HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

La historia se escribe con fuego: todo sobre operaciones militares, tácticas, estrategias y otras curiosidades
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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 18 Jun 2015 00:23

DIEGO MEXIA DE GUZMAN Y DAVILA

Don Diego Mexía de Guzmán y Dávila (h.1580-1655), vizconde de Butarque y primer marqués de Leganés, fue un militar y político español.

Don Diego era el hijo menor de Diego Velázquez Dávila y Bracamonte, marqués de Loriana, y de doña Leonor de Guzmán, tía del conde-duque de Olivares.

Desde 1600 luchó en los Países Bajos donde sirvió durante más de veinte años como oficial y gentilhombre de cámara del archiduque Alberto de Austria. Después de fallecer éste (1621), volvió a Madrid y gracias al apoyo de su primo y patrono Olivares, valido del rey Felipe IV, se convirtió en un hombre influyente y acaudalado.

Olivares debió decidir bastante pronto promocionar la carrera de su pariente, en quien se conjugaba un carácter afable y no pocas cualidades administrativas y militares con un buen ojo para las artes; efectivamente, con el paso de los años, acabaría convirtiéndose en uno de los grandes coleccionistas de pintura de su tiempo.

Cooperó en la defensa de Castilla cuando parecía inminente el ataque inglés sobre Cádiz, y acompañó también al rey y a Olivares en su viaje a la Corona de Aragón. Vio recompensados todos sus servicios en julio de 1626 cuando lo nombraron miembro del Consejo de Estado. El 10 de abril de 1627 además se le otorgó el marquesado de Leganés. Tras este nombramiento cambió su nombre por el de don Diego Felípez de Gúzman, a imitación de Olivares, que había añadido el de Felípez a sus apellidos en honor del rey. En junio de ese mismo año se casó con una dama de honor de la reina Isabel de Borbón, doña Polixena Spinola, hija del gran Ambrosio Spinola, cuya dote ascendió a la fabulosa suma de 200.000 ducados.

Gracias a su conocimiento sobre el terreno, en los círculos de la corte se le consideraba un especialista en lo referido a los Países Bajos. Por ello, el conde-duque recurrió a él en 1627 para que hiciera aceptar allí su proyecto de la Unión de Armas. Leganés llegó a Bruselas el 19 de septiembre y pasó las semanas siguientes negociando con los estados de las diversas provincias de los Países Bajos españoles. A finales de año, las provincias acordaron participar en la Unión, ofreciendo una contribución de 12.000 soldados de infantería pagados.

En su viaje de Bruselas a Madrid en enero de 1628 acompañado de su suegro, el general Ambrosio Spinola, ambos fueron recibidos en el campamento del rey Luis XIII de Francia situado ante La Rochelle teniendo la oportunidad de inspeccionar de cerca las operaciones de asedio contra los hugonotes acuartelados en la ciudad (véase Asedio de La Rochelle). En este encuentro ambos mantuvieron grandes discusiones secretas con Luis XIII y Richelieu, en el transcurso de las cuales tuvieron ocasión de confirmar sus temores de que Francia, a pesar de los problemas que tenía con los hugonotes y los ingleses, no tenían la menor intención de abandonar al duque de Nevers en sus pretensiones sobre Mantua (véase Guerra de Sucesión de Mantua)

Después de esta misión fue nombrado presidente del reconstituido Consejo Supremo de Flandes y Borgoña. Desde 1626 había sido nombrado además general de caballería del ejército de Flandes, aunque no se encargaría nunca en persona de esta función, debido a sus ausencias casi permanentes.

Cuando en 1629, el marqués de Aytona fue enviado como embajador extraordinario en Bruselas ante la infanta Isabel Clara Eugenia, gobernadora de los Países Bajos, Leganés fue enviado (febrero de 1630), junto al marqués de Mirabel, como ayudante temporal de éste. Los tres debían cooperar para contrarrestar el desmoronamiento de la autoridad real en aquella región. Además Leganés debería cumplir la función de oficial de enlace entre la infanta y Olivares.

En 1630, Felipe IV, para compensar la ausencia de un auténtico maestro de campo general en el ejército de Flandes decidió instituir un liderazgo colectivo, compuesto por Aytona, Leganés, el marqués de Caracena (maestro de campo y gobernador de Dunkerque), el conde de la Motterie (maestro de campo y gobernador de Maastricht), Paulo Baglione (maestro de campo) y Juan Bravo de Laguna (comandante de la ciudadela de Amberes). La presidencia del colectivo le incumbía a Aytona.

En Castilla su carrera militar comenzó en 1625 cuando consiguió su primer nombramiento en los ejércitos peninsulares como maestre de campo general de la artillería de España de Castilla,1 en calidad de tal participó activamente en la defensa del ataque inglés a Cádiz en ese año, si bien el propio Leganés diría en 1641 que su participación en esta ocasión fue en calidad de capitán general de la artillería de España.2 Posteriormente, en julio de 1630, fue nombrado por la infanta Isabel, gobernadora de los Países Bajos, maestre de campo general, compartiendo las responsabilidades militares del ejército de Flandes con Carlos Coloma, general de la caballería, y con el conde de Bergh, general de la artillería, dirigiendo, en el mes de septiembre de este año, la incursión que desde Flandes se realizó sobre Alemania.3

El primer encargo militar de verdadera importancia lo tuvo cuando fue nombrado gobernador de armas del ejército de Alsacia en sustitución del duque de Feria que había muerto en Múnich el 11 de enero de 1634. Suponía el gobierno efectivo de un ejército que tenía como misión principal garantizar el pasaje del cardenal infante Fernando a los Países Bajos, y recuperar las plazas alsacianas, que en esos momentos se encontraba en poder de los protestantes. El nombramiento del marqués de Leganés para esta importante misión se produjo el 13 de febrero de 1634,4 si bien Leganés partió de el día 2 de abril . Las instrucciones de Leganés eran: «partir luego para Milán a disponer allí, con el Señor Infante, la forma de la partida, y ajuntar el gruesso de gente que se havía de sacar de Italia para agregar al trozo que se hallava en la Babiera y Condado del Tirol».


Este ejército debía escoltar y garantizar el paso del infante Fernando de Austria a Flandes para tomar posesión de su cargo como gobernador de esas provincias. En el trayecto del viaje se produjo la victoria de Nördlingen en septiembre de 1634,5 última gran victoria de las armas españolas en la arena internacional. La victoria de las tropas españolas sobre los suecos y príncipes protestantes alemanes, se logró conjuntamente con los ejércitos imperiales de Fernando de Hungría, dirigidos por Matthias Gallas, y los de la Liga Católica, dirigidos por el duque de Lorena. Esta victoria supuso el abandono efectivo de los suecos de la Guerra de los Treinta Años, pero también fue el detonante para la intervención directa de Francia en el conflicto contra los intereses de la casa de Austria.

En el memorial que Leganés presentó en 1641, describiría el suceso con estas palabras:2

«Vuestra Magestad fue servido de mandarle conducir el Exército, con que el Sr. Infante Don Fernando, passó a Flandes, en cuya jornada sucedió la gloriosa batalla de Norlinguen, en que el Marqués hizo officio de General, y de soldado, dando Dios a toda la Augustísima Cassa de Austria por su medio, aquella gran vitoria, que abatió los hereges y affirmó la autoridad Cessárea, y el Imperio de la Augustísima Cassa en Alemania, testificando, los mismos autores hereges, y otros estrangeros la parte que tuvo el Marqués en aquella esclarecida batalla» .

Felipe IV le concedió la Grandeza de España en 1634, declarada perpetua en 1640.

El 24 de septiembre de 1635 se le nombró gobernador y capitán general del Estado de Milán. En este puesto tuvo que hacer frente a la alianza de los duques de Parma, Mantua y Saboya que, apoyados por la Francia de Richelieu, pretendían mermar la supremacía española en Italia. Las tropas de Odoardo I Farnesio fueron derrotadas con facilidad, aviniéndose el duque a firmar la paz en 1637. En ese mismo año desalojó a los franceses comandados por Rohan del paso de la Valtellina y obtuvo algunas victorias gracias a la guerra civil desatada en Saboya a la muerte del duque Víctor Amadeo I.

En 1638 Leganés conquistó las fortalezas de Breme y Vercelli. En 1639 lanzó una gran ofensiva en el Piamonte conquistando gran número de fortalezas llegando a la ciudadela de Turín donde no pudo doblegar la resistencia de la regente Cristina de Borbón apoyada por los franceses.

En la primavera de 1640 trató de tomar la fortaleza de Casale pero la intentona fue impedida por las tropas francesas del conde d'Harcourt que hizo que la empresa de Leganés acabara en una trágica retirada: miles de hombres quedaron en el campo de batalla y un gran botín en manos francesas.

En noviembre de 1641 le fue otorgado el mando del ejército de Cataluña para luchar contra los insurrectos catalanes apoyados por Francia. A pesar de algunos éxitos iniciales en Tarragona, su estrepitosa derrota en la Batalla de Lérida (1642) le hicieron caer en un cierto grado de desgracia hasta que a la caída en 1643 de su protector, el conde-duque de Olivares, fue relevado del cargo.

A pesar de todo esto, en 1645 fue nombrado virrey nominal de Cataluña y en 1646 defendió con éxito Lérida, que había sido conquistada en 1644 por el anterior virrey, Felipe de Silva, del ataque francés. Esta derrota supuso la destitución inmediata de d'Harcourt. Leganés permaneció en el puesto hasta 1648.

Fue nombrado presidente del Consejo de Italia tras el fallecimiento del conde Monterrey, (junio de 1653), anterior titular, ocupando el puesto hasta su muerte (febrero de 1655).

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 18 Jun 2015 00:55

CATALINA DE ERAUSO La Monja Alferez

Catalina Erauso y Pérez Galarraga (San Sebastián, Guipúzcoa, España, 1585?- Cuitlaxtla, cerca de Orizaba, Nueva España, 1650), popularmente conocida como la Monja Alférez, fue una militar y monja y uno de los personajes más legendarios y controvertidos del Siglo de Oro español.

Algunas fuentes citan 1585 como el año de su nacimiento, incluyendo la famosa autobiografía que algunos consideran apócrifa. Otras fuentes señalan el año 1592 como año de su nacimiento de acuerdo principalmente a su partida de bautismo sin embargo, este podría ser el año en que fue bautizada a los siete años de edad. Se sabe que fue hija del capitán Miguel de Erauso y de María Pérez de Gallárraga y Arce naturales y vecinos acomodados de la entonces Villa de San Sebastián. Su padre fue un importante militar comandante de la provincia vasca a las órdenes del Rey Felipe III. Desde la tierna edad jugaba con su padre y sus hermanos en las artes de la milicia.

A los 4 años de edad aproximadamente en el año 1589 fue internada en el convento dominico de San Sebastián el antiguo en su pueblo natal junto a sus hermanas Isabel y María.2 En este convento su tía doña "Úrsula de Urizá y Sarasti" prima hermana de su madre era priora, el convento se hallaba unido a la Parroquia de San Sebastián el antiguo, se llama así por ser tradición en la ciudad que allí fue el sitio donde estuvo la primera población con ese nombre. Era una práctica normal en ese tiempo internar a tan temprana edad a las niñas para ser educadas en "las labores propias de su sexo" y posteriormente poder ser desposadas "como Dios manda". Por su carácter explosivo y ante la dificultad de las religiosas de ese convento para controlarla fue cambiada al Monasterio de San Bartolomé de San Sebastián donde eran más rígidas y en este lugar vivió hasta los 15 años. Ahí se dio cuenta que no tenía vocación religiosa y no quiso profesar ya que se sentía encarcelada. En una ocasión llegó al convento una novicia viuda llamada doña Catalina de Aliri con quien tuvo altercados y peleas a golpes constantes, por lo que fue recluida en su celda. Por tal motivo, la noche del 18 de marzo de 1600, víspera de San José, encontró las llaves del convento colgadas en un rincón y escapó, se hizo ropas de hombre con los materiales que tenía a su alcance, se cortó el cabello y escondió el hábito. Contaba entonces con 15 años de edad.

A partir de entonces comienza una vida de aventura y de leyenda que la convirtió en un verdadero mito. Anduvo de pueblo en pueblo comiendo hierbas y manzanas que encontraba en el camino y así llegó a pie hasta Vitoria, ciudad que dista 20 leguas de San Sebastián. Ahí encontró al doctor don Francisco de Cerralta, catedrático, quien la recibió y le ofreció vestido sin reconocerla, este hombre estaba casado con una prima hermana de su madre. Estuvo con el catedrático un tiempo de 3 meses en el cual aprendió algo de latín. Tras haberla forzado a seguir estudiando y un intento de abuso sexual, Catalina tomó dinero del doctor y se encontró con un arriero con quien se arregló y llegó hasta Valladolid en donde en ese entonces residía la corte del rey Felipe III, ampliamente influido por el Duque de Lerma, "Válido del Rey". Catalina sirvió en la corte como paje del secretario del rey Juan de Idiáquez disfrazada de varón y bajo el nombre de Francisco de Loyola durante siete meses. Tuvo que huir de Valladolid cuando se encontró con su padre, que venía buscando a Don Juan de Idiáquiez, pues eran buenos amigos. Su padre iba pidiendo información para localizarla, diciéndo como era y como había escapado del convento. Afortunadamente su padre no la reconoció a pesar de haber hablado con él y finalmente tomó la decisión de huir nuevamente, en esta ocasión tomó el largo camino hacia Bilbao volviéndose a arreglar con un arriero. Al llegar no tuvo la misma suerte de los lugares anteriores no encontrando hospedaje ni mecenas, aquí tuvo un encuentro con unos jóvenes que intentaron asaltarla, por lo que tomó una piedra e hirió a uno de ellos, logrando que la encarcelaran por un mes, hasta que el joven sanó, sin ser descubierta. Una vez que salió de la cárcel fue a Estella de Navarra, y en este lugar consiguió acomodarse como paje de un importante señor de la localidad llamado Alonso de Arellano, en cuya casa sirvió dos años, siendo siempre bien tratada y bien vestida hacia los años 1602 y 1603. Después de dos años y "sin más causa que mi gusto" como ella misma declaró, regresó a San Sebastián su pueblo natal, donde estuvo viviendo pasando por varón y pendiente de sus familiares a quienes veía frecuentemente, así como asistiendo también a oir misa a su exconvento con sus excompañeras y después posiblemente sirvió a su tía priora sin ser jamás reconocida. Pasado el tiempo llegó al Puerto de Pasajes en donde halló al capitán Miguel de Berróiz quien la llevó a Sevilla, permaneciendo ahí solo dos días, y regresando luego a Sanlúcar de Barrameda. Consiguió una plaza como grumete en el galeón del capitán Estaban Eguiño que era primo hermano de su madre y embarcó según sus memorias en el lunes santo del año de 1603 rumbo a América. Al parecer Erauso sintió como muchos vascos de su época: la llamada de Indias.

Todo este tiempo lo pasó disfrazada de varón, con el cabello corto y usando distintos nombres, como Pedro de Orive, Francisco de Loyola, Alonso Díaz, Ramírez de Guzmán o Antonio de Erauso. Según parece su físico no era nada femenino, lo que le ayudaba en su engaño.

El primer punto que tocó en América fue en la Punta de Araya, hoy parte de Venezuela, ahí tuvo un enfrentamiento con una flota pirata holandesa bien armada y derrotaron a los piratas. De ahí partieron para Cartagena de Indias y Nombre de Dios donde estuvieron nueve días ya que el clima hizo que murieran varios marinos. Embarcaron la plata y una vez listos para regresar a España, Catalina mató a su tío de un tiro y le robó 500 pesos saliendo después a tierra y diciéndole a los marinos que su tío la había mandado a un negocio. Una hora después, el navío regresó a España sin ella. De ahí partió con un acomodador de cajas hacia Panamá donde estuvo tres meses. En Panamá comenzó a trabajar con Juan de Urquiza, mercader de Trujillo con quien partió después hacia el puerto de Paita (hoy Perú) donde el tenía un gran cargamento. En el puerto de Manta (hoy Ecuador), un fuerte viento derribó el navío y tuvo que nadar para salvarse junto con su amo. El resto de la tripulación pereció. Después de un breve tiempo en Paita, pasó a Zaña, villa abundante en ganado, granos, frutas y tabaco del Perú donde su amo la recibió contento de recibir buenas cuentas de la hacienda de Paita dándole además de casa, vestido y una gran cantidad de dinero, tres esclavos negros para su servicio exclusivo. En Saña tuvo un pleito con unos jóvenes que intentaron amenazarla y terminó cortándole la cara a aquel que había retado. Fue llevada a la cárcel y a través de gestiones de su amo Juan de Urquiza, y del obispo de aquel lugar, evitó seguir más tiempo en la cárcel con la condición de que se casara con doña Beatriz de Cárdenas, dama de su amo y tía del sujeto al que le había cortado la cara a lo cual se negó rotundamente para evitar que la descubrieran. Pasó a la ciudad de Trujillo donde su amo le puso una tienda. Sin embargo, el sujeto que había herido en la cara llegó a buscarlo acompañado de dos amigos para retarla de nuevo, salió de su tienda a atender el reto junto con otro aliado, y en el combate cayó muerto un amigo del herido. Por lo cual fue nuevamente encarcelada y después de salvarla nuevamente su amo, le dio dinero y carta de recomendación y la envió a Lima que era la capital del entonces Virreinato de Perú. Entregó su carta de recomendación a Diego de Solarte, mercader muy rico y cónsul mayor de Lima y a los pocos días le hizo entrega de su tienda en la cual estuvo por nueve meses ya que fue despedida al ser descubierta "andándole entre las piernas" a una doncella hermana de la mujer de su amo. Hallándose desempleada entonces se encontró con un reclutamiento de compañías para la conquista de Chile y sin pensarlo dos veces se alistó a las órdenes del Capitán Gonzalo Rodríguez acompañada por mil seiscientos hombres de Lima a la Ciudad de Concepción.

Tras marchar con su compañía hacia Chile hacia el año de 1619 su ejército arrasa las tierras y los bienes de los araucanos mostrando su lado cruel y belicoso como conquistadora masacrando muchos indígenas. En Chile es acogida por el secretario del gobernador, que es su hermano don Miguel de Erauso el cual no la reconoce. Permanece tres años ahí hasta que debido a una disputa con su hermano, posiblemente por otro lío de faldas es desterrada a Paicabí, tierra de indios. Allí luchó al servicio de la corona en la Guerra de Arauco contra los mapuches en el actual Chile, ganando fama de ser valiente y hábil con las armas y sin revelar que era una mujer.

En la batalla de Valdivia recibe el grado de alférez. En la siguiente batalla de Purem muere el capitán de su compañía y ella toma el mando ganando la batalla con mucha valentía. Sin embargo, debido a las múltiples quejas que existían contra ella por su extrema crueldad contra los indios no es ascendida al grado militar siguiente. Esta frustración provocó que por un tiempo se dedicará a cometer actos vandálicos como asesinar a cuanta persona se le atravesaba en el camino, hacer muchos daños y quemar sembrados enteros. En Concepción mata al auditor general de la ciudad por lo que es encerrada en una iglesia seis meses. Tras ser liberada, otra vez en un duelo mata a su hermano Don Miguel de Erauso y nuevamente es encerrada ocho meses. Huye a la Argentina cruzando los Andes a través de un escalofriante camino. Llega a Tucumán donde promete matrimonio a dos jóvenes, la hija de una viuda india y la sobrina de un canónigo. Termina huyendo de allí sin casarse con ninguna de ellas. Marcha a Potosí donde se hace ayudante de un sargento mayor y vuelve nuevamente a pelear contra los indios participando en grandes matanzas en Chuncos. En la Plata (Chuquisaca) fue acusada de un delito que esta vez no cometió, es torturada y finalmente es vuelta a poner en libertad. Una vez fuera, se dedicó a traficar trigo y ganado a las órdenes de Juan López de Arquijo. Un nuevo pleito la obliga por enésima vez a refugiarse en una iglesia. En Piscobamba por rencillas de juego, mató a otro individuo. Esta vez fue condenada a muerte y es salvada en el último minuto por la deposición de otro condenado a muerte. A continuación permaneció encerrada otros cinco meses en una iglesia en la Plata debido al duelo con un marido celoso. En La Paz, es condenada otra vez a muerte, finge confesarse y tras apoderarse de una hostia consagrada huye a Cuzco regresando nuevamente al Perú.

En 1623 fue detenida en Huamanga, Perú, a causa de una disputa. Para evitar su ajusticiamiento pidió clemencia al obispo, Agustín de Carvajal, al que contó que era en realidad una mujer y que había estado en un convento. Tras un examen por parte de un conjunto de matronas, que determinaron que era cierto que se trataba de una mujer y que además era virgen, el obispo la protegió y fue enviada a España. Allí la recibió el rey Felipe IV de España que le mantuvo su graduación militar y la llamó monja alférez, a la vez que le permitía emplear su nombre masculino. El relato de sus aventuras se extendió por Europa, y Catalina visitó Roma donde fue recibida por el papa Urbano VIII. El pontífice la autorizó a continuar vistiendo de hombre. A continuación fue a Nápoles, donde también su presencia suscitó admiración. Paseando por el puerto de aquella ciudad, refiere ella misma en sus memorias, unas jovencitas acompañadas de unos mozalbetes quisieron burlarse de ella, diciéndole: "Signora Catalina, dove si cammina?" A lo que ella respondió: "A darles a ustedes cien pescozones y cien cuchilladas a quien las quiera defender.» Callaron y se fueron de allí.

En 1630 se instala en la Nueva España, probablemente en la ciudad de Orizaba en el estado de Veracruz, donde regenteó un negocio de transporte de mercancías entre la Ciudad de México y Veracruz. Murió transportando una carga en un bote, aunque hay quien escribe que su fallecimiento ocurrió en los altos de Orizaba, sola entre sus asnos, lo más probable es que haya fallecido en el pueblo de Cotaxtla. De acuerdo al historiador Joaquín Arroníz sus restos descansan en la Iglesia del Real Hospital de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción de los Hermanos Juaninos, la que hoy en día es popularmente conocida como la Iglesia de San Juan de Dios de la ciudad de Orizaba, Veracruz, México, aunque esto no ha sido confirmado, se sabe que el Obispo Juan de Palafox intentó trasladar sus restos a la ciudad de Puebla, sede del obispado, pero no lo logró. En cambio, de acuerdo a otros historiadores, los restos de Catalina de Erauso reposan en el mismo lugar en donde murió, en el pueblo de Cotaxtla

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 18 Jun 2015 01:17

JUAN DE GARAY

Juan de Garay (1528 - 1583) fue un hidalgo, explorador, conquistador y gobernante colonial español que tuvo un importante papel en la organización de la parte atlántica de Sudamérica.

Juan de Garay destacó por su actuación en la gobernación del Río de la Plata y del Paraguay por haber sido el fundador de la ciudad de Santa Fe en 1573 en su primera ubicación, por lo cual fue asignado al año siguiente como su teniente de gobernador, para convertirse en 1577 en el teniente de gobernador general de Asunción, y fundaría por segunda vez siendo gobernador desde 1578, a la ciudad de Buenos Aires en el año 1580.

Juan de Garay habría nacido en 1528 en un lugar por determinar del nordeste de la ya unificada Corona de España. Su lugar exacto de nacimiento es polémico: mientras unas fuentes señalan a la ciudad vizcaína de Orduña (actual País Vasco), otras apuntan al municipio burgalés de Junta de Villalba de Losa (actual Castilla y León). Si bien ambas localidades son vecinas, la de Losa fue y sigue siendo una zona castellana, por lo cual hay que tener en cuenta que él mismo se definía como «vizcaíno» y así lo expresaría su descendencia. No se ha encontrado la fe de bautismo de Garay ni en Losa ni en Orduña.

No hay apenas referencias a la infancia de Juan de Garay. Si en cuanto al lugar de nacimiento hay dudas, también las hay en cuanto al año. No se sabe a ciencia cierta cuándo nació realmente y podría situarse entre diciembre de 1527 y enero de 1529, y muchas veces aparece el año 1528, más aceptado por ser el promedio de ambas fechas y por contener la de su antroponimia que sería el 24 de junio, ya que su nombre no lo heredaba de su progenitor y ni del de su padrastro, como tampoco del de sus abuelos paternos ni maternos, como era costumbre dentro de los linajes nobles.

Su madre era Lucía de Mendieta y Zárate8 (n. Orduña, ca. 1512) y su padre fue el noble Clemente López de Ochandiano y Hunciano9 (n. Orduña, ca. 1491), un hijo de los hidalgos Diego López de Ochandiano y de María de Hunciano, pero sería criado por su tío materno, el licenciado Pedro Ortiz de Zárate hasta que su madre se uniera en matrimonio con Martín de Garay quien lo reconoció como su hijo, dándole su apellido, aunque Juan de Garay ostentaría el blasón de Ochandiano de su verdadero progenitor: "grifo con bordura cargada con ocho aspas".

La versión que apoya a Orduña como el lugar de nacimiento de Garay dice que el día 7 de octubre de 1535,14 debido a un fuerte incendio de esta localidad, la familia de Garay debió trasladarse al vecino pueblo de Villalba de Losa, en donde su tío Pedro6 y su esposa Catalina Uribe y Salazar eran propietarios de otras casas, ya que su palacio en aquella ciudad se había incendiado.

En el año 1543, cuando Garay contaba con unos 15 o 16 años de edad, acompañó a su familia materna al gran Virreinato del Perú, ya que su tío Pedro Ortiz de Zárate y Mendieta (Orduña,18 ca. 1485 - Lima, 1547) había sido nombrado oidor de la Real Audiencia de Lima con el nuevo virrey Blasco Nuñez Vela quien portaba las famosas ordenanzas del emperador Carlos V, conocidas como Leyes Nuevas, que había sancionado en Madrid el 20 de noviembre de 1542 con el objetivo de mejorar el trato y calidad de vida de los aborígenes sometidos en América y además mandaba quitar las encomiendas a los que habían participado en el bando pizarrista durante la guerra civil peruana.

Juan de Garay y su familia materna: sus tíos Pedro y Catalina, además de sus primos —el primogénito Pedro Ortiz de Zárate, Ana de Salazar y el menor Francisco de Uribe— zarparon hacia América el 3 de noviembre de 1543 desde el puerto de Sanlúcar de Barrameda.

Hicieron escala en las islas Canarias, cruzaron el océano Atlántico y el mar Caribe para llegar el 10 de enero del siguiente año al puerto indiano de Nombre de Dios en Centroamérica, y posteriormente por tierra pasaron a la ciudad de Panamá. Por diferentes motivos, los Ortiz de Zárate retrasaron su llegada a Sudamérica que lo harían a través del océano Pacífico, y entraron en Lima el 10 de septiembre de 1544.

Además de su tío que ocuparía el cargo de oidor, compondrían la recién fundada Real Audiencia: Diego Vásquez de Cépeda, Juan Álvarez y Juan Lissón de Tejada. La futura rigidez en el gobierno del virrey Núñez Vela por disposición imperial generó enfrentamientos, que llevaron a una nueva guerra civil con los partidarios de Gonzalo Pizarro. El joven Garay fue fiel a su tío que estaba de parte del virrey y más adelante participaría activamente contra Pizarro.

En aquellos enfrentamientos civiles Juan de Garay había conocido en su morada al vascongado Martín de Robles quien al fallecimiento del tío de aquél, se aposentó unos días en casa del difunto ya que el desamparado Garay con tan solo diecinueve años de edad no sabría qué hacer, por lo cual, lo convenció para empuñar las armas contra los insurrectos, y posteriormente se transformaría en un excelente soldado.

Juan de Garay hizo la campaña de La Gasca, en la que participaba el capitán Robles, hasta la batalla de Jaquijahuana o del valle de Sacsahuana del 9 de abril de 1548, a 25 km del Cuzco.

En 1549, Juan de Garay formó parte de la expedición de Juan Núñez de Prado que había sido nombrado gobernador del Tucumán —en la actual Argentina— enviado por Pedro de la Gasca quien era el presidente de la Real Audiencia de Lima, siendo el virrey peruano y marqués de Cañete, Antonio Hurtado de Mendoza.

Núñez de Prado quien antes de gobernador fuera el alcalde de Potosí, fundó en el año 1550 la ciudad de «El Barco I» —el primer asentamiento de la actual ciudad argentina de Santiago del Estero, y en donde diez años después Zurita fundara la ciudad de Cañete— pero a finales de mayo o junio de 1551 hizo mudarla al noroeste, en los valles del río Calchaquí —probablemente cercana al actual pueblo salteño de San Carlos— y se la conocería como «El Barco II», esto ocurrió por problemas jurisdiccionales con el gobernador de Chile, Pedro de Valdivia, que había enviado a su segundo Francisco de Villagra a resolver la situación.

En junio de 1552 los oidores de la Audiencia limeña ordenaron nuevamente su traslado hacia la región de los Juríes, por lo cual fue asentada sobre la margen del río Dulce —actual provincia argentina de Santiago del Estero— y de esta forma pasó a conocerse como «El Barco III», aunque en 1553, Núñez de Prado y algunos de sus hombres fueron apresados por Francisco de Aguirre, en la citada población, ya que seguía presentando problemas de jurisdicción, entonces este último resolvería volver a trasladarla a su actual emplazamiento, rebautizándola con el nombre de «Santiago del Estero del Nuevo Maestrazgo».

Juan de Garay no fue detenido por Aguirre aunque también pasó a Chile pero como proveedor del ejército. Núñez de Prado, estando preso en esas tierras, apeló ante el virrey del Perú y por mandato de los oidores de la Audiencia fue enviado a Lima, en donde fue juzgado, y luego de darle la razón, se lo liberó y confirmó mediante Real provisión del 13 de febrero de 1555, en el cargo de gobernador del Tucumán, del que Aguirre lo había destituido, pero en una nueva expedición en que Garay volvió a acompañarlo, siguió participando en la misma aun después de desaparecer aquél de la escena política y de la historia.

En 1556 Garay se mudó a Potosí, cuatro años antes de la Primera Guerra Calchaquí, y se relacionó de nuevo estrechamente con sus parientes que residían allí, especialmente con su otro tío materno Juan Ortiz de Zárate.

Desde esta última fecha, Garay centraba sus actividades en la provincia de Charcas —actual Bolivia— en donde el hijo del virrey y futuro gobernador de Chile, García Hurtado de Mendoza, le encomendó trazar un camino a la costa del océano Pacífico que permitiera un comercio más activo de la «Villa Imperial», y para tal fin, estableció el puerto de Arica, villa que había sido fundada oficialmente el 25 de abril de 1541 por Lucas Martínez Vegaso, y se desempeñó nuevamente con el cargo de proveedor del ejército.

En 1557, luego de la muerte del capitán Martín Robles, Garay se integró con el grado de capitán a la expedición de conquista de Andrés Manso para poblar los territorios más allá de la «Villa de La Plata», y de esta forma asistiría a la fundación de la villa Santo Domingo de la Nueva Rioja, sobre la orilla izquierda del río Condorillos o Parapetí y cerca de los Bañados del Izozog, la cual duraría unos siete años antes de ser destruida por los aborígenes chiriguanos. En esta oportunidad fue que Garay conocería a Ñuflo de Chávez que por problemas jurisdiccionales con Manso, retrasaría su labor de conquista.

Hacia 1558 había retornado a casarse a la ciudad de Asunción del Paraguay, luego de confesar tener un hijo homónimo de tres años con una manceba aborigen, y en donde nació su primera hija: María de Garay, en el año 1559.

En cuanto a Chaves, éste con sus 158 soldados se dirigió a la comarca de los aborígenes chiquitos, para fundar el 1º de agosto de 1559 una nueva ciudad que se llamaría Nueva Asunción o «La Barranca», en la orilla derecha del río Guapay que sólo duraría unos cinco años antes de ser destruida por los chiriguanos, y sus habitantes trasladados a una nueva villa a 170 km al este, en la que hoy se conoce como Santa Cruz la Vieja.

Luego de la confrontación con los hombres de Manso en donde se encontraba Garay, aquél y Chaves habían marchado hacia Lima a finales del citado año, para reclamar sus derechos respectivos ante el virrey Andrés Hurtado de Mendoza quien en 1560 nombró a su hijo García Hurtado de Mendoza como administrador de la nueva comarca incorporada a la que llamaría gobernación de Moxos —que incluía a la futura gobernación de Santa Cruz de la Sierra y la de Chiquitos— a la vez que éste nombrara como su lugarteniente a Ñuflo de Chávez quien se transformaría en el gobernador interino ya que aquél estaba residiendo en Chile.

Andrés Manso no se conformó con el dictamen virreinal, por lo que resistió a dichas órdenes, siendo apresado y enviado a la villa de La Plata, aunque por poco tiempo ya que se fugaría ayudado por el alcalde y prepararía una rebelión con veinte compañeros, pero Garay no adhirió a su causa porque se mantuvo leal a la disposición del virrey Mendoza.

El 26 de febrero de 1561 Garay participó junto a Ñuflo de Chaves en la fundación de la primera Santa Cruz de la Sierra —estaba situada a 14 leguas o bien a unos 56 km oeste sudoeste de la actual San José— ubicada originalmente en los Llanos de Chiquitos, de la que fue regidor de su cabildo y tuvo asignada una encomienda de indios.

En esta nueva ciudad citada tuvo con su esposa por lo menos dos hijos cruceños: Jerónima y su homónimo Juan de Garay "el Legítimo". A mediados del año 1568 partió otra vez hacia la Asunción, llevando consigo a su esposa y sus tres hijos legítimos, además de su hijo natural de unos 13 años de edad, por lo que tuvieron que atravesar el Chaco Boreal, el belicoso territorio de los guaycurúes.

En 1567 el tío materno de Juan de Garay, el capitán Juan Ortiz de Zárate, fue nombrado adelantado interino por el virrey del Perú —ya que desde el 19 de octubre de 1564 le había sido asignado el cargo de sexto gobernador del Río de la Plata y del Paraguay luego de destituir a Francisco Ortiz de Vergara— y por lo cual Zárate hizo ocupar el cargo de lugarteniente asunceno a Felipe de Cáceres quien a su vez, nombró capitán a Juan de Garay, pidiéndole que "traiga a gentes a la provincia de Paraguay".

Juan de Garay había partido hacia Asunción con su familia y llegó luego de unos cuatro meses, el 11 de diciembre de 1568, y en el transcurso del viaje lo nombraron el 8 de diciembre como alguacil mayor de las provincias del Plata.

Bajo este cargo, a finales del año 1569, dio la orden al capitán Ruy Díaz de Melgarejo para fundar una ciudad que se llamaría Villa Rica del Espíritu Santo con el objetivo de afianzar las posesiones españolas en las zonas deslindadas por el Tratado de Tordesillas, además de sospechar de la existencia de una importante mina de oro. Dicho capitán partió en esa fecha desde Asunción hacia el Guayrá y una vez en Ciudad Real salió con 40 hombres para erigirla, y el 14 de mayo de 1570 a 60 leguas de la misma, la fundó en su primer emplazamiento provisional que estaría entre las nacientes de los ríos Piquiri e Ivaí y en donde mandó construir una iglesia y una fortaleza para luego trazar el poblado, y aunque las minas auríferas no fueran halladas, sí descubrieron una de hierro.

El 3 de abril de 1573 Martín Suárez de Toledo, como gobernador interino del Río de la Plata y del Paraguay, le encargó a Garay una expedición por el río Paraná que tenía como finalidad fundar una urbe que facilitara a la ciudad de Asunción la salida al mar y la comunicación con la metrópoli. De esta forma, se organizó una expedición integrada por 80 mancebos de la tierra, en un bergantín, embarcaciones menores y caballos, con 75 nativos guaraníes y 9 españoles. Se componía de dos grupos, uno por el Paraná que mandaba el propio Juan de Garay y otro por tierra a cargo de Francisco de Sierra que recorrería la margen izquierda del río, evitando así los bosques del Chaco y llevando las carretas, el ganado, los caballos y otros elementos necesarios para la fundación.

Garay salió de Asunción el 14 de abril de 1573 aunque el que iba por tierra lo hizo meses antes. Además, el gobernador Suárez de Toledo le había encargado la escolta de la carabela San Cristóbal de la Buenaventura capitaneada por Ruy Díaz de Melgarejo y su segundo el capitán Espinosa en donde llevaría preso a España a Felipe de Cáceres que había sido depuesto por el obispo Pedro Fernández de la Torre que también viajaba para formular oficialmente la acusación ante la Corte.

Tal como indica el poder de Suárez de Toledo, Juan de Garay llevaba:

[...] muchas armas y municiones e mucho número de caballos, bastimentos, ganados, plantas, semillas, gente de servicio, fragua e todos los demás pertrechos necesarios.

Los dos grupos se encontraron en un lugar llamado «La Punta del Yeso», justo enfrente de la actual Cayastá, avanzando juntos por el río San Javier, entonces llamado río de la Quiloazas.

Garay decidió desembarcar muy pronto y eligió la orilla sudoeste del río (donde hoy se encuentran las ruinas de Santa Fe la Vieja, a 5 km de Cayastá) construyendo un pequeño asentamiento allí. Desde ese lugar partió una pequeña expedición de exploración para encontrar un lugar más apropiado. Durante estas exploraciones de búsqueda coincidió con Jerónimo Luis de Cabrera que también estaba explorando el Paraná e intentando erigir una ciudad para apoyar la recién fundada Córdoba. Como resultado de este encuentro Juan de Garay decidió dar la categoría de ciudad al pequeño asentamiento, al cual regresó el 30 de septiembre.

El 15 de noviembre de 1573, Juan de Garay fundó oficialmente la ciudad de Santa Fe en su primer emplazamiento.39 Según recogió el escribano Pedro E. Espinosa: "Juan de Garay, en pie, junto al «palo rollo», símbolo de la justicia y el poder real", y realizó la fundación con las siguientes palabras:

"Yo Juan de Garay, Capitán de Justicia mayor en esta conquista y población del Paraná y Río de la Plata... Digo que... fundo y asiento y nombro esta ciudad de Santa Fe, en esta provincia de Calchines y Mocoretás, parecerme que en ella hay cosas que convienen para la perpetuación de dicha ciudad: agua, leñas y pastos, pesquerías y casas y tierras y estancias para los vecinos y moradores de ella y repartirles como su majestad lo mande [...] "
Extracto del Acta de la fundación de Santa Fe

Los miembros del cabildo de la nueva ciudad fueron designados por el propio Garay.Entre las opciones de Suárez de Toledo para la ubicación de la urbe estuvo, incluso, la de hacerla en Banda Oriental, ya sea a orilla de los ríos San Juan o San Salvador, o de lo contrario en la isla San Gabriel.

El 23 de junio de 1576 la ciudad pasaría a llamarse «Santa Fe de Luyando» por orden del gobernador interino del Río de la Plata y del Paraguay, Diego Ortiz de Zárate y Mendieta, un primo de Garay. Fue así que el nombre fue cambiando hasta retornar al original de «Santa Fe de la Vera Cruz» pero esta vez en el nuevo emplazamiento.

Respecto a esta primera ubicación de la ciudad, sólo duraría unos 80 años, por lo que se la conoce como «Santa Fe la Vieja», ya que luego se la mudaría unos kilómetros hacia el sur por motivos de seguridad, a causa de los ataques de los guaycurúes. El traslado duró diez años, ya que comenzó el 5 de octubre de 165043 y terminó hacia diciembre de 1660.44 45 46 47
Teniente de gobernador de Santa Fe

Elegidos los miembros del cabildo santafecino, nombraron de común acuerdo a Juan de Garay el 12 de marzo de 1574, como teniente de gobernador de Santa Fe, cargo confirmado por el adelantado Juan Ortiz de Zárate el 7 de junio del mismo año.40

En el mes de mayo de este último año, Garay acompañaría al adelantado Juan Ortiz de Zárate a la Banda Oriental y cerca de la desembocadura del río San Salvador fundaría a la Ciudad Zaratina48 —en las cercanías de la actual ciudad uruguaya de Dolores— con pobladores de Santa Fe pero duraría hasta su abandono tres años después.49
Teniente de gobernador general de Asunción

Una vez que Juan Ortiz de Zárate confirmara ante el rey el título de adelantado el 10 de julio de 1569 y retornara al Río de la Plata el 17 de octubre de 1572,50 en noviembre de 1573 arribó con una armada a la isla San Gabriel en donde levantó un fortín pero al quedar aislado por la resistencia de los aborígenes charrúas, Garay iría en su auxilio en mayo del siguiente año y luego de derrotarlos en la batalla de San Salvador, Zárate podría pasar a tierra firme para ocupar el cargo de gobernador recién en el mismo mes de 1574 hasta 1576, fecha en que fallecería.

El adelantado había designado para que lo sucediera a quien se casara con su hija Juana Ortiz de Zárate y Yupanqui. Mientras eligiese a los candidatos para desposarla, designó a su sobrino Diego Ortiz de Zárate y Mendieta para que ocupara interinamente el gobierno, hecho que se consumaría desde 1576 hasta 1577. Éste, a su vez, designó como alcalde de Asunción a Luis de Osorio.

En enero de este último año, luego que Garay resolviera el tema de la despoblación de la «Ciudad Zaratina» cuyos pobladores huían hacia Santa Fe, Córdoba y Tucumán, se dirigió hacia el Perú ya que había sido nombrado tutor52 de Juana de Zárate, por lo cual tuvo que pasar por esta primera ciudad nombrada y luego por Santiago del Estero. Al dirigirse al Tucumán, Gonzalo de Abreu y Figueroa que había salido de Córdoba, lo obligó a ayudarle con la fundación de la «Ciudad de San Clemente de la Nueva Sevilla» sobre las ruinas de la anterior Córdoba del Calchaquí —fundada en marzo de 1559 por Juan Pérez de Zurita y destruida en 1560 durante la primera guerra con aborígenes lugareños, cuya ubicación actual es la localidad de Chicoana— que duró pocos días y luego de varias luchas contra los calchaquíes, la refundó pero en otro lugar —al sudeste de la actual Rosario de Lerma— pero también sería arrasada. Por tercera y última lo intentaría aunque también terminaría destruida. En marzo del mismo año, Garay pudo desprenderse de esta obligación para poder seguir con su viaje, hasta llegar a Lima.

Cuando Mendieta por sus excesos fuera depuesto en Santa Fe y tuviera que ausentarse para viajar a Charcas, designó en el mismo día 3 de mayo de 1577 a Osorio como su lugarteniente, haciéndose cargo del gobierno interino del Río de la Plata y del Paraguay, desde esa fecha hasta la llegada del nuevo adelantado. Durante la gestión de este último se despobló definitivamente la «Ciudad Zaratina de San Salvador», el 20 de julio del mismo año y ya ocupando nuevamente su cargo de alcalde mayor de Asunción mandaría una tropa de 30 arcabuceros a sofocar la rebelión de los guaraníes del norte asunceno que estaban liderados por el cacique mesiánico Oberá pero sin mayores resultados.

Finalmente el elegido para casarse con Juana de Zárate fue Juan Torres de Vera y Aragón, consumándose en secreto a mediados de 1577 y por lo cual éste sería nombrado como el cuarto adelantado, y Juan de Garay su albacea, aunque no pudiera ocupar inmediatamente el cargo de gobernador del Río de la Plata y del Paraguay, dado que fue perseguido y apresado por el virrey Francisco de Toledo que estaba contrariado por no haber logrado casar a su candidato matrimonial. Garay logró huir de Lima y se refugió en Santa Fe, y finalmente Torres de Vera asumiría en el cargo el 3 de diciembre del mismo año. Durante su gobierno la ya citada «Ciudad Zaratina de San Salvador» que fue atacada por los charrúas, Garay fue en su auxilio, valiéndole el ascenso a teniente de gobernador general de todas las provincias del Río de la Plata con sede en Asunción y también lo nombró como su lugarteniente.

La impopularidad del adelantado hizo que el procurador de Asunción, Juan Caballero Bazán, llevara las reclamaciones a la Audiencia de Charcas que fueran recibidas con favorable acogida. De esta forma, el 15 de septiembre del siguiente año sería apresado en Charcas y quedaría Osorio como su reemplazante.

Luis Osorio que había sido nombrado lugarteniente de Mendieta cuando fue a Charcas, entregó inmediatamente el gobierno a Juan de Garay el 15 de septiembre de 1578, por alegar que éste tenía más derecho porque había sido nombrado lugarteniente por ambos adelantados cuando fundara y defendiera la «Ciudad Zaratina de San Salvador»

Una vez gobernador, Garay dirigió una campaña a la región del Jejuy o Jejuí y a la zona de los ñuaras o Itatín —actual estado brasileño de Mato Grosso del Sur— en 1579 y luego de derrotar al cacique Oberá, decidió fundar una ciudad en la región cercana a la laguna de Xarayes, Jarayes o Gran Pantanal del alto río Paraguay. Para concretar su objetivo designaría al teniente de gobernador del Guayrá, el capitán Ruy Díaz de Melgarejo, que partió de Asunción en 1580 con 60 soldados y hacia la latitud 19°S, sobre la orilla del este o diestra del río Mbotetey o Miranda que es afluente oriental del Paraguay, fundaría la primera ciudad de Santiago de Jerez aunque sería abandonada al poco tiempo por sus habitantes, ya que carecía de minas la región, además de no haber tráfico comercial y estar asediada continuamente por los guaycurúes

En enero de 1580 Juan de Garay comenzó los preparativos de la segunda fundación de Buenos Aires. Se pretendía poblar la nueva ciudad con gente de Asunción, para lo cual se promulgó un bando ofreciendo tierras y otras mercedes. Se apuntaron 200 familias guaraníes y de colonos. Se llevó todo lo necesario por el río en la carabela Cristóbal Colón y dos bergantines entre otras naves menores, expedición que salió el 9 de marzo del mismo año. Además de los colonos iban 39 soldados. Una parte del convoy fue por tierra y partió un mes antes.

El domingo 29 de mayo de 1580, Juan de Garay llegó a la boca del Riachuelo. Desembarcó justo en el lugar donde años antes lo había hecho el adelantado Pedro de Mendoza e instaló un campamento; la columna que viajaba por tierra llegó un mes después. Para el miércoles 11 de junio ya se había levantado un pequeño asentamiento, algo más hacia al norte de la fundación anterior, que dio base a la nueva ciudad de Buenos Aires. Ese día se celebraron las ceremonias fundacionales. Es importante recalcar una parte del acta fundacional:

[...] yo Juan García Garay, teniente de Governador y Capitán General y Justicia mayor y alguacil mayor en todas estas provincias, por el muy Ilustre el Licenciado Juan de Torres de Vera y Aragón, del Consejo de su magestad, y su oidor en la Real Audiencia de la ciudad de la Plata en los Reynos del Pirú, Adelantado..., y en lugar del dicho señor Adelantado Juan de Torres de Vera y Aragóon... estando en este Puerto de Santa María de los Buenos Ayres, hago y fundo una ciudad... La iglesia de la cual pongo su advocación de la Santísima Trinidad... y la dicha ciudad mando que se intitule Ciudad de la Trinidad.

El acta fundacional de la nueva urbe, llama a ésta «Ciudad de Trinidad», en recuerdo de su llegada que tuvo lugar el domingo de la Santísima Trinidad. El puerto de la misma recibió el nombre de «Santa María de los Buenos Aires». Ortiz de Zárate había denominado oficialmente a la región como «Nueva Vizcaya», en honor a su tierra natal.

Se plantó el «árbol de justicia» o símbolo de la ciudad, y tal como se acostumbraba y era obligatorio en tales casos, blandió la espada en las cuatro direcciones y dio un tajo a la tierra para señalar la posesión, y repartieron tierras entre los 65 pobladores que lo acompañaban, algunos presentes en la primera fundación. Fueron nombrados alcaldes Rodrigo Ortiz de Zárate y Gonzalo Martel de Guzmán, y se formó el cabildo con seis regidores a la vez que se asignó el escudo de armas de la nueva ciudad, cuadrado blanco con águila negra coronada, con las alas totalmente desplegadas, sosteniendo la cruz roja de Calatrava en su pata derecha. También se asignaron encomiendas. Todo ello quedó registrado en el acta del acontecimiento redactada por el escribano Pedro de Jerez y tres testigos.

La nueva fundación fue atacada por los indígenas, mandados por su jefe Tabobá, pero Garay fue advertido del ataque por Cristóbal de Altamirano, que estaba prisionero de aquél, lo cual sirvió para organizar la defensa. En ese ataque el procurador Juan Fernández de Enciso dio muerte a Taboba

En octubre del citado año Garay volvió a Santa Fe y regresó a Buenos Aires en febrero del siguiente. A mediados de 1581 fue por tierra hasta cabo Corrientes —donde hoy se asienta la ciudad de Mar del Plata— en busca de la mítica «Ciudad de los Césares», regresando en enero de 1582, de donde retornó a Santa Fe y luego a Asunción, ciudad adonde comenzaría a ver que la nueva urbe podría desplazar su capitalidad.

En marzo de 1583, Juan de Garay acompañó a Sotomayor San Juan en el trayecto de Buenos Aires a Santa Fe. El convoy de botes estaba compuesto por 40 hombres, un franciscano y algunas mujeres pero en un momento se desorientaron y entraron en una laguna desconocida, por lo cual decidió pasar la noche en tierra el 20 de marzo del mismo año su campamento fue atacado por los indios querandíes, que mataron a Garay, al franciscano, a una mujer y a doce de los soldados. El suceso ocurrió cerca de las ruinas de Sancti Spíritus, el antiguo fuerte de Juan Caboto.

Si bien no está documentado el lugar exacto de aquellos hechos, algunos creen que se trata de Punta Gorda (en la actual provincia de Santa Fe), otros autores creen que fue en el lado entrerriano y una minoría asegura que fue en la laguna bonaerense de San Pedro.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 19 Jun 2015 23:09

JUAN JOSE DE AUSTRIA

Noble y militar español, nacido en Madrid en 1629 y muerto en la misma ciudad en 1679. Hijo del rey Felipe IV y de la actriz María Calderón, llamada la Calderona, fue criado en secreto en Ocaña donde recibió una educación principesca orientada hacia la carrera eclesiástica, pero por consejo del Conde Duque de Olivares el rey lo reconoció en 1642 debido a la falta de herederos a la corona.

Se le otorgó el título de príncipe en 1643. El monarca rechazó siempre su reconocimiento como infante, lo que hubiera supuesto legitimar sus derechos sucesorios, pero le concedió el Gran priorato de Castilla y León en la Orden de San Juan, además del priorato de Consuegra, en cuyo castillo fijó su residencia.

Desde muy joven ocupó cargos de gran responsabilidad. Fue enviado en 1647, cuando contaba con tan sólo 18 años, a Nápoles para sofocar la revuelta que dirigía Masaniello y que tenía su origen en los elevados impuestos. Cuatro años más tarde Masaniello fue asesinado, y la revuelta sofocada. A su regreso a España le fueron encomendadas las tropas que trataban de pacificar Cataluña en la cual había estallado una sublevación con motivo de la política impositiva realizada por Olivares y por la pretendida Unión de Armas como medio de defensa frente a la guerra con Francia. La pacificación se logró en 1652, tras expulsar a los franceses de Barcelona. Este éxito hizo que su popularidad fuera inmensa y le reportó el nombramiento de virrey de Cataluña.

Enviado a Flandes con el título de virrey de este territorio, logró algunos éxitos iniciales como el levantamiento del cerco de Valenciennes, pero fue derrotado por los franceses, comandados por Turenne, en la batalla de las Dunas (1658). Siguió un tiempo más al mando de la administración en Flandes, hasta que fue llamado a España por el rey.

En 1661 se puso al mando de una expedición que tenía por objeto recuperar Portugal. Pese a tomar algunas plazas portuguesas, finalmente fue derrotado en la batalla de Estremoz (1663) y perdió el favor real. Regresó de Portugal al año siguiente, relegado a sus dominios de Consuegra.

Muerto Felipe IV en 1665, Juan José se esforzó por conseguir la legitimación de sus derechos a la Monarquía. Con este fin planeó contraer matrimonio con una de las hijas del difunto Felipe IV; este proyecto produjo la alarma de la rama austriaca de los Habsburgo. Tomó parte en las revueltas que se suscitaron con motivo de la regencia, lo que le valió ser desterrado de la corte por la regente Mariana de Austria y el valido de ésta, el padre Nithard, que lo enviaron a Flandes para hacer frente a un nuevo ataque francés. Juan José rechazó esta orden en 1668, año en el que fue definitivamente desterrado acusado de conspirar contra el valido de la reina regente. Para no ser detenido, huyó a Cataluña donde se puso al frente de un pequeño ejército con el cual marchó sobre Madrid. Este hecho provocó la caída de Nithard en 1669, que se retiró entonces de la capital con el nombramiento de vicario general de la corona de Aragón.

A Nithard le sucedió un nuevo valido, Fernando de Valenzuela, ya que Juan José no se atrevió a tomar el poder tras la caída del anterior. Juan José tuvo que hacer frente otra vez a la enemistad del nuevo regente y de la reina, los cuales le destinaron en 1670 a Flandes y cinco años después a Nápoles. Regresó fugazmente a Madrid en 1675 llamado por Carlos II, que acababa de ser reconocido mayor de edad y, por tanto, se situaba al frente del gobierno. Carlos II trataba con ello de liberarse de la tutela de su madre y del nuevo valido. Juan José fue nuevamente alejado de la corte por la reina madre.

En 1676 se produjo la caída de Valenzuela, vencido por los continuos escándalos que su privanza provocó; fue entonces cuando, ayudado por los grandes de España y el ejército, Juan José retornó a España con el título de primer ministro de su hermanastro Carlos II, cargo que ocupó hasta su muerte, ocurrida en 1679. Trató de gobernar con honradez, pero se hallaba ligado por sus compromisos con la oligarquía nobiliaria que le había dado el poder; esto, unido a la crisis económica y al hecho de que en política exterior se vio obligado por las continuas derrotas militares a firmar la paz de Nimega en 1678, acabó provocando su desprestigio y la consiguiente decepción de sus partidarios, que habían puesto en su persona las esperanzas y anhelos de recuperar el poder y prestigio del que antaño gozó España en Europa. En sus tres años de gobierno desterró a Valenzuela a Filipinas y humilló a la reina madre en venganza por las anteriores afrentas de ésta.

Juan José de Austria falleció en medio de la indiferencia general, abandonado por todos los que en él habían confiado. Incluso su hermanastro, el rey, se mostró indiferente ante su muerte. Pese a ello, recibió los honores que a su rango le correspondían, fue enterrado en El Escorial y su corazón, por mandato expreso del difunto, mandado a la capilla del Pilar de Zaragoza.

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P.D. Sobre la regencia y caída en desgracia del padre Nithard, existe un libro novelado del escrito José Calvo Poyato, muy ameno e interesante
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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 19 Jun 2015 23:27

FELIPE V DE ESPAÑA El Animoso

Felipe V, duque de Anjou, también conocido como el Animoso, nació el 19 de diciembre de 1683 en Versalles. Su abuelo fue el rey francés Luis XIV y sus padres el Gran Delfín de Francia, Luis y María Ana Victoria de Baviera.

Heredó el trono español al morir Carlos II (último monarca de la casa de Austria o Habsburgo en España) sin descendencia y nombrarlo éste como heredero a su muerte en 1700, convirtiéndose así en el primer Borbón de la línea dinástica española con la condición de que la nueva dinastía no podría jamás unirse con la francesa. En 1701 juró como rey de España ante las Cortes castellanas.

El problema sucesorio: la Guerra de Sucesión

La situación de España a la llegada de Felipe V era de una total ruina en la Hacienda, con un ejército roto, mal preparado y desorganizado, con un nivel de corrupción e inmovilismo en la administración alarmante, y sobre todo, un desprestigio en el exterior que iba en aumento. Durante el reinado de Carlos II, España pasó de ser la primera potencia europea a ocupar un puesto secundario o de mera comparsa en la política exterior: se estaba consumando el hundimiento del poderío español que ya había comenzado a comienzos del siglo XVII. Esa pérdida de poder político fue debida, en gran parte, a la presión que ejerció Francia, como nueva potencia líder, sobre las posesiones de España en el continente. Luis XIV, al casarse con María Teresa de Austria, albergaba el deseo de crear una alianza borbónica en Europa, e incluso aglutinar en una sola cabeza los dos países: Francia y España. El testamento hecho por Carlos II en favor del duque de Anjou favorecía inicialmente estos proyectos del monarca francés. No obstante, debido a la cláusula impuesta mucho antes por Felipe IV que obligaba al pretendiente a la Corona española a renunciar a sus anteriores títulos, Felipe tuvo que renunciar a sus posibles derechos al trono francés. Aunque el emperador de Austria no aceptó la disposición testamentaria favorable al Borbón, alegando los derechos de su hijo el archiduque Carlos de Austria, tanto Inglaterra como Holanda apoyaron la decisión del rey moribundo. Sin embargo, la situación pronto cambió de signo a causa de las pretensiones amenazadoras y expansionistas que mostró Luis XIV. La princesa de los Ursinos, al servicio directo de Luis XIV, influyó decisivamente en el débil Felipe V, de forma tal que éste siguió una política en exceso beneficiosa para Francia. Las potencias no querían una Francia demasiado fuerte y poderosa que pudiera romper el frágil equilibrio político del continente. Ante semejante hecho, las potencias reaccionaron uniéndose en torno al pretendiente de la casa de Austria.

La oposición a los Borbones, tanto franceses como españoles, estaba integrada por Austria, Inglaterra y Holanda, con la firma de la Gran Alianza de La Haya, rubricada el 7 de septiembre de 1701, a la que posteriormente se unirían Portugal y Saboya. Las potencias europeas reconocieron como rey de España a Carlos de Austria, el 12 de septiembre de 1703: la guerra está servida.

La disputa por la hegemonía europea se convirtió en España en una especie de guerra civil, donde se estaban dirimiendo dos concepciones diferentes de entender el gobierno de un país: la pactista de los Austria, o el modelo centralizado que en Francia había impuesto Luis XIV. La Corona de Aragón apostó por la causa del archiduque, mientras que la mayor parte de Castilla simpatizó con la causa felipista. El primer período de la guerra abarcó los años 1701 a 1706. Fue totalmente desfavorable para la causa de Felipe V, quien tenía como principal objetivo defender las posesiones españolas en Italia, donde fue herido en la batalla de Luzzara. Aun así, los austriacos no lograron apoderarse del Milanesado. Los descalabros militares en Europa se fueron sucediendo, uno tras otro: el inglés Malborough proporcionó a los aliados el dominio del bajo Rhin y del Mosa. En la campaña del año 1704, el ejército de Felipe V fue aniquilado cerca del río Danubio. Hasta el año 1704, el conflicto no penetró en terreno peninsular. Felipe V dirigió personalmente la ofensiva contra Portugal, y logró impedir que los aliados entraran a España por esa zona, pero no pudo evitar la toma de Gibraltar por los ingleses, en agosto de 1704. Inglaterra intentó hacerse con la plaza de Ceuta, con el fin de controlar la entrada y salida al Mediterráneo, pero la acción fracasó. En su recorrido por la costa levantina, los aliados consiguieron hacerse con la ciudad de Denia, donde proclamaron al archiduque Carlos como rey de España, el 8 de agosto de 1705.

Con la victoria hispanofrancesa en la batalla de Almansa, el 25 de abril de 1707, la suerte de la guerra empezó a inclinarse a favor de Felipe V. En este enfrentamiento, el duque de Barwick capturó 9.000 aliados, con lo que dio un tremendo golpe de efecto al archiduque Carlos, que estaba en su cuartel general de Barcelona. Almansa inició un rápido proceso de conquista de buena parte de la vieja Corona aragonesa por parte de las tropas de Felipe V.

Francia atravesaba una difícil situación económica y política, con la quiebra técnica de su Hacienda y por las constantes victorias aliadas en Europa, por lo que disminuyó la ayuda militar a la causa felipista. Esta circunstancia la aprovecharon los aliados conquistando Zaragoza y entrando en Madrid, en el año 1710. pero éstos fueron los últimos coletazos austracistas. El 10 de diciembre de 1710, las tropas de Felipe V derrotaron en las decisivas batallas de Brihuega y Villaviciosa a los aliados, rompiendo el cordón que unía a las tropas del archiduque en Cataluña con el resto de la Península. Únicamente resistieron el empuje de las tropas de Felipe V Cataluña y Baleares; el resto cayó en manos del pretendiente borbón con suma facilidad.

En esta tesitura, dos hechos importantes vinieron a acelerar el establecimiento de conversaciones de paz y a favorecer el definitivo establecimiento de la dinastía borbónica en España. En Inglaterra triunfó un nuevo gobierno conservador que no tenía interés por continuar la guerra. El segundo elemento, mucho más importante que el anterior, fue la muerte del emperador austriaco, José I, en 1711. El heredero al trono fue el archiduque Carlos. Este acontecimiento obligó a las potencias aliadas a variar su posición, puesto que en adelante el peligro de romper el equilibrio no venía ya de Francia, sino de Carlos. Si éste lograba ceñir las dos coronas: la española y la austriaca se volvería a la misma situación que se dio a comienzos del siglo XVI, con la figura de Carlos I de España y V de Alemania. Un Estado tan poderoso rompería por todos los lados el equilibrio político de Europa. Francia e Inglaterra comenzaron, ese mismo año, a entablar conversaciones secretas de paz que culminaron con los tratados de Utrecht, en el año 1713, y Rastadt, en el año 1714. Por el primero de ellos, Felipe V renunciaba a la Corona francesa, era reconocido como rey de España y se consagraba la pérdida de Gibraltar y Menorca (ésta posteriormente recuperada) en favor de Inglaterra.

Las consecuencias de la guerra fueron considerables. En el plano internacional, los tratados firmados supusieron la consolidación de un nuevo mapa político y el triunfo de una política de equilibrio continental entre Francia y Austria, con Inglaterra en el papel de vigilante o árbitro. En España la guerra aún se prolongó unos pocos años por la negativa de Cataluña a aceptar la victoria de Felipe V. Pese a su heroica resistencia, Cataluña fue derrotada por las tropas reales, tras la caída sucesiva de sus principales plazas: Barcelona (11 de septiembre de 1714), Cardona (18 septiembre de 1714) y Palma (3 de julio de 1715). La consecuencia para la antigua Corona de Aragón por su obstinada “rebeldía” contra el rey fue la implantación de los llamados Decretos de Nueva Planta, promulgados en 1716, por los que bajo el pretexto de “delito de rebelión” derogaban la antigua organización autónoma de los países que integraban la corona catalano-aragonesa. De este modo, todos los reinos quedaron reducidos a las leyes de Castilla, tanto jurídica como administrativamente. Esta nueva reorganización centralista respondía totalmente a los deseos expresados por el nuevo monarca.

Hasta mediados de la segunda década del XVIII, la política de Felipe V estuvo muy marcada por la influencia francesa a través de Orry y de la princesa de los Ursinos. Bajo su reinado se inició la renovación de la cultura en España, en ciencias, literatura, filosofía, arte, política, religión y economía. En 1712 aún no acabada la guerra de Sucesión, se fundó la Biblioteca Nacional; un año después, se creaba la Academia de la Lengua y, más tarde, las de Medicina, Historia... todas ellas a imitación de las Academias francesas

En política interior se ocupó de la creación de secretarías y de intendencias así como de llevar a cabo una centralización y unificación administrativa con los Decretos de Nueva Planta, aboliendo los fueros aragoneses y valencianos

Tras la muerte de su primera esposa, María Luisa de Saboya, Felipe contrajo de nuevo matrimonio en 1714 con Isabel de Farnesio, que le dio siete hijos: entre ellos el que sería Carlos III, y Felipe, duque de Parma. El nuevo matrimonio supuso un cambio del influjo francés por el italiano, realizando a partir de entonces una política que solicitaba una revisión de lo pactado en Utrech y la recuperación de los territorios italianos. El Cardenal Alberoni dirigió en un primer momento esta política reivindicatoria, pero la Cuádruple Alianza integrada por Gran Bretaña, Francia, Países Bajos y el Imperio, puso fin a estos intentos. Se fracasó asimismo en los intentos por recuperar Menorca y Gibraltar.

En enero de 1724, Felipe V abdicó de forma inesperada en su hijo Luis, primogénito de su primer matrimonio con María Luisa de Saboya, pero tras la temprana muerte de Luis I, en agosto del mismo año, Felipe volvió a reinar España.

Este segundo reinado de Felipe V supuso un cambio en la política anterior a su abdicación, con miras más españolas que italianizantes y rodeándose de ministros españoles. Entre ellos, José Patiño, político, diplomático y economista; José del Campillo, hacendista; y, luego, el marqués de la Ensenada, gran político y magnífico planificador de la economía.

La alianza familiar con Francia a través de los Pactos de Familia hizo que el ejército español ayudara al francés en las guerras de Sucesión polaca y austriaca, y posibilitó que el hijo mayor de Isabel de Farnesio, Carlos, se convirtiera en rey de Nápoles y Sicilia, llegando a ser también más tarde rey de España como Carlos III; y el otro, Felipe, en duque de Parma, Plasencia y Guastalla.

El 9 de julio de 1746, Felipe V murió en Madrid, sucediéndole en el trono su hijo Fernando VI. Por expreso deseo del monarca, su cuerpo fue enterrado en el palacio de la Granja de San Ildefonso.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 20 Jun 2015 14:20

FERNANDO VI El Prudente o El Justo

Fernando VI de España, llamado «el Prudente» o «el Justo» (Madrid, 23 de septiembre de 1713-Villaviciosa de Odón, 10 de agosto de 1759), fue rey de España desde 1746 hasta 1759, cuarto hijo de Felipe V y de su primera esposa María Luisa Gabriela de Saboya. Se casó en la iglesia de San Juan Bautista de Badajoz con Bárbara de Braganza en 1729, que fue reina de España hasta su muerte en 1758.

Cuando llegó al trono, España se encontraba en la Guerra de Sucesión Austriaca, que terminó al poco tiempo (Paz de Aquisgrán, 1748) sin ningún beneficio para España. Comenzó su reinado eliminando la influencia de la reina viuda Isabel de Farnesio y de su grupo de cortesanos italianos. Establecida la paz, el rey impulsó una política de neutralidad y paz en el exterior para posibilitar un conjunto de reformas internas. Los nuevos protagonistas de estas reformas fueron el Marqués de la Ensenada, francófilo; y José de Carvajal y Lancaster, partidario de la alianza con Gran Bretaña. La pugna entre ambos terminó en 1754 al morir Carvajal y caer Ensenada, pasando Ricardo Wall a ser el nuevo hombre fuerte de la monarquía.

El 30 de agosto de 1749, Fernando VI autorizó una persecución con el fin de arrestar y extinguir a los gitanos del reino,conocida como la Gran Redada.

Mediante la ordenanza del 2 de julio de 1751 prohibió la masonería.

Algunos de los más importantes proyectos durante el reinado fueron llevados a cabo por el marqués de la Ensenada, secretario de Hacienda, Marina e Indias. Planteó la participación del Estado para la modernización del país. Para ello era necesario mantener una posición de fuerza en el exterior para que Francia y Gran Bretaña considerasen a España como aliada, sin que ello supusiese una renuncia de Gibraltar.

Entre los proyectos del marqués de la Ensenada encontramos:

El nuevo modelo de la Hacienda, planteado por Ensenada en 1749. Intentó la sustitución de impuestos tradicionales por un impuesto único, el catastro, que gravaba en proporción a la capacidad económica de cada contribuyente. Propuso también la reducción de la subvención económica por parte del Estado a las Cortes y al ejército. La oposición de la nobleza hizo que se abandonase el proyecto.

La creación del Giro Real en 1752, un banco para favorecer las transferencias de fondos públicos y privados fuera de España. Así, todas las operaciones de intercambio en el extranjero quedaron en manos de la Real Hacienda, lo que beneficiaba al Estado. Se le puede considerar el antecesor del Banco de San Carlos, que se instituyó durante el reinado de Carlos III.

El impulso del comercio americano, que pretendió acabar con el monopolio de las Indias y eliminar las injusticias del comercio colonial. Así se apoyó a los navíos de registro frente al sistema de flotas. El nuevo sistema consistía en la sustitución de las flotas y galeones para que un barco español, previa autorización, pudiera comerciar libremente con América. Esto incrementó los ingresos y disminuyó el fraude. Aun así, este sistema provocó muchas protestas en los comerciantes del sector privado.

La modernización de la marina. Una poderosa marina era fundamental para una potencia con un imperio en ultramar y aspiraciones a ser respetada por Francia y Gran Bretaña. Para ello, el Marqués de la Ensenada incrementó el presupuesto y amplió la capacidad de los astilleros de Cádiz, Ferrol, Cartagena y La Habana, lo que supuso el punto de partida del poder naval español en el siglo XVIII.

Las relaciones con la Iglesia, que fueron muy tensas desde los inicios del reinado de Felipe V a causa del reconocimiento del archiduque Carlos como rey de España por el Papa. Se mantuvo una política regalista que perseguía tanto el objetivo fiscal como político y cuyo logro decisivo fue el Concordato de 1753. Por éste se obtuvo del papa Benedicto XIV el derecho de Patronato Universal, que supuso importantes beneficios económicos a la Corona y un gran control sobre el clero.

Florecimiento cultural con la creación en 1752 de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Prisión general de gitanos, un intento de exterminar a los gitanos mediante su arresto y posterior separación de los hombres y de las mujeres, obligándolos a trabajar a ellos en astilleros y minas y a las mujeres en fábricas. Los menores de 14 años fueron internados en instituciones religiosas. A esta época hace referencia la novela la Reina Descalza de Ildefonso Falcones

Durante la Guerra de Sucesión Austriaca y la de los Siete Años, España reforzó su poderío militar.

El principal conflicto fue el enfrentamiento con Portugal por la colonia de Sacramento, desde la que se facilitaba el contrabando británico por el Río de la Plata. José de Carvajal consiguió en 1750 que Portugal renunciase a tal colonia y a su pretensión de libre navegación por el Río de la Plata. A cambio, España cedió a Portugal dos zonas en la frontera brasileña, una en la Amazonia y la otra en el sur, en la que se encontraban siete de las treinta reducciones guaraníes de los jesuitas.

Los españoles tuvieron que expulsar a los misioneros jesuitas, lo que generó un enfrentamiento con los guaraníes que duró once años.

El conflicto de las reducciones provocó una crisis en la Corte española. Ensenada, favorable a los jesuitas, y el padre Rávago, confesor del Rey y miembro de la Compañía de Jesús, fueron destituidos, acusados de entorpecer los acuerdos con Portugal.

El último año: el «año sin rey» (agosto 1758 – agosto 1759)
La reina Bárbara de Braganza no gozaba últimamente de buena salud. "Padecía especialmente una tos continua, que la obligaba a veces a suspender las cultas veladas que se organizaban casi diariamente en palacio". En la primavera de 1758 fue trasladada a Aranjuez pensando que allí se restablecería del asma, haciendo el viaje en etapas para que no se cansara. Aunque al principio pareció mejorar, pronto volvieron los dolores y la fatiga. En julio su salud empeoró. Padecía fiebres altas que aumentaban por la tarde y la madrugada. El 25 de agosto perdió la voz. Su agonía duró dos días, falleciendo en la madrugada del 27 de agosto de 1758. Su cadáver fue llevado al Convento de las Salesas Reales en Madrid, que había sido fundado por ella, y provisionalmente guardado bajo la cripta.

El fallecimiento de la reina produjo un agravamiento en la salud del rey (los reyes estaban profundamente unidos), hasta llegar a un alto grado de locura.15

Durante las periódicas recaídas de la salud de la reina Fernando VI siempre estuvo y sufrió junto a ella, lo que debilitó su estado de salud. Algunos médicos actuales han supuesto que el rey padecía Alzheimer y que la muerte de la reina aceleró el proceso de la enfermedad. Fernando VI no participó en el cortejo fúnebre que condujo el cadáver de la reina a Madrid, sino que abandonó Aranjuez el mismo día en que murió doña Bárbara para instalarse en el castillo de Villaviciosa de Odón, acompañado por su medio hermano el infante don Luis. Se pensó que sería un buen lugar porque allí nada le recordaría a la reina y podría distraerse con su afición favorita, la caza. Pero a los diez días aparecieron los primeros síntomas de la enfermedad.

Sentía grandes temores de morir o de ahogarse y fue abandonando los asuntos y la caza. [...] El último documento que firmó es de un mes después de la defunción de su esposa y el último despacho del rey con el ministro Wall fue a principios de octubre de 1758, «de pie y en conversación». [...] El rey dejó de hablar, y fue reduciendo sus comidas hasta el punto de que no se alimentaba. Las manías hicieron su aparición y poco después se encerró en una habitación en la que había sitio escaso para una cama, donde pasó sus últimos meses
Voltes (1998, pp. 213-215)

Durante ese tiempo se mostró agresivo —«tiene unos impulsos muy grandes de morder a todo el mundo», escribió el infante Luis a su madre Isabel de Farnesio— y para calmarlo le suministraban opio; intentó suicidarse en varias ocasiones y pidió veneno a los médicos o armas de fuego a los miembros de la guardia real; jugaba a fingir que estaba muerto o, envuelto en una sábana, a que era un fantasma. Cada día estaba más delgado y pálido, lo que se unía a la dejadez en su aseo personal. No dormía en la cama sino sobre dos sillas y un taburete. Mientras esto sucedía en el castillo de Villaviciosa de Odón, por la "villa y corte" de Madrid circulaban versos como éstos:

...Si este rey no tiene cura,
¿a qué esperáis o qué hacéis?
Muy presto cumplirá un año
que sin ver a vuestro rey,
os sujetáis a una ley
hija de un continuo engaño...
Voltes (1998, p. 223)

Fernando VI murió el 10 de agosto de 1759, decimotercer aniversario de su proclamación como rey, le sucedería su hermanastro Carlos III hijo del matrimonio de su padre con Isabel de Farnesio, quien fue considerado como el mejor Alcalde de Madrid.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 20 Jun 2015 14:32

CARLOS III "El Político" o "El Mejor Alcalde de Madrid"

Hijo de Felipe V y de su segunda esposa, Isabel de Farnesio, nació en Madrid el 20 de enero de 1716. En 1731 fue nombrado duque de Parma y Toscana, y entre 1735 y 1759 fue rey de Nápoles. En 1759 sucedió a su hermanastro Fernando VI en el trono español, cargo que ocupará hasta su muerte.

A pesar de que todavía continuamos dentro del periodo de monarquías absolutistas, el reinado de Carlos III es plenamente reformista desde el punto de vista socio-político y económico llegando incluso a provocar su enfrentamiento con la aristocracia y el clero. Entroncado este reinado en pleno desarrollo de la Ilustración es uno de los más típicos exponentes de esta corriente ideológica. Sus reformas fueron dirigidas hacia el reparto de tierras comunales, división de latifundios, recortes de privilegios de la Mesta, protección de la industria privada, liberación del comercio y de las aduanas etc.

Políticamente otorgó poder político a la burguesía, favoreciendo sus intereses con iniciativas legislativas como la creación de la Orden de Carlos III, la apertura del comercio de Ultramar o la supresión de los "oficios viles".

Interesado en promover la prosperidad del país, su programa de reformas e iniciativas alcanzó a las obras públicas, destacando la construcción del pantano de Loja, el puerto de San Carlos de la Rápita o la repoblación de Sierra Morena, creando municipios de nueva construcción como La Carolina.
En el ámbito cultural, Carlos III entendía que la prosperidad nacional pasaba por el desarrollo cultural y educativo. En este sentido, impulsó la investigación científica, reformó la docencia y favoreció la difusión de los conocimientos.

En cuanto a la política exterior, intentó mantener el prestigio español y su presencia colonial, amenazada por el expansionismo de Gran Bretaña y Francia, principalmente. Para ello, reformó el ejército e incrementó el poder naval español, hasta el punto de que pudo ser considerada en su época como la más poderosa después de la británica. Además, las Ordenanzas Reales que se dictaron sobre el ejército demostraron su eficacia, hasta el punto de que en parte aun se mantienen en vigor.


Bajo la excusa de que habían instigado el Motín de Esquilache, el Rey inició una persecución contra los jesuitas. El voto de obediencia inquebrantable hacia el Papa y el dinero de la desamortización de sus bienes estaban tras la decisión

La expulsión de los jesuitas del Imperio español en 1767, una medida firmada por Carlos III dentro del ambiente hostil hacia esta orden religiosa en la Ilustración, sacudió profundamente la Cristiandad. Al fin y al cabo, la Compañía de Jesús –la mayor orden masculina católica en la actualidad– estaba fundada por españoles y muy vinculada a la historia de nuestro país, desde la Contrarreforma a la evangelización de América. Las razones oficiales para justificar la deportación achacaban a los jesuitas haberse enriquecido enormemente en las misiones, haber intervenido en política contra los intereses de la Corona y hasta perseguir el asesinato de los reyes de Portugal y de Francia. Eran mentiras o, en el mejor de los casos, exageraciones para ocultar una respuesta aún más sencilla: se habían convertido en unos intrusos de su propia casa.

El día 15 de agosto de 1534, Ignacio de Loyola, un antiguo militar y consejero de Carlos I destinado a convertirse en santo, juró junto a sus siete seguidores más fieles en Montmartre (París) «servir a nuestro Señor, dejando todas las cosas del mundo». Después de los votos de Montmartre, se incorporaron al núcleo tres jóvenes franceses y se dirigieron en peregrinación a Jerusalén, que no pudieron alcanzar debido a la guerra entre Venecia y el Imperio Otomano. Por esta razón, el grupo se dirigió a Roma, donde fundaron tras largas reflexiones la Compañía de Jesús, que fue aprobada el 27 de septiembre de 1540 por Paulo III, quien firmó la bula de confirmación «Regimini militantis ecclesiae».

La Compañía de Jesús fue un instrumento fundamental de la Iglesia católica durante la Contrarreforma y varios de sus miembros se destacaron en el Concilio de Trento, que sirvió para aclarar diversos puntos doctrinales y combatir desde la teología el cisma surgido con el movimiento protestante. Desde su origen, los jesuitas profesaron los tres votos normativos de la vida religiosa (obediencia, pobreza y castidad) y, además, un cuarto voto de obediencia absoluta al Papa, «circa misiones», que es el motivo, precisamente, de que los estados comenzaran a desconfiar de la orden a partir de la Ilustración.
Los regalistas contra los jesuitas

La actitud inflexible de los defensores de los derechos de la Santa Sede contra los regalistas (los defensores de los derechos privilegiados de la corona en las relaciones con la iglesia) fue la causa de fondo de todas las disputas que acontecieron a los jesuitas. En 1759, el Reino de Portugal encerró en el calabozo a 180 religiosos en Lisboa y expulsó al resto acusando a la orden de instigar un atentado contra la vida del Rey. Tres años después, en 1762, Francia usó el mismo argumento y declaró su ilegalidad a raiz de un caso de malversación de fondos, en el contexto de la polémica entre jesuitas y jansenistas (otro movimiento religioso promovido por el obispo Cornelio Jansenio durante la Contrarreforma).

En efecto, la doctrina del regicidio que se atribuía a toda la orden, aunque solo la había defendido el Padre Mariana en su tratado «De Rege», fue enarbolada siempre para justificar sus expulsiones y otorgó la hostilidad hacía la Compañía de los grandes filósofos ilustrados como Voltaire o Montesquieu y de muchos soberanos católicos. Uno de ellos fue Carlos III de España, quien compartía desde la infancia el recelo de su madre, la Reina Isabel de Farnesio, sobre las intenciones de esta orden religiosa.

Pese a que los jesuitas habían ejercido un papel destacado durante los reinados de la dinastía Habsburgo, cabe recordar que Carlos I era amigo personal de Ignacio de Loyola, su auténtica ascensión «política» se produjo con la llegada de los Borbones a la Monarquía de España. Así, tanto Felipe V como Fernando VI tuvieron confesores jesuitas, el Padre Daubenton y el Padre Rávago, respectivamente. Sin embargo, la caída de la Compañía de Jesús comenzó a gestarse poco después, en 1754, cuando la caída del marqués de la Ensenada –todopoderoso ministro de Fernando VI y amigo de los jesuitas– dio como resultado la llegada al poder de un gobierno significativamente anti-jesuítico. Uno de los hechos más ruidosos en los primeros meses del nuevo ministerio fue la exoneración de Francisco de Rávago como confesor real. Carlos III compartía el recelo de su madre Isabel de Farnesio hacia esta orden religiosa

Bajo la acusación de estar detrás de los motines populares del año anterior –conocidos con el nombre de Motín de Esquilache–, Carlos III firmó la Pragmática Sanción en 1767 que dictaba la expulsión de los jesuitas de todos los dominios de la Corona de España, incluyendo los de Ultramar y decretaba la incautación del patrimonio que la orden tenía en el imperio. Sin embargo, las verdaderas causas que motivaron la medida hay que buscarlas más allá de las revueltas sociales, donde la implicación jesuita nunca ha podido demostrarse.

Durante el Motín de Esquilache, la multitud asaltó la casa de Esquilache, el secretario de Hacienda, y se congregó en el Palacio Real. Allí, la Guardia Real tuvo que intervenir para restablecer el orden con un resultado de cuarenta muertos. El desencadenante de la protesta había sido un decreto impulsado por el marqués de Esquilache que pretendía reducir la criminalidad y que formaba parte de un conjunto de actuaciones de renovación urbana de la capital –limpieza de calles, alumbrado público nocturno, alcantarillado–. En concreto, la norma objeto de la protesta exigía el abandono de las capas largas y los sombreros de grandes alas, ya que estas prendas ocultaban rostros, armas y productos de contrabando. No en vano, el trasfondo del motín era una crisis de subsistencias a consecuencia de un alza exagerado del precio del pan. Nada, en cualquier caso, que pudiera llevar a la Compañía de Jesús a implicarse en un complot.

El fiscal del Consejo de Castilla Pedro Rodríguez de Campomanes –un declarado antijesuita– fue el encargado de investigar las causas del motín. El fiscal encontró evidencias de la participación de algunos jesuitas en la revuelta y las empleó para montar –«con frases sueltas, hablillas y chismes»– una causa general contra la Compañía de Jesús. Por supuesto, Carlos III no desaprovechó la ocasión, y atacó con contundencia a un grupo religioso que representaba la máxima oposición al regalismo. Esta doctrina política, que defiende el derecho del estado nacional a intervenir, recibir y organizar las rentas de sus iglesias nacionales, chocaba frontalmente con la absoluta lealtad de los jesuitas hacia el Papa, lo que llevó a sus detractores a calificar a la orden como «un estado extranjero dentro de otros estados».

Así, lejos de la tesis romántica de que la medida fue tomada para permitir el triunfo de las luces sobre el fanatismo representado por los jesuitas o la teoría del historiador Menéndez y Pelayo de que fue el fruto de una «conspiración de jansenistas, filósofos, parlamentos, universidades y profesores laicos contra la Compañía de Jesús», la Corona española ejecutó la orden con la intención de reafirmar su control estatal sobre la iglesia española. La decisión, además, venía acompañada de la correspondiente desamortización de sus bienes que el estado administró como creyó oportuno, en muchos casos cediéndoselo a otras órdenes religiosas.

Con gran sigilo, en la madrugada del 2 de abril de 1767, las tropas reales acudieron a las 146 casas de los jesuitas y les comunicaron la orden de expulsión contenida en la Pragmática Sanción. Fueron deportados de España 2641 jesuitas y de las Indias 2630. Los primeros fueron acogidos inicialmente en la isla de Córcega, perteneciente entonces a la República de Génova. Y el Papa Clemente XIII se vio obligado a admitirlos en los Estados Pontificios cuando los franceses tomaron la isla de Córcega.

Clemente XIV suprimió la Compañia y decretó la conversión de los jesuitas en clero secular. No obstante, la guerra de Carlos III contra la Compañía de Jesús continuó tras su salida de España. El papa Clemente XIII resistió las presiones de los monarcas europeos que pedían la supresión total, pero la elección de Clemente XIV, conocido por su poco aprecio por los jesuitas, sirvió en bandeja la posibilidad de acabar completamente con la orden. José Moñino, que posteriormente fue nombrado Conde de Floridablanca y se convirtió en el ministro de confianza del Rey, fue destinado en la tarea de convencer al pontífice, lo cual consiguió en agosto de 1773. Clemente XIV promulgó el breve «Dominus ac Redemptor» donde suprimía la Compañia de Jesús y decretaba la conversión de los jesuitas en miembros del clero secular. No en vano, algunos se negaron a acatar la decisión y se refugiaron en el reino de Prusia y en el Imperio Ruso, donde fueron protegidos por sus respectivos soberanos.

Casi medio siglo después, en el contexto de la Restauración de 1814, el papa Pío VII emitió la bula «Solicitudo omnium Ecclesiarum», que restauraba la Compañía de Jesús. En España, el nieto de Carlos III, Fernando VII EL REY FELON, autorizó inmediatamente su vuelta.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 21 Jun 2015 00:10

CARLOS IV DE ESPAÑA El Cazador

A mi juicio no tiene méritos suficientes para estar en este hilo, pero lo hago constar dado que en la época en la que le toco reinar, España se vio envuelta en diferentes guerras, primero contra Francia, y luego contra Inglaterra como Aliada de Francia, lo que dió lugar a numerosas gestas de valor por parte de militares y paisanos españoles, que si figurarán por derecho propio en este hilo más adelante. y no hay que olvidar que su sucesor fue el más siniestro, y traidor absoluto que tuvo la monarquía desde los Reyes Católicos, no en vano pasó a la historia con el titulo de el rey felón

Carlos IV de España, llamado «el Cazador» (Portici, 11 de noviembre de 1748-Nápoles, 19 de enero de 1819), fue rey de España desde el 14 de diciembre de 1788 hasta el 19 de marzo de 1808. Hijo y sucesor de Carlos III y de María Amalia de Sajonia.

Accedió al trono poco antes del estallido de la Revolución francesa, y su falta de carácter hizo que delegase el gobierno de su reinado en manos de su esposa María Luisa de Parma y de su valido, Manuel Godoy, de quien se decía que era amante de la Reina, circunstancia aceptada como cierta por historiadores como Balansó o Zavala y negada por otros. Estos acontecimientos frustraron las expectativas con las que inició su reinado. A la muerte de Carlos III, el empeoramiento de la economía y el desbarajuste de la administración revelan los límites del reformismo, al tanto que la Revolución francesa pone encima de la mesa una alternativa al Antiguo Régimen.

Su reinado se vio sacudido tanto por los ecos de la Revolución francesa, como por la Guerra de la Independencia Americana, en la que España y Francia colaboraron con las trece colonias que acabarían independizándose de Inglaterra, así como posteriormente por la invasión de España por las tropas napoleónicas, y diversos intentos de derrocamiento por parte de su hijo Fernando VII.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 21 Jun 2015 00:33

General Ricardos

Antonio Ricardos y Carrillo de Albornoz (Barbastro, Aragón, 12 de septiembre de 1727 - Madrid, 13 de marzo de 1794) fue un militar español.

Nació en Barbastro, en la misma casa que en otro tiempo perteneció a los Argensola. Era hijo de militar y sobresalió, desde temprano, como oficial de caballería, en el regimiento que mandaba su padre (el de Caballería de Malta) del que, como noble, fue capitán comenzada su adolescencia. Durante la Guerra de Sucesión austriaca (1740-1748) tomó parte en las acciones de Piacenza y el río Tedone, destacando hasta el punto de suceder a su padre en el mando del regimiento, con dieciséis años de edad. Combatió en la guerra con Portugal, consiguiendo el generalato, tras lo que se dedicó a estudiar la organización militar prusiana, capacitación que le valió ser enviado por Carlos III a reorganizar el dispositivo militar de la Nueva España.

En 1768 fue miembro de la comisión para el establecimiento de los límites exactos entre España y Francia. Los méritos contraídos, así como la necesaria nobleza de sus cuatro apellidos, le valieron una encomienda de la Orden de Santiago, dignidad que le serviría de escudo contra las acechanzas inquisitoriales (como las hubo contra tantos reformistas ilustrados de la España de entonces).

Fue cofundador de la Real Sociedad Económica de Madrid y llegado a teniente general e inspector de Caballería, creó el Colegio Militar de Ocaña, en donde introdujo nuevos métodos de formación moderna para la oficialidad del Arma. Pero la Inquisición no cejó contra él y hubo de dejarlo, recibiendo modesto destino al frente del ejército en Guipúzcoa. Perteneció también a la Compañía de Filipinas.

Cuando España declaró la guerra a la república Francesa, tras la ejecución de Luis XVI, Godoy se asesoró de él. Carlos IV lo promovió a capitán general de Cataluña, con competencias de gobernador del Principado (1793), en cuya condición tomó el mando del ejército para invadir el Rosellón. Entre abril y septiembre ocupó Arlés, el río Tec y Bellegarde, venciendo, por sus condiciones de estratega y táctico, en Mas Deu y en la batalla de Truillás, causando allí seis mil muertos al enemigo. Su rival, Dagobert, no pudo con él, a pesar de que Ricardos, falto de apoyos, hubo de retirarse con 20.000 hombres y 106 piezas artilleras, acosado a poca distancia, sin perder hombres ni equipo y aguantando casi un mes en sus atrincheramientos (tres ataques generales y once combates) sin ceder posiciones ni piezas. Aún pudo vencer a los ejércitos de la Convención republicana en Asprés, tomando Port Vendres, Santelme y Collioure, dominando, así, toda la costa rosellonesa. Sin medios para continuar una campaña que alcanzó resonancia europea, regresa a Madrid para exigir apoyo a Godoy. Y estando en la gestión, muere en 1794. Desde ese momento, la guerra en el Pirineo oriental comienza a perderse por las armas españolas, faltas de un jefe que pudiera suplir las virtudes humanas y profesionales de Ricardos.

Condecorado con la Gran Cruz de la Orden de Carlos III, la más alta distinción de la Monarquía, su muerte supuso para su viuda el título de condesa de Truillás, como prueba tangible de lo que la Corona adeudaba a este distinguido servidor, cuya obra más querida, su Escuela Militar de Ocaña, no pudo continuar. Adicto al grupo de Aranda («partido aragonés») y admirador de los enciclopedistas, es un ejemplo del militar moderno del siglo XVIII español y europeo.

Goya realizó un famoso retrato de Ricardos hacia 1793-1794, poco antes de la muerte del general, quien se hizo representar con el triple entorchado concedido por su victoria en Truilles, además de otras condecoraciones e insignias, como la venera de la orden militar de Santiago o la Gran Cruz de la orden de Carlos III. Perteneció a la colección de Godoy y actualmente se conserva en el Museo del Prado. De este cuadro existen dos réplicas: una en el Museo Walters de Baltimore y otra en Cudillero (Quinta de Selgas).

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 21 Jun 2015 00:46

GENERAL CASTAÑOS

Francisco Javier Castaños Aragorri Urioste y Olavide, duque de Bailén (Madrid, 22 de abril de 1758 – ibídem, 24 de septiembre de 1852), fue un militar y político español que sobresalió durante las Guerras Revolucionarias Francesas y la Guerra de la Independencia Española. Fue presidente del Consejo de Regencia entre el 1 de febrero de 1810 y el 29 de mayo de 1810 en la España libre de los franceses.

Nacido en Madrid, era de origen vasco, hijo de María Concepción Aragorri Olavide y de su segundo marido, Juan Felipe Castaños Urioste, los dos pertenecientes a distinguidas familias. María Concepción de Aragorri había nacido en la localidad vascofrancesa de Ainhoa, dentro de una familia de comerciantes que pronto se trasladaría a San Sebastián. Su hermano Simón llegó a convertirse en un poderoso banquero y a ser ministro de hacienda con Carlos III, siendo nombrado primer marqués de Iranda en 1769. Muerto su primer marido, Manuel de las Casas y de la Cuadra, natural de Sopuerta (Vizcaya) e intendente de la marina guipuzcoana, María de Aragorri volvió a casarse en segundas nupcias con el también vizcaíno Juan Felipe Castaños y Urioste, nacido en Portugalete, sobrino de Felipe de Urioste, comisario ordenador de Marina y juez de Indias en Guipúzcoa, y él mismo ordenador de los reales ejércitos y embajador extraordinario enviado por Felipe V al ducado de Parma.

Así mismo tuvo varios hermanastros, hijos del primer matrimonio de su madre: Luis de las Casas y Aragorri, gobernador de Cuba y capitán general de Cádiz; su hermano Simón, embajador en Londres; Rosa María, casada con Alejandro O'Reilly (el militar de más prestigio en su época); Engracia, unida a Pedro Gómez Iríbar-Navarra, oidor de la Real Audiencia de Cataluña y por último, Isabel, desposada con Jerónimo Girón y Moctezuma, marqués de las Amarillas, gobernador de Barcelona y virrey de Navarra.12 Por tanto, el hijo de ambos, el general Pedro Agustín Girón Las Casas, sería sobrino de Castaños y lucharía junto a él en la Guerra de la Independencia. Girón, a su vez, enlazó con la hija del político y militar José Manuel de Ezpeleta, siendo su hijo Francisco Javier Girón Ezpeleta, fundador de la Guardia Civil.
Ascenso en el escalafón militar

A los 10 años de edad, Castaños recibió el grado de capitán de infantería, que el rey Carlos III le concedía en atención a los méritos de su padre. Pasó a estudiar, como oficial de corta edad, al Seminario de Nobles, formación que completaría después en la Academia de Barcelona.

A los 16 años es destinado al Regimiento "Saboya", en Cádiz, comenzando así su larga vida militar. A los 24 años asciende a sargento mayor (comandante), a los 26 a teniente coronel y a los 31 a coronel graduado.

Al ascender a coronel, le fue confiado el mando del regimiento "África", con el que en 1793 prestó sus servicios durante la llamada Guerra de la Convención que el rey Carlos IV declaró a la Francia republicana, luchando en los Pirineos Occidentales bajo las órdenes del general Ventura Caro, jefe del ejército de Navarra. En 1794 fue ascendido a brigadier, siendo poco después herido gravemente en la cabeza en la defensa de San Marcial (Guipúzcoa). Restablecido, fue nombrado mariscal de campo en 1795. En 1802 fue ascendido a teniente general por la defensa del puerto del Ferrol contra los ingleses (lo que le valió, por cierto, ser nombrado alcalde honorario de Portugalete ). Así mismo, fue nombrado para el mando de la comandancia del Campo de Gibraltar, cuya sede traslada desde San Roque hasta Algeciras.

En 1808, comenzada la Guerra de la Independencia, recibe de la Junta Suprema de Sevilla, presidida por Francisco Saavedra, el encargo de formar un ejército en Andalucía, siendo nombrado capitán general. Tras la victoria de la Batalla de Bailén e instaurada la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino, es designado para el mando del ejército del Centro.

El 23 de noviembre de 1808 participó en la Batalla de Tudela, que perdió a causa de falta de medios y no ser capitán general (otros generales le discutían las órdenes, Palafox, por ejemplo). Tras el desastre de la Batalla de Somosierra, se produjo un motín donde murió asesinado 7 de enero de 1809 el general Benito de San Juan, del que milagrosamente escapó Castaños.

Entre el 1 de febrero de 1810 y el 29 de mayo de 1810 fue presidente del Consejo de Regencia de España e Indias.

Entre septiembre y octubre de 1812, comandando el VI Ejército español y con cuartel general en Quintanilla Vivar, tomó parte en el asedio de Burgos bajo el mando del duque de Wellington.

El 12 de agosto de 1813 fue sustituido por la Regencia del mando del IV Ejército español o Ejército de Galicia, siendo relevado por el general Manuel Freire.

En el reinado de Fernando VII, se mantuvo fiel a la causa absolutista, lo que le valió la confianza del monarca y la designación para algunos cargos; participó como Capitán General de Cataluña en ese momento en la incoación y revisión de expedientes penales que desembocaron en la ejecución, en 1817, del teniente general Luis Lacy y Gautier, liberal constitucionalista sublevado y anteriormente más bien breve Capitán General de Cataluña también, junto al fugado Francisco Milans del Bosch (San Vicente de Montalt, 1769 – ibíd., 1834).

Fue elegido en 1825 para presidir la Real Junta Consultiva de Gobierno, órgano encargado de proponer diversas mejoras administrativas.

Fue nombrado presidente del Consejo de Estado y las Cortes que aclamaron a Isabel como princesa de Asturias, luego Isabel II. El 12 de julio de 1833, se le otorgó el título de duque de Bailén. Más tarde, presidió el Consejo de Regencia durante la minoría de Isabel II y, finalmente, fue tutor de la Reina en 1844.

Después de recibir en su dilatada vida los más altos honores, títulos y nombramientos del Reino, fallece en Madrid el 24 de septiembre de 1852, a los 94 años de edad, y en la más absoluta penuria económica. Al no haber contraído matrimonio, el título de duque de Bailén recayó en el hijo de su hermana María Concepción, Luis Carondelet Castaños, y posteriormente en el hijo de éste, Eduardo de Carondelet y Donado, quien a su vez era desde 1851 primer marqués de Portugalete.8

Estuvo enterrado en el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid hasta 1963, año en el que sus restos mortales son trasladados solemnemente a Bailén y depositados en la Iglesia Parroquial de la Encarnación con su mausoleo original. El general Castaños descansa en esta ciudad junto a la Virgen de Zocueca, patrona de Bailén, de la que era muy devoto y a la que donó sus condecoraciones militares en 1823.

Fue el primer general que derrotó a las tropas de Napoleón, lo que hizo enfurecer al pequeño corso, hasta el punto de que al enterarse de la derrota de sus tropas en Bailen, exclamara, TENGO UNA MANCHA EN MI UNIFORME, la mancha con los años derivaría en colección de lamparones.

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Mensajepor Rescoldo » 21 Jun 2015 00:51

GENERAL PALAFOX

José Rebolledo de Palafox y Melci, duque de Zaragoza (Zaragoza, 28 de octubre de 1775 — Madrid, 15 de febrero de 1847), fue un militar español, que participó como capitán durante el sitio de Zaragoza en la Guerra de la Independencia. Por sus ideas liberales tuvo altibajos en su carrera, acabando sus días en Madrid, donde murió en 1847, y está enterrado en la Catedral-Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza.

Fue el tercer hijo de los marqueses de Lazán y Cañizar. Estudió con los escolapios de Zaragoza y tuvo como profesor y preceptor al Padre Basilio Boggiero.

A los dieciséis años inició la carrera militar en la compañía flamenca de las Reales Guardias de Corps.

Al estallar la Guerra de la Independencia en 1808, Palafox ya era brigadier y acompañó a Fernando VII a Bayona.

Después de intentar infructuosamente, junto con otros, preparar la huida de Fernando VII, se escapó a España y tras un corto periodo de retiro, se situó a la cabeza de la resistencia aragonesa.

El 25 de mayo de 1808 fue proclamado por el pueblo como gobernador de Zaragoza y capitán general de Aragón, tras asaltar los ciudadanos el palacio de Capitanía General y apresar al antiguo capitán general Jorge Juan Guillelmi.

Una vez nombrado capitán general de Aragón (1808), y a pesar de la falta de dinero y de tropas regulares, no perdió tiempo y declaró la guerra a Francia, cuyas tropas ya habían invadido los territorios vecinos de Cataluña y Navarra. El ataque de las tropas francesas no se hizo esperar y así comenzaron los sitios de Zaragoza.

Zaragoza, ciudad casi abierta, tenía defensas anticuadas y escasas y había poca munición y vituallas, aunque abundantes fusiles. Las defensas resistieron, pero poco tiempo. Sin embargo, fue a partir de ese momento cuando comenzó la resistencia. Tras un mes de sitio y varios asaltos fracasados, los franceses lanzaron un gran asalto general al amanecer del 4 de agosto. Tras superar las defensas exteriores, los franceses entraron en la ciudad, luchándose cuerpo a cuerpo en las calles. Tras varias horas las tropas asaltantes eran señoras de media ciudad, pero el hermano de Palafox consiguió forzar su entrada en la ciudad con 3.000 hombres. Estimulados por las llamadas de Palafox y los implacables y resueltos patriotas que lideraban al pueblo, los habitantes decidieron resistir metro a metro la toma de los barrios que quedaban en su poder. La idea era retirarse al barrio del Arrabal, al otro lado del Ebro, si fuera necesario destruyendo el puente en caso extremo. La lucha, que se extendió nueve días más, resultó en la retirada de las tropas francesas el 14 de agosto, tras un asedio que había durado 61 días en total.

Palafox intentó aprovechar la situación y realizó una corta campaña a campo abierto. Pero cuando el ejército del propio Napoleón entró en España y derrotó a un ejército tras otro, Palafox se vio obligado a retirarse a Zaragoza.

Zaragoza sufrió un segundo asedio todavía más memorable que el primero. El asedio terminó tras dos meses con la caída de Zaragoza en manos francesas. La ciudad había caído por cese de resistencia, ya que se encontraba en ruinas y la lucha y las enfermedades, sobre todo el tifus, habían reducido a menos de la mitad a la población.

El 20 de febrero de 1809, la Junta ante la que Palafox había declinado el mando capituló. El general fue hecho prisionero y enviado a Vincennes por haber jurado fidelidad a José Bonaparte y haberlo traicionado. Allí permaneció hasta el 13 de diciembre de 1813 en que se firmó el Tratado de Valençay.

El número de víctimas españolas fue asombroso, cifrándose en unas 54.000 personas (militares y civiles), cuando el censo de 1805 daba un total de 48.000 habitantes para Zaragoza.

Sus tropas fueron derrotadas por el General Hugo en la batalla librada en el paraje de Peña el Águila, Anguita (Guadalajara).

Tras el asedio de Zaragoza sufrió prisión en Francia, en Vincennes, y no pudo regresar a España hasta diciembre de 1813 con la firma del tratado de Valençay.

De septiembre de 1814 a octubre de 1815 estuvo encargado de la Capitanía General de Aragón. Cesado en el cargo, se le encomienda el mando del ejército del centro y al disolverse éste pasa a Madrid apartado de la vida oficial.

Tras los sucesos del 7 de julio de 1822, Fernando VII nombró a Palafox capitán de alabarderos y más tarde jefe militar de palacio.

De 1823 a 1834 volvió a la vida privada.

La reina María Cristina de Borbón lo nombró prócer del reino y el 17 de julio de 1834 le concedió el título de duque de Zaragoza. Seis días después fue detenido y encarcelado, acusado de conspiración por su participación en La Isabelina, en un momento en que se acababa de producir la matanza de frailes en Madrid de 1834. Fue absuelto de estos cargos en junio de 1835.2

En septiembre de 1835 Mendizábal llegó al poder y Palafox fue nombrado, de nuevo, capitán general de Aragón. Sustituyó este cargo por la Dirección General de Inválidos y la Inspección General de las Milicias Provinciales, a la vez que mantiene la jefatura de la Guardia Real.

En noviembre de 1838 dimite de estos cargos, excepto de la jefatura de la Guardia Real, que mantendrá hasta 1841, para encargarse del Asilo de Inválidos.

Durante la conmemoración del 150 aniversario de los Sitios de Zaragoza, el 7 de junio de 1958, sus restos fueron trasladados desde el panteón de hombres ilustres de Madrid y enterrados dos días después en la cripta de la basílica del Pilar de Zaragoza.

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Mensajepor Rescoldo » 21 Jun 2015 13:10

ALMIRANTE D. COSME DAMIAN CHURRUCA Y ELORZA

Cosme Damián Churruca y Elorza (Motrico, 27 de septiembre de 1761 - batalla de Trafalgar, 21 de octubre de 1805) fue un científico, marino y militar español, brigadier de la Real Armada y alcalde de Motrico.

Se distinguió en la batalla de Trafalgar al mando del navío de línea San Juan Nepomuceno, a bordo del cual encontró la muerte.

Fue el cuarto hijo del matrimonio formado por Francisco de Churruca e Iriondo, alcalde de Motrico, y María Teresa de Elorza e Iturriza, y hermano menor de Julián Baldomero de Churruca, héroe de la Guerra de la Independencia, abogado y filólogo del vascuence. Nació en la casa solariega construida años antes por el almirante Antonio de Gaztañeta, pariente suyo, cuyos recuerdos náuticos despertaron tempranamente la vocación de Cosme Churruca por el mar.

Cursó sus primeros estudios en el Seminario Conciliar de Burgos, pensando en un primer momento en ordenarse sacerdote, idea que descartaría por la presencia de un joven oficial de Marina, sobrino del arzobispo de Burgos. Bastó ese contacto para que se despertara en él su pasión por la mar. A continuación ingresó en la Escuela de Vergara, que poco más tarde daría origen al Real Seminario de Vergara y que fue fundado por la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País, de la que sería miembro hasta su muerte.

Casó en 1805, meses antes de su muerte, con María Dolores Ruiz de Apodaca, sobrina del conde de Venadito, Juan Ruiz de Apodaca, virrey de la Nueva España y almirante de la Armada española.

Concluidos sus estudios, volvió a casa de sus padres en solicitud de su venia para emprender la vida de marino. El 15 de junio de 1776 ingresó en la Academia de Cádiz como guardiamarina, a la temprana edad de 15 años, graduándose en la Academia de Ferrol en 1778, donde había adquirido ya fama como astrónomo y estudioso de geografía. Su ascenso a Alférez de Fragata fue el premio por sus brillantes estudios, sobresaliendo entre todos sus compañeros.

En el mes de octubre del año 1778 pone el pie por primera vez sobre la cubierta de un navío, el San Vicente, al mando del bailío Francisco Gil de Taboada y Lemos. Esta primera campaña, muy borrascosa, puso en evidencia el arrojo de Churruca frente a los peligros y su aptitud para aminorar los riesgos mediante el estudio de las maniobras. Al ser relevado el general Arce, que estaba al mando de la escuadra, fue sustituido por el teniente general Ponce de León, quien lo escogió como ayudante personal y a sus directas órdenes. Tuvo su primera misión militar en el asedio a la Gran Bretaña por la escuadra combinada franco-española estacionada en Brest.

Posteriormente estuvo en el asedio de Gibraltar de 1781, pasando el 13 de diciembre de 1781 a bordo de la fragata Santa Bárbara, comandada por Ignacio María de Álava. En este sitio se distinguió del modo más brillante, acudiendo intrépido a apagar el incendio de las baterías flotantes, por el empleo de los británicos de las balas rojas y llevando socorro, con el bote de la fragata, a las tripulaciones de los buques incendiados, entre un diluvio de metralla que despedían las baterías de la plaza y las explosiones no menos peligrosas de las baterías que ardían.

Al terminar la guerra en 1783, la fragata Santa Bárbara fue enviada a Montevideo. Churruca, guiado por su instinto, vigilaba la derrota al detalle, pudiendo advertir a tiempo un grave error en los cálculos del piloto, por lo que reaccionando a tiempo evitó el naufragio del buque. Cuando la paz firmada en el año de 1783 suspendió la lucha, acudió al estudio que forma al marino. Solicitó y obtuvo el ingreso en la Academia de Ferrol, para cursar estudios de Matemáticas, en 1783. Para poder admitirle, a pesar de no haber vacantes, se le añadió el cargo de ayudante de guardiamarinas.

Al año siguiente sustituía a los profesores de varias clases y siguiendo en esa vida laboriosa, en 1787 dio el primer ejemplo de un examen público en las aulas de la institución sobre matemáticas, mecánica y astronomía, granjeándose la admiración del numeroso auditorio.

Habiendo determinado el gobierno que el capitán de navío Antonio de Córdova continuase sus exploraciones del estrecho de Magallanes, en 1788, éste pidió a don Cosme, ya Teniente de Navío, que le acompañase, formando la expedición los paquebotes Santa Casilda y Santa Eulalia, quedando Churruca encargado de la parte astronómica y geográfica.

Junto con su compañero de armas y estudios Ciriaco Cevallos hizo un trabajo completo de reconocimiento del estrecho en dirección al océano Pacífico, descubriendo una ruta alternativa al estrecho, así como una ensenada que lleva su nombre. Escribió un importantísimo trabajo sobre el viaje y paso del estrecho titulado Apéndice al Primer Viaje de Magallanes, dado a la luz en Madrid en 1795. Grandes fueron los peligros, incesantes las penalidades de aquellas investigaciones, en mares en que reina casi de continuo el vendaval. Estas penalidades acabaron con su salud, y cayó gravemente enfermo, sintiendo amagos de escorbuto, que por fortuna no fueron a más.

En 1789 fue agregado al Observatorio de la Marina en San Fernando. Si bien estaba aún convaleciente, se entrega a estudios que no contribuían de seguro a su restablecimiento. Al año es llamado a ser ayudante del mayor general de la escuadra al mando del marqués del Socorro; hace la campaña y vuelve a su puesto. La continua tensión de sus incansables trabajos intelectuales acababa con una salud nunca bien restablecida; hubo que pensar seriamente en un descanso indispensable.

En el año de 1791, convencido por sus amigos, pasó a respirar el aire balsámico de las montañas de Guipúzcoa y consiguió el completo restablecimiento de su quebrantada salud. Tras un breve espacio de tiempo en su Motrico natal, es llamado por José de Mazarredo para dirigir junto con Joaquín Francisco Fidalgo, como Capitanes de Fragata, una expedición geográfica a América del Sur (1792-95), formada por dos secciones, una de las cuales debía recorrer las islas y costas del golfo mexicano y la otra el resto de las del continente, con el fin de formar el atlas marítimo de la América septentrional.

Se embarcó en Cádiz el 17 de junio de 1792 y se dio a la vela en ese día con su grupo, compuesto de los bergantines Descubridor y Vigilante. Dos años y cuatro meses duró la expedición, contrariada por todos los incidentes ordinarios, a los cuales vino a sumarse la guerra marítima con la República Francesa. Levantó cartas de las Antillas y de las islas de Sotavento, y defendió las posesiones españolas en el Caribe en la batalla de Martinica, así como las rutas del comercio de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, de la que era socio partícipe. Tan dura campaña no se realizó sin grave menoscabo de su salud, poco robusta. Se embarcó en La Habana y regresó a España en el navío Conquistador, el mando del cual se le dio al llegar a Cádiz junto con su ascenso a Capitán de Navío (1798). El navío se hallaba en el más lastimoso estado, tanto con respecto al armamento como a su tripulación, pero en poco tiempo lo convirtió en modelo en todos los sentidos.

Su mala salud no le permitió concluir la historia de su expedición y esa misma causa hizo postergar la publicación de las treinta y cuatro cartas esféricas y mapas geométricos, y ésta es la hora en que no se ha publicado todavía más que una pequeña parte de ellas. Hasta 1802 no publicó la carta esférica de las Antillas, y la particular geométrica de Puerto Rico salió poco después.

De nuevo en Cádiz, se le confía el mando del Conquistador para defender las posiciones de los aliados franceses en el Canal de la Mancha. Pasó con el navío y la escuadra de que formaba parte, de Cádiz a Brest, donde fondeó el 9 de agosto de 1799. Allí escribió una instrucción militar, que imprimió y repartió a sus compañeros; sirvió admirablemente a su propósito de establecer en la Armada una más completa y severa disciplina.

Siempre ocupado por mejorar cuanto se relacionara con la Marina, empleó su permanencia en Brest perfeccionando y simplificando las maniobras de atraque y carenado. Allí recibió del gobierno el encargo de ir a París con una misión científica. El primer cónsul Bonaparte, para quien todo mérito sobresaliente era un atractivo, conocía la fama del sabio español; quiso verle y le acogió con las mayores demostraciones de aprecio.

Su estancia en la capital francesa debió dejar en la mente de Churruca recuerdos muy gratos. Para que nada le faltase, se publicó en Madrid por aquellos tiempos su carta esférica de las Antillas, adoptada por el Gobierno francés junto con las demás que publicó. Bonaparte ordenó presentar un ejemplar a Churruca por el conducto del prefecto marítimo, como un regalo y un homenaje rendido a su saber. Añadió el primer cónsul un sable de honor, la prenda de respeto más estimable del imperio napoleónico.

Si a estas demostraciones honoríficas añadimos la distinción pública que le dispensó el general Gravina, comandante de la escuadra, saliendo a recibir al comandante del Conquistador, cuando regresó desde París a Brest, acto público que decía a toda la población el alto aprecio en que el general en jefe tenía a uno de sus subordinados, parecía que nada faltaba para la completa satisfacción de éste. Sin embargo, hecha la paz, el Gobierno español hubo de ceder a Francia seis navíos de línea, entre ellos el Conquistador, cesión que Churruca desaprobaba sin rebozo.

Separado de su navío, volvió a Cádiz como pasajero en el navío Concepción, llegando el 25 de mayo de 1802. Obtuvo una licencia para descansar de sus laboriosas tareas, y aprovechó ésta repartiendo su tiempo entre dar una vuelta por su pueblo y un viaje al mediodía francés. En Motrico debe hacerse cargo de la administración de la villa tras la muerte de su padre.

En noviembre de 1803 se le dio el mando del navío Príncipe de Asturias. Los cuidados del mando y de la organización de su navío no fueron obstáculo para que revisase, en compañía de Antonio Escaño, el Diccionario de Marina. El gobierno le encargó también que hiciera experiencias de puntería; como resultado redactó un tratado de puntería para la Armada, que en España y en el extranjero ha servido durante mucho tiempo de guía.

Apenas había acabado de reorganizar el Príncipe cuando pidió el mando del navío San Juan Nepomuceno, carenado de nuevo. El gobierno accedió a la demanda, añadiendo a la concesión la facultad de arreglar el repartimiento interior y su armamento sin sujeción a reglamento alguno. A bordo de este navío participaría en la batalla de Trafalgar, donde moriría y alcanzaría la fama.

La escuadra en la que se encontraba el San Juan, se hizo a la vela el 13 de agosto, desde el puerto de Ferrol. El general Gravina le designó, como puesto de honor, ser el cabeza de la vanguardia de su escuadra de observación. Como siempre, realizó la misión con los mejores merecimientos y a su llegada a Cádiz, redobló sus esfuerzos en conseguir, a base de instrucción, el adiestrar magistralmente a toda su tripulación.

Reunidas las escuadras española y francesa en el puerto de Cádiz, se hicieron a la mar desde éste con rumbo a la Martinica, donde se apoderaron del fuerte y del peñón del Diamante, y apresaron a un convoy británico de quince velas; en esos momentos fue informado Villeneuve de la presencia de Nelson en las Antillas. Villeneuve, al saber de su presencia, dio por hecho que había conseguido su objetivo, que no era otro que el atraer a la otra orilla del Atlántico a fuerzas navales británicas, por lo que ya habría menos en Europa, así que decidió regresar.

Pero en el cabo de Finisterre se topó con la escuadra del almirante Calder, con la que se entabló combate, siendo derrotados los españoles por la desidia y mal gobierno del comandante en jefe de la escuadra combinada, Villeneuve. Al enterarse el Emperador de los franceses de lo acaecido en el combate dijo: Los españoles se han portado como leones, pero de su almirante sólo se le oyeron improperios.

La escuadra combinada entró en Ferrol después del combate, dirigiéndose a continuación a La Coruña. Desde este puerto pusieron rumbo a Cádiz, desoyendo la orden tajante de Napoleón de ir a Brest. Pero como estaba la escuadra del Canal británica y ya sabía cómo se las gastaba, puso rumbo al Sur en vez de al Norte. Pese a la opinión contraria de Churruca, Gravina y Alcalá-Galiano, Villeneuve abandonó la Bahía de Cádiz para dar alcance a Nelson a la altura del Cabo de Trafalgar el 21 de octubre de 1805. Tamaña imprudencia tuvo como motivo el deseo de Villeneuve de recuperar el favor de Napoleón, tras la derrota en Abukir frente al mismo almirante inglés, que también moriría en Trafalgar. Antes de hacerse a la mar el 20 de octubre, Churruca escribió a su hermano una carta diciéndole:

Navío San Juan en Cádiz a 11 de octubre. Querido hermano: desde que salimos de Ferrol no pagan a nadie ni aun las asignaciones, a pesar de estar declaradas en la clase del prest del soldado, de manera que se les debe ya quatro meses y no tienen ni esperanza de ver un real en mucho tiempo; aquí nos deben también 4 meses de sueldo y no nos dan un ochavo, sin embargo de que nos hacer echar los bofes trabajando: con lo que no puedo menos de agradecer mucho el que hayas libertado a Dolores de los apuros en que se andaría para pagarte los 1.356 reales que te los libraré yo luego que pueda; entretanto, he encontrado en Ferrol a un amigo rico que socorrerá a Dolores con cuanto necesite, y quedo tranquilo con haver asegurado ya su subsistencia decentemente. Estos son los trabajos de los que servimos al Rey, que en ningún grado podemos contar sobre nuestros sueldos (...) Si llegas a saber que mi navío ha sido hecho prisionero, di que he muerto.

Amaneció el infausto día 21 de octubre. Estando a la vista del enemigo, mandó clavar la bandera y sólo se arrió a su muerte. En el transcurso de este combate naval se puso en práctica por la escuadra inglesa el sistema de banderas, así como una maniobra llamada T cruzada que hoy se estudia como clásica en todas las academias navales. Al mando del San Juan Nepomuceno, sólo frente a seis buques ingleses, Churruca dio muestras de precisión en el tiro, arrojo y eficacia, pese a lo cual, tras ser alcanzado por una bala de cañón que le voló la pierna, falleció ante la admiración de sus enemigos que tuvieron el barco en Gibraltar expuesto a los visitantes, con el nombre de Churruca en letras de oro escrito sobre su camarote.

Su navío fue remolcado a Gibraltar, siendo uno de los pocos que pudieron enseñar los británicos como trofeo del combate.

Durante muchos años lo conservaron, manteniendo la cámara del comandante cerrada y con una lápida en que se leía el nombre de Churruca en letras de oro, y si algún visitante pretendía entrar, se le advertía que se descubriera para poderlo hacer, como si aún estuviera presente don Cosme Damián Churruca y Elorza, brigadier de la Real Armada Española, muerto a flote del navío de su mando, dos baterías y 74 cañones San Juan Nepomuceno.

Fue nombrado Almirante a título póstumo, y en su recuerdo su sobrino recibió el título de Conde de Churruca. Los hechos de los que fue protagonista, así como su propia figura, fueron novelados por Benito Pérez Galdós en Trafalgar, primer título de sus Episodios Nacionales.

En su villa natal de Motrico se alza una estatua a su memoria, así como en Ferrol, donde un sencillo monumento recuerda su paso por la Academia, y en San Fernando, donde hay una lápida colocada en la tercera capilla Oeste del Panteón de Marinos Ilustres, cuya leyenda es como sigue:

A la memoria

del Brigadier de la Armada Don Cosme Damián de Churruca Muerto gloriosamente sobre el navío de su mando «San Juan Nepomuceno» en el combate de Trafalgar
El 21 de octubre de 1805.

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Mensajepor Rescoldo » 21 Jun 2015 14:37

D. FEDERICO GRAVINA Y NAPOLI

Decimosegundo Capitán General de la Real Armada Española

Federico Gravina y Nápoli nació en Palermo, en doce de agosto de 1756. Sus padres fueron, Don Juan Gravina y Moncada, duque de San Miguel, grande de España de primera clase y Doña Leonor Napoli y Monteaporto, hija del príncipe de Resetena, igualmente grande de España.

Un tío de Federico, a la sazón embajador de Nápoles en Madrid, solicitó y obtuvo para su sobrino la entrada en la Real Armada.

El 18 de diciembre de 1775 sentó plaza de guardia marina, previo un riguroso examen, del que salió con mucha honra, fruto de la sobresaliente educación que había recibido en el colegio Clementino de Roma.

Embarco por primera vez en el navío “San José”. El dos de marzo de 1776 fue ascendido a alférez de fragata y embarco en la fragata “Clara”, de la escuadra del márques de Casa-Tilly, que llevaba a las costas de Brasil el ejército a las ordenes del general Ceballos.

Tomada la isla de Santa Catalina, tuvo Gravina el honroso encargo de intimar la rendición al castillo de la Ascensión, situado en un islote inmediato; desempeño su misión con tal acierto, que el castillo abrió sus puertas sin la menor resistencia.

Fondeado en la embocadura del río de la Plata, el veintisiete de febrero de 1777, la escuadra dio la vela; la oscuridad de la noche oculto a la “Clara” las señales de la escuadra, equivocó el rumbo y se interno tanto río arriba que acabó por varar. De este desastre, en que pereció gran parte de la tripulación, se salvaron algunos oficiales, entre ellos Gravina, que llegaron en una lancha a Montevideo. Allí se embarco como ayudante de la mayoría general en el navío “San José” y luego en el “San Dámaso”, regresando a Cádiz.

Ascendido a alférez de navío el veintitrés de mayo de 1778, se embarco sucesivamente en los jabeques “Pilar” y “Gamo”, destinados a combatir a los argelinos. En un encuentro contra cuatro de sus jabeques, quedaron éstos completamente destruidos.

Ascendido a teniente de fragata, obtuvo el mando del jabeque “San Luis” y participó en el bloqueo de Gibraltar. Su brillante comportamiento le valió el ascenso a teniente de navío, distinguiéndose con nuevos servicios; se le confirió en mayo de 1780 el mando superior del apostadero de la bahía de Algeciras.

Formó parte de la expedición a Menorca, a las ordenes de Ventura Moreno y se volvió a distinguir en el sitio del fuerte de San Felipe.

Terminada la campaña, volvió al bloqueo de Gibraltar y al mando del apostadero.
Ascendido a capitán de navío, solicitó y obtuvo el embarque a bordo del “Santísima Trinidad”, que llevaba la insignia del general don Luis de Córdova; salió la escuadra de Algeciras en busca de la británica del almirante Howe; un furioso temporal había puesto a éste en la precisión de penetrar en el Mediterráneo. No tuvo don Luis de Córdova la suerte de impedir que Howe penetrase en Gibraltar, dejando allí el convoy que protegía.

A principios de julio de 1785, mandando la fragata “Juno” en la escuadra que, a las ordenes del general Barceló, fue dirigida contra Argel, obtuvo el mando de todas las lanchas encargadas del ataque. La estación obligó a la escuadra a regresar a Cartagena; en esta campaña, como en la del año siguiente, en que fue al mando de toda la división de Poniente, embarcado en el jabeque “Catalán”, se distinguió por su incansable actividad; mantuvo el bloqueo más riguroso y rechazó las fuerzas navales argelinas, mejor dirigidas que en el año anterior. Los vientos contrarios no permitieron estar más tiempo al frente de Argel y regresó la escuadra a Cartagena. De allí a poco, hecha la paz con aquella potencia berberisca, nuestros buques fueron desarmados.

Hallándose en Madrid en 1787, recibió el mando de la fragata “Rosa”, que debía formar parte de la escuadra de evoluciones del Mediterráneo a las ordenes de don Juan de Lángara.

En seguida tuvo el encargo de llevar a Constantinopla al embajador Jussuf Efendi: llego a su destino el doce de mayo de 1788; allí aprovecho el tiempo haciendo importantes observaciones astronómicas y escribió una “Memoria”, buen testimonio de su saber y de su laboriosidad.

Ascendido a brigadier, paso a mandar la fragata “Paz”, destinada a conducir a Cartagena de Indias al gobernador don Joaquín Cañaveral, llevando a aquellos parajes la noticia de la muerte del rey Carlos III.

Merece ese viaje particular mención por la rapidez de su ejecución. Dio la “Paz” la vela en Cádiz el doce de junio; rendido un mastelero, tuvo que arribar al mismo Cádiz. Volvió a salir el diecisiete; llegó a Playa Grande, en la costa de Santa Fe, el catorce de julio, fondeó al día siguiente en Boca Chica, delante de Cartagena; el dieciocho salió para la Habana, adonde llegó el veintiocho del mismo julio y el 29 dio la vela para Cádiz, donde llegó el dos de septiembre.

En 1790 obtuvo el mando del navío “Paula”, en la escuadra que se reunió en Cádiz a las ordenes del marqués del Socorro.

En ese mismo año salió de Cartagena, mandando las fuerzas sutiles y la tropa de Infantería de Marina, para socorrer a Orán y protegió la retirada del ejercito, que vino a embarcarse en la ensenada de Mazalquivir para Cartagena. El gobierno abandono aquellas posesiones de África.

Promovido a jefe de escuadra, pidió licencia para viajar y se dirigió al punto donde mejor pudiera aumentar el caudal, ya muy aventajado, de sus conocimientos como general de armada.
Viajo a Inglaterra; allí fue recibido con las mayores distinciones; el almirantazgo le franqueó las puertas del arsenal de Portsmouth, el más importante de aquel reino.

La noticia de un rompimiento de esta potencia con Francia le obligó a regresar a España.

Se embarcó en Spitedd a bordo de la fragata de guerra británica “Juno”, que le llevó a El Ferrol a principios de 1793.

En justo mérito se le dio en cuanto llegó el mando de cuatro navíos, con orden de pasar con su división al Mediterráneo. Así lo cumplió, enarbolando su insignia en el “San Hermenegildo” de 112 cañones y se unió a la escuadra, al mando de don Juan de Lángara, que cruzaba en el golfo de Rosas.

Allí permanecieron hasta que, el veintiséis de agosto se recibió por medio de una fragata de la escuadra del almirante británico Hood, que bloqueaba las costas de Francia, un inesperado mensaje: pedía seis navíos que le auxiliasen a tomar posesión del puerto y arsenal de Tolón, que se encontraba en poder de los revolucionarios.

Don Juan de Lángara, en vez de enviar los seis navíos que le pedía el almirante británico como auxiliares, se presento con toda la escuadra y fue ésta acogida con entusiasmo. Gravina fue nombrado comandante de armas.

Los británicos se apoderaron del arsenal, dando sus soldados y los nuestros la guardia de los fuertes, cabiendo a nuestras tropas los puntos de más peligro y de menos interés.

No tardaron en romperse las hostilidades. De ambas partes acudían refuerzos que debían hacer la lucha más sangrienta; llegaron a nuestros reales los regimientos de Hibernia y de Mallorca y para proteger más eficazmente la escuadra, se fortificaron los puntos de Balaguer y L’Eguillete. Vinieron también refuerzos de Cerdeña y de Nápoles; los republicanos no andaban menos solícitos en sus aprestos y el uno de octubre dieron una fuerte arremetida contra el fuerte de Lamalgue y ocuparon las alturas de Faraón. Adelantóse brioso Gravina, mandando en jefe las fuerzas combinadas, que marchaban en tres columnas.

La de la izquierda, compuesta por británicos, al mando de lord Mulgrave; la de la derecha, por tropas de la coalición al mando del conde del Puerto y la del centro, por españoles y napolitanos, la tenía él a sus inmediatas órdenes. Empeñóse la lucha; el general en jefe recibió una herida grave en la pierna derecha; mas no cedió por eso en su valeroso empeño, hasta arrojar a los enemigos de los puestos que ocupaban por despeñaderos donde perecieron los más, quedando prisioneros unos trescientos. El esforzado general, llevado en una parihuela, hizo una entrada triunfal en Tolón a la cabeza de sus tropas y el municipio le ofreció una corona de laurel, premio de la victoria.

Los cuidados del mando, a que atendía con incansable actividad, eran un estorbo a su pronta recuperación; aunque postrado en cama con graves dolencias, ordenó otra salida que, por sus acertadas disposiciones y el bizarro comportamiento de los jefes y de las tropas, fue tan feliz como la primera y fueron rechazados los republicanos. Mas por una de esas desacertadas resoluciones sobradamente repetidas entre aliados, vino el general británico O’Hara a ser nombrado gobernador de Tolón por su gobierno y aunque quedó Gravina mandando las armas, hubo desavenencias entre ambos, sin que bastaran los caballerosos modales del general español para evitar choques y sinsabores con el desabrido britano.

Menos afortunado éste que Gravina, tuvo una acción muy reñida el treinta de noviembre, en que se llevó lo peor del combate, con una pérdida de seiscientos hombres, quedando él mismo prisionero. Tomó el mando el general británico Dundas, quien de mejor temple que su antecesor, se avino perfectamente con nuestro general. La llegada de un ejército a las órdenes del general Dugommier cambió las cosas. Se abrieron las hostilidades y los republicanos se apoderaron del fuerte de Balaguer y otros puntos. Estos sucesos exigieron consejo de guerra. Gravina quiso asistir a sus deliberaciones, haciendo que le llevaran en una silla de mano a casa del almirante Hood. Allí supo que los enemigos habían sorprendido y tomado posesión del fuerte Faraón.

Propuso la reconquista del fuerte, encargándose él de la operación, aunque fuese dirigiéndola atado a su caballo. No fue admitida su valerosa proposición, por ser inútil la posesión de ese fuerte y perdidos otros puntos que dominaban el puerto. Se determinó evacuar la plaza.

El incendio casual o intencionado del arsenal, precipitó la retirada de los aliados, evacuando la plaza por una poterna que daba salida al camino del fuerte de Lamalgue. Cubriendo la retaguardia los españoles; embarcadas las tropas, dio la vela la escuadra y con graves riesgos de abordajes entre sí, pudieron los navíos ponerse en salvo.

Fue la escuadra combinada a fondear a las islas Hyeres, de donde regreso la española a Cartagena a finales de diciembre.

Fue ascendido a teniente general y para restablecer su quebrantada salud pasó a Murcia; mas no estaba aún cerrada la herida, cuando de nuevo se embarcó en el “San Hermenegildo” con el encargo de socorrer las plazas de Collioure y de Port-Vendres, sitiadas por los republicanos.

Salió a principios de mayo de 1794 de Cartagena; pero aquellas plazas habían ya capitulado cuando llegó la escuadra. Esta se retiró a Rosas. Allí prestó señalados servicios, protegiendo la retirada precipitada de nuestras tropas, después de los combates en que perecieron los dos generales en jefe, Dugommier y conde de la Unión.

Embarco a las tropas que allí se presentaron, llevándoselas a donde pudieran incorporarse, con el ejército a las órdenes del marqués de las Amarillas, dejando en Rosas las tropas necesarias para la defensa de la plaza: no tardaron en presentarse los franceses al rendir Figueras. Su denodado tesón hizo prevalecer su honrosa decisión de una defensa a todo trance, cuando no faltaban ánimos apocados que abogaban por la rendición.

Se defendió Rosas hasta el uno de diciembre y así contuvo por dos meses los progresos de los franceses, dando tiempo a que nuestro ejército se reorganizase y cuando ya no fue posible prolongar la resistencia, se resolvió la retirada. En la ejecución de ésta desplegó la más acertada pericia, formando con botes, lanchones y jabeques, tres líneas por donde iban las tropas acercándose a los navíos, donde embarcaban.

El reembarco se hubiera efectuado sin tropiezo, gracias a las medidas tomadas por nuestro general y a su incesante vigilancia; sin uno de esos incidentes que no están al alcance de la previsión humana, hubiera sido completo; más la voz de alarma de un sargento de avanzada infundió el pánico en una columna de trescientos hombres; ésta retrocedió al pueblo y al amanecer, se dirigió a la plaza, donde tuvo que capitular.

En premio de tan relevantes servicios recibió la llave de gentilhombre de cámara; quedó de general en jefe de la escuadra de Don Juan de Lángara, llamado éste al ministerio de Marina.

Hallábase en Cartagena cuando, hecha la paz con Francia, se desembarcó, pasando a Valencia a restablecer su salud.

Poco descanso le cupo: comprometido nuestro incauto gobierno a guerrear con los británicos, en fuerza del tratado de San Ildefonso, recibió en 1797 el mando de la escuadra del Océano.

Modesto, cuanto valiente, solicitó y obtuvo estar a las órdenes de don José Mazarredo, cuya superioridad se complacía en reconocer. Quedó de segundo comandante de la escuadra.

Hecha la paz, se ausentó de España para ver a sus padres.

Permaneció en el seno de su familia hasta junio de 1804, fecha en que fue nombrado embajador de España en París. Al admitir tan elevado cargo, puso la salvedad de que, en caso de guerra, había de volver a la carrera de las armas.

Desempeño su misión diplomática con tino, laboriosidad y afanosa actividad que le distinguieron y mereció granjearse el más alto aprecio de Napoleón, buen juez del mérito de los hombres. (Carta de Napoleón de once de agosto de 1805): “Gravina es todo genio y decisión en el combate. Si Villeneuve hubiera tenido esas cualidades, el combate de Finisterre hubiese sido una victoria completa”.

Cumplióle el gobierno la palabra empeñada; rotas las hostilidades con los británicos, pasó a Cádiz para tomar el mando de la escuadra. El quince de febrero de 1805 enarboló su insignia en el navío “Argonauta” de 80 cañones.

Argel, Gibraltar, Tolón, Rosas, Santo Domingo en la primera parte de su carrera militar y naval y Martinica, Finisterre y Trafalgar en la segunda, son timbres de inmarcesible gloria, que colocan el nombre de Gravina entre los primeros, capitanes de mar que cuentan los anales de los pueblos marítimos. Trafalgar contaría al valeroso marino entre las víctimas de ese infausto día.

Mortal era la herida que vino a arrebatar a su patria al insigne guerrero, que hubiera sido vencedor en Finisterre de haber tenido el mando en jefe y hubiera evitado la catástrofe de Trafalgar o salvado la escuadra, si no hubiese estado a las órdenes de un jefe inexperto y extranjero.

Se habló de amputarle el brazo; los facultativos concibieron esperanzas de evitar esa dolorosa operación, pero se fueron desvaneciendo las esperanzas; agravóse el mal y el 9 de marzo de 1806 falleció don Federico Gravina a los 49 años, seis meses y dieciocho días de edad.

Alcanzó la más alta dignidad militar, se le promovió a Capitán general de la Armada, cuyas insignias, premio de su noble sangre vertida, formaron la corona que la España agradecida, depositó sobre la tumba del general en jefe de la escuadra española en Trafalgar.

En un modesto nicho de la iglesia del Carmen, en Cádiz, fueron enterrados sus restos mortales, posteriormente al decidir el Ministro de Marina el Marques de Molins en 1850, crear el Panteón de marinos Ilustres, fueron trasladados allí el once de junio de 1851, figurando su nombre el primero de la lista hecha, junto con otros seis generales, donde actualmente reposan.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 21 Jun 2015 14:44

D. DIONISIO ALCALA GALIANO

Dionisio Alcalá-Galiano (Cabra, Córdoba (España); 8 de octubre de 1760 – Cabo Trafalgar, 21 de octubre de 1805) fue un destacado marino, militar y científico español, brigadier de la Real Armada Española, célebre por su heroica actuación y muerte en la batalla de Trafalgar al mando del navío de línea Bahama.

En 1771, a los 11 años de edad, ingresó en la Armada de España, sentando plaza de guardiamarina. Estudioso y aplicado, amante de las ciencias, se distinguió pronto como cartógrafo. Muy joven fue destinado a cooperar en la formación de las cartas marítimas, trabajo por el cual sintió desde entonces particular afición y en el que se distinguió con sumo provecho de la ciencia.

Embarcó en la fragata Júpiter en 1776 y al año siguiente tomó parte en la expedición que contra los portugueses llevó a cabo una escuadra al mando del marqués de Casa Tilly, con un cuerpo de desembarco a las órdenes del general Pedro de Cevallos, que tuvo por resultado la toma de la isla Santa Catarina en la costa del Brasil.

Pasó después a Montevideo y participó en el bloqueo y rendición de la Colonia del Sacramento, ocupada por los portugueses, como oficial de órdenes de Gabriel de Guerra, comandante del Río de la Plata. Embarcó en el paquebote San Cristóbal y en él sirvió dos años en aguas del archipiélago de las islas Malvinas, donde el gobierno español trataba de hacer valer su soberanía una década después de la expedición y el intento de apropiación francesa a cargo de Louis Antoine de Bougainville.

En 1778 ascendió a alférez de fragata. De nuevo en Montevideo, y declarada la guerra a Gran Bretaña, se dedicó al corso apresando a una fragata mercante enemiga. Regresó a Cádiz a bordo de la fragata Santa Bárbara.

Durante todos estos años, su afición a las ciencias le llevó a ampliar sus conocimientos, haciendo los estudios que por aquellos años se denominaban sublimes, mayores y astronómicos.
Expedición al estrecho de Magallanes

Cuando finalmente se firmó la paz con Gran Bretaña, el ministerio de Marina pensó en perfeccionar los levantamientos topográficos de las costas de España y redactar su derrotero. Fue designado para ello Vicente Tofiño, para que, con el personal a sus órdenes en el Observatorio de Marina, llevase a cargo el cometido. Se le asignaron una fragata y un bergantín de escaso calado que le permitiese acercarse a la costa. De esta comisión, que duró de 1783 a 1788, formó parte Galiano embarcado en la fragata Luisa en los años 1784 y 1785.

Pronto sus conocimientos astronómicos e hidrográficos tuvieron de nuevo aplicación activa, en expedición tan notable desde el punto de vista marinero, como la llevada a cabo en 1785 por el capitán de navío Antonio de Córdova, comandante de la fragata Santa María de la Cabeza, al estrecho de Magallanes, con objeto, entre otros, de experimentar si realmente valía la pena acometer sus pasos, con los buques de vela de aquel tiempo, a pesar de los huracanados vientos de componente oeste y las fuertes corrientes, o bien si era mejor desafiar los temporales del mar abierto, doblando el cabo de Hornos. Galiano fue designado para formar parte de esta expedición por recomendación especial de Tofiño, por tener fama de aventajado en los estudios astronómicos y en el manejo de los instrumentos necesarios; era ya teniente de fragata.

Otra de las expediciones hidrográficas en que tomó parte Galiano, fue la que tuvo por objeto determinar la verdadera posición de las islas Terceras, situadas algo a la ligera por el oficial de la marina francesa Flerieu. La corte de Lisboa dio toda clase de facilidades, ya que se trataba de cosa de mucho interés para la navegación. La corrección de la carta de las Azores se dispuso la efectuasen la fragata Santa Perpetua y los bergantines Vivo y Natalia, mandado este último por Alcalá Galiano. Tofiño fue designado jefe de la pequeña flotilla.

Nuevamente, Galiano se mete de lleno en una expedición científica. Esta vez, en la célebre llevada a cabo en 1789 por el capitán de navío Alejandro Malaspina, con las corbetas Descubierta y Atrevida, la primera mandada por Malaspina, jefe de la expedición, y la segunda por José de Bustamante y Guerra, también del mismo empleo que el primero.

Esta expedición, siguiendo la estela de James Cook y Jean-François de La Pérouse, se efectuaba no sólo con fines hidrográficos y astronómicos, sino también para estudio de la botánica y de las ciencias naturales en general, a cuyo efecto embarcaron naturalistas y dibujantes. Otro importante objeto de la expedición era conocer la verdad del estado de las colonias españolas y sus necesidades políticas, económicas y militares. Galiano trabajó en la expedición con su ahínco acostumbrado y publicó al final una interesante Memoria con el resultado de sus observaciones astronómicas y cálculos.

Tras doblar el cabo de Hornos en compañía de Malaspina, recalaron juntos en Acapulco, donde recibieron la orden de efectuar una detallada exploración para comprobar o desechar la idea de la existencia del Paso del Noroeste, unión entre los océanos Atlántico y Pacífico, como había asegurado el navegante español Lorenzo Ferrer de Maldonado y también Juan de Fuca. A tal efecto, se propuso al virrey que los capitanes de fragata Dionisio Alcalá Galiano y Cayetano Valdés dejasen la expedición de Malaspina, tomasen el mando de las goletas Sutil y Mejicana y llevasen a cabo un prolijo reconocimiento del estrecho de Juan de Fuca. Ambos barcos eran de muy poco calado, a propósito por ello para navegar por canales de poco fondo. La Sutil, aparejada de bergantín, y la Mejicana, de goleta, ambas bien pertrechadas de instrumentos astronómicos, antiescorbúticos y de objetos de rescate para regalar y cambiar con los indios. Como segundos iban los tenientes de navío Vernaci y Salamanca; Galiano, como oficial más antiguo, mandaba la expedición.

Visitaron primero el puerto de Nutka, donde había un puesto y varios buques españoles. Por observaciones astronómicas obtuvieron la longitud de Nutka, para referir a ella todas las demás por medio de los cronómetros, y procedieron a efectuar los reconocimientos ordenados luchando con las rápidas corrientes y los fuertes vientos encajonados entre altas montañas.

Antes de retornar a Nueva España, trabó conocimiento y cortés amistad con el célebre explorador George Vancouver. Con él los españoles cambiaron información sobre los descubrimientos realizados por los de una y otra nación, y una vez reconocidas todas las calas, con los buques o con los botes, y no hallada salida alguna, se dieron por terminadas estas exploraciones, demostrándose el carácter apócrifo del viaje que confirmaba al estrecho de Fuca como canal de unión entre los dos océanos.

Desarmadas las goletas, Galiano regresó a España vía México y Veracruz, llegando en los últimos meses del año 1794; había sido ascendido a capitán de navío en enero de ese mismo año.

Se considera a Galiano como inventor del procedimiento de hallar la latitud por observación de altura polar, de un astro a cualquier distancia del meridiano, aunque Mendoza, en la edición de sus tablas de 1809, se atribuya la paternidad del procedimiento. Quizá fuese también inventor por su lado, pero lo cierto es que queda demostrado en la «Memoria» de sus observaciones de longitud y latitud publicadas en 1796 que Alcalá Galiano se le adelantó.

Trata en ella de cómo hallar la longitud de un lugar por dos alturas del sol observadas fuera del meridiano; deducirla por algunas estrellas en los crepúsculos aunque estén distanciadas de él; hallar la longitud por la distancia de la luna al sol o a una estrella.

De regreso a la Corte, obtuvo el hábito de la Orden de Alcántara por cédula real de fecha 5 de diciembre de 1795. La fama adquirida en sus anteriores trabajos le hizo ser designado para levantar el nuevo mapa topográfico de España, una vez firmada la paz de Basilea.

Cuando todos los preparativos estaban ultimados, la desgracia en que cayó el recién retornado Malaspina arrastró a los que eran sus amigos, incluso los no complicados en la conspiración contra Godoy, que le llevó a la prisión y al destierro. Galiano fue destinado al departamento de Cádiz, en cuyo puerto le fue conferido el mando del navío Vencedor.

El tratado de San Ildefonso renovó la alianza con Francia el 18 de agosto de 1796. Ello trajo consigo el intento de bombardeo de la escuadra de Nelson a Cádiz, en cuya defensa Galiano tomó parte principal y decisiva, al mando de algunas de las famosas “cañoneras”.

En 1798 Galiano es comandante del navío San Fulgencio y con él, en una noche tempestuosa, fuerza el bloqueo de Cádiz que mantenían los ingleses, realizando un viaje a América en busca de caudales de que estaba tan necesitada la Hacienda regia. A los 28 días de la salida llegó a Cartagena de Indias, continuando después a Veracruz. De allí, regresó a España con varios buques, pasando antes por La Habana donde quedaron las fragatas Juno y Anfitrite. Componían su división los navíos de línea San Fulgencio y San Ildefonso, así como las fragatas Esmeralda, Clara y Medea. Logró entrar en Santoña pese a la persecución de que le hicieron objeto los británicos. Para burlarlos remontó a ganar latitud hasta cerca de los bancos de Terranova. Trajo un total de siete millones de duros (monedas de a ocho reales) y diversos productos coloniales.

El buen éxito de la expedición hizo que se pensase en repetirla y para ello pasó Galiano a Ferrol y sin ver a los suyos, se dispuso a volver a América en el navío San Pedro de Alcántara, cuyo mando había tomado. A la ida burló a sus perseguidores, pero no así a la vuelta, pues habiendo entrado en La Habana procedente de Veracruz como la vez anterior, cuando llegó la hora de salir encontró vientos contrarios, a más de las fuerzas británicas esperándole en superior número. En La Habana le sorprendió la Paz de Amiens. Después de firmada ésta, se encomendó a Galiano la traída de la segunda remesa de plata, que vino a España.

A su regreso a Cádiz le fue conferido el mando del navío Bahama de 74 cañones:

Feo en su exterior —lo describe su hijo Antonio en sus «Memorias»— aunque hecho de soberbio maderaje de cedro con tablazón de grandes dimensiones, encogido de proa y popa, mal configurado así como airoso de costado, muy velero navegando a un largo, aunque ciñendo el viento no era de los más finos y buque por otra parte destinado a servir, al que en esta ocasión tomaba su mando, de glorioso teatro de sus hazañas y muerte en un memorable y fuerte combate.

El buque formaba parte de una escuadra que debía ir a Nápoles a buscar a la futura princesa de Asturias, pero la boda con el príncipe don Fernando se aplazó y la escuadra entró en Argel en visita de miras diplomáticas. El Bahama, con la fragata Sabina, se destacó para desembarcar una comisión relacionada con el mismo asunto. La escuadra pasó seguidamente a Cartagena y allí el Bahama fue incorporado a la escuadra del marqués del Socorro destinada a ir a Nápoles a buscar a la princesa María Antonia de Borbón, prometida del Príncipe de Asturias, que posteriormente gobernaría como Fernando VII.

Con motivo de la boda de los Príncipes se concedieron muchas mercedes y ascendió Galiano a brigadier, no quedando contento por considerar que no debía recibir como merced entre las conferidas a muchos, lo que en justicia y como distinción le correspondía.

Manifestó su disgusto a Manuel Godoy y poco después se le comunicó que S.M. concedía a su hijo la gracia de alférez de fragata, con el privilegio que fuese educado precisamente a las órdenes de su propio padre; pero Galiano, que tenía otros planes con respecto a su hijo, no aceptó esta gracia altamente honrosa.

Estando en Nápoles, a donde llevaron a los príncipes de aquel reino, Galiano transbordó a la fragata Soledad, con orden de dirigirse a los mares de Grecia y Turquía y levantar las cartas del Mediterráneo Oriental, de cuyos parajes no había entonces en Europa más que una mala carta británica con errores capitales, hasta en las latitudes de las islas y escollos que las forman. Entre ellos navegó en el mes de diciembre sin haber tenido una avería; marcó y situó astronómicamente todas aquellas islas e islotes y continuó su camino hasta Buyukderé y embocadura del mar Negro.

Durante esta memorable campaña mereció el respeto y consideración, así de las autoridades turcas de los países que recorrió, como de los representantes y comandantes extranjeros con quienes se encontró, tanto en Constantinopla como en Atenas, que también visitó, y en todos los puertos del Mediterráneo oriental donde estuvo. Después de visitar el golfo de Lepanto, emprendió el retorno costeando el Asia Menor y las costas de África del Norte, situando islas y otros accidentes hidrográficos. Terminó sus trabajos en el cabo de Bon, entrando en Túnez para comprobar la marcha de los cronómetros. De regreso a España, formó la carta de aquellos parajes con suma maestría, viajando al efecto a Madrid llamado por real orden.

Otra real orden le desterraba de la corte con destino a Cádiz, donde remató sus trabajos, sin que se le hubieran dado las gracias. El 16 de septiembre de 1805 estaba en Cádiz ocupado en escribir la relación del viaje, que no había podido terminar en la capital.
Trafalgar

Puesto que desde el 12 de diciembre de 1804 existía estado de guerra con el Reino Unido, por la agresión injustificada llevada a cabo contra cuatro fragatas españolas a la altura del cabo de Santa María, se había conferido a Galiano el mando del navío Santa Ana, de 112 cañones, del que después fue relevado, para ocuparse por entero «al desempeño de los trabajos relativos a su expedición en que había estado empleado en el Mediterráneo, terminando por fin la "Relación"».

Cuando empezaron los armamentos en el departamento de Cádiz con toda intensidad, Galiano se dirigió al Príncipe de la Paz, rogándole le confiriese un destino que pudiese servir a su Patria con las armas. Se le dio el mando del navío Glorioso, que permutó por el San Leandro, y a finales de mayo tomó de nuevo el mando del Bahama. La escuadra combinada entró en Cádiz después de la expedición contra la Martinica, y las fuerzas del general Álava que estaban de apostadero quedaron a las órdenes de Federico Gravina.

La débil escuadra bloqueadora de Cuthbert Collingwood se fue reforzando más y más. Galiano se ofreció de nuevo para forzar el bloqueo e ir a América en busca de caudales.

Ordenada por Napoleón a Villeneuve la salida de la escuadra, se convocó a bordo del buque insignia un consejo de guerra al que asistieron Churruca y Galiano como únicos brigadieres, el segundo en calidad de comandante del Cuerpo de Pilotos.

Al refutar la opinión general de los españoles, expuesta por el mayor general Escaño, de ser contrarios a la salida sin esperar un debilitamiento de los británicos, el contraalmirante Magón se expresó de manera harto inconveniente. Galiano, de carácter vehemente, le replicó con acaloramiento, llegando al punto de temerse un duelo entre ambos.

Galiano había acompañado a su familia dos días antes a Chiclana, con el pensamiento de volver pronto, pues era cosa decidida que la escuadra no saldría. No obstante, de improviso, en la madrugada del 19 de octubre salió el Bahama formando parte de una división avanzada mandada por Magón.

Ya fuera toda la escuadra, el Bahama formaba parte de la segunda división de la escuadra de observación mandada por Gravina. En la mañana del 21 quedó en la línea a retaguardia, entre el Plutón y el Aigle, ambos franceses.

Galiano presentía el duro golpe que iba a recibir España en su Armada y estaba resuelto a perecer con honor. Dirigiéndose al guardiamarina Butrón, su pariente, y señalándole la bandera, le dijo: «Cuida de no arriarla aunque te lo manden, porque ningún Galiano se rinde y ningún Butrón debe hacerlo».

El Bahama se batió heroicamente con dos navíos enemigos y en algún momento con tres. En la enérgica defensa que Galiano realizó de su buque, recibió primero una contusión en la pierna a consecuencia de un balazo que le dobló el sable. Después un astillazo en la cara que le hizo perder mucha sangre, negándose a dejar su puesto. Otra bala le arrebató el anteojo de las manos y, por último, un proyectil de cañón de mediano calibre le destrozó la cabeza quitándole la vida.

Desarbolado el buque y todo cubierto de cadáveres, el teniente de navío en quien recayó el mando, juzgando toda resistencia inútil y hallándose ya el navío falto de todo poder combativo, ordenó arriar la bandera, cosa que no tuvo que hacer el guadiamarina Butrón, que ya había sido herido gravemente. El furioso temporal que siguió al combate arrojó al Bahama contra la costa.

Recibió sepultura en la mar y su recuerdo es perpetuado en el Panteón de Marinos Ilustres con una lápida, colocada en la tercera capilla del Oeste, que dice lo siguiente:

A la memoria

del Brigadier de la Armada
Don Dionisio Alcalá Galiano,
muerto gloriosamente sobre el navío de su mando
el Bahama en el combate de Trafalgar
el 21 de octubre de 1805



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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 21 Jun 2015 15:19

D. IGNACIO MARIA DE ALAVA Y SAENZ DE NAVARRETE

Ignacio María de Álava y Sáenz de Navarrete (Vitoria, Álava, España, 24 de octubre de 1750 - Chiclana, Cádiz, España, 26 de mayo de 1817) fue un marino y militar español, 14º Capitán General de la Real Armada Española.

Fue tío de Miguel Ricardo de Álava, el General Álava, militar, político y diplomático, futuro presidente del Consejo de Ministros.
Biografía

Ignacio María de Álava cursó sus primeros estudios en el seminario de Nobles de Vergara y sentó plaza de guardiamarina en la Compañía del Departamento de Cádiz el 23 de julio de 1766. En el mismo año embarcó en el navío Terrible y sucesivamente en el San Pedro Alcántara, el Peruano, el Astuto y en la fragata Venus, realizando en ellos varios cruceros y misiones en diferentes mares y un viaje a Filipinas.

Ascendió a teniente de navío en 1778 y se le confirió el mando del jabeque San Luis, destinado al corso contra los moros y berberiscos. En 1779 embarcó en el navío Santísima Trinidad, y pasó luego al Santa Isabel y Rayo y después a la fragata Gertrudis.

En el mes de enero de 1781, tomó el mando de la fragata Rosa, con la que realizó la campaña del Canal de la Mancha, a las órdenes de los generales don Luis de Córdova y conde de Orvillers, que tuvo por consecuencia la retirada de las fuerzas navales de Inglaterra al buscar refugio en sus puertos y el apresamiento del navío británico Ardent, del porte de 74 cañones. Tomó parte asimismo en la captura del gran convoy británico de cincuenta y cinco velas (la mayor victoria de la Armada Española sobre la británica) sobre cabo San Vicente y en el bloqueo y ataque a Gibraltar.

Ya de capitán de fragata y al mando de la Santa Bárbara, apoyó con ella el bombardeo que hicieron las malogradas baterías flotantes sobre el irreductible Peñón.

Participó también en el combate que con la escuadra británica del almirante Howe sostuvo la española al mando de Luis de Córdova el 20 de octubre de 1782, en el que fue herido. Ascendió por su brillante comportamiento a capitán de navío y tomó seguidamente el mando de la fragata Sabina.

En el verano de 1787, fue nombrado mayor general| de la escuadra de evoluciones, al mando de Juan de Lángara. Después desempeñó el mismo cargo en el departamento de Cartagena y en el mes de junio de 1790 también en la escuadra del Marqués del Socorro. Con ella fue a Liorna a buscar al príncipe de Parma, que desembarcó en Cartagena y lo acompaño a Madrid. El 8 de febrero de 1791, fue nombrado comandante del navío San Francisco de Paula, con el que operó en socorro de la plaza de Orán, atacada por los moros.

Ascendió a brigadier el 1 de marzo de 1792 y con este grado fue destinado, como mayor general, a la escuadra del general Lángara, asistiendo a toda la campaña que en las costas francesas hicieron contra los convencionales las escuadras combinadas de España e Inglaterra a principios de 1793.

En 1794 fue ascendido a jefe de escuadra y al año siguiente se le dio el mando de una escuadra destinada a dar la vuelta al mundo, compuesta por los navíos Europa y Montañés, las fragatas Fama, Lucía y Pilar, más la urca Aurora. Se hizo a la vela desde la bahía de Cádiz el 30 de noviembre de aquel año, contornó América y visitó el puerto del Callao y la ciudad de Lima. Hizo escala en las Marianas y Manila, donde estableció el Apostadero de Marina. Rectificó muchos accidentes hidrográficos en las cartas marinas de tan remotos parajes, permaneciendo estacionado en aquellas posesiones españolas.

En Arroceros (extramuros de Manila), publicó con fecha de 15 de noviembre de 1802 el "Reglamento adicional a la Ordenanza de Marina, para los navíos de las islas de Filipinas que con efectos de su comercio viajan a Nueva España", regulando con él la salida de la vulgarmente llamada Nao de Acapulco, sus carenas y recorridos, nombramiento de comandante, oficiales, dotación de marinería y tropa, arqueo, locales para el cargamento, víveres y aguada.

El 7 de enero de 1803 emprendió el viaje de regreso, del cual escribió una memoria detallada. Realizó el viaje de regreso por el cabo de Buena Esperanza, arribando a Cádiz el 15 de mayo de 1803, y desembarcó del navío Montañés, en el que tenía arbolada su insignia, tras circunnavegar el globo. Durante la larga navegación había sido ascendido, con fecha de 5 de noviembre de 1802, al grado de teniente general.

Declarada de nuevo la guerra con los británicos, solicitó un destino de la máxima actividad. Se le dio el mando de la escuadra del Departamento de Cádiz y cuando entró en dicho puerto la combinada franco-española, quedó como segundo jefe de los buques españoles. En la batalla de Trafalgar arbolaba su insignia en el navío Santa Ana, cuyo comandante era el capitán de navío José de Gardoqui. Mandaba la vanguardia, pero al trocarse la línea por la famosa orden de Villeneuve, se convirtió en retaguardia, quedando por su popa la escuadra de Observación, al mando del general Federico Gravina. Fue herido grave por tres veces en el transcurso del combate, por lo que el mando del navío recayó en Francisco Riquelme.

El rescate del Santa Ana dio lugar a una reclamación por parte del almirante británico Cuthbert Collingwood, argumentando éste que don Ignacio era su prisionero por haberse rendido. Álava le contestó «Que cuando el oficial de mando, Francisco Riquelme, rindió el buque, él estaba sin conocimiento y que por tanto no se había rendido y que su sable y espada, símbolos de sus servicios, estaban todos en su poder». El británico siguió manteniendo una cortés correspondencia con él, demostrando con ello que quedaron satisfechos sus escrúpulos. "Álava había corrido la suerte de los prisioneros de guerra heridos de una plaza, que el enemigo tiene que evacuar por fuerza."

Como recompensa a su actuación en tan infausto día para las armas españolas, se le concedió la Gran Cruz de Carlos III. Repuesto de sus heridas se le confió el mando de lo que quedaba de la escuadra española, sucediendo al difunto Federico Gravina y arbolando también su insignia en el navío Príncipe de Asturias. Consiguió alistar, venciendo muchas dificultades, ocho navíos, varias fragatas y buques menores, que en un momento dado pudieran hacer frente a los británicos, que aún cruzaban frente a las costas gaditanas. En 1807 fue nombrado vocal del Almirantazgo.

Al sobrevenir el alzamiento Nacional de 1808 se trasladó a Cádiz y tomó el mando de los buques que se pudieron reunir y armar para combatir al nuevo enemigo. En 1810 fue nombrado comandante general del apostadero de La Habana, con el título de capitán general del departamento. En 1812 fue nombrado capitán general del departamento de Cádiz, dejando en La Habana fama y memoria de su excelente administración y mando.

En el mes de agosto de 1814 fue nombrado de nuevo miembro del Consejo Supremo del Almirantazgo bajo la presidencia del infante don Antonio y elevado al grado de Capitán General de la Real Armada. El 24 de febrero de 1817 se le nombró decano de aquel Consejo, cargo que desempeñó breve tiempo, pues quebrantada su salud pidió licencia para trasladarse al benigno clima de Andalucía, cosa que no bastó para curarle, falleciendo en Chiclana y siendo allí sepultado.

Fue uno de los primeros generales cuya sepultura fue ordenada localizar al Departamento de Cádiz el 2 de mayo de 1851. Sus restos fueron inhumados el 28 de abril de 1870 por una comisión de Marina que se desplazó a Chiclana al efecto, y se recogieron solemnemente por Comisiones y fuerzas nombradas, que desde el puente de Zuazo se hicieron cargo de los venerables restos, los cuales provisionalmente se depositaron en el Panteón de Marinos Ilustres, recibiendo sepultura definitiva el 2 de mayo de 1870 al ser inaugurado el Panteón. El mausoleo donde reposan los restos es el mismo que el que tenía en el cementerio de Chiclana, compuesto de una columna cilíndrica sobre la que descansa una lacrimatoria con diversos adornos al pie. La inscripción de la lápida dice:

Aquí yace

el Capitán general
don Ignacio María de Álava
Gran Cruz de las Ordenes de
Carlos III, San Fernando
y San Hermenegildo
Decano del Almirantazgo
marino insigne, completo español
para su Patria y su Rey;
esposo, padre, amigo
merecedor de servir de modelo
Murió el 26 de mayo de 1817
a los 67 años de edad.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 21 Jun 2015 15:22

D. ANGEL LABORDE Y NAVARRO

Ángel Laborde y Navarro (Cádiz, 2 de agosto de 1772 - La Habana, 4 de abril de 1834) fue un marino y militar español, jefe de escuadra de la Real Armada Española.

A los nueve años de edad fue enviado al colegio de Sorèze en Francia. En 1791 sentó plaza de guardiamarina en la compañía del departamento de Cádiz. Durante su aprendizaje, estuvo navegando por el Mediterráneo y por el Atlántico.

Embarcado en la escuadra del general Juan de Lángara, participó en la ocupación y defensa del puerto de Tolón contra las fuerzas convencionales de la República Francesa. En estos combates desembarcó y luchó en tierra, estando a las órdenes del general Federico Gravina, así como a las órdenes directas del capitán de navío Estrada. Cuando se tuvo que efectuar el reembarque, lo realizó a las órdenes del general Ignacio María de Álava. También estuvo en los combates por la defensa de Rosas, más en todas las que siguieron a ésta, hasta la firma de la Paz de Basilea en 1796. En este año pasó destinado al departamento de Ferrol.

Al declararse la guerra de nuevo contra el Reino Unido, y como consecuencia de la firma del nuevo tratado de San Ildefonso con la República Francesa, fue designado ayudante de la plana mayor de la escuadra, que estaba al mando del general Francisco Melgarejo. En ella realizó un viaje a las islas Canarias, en el que se transportó a las tropas del Marqués de Cagigal.

Inmediatamente después regresó la escuadra al arsenal de Ferrol para realizar una misión igual a la anterior, pero esta vez con las tropas del general O’Farril y con destino a Rochefort, entablando combate en este puerto contra una escuadra británica superior en buques, pero que fue rechazada por la de Melgarejo. Al regresar al Arsenal de Ferrol, se le destinó al de Cádiz y de aquí fue nuevamente destinado al Observatorio, donde se dedicó a la enseñanza de las matemáticas, en las que sobresalía.

Al producirse el alzamiento nacional contra la invasión francesa, la escuadra francesa del almirante Rosily, surta en la bahía de Cádiz, fue atacada y rendida por las fuerzas españolas al mando de Juan Ruiz de Apodaca. Laborde tomó parte en estos combates, en los que al claudicar se hicieron 3.676 prisioneros y se recogieron 442 cañones, 1.651 quintales de pólvora, 1.429 fusiles y 1.096 sables.

En 1809 fue ascendido a Teniente de Navío, y en 1813 a capitán de fragata. Con este empleo fue destinado a la dirección del Colegio Militar, que se estableció en Santiago de Compostela, hasta 1817, en que se le requirió para el servicio activo en la Armada, dejando sus funciones de magisterio. Estando en estos servicios de docencia escribió un Tratado de Geografía matemática (Santiago, 1814).

En el mismo año de 1817 se le otorgó el mando del navío de línea San Julián, con el que realizó dos viajes redondos a las islas Filipinas, efectuando escalas en las que visitó diferentes puertos de China, Java y la India. A su regreso al Departamento de Cádiz en 1820, al término de su último viaje redondo, se destinó su navío a la escuadra del marino Francisco Mourelle, que debía proteger y transportar a Ultramar las tropas necesarias para poner fin a la rebelión de las colonias, pero no se llegó a realizar este viaje a consecuencia de la sublevación de Riego.

Ese mismo año, el nuevo gobierno constitucional le otorgó el mando de la fragata Ligera y de una división naval compuesta por su buque más las fragatas Viva y Aretusa y por los bergantines Hércules y Hiena, que fue destinada a Costa Firme (Venezuela), teniendo como base el apostadero de Puerto Cabello. En su nuevo destino, tenía la misión de defender la costa y apoyar con sus fuegos a las fuerzas del ejército que combatía en tierra. La guerra de independencia de los territorios ultramarinos de España estaba en su apogeo y las operaciones resultaban cada vez más difíciles, por lo que las derrotas se iban acumulando y las armas españolas perdían terreno frente a los americanos. Laborde participó en varias acciones incluyendo la evacuación hacia La Habana de civiles en el puerto de La Guaira tras la derrota en la batalla de Carabobo.

En 1823, estando en la capital cubana, su superior, el general Gastón, le entregó el mando de una división naval compuesta por la fragata Sabina y la corbeta Ceres, con las cuales puso rumbo a Costa Firme. Al llegar la noticia de que una división colombiana de nueve buques, al mando del comodoro Danells, estaba bloqueando Puerto Cabello y no cayendo en la cuenta de que eran muy superiores sus buques, se dirigió hacia el enemigo y le acometió con tanta fuerza que apresó a las corbetas María Francisca y la Zafiro (este último, buque insignia del comodoro). Puso en fuga al resto de las naves y levantó el bloqueo de Puerto Cabello, donde pudo reparar a sus buques de los daños sufridos en el combate. En reconocimiento de tan meritoria acción le fue entregada la Cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III.

Cuando tuvo sus buques listos para entrar de nuevo en combate, se dirigió al golfo de Maracaibo. Al llegar al fondeadero de los Tagues, dejó fondeados sus buques de más calado al mando del comandante de la Sabina, José María Chacón. Con los más pequeños penetró en la laguna, con la intención de batir a las fuerzas sutiles enemigas, amparadas en aquel lugar de poco fondo y de difícil acceso. El ataque estaba preparado en combinación con las fuerzas de tierra al mando del general Morales, que no pudo llegar a tiempo. Tras dos horas de batalla la Armada colombiana obtuvo una victoria decisiva y Laborde se tuvo que retirar con tan solo 3 goletas que logró salvar al apostadero de partida, Tagues.

Con la capitulación de las fuerzas españolas en Tierra Firme, se dirigió con sus buques al apostadero de La Habana, nombrándosele segundo jefe de él. Ocupando este cargo, en 1824 tuvo que salir con los buques del apostadero en persecución de fuerzas enemigas que habían apresado a la corbeta Ceres. Con las mismas fuerzas, llevó a cabo dos incursiones para socorrer a los defensores del fuerte de San Juan de Ulúa (Veracruz), que se mantenían en su plaza negándose a rendirse. El 2 de mayo de 1825 y a pesar de ser solamente capitán de navío, fue nombrado comandante general del apostadero de La Habana.

Salió una vez más a socorrer a los defensores de San Juan de Ulúa con una división compuesta por las fragatas Sabina, Casilda y Aretusa, junto a varios transportes. Pero un huracán le sorprendió en la Sonda de la Tortuga, lo que le costó que la fragata insignia fuera desarbolada de los tres palos; el temporal desatado imposibilitó el socorro preparado. Por este motivo, con la Toma de San Juan de Ulúa (1825), cayó el último baluarte español en Tierra Firme.

Fue ascendido a brigadier, confirmándosele en el puesto y siendo reforzadas las fuerzas navales del apostadero habanero. Tuvo que efectuar una salida, obligado por el aumento de los corsarios en la zona, con las fragatas Lealtad, Iberia, Sabina, Perla, Castilla y la goleta Habanera, con las que entabló diversos combates contra diferentes buques de otros tantos nuevos países. Produjo tan graves pérdidas a sus enemigos, que bajó mucho la intensidad con la que estaban operando hasta ese momento, y así logró que dejaran tranquilo el tráfico comercial español.

Se le envió desde España al navío de línea Guerrero, con lo que las fuerzas quedaron muy reforzadas. Al mando de su flota se dirigió al puerto de Kingston, en Jamaica, amenazando a continuación a las plazas de Santa María y Cartagena de Indias, que ya habían sido conquistadas por Simón Bolívar.

En septiembre de 1826, realizó otra salida, arbolando su insignia en el navío Guerrero, al que acompañaban cinco fragatas y una goleta. Al poco tiempo le alcanzó un huracán equinoccial, que dispersó a los buques y desarboló al navío de sus tres palos, lo que le obligó a regresar con aparejo de fortuna y con las "bandolas", logrando llegar a La Habana después de ochenta días de mar, cuando ya el resto de los buques lo había hecho, a excepción de la goleta Habanera, que fue hundida.

Aprovechándose de la debilidad de las fuerzas navales españolas, la Armada de México armó una escuadrilla, que puso al mando del Comodoro David Porter, un antiguo oficial de los Estados Unidos, para amenazar la costa norte de la isla de Cuba.

Afortunadamente para las armas de España, el incansable Juan Bautista Topete, segundo de Laborde, había reparado los buques y cuando éste llegó a La Habana, pudo realizar una salida para combatir con los disidentes a bordo de la fragata Lealtad y otros buques, que se pusieron a perseguir a las fuerzas de Porter hasta Cayo Hueso, donde lo bloquearon y lo mantuvieron por espacio de un año, el comodoro se vio en tan mala situación y por tanto tiempo, y tratando por todos los medios de no caer en manos de los españoles, que optó por despedir a las tripulaciones y vender sus buques, siendo transportado por una fragata de guerra norteamericana; así pudo salir de tan mala situación y dirigirse a Veracruz.

Al comprobar la treta del comodoro, Laborde desistió del bloqueo y de dirigió a La Habana. Desde este apostadero, salió con las fragatas Lealtad e Iberia y con el bergantín-goleta Amalia, a realizar un crucero por las aguas de México, realizando un canje de prisioneros en Veracruz. Prosiguió realizando cruceros por las aguas de Tierra Firme y por las islas, llegando a provocar una gran alarma la presencia naval española.

En 1828 salió con sus buques a proporcionar protección de recalada de un convoy procedente de la Península, escoltado por la fragata Restauración. En 1829, de acuerdo con el capitán general de Cuba, Francisco Dionisio Vives, Laborde tomó parte en una expedición a México, transportando y escoltando a las tropas del brigadier Isidro Barradas. Fueron de nuevo alcanzados por un huracán, que dispersó a todos los buques, pero como Laborde ya estaba curtido en estos menesteres, había dejado orden a todos los comandantes de que en el caso de que ocurriera algo así, se reunieran todos en un punto, en este caso fue el cabo Rojo, donde fueron llegando todos los buques a excepción de uno con 500 hombres, que se le dio por desaparecido.

Laborde siguió su plan, costeando hasta la punta de Jerez, donde se efectuó el desembarco de todas las fuerzas, y otra vez costeando, para proteger con sus buques el avance terrestre hasta Veracruz. Se ocuparon las dos orillas del río Tampico, así como la subida a Tamaulipas, lugar donde el brigadier Barradas estableció su cuartel general.

Laborde se tuvo que desplazar con su escuadra hasta Nueva Orleáns, adonde había ido a parar el transporte perdido en el huracán, pero al que las autoridades norteamericanas ponían muchas pegas para permitirle su salida. Cuando llegó Laborde, éstas quedaron solucionadas, por lo que con el buque felizmente recuperado se dirigió a La Habana para recoger y transportar a más tropas a Veracruz. Pero ya todo resultaba inútil, porque el brigadier Barradas había capitulado, pero por culpa del clima que le había dejado sin hombres útiles para el combate.

En 1829 fue ascendido a jefe de escuadra, y en mayo de 1830 fue a aguas de Santo Domingo, en apoyo de un partido que deseaba la reunificación con España (aunque nada se hizo en estos momentos, en el año de 1861 se llevó a cabo). Se mantuvo en crucero durante 80 días, que los aprovechó para rectificar la situación del bajo de los Alacranes.

Por Real Decreto del 1 de octubre de 1832 fue designado como ministro de Marina. No obstante, siendo urgente la reunión del gabinete para tratar sobre el tema planteado por el Partido Carlista y el estado de guerra, que se preveía y él estaba en la isla de Cuba, se le relevó del Ministerio y se le confirmó como comandante general del apostadero de La Habana.

Laborde continuó en su destino, introduciendo las mejoras que le eran posibles, organizando las matriculas de mar y el reglamento de la navegación y la pesca. En 1832, escribió y publicó un manual titulado Ejercicio del sable.

En 1833 se le concedió la Cruz de Isabel la Católica, en agradecimiento a sus desvelos al servicio de España, por procurar medios cuando la situación era catastrófica. Los buques de guerra seguían siendo un modelo, apreciándose su esfuerzo, por realizarse en una época en que las circunstancias en la Península no permitían precisamente un cuidado especial hacia la Armada.
Muerte

Falleció en La Habana, a la edad de 62 años, siendo querido y respetado por propios y extraños. Sus merecimientos hicieron que años después se decretara el traslado de sus restos al Panteón de Marinos Ilustres, habiéndolos conducido a España el vapor Fernando el Católico, que por cuestión sanitaria arribó a Ferrol, quedando depositados en la iglesia de San Francisco en septiembre de 1870. En octubre de ese año se trasladaron a La Carraca y fueron depositados sin pompa alguna en una de las capillas del Panteón el 27 de ese mes. El 20 de febrero de 1875, listo el sarcófago y previo un oficio de difuntos, se trasladaron al lugar que hoy ocupan, ostentando una inscripción que dice como sigue:

Excmo. Señor

D. Ángel Laborde y Navarro
Ilustre Oficial
Enérgico General
Jefe de Escuadra
Reorganizador de la Marina
En el Apostadero de la Habana
Falleció en el año MDCCCXXXIV
A los LXII de su edad.

La Marina guarda con orgullo la memoria de este General, que se mostró en vida incansable organizador y constituyó un acabado tipo del caballeroso marino español.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 21 Jun 2015 15:26

D. FRANCISCO ALCEDO Y BUSTAMANTE

Francisco Alsedo y Bustamante (n. Santander, 3 de septiembre 1758 - frente a la costa de Cádiz, 21 de octubre 1805) fue un militar y marino español de origen cántabro, que participó en la Batalla de Trafalgar al mando del navío Montañés, donde encontró la muerte.

Nacido en Santander el 3 de septiembre de 1758, a los 15 años sienta plaza de guardiamarina (27 de abril de 1774) participando en 1775, a bordo del jabeque Gamo, en la expedición contra Argel. En 1781 toma parte en la batalla de Pensacola (Florida), y nuevamente en guerra contra la corona británica, es herido en el ataque a Gibraltar del 15 de septiembre de 1782, aunque no se retira del combate hasta la mañana siguiente. El 21 de diciembre del mismo año es ascendido al grado de teniente de navío.

En 1786 es nombrado alférez de la Real Compañía de Guardias Marinas de Cádiz y encargado de la compañía de guardiamarinas de Ferrol, que embarcan en la escuadra de Juan de Lángara. Su carrera militar prosigue con sus nombramientos sucesivos de capitán de fragata (14 de junio de 1791) y teniente de la compañía de guardiamarinas de Ferrol (junio de 1792).

Al año siguiente, se embarca en el navío San Eugenio y se dirige a la América septentional para proteger el comercio español y hostigar a las fuerzas francesas de la isla de Santo Domingo. La escuadra, formada por once navíos, siete fragatas y nueve bergantines, estaba basada en Puerto Cabello y participa activamente en la toma del fuerte del Delfín en Santo Domingo (1793).

El 27 de octubre de 1796 su carrera militar culmina con el ascenso a Capitán de Navío en las colonias americanas, desde donde regresa a España en 1801 al mando del navío Asia, que fue desarbolado en un temporal en este viaje.
Trafalgar

En 1805 toma el mando del navío Montañés, construido a expensas de los cántabros, que lo habían ofrecido al rey. Durante el combate, el Montañés forma parte de la escuadra de observación de Gravina, que soporta el mayor ímpetu del enemigo. En lucha contra un navío inglés de tres puentes, una bala de cañón provoca su muerte a la edad de 47 años, siendo sus últimas palabras: "He dicho que orcen, que yo quiero arrimarme más a ese navío de tres puentes, batirme a quemarropa y abordarle".

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor JotaErre » 22 Jun 2015 00:06

Ya que mencionas al General Álava, hijo del Almirante Álava, tiene una distinción muy curiosa: el General Álava fue la única persona que participó en las dos principales batallas del periodo napoleónico: Trafalgar y Waterloo.

En Trafalgar embarcó como oficial en el navío de su padre. Luego, durante la Guerra de la Independencia, solicitó el pase al Ejército, que le fue concedido. Debido a su dominio del inglés, fue asignado como oficial de enlace al estado mayor de Wellington, con el que trabó una gran amistad.

El retorno de Elba de Napoleón le sorprendió como embajador de España en los Países Bajos. Al enterarse de que los aliados se disponían a combatir a Napoleón, se presentó ante Wellington y le ofreció sus servicios. Wellington le agregó a su estado mayor, y así participó el General Álava en la Batalla de Waterloo.

Por certo, el escritor británico Bernard Cornwell hace trampa y sitúa a su personaje Richard Sharpe en ambas batallas...


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