el frente español sería: cerro de Santa Bárbara, Tudela, Torre Monreal, Santa Quiteria, Cabezo Maya, cerro donde se encontraba la ermita de San Juan de Calchetas, y las poblaciones de: Urzante (desaparecida), Murchante, Cascante. Y como foso natural entre los franceses y los españoles está el río Queiles, afluente del Ebro.

Los franceses avanzaron desde los montes que se encuentran enfrente de las líneas españolas, los Montes de Cierzo, hacia las tropas españolas (éstas estaban parapetadas), no fue una batalla a campo descubierto.

En noviembre de 1808, Napoleón avanza a través de Burgos hacia Madrid. Para proteger su flanco izquierdo, era importante derrotar la derecha al ejército de Castaños que llamaban «del Centro» y que unido al de reserva de Palafox ocupaban con el primero Calahorra y a la derecha del Ebro hasta cerca de Lodosa, y el segundo la línea del Arga y confluencia del Aragón, frente a Falces, Peralta y Milagro, donde estaban situadas las fuerzas de Moncey.

Napoleón (desde Burgos) ordena el 18 de noviembre a Jean Lannes que avance hacia Tudela con el siguiente plan: el 21 a Lodosa, el 22 a Calahorra y el 23 a Tudela. Cuando llega a Logroño, ordena a Moncey que atraviese el Ebro por Lodosa para juntarse con él, unir y organizar las fuerzas. Mientras tanto, las órdenes de Ney eran las de avanzar hasta Soria, e interceptar en Almazán el camino entre Pamplona y Madrid, quedando así en la retaguardia de Castaños.

Mientras el ejército francés organizaba su ofensiva tan rápida y cautelosamente, los ejércitos españoles del Ebro se encontraban en las peores condiciones para aspirar a la victoria. «Ni por su calidad, ni por su fuerza pueden competir con las aguerridas y numerosas tropas del enemigo»,3​ esto en cuanto a las tropas, por lo que hace a los jefes entre Castaños y Palafox había grandes desavenencias: no lograban ponerse de acuerdo en las operaciones. Palafox, orgulloso por la defensa de Zaragoza, se creía tanto o más que su compañero.

Castaños había reclamado el mando único a la Junta Suprema Central que ésta tarda en otorgarle. Cree que el frente que ha pensado entre las faldas del Moncayo y el Ebro, unos 50 km, puede parar el avance del ejército francés, pero en lugar de los 80 000 hombres prometidos, solo contaba con 26 000 soldados.

Juan O'Neylle poseía el resto de las fuerzas españolas, pero éstas se encontraban en Caparroso y Villafranca. Castaños manda un emisario con una carta a este general pidiéndole que vengan a Tudela lo antes posible, ya que los franceses están en marcha y llegarán de un momento a otro. El emisario llega a Caparroso a las 5 de la tarde del 21 de noviembre. O'Neylle lee la carta y le responde:

Comprendo bien lo crítico de la situación, pero mi jefe natural es Palafox y este me ordenó que mantuviera esta posición; no obstante, estoy dispuesto a marchar hacia Tudela con mis 20 000 hombres, pero será mañana, ya que ha anochecido. Ahora mismo mando un despacho a Palafox para que me diga a qué órdenes he de atenerme.

El 22 de noviembre se distribuyeron las fuerzas españolas:

En Tarazona estaba Grimarest al mando de tres divisiones de 13 000 a 14 000 soldados en total, con su vanguardia destacada en la ruta de Ágreda por donde se supone que vendría el enemigo de un momento a otro.

En Cascante se encontraba la 4.ª división del general Manuel Lapeña con 8000 hombres, andaluces en su mayoría, que habían participado en la batalla de Bailén.

En Ablitas establece su cuartel general Castaños, piensa cubrir el espacio desde Cascante al Ebro con su 5.ª división y con los refuerzos de Mariscal O'Neylle y Felipe Augusto de Saint-Marcq, cuya llegada espera con nerviosismo.

Aquella misma tarde, las unidades de Aragón comenzaron a concentrarse en el término llamado Traslapuente (al otro lado del Ebro de donde se situaba el ejército de Castaños), pero no cruzaron el puente, acamparon allí mismo, pues tenían órdenes de no cruzarlo... hasta que Palafox no se lo ordenase. Castaños se encolerizó, no podía ser, los franceses a punto de llegar y los refuerzos no estaban en su puesto de combate.

Palafox, apremiado, calla, pero no otorga. Castaños ante esta actitud que pone en peligro la defensa y la vida de miles de hombres, convoca un consejo de guerra en Tudela, en el palacio del marqués de San Adrián, donde se reunieron Palafox (que llegó el día anterior de Zaragoza), que se juntó con su hermano Francisco Palafox, el general Coupigny y un observador inglés, sir Thomas Graham.

Hubo de todo menos consenso: «En aquella noche fatal», dijo un historiador, «hubo juntas, choques, y todo menos una providencia capaz de salvar los ejércitos».

Palafox se oponía al establecimiento de la línea del Queiles, basándose en que no disponían de los suficientes hombres para resistir al enemigo. Lo mejor era retirarse a Zaragoza y defender Aragón. «¡España, hay que defender a España!», exclamó Castaños. «Tenemos que estar unidos ante el enemigo».

Así estuvieron gran parte de la tarde noche del 22 de noviembre. Al filo de media noche reciben los primeros avisos de que los franceses habían tomado ya Corella y Cintruénigo. La noticia cae como una bomba entre los reunidos, y enseguida cundió por toda la ciudad y, a decir por los testigos, fue de constante alarma.

«¡Que O'Neylle pase ya el Ebro inmediatamente, el enemigo viene hacia nosotros!». Palafox, terco, se aferraba en sus trece. Entonces Castaños le llamó cobarde, empezaron los reproches, uno y otro se apostrofaban con los epítetos más crudos. «Espectáculo bochornoso», dice un historiador, no atreviéndose a detallar la escena.

Al final, Palafox, con un gran dolor en su estima, cede y ordena que pasen el Ebro las fuerzas, pero que quede escrita la opinión de cada uno.

23 de noviembre, la batalla

Con los primeros rayos de luz, comienzan a cruzar los 360 m del puente sobre el río Ebro las fuerzas del ejército de reserva, aragoneses en su mayoría, con algunos voluntarios navarros. «Su ropa pardusca, y equipada a la buena de Dios, con más ardor que disciplina y más aspecto de pueblo en armas que de ejército regular». Unas semanas antes, el coronel de uno de los batallones, se quejaba de que «Su gente solo tenía camisa y calzoncillos y de que los fusiles eran inservibles».

Al atravesar las tropas Tudela aún de noche, y al ser las calles del casco antiguo muy estrechas, fue una ardua tarea, se armó un gran jaleo, obstruyeron las callejuelas. Por estas y por la tardanza en entrar en la ciudad, los soldados tardaron en ocupar las posiciones a las que habían sido asignados, es decir, entre Santa Quiteria y Cabezo Maya, una gran extensión de terreno que estaba sin proteger.

Mientras el mariscal francés, Lannes, que no perdía el tiempo, se acercaba ya a las inmediaciones de la ciudad, desde los Montes del Cierzo el sol despuntaba ya. Lannes se extrañó de que no hubiera ningún tipo de vigilancia y de que el enemigo no apareciese por ninguna parte.

Un informe español de la época decía: «En Tudela no había un cuerpo avanzado, ni un solo centinela». A lo que añade el historiador José Muñoz Maldonado: «Se sabía con certeza la aproximación del enemigo y no se tomó ninguna providencia, ni para dar ni para evitar la batalla».

Mientras el refuerzo terminaba de cruzar el puente y se arreglaba algo el «tráfico» de tropas, carruajes, cañones y caballería por las calles de la ciudad, se oyeron los primeros estruendos de fusilería y cañonazos por parte del ejército francés. Esto puso fin a la disputa de Castaños y Palafox: ¿Resistir? ¿Retirarse?. A toda prisa fue preciso adoptar disposiciones defensivas.

«Eran las 7 de la mañana», dice un testigo, «cuando los primeros franceses aparecían dueños del castillo» (monte de Santa Bárbara, un cabezo que está sobre la ciudad). Según Yanguas (historiador de aquella época), fue a las 8 cuando se tuvo en la ciudad el primer aviso de la cercanía de los franceses y de los preparativos de la lucha.

Las primeras acciones


Según comentó el general Castaños en su informe: «Francisco Palafox quiso salir con su ayudante por la calleja que le pareció más corta para descubrir al enemigo y se encontró de manos a boca con una patrulla de Dragones franceses, al revolver la última esquina, por lo que tuvo que volver grupas muy aprisa».

Gracias a que las callejuelas estaban llenas de soldados españoles, aún tardaron en entrar a la ciudad. Según otro testigo: «El ejército de reserva empezó la acción dentro de la ciudad. Los levantinos de la división Roca acometieron bravamente a la bayoneta, consiguieron desalojar a las patrullas enemigas de la cumbre de Santa Bárbara'».

Una vez dueños del cabezo que domina Tudela, los batallones Caro y Pinohermoso desplegaron por las faldas del mismo, tomando posiciones en los cerros cercanos, frente a la meseta denominada Puntal del Cristo, donde ya para entonces se descubría el grueso de las fuerzas francesas de Maurice-Mathieu.

Los voluntarios de la división de Saint-March se disponían a ocupar las alturas de la vega del río Queiles (Monte San Julián, hoy cementerio y el cabezo de Santa Quiteria). O'Neylle con la mayor parte de las tropas aragonesas trataba de organizarse a espaldas de la ciudad, sobre la carretera a Zaragoza, en espera de las órdenes del general Castaños en quien resignaron el mando en este momento supremo.

A este frustrado golpe del enemigo siguió una tregua de relativa calma. Fue al cabo de esta tregua cuando el mariscal galo concibió el plan de batalla, en vista de sus observaciones sobre el campo español, y en vista de todo de la gran cantidad de fallos, que fueron muchos y garrafales.

Despreció al ejército que se encontraba en Tarazona y se centró en la línea que va desde Tudela a Cascante, el más vital y desguarnecido.

Las primeras decisiones de Lannes se centraron estos objetivos: Atacar parcialmente el flanco derecho español (Tudela); reconocer y profundizar el centro (montes de la orilla del Queiles hasta Urzante), para lo cual dejó en reserva las divisiones Morlot y Granjean, y tercero: lanzar la masa de su caballería contra los de Cascante para evitar que el general Manuel Lapeña corriese hacia Tudela sus líneas y para dar tiempo a que llegara la División Lagrange que pensaba enfrentar a los andaluces.

La división Maurice-Mathieu fue la primera en atacar las posiciones españolas: la colina de Santa Bárbara donde se encuentran los restos del castillo medieval, residencia de monarcas navarros y que se alza a los pies de Tudela, mientras se quedó en reserva la División Musnier en la meseta denominada Puntal del Cristo.7​

Conforme a tales órdenes, los generales Mauricie-Mathieu y Habert formaron en columna de ataque y acometieron a los españoles, precedidos de un batallón de tiradores. Mathieu iba a la cabeza de un regimiento del Vístula y Habert al frente del 14.º de línea. Eran dos viejos regimientos que habían combatido en Eylau, «para los cuales las batallas contra los españoles no suponía cosa espantable», decía Thiers.

El choque sobrevino poco después de las 9 de la mañana. Tuvo lugar en los tres cerros de las estribaciones de Canraso que se extiende frente a Tudela.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 09 Feb 2018 14:14

Batalla de VALDEPEÑAS


La contienda de Valdepeñas fue una sublevación del pueblo homónimo contra las tropas francesas que tuvo lugar el 6 de junio de 1808.

El 2 de mayo de 1808 se proclama la guerra de España contra Napoleón con el levantamiento popular de Madrid. Desde ese momento, las tropas francesas comienzan un proceso de ocupación en toda la península ibérica. Como objetivo principal tienen el bloqueo de Cádiz y el sometimiento de Andalucía y Portugal para cortar el comercio a Inglaterra.

En 1808 cuenta Valdepeñas con 3000 vecinos (8000 habitantes). Es una de las villas más prósperas de Castilla la Nueva, por ser el principal productor y exportador de vino de España. Se encuentra situada a medio camino entre Madrid y Andalucía, en el Camino Real.

Conflicto en La Mancha — Contienda de Santa Cruz de Mudela


En mayo de 1808, el General Dupont ordena instalar un parque de Intendencia en Santa Cruz de Mudela, al sur de Valdepeñas. Ante el temor de Valdepeñas, se hace trasladar el 31 de mayo a la patrona, la Virgen de Consolación, a la iglesia Principal, desde la ermita donde se encontraba en campo abierto. Ese día, desde el púlpito de la iglesia, Don Juan Antonio León Vezares, conocido como el Cura «Calao», alarma a la población del peligro de ocupación y se organiza una Junta de Defensa, compuesta por diez vecinos, entre los que se encontraban los dos alcaldes, el citado cura, un contrabandista, un abogado y un mercader.

El 5 de junio el pueblo de Santa Cruz de Mudela se alza en armas y ataca el contingente francés afincado en la villa, dando muerte a multitud de soldados. Muchos logran huir hacia el norte, dirección Valdepeñas, y consiguen rendirse a medio camino. Llegando a Valdepeñas de noche, el pueblo y la Junta de Defensa les impiden el paso y deben continuar campo a través hasta Manzanares, donde se unen a la tropa del General Roize. Ante lo sucedido en Santa Cruz, Roize hace llamar a las tropas del General Ligier-Belair, que tenía de guarnición en Madridejos a 500 dragones. Las tropas de ambos generales y el convoy de Santa Cruz acordaron unificarse en el cerro de las Aguzaderas, a 2 km. al norte de Valdepeñas.

La Junta de Defensa de Valdepeñas solicita a Pedro Alesón, comandante de una patrulla de reclutamiento del Ejército Español, que se encontraba reclutando en la villa a hombres, que se una a la defensa. Este, ante el peligro, escapa de la villa con muchos de los hombres útiles y toda su tropa. También se solicitó ayuda a todas las ciudades y villas cercanas.

[b]Contienda de Valdepeñas[/b]
.
Al amanecer del 6 de junio, La Junta de Defensa dispuso ocultar a mujeres, niños y enfermos en las bodegas, y mandó armar a todos los hombres que quedaban con sus útiles de labranza. Por otro lado, ante la falta de hombres suficientes, las mujeres formaron un grupo de defensa, tomando las ventanas, armadas con útiles de cocina y agua hirviendo.

El Cura «Calao» y el contrabandista se entrevistaron en el cerro con el General Ligier-Belair, que se negó a rodear la villa y mostró su intención de cruzarla por su calle principal por ser ésta el Camino Real o Carretera a Andalucía. Ante la disconformidad de la diplomacia, el pueblo parapetó las calles con carros y cuerdas y enterró clavos en la tierra para dañar las caballerías.

Las tropas francesas contaban con 500 cazadores, 250 dragones y 60 infantes al mando del capitán Bouzat; los 300 que han sobrevivido al alzamiento de Santa Cruz de Mudela y los convalecientes. A las 8 y media de la mañana empieza la marcha francesa hasta la entrada de la villa, a toque de tambor y corneta. Valdepeñas, por su parte, hace sonar todas sus campanas. Al entrar los soldados, comienza el levantamiento y la lucha en la calle principal.

Destaca aquí la figura de Juana «La Galana», que luchó en la entrada de la villa cuerpo a cuerpo y armada con una porra. Esta mujer de 20 años fue proclamada posteriormente heroína local. También destacó en la lucha Francisco Abad Moreno «Chaleco», que tras perder a su madre y a su hermano en la contienda, organizó una guerrilla que llegó a tener hasta 400 hombres. Posteriormente fue nombrado Brigadier y Comandante.

De este primer ataque solo pudo escapar un niño educando de la banda de cornetas y pífanos franceses, que alertó al General Ligier-Belair de lo sucedido.

Incendio de Valdepeñas


Ligier-Belair ordena entrar en la villa a la caballería. El pueblo vuelve a atacar desde la calle, tejados y ventanas. El final vuelve a ser el mismo, por lo que el General francés manda entrar por las calles laterales e incendiar casa por casa todo el pueblo. Otro pelotón se situaría a las entradas del pueblo para fusilar a todo el que saliera de él huyendo del fuego. La lucha continúa, muriendo muchos quemados y otros fusilados. En total fueron incendiadas 500 casas del norte y del flanco oeste de la villa.

Desenlace y paz

Ante la imposibilidad de cruzar la villa por el Camino Real y de someter al pueblo, el General Ligier-Belair ordena a su teniente Maurice de Tascher adentrarse en la villa escoltado por dos apresados por la parte este, hasta el Ayuntamiento. Ya en la Plaza, fue disparado, pero logró entrar y entrevistarse con el Alcalde, que se había escondido en un pozo. Se acordó la paz: las tropas no cruzarían la villa y a cambio el pueblo suministraría víveres para un día. Se izó una bandera blanca en el campanario de la Iglesia principal. Al día siguiente, los franceses pudieron entrar desarmados a recoger sus cadáveres. El incendio no cesó de candear en tres días, por lo que los entierros españoles se hicieron en pleno campo pasado este tiempo.

Consecuencias

El mismo 6 de junio, la villa de Manzanares, al norte, ante el temor por el incendio de Valdepeñas y uniéndose a la causa con su pueblo vecino, se dirigió al hospital francés instalado en la villa, con la intención de hacerse con las armas que en él se guardaban y acudir en socorro de Valdepeñas. Los soldados franceses que custodiaban el hospital se atrincheraron en su interior y dispararon sobre la multitud que se agolpaba, lo que enardeció los ánimos del pueblo provocando el inmediato asalto del hospital y multitud de bajas a los franceses.

Por este hecho, el General Sebastiani mandó saquear la villa durante un día. Meses después el mismo General se propuso destruir la villa, cuando sus ciudadanos, guiados por el párroco, salieron a la entrada de la villa con la imagen de su patrón a cuestas, Nuestro Padre Jesús del Perdón, pidiendo clemencia, provocando que el General francés se retractara, cediendo su fajín y bastón de mando a la propia imagen. Instrumentos que hoy día aún conserva.

Tras la contienda de Valdepeñas y ante lo sucedido en Santa Cruz y Manzanares, las tropas francesas abandonan la provincia de La Mancha hasta Madridejos, ya en Toledo, donde esperarían refuerzos para poder cruzar hasta Andalucía.

Durante el mes de junio, los guerrilleros interceptaron la mayor parte de los correos franceses que pasaban por el Camino Real a Andalucía, especialmente en Santa Cruz de Mudela, Valdepeñas y Puerto Lápice. Uno de ellos, apresado en Valdepeñas, llevaba instrucciones precisas al General Dupont sobre la actuación en la batalla de Bailén. Ante la importancia de las cartas, el Alcalde de la villa mandó enviarlas con celeridad al General Castaños. Estas cartas sirvieron al Ejército Español para conocer la estrategia napoleónica, lo que produjo la victoria española en Bailén, la que fuera la primera derrota de Napoleón en tierra.

Por esto, el General Castaños dijo a su regreso por Valdepeñas: «Valdepeñas ha hecho el acto más heroico en honor de la Independencia de la Nación».

La comunicación francesa entre Madrid y Andalucía se mantuvo cortada por la interceptación de correos y las actuaciones de las guerrillas en La Mancha. Valga como ejemplo la gesta de «La Fraila», viuda y santera de una ermita de Valdepeñas, que tras perder a su hijo, guerrillero de la partida de «Chaleco», a manos francesas, invitó a toda una tropa de más de 100 soldados a comer y beber en la ermita. Tras tenerlos dormidos, hizo volar la ermita prendiendo la pólvora que llevaban, muriendo todos allí.

Por este hecho y ante lo difícil de tomar las villas del Camino Real, los franceses bordearon el río Guadiana hasta Ciudad Real, donde entre los días 26 y 27 de marzo de 1809 se llevó a cabo la batalla de Ciudad Real entre el IV Cuerpo del Ejército Imperial Francés del General Sebastiani y el Ejército de La Mancha del General José de Urbina, en la que participaron más de 5000 hombres, victoriosa para los franceses, lo que les permitió tomar la capital y toda la provincia, reanudando la comunicación con Andalucía e instalando guarniciones en Ciudad Real, Almagro, Daimiel y en el castillo de Manzanares; pasando Manzanares a ser capital de la provincia hasta el final de la guerra.

En 1823, el Rey Fernando VII visitó Valdepeñas. Viendo aún la ruina en la que se mantenía después del incendio y, conocedor de la gesta del pueblo, le concedió el título de: «Muy Heroica Ciudad».

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 09 Feb 2018 18:07

Sitios de VALENCIA


La segunda quincena de mayo de 1808, la situación en Valencia era de calma tensa, el 21 de mayo un pasquín aparecido en Valencia decía:

La valenciana arrogancia,
siempre ha tenido por punto,
no olvidarse de Sagunto,
y acordarse de Numancia.

Franceses, idos a Francia,
y dejándonos en nuestra Ley,
que lo tocante a Dios y al rey,
a nuestras casas y hogares,
todos somos militares,
y formamos una grey.

El 23 de mayo de 1808 llegaron las noticias a Valencia con la gaceta las noticias de Madrid y la marcha de la familia real hacia Francia. Ante una gran multitud se dio lectura del periódico, el conocimiento de lo sucedido en Madrid llena de indignación a los valencianos y pese a que las autoridades intentar someterse a Bonaparte, el pueblo lidera los acontecimientos forzando el 25 de mayo a la Junta Suprema de Gobierno del Reino de Valencia, a reclutar tropas y declarar la guerra.

El 29 de mayo se creó, por la Junta de Gobierno de Valencia, el Regimiento de la Reina 2º, integrado por 3.732 personas, y que se denominaba cazadores voluntarios de Valencia o cazadores de Caro porque su primer coronel fue el General Caro, quien hizo Generala de los ejércitos del Reino a la Virgen de los Desamparados. Este regimiento se mantuvo hasta 1855,pasando a ser un regimiento de línea con el nombre de la Reina.

Durante el mes de junio Moncey venía desde Madrid, en el camino derrotó a las tropas valencianas que le salieron al paso en Contreras, Buñol donde se ensañó con la población, especialmente con el párroco y, arrasó con animales y víveres, días después alcanzó San Onofre en las proximidades de Valencia, derrotando a los restos del ejército que quedaba.

El asedio de 1808

Moncey estableció su campamento en el camino de Quart de Poblet, y llevó sus tropas ante las puertas de Cuart, estableciéndose en los entornos del antiguo Convento del Socorro, donde hoy se encuentra la Parroquia de San Miguel y San Sebastián desde donde exigió la rendición de Valencia.

El Duque de la Conquista pretendía capitular ante lar falta de fuerzas militares, pero el pueblo entró en la Casa de la Ciudad al grito de: “El pueblo prefiere la muerte en su defensa”.

Durante el día y la noche se cerraron y reforzaron con maderos las puertas que se consideraban más vulnerables, Ruzafa, Portal Nuevo, Serranos y Trinidad. También se cubrió con batería y foso la puerta de San Vicente. La de Cuart fue objeto de más detalle, porque enfilaba el camino por donde Moncey avanzaba: se abrió una gran foso y una tronera con su cañón dirigido al camino de acceso a las Torres en la puerta de madera.

Según algunas fuentes unos veinte mil valencianos se aprestaron a la defensa, ayudados por los marineros del Grao, y el Regimiento de Cazadores desplegado a la otra parte del río, por la huerta de Campanar.

A las ocho de la mañana del 28 comenzó la batalla del primer sitio de Valencia duró todo el día.

A las doce Moncey reiteró su petición de rendición, ordenando avanzar a dos columnas francesas hacia la puerta, pero se vieron detenidas por el foso abierto y sorprendidas entre dos fuegos. Dos horas después los franceses seguían sin alcanzar la puerta y las bajas ya eran inumerables, la artillería disparó a las Torres, causando algunos desperfectos que aún hoy son observables.

Moncey se retiró a una alquería próxima pero el fuego de artillería de la muralla les alcanzó y uno de sus ayudantes perdió una pierna de un cañonazo, forzando su retirada a más distancia. Por la noche los valencianos inundaron la huerta impidiendo la movilidad a las ropas francesas y Moncey con unas dos mil bajas, ordenó la retirada a Madrid.

El soldado francés, Pierre Doubon, escribe a un hermano: «Hemos atacado Valencia y cuando nosotros esperábamos mollese nos hemos encontrado una resistencia sin igual. No hay en el mundo villa fuerte, castillo sin fortaleza que haya defensa más activa ni más opiniatre (obstinada). Los valencianos se han defendido con honor y se han batido con una heroicidad sin par. Un establo es mi tombeau...».

Las tropas valencianas, según cuenta Vicente Boix, una división con 16 300 hombres, avanzaron sobre Madrid, entrando por la puerta de Atocha el 15 de agosto de 1808, después pasó por Tudela donde sufrieron 200 bajas, para terminar en Zaragoza donde perecieron la mayoría. Solamente regresaron a Valencia 1455 infantes y 300 caballos, por lo que la junta reclutó a otros 33 000 soldados por todo el Reino, Játiva, Morella, Alicante, Castellón, Orihuela... Las banderas perdidas en Zaragoza siguen en manos francesas.

Héroes populares

El Palleter Vicente Doménech: Destaca la figura del Palleter, quien el 23 de mayo, en la Plaça de les Panses, entre la Lonja y la Compañía, rasga su faja roja, pone el jirón en el extremo de una caña con una estampa de la Virgen de los Desamparados en un lado y de Fernando VII en la otra y lanza su grito famoso: “Un pobre palleter li declara guerra a Napoleó. ¡Visca Fernando sèptim i muiguen els traïdors!.

El torero Joan Batiste Moreno, armado solo con una espada, hacía de portero: Se trata de un personaje que, según algunas fuentes, se dedicaba a la lidia; con unos compañeros se agenció un cañón de grueso calibre y se dirigieron a la puerta de Quart, allí parece ser que se quedaron al servicio de la batería. Para el uso de la misma se había preparado una tronera en la puerta, pero se decidió que sería más eficaz abrir y cerra las puertas. Un grupo numeroso de paisanos, dirigidos por Batiste, abría y cerraba las pesadas puertas para disparar la pieza y rápidamente las volvía a cerrar mientras se cargaba de nuevo. Según las crónicas, la actuación de esta batería fue decisiva para impedir el paso de Moncey.

El mesonero de la calle de San Vicente Vicent García: La actuación de este civil fue increíble: hizo a caballo, solo o acompañado, cinco salidas, llevando en cada una cuarenta cartuchos que utilizó con demostrada puntería y efectividad. En el último viaje acosaron a unos soldados asentados en la partida de Arrancapins y al regreso, casi en la puerta de la ciudad, fue alcanzado su caballo y parece ser ya no consiguió reponerlo. No pudo hacer el sexto viaje.

El conde de Toreno, historiador y diputado en las Cortes de Cádiz, calificaba la defensa de maravillosa, porque nunca antes el pueblo civil había derrotado, hasta el ridículo, a un ejército profesional.

[b]1810 y 1811[/b]

En 1810 las tropas francesas se atrincheraron en el norte de la ciudad, en las zonas de Campanar y la carretera de Sagunto; los españoles fortificaron la zona norte y los puentes de acceso a la ciudad sobre el Turia, siendo utilizados estos como improvisado polvorín.

Recientemente se han encontrado grafitis de la época

"Fernando VII", "Reyno de Valencia"

La situación poco a poco fue cambiando; sin apoyo exterior, tras caer Sagunto en manos del francés y con el escaso apoyo del ejército español que quedaba, la capitulación ante los franceses llegó, tras un duro asedio, en 1811, y poco más de un año antes de terminar la guerra. En este sitio (roto en dos ocasiones por el teniente Pablo Muñoz de la Morena), las tropas españolas destruyeron el Palacio Real de Valencia para impedir que lo tomaran los franceses, según algunas fuentes; para conseguir fondos con la venta de las riquezas del mismo con el que mantener la guerra en otros lugares, según otras.

Un cronista relata la situación dentro del "cap i casal"

“El pueblo -de Valencia- se halla sin víveres, sin gobierno, con tres días de bombardeo (…) Todo es desorden: el soldado vende el fusil y las prendas del vestuario; el de caballería y artillería vende su caballo y monturas (…) La escasez y la miseria producen ya todos sus espantosos efectos, la hediondez de perros, mulas, caballos y gatos muertos incomoda mucho; pero lo que es más doloroso es la vista de algunos cadáveres infelices pobrecitos de ambos sexos tendidos en las calles (…) No se ve otro remedio a tanta calamidad más que la capitulación”.


Tras la capitulación, los franceses impulsaron algunas reformas en Valencia, y la situación tras las habituales represalias, fue llevadera en los meses que permaneció bajo control francés, llegando a ser capital de España cuando José I trasladó aquí la corte, en el verano de 1812.

Con la retirada de los franceses, en Valencia, el general Elío organizó una revuelta militar que sirvió para reponer en el trono de España a Fernando VII "el Deseado", e iniciar el Sexenio Absolutista (1814-1820).

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 09 Feb 2018 18:14

La Batalla de BALMASEDA


La batalla de Valmaseda tuvo lugar el 6 de noviembre de 1808 en la localidad vizcaína homónima, tras la ocupación definitiva de Bilbao por el mariscal Lefebvre el 2 de noviembre y en el curso de las primeras operaciones dirigidas personalmente por Napoleón al frente de la Grande Armée. El general Joaquín Blake, rechazado en Zornotza por Lefebvre, detuvo su retirada y realizó una operación de repliegue enfrentándose al ejército francés conducido por el mariscal Victor que lo perseguía. Blake logró así una pequeña vitoría táctica, la última de las victorias españolas en esta fase de la guerra.

Tras la ocupación de Bilbao el mariscal Lefebvre lanzó una precipitada ofensiva en Zornotza sobre las fuerzas de Blake que se dirigían de Reinosa al País Vasco. Aunque derrotado, Blake pudo replegarse sin graves pérdidas. Napoleón, que se encontraba preparando su inminente entrada en la península, mostró su enojo con Lefebvre y confió la persecución al mariscal Víctor para que, con el refuerzo del Segundo Cuerpo de Ejército de Bessières por retaguardia, detuviese el repliegue de Blake dejando libre el flanco occidental en su avance hacia Burgos.

La batalla

Frenando de improviso lo que había sido una rápida retirada a la que ni Lefebvre ni Víctor había podido dar alcance, Blake se replegó sobre sí mismo y al amanecer del 6 de noviembre cayó sobre la división del general Vilatte, que formaba la vanguardia de las tropas galas. En total, los franceses sufrieron unas 400 bajas y perdieron numerosos fusiles y una pieza de artillería.

Balance

La victoria no tuvo otro efecto práctico que provocar el enfurecimiento de Napoleón, decepcionado por la derrota de sus mariscales ante lo que consideraba un ejército de bandidos liderados por monjes. A las pocas horas Víctor obligó a Blake a un nuevo repliegue y el 11 de noviembre le causó una severa derrota en Espinosa de los Monteros.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 09 Feb 2018 20:31

Batalla de VILLODRIGO


La batalla de Villodrigo fue una acción de la Guerra por la Independencia española que tuvo lugar el 23 de octubre de 1812 cerca del pueblo de Villodrigo, en la provincia española de Palencia. Se entabló entre una fuerza anglo-alemana dirigida por el mayor general Georg von Bock contra una fuerza muy superior francesa bajo el comando del general Jean-Baptiste Curto. El resultado fue una aparente victoria táctica francesa pero una ganancia para los británicos ya que le dio la ventaja de un día más de tiempo adicional a Wellington para que su fuerza principal en retirada llegara a Torquemada.

Desde el 20 de octubre de 1812, después del fallido asedio a Burgos la fuerza de Wellington se encontraba replegándose bajo una lluvia torrencial hacia el sudoeste en dirección a Ciudad Rodrigo. En la noche del 22 la infantería y la caballería pesada acamparon al costado de la ruta en Celada del Camino y, unos cinco kilómetros más al norte, en Hornillos del Camino; mientras que la caballería ligera lo hizo en Estepar y Buniel para controlar el avance francés.

Al día siguiente la marcha continuó con la columna derecha del ejército enfilando hacia Torquemada y la izquierda hacia Cordovilla la Real donde una semana después se cruzó el río Pisuerga. La retaguardia de la fuerza británica estaba dirigida por el general alemán Georg von Bock quien había tomado interinamente el mando de la División de Caballería después de que en la batalla de Los Arapiles (Salamanca) falleciese el mariscal John Le Marchant y quedase herido de gravedad su segundo, el general Stapleton Cotton.

En calidad de tal fue encomendado por Wellington para que dirigiera la retaguardia de la fuerza en retirada. Esta incluía la brigada de caballería pesada de la Legión Alemana del Rey - KGL (1º y 2º de dragones pesados de la King's German Legion) comandada por él mismo, la brigada de dragones ligeros del general George Anson (regimientos 11º, 12º, y 16º); la brigada de infantería ligera al mando del coronel Colin Halkett (batallones ligeros 1º y 2º de la King's German Legion) y el destacamento de artillería montada, el “I Troop” del capitán Robert Bull, con seis cañones de la Real Horse Artillery, interinamente a cargo del capitán William Norman Ramsay.

En total 2440 hombres. El día 23 von Bock decidió esperar con el objeto de frenar a los perseguidores y así ejecutar la orden de Wellington para que el resto del ejército pudiera ganar una ventaja de 10 horas (o siete leguas, equivalentes a un día de marcha de la infantería) respecto de sus perseguidores, con el fin de llegar cómodos al pueblo de Torquemada.

La batalla
Primeras escaramuzas


Cuando apareció la punta de la avanzada francesa, la caballería realizó dos exitosas cargas, motivo por el cual la fuerza enemiga, los 377 jinetes de los 3 escuadrones del 14º regimiento de chasseurs al mando del coronel Lemoyne de la brigada del general Jean-Baptiste Curto, fue detenida por unas tres horas en un paraje al que en aquel entonces le llamaban el Pasaje del Hormazo, lugar donde la ruta hacia el pueblo de Celada del Camino cruza el arroyo Hormazuela a la entrada del pueblo. Después de aquellas escaramuzas von Bock continuó la marcha hacia el sudoeste por el medio de una larga planicie a cuyo costado izquierdo había una serie de colinas, de las cuales las más altas se elevaban a unos 100 metros por sobre el valle y sobre las cuales cabalgaba, acompañando lateralmente a la fuerza de Wellington, la partida de guerrilleros al mando del teniente coronel español Benito Martínez o Marquinez, con el objetivo de espiar y hostigar a los franceses entreteniéndolos así en el flanco izquierdo del ejército aliado.

Bock tenía clara conciencia de que, con la tropa exhausta de la retaguardia que comandaba, sería solo cuestión de tiempo hasta que fueran alcanzados por la fuerza francesa muy superior en número, por lo que decidió hacer un alto 29 kilómetros más adelante, a la altura del pueblo de Villodrigo para tenderle una emboscada a sus perseguidores y así volver a ganar tiempo para la fuerza principal.

[b]La geografía del lugar[/b]

Según relatan diferentes cronistas de la época, en el lugar del combate la planicie por la que corría la ruta era cruzada perpendicularmente en toda su extensión por una cañada, es decir el lecho de un arroyo seco, profundo e infranqueable (del cual hoy queda apenas un zanjón casi imperceptible), el que nace en las colinas y desemboca en el río Arlanzón a la altura del pueblo de Villodrigo. El Arlazón corre a la derecha de la planicie, en sentido de la marcha de las tropas, es decir de Nordeste a sudoeste a unos 100 metros del pueblo. Cerca de las colinas el viejo camino cruzaba la cañada a través de un antiguo y angosto puente de piedra, a cuyo lado se encontraba una pequeña posada llamada "Del Pozo"(los lugareños les llamaban “venta”, de ahí la denominación de “Venta del Pozo” que le dieron los ingleses a la batalla). Más al este, al pie de las colinas la cañada sí podía ser cruzada sin dificultad por las tropas.

Emboscada y plan inicial


El plan era sorprender a los franceses para lo cual Bock dispuso que un escuadrón de la caballería de Anson se quedara como señuelo delante del puente simulando estar custodiándolo para permitir la retirada del resto de la fuerza. Cuando se acercaran los franceses debía emprender la retirada cruzando el puente hacia el sur e inmediatamente girar hacia su derecha incitando a los franceses a que lo siguiera. Después de que éstos hubieran cruzado, los cañones de Ramsay abrirían el fuego con metralla y acto seguido los dragones de von Bock harían el resto. Un perfecto plan pero que salió mal.

Habiendo cruzado toda la fuerza anglo-alemana el pequeño puente, la brigada de Bock dio media vuelta con vista hacia el enemigo y se ubicó a la derecha del camino a lo largo de la planicie, mientras que la artillería montada lo hizo en el centro cortando el camino con sus cañones. Se suponía que la mitad izquierda del campo quedara libre para que la ocupara la brigada de Anson cuando llegara. Sin embargo cuando ésta terminó de cruzar el pequeño puente, con sus caballos cansados por las cargas de la mañana contra tres de los escuadrones de Curto, buscando apoyo se ubicó más a la derecha, casi detrás de los alemanes de Bock.

La fuerza francesa del general Auguste de Marmont, duque de Ragusa, comandada ahora por el general Joseph Souham tras que el primero cayera malherido en Salamanca, envió en persecución a su avanzada de caballería comandada por el General de Brigada Jean-Baptiste Théodore Curto integrada con parte caballería de la Armada del Norte (Béteille y Merlin) y parte la de la Armada de Portugal (Curto y Boyer).

Esa fuerza estaba compuesta por la caballería ligera del mismo Curto con su brigada reorganizada que integraban ahora los regimientos de chasseurs (cazadores montados) del 13º del coronel Shee (4 escuadrones) y del 14º del coronel Lemoyne (3 escuadrones); por la brigada del coronel Merlin con el 1º de húsares al mando de él mismo y el 31º de chasseurs del coronel Desmichels, con tres escuadrones cada uno; la brigada de dragones ligeros del general Pierre-François Boyer –apodado “Pierre le Cruel” por las represalias in extremis que ejerció contra los guerrilleros españoles luego de haber sido él mismo torturado severamente por ellos- con los regimientos 6º (coronel Piquet), 11º (coronel Thévenet d’Aoust), 15ª (coronel Boudinhon) y el 25º (coronel Leclerc) con dos escuadrones cada uno; y la brigada del coronel Jean-Alexis Béteille con 2 escuadrones de los “caballos negros” –los famosos lanceros del Ducado de Berg– al mando del capitán de Toll; el regimiento 15º de chasseurs (coronel Faverot) con 3 escuadrones; y la 1ª Légion de Gendarmes de España (antes denominada de Burgos) comandada por el propio Béteille, con 6 escuadrones. Finalmente integraban la vanguardia la 5º División de Infantería al mando de Mancune (su nombre es uno de los que está tallado en el Arco de Triunfo de París), en total unos 3200 hombres, la que sin embargo nunca llegó a tener contacto con la fuerza británica.

Antes de que los aliados prepararan la trampa, la brigada de húsares y chasseurs de Merlin había sido enviada por Curto a perseguir y acabar con la partida de Martínez, un grupo guerrillero al que Wellington había pedido acosar a los franceses en su flanco izquierdo. Sorprendidos por los franceses quienes les pisaban los talones, las cuadrillas corrían por su vida a sabiendas que de ser alcanzados no les esperaba magnanimidad. Buscando la protección de los británicos corrieron bajando a todo galope la colina y sin frenar dieron con sus cabalgaduras contra la formación del 16º de la brigada de Anson al mando del teniente coronel Pelly, el que se vio de pronto frente al ataque de los seis escuadrones franceses que venían atrás, los que al principio creyeron que la de Ansón era una fuerza de caballería española.

Caballería francesa

En el ínterin, ya habían aparecido en dirección a la cañada del río seco la brigada del coronel Béteille con sus 11 escuadrones los que al ver el puente enfilaron rápidamente hacia él y comenzaron a cruzarlo formando, con toda la calma, en muraille, del otro lado del zanjón frente a la caballería de von Bock y Anson, este último ya en pleno desorden por el ataque que sufría en su flanco derecho.

Ya se habían hecho las cinco de la tarde, cuando los dos últimos escuadrones del 1º de gendarmes franceses habían terminado de posicionarse frente a los alemanes, cuando von Bock viendo el inminente peligro, ordenó a su brigada y a Anson que atacaran antes de que más franceses pudieran cruzar (Curto con sus siete escuadrones había quedado del otro lado del puente en actitud expectante y como reserva) La brigada de Bock avanzó en echelones (escalonadamente) con el 1º regimiento delante del 2º. La brigada de Anson lo hizo en forma rezagada debido al ataque por su flanco del cual era objeto por parte de la fuerza de Merlin.

El 1º de la KGL rompió hacia la derecha de los gendarmes franceses pero fue rechazado y empujado hacia atrás, mientras que el 2º se detuvo trenzándose en un combate cuerpo a cuerpo con la élite del enemigo –los gendarmes- que tenía enfrente. Justo antes de esa carga, los dos últimos escuadrones de gendarmes habían logrado colocarse de tal manera como para atacar a ambas líneas de dragones alemanes en su flanco izquierdo. Por su parte la extenuada y ahora desorganizada brigada de Anson no pudo penetrar la línea de sus opositores, los lanceros de Berg y el 15º de chasseurs de Faverot. Sobrevinieron diez minutos de durísima lucha cuerpo a cuerpo de una de las mayores y más encarnizadas batallas de caballería durante toda la guerra peninsular: 1300 ingleses y alemanes contra 2017 franceses.

Los hombres de Anson fueron los que llevaron la peor parte ya que mientras eran atacados en su flanco derecho por los 756 jinetes de Merlin, ahora también recibían la carga por su frente de los 534 chasseurs del 15º y los 226 de los “caballos negros”, los dos escuadrones de lanceros del Ducado de Berg, ambos de la brigada de Béteille lo que les produjo importantes bajas. En ese combate fue tomado prisionero el teniente coronel Pelly. El retraso que produjo este incidente permitió que el enemigo recibiera importantes refuerzos por parte de los ocho escuadrones de Boyer que ya estaban cruzando la cañada más al este, al pie de las colinas.

Retirada anglo-alemana

En completo estado de confusión el 16º de Anson se replegó pero trágicamente lo hizo por el camino equivocado bloqueando de esta manera el frente de la batería de Ramsay y la zona de carga prevista para el ataque de von Bock cuya brigada ahora fue atacada por el resto de los 6 escuadrones de la Legión de Gendarmes de España al mando del propio Béteille. En ese momento, habiendo terminado de pasar los jinetes de Anson delante de las baterías, Ramsay finalmente pudo abrir el fuego contra los hombres de Béteille pero ya era demasiado tarde. Sus artilleros no llegaron a recalcular la elevación de los cañones y la ronda pasó inofensivamente sobre las cabezas de los franceses lo que no hizo más que empeorar la situación porque apuró la carga de estos. En ese dramático suceso von Bock al frente de sus jinetes de la KGL apenas si pudo sacarse de encima a seis dragones franceses gracias a que sus hombres lograron rescatarlo.

Mientras tanto, los dos batallones de infantería al mando de Colin Halkett que estaban apostados sobre la base de una pequeña colina, al ver que una caballería francesa (los húsares y chasseurs de Merlin) bajaba de otras colinas cruzando el lecho del arroyo seco por donde éste no era tan profundo, y que otro regimiento (los dragones de Boyer) se dirigía a ese mismo lugar buscando cruzar la cañada para atacar a la fuerza anglo-alemana por el flanco, se puso en movimiento a paso redoblado hacia el lado contrario de la planicie buscando el refugio del pueblo de Villodrigo.

Ofensiva de Boyer[editar]

Entre tanto Boyer, que había llegado con sus dragones al lugar de los hechos, viendo que la brigada de Anson estaba lidiando con los hombres de Merlin, pensó en atacar a los ingleses por la retaguardia cuando se encontró de pronto que más adelante se encontraba la infantería de Halkett la que estaba marchando en columna con el 2º de Infantería Ligera de la KGL al mando del coronel Louis von dem Bussche unos 180 metros detrás del 1º al mando del mayor Georg von Baring (futuro héroe de Waterloo), apurando el paso para alcanzar unas ruinas situadas unos 200 metros más adelante.

Boyer no lo pensó dos veces y cargó contra ellos. El 2º de la KGL no logró alcanzar las ruinas cuando le faltaban solo unos 140 metros para llegar a ellas por lo que formó allí mismo en cuadro enfrentando con suma valentía a los jinetes de Boyer que recibieron la primera descarga de los mosquetes "Brown Bess" de los alemanes. Luego de esa primera carga, ambos batallones de infantería lograron retirarse a Villodrigo en formación de columna y fue cuando el 1º estaba por llegar al pueblo que la caballería francesa avanzó nuevamente a la carga contra ellos, que ambos volvieron a formar en cuadro preparados para recibirlos. Según algunas fuentes, ese fue el momento en que llegó al campo de batalla Wellington, que ahora personalmente dirigió los cuadros de la infantería de Halkett para enfrentar a la caballería francesa de Boyer.

El 1º de infantería recibió la segunda carga de los dragones de Boyer sobre la parte trasera de su lado derecho, cuyos hombres contuvieron la arremetida con firmeza sin dejarse impresionar por los franceses. Con importantes bajas la caballería de Boyer cambió su objetivo atacando ahora al 2º de infantería pero también sin éxito. El intenso fuego del cual fueron objeto los jinetes les impidió todo acercamiento por lo que los escuadrones franceses optaron por retirarse. Frente a la expectativa de un nuevo ataque la infantería alemana de ambos batallones quedó en formación de cuadro cuando el enemigo ahora formado en masa frente a la parte posterior de su flanco derecho pareció intentar una tercer carga. Sin embargo una volea de la cara posterior de ambos cuadros alejó a los asaltante al trote hacia una distancia considerablemente mayor.

Por su parte los hombres de von Bock en su retirada seguidos por la brigada de Anson, ambos en desorden, casi de inmediato se vieron flanqueados a ambos lados también por los dragones de Boyer que rechazados por los cuadros de infantería ahora se dirigieron al galope hacia ellos, haciendo que toda la caballería británica rompiera en completa confusión. Finalmente los alemanes lograron tranquilizarse y reagruparse detrás de las plazas de la infantería a las que usaron como escudo, seguidos por Anson y sus hombres cuando toda la brigada de Betéille con los gendarmes, los chasseurs del 15º y los lanceros de Berg se detuvieron para también organizarse ellos.

Con la caballería aliada reagrupada y ordenada detrás de ambas plazas, los franceses –con sus fuerzas y caballos también agotados y debido a que ya se estaba poniendo el sol– desistieron de continuar. De esta forma la infantería había comprado tiempo para que las brigadas de Anson y von Bock pudieran ponerse a salvo. Algo más tarde, ya de noche y a sabiendas de que una numerosa infantería francesa había marchado durante todo el día rumbo al campo de batalla, la fuerza anglo-alemana optó por alejarse, haciéndolo en buen estado de orden.

Consecuencias
Gran cantidad de bajas en ambos bandos

El combate de Villodrigo o Venta del Pozo fue durísimo, confuso y casi destruyó la retaguardia británica. Contando las escaramuzas contra la caballería de Curto por la mañana cerca de Celada del Camino, duró en forma ininterrumpida desde las 09:00 hasta el anochecer. El aprovechamiento adecuado del terreno por parte de Bock ayudó a salvar la retaguardia, proporcionando los dos batallones de infantería ligera de la KGL la fuerza salvadora cuando todo parecía definirse por parte de los franceses que habían ganado una ventaja decisiva sobre la agotada retaguardia británica. Solo la pausa francesa después de no poder romper las plazas alemanas en sus tres arremetidas permitió a la fuerza británica retirarse con éxito sin mayores bajas adicionales.

Esa pausa inexplicable tal vez pudo deberse a la cantidad de bajas entre sus oficiales sufridas por la caballería francesa. En la Legión de Gendarmería, fueron heridos su comandante, el coronel Béteille que fue dejado por muerto en el campo después de recibir doce heridas de espada (una en el tórax, cuatro en la mano y el brazo izquierdo y siete en la cabeza), una de las cuales le abrió el cráneo (fue encontrado por uno de sus lugartenientes que lo reconoció por sus calcetines y llevado ante los cirujanos franceses que lograron salvarlo).

Además de Béteille en su brigada cayeron heridos otros 16 oficiales. Siete en la Legión de Gendarmes de España, otros siete en el regimiento del 15º de chasseurs donde sólo dos oficiales quedaron ilesos, y dos en el de lanceros del Ducado de Berg. En los ocho escuadrones de Boyer el 25º perdió tres oficiales heridos, y en el 6º y 11º uno en cada uno de ellos. Los húsares y chasseurs de Merlin solo acusaron la baja de un oficial herido en cada uno. Entre todos estos heridos habría habido al menos siete que fallecieron a causa de sus heridas.

Por su parte los aliados perdieron entre 165 y 250 muertos y heridos y tuvieron de 65 a 85 hombres capturados según que fuente se tome. La brigada de von Bock sufrió las más importantes bajas. Del 1er regimiento resultaron muertos 10 hombres y 16 caballos. De los oficiales resultaron heridos los mayores von Maydell y Fischer, los tenientes von der Decken y Phibbs y un sargento. El mayor Fischer fue tomado prisionero y llevado a Burgos por sus captores, donde murió a causa de sus heridas. El 2do regimiento registró la muerte del teniente Dröge y del capitán von Lenthe, los tenientes von Hugo y Schäffer y el corneta von Massof fueron heridos. De la tropa cayeron un sargento y un dragón muertos y 21 hombres resultaron con heridas de distinta consideración además de 20 caballos heridos. 39 dragones fueron tomados prisioneros. El capitán von der Decken, AdC del general von Bock, fue rescatado de las manos del enemigo por un intrépido oficial del 12º de los dragones ingleses de Anson, y el capitán Reitzenstein le debió la vida al cabo Hofmeister y a otro bravo camarada de su regimiento.

La infantería y la noche salvan a la retaguardia británica


Ya de noche la fuerza anglo-germana logró alejarse sin ser perseguida por los franceses. Más adelante, tras algo más de dos horas de marcha se hizo un alto para el descanso de la tropa y los animales, ocasión que fue aprovechada por el coronel Halkett para expresarle a sus batallones de infantería la gratitud de Wellington por la valiente forma en que cubrieron el repliegue de la caballería. Tras el descanso se continuó la marcha hasta que llegaron a Torquemada, pueblo al que arribaron a las 02:00 de la madrugada del día siguiente para pasar la noche. Quedaban por delante 280 kilómetros hasta llegar a Ciudad Rodrigo, lo que hicieron tres semanas más tarde, el 19 de noviembre. Allí la brigada de dragones pesados de von Bock fue encomendada para hacer la inteligencia y vigilancia por lo cual distribuyó tres de sus cuatro escuadrones en los pueblos de Pastores, El Bodón y Fuenteguinaldo respectivamente.

Tras un día de descanso en Ciudad Rodrigo la fuerza emprendió nuevamente la marcha hacia sus cuarteles de invierno en Portugal. Las unidades de caballería, salvo el 1º y el 2º de húsares de la KGL y 14º de dragones británico que tuvieron esta vez la tarea de establecer líneas de centinelas, fueron diseminadas en la retaguardia en zonas de pastoreo para la recuperación de sus cabalgaduras. A las brigadas de von Bock y Anson les fueron asignados el valle del río Mondego y las praderas al sur de Oporto.

Por su parte, al enterarse del resultado de la batalla, Napoleón ascendió al Coronel Béteille a General de Brigada, promoviéndolo, al igual que al Coronel Faverot, herido en el combate, barón del Imperio, lo que hizo el 2 de marzo de 1813. A su vez a todos los oficiales de la Legión de Gendarmes, a cinco suboficiales, a seis brigadieres y a tres gendarmes les otorgó la cruz de la Legión de Honor. Más adelante, tras el regreso a Francia de la legión, ascendió al grado superior a todos los oficiales, nombró tenientes a todos los suboficiales, y subtenientes a todos aquellos gendarmes propuestos por el comandante de la brigada.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 10 Feb 2018 00:20

Batalla de VITORIA


La batalla de Vitoria fue librada el 21 de junio de 1813 entre las tropas francesas que escoltaban a José Bonaparte en su huida y un conglomerado de tropas britanicas, portuguesas y españolas al mando de Arthur Wellesley, el futuro duque de Wellington.

La victoria aliada sancionó la retirada definitiva de las tropas francesas de España (con la excepción de Cataluña) y forzó a Napoleón a devolver la corona del país a Fernando VII por el tratado de Valençay de 1813.

El acuerdo definitivo de paz entre la España del ya rey Fernando VII y el nuevo rey de Francia Luis XVIII se firmó el 20 de julio de 1814. Previamente, el 30 de mayo se firmaba un primer acuerdo en París —aunque el embajador español no lo pudo firmar a no tener poderes plenipotenciarios—, finalizando así la Guerra de la Independencia Española.

Tras la dura derrota sufrida por los franceses en la batalla de los Arapiles, las tropas napoleónicas se vieron incapaces de detener al ejército aliado en su camino a Madrid, el cual fue evacuado en julio de 1812. Al mes siguiente, Wellington entró en la capital y, tras desplegar unas divisiones en la zona para asegurarla, marchó con el grueso del ejército hacia el norte, donde asedió Burgos. Sin embargo, los franceses resistieron en la plaza fuerte y le forzaron a retirarse el 21 de octubre.

Posteriormente, los aliados volvieron a abandonar Madrid para retirarse de nuevo a Salamanca y posteriormente a Ciudad Rodrigo, donde se reorganizaron durante el invierno. Mientras tanto, las fuerzas francesas, ya gravemente mermadas y desorganizadas por la dura campaña en España, se redujeron aún más cuando varias divisiones fueron desplazadas de la península ibérica para cubrir otros frentes europeos debido a la desastrosa campaña de Rusia llevada a cabo por Napoleón.

Tras la llegada de la primavera, Wellington avanzó de nuevo hacia el noreste, llevando consigo un gran ejército formado por británicos, portugueses, españoles y alemanes. Se afirma que al cruzar la frontera se dio la vuelta y exclamó: «Adiós Portugal, nunca os volveré a ver». El ejército se fue engrosando sobre la marcha con efectivos de los ejércitos y guerrillas españolas de los territorios liberados, que se agrupaban para asestar el golpe final. Wellington alcanzó el valle del Esla el 20 de mayo de 1813. Este movimiento inquietó a los franceses, por lo que el mariscal Jean-Baptiste Jourdan retiró a los 58 000 hombres que había desplegado para reocupar el área entre los ríos Duero y Tajo, y los concentró de nuevo en Burgos, dispuesto a asegurar las comunicaciones con el sur de Francia.

El ejército aliado se puso entonces en marcha para cortar esta vía de escape a Jourdan, que ya planeaba abandonar el suelo español para poner a salvo la corte de José Bonaparte. Al mismo tiempo los suministros británicos comenzaron a dirigirse a Santander. Por lo tanto, a medida que avanzaban las tropas aliadas, incrementaban sus fuerzas en vez de disminuirlas, y acortaban sus líneas de suministros en vez de alargarlas.

Cuando José Bonaparte abandonó Madrid pensó en reforzar la línea del Ebro estableciendo su cuartel general en Miranda de Ebro. Al enterarse que las tropas de Wellington habían cruzado el río los días 14 y 15 de junio por Polientes, San Martín de Lines y Puente de Arenas, José Bonaparte se apresuró a llegar a Miranda y luego a la Llanada Alavesa, la región llana en torno a Vitoria, donde se concentraron los ejércitos franceses. Sin embargo los invasores tuvieron que desplegar parte de sus fuerzas al norte, para detener al general Girón, marqués de las Amarillas, que avanzaba hacia Bilbao con 15 000 hombres.

Al mismo tiempo, los 20 000 hombres del Ejército del Norte, mandado por el general Clausel tuvieron que moverse hacia Navarra para intentar destruir a la División de Navarra, formada por los 8000 guerrilleros navarros, aragoneses y alaveses de Espoz y Mina, que habían sido reforzados por las guerrillas guipuzcoanas de Gaspar de Jáuregui, con otros 3000 hombres más. Estas guerrillas habían demostrado ya ser muy capaces de derrotar en batalla campal a los franceses cuando los números eran parejos. Si el general Girón enlazaba con ellas, la totalidad del ejército francés corría el riesgo de ser copado.

Despliegue imperial

El Ejército del Mediodía (Armée du Midi) se situó en primera línea en una posición entre el alto de Jundiz y el pueblo de Subijana de Álava, con algunos puestos adelantados cubriendo la entrada en el valle del río Zadorra (la Llanada) por el desfiladero de La Puebla.

La segunda línea estaba formada por dos divisiones del Ejército del Centro (Armée du Centre), comandado por el conde D'Erlon, en una posición a ambos lados del Camino Real enfrente del pueblo de Gomecha.

Ambas líneas miraban al oeste, ya que José Bonaparte estaba convencido de que el ataque aliado, si llegaba, vendría por esa dirección.

La Guardia Real y la mayoría de la caballería se situaban en reserva al oeste de Vitoria, en las cercanías de Zuazo. El Ejército de Portugal (Armée du Portugal), a las órdenes de Reille, se desplegó al norte del campo de batalla, a lo largo del Zadorra, entre los pueblos de Arriaga y Durana, vigilando el paso del río y ocupando otras tres poblaciones en la orilla norte: Abechuco, Gamarra Mayor y Gamarra Menor.

En total 58 000 hombres y 153 cañones.

Despliegue aliado

Campañas previas y posteriores a la Batalla de Vitoria. Las tropas napoleónicas sufrirían varias derrotas sucesivas hasta abandonar finalmente España en 1814. La fuerza bajo el mando de Wellington, formada por angloportugueses y el 4º ejército Español a las órdenes del general Girón, se dividió en cuatro columnas con las que se pretendía atacar los puntos clave del despliegue imperial.

La columna derecha, al mando de Hill y formada por la 2ª División angloportuguesa, la 1ª División española al mando de Morillo, la portuguesa de Silveira y la caballería de Alten y Fane, se disponía a cruzar el Zadorra en la Puebla de Arganzón para atacar la posición imperial en los Altos de la Puebla y luego caer sobre Subijana de Álava.

Las dos columnas centrales estaban a las órdenes de Wellington y sumaban 30 000 hombres. La columna central estaba formada por las divisiones Ligera y 4ª y por las brigadas de caballería británica de Robert Hill, Grant, Ponsonby y la portuguesa de D'Urban. Su misión era esperar en los alrededores de Nanclares hasta que las tropas de Hill tomaran los Altos de la Puebla, lo que les permitiría cruzar el Zadorra sin dificultad y atacar frontalmente el centro de la posición imperial. La columna centro-izquierda consistía en las divisiones anglo-portuguesas 3ª y 7ª (al mando de Picton y Dalhouise, respectivamente), cuya misión era cruzar el Zadorra más al norte y amenazar la retaguardia del centro imperial.

La cuarta columna, al mando de sir Thomas Graham, estaba compuesta por las divisiones 1ª y 5ª británicas, la 6ª División española al mando de Longa, y las brigadas portuguesas de Pack y Bradford, apoyadas por los Dragones Ligeros de Anson y por los Dragones Pesados de Bock. Su misión era avanzar hacia el noreste y bloquear la retirada francesa por el Camino Real que llevaba a Bayona, atacando el extremo derecho de la línea francesa situado en los pueblos de Gamarra Mayor y Gamarra Menor.

En total 78 000 hombres y 96 cañones.

La batalla

A las 08:30 la mañana del 21 de junio, las tropas de Hill empezaron a abrirse paso hacia los Altos de la Puebla. Fueron los españoles de la 1ª División, al mando del general Morillo, los primeros en lanzarse colina arriba. El propio Morillo fue herido en esta acción.

La 2ª división angloportuguesa se unió a la lucha y los franceses fueron desalojados de los Altos de la Puebla. Los británicos avanzaron y conquistaron Subijana, pero no pudieron seguir adelante debido al fuego proveniente de la 4ª División de Conroux, perteneciente al Ejército del Mediodía francés.

La columna de Graham atacó la derecha imperial (Ejército de Portugal), al mando de Reille. La 6ª División española, a las órdenes de Longa, atacó y tomó Gamarra Menor y continuó hasta Durana, un punto muy importante porque el Camino Real en dirección a Bayona pasaba por allí y se podría cortar la retirada francesa. Gamarra Mayor fue atacada por la 5ª División angloportuguesa.

Tras una serie de duros enfrentamientos, los portugueses y británicos de la 3ª División al mando de Thomas Picton rompieron decisivamente el frente central francés y las defensas napoleónicas se derrumbaron. Los franceses iniciaron entonces una huida desesperada hacia la frontera de su país, dejando tras de sí 8000 bajas entre muertos y heridos y 2000 prisioneros, perdiendo 152 de los 153 cañones que portaban. Los aliados sufrieron 4500 bajas.

José Bonaparte, completamente aterrorizado cuando un regimiento de húsares británicos se lanzó a la carga contra su berlina, montó su caballo abandonando el tesoro que procedía del saqueo del patrimonio español.

Consumada la victoria aliada, el general Álava tomó una unidad de caballería británica y penetró en su ciudad natal evitando que vencedores y vencidos realizaran saqueos en la ciudad, como llevaban haciendo en numerosas ciudades y sí harían posteriormente, por ejemplo, en San Sebastián.

Miles de soldados se lanzaron sobre el cuantioso botín que los imperiales se llevaban a Francia y estaban dejando en su huida: oro, plata, joyas, sedas, valiosos vestidos, orfebrería, etc. Los aliados (en especial los británicos) abandonaron toda persecución de los franceses y se entregaron al reparto del botín, lo que irritó a Wellington, quien escribió: "The British soldier is the scum of the earth, enlisted for drink" («El soldado británico es la escoria de la tierra, se alista por un trago»)
El colapso de la disciplina en las filas aliadas, que permitió saquear tanta riqueza, implicó que los franceses, a pesar de sufrir 10 000 bajas entre muertos, heridos y prisioneros, pudieran escapar para luchar otro día.

Las noticias de la victoria insuflaron nuevas fuerzas a prusianos y rusos, que todavía estaban recuperándose de las derrotas de Lützen y Bautzen. Austria, que hasta entonces había dudado en unirse a la nueva coalición antinapoleónica, entró de nuevo en guerra.

Con posterioridad, las fuerzas aliadas se reagruparon y ocuparon San Sebastián y Pamplona. En diciembre se inició la invasión desde las bases del País Vasco francés.

[b]Anecdotario[/b]

Cuando a fines de julio llegó la noticia a Viena, Johann Nepomuk Mälzel encargó a Ludwig van Beethoven la composición de una obra sinfónica con motivo de este hecho. Se trata del op. 91 Wellingtons Sieg (La victoria de Wellington), o Die Schlacht bei Vitoria o Siegessymphonie.

Para premiar a los participantes del enfrentamiento, el 21 de junio de 1815 se creó, por orden de Fernando VII a petición del comandante Francisco de Longa, una condecoración con la inscripción siguiente en el anverso: IRURAC-VAT (en euskera, «Tres en Uno», en referencia a las tres provincias vascas), y en el reverso: «Recompensa de la batalla de Vitoria»).

La condecoración se compone de una cruz blanca y roja de brazos ensanchados con una corona laurel uniendo cada uno de ellos; un círculo rojo con tres sables doradas cruzadas y una banda con el lema anterior; y todo ello coronado con una corona real. La cinta es azul, roja y negra.

El botín que el rey José Bonaparte se llevaba a Francia, tras saquear el patrimonio español, era gigantesco. Se ha estimado en unos 100 millones de dólares de 2006 entre oro, plata y otras obras de arte. Incluía importantes pinturas de Velázquez, Rafael, Tiziano, Correggio, Murillo, Rubens, Van Dyck entre otros.

Wellington planteó al nuevo rey Fernando VII la devolución de los cuadros, éste le dijo que se quedase gran parte de ellos, 83 exactamente, como regalo. Actualmente se exhiben en el Wellington Museum, en el palacio Apsley House de Londres.

Existen 38 regimientos ingleses que llevan en sus banderas el nombre de VITORIA en recuerdo de la batalla.

En la actualidad, existe un monumento en la plaza de la Virgen Blanca, en el centro de Vitoria, que conmemora este hecho.

Varias mujeres lucharon en la batalla de Vitoria. El general Morillo le extendió a Agustina de Aragón un certificado de que había luchado bajo su mando en Vitoria. La guerrillera y bandolera vizcaína Martina Ibaibarriaga luchó en la división de Iberia, la fuerza guerrillera de Francisco de Longa.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 10 Feb 2018 00:45

Sitio de ZARAGOZA 1.808


Los sitios de Zaragoza fueron dos asedios sufridos por la ciudad aragonesa de Zaragoza durante la Guerra de la Independencia, que enfrentó a los ejércitos de ocupación del Primer Imperio francés de Napoleón Bonaparte y a fuerzas españolas leales a la dinastía Borbón.

La plaza era clave para garantizar las comunicaciones del noreste y el abastecimiento de las tropas en Cataluña, así como para controlar Aragón. Por ello, tras la sublevación de la ciudad a consecuencia de los sucesos del Dos de mayo de 1808, se envió a un ejército a restablecer el control de la ciudad. Aunque las tropas francesas eran superiores en número y armamento, la ciudad resistió.

Sin embargo, a finales de año, los franceses regresaron en mayor número, reanudándose el sitio. A pesar de la feroz resistencia de la ciudad, inmortalizada por varios cronistas, la ciudad, diezmada por la guerra y las epidemias derivadas del sitio, capituló finalmente el 21 de febrero de 1809.

Los sitios de Zaragoza fueron uno de los acontecimientos más representativos de la Guerra de Independencia, legando un gran número de héroes y leyendas a la tradición popular, y siendo fuente de inspiración para varios escritores.

La Revolución francesa de 1789 marcó el comienzo de una larga serie de guerras en Europa en las que España no dejó de intervenir. Primando inicialmente los vínculos dinásticos entre los reyes de España y los depuestos reyes franceses, España participó en la Coaliciones antirrevolucionarias, que se estrellaron militarmente contra el genio bélico de Napoleón Bonaparte. El primer ministro, Manuel Godoy, inició entonces una política de alianza con Francia, una vez convencido de la inutilidad de oponerse a la nueva potencia continental.

Tras la derrota que la Armada de Napoleón sufrió en la batalla de Trafalgar en 1805, el emperador francés decretó el Bloqueo Continental, por lo que ningún país de Europa podía comerciar con el Reino Unido. No obstante, Portugal transgredió la ley impuesta por Napoleón al firmar el Tratado de Tilsit en julio de 1807. En París, la reacción del gobierno napoleónico no se hizo esperar. Las fuerzas francesas intentaron capturar a la flota real del rey Juan VI, quien huyó a la colonia portuguesa de Brasil. La única alternativa que le quedaba a Bonaparte era entrar en territorio portugués vía España.

Manuel Godoy, primer ministro del rey español Carlos IV, firmó un pacto con los franceses por el que se le permitiría al ejército napoleónico entrar en España para planear la invasión a Portugal. El 18 de octubre de 1807, las huestes de Napoleón llegaron a Barcelona y al poco tiempo ocuparon Valencia.1​Acantonadas las tropas francesas ya a lo largo de España, y dada la apatía y dejadez del gobierno español, Napoleón decidió reemplazar al rey Carlos IV y a su hijo y heredero Fernando, que mantenían un enfrentamiento por el trono, por su hermano José Bonaparte. Así, hace firmar a principios de mayo de 1808 tanto al rey Carlos IV como al príncipe Fernando (futuro Fernando VII) las conocidas como Abdicaciones de Bayona en las que renunciaban a sus derechos al trono de España en favor de Napoleón, que a su vez renunció en favor de su hermano en junio.

A pesar del llamamiento del gobierno cesante a cooperar con las nuevas autoridades, el descontento popular por la ocupación militar motivó el levantamiento del 2 de mayo de 1808 en la capital. En Zaragoza fue ganando ascendiente el partido del príncipe de Asturias, mientras que labradores como Jorge Ibor o Mariano Cerezo iban agrupando descontentos entre la clase popular. Aunque los principales dirigentes locales se mostraban contemporizadores en espera de movimientos por parte del ejército en Barcelona, el ayuntamiento se negó a enviar representantes a las Cortes de Bayona.

En medio de la creciente represión por parte francesa, diversas juntas regionales se declararon en rebeldía en todo el país. El brigadier José de Palafox y Melci, partidario del Príncipe de Asturias y cabeza de la rebelión en Aragón, fue nombrado líder de la sublevación ante la indecisión del Conde de Sástago y del ex-ministro Antonio Cornel. Palafox se encontraba oculto y prófugo de la justicia francesa en una finca familiar del término de La Alfranca, en Pastriz. Un grupo de paisanos, enviados por el líder popular Jorge Ibor Casamayor "Tío Jorge", acudió en su busca y lo trasladó a Zaragoza.

En Zaragoza el pueblo asaltó el palacio de Capitanía el 24 de mayo al enterarse de que la familia real había sido exiliada del país. Carlos González, practicante de medicina, es acreditado como el primero en haberse puesto los colores nacionales en una sublevación que alcanzó a la propia guardia. Los insurrectos encerraron en la Aljafería al Capitán General de Aragón Jorge Juan Guillelmi por su oposición a armar a los civiles. La intervención de la familia Torres y la cesión final sin más resistencia de las llaves de la fortaleza evitaron represalias contra el gobernador.

A pesar de ser veterano de tres campañas y herido años atrás en la Guerra del Rosellón frente a los revolucionarios franceses de la Convención, fue tildado de afrancesado por permanecer afecto a las órdenes del Infante Antonio Pascual de Borbón y oponerse a la insurrección. Regidores municipales y jueces trataron de conservar el orden, y evitaron en lo posible un pogromo contra los franceses.​ Al día siguiente, los sublevados tenían el apoyo de los artilleros de la fortaleza y el control de los fondos y municiones del ejército. Ese 25 de mayo Palafox recibió oficialmente el mando de los sublevados manteniendo a sus órdenes al segundo de Guillelmi, Carlos Mori y el 26 era reconocido por el Ayuntamiento y Real Acuerdo.

Se formó una junta militar, que se centró en recabar apoyos en la provincia de Zaragoza, y otra para reunir tercios. Palafox repartió las armas del arsenal de la Aljafería y formó Tercios de voluntarios4​ para completar la exigua guarnición de la plaza,​ iniciándose la fortificación de la ciudad por el coronel de ingenieros Antonio Sangenís Torres. Antes de recibir ninguna orden en este sentido y en vista de la pasividad de las autoridades, Sangenís recorrió por su cuenta la ciudad trazando planes de fortificación.

Llegó a ser detenido por "espía" y liberado por orden de Palafox cuando este conoció sus propósitos, siendo nombrado responsable de la mejora de las defensas de la ciudad. Esta anécdota muestra la improvisación con que se actuaba en la ciudad. Las fuerzas al mando de Palafox llegaron a los 5000 soldados, aunque sin experiencia ni entrenamiento y unos 80 cañones de bajo calibre que se encontraban en los depósitos de la Aljafería.

El día 6 de junio un ejército al mando del general de brigada Charles Lefèvbre-Desnouettes fue enviado desde Pamplona a tomar la ciudad, de gran valor estratégico tanto por su relativa cercanía a la frontera francesa y su categoría de capital de la región de Aragón, como por su posición clave como nudo de comunicaciones donde se cortaban el eje que unía la capital, Madrid, con Barcelona con el que enlaza el País Vasco con la costa valenciana.

Asimismo, la línea logística del ejército francés comenzaba en Navarra y embarcaba los víveres en el canal Imperial de Aragón, siendo Zaragoza un punto clave para garantizar el aprovisionamiento de las fuerzas francesas de Tortosa y Tarragona.6​ Las tropas de Lefèvbre se componían de unos 5000 soldados de infantería, 3 escuadrones de caballería y 6 piezas de artillería. La composición de las tropas, poca artillería y mucha caballería, muestra claramente que su misión era la de luchar contra la posible resistencia española en campo abierto, sin esperar la menor resistencia de Zaragoza.

Primer sitio

El 15 de junio de 1808, tras haber vencido con facilidad, en días anteriores, a la avanzada española liderada por el hermano de Palafox, Marqués de Lazán, en Tudela y Mallén, y a las tropas de paisanos que, comandadas por el propio general Palafox, acudieron precipitadamente desde Zaragoza, en Alagón el día 12 de junio, Lefebvre se aproximó a la ciudad con las tropas ya reseñadas. La infantería era en su mayoría bisoña, no así la caballería, 3 escuadrones de los muy experimentados lanceros polacos del Regimiento del Vístula. Enfrente, la ciudad de Zaragoza, plaza abierta y pobremente fortificada, tenía apenas unos cientos de soldados profesionales y más de 10.000 voluntarios.

La mañana del 15 de junio los zaragozanos tuvieron noticia de este acercamiento y Palafox y su plana mayor abandonaron la ciudad, en una acción muy discutida posteriormente, quedando Vicente Bustamante, Teniente del Rey, como mando superior. Poco después de mediodía los franceses se presentaron ante las puertas de la ciudad, que encontraron cerradas. Lefèvbre, sin dar descanso a sus hombres y juzgando una victoria rápida, lanzó el ataque. Las descargas de artillería francesa abrieron diversas brechas en las tapias entre las puertas del Carmen y del Portillo y por ellas se arrojó la infantería francesa.

Un intenso fuego les recibió desde la ciudad, tanto de artillería como de fusilería. Por todas partes aparecían cientos de paisanos armados, para sorpresa de Lefèvbre que no esperaba esta resistencia. Después de una larga tarde de lucha en las puertas de la ciudad (el Portillo, la Puerta del Carmen y la de Santa Engracia), los defensores rechazaron el primer asalto francés. En la defensa destacó al frente de la artillería, en la denominada batalla de las Eras, Rafael de Irazábal y Guillelmi (sobrino del anterior Capitán General) como oficial superior del arma, tras salir de su encierro en la Aljafería.

Los escasos atacantes que lograron entrar en la ciudad durante la batalla fueron aniquilados inmediatamente junto a las puertas. Solo un grupo de jinetes logró romper la línea y adentrarse profundamente en la ciudad, diezmados a lo largo de su recorrido por Zaragoza fueron finalmente atacados y vencidos por un grupo de mujeres zaragozanas armadas con piedras, cuchillos, etc. en la plaza del Portillo. El hecho sería inmortalizado por Fernando Brambila, pintor italiano que había sido invitado por Palafox para narrar la contienda. Los franceses tuvieron que retirarse precipitadamente sobre las 7 de la tarde, siendo incluso perseguidos por los zaragozanos en campo abierto. Los franceses perdieron casi 700 hombres entre muertos y heridos, varios cañones y banderas.

Tras este inesperado fracaso inicial, los franceses sometieron la ciudad a un intenso bombardeo, mientras procuraban cortar sus líneas de abastecimiento y organizar un asedio ordenado, a pesar de que el número de tropas de que disponían era claramente insuficiente para este fin. Los zaragozanos, por su parte, se ocuparon en diversas obras de fortificación: parapetos, aspilleras, barricadas etc. de las que no se habían ocupado antes; comandados por el ya citado Antonio Sangenis. Durante los días siguientes se produjeron diversos ataques puntuales franceses, siendo rechazados todos ellos.

El 23 de junio se libró en Épila otra escaramuza entre tropas francesas y las fuerzas que había ido reuniendo Palafox desde su salida de la ciudad. Los franceses lograron interrumpir las comunicaciones del enemigo entre Madrid y Zaragoza durante todo el primer sitio de Zaragoza y aislarlos de los molinos de pólvora de Villafeliche, que abastecían a los defensores.

El 25 de junio el general de división Jean Antoine Verdier, de mayor rango que Lefèbvre, llega con numerosos refuerzos y se hace cargo del asedio. En los días 26, 27 y 28, los bombardeos se hacen especialmente intensos. El polvorín donde se almacenaban las municiones de la ciudad, sito en el Seminario de San Carlos, estalló por culpa de un cigarro el día 27, causando graves daños en el barrio de la Magdalena y un caos que los franceses intentaron aprovechar para entrar en la ciudad. Tras una dura lucha, los defensores logran resistir en la ciudad, aunque los franceses ocuparon con éxito el barrio exterior de Torrero y algunos otros sitios extramuros. Desde sus nuevas posiciones amenazarán las posiciones españolas en la Aljafería durante los días siguientes, aunque sin lograr avances.

El 2 de julio Palafox regresa a Zaragoza con algunos refuerzos. La llegada se produce justo a tiempo, pues ese mismo día los franceses lanzan otro ataque general sobre la ciudad. Son atacadas las Puertas de Sancho y del Portillo, al oeste de la ciudad. En la última, una mujer llamada Agustina Zaragoza tiene que disparar una batería cuyos artilleros habían caído por una explosión. El disparo pone en fuga a la avanzada francesa y permite conservar la puerta. Se libran también combates en la Puerta del Carmen y en la de Santa Engracia, además del convento de San José, pues los conventos que bordean las tapias son puntos fuertes en la línea de defensa de la ciudad. A pesar de esta nueva ofensiva sobre los numéricamente inferiores defensores, los franceses fueron de nuevo rechazados.

Tras este último fracaso, los franceses comienzan a enfocar la toma de Zaragoza como un sitio a todos los efectos, a pesar de que era una ciudad apenas fortificada. Por ello, se trata de aislar la ciudad y de completar el cerco. Así, los franceses construyen el 11 de julio un puente sobre el Ebro para poder rodear la ciudad por el otro lado del río. El historiador aragonés Agustín Alcaide lo narra así:

[i]Para el paso del Ebro observó el enemigo todas las reglas: escogió un ángulo entrante; colocó en sus costados a cubierto de la artillería y fusilería; recogió y arregló el maderamen en el edificio de San Lamberto; proporcionó barcos para pasar de avanzada; y en una noche construyó el puente con gruesas vigas de 6 varas de largo. En cada costado salía una de ellas de una vara más que las otras por ambos costados, y cada tres estaban sujetas entre sí, y hacia sus extremos, con tablas que aseguraban grandes clavos: por el medio, y en toda extensión del puente, corría un piso de tablas con el ancho suficiente para el paso de un cañón o carro.[/i]
Agustín Alcaide

Una vez atravesado el río, asaltaron y tomaron la mayor parte del Arrabal, barrio zaragozano separado del resto de la ciudad por el río. El 14 de julio, con la destrucción del puente sobre el río Gállego, se puso en apuros el camino a Barcelona, por el que llegaban los exiguos refuerzos de Lérida y Monzón. El 19 de julio se corta la acequia del Rabal, tratando de dejar sin agua las huertas de la ciudad. Sin embargo, el cerco no consiguió cerrarse, y a través del río continuaron llegando víveres y refuerzos, aunque no en grandes cantidades.

Durante el resto del mes de julio, las tropas francesas se vieron enfrentadas a una lucha casa por casa y calle por calle para hacerse con el control de los barrios extramuros, mientras el sitio se iba haciendo más formal a medida que zapadores e ingenieros del ejército francés organizaban trincheras, minas subterráneas y desplegaban la artillería de asedio.

Con la llegada de refuerzos a comienzos de agosto, el ejército francés logró finalmente capturar las últimas posiciones extramuros de los defensores y endurecer el cerco. Por esas fechas, el fuego de la artillería francesa alcanzó el hospital donde se hospedaban los heridos, lo que supuso un duro golpe. Pero a pesar de todo, la ciudad aguantó la gran ofensiva lanzada el 4 de agosto, precedida de un intenso bombardeo de tres días que devastó parte del hoy casco histórico, gracias a que los defensores lograron reagruparse por la amenaza del teniente Luciano Tornos, que apuntó con un cañón a los que huían cruzando el Ebro por el Puente de Piedra. Los daños en la ciudad fueron cuantiosos, siendo saqueado además el tesoro general, pero el precio pagado por los atacantes alto: el mismísimo general Verdier tuvo que ser reemplazado nuevamente por Lefèbvre debido a las heridas sufridas.

El general Lefèbvre tomó entonces el mando. Sin embargo, una salida de Palafox, que consigue traer refuerzos y víveres a la ciudad, y las noticias de la derrota francesa en la batalla de Bailén con la consecuente inflexión de los acontecimientos bélicos, contuvo a Lefèbvre, que se limitó a proseguir el bombardeo y mantener sus posiciones. Con la iniciativa en manos españolas, éstos realizan el 8 de agosto un contraataque sobre el Arrabal que logra romper el cerco. En la noche del 13 al 14 de agosto, los franceses abandonaron la ciudad tras volar el puente que habían construido y el monasterio renacentista de Santa Engracia además de incendiar el convento de San Francisco.

En conjunto, el ejército imperial francés fue derrotado por una pequeña presencia militar española y por un numerosísimo conjunto de ciudadanos que se unieron a la defensa de su ciudad. Este sitio costó a los franceses entre 3000 y 4000 hombres. La cantidad de muertos, heridos o enfermos entre los oficiales superiores fue tal que algunos regimientos quedaron mandados por capitanes. Además, en su retirada abandonaron unas 50 piezas de artillería, que no pudieron llevarse consigo. En el campo contrario, los españoles experimentaron unas 2000 bajas y vieron devastada por el fuego enemigo amplias partes de la ciudad.

Interludio

Las fuerzas mandadas por el hermano de Palafox persiguieron al enemigo hasta Navarra, donde se incorporaron a las fuerzas de otras juntas regionales en su persecución del enemigo francés. Una vez que se hubieron marchado los franceses se empezó la reparación de las defensas dañadas por la contienda, al mando del coronel Sangenís. Se tomaron también medidas para garantizar la higiene y alejar el riesgo de epidemia que acompaña a los asedios, pero no se pudo evitar un brote de tifus que se cobró, entre otras, la vida del cabecilla Jorge Ibor y Casamayor, el "Tío Jorge", que había sido un líder clave en la deposición de Guillelmi. Es de destacar la llegada del comisario británico Doyle, que en representación de su país envió 8000 fusiles para apoyar la causa española.

La derrota francesa en la batalla de Bailén y la sucesiva retirada del ejército imperial en casi toda la península forzó a Napoleón a cruzar los Pirineos para restablecer el control. El ejército español, inferior a las más experimentadas tropas francesas, fue rechazado sucesivamente en las batallas de Espinosa y Tudela. Mientras el emperador continuaba hacia Madrid, el Mariscal Jean Lannes recibió el mando de los ejércitos del frente del Ebro, siendo Zaragoza un objetivo inmediato para restablecer el control francés del noreste peninsular.

Segundo sitio

El segundo sitio comenzó el 21 de diciembre de 1808. El ejército francés, consciente de la importancia estratégica de Zaragoza y del impacto moral que tenía la resistencia de la ciudad ante el ejército francés, pues se había convertido ésta en un símbolo de la resistencia española, volvió con numerosas tropas mandadas esta vez por el mariscal Lannes, sumando más de 35 000 soldados de infantería y 2000 de caballería. La ciudad estaba ahora más preparada. Aunque no dio tiempo a acabar las fortificaciones, se pudo disponer de hasta 160 cañones gracias a los capturados en el sitio previo y se pudo reunir la cosecha antes del asedio. Los defensores incluían unos 30 000 soldados regulares, amén de miles de voluntarios de la ciudadanía cuya colaboración fue muy importante. A pesar de ser informado de la capitulación de Madrid frente al ejército imperial, Palafox se niega a negociar una rendición: «¡Después de muerto, hablaremos!», replica.

El 21 de diciembre este ejército atacó Zaragoza por varios puntos, tratando de tomar el canal Imperial en Casablanca y La Paz, así como los barrios exteriores del Arrabal y Torrero. Precisamente en esta batalla, el «Regimiento de Infantería Voluntarios de Castilla» se ganó el sobrenombre de «El Héroe», apodo alcanzado por la valentía mostrada contra los franceses especialmente en la toma con bayoneta del monte Torrero y en la defensa del Convento de Jesús el 21 de diciembre de 1808.10​ Según citó el capitán de infantería Antonio Gil Álvaro en 1893,​ «ese mote es debido a la actuación del Regimiento durante el segundo sitio de Zaragoza».

Lograron ciertos avances, pero la resistencia fue enconada y los defensores retuvieron sus posiciones. Sin embargo, la captura del camino a Zuera, la voladura del Puente de América por los defensores para evitar su captura y sus avances extramuros aislaron a los defensores. Los franceses realizaron el segundo sitio más exhaustivamente, y dedicaron los días siguientes a construir puentes sobre el Ebro por Juslibol (22 de diciembre) y sobre el Huerva (25-26 del mismo mes) con los que asegurar su cerco alrededor de la ciudad. Simultáneamente, y en la más pura ortodoxia militar, avanzaron con trincheras paralelas a las defensas de la ciudad.

En San José, Santa Engracia y los alrededores de la Aljafería se combatió entonces con denuedo. Los avances franceses se convirtieron en costosos, y los contraataques del General O'Neylle lograban recuperar parte de lo perdido. Especialmente exitosa fue la salida del 31 de diciembre, aprovechándose de las inundaciones que habían dañado los puentes franceses, en la que los defensores llegaron a Juslibol. Tras casi un mes de ataques y contraataques, el 15 de enero caía el reducto del Pilar, último de los fortines extramuros del perímetro español.

En los días siguientes, los franceses instalaron sus baterías en estos puestos de las afueras. Hoy en día, el barrio zaragozano de la Bombarda lleva tal nombre en recuerdo a una pieza de artillería que se ubicó en la zona. Aproximándose desde el Huerva, los franceses trataron de tomar el convento de los Trinitarios y la huerta de Santa Engracia, entradas a la ciudad desde el sur. Los puestos avanzados establecidos el 28 de enero por un asalto general se fueron ampliando en lentos y meticulosos combates. La resistencia casa por casa obligaba a los franceses a volar los edificios uno a uno, retrasando su avance y sufriendo numerosas bajas. El comandante francés llegó a expresar en una carta al emperador:

Jamás he visto encarnizamiento igual al que muestran nuestros enemigos en la defensa de esta plaza. Las mujeres se dejan matar delante de la brecha. Es preciso organizar un asalto por cada casa. El sitio de Zaragoza no se parece en nada a nuestras anteriores guerras. Es una guerra que horroriza. La ciudad arde en estos momentos por cuatro puntos distintos, y llueven sobre ella las bombas a centenares, pero nada basta para intimidar a sus defensores ... ¡Qué guerra! ¡Qué hombres! Un asedio en cada calle, una mina bajo cada casa. ¡Verse obligado a matar a tantos valientes, o mejor a tantos furiosos! Esto es terrible. La victoria da pena.

Con el paso del tiempo fueron cayendo uno a uno los barrios periféricos (Huerta de Santa Engracia y el Carmen, en cuya puerta aún se aprecian los efectos de la guerra, el Arrabal...) y los conventos donde se habían hecho fuertes los defensores. La batalla fue terrible para la ciudad, que vio bombardeada la Basílica del Pilar y el Hospital de Gracia, la Universidad de Zaragoza, saqueados los archivos de la Diputación, etc.

A pesar de todo, los defensores siguieron resistiéndose hasta que la falta de víveres y las terribles condiciones higiénicas que siempre causan los asedios propiciaron una epidemia de tifus. Palafox mantuvo su respuesta de "Guerra y Cuchillo" a la rendición, pero él mismo enfermó gravemente y fue sustituido por Saint-Marq. Este, en connivencia con la Junta de Defensa, decidió rendir la exhausta ciudad, incapaz ya de seguir luchando. Palafox se opuso hasta el final y hubo numerosos partidarios de continuar la lucha hasta sus últimas consecuencias que trataron de asaltar los arsenales para proseguir la lucha. Finalmente, el 21 de febrero, Zaragoza capituló ante el cuartel general de Lannes en el molino de Casablanca. Heinrich von Brandt lo describe así:

Cierto número de jóvenes, de edades comprendidas entre los 16 y los 18 años, sin uniformes [...], fumando indiferentes, se alinearon frente a nosotros. Pronto nos fue dado contemplar la llegada del resto del Ejército: una multitud pintorescamente variada, y compuesta por gente de toda edad y condición, [...] la mayor parte vistiendo ropas de campesino. Los oficiales iban montados en mulas o en burrros, y únicamente podían diferenciarse de sus hombres por sus tricornios y largas capas. Todos fumaban y charlaban, pareciendo indiferentes a su inmediata expatriación. La mayoría ofrecía un aspecto tan poco militar que nuestros hombres manifestaban, en voz bastante alta, que nunca deberíamos haber tenido tantos apuros para "vencer a esa chusma"

La ciudad, que antes era conocida como "La Florencia de España", quedó prácticamente destruida y de 55.000 ciudadanos que había antes de los sitios sobrevivieron 12.000.

Los sitios en la cultura y las artes

La bravura de la defensa de la ciudad convirtió Zaragoza en una de las más destacadas batallas de la Guerra de la Independencia y de las Guerras Napoleónicas,​ generando numerosos vestigios monumentales, simbólicos, literarios y musicales.

La ciudad de Zaragoza recibió por su valor durante los sitios a los que fue sometida los títulos de Muy Noble, Muy Leal, Muy Heroica e Inmortal, que desde entonces adornan el escudo de la ciudad. La lucha, que prácticamente destruyó la ciudad, fue uno de los hitos históricos locales y ha sido constantemente rememorado en el nomenclátor, especialmente en la zona histórica del centro. Así, la que quizás se pueda considerar la avenida central de la ciudad se llama Paseo de la Independencia, cerca de la cual se encuentran entre otras la Plaza de los Sitios, la Calle Asalto y el Paseo de la Mina.

Numerosos héroes populares han dado nombres a calles y plazas de la ciudad, como es el caso de la Plaza Sas, el Paseo María Agustín o el Parque Tío Jorge. Singular resulta la etimología del barrio zaragozano de la Bombarda, ya explicada. En diversas plazas, parques e iglesias se conservan estatuas y reliquias del combate, como la estatua a Agustina de Aragón o la espada de Palafox.

En 1908, primer centenario de los Sitios, Zaragoza vivió la Exposición Hispano-Francesa de 1908, como celebración del acontecimiento y acto de hermanamiento entre la ciudad y Francia. En su segundo centenario, Zaragoza albergó la Exposición Internacional Zaragoza 2008, conjuntamente a una serie de actos conmemorativos.


Se puede leer «Sarragosse» encabezando la cuarta columna, segunda fila en la lista de batallas francesas grabadas en el Arco del Triunfo.
Los franceses lo incluyen entre sus grandes batallas inscritas en el Arco del Triunfo de París.

Los sitios en la música

La decidida resistencia fue inmortalizada en una copla cantada como jota, convertida desde entonces en uno de los símbolos típicos con los que se relaciona Aragón y Zaragoza:

La Virgen del Pilar dice
Que no quiere ser francesa
Que quiere ser capitana
De la tropa aragonesa

Hay, además, una jota popular muy emotiva: Aquel que quiera saber / lo que Zaragoza vale / que pregunte a los franceses / que los franceses lo saben.

La Academia General Militar, ubicada en Zaragoza, incluye en su himno una referencia a los Sitios:

"...Honor y Gloria para España
Zaragoza con sangre ganó
y en el solar Zaragozano
mi alma el temple recibió..."

El músico extremeño Cristóbal Oudrid, compuso una conocida pieza para banda militar, que lleva ese nombre, El sitio de Zaragoza.

Los sitios en la literatura


Literariamente, la mención de los sitios tampoco ha sido escasa. Benito Pérez Galdós, uno de los mayores novelistas españoles, dedicó uno de sus Episodios Nacionales, con los que pretendía narrar la historia española en el siglo XIX, a Zaragoza y sus sitios (véase Zaragoza (Episodio nacional)), inmortalizando así esta heroica resistencia. El libro contribuyó a mitificar la lucha, haciendo famosas las siguientes frases:

¿Zaragoza se rendirá? La muerte al que esto diga.
Zaragoza no se rinde. La reducirán a polvo: de sus históricas casas no quedará ladrillo sobre ladrillo; caerán sus cien templos; su suelo abriráse vomitando llamas; y lanzados al aire los cimientos, caerán las tejas al fondo de los pozos; pero entre los escombros y entre los muertos habrá siempre una lengua viva para decir que Zaragoza no se rinde.

Benito Pérez Galdós, Zaragoza
La frase fue desde entonces una típica referencia patriótica, usada muchas veces en propaganda, especialemente por los sectores más conservadores, si bien su uso hizo presencia en todo el abanico político, siendo por ejemplo usado en los billetes de 1000 pesetas tras la muerte de Franco.

El escritor e historiador José Luis Corral dedicó también un libro a los sitios, titulado ¡Independencia!, donde describe la resistencia de la ciudad desde los ojos de un guardia de corps que se une a la lucha.

Los sitios de Zaragoza se mencionan en Guerra y Paz, de Leo Tolstoi.

La novela de Joseph Peyré Una chica de Zaragoza (Une fille de Saragosse) está ambientado en el Segundo Sitio.

El relato De cómo el brigadier se apoderó de Zaragoza, perteneciente a la serie de relatos Aventuras del brigadier Gerard, escrito por Arthur Conan Doyle, discurre durante la toma de Zaragoza en el segundo sitio. De hecho el héroe del relato, el brigadier Gerard, es responsable directo de dicha toma en el relato.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 10 Feb 2018 00:57

Sitio de ZARAGOZA 1.809


El Sitio de Zaragoza (1809) es el segundo de los sitios de Zaragoza durante la Guerra de la Independencia Española.

Tras el primer sitio, las fuerzas mandadas por el hermano de Palafox persiguieron al enemigo hasta Navarra, donde se incorporaron a las fuerzas de otras juntas regionales en su persecución del enemigo francés. Una vez que se hubieron marchado los franceses se empezó la reparación de las defensas dañadas por la contienda, al mando del coronel Sangenís. Se tomaron también medidas para garantizar la higiene y alejar el riesgo de epidemia que acompaña a los asedios, pero no se pudo evitar un brote de tifus que se cobró, entre otras, la vida del cabecilla Jorge Ibor y Casamayor, el "Tío Jorge", que había sido un líder clave en la deposición de Guillelmi. Es de destacar la llegada del comisario británico Doyle, que en representación de su país envió 8000 fusiles para apoyar la causa española.

La derrota francesa en la batalla de Bailén y la sucesiva retirada del ejército imperial en casi toda la península forzó a Napoleón a cruzar los Pirineos para restablecer el control. El ejército español, inferior a las más experimentadas tropas francesas, fue rechazado sucesivamente en las batallas de Espinosa y Tudela. Mientras el emperador continuaba hacia Madrid, el Mariscal Jean Lannes recibió el mando de los ejércitos del frente del Ebro, siendo Zaragoza un objetivo inmediato para restablecer el control francés del noreste peninsular.

[b]El asedio[/b]

El segundo sitio comenzó el 21 de diciembre de 1808. El ejército francés, consciente de la importancia estratégica de Zaragoza y del impacto moral que tenía la resistencia de la ciudad ante el ejército francés, pues se había convertido ésta en un símbolo de la resistencia española, volvió con numerosas tropas mandadas esta vez por el mariscal Lannes, sumando más de 35 000 soldados de infantería y 2000 de caballería. La ciudad estaba ahora más preparada. Aunque no dio tiempo a acabar las fortificaciones, se pudo disponer de hasta 160 cañones gracias a los capturados en el sitio previo y se pudo reunir la cosecha antes del asedio. Los defensores incluían unos 30 000 soldados regulares, amén de miles de voluntarios de la ciudadanía cuya colaboración fue muy importante. A pesar de ser informado de la capitulación de Madrid frente al ejército imperial, Palafox se niega a negociar una rendición: «¡Después de muerto, hablaremos!», replica.

El 21 de diciembre este ejército atacó Zaragoza por varios puntos, tratando de tomar el canal Imperial en Casablanca y La Paz, así como los barrios exteriores del Arrabal y Torrero. Precisamente en esta batalla, el «Regimiento de Infantería Voluntarios de Castilla» se ganó el sobrenombre de «El Héroe», apodo alcanzado por la valentía mostrada contra los franceses especialmente en la toma con bayoneta del monte Torrero y en la defensa del Convento de Jesús el 21 de diciembre de 1808.1​ Según citó el capitán de infantería Antonio Gil Álvaro en 1893,2​ «ese mote es debido a la actuación del Regimiento durante el segundo sitio de Zaragoza».

Lograron ciertos avances, pero la resistencia fue enconada y los defensores retuvieron sus posiciones. Sin embargo, la captura del camino a Zuera, la voladura del Puente de América por los defensores para evitar su captura y sus avances extramuros aislaron a los defensores. Los franceses realizaron el segundo sitio más exhaustivamente, y dedicaron los días siguientes a construir puentes sobre el Ebro por Juslibol (22 de diciembre) y sobre el Huerva (25-26 del mismo mes) con los que asegurar su cerco alrededor de la ciudad. Simultáneamente, y en la más pura ortodoxia militar, avanzaron con trincheras paralelas a las defensas de la ciudad.

En San José, Santa Engracia y los alrededores de la Aljafería se combatió entonces con denuedo. Los avances franceses se convirtieron en costosos, y los contraataques del General O'Neylle lograban recuperar parte de lo perdido. Especialmente exitosa fue la salida del 31 de diciembre, aprovechándose de las inundaciones que habían dañado los puentes franceses, en la que los defensores llegaron a Juslibol. Tras casi un mes de ataques y contraataques, el 15 de enero caía el reducto del Pilar, último de los fortines extramuros del perímetro español.

En los días siguientes, los franceses instalaron sus baterías en estos puestos de las afueras. Hoy en día, el barrio zaragozano de la Bombarda lleva tal nombre en recuerdo a una pieza de artillería que se ubicó en la zona. Aproximándose desde el Huerva, los franceses trataron de tomar el convento de los Trinitarios y la huerta de Santa Engracia, entradas a la ciudad desde el sur. Los puestos avanzados establecidos el 28 de enero por un asalto general se fueron ampliando en lentos y meticulosos combates. La resistencia casa por casa obligaba a los franceses a volar los edificios uno a uno, retrasando su avance y sufriendo numerosas bajas. El comandante francés llegó a expresar en una carta al emperador:

Jamás he visto encarnizamiento igual al que muestran nuestros enemigos en la defensa de esta plaza. Las mujeres se dejan matar delante de la brecha. Es preciso organizar un asalto por cada casa. El sitio de Zaragoza no se parece en nada a nuestras anteriores guerras. Es una guerra que horroriza. La ciudad arde en estos momentos por cuatro puntos distintos, y llueven sobre ella las bombas a centenares, pero nada basta para intimidar a sus defensores ... ¡Qué guerra! ¡Qué hombres! Un asedio en cada calle, una mina bajo cada casa. ¡Verse obligado a matar a tantos valientes, o mejor a tantos furiosos! Esto es terrible. La victoria da pena.

Con el paso del tiempo fueron cayendo uno a uno los barrios periféricos (Huerta de Santa Engracia y el Carmen, en cuya puerta aún se aprecian los efectos de la guerra, el Arrabal...) y los conventos donde se habían hecho fuertes los defensores. La batalla fue terrible para la ciudad, que vio bombardeada la Basílica del Pilar y el Hospital de Gracia, la Universidad de Zaragoza, saqueados los archivos de la Diputación, etc.

Lenta conquista

Cuando comienza el asalto, se convierte en una guerra calle por calle y casa por casa que enfrenta a franceses y españoles. Bien ayudado por Lacoste, Lannes construye minas para socavar los edificios cerca de sus soldados, con el fin de aprovechar rápidamente y poder usarlos como barricada correctamente; en respuesta, los españoles se refugian en los pisos, áticos y perforan los tabiques y los pisos para poder disparar a los ocupantes de la planta baja. La inferioridad numérica de los sitiadores los expone a los intentos de recuperar los diversos conventos ocupados, pero Lannes da un buen ejemplo de valor y voluntad a sus tropas, lo que les permite resistir; se limpia de vez en cuando el fuego enemigo, incluso el de sus propios soldados.

El futuro mariscal Bugeaud, entonces teniente, participa en este asiento de un tipo particular:

«Siempre estamos cerca de este maldito, este infernal Zaragoza. Aunque hemos tomado sus murallas durante más de una quincena, y tenemos una parte de la ciudad, los habitantes, entusiasmados por el odio que nos embargan, por los sacerdotes y el fanatismo, parecen querer enterrarse bajo las ruinas de sus ciudades, como la antigua Numancia. Se defienden con increíble furia y nos hacen pagar caro por la victoria más pequeña.

Cada convento, cada casa, tiene la misma resistencia que una ciudadela, y cada uno tiene un asiento particular. Todo va a pie desde el sótano hasta el ático, y solo cuando uno ha matado todo con bayonetas, o arrojado por las ventanas, uno puede llamarse dueño de la casa. Apenas salimos victoriosos de lo que nos arroja la casa vecina, por agujeros hechos a propósito, granadas, obuses y una lluvia de disparos. Debemos hacer barricadas, cubrirnos muy rápido, hasta que hayamos tomado medidas para atacar este nuevo fuerte; y se hace solo perforando los muros, porque pasar por las calles es imposible, el ejército perecería en dos horas. No fue suficiente para hacer la guerra en las casas, se hace bajo tierra ​.».



Siguiendo las órdenes de Lannes, en contradicción con las del emperador, Mortier va a reforzar a Gazan, mientras que las fuerzas de Suchet se sitúan con el fin de estar protegidos de los ataques del exterior, y evitar a los sitiados recibir apoyo entrando en el sitio. El Arrabal, en la orilla izquierda fue finalmente conquistado en febrero, al igual que el Convento de San Agustín en la derecha. Pero el mismo día, el general Lacoste es asesinado; Rogniat reemplazado, entonces herido a sí mismo dice el genio de el margen derecho de la comandante Haxo, mientras que la izquierda es el coronel Dode​. En el costado de la artillería, el general Dedon coloca varios morteros pequeños de seis pulgadas para transportarlos fácilmente donde sea necesario. Además, este general establece piezas de doce, cuatro y obuses en varias calles.

La enfermedad y el hambre entran en Zaragoza, matando de cuatrocientas a quinientas personas al día, aumentando las dificultades del asedio con el olor a putrefacción​. El 3 de febrero, los franceses ocupan el convento de las hijas de Jerusalén; el 6 es el hospital general; el día 11, la iglesia de Saint-François, que conduce a El Coso, una gran arteria que separa la ciudad en dos, y el genio prepara el pasaje del otro lado. Los soldados franceses, sin embargo, se quejan de gran parte del asedio y sus pérdidas; Lannes les señaló la debilidad de los españoles, obligados, mientras estaban en superioridad numérica, a ser encerrados.

Un pequeño incidente le permite apoyar sus palabras: recibiendo a un centenar de campesinos que huyeron de las murallas para regresar a casa, Lannes los acompaña de regreso a Zaragoza, no sin haberlos saciado y les dio dos panes cada uno, para mostrar a los sitiados que a los sitiadores no les falta comida​. En el exterior, las noticias son mucho peores: los hermanos Palafox lograron reunir un ejército de 15000 hombres) que dirigieron hacia Zaragoza para levantar el sitio; El General Reding, a la cabeza de 30 a 40.000 hombres en Cataluña también tiene la intención de ayudar a los aragoneses, pero debe primero enfrentarse al General Gouvion Saint-Cyr​.

El final del sitio

A pesar de todo, los defensores siguieron resistiéndose hasta que la falta de víveres y las terribles condiciones higiénicas que siempre causan los asedios propiciaron una epidemia de tifus. Palafox mantuvo su respuesta de "Guerra y Cuchillo" a la rendición, pero él mismo enfermó gravemente y fue sustituido por Saint-Marq. Este, en connivencia con la Junta de Defensa, decidió rendir la exhausta ciudad, incapaz ya de seguir luchando. Palafox se opuso hasta el final y hubo numerosos partidarios de continuar la lucha hasta sus últimas consecuencias que trataron de asaltar los arsenales para proseguir la lucha. Finalmente, el 21 de febrero, Zaragoza capituló ante el cuartel general de Lannes en el molino de Casablanca. Heinrich von Brandt lo describe así:

Cierto número de jóvenes, de edades comprendidas entre los 16 y los 18 años, sin uniformes [...], fumando indiferentes, se alinearon frente a nosotros. Pronto nos fue dado contemplar la llegada del resto del Ejército: una multitud pintorescamente variada, y compuesta por gente de toda edad y condición, [...] la mayor parte vistiendo ropas de campesino. Los oficiales iban montados en mulas o en burrros, y únicamente podían diferenciarse de sus hombres por sus tricornios y largas capas. Todos fumaban y charlaban, pareciendo indiferentes a su inmediata expatriación. La mayoría ofrecía un aspecto tan poco militar que nuestros hombres manifestaban, en voz bastante alta, que nunca deberíamos haber tenido tantos apuros para "vencer a esa chusma"

La ciudad, que antes era conocida como "La Florencia de España", quedó prácticamente destruida y de 55.000 ciudadanos que había antes de los sitios sobrevivieron 12.000.

Tras el sitio

Tras la entrada en Zaragoza, Lannes comenzó a trabajar en la limpieza de la ciudad, mientras que Palafox se mantuvo en su palacio la espera de ser trasladado a Francia como prisionero, mientras Boggiero y Santiago Sass, fueron asesinados por los franceses, por orden de Lannes, y sus cuerpos se arrojados al Ebro la noche del 21 de febrero 12​. El 6 de marzo, Lannes, Mortier y su personal en su totalidad, con ausencia de Junot, celebraron un Te Deum en Nuestra Señora del Pilar.

Con respecto a la actitud de los mariscales después de la capitulación de la ciudad, Lannes acepta, de parte de las autoridades de Zaragoza, obsequios y tal vez dinero. Thierry Lentz presenta la hipótesis de que Lannes participó en el saqueo de la ciudad​. Mortier, por su parte, recibe de los habitantes un ramo de flores en joyas, y un ojo de diamante que devuelve inmediatamente al tesoro de Nuestra Señora de Pilar.

Lannes, agotado, espera ansiosamente la orden que le permitirá regresar a Francia, dejando al gobierno de Aragón a Suchet, que también recibe el mando del tercer cuerpo en lugar de Junot. El 26 de marzo, finalmente se fue, y regresó a Lectoure con su esposa​.

[i][b]Estas casas solo pueden tomarse a costa de grandes sacrificios. Es necesario minarlas y hacerlas volar una tras otra, echar abajo los muros divisorios y avanzar entre los cascotes. Un día se toman cinco o seis casas, otro, un convento, y otro, una iglesia. Ha sido preciso formar calles interiores en medio de las ruinas para trasladar la artillería y las municiones. Finalmente, se han colocado baterías en las calles y sobre las ruinas de los edificios. Esta es una nueva forma de tomar ciudades fortificadas. Los ingenieros se han visto obligados a inventar nuevos métodos de ataque. Esto es muy peligroso y muchos zapadores y minadores han perecido en las galerías subterráneas. Los españoles se defienden briosamente en sus casas[/b].

Daudevard de Férussac. Diario histórico del sitio de Zaragoza
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Saludos :saluting-soldier: :saluting-soldier: :saluting-soldier:
Si ignoras lo que pasó antes de que nacieras, siempre serás un niño.
Marco Tulio Cicerón.


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