HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

La historia se escribe con fuego: todo sobre operaciones militares, tácticas, estrategias y otras curiosidades
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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 05 Jun 2015 00:44

Fernando DE TOLEDO Y PIMENTEL III Duque de Alba

Noble español nacido en Piedrahita (Ávila) el 29 de octubre de 1507 y muerto en Lisboa el 11 de diciembre de 1582.

Síntesis biográfica

Fue un importante general, consejero y administrador del emperador Carlos V y del rey Felipe II de España. Recibió su bautismo de fuego en Fuenterrabía contra los franceses, muy joven, en 1524. En 1531 acudió a defender Viena contra los turcos. Su participación en la toma de Túnez en 1535 y sus servicios como consejero se ganaron el favor del emperador, que le fue confiando progresivamente puestos de mayor importancia. Encargado de la defensa de la frontera española, en 1542 hizo retroceder a los franceses en el Rosellón. Más tarde luchó junto a Carlos V contra los protestantes alemanes, siendo uno de los principales artífices de la gran victoria de Mühlberg en 1547, que deshizo la Liga de Esmalkalda. En los años siguientes, mayordomo mayor y ya cabeza de uno de los principales partidos de la Corte, sirvió como consejero del príncipe Felipe (desde 1554 en Inglaterra).

Por intrigas fue enviado en 1555 a Italia como virrey de Nápoles y capitán general de Milán. Defendió con éxito estos territorios contra los franceses y el papa Paulo IV y tomó parte en 1559 en la firma de la paz de Cáteau-Cambresis. En la cima de su carrera como militar, quedó relegado en la corte tras su máximo rival Ruy Gómez de Silva. Recuperada la preponderancia, en 1567 fue enviado como capitán general y luego gobernador a los Países Bajos con el objetivo de devolver el orden a la provincia. Sin embargo, se comportó con escaso tacto (Tribunal de Tumultos, ejecuciones, poca tolerancia con el protestantismo, centralización y nuevo sistema de impuestos). Rechazó en 1568 a Guillermo de Orange, pero no pudo impedir en 1572 el estallido de una grave sublevación. Reemplazado en 1573, cayó en desgracia en 1579 y estuvo un año confinado, pero en 1580 fue liberado y se le encomendó el mando del ejército que debía asegurar a Felipe II el trono portugués. Alba cumplió ejemplarmente y entró en Lisboa en agosto, ciudad en la que moriría dos años después.

Los Álvarez de Toledo y la educación de Fernando

Era hijo de García Álvarez de Toledo (nieto por tanto de Fadrique Álvarez de Toledo, II duque de Alba) y de Beatriz de Pimentel, que le llamaron Fernando en honor de Fernando el Católico, entonces rey de Aragón y regente de Castilla. Tuvo dos hermanas mayores que él, Catalina y María, y un hermano menor, Bernardino. Pertenecía, por tanto, a una de las grandes familias aristócratas españolas, con amplios dominios en torno a la sierra de Gredos; el título más importante que los Álvarez de Toledo poseían, el de duque de Alba, provenía de uno de esos lugares, Alba de Tormes (Salamanca). El joven Fernando quedó huérfano de padre muy pronto, al morir García Álvarez de Toledo en 1510, en el desembarco del conde Pedro Navarro en la isla de los Gelbes (isla Djerba, Túnez), víctima de una emboscada musulmana en un oasis.

Su abuelo Fadrique, veterano soldado, se preocupó de darle una esmerada educación, tanto en lo militar como en lo tocante a las letras. Fernando tuvo como primer preceptor a un monje benedictino de Mesina, Bernardo Gentile, y desde 1521 a un dominico de Piacenza llamado Severo; su abuelo había tratado de contratar al humanista Luis Vives, pero no pudo obtener sus servicios. Severo le enseñó latín en los autores clásicos, al tiempo que le daba a conocer el erasmismo. Desde 1520 fue ayo suyo el poeta Juan Boscán, que además de infundirle gusto por la literatura le acompañaría como amigo hasta que murió en 1542. De la instrucción militar y otras cuestiones prácticas, como la dirección del patrimonio de los Alba, se encargó el propio Fadrique, llevándole consigo a sus campañas guerreras y a los frecuentes recorridos que hacía por sus dominios.

Fernando dio muestras tempranas de vocación castrense: en 1524, a la edad de diecisiete años, se escapó de casa para ponerse a las órdenes de Iñigo de Velasco, condestable de Castilla, y participar así en el asedio de Fuenterrabía, ocupada por los franceses. Muy maduro para su edad, se comportó valerosamente y, una vez tomada la plaza, recibió temporalmente el gobierno de la misma. El 27 de abril de 1529 casó con María Enríquez de Toledo, hija de Diego Enríquez de Guzmán, III conde de Alba de Liste y de Aldonza Leonor Álvarez de Toledo. Con ella tendría a García (1530-1548), Beatriz (1534), Fadrique (1537-1585, IV duque de Alba), y Diego (1542-1583). De una amante anterior a su boda, María, nació Hernando Álvarez (1528). Curiosamente, salvo en lo militar, no dio a sus hijos una educación tan cuidada como la que él había recibido: sólo Fadrique y Hernando tendrían cierta importancia como soldados. Poco más se sabe de la vida de Fernando Álvarez de Toledo en estos años hasta la muerte de su abuelo en septiembre de 1531.

Un nuevo general imperial: de la liberación de Viena a la conquista de Túnez

Con veinticuatro años Fernando heredó los títulos familiares (duque de Alba y Huéscar, marqués de Coria y conde de Salvatierra), posesiones y rentas. Al año siguiente acudió al llamamiento de Carlos V para luchar contra los turcos, que habían puesto sitio a Viena. Acompañado del poeta y militar Garcilaso de la Vega, amigo suyo, se reunió con el emperador hasta marzo, en Ratisbona. No llegó a entrar en combate: cuando en septiembre todo estuvo listo el sultán turco Solimán I, viendo difícil sostener el asedio ante el invierno que se avecinaba, se retiró con sus ejércitos. El duque, que mandaba un escuadrón de caballería croata, se mostró partidario de perseguirlos y atacar su retaguardia; no fue escuchado, pero al menos se había dado a conocer al emperador, y cuando éste se trasladó al poco a Italia para entrevistarse con el papa Clemente VII recibió el mando de la retaguardia.

Estuvo en Bolonia durante las negociaciones, hasta febrero de 1533, volviendo con Carlos V a España. Por entonces se habían intensificado los ataques de los piratas berberiscos de Khair Ben Eddyn, Barbarroja, a las costas mediterráneas españolas y napolitanas y el emperador preparó una expedición de castigo. Alba obtuvo la capitanía de un cuerpo de caballería pesada, cargo no muy relevante en una operación naval pero prestigioso; le acompañaban su hermano Bernardino y su hijo mayor, García, que contaba con cinco años de edad. Sus fuerzas apenas participaron en la toma del fuerte de La Goleta, en la entrada del puerto tunecino, y en el asalto a Túnez tuvo que permanecer en retaguardia, con una fugaz intervención. Rendida la plaza en julio de 1535, recuperó la armadura de su padre, que se guardaba allí tras su derrota y muerte. Después pasó nuevamente a Italia con el emperador. Los meses finales de 1535 y los iniciales de 1536 estuvo en Nápoles, y luego en Roma. En todo este tiempo, además de crear una verdadera red de clientelismo en Italia, apoyada en familiares con cargos importantes, estrechó su relación con Carlos V, de ideas afines, contándose pronto entre sus consejeros.

El duque de Alba y la guerra contra Francia

A punto de estallar la guerra contra Francia, se opuso a comenzar la campaña sitiando Marsella, puerto muy bien defendido y cuyo asedio daría tiempo a reorganizarse al debilitado ejército francés. Desoído su consejo de atacar Lyon, los hechos le darían la razón: hubo que retirarse al poco de llegar a Marsella. El propio Alba recogió los suministros que trajo por mar el genovés Andrea Doria y aseguró la retirada del emperador. No pudo impedir, sin embargo, la muerte de su amigo Garcilaso en una acción menor. En tanto se negociaba una tregua con Francia estuvo todo el año de 1537 en España; en julio murió su madre. En la primavera de 1538 formó parte del séquito imperial que asistió a la firma de un tratado de paz temporal con los franceses en Niza.

Libre en Europa, el emperador convocó Cortes en Toledo para solicitar la financiación de una nueva expedición contra Argel. Las Cortes la denegaron, pero de momento la cuestión fue aplazada por la sublevación de Gante, la ciudad natal del emperador. El duque asistió en 1539 a su represión, después estuvo probablemente en Ratisbona, y en fecha incierta regresó a España. En septiembre de 1541 estaba en Cartagena organizando los suministros de la armada española que al fin iba a atacar Argel; no sin dificultades de avituallamiento y de navegación logró unirse a las fuerzas de Carlos V, que habían llegado antes. Las tropas que transportaba pudieron desembarcar sólo en parte antes de que un fuerte viento del norte encallase o destruyese un gran número de buques. No volvió a realizarse un nuevo intento de conquista por el momento, pues otra vez amenazaba Francia.

Se encomendó al duque de Alba la protección de la frontera española: organizó la defensa de Navarra y fortificó Perpiñán, capital del Rosellón, sobre la que parecía inminente el ataque francés. En agosto de 1542 el Delfín Enrique (Enrique II en 1547) sitió la ciudad con fuerzas superiores. Alba había tomado previamente la precaución de retirarse a Gerona dejando Perpiñán bien guarnecida: su fortaleza y la amenazante presencia de Alba detrás de sus líneas obligaron al Delfín a retirarse. En 1543, cuando el emperador partió hacia los Países Bajos para hacerse cargo de la defensa de la provincia, dejó a su hijo el príncipe Felipe (Felipe II) como regente y al duque como capitán general de las fuerzas peninsulares. Alba organizó el mismo año la boda del príncipe con María Manuela de Portugal, en la que actuó como padrino. En 1544 se firmó la paz de Créspy entre españoles y franceses, por la que se acordaba la boda de Carlos, duque de Orléans (uno de los hijos del rey Francisco I) con María, hija de Carlos V, o con la sobrina de éste la archiduquesa Ana de Hungría. Los Países Bajos o Milán serían la dote. El duque recomendó ceder los Países Bajos, pero aunque el emperador se inclinaba por Milán no se llegó a entregar ni uno ni otro, pues en septiembre de 1545 moriría el duque de Orléans.

De la victoria de Mühlberg a consejero del príncipe Felipe

En enero de 1546 marchó a Utrecht, donde fue recompensado con el ingreso en la Orden del Toisón de Oro; en abril se encontraba una vez más en Ratisbona, donde el emperador había decidido acabar con la protestante Liga de Esmalkalda (constituida en 1531). En tanto llegaban los refuerzos, Carlos V y el duque de Alba abandonaron Ratisbona y se refugiaron en Landshut, algo más al sur. Cuando todo el ejército imperial (unos 40.000 hombres) estuvo formado completamente en Ingolstadt, salieron al encuentro del enemigo. Los protestantes, para evitar un choque directo, se retiraron a principios de septiembre. El ejército imperial recuperó varias plazas de las dos márgenes del Danubio, evitando Alba encontrarse otra vez con el rival a la espera de su disolución. Ello ocurrió en noviembre, tras lo cual muchos príncipes y ciudades luteranas hicieron acto de sumisión. No así los principales cabecillas, el duque de Sajonia Juan Federico y el landgrave de Hesse Federico. El primero continuó combatiendo exitosamente hasta que Carlos V y Alba se dirigieron hacia el Elba: la noche del 23 de abril de 1547 cruzaron el río a la altura de Mühlberg, sorprendiendo totalmente al desguarnecido Mauricio. Muchos de sus hombres murieron y él mismo fue hecho prisionero, siendo entregado para su custodia al duque de Alba. Capturado Felipe de Hesse poco después, las Capitulaciones de Wittemberg (mayo) sometieron por el momento a los luteranos.

Unos meses más tarde, en enero de 1548, el duque de Alba se trasladó a España en funciones de mayordomo mayor de la corte, con la misión de introducir el ceremonial borgoñón y preparar la venida del regente Maximiliano (sobrino del emperador). Luego acompañó al príncipe Felipe a los Países Bajos; durante el camino el duque recibió la noticia de la muerte de su primogénito, García, con sólo dieciocho años. La estancia en aquella provincia le permitió establecer importantes lazos con Felipe, convirtiéndose pronto en uno de los principales personajes de la casa del príncipe. No obstante, encontraría un poderoso rival en el partido del portugués Ruy Gómez de Silva, amigo personal de Felipe y copero mayor, especialmente tras el matrimonio de éste con Ana de Mendoza (1552). Ambas facciones dominarían la vida política española durante las tres décadas siguientes. Entre los partidarios de Alba se encontraban, además de sus numerosos familiares, funcionarios como Gonzalo Pérez, secretario real. De momento, en 1550 el duque se trasladó a Augsburgo con el príncipe, para volver a España con él en mayo de 1551.

Pronto retornó a Alemania en el verano de 1552, donde se había formado una nueva coalición de príncipes protestantes (entre ellos el traidor Mauricio de Sajonia) que habían cercado al emperador en Austria. Con 7.000 soldados marchó apresuradamente en su auxilio; habiéndose retirado los protestantes, por orden del emperador puso sitio en octubre a Metz, que había sido ocupada sorpresivamente por Enrique II de Francia. No tuvo éxito por la llegada del invierno, pero no por ello perdió la confianza imperial. Permaneció junto a Carlos V en Bruselas hasta el verano de 1553; con permiso del príncipe Felipe pasó el invierno en Alba de Tormes. En febrero de 1554 recibió un nuevo e importante encargo: acompañar a Felipe en su viaje a Inglaterra, donde iba a contraer un segundo matrimonio con la reina inglesa María I Tudor. Su función era, como en 1543, organizar los preparativos nupciales, y además procurar evitar todo problema del séquito español con los ingleses, los cuales no veían con buenos ojos el matrimonio. Gracias a su labor hubo pocos incidentes, convirtiéndose en el principal portavoz de Felipe en su consejo (Privy Council) y en el parlamento inglés.

Virrey de Felipe II en Nápoles y Milán

Esta preponderancia alarmó a Ruy Gómez de Silva, que mediante intrigas logró el nombramiento del duque como virrey de Nápoles y Capitán General de Milán, región ésta muy amenazada por los franceses con fuerzas superiores. En 1555 Alba reforzó las fortificaciones y expulsó a pequeñas guarniciones francesas, aunque no pudo evitar la pérdida de Volpiano (Piamonte). El invierno evitaría males mayores y obligaría a firmar una tregua en Cambrai; la desventaja en que se encontró durante los combates le hizo comportarse con crueldad con los prisioneros que capturó. En enero de 1556, coincidiendo con la abdicación de Carlos V y la entronización de Felipe II, se trasladó a Nápoles, donde se encontró con una difícil situación pues su lugarteniente Bernardino de Mendoza no había podido con los complejos problemas napolitanos (hambre, bandidaje...).

Más grave aún que éstos fueron sus tensiones con el papa Paulo IV, al que desagradaba la presencia imperial en Italia. El pontífice armó tropas y fortificó la frontera con Nápoles, por lo que el duque de Alba atacó varias plazas estratégicas en los límites de los Estados Pontificios: no quería atacar directamente Roma, sino alcanzar rápidamente la paz. Una breve intervención de Francisco de Lorena, duque de Guisa, terminó con la derrota de éste en Giulianova (en la costa adriática) y con la retirada total tras conocerse el desastre francés de San Quintín (agosto de 1557). Hasta septiembre, incluso con Alba en las proximidades de Roma, el papa se resistió a firmar el armisticio. En enero de 1558 Alba fue recibido triunfalmente por Felipe II en Bruselas. Luego participó en los trabajos de redacción del duradero tratado de paz con Francia, el de Cáteau-Cambresis (29 de marzo de 1559). Trasladado a París para verificar el cumplimiento de los acuerdos, el 21 de junio representó a Felipe II en su tercer matrimonio con Isabel de Valois, hija de Enrique II.

En agosto regresó a España, donde se encontró con la sorpresa de no ser incluido entre los consejeros más cercanos al rey. Alba, que no aceptó esto de buen grado, no pudo evitar que durante dos o tres años su influencia en la corte disminuyese considerablemente. Se retiró a sus propiedades, sólo interviniendo en asuntos de estado por carta. Su suerte comenzó a cambiar a finales de 1563, cuando su protegido el cardenal Antonio Perrenot de Granvela fue destituido como consejero de Margarita de Parma, regente de los Países Bajos, por culpabilizársele de la desorganización, autonomismo de los nobles y extensión del protestantismo. Sus sustitutos, apoyados por Gómez de Silva (ya príncipe de Éboli), gobernaron aún peor, de modo que Felipe II volvió a acordarse del duque de Alba para restablecer la autoridad real. A partir de 1565 su poder en la corte sobrepasó al del príncipe de Éboli, incluso cuando el año siguiente Antonio Pérez, del partido ebolista, sustituyó a su fallecido padre como Secretario del Consejo real.

Alba, capitán general y gobernador de los Países Bajos

Después de representar a Felipe II en las deliberaciones de Bayona entre la reina Isabel y su madre Catalina de Médicis, regente francesa, trató de convencer a Felipe II de negar toda concesión al localismo flamenco o al protestantismo neerlandés. Su postura se impuso después de que los principales nobles flamencos presentaran a Margarita de Parma un escrito de protesta y de petición de tolerancia religiosa (Compromise), seguido de diversos desórdenes. En octubre de 1566 Alba recibió la orden de marchar a la tumultuosa región, en principio precediendo el viaje del mismo Felipe II. Partió en abril con 10.000 soldados, viajando por mar hasta Italia y luego por tierra cruzando el Piamonte, Saboya, el Franco Condado, Lorena y Luxemburgo, evitando Francia y las protestantes Suiza y Renania (este fue el origen del “Camino español” usado hasta el s. XVII por las tropas hispanas para ir del norte al sur de Europa o viceversa).

Su llegada con un ejército provocó gran inquietud, confirmada cuando en septiembre arrestó entre otros a Lamoral, conde de Egmont, y a Felipe de Montmorency, conde de Horn, dos de los más importantes nobles flamencos junto con Guillermo de Orange, previamente refugiado en Alemania. Poco después dimitió Margarita de Parma, quedando Alba como capitán general y gobernador civil. Al creer inminente la llegada del rey no creó un sistema definido de gobierno, lo cual causaría numerosos problemas administrativos. Para él su misión se limitaba a devolver el orden a la provincia restableciendo la autoridad real y asegurando la unidad religiosa. Levantó así una serie de fortalezas para acuartelar tropas españolas y creó en octubre un tribunal especial en el que tenía la última decisión, que llamó Tribunal de los Tumultos, conocido popularmente como Tribunal de la Sangre por sus juicios sumarios y condenas a muerte (entre ellas las de todos los firmantes del Compromise de 1566). Las ejecuciones totales de este periodo serían algo más de mil, confiscándose a los condenados sus propiedades. Esta represión no apaciguó los ánimos, sino que creó sensación de terror y deseo de resistencia.

Entre tanto, Guillermo de Orange juntaba en Alemania un ejército con el apoyo de los calvinistas holandeses y franceses, mientras otros exiliados formaban los Mendigos del Mar ('gueux de la mer') y una considerable flota. Los primeros movimientos rebeldes fueron rápidamente neutralizados (abril de 1568), siendo derrotado y capturado en la región de Maastricht Jean de Montigny, señor de Villiers. En junio decapitó a Egmont y Horn, y luego partió hacia Groningen, en el norte, para combatir al hermano de Guillermo, Luis de Nassau, derrotándolo en julio. Luego fue el turno del propio Guillermo de Orange, que entró en septiembre en los Países Bajos; Alba evitó el combate hasta que su rival comenzó a perder orden, y entonces lo atacó no lejos de Bruselas el 16 de octubre. Guillermo tuvo que volverse a Alemania con su ejército deshecho. Alba, a su regreso a Bruselas, se enteró de que Felipe II había renunciado a ir a los Países Bajos por diversos problemas (muerte de su entonces único hijo Carlos y de su esposa, e inicio de la sublevación morisca de las Alpujarras), por lo que solicitó su sustitución, no aceptada.

En los años siguientes aplicó diversas reformas en los Países Bajos, además de misiones concretas como la de asegurar el traslado a España de la cuarta esposa de Felipe II, Ana de Austria (hija del emperador Maximiliano II). Promovió la redacción de un código legal único que dio como resultado la Ordenanza del Derecho Penal de 1570, abolido tras su marcha. Reorganizó la administración eclesiástica según las disposiciones de la bula Super Universalis de 1559, creando una estructura duradera. Paralela a ésta fue su búsqueda de libros heréticos, que también culminó con éxito. Por último, más problemática fue la introducción de un sistema fiscal más justo: a pesar de sus plenos poderes sobre la cuestión no pudo enderezar la desastrosa situación. Su propuesta de imponer un impuesto del 10 % sobre el comercio y del 5 % sobre la venta de bienes raíces encontró gran resistencia entre los consejeros flamencos. Alba finalmente hizo aprobar en 1571 una tasa más reducida que nunca llegaría a ser aplicada por su marcha a España no mucho después.

Se opuso a la invasión de Inglaterra, desestimada cuando la reina Isabel I expulsó de sus puertos a los Mendigos del Mar. Cuando su cabecilla Lumey de la Marck tomó en abril de 1572 una pequeña ciudad de los Países Bajos, las regiones del norte aprovecharon la ocasión para manifestarse partidarias de Guillermo de Orange. El duque preparó con calma su respuesta: reclutó hombres, reunió medios y se aseguró la neutralidad francesa. Al poco su hijo Fadrique venció en Mons (Hainaut) a una partida de hugonotes franceses. Desaparecida por fin la posibilidad de intervención de Carlos IX de Francia por la matanza de los hugonotes en la noche de San Bartolomé, pudo enfrentarse sin temor a Guillermo de Orange, que había entrado en Brabante. Una vez más se impuso el genio militar de Alba, debiendo retirarse su rival con graves pérdidas sin haber sido capaz de auxiliar a la sitiada Mons. Al rendirse ésta el 21 de septiembre, su hermano Luis de Nassau fue hecho prisionero.

Aún faltaba someter a las plazas septentrionales rebeldes, para lo cual Alba decidió dar un castigo ejemplar a alguna de ellas para infundir respeto a las demás. Malinas y Zutphen fueron sometidas a pillaje y varias ciudades se rindieron al poco sin combatir. Pero cuando el hijo del duque, Fadrique, aplicó la misma política en Naarden, los holandeses creyeron que ello había ocurrido a pesar de haberse rendido sin luchar. Esta acción intensificó aún más la resistencia protestante a los ejércitos de Alba. En marzo de 1573 llegó a un acuerdo con Isabel I para que negase definitivamente toda ayuda a los rebeldes, pero entre tanto el sitio de la vital plaza de Haarlem se prolongaba; el ataque por mar la rindió al fin en julio, tras varios meses de asedio. Era ya tarde para Alba, pues en enero de ese año Luis de Requesens había sido nombrado su sustituto para alegría de los flamencos, que no gustaban del autoritarismo del duque. Requesens no llegó a Bruselas hasta noviembre, regresando contento Alba a España en diciembre. Quedaba incierta la situación de los Países Bajos.

Caída en desgracia y rehabilitación: la conquista de Portugal

Llegó a Barcelona en marzo, para encontrarse con que, muerto Ruy Gómez de Silva poco antes, su puesto en la corte lo había ocupado Antonio Pérez, igualmente enconado enemigo suyo. Permaneció en el Consejo de Estado pero con influencia reducida. Sus enemigos trabajaron el cansancio que sus opiniones causaban en el rey: así, en 1576, como modo de atacarle personalmente, su hijo Fadrique fue recluido en el castillo de Tordesillas en parte por considerársele culpable de la situación militar en los Paíes Bajos, en parte porque aún se recordaba que hubiese pretendido casarse en 1568 con una dama de la corte, Magdalena de Guzmán, sin permiso real. En julio de 1578 esta dama, instigada por Ana de Mendoza, princesa viuda de Éboli, pidió al rey que la sacase del convento en donde estaba desde entonces y se le permitiera desposar a Fadrique. El duque de Alba, alarmado por la posibilidad de un matrimonio desfavorable a los intereses de su dinastía, buscó una esposa de su conveniencia, su sobrina María de Toledo. El matrimonio se celebró en secreto en octubre en Madrid, sin haber pedido a Felipe II su aprobación. El rey se disgustó por este motivo con el duque de Alba y decretó su encierro en enero de 1579; caído en desgracia, fue conducido al pueblo de Uceda (Guadalajara).

Aún tenía amigos, y era considerado en España como un héroe nacional, por lo que en junio las Cortes solicitaron su perdón. No sería liberado hasta febrero de 1580: viéndose cercana la muerte del rey de Portugal, Enrique I el Cardenal, el monarca español era el legítimo heredero de esa corona como hijo de Isabel de Portugal, pero había rivales y era necesario asegurar el trono por la fuerza. Se pidió insistentemente al rey que fuese Alba el comandante del ejército de ocupación. A disgusto, el rey reconoció la razón de estas peticiones y, sin devolverle su favor, envió al duque a Badajoz (al que acompañaba su hijo Hernando de Toledo), donde se estaban llevando a cabo los preparativos militares. Su cometido era derrotar a Antonio, prior de Crato, el principal rival de Felipe II, pero sin enemistarse con la población. Reunidos hasta 40.000 hombres y asegurado sus suministros de modo que no tuvieran que recurrir al saqueo en Portugal, entró en el Alentejo a mediados de junio, sin encontrar resistencia alguna.

Sus mayores preocupaciones de esta peculiar campaña fueron el intenso calor veraniego y una amenazante epidemia de gripe. En Setúbal, en la costa, debía encontrarse con la flota de Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz. No obstante, cuando a mediados de julio avistó la ciudad, Santa Cruz aún no había llegado, y en un primer momento los habitantes de la ciudad parecieron incluso dispuestos a luchar. Logrado su control, al arribar por fin la flota embarcó a sus hombres en ella y desembarcó en Cascais, no lejos de Lisboa; vencida la resistencia del general portugués Diego de Meneses (que fue ahorcado), no pudo evitar que sus inexpertas tropas saqueasen la ciudad. En agosto sitió Lisboa por tierra, en tanto Santa Cruz lo hacía por mar. A pesar de la dura resistencia del prior de Crato las defensas portuguesas fueron rápidamente sobrepasadas. En tanto llegaba el rey en persona a tomar posesión del reino, Alba quedó como administrador; Felipe II entró en Lisboa en la primavera de 1581, manteniendo entonces a su lado a Alba como consejero. En otoño del año siguiente, 1582, enfermó y tras unos meses de progresivo debilitamiento murió en diciembre, a la edad de 75 años.

Retratado por Antonio Moro en 1549 y por Alonso Sánchez Coello en 1567, el duque de Alba era alto, delgado, de piel cetrina, fogoso interiormente pero de perfecto control sobre sí mismo gracias a su férrea voluntad, lo que hacía temibles sus escasas pero intensas explosiones de ira. Presentaba una actitud de gravedad tal que transmitía melancolía. Por lo general amable en el trato, aunque distante, a veces pronunciaba frases de extremada ironía. Era un hombre ilustrado (hablaba latín, francés, italiano y aceptablemente el alemán), pero no se trataba en absoluto de un intelectual, sino de un hombre de acción. En efecto, excelente estratega de gran astucia, era más militar que político o diplomático. De gran religiosidad (tuvo como confesores a Alonso de Contreras y, en los últimos años de su vida, a fray Luis de Granada) y austeridad de costumbres, apreciaba el valor y la constancia, soliendo castigar severamente la indisciplina. Su actuación en los Países Bajos le ha dado fama de cruel, alimentando uno de los capítulos de la “leyenda negra” española. Sin embargo, ha sido mejor considerado en España: habiendo permanecido prácticamente imbatido toda su vida, ha sido llamado a veces “Gran duque de Alba”.

Saludos :saluting-soldier: :saluting-soldier: :saluting-soldier:
Aquí la más principal
hazaña es obedecer,
y el modo cómo ha de ser
es ni pedir ni rehusar.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 06 Jun 2015 00:48

Fernando MAGALLANES


Magallanes.

Navegante y explorador portugués nacido en Sabrosa (Oporto) en 1480 y fallecido en Mactán (Filipinas) el 27 de abril de 1521. Fue el descubridor del estrecho bautizado con su nombre, así como de numerosas islas en el Pacífico entre las que destacan las Filipinas. Su vida sintetiza el predominio de los reinos ibéricos, Portugal y España, en asuntos náuticos sobre el resto de Europa en el siglo XVI.

Portugal, la formación

Nació en el seno de una familia de la pequeña nobleza portuguesa; inició su educación en la corte de Lisboa, donde recibió una completa formación humanística, pero también científica, en especial geografía y náutica. En 1505 participó como empleado civil contratado en el viaje que el Virrey Francisco de Almeida organizó hacia las costas de África y la India. Fue en este viaje en el que obtuvo los primeros informes acerca de las islas Molucas, conocidas en la época como las islas de las especias o de las Especierías, por ser ése el principal producto que se buscaba y obtenía de ellas. En 1513 regresó a Portugal. En este momento su actividad se centró en las campañas norteafricanas en las que estaba envuelto el rey de Portugal y que culminaron en 1515 con la captura y organización del presidio de Ceuta. Así, participó en la expedición contra el jeque Zelam en Marruecos, con ocasión de la cual fue herido en la rodilla. En su retorno a Portugal, cayó en desgracia en la corte del monarca Manuel el Afortunado y se vio obligado a abandonar su país.

España, la vuelta al mundo

Magallanes llegó a Sevilla desde Portugal en 1517. Con él también iba el cosmógrafo Rui Faleiro. Ofreció al rey de España Carlos I, recién llegado a su nuevo dominio hispano, los proyectos para explorar oriente que el rey portugués había rechazado con anterioridad. El joven monarca le encargó resolver el problema concerniente a los límites entre las posesiones ultramarinas de España y Portugal. Convencido como estaba Magallanes de que las Molucas estaban situadas dentro de la demarcación española que había fijado el Tratado de Tordesillas, firmado en 1494 tras el descubrimiento de América, proponía llegar a las islas de las Especias por una ruta occidental, de jurisdicción española según el mencionado tratado, a través de un paso o estrecho por los nuevos territorios americanos, evitando de esta forma entrar en los dominios portugueses. El regreso tendría lugar por la misma ruta, por lo que contra lo que se afirma con frecuencia, Magallanes nunca concibió un viaje de circunnavegación. El proyecto fue aprobado y se firmó una capitulación el día 22 de marzo de 1518 en Valladolid. En este documento se nombró a Magallanes capitán general de la Armada y gobernador de todas las tierras que encontrara.

Elcano y la vuelta al mundo

El 20 de septiembre de 1519 Magallanes salió del puerto gaditano de Sanlúcar de Barrameda al mando de cinco barcos: Trinidad, nave capitana; Concepción, que tenía como contramaestre a Juan Sebastián Elcano; San Antonio; Santiago y Victoria. La expedición estaba compuesta por 270 hombres y el objetivo era descubrir un paso occidental, es decir, por América, a las Molucas. En la misma expedición se encontraba Antonio Pigafetta, quien fue cronista del viaje. Como Colón en su primer viaje, hicieron escala en las islas Canarias para aprovisionarse y enfilaron después rumbo al suroeste. La expedición a la costa de la bahía de Guambara, actual Río de Janeiro, prosiguió viaje y llegó al estuario del Río de la Plata. La anchura del mismo hizo albergar esperanzas de que se tratase del ansiado paso buscado, pero no fue así y, tras comprobar que era la desembocadura de un río, volvieron a poner rumbo hacia el sur.

El 31 de marzo de 1520 llegaron a la bahía de San Julián, donde, obligados por el invierno austral, permanecieron cerca de cinco meses. En esta escala, Magallanes hubo de hacer frente a un motín, que finalmente sofocó, además de perder dos de las naves. Una fue la Santiago, a la que envió en labores de exploración. La otra fue la San Antonio, cuya tripulación desertó. Tras la pausa invernal e iniciada nuevamente la navegación, el 21 de octubre entraron en el deseado estrecho, al que Magallanes llamó de Todos los Santos, y salieron al océano Pacífico el 28 de noviembre. Finalmente se había descubierto el estrecho, más tarde conocido como estrecho de Magallanes, entre el Atlántico y el Pacífico, océano este último en el que Magallanes se adentró y que fue atravesado por vez primera por parte de un europeo.

El océano Pacífico

Este océano había sido descubierto unos años antes por Balboa a la altura del istmo de Panamá y eran pocas las noticias que se tenían del mismo. Los tres barcos costearon hacia el norte por la costa chilena hasta que, cerca de los 32º de latitud Sur, pusieron rumbo nuevamente hacia el Oeste y penetraron en alta mar. En los siguientes tres meses navegaron sin provisiones frescas ni agua, lo que hizo aparecer la terrible enfermedad de los marineros, el escorbuto. En su travesía, la expedición de Magallanes llegó en 1521 a las islas de los Ladrones, conocidas más tarde como el archipiélago de las Marianas; era el día 24 de enero cuando por fin pudieron aprovisionarse de alimentos frescos y agua potable.

Posteriormente, el 16 de marzo alcanzaron las islas Visayas, a las que llamaron de San Lázaro. Estas islas estaban situadas en el centro del archipiélago de las que más tarde serían conocidas como islas Filipinas. En una de las islas del archipiélago, la isla de Cebú, Magallanes estableció el primer tratado español en la misma. Sin embargo, el descubridor del estrecho falleció en un combate en la isla de Mactán el 27 de abril de 1521, en el transcurso de un enfrentamiento con los indígenas liderados por el cacique local. Para más información véase Filipinas: Historia (Prehistoria-siglo XIX).

Nuevos problemas determinaron que Juan López de Carvalho fuera nombrado general de la Armada al mando de la “Trinidad”, mientras que Gonzalo Gómez de Espinosa capitaneaba la “Victoria” y Elcano la “Concepción”. Al regresar a Mindanao, López de Carvalho fue destituido, y en Bohol decidieron quemar la “Concepción”, que hacía mucha agua. Quedaron así solo dos naves; la “Trinidad”, mandada por Gómez de Espinosa, y la “Victoria”, capitaneada por Elcano. La flota española alcanzó el objetivo marcado por el difunto Magallanes el 7 de noviembre de 1521, la isla de Tidore, en las Molucas. Hacía ocho meses desde su muerte y casi dos años desde la partida de la Península. Los españoles hicieron amistad con el rey Almanzor, cargaron especias y se dispusieron a regresar. Lo intentaron el 18 de diciembre de 1521, pero la “Trinidad” hacía mucha agua, por lo que tuvieron que regresar a Tidore a estudiar su situación. Fue entonces cuando emergió la gran figura de Elcano, que se comprometió ante Gómez de Espinosa a conducir la “Victoria” directamente a España, y por la ruta portuguesa, mientras que él intentaría volver a América con la “Trinidad”, después de arreglada. Allí y solo entonces surgió realmente la idea de dar la primera vuelta al mundo y no antes, pues la armada de Magallanes había tenido el único objetivo de ir a la Especiería y regresar por la misma vía de ida, como lo demuestran las instrucciones del Emperador a Magallanes de 8 de mayo de 1519 en las que se le autorizó a dejar durante el viaje de ida algunos desterrados en las tierras que fuera descubriendo, para recogerlos a la vuelta y conocer los secretos de ellas: “y si os pareciere dejar en ella (nueva tierra) algunos de los desterrados, para que entretanto que vais a hacer vuestro descubrimiento, tengan plática de lo que en la tierra hay, para la tornada saber lo que tienen descubierto e hallado en la tierra, dejarles heis”. Las mismas instrucciones le ordenaron llevar una cuenta exacta de los alimentos que se iban gastando en la ida “para conforme a los que llevan, hagan cuenta de lo que se gastare, e pongan orden en lo que queda, y conforme al tiempo provean en ello, de manera que a la contina tengan abastanza para el tornaviaje”. Fue por tanto en Tidore, y no antes, cuando se tomó la decisión de que la “Victoria” diera la vuelta al mundo.

La nave fue luego aligerada de carga para la espantosa travesía que le esperaba. Le sacaron 50 quintales de clavo y partió de Tidore el 21 de diciembre de 1521 con 47 europeos y 13 indios. Allí quedó la “Trinidad” en reparación. Acabada ésta intentaría inútilmente encontrar los vientos favorables para volver a América. No los hallaría y caería finalmente en manos de los portugueses. No pudo por tanto completar la hazaña de dar la primera vuelta al mundo. El resto de la expedición logró dirigirse hacia las islas Molucas y, tras quedarse con un solo barco, el Victoria, al mando de Juan Sebastián Elcano, llegó a España el 6 de septiembre de 1522, con 18 supervivientes a bordo y una gran carga de especias.

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Mensajepor Rescoldo » 06 Jun 2015 00:53

Juan PONCE DE LEON

Conquistador y explorador español nacido entre 1460 y 1465 posiblemente en Santervás de Campos y muerto en La Habana en 1521.

Participó en la conquista de la isla Española y fue gobernador y colonizador de Puerto Rico. En 1512 descubrió la península de la Florida, de la que fue nombrado Adelantado. Posteriormente fue Capitán de la armada contra los caribes. En 1522 realizó un intento frustrado de colonización en la Florida pero, derrotado y herido por los indios, regresó a La Habana, donde murió.

Algunos de sus biógrafos creen que fue hijo natural del conde Juan Ponce de León. Durante su adolescencia fue paje en la corte del rey Juan II de Aragón (muerto en 1479), donde conocería al príncipe Fernando, futuro monarca. Aunque se ignoran los pormenores de su juventud, el P. Las Casas asegura que durante la misma fue mozo de espuelas de Pedro Núñez de Guzmán, con quien pudo concurrir en la guerra de Granada. Tampoco es seguro el año de su paso a Indias. Lo más probable es que fuera el de 1502, en la gran expedición de Ovando. Al año siguiente participó en la conquista de la provincia dominicana de Higüey, bajo las órdenes de Juan de Esquivel. Fue recompensado con el nombramiento de Teniente de la villa de Salvaleón. Poco después pidió permiso a Ovando para explorar la isla cercana de Borinquén (Colón la había bautizado como isla de San Juan Bautista en el segundo viaje). Se le concedió el 15 de junio de 1508 con la obligación de construir una fortaleza en ella y tratar benévolamente a los indios. Partió de Yuma con 50 hombres y llegó a la zona sur de Borinquén el 12 de agosto de 1508. Allí entabló relaciones amistosas con el cacique Agüeybana, que intercambió su nombre con Ponce de León y le ayudó a explorar la isla. En la zona norte halló un gran puerto que bautizó como ‘Puerto Rico’, en cuya zona oeste se edificaron algunos bohíos, a los que se añadieron un desembarcadero y una casa de piedra. Fueron los inicios de Caparra.

Tras explorar sus alrededores volvió a la Española donde Ovando le nombró Gobernador de la Isla el 1 de mayo de 1509. La sustitución de Ovando por el nuevo gobernador Diego Colón (9 de julio de 1509) cambió las circunstancias, pues el hijo del Almirante nombró gobernador de Puerto Rico a Juan Cerón, con Miguel Díaz de Aux como su Teniente. Ponce reclamó su título y logró que se le restituyera el 2 de marzo de 1510. A partir de entonces inició su gran labor de colonización en Puerto Rico, donde surgieron otras poblaciones como Guanica y Sotomayor. Ese mismo año se realizó la primera fundición de oro en Caparra. Ponce permitió el reparto de indígenas para las labores agrícolas, mineras y de construcción, lo que originó un gran malestar entre los naturales. A fines de 1511 empezó una gran rebelión en el oriente y sur de la isla, dirigida por un hermano de Agúeybana. Se dio muerte a unos cien españoles y Ponce vivió una situación comprometida en Caparra hasta que llegaron en su auxilio refuerzos de Santo Domingo, con los que pudo derrotar a los rebeldes en el río Coayuco. Los borinqueños pidieron también ayuda a sus vecinos caribes, pero Ponce logró vencerles y dar muerte a su cacique principal Mabodamaca. En 1511 el Rey Católico destituyó a Ponce y volvió a nombrar a Cerón como Gobernador de Puerto Rico. Envió a su lugarteniente Miguel Díaz que encontró una gran oposición entre los pobladores, lo que obligó al propio Diego Colón a ir a Puerto Rico para tratar de solucionar las desavenencias. Ponce puso entonces sus ojos en el Biminí.
Ya en su memorial al rey del 30 de junio de 1511 había manifestado su interés por unas islas existentes al norte de las Lucayas, donde existían inmensas riquezas, en decir de los indios. Decidió entonces pedir su descubrimiento, pues había sabido que en ellas estaba el Biminí, una fuente cuyas aguas volvían eternamente joven a quien las bebía. Aprovechó su ascendiente con Pasamonte y consiguió que el Rey aceptara darle el permiso pertinente para su descubrimiento el 23 de febrero de 1512. A principios del año siguiente aparejó dos carabelas en el puerto de Yuma y Salvaleón y pasó con ellas a San Germán, en Puerto Rico, desde donde emprendió su viaje el 3 de marzo de 1512. Recorrió varias de las islas Lucayas y el 2 de abril arribó a una isla situada a 30º 8' 0''. Rebosaba fertilidad y era tiempo de Pascua, motivos por los cuales la bautizó como Florida. En realidad no era una isla, sino la península de dicho nombre, a cuya costa oriental había llegado (no muy lejos de donde luego se erigió el presidio de San Agustín). Ponce tomó posesión del nuevo territorio y descendió por la costa hacia el sur, hasta llegar a su límite septentrional o Cabo de Corrientes (8 de mayo). Luego prosiguió por la costa oriental de la Florida hasta la bahía de Tampa, a la que llegó el 4 de junio. Desde allí volvió a las Lucayas (donde Pérez de Ortubia intentó inútilmente encontrar la fuente del Biminí) y finalmente a Puerto Rico. El conquistador viajó a España para dar cuenta de su descubrimiento y el Rey Católico le nombró Adelantado y Justicia Mayor de Florida y Biminí, así como capitán de la Armada contra los Caribes y deslindador de terrenos en la isla de San Juan (27 de septiembre de 1514). Por el último nombramiento, Ponce de León deslindó posteriormente la isla en los dos partidos de Puerto Rico, al este, y San Germán, al oeste. Entre 1514 y 1516 Ponce de León actuó como Capitán de la Armada contra los Caribes. Hizo varias expediciones y logró apresar y esclavizar gran número de ellos, pero no logró resolver definitivamente el problema, aunque alivió la presión que ejercían sobre Puerto Rico.

Las noticias sobre el descubrimiento y conquista de México por Cortés le decidieron a proseguir con su descubrimiento de la Florida, apenas iniciado. El Adelantado equipó dos carabelas y salió de San Germán el 26 de febrero de 1521. Alcanzó la Florida y quizá en la bahía de San Carlos, tal y como afirma el historiador Edward W. Lawson. Allí desembarcó y tuvo un desafortunado encuentro con los indios que mataron varios de sus hombres y le hirieron de un flechazo. Malherido, ordenó retirada y regresar a La Habana, donde falleció a poco de llegar. Sus restos fueron trasladados a San Juan y enterrados en la capilla mayor de la iglesia de Santo Tomás, desde donde fueron llevados en 1913 a la catedral.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 06 Jun 2015 00:55

Lucas VAZQUEZ DE AYLLON

Explorador y conquistador español, nacido en Toledo hacia 1470 y muerto en 1526 en la ciudad de San Miguel de Guadalupe (actual estado de Carolina del Sur, Estados Unidos).

Viajes a América

Primera estancia

Miembro de una familia adinerada, probablemente de origen judeoconverso, en 1504, con el grado académico de bachiller marchó a América, requerido por Nicolás de Ovando para ocupar la alcaldía mayor de la localidad de Concepción de la Vega. En este destino obtuvo, además de prebendas económicas, varios repartimientos de indios y una rica hacienda. En 1510, cuando llegó el nuevo gobernador, Diego Colón, la declarada actitud anticolombina de Vázquez de Ayllón, le hizo regresar a España.

Segunda estancia

El 5 de octubre de 1511 se creó el Tribunal de Apelación de La Española, germen de la Audiencia de las Indias, el que sería el primer tribunal de América. Ayllón, que en su estancia en España había obtenido el título de licenciado, fue uno de los tres oidores que componían el tribunal recién creado. A mediados de 1512 se encontraba en Santo Domingo. Además del antes citado cargo judicial, obtuvo otros nombramientos administrativos; uno de los más importantes fue el de procurador de Cortes, para representar a las islas en las Cortes castellanas, aunque su nombramiento no estuvo exento de irregularidades. En el campo económico obtuvo nuevamente varias encomiendas, al tiempo que se dedicaba a hacer labores de armador. Así permaneció hasta que, en 1520, tuvo que ir a Cuba y a Nueva España, enviado por la Audiencia para mediar entre Hernán Cortés y Pánfilo Narváez, y evitar el enfrentamiento armado. Hernán Cortés había sido nombrado justicia mayor y capitán general por el cabildo de Veracruz, mientras que a Pánfilo Narváez le envió el gobernador Diego Velázquez para restablecer la legalidad. La labor de Ayllón fue infructuosa, de manera que regresó poco después, en medio de múltiples penalidades, realizando una breve expedición a la Florida de la que trajo algún indígena. En 1521 estaba nuevamente en España.

Tercera estancia y expedición a la Chícora

Durante su nueva estancia en Castilla gestionó y dio los pasos necesarios para obtener, el 12 de junio de 1523, una capitulación que le permitiese descubrir la región de Chícora, zona costera al norte de la península de Florida, en el actual estado de Carolina del Sur. Partió de la localidad de Puerto Plata a mediados de 1526, al mando de una expedición compuesta por seis barcos, en los que iban quinientos hombres, mujeres y frailes. Entre ellos se encontraba fray Antonio de Montesinos. La expedición desembarcó en Chícora, donde Vázquez de Ayllón fundó legalmente la ciudad de San Miguel de Guadalupe. Apenas duró unos pocos meses pues, al parecer, el clima y el constante acoso de los indígenas acabaron con Ayllón y los restos de la expedición.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 06 Jun 2015 01:02

JUAN SEBASTIAN ELCANO

Navegante español que completó la primera vuelta al mundo (Guetaria, Guipúzcoa, 1476 - océano Pacífico, 1526). Las primeras noticias que se tienen de él le presentan como un marino vasco con amplios conocimientos náuticos, que participó en la expedición de Cisneros a Argel (1509) y en las campañas de Italia del Gran Capitán.


En 1518 conoció en Sevilla al navegante portugués Magallanes, que preparaba una expedición al servicio de España para buscar la ruta a las Indias navegando hacia el Oeste. Elcano se enroló en la expedición, que partió de Sanlúcar de Barrameda en 1519 y exploró el Río de la Plata y la Patagonia; allí ayudó Elcano a sofocar un primer motín, pero participó en un segundo intento contra Magallanes, el cual le perdonó la vida, sea por no hallarle culpable o por considerarle imprescindible para continuar el viaje (1520).

Con Elcano reducido a un papel secundario, la expedición descubrió el paso del Atlántico al Pacífico por el sur del continente americano, así como las islas Marianas y las Filipinas. Cuando Magallanes murió en un combate con los indígenas de las isla filipina de Mactam (1521) la expedición quedó bajo el mando, sucesivamente, de varios de sus capitanes que se disputaban el poder, mientras continuaban explorando las islas, entablando relaciones con los jefes locales y buscando denodadamente la ruta a las Molucas.

Finalmente, un triunvirato encabezado por Elcano se hizo con el mando de lo que quedaba de la flota, argumentando que los jefes portugueses (incluido Magallanes) habían eludido a propósito las Molucas para no perjudicar a Portugal, que poseía el lucrativo monopolio del comercio de las especias navegando hasta aquellas islas alrededor de África y a través del océano Índico (1521).

Tras alcanzar las Molucas y establecer tratados con los príncipes nativos, adquirieron un cargamento de especias y se dispusieron a regresar. Sin embargo, una avería en una de las dos naos que quedaban hizo que la expedición se separara: la nao averiada se quedaría en las Molucas hasta su reparación y regresaría a tierras españolas de América cruzando el Pacífico; mientras que Elcano regresaría con la nao Victoria a la Península por la ruta portuguesa.

Este último viaje fue una hazaña difícil y peligrosa, pues a las dificultades propiamente marítimas (como la de doblar el cabo de Buena Esperanza) se añadía la necesidad de cruzar el Índico y bordear el continente africano sin hacer escalas, por miedo a ser capturados por los portugueses, que ya habían enviado una flota para hacer fracasar el empeño de Magallanes.

Elcano consiguió dominar la impaciencia de la tripulación, ansiosa de bajar a tierra desde que pasaran ante las costas de Mozambique; pero la falta de víveres le obligó finalmente a repostar en las islas de Cabo Verde, donde varios tripulantes fueron apresados por el gobernador portugués y el resto hubo de huir apresuradamente. Allí descubrió Elcano que en su cuenta del tiempo llevaban un día de menos, consecuencia de haber dado una vuelta completa al mundo. Por fin, la expedición llegó a Sanlúcar de Barrameda en 1522, con sólo 18 hombres de los 265 que habían partido de allí mismo tres años antes.

El emperador Carlos V recibió a Elcano en audiencia, aunque no fue muy generoso en las recompensas por su hazaña. Su viaje constituyó un éxito, tanto desde el punto de vista geográfico (pues confirmaba experimentalmente la esfericidad de la Tierra) como económico (ya que la venta de las mercancías en Amberes sufragó sobradamente los costes de la expedición).

Las expectativas de negocio así abiertas hicieron que se fundara en La Coruña una nueva Casa de Contratación destinada a especializarse en el comercio de las especias. Desde allí salió una segunda expedición, costeada por los Fugger y mandada por Loaisa (un aristócrata, para evitar nuevos problemas de insubordinación); Elcano viajaba, a pesar de sus protestas, como piloto mayor. Pero aquella expedición, que salió de La Coruña en 1525, fracasó por la muerte de Loaisa y de Elcano sucesivamente (1526).

En la actualidad el buque escuela de la Armada Española (A-71) lleva su nombre, en memoria de la circunnavegación de la tierra llevada a cabo por este ilustre marino.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 06 Jun 2015 01:13

LA GUERRA DE LAS COMUNIDADES DE CASTILLA, O DE LOS COMUNEROS

Dentro de este hilo dedicado a los militares o guerreros españoles, entiendo que no puede dejarse sin citar a D. Juan Padilla, D. Juan Bravo y D. Francisco Maldonado, los líderes de la revuelta de las comunidades de Castilla contra el Emperador Carlos I de España y V de Alemania, quienes tras la derrota de Villalar, (actual Villalar de los Comuneros) fueron ajusticiados por el emperador.

La Guerra de las Comunidades de Castilla fue el levantamiento armado de los denominados comuneros, acaecido en la Corona de Castilla desde el año 1520 hasta 1522, es decir, a comienzos del reinado de Carlos I. Las ciudades protagonistas fueron las del interior castellano, situándose a la cabeza del alzamiento las de Toledo y Valladolid. Su carácter ha sido objeto de agitado debate historiográfico, con posturas y enfoques contradictorios. Así, algunos estudiosos califican la Guerra de las Comunidades como una revuelta antiseñorial; otros, como una de las primeras revoluciones burguesas de la Era Moderna, y otra postura defiende que se trató más bien de un movimiento antifiscal y particularista, de índole medievalizante.

El levantamiento se produjo en un momento de inestabilidad política de la Corona de Castilla, que se arrastraba desde la muerte de Isabel la Católica (1504). En octubre de 1517, el rey Carlos I llegó a Asturias, proveniente de Flandes, donde se había autoproclamado rey de sus posesiones hispánicas en 1516. A las Cortes de Valladolid de 1518 llegó sin saber hablar apenas castellano y trayendo consigo un gran número de nobles y clérigos flamencos como Corte, lo que produjo recelos entre las élites sociales castellanas, que sintieron que su advenimiento les acarrearía una pérdida de poder y estatus social (la situación era inédita históricamente). Este descontento fue transmitiéndose a las capas populares y, como primera protesta pública, aparecieron pasquines en las iglesias donde podía leerse:

«Tú, tierra de Castilla, muy desgraciada y maldita eres al sufrir que un tan noble reino como eres, sea gobernado por quienes no te tienen amor»


Las demandas fiscales, coincidentes con la salida del rey para la elección imperial en Alemania (Cortes de Santiago y La Coruña de 1520), produjeron una serie de revueltas urbanas que se coordinaron e institucionalizaron, encontrando un candidato alternativo a la corona en la reina propietaria de Castilla: la madre de Carlos, Juana, cuya incapacidad o locura podía ser objeto de revisión, aunque la propia Juana, de hecho, no colaborara. Tras prácticamente un año de rebelión, se habían reorganizado los partidarios del emperador (particularmente la alta nobleza y los territorios periféricos castellanos, como Andalucía) y las tropas imperiales asestaron un golpe casi definitivo a las comuneras en la batalla de Villalar, el 23 de abril de 1521. Allí mismo, al día siguiente, se decapitó a los líderes comuneros (Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado). El ejército comunero quedaba descompuesto. Solamente Toledo mantuvo viva su rebeldía, hasta su rendición definitiva en febrero de 1522.

Las Comunidades han sido siempre motivo de atento estudio histórico, y su significado a veces ha sido mitificado y utilizado políticamente, en particular a partir de la visita de El Empecinado a Villalar el 23 de abril de 1821, con motivo del III centenario de la derrota (tal como era sentida por los liberales). Pintores como Antonio Gisbert retrataron a los comuneros en algunas de sus obras, y se firmaron documentos como el Pacto Federal Castellano, con claras referencias a las Comunidades. Los intelectuales conservadores o reaccionarios adoptaron interpretaciones mucho más favorables a la postura imperial y críticas hacia los comuneros. A partir de la segunda mitad del siglo XX se revitalizaron los estudios históricos haciendo uso de una metodología renovada.

Más recientemente, en el plano político, desde principios de la Transición, se comenzó a conmemorar la derrota cada 23 de abril, alcanzando finalmente, con la conformación de la comunidad autónoma de Castilla y León, el estatus de día de la Comunidad. Asimismo, su utilización como elemento simbólico está muy presente en los movimientos castellanistas y regionalistas. Ha tenido una notable difusión popular mediante el poema épico Los Comuneros, de Luis López Álvarez, musicalizado por el Nuevo Mester de Juglaría.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor JotaErre » 06 Jun 2015 03:41

Lo que tenían de medieval era, sin duda, el sentido del honor. Padilla se lanzó él sólo al combate en un momento en el que ya todo estaba perdido y las fuerzas de los comuneros huían el campo de batalla. Cuando le preguntaron por qué lo hizo contestó: "Que ninguna mujer de Toledo pueda decir que llevé a su marido al degolladero y luego yo me salvé huyendo".

El día de su ejecución, Bravo acusaba de mentiroso al pregonero que iba anunciando sus delitos. Padilla le dijo: "Señor Juan Bravo: ayer era día de pelear como caballeros. Hoy es día de morir como cristianos".

Y al llegar al cadalso, el verdugo iba a empezar por Padilla, pero Bravo le pidió que le ejecutara a él primero "porque así no tendría que ver la muerte de tan buen caballero".

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 06 Jun 2015 22:53

JUAN DE LA COSA

Cartógrafo y navegante español cuyo lugar de nacimiento es dudoso. Según algunas fuentes, nació en Santa María del Puerto (actual Santoña) y, según otras, en Orduña (Vizcaya) alrededor de 1449; murió en Tierra Firma (actual Colombia) en 1510.

Sí se sabe con certeza que en 1492 era vecino del Puerto de Santa María, en Cádiz, donde poseía el navío mercante Santa María, alquilado por Cristóbal Colón como nave almiranta para su primer viaje al Nuevo Mundo. De la Cosa participó en este viaje como patrón del barco, pero no como piloto, lo que sugiere que en esta época no tenía muchos conocimientos de navegación científica.


Aunque la Santa María encalló en la costa norte de La Española, salió con Colón en su segundo viaje (algunos autores han dicho que el Juan de la Cosa de este viaje no era la misma persona que el del primero; lo que no ha sido generalmente aceptado). Fue probablemente en esta época cuando adquirió gran parte de su ulterior conocimiento de navegación y cartografía, ya que su posición en este segundo viaje parece haber sido la de un aprendiz al que Colón mostraba sus mapas y transmitía sus conocimientos. Los testigos en el proceso seguido a Colón por la corona afirmarían, con alguna exageración, que había aprendido todo lo que sabía de las "cosas del mar" de Colón, y que después había usado estos conocimientos en sus propios viajes de exploración.

En cualquier caso, hacia 1498 Juan de la Cosa era ya considerado como uno de los más expertos pilotos de las Indias Occidentales y, al romperse el citado año el monopolio de Colón sobre la navegación a aquellas regiones, sus servicios fueron muy solicitados. En 1499-1500 sirvió como primer piloto en el viaje de Alonso de Ojeda para explorar el litoral de Guayana y Venezuela. En 1500-1502 fue primer piloto y probablemente socio en la expedición de Rodrigo de Bastidas que alcanzó el golfo de Urabá; en 1504-1506 volvió a Urabá al frente de su propia expedición comercial. Finalmente sirvió como primer piloto de Ojeda y segundo comandante en la expedición de 1509, que intentaba establecer una colonia en la costa de Colombia. Los tripulantes desembarcaron, contra sus consejos, en el sitio que hoy ocupa Cartagena de Indias; apenas se adelantó Ojeda tierra adentro, fue asaltado por una multitud de indígenas; Juan de la Cosa acudió a su socorro, y defendido por una trinchera de estacas, hizo prodigios de valor. Pero, por último, después de ver caer a su lado más de trescientos de los suyos, sucumbió también bajo las flechas envenenadas de sus enemigos, y a los pocos días fue encontrado colgado de un árbol.


La celebridad de Juan de la Cosa se debe también al famoso Mapa del que fue principal responsable, descubierto e impreso por Alexander von Humboldt en el siglo XIX. Probablemente, no realizó este mapa por sí mismo; la evidencia sugiere que no era un dibujante muy diestro. En lugar de ello, y probablemente al partir con Bastidas en 1500, dejó instrucciones a otro cartógrafo para que combinase un mapa del Nuevo Mundo dibujado por él con un mapa adecuado del Viejo Mundo. El mapa escogido para este objeto parece haber sido realizado doce años antes que el mapa de Juan de la Cosa y no corresponde a la misma escala; así, el efecto de combinar ambos mapas fue exagerar el tamaño de las costas americanas. No obstante, este mapa del mundo es el primero de los conocidos que incorporó información de las nuevas tierras descubiertas en el Oeste, y es también de excepcional interés debido al probable conocimiento y uso de los mapas dibujados por el propio Colón.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 06 Jun 2015 22:57

ALONSO DE OJEDA

Navegante y conquistador español nacido en 1466 en Cuenca y muerto hacia 1515 o 1516 en Santo Domingo. Fue uno de los primeros conquistadores de América, así como el primer gran descubridor español, después de Colón. Acompañó al almirante en su segundo viaje y participó activamente en el descubrimiento de oro y en las primeras acciones para dominar los indígenas de la isla Española. Posteriormente fue descubridor de la costa venezolana y colombiana, fundador de Santa Cruz, primer emplazamiento español en Suramérica y gobernador de Urabá, una de las primeras gobernaciones de Tierrafirme, de la que se desglosó la fundación de Santa María la Antigua del Darién.

Aunque nació en Cuenca, era oriundo de Hojeda, cerca de Oña, en la merindad de Bureba. Perteneció en una familia noble y fue paje y criado del duque de Medinaceli don Luis de la Cerda, en cuya casa conoció quizá a Cristóbal Colón, cuando éste vino a España. Participó en la toma de Granada, donde dejó constancia de sus dotes militares, de su destreza como espadachín y de su audacia. El P. Las Casas, que le conoció, hizo esta descripción de su persona: “Era pequeño de cuerpo, pero muy bien proporcionado y muy bien dispuesto, hermoso de gesto, la cara hermosa y los ojos muy grandes: de los más sueltos hombres en correr y hacer vueltas en todas las otras cosas de fuerzas”. Protegido por el obispo Juan Rodríguez de Fonseca fue puesto al frente de una de las naves del segundo viaje de Colón en 1493. Al llegar a la isla de Guadalupe, Colón le confió la búsqueda del veedor Diego Márquez, que se había perdido al internarse con otros ocho compañeros. Una vez en la Española, Colón le mandó explorar la región de Cibao, en el interior (enero de 1494), donde Ojeda obtuvo las primeras muestras del oro de Indias, enviado por Colón a los Reyes Católicos junto con un memorial donde ensalzaba la riqueza de las islas descubiertas.

Poco después se le dio otra misión importante como fue la de socorrer al capitán Margarit, que estaba sitiado en la fortaleza de Santo Tomás (erigida en Cibao) por las huestes del cacique Caonabó. Ojeda corrió en auxilio del capitán pero quedó sitiado a su vez, hasta que pudieron salvarle nuevos refuerzos venidos de la Isabela con Colón y su hermano Bartolomé. Más tarde las tropas de Caonabó pusieron cerco a la Isabela y Ojeda decidió capturar al Cacique. Marchó a la provincia de Maguana, donde vivía, y durante la entrevista que mantuvieron, Ojeda le ofreció como regalo unos grilletes de latón. Cuando el Cacique se vio inmovilizado, le subió a su caballo, lo raptó y se lo llevó ante la mirada de Colón. Luego derrotó a otro hermano de Caonabó por lo que se le premió con seis leguas de terreno en Maguana.

Ojeda estuvo en la Española hasta fines de 1498, momento en que se enemistó con Colón y regresó a España. Fue a la Corte y se entrevistó con el Obispo Fonseca, que le pidió comprobar lo descubierto por Colón en su tercer viaje. Se le autorizó así a realizar el primer viaje de descubrimiento tras los colombinos. Con patente del Obispo partió del puerto de Santa María hacia el 18 de mayo de 1499. Llevaba una sola carabela y le acompañaban el cosmógrafo Juan de la Cosa y Américo Vespucio, que hacía entonces su primer viaje al Nuevo Mundo. Costeó África (donde se apoderó de una carabela de Huelva), pasó a Canarias y finalmente siguió la ruta del tercer viaje colombino para arribar a la costa suramericana por la Guayana venezolana. Desde aquí subió a la isla de Trinidad y península de Paria, donde había estado antes el Almirante. A partir de aquí realizó su verdadero descubrimiento; toda la costa de Venezuela hasta Maracaibo donde los españoles hallaron unas viviendas lacustres que a Vespucio le recordaba a Venecia y por ello bautizaron el lugar como Venecia Chica o Venezuela. Prosiguieron luego por la península de la Guajira (territorio actualmente colombiano), que los indios llamaban Chichibacoa o Coquibacoa, hasta cerca de un Cabo que les pareció desde lejos “vela de navío”. Era el cabo de la Vela, al que no arribaron ya que antes de alcanzarlo enderezaron rumbo hacia la isla Española y atracaron en puerto Yáquimo el 5 de septiembre de 1499. Allí cargaron palo tintóreo y encontraron a Francisco Roldán, alcalde de Santo Domingo reconciliado con Colón después de su rebelión. El funcionario pidió el permiso para hacer descubrimientos y Ojeda se lo mostró. Estaba firmado por Fonseca, como indicamos. El resto del viaje carece de interés; cargaron esclavos en las Lucayas y arribaron a Cádiz a mediados de junio del año 1500. Los resultados de estos descubrimientos (toda la costa venezolana y parte de la atlántica oriental colombiana) se consignaron en el famoso mapa de Juan de la Cosa, elaborado el año 1500.

Ojeda fue nombrado Gobernador de Coquibacoa el 8 de junio de 1501 y organizó una expedición colonizadora con dos socios llamados Juan de Vergara y García de Ocampo. Partió en enero de 1502 con cuatro navíos y repitió la ruta anterior. Al llegar a Coro, que denominó Valfermoso, mandó a Vergara por víveres a Jamaica y continuó hacia un puerto que llamó Santa Cruz, posiblemente Bahía Honda en la zona colombiana de la península de la Guajira. Aquí construyó un fuerte, que fue el primer establecimiento español en Suramérica. El descontento por la falta de víveres y por las adversas condiciones canalizaron una gran hostilidad hacia el Gobernador. Cuando llegó Vergara se concertó con Ocampo para destituir a Ojeda, que fue apresado (mayo o junio) y por consiguiente, despoblado el lugar. Resultado de esto fue un pleito en la isla Española entre Ojeda y sus socios del que salió absuelto el primero en 1503.

En 1508 se celebró la famosa Junta de Burgos en la que se acordó la colonización de Tierrafirme, dividida en dos gobernaciones, la de Veragua y Urabá. La última de estas le correspondió a Ojeda y era la actual costa colombiana comprendida entre el Cabo de la Vela y el golfo de Urabá. Reunió cuatro barcos y 220 hombres y partió de Santo Domingo el 10 de noviembre de 1509 en compañía de Juan de la Cosa y dejó en la isla a su socio el cosmógrafo Martín Fernández de Enciso para que reclutara más hombres. Desembarcó en las proximidades de Cartagena, donde leyó a los indios el famoso “Requerimiento” y se internó hasta el poblado de Turbaco. Cuando los españoles estaban ocupados en saquear las viviendas vacías de los naturales aparecieron los guerreros, que ocasionaron una gran mortandad. Entre las víctimas estuvo el cosmógrafo Juan de la Cosa, que fue capturado y asaeteado. Ojeda logró escapar y alcanzó la playa, donde apareció Diego de Nicuesa, que se dirigía hacia su gobernación de Veragua. Se unió a Ojeda en la represalia y luego siguió su camino. Ojeda continuó también por la costa de su gobernación con dirección hacia occidente en busca de un lugar para fundar. Creyó encontrarlo en el Golfo de Urabá, donde erigió San Sebastián de Urabá, un simple fuerte, en realidad. El lugar era insalubre y enfermaron muchos hombres, pero más grave era que los indios usaban flechas envenenadas con curare, que producían la muerte casi instantánea a quienes eran heridos. El propio Ojeda fue herido en una pierna aunque pudo salvar su vida tras obligar al cirujano a que aplicara sobre su herida dos planchas al rojo vivo. Para contener la hemorragia fue necesario gastar una pipa de vinagre.

Ante la terrible situación existente y en vista de que no llegaba el esperado refuerzo de Fernández de Enciso, Ojeda decidió aprovechar la aparición de una nave en Urabá para ir a la Española en busca de víveres e implementos. Dejó a los pobladores de San Sebastián bajo el mando de un oscuro teniente llamado Francisco Pizarro (futuro conquistador del Perú) con órdenes de actuar como creyera oportuno si no había regresado en un plazo de 50 días y embarcó rumbo a la Española. La nave iba llena de bandidos que, dirigidos por Bernardino de Talavera, decidieron ir a Cuba, en vez de Santo Domingo, para eludir la justicia. Allí naufragaron y cruzaron a pie la isla hasta el Oriente, donde fueron acogidos por los indios (posiblemente donde ahora está Santiago). Desde allí se pidió ayuda al gobernador de Jamaica, Juan de Esquivel, que envió una nave con Pánfilo de Narváez. Se ejecutó a Talavera y a sus seguidores y Ojeda fue hasta Santo Domingo. La miseria en que se encontraba le impidió comprar con presteza lo necesario para reforzar sus hombres de San Sebastián. Ojeda vivió en Santo Domingo hasta el año 1516 y mandó que le enterraran a la entrada de la iglesia de San Francisco.

En cuanto a la hueste de San Sebastián partió bajo el mando de Pizarro al cumplirse los 50 días y encontró cerca de Cartagena el refuerzo de Fernández de Enciso, en el que venía Vasco Núñez de Balboa, que indicó el lugar apropiado para fundar en Tierrafirme: un paraje junto a un río (Tanela) donde no había indios flecheros. Estaba pasado el golfo de Urabá y allí se erigió la ciudad de Santa María la Antigua del Darién, base del descubrimiento del Pacífico y de la colonización en Panamá.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 06 Jun 2015 23:01

VASCO NUÑEZ DE BALBOA



Conquistador español nacido en Jerez de los Caballeros, posiblemente en 1475, y muerto en Acla (Panamá) en 1519.

Es el descubridor del océano Pacífico, por el que navegó en 1513. Fue fundador y alcalde de la primera ciudad española establecida en la región continental de América: Santa María la Antigua del Darién (1510), y fue también el conquistador de la región transístmica americana. Tuvo el título de Adelantado de la Mar del Sur.

Se cree que nació en 1475, pues Las Casas afirmó que en 1510 “era mancebo de hasta treinta y cinco o pocos más años”. Su familia fue hidalga, aunque pobre. Su padre fue don Nuño Arias de Balboa y su madre una señora de Badajoz de nombre desconocido. Este matrimonio tuvo cuatro hijos: Vasco, Alvar, Gonzalo y Juan. Vasco entró como criado en casa de don Pedro Puertocarrero, señor de Moguer, donde se educó en letras, modales y armas. Allí debió de asistir al protagonismo de Moguer en la empresa colombina. A fines de siglo se trasladó a Sevilla y en 1500 se enroló en la expedición organizada por el escribano de Triana Rodrigo de Bastidas y el cartógrafo Juan de la Cosa (véase Viaje de Rodrigo de Bastidas y Juan de la Cosa). Con ella partió de Cádiz a fines de 1501 y recorrió la costa venezolana, participando luego en el descubrimiento de toda la costa atlántica colombiana y de la costa atlántica panameña desde el Darién hasta Puerto Escribanos. El mal estado de las naves a causa de la broma (un lamelibranquio que abría vías de agua en las cuadernas de roble de las quillas) obligó a detener el descubrimiento y enfilar a la isla Española, donde naufragaron.

Balboa se quedó en la isla de Santo Domingo y debió de participar en la conquista ovandina, pues fue premiado con un reparto de indios en Salvaleón, población que ayudó a fundar. Inició un negocio de cría de cerdos que le fue mal. Endeudado, decidió embarcar como polizón (sus acreedores no le dejaban hacerlo legalmente) en la flotilla del Bachiller Enciso que iba a reforzar a Ojeda. Se metió en una vela o en un tonel (existen ambas versiones) acompañado de su perro Leoncico. Descubierto en alta mar, estuvo a punto de ser abandonado en una isla desierta por Enciso (parece que era uno de sus acreedores), quien finalmente lo aceptó a bordo. La flotilla encontró frente a Cartagena los restos de la expedición de Ojeda, mandados por Francisco Pizarro. Se supo entonces que había fracasado el intento de poblar San Sebastián, en el golfo de Urabá, por lo insalubre del lugar y por estar habitado por indios que usaban flechas envenenadas. El propio Ojeda había tenido que abandonarlo en busca de refuerzos, tras dejar a sus hombres al mando del Pizarro y con autorización para hacer lo que estimaran conveniente si no regresaba en un plazo de 50 días, que ya habían transcurrido.

Enciso puso proas a San Sebastián, donde comprobó que todo era cierto. Convocó entonces una junta para decidir si regresaban a la Española o buscaban otro lugar para poblar. En plena deliberación pidió la palabra Vasco Núñez para decir algo parecido a lo que nos transcribió el padre Las Casas: “Yo me acuerdo, que los años pasados, viniendo por esta costa con Rodrigo de Bastidas a descubrir, entramos en este Golfo, y a la parte de occidente, a mano derecha, según me parece, salimos en tierra y vimos un pueblo de la otra banda de un gran río, que tenía muy fresca y abundante tierra de comida, y la gente de ella no ponía hierba (veneno) en sus flechas”. Fue una sugerencia providencial que todos aceptaron, empezando por el propio Enciso.

Dejaron en San Sebastián de Urabá a 65 hombres y el resto siguió hasta el lugar señalado por Balboa, que encontraron a poco. Era la provincia del cacique Cémaco, cuyos guerreros abandonaron el campo de batalla después de un brevísimo combate. Se mandó entonces venir a los que habían quedado en San Sebastián y, reunidos con ellos, se procedió a fundar la primera ciudad de la América continental, que fue Nuestra Señora de la Antigua del Darién (en noviembre de 1510). Enciso ejerció provisionalmente el mando y cometió algunos actos que le enemistaron de sus hombres, como prohibir comerciar con oro y negarse a repartir el botín de oro que habían capturado a los naturales, ya que en su opinión esto le correspondía hacerlo al Gobernador Ojeda, del que nada se sabía. Balboa aprovechó la ocasión para minar su autoridad pidiendo la creación de un Cabildo, ya que la nueva población se encontraba fuera de la jurisdicción de Ojeda, como así era. En el Cabildo resultaron elegidos como alcaldes Vasco Núñez y Benito Palazuelos (sustituido luego por Zamudio). El tesorero fue el médico Dr. Alberto, el alguacil Bartolomé Hurtado, y los regidores Diego Albítez, Martín de Zamudio, Esteban Barrantes y Juan de Valdivia.

El gobierno de Balboa en Panamá

Balboa gobernó la ciudad desde 1510 hasta 1514. Durante el primer período se hizo con el control de la colonia, gracias a la desaparición de todos los personajes que eran candidatos a Gobernador. Durante el segundo afianzó la ciudad y sometió a los pueblos periféricos. Durante el tercero, en 1513, emprendió la jornada del descubrimiento del Mar del Sur.

El mismo año de 1510 en que se nombró el Cabildo de Santa María arribó a dicha ciudad el refuerzo de Rodrigo de Colmenares, que iba en busca de su jefe Nicuesa. Fue bien recibido y prosiguió por la costa panameña tras el rastro del Gobernador. Lo encontró pasado Nombre de Dios. Nicuesa había fracasado en su objetivo poblador y le quedaban sólo 30 hombres. Al saber que existía Santa María decidió ir a la ciudad y reclamarla como parte de su gobernación, ya que estaba pasado el golfo de Urabá. Le salió a recibir el Cabildo, que se negó a aceptar su jurisdicción. Nicuesa fue a reclamar sus derechos a la isla Española y murió en el camino, al naufragar su nave en alta mar. Balboa instigó luego para que el Cabildo acusase a Enciso de usurpación de autoridad, ya que le correspondía a Ojeda, del que no había noticias. Le hizo un proceso y Enciso decidió ir igualmente a La Española para pedir justicia. Zarpó de Santa María el 4 de abril de 1511 (un mes después de Nicuesa) en compañía de varios amigos de Balboa (el alcalde Zamudio y el corregidor Juan de Valdivieso). Estos últimos lograron que el virrey Diego Colón reconociese a Balboa como gobernador interino del Darién, desconociendo los derechos de Enciso. Lo mismo hizo luego el Rey por cédula de 23 de diciembre de 1511, en espera de nombrar Gobernador en propiedad.

Balboa se convirtió así en la máxima autoridad de la provincia del Darién, con jurisdicción en Gobierno, Justicia y Milicia; fue entonces cuando comenzó su penetración en el territorio indígena panameño. En primer lugar se dirigió a los indios de Cueva, porque dos náufragos del barco en que partió Nicuesa habían ido a parar a dicha provincia y regresaron a Santa María contando maravillas sobre sus riquezas de oro. Llegó a Cueva en mayo de 1511 y se entrevistó con su cacique, Careta, a quien pidió alimentos. Como no se los dio de buen grado, Balboa saqueó su pueblo y apresó al cacique. Careta negoció entonces entregar anualmente a Balboa alimentos y algún oro a cambio de que el español le ayudara en su guerra contra un cacique enemigo llamado Ponca. Careta firmó el pacto entregando varias mujeres, entre ellas a su hija Anayansi, que tenía 13 años y se convirtió en la amante de Balboa. El cacique fue bautizado con el nombre de Fernando.

En agosto de 1511 Balboa organizó Santa María y distribuyó solares a los vecinos. Se trazaron calles, se construyeron casas y se señalaron sementeras de maíz. Para cumplir lo prometido a Careta, atacó al cacique Ponca. Venció a los naturales y saqueó la provincia. Don Fernando le pidió entonces que hiciera lo mismo con otro enemigo suyo, el cacique Comogre. Éste recibió bien a los españoles y tras agasajarlos con comida y bebida abundantes les regaló 70 esclavos y numerosas piezas de oro, valoradas en unos 4.000 pesos. Balboa ordenó separar el quinto real y repartió el resto del botín entre sus hombres, no sin evitar numerosas disputas por las piezas. Panquiaco, hijo del Cacique, explicó a Balboa que ya que valoraban tanto el oro debían ir a buscarlo a las tierras de Tubanamá, donde abundaba. Distaba seis soles de donde se encontraban, yendo hacia la otra mar que, según señaló, estaba en dirección sur (por la inflexión que forma Panamá). Era la primera vez que los españoles obtenían noticias de la existencia de la otra mar; la que iba a las islas de la Especiería, que venían buscando desde el descubrimiento colombino de 1492.

Balboa regresó a Santa María, a donde había llegado también Valdivia con el nombramiento de Balboa como Gobernador interino. Balboa le mandó regresar nuevamente a Santo Domingo para informar a Diego Colón de las noticias sobre la Mar del Sur y pedirle un refuerzo de mil hombres, armas y vituallas. Le entregó asimismo el quinto real de los botines logrados hasta entonces, que subían a unos 15.000 pesos. La nave de Valdivia naufragó, por lo que Colón no recibió las noticias, ni el quinto real. Del naufragio se salvaron dos personas en la costa de Yucatán que fueron Jerónimo de Aguilar y Guerrero.

Durante 1512 y la mayor parte del año siguiente Balboa se dedicó a establecer buenas relaciones con las tribus de la zona transístmica; marchó a la provincia de Ceraca, en el Golfo de Urabá, donde recogió otro botín de oro; y luego al río Atrato, desde donde alcanzó la tribu de Albanumaque. Aquí oyó hablar del mito del Dabaibe (sus hombres cogían pepitas de oro como naranjas y las transportaban en cestas). No pudo ir en su busca por haber surgido una sublevación indígena de las tribus de Abraibe, Abanumaque y Abibaibe. Regresó a Santa María, donde logró deshacer otra conspiración urdida por los caciques Cémaco, Abibeima, Abraiba y Abenamachei. Llegaron entonces unos refuerzos de la Española enviados por Colón, a los que se sumaron otros 400 hombres a principios de 1513. También llegó el nombramiento real de Balboa como Gobernador interino.

El descubrimiento del océano Pacífico

Balboa consideró llegado el momento de descubrir la Mar del Sur. Partió de Santa María el 1 de septiembre de 1513 con 190 hombres, y el resto quedaron en la ciudad. El itinerario que iba a seguir, visto en un mapa moderno, supone cruzar Panamá desde Sasardí Viejo, en la costa atlántica, hasta el golfo de San Miguel, en la pacífica. En la época suponía ir desde la tierra de los indios de Cueva hasta la de Ponca, en la sierra, bajar luego a la de Quareca y subir la sierra de este nombre hasta un lugar desde el que podría divisar el Océano Pacífico. Hizo por mar la pequeña travesía hasta Cueva, donde dejó más de la mitad de sus hombres asentados en un real, y partió con sólo 92 soldados y dos sacerdotes. Tras dos días de marcha por la selva alcanzó Ponca. Mandó llamar a su cacique y le interrogó sobre la ruta que debía seguir. Después de esto envió a retaguardia algunos enfermos y siguió hacia la tierra de Quareca, cuyo cacique, llamado Torecha, era enemigo de Ponca. Este trayecto fue el más duro del viaje. Tardaron en cubrirlo 5 días, dado lo abrupto del mismo. Cruzaron el Chucunaque, las fuentes del Artigatí y del Sabanas y finalmente llegaron a su objetivo el 24 de septiembre. En Quareca tuvieron un combate con los indios. Les vencieron y saquearon la población. Balboa estableció otro nuevo real de apoyo con 15 hombres y partió con el resto, 65 soldados y el clérigo, hacia la cumbre de la Cordillera. Abandonó Quareca el 25 de septiembre a las seis de la mañana dispuesto a subir hasta la cima de las montañas aquel mismo día. Lo logró en unas cuatro horas. Hacia las 10 de la mañana los guías le indicaron el lugar desde el cual podría ver la otra mar. Balboa ordenó detenerse a su gente y partió solo, pues deseaba ser el primer español que viera la Mar del Sur. Coronó la montaña en unos minutos y desde allí contempló extasiado el Pacífico. El escribano de la expedición, Andrés de Valderrábano, escribió en su diario: “Y en martes veinte y cinco de aquel año de mil e quinientos y trece, a las diez horas del día, yendo el capitán Vasco Núñez en la delantera de todos los que llevaba por un monte raso, vido desde encima de la cumbre dél la Mar del Sur antes que ninguno de los cristianos compañeros que allí iban”. Llamó entonces al resto de sus hombres para que contemplaran la maravilla. A continuación procedió a tomar posesión en nombre de los reyes de Castilla: cortó varias ramas de los árboles, amontonó piedras y grabó sobre los troncos de algunos árboles los nombres del rey Fernando y de la reina doña Juana. Los indios miraban asombrados toda la ceremonia. Balboa hizo venir al escribano y le ordenó tomar los nombres de todos los que habían estado presentes en el acontecimiento; 67 españoles. El primero era naturalmente el de Balboa, el segundo el del clérigo Andrés de Vera y el tercero el del Teniente de la expedición, Francisco Pizarro, el hombre que años después encontraría en dicho océano el fabuloso Perú.

Los españoles descendieron hasta la costa y acamparon en Chape, cuyos habitantes huyeron. Balboa mandó llamar a los que habían quedado en Quareca. Cuando todos estuvieron reunidos, el 29 de septiembre, fiesta de San Miguel Arcángel, preparó la ceremonia de la toma de posesión. Seleccionó a 26 hombres y partió con ellos hasta la misma orilla del mar. Todos lucían sus mejores galas de combate; corazas, cascos, plumas y llevaban en vanguardia un estandarte con la imagen de la Virgen y las armas de Castilla. Llegaron a un ancón de un golfo que en futuro se llamaría de San Miguel, por la festividad religiosa del día. Eran las dos de la tarde y la playa ofrecía aspecto deplorable, pues había marea baja y parecía un inmenso fangal. Balboa había calculado mal la marea, al regirse por el océano Atlántico. En vista del panorama existente, los españoles decidieron posponer la ceremonia. Se sentaron en la playa y esperaron que subiera la marea. Entonces y sólo entonces consideró Vasco Núñez que había un marco adecuado para la toma de posesión. El escribano Valderrábano anotó a este respecto: “Llegó (Balboa) a la ribera a la hora de vísperas y el agua era menguante. Y sentáronse él y los que con él fueron, y estuvieron esperando que el agua creciese, porque de bajamar había mucha lama e mala entrada, y estando así (sentados) creció la mar, e vista de todos, mucho y con gran ímpetu”.

Balboa se puso la coraza y el yelmo, tomó el estandarte en la mano derecha y con la espada desnuda en la izquierda se adentró algunos pasos, hasta que el agua le llegó a las rodillas. Luego empezó a pasear de un lado para otro recitando: “Vivan los muy altos e poderosos señores reyes don Fernando e doña Juana, Reyes de Castilla e de León, e de Aragón, etc. en cuyo nombre e por la corona real de Castilla tomo e aprehendo la posesión real e corporal e actualmente destas mares e tierras, e costas, e puertos, e islas australes...”. Preguntó luego desafiante si alguien se oponía a la posesión, pero nadie replicó. A continuación preguntó si los españoles presentes estaban dispuestos a defender con sus vidas la posesión por los reyes de Castilla, a lo que contestaron todos afirmativamente. Después ordenó al escribano dar fe del acto y escribir los nombres de todos los presentes. Valderrábano anotó 26 nombres, encabezados por los de Balboa y Pizarro. Los testigos probaron el agua y aseguraron que era salada, como la de la otra mar. Por último Balboa dio unos sablazos a las aguas y salió a la playa, donde hizo con un puñal tres cruces en los árboles, en nombre de la Santísima Trinidad. Los acompañantes secundaron su acción cortando ramas y grabando cruces. Todo el formalismo quedó así cumplido.

Al caer la tarde regresaron a Chape, donde su cacique les obsequió oro y perlas. Balboa exploró los alrededores. Embarcó en unas canoas y fue a las provincias de Cuquera y Tumaca, donde cogió otra buena cantidad de perlas. Trató de llegar a la isla de las perlas o Terarequí, pero se lo impidió la mar gruesa. Tuvo que limitarse a contemplarla desde el golfo de San Lucar, donde volvió a tomar posesión del océano, aprovechando que era mar abierta y no un Golfo. Valderrábano volvió a levar acta con el testimonio de 23 soldados. Se dirigieron luego al lugar donde los indios pescaban las perlas. Varios buceadores indígenas sacaron cuatro grandes cestas de ostras. Los españoles las abrieron con voracidad, esperando encontrar perlas, pero no hallaron ninguna, y se quedaron asombrados al ver que los indios se comían su contenido. Volvieron a Tumaca y desde allí, el 23 de noviembre, emprendieron el regreso a Santa María. Habían estado un mes en la costa del Pacífico.

Regresaron por un camino distinto, con objeto de descubrir otras tierras y recoger más botines. Dieron un rodeo para pasar del río Maje al Bayano. Llegaron al cacicazgo de Thevaca y luego a los de Pacra y Bucheribuca. Entraron en Pocorosa el 8 de diciembre. Desde allí hicieron una incursión a la provincia cacique Tamaname donde se sospechaba que existían minas de oro. Resultó un fracaso y volvieron a Pocorosa. Los hombres estaban exhaustos y Balboa enfermo de fiebres (quizá de paludismo). El Gobernador interino se hacía transportar en una hamaca. Desde Pocorosa siguieron a Comogre el 1 de enero de 1514; luego a Ponca y a Cueva, en cuyo puerto embarcaron (en el mismo bergantín que les trajo) hasta Santa María, donde atracaron el 19 de enero del mismo año. El balance de la entrada no podía ser mejor: Habían descubierto la Mar del Sur, habían cogido un botín de más de dos mil pesos en oro y perlas, 800 naborías, y no habían perdido un hombre.

Bajo el gobierno de Pedrarias en Castilla del Oro

Balboa recibió en Santa María unas noticias alarmantes que le trajo el comerciante Pedro de Arbolancha desde La Española: la nave de Valdivia que llevó el quinto real había naufragado y los procuradores y Enciso habían informado en contra de Balboa, por lo que el rey había nombrado un nuevo Gobernador para el Darién, rebautizado como Castilla del Oro; don Pedro Arias de Ávila, que vendría pronto con una gran flota y dos mil colonos. Vasco se apresuró a comunicar al Rey su descubrimiento. Hizo una relación del mismo y un mapa de la Mar del Sur, que adjuntó al nuevo quinto real, a una petición de que se le nombrase Gobernador de la Mar del Sur y a una relación de los vecinos de Santa María sobre sus servicios. Lo envió a la Española con Arbolancha, pero sus enemigos hicieron desaparecer los documentos. En espera de la llegada de Pedrarias envió a Andrés Garavito con ochenta hombres para descubrir otra vía alternativa hacia el Pacífico; desde Bea a las fuentes del río Arquiati, confluencia de los ríos Payá y Tuira y golfo de San Miguel. Es el camino llamado del “Suegro”, porque el cacique de Tamahe casó a su hija con Garavito.

Pedrarias arribó al puerto cercano a Santa María el 26 de junio de 1514, con 17 buques y unos 2.000 colonos, artesanos y funcionarios (obispo incluido). Desembarcó y mandó notificar su llegada a Balboa, poniéndose en camino a la ciudad. Balboa recibió la noticia cuando estaba reparando el tejado de una casa y salió a recibirle inmediatamente con la ropa de trabajo que tenía; una camisa y un calzón viejo de algodón. El encuentro se produjo en mitad del camino y no pudo ser más ridículo. Pedrarias portaba armadura completa y cabalgaba sobre un caballo enjaezado, rodeado de su señora, parientes y criados. Tras él venía el obispo bajo palio, con mitra y cruz de plata, rodeado de religiosos, precediendo una comitiva de funcionarios (tesorero, veedor, alguacil, etc.), soldados, abanderados, mujeres, traíllas de perros, etc. Balboa besó el anillo del obispo e hizo una reverencia a Pedrarias, que le entregó sus credenciales. Las miro, las besó y las puso sobre su cabeza, tal como era preceptivo. Se hicieron las presentaciones de turno y ambos grupos regresaron a la Ciudad. Al contemplarla, se acrecentó en Pedrarias la sensación de ridículo. Constaba de unas 200 casas de tablas y paja en las que vivían 500 españoles y 1.500 indios de servicio. No tenía infraestructura para recibir aquella enorme población que se le acompañaba.

Pedrarias pidió a Balboa un informe pormenorizado de la Colonia: fuentes de aprovisionamiento, tribus confederadas y hasta el camino para llegar a la Mar del Sur. Balboa se los entregó puntualmente, pero estos papeles se han perdido. El nuevo Gobernador ordenó entonces al licenciado Espinosa que abriera juicio de residencia a Balboa, lo que era usual, e inició por su cuenta una pesquisa secreta sobre la actuación de su predecesor, lo que era insólito. Intervino el obispo y la pesquisa secreta quedó pendiente. Como Santa María no podía albergar una población de 2.500 españoles, Pedrarias ordenó una serie de campañas contra los territorios indígenas; cinco expediciones para descubrir minas de oro y, en realidad, para quitarse bocas en la ciudad. Produjeron un botín de 30.000 pesos, pero destruyeron la labor pacificadora de Balboa y dejaron a los naturales enemistados con los españoles. El 28 de marzo de 1515 llegó a Santa María el nombramiento real de Vasco Núñez como Adelantado de la Mar del Sur (realizado por cédula de 23 de septiembre de 1514) y gobernador de las provincias de Panamá y Coiba, auque sujeto a Pedrarias. Éste quiso guardarse la cédula pero se opusieron el obispo y varios funcionarios. Tuvo que entregársela a regañadientes, pero prohibió a Balboa reclutar gentes para sus empresas descubridoras, ya que dijo necesitar todos los hombres que había en Castilla del Oro. Balboa mandó entonces a Garavito a la isla Española para que los reclutara. Tenía el proyecto de fundar poblaciones a orillas de los dos océanos, bien en el eje Careta-Golfo de San Miguel, bien en el de Nombre de Dios-Panamá, y construir unas naves para navegar 200 ó 300 leguas por la Mar del Sur hasta encontrar las islas de la Especiería. De no hallar éstas, pensaba singlar hacia el sur para tratar de hallar un paso interoceánico en América, cosa que preocupaba enormemente al rey Fernando el Católico.

Pedrarias viajó a Careta, pero tuvo que regresar rápidamente a Santa María a causa de un cólico hepático. Allí encontró 60 soldados de Cuba, que habían llegado a petición de Balboa. Acusó a éste de conspiración y rebelión frustrada y le metió en una jaula en el patio de su casa. Balboa estuvo allí dos meses, hasta que un día Pedrarias le abrió la jaula, le pidió perdón y le concedió la mano de su hija María. Balboa no lo pensó dos veces y aceptó los esponsales, lo que disgustó mucho a su amante Anayansi. La reconciliación tuvo otras dependencias, como construir una población en Careta (sería Acla), no emplear más de 80 hombres en sus empresas y concluirlas en un plazo máximo de año y medio.

La Compañía del la Mar del Sur y el ajusticiamiento

Balboa fundó Acla a fines de 1516; allí organizó la Compañía de la Mar del Sur, con aportaciones de accionistas de Santa María. Luego mandó construir las piezas necesarias para ensamblar varios bergantines que pensaba botar en el Pacífico (se decía que la broma no atacaba la madera de aquel lugar, lo que resultó falso). En 1517 envió a Francisco de Compañón a la costa pacífica, para que escogiera el lugar apropiado para el astillero. En agosto de 1517 comenzó a trasladar las piezas de los bergantines, así como las jarcias, brea, velas, anclas, etc. El propio Balboa cargó con tablones. El astillero se montó junto al río de las Balsas (posiblemente el Chucunaque, cerca de la actual Yavisa), donde los españoles trabajaron en cuadrillas que se ocupaban de talar árboles y construir las naves, en recoger víveres y en abrir un buen camino a Acla. Cuando estaba todo listo para la botadura sobrevino una riada del Chucunaque que arrastró el astillero al mar. Balboa, apesadumbrado, hizo reunir el Consejo de la Compañía para decidir qué hacer. Se acordó seguir adelante. El Adelantado botó los bergantines, pero se hundieron de inmediato a causa de la broma. Pidió a su suegro otro plazo y dinero y volvió a empezar con unos préstamos. Balboa reflotó los bergantines, les tapó las vías de agua y se embarcó en ellos hasta llegar a una de las islas de las Perlas; la isla Rica o isla del Rey (antigua Terarequí), que había sido esquilmada por Morales, un lugarteniente de Pedrarias. No se desanimó por ello. Construyó otras dos naves y navegó hacia el sur (la ruta al Perú), hasta alcanzar un puerto que llamó Puerto Peñas (creyó que estaba lleno de arrecifes, pero eran ballenas en realidad), el mismo lugar que luego Pizarro bautizó como Puerto Piñas (actual Jaqué). Desde allí regresó a Chochama y al golfo de San Miguel. Envió entonces a Valderrábano a Santa María para que insistiese ante Pedrarias en la solicitud de una prórroga. En vez de ésta, le llegó la noticia de que el Rey había sustituido a Pedrarias por un nuevo Gobernador llamado don Lope de Sosa, que estaba próximo a llegar. Surgió entonces la “traición” de Balboa, que le costó la vida.

No conocemos bien cuál fue el delito de “traición”. En versión de Fernández de Oviedo, que vio el expediente, consistió en que Balboa se precipitó ante la noticia de la llegada del nuevo Gobernador, pensando que este le iba a prohibir realizar descubrimientos en la Mar del Sur y decidió fundar una población en la costa del Pacifico, exactamente en Chepavare, camino de Chepo a Panamá, para salir desde allí al océano con dirección sur, donde los indios decían que había muchas riquezas (el Perú). Todo dependía de la llegada del nuevo Gobernador, pues si seguía Pedrarias confiaba en lograr apoyo para su empresa. Envió a Santa María a sus fieles Valderrábano, Garavito, Muñoz, el archidiácono Pérez y Luis Botello. El último de éstos debía anticiparse y llegar a Acla para saber si había arribado Sosa. Tuvo la mala fortuna de ser detenido por un centinela y conducido a presencia de Francisco Benítez, enemigo de Balboa, que le hizo confesar todo el plan, que comunicó inmediatamente a Pedrarias. Todos sus compañeros fueron detenidos al llegar a Santa María. Pedrarias ordenó al tesorero Puente que levantara una acusación formal contra Balboa. Luego se trasladó a Acla, desde donde escribió una carta muy cariñosa a su yerno, rogándole que se presentara en dicha población para tratar de los asuntos de la expedición que deseaba realizar. Balboa no receló nada. Al entrar en Acla fue apresado y acusado del delito de traición. Se le tuvo preso en la casa de Juan de Castañeda, a donde fue a visitarle Pedrarias para decirle que no se preocupara, porque había sido detenido por algunas acusaciones seguramente infundadas. En una segunda visita cambió de tono y le acusó de haber traicionado al Rey y a él. Mandó ponerle guardias y trasladarlo a la cárcel común.

En el proceso testimoniaron todos los enemigos de Balboa y hasta su amigo Garavito, que estaba enamorado de Anayansi y había sido rechazado por ésta. Pedrarias añadió al expediente su pesquisa secreta e infinidad de acusaciones, como haberle dado informes falsos sobre los indios para que fracasara, haber maltratado a los indios contra sus instrucciones, haber actuado malintencionadamente contra Ojeda y Nicuesa y, sobre todo, haber urdido un plan para proclamarse independiente en la Mar del Sur. Pedrarias negó la apelación y le condenó a muerte.

Se levantó un cadalso en la plaza mayor de Acla, donde se cumplió la sentencia un día desconocido de la semana del 13 al 21 de enero de 1519. Se ajusticiaron a Balboa, Fernando de Arguello, Luis Botello, Hernández Muñoz y Andrés Valderrábano. Antes de que le cortaran la cabeza, Balboa tomó la palabra y dijo a los presentes que todo era una falsedad y que jamás había traicionado al Rey. Las cabezas de los sentenciados cayeron sobre una artesa vieja. Fernández de Oviedo, testigo del suceso, afirma que “E desde una casa que estaba diez o doce pasos de donde los degollaban (como carneros, uno a par de otro) estaba Pedrarias mirándolos por entre las cañas de la pared de una casa o bohío”. Y añade el cronista que cuando se fijó en un poste de dicha plaza de Acla el pregón con el juicio de residencia de Balboa “entró un caballo que había sido del Adelantado Vasco Núñez de Balboa, e pasó tirado e sin parecer ni entenderse a donde iba, después de haber andado más de cien pasos llegó al poste donde estaba el pregón o edicto afijado e con los dientes asió del papel dos o tres veces e hízolo pedazos”

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 06 Jun 2015 23:06

ANDREA DORIA

Célebre almirante genovés, nacido en Oneglia el 30 de noviembre de 1466 y muerto el 25 de noviembre de 1560 en Génova. Perteneciente a una noble familia genovesa, era hijo de Andrea Caeva y de María Caracosa.

Su padre falleció cuando Andrea era aún un niño, por lo que su madre confió su educación a su tío, Domingo Doria, capitán de la guardia de Inocencio VIII; poco tiempo después, el joven Andrea entró al servicio del papa por intercesión de su tío. Al servicio de Inocencio VIII participó en las guerras italianas. A la muerte de éste formó parte del ejército de Federico de Urbino, después luchó junto a Ferrante I y su hijo, Alfonso II, al servicio del cual ascendió a capitán y obtuvo el mando de las tropas que éste dirigió contra Ludovico Sforza, duque de Milán. No pudo impedir que Carlos VIII de Francia se apoderase del reino de Nápoles, tras lo cual, y siguiendo las órdenes del monarca, ingresó en la orden de San Juan de Jerusalén y marchó a Tierra Santa como peregrino.

A su regreso de Jerusalén entró al servicio de Juan de La Rovere, gobernador de las plazas napolitanas al servicio de Carlos VIII. Doria luchó en favor de la causa francesa contra el capitán español Gonzalo de Córdoba, que había acudido a Nápoles para reconquistar el reino en beneficio de Fernando II. El general español derrotó a las fuerzas del genovés, que resistió heroicamente, por lo que Gonzalo de Córdoba le ofreció el mando de la caballería española, que fue rechazado por Andrea Doria.

Al ser expulsado Carlos VIII de Nápoles, Doria se puso al servicio de Ludovico Sforza y entre 1503 y 1506 sometió Córcega junto con su tío Domingo, y allí dio muerte al rebelde Rinuccio-della-Rocca, el cual se había levantado contra Génova. Después de esta campaña, abandonó el ejército de tierra para ingresar en la marina. Con ese fin armó ocho navíos con los que luchó contra los turcos en el Mediterráneo. Reorganizó la marina genovesa y recibió el mando de la misma para acabar con los corsarios turcos que ponían en peligro el comercio de la República. Posteriormente puso sus galeras al servicio de Francisco I. Fue nombrado por los franceses para comandar las fuerzas de Francia y Génova, pero no pudo impedir la toma de Génova por las tropas imperiales de Carlos V en 1522; sin embargo, consiguió vencer a los españoles en las costas de Provenza, les hizo retroceder en Montcada en 1524 y levantó el sitio de Marsella. En 1525, tras la derrota de Francisco I en Pavía, se mantuvo fiel a éste y se negó a servir a Carlos V que trataba de atraerlo a su causa. En estos momentos, Andrea Doria entró al servicio de Clemente VII como jefe de sus galeras. Una vez que el rey francés recuperó su libertad, entró de nuevo a su servicio y en 1527 logró recuperar Génova que estaba en poder de Carlos V. Al año siguiente se encontraba sitiando Nápoles cuando surgieron las desavenencias con Francisco I con motivo de la política de éste hacia Génova y las incertidumbres de la actuación francesa en Italia, así como por las conspiraciones de los ministros franceses, celosos del buen hacer del genovés. Debido a estas desavenencias, Doria levantó el sitio de Nápoles y se puso al servicio de Carlos V que lo nombró almirante de la armada española en el Mediterráneo, lo que le permitió afianzar el poder en la costa y robustecer el papel de los genoveses como banqueros y comerciantes .

Doria, sirviendo ahora a los españoles, expulsó a los franceses de Génova y se hizo cargo del gobierno de la ciudad. Se negó a aceptar el título de Dux que el Emperador le ofrecía, pero aceptó el de Padre de la Paz. En Génova llevó a cabo una reorganización política encaminada a reducir las rivalidades de las grandes familias mediante un gobierno oligárquico estable. Carlos V lo colmó de nombramientos, entre ellos el de almirante mayor, canciller del reino, general del mar, marqués de Tursi y príncipe de Melfi, además de otorgarle el Toisón de Oro.

En 1528 puso en fuga a la escuadra del francés Barbezieux, que se disponía a sitiar Nápoles. Dirigió dos años después una expedición contra Argel. En 1532, mientras Solimán I invadía Hungría, Doria se lanzó sobre la costa griega y logró capturar las plazas de Coron y Patras, e incluso llegó a atacar Constantinopla. En 1535 comandó la armada en la victoriosa campaña contra Barbarroja. Seis años mas tarde, en 1541, trató de disuadir al emperador de la desastrosa campaña de Argel, pero no fue escuchado. En 1547 reprimió con una crueldad inusitada la rebelión genovesa de los Fieschi, en la que pereció su sobrino Giannettino. Poco después una nueva revuelta en Génova, dirigida por Julio Cibo, volvió a requerir su intervención, que fue más contundente si cabe que la anterior.

En 1555, Andrea Doria, con 89 años de edad, se retiró a Génova y dejó a su sobrino nieto, el joven Giovanni Andrea Doria como su sucesor al frente de la familia y de las galeras que les pertenecían. Doria gozó de la confianza de Carlos V hasta la muerte del Emperador, acaecida en 1558. Pasó después al servicio de Felipe II, quien por la Paz de Cateau-Cambrésis en 1559 le permitió recuperar el dominio de Córcega que le había arrebatado Enrique II.

Andrea Doria, considerado como el más grande marino de su época, falleció al año siguiente. En Génova se le erigió una estatua con la inscripción "Al padre de la patria", que fue derribada por el pueblo en 1697.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 06 Jun 2015 23:11

FADRIQUE ALVAREZ DE TOLEDO Y ENRIQUEZ II Duque de Alba

Fadrique Álvarez de Toledo y Enríquez (1460-Alba de Tormes, 1531), II duque de Alba de Tormes desde 1488, con Grandeza de España en 1520, fue asimismo II marqués de Coria, II conde de Salvatierra de Tormes y de Piedrahíta, señor de Valdecorneja, señor de Huéscar y caballero de la Orden del Toisón de Oro. Era hijo de García Álvarez de Toledo y Carrillo de Toledo, I duque de Alba de Tormes, y de María Enríquez de Quiñones.1 La Puebla de Don Fadrique, un pueblo del norte de Granada, se denomina así en honor a él.

Fadrique estuvo siempre muy vinculado a los Reyes Católicos. Su padre intervino activamente en 1476 en la batalla de Toro, que dio la victoria a la futura Isabel I de Castilla sobre su sobrina Juana la Beltraneja, y su madre era hermanastra de Juana Enríquez, madre de Fernando II de Aragón.

En 1475 colaboró como mecenas en la construcción de la Iglesia Parroquial Nuestra Señora del Castillo de Macotera como muestra de agradecimiento a varios soldados locales que colaboraron en la reconquista de las tierras pertenecientes al duque.

El duque de Alba participó en la Guerra de Granada y, como consecuencia de las Capitulaciones de Granada acordadas el 25 de noviembre de 1491 entre cristianos y moros, fue uno de los 48 nobles laicos y eclesiásticos que, el 30 de diciembre de ese mismo año, cofirmó la entrega de Granada, último reducto musulmán de la península Ibérica. El tratado de paz puso fin al período histórico de la Reconquista.

Fadrique estuvo al frente de las tropas que lucharon contra los franceses en el Rosellón en 1503.

Cuando Fernando el Católico, actuando como regente del reino de Castilla, se decidió a invadir y tomar el reino de Navarra amparado en una bula del papa Julio II, puso al mando de sus ejércitos al II duque de Alba, el cual cumplió en sólo dos semanas la misión militar encomendada, debido en gran parte a que Pamplona era beamontesa (1512), si por ella se entiende que el objetivo era la conquista de la parte del Reino que actualmente forma parte de España y no de su totalidad. En recompensa fue nombrado capitán general de Andalucía y señor de Huéscar en 1513, título y posesiones que incorporó a los de la Casa de Alba.

Fadrique Álvarez de Toledo fue así determinante en la unidad territorial de España.

El II duque fue miembro del Consejo de Estado del rey Carlos I de España, a quien acompañó a Alemania, Flandes e Italia.

El monarca además le otorgó en 1520 la Grandeza de España y le condecoró con el Toisón de Oro.

Falleció en su villa de Alba de Tormes, el 18 de octubre de 1531

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 06 Jun 2015 23:15

Hasta aquí los principales militares, marinos y conquistadores que yo recuerdo, que tuvieron actividad durante el reinado de Carlos I, en el próximo pots, seguiremos con Felipe II también llamado El Rey Prudente, pero eso será otro día, si alguno de los foreros, cree que puede incluirse algún otro militar puede hacerlo libremente, o si lo prefiere que me lo indique, lo tendré muy en cuenta y se lo agradezco de antemano.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 07 Jun 2015 23:18

FELIPE II de España El Rey Prudente

Felipe II de España, llamado «el Prudente» (Valladolid, 21 de mayo de 1527-San Lorenzo de El Escorial, 13 de septiembre de 1598), fue rey de Españah desde el 15 de enero de 1556 hasta su muerte, de Nápoles y Sicilia desde 1554 y de Portugal y los Algarves —como Felipe I— desde 1580, realizando la tan ansiada unión dinástica que duró sesenta años. Fue asimismo rey de Inglaterra e Irlanda jure uxoris, por su matrimonio con María I, entre 1554 y 1558.

Hijo y heredero de Carlos I de España e Isabel de Portugal, hermano de María de Austria y Juana de Austria, nieto por vía paterna de Juana I de Castilla y Felipe I de Castilla y de Manuel I de Portugal y María de Aragón por vía materna; murió el 13 de septiembre de 1598 a los 71 años de edad, en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, para lo cual fue llevado desde Madrid en una silla-tumbona fabricada para tal fin.

Desde su muerte fue presentado por sus defensores como arquetipo de virtudes, y por sus enemigos como una persona extremadamente fanática y despótica. Esta dicotomía entre la Leyenda Blanca o Rosa y Leyenda Negra fue favorecida por su propio accionar ya que se negó a que se publicaran biografías suyas en vida y ordenó la destrucción de su correspondencia. La historiografía anglosajona y protestante lo ha calificado como un ser fanático, despótico, criminal, imperialista y genocida minimizando sus victorias hasta lo anecdótico y magnificando sus derrotas en exceso. Basta como ejemplo la pérdida de una parte de la Armada Invencible —cuya verdadera denominación era la Grande y Felicísima Armada— debido a un fuerte temporal, que fue transformada en una victoria inglesa.

Su reinado se caracterizó por la exploración global y la expansión territorial a través de los océanos Atlántico y Pacífico, llevando a la Monarquía Hispánica a ser la primera potencia de Europa y alcanzando el Imperio español su apogeo, convirtiéndolo en el primer imperio mundial ya que, por primera vez en la historia, un imperio integraba territorios de todos los continentes del planeta Tierra.

El 25 de julio de 1554 Felipe se casó con la reina María I de Inglaterra. Al final de la ceremonia fueron proclamados:

Felipe y María, por la gracia de Dios, Rey y Reina de Inglaterra, Francia, Nápoles, Jerusalén, Irlanda, Defensores de la Fe, Príncipes de España y Sicilia, Archiduques de Austria, Duques de Milán, Borgoña y Brabante, Condes de Habsburgo, Flandes y el .

En 1567 Pedro de Deza, presidente de la Real Chancillería de Granada, proclamó la Pragmática bajo orden de Felipe II. El edicto limitaba las libertades religiosas, lingüísticas y culturales de la población morisca. Esto provocó una rebelión de los moriscos de las Alpujarras que Juan de Austria redujo militarmente.

Antonio Pérez, aragonés, fue el secretario del rey hasta 1579. Fue arrestado por el asesinato de Juan de Escobedo, hombre de confianza de don Juan de Austria, y por abusar de la confianza real al conspirar contra el rey. La relación entre Aragón y la corona estaba algo deteriorada desde 1588 por el pleito del virrey extranjero y los problemas en el condado estratégico de Ribagorza. Cuando Antonio Pérez escapó a Zaragoza y se amparó en la protección de los fueros aragoneses, Felipe II intentó enjuiciar a Antonio Pérez mediante el tribunal de la Inquisición para evitar la justicia aragonesa (la Justicia Mayor aragonesa era teóricamente independiente al poder real). Este hecho provocó una revuelta en Zaragoza, que Felipe II redujo usando la fuerza.

Felipe II como su padre, fue un rey absolutista, continuó con las instituciones heredadas de Carlos I, y con la misma estructura de su imperio y autonomía de sus componentes. Pero gobernó como un rey nacional, España y especialmente Castilla eran el centro del imperio, con su administración localizada en Madrid. Felipe II no visitó apenas sus territorios de fuera de la península y los administró a través de oficiales y virreyes quizá porque temía caer en el error de su padre, Carlos I, ausente de España durante los años de las rebeliones comuneras; quizá porque, a diferencia de su padre, que aprendió muy mayor el español, Felipe II se sentía profundamente español.

Convirtió España en el primer reino moderno, realizó reformas hidráulicas (presa del Monnegre) y una reforma de la red de caminos, con posadas, con una administración (y una burocracia) desconocida hasta entonces. Los administrativos de Felipe II solían tener estudios universitarios, principalmente de las universidades de Alcalá y Salamanca, la nobleza también ocupaba puestos administrativos, aunque en menor cantidad. Ejemplos reseñables de su meticulosa administración son:

En 1561, Felipe II decidió trasladar la sede de la corte y convirtió a Madrid en la primera capital permanente de la monarquía española. Desde entonces, salvo un breve intervalo de tiempo entre 1601 y 1606, bajo el gobierno de Felipe III, en el que temporalmente la capitalidad pasó a Valladolid, Madrid ha sido la capital de España y sede del Gobierno de la Nación.i

La Grande y Felicísima Armada o Armada Invencible, de la que se conocía hasta el nombre del ínfimo grumete, mientras que los ingleses no tuvieron noticia cierta ni siquiera de todos los barcos que participaron.

Distintos soldados de los Tercios.

Los tercios eran las mejores unidades militares de su época. Creados por su antecesor, Carlos I de España, fueron decisivos para Felipe II en las victorias que obtuvo frente a los franceses, ingleses y holandeses en su reinado (ver apartados correspondientes). Eran expertos en tácticas como el asedio (en Amberes de 1584 a 1585).

Aparte de tener los mejores soldados también disponía de los mejores generales de su época, tanto en tierra como en el mar. De estos destacaron Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III Duque de Alba, Alejandro Farnesio, duque de Parma, Álvaro de Bazán y Juan de Austria, entre otros.

Innovaciones militares en todos los sentidos. Aparición de los arcabuceros y mosqueteros, que combatían junto con los piqueros y la Caballería. Asimismo se disponía de artillería: desde cañones de bronce o hierro colado, medioscañones, culebrinas hasta falconetes. En el aspecto táctico, destaca la utilización de ataques por sorpresa nocturnos (Encamisada). Si se trataba de un asedio, los Tercios realizaban obras de atrincheramiento para rodear la plaza y aproximar los cañones y minas a los muros. Uno de los escuadrones se mantenía en reserva para rechazar cualquier tentativa de contraataque de los sitiados.

En el mar, destacaba la utilización masiva de galeones, ya que su combinación de tamaño, velamen y la posibilidad de transportar armamento y tropas lo hacían idóneo para las largas travesías oceánicas, combinando así la capacidad de transporte de las naves de carga con la potencia de fuego que requerían las nuevas técnicas de guerra en el mar, permitiendo disponer de barcos de transporte fuertemente armados.

Carlos I creó el 27 de febrero de 1537 la Infantería de Marina de España, convirtiéndola en la más antigua del mundo al asignar de forma permanente a las escuadras de galeras del Mediterráneo las compañías viejas del mar de Nápoles. Sin embargo, fue Felipe II el que creó el concepto actual de fuerza de desembarco, concepto que aún perdura en nuestros días.

Destinó gran cantidad de dinero para crear la mejor red de espionaje de la época. Es muy conocido el uso de la tinta invisible y de la escritura microscópica por parte de los servicios secretos de Felipe II. Bernardino de Mendoza, fue militar, embajador y jefe de los servicios secretos en diversas regiones del Imperio español bajo Felipe II y durante este tiempo estuvo destinado como embajador español en París. Una de las acciones más importantes atribuidas a este antepasado de los actuales servicios secretos, fue el asesinato de Guillermo de Orange a manos de Balthasar Gérard.

Creación del Camino Español, una ruta terrestre para transportar dinero y tropas desde las posesiones españolas en Italia, hacia los Países Bajos españoles.

El comercio con las Indias estaba fuertemente controlado. Por ley, esas posesiones españolas sólo podían comerciar con un puerto en España (primero Sevilla, luego Cádiz). Los ingleses, holandeses y franceses trataron de romper el monopolio, pero éste duró durante más de dos siglos. Gracias al monopolio, España se convirtió en el país más rico de Europa. Esta riqueza permitió sufragar sobre todo las guerras contra los protestantes del centro y norte de Europa. También causó una enorme inflación en el siglo XVI, lo que prácticamente destruyó la economía española.

Felipe II se comunicaba casi diariamente con sus embajadores, virreyes y oficiales repartidos por el imperio mediante un sistema de mensajeros que tardaba menos de tres días en llegar a cualquier parte de la península o unos ocho días en llegar a los Países Bajos.

En 1566 realizó una reforma monetaria con el fin de aumentar el valor del escudo de oro, y se pusieron en circulación diferentes especies de vellón rico.

En 1567 Felipe II encargó a Jerónimo Zurita y Castro reunir los documentos de Estado de Aragón e Italia y juntarlos con los de Castilla en el castillo de Simancas, creando uno de los mayores archivos nacionales de su tiempo.

El Imperio de Felipe II en 1598, distinguiendo el ámbito de cada Consejo territorial en el sistema polisinodial de la Monarquía Católica
Territorios adscritos al Consejo de Castilla Territorios adscritos al Consejo de Aragón Territorios adscritos al Consejo de Portugal Territorios adscritos al Consejo de Italia Territorios adscritos al Consejo de Indias Territorios adscritos al Consejo de Flandes abarcando los territorios disputados con las Provincias Unidas.

El gobierno mediante Consejos instaurado por su padre seguía siendo la columna vertebral de su manera de dirigir el estado. El más importante era el Consejo de Estado del cual el rey era el presidente. El rey se comunicaba con sus Consejos principalmente mediante la consulta, un documento con la opinión del Consejo sobre un tema solicitado por el rey. Asimismo existían seis Consejos regionales: el de Castilla, de Aragón, de Portugal, de Indias, de Italia y de Países Bajos y ejercían labores legislativas, judiciales y ejecutivas.

Felipe II también gustaba de contar con la opinión de un grupo selecto de consejeros, formado por el catalán Luis de Requesens, el castellano Gran duque de Alba, el vasco Juan de Idiáquez, el cardenal borgoñés Antonio Perrenot de Granvela y los portugueses Ruy Gómez de Silva y Cristóbal de Moura repartidos por diferentes oficinas o siendo miembros del Consejo de Estado. Felipe II y su secretario se encargaban directamente de los asuntos más importantes, otro grupo de secretarios se dedicaba a asuntos cotidianos. Con Felipe II la figura de secretario del rey alcanzó una gran importancia, entre sus secretarios destacan Gonzalo Pérez, su hijo Antonio Pérez, el cardenal Granvela y Mateo Vázquez de Leca. En 1586 creó la Junta Grande, formada por oficiales y controlada por secretarios. Otras juntas dependientes de ésta, eran la de Milicia, de Población, de Cortes, de Arbitrios y de Presidentes.
Felipe II mantuvo las guerras con Francia, por el apoyo francés a los rebeldes flamencos, obteniendo una gran victoria en la Batalla de San Quintín, librada el 10 de agosto de 1557, festividad de San Lorenzo, en recuerdo de lo cual hizo edificar el Monasterio de El Escorial, edificio con planta en forma de parrilla que simboliza el martirio del santo (1563–1584). En este monumental y sobrio palacio, el más grande de su tiempo —ya llamado entonces la octava maravilla del mundo—, concretamente en la Cripta Real están enterrados desde entonces casi todos los reyes españoles y sus miembros familiares más cercanos. A esta victoria contra los franceses se sumó un decisivo triunfo posterior en la Batalla de Gravelinas, en 1558.

Como consecuencia de estos fulminantes éxitos españoles se firmó la Paz de Cateau-Cambrésis de 1559, tratado en el que Francia reconoció la supremacía hispánica, los intereses españoles en Italia se vieron favorecidos y se pactó el matrimonio con Isabel de Valois, reina de España. Empero, en Flandes, los problemas continuaron a partir de 1568 por el apoyo a los rebeldes flamencos de los hugonotes franceses.

Al término de las guerras italianas en 1559, la Casa de Austria había conseguido asentarse como la primera potencia mundial, en detrimento de Francia. Los estados de Italia, que durante la Edad Media y el Renacimiento habían acumulado un poder desproporcionado a su pequeño tamaño, vieron reducido su peso político y militar al de potencias secundarias, desapareciendo algunos de ellos.

En 1582 Álvaro de Bazán, el mejor marinero de la época, derrota a una escuadra de Corsarios franceses en la Batalla de la Isla Terceira, en la que se emplearon por primera vez en la historia fuerzas de infantería de tierra para la ocupación de playa, barcos y terreno, lo que se considera como «el nacimiento de la Infantería de Marina»

En 1590, aprovechando la muerte del cardenal de Borbón, rey de Francia por la Liga Católica, Felipe II intervino en las Guerras de religión de Francia contra Enrique IV. En los Estados Generales de 1593 convocados por el Duque de Mayene, como Lugarteniente General rival a Enrique IV, denegaron reconocer a Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II, como reina de Francia, lo que aprovechó Enrique IV para convertirse al catolicismo.18 La posición y esperanzas de Felipe II se desvanecieron hasta llegar a la Paz de Vervins (1598), en la que se restablecía la paz de Cateau-Cambrésis.

Los Países Bajos fueron dejados a Felipe II en herencia por su padre, Carlos I, en unión del Franco Condado, para que España, la nación más poderosa del mundo, defendiera al Imperio de Francia. Por esta razón, era un punto a la vez estratégico y de debilidad para Felipe II. Estratégico pues a mediados del siglo XVI Amberes era el puerto más importante de Europa del norte, que servía como base de operaciones a la armada española, y un centro donde se comerciaba con bienes de toda Europa y se vendía la lana castellana. Lana, de oveja merina, procesada en los Países Bajos que, vendida a precios razonables, llegaría manufacturada a España, con el correspondiente valor añadido, pero menor que si hubiera sido manufacturada en la península puesto que allí la mano de obra era más barata.

Una debilidad, pues para los Países Bajos no sólo supuso un cambio de rey sino también un cambio de «dueño», pasaron de formar parte de un imperio a formar parte del reino más poderoso de la época. A diferencia de Castilla, Aragón y Nápoles, los Países Bajos no eran parte de la herencia de los Reyes Católicos, y veían a España como un país extranjero. Así lo sentían los propios ciudadanos de los Países Bajos, pues veían, a diferencia de Carlos I a un rey extranjero (nacido en Valladolid, con la Corte en Madrid, nunca vivía en aquellos territorios y delegaba su gobierno). A esto hay que añadir el choque religioso que se estaba gestando dentro de Flandes, y que sería azuzado por la posición de Felipe II en el plano religioso, las guerras de religión volvían al corazón de Europa después de la Guerra de los Treinta Años.

Gobernados por su hermana Margarita de Parma desde 1559, se encaró a los nobles rebeldes que pedían una mayor autonomía y a los protestantes que exigían el respeto a su religión dando inicio a la Guerra de los Ochenta Años. Sin embargo, Felipe II era de otra opinión. El rey quería aplicar los acuerdos tridentinos, como había exigido a Catalina de Médicis en Francia contra la nobleza hugonota francesa.

Al conocer en los Países Bajos la decisión de aplicar los acuerdos tridentinos, las mismas autoridades civiles se mostraron reacias a aplicar las penas dictadas por los inquisidores y, fruto de un gran malestar, comenzó un ambiente de revolución. La baja nobleza se concentró en Bruselas el 5 de abril de 1566 en el palacio de la gobernadora, siendo despreciada como mendigos, adjetivo que tomarían los siguientes nobles en sus reivindicaciones, vistiéndose como tales. Los miembros del compromiso de Breda mandaron a Madrid a Floris de Montmorency, Barón de Montigny, y luego al Marqués de Berghes, que ya no volverían.

Tras aumentar la tensión y los conflictos en Amberes, la gobernadora pidió al Guillermo de Orange que pusiera orden, aceptando éste de mala gana pero pacificando la ciudad. El Príncipe de Orange, el Conde de Egmont y el Conde de Horn volvieron a pedir a Margarita de Parma más libertad. Ella se lo hizo saber a su hermano, pero Felipe II no cambiaba de opinión y avisaba de sus intenciones al Papa:

[...] podéis asegurar a Su Santidad que antes de sufrir la menor cosa en perjuicio de la religión o del servicio de Dios, perdería todos mis Estados y cien vidas que tuviese, pues no pienso, ni quiero ser señor de herejes [...]

Antes de que llegaran estas noticias, el 14 de agosto un grupo de incontrolados calvinistas asaltó la principal iglesia de Saint-Omer. Le siguió una rebelión generalizada en Ypres, Courtrai, Valenciennes, Tournai y Amberes.

Felipe II recibió a Montigny y le prometió convocar al Consejo de Estado de España. El 29 de octubre de 1566, el rey convocó a los consejeros más allegados: Éboli, Alba, Feria, el Cardenal Espinosa, don Juan Manrique y el conde de Chinchón, junto con los secretarios de Estado Antonio Pérez y Gabriel Zayas. El acuerdo fue proceder de manera urgente, y, pese a las diferencias en la forma, el monarca optó por la fuerza. Así se acordó mandar al III Duque de Alba a sofocar las rebeliones. Este hecho propició un enfrentamiento entre el Príncipe Don Carlos y el Duque de Alba, puesto que el heredero se veía desplazado de sus asuntos.

El 28 de agosto el Duque de Alba llegó a Bruselas. El Duque de Alba —al frente del ejército— efectuó rápidamente una durísima represión ajusticiando a los nobles rebeldes, lo que propició la dimisión de Margarita de Parma como gobernadora de los Países Bajos, dimisión al punto aceptada por su hermano el Rey. Además, el 9 de septiembre, Egmont y Horn fueron prendidos, y degollados el 5 de junio de 1568.

Felipe II buscó soluciones con los nombramientos de Luis de Requesens, Juan de Austria (fallecido en 1578) y Alejandro Farnesio que consiguió el sometimiento de las provincias católicas del sur en la Unión de Arras. Ante esto los protestantes formaron la Unión de Utrecht. El 26 de julio de 1581, las provincias de Brabante, Güeldres, Zutphen, Holanda, Zelanda, Frisia, Malinas y Utrech19 anularon en los Estados Generales, su vinculación con el Rey de España, por el Acta de abjuración, y eligieron como soberano a Francisco de Anjou. Pero Felipe II no renunció a esos territorios, y el gobernador de los Países Bajos Alejandro Farnesio inició la contraofensiva y recuperó a la obediencia del rey de España de gran parte del territorio, especialmente tras el asedio de Amberes, pero parte de ellos se volvieron a perder tras la campaña de Mauricio de Nassau. Antes de la muerte del Rey de España, el territorio de los Países Bajos, en teoría las diecisiete provincias, pasó conjuntamente a su hija Isabel Clara Eugenia y su yerno el archiduque Alberto de Austria por el Acta de Cesión de 6 de mayo de 1598

Felipe II luchó contra la corona inglesa por motivos religiosos, por el apoyo que ofrecían a los rebeldes flamencos y por los problemas que suponían los corsarios ingleses que robaban la mercancía americana a los galeones españoles en la zona del Caribe a partir de 1560.22 Así pues, los principales escenarios de los combates serían el Atlántico y el Caribe.

Se ha mostrado en varias obras literarias y especialmente en películas el agobio causado por la continua piratería inglesa y francesa contra sus barcos en el Atlántico y la consecuente disminución de los ingresos del oro de las Indias. Sin embargo, investigaciones más profundas23 indican que esta piratería realmente consistía en varias decenas de barcos y varios cientos de piratas, siendo los primeros de escaso tonelaje, por lo que no podían enfrentarse con los galeones españoles, teniéndose que conformar con pequeños barcos o los que pudieran apartarse de la flota.

En segundo lugar está el dato según el cual, durante el siglo XVI, ningún pirata ni corsario logró hundir galeón alguno; además de unas 600 flotas fletadas por España (dos por año durante unos 300 años) sólo dos cayeron en manos enemigas y ambas por marinas de guerra no por piratas ni corsarios.24

La ejecución de la reina católica de Escocia, María Estuardo, le decidió a enviar la llamada Grande y Felicísima Armada (en la Leyenda Negra, Armada Invencible) en 1588, la cual fracasó. El fracaso posibilitó una mayor libertad al comercio inglés y holandés, un mayor número de ataques a los puertos españoles —como el de Cádiz que fue incendiado por una flota inglesa en 1596— y, asimismo, la colonización inglesa de Norteamérica. A partir de estos hechos y hasta el final de la guerra, España e Inglaterra consiguieron victorias a la par en los combates navales librados por ambos reinos, tanto en la mar como en tierra. Con lo que la guerra se mantuvo en un empate de pérdidas de recursos para los países hasta el final. Mientras los ingleses saqueaban las posesiones españolas y no consiguieron nunca el objetivo de capturar una flota de Indias, la Armada española se preparó sin mucho éxito para invadir Inglaterra, repelió algún ataque inglés y los corsarios españoles capturaban toneladas de mercancías de barcos ingleses. Los ataques ingleses (y de piratas o corsarios a sueldo suyo) solían acabar en fracasos con pérdidas nada desdeñables, entre los que destacó el fracaso de la Armada Inglesa o Contraarmada. La situación se equilibró, hasta que Felipe III firmó el Tratado de Londres en 1604, con Jacobo I, sucesor de Isabel I. En algunas de las expediciones bajo su mando, se llegó a desembarcar en el sur de Inglaterra o en Irlanda (Batalla de Cornualles:Carlos de Amésquita desembarcó en 1595 en el sur de Inglaterra).

Felipe II refuerza urgentemente su escuadra, encarga doce nuevos galeones y para 1591, la reconstituida columna vertebral de su armada ya dispone de diecinueve de estos buques, entre los que encontramos tres nuevos, dos capturados a los ingleses, y cuatro veteranos supervivientes de Portugal [...] Alonso de Bazán, hermano del fallecido Álvaro de Bazán, procede contra Thomas Howard con una flota de 55 velas, logrando atrapar a los ingleses entre Punta Delgada y Punta Negra [...] Los ingleses huyen , pero el galeón Revenge [...] es abordado y apresado. [...] En 1595 (los ingleses) preparan la definitiva toma e instalación de una base en Panamá [...] con una flota de 28 barcos. Pero las cosas no fueron bien para los piratas [...] Al mando de Drake, marchan a Panamá, y es allí donde concluye su existencia sir Francis [...] Después de diversas vicisitudes, tan sólo ocho barcos de la expedición lograron regresar a la patria. Tras la contraofensiva inglesa Carlos de Amezquita desembarca en las costas de Cornwall [...] Siembra el Pánico en Pezance y otras localidades cercanas y se retira. [...]
Víctor San Juan. La batalla naval de las Dunas. 2007. (págs. 66 y 67)

Además, un sistema sofisticado de escolta y de inteligencia frustraron la mayoría de los ataques corsarios a la Flota de Indias a partir de la década de 1590: las expediciones bucaneras de Francis Drake, Martin Frobisher y John Hawkins en el comienzo de dicha década fueron derrotadas.

El Imperio otomano, que ya había sido contrincante de Carlos I de España, se volvió a enfrentar al Imperio español. En 1560, la flota turca -que era una potencia de primer orden- había derrotado a los cristianos en la Batalla de Los Gelves. El Sitio de Malta, en 1565, empero, fue fallido y además considerado como uno de los asedios más importantes de la historia militar y desde el punto de vista de los defensores, el más exitoso.
La batalla de Lepanto fue una importante victoria naval de la Liga Santa contra los turcos otomanos. Obra de Paolo Veronese.

En 1570, después de unos años de tranquilidad, los turcos iniciaron una expansión atacando varios puertos venecianos del Mediterráneo Oriental y conquistaron Chipre a Venecia25 con 300 naves y ponen sitio a Nicosia. Venecia pidió ayuda a las potencias cristianas, pero sólo el papa Pío V le respondió. El Papa consiguió convencer al rey de España para que también ayude, y se formó una armada para enfrentarse a los turcos. Esta armada se reunió en el puerto de Suda, en la isla de Candia, en Creta. Esta coalición, conocida como Liga Santa, se enfrentó a la flota turca en el golfo de Lepanto, el 7 de octubre de 1571, librándose la Batalla de Lepanto («la más alta ocasión que vieron los siglos»,j ) que acabó en una gran victoria de los aliados católicos. Así la describe el Marqués de Lozoya:

Durante dos horas se peleó con ardor por ambas partes, y por dos veces fueron rechazados los españoles del puente de la galera real turca; pero en un tercera embestida aniquilaron a los jenízaros que la defendían y, herido el almirante de un arcabuzazo, un remero cristiano le cortó la cabeza. Al izarse un pabellón cristiano en la galera turca arreciaron el ataque las naves cristianas contra las capitanas turcas que no se rendían; pero al fin la flota central turca fue aniquilada.

Después de este combate, los turcos rehicieron la flota de nuevo; la flota turca, otra vez aliada con los piratas berberiscos, seguía siendo la más potente del Mediterráneo.k Durante casi dos años la flota otomana evitó el combate y no fue hasta después de la toma de Túnez y La Goleta por Don Juan de Austria, en 1573, cuando Selim II, sucesor de Solimán el Magnífico, envió una fuerza 250 y 300 naves de guerra y un contingente de unos 100.000 hombres para reconquistar ambas plazas, labor en la perecieron cerca de 30.000 hombres, aunque con resultado satisfactorio. Fue la última gran batalla en el Mediterráneo.

Sin embargo, lo que no había resuelto las batallas y los combates, lo resolvieron la diplomacia y las negociaciones internacionales, para beneficio de ambos imperios. Felipe II veía como se agravaba la guerra en Flandes, y Selim II tenía que hacer frente a la guerra con Persia. Ambos se encontraban librando campañas militares en otras fronteras, y ninguno se sentía con la fuerza suficiente para continuar el conflicto. Convencidos de la distinta situación que ambos imperios vivían, decidieron firmar una serie de treguas que terminaron por alejar definitivamente la guerra en el Mediterráneo durante unos cuantos años.

Felipe II continuó con la expansión en tierras americanas e incluso se agregaron a la Corona las islas Filipinas, conquistadas por Miguel López de Legazpi, (1565–1569) quien las denominó así en su honor. La colonización española de las islas codiciadas también por ingleses, holandeses y portugueses no se aseguró hasta 1565 cuando Miguel López de Legazpi, enviado por el Virrey de Nueva España construyó el primer asentamiento español en Cebú. La ciudad de Manila, capital del archipiélago, se fundó por el propio Legazpi en 1571. Una vez descubierto el circuito de corrientes oceánicas y vientos favorables para la navegación entre América y Filipinas, se estableció la ruta regular de flotas entre Manila y Acapulco, México, conocida como el Galeón de Manila.Florida fue colonizada en 1565 por Pedro Menéndez de Avilés al fundar San Agustín y al derrotar rápidamente un intento ilegal del capitán francés Jean Ribault y 150 hombres de establecer un puesto de aprovisionamiento en el territorio español. San Agustín se convirtió rápidamente en una base estratégica de defensa para los barcos españoles llenos de oro y plata que regresaban desde los dominios de las Indias.

En el Pacífico sur, frente a las costas del actual Chile, Juan Fernández descubrió una serie de islas entre los años y 1563 y 1574.m Le puso su propio nombre a ese archipiélago, quedando finalmente conocidas como Archipiélago Juan Fernández. Los primeros europeos en llegar a las islas que hoy son Nueva Zelanda lo hicieron en el probable viaje de Juan Jufré y del marino Juan Fernández a Oceanía, ocasión en la cual habrían descubierto Nueva Zelanda para España, a finales de 1576; éste suceso se basó en un documento que se presentó a Felipe II y en vestigios arqueológicos (cascos estilo español) encontrados en cuevas en el extremo superior de la Isla Norte.

Se meditó incluso la conquista de China para el imperio Español durante su reinado. Como demuestra una carta del gobernador y el arzobispo de Filipinas en la que ambos le comentaban que si les enviaba 5.000 hombres y 30 buques podrían hacer con China lo que Hernán Cortés había hecho en México. Sin embargo, Felipe II nunca llegó a responder a esa carta. Sobre esto hay un ameno libro de Jesús Maeso de la Torre La caja china, entretenido y aunque novelado da una pequeña idea sobre este Rey y la China de aquellos tiempos

Se ampliaron los dominios en África. Mazagán, incorporada al imperio por que era una colonia portuguesa, al igual que Casablanca, Tánger, Ceuta e Isla de Perejil. Se reconquistó a los árabes el Peñón de Vélez de la Gomera, en una operación a cargo de García Álvarez de Toledo y Osorio, marqués de Villafranca del Bierzo y Virrey de Cataluña. Además, debido a la anexión de Portugal, también se añadieron las colonias que este territorio poseía en Asia: Macao, Nagasaki y Malaca.


Fue un hombre considerado como inteligente, muy culto y formado, aficionado a los libros, la pintura y el coleccionismo de obras de arte, relojes, armas, curiosidades, rarezas y muy especialmente a la arquitectura. Era un gran aficionado a la caza y la pesca.

La mayor parte de su vida su salud fue delicada. Padeció numerosas enfermedades y durante sus diez últimos años de vida la gota le tuvo postrado. Llegó a perder la movilidad de la mano derecha sin poder firmar los documentos. Comulgó por última vez el 8 de septiembre, ya que los médicos se lo prohibieron a partir de ese momento por miedo a ahogarse al tragar la hostia. A las cinco de la madrugada del domingo 13 de septiembre de 1598 fallecía en el Monasterio de El Escorial el monarca más poderoso de la tierra en aquel momento, en cuyos dominios nunca se ponía el sol. Tenía 71 años y su agonía duró 53 días, en los que sufrió varias enfermedades: gota, artrosis, fiebres tercianas, accesos e hidropesía entre otras. Fue sepultado en el Monasterio del Escorial, que él había ordenado construir.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 07 Jun 2015 23:47

D. ALVARO DE BAZAN, Almirante de España


Álvaro de Bazán y Guzmán (Granada, España; 12 de diciembre de 1526 – Lisboa, Portugal; 9 de febrero de 1588), "I Marqués de Santa Cruz, grande de España, señor de las villas del Viso y Valdepeñas, comendador mayor de León y de Villamayor, Alhambra y La Solana en la Orden de Santiago; miembro del Consejo de su Majestad Felipe II, Capitán General del Mar Océano y de la gente de guerra del reino de Portugal" fue un militar y almirante español del siglo XVI célebre por el uso de galeones de guerra y por utilizar por primera vez infantería de marina para realizar operaciones anfibias


Hijo del prestigioso marino Álvaro de Bazán 'el Viejo', nació en Granada el 12 de diciembre de 1526. Gracias a la influencia de su padre, el rey Carlos I le entregó el hábito de Santiago a los 2 años de edad y en 1535 lo nombró Alcaide de Gibraltar. Siendo muy joven embarcó con su padre, comenzó su aprendizaje como hombre de mar y en 1544 participó por primera vez en un combate naval en las costas de Galicia, obteniendo una gran victoria sobre corsarios franceses.

En 1554 organizó una armada en Laredo para combatir a los franceses en el Atlántico. Más adelante se dedicó a proteger los barcos de Indias al recalar en la Península y en 1556 se enfrentó a dos buques ingleses que estaban en cabo Agüer con armas para los moros de Fez, a los que apresó y quemó varias embarcaciones menores. En mayo de 1562 fue nombrado capitán general de 8 galeras y una fragata para la guarda desde el Estrecho de Gibraltar hasta el cabo San Vicente.

En 1563 acudió en socorro de Orán y Mazalquivir contra los berberiscos, y apresó 8 corsarios ingleses en Gibraltar. En 1564 participó en la conquista del Peñón de Vélez de La Gomera. Más adelante cegó la ría de Tetuán hundiendo en la entrada barcazas con piedras y mortero, y acudió en auxilio de Orán y Malta contra los turcos.

Tras el desastre de Los Gelves, en el que no participa, acude con sus galeras en apoyo a las guarniciones de Orán y Mazalquivir, durante el sitio otomano de 1563, salvando las plazas de caer en manos berberiscas10 .

En estos tiempos Badis y el peñón de Vélez de la Gomera se habían convertido en un nido de piratas turcos y berberiscos. El 23 de julio de 1563 zarpó de Málaga una flota compuesta por 50 galeras bajo el mando de Sancho de Leyva. Se efectuó un desembarco en la costa próxima al peñón de forma un tanto desorganizada y tras algunas escaramuzas, Sancho de Leyva consideró prudente ordenar la retirada. Casi todos los oficiales apoyaron su opinión, pero no así Álvaro de Bazán, quien observó que abandonar sería ir contra las órdenes del rey y daría moral a los berberiscos y turcos. A pesar de todo, Sancho de Leyva ordenó el reembarco de las tropas12 . A principios de agosto la armada estaba de vuelta en Málaga.
Fortaleza de Vélez de la Gomera.

Tras la marcha, los piratas volvieron a atacar las costas españolas con más insistencia, por lo que Felipe II insistió en la necesidad de tomar Vélez de la Gomera. Pasado un año se emprendió de nuevo el intento. En esta ocasión la flota tenía 100 navíos bajo el mando de García Álvarez de Toledo y Osorio, quien contó con Álvaro de Bazán como lugarteniente12 . La flota zarpó de Málaga el 29 de agosto de 1564 y la empresa fue un total éxito, quedando el 6 de septiembre en manos españolas en un combate que causó pocas bajas a las tropas españolas.

El Imperio Otomano intentó dar un golpe de mano tomando Malta, con la intención de que le sirviese de base para la posterior conquista de Sicilia. La resistencia heroica de los malteses detuvo a la formidable flota de Piali Pachá. El socorro de la plaza por las tropas españolas fue mérito casi exclusivo de Álvaro de Bazán, quien siguió adelante con la empresa de apoyo a pesar de la reticencia de gran parte de la corte de Felipe II.
Sitio de Malta en 1565.

En 1566 fue nombrado Capitán General de las Galeras de Nápoles y poco después, el 19 de octubre de 156911 , Felipe II le concede el título de Marqués de Santa Cruz por sus méritos, aunque se cuenta que ganó el título cuando el rey se compadeció de él al verlo estar al sol y le mandó cubrirse, y al agradecérselo aquél, el monarca le dijo: «por el sol, Señor marqués, por el sol».

Durante estos años se dedicó a patrullar las costas italianas, reduciendo notablemente los ataques corsarios.
En 1568 obtuvo el nombramiento de capitán general de las galeras de Nápoles, con las que tomó parte en muchas operaciones. El 19 de octubre de dicho año Felipe II le concedió el título de Marqués de Santa Cruz.

Al mando la escuadra de reserva formada por 30 galeras: 15 españolas, 12 venecianas y 3 del Papa, destacó por su actuación en el combate de Lepanto el 7 de octubre de 1571 a las órdenes de D. Juan de Austria.

Se situó con su escuadra por detrás de la línea formada por las restantes escuadras de la Liga Santa, preparado para acudir a donde a su juicio fuese más necesario. Y así lo hizo Bazán, traspasando arcabuceros a la galera de D. Juan de Austria, participando en el ataque a la “Sultana” turca, y al final, desplazándose con rapidez hacia el ala derecha para enfrentarse con la escuadra de Uluch-Ali.

En 1572 tuvo otra destacada actuación en Navarino, donde apresó al abordaje la galera capitana de Argel. En 1573 mandó la coalición que conquistó Túnez, y en 1576 obtuvo otra gran victoria en la isla de los Querquenes, cercana a Trípoli. Por estas acciones obtuvo en 1576 el nombramiento de capitán general de la escuadra de galeras de España.

Con la unión de Portugal a la corona española de Felipe II, se produjeron levantamientos portugueses contra los que Bazán tuvo una decisiva intervención. En 1580 participó en la ocupación de Lisboa. Y el 26 de julio de 1582, con inferioridad de barcos y medios, derrotó en la isla Terceira (San Miguel, Azores) a la escuadra francesa de Philippe Strozzi que era aliada de los rebeldes portugueses. Más tarde ocupó la isla y consiguió la pacificación de las Azores. En premio, Bazán fue nombrado capitán general de la Mar Océana y recibió la categoría de Grande de España.

En 1585, Felipe II le encargó la preparación de una gran armada para invadir Inglaterra, y cuando estaba desarrollando su labor, en la que encontró grandes dificultades, falleció en Lisboa el 9 de febrero de 1588.

Sus restos descansan en el palacio del Viso de Marqués, Ciudad Real; un palacio renacentista con pinturas al fresco de sus hazañas y escenas mitológicas, construido en terrenos de su propiedad en el pueblo manchego del Viso del Puerto, que pasó a llamarse Viso del Marqués. Hoy es palacio, museo y Archivo Histórico de la Armada muy visitado. Álvaro de Bazán lo construyó lejos de la mar y en principio en un lugar impropio para un marino, pero tenía la ventaja de que se encontraba en un punto central entre la corte de Madrid y las bases de sus galeras en Cartagena, Cádiz y Lisboa. Aunque por el Viso dicen que:

“El Marqués de Santa Cruz
hizo un palacio en el Viso
porque pudo
y porque quiso”.

Siempre vencedor

Bazán nunca fue derrotado; siempre fue vencedor. Entre sus muchas conquistas se pueden citar: 25 villas, 2 ciudades y 8 islas rendidas; 36 castillos y fuertes tomados; y 44 galeras, 1 galeaza, 99 barcos redondos, 27 bergantines, 21 galeotas y 10 barcos de menores apresados. Para cantar su valor, méritos y victorias, en 1588, Lope de Vega dedicó a D. Álvaro de Bazán la siguiente poesía:

“El fiero turco en Lepanto,
en la Tercera el francés,
y en todo mar el inglé,
tuvieron, de verme, espanto.
Rey servido y patria honrada
dirán mejor quién he sido,
por la cruz de mi apellido
y con la cruz de mi espada”.


Álvaro de Bazán, excelente marino al que Miguel de Cervantes llamó “padre de los soldados” (cap. XXXIX de El Quijote: la capitana de Nápoles, llamada La Loba, regida por aquel rayo de la guerra, por el padre de los soldados, por aquel venturoso y jamás vencido capitán don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz), era de buena presencia, moreno, de cara alargada y ojos grandes, y de barba poco espesa. De gran valor e inteligencia, dio muestras de su capacidad en las acciones en las que participó. Por otra parte, fue él el autor del diseño de los grandes galeones que realizaban el largo viaje atlántico hasta Nueva España (México). A partir de 1564 inició la construcción, en sus dominios de El Viso, de un palacio renacentista que hoy es el Archivo General de la Marina. Así hoy en día se da el contraste de que en los llanos de La Mancha, en el centro de la península, se encuentre el Archivo General de la Marina.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 07 Jun 2015 23:48

P.D.

En el día de hoy una fragata de la Armada Española lleva su nombre,
Aquí la más principal
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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 10 Jun 2015 01:06

ALEJANDRO FARNESIO



Hijo de Octavio Farnesio, nieto del Papa Pablo III, y de Margarita de Austria, hija bastarda del Emperador Carlos V, Alejandro pasó su adolescencia en Madrid bajo invitación de su tío materno, Felipe II. Tras estudiar en Alcalá de Henares junto al infante don Carlos –luego llamado el príncipe maldito– y de don Juan de Austria, sus vínculos con la corona hispánica quedaron fuertemente arraigados. No obstante, las obligaciones con el ducado de su padre, Duque de Parma, le alejaron por el momento de la esfera hispánica. En 1571, cuando su tío y gran amigo don Juan de Austria fue puesto a la cabeza de la Santa Liga, Alejandro Farnesio acudió a su lado.

Si bien a mediados del siglo XVI cada vez se hacía más imprescindible proteger la integridad física del comandante del ejército, aún había generales –incluso monarcas, como Carlos V– que continuaban encarnando la tradición medieval de colocarse en primera fila durante la batalla. El Gran Capitán no había dudado en enfundarse su armadura en múltiples ocasiones; el duque de Alba había protagonizado acciones en su juventud a pie de campo; y cuando la costumbre medieval empezaba a extinguirse, una pareja de jóvenes generales, hambrientos de combate, se empeñaron en sostenerla por última vez. Su leyenda comenzó a escribirse en Lepanto.

Conocemos pocos detalles del ejercicio de Alejandro Farnesio en Lepanto, pero nos consta que acompañó a Juan de Austria en la galera La Real. Probablemente, como bisoño en el combate y dadas las circunstancias de la lucha entre galeras, la integridad de Farnesio debió quedar expuesta repetidas veces; el propio don Juan de Austria estuvo cerca de ser herido y por pocos metros evitó cruzar acero con el comandante turco. La experiencia de Farnesio debió ser similar puesto que las galeras dejaban escaso espacio para guarnecerse.

Otra vez alejado de los intereses hispánicos, en 1578, Alejandro Farnesio fue reclamado por don Juan de Austria, junto a los Tercios Castellanos, para acudir a Flandes. El héroe de Lepanto, que había tratado de alcanzar una solución por la vía pacífica, acabó pidiendo, hastiado de las falsas promesas rebeldes, el regreso de los Tercios viejos. En el primer encuentro, la batalla de Gembloux, 17.000 soldados del bando hispano se impusieron a 25.000 rebeldes holandeses –en realidad era un mosaico de nacionalidades, como los propios Tercios–. No obstante, la batalla había comenzado en contra de los intereses hispanos, cuando un capitán español se excedió en sus órdenes y avanzó en demasía, auspiciando que los rebeldes los flanquearan. Alejandro Farnesio, al frente de la caballería, se encargó de alejar las dudas.

Antes de iniciar la carga que determinó la batalla, Farnesio se dirigió a su paje:
“Id a Juan de Austria y decidle que Alejandro, acordándose del antiguo romano, se arroja en un hoyo para sacar de él, con el favor de Dios y con la fortuna de la casa de Austria, una cierta y grande victoria hoy”.

La victoria fue de entidad, con 34 banderas capturadas y 10.000 bajas holandesas. Sin embargo, don Juan de Austria no estaba nada contento con la actuación de Alejandro Farnesio que había arriesgado su vida en las repetidas cargas “como si fuera un soldado y no un general”. El Rayo de la Guerra replicó a su tío que “él había pensado que no podía llenar el cargo de capitán quien valerosamente no hubiera hecho primero el oficio de soldado”. Y así lo hizo en posteriores intervenciones, siempre a la vanguardia del ejército, acompañado de la infantería de elite: los soldados castellanos.


La amistad de Farnesio y Juan de Austria continúo hasta la inesperada muerte del segundo en Namur. El héroe de Lepanto dejaba tras de sí una carrera militar en ciernes, y un rompecabezas en forma de país. Felipe II confirmó a Alejandro Farnesio como Gobernador de Flandes, el cual acertaría en las dosis correctas de mano dura y diplomacia. La solución definitiva nunca pareció más cerca que bajo su gobierno

Para desplegar sus planes de pacificación, el general italiano primero necesitaba alcanzar una posición de altura a través de una implacable campaña, que vería su punto álgido en la conquista de la provincia de Brabante. Durante ésta se volvió hacer evidente la “temeridad” de Farnesio en al menos 3 ocasiones que le pudieron arrancar la vida.

La primera de ellas se produjo durante el largo sitio a la ciudad de Maastricht. Tras las obras de asedio de rigor, Farnesio, suponiendo menor resistencia, lanzó a la infantería española –para los asaltos y operaciones complicadas siempre la requería– contra las fuerzas sitiadas que la rechazó con un alto coste en vidas para los asaltantes. Entre las bajas se encontraba un pariente de Alejandro Farnesio, Fabio, lo cual provocó la ira del joven general: “Yo voy allá. Yo mudare como general la fortuna del asalto, mudando el orden de asaltar; o como soldado más con mi sangre que con el mando”. Aunque sus oficiales próximos consiguieron que desistiera de sus palabras –más tarde, Felipe II le reprendería por su actuación colérica–, no consiguieron apaciguar su determinación de alcanzar la victoria.

Con estos ánimos se intensifico el asedio; en las obras, que pronto darían sus primeros frutos, Alejandro ocupó posiciones muy expuestas –estuvieron cerca de herirle– y colaboró, pala en mano, con los soldados. Tras un nuevo asalto, esta vez exitoso, el General Farnesio cayó enfermo de lo que todos suponían la peste. Luego de recuperarse milagrosamente, la infantería le rogó que entrara en desfile triunfal sobre la ciudad, cuyos defensores habían rendido la ciudadela interior. Una importante lección dejaba el asalto: las obras de ingeniería pueden reducir al mínimo los riesgos de un asalto. En Amberes, donde volvería a exponer su persona, se pondría especial énfasis en este aspecto.

Por el momento, las prioridades militares debían claudicar ante las necesidades políticas. Alejandro Farnesio había logrado aunar a las provincias católicas en una misma empresa, la Unión de Arrrás, cuyo primer punto exigía, de nuevo, la retirada de los Tercios Castellanos. Tras conformar un bisoño ejercito con los nativos, Alejandro Farnesio realizó sendas acciones militares; la principal, el asedio de la ciudad de Tournay. Las tropas valonas –los católicos– se comportaron con disciplina durante las obras de asedio pero titubearon a la hora del asalto. Cuando una compañía valona de 50 soldados alcanzó el primer baluarte defensivo, en vez de atrincherarse, los soldados se quedaron festejando la acción; los holandeses abrieron fuego causando un baño de sangre. Mientras, Alejandro Farnesio, furioso por los retrasos, instaba a los artilleros a acelerar sus labores. En esas estaba cuando un ráfaga de artillería enemiga bombardeo su posición. Debajo de tres cadáveres apareció el general bañado en sangre, herido en la cabeza y el hombro. A su vez, los asaltos posteriores se saldaron con idéntica suerte hasta que la ciudad se rindió más por cansancio que por miedo. Alejandro Farnesio, herido y frustrado, echaba en falta a su infantería más dispuesta.


Alcanzado este punto, fueron los nobles valones quienes pidieron el regreso de los Tercios. Pero antes de que estos llegaran, el malogrado asalto a la ciudad de Ooudenarde, volvió a colmar la paciencia y la salud de Farnesio. Durante el asedio, los mercenarios alemanes organizaron un motín –algo que los españoles jamás hubieran hecho, nunca mientras la batalla estuviera en curso–, obligando a Alejandro a ocuparse en persona. “Ve que no apaciguándose en presencia de su general, dos soldados, arrebatándole de la mano al alférez la bandera, la estrellaron contra el suelo. Entonces, Alejandro, ardiendo en coraje, partió en carrera con el caballo, y apartando con la espada las picas alemanas, rompiendo por el escuadrón, esparciendo a entrambas manos, terror y heridas, penetró hasta alcanzar al soldado que estaba más cerca del alférez, lo sacó arrastrando fuera del escuadrón, y mandó al punto que lo ahorcasen”. Aquella jornada, otros veinte soldados fueron ahorcados y las protestas quedaron mudas; no obstante, la campaña aun depararía un hondo sobresalto. Mientras Alejandro Farnesio y sus oficiales comían al aire libre, un cañonazo arrancó la cabeza de uno de los comensales, otro perdió un ojo, y otro recibió graves heridas en el rostro. Salpicado de sangre, el general imperial se negó a mudar su posición: “Estoy a tiro de cañón mas no a tiro del temor”.

Asedio a la ciudad de Amberes

Con la vuelta de los españoles la causa católica recobró la senda de victorias. A tal punto se elevó el entusiasmo que Alejandro Farnesio eligió una presa de mayor calado para su siguiente movimiento. A principios de siglo XVI, la ciudad de Amberes, puerta del comercio americano, había sido una de las principales urbes de Europa; a finales de siglo, la ciudad, tras ser asolada en el famoso saqueo de 1576, había quedado en un segundo plano económico, pero seguía contando con un sistema de fortificaciones que no conocía parangón en todo el continente y que tenía por objeto proteger a una población de 100.000 personas. Una presa a la medida de un cazador temerario.

Sería complicado desarrollar en pocas líneas los pormenores de un asedio que se considera, junto al de Breda por Ambrosio Spínola, una de los cercos más esforzados de la historia de la guerra. Basta resumir –quizás en otra ocasión escribamos un artículo en exclusiva- que 10.000 soldados acometieron una monumental serie de obras: empezando por un canal de 14 millas de longitud para drenar parte de las aguas que rodeaban la ciudad; y siguiendo por el célebre puente, compuesto de 32 barcos unidos entre sí, que permitió a los españoles acceder a la muralla principal de Amberes. Si cabe mencionar un desagradable incidente que, una vez más, por poco cuesta la vida del intrépido general. Estando la construcción del puente en su última fase, los defensores lanzaron tres barcos-mina hacia él, de los cuales solo uno alcanzó a encallarse contra el puente. La explosión causó la muerte de 800 soldados católicos y la onda expansiva envió a Alejandro Farnesio varios metros despedido. Con todo, las heridas no revistieron gravedad.

Como era frecuente en Flandes, el asedio a Amberes deparaba nuevos contratiempos a la vuelta de la esquina. El último de ellos fue el temible contraataque rebelde que arrojó con furia sus mejoros tropas y sus 160 barcos restantes para evitar la pérdida de la ciudad. El ataque estuvo cerca de alcanzar su objetivo, pero de nuevo la infantería castellana, secundada por la italiana, rechazó el ataque. El propio Alejandro Farnesio, con espada y broquel, se unió a la primera línea de combate entonando: “No cuida de su honor ni estima la causa del rey el que no me sigue”. La jornada terminó con los holandeses huyendo en desbandada, muchos encallados a causa de la marea baja, la cual auspició la captura de 28 navíos enemigos.

Finalmente, en agosto de 1585, las tropas españolas entraban en Amberes. Los gobernadores habían decidido rendir la ciudad unos días antes; amén de las generosas condiciones que el general Farnesio planteaba. La noticia corrió por Europa. “Nuestra es Amberes” anunció un emocionado Felipe II a su hija Isabel Clara Eugenia a altas horas de la noche; en pocos episodios se recuerda al monarca tan exultante.

El Rayo de la Guerra, premiado con el Toisón de Oro por Felipe II, continúo con las hostilidades en Flandes los siguientes 7 años, donde su mayor avance fue de carácter político. Para muchos historiadores, lo que hoy conocemos como Bélgica tiene su origen en este periodo, gracias a las maniobras políticas de Farnesio, que bien puede considerarse el padre de la patria belga.

A pesar del esfuerzo, Alejandro nunca pudo ver acabada su proyecto político, y con su muerte, el Imperio Español desperdició su última oportunidad de derrotar militarmente a Holanda –ya entonces llamada Provincias Unidas-. Gran parte de culpa la tuvo Felipe II, siempre empeñado en encontrar empresas mesiánicas donde arrojar los recursos que tanto se requerían en Flandes. La conquista de Portugal de 1580 obligó a desviar tropas y fondos, la Armada Invencible forzó al ejército de Flandes a abandonar numerosas guarniciones; y en 1593, la Guerra Civil de Francia se llevó la vida de Alejandro Farnesio que había acudido en contra de su voluntad, mientras sus enemigos aprovecharon para recuperar ciudades en Flandes. Como no podía ser de otra forma, la muerte de Farnesio, el 3 de diciembre de 1593, por hidropesía, fue motivada por la herida, mal curada, de un disparo de arcabuz que recibió mientras supervisaba el asedio en la ciudad francesa de Caudebech.

Alejandro Farnesio no podía evitar arriesgar su alma, disfrutaba de todos los aspecto de la vida militar. Nada se le puede reprochar, no era la mejor decisión militar, pero iba impresa en su carácter, y daba cuenta de la clase de coraje que gastaba. Temerario en la batalla, desprovisto de complejos ante su monarca, un descaro de talento al servicio del Imperio español.

Actualmente un Tercio de la Legión Española, lleva su nombre, el Tercio Alejandro Farnesio 4º de la Legión.

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hazaña es obedecer,
y el modo cómo ha de ser
es ni pedir ni rehusar.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 10 Jun 2015 01:21

DON JUAN DE AUSTRIA

Don Juan de Austria (Ratisbona, 24 de febrero de 1545 ó 1547 – Bouge, 1 de octubre de 1578), hijo ilegítimo del rey Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, y de Bárbara Blomberg; fue miembro de la Familia Real Española, militar y diplomático durante el reinado de su hermano por vía paterna, Felipe II.

Don Juan de Austria completó su educación en la Universidad de Alcalá de Henares, donde acudió con dos jóvenes poco mayores que él: sus sobrinos, el príncipe Carlos y Alejandro Farnesio, hijo de Margarita de Parma, otra hija ilegítima del Emperador Carlos.

Tuvieron como maestro a Honorato Hugo, discípulo de Luis Vives. En 1562, aparece la «Casa de Don Juan de Austria» en el presupuesto de la Casa Real, asignándosele 15.000 ducados, lo mismo que a la princesa Juana.

En 1565, los turcos atacaron la isla de Malta. Para acudir en su defensa, se formó una flota en el puerto de Barcelona. Don Juan de Austria solicitó al rey permiso para unirse a la armada, pero le fue denegado. A pesar de ello, don Juan escapó de la corte y se dirigió a Barcelona, sin poder alcanzar la flota. Sólo una carta de su hermano le hizo desistir de su plan de cruzar por el sur de Francia hasta llegar a tierras italianas para alcanzar la flota de García de Toledo.

Visto que su hermano no tenía inclinación por la carrera eclesiástica prevista por su padre, el rey Felipe II lo nombró Capitán General de la Mar. Como ocurriría a lo largo de su vida, lo rodeó de consejeros de confianza, como don Álvaro de Bazán (almirante) y don Luis de Requesens y Zúñiga (vicealmirante).

La Rebelión de las Alpujarras

Un decreto fechado el 1 de enero de 1567 obligaba a los moriscos que vivían en el Reino de Granada, en particular en la zona de las Alpujarras, a abandonar totalmente sus costumbres, lengua, vestido y prácticas religiosas. La aplicación de la norma provocó que, ya en abril de 1568, se planease una rebelión abierta. A finales de ese año, casi doscientos pueblos empezaron la revuelta.

El rey destituyó al marqués de Mondéjar y nombró a don Juan de Austria Capitán General, esto es, comandante supremo de las fuerzas reales. Puso a su lado consejeros de confianza con los que debía deliberar, entre ellos Requesens. El 13 de abril de 1569 llegó don Juan a Granada.

La política de deportación agravó la situación. Para lograr mayor efectividad, don Juan solicitó a su hermano autorización para pasar a la ofensiva. El rey se la concedió y don Juan salió de Granada al frente de un ejército. A finales del año 1569 había logrado pacificar Güéjar y puso sitio a Galera. La situación se estancó: era una fortaleza difícil de tomar. Don Juan de Austria ordenó el asalto general, haciendo uso de la artillería y de estratégicas minas. El 10 de febrero de 1570 entró en la villa, matando a sus habitantes, hombres, mujeres y niños, y luego la asoló, sembrándola de sal. Marchó después sobre la fortaleza de Serón, en donde recibió un balazo en la cabeza, y fue herido don Luis de Quijada, quien falleció una semana más tarde, el 25 de febrero, en Caniles. Pronto tomó Terque y dominó todo el valle medio del río Almería.

En mayo de 1570, don Juan de Austria negoció la paz con El Habaquí. En el verano y el otoño de 1570 se efectuaron las últimas campañas para doblegar a los rebeldes. En febrero del año 1571, Felipe II firmó el decreto de expulsión de todos los moriscos del reino de Granada. Las cartas de don Juan describen estos exilios forzosos de familias enteras, mujeres y niños, como la mayor «miseria humana» que pueda retratarse.
Lepanto
Don Juan de Austria, vencedor de la Batalla de Lepanto, escultura en Ratisbona. La estatua es una copia de 1978 del modelo original de 1572 que se encuentra en la Plaza de Lepanto en Mesina.


Batalla de Lepanto

La Liga Santa fue un proyecto que, desde 1568, había alentado el papa San Pío V y respecto al cual Felipe II era reacio. En el año 1570, sin embargo, resuelta prácticamente la cuestión de los moriscos, Felipe II aceptó unirse a Venecia y el Papado contra los turcos. A la monarquía española le interesaban objetivos cercanos como Túnez, pero los otros coaligados se inclinaban por la defensa de Chipre, atacada por Selim II en el verano de 1570. Aunque no pudo determinar el objetivo de la flota, Felipe II sí impuso el mando de don Juan de Austria.

La Liga se firmó el 20 de mayo de 1571. La noticia llegó en junio a Madrid, y el rey se demoró veinte días para redactar las instrucciones concretas que debía llevar su hermano. De nuevo, pondría a su lado personas de confianza a las que continuamente debía consultar; entre ellos, Luis de Requesens y su compañero de Alcalá de Henares Alejandro Farnesio. La flota española se reunió en Barcelona, donde don Juan de Austria tuvo que esperar hasta el 20 de julio para que llegaran sus sobrinos, los archiduques Rodolfo y Ernesto, a los que trasladó hasta Génova. La flota llegó a Nápoles el 8 de agosto para avituallarse. Pío V mandó a don Juan el estandarte de la Liga, quien lo recibió solemnemente en un acto celebrado en la iglesia de Santa Chiara. A finales de agosto, la flota llegó a Mesina, donde se concentró la armada de la Liga. Allí don Juan pasó revista y recibió el jubileo, con el resto de los miembros de la Armada.

Don Juan de Austria convocó consejo de guerra en su nave capitana para decidir el curso de la acción. Famagusta había caído a principios de agosto. Una derrota de la Liga significaría dejar absolutamente desprotegidas las costas mediterráneas de España e Italia frente a los turcos. Don Juan defendió la idea de una guerra agresiva: buscar a la flota turca allá donde estuviera y destruirla; este era el plan apoyado por marinos expertos, como Álvaro de Bazán. Don Juan consiguió imponerse frente a las posturas más moderadas, y el 15 de septiembre la flota salió de Mesina en dirección al Mediterráneo oriental.

La batalla se libró el 7 de octubre de 1571 en el golfo de Lepanto, donde los turcos se habían refugiado. Las galeras bajo el mando directo de don Juan se situaban en la parte central de la formación.

La actuación de don Juan de Austria fue decisiva para la victoria de la Liga, por su resuelta búsqueda de la victoria y su valentía personal en este tipo de batallas, mezcla de naval y terrestre pues una vez abordadas las naves se luchaba cuerpo a cuerpo. Así lo señalan historiadores como Braudel o M. Fernández Álvarez, y testimonian contemporáneos como Miguel de Cervantes.

Para los turcos, Lepanto significó la pérdida de su armada, siendo la peor derrota sufrida por el sultán desde la batalla de Angora (1402), y una amenaza inmediata de invasión de sus territorios. Para la monarquía española y las repúblicas italianas, alejó el peligro que representaba el turco en el Mediterráneo Occidental. Además, se produjo una ganancia inmediata en forma de botín, obteniéndose un impresionante número de galeras. Con ellas, la flota española se hizo la más poderosa del Mediterráneo, si bien no pudo explotar esa ventaja debido a la escasez de remeros. En efecto, don Juan de Austria liberó a los cristianos que remaban en las galeras turcas (se calcula que eran unos 15.000) y, además, a los galeotes de las galeras españolas que actuaron lealmente en el combate.

Túnez e Italia


La victoria de Lepanto transformó a don Juan de Austria en un héroe en el contexto europeo. Al tiempo, reforzó su ambición: deseaba un reino propio, así como el tratamiento de alteza que sistemáticamente le era negado.

En 1572, una delegación de albaneses ofreció a don Juan el trono. Lo consultó con su hermano el rey, quien le indicó que declinase la oferta, pero que no dejase las relaciones con los albaneses. Con autorización del rey, Don Juan dedicó los meses de julio a octubre a buscar a Uluj Alí, superviviente de Lepanto, sin éxito, pues éste, consciente de la superioridad naval de la armada española, supo evitarlo.

Al año siguiente, la República de Venecia firmó la paz por separado con los turcos. La Liga santa quedaba formalmente rota, y don Juan reemplazó en su nave la bandera de la Liga por la de Castilla. Ahora, la armada española podía seguir sus propios objetivos, y don Juan no desperdició la ocasión: pidió autorización para emprender la conquista de Túnez. Desde La Goleta, fuerte ocupado por un aliado de los españoles, tomó Túnez en una rápida campaña en el mes de octubre de 1573.

Nuevamente se ofrecía la posibilidad de un reino propio, esta vez conquistado por él mismo. Sus ambiciones no eran desconocidas, pues el propio papa Gregorio XI se dirigió al rey Felipe II a principios de 1574, pidiendo que a don Juan se le invistiera del título de Rey de Túnez. La respuesta fue negativa, aunque el rey aseguró que los méritos de su hermano no dejarían de recompensarse.
Los vencedores de Lepanto: desde la izquierda, don Juan de Austria, Marco Antonio Colonna y Sebastiano Venier.

Era evidente que Felipe II no llegaba a confiar plenamente en las intenciones de su hermano. Utilizó a su secretario, Antonio Pérez, como medio para conocer y controlar las ambiciones de don Juan. Pérez le proporcionó fondos para la flota, y se atribuyó el haberle conseguido el puesto de vicario general en Italia. La permanencia de don Juan en Italia, sin embargo, favoreció que Uluch Alí recuperara Túnez. En estos momentos, la ambición de don Juan de Austria era ya otra: la invasión católica de Inglaterra, el matrimonio con María I Estuardo y conseguir de esa manera un reino propio; este plan parecía contar con el apoyo del papa y los católicos ingleses. Incluso, en un momento dado, fue sondeado por un enviado de la Reina sobre la posibilidad de un matrimonio con la propia Isabel de Inglaterra, de lo cual informó puntualmente al rey Felipe, que manifestó su desaprobación.

Don Juan deseaba ir a Madrid a tratar personalmente el asunto. Pero el rey le ordenó quedarse como vicario general en Italia, donde desarrolló durante todo este año una política de pacificación de las ciudades enfrentadas. Recorrió toda la península italiana, desde Sicilia hasta Lombardía. A finales de ese año, don Juan vio sustituido a su secretario personal, Juan de Soto, por Juan de Escobedo, secretario del Consejo de Hacienda desde 1566 y persona vinculada a Antonio Pérez, quien de este modo pretendía conocer más detalladamente los actos y pensamientos de don Juan. Además, el rey Felipe II conoció durante años el contenido de la correspondencia, supuestamente privada, entre Antonio Pérez y don Juan de Austria, pues la supervisaba e incluso corregía, animando las críticas hacia su persona, para de este modo conocer los pensamientos y planes de don Juan de Austria.

los Paises Bajos

Mientras tanto, los problemas en los Países Bajos se recrudecieron. A la política de dura represión llevada a cabo por el Duque de Alba le siguió la del moderado don Luis de Requesens. Pero Requesens falleció el 5 de mayo de 1576, circunstancia inmediatamente aprovechada por Guillermo de Orange para avivar la rebelión. El Consejo de Estado que interinamente regía el territorio, instó al rey que nombrase con urgencia un nuevo gobernador y que fuese de la familia real.

La elección era evidente: el rey ordenó a don Juan de Austria que se dirigiera inmediatamente a los Países Bajos como gobernador. Don Juan de Austria desobedeció el mandato real y en lugar de eso acudió a Madrid, para conocer las posibilidades del plan inglés, los apoyos que su hermano le iba a ofrecer y en qué condiciones acudiría a Bruselas. Felipe II rechazó de nuevo su petición de concederle el título de infante de Castilla y con ello el ambicionado tratamiento de Alteza Real, pero, a cambio, aceptó su sugerencia de un mando único en sus manos. Sobre una eventual invasión de Inglaterra, Felipe II no se manifestó concluyentemente.

Don Juan de Austria aprovechó la estancia en España para ver a Magdalena de Ulloa. Fue ella quien lo disfrazó para la siguiente etapa de su viaje: iría a los Países Bajos, pero no desde Italia, sino a través de Francia. Para ello, se vistió como criado morisco de un noble italiano, Octavio de Gonzaga. Atravesó Francia y llegó a Luxemburgo, única provincia leal. Allí se encontró con su madre, Bárbara Blomberg. Después de esa conversación, Bárbara Blomberg, que siempre se había negado a vivir en España, aceptó marchar a la Península, donde se le asignó casa y pensión y acabó falleciendo en Colindres.

Los tercios viejos de Flandes, que llevaban meses sin recibir sus pagas, entraron a saco en la ciudad de Amberes, en una jornada terrible que creó la peor de las situaciones posibles a la llegada de don Juan de Austria a los Países Bajos. Llevaba instrucciones, sobre todo, de seguir la política de Requesens y mostrarse conciliador. A fin de ser reconocido como gobernador y de que los rebeldes respetaran la fe católica, aceptó licenciar sus tropas, marchando los tercios viejos a España o a Lombardía, así como respetar las libertades flamencas. Firmó el Edicto Perpetuo el 17 de febrero de 1577. Para mayo parecía que la situación se había pacificado y don Juan de Austria pudo entrar triunfalmente en Bruselas.

Ante esta situación de paz, don Juan de Austria deseó volver a Madrid para tratar el tema de Inglaterra. Envió en junio de 1577 a su secretario, Escobedo, en quien confiaba, para que, a través de Antonio Pérez, lograse su regreso a España o bien obtuviera medios para invadir Inglaterra. El rey rechazó el regreso a España de don Juan de Austria. En ese momento, las circunstancias empeoraron en Flandes. En julio de 1577, don Juan de Austria rompió el pacto y reemplazó las tropas de Namur por alemanes. En agosto ordenó el regreso de los tercios que se encontraban en Milán, pues gracias a la flota de Indias, que llegó a Sevilla en agosto de 1577, el rey disponía de fondos para pagarlos.

En septiembre, Guillermo de Orange planteó su ultimátum: debía entregar todas las ciudades, licenciar las tropas y retirarse a Luxemburgo. Lejos de acceder a lo solicitado, don Juan esperó la llegada de los tercios, al mando de su viejo amigo y sobrino Alejandro Farnesio.

Sus últimos meses

La llegada de los tercios permitió que don Juan emprendiera una ofensiva militar. El 31 de enero de 1578, los tercios viejos derrotaron a los Estados Generales en la batalla de Gembloux, consiguiendo así que gran parte de los Países Bajos del Sur volvieran a la obediencia al rey; se reconquistó todo el Luxemburgo y Brabante. Esta victoria fue insuficiente. Pronto estuvo angustiosamente necesitado de dinero. Dos ejércitos invadieron el Flandes español: uno francés, al mando del duque de Anjou, que desde el Sur tomó Mons; otro, al mando de Juan Casimiro y financiado por la reina Isabel de Inglaterra, desde el Este. Don Juan instó a su secretario, Escobedo, que estaba en España, para que lograra que le enviasen dinero. En los Consejos de Estado y de Guerra, el Duque de Alba advertía de la arriesgada situación, sin hombres y sin dinero. En esta situación se produjo el asesinato de Escobedo el 31 de marzo de 1578. La historiografía actual sostiene que fue planeado por Antonio Pérez con la aprobación del rey, que lo consideró necesario para la monarquía. Los argumentos concretos del secretario para convencer al rey no se conocen, pero los historiadores apuntan a que sin duda debieron girar en torno a las ambiciones de don Juan de Austria y la posibilidad de que decidiera por su cuenta la invasión de Inglaterra, o se aliase con los rebeldes holandeses o que, incluso, regresara a España al mando de las tropas para destituir a Felipe II. No hay en la documentación que se conserva de la época dato o indicio solvente de alguna de estas posibilidades, sino que, en 1578, la principal preocupación de don Juan de Austria era la constante necesidad de tropas y dinero para hacer la guerra en Flandes. Al conocer la muerte de su secretario, don Juan escribió al rey, y en esa carta se evidencia que don Juan comprendió lo que había ocurrido, y que no cabía esperar refuerzos de España.

Los escritos de don Juan de aquella época revelan el estado de depresión en que cayó ese verano, al tiempo que progresaba su enfermedad (tifus o fiebre tifoidea). Algunos días debía incluso guardar cama. Su estado de salud se agravó a finales de septiembre, estando en su campamento en torno a la sitiada Namur. El día 28 nombró sucesor en el gobierno de los Países Bajos a su sobrino Alejandro Farnesio. Escribió a su hermano pidiéndole que respetase este nombramiento y que le permitiera ser enterrado junto a su padre.

Falleció el 1 de octubre de 1578. Le sucedió como gobernador Alejandro Farnesio. Los restos de don Juan de Austria fueron llevados a España y reposan en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Su tumba está cubierta por una estatua yacente de singular belleza que representa al finado ataviado con armadura, y como curiosidad hay que apuntar que por no morir en combate, está representado con los guanteletes quitados. La obra fue modelada por el zaragozano Ponzano y esculpida en mármol de Carrara por el escultor italiano Giuseppe Galeotti.

Actualmente la Legión Española honra su nombre, en el Tercer Tercio de la Legión "Tercio Don Juan de Austria"

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