Mensajepor pedazodeanimal » 27 May 2010 19:29
El dicho tiene como base histórica las tan discutidas cuentas que el general don Gonzalo Fernández de Córdoba (1453-1515), de sobrenombre ‘Gran Capitán’, presentó a los Reyes Católicos, después de haber conquistado para ellos Nápoles y Sicilia. La historia se desarrolló como sigue:
Gonzalo Fernández de Córdoba,
El "Gran Capitán"
(Montilla, Códoba, 1453 - Granada, 1515)
«Hasta que logró su unificación como país a mediados del s. XIX, la actual Italia era un mosaico de pequeños estados en continuas disensiones internas y sin capacidad defensiva. Aprovechando esta debilidad, el Reino de Aragón y la casa francesa de Anjou venían luchando desde el siglo XIII, disputándose la posesión de Nápoles y Sicilia, que habían constituido el llamado Reino Normando de las Dos Sicilias.
A finales del siglo XV, lo que en un principio era una rivalidad entre dos pequeños reinos, se convierte en problema y lucha, por el dominio de Italia, entre las dos potencias que, merced a sus políticas de unificación, habían constituido los reinos de España y Francia. Por esos años, los monarcas que se ven enfrentados son Fernando V de Aragón, casado de Isabel I de Castilla, y el rey francés Luis XII de Anjou.
El rey francés, tras haberse apoderado del Ducado de Milán, firmó con el Rey Católico el Tratado Secreto de Granada (1500), por el cual se repartían el Reino de las Dos Sicilias. Pero las desavenencias entre franceses y españoles, que se disputaban también algunos territorios centrales italianos, provocaron la guerra entre ambos países.
España puso al mando de sus tropas al Gran Capitán, quien, tras una lucha encarnizada, logró de manera consecutiva las victorias de Seminarata, Ceriñola y Garellano (1503), dando la victoria a España. El Reino de las Dos Sicilias pasó a formar parte de los dominios españoles, hasta los Tratados de Utrecht y Rastatt (1713 y 1714, respectivamente), que ponían fin a la Guerra de Sucesión española y sentaban a la casa de Borbón en el trono de España.
Concluida la campaña de Italia, los Reyes Católicos exigieron cuentas a su general, quizás imprudentemente y de forma inconveniente, y, aunque éste las rindió, es de suponer que González de Córdoba hubo de sentirse molesto por las maneras como se las habían exigido.
De todas las partidas que el Gran Capitán presentó a sus Reyes, las más conocidas y repetidas de todos son las siguientes:
- Doscientos mil setecientos treinta y seis ducados y nueve reales en frailes, monjas y pobres, para que rogasen a Dios por la prosperidad de las armas españolas.
- Diez mil ducados en pólvora y balas.
- Cien millones en palas, picos y azadones, para enterrar a los muertos del adversario.
- Cien mil ducados en guantes perfumados para preservar a las tropas del mal olor de los cadáveres de sus enemigos tendidos en el campo de batalla.
- Cincuenta mil ducados en aguardiente para las tropas, en días de combate.
- Ciento sesenta mil ducados en poner y renovar campanas destruidas por el uso continuo de repicar todos los días por nuevas victorias conseguidas sobre el enemigo.
- Millón y medio de ducados para mantener prisioneros y heridos.
- Un millón en misas de gracia y tedéums al Todopoderoso.
- Tres millones de ducados en sufragios por los muertos.
- Siete mil cuatrocientos noventa y cuatro ducados en espías y escuchas.
- Cien millones por mi paciencia en escuchar ayer que el Rey pedía cuentas al que le había regalado un reino.»
¡ARRIBA ESAS CABEZAS,SON BALAS NO ZURULLOS!