Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

La historia se escribe con fuego: todo sobre operaciones militares, tácticas, estrategias y otras curiosidades
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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 08 Ene 2018 15:48

La Reconquista de Sevilla


La reconquista de Sevilla, la Isbiliya almohade, por los ejércitos cristianos no debió de ser un trance demasiado agradable para sus habitantes. Fue más de un año de sitio en el que a las evidentes hostilidades bélicas de los sitiadores, hubo que sumar el corte de suministros al que se sometió a la ciudad y, sobre todo, el hecho de que el colofón fuera la pérdida de la ciudad.

Ante el terror, o como mínimo incertidumbre, que esto debió provocar en la población, se entiende que una gran parte de los habitantes de Sevilla abandonaran la ciudad. Fernando III y su hijo y heredero, Alfonso, fueron respetuosos con la ciudad y sus habitantes, tanto los que se fueron como los pocos que se quisieron quedar, pero esto no evitó que tomaran posesión de una ciudad casi despoblada.
La reconquista de Sevilla

Sin embargo, para la historiografía clásica sevillana, y en gran parte para el imaginario local, el asedio y capitulación de Isbiliya fue poco menos que homérico, digno de toda una Iliada a la sevillana. Fernando III, el Agamenón hispánico, fue capaz de reunir un poderoso ejército plural, auténtica OTAN medieval en versión ibérica, en la que había señores vizcaínos, navarros, gallegos, leoneses, cántabros y aragoneses.

Todos ellos unidos por el entusiasmo de recuperar la bella Helena-Sevilla de las garras de los infieles. Y también en el ejército castellano, como en el aqueo, hubo destacados héroes que permitieron la victoria, como el astuto almirante Ramón Bonifaz, el Ulises cántabro, que con una épica incursión río arriba cortó el cordón umbilical a los almohades, rompiendo el puente de barcas y cercenando el suministro a la ciudad sitiada; o el Aquiles castellano, Garci Pérez de Vargas, capaz de enfrentarse él sólo a todo un ejército musulmán.

Con tales héroes y tantas hazañas por parte del ejército cristiano, ¿cómo no iban a derrotar a los aburridos almohades que ni siquiera tenían un cobarde Paris con el que hacer frente a los castellanos? Así que después de más de 14 meses de asedio, totalmente agotada, Isbiliya capituló el 23 de noviembre de 1248 ante las tropas castellanas de Fernando III. Y esto fue el punto culminante del mayor proyecto de expansión de los castellanos en la Baja Edad Media. Se había producido décadas después de la derrota almohade en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), la cual había implicado el debilitamiento del imperio musulmán que había ido perdiendo numerosos territorios en Al-Andalus, y que como consecuencia había vuelto una vez más a la vieja práctica de las taifas.

Aunque Sevilla fue el punto álgido, el avance ni había comenzado ni se detendría en la ciudad del Guadalquivir. Antes habían sido tomadas Murcia, Jaén y Córdoba. Después se continuó hacia el Estrecho y hacia el Algarbe. Pero con Sevilla obtuvieron no sólo una ciudad emblemática, la capital de los almohades en Al-Ándalus, sino también el acceso a las costas del sur de la Península a través de su puerto.

Los monarcas castellanos, primero Fernando III, y posteriormente Alfonso X, lo tuvieron claro, era mucho mejor asumir la ciudad como una estructura lograda para poder aprovechar sus recursos, sus infraestructuras y riquezas, e incorporarlos lo más rápido posible a su propio reino. Los almohades se habían pasado las últimas décadas invirtiendo para dotar a la ciudad de equipamientos y monumentos, no iban a ser ellos los que desaprovechasen todo este esfuerzo. Es más, sucedió que los sevillanos, ya al borde del desahucio, se plantearon fastidiar lo más posible y destruir su gran emblema de ciudad, la Giralda y la Mezquita, para por lo menos afear lo más posible la ciudad antes de entregarla. El infante Alfonso, que lo supo, envió una advertencia: como viera que alguien había movido un ladrillo de sitio, se iba a poner a repartir penas de muerte a puñados. Se salió con la suya, la ciudad llegó intacta a sus manos.

Esta anécdota es de lo más interesante. Lo que cuenta directamente la historia es más o menos curioso, pero lo que se lee entre líneas es bien sustancioso. La Giralda, cuando aún faltan siglos para que adquiera su apariencia y su nombre actuales, ya se ha convertido en un elemento intocable. En el momento en el que Alfonso X la salva, está confiriéndole un carácter sagrado por encima de las demás circunstancias de la ciudad, incluso por encima de las religiones. La torre que fue erigida como símbolo del poder almohade y de su extenso imperio ha dejado de ser eso para transformarse en un emblema del triunfo cristiano que supone conquistar la ciudad que albergaba tan poderoso símbolo.

Pero lo verdaderamente importante es que la transformación de este icono no ha hecho más que empezar, su poder simbólico es tan fuerte que se irá sobreponiendo a cualquier cosa que represente, acabando por representarse únicamente a sí misma, y por extensión a la ciudad que la alberga. El viejo alminar se convertirá en un tótem sevillano que poco a poco irá extendiendo su manto sacralizador al resto de la ciudad. La relevancia de la herencia almohade era enorme.

Que hubiera sido de Sevilla sin unos emblemas como la Giralda y la Torre del Oro, ellas marcáron el carácter y la fisonomía de la ciudad.

Saludos :saluting-soldier: :saluting-soldier: :saluting-soldier:
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Marco Tulio Cicerón.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 08 Ene 2018 16:05

La Batalla del Estrecho


La Batalla del Estrecho fue una serie de enfrentamientos durante la Reconquista de 1274 a 1350, entre los reinos de Castilla, Aragón, el Sultanato Benimerín y el Reino nazarí de Granada que afectó a la zona del Estrecho de Gibraltar. Esta fase se caracterizó por el continuo cambio de alianzas y por las batallas de asedio que sufrieron algunas ciudades como Algeciras, Tarifa y Gibraltar. Tuvo su origen a raíz de la llegada de los castellanos a la zona del Estrecho y la petición de ayuda de los nazaríes al reino norteafricano de los benimerines, quienes a cambio de las plazas de Algeciras y Tarifa desembarcaron en la Península enfrentándose a las tropas castellanas.

Con la decadencia almohade, tras su derrota en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), se sucedieron las rebeliones contra el poder almohade en Al Andalus. Así surgieron los primeros focos importantes en Baeza, liderados por Al-Bayyasi que sometió gran parte de Al-Andalus hasta su asesinato en 1226; en Valencia con Zayyan ibn Mardanish que resistió hasta 1238.

El siguiente foco sería Murcia donde el líder perteneciente a la dinastía hudita llamado Ibn Hud logró apoderarse de la mayor parte de Al-Ándalus, con excepción de Valencia, que permaneció en manos de Zayyan ibn Mardanish. Su poder se extendió a ciudades como Córdoba, Sevilla, Málaga y Almería entre otras. A pesar de su éxtio inicial, Ibn Hud también tuvo que hacer frente a la presión reconquistadora de los cristianos, así Fernando III de Castilla desde Toledo se dirigió con su ejército hacia Úbeda, ciudad que capituló en 1233. Este fracaso evidenció la impotencia de Ibn Hud para contener el avance cristiano por lo que a fin de poder enfrentarse a sus rivales de Sevilla y Arjona acuerda treguas con el rey castellano, pagándole parias de mil dinares diarios. Por otra parte, en el territorio de Arjona se alzó Muhammad ibn Nasr que inmediatamente inicia la expansión territorial tomando Guadix, Baza y Jerez de la Frontera. Las conquistas continúan en 1233 con la adhesión de Porcuna, Córdoba y Jaén, ciudad esta a donde trasladará su capital.

La lucha entre Ibn Hud y Ibn Nasr se centró en Sevilla y Córdoba, ambas ciudades reconocieron a Muhammad ibn Nasr hasta que en 1234 se sublevaron y se unieron a Ibn Hud. Sin embargo Ibn Hud no pudo salvar Córdoba, la capital del antiguo Califato, que cayó en manos de los cristianos el 29 de junio de 1236, conmocionando al mundo musulmán. Ibn Hud acabaría convirtiéndose en vasallo de los castellanos, lo que fomentó la rebelión contra su gobierno. Ibn Hud fue asesinado en Almería en 1238.

Muhammad ibn Nasr aprovecha la coyuntura para tomar sucesivamente, y a lo largo de 1238, Almería, Málaga y Granada donde fijará su nueva capital proclamándose rey con el nombre de Muhammad I. Las pérdidas frente a los cristianos motivaron que Muhammad I consolidara su posición en los territorios pertenecientes a Granada, Almería, Málaga, la campiña cordobesa, algunas plazas de Jaén y la zona del Estrecho.

El avance cristiano

En 1238 Muhammad I consigue el máximo dominio territorial que alcanzará la dinastía nazarí aunque sólo lo mantendrá durante 8 años, ya que esta gran expansión territorial va a despertar el recelo de los reinos cristianos, especialmente del rey castellano Fernando III quien, en la primavera de 1244, conquista Arjona y, tras sitiar infructuosamente Granada durante 20 días, cerca la ciudad de Jaén hasta obligar a Muhammad I a pactar, en 1246, la entrega de la ciudad, a declararse vasallo del rey cristiano.

El avance cristiano de Fernando III se dirigió contra el valle del Guadalquivir. Primero sometió a Córdoba, que capituló el 29 de junio de 1236. Entre 1240 y 1243 sus conquistas se extendieron en abanico sin encontrar apenas resistencia: Almodóvar, Luque, Lucena, Montoro, Aguilar, Baena, Écija, Marchena, Morón, Osuna y Estepa entre otras.

A Fernando III se le plantearon dos frentes, seguir avanzando por Andalucía y Murcia. El primero decidió reservárselo para él y para el segundo envió a su hijo primogénito. El siguiente objetivo era la ciudad de Jaén, importante baluarte defensivo del reino nazarí, que ya había estado bajo asedio en 1225, aunque fracasó. En 1228 volvió Fernando por aquellas tierras con igual resultado y en 1230 volvió a cercar Jaén y los alrededores fueron saqueados. El último sitio se prolongó desde mediados de diciembre de 1245 hasta febrero de 1246. Finalmente, Muhammad ibn Nasr entregó Jaén y reconoció el dominio del rey Fernando de sus tierras, el Reino de Granada, en vasallaje. En 1248 el rey Fernando ordenó el bloqueo por tierra y mar de la ciudad de Sevilla, la capital almohade, que se rindió tras superar las cadenas del río que protegía la ciudad.

En 1248 el príncipe Alfonso comenzó la conquista del Reino Taifa de Murcia que le correspondía en virtud al Tratado de Almizra por lo que las ciudades de Villena, Alicante, Elche, Orihuela, Murcia, Lorca y Cartagena fueron incorporadas a la Corona de Castilla. A partir de 1252 el rey Alfonso X comenzó la campaña para ocupar las tierras próximas al Estrecho, así en 1260 ocupó el Puerto de Santa María, en 1262 conquistó Cádiz y Alcalá de los Gazules y dos años después sometió Jerez y Vejer quedando la zona limítrofe con el reino nazarí.

Los Benimerines

Los Marínidas fueron una tribu nómada del este del Magreb, migraron luego a la cuenca del río Muluya en el sudeste marroquí. Expulsados de su base sureña, los benimerines se movieron al norte guiados por Abu Yahya ibn Abd al-Haqq y tomaron Fez en 1244, convirtiéndola en su capital. Una vez instalados en Fez, declararon la guerra a los debilitados Almohades con la ayuda de mercenarios cristianos. En 1269 Abu Yusuf Yaqub (1259–1286) capturó Marrakech y se hizo con el control de gran parte del Magreb hacia el final de 1268, incluyendo el actual norte de Marruecos, el norte de Argelia y Túnez. El principal escollo de los benimerines para la unificación del Magreb será el sultán de Tlemecén.

La frontera en el Estrecho

En 1265 quedó definida la frontera entre Castilla y el reino nazarí en la zona del Estrecho. Las poblaciones Vejer, Medina Sidonia, Arcos y Alcalá de los Gazules quedaron como baluartes cristianos. Por su parte la línea defensiva nazarí se centraba en Tarifa y las plazas fuertes como Jimena y Castellar que defendían el acceso a Málaga. Otras poblaciones menores eran Algeciras y Gibraltar. El sistema se completaba con una serie de torres almenaras que vigilaban tanto los pasos terrestres como la costa, tales como Torre de los Adalides, Torre de Botafuegos o Torre de Entrerríos

La Batalla por el Estrecho

Con el fracaso de la Revuelta mudejar de 1264, Muhammad I se ve enfrentado a una revuelta de los Banu Asqilula, familia emparentada con los Banu Nars y que controlaba las poblaciones de Guadix, Comares y Málaga, y que contaban con la ayuda cristiana. Ante esta situación solicitó ayuda al sultán benimerín Abu Yusuf, que ya se había enfrentado a los castellanos cuanto estos tomaron la ciudad de Salé en 1260. Pero este no puede acudir al hallarse en guerra contra el reino de Tlemecén.

Pese a la disputa con Castilla, el reino de Granada no rechaza tener una política exterior expansionista en la zona del Estrecho. Así, en 1262 Muhammad I intenta la conquista de Ceuta, ciudad independiente, aunque fracasará estrepitosamente al sufrir una severa derrota.

Las primeras razzias de los benimerines (1275-1279)

Su sucesor Muhammad II conseguirá derrotar a la familia rebelde en 1273. Un año después concertó un tratado con Alfonso X por el que cual, el soberano nazarí daba «250.000 maravedíes para la ida al imperio en plata lo que pudiese y en doblas, contada la dobla a 7 maravedíes».2​ La presión a la que estaba sometido le obligó a solicitar nuevamente ayuda a los benimerines, que esta vez acudieron. Las tropas del sultán Abu Yusuf desembarcaron en Tarifa el 13 de mayo de 12753​ convirtiéndola en su base de operaciones desde donde saquearon los campos próximos a Jerez de la Frontera entre mayo y julio.

Entre agosto y septiembre los benimerines dirigidos por el sultán saquearon las tierras de Sevilla, Córdoba y Jaén; y a su vuelta sorprendieron al adelantado de la frontera en Écija, Nuño González de Lara el Bueno, que fue muerto en batalla. Finalmente Abu Yusuf volvió a saquear los campos de Sevilla y Jerez antes de retirarse, tras conocer que un ejército castellano al mando del infante Sancho se dirigía a su encuentro. Regresó a Marruecos a finales de 1276. Ese mismo año recibió de los nazaríes la población de Algeciras.

En 1277 Abu Yusuf regresó a la península y emprendió razzias contras las poblaciones de Sevilla, llegando a tomar los castillos de Guillena, Cantillana y Alcolea del Río. Su hijo Abu Yaqub dirigió una campaña por el sur donde llegó a saquear Rota, Sanlúcar y el Puerto de Santa María. A finales de año el sultán sometió a sitio a Córdoba, saqueando los arrabales durante tres días,4​ Alfonso X ante este panorama solicitó la paz que fue firmada el 24 de febrero de 1278 en Algeciras. Abu Yusuf regresaba nuevamente a Marruecos.

En 1279 el walí de Málaga, Abu Mahummad ibn Asqilula, perteneciente a la familia rival al poder de los Banu Nasr, murió combatiendo al lado de los benimerines contra los cristianos. Muhammad II creyó que el sucesor entregaría la ciudad a su soberanía, pero este la entregó a los benimerines que establecieron una guarnición en la ciudad.

Las alianzas diplomáticas (1280-1302)

Las relaciones entre los benimerines y los nazaríes se enfrían como consecuencia de la soberanía de Málaga, pero ese mismo año Alfonso X decidió romper la tregua e inicia el sitio de Algeciras. Muhammad preparó una armada y ayudó a su aliado norteafricano. El fracaso castellano se completó con un desastre naval, al tiempo que Muhammad aprovechaba para tomar al asalto Málaga. La situación se complicaba para el sultán nazarí, pues la toma de Málaga le enemistó con el sultán benimarín, a la vez que su participación en el sitio de Algeciras la enemistad de Alfonso X.

Así en 1279 se entrevistaron Alfonso X y Abu Yusuf en la ciudad de Algeciras para concretar una alianza militar contra Granada. Las tropas castellanas asolaron la Vega de Granada hasta su derrota en el desastre de Moclín donde el maestre de Santiago, Gonzalo Ruiz Girón encontró la muerte junto con 2.800 soldados. Los benimerines atacaron la serranía malagueña, poniendo sitio a Ronda y ocupando Cártama, Fuengirola, Coín y Estepona. La paz se alcanzó en 1281 siendo devueltas las poblaciones a los nazaríes.

La sublevación del infante Sancho contra su padre el rey en 1282, fue aprovechada por los nazaríes para concretar una alianza con el díscolo infante. Sin embargo las fuerzas combinadas lo cercan en Córdoba y saquean las tierras de Jaén (1282). La siguiente campaña (abril-mayo de 1283) permitió a los benimerines hacerse con las poblaciones de Coín, Cártama, Estepona y Fuengirola; al tiempo que ponían sitio a Málaga. Muhammad II aprovechó la situación para acercarse al hijo de Abu Yusuf, Abu Yaqub, para que intercediera ante su padre para negociar una paz. La acción tuvo éxito y ese año se firmó una alianza, con ello los benimerines rompieron su alianza con Castilla y saquearon las tierras de Sevilla, Carmona, Écija y sometieron a asedio a Jerez. Ese mismo año Granada firmaba una alianza con la corona de Aragón.

Con la muerte de Abu Yusuf en 1286 le sucedió su hijo Abu Yaqub quien devolvió las plazas conquistadas a Muhammed II, salvo Algeciras, Tarifa y Ronda, y firmó la paz con Castilla. En 1291 Jaime II ponen fin a la enemistad con Castilla y firma el Tratado de Monteagudo que garantizaba seguir la guerra contra los musulmanes. La situación cambia nuevamente cuando los benimerines rompieron la tregua, Sancho IV y Muhammed II firmaron una nueva alianza por el deseo del granadino de obtener las plazas en el Estrecho en manos norteafricanas.

Las tropas castellanas tomaron Tarifa en 1292, pero el rey Sancho IV se negó a ceder la plaza lo que provocó que Muhammad II firmara la paz con los Benimerines (1295). Los benimerines, apoyados por el infante Juan de Castilla que se hallaba en rebeldía contra su hermano Sancho IV, fracasaron en el asedio de 1294 a Tarifa, defendida por Guzmán el Bueno.

El emir nazarí realizó las negociaciones diplomáticas para oponerse al reino de Castilla, aprovechando la minoría de edad de Fernando IV, sucesor de Sancho IV. A la paz con los benimerines, que le permitió recuperar las plazas de Algeciras y Ronda, le siguió la alianza con Aragón en 1296 justo cuando el rey conquistaba el reino de Murcia, aprovechando la crisis entre el rey castellano y los regentes. Muhammad II aprovechó la coyuntura para iniciar una guerra fronteriza (1295-1303) y renovar la alianza con Aragón en 1299.

De la alianza con los benimerines hasta la Tregua de 1331

Muhammad II había conseguido hacerse fuerte frente a Castilla, aliándose con Aragón y con los benimerines, pero la expansión aragonesa por el reino de Murcia (1296-1300) no sentó bien en Granada. El miedo a tener dos vecinos poderosos llevó al emir nazarí a intentar romper la tregua, sin conseguirlo ante la presión aragonesa por renovarlo (1302). La política exterior granadina dio un giro importante con el nuevo emir, Muhammad III, quien si previo aviso firmó un nuevo tratado con Castilla (1303), convirtiéndose en vasallo del rey Fernando IV.

Muhammad III rompió definitivamente con Aragón cuando ordenó una razzia que llegó hasta el sur de Valencia en 1304. Dos años después emprendió la conquista de Ceuta, bajo soberanía teórica de los benimerines, e intervino en los asuntos norteafricanos cuando, a la muerte de Abu Yaqub (1307), envió al príncipe benemerín Utman b. Abi-l-Ula para luchar por el trono de Marrakech. Al mismo tiempo las coronas de Castilla y Aragón acordaban la paz en el conflicto por Murcia en la Sentencia Arbitral de Torrellas (1304) y el Tratado de Elche (1305), por lo que dejaban en una posición delicada al reino de Granada enemistado con las grandes potencias y a Muhammad III enfrentado al descontento interno.

En 1308 los reinos de Castilla y Aragón acordaron en el Tratado de Alcalá de Henares iniciar la guerra contra Granada. Se aprobó con la anuencia de ambas partes que las tropas del reino de Castilla y León atacarían las plazas de Algeciras y Gibraltar, mientras que los aragoneses conquistarían la ciudad de Almería. En 1309, mediante el Tratado de Fez, se unió a esta coalición el sultán benimerín, interesado en recuperar Ceuta. Las operaciones se iniciaron ese mismo año cuando la flota aragonesa de Jaime II atacó Almería, mientras los benimerines, con ayuda aragonesa según el Tratado de Barcelona recuperaban Ceuta, que se rebeló contra el dominio nazarí. Las tropas castellanas, por su parte, emprendieron el sitio de Algeciras.

La situación en las fronteras nazaríes hizo que una facción nobiliaria destronara al emir Muhammad III y proclamara a su hermano Nasr emir. Rápidamente se puso en contacto con los benimerines con los que concretó la paz reconociendo la toma de Ceuta a cambio de la devolución de Ronda y Algeciras, todavía bajo asedio cristiano. La ruptura del acuerdo tripartito hizo que fracasaran tanto el asedio a Almería como a Algeciras (el infante Juan de Castilla desertó del asedio por disputas con su sobrino el rey), que fueron levantados en 1310, los castellanos solo pudieron tomar Gibraltar.

La Tregua de 1310 significó la paz entre los contendientes, a la vez que obligaba a Granada a pagar 11.000 doblas en concepto de parias, devolver algunas plazas en la frontera jiennense y aseguraba la soberanía nazarí sobre Algeciras y Ronda.6​ La tregua generó descontento entre ciertas facciones nobiliarias, que encabezadas por Abu Said, Faray, primo de Muhammad II, destronaron a Nasr en favor de Ismail I, hijo de Faray, en 1314.

La situación de tregua fue rota en 1314 cuando los castellanos intervinieron en favor de Nasr, refugiado en Guadix, sin embargo los nazaríes de Ismail contaron con la ayuda de Yahya b. al Azafi, señor de Ceuta, que logró derrotar a una escuadra castellana en 1316 y sitiar Gibraltar en 1317, aunque no logró tomarla. Los castellanos, dirigidos por el infante Pedro de Castilla, tutor del rey Alfonso XI que era menor de edad, emprenden una campaña en la frontera del Reino de Jaén logrando tomar varias plazas como Cambil (1316) y Belmez de la Moraleda en 1317.

Sin embargo el avance cristiano se frenó en seco con la derrota en la Vega de Granada (1319) donde perdieron la vida los infantes Pedro y su tío Juan de Castilla. La tregua de 1321 permitió al sultán Ismail recuperar algunas plazas (Huéscar, Orce y Galera) y tomar Martos en 1325, año de su asesinato. El reino de Aragón renovó la paz con Granada en 1321.

Cuando el rey Alfonso XI de Castilla alcanzó la mayoría de edad comenzó una campaña expansiva contra Granada que le llevó a capturar las plazas de Olvera Torre Alháquime y Pruna, lo que obliga a los nazaríes a solicitar la ayuda de los benimerines que desembarcan en 1328, tras ocupar Ceuta, obteniendo Algeciras, Ronda y Marbella como posesiones en 1329. Castilla obtiene la ayuda del rey aragonés Alfonso IV, preocupado por la ruptura del equilibrio en el Estrecho,7​ que facilitó la conquista de la zona de la serranía de Ronda tras la batalla de Teba. Finalmente la campaña terminará con la Tregua de 1331 entre Castilla y Granada, por la que esta última se comprometía al pago de 12.000 doblas de parias anuales.

La etapa final de la Batalla del Estrecho (1331-1350)

Muhammed IV, hijo de Ismail I, insatisfecho de la tregua firmada en 1331, solicitó ayuda a los benimerines. Estos, tras la muerte de Abu Said Uthman II, había elegido a Abu al-Hasan 'Ali enérgico caudillo decidido emprender la guerra contra los reino cristianos. Así en 1332 el hijo del sultán benimerín, Abd al-Malik, desembarcó y saqueó las tierras colindantes, mientras los nazaríes atacaban la frontera castellana en Jaén y Murcia. El mayor éxito de los benimarines fue la toma de Gibraltar en 1333, mal defendida y que se convirtió en la plaza fuerte de los norteafricanos. No obstante los problemas internos en Granada favorecieron las intrigas de los Abu l-Ula, temerosos del creciente poder benimerín en el reino, así, en 1333 asesinaron a Muhammed IV siendo sustituido por su hermano Yusuf I, que exilió a los rebeldes.

La tregua de 1333 se convirtió en paz al año siguiente. El reino de Aragón se unió a esta paz con Alfonso IV y renovada con Pedro III. Abu al-Hasan 'Ali utilizó estos años de paz para atacar al vecino reino de Tlemecén.

En 1338, al expirar la tregua, las fuerzas benimerines lideradas por Abd al-Malik desembarcaron nuevamente, saqueando las tierras de Jerez, Lebrija y Sevilla. Sería aquí donde el caudillo norteafricano encontró la muerte frente a las tropas dirigidas por el maestre de Alcántara Gonzalo Martínez de Oviedo. El éxito castellano fue contrarrestado con la victoria naval de los benimerines en 1340 sobre la flota castellana dirigida por almirante mayor de la mar Alonso Jofre Tenorio, que murió en la batalla.

Deseoso de conquistar Tarifa y derrotar a los castellanos, el sultán Abu al-Hasan Ali pasó el Estrecho con su ejército y comenzó el cerco de Tarifa, por su parte, el ejército cristiano (compuesto por tropas castellanas y portuguesas) obligó a presentar batalla a los benimerines cerca de Tarifa. La batalla del Salado supuso el triunfo definitivo de Alfonso XI sobre las tropas norteafricanas que se retiraron a sus bases, y permitió al rey castellano tomar en 1341 las poblaciones de Alcalá la Real, Rute, Priego de Córdoba y Benamejí ante las dificultades de los granadinos.

Al año siguiente el rey Alfonso XI puso sitio a Algeciras. Los nazaríes intentaron socorrer a la población, pero fueron vencidos en las riberas del río Palmones (1342), igual que los benimerines en la batalla naval cerca de Estepona. Finalmente en 1344 las tropas castellanas tomaban Algeciras, dejando a Gibraltar como único baluarte benimerín en la Peninsula. En 1344 se acuerda una tregua por 10 años entre Castilla, Granada y los benimerines. Yusuf I se comprometía a pagar 12.000 doblas de parias anuales. Un año más tarde se firmó la tregua entre Aragón y Granada.

Alfonso XI respetó la tregua hasta 1349, cuando decidió la toma de Gibraltar, a la que puso sitio en verano. Sin embargo, el avance de la plaga de la peste negra por Europa alcanzó el campamento cristiano en el que falleció el rey y Gibraltar quedaba como único baluarte benimerín en la península ibérica hasta su caída en poder granadino en 1374.

Epílogo

Si bien la batalla del Estrecho concluye en 1350 con la muerte de Alfonso XI, quedando reafirmado el poder castellano en la zona, los enfrentamientos entre las potencias se sucedieron hasta 1462, veinte años antes del estallido de la Guerra de Granada, última fase de la Reconquista.

Los benimerines entraron en un periodo de decadencia y luchas contras sus enemigos[Aclaración requerida] los wattásidas y el reino de Tremecén. Abu al-Hasan 'Ali tuvo que hacer frente a la rebelión de su hijo Abu Inan Faris, que se alzó como sultán. Granada aprovechó esta coyuntura para influir en las luchas dinásticas norteafricanas y obtener beneficios, lo que supuso la cesión de Ronda en 1362, la conquista de Gibraltar en 1374 y la ocupación de Ceuta entre 1384 y 1386.

La gran beneficiaria, Castilla, quedaba como dueña de las plazas del Estrecho, salvo Gibraltar, pero las guerras civiles posteriores facilitaron la supervivencia del Reino de Granada y desviaron su atención en la zona del Estrecho. Como consecuencia Muhammad V aprovechó la guerra civil castellana para saquear algunas plazas y recuperar otras como Algeciras en 1369, la cual se hallaban escasamente defendida. No obstante la difícil defensa de la ciudad hizo que los nazaríes la destruyeran y la abandonasen en 1379.

En 1405 el sultán Muhammed VII inició una nueva campaña, que se tradujo en el Estrecho, con una derrota naval de la flota meriní, quienes apoyaban a los nazaríes. La rebelión de Gibraltar (1411) significó el último intento de los benimerines de mantener influencia en la Peninsula. La ciudad, ocupada en 1374 por los nazaríes, se rebeló contra el gobierno de Yusuf III, sucesor de Muhammad VII, pero tras un breve asedio la ciudad pudo ser recuperada.

La Corona de Aragón se mantuvo fuera del Estrecho tras el fracaso de la toma de Almería en 1310. La monarquía aragonesa había orientado su política hacia el Mediterráneo oriental, presionado por la burguesía mercantil, sobre todo catalana. El Tratado de Anagni (1295) permitió al rey Jaime II obtener los derechos sobre Cerdeña y Córcega pero trajo consigo la rivalidad de la República de Génova, rival comercial de Aragón, unido a la rivalidad del Reino de Francia y del Reino de Nápoles (gobernado por una rama colateral francesa) desde la conquista aragonesa de Sicilia en 1282.

Los monarcas aragoneses decidieron sacrificar una posible influencia en el Estrecho para garantizar sus posesiones en el Mediterráneo. Por su parte, el Reino de Portugal, se convirtió en nuevo actor en el área del Estrecho. Los portugueses tomaron Ceuta en 1415, que resistiría un contraataque benimerín en 1419; saquearon Tetuán en 1437, y tomaron Alcazarseguir en 1458 y Tánger en 1471 cuando ya el poder benimerín había desaparecido.

El final de la lucha por el Estrecho concluye con la toma de Gibraltar en 1462 por parte de los castellanos, superando el intento fracasado en 1436. Con ello, el Estrecho quedaba en manos castellana en su parte europea (Tarifa, Algeciras, Gibraltar) y en manos portuguesas en la zona africana (Tánger y Ceuta). La Reconquista finalizaba en la zona del Estrecho de Gibraltar, y se abría una etapa rivalidad y de expansión norteafricana entre ambos estados peninsulares.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 08 Ene 2018 22:51

La Conquista de Tarifa


La conquista de Tarifa fue una operación militar liderada por la Corona de Castilla, con apoyo genovés, aragones y granadino, mediante la cual se conquistó en 1292 la ciudad de Tarifa, en poder de los benimerines.

Historia


El cerco a la ciudad, que había mantenido una importancia estratégica clave a lo largo de buena parte la Edad Media para las diferentes potencias de la zona, consistió en un ataque combinado de fuerzas terrestres y navales. Ya desde el año anterior Tarifa había sido sometida a un bloqueo naval para evitar el aprovisionamiento de suministros.​ El contingente naval, liderado por el almirante genovés Benedetto Zaccaria, estaba compuesto por una flota de naves genovesas, castellanas y aragonesas de origen catalan (subcomandadas las últimas por Berenguer de Montoliú).​ Sancho IV también contó con ayuda logística del emirato de Granada.​ El cerco terrestre se configuró hacia julio de 1292, con la llegada a la zona de Sancho IV de Castilla.

La entrada de las fuerzas victoriosas de Sancho IV en la ciudad debió producirse hacia el 14 de octubre de 1292.

Según Miguel Ángel Ladero Quesada, la conquista de la ciudad se trató del avance cristiano más determinante en dos siglos de conflictos en el área del Estrecho de Gibraltar.

Para lograr la conquista de Tarifa y eliminar el consiguiente bloqueo que los benimerines podían imponer en el Estrecho de Gibraltar, Sancho contó con la inestimable ayuda de Jaume II de Aragón; quien se había casado en 1291 con la infanta Isabel en Soria. El rey aragonés dispuso el envío de diez galeras para auxiliar a su suegro en la campaña, con el objetivo era bloquear la entrada a Tarifa y ampliar de este modo el cerco al mar; impidiendo así el envío de cualquier ayuda desde Marruecos. Estas galeras estarían comandadas en un principio por Albert de Mediona, quien sería sustituido posteriormente por Berenguer de Montoliu. Junto a su colega al mando de la flotilla castellana, Benedetto Zaccaria, ocuparon la zona del Estrecho desde septiembre hasta que las tropas pudieron al fin entrar en Tarifa el 13 de octubre.

Los años siguientes a la toma no serían tranquilos: apenas un año después, Jaume II tuvo que volver a enviar otra flota de 15 galeras al Estrecho para prevenir un ataque desde Marruecos; y en 1294, bajo sitio musulmán de Tarifa, Guzmán el Bueno veía como su hijo Pedro Alonso era asesinado ante las murallas de la ciudad por negarse Guzmán (gobernador de la plaza) a rendirla.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 09 Ene 2018 16:34

Toma de Gibraltar en 1309

El Sitio de Gibraltar de 1309 fue una empresa bélica que tuvo lugar en el año 1309, durante el reinado de Fernando IV de Castilla, rey de Castilla, y en el transcurso de la Reconquista.

Se desconoce cuándo comenzó el asedio de Gibraltar de 1309, aunque la ciudad capituló ante las tropas del rey Fernando IV de Castilla el día 12 de septiembre de 1309. En el asedio destacó la participación de Alonso Pérez de Guzmán, señor de Sanlúcar de Barrameda, de Juan Núñez de Lara el Menor, señor de la Casa de Lara, y de las milicias concejiles de la ciudad de Sevilla.


El 19 de diciembre de 1308, en Alcalá de Henares, Fernando IV de Castilla y los embajadores aragoneses Bernaldo de Sarriá y Gonzalo García rubricaron el tratado de Alcalá de Henares. Fernando IV, que contaba con el apoyo de su hermano, el infante Pedro, de Diego López V de Haro, del arzobispo de Toledo y del obispo de Zamora, acordó iniciar la guerra contra el reino de Granada el 24 de junio de 1309 y se comprometió, al igual que el monarca aragonés, a no firmar una paz por separado con el monarca granadino. El rey castellano aportaría diez galeras a la expedición y otras tantas el rey aragonés. Se aprobó con la anuencia de ambas partes que las tropas del reino de Castilla atacarían las plazas de Algeciras y Gibraltar, mientras que los aragoneses conquistarían la ciudad de Almería.

Fernando IV de Castilla se comprometió a ceder una sexta parte del reino de Granada al rey aragonés, y le concedió el reino de Almería en su totalidad como adelanto por el mismo, excepto las plazas de Bedmar, Locubín, Alcaudete, Quesada y Arenas, que habían formado parte del reino de Castilla y León en el pasado. Fernando IV estableció que si se daba la circunstancia de que el reino de Almería no se correspondiese con la sexta parte del reino de Granada el arzobispo de Toledo por parte de Castilla y el Obispo de Valencia por parte de los aragoneses serían los encargados de resolver las posibles deficiencias del cálculo. La concesión al reino de Aragón de una parte tan extensa del reino nazarita de Granada motivó que el infante Juan de Castilla el de Tarifa y don Juan Manuel protestasen contra la ratificación del tratado, aunque dicha protesta no tuvo consecuencias.

La entrada en vigor de las cláusulas del tratado de Alcalá de Henares supuso una notable ampliación de los futuros límites del reino de Aragón, que alcanzó unos límites mayores que los previstos en los tratados de Cazorla y Almizra, en los que se habían establecido las futuras áreas de expansión de los reinos de Castilla y Aragón en el pasado. Además, Fernando IV otorgó su consentimiento para que Jaime II de Aragón negociase una alianza con el rey de Marruecos, a fin de combatir al reino de Granada.

Tras la firma del tratado de Alcalá de Henares, los reyes de Castilla y Aragón enviaron embajadores a la Corte de Aviñón, a fin de solicitar al Papa Clemente V que concediese la condición de cruzada a la lucha contra los musulmanes del sur de la Península Ibérica, y para que concediese la necesaria dispensa para la celebración del matrimonio entre la infanta Leonor de Castilla, hija primogénita y heredera de Fernando IV, y el infante Jaime de Aragón, hijo y heredero de Jaime II el Justo, a lo que el Papa accedió, pues la dispensa necesaria para celebrar dicho matrimonio fue otorgada antes de la llegada de los embajadores a Aviñón. El 24 de abril de 1309 el Papa Clemente V, mediante la bula "Indesinentis cure", autorizó la predicación de la cruzada en los dominios del rey Jaime II de Aragón, y otorgó a la empresa los diezmos que habían sido destinados a la conquista de Córcega y Cerdeña.

En las Cortes de Madrid de 1309, las primeras celebradas en la actual capital de España, el rey manifestó su deseo de ir a la guerra contra el reino de Granada, al tiempo que demandaba subsidios para poder hacer la guerra. En dichas Cortes estuvieron presentes el rey Fernando IV y su esposa, la reina María de Molina, los infantes Pedro, Felipe y Juan, don Juan Manuel, Juan Núñez de Lara el Menor, Diego López V de Haro, Alfonso Téllez de Molina, hermano de la reina María de Molina, el arzobispo de Toledo, los Maestres de las Órdenes Militares de Santiago y Calatrava, los representantes de las ciudades y concejos, y otros nobles y prelados. Las Cortes aprobaron la concesión de cinco servicios, destinados a pagar las soldadas de los ricoshombres e hidalgos.

Numerosos magnates del reino, encabezados por el infante Juan de Castilla el de Tarifa y por don Juan Manuel, se opusieron al proyecto de tomar la ciudad de Algeciras, pues preferían realizar una campaña de saqueo y devastación en la Vega de Granada. Además, el infante Juan se hallaba resentido con el rey debido a la negativa de este último a entregarle el municipio de Ponferrada, y don Juan Manuel, a pesar de que deseaba hacer la guerra al reino de Granada desde sus tierras murcianas, fue obligado por Fernando IV a participar junto a sus mesnadas en el cerco de Algeciras.

En esos momentos, el Maestre de la Orden de Calatrava realizó una incursión en la frontera y obtuvo un considerable botín, y el 13 de marzo de 1309 el obispo de Cartagena, contando con la aprobación del cabildo catedralicio de Cartagena, se apoderó de la villa y del castillo de Lubrín, que posteriormente le serían donados por Fernando IV el Emplazado. Terminadas las Cortes de Madrid, Fernando IV se dirigió a Toledo, donde aguardó a que se le uniesen sus tropas, al tiempo que dejaba a su madre, la reina María de Molina, a cargo del gobierno del reino, confiándole la custodia de los sellos.

Movilización cristiana


En la campaña intervinieron el infante Juan de Castilla "el de Tarifa", don Juan Manuel, Diego López V de Haro, señor de Vizcaya, Juan Núñez de Lara el Menor, señor de la Casa de Lara, Alonso Pérez de Guzmán, Fernán Ruiz de Saldaña, y otros magnates y ricoshombres castellanos. También tomaron parte en la empresa las milicias concejiles de Salamanca, Segovia, Sevilla, Zamora,1​ y de otras ciudades.

Por su parte, el rey Dionisio I de Portugal, suegro de Fernando IV de Castilla, envió un contingente de 700 caballeros a las órdenes de Martín Gil de Sousa, Alférez del rey de Portugal, y Jaime II de Aragón aportó a la expedición contra Algeciras diez galeras. El Papa Clemente V, mediante la bula "Prioribus, decanis", emitida el 29 de abril de 1309 en la ciudad de Aviñón, concedió a Fernando IV de Castilla la décima parte de todas las rentas eclesiásticas de sus reinos durante tres años, a fin de contribuir al sostenimiento de la guerra contra el reino de Granada.

Desde la ciudad de Toledo, Fernando IV se dirigió a Córdoba, donde los emisarios del rey de Aragón le anunciaron que Jaime II de Aragón estaba dispuesto para comenzar el sitio de Almería. En la ciudad de Córdoba el rey Fernando IV discutió de nuevo el plan de campaña, pues su hermano el infante Pedro, su tío el infante Juan de Castilla el de Tarifa, don Juan Manuel y Diego López V de Haro, señor de Vizcaya, entre otros, se oponían al proyecto de cercar la ciudad de Algeciras, ya que todos ellos preferían saquear y devastar la Vega de Granada mediante una serie de ataques sucesivos que desmoralizarían a los musulmanes granadinos. No obstante, la voluntad de Fernando IV prevaleció y las tropas castellano-leonesas se prepararon para sitiar Algeciras.

Los últimos preparativos de la campaña fueron realizados en la ciudad de Sevilla, a la que Fernando IV llegó a principios de julio de 1309. Los víveres y suministros acumulados en la ciudad de Sevilla por el ejército castellano-leonés fueron trasladados por el río Guadalquivir, y posteriormente por mar hasta Algeciras.

El asedio de Gibraltar

El 27 de julio de 1309 una parte del ejército castellano-leonés se encontraba ante los muros de la ciudad de Algeciras, y tres días después, el día 30 de julio, llegaron el rey Fernando IV de Castilla y su tío el infante Juan de Castilla el de Tarifa, acompañados por numerosos ricoshombres. Por su parte, el rey Jaime II de Aragón comenzó a sitiar la ciudad de Almería el día 15 de agosto, y el asedio se prolongó hasta el día 26 de enero de 1310.

Una vez comenzado el asedio de Algeciras, el rey Fernando IV de Castilla envió a Juan Núñez de Lara el Menor, a Alonso Pérez de Guzmán, a Fernando Gutiérrez Tello, arzobispo de Sevilla, al concejo de la ciudad de Sevilla, y al Maestre de la Orden de Calatrava a que sitiasen Gibraltar. La Crónica de Fernando IV refiere que las tropas del reino de Castilla cercaron la ciudad de Gibraltar y la asediaron con dos engeños, es decir, con dos máquinas de asedio. Y la misma crónica refiere que las tropas de Fernando IV estrecharon tanto el cerco que los musulmanes no pudieron resistir el ataque y decidieron rendir la plaza, aunque antes de que fuera ocupada por las tropas castellano-leonesas, éstas permitieron que 1.125 musulmanes abandonaran la ciudad.

El 12 de septiembre de 1309 las tropas del rey Fernando IV ocuparon Gibraltar. La Crónica de Fernando IV refiere que cuando el soberano castellano hizo su entrada en Gibraltar, un musulmán anciano le espetó lo siguiente:

Señor, que oviste conmigo en me echar de aquí; ca tu visabuelo el rey D. Fernando quando tomó a Sevilla me echó dende é vine a morar á Xerez, é después el rey D. Alfonso, tu abuelo, quando tomó a Xerez hechome dende é yo vine á morar a Tarifa, é cuydando que estaba en lugar salvo, vino el rey D. Sancho, tu padre, é tomó a Tarifa é hechome dende, é vine a morar aquí á Gibraltar, é teniendo que en ningún lugar non estaría tan en salvo en toda la tierra de los moros de aquende la mar como aquí. É pues veo que en ningún lugar destos non puedo fincar, yo yré allende la mar é me porné en lugar do biva en salvo é acabe mis días
.

Tras la conquista de la ciudad de Gibraltar, Fernando IV de Castilla ordenó la reparación de sus murallas, que se habían visto afectadas por el asedio, y la construcción de una nueva torre. Al mismo tiempo, el monarca dispuso la edificación de una atarazana en Gibraltar, que debería servir de refugio a las naves. Varios meses después, el 31 de enero de 1310, Fernando IV concedió a Gibraltar un fuero a fin de incentivar la repoblación y el enriquecimiento de la ciudad. En los meses de febrero y marzo de 1310 Fernando IV recompensó a la ciudad de Sevilla, cuyas milicias concejiles se habían distinguido en la conquista de Gibraltar, mediante la concesión de una serie de privilegios.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 12 Ene 2018 20:25

La Batalla de Teba


La batalla de Teba fue un episodio bélico que tuvo lugar en la localidad andaluza que le da nombre, en el mes de agosto de 1330. En ella se enfrentaron un ejército cristiano comandado por el rey castellano Alfonso XI y otro musulmán enviado por el emir nazarí Muhammed IV de Granada y comandado por el general benimerín Ozmín. La principal consecuencia de la batalla fue la toma del estratégico castillo de la Estrella por las tropas cristianas.

La batalla de Teba se inscribe en la campaña general contra el reino nazarí de Granada que a lo largo de su reinado emprende el belicoso Alfonso XI, campaña que, a su vez, se enmarca, en el periodo de la batalla, dentro de la Cruzada contra el infiel que, a instancias del rey Alfonso IV de Aragón se llevaba a cabo desde 1329. En consonancia con estas circunstancias, en el bando nazarí se hicieron aún más patentes, si cabe, las influencias norteafricanas y, así, amplios contingentes benimerines llegaron a tener un papel muy importante en el desarrollo bélico.

En los años precedentes a la batalla de Teba, todo el sector occidental de la frontera granadina fue objeto de acometidas constantes que tuvieron hitos importantes en las tomas de plazas tan significativas como Olvera, Pruna y Torre Alháquime.

La batalla y su desarrollo

El asedio propiamente dicho a la fortaleza de Teba comenzó el día 7 de agosto. Tan sólo una semana después se presentaría el principal escollo al que debían hacer frente las tropas cristianas; la llegada desde Granada del temido general Ozmín. Éste, con su real plantado en el cercano castillo del Turón, se dedicó, desde el preciso momento de su llegada, a hostigar reiteradamente a las tropas comandadas por Alfonso XI, las cuales tuvieron sensibles pérdidas y sufrieron una general desmoralización.

Las escaramuzas granadinas siguieron durante varios días sin que los cristianos pudieran entrar en confrontación directa contra sus enemigos, tal como deseaban. Finalmente Ozmín se la jugará cuando, esperando poder asaltar el campamento cristiano, divida su ejército en dos. Una parte la llevaría junto al río Guadalteba en una estratagema que pretendía desguarnecer el campamento enemigo. Entretanto, la parte principal se llegaría precisamente hasta allí para proceder a su asalto. No obstante Alfonso XI fue consciente de la estrategia y decidió dejar en el campamento una buena parte del ejército con multitud de prevenciones materiales. Así y aunque los combates fueron intensos junto al real cristiano, los musulmanes comprenderían que los objetivos eran inalcanzables y decidirían la retirada hacia sus campamentos del Turón.

La muerte de Sir James Douglas

En la persecución subsiguiente se produjo el famoso episodio de la muerte de Sir James Douglas, noble escocés que participaba en la batalla y al que Alfonso XI había conseguido ganar para su causa mientras aquel se dirigía a Tierra Santa, portando el corazón embalsamado del rey escocés Roberto I de Escocia. Al parecer, el deceso del noble se produjo cuando éste y algunos de sus soldados cayeron en la famosa táctica bereber conocida como "torna e fuye" en la que los que huyen terminan envolviendo y masacrando a los perseguidores.

El final de la batalla y la llamada Paz de Teba

El fracaso de los intentos nazaríes y el hecho de una enfermedad sobrevenida al general Ozmín que determinaría, finalmente, su muerte, desembocarían el día 30 de agosto en la caída definitiva de la plaza fuerte de Teba y su paso a manos castellanas. Sólo unos meses después, el 19 de febrero de 1331, se firmaría la Paz de Teba por la que los monarcas castellano, aragonés y nazarí se comprometían a una tregua de cuatro años y a la entrega de parias al rey castellano por parte del emir granadino.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 12 Ene 2018 20:40

La Batalla del Salado


La batalla del Salado (librada el lunes 30 de octubre de 1340, en la actual provincia de Cádiz) fue una de las batallas más importantes del último periodo de la Reconquista. En ella, las fuerzas combinadas de Castilla y Portugal derrotaron decisivamente a los benimerines, último reino magrebí que trataría de invadir la península ibérica mediante la batalla.

Tras la decisiva victoria de las Navas de Tolosa en 1212, los almohades perdieron el control sobre el sur de la península ibérica y se replegaron al Norte de África, dejando tras de sí un conjunto de desorganizadas taifas que fueron ocupadas por los reinos cristianos entre 1230 y 1264. Tan solo el reino de Granada logró mantenerse independiente, aunque fue forzado a pagar un elevado tributo en oro a Castilla cada año. Por aquel entonces, el reino de Granada comprendía las actuales provincias de Granada, Almería y Málaga, más el istmo y peñón de Gibraltar.

En 1269, la debilitada dinastía almohade sucumbió ante otra tribu bereber emergente, los Banu Marin («Benimerines» para los castellanos). Desde su capital en Fez, esta tribu originaria del sur de Marruecos pronto dominó la mayor parte del Magreb, llegando por el este hasta la actual frontera entre Argelia y Túnez.

A partir de 1275 dirigieron su atención hacia Granada, donde desembarcaron tropas e influyeron decisivamente en su gobierno ante el recelo de los cristianos del norte. El choque no tardó en llegar, y así, a finales del siglo XIII, los benimerines ya habían declarado la guerra santa a los cristianos y realizado varias incursiones en el Campo de Gibraltar, con el fin de asegurarse el dominio sobre el tráfico marítimo en el Estrecho.

En 1288, a instancias del rey Yusuf I de Granada, firmaron una alianza formal con los nazaríes con el objetivo final de tomar Cádiz. Sin embargo, una serie de rebeliones en el Rif retrasaron la campaña contra Castilla hasta 1294, año en que los benimerines asediaron Tarifa sin éxito debido a la tenaz resistencia ofrecida por Guzmán el Bueno.

En 1329 los benimerines y sus aliados granadinos atacaron de nuevo a los castellanos, a quienes derrotaron y tomaron Algeciras.

En agosto de 1330 Castilla se impondría a Granada en la batalla de Teba, conocida en otros países por haber fallecido en ella el noble escocés Sir James Douglas. Como consecuencia de la derrota granadina, el 19 de febrero de 1331, se firmó la Paz de Teba por la que los monarcas castellano, aragonés y nazarí se comprometían a una tregua de cuatro años y a la entrega de parias al rey castellano por parte del emir granadino.

A pesar de ello, desde su base en Algeciras, los musulmanes sitiaron Gibraltar (ocupada por los cristianos en 1309, precisamente como medida preventiva ante las invasiones meriníes) y la reconquistaron en 1333. La flota castellana del Estrecho, capitaneada por el Almirante Alonso Jofre Tenorio, no era lo suficientemente poderosa como para detener el constante flujo de tropas musulmanas hacia la Península, por lo que Alfonso XI de Castilla solicitó apoyo naval a la Corona de Aragón. Esta accedió a enviar en 1339 una flota de guerra mandada por Jofre Gilabert, pero tras una operación en Algeciras, el almirante aragonés resultó herido por una flecha y su flota se dispersó. Siguió entonces un ataque de los benimerines contra la escuadra castellana, con un resultado catastrófico para esta: todos los barcos, excepto cinco que pudieron refugiarse en Cartagena, fueron destruidos por los musulmanes y Tenorio hecho prisionero y decapitado. Castilla quedaba así abierta de par en par a una nueva invasión norteafricana.

Al conocer el desastre, Alfonso XI decidió entonces jugar su última carta enviando a su mujer, María de Portugal, para que pidiera ayuda al padre de esta. No obstante, el rey Alfonso IV, que entonces se encontraba algo rencoroso con su yerno por el abandono al que tenía sometida a su hija en favor de su amante Leonor de Guzmán, declinó inicialmente la propuesta, exigiendo que si el monarca castellano necesitaba ayuda, fuera él quien se la pidiera personalmente.

Ante la situación, Alfonso XI no pudo hacer otra cosa que tragarse su orgullo y enviar una carta de su puño y letra a Lisboa. Alfonso IV respondió entonces positivamente y mandó una flota a Cádiz a las órdenes del marino genovés Manuel Pezagno, que se unió a un contingente de 12 naves aragonesas que ya se encontraban ancladas allí. El único monumento que conmemora la victoria en la batalla, el Padrão do Salado, lo mandó construir el rey Alfonso IV de Portugal en la ciudad de Guimarães, frente a la iglesia de Nuestra Señora de Oliveira.

Efectivos cristianos

La Hueste de Portugal estaba formada por: Obispo de Braga, Prior de Crato, Maestre de Santiago, Maestre de Avis, Lope Fernández Pacheco, Gonzalo Gómez de Sousa y Gonzalo de Acevedo. Formada por 1 000 caballos para poder enfrentarse a la caballería del Rey de Granada, el de Castilla la reforzó con las siguientes tropas:1​

Pendón y vasallos del Infante don Pedro (heredero de Castilla), mandados por Pedro Fernández de Castro "el de la Guerra" Ayo mayor y Adelantado mayor de la frontera de Andalucía y por Juan Alfonso de Albuquerque, Mayordomo mayor y Alférez del rey Alfonso XI el Justiciero, rey de Castilla y León.
Caballería de la Orden de Calatrava al mando de su maestre Juan Núñez de Prado.
Caballería de la Orden de Alcántara al mando de su maestre Nuño Chamizo.
Mesnadas de Diego de Haro, Gonzalo Ruiz Girón y Gonzalo Núñez Daza.
Milicias concejiles de Salamanca, Belorado, Badajoz, Ciudad Rodrigo, Olmedo, Carrión de los Condes y Saldaña.
Alcaide de Tarifa Juan Alfonso de Benavides al mando de la guarnición de la plaza reforzada por:
Pendón y vasallos de Don Enrique, hijo bastardo del rey, mandados por Fernando Pérez de Portocarrero.
Pendón y vasallos de don Tello, Señor de Vizcaya, hijo bastardo del rey, mandados por Fernández Coronel.
Mesnadas de Juan de Morales, obispo de Jaén; del ricohombre Pedro Ponce de León el Viejo y de Enrique Enríquez el Mozo, Caudillo mayor del obispado de Jaén.
Ballesteros de la Marina de Castilla. Mesnadas de Lorca y Jerez.

Batalla

La delantera estaba al mando del Don Juan Manuel con las siguientes fuerzas:
Mesnada de Don Juan Manuel, Príncipe de Villena.
Caballería de la Orden de Santiago, maestre Alonso Meléndez de Guzmán.
Mesnadas del señor de Vizcaya, Juan Núñez de Lara; señor de Villalobos, Fernando Rodríguez; de los ricoshombres Juan Alfonso de Guzmán, Juan García Manrique y Diego López de Haro.
Milicias Concejiles de Écija, al mando de Fernán González de Aguilar; de Sevilla, Juan Rodríguez de Cisneros; de Jerez, Garci Fernández Manrique; y de Carmona, Alvar Rodríguez Daza.

El Cuerpo de Batalla lo mandaba personalmente el rey de Castilla que contaba con:
Pendón y mesnada real.
Pendón de Cruzada.
Contino de Donceles de la Real Casa, armados a la jineta y mandados por su Alcaide Alfonso Fernández (o Fernando Alonso) de Córdoba, señor de Cañete.
Caballería ligera de Fronteras.
Mesnadas de los prelados de Toledo, Santiago de Compostela, Sevilla, Palencia y Mondoñedo.
Pendón y vasallos de don Fadrique (Fadrique Alfonso de Castilla), hijo bastardo del rey, mandados por Garcilaso de la Vega.
Pendón y vasallos de don Fernando (Fernando Alfonso), hijo bastardo del rey, mandados por Gonzalo Ruiz.
Mesnadas de los hijosdalgos. Los principales eran Alvar Pérez de Guzmán, Garci Menéndez de Sotomayor, Juan Ruiz de Beira y Ruy Pérez Ponce de León.
Compañas de los Concejos de Castilla.

Al mando de la Zaga estaba Alonso de Aguilar con las siguientes fuerzas:
Mesnadas de Alonso de Aguilar.
Compañas concegiles de Córdoba.
Pero Niño, ricohombre de León estaba al frente de la Costanera derecha.


Territorios de las órdenes militares de los reinos ibéricos hacia finales del siglo XV.
Tropeles montañeses de las provincias Vascongadas, de las Asturias de Oviedo y de Santillana, y de las Tierras de Órdenes Militares.
Alonso Ortiz Calderón, prior de San Juan al frente de la armada guarnecía la Costanera izquierda:
Armada de Castilla, mandada por el prior de la Orden de San Juan con 3 galeras y 12 naves.
Armada de Aragón, al mando de Pedro de Moncada, con 12 naves.

La batalla

Los ejércitos de ambos reyes se encontraron en Sevilla, de donde salieron las fuerzas de los dos monarcas en camino a Tarifa, llegando ocho días después a la Peña del Ciervo, desde donde vieron frente a ellos la extensión del campo de las fuerzas musulmanas. El 29 de septiembre, en consejo de guerra se decidió que Alfonso XI de Castilla luchara contra el Rey de Marruecos, y Alfonso IV de Portugal contra el de Granada, Yusuf I.

En el campo de los cristianos y los musulmanes todo estaba listo para la batalla. La caballería castellana cruzó el río Salado, un afluente del río Jara o quizás este mismo, y la batalla comenzó.2​3​ Cuando la élite de la caballería musulmana fue incapaz de detener el ataque, acudió inmediatamente Alfonso XI con el grueso de sus tropas a hacer frente a las innumerables fuerzas de los moros y, aunque fue temporalmente sitiado en el sector, tras una lucha feroz, en la que el valeroso rey de Castilla acudió a los puntos de mayor peligro, acabó por derrotar completamente a las fuerzas árabes a las que se enfrentaba.

En ese momento la guarnición de la plaza de Tarifa hizo una salida inesperada para los moros y cayó sobre la parte trasera para atacar el campamento de Abul-Hassan en el que causaron grandes estragos. En la zona de combate de las fuerzas portuguesas, las dificultades eran aún mayores, porque los moros de Granada, más disciplinados, luchaban por su ciudad bajo el mando de Yusef Abul-Hagiag y veían su reino en peligro. Alfonso IV, al mando de sus intrépidos jinetes, logró romper la formidable barrera de las filas enemigas, lo que desató el pánico y causó la derrota de los moros de Granada. Los granadinos huyeron en desbandada y del mismo modo las fuerzas africanas abandonaron el campo de batalla dejándolo todo para salvar su vida. El campo quedó sembrado de cadáveres de víctimas del bando moro.

El 1 de noviembre por la tarde, los ejércitos vencedores abandonaron el campo de batalla con un gran botín en dirección a Sevilla, donde el rey de Portugal se quedó poco tiempo para regresar de inmediato a su país. El rey de Portugal, Alfonso IV, en un raro gesto de desinterés, y solo después de mucho insistir el marido de la hija, la reina María, eligió como recuerdo una cimitarra enjoyada y, entre los presos, un sobrino del rey Abul-Hassan.

Consecuencias

La victoria de los cristianos en la batalla del Salado desmoralizó al mundo musulmán y extendió un gran entusiasmo entre el cristianismo europeo. Después de seis siglos, era como una renovación de la victoria de Carlos Martel en la Poitiers. Alfonso XI para exteriorizar su alegría se apresuró a enviar al papa Benedicto XII una pomposa embajada, portadora de muy valiosos regalos procedentes de parte del botín conquistado a los moros, además de veinticuatro presos que portaban las banderas que habían caído en manos de los vencedores.

Alfonso IV de Portugal quedó en la historia con el apodo de «el Bravo», resultado de su acción en la batalla del Salado.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 13 Ene 2018 14:54

Sitio y toma de Algeciras por Alfonso XI


El sitio de Algeciras de 1342 fue una empresa llevada a cabo por las tropas castellanas de Alfonso XI junto a las flotas de Aragón y Génova durante la Reconquista con el objetivo de conquistar la ciudad musulmana de al-Ŷazīra al-Jaḍrāʔ, llamada Algeciras por los cristianos, principal puerto de la orilla europea del estrecho de Gibraltar. El sitio llegó a extenderse hasta veintiún meses durante los cuales la población de la ciudad, unas 30.000 personas entre civiles y soldados bereberes, sufrió las consecuencias de un férreo asedio que impedía la entrada de alimentos a la ciudad. El 26 de marzo de 1344 tras la derrota en las vegas del río Palmones del ejército del Reino de Granada que debía socorrer la ciudad se produjo la rendición de la capital europea del Imperio meriní y su incorporación al Reino de Castilla.

El sitio de Algeciras en las fuentes medievales

A pesar de la notable importancia que tuvo el sitio y la toma de Algeciras en la sociedad de su época son escasas las fuentes escritas que relaten los hechos acaecidos durante los meses del asedio. La principal obra utilizada en la historiografía medieval es la Crónica de Alfonso XI que narra los principales acontecimientos del reinado de este monarca cuya parte concerniente al asedio de Algeciras se supone escrita en el campamento cristiano por los escribas reales. Esta obra narra detalladamente los sucesos observados desde el exterior de la ciudad dedicando un capítulo a cada mes transcurrido.

Son también obras castellanas el Poema de Alfonso Onceno llamado Crónica rimada y escrito por Rodrigo Yáñez según se indica en el mismo texto, y las Cartas de Mateo Merced, vicealmirante de Aragón en las que se informa a su rey sobre la entrada de las tropas en la ciudad. Todas estas fuentes, como es de suponer, narran el asedio a la ciudad desde la perspectiva de los sitiadores, la visión que desde el interior de la ciudad se tuvo del sitio sin embargo no ha llegado a nuestros días por una total ausencia de fuentes escritas musulmanas del hecho bien por la ausencia de cronistas en la ciudad o bien por el intento de no reflejar la pérdida de una ciudad tan importante. Parte de los escasos textos árabes que refieren indirectamente la pérdida de la ciudad se encuentran actualmente traduciéndose con el objetivo de completar el relato de esta parte de la Historia.

Antecedentes

Tras pasar la ciudad del estrecho durante los primeros años del siglo XIV por manos meriníes y granadinas, en 1329 Algeciras es definitivamente conquistada por el Reino de Fez que establece en ella la capital de sus dominios europeos. En 1338 Abd-Al-Malik, hijo del rey de Marruecos y proclamado rey de Algeciras y Ronda, emprende escaramuzas contra los territorios castellanos en la frontera sur de la península. En una de estas escaramuzas el rey de Algeciras muere a manos de soldados castellanos y es enterrado en la capital. Su padre Abu-l-Hassan cruza el estrecho en 1340 derrotando a una gran flota castellana y desembarca en la ciudad. Sobre la tumba de su hijo jura que derrotará al rey castellano y se dirige en primer lugar a la ciudad de Tarifa, a la que pone cerco.

El rey de Castilla, abrumado por las incursiones de la nueva fuerza norteafricana y ante la posibilidad de perder la ciudad de Tarifa prepara un ejército recurriendo a la participación del rey de Portugal, Alfonso IV.​ Las dos tropas, castellana y meriní se encuentran cerca de la playa de Los Lances de Tarifa donde tiene lugar la Batalla del Salado. La derrota musulmana da fuerzas al rey cristiano y le convence de la necesidad de tomar la ciudad de Algeciras por ser ésta la principal vía de entrada de tropas desde África.

Los preparativos para el asedio

A partir de 1341 Alfonso XI comienza a preparar las tropas necesarias para poner cerco a la ciudad, se manda construir varios barcos y se asegura el apoyo de la escuadra genovesa de Egidio Boccanegra y de las escuadras de Portugal y Aragón. Contaría en tierra con las tropas de Castilla, de Aragón y numerosos cruzados europeos además de contar con el apoyo de los reyes de Inglaterra y Francia. La financiación de la empresa se completaba con la implantación del impuesto de la alcabala en todo el reino aprobada por la Corte de Burgos.​

Tras reunirse en El Puerto de Santa María con el almirante portugués Carlos Pezano y recibir noticias de Don Pero de Montada almirante de la escuadra de Aragón que se dirigía a Algeciras, Alfonso XI parte a la ensenada de Getares, a escasos tres kilómetros de la ciudad, para comprobar el estado de las galeras puestas a su disposición.

A su llegada a Getares Pero de Montada informa al rey castellano que en el camino hacia la ciudad interceptó varios barcos que llevaban pan a la villa y que las galeras de Portugal y Génova entablaron combate contra ochenta galeras moriscas llegando a capturar veintiséis de ellas y obligando a refugiarse en puertos africanos al resto.​ Según los leales al rey de Castilla ese era el momento apropiado para cercar la ciudad pues debería tener escasos suministros. El rey, sin embargo considera, que tiene aún pocas tropas pues la mayor parte de ellas se encuentran en Jerez esperando sus órdenes mientras que las tropas de Algeciras estaban ya advertidas de su llegada.

A su regreso a Jerez el rey de Castilla manda reunir a su consejo y les informa del estado de la ciudad al tiempo que envía órdenes a los almirantes establecidos en Getares para que intercepten cuanto barco intente abastecer la ciudad y procuren capturar a algún algecireño que pudiera informarles sobre el estado de las villas. También manda a sus almogávares para que hagan lo mismo por tierra. Los adalides del rey aconsejan a éste sobre los lugares más apropiados para establecer el real, base principal donde debería residir el Rey y los nobles, y aquellos puntos vulnerables desde los que se podía hacer más daño a las defensas de la ciudad.​ Tan sólo falta trasladar las tropas a Algeciras y para ello se construyen sendos puentes en el Río Barbate y en un arroyo cerca de Jerez y se mandan apostar varios barcos en el Río Guadalete para el paso de las viandas para las tropas.

El 25 de julio de 1342 sale Alfonso XI de Jerez acompañado de sus tropas y los caballeros que iban a acompañarle en el sitio de Algeciras: el Arzobispo de Toledo, el Obispo de Cádiz, el Maestre de Santiago, Don Joan Alonso de Guzmán, Don Pedro Ponce de León, Don Joan Núñez, Maestre de Calatrava, Nuño Chamizo, Maestre de Alcántara, Fray Alfonso Ortiz Calderón, Prior de San Juan y los consejos de Sevilla, Córdoba, Jerez, Jaén, Écija, Carmona y Niebla.​

Las tropas castellanas y sus aliados llegan el primero de agosto a Getares integradas por 1600 soldados a caballo y 4000 ballesteros y lanceros. Desde este lugar toman posiciones las tropas y las escuadras aragonesa, genovesa y castellana. El 3 de agosto en un otero al norte de Algeciras se establece el real. En la torre allí existente residiría el rey en los primeros meses del asedio y alrededor de ella se apostarían los caballeros y nobles que lo acompañaban.​ La Torre de los Adalides, llamada así desde aquel momento, permitía una excelente visión de la ciudad musulmana y de los caminos que la comunicaban con Gibraltar y con el este de Andalucía.​

El alcaçar muy rreal, fermoso commo rrobi,
Torres de canto e de cal, las mejores que yo bi,
Anartes con sus saetas, almenas bien apostadas,
Muy peligrosas barreras, cartauas muy bien labradas,
Dos billas son de grand brio, e están en tierra fiel
Por entre couas un rrio, que llaman rrio de la Miel.

Poema de Alfonso XI (verso 2012).


Al-Ŷazīra al-Jaḑrā' fue la primera ciudad fundada por los musulmanes a su llegada en 711 a la península ibérica. La ciudad poseía en el siglo XIV dos villas separadas con sus propias murallas y defensas, con un perímetro de 4 600 metros. Entre ambas villas se encontraba el río de la Miel que en su desembocadura formaba una amplia ensenada que actuaba como puerto natural al resguardo de la Isla Verde, llamada por los musulmanes Al-Yazirat Umm Hakim.

La Villa Norte, Al-Madina, llamada por los castellanos Villa Vieja, era la más antigua de las dos que poseía la ciudad y había sido fundada en el año 711. Estaba circundada por una muralla con torres y un profundo foso protegido por una barbacana y un parapeto. La entrada a la villa desde Gibraltar estaba protegida por una puerta monumental llamada del Fonsario por estar junto al principal cementerio de la ciudad.

Este acceso era el punto más débil de la cerca y por ello el mejor diseñado contra los asaltos. La Villa Sur, Al-Binya, construida por los meriníes de Abu Yusuf Yacub en 1285, se encontraba sobre una meseta donde antes había estado el barrio industrial de Iulia Traducta, la Algeciras romana. Lo escarpado de su perímetro contribuía a la defensa del recinto de tal modo que era innecesaria la construcción de defensas tan sólidas como las de la otra villa. La villa sur, o Villa Nueva, albergaba en su interior el alcázar y las tropas que se habían establecido en la ciudad.

Algeciras contaba en los años del cerco con cerca de ochocientos caballeros, comandados por Musad Abi Cuin, y doce mil ballesteros y arqueros. Desde 1341 el gobernador de Algeciras era Mahommad Ben al-Abbas y en la medina había un total de treinta mil personas según informaron los prisioneros yaziríes al rey de Castilla durante los primeros días del asedio.17​18​

Comienza el sitio de Algeciras

Desde el 3 de agosto, una vez establecido el campamento principal, el rey de Castilla manda a los ingenieros reales comprobar aquellos lugares en los que debían situarse las tropas. El objetivo principal era impedir la salida de tropas de la ciudad y la entrada de refuerzos procedentes desde los caminos de Tarifa y Gibraltar. Algeciras caería de hambre antes que por la fuerza de las armas. Viendo desde la ciudad que aún no se había podido organizar correctamente el sitio se decide mandar trescientos hombres a caballo y mil a pie contra el Maestre de Santiago, Joan Alfonso de Guzmán, Pero Ponce y el consejo de Sevilla establecidos en la Puerta del Fonsario. Contra los defensores de Algeciras salieron los hombres del Conde de Lous que por no esperar la llegada de los otros cristianos murieron bajo una nube de flechas al aproximarse demasiado a la muralla.

Tras comprobar el rey el daño que podía hacerse a los suyos manda en los siguientes días hacer una cava alrededor de la Villa Norte dejando tan solo tres pasos para impedir la salida desde la ciudad. Se construyeron cadalsos junto a las cavas y a intervalos regulares donde podían apostarse sin miedo a ser asaeteados varios soldados para hacer guardia durante la noche.​ También traslada su real a un lugar más próximo a la ciudad y manda a varios de los suyos conquistar la Torre Cartagena situada en la ciudad de Carteia desde donde podían observarse los movimientos de los meriníes de Gibraltar.

Ante la inminente guerra del rey Pedro de Aragón contra el Reino de Mallorca la flota aragonesa tuvo que abandonar el cerco a principios de septiembre. Debido a esto tuvieron que tomarse nuevas medidas para provocar la claudicación de la ciudad, ya que la partida de la flota aragonesa hacía más difícil el cerco marítimo y la ciudad podría ser aprovisionada desde Gibraltar. Se mandan colocar máquinas de asedio cerca de la puerta noroeste de la ciudad donde dos grandes torres impedían el asalto y protegían a los defensores.

Aprovechando que se construían estas máquinas salieron de la Puerta de Xerez varios de sus defensores para impedir su colocación. La estrategia de los algecireños era provocar a los asediadores y hacerles acercarse a las murallas. Esta técnica, que ya les había permitido matar al Conde de Lous, no era conocida por los caballeros cristianos menos acostumbrados a la lucha fronteriza y por ello durante los primeros meses del asedio murieron gran cantidad de caballeros. En esta incursión contra las torres de asedio muere el escudero del Rey, Joan Niño y el Maestre de Santiago entre otros hombres.

El cerco se alargaba y el rey de Castilla manda a varios de los suyos a pedir ayuda para poder mantener el sitio; el Arzobispo de Toledo fue mandado entrevistarse con el Rey de Francia mientras que el Prior de San Joan hizo lo propio con el Papa Clemente VI que acababa de ser nombrado. Los sitiadores estaban pasando más problemas de los que imaginaban al comienzo del sitio.

Durante los primeros días de octubre un enorme temporal se desata en Algeciras. El campamento situado al noroeste se encontraba en una zona tradicionalmente inundable que en estos días se convierte en un lodazal regado por las aguas del arroyo del Secano. Con el desconcierto creado por los temporales los algecireños aprovechaban para acercarse durante la noche causando grandes daños. Las inundaciones en el campamento y en la cerca obligan a mudar el real y con él a gran parte de las tropas a la desembocadura del río Palmones donde pasan todo el mes hasta noviembre.

A poco de haber cambiado de sitio el campamento principal cristiano los algecireños reúnen todas sus fuerzas en la Villa Vieja para intentar un ataque desesperado contra sus sitiadores. La partida de caballeros musulmanes lograría llegar hasta el campamento cristiano recién establecido y matar a numerosos caballeros, entre ellos Gutier Díaz de Sandoval y Lope Fernández de Villagrand, vasallos de Joan Núñez y a Ruy Sánchez de Rojas, vasallo del Maestre de Santiago.

Poco a poco la situación se volvía desesperada tanto en la ciudad como en los reales. En el campamento cristiano escaseaban los alimentos después de las inundaciones al tiempo que la multitud de tropas y animales y las condiciones insalubres que ello provocaba hicieron brotar todo tipo de enfermedades infecciosas.​ En Algeciras faltaban alimentos debido al cerco marítimo una vez que la escuadra de Aragón había regresado al mando de Mateo Mercader.

Durante estos primeros meses de asedio los castellanos no habían dejado de lanzar piedras contra los muros de la ciudad mientras los yaziríes intentaban causar daños en combate directo y con la utilización de diversos tipos de armas como las balistas, capaces de disparar saetas de gran tamaño. En diciembre llegan al campo cristiano los consejos de Castilla y de Extremadura; con ellos el cerco terrestre se cierra aún más. Se comienzan a colocar alrededor de la ciudad un gran número de engendros balísticos que habían traído los genoveses mientras desde la ciudad no paran de lanzarse saetas a los que instalan las máquinas.

Durante enero de 1343 continúan las luchas en la cerca de la ciudad debilitándose las fuerzas de ambos contendientes. Se había construido una gran bastida de madera frente a la Puerta del Fonsario, al mando del ubetense Iñigo López de Orozco, desde la cual podía dispararse contra la ciudad por encima de la muralla. Esta primera bastida fue incendiada al poco de ser construida por una expedición que salió de la ciudad, pero fue nuevamente construida y continuó durante el asedio disparando contra la ciudad.

En estos días desde Granada, el rey Jusef ben Ismael estaba preparando pertrechos para acudir al socorro de la ciudad. Con la amenaza de las tropas granadinas, se incrementaron los ataques contra la Puerta del Fonsario en la Villa Vieja de la ciudad, el punto más débil pero, a la vez, el mejor fortificado. Ante ello Alfonso XI manda construir nuevas cavas cubiertas, que permitieran acercarse a las murallas de la ciudad para emplazar máquinas de asedio.

Desde Algeciras mientras, se lanzaban piezas de hierro desde armas pirobalísticas, que provocaban grandes daños entre los sitiadores, las primeras piezas de artillería con pólvora utilizadas en la península. Las bastidas y cavas sin embargo continuaban construyéndose alrededor de la ciudad hasta que lograron sitiar todo su perímetro. Desde el campo castellano arrecian los ataques de armas neurobalísticas, llamadas trabucos, que descargan sobre la ciudad una cantidad ingente de bolaños de piedra, muchos de los cuales eran recuperados de los fosos por los mismos sitiadores que los habían lanzados para volver a hacerlo.​

Tal fue el número de bolaños lanzados a la ciudad que en 1487 el rey Fernando el Católico mandó una expedición a las ruinas de Algeciras para recuperarlos con el objetivo de volverlos a utilizar contra la ciudad de Málaga, a la que mantenía asediada.​ Estas armas poseían un alcance máximo de trescientos metros, por lo que eran susceptibles de caer ante una partida de sitiados que consiguiese pasar la cava.

Por este entonces llegan nuevamente refuerzos al campo cristiano procedentes de diversos consejos de Castilla, incluidos los caballeros Juan Núñez III de Lara y Don Juan Manuel, que pudieron sustituir a muchos de los soldados que habían sido heridos o se encontraban mermados por el hambre.

A partir de febrero comienza a construirse una barrera alrededor de la ciudad por la parte del mar con el fin de impedir la llegada de víveres procedentes de Gibraltar. La idea del consejo de Castilla asentado en el real, era circunvalar toda la costa de la medina de Algeciras con cadenas que se mantendrían en su lugar gracias a troncos.​ Este cerco marítimo iba desde la punta del Rodeo, al sur de la ciudad, hasta la Isla Verde y desde ésta hasta la Playa de Los Ladrillos al norte,​ y sería apoyado de cerca por las escuadras cristianas.

[i]Et el Rey mandó dar muy grand acucia que cercasen la villa vieja daquellos toneles por la mar (...) Et porque las cuerdas, en que estaban los toneles, podiesen ser trabadas, et estodiesen firmes, traxieron muelas con que muelen el pan, et foracabanlas en medio, et metian en aquellos forados mastes de naves; et estas muelas echabanlas al mar, et fincaban los mastes enfiestos: et á estos ataban las cuerdas en que estaban trabados los toneles.[/i]

Crónica de Alfonso XI. Cápitulo CCCXXXVI
.
En mayo de 1343 un gran ejército mandado por el rey musulmán de Granada pasó el río Guadiaro acercándose a la ciudad. Rápidamente el rey cristiano manda reunir a los adalides para ver cómo se podía hacer frente a esta nueva amenaza. Desde el real Alfonso XI manda correos al rey granadino comunicándole que levantaría el cerco de la ciudad si se le pagaba tributo por ello; el rey granadino hizo una oferta de tregua, pero ésta no fue suficiente para los castellanos.

En el mismo mes de mayo llegan al sitio de Algeciras numerosos caballeros europeos llamados por la importancia de la empresa que se estaba llevando a cabo: desde Alemania el Conde de Bous; desde Inglaterra Enrique Plantagenet, duque de Lancaster y los condes de Arby y Salisbury; desde Francia Gastón de Bearne, conde de Foix y su hermano; y desde el Reino de Navarra el propio rey Don Felipe con víveres y tropas.

Mientras tanto, las tropas de Granada no se movían de sus posiciones esperando el momento propicio para acercarse a la ciudad. Durante los meses de junio y julio la situación en el cerco se mantenía como en los anteriores, se construían cavas y bastidas y se combatía en la liza. Desde la ciudad se utilizan balistas, que lanzaban grandes saetas, y cabritas, ingenios probablemente similares a catapultas y sobre todo los truenos como se denominaba a las novedosas armas de pólvora musulmanas, causaban grandes daños en las fuerzas de asedio dirigiéndose principalmente contra las bastidas y cavas.

En agosto de 1343 cuando aún continuaban las negociaciones entre castellanos y granadinos aquellos recibieron la noticia de que, desde Marruecos, el Rey Abu al-Hasan 'Ali preparaba una flota para acudir al auxilio de la ciudad. Ante la inminencia del ingreso a la lucha de las fuerzas musulmanas provenientes de Granada y Marruecos, para los cristianos se volvió necesario acelerar los planes de conquista de Algeciras. Tanto las tropas asentadas en el Guadiaro como los barcos preparados cerca de Ceuta hacían presuponer una gran batalla en la zona.

Simultáneamente, Alfonso de Castilla recibe noticias de que el Papa prestaría al reino 20.000 florines para sufragar los gastos de la empresa, y que lo mismo haría el rey de Francia que a través del Arzobispo de Toledo, Don Gil de Albornoz, con 50.000 florines. Gracias a este dinero los castellanos pudieron pagar a los mercenarios genoveses que hacía tiempo que exigían su paga.​ Las estrecheces que pasaban los cristianos en el asedio y la inmediatez del combate con los granadinos y marroquíes eran ya conocidas en todo el reino. El propio rey de Castilla había tenido que empeñar su corona y mandar fundir en Sevilla varias de sus pertenencias de plata tras un incendio que, por esos días, había reducido a ceniza los almacenes de harina del campamento.

A mismo tiempo, Aragón mandó nuevas naves para ayudar a mantener el sitio. El vicealmirante valenciano Jaime Escribano llega a mediados de agosto a Algeciras con diez galeras en nombre de Aragón, se une al vicealmirante Mateo Mercer que tenía ya otras tantas en el lugar. Los diez barcos de Jaime Escribano y otros quince navíos castellanos al mando del almirante Egidio Boccanegra, fueron enviados a Ceuta con el objetivo de hacer el mayor daño posible a la flota del rey de Marruecos, que esperaba en ese puerto la llegada de la flota granadina para acudir al auxilio de Algeciras.

En un primer encuentro, los cristianos intentaron sorprender a la flota musulmana enviando al combate solo a los quince barcos castellanos, mientras que las naves aragonesas maniobraban como si se prepararan para ir en ayuda de los marroquíes.

La estrategia a punto estuvo de costar caro a los de Marruecos si no hubiese sido porque desde los barcos de Castilla un marinero fue capturado antes del encuentro definitivo y advirtió a los muslimes de la argucia. Los barcos de Ceuta volvieron rápidamente al puerto y la flota cristiana hubo de hacer lo mismo volviendo a la bahía de Algeciras.​ A su llegada al cerco, Egidio Boccanegra apostó veinte de sus naves en el puerto de Getares a la espera de nuevas noticias y con el objetivo de interceptar a los magrebíes si se decidían a atacar el cerco.

Las tropas de Fez cruzan el estrecho

En octubre la flota marroquí cruzó el estrecho de Gibraltar y llegó a la ensenada de Getares. Tan pronto como los primeros fuegos de las almenaras fueron advertidos por los cristianos, cuarenta barcos castellanos y aragoneses se apostan en la entrada sur de la ciudad.

Pero los barcos procedentes del norte de África no pusieron rumbo a Algeciras sino que tomaron abrigo en el vecino puerto de Gibraltar.​ El combate entre las galeras amenazaba con desatarse; advertida de ello, la escuadra genovesa comenzó a embarcar todo aquello que les pertenecía con el objetivo de marcharse. Con todos los pertrechos en sus barcos el almirante Egidio Boccanegra comunicó al rey que si no se les pagaban los cuatro meses de soldada que se les debía se irían de la cerca como ya habían hecho antes otros sitiadores, entre ellos el Duque de Fox con sus caballeros.

Era conocido en la cerca que los marineros genoveses habían estado tratando con los meriníes de Gibraltar e incluso con los de Ceuta y que las relaciones entre ellos distaban mucho de ser hostiles. Se temía en el real que, por no haber sido pagados, los soldados de Génova ayudasen a los musulmanes en el combate que se acercaba como ya había ocurrido durante el cerco de Alfonso X.

La resolución del rey fue pagar con sus propios recursos las soldadas de Génova contentando así a los soldados que resolvieron continuar el sitio y permanecer fieles al rey. Además eran muy importantes los préstamos que los comerciantes genoveses prestaban al rey de Castilla durante el asedio y que le permitían sofocar las quejas de sus soldados.

Las dos escuadras no llegaron a encontrarse en aguas de la bahía, sino que los barcos mandados por el emir de Fez atracaron en la ciudad de Gibraltar, donde dejaron allí un gran número de soldados, cuarenta mil infantes y doce mil soldados a caballo según algunas crónicas que se unieron a la flota de Abu al-Hasan 'Ali.

Sobre el mes de noviembre llegan el rey de Granada y el infante de Marruecos a las orillas del río Palmones. Los movimientos de las tropas desde Gibraltar a la ribera del Palmones fueron protegidos por una escuadra de barcos del emir de Marruecos que se situaron en el centro de la bahía para impedir que la flota castellano-aragonesa pudiese desembarcar tropas allí donde las suyas se movían.

El real castellano mandó entonces que se incendiasen las naves enemigas arrojando desde sus barcos material inflamable y saetas encendidas y aprovechando el fuerte viento de levante que soplaba. Los musulmanes sin embargo evitaron el incendio de sus naves con la colocación de velas mojadas en cubierta y la utilización de largas pértigas que impedían que se acercaran los barcos enemigos.

En el real de Castilla habían sido advertidos rápidamente de la llegada de las tropas gracias a las señales que se les hizo desde la torre de los Adalides. Las tropas islámicas mandan un primer grupo expedicionario a cruzar el río para reconocer el terreno mientras los de Castilla los observan desde la torre. Alfonso XI ordenó que ninguno de sus caballeros atacara a los granadinos hasta que todas sus tropas hubiesen pasado el río.

Los musulmanes sin embargo también conocían el terreno y tras una primera inspección y un pequeño encontronazo con un reducido grupo de cristianos, volvieron a su margen del río a la espera de nuevas. En el campamento granadino no tenían ninguna prisa por empezar los combates debido a que en pocos días se recibirían refuerzos desde la capital y una vez con ellos se podría hacer frente a los castellanos.

La batalla del río Palmones

El 12 de diciembre los asaltos contra las murallas de la ciudad fueron especialmente fuertes. Desde la ciudad se lanzaban truenos al campo cristiano, mientras desde éste se lanzaban multitud de saetas contra los defensores. Poco después del amanecer las armas de asedio cristianas consiguen hacer mella en las defensas y a través de ella se ataca la ciudad aunque sin llegar los sitiadores a penetrar en ella.

En estos momentos cunde el miedo en Algeciras y se hacen señales de humo desde la torre de la mezquita mayor de la ciudad para indicar que la situación era ya insostenible. En el campamento granadino se vieron las señales y el ruido de los truenos y se interpreta que la ciudad estaba siendo asaltada.​ Rápidamente se movilizan las tropas de Gibraltar y se unen a las que estaban en Palmones tomando formación de combate.

Desde la Torre de los Adalides, Alfonso XI manda formar a sus ejércitos y a Don Joan Núñez situarse en uno de los vados que permitían pasar el río cerca de la sierra. Las tropas musulmanas que pasaron este vado presentaron batalla a los castellanos y superándoles en número hubieron de bajar desde la torre gran cantidad de tropas.

Al mando del mismo rey pasan todas las tropas cristianas el río y emprenden la persecución de los granadinos que se retiran al campamento. Las tropas a caballo musulmanas se vieron pronto reducidas debido a los daños que se les estaban causando desde las filas cristianas. Los de Granada y Fez tuvieron que huir dejando la formación, haciendo caso omiso a las órdenes de retirarse hasta Gibraltar. Muchos de los musulmanes huyeron hacia los montes de Algeciras, otros hacia la torre de Almoraima y tras ellos los castellanos.

El rey de Castilla se ve de pronto acompañado de pocos soldados pues la mayoría de ellos marchaban contra los granadinos. Apenas contaba entonces junto a sí con las tropas de a pie heridas y aquellos que habían perdido sus caballos apenas estaban cruzando el río. Por esa razón decide esperar el regreso de los soldados y aguardar a la noche para volver al real.

La alianza de tropas granadinas y marroquíes había sido derrotada, pero en las marismas del río Palmones quedaron cadáveres de ambos bandos. No había sido una derrota total y cabía la posibilidad de que los musulmanes reorganizaran sus tropas; los cristianos precisaban que la ciudad cayera pronto.

Capitulación

Dios te quiera acorrer e te vala a esta guerra
si merçed ha de faser Dios en alguna tierra
faga lo a tí que eres flor, que el tu preçio alaben
pues la billa mejor es que en todo el mundo saben.


Canto del alcaide de Algeciras. Poema de Alfonso Onceno (2322)
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Tras la desastrosa batalla del río Palmones, quiso el rey de Granada preparar un segundo ataque contra las huestes cristianas, pero la moral de la tropa estaba por los suelos. El emisario del emir de Fez convence al granadino para que procure resolver el conflicto con el rey de Castilla mediante un tratado de paz y para ello se manda correo al real de Algeciras ofreciendo la tregua. Pero Alfonso XI no deseaba la paz en ningún término si ello no suponía que la ciudad pasara a formar parte de su reino.

En enero de 1344 el rey castellano decide reforzar el cerco marítimo que era frecuentemente violado por pequeñas embarcaciones procedentes de Gibraltar. El nuevo cerco se haría desde entonces atando fuertemente a las cadenas, grandes toneles que quedaban flotando, manteniendo su posición mediante piedras de molino sumergidas con mástiles de barco que sobresalían varios metros de la superficie del mar.

La instalación de este cerco marítimo se prolongó dos meses durante los cuales hubo una continua violación del mismo por parte de pequeñas embarcaciones. El paso de barcas a la ciudad de Algeciras quedaba definitivamente cortado a primeros de marzo; solo era cuestión de tiempo que el hambre hiciera capitular a la ciudad u ofrecer un pacto satisfactorio para los intereses de los sitiadores.

En el mes de marzo la situación en la ciudad ya era desesperada. No quedaba pan ni ningún otro alimento para sus gentes y quedaban tan pocos defensores que apenas podrían cubrir un tramo suficiente de la muralla. El domingo 2 de marzo Don Hazán Algarrafe, enviado del rey de Granada, llega al campamento castellano con noticias para el rey de Castilla: el rey de Granada aceptaría entregar a Castilla la ciudad de Algeciras.

Las condiciones de los musulmanes eran simples: se debía dejar salir a todos aquellos que permanecían en la ciudad con todas sus pertenencias bajo la protección de Alfonso XI, se establecería una tregua de quince años entre los reinos castellanos y el rey de Granada y de Marruecos y se pagaría un tributo de doce mil doblas de oro al año a Castilla.

El consejo de adalides del rey recomienda continuar el sitio pues en poco tiempo llegarían las tropas de refuerzos de los consejos de Sevilla y Toledo y las cavas hechas alrededor de la ciudad garantizaban que ésta pronto caería de hambre. Alfonso XI sin embargo no deseaba seguir combatiendo pues el asedio resultaba demasiado caro y ya había perdido muchos soldados. Se aceptan las condiciones de los musulmanes con el único cambio de la duración de la tregua, que debía ser de tan solo diez años. Se firmó entonces el llamado Tratado de Algeciras, poniendo fin a veintiún meses de duro asedio.​

El 26 de marzo de 1344 los habitantes de la Villa Nueva de Algeciras pasan, junto a sus pertenencias, a la Villa Vieja, entregando la primera al infante Don Juan Manuel. Al día siguiente, víspera del Domingo de Ramos, fue entregada la Villa Vieja al rey Don Alfonso XI mientras sus ocupantes salen de ella. En las torres de la ciudad se expusieron los pendones del rey, los del infante Don Pedro, de Don Enrique, del Maestre de Santiago, de Don Fernando, de Don Tello y de Don Juan.

Acompañando la comitiva irían también los principales adalides del rey, entre ellos Egidio Boccanegra, que fue nombrado Señor del Estado de la Palma en agradecimiento por su labor en el cerco. Al día siguiente el obispo de Toledo, Gil Álvarez de Albornoz, ofició misa en la mezquita mayor de la ciudad, consagrándo la misma como catedral, bajo la advocación de Santa María de La Palma, patrona desde entonces de la ciudad. Habían perdido la vida en el asedio grandes personajes de la nobleza castellana Rui López de Rivera, que había sido embajador de Castilla en Marruecos, Diego López de Zúñiga y Haro señor de los Grandes Estados de La Rioja, Gonzalo Yáñez de Aguilar y Fernán González de Aguilar señores del Estado de Aguilar entre otros.

Consecuencias

La toma de Algeciras supone un paso decisivo en la Reconquista, al dotar al Reino de Castilla del principal puerto de la costa norte del Estrecho de Gibraltar. La ciudad sería a partir de entonces la base principal de actuación de los ejércitos cristianos. Para asegurar la prosperidad de la nueva ciudad castellana el Rey Alfonso XI emite en 1345 la Carta de ordenación de Algeciras, que proporciona tierras de cultivo y beneficios fiscales a cuantas personas quieran establecerse en la ciudad.​ Se añade a los títulos de los reyes de España, el de Rey de Algeciras y se solicita al Papa Clemente VI el traslado de la catedral de Cádiz a Algeciras, creándose la diócesis de Cádiz y Algeciras​ y consagrándose la mezquita mayor de la ciudad como catedral bajo la advocación de la Virgen de la Palma.

Tras la pérdida de Al-Yazira Al-Jadra, queda para los benimerines de Fez tan sólo la ciudad de Gibraltar como puerto de comunicación con sus dominios africanos. Todos los esfuerzos de la reconquista se centrarían desde entonces en la toma de esta ciudad portuaria.

En 1350 Alfonso XI impuso un fuerte asedio a la ciudad, apoyándose de nuevo en las flotas de Aragón y Génova que establecieron su base principal en Algeciras. Sin embargo en esta ocasión la suerte de la ciudad no dependería de las acciones bélicas, pues en marzo del mismo año se desata una fuerte epidemia de peste bubónica en el campamento castellano que provocó la muerte del rey el 26 de marzo.

Esta inesperada muerte desembocó en una guerra civil entre los pretendientes al trono de Castilla. Las consecuencias de la guerra en Algeciras no se hicieron esperar y en 1369 en plena guerra entre Pedro I y su hermano Enrique II la ciudad se vio con una débil guarnición de soldados debido a la necesidad de tropas en el norte. Este lance fue aprovechado por el rey de Granada Muhammad V para reconquistar Al-Yazira Al-Jadra. Los musulmanes reconstruyen las defensas y establecen allí una gran tropa para defender la ciudad.

La suerte de ésta sin embargo cambiará de nuevo con el fin de las disputas en Castilla. En 1379, una vez recompuestas las huestes cristianas, los granadinos comprenden la imposibilidad de defender la ciudad en el caso de que se le ponga de nuevo asedio y el peligro que podría suponerles que cayera de nuevo en manos castellanas. Por ello, ese mismo año, procedieron a la destrucción de la ciudad. Para ello cegaron el puerto, derruyeron las murallas y mandaron incendiar todos los edificios. En tres días Algeciras queda totalmente arrasada y permanecerá así hasta la conquista británica de Gibraltar en 1704, cuando parte de los exiliados gibraltareños se establecen en los campos baldíos que ocupaban la antigua Villa Vieja de la ciudad

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 13 Ene 2018 17:19

Batalla de Aljubarrota


La batalla de Aljubarrota aconteció al final de la tarde del 14 de agosto de 1385, entre tropas portuguesas e inglesas al mando de Juan I de Portugal y de su condestable Nuno Álvares Pereira, y el ejército castellano de Juan I de Castilla. La batalla se dio en el campo de San Jorge en los alrededores de la villa de Aljubarrota, entre las localidades de Leiria y Alcobaça en el centro de Portugal. El resultado fue la derrota de los castellanos, el fin de la crisis portuguesa de 1383 a 1385, y la consolidación de Juan I como rey de Portugal, el primero de la dinastía de Avís. La paz definitiva con Castilla se estableció en 1411, con la firma del tratado de Ayllón (población de la provincia de Segovia), tras agresiones portuguesas en territorio castellano y acciones como la batalla de Valverde (15 de octubre de 1385), con el triunfo de Nuno Álvares Pereira sobre los castellanos en Valverde de Mérida.

Al final del siglo xiv, Europa se encontraba en medio de una época de crisis y revolución. La Guerra de los Cien Años devastaba Francia, epidemias de peste negra se llevaban vidas en todo el continente, la inestabilidad política dominaba y Portugal no era una excepción.

Durante la segunda mitad de este siglo xiv era grande la rivalidad y luchas entre Castilla y Portugal: Fernando I de Portugal, había mantenido aspiraciones al trono de Castilla dando lugar desde 1369 a las llamadas tres Guerras Fernandinas. En 1383, dicho rey portugués murió sin hijos varones que heredasen la corona. Su única hija era la infanta Beatriz de Portugal, casada con el rey Juan I de Castilla. La burguesía se mostraba insatisfecha con la regencia de la reina Leonor Téllez de Meneses y de su favorito, el conde Andeiro, y con el orden de sucesión, ya que eso significaría la anexión de Portugal a Castilla. Las gentes se levantaron en Lisboa, el conde Andeiro fue muerto y el pueblo pidió al maestre de la Orden de Avis, hijo natural de Pedro I de Portugal, que fuese regente y defendiera el país.

El periodo de interregno que siguió se conoce como la crisis de 1383-1385. Finalmente el 6 de abril de 1385, don Juan, maestre de la Orden de Avís, es aclamado rey por las Cortes reunidas en Coímbra. Pero el rey de Castilla no renunció a su derecho a la corona portuguesa, que le venía por su casamiento. En junio invade Portugal al frente de su ejército, auxiliado por un contingente de caballería francesa.

La disposición de las huestes portuguesas

Cuando llegaron las noticias de la invasión, Juan I de Portugal se encontraba en Tomar, en compañía de Nuno Álvares Pereira, condestable del reino, y de su ejército. La decisión, tomada tras algunas dudas iniciales, fue enfrentarse a los castellanos antes de que pudiesen llegar a Lisboa.

Con sus aliados ingleses, el ejército portugués interceptó al ejército castellano en Leiria. Dada la lentitud con la que avanzaban los castellanos, Nuno Álvares Pereira tuvo tiempo para escoger un terreno favorable para la batalla, asistido por los expertos ingleses. La opción recayó sobre una pequeña colina de cima plana rodeada por riachuelos, cerca de Aljubarrota.

Hacia las 10 de la mañana del 14 de agosto, el ejército tomó posiciones en la vertiente norte de la colina, de frente a la carretera por dónde los castellanos eran esperados. Siguiendo el mismo plan de otras batallas del siglo xiv (Crécy y Poitiers son buenos ejemplos), las disposiciones portuguesas fueron las siguientes: caballería desmontada e infantería en el centro de la línea rodeadas por los flancos de arqueros ingleses, protegidos por obstáculos naturales (en este caso ríos). En la retaguardia, aguardaban los refuerzos mandados por Juan I de Portugal en persona. En esta posición, altamente defensiva, los portugueses esperaron la llegada del ejército castellano protegidos por la vertiente de la colina.

La llegada de los castellanos


La vanguardia del ejército castellano llegó al teatro de la batalla al mediodía, bajo el sol inmisericorde de agosto. Al ver la posición defensiva ocupada por lo que ellos consideraban rebeldes, el rey de Castilla tomó la acertada decisión de evitar el combate en estos términos. Lentamente, debido a los 30 000 soldados que constituían sus efectivos, el ejército castellano comenzó a rodear la colina por el camino del lado del sol naciente. Las patrullas castellanas habían verificado que la vertiente sur de la colina tenía un desnivel más suave y era por ahí por donde pretendían atacar.

En respuesta a ese movimiento, el ejército portugués invirtió su disposición y se dirigió a la vertiente sur. Ya que estaban en inferioridad numérica y tenían un camino más corto que recorrer, el contingente portugués alcanzó su posición final al inicio de la tarde. Para evitar nerviosismos y mantener la moral elevada, Nuno Álvares Pereira ordenó la construcción de un conjunto de trincheras y cuevas en frente de la línea de infantería. Esta táctica defensiva, muy típica de los ejércitos ingleses.

Hacia las seis de la tarde, los castellanos estaban preparados para la batalla. De acuerdo con el registro escrito por el rey de Castilla tras la batalla, sus soldados estaban bastante cansados tras un día de marcha en condiciones de mucho calor. Pero no había tiempo para volver atrás y la batalla comenzó.

La batalla

La iniciativa de comenzar la batalla partió de Castilla, con una típica carga de la caballería francesa: a toda brida y con fuerza, para romper la línea de infantería adversaria. Mas, tal como sucedió en la batalla de Crécy, los arqueros ingleses colocados en los flancos y el sistema de trincheras hicieron la mayor parte del trabajo. Mucho antes de ni siquiera entrar en contacto con la infantería portuguesa, la caballería ya se encontraba desorganizada y confusa, dado el miedo de los caballos a avanzar por terreno irregular y la eficacia de la lluvia de flechas que caía sobre ellos. Las bajas de la caballería fueron grandes y el efecto del ataque nulo. La retaguardia castellana demoró en prestar auxilio y en consecuencia, los caballeros que no murieron fueron hechos prisioneros.

Tras este percance, la restante, pero substancial parte del ejército castellano entró en la contienda. Su línea era bastante extensa, por el gran número de soldados. Al avanzar en dirección a los portugueses, los castellanos fueron forzados a desorganizar sus propias líneas para caber en el espacio situado entre los dos ríos.

En cuanto los castellanos estuvieron desorganizados, los portugueses redispusieron sus fuerzas dividiendo la vanguardia de Nuno Álvares Pereira en dos sectores, para afrontar la nueva amenaza. Viendo que lo peor todavía estaba por llegar, Juan I de Portugal ordenó la retirada de los arqueros y el avance de la retaguardia a través del espacio abierto en la línea de frente. Fue en ese momento en que los portugueses tuvieron que llamar a todos los hombres y se tomó la decisión de ejecutar a todos los prisioneros castellanos.

Atrapados entre los flancos portugueses y la retaguardia avanzada, los castellanos lucharon desesperadamente por la victoria. En esta fase de la batalla, las bajas fueron muy grandes por ambos lados, principalmente del lado castellano y en flanco izquierdo portugués, recordado con el nombre Ala de los enamorados. A la puesta del sol, la posición de los castellanos ya era indefendible y con el día perdido, Juan I de Castilla ordenó la retirada. Los castellanos se retiraron en desbandada del campo de batalla. Los soldados y el pueblo de los alrededores seguían el desenlace y no dudaron en matar a los fugitivos.

De la persecución popular surgió una tradición portuguesa en torno a la batalla: una mujer, de nombre Brites de Almeida, recordada como la Panadera de Aljubarrota, muy fuerte y con seis dedos en cada mano, emboscó y mató con sus propias manos a muchos castellanos en fuga. Esta historia no es más que una leyenda popular, pero la masacre que siguió a la batalla es histórica.

El día siguiente

En la mañana del 15 de agosto, la magnitud de la derrota sufrida por los castellanos quedaba patente: los cadáveres eran tantos que llegaron a interrumpir el curso de los ríos que bordeaban la colina.

Las pérdidas humanas fueron cuantiosas. Entre los fallecidos en combate en el bando castellano se contaron personajes del más alto escalafón social y nobiliario, lo que causó gran luto en Castilla:

Pedro González de Mendoza, señor de Hita y Buitrago,
Juan Téllez de Castilla, señor de Aguilar de Campoo y primo hermano del rey,
Diego Gómez Manrique de Lara y Leyva, señor de Amusco y Treviño,
Juan Fernández de Tovar, Almirante de Castilla y señor de Berlanga, casado con una sobrina del rey,
Diego Gómez Sarmiento, mariscal de Castilla y I señor de Salinas,
Juan Alfonso Tello, VI conde de Barcelos, almirante de Portugal y hermano de la reina, combatió en el bando castellano,
Gutierre González de Quirós, señor de Villoria, alférez mayor del rey. En la batalla murió también su hermano Lope y su primo García de Quirós,
Pedro Boil, señor de Huete y señor de Masanasa, aragonés de nacimiento,
Juan Alfonso de Ajofrín, del linaje toledano de los ben Furon,
Gonzalo Díaz Carrillo, hijo del señor de Mondéjar.

Contingentes enteros se perdieron. Del contingente soriano, comandado por Juan_Ramírez_de_Arellano_el_Mozo, señor de los Cameros, solo pudo regresar un soldado, que sería asesinado por su padre al grito de «antes que cobarde, quiero mejor verte muerto».

La caballería francesa sufrió en Aljubarrota una derrota más en contra de tácticas defensivas de infantería, tras Crécy y Poitiers. La batalla de Azincourt, ya en el siglo xv, mostró que Aljubarrota no fue el último ejemplo.

Consecuencias

Con esta victoria, Juan I se convirtió en rey indiscutido de Portugal, el primero de la casa de Avís. Para celebrar la victoria y agradecer el auxilio divino que creía haber recibido, Juan I de Portugal mandó erigir el monasterio de Santa María de la Victoria (monasterio de Batalla) y fundar la villa de Batalla (Batalha).

Saludos :saluting-soldier: :saluting-soldier: :saluting-soldier:
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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 13 Ene 2018 17:27

Toma de Antequera


El Sitio de Antequera de 1410 fue una victoria castellano-leonesa sobre la guarnición nazarí de esta ciudad española. La victoria otorgó gran prestigio al infante Fernando de Castilla, facilitándole la sucesión en el trono de Aragón, concluida en el Compromiso de Caspe de 1412.

La campaña de 1410

En 1410 el infante Fernando de Castilla, regente de Juan II de Castilla, decidió emprender una gran campaña contra los nazaríes tras algunos meses de tregua. Ya en febrero don Fernando inició su marcha hacia la frontera, yendo de Valladolid, donde había pasado la Corte el invierno, a Extremadura, y de allí a Córdoba, donde recibió la noticia de la caída de Zahara ante los granadinos, que mataron a 114 hombres y se llevaron cautivos a las mujeres y los niños. La fortaleza había resistido defendida tan solo por 20 hombres, pero el culpable del desastre fue un escudero llamado Antón Fernández de Beteta, que vendió información clave a los musulmanes.

El 24 de abril, los líderes cristianos, reunidos en Alhonoz, decidieron atacar Antequera, aunque esperando a que pasaran las lluvias primaverales y reunieran tropas y equipamiento suficientes. Sin embargo, el infante Fernando, deseoso de una victoria répida que hiciera aumentar su fama, no atendió a razones y paríó de inmediato a Antequera, a donde llegó el 26. Tras rodear la villa, se encargó traer desde Sevilla el necesario material de asedio.

Para poner fin al asedio antes de que los cristianos se atrincheraran, el rey Yusuf III de Granada movilizó con rapidez 5.000 caballeros y los 80.000 peones que, dirigidos por los infantes Sidi Alí y Sidi Hamet, llegaron a Archidona la tarde del 4 de mayo.

Al día siguiente se aproximaron a Antequera, produciéndose varias escaramuzas, y el día 6 se produjo una cruenta batalla, al cargar los infantes granadinos sobre las posiciones cristianas en la Sierra de la Rábida, comandadas por el entonces obispo de Palencia, Sancho de Rojas.

La batalla estuvo indecisa hasta que llegó el infante Fernando con el grueso de su ejército, poniendo al enemigo en desbandada. Murieron 15.000 musulmanes y tan solo 120 cristianos, pero los supervivientes prefirieron dedicarse a robar los cadáveres y el campamento granadino en lugar de perseguir a los vencidos. Tras el desastre, el emir granadino intentó concertar la paz a través de su embajador, Zayd Al-Amín, pero el regente castellano se negó, determinado como estaba a obtener una gran victoria que le abriera las puertas del trono aragonés.

El cerco de Antequera

El 12 de mayo por fin llegó el equipo de asedio, comenzando una frenética actividad. Tras algunos retrasos, el asalto general tuvo lugar el 27 de junio, pero fue un fracaso: las escalas resultaron ser demasiado cortas para las murallas de Antequera y los defensores lograron quemar una bastida.

Para entretener a las tropas mientras se renovaba el equipo de asedio y mantener al enemigo a raya, el infante Fernando emprendió una serie de correrías por los alrededores de Antequera: se hizo una incursión en Loja y otra en Ronda, que resultó en una derrota y fue vengada al poco al desbaratar una celada de los moros de Ronda. El 11 de julio se envió una poderosa cabalgada que durante cinco días causó estragos por tierras de Málaga, derrotando a las tropas que salieron a su encuentro. Entretanto, en la frontera de Jaén, Alonso Fernández de Córdoba derrotó a fuerzas muy superiores del yerno y visir del rey granadino, Mofarrax, en la Batalla de Montefrío, dando muerte al comandante nazarí y tomando su pendón.

El emir de Granada pidió de nuevo la paz, enviando de nuevo a Zayd Al-Amín, pero Fernando le exigió unas condiciones leoninas: declararse vasallo de Castilla, pagar cuantiosas parias y liberar a todos los cautivos cristianos. Ante esas inaceptables exigencias, el embajador granadino intentó conspirar con algunos súbditos castellanos musulmanes para quemar el campamento de los sitiadores, pero la perfidia fue descubierta. Sin embargo, fuertes vientos inutilizaron las bastidas, obligando a posponer de nuevo el asalto. Mientras se traían repuestos, se completó el cerco de la villa con un muro y se pidieron fondos adicionales para financiar las operaciones.

A la mitad del verano llegaron noticias de la muerte del rey de Aragón, Martín I el Humano, a quien el infante pretendía suceder. Sin embargo, el cerco no avanzó más allá de algunas victoriosas escaramuzas. Pero el 2 de septiembre los sitiadores lograron privar a la ciudad de su abastecimiento de agua. El 10 de septiembre llegó el Pendón de San Isidoro de León, que elevó la moral cristiana.

En los días siguientes, mientras continuaban las escaramuzas en los alrededores del sitio, se ideó una estratagema. Desde lo alto de las bastidas, los cristianos comenzaron a disparar contra los guardias que oteaban en lo alto de las torres, hasta que los defensores dejaron de guarnecerlas para evitar las numerosas bajas. Aprovechando la ocasión, la noche del 16 de septiembre varios soldados cristianos se descolgaron desde una bastida hasta la torre más expuesta y la tomaron. Comenzó entonces una feroz lucha cuerpo a cuerpo en la villa que obligó a los defensores a retirarse a la alcazaba, donde pidieron negociar la entrega de la fortaleza a cambio de sus vidas, familias y bienes.

El infante les conminó a darse por cautivos y liberar a todos los cristianos, pero respondieron que preferían antes morir que entregarse. Retomadas las negociaciones, el Conde de Trastámara y el obispo Rojas convencieron al regente para que aceptara las condiciones de los sitiados a cambio de la liberación de los cautivos, pues el tiempo empeoraba y la fortaleza aún podía resistir mucho tiempo. Por tanto, se acordó respetar sus vidas y bienes y permitirles retirarse a Archidona, para lo cual se les prestaron 1000 bestias de carga.

El 24 de septiembre el conde y el obispo tomaron posesión de la alcazaba, y al día siguiente salieron los últimos defensores: 895 hombres con 770 mujeres y 863 niños. En los días siguientes vendieron a los cristianos los bienes que no podían transportar y marcharon en paz para Archidona, si bien algunos murieron por el camino.

Resultados

A comienzos de octubre se consagró como iglesia de Santa Eufemia la mezquita mayor y comenzó la retirada hacia Sevilla. El 14 de octubre tuvo lugar un fastuoso recibimiento en la capital hispalense, y el infante Fernando pasó a ser llamado "el de Antequera", en reconocimiento de su victoria.

El elevado coste del sitio de Antequera impidió continuar la guerra, aunque los benimerines propusieron una alianza contra los nazaríes. El 10 de noviembre se acordaron 17 meses de tregua con Granada, ahorrando así 20 millones de maravedíes en mantener el ejército y logrando la liberación de 300 cautivos cristianos.

Liberado el infante de sus preocupaciones en el sur, pudo entregarse plenamente a obtener el trono de Aragón, lo que logró en el Compromiso de Caspe de 1412.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 13 Ene 2018 17:33

La toma de Ceuta


La batalla de Ceuta de 1415, librada el 21 de agosto de 1415, y la posterior conquista de la actual ciudad española de Ceuta por los portugueses tiene sus raíces en los primeros años de la dinastía de Avis en Portugal. Tanto la batalla de Ceuta y, en un sentido más amplio, la era de la expansión europea, fueron influenciados por el infante Dom Henrique de Portugal, más conocido como el príncipe Enrique el Navegante.

Nacido en 1394, Enrique era el tercer hijo del rey Juan I y la reina Felipa, que fueron monarcas de la dinastía de Avis. Él y sus hermanos vivieron en una época en la que el honor era tanto ganado como heredado; el concepto de la caballería medieval, que aún mantenía influencia en las cortes europeas. En vista de este mundo, no es de extrañar que Juan llevara a su hijos y sus fuerzas concentradas en un ataque a la fortaleza mariní de Ceuta en 1415. Este "bautismo de sangre" era una forma tradicional por la que los nobles demostraban su valor. Además, la expedición alimentaba el espíritu de cruzada en sus guerreros, ya que no había mayor gloria para los cristianos ibéricos de la Reconquista que lograrla a través de la derrota de los sarracenos.

La conquista portuguesa de Ceuta sirvió a los más grandes propósitos de los hijos de Juan de ganar honores de caballero de los hijos de Juan I; su victoria sobre las fuerzas del Islam reavivó los sueños de una cristiandad unificada que podría someter al Islam en diversos aspectos de los conflictos. La perspectiva de una triunfante unificación militar religiosa de los imperios cristianos distantes, por lo tanto, aumentaba su atractivo para los líderes europeos.

La batalla


Antes de la batalla, el rey rey Juan I de Portugal sostuvo un consejo de guerra en Punta Carnero (España) para planear el ataque.

La batalla en sí fue de corta duración, ya que los cuarenta y cinco mil hombres que viajaron en doscientos buques portugueses sorprendieron a los defensores de Ceuta desprevenidos. El ataque que se inició en la mañana del 14 de agosto de 1415 terminó con la captura de la ciudad por la noche. El príncipe Enrique se distinguió en la batalla, siendo herido durante la conquista de la ciudad, que se conocía como la «Llave del Mediterráneo».

Así, uno de los principales centros de comercio del norte del mundo islámico pasó a dominio de Portugal. Esta conquista en África fue parte de la primera fase de la gran de expansión europea que llegaría a todos los continentes del planeta.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 13 Ene 2018 17:40

La conquista de las Islas Canarias


Atrás quedaron los años en que tartesios y fenicios descubrieron las Canarias. No fue sino hasta la Edad Media, con la revolución marítima, cuando estas islas comenzaron a alcanzar una importancia y nombre que hasta entonces no habían tenido. Las conocidas por entonces como Islas Afortunadas fue objetivo de las expediciones de todas las grandes potencias marítimas de la época, desde genoveses, hasta mallorquines, catalanes, andaluces, vascos o lusitanos. Las leyendas o las historias hablaban de sus grandes riquezas, y en aquellos tiempos de conquistas, no podían pasar inadvertidas.

En mayo de 1402, Béthencourt y La Salle zarparon rumbo a Lanzarote, a la que conquistaron y desde donde hicieron expediciones a El Hierro (en 1405 derrotaron a los indígenas locales, los bimbaches) y Fuerteventura (desembarcaron en 1402 y conquistaron a los majoreros). Mientras, iban comenzando los contactos con la Corona de Castilla en busca de una financiación que les permitiera nuevas expediciones. Años después, Béthencourt cedió sus dominios a su sobrino Maciot y éste, a su vez, se los vendió al conde de Niebla y éste a las familias andaluzas de Casas, Pedraza y García de Herrera. Precisamente fue Díaz de Pedraza, en 1450, quien conquistó otra de las islas, La Gomera.

Momento importante fue el de la firma del Tratado de Alcaçovas-Toledo por el que Portugal y Castilla acordaron el reparto de las posesiones atlánticas, de modo que el Reino de Portugal se quedó con las Madeira, Azores y Cabo Verde, mientras que la Corona de Castilla se quedó con las Islas Canarias. 1478 fue el año de la incorporación de las Islas Canarias a la Corona de Castilla. De ese modo las islas pasaron a ser tierras de realengo, es decir, tierras que eran administradas por los reyes y no por los señores de ninguna familia.


Con Lanzarote, Fuerteventura, El Hierro y La Gomera bajo gobierno castellano, los ojos se volvieron hacia las tres islas restantes, Gran Canaria, La Palma y Tenerife. Se recabó dinero de la Iglesia Católica, mediante las bulas papales de indulgencia; de los mercaderes italianos y de empresas particulares que buscaban tener privilegios tras la conquista, y así comenzaría la conquista definitiva de las Canarias.

La conquista de Gran Canaria

Fue el primer gran objetivo de los Reyes Católicos. Al mando de Juan Rejón, en 1478, el ejército castellano se encontró con la oposición de los indígenas, los canarios, que estaban bajo el mando de los guanartemes (así se conocían a sus reyes) Semidán y Doramas. Los indígenas derrotaron a los castellanos, y Rejón fue sustituido por Pedro de Vera quien, éste sí, consiguió matar a Doramas y detener a Semidán en 1483, año de la conquista definitiva de Gran Canaria.

La conquista de La Palma

Los ojos se volvieron hacia La Palma cuya conquista se encomendó a Alonso Fernández de Lugo. A cambio de 700.000 maravedíes, moneda de la época, éste se comprometió a conquistar en un año la isla. En el año 1492 desembarcó en la isla con 900 hombres y, a pesar de encontrar resistencia en los auaritas, indígenas locales, y en su jefe Tanausú, finalmente lograron en pocos meses la conquista tras capturar a Tanausú y dejarse éste morir de hambre.

La conquista de Tenerife

Era la última de las islas en caer bajo el mando castellano y, supuestamente, la que más resistencia ofrecería. Ésta fue desigual en toda la isla. La isla, habitada por unos 300.000 guanches, estaba dividida en 9 tribus gobernadas por los menceyes (reyes locales). Ya incluso antes desembarcar en Tenerife, en mayo de 1493, Fernández de Lugo pactó con varios de aquellos menceyes, entre ellos, los de Anaga, Güimar, Abona y Adeje, pero se encontró con la feroz resistencia de uno de ellos, Bencomo, mencey de Taoro.

El ejército real se adentró en la isla pero en el barranco del Acentejo sufrieron una emboscada y cientos de soldados perdieron la vida. Malherido, Fernández de Lugo y sus soldados tuvieron que huir de la isla y se refugiaron en la vecina Gran Canaria. Allí pidieron ayuda a los genoveses, al duque de Medina Sidonia y al guanarteme canario Semidán.

Todos unidos volvieron a Tenerife, pero esta vez se dirigieron a los llanos de Aguere, en La Laguna. Más de mil indígenas murieron en aquella batalla, y entre ellos, el Mencey Bencomo también murió. Su principal rival había caído y aunque los guanches eligieron sucesor a su hijo Bentor, una segunda batalla cerca del Acentejo determinó la conquista en favor de los castellanos.

En 1496 Tenerife había caído bajo el gobierno de la Corona de Castilla.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 13 Ene 2018 20:48

La Conquista de Granada y fin de la Reconquista


Se denomina Guerra de Granada al conjunto de batallas que tuvieron lugar entre 1482 y 1492 en el reino nazarí de Granada. Con la rendición de Boabdil y la entrega de las llaves de la ciudad a los Reyes Católicos, Granada queda integrada en Castilla y con este hecho finaliza la Reconquista y expulsión de los musulmanes de España.

Se prolongó durante diez años y supuso un gran esfuerzo económico militar para la corona de Castilla y la experiencia constituyó el inicio de la edad moderna y la expansión de España hacia el nuevo mundo. La participación de la Corona de Aragón fue de menor importancia, la presencia del rey Fernando supuso la colaboración naval y la aportación de expertos en táctica militar. La guerra fue claramente una empresa castellana.

Antecedentes Históricos de la Guerra de Granada

En la segunda mitad del siglo XV, la Reconquista se aproximaba a su final después de casi 8 siglos. Muerto Yusuf III en 1417, el reino musulmán de Granada inició una etapa de inestabilidad, protagonizada por los Abencerrajes, que iniciaron una guerra civil en 1419, apoyaron como emir a su candidato Muhammad IX. Frente a él estaba la familia de los Zagríes.

En 1431, Juan II de Castilla, con el condestable Álvaro de Luna, ataca en la vega de Granada y vence a los moros en la batalla de la Higueruela. Una oportunidad desaprovechada por los cristianos para conquistar Granada, ya que no continuado despues de la victoria de la Higueruela. La falta de alimento provocó la rebelión de los granadinos contra el emir, que huyó a Almería, consecuencia fue la toma del trono por Yusuf IV.

En 1444, otra guerra civil provocada por los Abencerrajes, ocasionó la subida al trono del emirato a Yusuf V. En 1447, volvió al poder Yusuf IV, el zurdo.

En 1455, dos emires se reparten el reino: Muhammad XI, se quedó con Granada, Málaga, Guadix y parte de Almería; mientras que el candidato de los Abencerrajes, Muley Zad, gobernó sobre Archidona, Ronda y el resto de Almería.

En 1462, Castilla aprovecha la debilidad musulmana y ocupa Gibraltar y Archidona.

En 1464, toma el poder del reino nazarí, Muley Hazén, inició su reinado reprimiendo a los Abencerrajes, que se le sublevaron en Málaga. Ejecutó algunas razias en terreno cristiano, llegando a tomar el castillo de Zahara.

En 1469, con el matrimonio de Isabel II de Castilla y Fernando II de Aragón, Los Reyes Católicos, la suerte de Granada quedó decidida.

Los Motivos de la Guerra de Granada


Con su matrimonio, los Reyes Católicos, consiguieron la unión política de los reinos, recibiendo por primera vez el título de rey y reina de España. Posteriormente debieron fijar como prioridad la toma de Granada, antes de iniciar sus etapas de expansión y consolidación del territorio: los turcos avanzaban peligrosamente por los Balcanes y Fernando había elegido para la expansión del reino de Aragón, Nápoles y Sicilia, colisionando con los intereses franceses y cuyas costas estaban también amenazadas por los turcos.

Era imprescindible, terminar definitivamente la Reconquista antes de iniciar la etapa de conquista de Italia. Resultaba muy peligroso la permanencia de los musulmanes en nuestro territorio, ya que estos se podían convertir en aliados y cabeza de puente del imperio turco para una nueva invasión de España. Era por tanto urgente terminar de una vez por todas con el reino musulmán de Granada.

Los Ejércitos de la Guerra de Granada
LOS MUSULMANES


La base de su ejército era la leva urbana y los mercenarios extranjeros, sobre todo, bereberes y zenetas de Marruecos. Los zenetas recibían su paga en oro y una prima porcentual del botín logrado. Los zenetas, también participaron en el bando cristiano, y eran apreciados por su valentía y decisión en el combate. Además de estos cuerpos, el emir contaba con su guardia personal, unos 600 helches, renegados cristianos de inquebrantable fidelidad al islam.

El emir de Granada contaba con unos 60.000 soldados de infantería, en su mayor parte mercenarios africanos y unos 6.000 jinetes de caballería ligera de gran movilidad, muy adaptada al acoso y persecución en la orografía granadina.
Tenía un cuerpo especial, los jinetes bereberes, que participaban en el combate sin defensa alguna y lo confiaban todo en la movilidad y a las cimitarras, lanzas ligeras y jabalinas; era el cuerpo de élite de la caballería musulmana.

Disponían de gran número de arqueros y ballesteros muy bien entrenados. Los arqueros solían ir a caballos, mientras que los ballesteros eran del cuerpo de infantería.
Los sistemas de defensa lo constituían los escudos circulares de madera y de piel de antílope importados de África; mientras que las espadas, forjadas en Toledo y Almería, se adaptaba al infante o al caballero, ajustando el tamaño y el peso de la herramienta de combate.

Eran numerosas las fortificaciones, que aseguraban una sólida defensa y que habían resultado hasta el momento inexpugnables para las tropas cristianas. El conjunto numeroso de atalayas y murallas constituían la base de la defensa del reino de Granada frente a las fuerzas cristianas de la época. La frontera estaba protegida por más de 100 castillos. Se cerraron con murallas la Alambra con la Alcazaba y el mismo barrio del Albaicín. En la vega de Granada se alzaron cientos de torres de vigilancia que proporcionaban también posición defensiva a la población musulmana.

A pesar de que los musulmanes habían introducido el arma de artillería en las batallas campales y de sitio a las fortalezas cristianas, fue abandonada y no evolución técnicamente. A finales del XV, la artillería musulmana era claramente inferior a la cristiana, modernizada por iniciativa de la reina Isabel

LOS CRISTIANOS
Durante el Reinado de los Reyes Católicos, el ejército estaba formado por tres bloques:

1. La Tropas Real o “Guardias Viejas”. Eran tropas profesionales asalariadas que alcanzaba unas 20.000 unidades entre infantería y caballería. Organizadas en Compañía de unas 100 lanzas cada una, su origen debemos encontrarlo en la Santa Hermandad, policía establecida por los Reyes Católicos para proteger y asegurar los caminos. Junto con la infantería y caballería, los artilleros también formaban parte del cuerpo de ejército de la Tropa Real.

2. Las Órdenes Militares: 20.000 unidades de nobles y eclesiásticos; organizados en peones, jinetes y ballesteros

3. Las fuerzas de las Villas y Ciudades. Los municipios de todo el territorio aportaron un total de 25.000 hombres, dispuestos para el combate contra el moro.

Al final de la toma de Granada, estos son los números aproximados del ejército cristiano, unos 65.000 soldados, 40.000 fuerzas de infantería, 10.000 de caballería y los 15.000 restantes fuerza auxiliar de zapadores, artesanos, sanitarios y de suministros.

Era la primera vez que se organizaba un ejército con fuerzas de logística y sanitarias. Apareció el primer hospital de campaña moderno de la historia militar europea. Las fuerzas de logística, contaban con una 1.000 acémilas que permitió el desplazamiento de las piezas de artillería de una ciudad a otra según las necesidades y también asegurar el abastecimiento de munición en los frentes de batalla.

Importante resaltar la presencia de unos 1.000 soldados mercenarios suizos, la mejor infantería europea del momento; este pequeño grupo inspiró a don Gonzalo Fernández de Córdoba y Aguilar, El Gran Capitán, en sus posteriores campañas. También intervinieron otros 1.000 voluntarios alemanes, ingleses y franceses.

El Decisivo Cuerpo de Artillería del Ejército Cristiano.

Aparece por primera vez la artillería como cuerpo de ejército. Contaban con unas 200 piezas que cargaban bolas de mármol, de hierro o productos inflamables. El capitán general del cuerpo de artillería era Francisco Ramírez de Oreña “El Artillero”, madrileño y casado con Beatriz Galindo “La Latina”, preceptora de Isabel la Católica. Francisco Ramírez estuvo asesorado por maestros alemanes, flamencos y borgoñeses.

Una de las principales dificultades eran rendir los numerosos recintos amurallados que constituían las posiciones musulmanas en el reino nazarí. Estas posiciones militares habían resultado inexpugnables, habiendo resistido fácilmente el empuje de los ataques cristianos. Los Reyes Católicos, contaban ahora con la ayuda de la artillería, y debían rendir las posiciones musulmanas una a una hasta la totalidad de las plazas y pueblos granadinos.

El problema logístico fue terrible, la necesidad de tener que mover estas pesadas piezas a lo largo del territorio sin ninguna infraestructura fue todo un reto para aquella época. Se llegó a construir, con 6.000 zapadores, una calzada para llevar hasta Cambil las piezas de artillería necesarias. El empleo del arma de artillería fue decisivo y permitió la conquista de Granada.
Las piezas de artillería disponibles, eran de numerosos calibres aumentando la dificultad del abastecimiento de las cargas.

- Lombarda de hierro, pieza básica y fundamental, que tenía 14 pulgadas de calibre y 3,5 metros de longitud, pesaba unos 3.000 kilos y lanzaba proyectiles de 150 kilos a 1.300 metros

- Lombarda de bronce, pesaba unos 6.000 kilos y lanzaba proyectiles de 250 kilos, también a unos 1.300 metros.

A fines del siglo XV, la guerra de Granada favoreció el rápido desarrollo de la artillería. Se reduce el tamaño de las piezas y se prioriza la ligereza y la maniobrabilidad de las mismas. Se montan sobre ruedas, son los antecedentes de la actual Artillería de Campaña.

Las Lombardas de tiro tenso

Las bombardas ó lombardas son las piezas de artillería más antiguas que se conocen. Estaban formadas por dos partes separadas: la caña ó tomba, parte anterior, por donde se desplazaba el proyectil y la recámara, servidor ó mascle, parte posterior, donde se colocaba la carga de pólvora. Ambas se unían mediante cuerdas pasantes por argolla.

Eran de hierro forjado o bronce y estaban formadas por una serie de barras unidas fuertemente, en caliente, por aros o cércoles exteriores. Cada bombarda disponía de varias recámaras para facilitar los 5 a 8 disparos de media al día. El disparo se producía mediante el contacto de un hierro al rojo, la brancha, que inflamaba la pólvora a través de un orifico practicado en la recámara, denominado oído ó fogón. La puntería era a ojo . Estas piezas eran de tiro tenso o rasante y se emplearon para demoler los muros de las fortalezas.

El peso de las grandes bombardas de bronce podía llegar hasta 6.000 kg y los proyectiles era muy diverso, desde 5 a 150 Kg. cuando se trataba de bolaños (de piedra), y si las pelotas eran de hierro podían llegar a 250 Kg. Su alcance máximo era de unos 1.300 m., y a final del siglo XV de unos 2.000 m, pero el eficaz de 100 á 200 m, que era la distancia a la que se empleaban normalmente. Su calibre era de 20 a 30 cm y la longitud no sobrepasaba los 12 calibres.

Con el tiempo los calibres se hicieron cada vez mayores para aumentar el efecto de destrucción, así se llegó a bombardas enormes, como la utilizada en el sitio de Antequera, año 1410, por el Infante D. Fernando, necesitaba de 20 pares de bueyes para su arrastre y unos 200 hombres para su servicio.

Morteros de Tiro Curvo o pedrero

Los morteros o lombarda trabuquera de tiro curvo, aparecen a mediados del XV y tenían como objetivo colocar el proyectil en el interior de la fortaleza sitiada. El mortero era una pieza de calibre grande, de 30 a 50 cm y muy corta, con caña entre 1 y 3 calibres. La recámara era de calibre mucho más pequeño que la caña.

Los proyectiles eran bolaños de piedra, como las grandes bombardas, de hasta 150 Kg. de peso y cestos de guijarros, de donde se deriva el nombre de pedreros. Se empleaban para atacar en el interior de las fortalezas y su alcance eficaz, 2.000 m. Fernando el Católico, empleó estas piezas de artillería en el sitio de Ronda, 1484, con proyectiles huecos, con carga incendiaria en su interior, que pueden considerarse precursoras de la bomba, proyectil característico del mortero desde mediado el siglo XVI.

Las Nuevas Técnicas Bélicas Empleadas en la Guerra de Granada

1) Artillería: se aplicaron nuevas formas de debilitar al enemigo, la artillería puso en evidencia la debilidad de las fortificaciones.

2) Las ciudades se rendían por bloqueo total o al asalto después de abrir brecha en la muralla.

3) Tierra quemada: se quemaron varias veces la vega granadina y se talaron los bosques del territorio, estas actuaciones mermó las posibilidades económicas y de manutención del ejército y de la población musulmana hasta colapsar su economía.

4) Maquiavelismo: sorprendente fue las actuaciones maquiavélicas del rey Fernando el Católico. Su manipulación favoreció el enfrentamiento civil entre los miembros del poder musulmán del reino de Granada.

5) La guerra psicológica: los reyes se mantuvieron en la vanguardia con su ejército. Esta presencia significaba compromiso y decisión por conseguir la victoria, esta actitud, motivó a la tropa, impidiendo deserciones y los posibles excesos de los propios nobles.

6) Los reyes, fueron muy comprensivos con los musulmanes de las ciudades y pueblos rendidos; mientras que en los casos de resistencia o traición la crueldad fue terrible con el enemigo. En este caso, las ciudades eran arrasadas y los combatientes ahorcados o vendidos como esclavos.

7) El aislamiento total se logró mediante la toma de los puertos estratégicos de la costa del reino, el de Almería y de Marbella. Se impidió la llegada de refuerzos desde África.

Comienza la Guerra de Granada

La guerra que terminaría definitivamente con la presencia del islam en España se culminaría con la conquista de Granada, que comenzó en 1482. La guerra de Granada es considerada como la última guerra medieval y la primera de la época moderna.

La conquista de Granada se prolongó durante 10 años, desde el 1 de marzo 1482 cuando las tropas cristianas atacaron Alhama hasta el día 2 de Enero de 1492 cuando Boabdil firmó las capitulaciones. El cerco de Granada, duró ocho meses y nueve días contando desde un sábado 23 de Abril de 1491, cuando los Reyes Católicos hacen presencia en el cerco hasta el 2 de Enero de 1492 .

27 de diciembre de 1481. Inicio de la guerra de Granada. El sultán Muley Hacen, Abusalan y el gobernador de Ronda, Ahmad al-Zagrí, toman la fortaleza de Zahara, donde toda la población cristiana es asesinada. Consecuencia de la traición perpetrada por los nazaríes, estaba vigente un tratado de paz entre las partes, los cristianos desencadena la Guerra de Granada contra el reino Nazarí.

1482. El 1 de marzo los cristianos toman por sorpresa Alhama, punto estratégico por su corta distancia, tan solo 55 km, a Granada. Los moros intentaron reconquistar varias veces Alhama , llegan a ofrecer 30.000 doblas de oro, la ciudad de Zahara y la libertad de todos los cautivos.

1482. Los castellanos fracasan en su asalto a Loja y la Axarquía. Las tropas conducidas por el marqués de Cádiz sufren un ataque feroz por parte de los hombres del Zagal, hermano del sultán Muley Hacen.

1482. El hijo de Muley Hacen, conocido como Boabdil, sube los impuestos para provocar el odio popular contra su padre. Muley había repudiado a la madre de Boabdil para casarse con una esclava cristiana. Boabdil se reveló contra su padre, apoyado por los Abencerrajes.

1483. Un ejército castellano con 4.000 soldados fueron derrotados por los granadinos. Las bajas castellanas fueron muy numerosas y 1.500 soldados cayeron en manos musulmanas.

1483. En abril confiado por la anterior victoria, Boabdil intentó conquistar Lucena con 700 jinetes y 9.000 soldados. Los musulmanes cayeron estrepitosamente derrotados y Boabdil fue hecho prisioneros por el conde de Cabra.

1483, 31 de Agosto, Boabdil es llevado como rehén a ante los reyes Isabel y Fernando, que le llamarían El Infantico o el Chico.

Durante el cautiverio de Boabdil, Fernando mandó talar los árboles de la vega de Granada y tomaron la torre de Tajara. Prisionero Boabdil, los vencidos se vieron obligados a pagar vasallaje a la reina de Castilla y se comprometieron a pagar tributos por una cantidad de 12.000 doblas de oro al año. El acuerdo obligaba a los Reyes Católicos a ayudar a Boabdil en la guerra contra su padre, Muley Hazan. Boabdil, tuvo que dejar como prenda o garantía del acuerdo a su hijo, a su hermano y 10 hijos más de nobles nazaríes.

Una vez en libertad, Boabdil reanudó la guerra contra su padre. El hermano de Muley Hazan, El Zagal ( el Bravo) tomo el mando del bando de su hermano e hizo frente al bando de Boabdil, aliado de los Reyes Católicos. Boabdil no pudo derrotar a su tio y perdió la plaza de Guadix.

1483. Se levanta un campamento militar, de carácter provisional, en la Vega de Granada, en los Ojos de Huecar, junto a la alquería de Gozco, cercana al río Genil, que se llamaría Santa Fe y desde donde se divisa la ciudad de Granada.

1484. La Corte de los Reyes de Castilla y Aragón se instala en Córdoba.

1485 Comienza la segunda fase de la guerra. El Zagal consigue expulsar a Boabdil de Granada. Los cristianos consiguen tomar Ronda y su serranía, en estas escaramuzas resultó decisiva la acción de la artillería. Poco más tarde los castellanos lograron la conquista de Marbella y su puerto, que se convirtió en la base de la flota de los Reyes Católicos. No se logró el avance de la frontera hasta Málaga debido a la fortaleza de la resistencia musulmana que costó más de 1.000 bajas cristianas.

1485. Muley Hacen muere en el castillo de Mondújar. Le sucede su hermano el Zagal.

1486. Conquista castellana de Loja y Moclín.

1486. Septiembre, Boabdil regresa a Granada y vuelve a sublevarse con el apoyo de los Reyes Católicos, que le suministraron armas y comida. Su tío, El Zagal no pudo expulsarlo de Granada. Los Reyes Católicos, aprovechan el levantamiento de Boabdil, para tomar varias ciudades leales Al Zagal.


La hábil política de división de Fernando llevó a Boabdil otra vez a Granada. Los Reyes Católicos, apoyaban al partido de la Paz, cuyo líder y representante máximo era Boabdil. Un levantamiento del barrio del Albaicín de Granada le hizo cambiar de opinión y se unió otra vez a su tío, El Zagal, para luchar contra los cristianos. Boabdil reconoció a su tío el título de emir del Reino de Granada mientras que él se quedaba con el dominio del resto del territorio.

1487. El Zagal huye y se refugia en Almería. Boabdil firma un acuerdo con los Reyes Católicos por el que se les cedía la soberanía del reino, mientras que Boabdil se asignaba el señoría de gran parte del reino. Además ambas parte se comprometía a luchar contra El Zagal.

1487. El Papa Inocencio VIII concede a la guerra de Granada la Bula de Cruzada

Los Reyes Católicos consideran roto el acuerdo con Boabdil y desencadenan nuevamente las disputas. En abril de 1487 toman Loja y Boabdil cayó otra vez prisionero. Esta ofensiva produce un movimiento de musulmanes hacia Granada para refugiarse de las tropas cristianas. La llegada masiva de refugiados hace todavía más penosa la vida en la capital del reino.

1487, en abril, el ejército castellano, ayudado por las naves catalanas, ataca Vélez Málaga, que se incorpora a la Corona de Castilla y se producen las conquistas castellanas de Málaga.

Málaga tenía fuertes murallas “Castillo de los Genoveses” unido al castillo de Gibralfaro para proteger a sus 15.000 habitantes. El jefe de la ciudad, Hamet Ez Zegrí, fiel a El Zagal, se resistió a entregar la ciudad a los castellanos lo que motivó la dura reacción del ejército de Fernando. El rey Fernando hizo rodear la ciudad y sus suburbios mientras la flota bloqueaba el puerto. La reina Isabel hizo acto de presencia junto a sus tropas para motivarlas y transmitir a sus soldados confianza y seguridad en la victoria definitiva para el asalto final a Málaga.

El caudillo malagueño rechazó la reiteradas ofertas de rendición, mientras que El Zagal trató de hacer llegar refuerzos a la ciudad sitiada. Un prisionero que se hizo pasar como renegado musulmán, cuando estaba en la tienda de la reina de Castilla, confundió a una cortesana con la reina de Castilla y le asestó una puñalada ocasionándola la muerte inmediata. El musulmán fue atado a la boca de un cañón y un disparo dispersó sus restos sobre la ciudad asediada. Los malagueños , después de la intensa y reiterada acción artillera que ocasionó la brecha en la muralla, presentaron propuesta de negociaciones a las fuerzas del rey Fernando, que rechazó cualquier trato que no fuera rendición incondicional.

El 18 de agosto de 1487 se rinde Málaga y el rey ordenó la ejecución de los cristianos renegados la quema en la hoguera de los judíos relapsos y la venta como esclavos del resto de los habitantes. Se repetía de esta forma la estrategia, generosidad con las ciudades rendidas y la absoluta firmeza con las que ofrecían resistencia al avance de los cristianos.

1488. Ataque de los cristianos a Guadix y Almería. Con la conquista de Almería el reino Nazarí se quedaba sin puertos. Se logra el bloque del reino moro.

4 de diciembre de 1488: Isabel y Fernando tomaron posesión de Baza. Entraron a la cabeza de sus tropas en medio del toque de las campanas, de las salvas de la artillería y de todas las demás demostraciones que suelen acompañar esta triunfal ceremonia.

El denominado alcaide de Baza , Cidi Yahye obtuvo de los Reyes Católicos una gran acogida, muy diferente de la del valeroso defensor de Málaga. Le llenaron de atenciones y presentes y tanto labraron en su corazón estos actos de cortesanía que manifestó deseos de entrar al servicio de España. Cidi Yahye, visitó a su primo , el Zagal en Guadix, para instarle a que se sometiera a los reyes cristianos . En su entrevista con Zagal, le hizo ver la imposibilidad de resistir a las fuerzas reunidas de las coronas de España

En seguida se acordó que las ciudades principales de Almería y Guadix junto con sus dependencias , que constituían los dominios del Zagal, serian rendidas por el Zagal a Isabel y Fernando, que pasarían inmediatamente a la cabeza de su ejército a tomar posesión de ellas. El tratado establecería que el Zagal conservaría el título real y se le entregaría en herencia y señorío los valles de Lecrín y Andarax, 20.000 vasallos moros y una renta de 4 millones de maravedíes al año.

7 de diciembre de 1488, conforme a este convenio los Reyes Católicos, sin descansar ni dar ningún tiempo de reposo a sus tropas muy fatigadas, salieron por las puertas de Baza con el rey Fernando en el centro y la reina en la retaguardia del ejército .

Cerca de Almería salió a recibir a Fernando según lo convenido, el Zagal que iba escoltado por un cuerpo numeroso de caballeros musulmanes; Fernando ordenó a sus nobles que se adelantasen a recibir al príncipe moro.

A la rendición de estas principales ciudades, siguió la de todas las del territorio dependiente del Zagal incluidas una multitud de aldeas que poblaban las laderas de la cordillera de montañas que se extiende desde Granada a la costa. A todas se otorgaron las mismas condiciones generosas que a Baza .

Apenas terminada la campaña precedente, Fernando e Isabel enviaron embajadores al rey de Granada, intimándole que rindiera su capital conforme a lo pactado en Loja.

1490. El Zagal, en situación difícil ante sus mal sometidos vasallos, vende sus estados al rey Fernando de Aragón y se traslada a Tlemecén.

1491. Los castellanos acumulaban fuerzas cerca de Granada para el asalto final a la fortaleza. En 80 días se levantaría la ciudad de Santa Fe en el valle del Genil, protegida por una muralla, torreada y con 4 puertas. Esta ciudad sería la base de operaciones militares de los castellano. Con la presencia de los reyes en Santa Fe, manifestaron su decisión al enemigo de llegar hasta el final con el asedio a Granada.

Los cristianos no iniciaron ningún bombardeó ni asalto, sino que querían rendir la ciudad mediante su aislamiento; si la cosa funcionaba la fruta caería sola cuando estuviera madura. La fundación de Santa Fe por los españoles, produjo mayor abatimiento en los habitantes de Granada que las victorias militares más decisivas. Los moros veían a sus enemigos asentados sobre su suelo, resueltos a no abandonarlo jamás.

Los moros de Granada iban sintiendo los horrores del hambre. En esta coyuntura, el desventurado Boabdil y sus principales consejeros, se convencieron de que Granada no podía sostenerse por mucho tiempo y finalmente en el mes de octubre hicieron proposiciones por medio del visir Abul Cazim Abdelmalig para abrir tratos sobre la rendición de la ciudad. Granada estaba aislada también por mar y no había esperanzas de recibir socorro de África o de alguna otra parte.

Finalmente Abul Cazim Abdelmalig, Hernando de Zafra, secretario de los Reyes Católicos y Gonzalo de Córdoba, iniciaron secretamente las negociaciones para la Capitulación de Granada. Gonzalo de Córdoba fue elegido para este delicado asunto por su extraordinaria habilidad y por el conocimiento que tenia de la lengua y costumbres de los moros.

La reuniones tuvieron lugar de noche y con el mayor secreto, unas veces dentro de los muros de Granada y otras en la aldea de Churriana, cerca de Granada . Por último después de largos debates se fijaron definitivamente las condiciones de la capitulación, que fueron ratificadas por los respectivos monarcas a 25 de noviembre de 1 491.

Estas condiciones eran semejantes a las de Baza. Se concedía a los habitantes de Granada que conservaran sus mezquitas y el libre ejercicio de su religión con todos sus peculiares ritos y ceremonias; habían de ser juzgados según sus leyes por sus propios cadis o jueces con sujeción a la autoridad general del gobernador.

No se les habían de imponer tributos mayores que los que pagaban de ordinario a los reyes moros y ninguno absolutamente durante los tres primeros años . El rey Boabdil podría reinar sobre cierto territorio que se le señaló en las Alpujarras. Debían entregar a la corona de Castilla, la artillería y las fortalezas . Las ciudades se rendirían en el plazo de sesenta días contados desde la fecha de la capitulación .

Cuando se conocieron las condiciones de las capitulaciones, la población de Granada se enfureció , estallando una insurrección abierta que puso en riesgo la seguridad de la plaza y la persona de Boabdil. Debido a lo peligroso de la situación, los consejeros del monarca creyeron que lo mejor era anticipar el día prefijado para la rendición y en su consecuencia se señaló al efecto el 2 de enero de 1492.

1492. El 2 de Enero, el sultán del Reino de Granada, Boabdil, entrega la ciudad en conformidad con el pacto de Capitulación a las tropas castellanas y los Reyes de Castilla y Aragón toman la ciudad de Granada. El sultán Boabdil se retira al Señorío de Andarax, en la Alpujarra almeriense. Granada quedaba definitivamente en manos castellanas.

1492 eL 5 de Enero, los Reyes Católicos hacen entrada triunfal en Granada.

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Si ignoras lo que pasó antes de que nacieras, siempre serás un niño.
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Brasilla
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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 13 Ene 2018 21:27

La Batalla de EDCHERA

Aunque esta batalla supone adelantarme cuando menos más de quinientos años en la cronología que intento llevar en el hilo, cumpliéndose hoy el 60 aniversario de la Batalla de Edchera, en esa guerra desconocida para la mayoría de los españoles, que causó numerosas bajas de la legión, y dió lugar a la concesión de las dos últimas Cruces Laureadas de San Fernando para el Brigada Fadrique y el Caballero Legionario Maderal Oleaga, es por lo que he considerado interesante recordarles en este día e incluir este hecho de armas en el día de hoy.

En enero de 1958, Marruecos redobló su dedicación a la campaña contra España, reorganizando todas las unidades militares en territorio español, como el Ejército de Liberación Saharaui. Mientras tanto, la Novena Bandera de la Legión es enviada al Sahara español a reforzar las tropas allí estacionadas.

El 12 de enero, una columna del Ejército de Liberación Sahariano atacó la guarnición española en El Aaiún. Derrotados y forzados a retirarse por los españoles, esta columna centró sus esfuerzos en el sudeste de la colonia. La oportunidad se presentó al día siguiente en Edchera, donde dos compañías de la XIII Bandera de la Legión estaban llevando a cabo una misión de reconocimiento. Deslizándose sin ser vistos por entre las dunas junto a las columnas españolas, los marroquíes abrieron fuego.

Emboscados, los legionarios lucharon para mantener la cohesión, repeliendo los ataques con fuego de mortero y armas ligeras. El episodio principal de la lucha lo protagonizó el primer pelotón, el cual se negó obstinadamente a retroceder ante el fuego marroquí, hasta que el enorme número de bajas le forzó a retirarse. Los sangrientos ataques continuaron hasta la caída de la noche, cuando las fuerzas marroquíes, demasiado desperdigadas y sin hombres suficientes para continuar el ataque, se desvanecieron en la oscuridad.

El ataque

El dia 13 de enero de 1958, la XIII Bandera al mando del Comandante Rivas Nadal, salio de El Aaiun a las 7 de la mañana, ahora por la orilla derecha de la Saguia, en direccion a Edchera, con la mision de ejecutar un reconocimiento sobre esta zona y obtener informacion de contacto. En vanguardia marchaba la 2ª Compañia, al mando del Capitan Jauregui, con la mision de alcanzar rapidamente el paso de Edchera por el este.

La 3ª Compañia, mandada por el Teniente Vizcaino, progresaba por el mismo borde de la Saguia cubriendo el flanco derecho del dispositivo. La 1ª Compañia, del Capitan Giron Mainar, en reserva, vigilaba el flanco este. La 5ª Compañia, de apoyo, mandada por el Capitan Villar, contaba con 1 peloton de ametralladoras y 1 Seccion de morteros de 81, ya que el resto de las armas habian sido asignadas a las Compañias de fusiles.

La Bandera progresaba rapidamente por los llanos de Ammat Amasir y tras rebasar el pozo de Bujcheibia y encontrandose a unos 2.000 metros de Edchera, recibio los primeros disparos de un enemigo que ocupando bastante frente estaba perfectamente cubierto de vistas y fuegos aprovechando las trincheras y oquedades en el borde este de la Saguia. En la otra orilla, en la zona del Meseied habia otro grupo que intervino con posterioridad.

La Compañia de vanguardia avanzo para establecer contacto con el enemigo y fijarlo, por lo que la Seccion del Teniente Gamborino marchaba en primer escalon y estaba dotada de vehiculos ligeros, se lanzo a toda velocidad sobre el adversario, siendo detenida enseguida por el intenso fuego que recibio a resultas del cual fue muerto su Teniente.

La Bandera inicio un movimiento de envolvimiento por el sur que llevo a cabo la 1ª Compañia, mientras la 2ª y 3ª fijaban al adversario. Estas, a pesar de la fortisima resistencia que encontraron, avanzaron hasta alcanzar una linea jalonada por el borde de la Saguia a unos 100 ó 300 m de las posiciones enemigas.

No obstante, el Capitan Jauregui, con la Seccion del Teniente Carrillo, logro adelantarse y alcanzar el paso, llegando hasta el fondo de la Saguia en una zona en que su lecho estaba salpicado de numerosos y pequeños monticulos, mientras que la otra Seccion de la Compañia, mandada por el Teniente Ochoa, intentaba sin exito el asalto sobre una de las pequeñas alturas al oeste de la entrada del paso.

El Capitan Jauregui, llevado de un enorme espiritu de acometividad y tratando de impedir el posible repliegue del contrario a traves del cauce hacia Tafudart, siguio avanzando con sus legionarios, teniendo que sostener un violentisimo combate a corta distancia con un nucleo que los envolvio al que se añadio otro muy numeroso que descendio del Meseied, muriendo el y todos los hombres que le seguian.Â

Mientras tanto la 3ª Compañia que, como dijimos anteriormente, marchaba flanqueando por el mismo borde este de la Saguia, al alcanzar un gran espolon que se adentraba sobre su cauce, recibio un fuego muy nutrido del enemigo, resultando muerto el Teniente Gomez Vizcaino y herido el Teniente Lafuente.

A continuacion, el adversario intento desbordar a la Compañia por el norte, por lo que se decidio sacar a la 1ª Compañia de la posicion alcanzada al sur de Edchera, dandole la mision de reforzar a la 3ª al mismo tiempo que una de sus Secciones, la del Brigada Fadrique, fue asignada a la Compañia del Capitan Jauregui. El enemigo, cuyos efectivos se estimaron en unos 500 hombres, rompio el contacto durante la noche debido al enorme quebranto sufrido retirando el armamento de sus bajas.

En el reconocimiento efectuado al amanecer se evacuaron a nuestros muertos y se encontraron unos 50 cadaveres del adversario estimandose que sufrio otras 200 bajas mas. Por nuestra parte hubo que lamentar las muertes del Capitan Jauregui, Tenientes Gomez Vizcaino y Martin Gamborino, Brigada Fadrique, Sargentos Simon Gonzalez, Arroyo y Fernandez Valverde, 4 Cabos primeros, 4 Cabos y 22 legionarios, en total 37 muertos. Heridos: 2 Tenientes, 2 Sargentos, 3 Cabos primeros, 6 Cabos y 37 legionarios, en total 50.

A estas bajas hay que sumar las de 1 Cabo primero muerto y un Cabo herido de la 2ª Compañia de la IV Bandera que habia acudido a reforzar a la XIII. Por esta accion les seria concedida la Cruz Laureada de San Fernando al Brigada Francisco Fadrique Castromonte (un veterano del 3er Tercio) y al legionario Juan Maderal Oleaga con fechas 10 de enero de 1961 y 5 de enero de 1966.

Tambien fueron citados como distinguidos varios Suboficiales y personal de tropa de la XIII Bandera.
La Batalla de Edchera se saldo con 37 legionarios muertos y 50 heridos, unas cifras que podrian haber sido mucho mayores si no hubiese sido por el sacrificio de los dos laureados. Por su parte, tras el combate se encontraron 50 cadaveres de los combatientes saharauis que se estima que murieron alrededor de doscientos.

A pesar de la heroicidad de estos hombres, su historia es completamente desconocida para la mayoria de españoles. En cualquier otro pais, esta batalla seria conocida por todos, pero sin embargo la mayoria de los españoles ni siquiera han oido hablar del conflicto del cual formo parte, y es por ello que la Guerra de Ifni es tambien conocida como Guerra Olvidada.

Peor aun resulta el hecho de que si hoy, dia 13 de enero de 2018 buscamos la palabra “Edchera” en el buscador de noticias de Google tan solo obtenemos dos resultados, ambos de diarios regionales. Ni siquiera los diarios nacionales presuntamente patriotas se hacen eco de esta efemeride.

Transcurrio el resto del mes, asi como parte de febrero con relativa tranquilidad, hasta el dia 10 de este mes, en que formando parte del Grupo de Combate Norte de la Agrupacion A, recibio de llevar a cabo un reconocimiento ofensivo de la Zona de la Saguia hasta Edchera y ocupacion de este paso, llegando sin novedad a las 10.00 horas.

A las 12.00 horas recibio orden de atravesar la Saguia para unirse al resto de la Agrupacion, que se encontraba al Sur de la misma, y al efectuar este movimiento fue atacada la extrema retaguardia por nucleos de bandas armadas que abrieron fuego intenso sobre ella. La 1ª Cia. que formaba parte de dicho escalon, reacciono rapidamente y repelio el ataque. La 2ª Cia. tuvo como mision reforzar la vanguardia de la Agrupacion que habia establecido contacto con el enemigo, contacto que se mantuvo hasta las 17,45 horas.

El resto de la Bandera ocupo el terreno Sur de la Saguia, protegiendo a la 1ª Cia.. Una Seccion de esta recibio orden a las 20.00 horas de proteger los automoviles acorazados que quedaron averiados en el paso de la Saguia, manteniendo, desde esta hora hasta las 06.15 horas del dia siguiente, fijado al enemigo. A dicha hora recibio la orden de unirse a su Compañia, una vez recuperados los dos vehiculos.

La moral de la Bandera fue excelente durante toda la jornada, combatiendo con verdadero espiritu legionario. Por nuestra parte tuvimos un Cabo 1º y dos legionarios heridos, que fueron evacuados en helicoptero al Aaiun.

Continuan los dias siguientes del mes de febrero, las misiones de reconocimiento ofensivo, sin encontrar enemigo ni resistencia alguna, teniendo que luchar solamente con el fuerte viento Siroco, que hacia muy penoso y dificultaba el avance.

El dia 18 la 3ª Cia. de la Bandera releva en Edchera a la 11ª Cia. de la IX Bandera, que guarnecia dicha posicion.

El dia 20, encontrandose la Bandera en Smara, se recibe la siguiente felicitacion del Coronel Jefe de la Agrupacion
A: Finalizando brillantemente el ciclo de operaciones, tengo el honor de poder felicitar efusivamente a cuantos formando parte de la Agrupacion A, habeis estado bajo mis ordenes, dando ejemplo, desde el 2º Jefe hasta el ultimo soldado, de valor, abnegacion, espiritu de sacrificio, patriotismo y voluntad sin limites, para vencer toda clase de dificultades, contribuyendo con ello, eficazmente, al logro de todos nuestros objetivos.
El dia 21 de abril de 1958 se recibe la siguiente felicitacion de la Jefatura de Tierra, Mar y Aire de Canarias y A.O.E.:
S.E. el Generalisimo se ha dignado dirigir a las tropas de los Ejercitos de Tierra, Mar y Aire que operan en los territorios de Ifni y Sahara, su felicitacion y saludo con motivo de la reciente Campaña. Al hacer publicas estas honrosas manifestaciones, me es grato transmitirlas por medio de la presente Orden, a los Generales, Jefes, Oficiales, Suboficiales y Tropa de las expresadas tropas armadas para su estimulo y satisfaccion.- Lopez Valencia.
Con esta felicitacion, parece darse por finalizado el periodo de operaciones de guerra, como sucedio en efecto, pues ya no hubo mas encuentros con partidas armadas del enemigo. La Legion, como en anteriores Campañas, cumplio fielmente todos los espiritus del Credo legionario que dicto su Fundador D. Jose Millan Astray.

El dia 27 de agosto de 1958, recibe la XIII Bandera orden de dirigirse a la playa de H. Aotman para embarcar con rumbo a Sidi-Ifni, en la fragata "MAGALLANES" y en el minador "EOLO", zarpando el mismo dia la fragata y al dia siguiente el minador, que al amanecer del dia 29 se encuentran frente a las playas de Sidi-Ifni, no pudiendo efectuarse las operaciones de desembarco por medio de barcazas anfibias, a causa del mal tiempo y del estado de la mar.

Hasta el dia 2 de septiembre permanece la XIII Bandera en los citados barcos de la Marina Española, sin poder desembarcar por persistir el fuerte temporal. Dicho dia zarpan ambos buques hacia Las Palmas de Gran Canaria, con objeto de reponer viveres y hacer aguada, regresando a las costas de Sidi-Ifni el dia 5 de ese mismo mes a las 08.00 horas, permaneciendo la fuerza a bordo hasta que al fin el dia 6, calmada la mar, se inician las operaciones de desembarco de personal y material, que quedan terminadas el dia 7, instalandose la XIII Bandera en el Acuartelamiento que habia ocupado la VI Bandera hermana, en las proximidades de la Plaza.

Desde esta fecha, la XIII Bandera al mando de su Comandante, alterna marchas, convoyes y entrenamientos con el trabajo para mejorar y ampliar su Acuartelamiento, situado en las inmediaciones de Sidi-Ifni, al pie del monte Bul A Lam, consiguiendo, como es norma en La Legion, poseer un Acuartelamiento magnifico, dotado de toda clase de servicios y comodidades, mereciendo especial mencion el moderno polideportivo, con pistas para todos los ejercicios fisico-militares.

El dia 7 de diciembre de 1960 asciende a Teniente Coronel el Comandante Jefe de la Bandera, Ricardo Rivas Nadal, haciendose cargo de dicho mando, con caracter accidental, el Capitan mas antiguo, quien lo ostento hasta el dia 5 de febrero de 1961, en que por haber sido nuevamente para su mando el citado Teniente Coronel, se hace cargo de ella, cesando el mencionado Capitan.

El dia 20 de febrero de 1966 el Teniente Coronel Jefe de la Bandera es destinado como Jefe de Estado Mayor a la Brigada de Alta Montaña, por O.C. de 10 del mismo mes, haciendo entrega del mando accidental al Comandante de Infanteria Jose Rojas Sans, a quien por ordenanza correspondia.

En abril de ese mismo año se celebra en la Bandera un solemne y emotivo acto: El dia 24 se hace entrega por el Comandante Jefe Accidental, ante la Unidad formada, de la Cruz Laureada de San Fernando a los padres del legionario Juan Maderal Oleaga, muerto heroicamente en la accion de guerra el dia 13 de enero de 1958 en el combate Edchera. Esta recompensa le fue concedida por D.O. nº 5 de fecha 5 de enero de 1966.

Con otros actos solemnes, trabajo y dedicacion de esta Bandera, se llega hasta un dia de junio de 1966 en que se cierra otro capitulo de esta heroica Bandera, que desaparece como tal Unidad yendo sus componentes a engrosar las filas de los Tercios Saharianos 3 y 4, en el Aaiun y Villa Cisneros.
El guion de la XIII Bandera va a descansar en un museo. Ya no flameara al soplo del viento del Atlantico por los montes Bul A Lam y Buyarifen, pero en las mentes y en los corazones de todos cuantos han pertenecido a ella, vivira siempre el recuerdo de los hechos realizados en tierras saharianas, y al recordarlos, brotara de lo mas intimo de sus almas una oracion por los que cayeron en el desierto.

Por esta accion fueron condecorados con la Cruz Laureada de San Fernando el Brigada Don Francisco Fadrigue Castromonte y el Caballero Legionario Don Juan Maderal Oleaga. El Brigada Fadrique la recibio a titulo postumo con fecha 13 de febrero de 1962 y el Legionario Maderal con fecha 8 de enero de 1966.

El Brigada Fadrique por su espiritu militar,dotes de mando,amor al servicio,arrojo y valor, al mando de la 3º Seccion se presento voluntario para intervenir, llegando un momento al combate cuerpo a cuerpo y no poder enlazar con su Capitan, empieza a ser herido por dos veces en el hombro y oido izquierdo, y solo cuando las bajas van siendo ya tan numerosas, suponiendo la mitad o mas de sus efectivos, ordena el repliegue a los supervivientes, quedando solamente con los dos cabos y el legionario proveedor del fusil ametrallador MADERAL OLEAGA, ordenando posteriormente la retirada a los dos cabos y quedando solo en compañia de MADERAL, Fadrique es herido de nuevo en una pierna, continuando la lucha, hasta que fue abatido MADERAL Y FADRIQUE que recibe finalmente dos disparos, uno en el vientre otro en la cabeza, cayendo al suelo al grito de ¡VIVA LA LEGION!.

Siendo estos dos heroicos LEGIONARIOS, los que cruzaron en sus vidas dos Espiritus del Credo Legionario, el de disciplina que es cumplira su deber obedecera hasta morir y el de Compañerismo, Jamas dejar un hombre en el campo hasta perecer todos, este Espiritu fue superado por el de la Disciplina. el testimonio del Sargento Retirado don Jaime Tur Jeremías que cuenta la actitud heroica y con desprecio de la muerte del Cabo 1º Don Eduardo Jiménez Huertas, el Sargento Tur Jeremias, iba recogiendo las mortajas de sus compañeros muertos en el Combate y sintio un inmenso dolor al ver el cuerpo de Jimenez Huertas, ya que aun estaba de baja medica por el ataque a la playa sufrido dos meses antes y pidio ir voluntario, para regresar con los cadaveres de Jauregui,Gamborino,Maderal Vizcaino y Las Heras entre otros. Nadie de los que tenian potestad en su momento hizo nada por conseguir la LAUREADA PERDIDA al Cabo Jimenez Huertas, concesion que no le habría cambiado la vida por que ya la habia dado por sus compañeros por España.

Gloria a los que cayeron defendiendo a España

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 13 Ene 2018 23:36

PRIMERA GUERRA DE ITALIA


La primera de las Guerras Italianas enfrentó, de 1494 a 1498, a Francia contra la llamada Liga de Venecia (Milán, Venecia, el Sacro Imperio Romano Germánico, España y los Estados Pontificios).

Carlos VIII, sucesor en el trono de Francia de Luis XI, se propuso comenzar una ambiciosa expansión militar, en la que preveía incluso posibles incursiones en territorio otomano y en Tierra Santa.

El primer objetivo del rey francés era ganar una posición fuerte en el Mediterráneo. En 1481 adquirió los derechos angevinos al trono napolitano por el fallecimiento de Carlos V de Maine, pero no decidió hacerlos efectivos hasta que contó con el apoyo del regente de Milán, Ludovico Sforza. Este necesitaba un aliado ante una posible entente entre Florencia y Nápoles para desalojarle del gobierno milanés e instaurar a su sobrino el duque Gian Galeazzo, que había desposado a la hija del duque de Calabria, y nieta por tanto del rey Ferrante de Nápoles. De este modo, animó a Carlos VIII a hacer efectivas sus pretensiones manu militari.

Carlos VIII tenía además el apoyo de los mercaderes de Lyon y Marsella, que deseaban expandir sus intereses comerciales en el Mediterráneo a expensas de aragoneses y venecianos; en Florencia la facción antimedicea miró favorablemente hacia Francia, a pesar del beneficio que suponía la alianza con Nápoles para el comercio de la seda; y el cardenal Giuliano della Rovere, enemigo del nuevo papa Alejandro VI, también impulsó la invasión francesa para destronar a su adversario.

El rey francés ya había neutralizado sus vecinos con respectivas paces​ con los ingleses (Tratado de Étaples), aragoneses (Tratado de Barcelona), y borgoñones (Tratado de Senlis). Por ello, Carlos se sintió seguro para obtener el reino por las armas, y emprendió los preparativos para la campaña.

Por su parte, el rey Ferrante de Nápoles emprendía la defensa y acercó a su causa al papa Alejandro VI, por cuyos territorios tenía que pasar el ejército francés, y de Pedro de Médicis, pero el rey napolitano murió poco después en enero de 1494. Le sucedió su hijo Alfonso II, enemigo de Ludovico, que envió a su hijo Ferrantino a Romaña para unirse a las tropas papales y florentinas. Por su parte, el 13 de febrero, Carlos VIII viajó a Lyon y asumió el título de rey de Sicilia Citerior​ y solicitó la investidura del Papa,​ pero Alejandro VI se puso del lado de Alfonso y envió a su primo como legado papal para coronar a Alfonso el 8 de mayo.

La "Guerra del Yeso"

En Lyon se reunió un poderoso ejército de 38.000 hombres fuertemente armados, acompañado de numerosa artillería (la mejor de Europa por aquellos años). Otros 10.000, al mando del duque de Orleans (futuro rey Luis XII de Francia) se concentraron en Marsella, listos para avanzar hacia Liguria y reunirse luego con el contingente anterior. El rey Carlos VIII entró en Italia en agosto de 1494, sin oposición de Saboya ni Montferrato, y con la neutralidad de Venecia y de Módena-Ferrara, inició la campaña italiana rompiendo así el sistema de Lodi, e iniciando el periodo de las guerras italianas.

Las tropas francesas tuvieron vía libre para cruzar el Milanesado. Allí el duque Gian Galeazzo falleció en octubre de 1494 y le sucedió su tío (y hasta entonces regente) Ludovico el Moro. Después los franceses vencieron con facilidad la resistencia que ofrecieron los dos contingentes enviados por Nápoles y el Papado como contraofensiva. El primero fue derrotado estrepitosamente en Rapallo. El segundo, al frente del duque de Calabria (futuro Fernando II de Nápoles), tomó Bolonia pero luego hubo de retirarse ante el acoso de tropas enemigas cada vez mayores. Florencia, debilitada por una revuelta interna incitada por Savonarola, también cayó, y esto dejó expedito la entrada de franceses en Toscana, en donde Florencia buscó la amistad de los franceses.

Durante varios meses los ejércitos franceses pasarían a través de Italia sin oposición, puesto que los condottieri de las ciudades-estado italianas no podían resistirse a ellos. Bien al contrario, se unieron a ellos. Los Orsini fueron la excepción.

El 27 de diciembre Carlos VIII llegó a Roma. El Papa, cercado en Sant'Angelo, no tuvo más remedio que rendir la ciudad. El francés presionó entonces personalmente al pontífice para que le coronara como soberano de Sicilia Citerior, y además le exigió la participación de su hijo César como gonfaloniero en la próxima campaña del ejército francés en Italia. Intentando negociar, el Papa accedió sólo a lo segundo, aunque César logró después huir de Roma.

Por aquellas fechas el rey francés se entrevistó con el embajador español Antonio de Fonseca, quien le mostró una de las cláusulas del Tratado de Barcelona que le prohibía atacar los feudos del Papa y le instó a abrir negociaciones diplomáticas con Fernando el Católico. Contestó Carlos, como expresión de desprecio, que primero tomaría Sicilia Citerior y después, tal vez, hablarían. Fonseca reaccionó airadamente rompiendo frente a su interlocutor el documento, lo que causó un gran revuelo entre los presentes, y abandonó la reunión. El 8 de enero de 1495 el francés inició la marcha hacia el Reino de Sicilia Citerior, por lo que el Católico se consideró, desde ese momento, legitimado para usar la fuerza si así lo decidiera.

Alfonso II de Sicilia Citerior pidió ayuda a Fernando el Católico para detener el imparable avance galo hacia su reino, pero las condiciones que este último exigió a cambio de ella le parecieron muy duras y no se llegó a un acuerdo. El napolitano abdicó luego en favor de su joven hijo Fernando (o Ferrandino), duque de Calabria, y ahora Fernando II, que se mostró incapaz de frenar a los franceses.

La campaña de Carlos finalizó con su entrada en Nápoles el 20 de febrero de 1495.​ Durante todo el recorrido de norte a sur de la Península Itálica los oficiales franceses requisaban casas para uso militar, marcándolas con yeso. De ahí que a esta rápida campaña se le diera el sobrenombre de "Guerra del Yeso".

Ferrandino consiguió salir a tiempo del país, cruzó el Estrecho de Mesina y se refugió en Sicilia Ulterior, reino integrante de la Corona de Aragón. Pidió auxilio a Fernando el Católico, quien le puso las mismas condiciones que a su padre. Y dada su desesperada situación el joven monarca se vio forzado a aceptarlas. Estas consistían en correr con todos los gastos de la contienda y en ceder cinco plazas en el sur de Calabria (zona no ocupada en aquel momento por los franceses): Regio, Crotona, Squillace, Tropea y Amantea.

La Liga de Venecia

Ludovico el Moro, duque de Milán, que había llamado a los franceses, ante el temor de la extensión del poder francés, creó una alianza​ en marzo de 1495 para expulsarlos, la llamada Liga de Venecia, junto con Venecia, el rey de Romanos Maximiliano I (sobre la base de que Carlos VIII había usurpado derechos imperiales en Toscana​), el rey Fernando II de Aragón, y el Papa, con el pretexto de la defensa de la Cristiandad frente a los turcos; su capitán general sería Francisco II Gonzaga, marqués de Mantua. A la creación de esta alianza contribuyeron las violencias y saqueos que ejercían las tropas francesas en las poblaciones ocupadas.

Al poco tiempo de conocer el acuerdo fraguado contra él, Carlos vio peligrar su situación, emprendió la retirada y marchó en dirección hacia Francia, dejando como virrey de Sicilia Citerior a Gilberto de Montpensier al frente de 10.000 soldados. Temiendo quedar bloqueado por venecianos y milaneses apresuró el movimiento, pero el 6 de julio, en Fornovo, no tuvo más remedio que presentar batalla ante ellos, dirigidos por Gonzaga. Y aún sufriendo menos bajas que el enemigo, las suyas fueron tan graves que se vio obligado a retirarse a Asti, dejando sin asistencia a la guarnición de Novara, que capituló el 25 de septiembre ante el veneciano Pitigliano. El 9 de octubre de 1495 el rey francés firmaba un acuerdo con sus dos recientes vencedores, tras el cual retiraba lo que quedaba de sus tropas del norte de Italia, acabando así las hostilidades en dicha zona.

Al sur de la península, Ferrandino recuperó Sicilia Citerior con apoyo español y veneciano, y el resto del ejército francés capituló en Atella (23 de julio de 1496). Pero el restaurado monarca napolitano falleció en septiembre, pasando el trono a su tío Federico I.

[b]Reconquista de Sicilia Citerior[/b]

Los Reyes Católicos decidieron en abril de 1495 enviar un ejército expedicionario a Sicilia Citerior, y eligieron como comandante del mismo a Gonzalo Fernández de Córdoba, un capitán que había destacado en la Guerra de Granada (1482–1492) y que también lo haría en ésta, al término de la cual recibiría el apelativo de Gran Capitán por el éxito conseguido en una contienda a priori muy desfavorable para él.

Él mismo reclutó hombres en Cartagena, la mayoría con experiencia en las recientes guerras contra Granada y Portugal. Mientras se preparaba el grueso de la expedición partió una avanzada al mando del conde de Trivento, que a su llegada a la zona en conflicto se unió a las tropas sicilianas de Hugo de Cardona y a las del rey Ferrandino para conquistar Reggio (4 de mayo).

Batalla de Seminara (1495
)

El 24 de mayo de 1495 Gonzalo de Córdoba llegó a Mesina y dos días después cruzó el estrecho, desembarcando en Calabria con dos mil infantes y trescientos jinetes ligeros. Estableció su cuartel general en la fortaleza de Reggio y mandó ocupar con pequeñas guarniciones las plazas cedidas por Ferrandino al Rey Católico. El militar español tendría enfrente al escocés Bérault Stuart, señor de Aubigny, designado por Montpensier para ocupar la Calabria, y que contaba con mayor número de soldados.

Tras evaluar la situación, Córdoba comprendió que no era conveniente combatir en campo abierto con su rival, pues en tal circunstancia la experimentada y eficaz caballería pesada gala era muy superior a las tropas españolas. Sin embargo éstas eran notablemente hábiles en la guerra de guerrillas (que habían practicado recientemente en Granada): escaramuzas, emboscadas, ataques por sorpresa, nocturnos, etc.

Ésta sería, pues, la táctica que llevó a cabo Córdoba, que se vio favorecida además por ejecutarse en terrenos escarpados. Además de este hostigamiento, los españoles también emplearon con éxito la artillería, que dio sus frutos con las conquistas de Fiumara y Santa Ágata. A ellas se sumaría luego la de Seminara (6 de junio), lograda con ayuda de una insurrección popular.

Antes de iniciar operaciones más ambiciosas (que esperaba acometer con un futuro refuerzo de mil quinientos infantes), Gonzalo de Córdoba continuó con su táctica de desgaste del enemigo, al tiempo que consolidaba las posiciones tomadas, procurando no perder el contacto con Sicilia Ulterior y no alargar en demasía las líneas de suministros. Por su parte Stuart agrupó sus fuerzas, a las que se sumaron, llegadas desde la Basilicata, las de los hermanos François e Ivo D'Allegre, y marchó desde Terranova con intención de capturar Seminara o Tropea. Luego incitó a Ferrandino a presentar batalla, tachándole de cobarde y pregonando la acusación por toda la comarca.


Movimientos previos a la batalla de Seminara.

El 28 de junio de 1495 el escocés se encontraba en las cercanías de Seminara. Córdoba desaconsejó rotundamente al joven monarca napolitano acudir a la provocación. Pero éste, impulsivo y herido en su orgullo, e ilusionado con las revueltas populares antifrancesas que se estaban dando en distintos lugares (incluida la capital) de su reino, estaba decidido a pelear en aquella ocasión. Y en calidad de mando supremo, ordenó al español (junto a sus hombres) que le secundara en la inminente batalla.

El enfrentamiento se dirimió junto a un tramo vadeable del río Petrace, cuyas orillas ocupaban los respectivos contrincantes. Tomó la iniciativa la caballería pesada gala cruzando las aguas. Enfrente de ella se encontraban los jinetes ligeros españoles, quienes, ni por sus condiciones ni por experiencia bélica con enemigos de esas características en campo abierto, podían afrontar con éxito un choque frontal con ellos.

Cabalgaron entonces «a la morisca», con sucesivos ataques y retornos frente a sus oponentes, a los que lograron contener momentáneamente. Sin embargo, uno de esos repliegues fue interpretado por la inexperta y nerviosa infantería nativa como el inicio de una huida definitiva, y abandonó el campo de batalla, dejando así al ejército aliado en clara desventaja. La retirada se hizo entonces inevitable, pero para ejecutarla ordenadamente y evitar males mayores, la infantería española, al mando de Córdoba, tuvo que sacrificarse al máximo. Finalmente, D'Aubigny dio por bueno el resultado y dejó marchar a los hispano-sicilianos, que se refugiaron temporalmente en Seminara.

Campañas en Calabria y Nápoles


Ferrandino marchó a Mesina y Gonzalo de Córdoba se estableció en Reggio, que gozaba de la protección de la potente flota española. De la reciente derrota el capitán español extrajo las enseñanzas necesarias para afrontar lo mejor posible el resto de la campaña. Desestimó definitivamente un enfrentamiento abierto con los franceses e hizo modificaciones en la composición y tácticas de combate de sus tropas. Sustituyó a los ballesteros por arcabuceros; redujo el número de jinetes ligeros para dar mayor relevancia a la infantería, a la que dotó de una nueva organización mediante coronelías; y configuró unidades de caballería pesada que, aunque con pocos componentes, tuvieran mayor eficacia táctica. A esto se sumaba el empleo intensivo de la artillería para la toma de fortalezas.

Por lo que respecta a lo inmediato, los españoles volvieron a la guerra irregular, de desgaste y hostigamiento del enemigo, quien como consecuencia se atrincheró en sus posiciones. Ahora, además, contaban aquellos con el recién llegado refuerzo de trescientos peones gallegos. Al mismo tiempo, Córdoba inició una serie de conquistas de pequeñas plazas secundarias mediante las que rodeó a los ejércitos de D'Aubigny: Fiumar de Muro, Calana, Bagnara, Terranova, Sinopolis, Mellicota, Nicotera, Melito, Tropea, Pizzo, Maida y Nicastro. En esta última asentaría su campamento de invierno.

Mientras tanto, Ferrandino desembarcó en Nápoles, y mediante una insurrección popular se apoderó de la ciudad (7 de julio de 1495), y de la misma forma, también de Capua, Aversa y Aquila. Montpensier se retiró hacia el norte, reagrupó sus fuerzas y se estableció en Atella.

El príncipe de Bisignano, señor de Morano, agrupó bajo su liderazgo a todos los elementos angevinos de la comarca, y preparó una emboscada a Córdoba y sus hombres, quienes desde Castrovillari habían partido a unirse al rey Ferrandino. Sin embargo, los ojeadores españoles descubrieron la trampa cerca de Morano. Gonzalo simuló no tener conocimiento de ello al arribar al lugar en cuestión, pero a la vez mandaba rodear a los emboscados, desbaratando así los planes de Bisignano y derrotándole luego con facilidad. A continuación conquistó la villa y el castillo de Morano.

Tras estas victorias, el capitán español decidió marchar hacia Atella, en cuyas cercanías se hallaban las tropas de Ferrandino y de la Liga, y agruparse con ellas. Lo consideró una buena opción, aún a sabiendas del riesgo que entrañaba dejar a D'Aubigny a sus espaldas, con la amenaza que ello suponía para las posiciones conquistadas en Calabria.

Asedio de Atella

En el campamento aliado próximo a Atella recibieron a Gonzalo de Córdoba, además del soberano de Nápoles, Francisco Gonzaga y César Borgia, al frente de sus respectivos soldados. Esta fuerza combinada, aún siendo muy poderosa, no conseguía doblegar a los franceses, quienes se situaban en Atella y en varios destacamentos aledaños a ella. Tras evaluar la situación, a Gonzalo le llamaron la atención unos molinos mediante los cuales los sitiados obtenían agua y harina, lo cual les permitía prolongar por más tiempo el cerco, a la espera de una posible llegada de auxilios exteriores. Se fijó entonces como primer objetivo privar al enemigo de los beneficios de dichos molinos, que eran custodiados por piqueros suizos y ballesteros y arcabuceros gascones.

En el enfrentamiento del 1 de julio de 1496, los rodeleros españoles cargaron con gran fuerza contra los mencionados defensores, haciéndoles retroceder desordenadamente. La caballería ligera hispana les cortó la retirada, y prácticamente fueron aniquilados. Salió entonces de la ciudad la caballería pesada gala, y el Gran Capitán reagrupó todas sus fuerzas para hacerle frente. Tras un nuevo choque, aquella fue cediendo terreno, y finalmente optó por refugiarse en la ciudad, logrando así los españoles apoderarse de los molinos.

En los días siguientes los aliados tomaron el resto de posiciones enemigas circundantes a Atella, entre ellas las fortalezas de Ripacandida y Venosa. Estrechado entonces al máximo el cerco, y privados de alimentos los sitiados, Montpensier se rindió al poco tiempo. François D'Allegre, esperando todavía poder recibir refuerzos, acordó una tregua de 30 días, al cabo de los cuales también capituló. Los 5.000 hombres que salieron de la ciudad tuvieron que recorrer 100 kilómetros hasta el Golfo de Nápoles, donde debían embarcar hacia Francia, y sufrieron una epidemia de peste que asolaba la región. Algunos tuvieron que regresar a pie. Finalmente, sólo sobrevió aproximadamente una décima parte de ellos. La enfermedad afectó al propio Montpensier, quien moriría más tarde a causa de ella.

D'Aubigny, que quedó aislado en el sur de la península, también se rindió a Córdoba. Posteriormente hicieron lo mismo los príncipes de Salerno y Bisignano. En premio a su buen hacer, el militar español fue nombrado virrey de Calabria.

Asedio de Ostia

El joven Ferrandino murió sin herederos el 7 de septiembre de 1496. A pesar de que Fernando el Católico, a través de su hermana la reina Juana, le recordó al papa Alejandro VI sus derechos al trono, este decidió tomar partido por el tío del fallecido, Fadrique. El nuevo monarca, francófilo y emparentado con Carlos VIII, quiso cambiar la política del reino y obtuvo el respaldo de los angevinos que antes habían combatido a su sobrino.

El Católico y el Gran Capitán no se precipitaron y trataron de obrar con prudencia. Mientras el primero aparentaba aceptar la decisión del pontífice con tranquilidad, el segundo iba consolidando poco a poco el control militar sobre el terreno (para lo cual recibió más soldados), y procuraba evitar fricciones con los nobles italianos.

El 14 de enero de 1497, el ejército del papa al mando de su hijo Juan de Borja y Cattanei, es derrotado en Soriano por los Orsini. Su situación se complicó cuando Menaldo Guerri, un corsario vizcaíno al servicio de los franceses, se hizo con el control de Ostia. A través del puerto de esta ciudad llegaban habitualmente los abastecimientos a Roma, que ahora se veía privada de ellos. Hacia febrero, la situación derivada de esta carencia era muy preocupante, y por ello Alejandro VI solicitó la presencia del Gran Capitán.

Aconsejado por Juana de Nápoles, el militar, que estaba dirigiendo entonces la conquista de Rocca Guglielma, postergó esta operación y acudió a la llamada. Tras entrevistarse con el pontífice, se desplazó a Ostia con mil quinientos rodeleros, trescientos jinetes ligeros y unas pocas piezas de artillería, además de un refuerzo adicional al mando del embajador español en Roma Garcilaso de la Vega.

El enemigo se atrincheraba en el castillo de la ciudad, que Córdoba mandó rodear por completo previendo la posibilidad de un cerco prolongado, para asegurar que la conclusión no fuera otra que la toma o la rendición de la plaza. Después de tres días de intensos bombardeos combinados con enérgicos intentos de asalto, los defensores continuaban resistiendo.

Entonces el comandante español analizó minuciosamente los puntos débiles de la fortaleza y su guarnición, y preparó un plan para su conquista definitiva. El 9 de marzo la artillería abrió fuego contra un lienzo agrietado (orientado hacia Roma) de la muralla. Cuando se derrumbó, dejó un hueco por el que se dispusieron a penetrar los atacantes. Casi todos los defensores acudieron a cerrar la brecha, momento que aprovechó otra capitanía para iniciar el asalto por el lado opuesto, acorralando después a los hombres de Guerri y facilitando el triunfo final.

Seis días después, los vencedores, exhibiendo cautivo al corsario, desfilaron por la Ciudad Eterna, siendo aclamados por sus habitantes. El papa recibió ceremonialmente al Gran Capitán, a quien concedió la Rosa de Oro, máxima condecoración pontificia.

Últimos episodios


Tras reanudar con éxito el ataque a Rocca Guglielma, Córdoba se retiró a descansar a Nápoles, donde fue agasajado por la población y el rey Fadrique, que le hizo entrega de los ducados de Terranova y Monte Santangelo.

Desde agosto de 1497, Antonello Sanseverino, príncipe de Salerno, con el apoyo de los condes de Lauria y Capaccio, inició una rebelión contra Fadrique en Calabria. Se hizo fuerte en Diano, a donde acudió el Gran Capitán al frente de 500 españoles y otros tantos alemanes al servicio del monarca napolitano. La situación culminó con la detención de los líderes insurgentes.

El 7 de abril de 1498 murió a causa de un accidente Carlos VIII. Le sucedió Luis XII, duque de Orleans, quien comenzó conversaciones de paz con Fernando el Católico, que culminaron con la firma del Tratado de Marcoussis (5 de agosto de 1498).

Terminado oficialmente el conflicto entre España y Francia, Fadrique quiso negociar con el rey Fernando la posesión de las plazas calabresas que su sobrino había entregado al soberano español al inicio de la campaña. Este, aunque discutió (a través de Córdoba) largamente el asunto con él, no cedió finalmente a sus peticiones, y las guarniciones españolas permanecieron en el sur de Italia. Este desencuentro provocó que se rompieran las relaciones con Nápoles. Por otra parte, la Liga se deshizo cuando Roma y Venecia buscaron por su cuenta un acercamiento a Francia.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 13 Ene 2018 23:46

Asedio de Atella

El asedio de Atella tuvo lugar en julio del año 1496 y fue consumado por las tropas españolas al mando de el "Gran Capitán. Con el éxito de este asedio, se culminó la ofensiva de la liga Veneciana más importantes durante el conflicto ya que a partir de esta victoria y de la capitulación francesa casi todas las plaza francesas pasaron al rey Fernando II de Nápoles, permitiendo así expulsar a casi todos los franceses del territorio napolitano, menos a las plazas de Calabria, Venosa, Tarento y Gaeta .

Después de 17 días a través del territorio napolitano, el "Gran Capitán" llegó a la puertas de Atella con 400 hombres de caballería ligera, 70 hombres de armas y 1.000 hombres de intantería elegidos por él. En el campamento ya estaban el rey Fernando II de Nápoles, el papa Alejandro VI, que dejó a su hijo César como Legado pontificio y Francisco II Gonzaga. En la ciudad se encontraba el duque de Montpensier.

El asedio

Tras evaluar la situación, a Don Gonzalo le llamaron la atención unos molinos mediante los cuales los sitiados obtenían agua y harina, lo cual les permitía prolongar por más tiempo el cerco, a la espera de una posible llegada de auxilios exteriores. Se fijó entonces como primer objetivo privar al enemigo de los beneficios de dichos molinos, que eran custodiados por piqueros suizos y ballesteros y arcabuceros gascones.

En el enfrentamiento del 1 de julio de 1496, los rodeleros españoles cargaron con gran fuerza contra los mencionados defensores, haciéndoles retroceder desordenadamente. La caballería ligera hispana les cortó la retirada, y prácticamente fueron aniquilados. Salió entonces de la ciudad la caballería pesada gala, y el Gran Capitán reagrupó todas sus fuerzas para hacerle frente. Tras un nuevo choque, aquella fue cediendo terreno, y finalmente optó por refugiarse en la ciudad, logrando así los españoles apoderarse de los molinos. A continuación tomó el resto de posiciones enemigas circundantes a Atella, entre ellas las fortalezas de Ripacandida y Venosa. Así el cerco se iba haciendo más pequeño, entonces el duque de Montpensier pactó rendirse y entregar la ciudad si no llegaban refuerzos en 30 días. En el pacto se incluyeron una serie de clausulas:

Menos las plazas del Señor de Aubigny en Calabria, todas las demás plazas de Nápoles deberían pasar a la liga Veneciana. Se ayudaría a trasladar a los soldados franceses a Francia en navíos. Habría un indulto general a los soldados napolitanos que hubieran participado al lado de Francia y que reconociesen como rey a Fernando II en quince días.

La rendición

Como la ayuda no llegó se firmaron las clausulas de la capitulación. Pero las ciudades de Venosa, Tarento y Gaeta se negaron a rendirse, excusándose en que no tener órdenes directa de Carlos VIII. Desde que zarpara el barco francés de 5.000 hombres hasta su llegada murieron en el camino 4.500 hombres, por culpa de diversas epidemias en la travesía del viaje, entre los cuales estaba el duque de Montpensier.

[b]Consecuencias[/b]
Esta gran victoria de Don Gonzalo fue sonada a nivel internacional, y a partir de esta batalla fue cogiendo el sobrenombre del Gran Capitán. Después de esta batalla todas las plazas francesas menos Venosa, Tarento y Gaeta y las gobernadas por el Señor de Aubigny, se recuperaron para Fernando II.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 14 Ene 2018 19:28

Batalla de Seminara


La batalla de Seminara enfrentó el 28 de junio de 1495 a las tropas de España, que abrían un nuevo frente en Calabria, y de Francia en el marco de la llamada Guerra italiana de 1494-1498.

En abril de 1495 los Reyes Católicos enviaron un ejército expedicionario a Nápoles que al mando del capitán Gonzalo Fernández de Córdoba el 24 de mayo desembarcaba en Calabria con 2.000 infantes y 300 jinetes ligeros.

Las tropas francesas, al mando de Bérault Stuart d'Aubigny, eran superiores en número, especialmente en caballería, por lo que el comandante español decidió evitar una batalla campal y desarrollar una campaña de guerrillas para desgastar a su enemigo e impulsar un levantamiento en la campaña. Aprovechaba así al máximo las características del terreno y la experiencia de sus hombres obtenida en la Guerra de Granada.

La táctica rindió pronto sus frutos y acompañada de un eficaz uso de la artillería le permitió a Córdoba tomar Fiumara, Santa Ágata y el 6 de junio la de la plaza de Seminara. Por su parte, Stuart reagrupó sus fuerzas y reforzadas por las estacionadas en Basilicata al mando de Precy (principalmente infantería suiza), y tropas al mando de los hermanos François e Ivo D'Allegre, marchó sobre Seminara.

Decidido a forzar a los españoles a presentar batalla, Stuart los acusó públicamente de cobardía. La estrategia tuvo éxito y pese a los consejos de Gonzalo Fernández de Córdoba quien aconsejaba retirarse a una plaza fuerte o en su defecto encerrarse en Seminara hasta tanto formase una opinión adecuada tanto de las fuerzas enemigas como de los voluntarios napolitanos en su propio ejército, su superior Fernando II, herido en su orgullo, ordenó enfrentar a los franceses.

La batalla

El 21 de junio Córdoba desplegó las tropas aliadas en unas colinas a una legua al este de la plaza, dominando el tramo vadeable del río Petrace. Ubicó en su flanco derecho mil infantes y cuatrocientos jinetes españoles y en el izquierdo a los seis mil voluntarios napolitanos y calabreses de Fernando II.

Stuart enfrentó el vado formando a su izquierda la caballería francesa, que «consistía en unos cuatrocientos caballos de línea y doble número de los ligeros»,1​ y en su flanco derecho a los piqueros suizos, dejando como reserva a su retaguardia las tropas del país.

Los franceses iniciaron el cruce recibiendo el ataque de la caballería ligera española fuerte en 400 hombres, que consiguieron momentáneamente desorganizarlas. Stuart y Precy consiguieron reorganizar sus filas mientras los españoles retrocedían a sus posiciones para reagruparse y volver a la carga.

Sin embargo, la inexperta infantería napolitana interpretó el repliegue táctico como huida y fugó del campo de batalla perseguidos por destacamentos de caballería. Al caer muerto su caballo, el rey Fernando mismo quedó atrapado bajo el animal y salvó su vida gracias al caballero Juan de Altavilla que lo rescató y le cedió el suyo, muriendo en la acción. Viendo la dispersión de sus aliados, Córdoba ordenó entonces la retirada, que sus tropas ejecutaron en orden marchando a Seminara cubiertas por la infantería española, para partir al día siguiente a Reggio de Calabria. Por su parte, Stuart, quien se encontraba enfermo, dejó en una litera el campo apenas vio decidida la acción, perdiendo los franceses la oportunidad de definir la campaña.

Consecuencias

Tras su primer y única derrota en batalla, Fernández de Córdoba abandonó las plazas ocupadas y se refugió con sus tropas en Reggio tras la protección de sus murallas y de la potente flota aragonesa, mientras que Fernando II se trasladaba a Sicilia en busca de refuerzos.

Aprovechando las enseñanzas de su derrota, Córdoba hizo modificaciones en la composición y organización de sus tropas. Sustituyó a los ballesteros por arcabuceros y redujo el número de jinetes ligeros para dar mayor relevancia a la infantería, a la que dotó de una nueva organización mediante coronelías. Creó también pequeñas unidades de caballería pesada y fortaleció su artillería. Está formación fue la base de los tercios españoles.

Por lo que respecta a su táctica, confirmó su decisión de evitar batallas campales y volvió a la guerra irregular, de desgaste y hostigamiento del enemigo. Tras varios golpes menores Córdoba se adueñó de Muro, Calana, Bagneza, Esquilace y Sibaris, y para finales de año se hallaba en posesión de todo el sur de Calabria.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 14 Ene 2018 19:37

Batalla de Fornovo

La Batalla de Fornovo ocurrida el 6 de julio del año 1495 fue un enfrentamiento militar ocurrido en el pueblo de Fornovo di Taro, localizado unos 30 Km. al sur de Parma. Considerada la primera gran batalla de las guerras italianas. Para junio 28, las fuerzas venecianas habían acampado en las inmediaciones del pueblo en espera del grueso del contingente francés.

El 4 de julio las fuerzas del Duque de Ferrara, Ercole d’Este, principal aliado de los franceses en Italia avanzan hacia el sur, previamente comunicando a los franceses que el "Consiglio Maggiore" se encontraba dividido en referencia a la participación de las fuerzas venecianas en la batalla. Los proveditores venecianos no se encontraban aun autorizados a participar en la batalla.

Los generales franceses presionados por el hecho del permanente arribo de refuerzos a las líneas enemigas mientras que sus propias fuerzas no tenían esperanza de refuerzo alguno convencieron a Carlos VIII, de hacer un primer movimiento diplomático. El rey de Francia solicita entonces derecho de paso a través de las líneas venecianas, a cambio los venecianos solicitaron la devolución de todas las conquistas francesas en territorio italiano.

La propuesta por supuesto inaceptable le deja a Carlos VIII la única opción de pelear quedando a su decisión el cuando. Gian Giacomo Trivulzio, Francesco Secco y los nobles franceses recomiendan que se inicien las operaciones cuanto antes. Se envía una primera fuerza de reconocimiento conformada por cuarenta hombres la misma que es ampliamente derrotada por los veteranos Stradioti, galvanizados previamente en las guerras Albano-Turcas (1443-1478)

Las vituallas de los franceses seguían disminuyendo mientras los números de las fuerzas italianas crecían de tal modo que el 6 de julio Carlos VIII decide iniciar la batalla. Las fuerzas italianas conformadas principalmente por los ejércitos venecianos se encontraban al margen este del río Taro. La margen oeste del río lugar donde se encontraban las fuerzas francesas tenía una ventaja defensa pues luego de las lluvias de los días previos los orillas de los ríos habían quedado impracticables para la caballería. Los franceses deciden mantener esta ventaja táctica y manteniéndose en la margen oeste del Taro deciden dividir su fuerza en tres grupos.

El primer grupo comandado por Gian Giacomo Trivulzio compuesto por trescientos hombres de caballería pesada, doscientos infantes ligeros (italianos), quinientos arqueros montados y dos mil infantes alemanes (en realidad Suizos) en su mayoría piqueros y un pequeño número de soldados con armas de fuego de mano y otros con hachas. El segundo grupo comandado por el propio Carlos VIII consistía de seiscientos hombres de caballería pesada, incluidos arqueros y ballesteros montados.

Eran las tropas de élite del ejército francés incluido el séquito personal del rey. El tercer grupo conformado por cuatrocientos hombres de a caballo y unos mil hombres de infantería. Los piqueros habían formado una línea individual o falange larga avanzaba cerca de la caballería. La artillería protegía la primera línea hacia el frente y la segunda línea hacia el río, además de infantes alemanes comandado por el conde Niccolo di Pitigliano y Franceso Secco.

La batalla

Francesco Gonzaga había dividido sus fuerzas en 9 líneas. Su estrategia era el hostigamiento de las dos primeras líneas del ejército francés dándole tiempo al principal de las fuerzas italianas a rodear y atacar la retaguardia enemiga. Ante la sorpresa, esperaba Gonzaga, el ejército francés entraría en desorganizada batalla y las tres líneas de reserva de los italianos entrarían en batalla dando el golpe final a la retirada de los franceses.

El ala diestra del ejército italiano comandada por Gianfrancesco Sanseverino conde di Caiazzo, el centro comandado por Francisco II Gonzaga, Duque de Mantua y el ala izquierda al mando del Conde Bernardino Fortebraccio (comandante de las fuerzas venecianas). La última columna era apoyada por una fuerza independiente de nobles venecianos: Vincenzo Corso, Roberto Strozzi, Alessandro Beroaldo de Padua, Jacopo Savorgnan de Udine, el caballero noble Luigi Valaresso, Marco de Martinengo, y los condes Brandolini comandando trescientos setenta hombres de caballería ligera. En adición a esta línea independiente existía una reserva comandada por Montivoglio y Montefeltro con mil infantes y seiscientos hombres de caballería pesada.

La columna del conde de Caiazzo (ochocientos hombres de caballería pesada, mil setecientos infantes milaneses y trescientos piqueros alemanes más la escasa artillería) tenían como misión enfrentar y bloquear el avance del principal del ejército francés y mantener comprometidos a los piqueros suizos.

La línea central de Gonzaga (quinientos de caballería pesada, seiscientos ballesteros y cinco mil infantes) debía enfrentar a lo principal de la línea francesa y al mismo tiempo el contingente de Fortebraccio debería atacar la retaguardia francesa a su vez el otro lado recibiría el ataque de los ballesteros a caballo y stardiotti al mando de Pietro Duodo.

El ataque de la caballería ligera italiana se vio comprometido por la condición del terreno pero a su vez la artillería francesa no fue lo efectiva que se esperaba gracias al lodazal en que se hundían las balas de artillería y las lluvias previas que habían mojado buena parte de la pólvora. Fortebarccio fue repelido por los alabarderos Suizos y el centro francés no se vio presionado como se esperaba gracias al inusual nivel del río Taro cuya crecida por las recientes lluvias impedía las acciones previstas en el plan de Gonzaga. La caballería ligera es encontraba expuesta y en una mala situación táctica.

Complicaron aún más las cosas la falta de disciplina de los stradiotti que prefirieron saquear la retaguardia francesa antes que cumplir con la misión encomendada. Antes de empezar la batalla Melchiorre Trevisan había prometido públicamente que los soldados combatiendo en las armas italianas tendrían como recompensa el botín del saqueo de Nápoles que los franceses traían con ellos.

La acción de los stradioti forzó a las reservas venecianas a entrar en inmediata acción para controlar la sangrienta escaramuza que se había desatado alrededor del campamento francés. El número de las reservas tuvo cierto impacto psicológico en las fuerzas italianas y la retaguardia francesa inició la retirada.

Sin embargo fue imposible para los venecianos capitalizar su momento de éxito debido a que parte de sus fuerzas habían dedicado sus esfuerzos al saqueo del botín napolitano. En otras ocasiones los mercenarios habían decidido que la batalla era ya demasiado sangrienta para la paga que recibían y decidieron retirarse del campo de batalla. Los proveedores, el noble Luigi Valarezo y el conde Niccolò di Pitigliano fueron claves manteniendo en línea a muchas de las fuerzas italianas.

Las fuerzas francesas inician su retirada hacia la colina pero les es imposible iniciar la persecución por encontrarse una buena parte de sus fuerzas comprometidas en diversas escaramuzas o en el saqueo del importante botín milanés (300.000 ducados al menos)

Consecuencias

Las bajas francesas ascendían a más o menos la mitad de las italianas pero la oficialidad italiana había sufrido importantes pérdidas en gran parte debido a que los ejércitos franceses no estaban interesados en prisioneros ni rehenes. La situación estratégica del rey de Francia era extremadamente difícil; había perdido todo el botín de la campaña napolitana, sus ejércitos no tenían esperanza de relevo ni avituallamiento alguno y, si bien con grandes pérdidas, el ejército italiano no se encontraba desarticulado.

La paz se impuso después de esta batalla y al rey francés se le permitió retirarse en cumplimiento del armisticio.

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Re: Hechos de armas heroicos del Ejercito Español

Mensajepor Brasilla » 14 Ene 2018 19:46

El Sitio de Ostia


El asedio de Ostia tuvo lugar durante los meses de febrero y marzo del año 1497. En él se enfrentaron las tropas españolas, al mando de Gonzalo Fernández de Córdoba y las tropas francesas, dirigidas por el vizcaíno Menaldo Guerri, que estaba al servicio del rey de Francia Carlos VIII.

Después de la importantísima victoria de la Liga de Venecia en Atella, casi todas las ciudades tomadas por los franceses habían sido devueltas a Fernando II, pero el puerto de Ostia, que se encontraba en la desembocadura del Tíber y que formaba parte de Roma, había sido tomado por los franceses al principio de la guerra, y el rey Carlos VIII le había prometido al papa que cuando terminase la guerra le sería devuelto. Pero el rey de Francia no llegó a cumplir su promesa, por lo que el papa Alejandro VI, que era español, pidió a su compatriota, el Gran Capitán, que fuese a Ostia y que le pidiera a los franceses la devolución del puerto al papa.

Así lo hizo y se presentó en las murallas de la ciudad portuaria el 20 de febrero de 1497. Reclamó la ciudad a su gobernador, diciéndole que cumpliese la promesa francesa por orden de Alejandro VI. Pero todo esto fue inútil; los franceses no parecían dispuestos a entregar la ciudad. Viendo esta situación Don Gonzalo puso la ciudad en sitio.

[b]El asedio[/b]

La ciudad estaba defendida por tropas sin escrúpulos y forajidos, pero todos ellos de gran coraje, además de que la plaza era muy fuerte. Después de ver con detalle las murallas de la plaza, el Gran Capitán dispuso el sitio, con mil soldados de infantería, 300 jinetes y con varias piezas de artillería. Los cañones los puso en una elevación al sur de la plaza. Empezaron a abrir fuego sobre la muralla, hasta que después de cinco días se abrió una brecha, por la cual los 1.300 hombres se lanzaron al ataque sobre las tropas francesas.

Los franceses combatían con valor y tesón, pero en ese momento Garcilaso de la Vega (padre), el embajador de Castilla en el papado, lanzo su ataque por el lado contrario. Después de este segundo ataque, el vizcaíno con sus tropas francesas, hincaron la rodilla y se rindieron, con la condición y promesa de que les respetasen la vida.

[b]Entrada en Roma y visita con el papa[/b]

Después de esta victoria, Gonzalo Fernández de Córdoba entró victorioso en Roma y la multitud le aclamo como "libertador", detrás de él venía encadenado Guerri; escena que se parecía mucho a la que sufrío Vercingétorix al entrar encadenado por Cesar también en Roma. Ya en la Basílica de San Pedro Don Gonzalo le presentó al papa el prisionero de guerra, Alejandro VI se acercó y le dio un beso en la frente por sus servicios al papado. Acto seguido le premió sus servicios con la rosa de oro, que era la máxima distinción que entregaba el papado, normalmente el papa, cada año a su mejor servidor.

Al marcharse hubo una escena violenta. Alejandro VI estaba dolido con los Reyes Católicos. Don Gonzalo le dijo que no se olvidase los servicios prestados, y que todavía tenía en mente las palabras que el sumo pontífice le había dicho no hacía mucho tiempo:

Si las armas españolas me recobraban Ostia en dos meses, debería de nuevo al Rey de España el Pontificado.

[b]Don Gonzalo siguió diciéndole:[/b]

Más le valiera no poner a la Iglesia en peligro con sus escándalos, profanando las cosas sagradas, teniendo con tanta publicidad, cerca de sí y con tanto favor a sus hijos, y que le requería que reformase su persona, su casa y su corte, para bien de la cristiandad

Después de esto el Gran Capitán se retiró y partió hacia Sicilia, como virrey que era.

El padre jesuita Abarca escribió:

El papa quedó turbado del esplendor vivo de la verdad, enmudeció del todo, asombrado de que supiese apretar tanto con las palabras un soldado, y de que a un Pontífice, tan militar y resuelto, hablase en Roma en su palacio y rodeado de armas y parientes, un hombre no aparecido del cielo, en puntos de reforma y con tanta reprehensión.

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