Aneccdotas curiosas de la WWII
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RE: Aneccdotas curiosas de la WWII
El teniente japonés Hiroo Onoda es el ejemplo extremo de la obediencia militar. En 1944, mientras actuaba en la isla filipina de Lubang, su comandante le ordenó mantenerse en su puesto "aún cuando la unidad a su mando fuera destruida". Onoda acató la orden por 29 años; cuando en 1975 se rindió portaba todavía su viejo fusil y pretendía seguir peleando si era necesario. Había cumplido 52 años y continuaba oculto en los bosques de la isla. Ignoraba completamente que la guerra había terminado; al momento de su captura, declaró: "no me entregué antes porque no había recibido la orden de hacerlo".
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RE: Aneccdotas curiosas de la WWII
Operacion de falsificacion de los alemanes.
Corría el año 1942 cuando en las altas esferas del gobierno alemán se discutían las formas de golpear a Gran Bretaña con métodos alternativos, entre los cuales, el económico resultaba un arma de muy especial y de exquisita importancia. Los ingleses siempre han tomado muy en serio y han manejado con especial cuidado su economía, por lo que un certero golpe en esa área sería muy doloroso e irreparable para ellos. En el Departamento de Sabotaje de los servicios de seguridad del Estado, a alguien se le ocurrió la idea de quebrar la economía británica inundando el mercado con una enorme cantidad de papel moneda británico falsificado. Himmler tomó en sus manos la idea y la propuso a Hitler. Alemania estaba sintiendo los efectos del enorme gasto que significaba la guerra en el Frente del Este y en Africa, por tanto las divisas fuertes que se obtendrían con la venta de moneda falsa, fortalecería la economía del Reich. Se mataban pues dos pájaros de un solo tiro.
Se encargó a un coronel de las SS, llamado Bernhard Krüger la ejecución de este plan, para ello se creó en el Cuartel de las SS en Berlín, una oficina llamada Oficina 6-F-4. Bernhard Krüger era un joven nazi muy inteligente, primero se dirigió a la oficina de numismática del Reichsbank pero encontró dificultades para reclutar expertos alemanes para desarrollar el plan. Himmler le propuso que extrajera en una rigurosa selección a los judíos que tuvieran especialidades en el tema. La tarea de seleccionar a los judíos que fueran expertos calígrafos y técnicos en impresión de tintas fue ardua. Krüger, al final seleccionó 140 judíos con experiencia en imprentas, coloristas, caligrafistas, dibujantes y contadores. A estas personas las SS las clasificó como trabajador altamente esencial y se les concedieron ciertos privilegios como la exención de sus vidas.
Muchos fueron reclutados en el Campo de Concentración de Sachsenhausen donde se estableció el centro de operaciones. Estaba en marcha la "Unternehmen Bernhard" u Operación Bernhard que llegó a contar con un equipo de 142 expertos en la fabricación de billetes falsificados, entre ellos el famoso Adolf Burger, apresado por la Gestapo por falsificar documentos de identificación personal para comunistas en Bratislava y enviado a Auschwitz.
Los billetes falsificados alcanzaron un grado de réplica muy cercana a la perfección y solo un ojo muy experto podría sospechar de su falsedad. Uno de los planes originales era lanzar los billetes desde un avión, presumiendo que la mayoría de las personas se quedarían con los billetes y muy pocos los entregarían a las autoridades. Eso fue descartado, porque a largo plazo les permitiría a los británicos controlar la situación y no involucraba al mercado financiero internacional.
Los primeros "paquetes" fueron repartidos entre las embajadas alemanas y consulados alemanes en Turquía, España, Suecia y Suiza donde fueron introducidos con amplio éxito en las economías locales. Más adelante, se usó la maquinaria para falsificar dólares, en billetes de 50 y 100.
Pasados varios meses se descubrió el plan. Un banco turco pagó a un comerciante unas 60.000 libras esterlinas que él mismo, sin saberlo, introdujo a través de un banco suizo hasta llegar al banco de Inglaterra, donde por casualidad fue descubierta la falsificación.
Detectada la enorme falsificación de libras esterlinas el gobierno británico optó por hacerse el desentendido y permitir que el Banco de Inglaterra aceptara los billetes falsos como legítimos y que también pagara con ellos en los mercados internacionales con el objetivo de salvaguardar la economía británica. De esa forma, las libras esterlinas falsas circularon en todo el mundo conjuntamente con las verdaderas y Churchill tomó la decisión de mantener el asunto como secreto de Estado.
Avanzada la guerra y ante el acercamiento del frente de batalla, la fábrica de Sachsenhausen fue transferida a Schlier-Redl-Zipf en Austria, cerca al Campo de Concentración de Mauthausen-Gusen. Más tarde, a principios de 1945, fueron cambiados a Ebensee donde al llegar las fuerzas estadounidenses, el 5 de mayo de 1945, los prisioneros, incluyendo el personal de falsificadores, fueron liberados. Se dice, sin que hasta hoy se hayan encontrado pruebas contundentes (o que tal vez están celosamente guardadas), que los billetes falsificados que no habían sido puestos a circular, fueron llevados en cajas al lago Toplitz, cerca a Ebensee y al lago Traunsee cerca a Linz, ambos en Austria, donde terminaron hundidos. Pero el hecho real es que muchos billetes falsificados continuaron circulando en Inglaterra durante años, lo que causó que el Banco de Inglaterra eliminara progresivamente todos los billetes mayores de £5 y no los reintrodujo hasta entrados los años 60 cuando puso en circulación billetes nuevos de £10, en 1970 de £20 y en 1980 de £50.
Corría el año 1942 cuando en las altas esferas del gobierno alemán se discutían las formas de golpear a Gran Bretaña con métodos alternativos, entre los cuales, el económico resultaba un arma de muy especial y de exquisita importancia. Los ingleses siempre han tomado muy en serio y han manejado con especial cuidado su economía, por lo que un certero golpe en esa área sería muy doloroso e irreparable para ellos. En el Departamento de Sabotaje de los servicios de seguridad del Estado, a alguien se le ocurrió la idea de quebrar la economía británica inundando el mercado con una enorme cantidad de papel moneda británico falsificado. Himmler tomó en sus manos la idea y la propuso a Hitler. Alemania estaba sintiendo los efectos del enorme gasto que significaba la guerra en el Frente del Este y en Africa, por tanto las divisas fuertes que se obtendrían con la venta de moneda falsa, fortalecería la economía del Reich. Se mataban pues dos pájaros de un solo tiro.
Se encargó a un coronel de las SS, llamado Bernhard Krüger la ejecución de este plan, para ello se creó en el Cuartel de las SS en Berlín, una oficina llamada Oficina 6-F-4. Bernhard Krüger era un joven nazi muy inteligente, primero se dirigió a la oficina de numismática del Reichsbank pero encontró dificultades para reclutar expertos alemanes para desarrollar el plan. Himmler le propuso que extrajera en una rigurosa selección a los judíos que tuvieran especialidades en el tema. La tarea de seleccionar a los judíos que fueran expertos calígrafos y técnicos en impresión de tintas fue ardua. Krüger, al final seleccionó 140 judíos con experiencia en imprentas, coloristas, caligrafistas, dibujantes y contadores. A estas personas las SS las clasificó como trabajador altamente esencial y se les concedieron ciertos privilegios como la exención de sus vidas.
Muchos fueron reclutados en el Campo de Concentración de Sachsenhausen donde se estableció el centro de operaciones. Estaba en marcha la "Unternehmen Bernhard" u Operación Bernhard que llegó a contar con un equipo de 142 expertos en la fabricación de billetes falsificados, entre ellos el famoso Adolf Burger, apresado por la Gestapo por falsificar documentos de identificación personal para comunistas en Bratislava y enviado a Auschwitz.
Los billetes falsificados alcanzaron un grado de réplica muy cercana a la perfección y solo un ojo muy experto podría sospechar de su falsedad. Uno de los planes originales era lanzar los billetes desde un avión, presumiendo que la mayoría de las personas se quedarían con los billetes y muy pocos los entregarían a las autoridades. Eso fue descartado, porque a largo plazo les permitiría a los británicos controlar la situación y no involucraba al mercado financiero internacional.
Los primeros "paquetes" fueron repartidos entre las embajadas alemanas y consulados alemanes en Turquía, España, Suecia y Suiza donde fueron introducidos con amplio éxito en las economías locales. Más adelante, se usó la maquinaria para falsificar dólares, en billetes de 50 y 100.
Pasados varios meses se descubrió el plan. Un banco turco pagó a un comerciante unas 60.000 libras esterlinas que él mismo, sin saberlo, introdujo a través de un banco suizo hasta llegar al banco de Inglaterra, donde por casualidad fue descubierta la falsificación.
Detectada la enorme falsificación de libras esterlinas el gobierno británico optó por hacerse el desentendido y permitir que el Banco de Inglaterra aceptara los billetes falsos como legítimos y que también pagara con ellos en los mercados internacionales con el objetivo de salvaguardar la economía británica. De esa forma, las libras esterlinas falsas circularon en todo el mundo conjuntamente con las verdaderas y Churchill tomó la decisión de mantener el asunto como secreto de Estado.
Avanzada la guerra y ante el acercamiento del frente de batalla, la fábrica de Sachsenhausen fue transferida a Schlier-Redl-Zipf en Austria, cerca al Campo de Concentración de Mauthausen-Gusen. Más tarde, a principios de 1945, fueron cambiados a Ebensee donde al llegar las fuerzas estadounidenses, el 5 de mayo de 1945, los prisioneros, incluyendo el personal de falsificadores, fueron liberados. Se dice, sin que hasta hoy se hayan encontrado pruebas contundentes (o que tal vez están celosamente guardadas), que los billetes falsificados que no habían sido puestos a circular, fueron llevados en cajas al lago Toplitz, cerca a Ebensee y al lago Traunsee cerca a Linz, ambos en Austria, donde terminaron hundidos. Pero el hecho real es que muchos billetes falsificados continuaron circulando en Inglaterra durante años, lo que causó que el Banco de Inglaterra eliminara progresivamente todos los billetes mayores de £5 y no los reintrodujo hasta entrados los años 60 cuando puso en circulación billetes nuevos de £10, en 1970 de £20 y en 1980 de £50.
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- santiagoruiz
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RE: Aneccdotas curiosas de la WWII
Curioso, ¿a donde se fueron?
Antes de la Segunda Guerra Mundial, en el directorio telefónico de New York había 22 Hitlers. Para el final de la guerra no había ninguno.
Antes de la Segunda Guerra Mundial, en el directorio telefónico de New York había 22 Hitlers. Para el final de la guerra no había ninguno.
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- santiagoruiz
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RE: Aneccdotas curiosas de la WWII
Preparativos para desembarcos:
todos sabemos de la importancia de los reconocimientos previos de la zona costera antes de realizar un desembarco anfibio: geografía del terreno, posibles defensas etc etc, eso evita sorpresas indeseadas.
Pues bién, para ello, los norteamericanos, además del reconocimiento aéreo, recurrieron a los submarinos para que tomasen fotografías de los objetivos desde el mismo punto de visión que tendrían en su momento los soldados que llevarían a cabo el desembarco. Sin embargo, proto se hizo evidente que el material fotográfico con el que contaba la Marina no era el más adecuado para cumplir esta misión, ya que al ser tomadas a larga distancia,las imágenes aparecían desenfocadas y no se advertían los pequeños detalles, por lo que resultaron ser de muy poca utilidad para las tropas, que llegaban a las playas sin saber exactamente lo que se iban a encontrar.
Los expertos en fotografía consultados coincidieron en que era necesaria una cámara muy sofisticada que solo se fabricaba en Alemania, la Primaflex. Estas cámaras eran muy difíciles de conseguir, ya que se fabricaban muy pocas y casi exclusivamente para uso militar. Como evidentemente no se podía hacer un pedido a Alemania, se pensó incluso en enviar una misión de infiltración para conseguir alguna de estas cámaras.
Finalmente se tomo la decisión de publicar un discreto anuncio en varios periódicos norteamericanos, ofreciendo una fuerte suma por una cámara de esta marca; poco tiempo después apareció un vendedor que la había conseguido antes de la guerra en un viaje por Alemania. consiguiendo así la Marina la tan deseada cámara.
todos sabemos de la importancia de los reconocimientos previos de la zona costera antes de realizar un desembarco anfibio: geografía del terreno, posibles defensas etc etc, eso evita sorpresas indeseadas.
Pues bién, para ello, los norteamericanos, además del reconocimiento aéreo, recurrieron a los submarinos para que tomasen fotografías de los objetivos desde el mismo punto de visión que tendrían en su momento los soldados que llevarían a cabo el desembarco. Sin embargo, proto se hizo evidente que el material fotográfico con el que contaba la Marina no era el más adecuado para cumplir esta misión, ya que al ser tomadas a larga distancia,las imágenes aparecían desenfocadas y no se advertían los pequeños detalles, por lo que resultaron ser de muy poca utilidad para las tropas, que llegaban a las playas sin saber exactamente lo que se iban a encontrar.
Los expertos en fotografía consultados coincidieron en que era necesaria una cámara muy sofisticada que solo se fabricaba en Alemania, la Primaflex. Estas cámaras eran muy difíciles de conseguir, ya que se fabricaban muy pocas y casi exclusivamente para uso militar. Como evidentemente no se podía hacer un pedido a Alemania, se pensó incluso en enviar una misión de infiltración para conseguir alguna de estas cámaras.
Finalmente se tomo la decisión de publicar un discreto anuncio en varios periódicos norteamericanos, ofreciendo una fuerte suma por una cámara de esta marca; poco tiempo después apareció un vendedor que la había conseguido antes de la guerra en un viaje por Alemania. consiguiendo así la Marina la tan deseada cámara.
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- corporal_hicks
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RE: Aneccdotas curiosas de la WWII
Me encantan estas historias!! Sigue asi santiagoruiz y pon mas!!!:plas:plas
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- santiagoruiz
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RE: Aneccdotas curiosas de la WWII
Durante los bombardeos a Rabaul, en marzo de 1943, los americanos notaron que muy cerca de la ciudad, se encontraba un volcán activo, el Rabatana, que había hecho erupción en 1937 y que constantemente emitía humo.
Se programó bombardearlo a fin de que el flujo de lava obligara a los japoneses a evacuar la base. En uno de los ataques un bombardero lanzó dos bombas de 2.000 libras al interior del cráter, las que no estallaron....y así una idea que parecía brillante, pasó a ser una anécdota más de la guerra en el Pacífico.
Se programó bombardearlo a fin de que el flujo de lava obligara a los japoneses a evacuar la base. En uno de los ataques un bombardero lanzó dos bombas de 2.000 libras al interior del cráter, las que no estallaron....y así una idea que parecía brillante, pasó a ser una anécdota más de la guerra en el Pacífico.
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RE: Aneccdotas curiosas de la WWII
Leopold y Robert
Las tropas aliadas que el 22 de enero de 1944 desembarcaron en Anzio no creían que la resistencia alemana sería tan tenaz. Aun hoy surgen las polémicas sobre el comportamiento del general Lucas, sobre el hecho de que la "Operación Shingle" pudo ser evitada o llevada de otra manera, o sobre tantos otros argumentos que tratan de aquellas duras semanas. La realidad es que los soldados aliados desembarcados en el litoral se encontraron ante situaciones que recordaban mucho los relatos de los supervivientes de la Gran Guerra. No existía división clara entre línea de combate y retaguardia, llegaban proyectiles y granadas de todos lados, y casi no habla abrigos fuera de los cráteres de bombas. En medio de este infierno, cada cierto tiempo un cañón alemán de largo alcance, probablemente oculto en alguna parte de las alturas que los soldados veían en el horizonte, salía fuera de su escondite y lanzaba un par de granadas de 280 mm. Después desaparecía sin que fuera posible localizarlo. El reconocimiento aéreo no lograba encontrarlo. Algún caza-bombardero que sobrevolaba la cabeza de playa cuando llegaban los proyectiles se dirigía a la presunta dirección desde donde parecía venir el tiro, y luego volvía con la consoladora noticia de la destrucción del cañón. Pero al poco rato llegaba inexorablemente otra andanada que hacía nuevas víctimas entre las tropas hacinadas en las ruinas de los poblados. Los soldados, como se sabe, se habitúan a todo, y así empezaron a llamar al invisible enemigo con los motes de "Anzio Annie" o "Anzio Express". Semana tras semana la pieza de largo alcance mantuvo bajo su fuego a la fuerza de desembarco de Anzio, y cuando finalmente los aliados pudieron romper la situación y avanzar hacia Roma, su voz calló de improviso. El misterio fue resuelto cuando los americanos capturaron, inutilizados por los mismos alemanes, dos gigantescos cañones ferroviarios del calibre 280 mm., cuya sola caña era de más de 20 metros de larga. Había ocurrido que los americanos habían destrozado un sector de la vía que unía Velletri a Roma. En un túnel poco alejado de Velletri estaban refugiados los cañones, uno para uso y otro en reserva. Cuando los alemanes estaban seguros de que no había aviones cerca, sacaban fuera un cañón que, lanzada su mortífera andanada, regresaba inmediatamente a cubierto, mientras fuera los artilleros ocultaban toda huella que hubiera podido revelar la existencia de la posición. Cuando la vía fue cortada, los artilleros, lanzado el último "homenaje" hacia Anzio, destruyeron todo y se retiraron. A título de curiosidad indicamos que los americanos, dueños de los restos de los dos cañones, (que los alemanes habían bautizado Leopold y Robert) los llevaron a América, donde lograron reconstruir uno, "requisando" las piezas del otro, y probarlo. Actualmente el Anzio Express se encuentra conservado cerca de la Aberdeen Proving Ground, en los Estados Unidos.
Las tropas aliadas que el 22 de enero de 1944 desembarcaron en Anzio no creían que la resistencia alemana sería tan tenaz. Aun hoy surgen las polémicas sobre el comportamiento del general Lucas, sobre el hecho de que la "Operación Shingle" pudo ser evitada o llevada de otra manera, o sobre tantos otros argumentos que tratan de aquellas duras semanas. La realidad es que los soldados aliados desembarcados en el litoral se encontraron ante situaciones que recordaban mucho los relatos de los supervivientes de la Gran Guerra. No existía división clara entre línea de combate y retaguardia, llegaban proyectiles y granadas de todos lados, y casi no habla abrigos fuera de los cráteres de bombas. En medio de este infierno, cada cierto tiempo un cañón alemán de largo alcance, probablemente oculto en alguna parte de las alturas que los soldados veían en el horizonte, salía fuera de su escondite y lanzaba un par de granadas de 280 mm. Después desaparecía sin que fuera posible localizarlo. El reconocimiento aéreo no lograba encontrarlo. Algún caza-bombardero que sobrevolaba la cabeza de playa cuando llegaban los proyectiles se dirigía a la presunta dirección desde donde parecía venir el tiro, y luego volvía con la consoladora noticia de la destrucción del cañón. Pero al poco rato llegaba inexorablemente otra andanada que hacía nuevas víctimas entre las tropas hacinadas en las ruinas de los poblados. Los soldados, como se sabe, se habitúan a todo, y así empezaron a llamar al invisible enemigo con los motes de "Anzio Annie" o "Anzio Express". Semana tras semana la pieza de largo alcance mantuvo bajo su fuego a la fuerza de desembarco de Anzio, y cuando finalmente los aliados pudieron romper la situación y avanzar hacia Roma, su voz calló de improviso. El misterio fue resuelto cuando los americanos capturaron, inutilizados por los mismos alemanes, dos gigantescos cañones ferroviarios del calibre 280 mm., cuya sola caña era de más de 20 metros de larga. Había ocurrido que los americanos habían destrozado un sector de la vía que unía Velletri a Roma. En un túnel poco alejado de Velletri estaban refugiados los cañones, uno para uso y otro en reserva. Cuando los alemanes estaban seguros de que no había aviones cerca, sacaban fuera un cañón que, lanzada su mortífera andanada, regresaba inmediatamente a cubierto, mientras fuera los artilleros ocultaban toda huella que hubiera podido revelar la existencia de la posición. Cuando la vía fue cortada, los artilleros, lanzado el último "homenaje" hacia Anzio, destruyeron todo y se retiraron. A título de curiosidad indicamos que los americanos, dueños de los restos de los dos cañones, (que los alemanes habían bautizado Leopold y Robert) los llevaron a América, donde lograron reconstruir uno, "requisando" las piezas del otro, y probarlo. Actualmente el Anzio Express se encuentra conservado cerca de la Aberdeen Proving Ground, en los Estados Unidos.
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RE: Aneccdotas curiosas de la WWII
Actua la luftwaffe minutos antes de la invasión de Polonia
Apenas amanecía el día 1 de Septiembre de 1939, cuando el Teniente Bruno Dilley, un ex-policía, a pesar de las adversas condiciones climatológicas, emprendía el que sería el primer ataque aéreo de la S.G.M.
Junto a sus hombres ala, el subteniente Horst Schiller y el sargento Gerhard Grenzel. Despegaron a las 4:26 de la pista rugosa de una base aérea cercana a Elbing, al mando de bombarderos de vuelo en picado Junkers 87 (STUKA).
Su objetivo un par de puentes ferroviarios de acero sobre el río Vístula cerca del pueblo de Dirschau. Sin embargo los Stukas no debían demoler los puentes. La misión de Dilley era evitar que los propios polacos los volaran para retrasar el avance alemán. Ingenieros del ejercito polaco ya habían colocado cargas explosivas en la estructura.
Los tres pilotos debían destruir los cables que conectaban los explosivos con detonadores eléctricos remotos en la estación de tren de Dirschau. Ellos mismos habían explorado la zona, vestidos de paisanos, viajando en el expreso Berlin-Königsberg. Así pudieron localizar el trazado de los cables, que discurrían a lo largo de la orilla del río.
Dirschau estaba a 42 km de distancia, llegarían en apenas 8 minutos. Cada Stuka cargaba una bomba de 248 kilos bajo el fuselaje y cuatro de 50 kilos bajo las alas.
A dos minutos del objetivo, Dilley vislumbró entre las brumas las aguas del río Vístula, se inclinó para girar río abajo hacia los puentes, a 90 metros de estos presionó el botón de descarga de las bombas y tiró de la palanca a la izquierda para elevarse sobre los puentes y poner rumbo a casa. Igualmente hicieron Schiller y Grenzel. Mientras se alejaban, vieron que la zona donde estaban los cables había quedado arrasada.
Eran las 4:34, 11 minutos antes de la invasión de Polonia.
Apenas amanecía el día 1 de Septiembre de 1939, cuando el Teniente Bruno Dilley, un ex-policía, a pesar de las adversas condiciones climatológicas, emprendía el que sería el primer ataque aéreo de la S.G.M.
Junto a sus hombres ala, el subteniente Horst Schiller y el sargento Gerhard Grenzel. Despegaron a las 4:26 de la pista rugosa de una base aérea cercana a Elbing, al mando de bombarderos de vuelo en picado Junkers 87 (STUKA).
Su objetivo un par de puentes ferroviarios de acero sobre el río Vístula cerca del pueblo de Dirschau. Sin embargo los Stukas no debían demoler los puentes. La misión de Dilley era evitar que los propios polacos los volaran para retrasar el avance alemán. Ingenieros del ejercito polaco ya habían colocado cargas explosivas en la estructura.
Los tres pilotos debían destruir los cables que conectaban los explosivos con detonadores eléctricos remotos en la estación de tren de Dirschau. Ellos mismos habían explorado la zona, vestidos de paisanos, viajando en el expreso Berlin-Königsberg. Así pudieron localizar el trazado de los cables, que discurrían a lo largo de la orilla del río.
Dirschau estaba a 42 km de distancia, llegarían en apenas 8 minutos. Cada Stuka cargaba una bomba de 248 kilos bajo el fuselaje y cuatro de 50 kilos bajo las alas.
A dos minutos del objetivo, Dilley vislumbró entre las brumas las aguas del río Vístula, se inclinó para girar río abajo hacia los puentes, a 90 metros de estos presionó el botón de descarga de las bombas y tiró de la palanca a la izquierda para elevarse sobre los puentes y poner rumbo a casa. Igualmente hicieron Schiller y Grenzel. Mientras se alejaban, vieron que la zona donde estaban los cables había quedado arrasada.
Eran las 4:34, 11 minutos antes de la invasión de Polonia.
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RE: Aneccdotas curiosas de la WWII
Piloto polaco refugiado.
El 17 de Septiembre cuando Stalin ordenó a sus tropas que cruzaran la indefensa frontera este polaca, ya no quedaban dudas sobre el resultado de la invasión. Los pilotos polacos recibieron la orden de su comandante, el general Wladyslaw Jan Kalkus, de huir por el suroeste hacia la neutral Rumania.
Volaban en cualquier avión que pudieran conseguir, hacían auto-stop en coches que viajaban hacia el sur o se llegaban a la frontera rumana a pie. Desde allí por lo general se dirigían a Italia o Grecia, que aún eran neutrales y de allí a Francia y, finalmente a Inglaterra, donde eran acogidos por la RAF. Durante la batalla de Inglaterra lucharon valientemente alentados por su odio a los alemanes.
Uno de los primeros en escapar fue el mayor Mumler. Antes de abandonar su país voló en su P11 por toda Polonia para mantenerse fuera del alcance de los alemanes, y luego de los rusos. En una ocasión cuando ya se quedaba sin combustible aterrizó en una carretera junto a una columna polaca, milagrosamente tenían un barril de combustible. En su último aterrizaje en Polonia sobre una pista maltrecha, daño su rueda de cola por lo que supo que el próximo vuelo sería el último. "Me dije a mi mismo", escribió Mumler tiempo después, "es la última vez que despego. Y le hable a mi avión -tenía un alma humana- : "no me falles amigo". Despegué y puse rumbo a Rumanía, adonde solíamos ir de vacaciones antes de la guerra, de modo que conocía el país bastante bien. Ya casi había oscurecido, pero tenía que seguir adelante; crucé el río Dniester en la frontera rumano-polaca, luego el río Prut, y me dirigí río abajo hacía la base aérea de Czerniowce. Finalmente vi abajo un aeródromo lleno de aviones. De pronto recordé que había olvidado revisar el depósito de combustible. ¡Miré y estaba a cero! Aterricé un segundo después de que se parara la hélice."
Desde Rumania, Mumler viajó en tren a Belgrado, y luego a Atenas, de allí en barco a Marsella. Tras la caída de Francia, voló en un avión francés a Argelia y tomó un tren lleno de refugiados polacos a Casablanca. Finalmente un convoy británico se llevó a los polacos a Liverpool.
" El 17 de septiembre, exactamente un año desde que escapara de Polonia, me uní a la Batalla de Inglaterra en el gran 302º Escuadrón Polaco."
Ese si fue un largo viaje para seguir peleando.
El 17 de Septiembre cuando Stalin ordenó a sus tropas que cruzaran la indefensa frontera este polaca, ya no quedaban dudas sobre el resultado de la invasión. Los pilotos polacos recibieron la orden de su comandante, el general Wladyslaw Jan Kalkus, de huir por el suroeste hacia la neutral Rumania.
Volaban en cualquier avión que pudieran conseguir, hacían auto-stop en coches que viajaban hacia el sur o se llegaban a la frontera rumana a pie. Desde allí por lo general se dirigían a Italia o Grecia, que aún eran neutrales y de allí a Francia y, finalmente a Inglaterra, donde eran acogidos por la RAF. Durante la batalla de Inglaterra lucharon valientemente alentados por su odio a los alemanes.
Uno de los primeros en escapar fue el mayor Mumler. Antes de abandonar su país voló en su P11 por toda Polonia para mantenerse fuera del alcance de los alemanes, y luego de los rusos. En una ocasión cuando ya se quedaba sin combustible aterrizó en una carretera junto a una columna polaca, milagrosamente tenían un barril de combustible. En su último aterrizaje en Polonia sobre una pista maltrecha, daño su rueda de cola por lo que supo que el próximo vuelo sería el último. "Me dije a mi mismo", escribió Mumler tiempo después, "es la última vez que despego. Y le hable a mi avión -tenía un alma humana- : "no me falles amigo". Despegué y puse rumbo a Rumanía, adonde solíamos ir de vacaciones antes de la guerra, de modo que conocía el país bastante bien. Ya casi había oscurecido, pero tenía que seguir adelante; crucé el río Dniester en la frontera rumano-polaca, luego el río Prut, y me dirigí río abajo hacía la base aérea de Czerniowce. Finalmente vi abajo un aeródromo lleno de aviones. De pronto recordé que había olvidado revisar el depósito de combustible. ¡Miré y estaba a cero! Aterricé un segundo después de que se parara la hélice."
Desde Rumania, Mumler viajó en tren a Belgrado, y luego a Atenas, de allí en barco a Marsella. Tras la caída de Francia, voló en un avión francés a Argelia y tomó un tren lleno de refugiados polacos a Casablanca. Finalmente un convoy británico se llevó a los polacos a Liverpool.
" El 17 de septiembre, exactamente un año desde que escapara de Polonia, me uní a la Batalla de Inglaterra en el gran 302º Escuadrón Polaco."
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RE: Aneccdotas curiosas de la WWII
La conquista de dinamarca
A las 6:15 de la mañana del 9 de Abril de 1940, nueve Junkers JU 52 sobrevolaban el fortín costero danés de la isla de Masnedö.
Unas figuras diminutas empezaron a caer de los aviones, segundos después, 100 paracaidas se abrían contra el plateado cielo del amanecer. Noventa y seis paracaidistas alemanes descendían flotando junto con una serie de cajas de metal con armas y munición extra. Así empezaba la primera operación de combate con paracaidas de la historia.
Los centinelas del fortín se encontraron con pistolas alemanas apuntándoles la cabeza antes de que pudieran caer en la cuenta de que estaban en guerra. El resto de la guarnición del fuerte, sorprendido en pleno sueño, se rindió sin oponer resistencia.
Otro destacamento de paracaidistas montó ametralladoras a lo largo del vital puente que unía Masnedö con Sjaelland, la isla en la que esta la capital Copenhague. En un solo golpe y sin derramamiento de sangre, los alemanes se habían hecho con uno de los enlaces más importantes del reino danés. En una segunda operación aerotransportada en la misma mañana, un pelotón de paracaidistas de la Luftwaffe capturó dos bases aéreas estratégicas cerca de Aalborg, en la península danesa de Jutlandia. Una vez más la resistencia fue escasa.
Tampoco hubo gran resistencia aquella mañana en la propia Copenhage. Poco después del amanecer, un batallón de 1000 soldados de infantería, introducidos de contrabando en el puerto de Copenhage por el transporte Hansestadt Danzing, desembarcaron rápidamente cerca de la estatua de la pequeña sirena de Hans Christian Andersen y cruzaron la ciudad a paso vivo hasta el palacio de Amalienborg, residencia del septuagenario rey de Dinamarca Cristián X. Un destacamento de centinelas perteneciente a la guardia del Rey, resplandecientes en uniformes azules y chacós de piel de oso, amartillaron sus fusiles y abrieron fuego. Los alemanes se pusieron a cubierto y respondieron, matando a seis centinelas e hiriendo a una docena.
Pero antes de que esta desigual batalla se prolongase, varias formaciones de bombarderos Heinkel 111 y Dornier 17 pasaron rugiendo sobre la ciudad. No lanzaron ni una sola bomba, pero la clara conclusión de que la Luftwaffe podía fácilmente convertir a la hermosa Copenhague en otra Varsovia convenció al Rey de que la resistencia era inútil. Ordenó el cese inmediato del fuego.
Hacia las 8:34, cerca de dos horas y media después de que los primeros paracaidistas saltaran de los Junkers 52, Hitler había engrosado su creciente imperio con un territorio de 41.280 kilómetros cuadrados, y una plataforma ideal para lanzarse a por su verdadero objetivo: Noruega.
A las 6:15 de la mañana del 9 de Abril de 1940, nueve Junkers JU 52 sobrevolaban el fortín costero danés de la isla de Masnedö.
Unas figuras diminutas empezaron a caer de los aviones, segundos después, 100 paracaidas se abrían contra el plateado cielo del amanecer. Noventa y seis paracaidistas alemanes descendían flotando junto con una serie de cajas de metal con armas y munición extra. Así empezaba la primera operación de combate con paracaidas de la historia.
Los centinelas del fortín se encontraron con pistolas alemanas apuntándoles la cabeza antes de que pudieran caer en la cuenta de que estaban en guerra. El resto de la guarnición del fuerte, sorprendido en pleno sueño, se rindió sin oponer resistencia.
Otro destacamento de paracaidistas montó ametralladoras a lo largo del vital puente que unía Masnedö con Sjaelland, la isla en la que esta la capital Copenhague. En un solo golpe y sin derramamiento de sangre, los alemanes se habían hecho con uno de los enlaces más importantes del reino danés. En una segunda operación aerotransportada en la misma mañana, un pelotón de paracaidistas de la Luftwaffe capturó dos bases aéreas estratégicas cerca de Aalborg, en la península danesa de Jutlandia. Una vez más la resistencia fue escasa.
Tampoco hubo gran resistencia aquella mañana en la propia Copenhage. Poco después del amanecer, un batallón de 1000 soldados de infantería, introducidos de contrabando en el puerto de Copenhage por el transporte Hansestadt Danzing, desembarcaron rápidamente cerca de la estatua de la pequeña sirena de Hans Christian Andersen y cruzaron la ciudad a paso vivo hasta el palacio de Amalienborg, residencia del septuagenario rey de Dinamarca Cristián X. Un destacamento de centinelas perteneciente a la guardia del Rey, resplandecientes en uniformes azules y chacós de piel de oso, amartillaron sus fusiles y abrieron fuego. Los alemanes se pusieron a cubierto y respondieron, matando a seis centinelas e hiriendo a una docena.
Pero antes de que esta desigual batalla se prolongase, varias formaciones de bombarderos Heinkel 111 y Dornier 17 pasaron rugiendo sobre la ciudad. No lanzaron ni una sola bomba, pero la clara conclusión de que la Luftwaffe podía fácilmente convertir a la hermosa Copenhague en otra Varsovia convenció al Rey de que la resistencia era inútil. Ordenó el cese inmediato del fuego.
Hacia las 8:34, cerca de dos horas y media después de que los primeros paracaidistas saltaran de los Junkers 52, Hitler había engrosado su creciente imperio con un territorio de 41.280 kilómetros cuadrados, y una plataforma ideal para lanzarse a por su verdadero objetivo: Noruega.
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RE: Aneccdotas curiosas de la WWII
La guerra tonta
Durante el otoño y el invierno de 1939, los escuadrones del Mando de Bombarderos de la R.A.F. empezaron a concentrarse en un nuevo cometido: esparcir volantes propagandísticos sobre Alemania. Los ingleses habían empezado a lanzar volantes la primera noche de la Guerra. Sin embargo una protesta pública por no bombardear a los nazis con nada más letal que el papel mientras Hitler devoraba y digería Polonia acabó con las campañas de los volantes. En aquella época se hizo popular el chiste de que a las tripulaciones se les había advertido que desataran los bultos de panfletos antes de lanzarlos, no fuera que hirieran a alguien abajo.
Durante el otoño y el invierno de 1939, los escuadrones del Mando de Bombarderos de la R.A.F. empezaron a concentrarse en un nuevo cometido: esparcir volantes propagandísticos sobre Alemania. Los ingleses habían empezado a lanzar volantes la primera noche de la Guerra. Sin embargo una protesta pública por no bombardear a los nazis con nada más letal que el papel mientras Hitler devoraba y digería Polonia acabó con las campañas de los volantes. En aquella época se hizo popular el chiste de que a las tripulaciones se les había advertido que desataran los bultos de panfletos antes de lanzarlos, no fuera que hirieran a alguien abajo.
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RE: Aneccdotas curiosas de la WWII
[citando a: meatonthetable]
bravo Santiagoruiz :plas:plas:plas:plas:plas!!!!
mi pequeña contribución: Jasper Maskelyne.
ilusionista británico que se unió con 37 años a la escuela de camuflage del ejército británico y fue destinado al norte de Africa.
ante los furiosos bombardeos de la Luftwaffe sobre Alejandría, se le encargó, a él y a su escogido equipo de 400 ayudantes la tarea de "esconder2 tan vital puerto. la solucción fue recrear uno idéntico en la bahía de Maryut, mediante la sabia utilización de luces simulando el mismo puerto y localidades aledañas, y edificos de quita y pon.
asimismo fue capaz de "disimular" el canal de Suez con el ingenioso empleo d eproyectores, antiaereos, que de hecho llegó a mejorar de tal manera que servían para deslumbrar y hacer perder el sentido de la altitud y orientación a los pilotos de noche (varios bombarderos cayeron víctima de su especial diseño de reflector denominado el pulverizador giratorio, y a punto estuvo el propio Jasper de caer en un ensayo del mismo).
también fue el responsable de dismiular la operación "lightfoot" que abrió la batalla del Alamein , mediante aquellos falsos camuflajes que simulaban que los tanques eran camiones y viceversa; cuyas lecciones, dos años depsués sirvieron para crear el famoso ejército fantasma de Patton que desembarcaría en Francia por el paso de Calais.
al parecer sus trucos debieron ser tan eficaces, que el gobierno británico ha establecido que sean material clasificado hasta el año 2046.
Para el que le interese, hay una magnifica novela, escrita por David Fisher, que narra los trabajos de Maskelyne en Africa durante la lucha contra el Afrika korps, se titula "EL MAGO DE LA GUERRA" y os la recomiendo a todos.
 Se que desde donde estes, sigues cuidando de mí...
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RE: Aneccdotas curiosas de la WWII
¿ que se siente en su primer vuelo en tiempos de guerra?
Pierre Clostermann -1942- (Piloto de la Royal Air Force)
13 h. 19 m. Silencio expectante sobre el paralizado aeródromo.
Tenemos los ojos fijos en Mouchotte, que consulta su reloj.
Al lado de cada avión, inmóvil, hay un mecánico, con el dedo puesto sobre el fusible de las baterías auxiliares de arranque... Otro monta guardia cerca de los extintores abiertos, extendidos sobre el césped.
La hebilla del paracaídas, mal puesta, me molesta horriblemente, pero es demasiado tarde para volverla a colocar.
13 h. 20 m. Mouchotte echa un vistazo a los doce Spitfire y empieza a manipular los compresores. Se oye el ruido de carraca del arranque y su hélice empieza a girar. Febrilmente, bajé los contactos.
- ¿Todo libre? ¡Contactos puestos!
Preciso como un reloj, el motor Rolls Royce de mi avión arranca al primer intento.
Los mecánicos no dan abasto... Quitan calzos, arrastran baterías, se agarran a los extremos de los planos, ayudando a los aviones a girar...
El NL-L del comandante rueda ya hacia la extremidad Norte del campo.
13 h. 22 m. Los motores de la 611 están en marcha y los doce Spitfire comienzan a alinearse entre una nube de polvo, alrededor del avión de Deere.
Detrás de ellos, nos ponemos nosotros en orden de batalla. Yo me coloco con el ala pegada a la de Martell.
Estoy sudando.
13 h. 24 m. Los veintiséis aviones están preparados, los motores giran al ralentí y las alas brillan al sol. Mientras, nos ajustamos bien las gafas y nos apretamos una vez más los tirantes del correaje.
13 h. 25 m. En la torre de control disparan un cohete blanco. Deere levanta el brazo y los trece aviones de la 611 se ponen en movimiento. A su vez Mouchotte levanta la mano enguantada y abre lentamente gases.
Con los ojos fijos en el extremo del plano de Martell y la mano empapada de sudor, realizo yo también la misma maniobra. Las colas se levantan, los Spitfires empiezan a rebotar torpemente sobre los estrechos campos de aterrizaje... Las ruedas se separan del suelo... Hemos despegado.
Bloqueo la palanca del tren, reduzco gases y ajusto el paso de la hélice.
Cruzamos en tromba por encima de la carretera que bordea la base. Un autobús se para y los pasajeros se asoman a las ventanillas para vernos pasar.
Conecto el deposito auxiliar y cierro los principales.
A duras penas, luchando con los mandos, logro mantenerme en formación
Nuestros Spitfire se deslizan hacia el Sur, a ras de los árboles y de los tejados, con un rugido de tormenta que debe espantar a la gente.
Sobrepasamos una colina cubierta de árboles y, sin transición, llegamos al mar. Junto a la costa, el agua está sucia y las olas aparecen coronadas de espuma. Dejamos a la izquierda el promontorio de Beachy Head. En el horizonte brumoso se ve una línea azul... ¡Francia! Pero inmediatamente descendemos volando a dos o tres metros del agua.
Las impresiones que recibí en aquella ocasión, aunque desordenadas, quedaron profundamente grabadas en mi memoria.
- Un guardacostas británico, cuya tripulación nos hacía señales con la mano... Una canoa del Air Sea Rescue en servicio de alerta...
De reojo, vigilaba el motor. La presión y la temperatura eran normales... conecté el colimador.
Un avión de la 611 batió alas, viró, y, tomando altura, puso rumbo a Inglaterra. Avería en el motor, seguro.
Por radio, muy lejanas, se oían las llamadas de los grupos de escolta... De repente, una voz clara, anuncia triunfante:
-¡Le he dado!
Se me encoge el corazón... Aquella voz me recordó que en el lugar al que nos dirigíamos, ya se había entablado el combate.
13 h. 50 m. Los veinticuatro Spitfire se encabritan de pronto y, todos al mismo tiempo, ascienden surcando el cielo a mil metros por minuto.
¡Por fin se divisa Francia!
Volábamos a quince mil pies.
El motor de mi Spitfire se para de repente y el aparato se abate de una manera brutal.
Por un momento, note que las piernas se me paralizaban, pero con el estómago en la boca y casi sin aliento, reaccioné instintivamente abriendo a toda prisa los depósitos principales de gasolina. ¡El auxiliar estaba ya vacío!
Mi falta de experiencia me había hecho emplear demasiada potencia para conservar la formación de patrulla y como es lógico, el motor consumió más gasolina de la prevista...
Un segundo de fluctuación, de nuevo el encendido, y el motor vuelve a ponerse en marcha. A todo gas, me uno otra vez a mi sección...
- Aviones de Brutus, lanzar vuestros bebes.
- Es la voz clara de Al Deere la que resuena en los auriculares ordenándonos arrojar los depósitos auxiliares.
Todavía temblando, tiro de la empuñadura, pidiendo a Dios que el mecanismo funcione... Una sacudida..., un derrape... y los veinticuatro depósitos caen dando tumbos.
- Hola, Brutus, Zona llamando, pasar a frecuencia C.
- Hola, Zona, Brutus responde, conectada frecuencia C.
- Hola, Brutus, ¡Zona corta!
Aprieto el botón C del cuadro selector de ondas. Se oye un chirrido y aparece la voz del jefe de grupo Holmes, el famoso controlador de Grass Seed.
- Hola, Jefe Brutus, Grass Seed llamando. Hay un gran lío sobre el objetivo. Continuad rumbo Cero, Nueve, Seis. Hay más de cuarenta bandidos, a 15 millas. Altitud 25.
- Hola, Grass Seed, Brutus responde. Rumbo Cero, Nueve, Seis. ¡Corto!
Mouchotte nos pone en formación de combate:
- Hola, Turban. Formación de combate. ¡Ahora!
Las tres secciones de cuatro Spitfire se separan. Más abajo, a mi izquierda, los Gimletes, hacen lo mismo.
- Aviones Brutus, abrir los ojos.
La cosa se pone seria.
Estamos a veintiséis mil pies.
Pasan cinco minutos.
El cielo, inmenso y libre de nubes, es de una pureza deslumbrante. El ruido estridente del motor aumenta la extraña sensación de aislamiento que se siente en un caza, pero cuando se habitúa uno a él, no constituye un estrépito ensordecedor, pues, poco a poco, se convierte en una música de fondo, sonora, pero neutra que acaba por asimilarse a un extraño y pesado silencio.
Pierre Clostermann -1942- (Piloto de la Royal Air Force)
13 h. 19 m. Silencio expectante sobre el paralizado aeródromo.
Tenemos los ojos fijos en Mouchotte, que consulta su reloj.
Al lado de cada avión, inmóvil, hay un mecánico, con el dedo puesto sobre el fusible de las baterías auxiliares de arranque... Otro monta guardia cerca de los extintores abiertos, extendidos sobre el césped.
La hebilla del paracaídas, mal puesta, me molesta horriblemente, pero es demasiado tarde para volverla a colocar.
13 h. 20 m. Mouchotte echa un vistazo a los doce Spitfire y empieza a manipular los compresores. Se oye el ruido de carraca del arranque y su hélice empieza a girar. Febrilmente, bajé los contactos.
- ¿Todo libre? ¡Contactos puestos!
Preciso como un reloj, el motor Rolls Royce de mi avión arranca al primer intento.
Los mecánicos no dan abasto... Quitan calzos, arrastran baterías, se agarran a los extremos de los planos, ayudando a los aviones a girar...
El NL-L del comandante rueda ya hacia la extremidad Norte del campo.
13 h. 22 m. Los motores de la 611 están en marcha y los doce Spitfire comienzan a alinearse entre una nube de polvo, alrededor del avión de Deere.
Detrás de ellos, nos ponemos nosotros en orden de batalla. Yo me coloco con el ala pegada a la de Martell.
Estoy sudando.
13 h. 24 m. Los veintiséis aviones están preparados, los motores giran al ralentí y las alas brillan al sol. Mientras, nos ajustamos bien las gafas y nos apretamos una vez más los tirantes del correaje.
13 h. 25 m. En la torre de control disparan un cohete blanco. Deere levanta el brazo y los trece aviones de la 611 se ponen en movimiento. A su vez Mouchotte levanta la mano enguantada y abre lentamente gases.
Con los ojos fijos en el extremo del plano de Martell y la mano empapada de sudor, realizo yo también la misma maniobra. Las colas se levantan, los Spitfires empiezan a rebotar torpemente sobre los estrechos campos de aterrizaje... Las ruedas se separan del suelo... Hemos despegado.
Bloqueo la palanca del tren, reduzco gases y ajusto el paso de la hélice.
Cruzamos en tromba por encima de la carretera que bordea la base. Un autobús se para y los pasajeros se asoman a las ventanillas para vernos pasar.
Conecto el deposito auxiliar y cierro los principales.
A duras penas, luchando con los mandos, logro mantenerme en formación
Nuestros Spitfire se deslizan hacia el Sur, a ras de los árboles y de los tejados, con un rugido de tormenta que debe espantar a la gente.
Sobrepasamos una colina cubierta de árboles y, sin transición, llegamos al mar. Junto a la costa, el agua está sucia y las olas aparecen coronadas de espuma. Dejamos a la izquierda el promontorio de Beachy Head. En el horizonte brumoso se ve una línea azul... ¡Francia! Pero inmediatamente descendemos volando a dos o tres metros del agua.
Las impresiones que recibí en aquella ocasión, aunque desordenadas, quedaron profundamente grabadas en mi memoria.
- Un guardacostas británico, cuya tripulación nos hacía señales con la mano... Una canoa del Air Sea Rescue en servicio de alerta...
De reojo, vigilaba el motor. La presión y la temperatura eran normales... conecté el colimador.
Un avión de la 611 batió alas, viró, y, tomando altura, puso rumbo a Inglaterra. Avería en el motor, seguro.
Por radio, muy lejanas, se oían las llamadas de los grupos de escolta... De repente, una voz clara, anuncia triunfante:
-¡Le he dado!
Se me encoge el corazón... Aquella voz me recordó que en el lugar al que nos dirigíamos, ya se había entablado el combate.
13 h. 50 m. Los veinticuatro Spitfire se encabritan de pronto y, todos al mismo tiempo, ascienden surcando el cielo a mil metros por minuto.
¡Por fin se divisa Francia!
Volábamos a quince mil pies.
El motor de mi Spitfire se para de repente y el aparato se abate de una manera brutal.
Por un momento, note que las piernas se me paralizaban, pero con el estómago en la boca y casi sin aliento, reaccioné instintivamente abriendo a toda prisa los depósitos principales de gasolina. ¡El auxiliar estaba ya vacío!
Mi falta de experiencia me había hecho emplear demasiada potencia para conservar la formación de patrulla y como es lógico, el motor consumió más gasolina de la prevista...
Un segundo de fluctuación, de nuevo el encendido, y el motor vuelve a ponerse en marcha. A todo gas, me uno otra vez a mi sección...
- Aviones de Brutus, lanzar vuestros bebes.
- Es la voz clara de Al Deere la que resuena en los auriculares ordenándonos arrojar los depósitos auxiliares.
Todavía temblando, tiro de la empuñadura, pidiendo a Dios que el mecanismo funcione... Una sacudida..., un derrape... y los veinticuatro depósitos caen dando tumbos.
- Hola, Brutus, Zona llamando, pasar a frecuencia C.
- Hola, Zona, Brutus responde, conectada frecuencia C.
- Hola, Brutus, ¡Zona corta!
Aprieto el botón C del cuadro selector de ondas. Se oye un chirrido y aparece la voz del jefe de grupo Holmes, el famoso controlador de Grass Seed.
- Hola, Jefe Brutus, Grass Seed llamando. Hay un gran lío sobre el objetivo. Continuad rumbo Cero, Nueve, Seis. Hay más de cuarenta bandidos, a 15 millas. Altitud 25.
- Hola, Grass Seed, Brutus responde. Rumbo Cero, Nueve, Seis. ¡Corto!
Mouchotte nos pone en formación de combate:
- Hola, Turban. Formación de combate. ¡Ahora!
Las tres secciones de cuatro Spitfire se separan. Más abajo, a mi izquierda, los Gimletes, hacen lo mismo.
- Aviones Brutus, abrir los ojos.
La cosa se pone seria.
Estamos a veintiséis mil pies.
Pasan cinco minutos.
El cielo, inmenso y libre de nubes, es de una pureza deslumbrante. El ruido estridente del motor aumenta la extraña sensación de aislamiento que se siente en un caza, pero cuando se habitúa uno a él, no constituye un estrépito ensordecedor, pues, poco a poco, se convierte en una música de fondo, sonora, pero neutra que acaba por asimilarse a un extraño y pesado silencio.
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RE: Aneccdotas curiosas de la WWII
Continuacion.
Seguimos sin novedad... Situación engañosa y consoladora al mismo tiempo. Los minutos se me hacen horas. Tengo la sensación de estar durmiendo con los ojos abiertos... El balanceo rítmico de los Spitfire escalonados, que suben y bajan lentamente; las hélices, que describen incansables circunferencias azules en un aire enrarecido que entumece, me van amodorrando. Todo me resulta irreal e indiferente... Recuerdo que me pregunté si la guerra sería siempre así.
- ¡Atención jefe Brutus! Grass Seed llamando. ¡Tres grupos de veinte boches se aproximan a vosotros por encima!
- Atención Brutus, amarillo uno llamando. Estelas de condensación a las tres.
Abrí desmesuradamente los ojos y repentinamente, vi las estelas de condensación de los aviones alemanes, que empezaban a converger sobre nosotros desde el Sur y desde el Este.
¡Santo Dios, a que velocidad se acercaban...! Quité el seguro de los cañones.
- Brutus llamando, no les quitéis la vista de encima y subid a toda velocidad.
Apreté la manilla de gases y con la hélice en paso corto, me fui acercando instintivamente al Spitfire de Martell...
Me sentía totalmente solo en el cielo, convertido de pronto en mi enemigo.
- ¡ Brutus llamando, abrid bien los ojos y preparados para romper a la izquierda!
¡Los tenemos encima!
A mil metros sobre nosotros comienza a tejerse una inmensa red y se ven brillar las finas siluetas cruciformes de los cazas alemanes.
¡Ya los tenemos encima!
Me sentí como fascinado... Se me hizo un nudo en la garganta y se me crisparon los dedos de los pies. El cierre del cinturón, las hebillas, los tirantes y las correas del atalaje y todo cuanto llevaba encima, empezó a oprimirme de repente.
- ¡Turban! ¡Romper a la izquierda!- mascullo Boudier, ordenando apartarse.
Como un relámpago, surgen ante mi las escarapelas del Spitfire de Martell. Dejo caer el mío con todas mis fuerzas, conecto la sobrepotencia y me pongo a su estela.
¿Dónde demonios están los boches? No me atrevo a mirar hacia atrás, y viro desesperadamente, quedando incrustado en el asiento por la fuerza centrífuga, con los ojos fijos en el avión de Martell, que vuelve y vira también en aquel momento, a cien metros delante de mi...
- ¡Gimlet! Atacad por la izquierda.
Me encuentro perdido en aquel maremágnum ...
- ¡Turban yellow dos! ¡Apártate!
- ¿Yelow dos? ¡Pero si soy yo!
De una fuerte patada en el palonier, aparto a mi Spit de su trayectoria y una amarga náusea de miedo me sube a la boca.
Dos estela rojas pasan a toda velocidad bailando por delante de mi parabrisas... ¡Por fin! ; ¡Era alemán, el primero que veía! Le identifiqué en seguida, un Focke Wulf 190.-
Tenía tan estudiadas la fotografías de los aparatos alemanes vistos desde todos los ángulos, que casi me hubiera sido imposible no reconocerle... El alemán después de largarme la ráfaga de trazadoras, atacó a Martell... ¡Sí, era un Focke Wulf!: las alas cortas, el motor en estrella, su larga cabina transparente formada de una sola pieza y los empenajes cortados en ángulo recto no dejaban lugar a dudas... Pero en las fotos faltaba la vibración de los colores la quilla pintada de amarillo pálido, la parte superior gris verdosa; las grandes cruces negras bordeadas de blanco- y la vibración de las alas, la silueta alargada, estilizada por la velocidad y el curioso aspecto que ofrecía su morro tan bajo...
Toda nuestra desenfrenada zarabanda de Spitfire parecía haberse desvanecido en el cielo. No vi ninguno. Mi jefe había desaparecido también.
Pero por eso no iba a perderme "mi" Focke Wulf. Además de repente, se me pasó el miedo.
Fugaces imágenes se superponen incoherentes...
Tres Focke Wulf agitando sus alas...
Trazadoras enredándose por todas partes...
Un paracaídas flotando en el aire como una bocanada de humo azul...
Me encogí, y, llevándome al vientre la palanca con las dos manos, me lancé a todo gas en una interminable espiral ascendente...
- ¡Atención!... ¡Apartarse!
Los gritos se entrecruzan en los auriculares. Quisiera comprender, captar una orden, un consejo... ¡Es inútil! Veo otro Focke Wulf con las alas iluminadas por las sacudidas de sus cañones, que no dejan de disparar; las estelas de color gris sucio de los tubos de escape, los hilos blancos de condensación en los extremos de las alas cuadradas.
No puedo distinguir sobre qué o quien dispara... Se eleva. Veo su quilla pintada de amarillo y sus cruces negras... Pica, cae del cielo como un proyectil y desaparece a lo lejos en la neblina del paisaje.
Pero veo otro a mi nivel, que vira hacia mí. ¡Cuidado! Recuerdo la frase de Al Deere, "¡Hacer siempre frente al que ataque!" Doy media vuelta, bruscamente y, sin saber como, me encuentro sobre el, con el dedo puesto en el disparador y sacudido hasta la médula de los huesos por el rugido de mis cañones que escupen cortas llamas...
Todo mi mundo, todas mis fuerzas se cristalizan en un solo pensamiento: "¡Que no se me vaya!"
Seguimos sin novedad... Situación engañosa y consoladora al mismo tiempo. Los minutos se me hacen horas. Tengo la sensación de estar durmiendo con los ojos abiertos... El balanceo rítmico de los Spitfire escalonados, que suben y bajan lentamente; las hélices, que describen incansables circunferencias azules en un aire enrarecido que entumece, me van amodorrando. Todo me resulta irreal e indiferente... Recuerdo que me pregunté si la guerra sería siempre así.
- ¡Atención jefe Brutus! Grass Seed llamando. ¡Tres grupos de veinte boches se aproximan a vosotros por encima!
- Atención Brutus, amarillo uno llamando. Estelas de condensación a las tres.
Abrí desmesuradamente los ojos y repentinamente, vi las estelas de condensación de los aviones alemanes, que empezaban a converger sobre nosotros desde el Sur y desde el Este.
¡Santo Dios, a que velocidad se acercaban...! Quité el seguro de los cañones.
- Brutus llamando, no les quitéis la vista de encima y subid a toda velocidad.
Apreté la manilla de gases y con la hélice en paso corto, me fui acercando instintivamente al Spitfire de Martell...
Me sentía totalmente solo en el cielo, convertido de pronto en mi enemigo.
- ¡ Brutus llamando, abrid bien los ojos y preparados para romper a la izquierda!
¡Los tenemos encima!
A mil metros sobre nosotros comienza a tejerse una inmensa red y se ven brillar las finas siluetas cruciformes de los cazas alemanes.
¡Ya los tenemos encima!
Me sentí como fascinado... Se me hizo un nudo en la garganta y se me crisparon los dedos de los pies. El cierre del cinturón, las hebillas, los tirantes y las correas del atalaje y todo cuanto llevaba encima, empezó a oprimirme de repente.
- ¡Turban! ¡Romper a la izquierda!- mascullo Boudier, ordenando apartarse.
Como un relámpago, surgen ante mi las escarapelas del Spitfire de Martell. Dejo caer el mío con todas mis fuerzas, conecto la sobrepotencia y me pongo a su estela.
¿Dónde demonios están los boches? No me atrevo a mirar hacia atrás, y viro desesperadamente, quedando incrustado en el asiento por la fuerza centrífuga, con los ojos fijos en el avión de Martell, que vuelve y vira también en aquel momento, a cien metros delante de mi...
- ¡Gimlet! Atacad por la izquierda.
Me encuentro perdido en aquel maremágnum ...
- ¡Turban yellow dos! ¡Apártate!
- ¿Yelow dos? ¡Pero si soy yo!
De una fuerte patada en el palonier, aparto a mi Spit de su trayectoria y una amarga náusea de miedo me sube a la boca.
Dos estela rojas pasan a toda velocidad bailando por delante de mi parabrisas... ¡Por fin! ; ¡Era alemán, el primero que veía! Le identifiqué en seguida, un Focke Wulf 190.-
Tenía tan estudiadas la fotografías de los aparatos alemanes vistos desde todos los ángulos, que casi me hubiera sido imposible no reconocerle... El alemán después de largarme la ráfaga de trazadoras, atacó a Martell... ¡Sí, era un Focke Wulf!: las alas cortas, el motor en estrella, su larga cabina transparente formada de una sola pieza y los empenajes cortados en ángulo recto no dejaban lugar a dudas... Pero en las fotos faltaba la vibración de los colores la quilla pintada de amarillo pálido, la parte superior gris verdosa; las grandes cruces negras bordeadas de blanco- y la vibración de las alas, la silueta alargada, estilizada por la velocidad y el curioso aspecto que ofrecía su morro tan bajo...
Toda nuestra desenfrenada zarabanda de Spitfire parecía haberse desvanecido en el cielo. No vi ninguno. Mi jefe había desaparecido también.
Pero por eso no iba a perderme "mi" Focke Wulf. Además de repente, se me pasó el miedo.
Fugaces imágenes se superponen incoherentes...
Tres Focke Wulf agitando sus alas...
Trazadoras enredándose por todas partes...
Un paracaídas flotando en el aire como una bocanada de humo azul...
Me encogí, y, llevándome al vientre la palanca con las dos manos, me lancé a todo gas en una interminable espiral ascendente...
- ¡Atención!... ¡Apartarse!
Los gritos se entrecruzan en los auriculares. Quisiera comprender, captar una orden, un consejo... ¡Es inútil! Veo otro Focke Wulf con las alas iluminadas por las sacudidas de sus cañones, que no dejan de disparar; las estelas de color gris sucio de los tubos de escape, los hilos blancos de condensación en los extremos de las alas cuadradas.
No puedo distinguir sobre qué o quien dispara... Se eleva. Veo su quilla pintada de amarillo y sus cruces negras... Pica, cae del cielo como un proyectil y desaparece a lo lejos en la neblina del paisaje.
Pero veo otro a mi nivel, que vira hacia mí. ¡Cuidado! Recuerdo la frase de Al Deere, "¡Hacer siempre frente al que ataque!" Doy media vuelta, bruscamente y, sin saber como, me encuentro sobre el, con el dedo puesto en el disparador y sacudido hasta la médula de los huesos por el rugido de mis cañones que escupen cortas llamas...
Todo mi mundo, todas mis fuerzas se cristalizan en un solo pensamiento: "¡Que no se me vaya!"
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RE: Aneccdotas curiosas de la WWII
Continuacion.
¿Y la corrección? ¡No es suficiente! ¡Tengo que hacer más cerrado el viraje!, más, más... Ya no hay nada que hacer. Se me ha escapado, pero mi dedo sigue apretando convulsivamente el disparador, apuntando al vacío... ¿Dónde estará el maldito boche? Me desconcierto al recordar la frase: "El avión que no has visto será, precisamente el que te derribe". Los latidos de mi corazón desbocado me resuenan en el estómago, en las sienes, en el cuello...
¡Allí está otra vez!, pero lejos... Entra en picado... ;le disparo, y... ¡fallé! Aunque fuera de mi alcance me obstino en dispararle la última ráfaga... Mi Spitfire vibra, pero el Focke Wulf es más rápido y desaparece indemne en la bruma.
Como por encanto el cielo queda limpio repentinamente... No se ve ni un avión. Estoy totalmente solo... Miro el indicador de gasolina, la aguja marca treinta y cinco galones, tengo que volver. Son las 14 h. 15 m.
- Hola, Turban amarillo dos, Turban amarillo uno llamando. ¿Estas bien?
- ¡Hola! Turban amarillo uno, Turban amarillo dos llamando. ¡Estoy bien y vuelvo a casa!
Llego al circuito de Biggin Hill, me deslizo entre dos secciones y me poso. ¡Había hecho mi primer gran incursión sobre Francia y había vuelto!
Muchos no lo lograron en su primera mision.
¿Y la corrección? ¡No es suficiente! ¡Tengo que hacer más cerrado el viraje!, más, más... Ya no hay nada que hacer. Se me ha escapado, pero mi dedo sigue apretando convulsivamente el disparador, apuntando al vacío... ¿Dónde estará el maldito boche? Me desconcierto al recordar la frase: "El avión que no has visto será, precisamente el que te derribe". Los latidos de mi corazón desbocado me resuenan en el estómago, en las sienes, en el cuello...
¡Allí está otra vez!, pero lejos... Entra en picado... ;le disparo, y... ¡fallé! Aunque fuera de mi alcance me obstino en dispararle la última ráfaga... Mi Spitfire vibra, pero el Focke Wulf es más rápido y desaparece indemne en la bruma.
Como por encanto el cielo queda limpio repentinamente... No se ve ni un avión. Estoy totalmente solo... Miro el indicador de gasolina, la aguja marca treinta y cinco galones, tengo que volver. Son las 14 h. 15 m.
- Hola, Turban amarillo dos, Turban amarillo uno llamando. ¿Estas bien?
- ¡Hola! Turban amarillo uno, Turban amarillo dos llamando. ¡Estoy bien y vuelvo a casa!
Llego al circuito de Biggin Hill, me deslizo entre dos secciones y me poso. ¡Había hecho mi primer gran incursión sobre Francia y había vuelto!
Muchos no lo lograron en su primera mision.
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RE: Aneccdotas curiosas de la WWII
Del lado aleman, experiencias de Heinz Knoke
29 de Abril de 1944
-¡Concentraciones de aviones enemigos en Dora-Dora.!
-¡Ahí vamos una vez más! El escuadrón reorganizado está listo para entrar en acción.
Tres divisiones de bombarderos lanzan una ofensiva desde sus bases en el área del Gran Yarmouth. Nuestros efectivos de Holanda informan de fuertes escoltas de aviones de combate; mis órdenes son atacar con mi escuadrón a los aviones de combate que forman la escolta, alejarlos y mantenerlos ocupados; mientras tanto, otros escuadrones de Focke Wulfs quedan en condiciones de lanzarse sobre los bombarderos con toda efectividad y sin ninguna interferencia.
Las 10:00 Horas: ¡Listo todo el escuadrón!
Tengo una línea directa, por tierra, desde mi aparato a la sala de control de la División; constantemente me transmiten informes sobra la situación que guarda el enemigo. Pasan sobre Amsterdam el extremo sur de la Bahía de Ijssel al norte de Deventer cruzan la frontera del Reich al oeste del Rhin.
A las 11:00 horas la punta de flecha de la formación se halla sobre el Rhin.
11:04: ¡Todo el escuadrón deberá despegar! ¡ el escuadrón completo emprende el vuelo!
La orden se escucha en todos los altavoces que hay instalados en el campo; se lanzan cohetes y luces de señales desde los puntos de dispersión de las escuadrillas; zumban los motores y ¡ahí vamos!. Las escuadrillas se elevan del aeródromo y describen un círculo a la izquierda, cerrándose después hasta formar un grupo compacto.
Conecto la radio y me comunico con la base:
-Nenes pesados en el sector Gustav-Quelle. Suban a Hanni-ocho-cero.
-Víctor, víctor,- respondo acatando las ordenes.
Seguimos ascendiendo en amplio círculo hacia la izquierda hasta alcanzar la altura requerida para entrar en operación, 20.000 22.000 25.000 pies.
Al Norte y al Sur de donde vamos volando van ascendiendo también otros escuadrones, en su mayoría compuestos por Focke-Wulf.
-Nenes pesados se hallan ahora en Gustav-Siegfried; Hanni-ocho-cero.
-Víctor, víctor.
Hemos llegado ahora a 30.000 pies de altura; Los supercargadores son algo maravilloso.
Las 11:30; por el occidente y debajo de donde volamos distingo las primeras estelas de vapor. Son Lightnings. Pocos minutos después vuelan directamente bajo nosotros, seguidos de los bombarderos pesados que se extienden en inmensa cadena hasta más allá de la distancia que puede abarcarse con la vista. Thunderbolts y Mustangs vuelan y revolotean describiendo espiral por encima de ellos y a los lados de la imponente formación.
En estos momentos nuestros Focke-Wulf se precipitan sobre ellos; inmediatamente me desprendo y desciendo sobre los Lightnings que tenemos bajo nosotros; nos localizan y dan vuelta en dirección a donde estamos para interceptar el ataque. Un grupo como de treinta Thunderbolts se adelanta también, de lado sur, para darnos el encuentro. Esto es exactamente lo que yo quería.
El camino queda así libre para los focke-Wulf; las primeras fortalezas están ya envueltas en llamas. El Mayor Moritz entra al ataque con su escuadrón.
Iniciamos así una lucha feroz en donde todos revolotean locamente. Nuestra misión está cumplida y ahora es cosa de que cada uno cuide de sí mismo. Durante varios minutos vuelo a la retaguardia de un Lightning que vuela como el mismo diablo; vira, desciende y se eleva nuevamente como un cohete, no hay momento en que pueda hacerle más que unos cuantos disparos.
Entonces cae volando en picada una flotilla de Mustang; sus proyectiles me rozan la cabeza; con ambas manos echo el bastón hacia atrás y el avión sube casi en vertical sacándome así de la situación comprometida. Mientras tanto, el sargento Drühe que llevo de ala, se mantiene volando tras de mí.
Una vez más tengo oportunidad de disparar sobre un Lightning y mi descarga da en el blanco; se desprende una columna de humo del motor derecho, pero me veo obligado a alejarme otra vez, porque al voltear distingo una columna de ocho Thundervolts que vienen a mi retaguardia. Los proyectiles enemigos vuelven a pasar rozándome la cabeza.
Evidentemente mis contrarios son veteranos en este juego. Hago un viraje, desciendo, vuelvo a subir, doy vuelta y describo una gaza, giro como huso y recurro al dispositivo de emergencia de metano, tratando de escapar en mi favorito "ascenso en tirabuzón". En no más de unos cuantos segundos, los malditos vuelven a estar detrás de mí; continúan disparando sin cesar y no entiendo porqué razón no llegan a tocarme; pero es lo que pasa.
Mi segundo sigue manteniéndose junto a mí como si estuviera pegado con goma, ya sea atrás o a un lado; le indico que siga así, pase lo que pase, y con toda calma responde:
-Víctor, víctor.
En lo que puedo llamar un golpe de suerte, uno de los yanquis queda al centro de mis miras; abro fuego con todos mis cañones y el aparato sube en ascenso pronunciado; para entonces todos sus camaradas vuelven a estar tras de mí.
A pesar del frío intenso que hace, el sudor me baña la cara. Este pleito es endiablado. Por momentos estoy pegado al asiento mientras doy una vuelta en corto y prácticamente toco el dosel con el pelo.
Cada segundo parece tener la duración de toda una vida.
Mientras tanto los Focke-Wulf han hecho un buen trabajo; he visto caer, envueltas en llamas, casi unas treinta fortalezas, pero todavía quedan varios cientos de bombarderos pesados que se abren paso volando, impávidos, hacia el Este. Es otro de los días en que Berlín va a sufrir horriblemente.
29 de Abril de 1944
-¡Concentraciones de aviones enemigos en Dora-Dora.!
-¡Ahí vamos una vez más! El escuadrón reorganizado está listo para entrar en acción.
Tres divisiones de bombarderos lanzan una ofensiva desde sus bases en el área del Gran Yarmouth. Nuestros efectivos de Holanda informan de fuertes escoltas de aviones de combate; mis órdenes son atacar con mi escuadrón a los aviones de combate que forman la escolta, alejarlos y mantenerlos ocupados; mientras tanto, otros escuadrones de Focke Wulfs quedan en condiciones de lanzarse sobre los bombarderos con toda efectividad y sin ninguna interferencia.
Las 10:00 Horas: ¡Listo todo el escuadrón!
Tengo una línea directa, por tierra, desde mi aparato a la sala de control de la División; constantemente me transmiten informes sobra la situación que guarda el enemigo. Pasan sobre Amsterdam el extremo sur de la Bahía de Ijssel al norte de Deventer cruzan la frontera del Reich al oeste del Rhin.
A las 11:00 horas la punta de flecha de la formación se halla sobre el Rhin.
11:04: ¡Todo el escuadrón deberá despegar! ¡ el escuadrón completo emprende el vuelo!
La orden se escucha en todos los altavoces que hay instalados en el campo; se lanzan cohetes y luces de señales desde los puntos de dispersión de las escuadrillas; zumban los motores y ¡ahí vamos!. Las escuadrillas se elevan del aeródromo y describen un círculo a la izquierda, cerrándose después hasta formar un grupo compacto.
Conecto la radio y me comunico con la base:
-Nenes pesados en el sector Gustav-Quelle. Suban a Hanni-ocho-cero.
-Víctor, víctor,- respondo acatando las ordenes.
Seguimos ascendiendo en amplio círculo hacia la izquierda hasta alcanzar la altura requerida para entrar en operación, 20.000 22.000 25.000 pies.
Al Norte y al Sur de donde vamos volando van ascendiendo también otros escuadrones, en su mayoría compuestos por Focke-Wulf.
-Nenes pesados se hallan ahora en Gustav-Siegfried; Hanni-ocho-cero.
-Víctor, víctor.
Hemos llegado ahora a 30.000 pies de altura; Los supercargadores son algo maravilloso.
Las 11:30; por el occidente y debajo de donde volamos distingo las primeras estelas de vapor. Son Lightnings. Pocos minutos después vuelan directamente bajo nosotros, seguidos de los bombarderos pesados que se extienden en inmensa cadena hasta más allá de la distancia que puede abarcarse con la vista. Thunderbolts y Mustangs vuelan y revolotean describiendo espiral por encima de ellos y a los lados de la imponente formación.
En estos momentos nuestros Focke-Wulf se precipitan sobre ellos; inmediatamente me desprendo y desciendo sobre los Lightnings que tenemos bajo nosotros; nos localizan y dan vuelta en dirección a donde estamos para interceptar el ataque. Un grupo como de treinta Thunderbolts se adelanta también, de lado sur, para darnos el encuentro. Esto es exactamente lo que yo quería.
El camino queda así libre para los focke-Wulf; las primeras fortalezas están ya envueltas en llamas. El Mayor Moritz entra al ataque con su escuadrón.
Iniciamos así una lucha feroz en donde todos revolotean locamente. Nuestra misión está cumplida y ahora es cosa de que cada uno cuide de sí mismo. Durante varios minutos vuelo a la retaguardia de un Lightning que vuela como el mismo diablo; vira, desciende y se eleva nuevamente como un cohete, no hay momento en que pueda hacerle más que unos cuantos disparos.
Entonces cae volando en picada una flotilla de Mustang; sus proyectiles me rozan la cabeza; con ambas manos echo el bastón hacia atrás y el avión sube casi en vertical sacándome así de la situación comprometida. Mientras tanto, el sargento Drühe que llevo de ala, se mantiene volando tras de mí.
Una vez más tengo oportunidad de disparar sobre un Lightning y mi descarga da en el blanco; se desprende una columna de humo del motor derecho, pero me veo obligado a alejarme otra vez, porque al voltear distingo una columna de ocho Thundervolts que vienen a mi retaguardia. Los proyectiles enemigos vuelven a pasar rozándome la cabeza.
Evidentemente mis contrarios son veteranos en este juego. Hago un viraje, desciendo, vuelvo a subir, doy vuelta y describo una gaza, giro como huso y recurro al dispositivo de emergencia de metano, tratando de escapar en mi favorito "ascenso en tirabuzón". En no más de unos cuantos segundos, los malditos vuelven a estar detrás de mí; continúan disparando sin cesar y no entiendo porqué razón no llegan a tocarme; pero es lo que pasa.
Mi segundo sigue manteniéndose junto a mí como si estuviera pegado con goma, ya sea atrás o a un lado; le indico que siga así, pase lo que pase, y con toda calma responde:
-Víctor, víctor.
En lo que puedo llamar un golpe de suerte, uno de los yanquis queda al centro de mis miras; abro fuego con todos mis cañones y el aparato sube en ascenso pronunciado; para entonces todos sus camaradas vuelven a estar tras de mí.
A pesar del frío intenso que hace, el sudor me baña la cara. Este pleito es endiablado. Por momentos estoy pegado al asiento mientras doy una vuelta en corto y prácticamente toco el dosel con el pelo.
Cada segundo parece tener la duración de toda una vida.
Mientras tanto los Focke-Wulf han hecho un buen trabajo; he visto caer, envueltas en llamas, casi unas treinta fortalezas, pero todavía quedan varios cientos de bombarderos pesados que se abren paso volando, impávidos, hacia el Este. Es otro de los días en que Berlín va a sufrir horriblemente.
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RE: Aneccdotas curiosas de la WWII
Continuacion
La aguja del indicador del combustible marca el cero; la luz roja empieza a flamear dando el aviso; diez minutos más y el tanque quedará vacío; desciendo en espiral cerrada y los Thunderbolts se alejan. Momentos antes de llegar a las nubes, como a 3.000 pies de altura enderezo el vuelo y calculo que debo estar en las cercanías de Brunswick o Hildesheim. Veo el reloj, quizás dentro de unos cuarenta y cinco minutos volveré a estar sobre el "callejón de bombarderos"; tal vez, entonces, logre tener uno de los gruesos bombarderos en el centro de mis miras.
En lo alto, el cielo sigue todavía manchado con estelas de vapor, marcadas con el sello de esa infernal lucha. Repentinamente el sargento que va conmigo vira en redondo y se pierde en el blanco de las nubes. ¿Qué diablos pasa ahora?
Como relámpago vuelvo la vista a mi alrededor e instintivamente agacho la cabeza; hay un Thunderbolt que vuela directamente a mis espaldas y lo siguen otros siete más; todos abren fuego y sus descargas dan en el blanco. Mi ala derecha prorrumpe en llamas. En espiral me desvío hacia la izquierda y entro en las nubes; delante de mí surge una sombra; es otro Thunderbolt; abro fuego y su cola empieza a incendiarse.
Ahora puedo ver tierra, desprendo el dosel y estoy listo para arrojarme en el paracaídas cuando vuelve el rat-tat-tat de las ametralladoras cuyos proyectiles silban cerca de mis oídos y nuevos martillazos golpean mi avión que ya se encuentra en llamas. El Thunderbolt está allí otra vez, a no más de 100 pies de distancia, tras de mí.
¡Maldición! Quedaré convertido en picadillo por su hélice si trato de saltar ahora. Me precipito y trato de encogerme en el asiento, achicándome todo lo posible; la lámina blindada que llevo a la espalda me protege de los disparos que de otro modo serían mortales; las alas y el fuselaje son acribillados a tiros y junto a mi pierna derecha se abre un gran boquete. Las llamas están acercándose todavía más; empiezo a sentir el calor.
¡Zas! El tablero de instrumentos vuela en pedazos ante mis ojos; algo me golpea la cabeza; el motor se para no queda una gota de combustible, ¡Maldición! No tengo escapatoria.
Desde luego que la velocidad que llevo disminuye rápidamente y eso hace que las andanadas de mi contrario pasen por encima del aparato. Solo por unos cuantos segundos queda al centro de mis miras, pero es lo suficiente para llevármelo conmigo; oprimo los dos gatillos y me percato que estoy temblando por la tensión nerviosa. ¡ Sí pudiera llevármelo!.
La andanada hace blanco perfecto en el centro del fuselaje; el enemigo levanta el avión en ascenso rápido; momentos después está en llamas; se abre el dosel y aparece el cuerpo del piloto.
La tierra sube con violencia vertiginosa, ya es tarde para que pueda lanzarme en paracaídas; cruzo sobre extensos campos; el avión baja la nariz y queda en tierra; las llamas suben y poco falta para que me quemen la cara; el aire se llena de tierra; sigue un golpe seco, pesado, sordo, y el avión patina en una nube de polvo hasta cavar su propia tumba en el terreno flojo. Levanto los brazos para cubrirme la cara y aprieto las piernas contra la barra del timón, todo pasa en menos de un segundo. Algo se estrella en mi cabeza con fuerza arrolladora y me deja aturdido.
¡Esto debe ser el fin! Es mi último pensamiento antes de perder el sentido.
No recuerdo cómo logré escapar de aquel avión en llamas, pero desde luego debo haberlo hecho. Es imposible hilar los pensamientos, lo único que sé es que no cesa el horrible dolor de cabeza que tengo. Recuerdo que las balas siguen silbándome en los oídos, tropiezo y caigo, pero sin saber cómo vuelvo a estar de pie; la única idea que me obsesiona es alejarme antes de que sobrevenga la explosión final; la brillantez de las llamas que consumen mi aparato contrasta vivamente con el palio de humo negro que va elevándose hasta perderse en el cielo.
A unos cuantos cientos de yardas de distancia, arde otro aparato; confusamente pienso que debe tratarse de mi yanki. ¡Sí me quitara el dolor! ¡mi cabeza! ¡mi cabeza!. Con ambas manos hago el intento de tocármela, pero caigo de rodillas, el mundo me da vueltas vertiginosamente; me ataca la náusea recurrente hasta que solo me queda el sabor de las bilis negras.
Los otros siete Thunderbolts siguen arrojándose sobre mí; no cesan de disparar; parece interminable la distancia que media hasta la orilla del camino donde puede haber relativa seguridad finalmente caigo rodando dentro de la zanja y vuelvo a perder el conocimiento. He llegado al extremo de la cuerda
Cuando recobro el sentido, me doy cuenta que junto a mí hay un hombre parado, inmóvil que está mirándome fijamente. Es alto como un árbol joven.
¡Un americano!
La aguja del indicador del combustible marca el cero; la luz roja empieza a flamear dando el aviso; diez minutos más y el tanque quedará vacío; desciendo en espiral cerrada y los Thunderbolts se alejan. Momentos antes de llegar a las nubes, como a 3.000 pies de altura enderezo el vuelo y calculo que debo estar en las cercanías de Brunswick o Hildesheim. Veo el reloj, quizás dentro de unos cuarenta y cinco minutos volveré a estar sobre el "callejón de bombarderos"; tal vez, entonces, logre tener uno de los gruesos bombarderos en el centro de mis miras.
En lo alto, el cielo sigue todavía manchado con estelas de vapor, marcadas con el sello de esa infernal lucha. Repentinamente el sargento que va conmigo vira en redondo y se pierde en el blanco de las nubes. ¿Qué diablos pasa ahora?
Como relámpago vuelvo la vista a mi alrededor e instintivamente agacho la cabeza; hay un Thunderbolt que vuela directamente a mis espaldas y lo siguen otros siete más; todos abren fuego y sus descargas dan en el blanco. Mi ala derecha prorrumpe en llamas. En espiral me desvío hacia la izquierda y entro en las nubes; delante de mí surge una sombra; es otro Thunderbolt; abro fuego y su cola empieza a incendiarse.
Ahora puedo ver tierra, desprendo el dosel y estoy listo para arrojarme en el paracaídas cuando vuelve el rat-tat-tat de las ametralladoras cuyos proyectiles silban cerca de mis oídos y nuevos martillazos golpean mi avión que ya se encuentra en llamas. El Thunderbolt está allí otra vez, a no más de 100 pies de distancia, tras de mí.
¡Maldición! Quedaré convertido en picadillo por su hélice si trato de saltar ahora. Me precipito y trato de encogerme en el asiento, achicándome todo lo posible; la lámina blindada que llevo a la espalda me protege de los disparos que de otro modo serían mortales; las alas y el fuselaje son acribillados a tiros y junto a mi pierna derecha se abre un gran boquete. Las llamas están acercándose todavía más; empiezo a sentir el calor.
¡Zas! El tablero de instrumentos vuela en pedazos ante mis ojos; algo me golpea la cabeza; el motor se para no queda una gota de combustible, ¡Maldición! No tengo escapatoria.
Desde luego que la velocidad que llevo disminuye rápidamente y eso hace que las andanadas de mi contrario pasen por encima del aparato. Solo por unos cuantos segundos queda al centro de mis miras, pero es lo suficiente para llevármelo conmigo; oprimo los dos gatillos y me percato que estoy temblando por la tensión nerviosa. ¡ Sí pudiera llevármelo!.
La andanada hace blanco perfecto en el centro del fuselaje; el enemigo levanta el avión en ascenso rápido; momentos después está en llamas; se abre el dosel y aparece el cuerpo del piloto.
La tierra sube con violencia vertiginosa, ya es tarde para que pueda lanzarme en paracaídas; cruzo sobre extensos campos; el avión baja la nariz y queda en tierra; las llamas suben y poco falta para que me quemen la cara; el aire se llena de tierra; sigue un golpe seco, pesado, sordo, y el avión patina en una nube de polvo hasta cavar su propia tumba en el terreno flojo. Levanto los brazos para cubrirme la cara y aprieto las piernas contra la barra del timón, todo pasa en menos de un segundo. Algo se estrella en mi cabeza con fuerza arrolladora y me deja aturdido.
¡Esto debe ser el fin! Es mi último pensamiento antes de perder el sentido.
No recuerdo cómo logré escapar de aquel avión en llamas, pero desde luego debo haberlo hecho. Es imposible hilar los pensamientos, lo único que sé es que no cesa el horrible dolor de cabeza que tengo. Recuerdo que las balas siguen silbándome en los oídos, tropiezo y caigo, pero sin saber cómo vuelvo a estar de pie; la única idea que me obsesiona es alejarme antes de que sobrevenga la explosión final; la brillantez de las llamas que consumen mi aparato contrasta vivamente con el palio de humo negro que va elevándose hasta perderse en el cielo.
A unos cuantos cientos de yardas de distancia, arde otro aparato; confusamente pienso que debe tratarse de mi yanki. ¡Sí me quitara el dolor! ¡mi cabeza! ¡mi cabeza!. Con ambas manos hago el intento de tocármela, pero caigo de rodillas, el mundo me da vueltas vertiginosamente; me ataca la náusea recurrente hasta que solo me queda el sabor de las bilis negras.
Los otros siete Thunderbolts siguen arrojándose sobre mí; no cesan de disparar; parece interminable la distancia que media hasta la orilla del camino donde puede haber relativa seguridad finalmente caigo rodando dentro de la zanja y vuelvo a perder el conocimiento. He llegado al extremo de la cuerda
Cuando recobro el sentido, me doy cuenta que junto a mí hay un hombre parado, inmóvil que está mirándome fijamente. Es alto como un árbol joven.
¡Un americano!
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RE: Aneccdotas curiosas de la WWII
Continuacion
Trato de sentarme al borde de la zanja y el gigantón se sienta a mi lado, al principio ninguno de los dos hablamos; todo lo que puedo hacer es apoyar los codos sobre las rodillas y sostenerme la cabeza que parece reventarme en las manos. El Iñaki me ofrece un cigarrillo; le doy las gracias pero no le acepto sino que le tiendo uno de los míos; también lo rehúsa y cada uno enciende el suyo.
-¿Es usted quien volaba el Messerschmitt?
-Si.
-¿Está herido?
-Así parece.
-Está sangrándole la parte de atrás de la cabeza.
Siento que me corre la sangre hasta el cuello. El yanqui prosigue:
-¿Realmente fue usted quien me derribó?
-Si.
-¡Pero es que no puedo imaginarme cómo pudo hacerlo! Su avión era un haz en llamas.
-¡No lo sé!
El americano explica que me alcanzó a ver encima de las nubes y se lanzó tras de mi con sus hombres. Después añade:
-Parecía algo así como un golpecito de suerte.
-¿Cuál fue la idea de volar delante de mi cuando se paró mi motor? Le pregunto a mi vez.
-Por el exceso de velocidad; además, nunca se me ocurrió que todavía podía usted llegar a disparar.
-Ese fue su error.
Ríe y comenta:
-Me supongo que no soy el primero que derriba usted ¿o sí?.
-No, con usted son veintiséis.
El americano me comenta que ha derribado a diecisiete alemanes. En pocos días más iba a regresar a su casa; ve el anillo que llevo en el dedo y me pregunta si soy casado.
-Si, y tengo dos chiquillas,- le muestro el retrato de Lilo e Ingrid.
-Encantadoras, dice inclinando la cabeza en señal de aprobación. De veras que están encantadoras.
Me siento contento de que le gusten; también el es casado; su esposa, que ahora le espera, aguardará en vano. Con cierta ansiedad, el grandullón me pregunta qué será del él ahora. Le explico que será enviado a un campo especial destinado a los aviadores americanos.
-¿Es usted oficial?
-Si, soy capitán.
-En ese caso, le enviarán a un campamento de oficiales; le tratarán bien, nuestros prisioneros son tan bien tratados como los suyos.
Más o menos durante media hora sostenemos amena charla; me da la impresión de ser un hombre decente; no surge ni la menor sombra de odio entre nosotros; además no hay razón para ello; por el contrario, mucho hay de común entre los dos: somos pilotos y ambos acabamos de escapar a la muerte por un reducido margen.
Un piquete de soldados, de una batería de reflectores buscadores que está cerca, llegan hasta nosotros y nos apuntan con los rifles.
-¡Abajo esa maldita artillería, idiotas! Les grito yo.
Sobre la carretera hay un camión que nos espera; en la parte de atrás van apiñados seis yankis de una fortaleza, están muy lóbregos. Mi capitán y yo nos sentamos junto a ellos y aun cuando me siento morir, trato de alegrar el cotarro con unos cuantos chistes. Por el camino recogemos más yankis que fueron derribados; uno de ellos va muy mal herido de una pierna; me hago cargo de que nuestra gente lo alce con cuidado al subirlo al camión. Nos conducen al aeródromo de Brunswick en Britzum y allí me despido de mis compañeros de infortunio y todos nos estrechamos la mano.
-¡Buena suerte!
-¡La mejor para todos!
-¡Hasta la vista!
Una hora más tarde, Barren se presenta y me lleva volando en un "Aroda".
Todo el escuadrón regresó al campo sin haber sufrido bajas. Soy el único a quien derribaron. Más tarde, en la sala de operaciones, vuelvo a perder el conocimiento; me llevan hasta mi alojamiento donde me ataca una fiebre muy alta. Finalmente, por la noche, soy internado en el hospital.-
Trato de sentarme al borde de la zanja y el gigantón se sienta a mi lado, al principio ninguno de los dos hablamos; todo lo que puedo hacer es apoyar los codos sobre las rodillas y sostenerme la cabeza que parece reventarme en las manos. El Iñaki me ofrece un cigarrillo; le doy las gracias pero no le acepto sino que le tiendo uno de los míos; también lo rehúsa y cada uno enciende el suyo.
-¿Es usted quien volaba el Messerschmitt?
-Si.
-¿Está herido?
-Así parece.
-Está sangrándole la parte de atrás de la cabeza.
Siento que me corre la sangre hasta el cuello. El yanqui prosigue:
-¿Realmente fue usted quien me derribó?
-Si.
-¡Pero es que no puedo imaginarme cómo pudo hacerlo! Su avión era un haz en llamas.
-¡No lo sé!
El americano explica que me alcanzó a ver encima de las nubes y se lanzó tras de mi con sus hombres. Después añade:
-Parecía algo así como un golpecito de suerte.
-¿Cuál fue la idea de volar delante de mi cuando se paró mi motor? Le pregunto a mi vez.
-Por el exceso de velocidad; además, nunca se me ocurrió que todavía podía usted llegar a disparar.
-Ese fue su error.
Ríe y comenta:
-Me supongo que no soy el primero que derriba usted ¿o sí?.
-No, con usted son veintiséis.
El americano me comenta que ha derribado a diecisiete alemanes. En pocos días más iba a regresar a su casa; ve el anillo que llevo en el dedo y me pregunta si soy casado.
-Si, y tengo dos chiquillas,- le muestro el retrato de Lilo e Ingrid.
-Encantadoras, dice inclinando la cabeza en señal de aprobación. De veras que están encantadoras.
Me siento contento de que le gusten; también el es casado; su esposa, que ahora le espera, aguardará en vano. Con cierta ansiedad, el grandullón me pregunta qué será del él ahora. Le explico que será enviado a un campo especial destinado a los aviadores americanos.
-¿Es usted oficial?
-Si, soy capitán.
-En ese caso, le enviarán a un campamento de oficiales; le tratarán bien, nuestros prisioneros son tan bien tratados como los suyos.
Más o menos durante media hora sostenemos amena charla; me da la impresión de ser un hombre decente; no surge ni la menor sombra de odio entre nosotros; además no hay razón para ello; por el contrario, mucho hay de común entre los dos: somos pilotos y ambos acabamos de escapar a la muerte por un reducido margen.
Un piquete de soldados, de una batería de reflectores buscadores que está cerca, llegan hasta nosotros y nos apuntan con los rifles.
-¡Abajo esa maldita artillería, idiotas! Les grito yo.
Sobre la carretera hay un camión que nos espera; en la parte de atrás van apiñados seis yankis de una fortaleza, están muy lóbregos. Mi capitán y yo nos sentamos junto a ellos y aun cuando me siento morir, trato de alegrar el cotarro con unos cuantos chistes. Por el camino recogemos más yankis que fueron derribados; uno de ellos va muy mal herido de una pierna; me hago cargo de que nuestra gente lo alce con cuidado al subirlo al camión. Nos conducen al aeródromo de Brunswick en Britzum y allí me despido de mis compañeros de infortunio y todos nos estrechamos la mano.
-¡Buena suerte!
-¡La mejor para todos!
-¡Hasta la vista!
Una hora más tarde, Barren se presenta y me lleva volando en un "Aroda".
Todo el escuadrón regresó al campo sin haber sufrido bajas. Soy el único a quien derribaron. Más tarde, en la sala de operaciones, vuelvo a perder el conocimiento; me llevan hasta mi alojamiento donde me ataca una fiebre muy alta. Finalmente, por la noche, soy internado en el hospital.-
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