D. SANTIAGO DE LINIERS Y BREMONTSantiago Antonio María de Liniers y Bremond (en francés: Jacques de Liniers, Niort, Francia, 25 de julio de 1753 – Cabeza de Tigre, cercanías de Cruz Alta, Intendencia de Córdoba, Virreinato de la Plata, 26 de agosto de 1810) fue un noble y militar de origen francés, caballero de la Orden de San Juan y de Montesa que se desempeñó como funcionario de la Corona de España y que por su destacada actuación en las dos fallidas Invasiones Inglesas, fue nombrado virrey del Río de la Plata entre 1807 y 1809, y en este último año, fue favorecido por Real Cédula con el título de conde de Buenos Aires. Fue el penúltimo virrey del Virreinato del Río de la Plata
Del escarmiento del Inglés memoria,
y de Liniers en Buenos Aires gloria
Dístico escrito al pie de las banderas británicas conservadas en el convento de Santo Domingo en Buenos Aires
Santiago José María de Liniers había nacido el 25 de julio de 1753 en la ciudad de Niort, de la antigua provincia de Poitou, en el occidente central del Reino de Francia, siendo hijo de Jacques Joseph Louis de Liniers (n. 9 de diciembre de 1723) —o bien castellanizado como Santiago José Luis de Liniers— caballero de San Luis, conde de Liniers y señor de Grand-Breuil, La Vallée, Cran y Chaban de la Poussardière, y desde 1758, subrigadier de la marina de Francia, hijo a su vez del señor de Saint-Pompain, Joseph de Liniers, y de Marie Avice. Su madre era Henriette Thérèse de Brémond d'Ars —o bien, Enriqueta Teresa de Bremond— una hermana del marqués de Bremond e hija del señor de Vernoux, Jacques de Brémond d'Ars, y de Suzanne Marguerite Aymer.
Por lo tanto su familia pertenecía a la antigua nobleza francesa del Poitou, con una gran tradición católica y militar, que se quedaron al margen de la Ilustración de París.
Entrando en la adolescencia, Santiago José de Liniers se vio beneficiado por el tercer Pacto de Familia de 1761, que permitió a los franceses participar en las empresas militares de España, en igualdad de derechos y obligaciones que los españoles. Ingresó en la escuela militar de la Orden de San Juan, donde después de tres años egresó, en 1768, con la cruz de caballero de Malta. Luego, en las siguientes décadas, se trasformaría también en capitán de navío de la Real Armada Española, Comandante General de Armas de Buenos Aires, virrey del Río de la Plata y ya en 1807, caballero de la Orden de Montesa.
En Francia llegó a subteniente de caballería en el regimiento de Royal-Piémont. Permaneció durante seis años en la guarnición, sin esperanza de ascenso. Golpeada por la guerra de los Siete Años, Francia se encontraba ya en paz, y el ministro Turgot —nombrado por el joven rey Luis XVI— redujo el presupuesto del ejército, dejando pocas oportunidades para los jóvenes oficiales como Liniers. Por ello terminó por solicitar la baja en 1774.
Al año siguiente se trasladó a Cádiz para ingresar en la armada española, siendo destinado como oficial en mayo de 1775 al puerto de Cartagena, en donde integró la flota de Pedro González Castejón, con cuarenta y seis buques, bajo las órdenes del general irlandés Alejandro O'Reilly, quien le asignó el navío «San José» como edecán del príncipe Camilo de Rohan.
La escuadra zarpó de Cartagena con el objetivo de lanzar una expedición contra Argel, lugar al que atacaron sin éxito a comienzos de julio. En cuanto regresó a la península, ingresó en la «Real Compañía de Caballeros Guardias Marinas», en noviembre del citado año.
En marzo de 1776, con el rango de Alférez de Fragata, participó del patrullaje naval por el Mediterráneo, y a finales del mismo año, zarpó de Cádiz con destino a Sudamérica.
El 3 de noviembre de 1776, desde Cádiz se embarcó hacia el flamante Virreinato del Río de la Plata, integrando una escuadra bajo las órdenes de Pedro de Ceballos, y de esta forma participó en la ocupación de la isla de Santa Catarina el 22 de febrero de 1777 —pero abandonada el 1 de octubre— y en el ataque a Colonia del Sacramento el 22 de mayo del citado año que se lograría conservar definitivamente, bajo la soberanía española.
Entre 1779 y 1781 fue oficial del navío «San Vicente», perteneciente a la escuadra franco-hispana que luchó contra la flota inglesa. Por su acción en el sitio de Mahón y en la conquista de Menorca, fue ascendido a teniente de navío. Luego actuó en el sitio de Gibraltar y por su acción en la toma de un corsario inglés, fue ascendido a capitán de fragata.
Hacia 1782 en Málaga, se unió en matrimonio con Juana Úrsula de Menvielle (m. 24 de marzo de 1790), con quien tuvo un único hijo. Éste fue Luis de Liniers y Menvielle (Málaga, 1783 - San Fernando, 21 de febrero de 1816), conde de Liniers desde 1809 —título francés que heredó de su tío residente en Buenos Aires— y el de conde de Buenos Aires, heredado de su padre en 1810 que en anuencia con España, lo transformó en conde de La Lealtad. Casado el 2 de marzo de 1815 con Rita Martínez de Junquera y Vélez de Guevara, con quien tuvo un hijo, que le sobrevivió, pero que falleció al poco tiempo, llamado Santiago de Liniers y Martínez Junquera, siendo el III conde de La Lealtad.
En 1788 fue enviado nuevamente al Río de la Plata para organizar una flotilla de cañoneras, llevando en este viaje a su hijo Luis y a su primera esposa. Pero al fallecer su cónyuge, Liniers contrajo nuevo enlace pero esta vez en Buenos Aires, el 3 de agosto de 1791, con María Martina de Sarratea y Altolaguirre (Buenos Aires, 20 de febrero de 1772 - delta del Parana, 27 de abril de 1805) quien de su padre —el vasco-español Martín Simón de Sarratea e Idígoras5 (Oñate de Guipúzcoa, 1743 - Buenos Aires, 1811)6 casado desde el 11 de febrero de 1767 con Tomasa Altolaguirre Pando (n. 20 de diciembre de 1749), padres también de Juana y Manuel de Sarratea, entre otros— había recibido en usufructo la casona paterna en el barrio de la Bajada de los Dominicos, construida en 1788. De este segundo enlace tuvo ocho hijos
Años después, Liniers dirigió la fortificación de Montevideo y en 1796 obtuvo el grado de capitán de navío como jefe de la escuadrilla española.
Como integrante del Consejo de Guerra de Oficiales Graduados fue citado a fin de juzgar al teniente de infantería Félix Gómez, quien estaba acusado de abandono de su puesto fronterizo durante la guerra con Portugal, siendo jefe de San Gabriel de Batoví —villa fundada el 2 de noviembre de 1800, en el lugar de la guardia precedente, por el español Félix de Azara— porque el 29 de junio de 1801 las tropas portuguesas al mando del coronel Patrício Corrêia da Câmara, primer vizconde de Pelotas, destruyeran la población y cuyos habitantes fueran trasladados a 6 km al este, en donde consideraban que era territorio brasileño. Liniers debía presentarse el día 18 de enero pero tuvo que postergar su viaje al ser llamado por el virrey el día 15 del corriente.
Juró en Buenos Aires el 1 de noviembre de 1802 como gobernador de las Misiones Guaraníes, cargo que el virrey Joaquín del Pino y Rozas lo había asignado y ocuparía el puesto el día 5 del citado año.13 Allí realizó un importante estudio político y científico de la zona.
En 1804 fue nombrado por el virrey Rafael de Sobremonte jefe de la estación naval de Buenos Aires, pero pronto sería trasladado a la Ensenada de Barragán. Se sentía desplazado por otros oficiales españoles, pues creía tener méritos para un destino mejor. Luego de dos años de gestión en el nordeste rioplatense debía volver a la capital virreinal.
Durante el viaje en sumaca desde Candelaria (Misiones) a Buenos Aires, el 27 de abril de 1805 y pasando por el delta del río Paraná, falleció su segunda esposa María Martina al dar a luz a María Dolores, tal vez por contraer una infección posparto, producto de una epidemia que contagiara también su pequeña hija Francisca, de dos años de edad.
Al morir Martina de Sarratea, pasaría el usufructo de la Casona de Sarratea por disposición del testamento de su padre, a su hermana Juana de Sarratea y Altolaguirre (n. 1782) —aunque Santiago residiera en ella hasta 1809— a quien años después, en 1811, se le haría efectiva la herencia por fallecimiento de su padre, casándose en 1813 con el futuro coronel de artillería Ángel Augusto de Monasterio "el Arquímides de la Revolución de Mayo".
El hermano mayor de Liniers, su homónimo en el primer nombre Santiago Luis Enrique, quien ostentara el título francés de conde de Liniers, participó en una conjuración con los ingleses para independizar el Virreinato del Río de la Plata, causándole problemas hasta su muerte en 1809, sucediéndole en el título nobiliario francés, su sobrino Luis de Liniers y Menvielle.
Estando en la Ensenada de Barragán se produjo en 1806 la primera Invasión Inglesa, comandada por el comodoro Home Popham. Liniers vio pasar los buques y dio aviso al virrey Rafael de Sobremonte pero no recibió orden de atacar, sino de regresar a Buenos Aires. Frente al hecho consumado de la toma de Buenos Aires por parte de los británicos el 27 de junio y la huida a Córdoba del virrey, consiguió permiso del gobernador británico para visitar la capital.
Allí se puso en contacto con los grupos que organizaba Martín de Álzaga para intentar la expulsión de los ingleses, viajando luego a Montevideo, donde su gobernador, Pascual Ruiz Huidobro, lo proveyó de hombres, armas y municiones, además de una escuadrilla de botes.
En Montevideo, la noticia de la caída de Buenos Aires en manos de los ingleses produjo una gran preocupación, ya que era previsible que el objetivo final de los ingleses era apoderarse de toda la rica región del Plata.
Pascual Ruiz Huidobro no era partidario de enviar una expedición a reconquistar Buenos Aires, dado que en esos momentos solamente contaba con una dotación militar de alrededor de quinientos hombres. Sin embargo, los habitantes de Montevideo, de los campos y poblados pusieron a disposición del Cabildo y del Gobernador el ofrecimiento de contribuir con hombres y recursos a reclutar un ejército, para desalojar a los ingleses de Buenos Aires antes de que les llegaran refuerzos.
En sesión que se realizó en el Cabildo de Montevideo el 18 de julio de 1806, se resolvió declarar que el abandono de su puesto por el Virrey Sobremonte, y el juramento de sujeción a los ingleses del Cabildo de Buenos Aires, colocaba al Gobernador de Montevideo como la máxima autoridad delegada del Rey de España en esta parte del continente; y en consecuencia, que éste debía emplear esa autoridad para desalojar a los invasores de Buenos Aires y así preservar a la ciudad de Montevideo.
Así se reclutó en pocos días un ejército de 1.600 hombres, encuadrados en las unidades militares con asiento regular en la ciudad. Ocurrió, entretanto, que los barcos de la escuadra inglesa aparecieron frente a Montevideo, creando una importante amenaza para su seguridad. De modo que el Gobernador decidió permanecer al frente de las defensas; y encomendó el mando de la fuerza expedicionaria que se dirigiría a Buenos Aires, a Liniers.
Llegó a la Colonia del Sacramento y allí lo esperaba una escuadrilla reunida por el capitán de fragata Juan Gutiérrez de la Concha dejando el suelo oriental el 3 de agosto.
Como Popham vigilaba las costas y el río de la Plata, las fuerzas de reconquista lideradas por Liniers esperaron que se precipitara cierta tormenta conocida en la región como sudestada: un temporal que dura días y que produce un intenso oleaje. Mientras se desarrollaba la sudestada, cruzaron el río sin ser vistos, a metros de los buques ingleses y llegaron al Tigre a principios de agosto.
Al desembarcar, se encontró con la desagradable sorpresa de que los ingleses habían logrado desbaratar un contingente de fuerzas leales, que supuestamente debían unírsele.
El 12 de agosto de 1806 inició la Reconquista de Buenos Aires. Atacó la ciudad, venció a los ingleses y obligó a su gobernador, William Carr Beresford a rendirse.17 Los rioplatenses se apoderaron de 26 cañones y de las banderas del regimiento 71. Estas insignias británicas fueron expuestas en la iglesia de Santo Domingo de Buenos Aires con la inscripción:
Del escarmiento del inglés, memoria, y de Liniers en Buenos Aires, gloria.
Por su parte el Rey de España, concedió a la ciudad de Montevideo el mérito de la acción cumplida, y emitió una Real Cédula concediéndole el título de “Muy Fiel y Reconquistadora“ y admitiendo que en el escudo de la ciudad se incorporaran las banderas de los vencidos, junto con otros ornatos alusivos.
El Virreinato del Río de la Plata en 1783 (creado en 1776, luego de ser separado del Virreinato del Perú), adjudicándole las islas luso-africanas Fernando Poo y Annobón desde 1778 hasta 1782, reducciones chaqueñas del Bermejo (hasta 1793), la Intendencia de Puno (hasta 1796), Corregimiento de Arica (hasta 1784), Misiones Orientales (hasta 1801), litoral del Pacífico (hasta 1803, en que volvió al Virreinato del Perú, y desde 1813 - 1826, año que pasó a Bolivia), desierto y Puna de Atacama (ambos hasta 1826), Patagonia oriental (en forma efectiva sólo en la costa atlántica desde 1779) e islas Malvinas. La Capitanía General de Chile, era una dependencia autónoma del Virreinato del Perú desde 1733 hasta el 15 de mayo de 1798.
Luego de la reconquista de Buenos Aires, Liniers fue considerado como un héroe por la población del Virreinato del Río de la Plata. Un cabildo abierto reemplazó a Sobremonte por Liniers como gobernador militar, y de hecho comenzó a administrar también en lo civil. El virrey, que no había sido depuesto, pasó a la Banda Oriental.
Sobremonte hizo una tentativa de refugiarse en Montevideo, pretendiendo asumir el mando de su defensa frente a la amenaza persistente de la flota de guerra inglesa fondeada frente a la ciudad; pero también el Cabildo de Montevideo rehusó admitir su autoridad, comisionando una delegación para lograr que saliera de la ciudad.
Liniers envió a los prisioneros al interior, pero se conmovió de los lamentos de Beresford y firmó una capitulación honrosa con el jefe vencido, antedatada al 12 de agosto, decisión que generó rechazo generalizado, pero que hizo que Beresford exigiera su liberación. Liniers cometió adicionalmente la imprudencia de dejar al inglés en Luján, de donde lo fueron a rescatar dos traidores que lo llevaron a la flota de Popham.
El gobierno de Liniers se dedicó casi exclusivamente a organizar tropas para resistir el inevitable contraataque inglés, ya que Beresford había pedido refuerzos. Se organizaron una decena de regimientos, reunidos por lugar de origen, entre los que se destacaban el compuesto por nativos de Buenos Aires, conocido como Patricios y el compuesto por nativos de las provincias del noroeste, conocido como Arribeños. En total, se formó un ejército de casi 8.000 hombres.
En 1807 se produjo un nuevo ataque inglés que inició la segunda Invasión Inglesa al Río de la Plata. Más razonablemente que el año anterior, los ingleses atacaron primero Montevideo, donde el virrey fracasó en repelerlos. En un acto inédito, el cabildo de Buenos Aires eligió a Liniers como virrey provisorio del Río de la Plata y depuso a Sobremonte, representante del mismo Rey. El acto encontró sus fundamentos en la epiqueya, principio jurídico de aplicación obligatoria.
En julio desembarcaron más de 10 000 soldados ingleses en Quilmes y avanzaron sobre Buenos Aires. Liniers colocó una defensa sobre el Riachuelo, en una posición muy mala, pero los ingleses creyeron que era una trampa y lo esquivaron. El virrey se trasladó con parte de sus fuerzas a los Corrales de Miserere, donde fue fácilmente derrotado por la vanguardia del general inglés John Whitelocke el 2 de julio en el Combate de Miserere. Liniers ofreció capitular, pero la ciudad, dirigida por Martín de Álzaga, se negó y decidió resistir. Inesperadamente, Whitelocke le dio tres días de tranquilidad y se pudo organizar la resistencia. Liniers logró entrar en la capital y apoyó a Álzaga.
El ataque inglés del 5 de julio fue descoordinado, en columnas separadas y con orden de no disparar antes de llegar a la plaza central. En esas condiciones, no tuvieron ninguna posibilidad y fueron abatidos en pocas horas.
Liniers exigió la rendición de los ingleses y Álzaga lo forzó a agregar la obligación de devolver también Montevideo. Se alcanzaron todos los objetivos exitosamente.
Al año siguiente, el rey confirmó el nombramiento de Liniers como virrey. Pero se lo acusó luego de nepotismo, cohecho y peculado, y la clase alta se mostró escandalizada por su romance con una mauriciana de origen francés de apellido Perichon y apodada La Perichona.
En agosto de 1808 recibió la visita de un enviado de Napoleón Bonaparte, el Marqués de Sassenay, que pretendía que el Virreinato reconociera a José Bonaparte como rey de España; Liniers lo recibió en público y rechazó todos los pedidos, pero días más tarde lo volvió a recibir en privado, lo que encendió los rumores de traición en su contra. A continuación, lanzó una proclama incitando al Virreinato a permanecer neutral en la guerra de independencia española que acababa de estallar.
El general Francisco Javier de Elío, gobernador de Montevideo, aprovechó esta serie de errores políticos para sublevar Montevideo, que el 7 de septiembre de 1808 convocó un cabildo abierto, y el día 20 creó una Junta de Gobierno, que —si bien no anunciaba la independencia— expresaba el derecho de cada ciudad a gobernarse por sí misma. Liniers no se atrevió a aplastar esa rebelión. En aquella ciudad la población gritaba frases como:
¡Hágase cabildo! ¡Muera Liniers! ¡Abajo el traidor! ¡Viva Elio!
En Buenos Aires mucha gente estaba en contra de su gobierno, entre ellos el cabildo y Martín de Álzaga, que se manifestaron por la creación de una junta similar a la de España. La invasión de Napoleón Bonaparte a la metrópli lo convirtió en sospechoso de simpatizar con los enemigos de España, por ser francés: ¡Abajo el francés Liniers! era la principal manifestación de los juntistas.
Liniers sólo contaba con el apoyo de los regimientos de milicias de Buenos Aires, por lo que dio la primera prioridad a pagar sus sueldos con puntualidad. El 1 de enero de 1809 estalló la llamada asonada de Álzaga: el alcalde Martín de Álzaga y los miembros del Cabildo pretendieron deponer a Liniers, que accedió a presentar su renuncia, creyendo que el movimiento contaba con apoyo popular. Pero la intervención de Cornelio Saavedra —comandante de los Patricios— lo hizo cambiar de idea: varios de los regimientos españoles que habían apoyado el alzamiento fueron disueltos, y Álzaga fue desterrado a Carmen de Patagones.
Mientras se desarrollaban en la capital virreinal estos sucesos, el 11 de febrero de 1809 por Real Cédula se creó a favor de Santiago de Liniers el título de nobleza por su exitosa defensa de estas tierras del rey de España frente a los dos frustrados intententos llevados a cabo en las dos Invasiones Inglesas al Río de la Plata.
Deseando la Junta Suprema Gubernativa del Reino premiar debidamente los sobresalientes méritos que ha contraído el mariscal de campo don Santiago Liniers, mientras ha estado en Buenos Aires de Virrey y Capitán General, se ha servido concederle, en nombre del Rey nuestro señor don Fernando VII, la gracia de título de Castilla, libre de lanzas para sus hijos, herederos y sucesiones.
El título nobiliario de conde de Buenos Aires fue elegido por el francés Liniers a favor de su patria adoptiva. El cabildo de Buenos Aires se opuso, manifestando que tal título ofendía los privilegios de la ciudad.
La Junta Suprema gubernativa de España é Indias, en nombre del Rey nuestro Señor Don Fernando VII, por un efecto de su soberana clemencia, se ha dignado conferirme la gracia de título de Castilla libre de lanzas y medias anatas para mí, mis hijos, herederos y sucesores, y cien mil reales de vellon de pension anual sobre las Cajas Reales de esta capital, ínterin se me asignan tierras en estos países que produzcan igual renta.
Y siendo ésta la recompensa mas lisonjera que yo podia esperar de un Gobierno justo y paternal, no puede mi gratitud dejar de comunicarlo á V. S., con la advertencia de que por decreto de este día he tomado el título de Conde de Buenos Aires, en tanto S. M. no se digne resolver otra cosa.
Dios guarde á usted muchos años.—Buenos Aires 15 de mayo de 1809.
Santiago Liniers. Señor...
Circular del Virrey, avisando el título que se le ha concedido, y el que él ha tomado.
Sin embargo, su denominación duró muy poco tiempo, ya que el Condado de Buenos Aires fue reemplazado por el Condado de la Lealtad. Ello se debió, en parte, a la protesta que efectuó el propio cabildo de Buenos Aires.
Pero los sucesos en la península modificaron la realidad. Estando prisionero el rey Fernando VII, las sospechas sobre Liniers aumentaron, por lo que el gobierno de España, representado por la Junta Suprema Central nombró en reemplazo de Liniers a Baltasar Hidalgo de Cisneros. Cuando éste llegó al Río de la Plata, en julio de 1809, algunos exaltados porteños pidieron a Liniers que se resistiera a entregar el mando, a lo que éste se negó.
El virrey Cisneros ordenó, el 14 de agosto de 1809, su traslado a Mendoza hasta tanto pudiera realizar el viaje que planeaba a España. Pero Linires compró y se instaló en una antigua estancia de los jesuitas en Alta Gracia, Intendencia de Córdoba del Tucumán.
En 1810, cuando ya estaba preparado para regresar a España, llegó a Córdoba la noticia de la Revolución de Mayo.
Instigado por su amigo y gobernador de la Intendencia de Córdoba del Tucumán, Juan Gutiérrez de la Concha, Liniers se unió al grupo que pretendía oponerse a la Primera Junta surgida de la Revolución de Mayo. El 15 de mayo, en una reunión entre el gobernador, el obispo Rodrigo de Orellana y el coronel Santiago Allende, entre otros, le informó a Liniers de los hechos ocurridos en Buenos Aires, a lo cual este comentó:
... será necesario considerar como rebeldes a los causantes de tanta inquietud. Como militar estoy pronto a cumplir con mi deber. Y me ofrezco desde ya a organizar las fuerzas necesarias.
y agregó:
”... la conducta de los de Buenos Aires con la Madre Patria, en la que se halla debido el atroz usurpador Bonaparte, es igual a la de un hijo que viendo a su padre enfermo, pero de un mal del que probablemente se salvaría, lo asesina en la cama para heredarlo.”
Mientras algunos de sus conocidos independentistas de Buenos Aires lo exhortaban a que se sumara al movimiento, el mismo Cisneros lo instó a oponerse a la Junta revolucionaria. Los preparativos de la contrarrevolución en Córdoba llegaron a verse muy avanzados, alcanzando a reunir 1.500 hombres. Pero cuando el 21 de julio llegó a la jurisdicción de Córdoba la Primera expedición auxiliadora al Alto Perú del revolucionario Francisco Ortiz de Ocampo, sus soldados desertaron en masa sumándose a la revolución. Los líderes contrarrevolucionarios huyeron hacia el norte pero fueron alcanzados por las avanzadas del ejército patriota comandadas por Antonio González Balcarce. El ayudante de campo José María Urien fue quien capturó a Liniers en la estancia de Piedritas, cerca de Chañar, el 6 de agosto. El día 7 fue capturado Orellana por el alférez Rojas, a ocho leguas de donde se halló a Liniers, ambos fueron maltratados por los soldados.
Ya el 28 de julio la Junta había decidido el fusilamiento de los cabecillas; sólo Manuel Alberti, por ser sacerdote, se abstuvo de firmar la orden.
Los sagrados derechos del Rey y de la Patria han armado el brazo de la justicia y esta Junta ha fulminado sentencia contra los conspiradores de Córdoba, acusados por la notoriedad de sus delitos y condenados por el voto general de todos los buenos. La Junta manda, que sean arcabuceados don Santiago Liniers, don Juan Gutiérrez de la Concha, el obispo de Córdoba, don Victorino Rodríguez, el coronel Allende y el oficial Real don Joaquín Moreno. En el momento que todos o cada uno de ellos sean pillados, sean cueles fuesen las circunstancias se ejecutará esta resolución, sin dar lugar a minutos, que proporcionasen ruegos y relaciones capaces de comprometer el cumplimiento de esta Orden y el honor de Vuestra Señoría.
Sin embargo, Ocampo no cumplió con la orden de ejecución, ya que había sido compañero de armas de Liniers durante las Invasiones Inglesas. El Cabildo de Córdoba, ya en mano de los revolucionarios, decidió entonces enviar a los presos a Buenos Aires. Los miembros de la Junta se sorprendieron, ya que significaba regresarlo a la ciudad que lo tenía por un héroe, lo que podía suponer un gran peligro. Juan José Castelli salió a su encuentro con orden terminante de fusilarlos:
Vaya usted —le dijo Mariano Moreno a Castelli— y espero que no incursione en la misma debilidad que nuestro general (Ocampo)... iré yo mismo si fuese necesario..."
El 26 de agosto, en el Monte de los Papagayos, cercano a la posta de Cabeza de Tigre, cerca de la actual Los Surgentes en el sudeste de Córdoba, Liniers fue fusilado junto con los demás jefes de la resistencia: Juan Gutiérrez de la Concha, brigadier de la Armada; Victorino Rodríguez, asesor; Santiago Allende, coronel de milicia, y Joaquín Moreno, oficial real. Sólo salvó su vida el obispo Orellana debido a su estado sacerdotal. El pelotón que arcabuceó a los contrarrevolucionarios fue dirigido por el coronel Domingo French.
El 15 de diciembre del mismo año, en Potosí, Castelli ordenaría la ejecución junto del coronel Vicente Nieto, el capitán de fragata José de Córdoba y Rojas y Francisco de Paula Sanz, gobernador de Potosí.
A raíz de este fusilamiento, Luis, el hijo de Liniers, repudió el título de conde de Buenos Aires que fue trocado —con anuencia de la monarquía española— por el de "conde de la Lealtad" (a los reyes españoles).
Después de haber hecho fusilar a Liniers y sus compañeros, Castelli ordenó enterrar los cadáveres en una zanja al costado de la cercana iglesia de Cruz Alta.
En 1861, el presidente de la Confederación Argentina, Santiago Derqui, quien era deudo de uno de los ajusticiados, designó una comisión para localizar los restos de los arcabuceados.
El comandante militar de Cruz Alta, Reyes Araya, manifestó que Pascual Almirón, su suegro de 72 años, había sido testigo de la inhumación de los restos por haber sido conductor de diligencias entre Cabeza de Tigre y Cruz Alta y que había ido en un potrillo rosillo al entierro de los maturrangos. Los cadáveres, que se encontraban semidesnudos y con los ojos picoteados por los caranchos, fueron conducidos unos sobre otros en una carretilla de cincha. Si bien no recordaba exactamente el lugar donde habían sido enterrados sino en forma aproximada, sí se acordaba que dado que la fosa no podía contener en sus superficie los cinco cadáveres y sí solo tres, dos de ellos se ubicaron traversalmente sin que conocíera a ninguno de ellos.
Con estos precisos datos aportados por Amirón se iniciaron las excavaciones en rumbos diversos hasta que se hallaron los restos tal como había sido efectuado su relato. En la fosa había diez suelas entre botas y zapatos y dos botones, de los cuales -en uno de ellos- surgía en forma ostentosa una corona real en relieve. Las cenizas fueron puestas en una urna de caoba y conducidas a la la Iglesia Matriz de Rosario.
Luego las cenizas fueran remitidas a la ciudad de Paraná. El 17 de abril del mismo año llegaron confundidas en una urna y se les efectuaron las exequias. Los dos hijos menores de Liniers, que residían en España, agradecieron "tan insigne acto de justicia, de magnanimidad y sana política".
En junio de 1862, el cónsul español en Rosario expresó en una nota al Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, el brigadier general Bartolomé Mitre, la satisfacción de Su Majestad por "el homenaje tributado al valor y a la lealtad de los que sellaron con su sangre los juramentos que habían prestado al trono y a la patria" y además pedía que "se pusiesen a disposición del consulado de Rosario los expresados restos mortales para trasladarlos a la Península".
El gobierno argentino accedió a la solicitud en el mes de julio. La hija mayor de Liniers se quejó a Mitre y exigió que los restos permanecieran en el país y fueran inhumados en la bóveda que la familia tenía en el Cementerio de la Recoleta. Pero no logró convencerlo y tanto los restos de Liniers como de Gutiérrez de la Concha fueron llevados a España, donde se los recibió con honores militares y fueron sepultados en Cádiz, en el Panteón de Marinos Ilustres.20 En Italia se construyó el mausoleo que llegó a Cádiz en abril de 1864, culminándose las obras de adecuación del Panteón en 1867.
La República Argentina donó una placa de bronce, ubicada en el mausoleo, que contiene la frase final del libro Santiago de Liniers, Conde Buenos Aires, de Paul Groussac:
Los últimos héroes de la Patria vieja fueron las primeras víctimas de la Patria nueva. Homenaje de la Marina de Guerra Argentina. Agosto de 1960.
La vida de Liniers fue representada en forma novelada en el libro El último virrey, escrito por Horacio Salduna, en 1987. El nombre del libro se debe a que, si bien Liniers no fue en los hechos el último virrey en los dominios españoles de América, sí fue el último nombrado por un rey español y no por una de las Juntas surgidas en España tras la invasión napoleónica.
La película argentina Cabeza de Tigre, 2001 trata de la última etapa de la vida de Liniers.
Homenajes en su memoria
En honor de Santiago de Liniers, llevan su nombre un barrio de la ciudad de Buenos Aires y una localidad de la provincia de Misiones.
En la nomenclatura de 1808 de las calles de Buenos Aires en la que se designaron con los nombres de los héroes de las jornadas de las Invasiones Inglesas, las hoy calles Reconquista y Defensa fueron nombradas Liniers, denominación que perduró hasta 1822.21 En la actualidad lleva su nombre una calle que recorre los barrios de Almagro y Boedo. También hay calles dedicadas a Liniers en otras localidades.
Saludos
