HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 01 May 2016 01:10

D. Pedro DE CASTRO FIGUEROA y SALAZAR 39º Virrey de Nueva España


Administrador colonial español nacido en San Julián de Cela (La Coruña) en fecha desconocida y muerto en la ciudad de México el 22 de agosto de 1741. Fue duque de la Conquista, marqués de Gracia Real y trigésimo noveno virrey de Nueva España.

Ostentaba el cargo de sargento mayor de Guardias de Infantería española cuando Felipe V le concedió el título de marqués de Gracia Real, el 4 de octubre de 1729, en honor a sus méritos en apoyo de la nueva monarquía. Carlos III, rey de las Dos Sicilias, por su parte, le otorgó el de duque de la Conquista en 1735, tras la batalla de Bitouto, cuando ejercía las funciones de Gentilhombre de su Cámara y de su Supremo Consejo de Guerra. Llegó a ser teniente coronel de las Reales Guardias de Infantería y mariscal de campo en el Ejército español, hasta alcanzar el grado de capitán general. Vistió el hábito de caballero de las Órdenes de Santiago y de San Genaro, con encomienda en la de Calatrava y comendador en la de Alcántara. Formaba parte del núcleo de la nobleza de nuevo cuño encumbrada por la dinastía borbónica.

Casó con Bernarda de Azcárraga y Abaunza, natural de Madrid, de la que enviudó antes de ser nombrado virrey y tuvo tres hijos: Bernardo, que heredó sus títulos; Pedro, que le acompañó a Nueva España y Josefa.

El rey designó a don Pedro de Castro virrey de Nueva España en Real Cédula de 26 de mayo de 1739, pero tuvo que demorar su salida hasta el 6 de abril de 1740 cuando embarcó para cruzar el Atlántico, infestado de armadas enemigas. La travesía estuvo llena de incidentes. Habían dividido la expedición en dos barcos holandeses, el virrey y ayudantes en uno y el resto de la familia en otro, para pasar desapercibidos. En la primera parte de la navegación sobrevino una fuerte tormenta pero más tarde, al salir de Puerto Rico, les persiguieron dos fragatas inglesas, lo que obligó a Pedro y a su familia a transbordar con bastante riesgo a una balandra ligera que pudo escapar, mientras el barco mayor fue apresado y llevado hasta Jamaica. El 30 de junio la balandra con el virrey a bordo llegaba a Veracruz.

Rodeado de honores y con el ceremonial acostumbrado, emprendió el viaje hacia la capital. En Guadalupe lo saludaron la Real Audiencia y los Tribunales, que le acompañaron hasta la ciudad de México. Como había perdido todas sus credenciales durante el forzado trasbordo a la balandra, el Real Acuerdo tuvo que dar por suficiente los documentos que obraban en poder del virrey-arzobispo, tras lo cual Pedro de Castro tomó inmediatamente posesión de su cargo.

La situación de Nueva España era de gran preocupación, por las noticias de la guerra y la presencia inglesa en todos los mares. Una de sus primeras medidas fue reforzar las defensas de Veracruz y San Juan de Ulúa, punto estratégico importante. Se supo que el general Oglethorp había atacado San Agustín, que se defendió heroicamente, pero que Portobelo y otros fuertes cercanos a Cartagena habían caído en poder del almirante Vernon. Para atender a las necesidades de la defensa de las costas, movilizó a la población civil para organizar el llamado “Ejército de la Corona”.

Se ocupó del estado en que se encontraban las minas y desaguó las de Zacatecas, que estaban en pleno rendimiento. También consiguió normalizar la remisión de los “situados” que se enviaban a las capitanías generales de América y Filipinas, desde las cajas de México. Más tarde ordenó limpiar el puerto de Veracruz, en el que se encontraba de visita, revisando las obras de la fortaleza, cuando enfermó de fiebres perniciosas y una disentería hemorrágica que le obligó a regresar a la capital, donde falleció el 22 de agosto de 1741. No faltó quien atribuyera su muerte al disgusto que le había causado la reprimenda de Felipe V, porque al escapar de los ingleses prefirió llevarse a un perrillo faldero en lugar de cuidar de la documentación real.

Interinamente se hizo cargo de la gobernación de Nueva España la Real Audiencia, hasta la llegada del nuevo virrey, el conde de Fuenclara.

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Marco Tulio Cicerón.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 01 May 2016 01:15

D. Pedro DE CEBRIAN y AGUSTÍN 40º Virrey de Nueva España


Administrador colonial español, nacido en Lucena de Jalón (Zaragoza) el 30 de abril 1687 y fallecido en Madrid en 1752. Fue conde de Fuenclara y cuadragésimo virrey de Nueva España(1742-46). Era hijo de Enrique de Alagón y Pimentel, conde de Sástago, Grande de España y comendador de la Orden de Alcántara. Diplomático distinguido, fue embajador ante Austria y Dresde y consiguió que el futuro Carlos III, entonces príncipe de Asturias, contrajera matrimonio con María Amalia de Sajonia.

Su padre, uno de los pocos partidarios de Felipe V en Aragón, abrazó al enviudar el estado eclesiástico y fue Arcediano de Aliaga (Teruel), y su hermano Miguel llegó a ser obispo de Córdoba (España). El título de Fuenclara procedía de su abuela María de Alagón, hija de los condes de Sástago, una de las familias más antiguas del reino de Aragón.

Durante la Guerra de Sucesión, Pedro, al servicio de Felipe V, sirvió en el ejército español y participó entre otros hechos militares en el sitio de Barcelona en 1706, por lo que recibió la gratitud real mediante la concesión de algunas mercedes. Su padre acompañó a Felipe V cuando éste hizo su entrada triunfal en Zaragoza el 10 de enero de 1711.

Casó el 20 de septiembre de 1716 con María Teresa Patiño y Attendolo, hija de Baltasar Patiño, Marqués de Castelar, superintendente general del reino de Aragón y sobrina de José Patiño, secretario de Hacienda, Guerra y Estado de Felipe V. Se cita como notable curiosidad que entre los testigos de la boda figuró Juan de Acuña y Bejarano, marqués de Casafuerte y años más tarde virrey de Nueva España entre 1722 y 1734. El matrimonio permaneció en Zaragoza hasta su traslado a Madrid en 1725, donde Pedro Cebrián había sido promovido al Consejo de Hacienda. Al morir su padre recibió el título de Fuenclara y en febrero de 1727 el rey ordenó su ingreso en la Orden de Alcántara. El título de Grande de España se le concedió en enero de 1731, durante la estancia del conde en Sevilla, acompañando al rey.

Con el apoyo del secretario Patiño, que le demostró siempre particular afecto, en febrero de 1734 fue nombrado embajador en Venecia, centro comercial y político de crucial importancia, desde el que siguió de cerca el conflicto militar y las intrigas internacionales, así como los incidentes ocasionados por los piratas en esta región del Mediterráneo. En febrero de 1736, con el cargo de embajador y ministro plenipotenciario, se trasladó a Viena, en cuya corte permaneció durante dos años, para asistir a las conferencias que allí se celebraron.

Recibió el encargo de viajar a Dresde, donde residía la corte de Federico Augusto, elector de Sajonia y rey de Polonia, para concertar en 1738 la boda de Carlos, hijo de Felipe V, con la princesa María Amalia, hermana de Federico Augusto, a la que acompañó hasta Nápoles, donde se celebró su boda con el nuevo rey de las Dos Sicilias. Tras un largo viaje llegaron a esta ciudad el 2 de julio, y en ella permaneció el conde de Fuenclara durante dos años, embajador de la corte de Madrid y consejero del joven rey, que le demostró particular amistad. En Nápoles, concedido por Felipe V, recibió el Toisón de Oro. Su biógrafo Eugenio Sarrablo recoge numerosos testimonios de los apuros financieros y la penuria con que tuvo que desarrollar sus misiones diplomáticas.

En abril de 1740 el rey le pidió que regresara a España, de la que había estado ausente ocho años, para hacerse cargo de la Mayordomía Mayor del infante Felipe, cargo que ejercía en febrero de 1742, cuando el secretario Campillo recomendó a Felipe V su nombramiento como virrey de Nueva España, para suceder al duque de la Conquista; aunque inicialmente se había pensado en el duque de Abrantes, éste se excusó alegando enfermedad.

La guerra entre España e Inglaterra, declarada abiertamente a partir de 1739, hacía difícil la navegación a través del Atlántico, por lo que el conde tuvo que inventarse una complicada estratagema de ocultación, que le obligó a embarcar en una fragata francesa y partir de Rochefort el 21 de julio hacia Santo Domingo, bajo disfraz francés. De Santo Domingo se trasladó a Veracruz a donde llegó el 5 de octubre de 1742. Afectado de fiebres, permaneció unos días en el puerto, pero enseguida inició el viaje, repleto de festejos y honores, hacia la capital.

El 3 de noviembre se encontró en Guadalupe, junto al Santuario de Nuestra Señora, con la Audiencia en pleno. Obvió el paso por Chapultepec, según recomendación real, y entró en la ciudad de México, donde fue recibido por nobles y plebeyos, quizás más atentos a las fiestas y celebraciones que a la persona del virrey. Cumplimentado por el arzobispo, al día siguiente recibió la visita de los Tribunales y el Cabildo; los últimos días del mes se dedicaron a celebrar las esperadas corridas de toros.

Impuesto de la situación del virreinato por las instrucciones y recomendaciones recibidas en la corte, tuvo que enfrentarse de inmediato con uno de los problemas que más iban a perjudicar su carrera política: la detención y juicio del italiano Lorenzo Boturini, viajero e historiador, que había llegado a Nueva España en 1736. Italiano de nacimiento, Boturini había pasado su juventud en Milán y Viena al servicio del emperador, pero como consecuencia de la guerra se trasladó a Lisboa y poco después a Madrid, donde conoció al secretario Patiño y se relacionó con la nobleza de la corte. Al parecer, por recomendación de la condesa de Santibáñez, hija de la condesa de Moctezuma, decidió trasladarse a Nueva España, a donde llegó en febrero de 1736.

En los seis años transcurridos desde entonces el sabio Boturini, movido por su devoción a la virgen de Guadalupe, había estado investigando cuanto se refería a sus milagros, a la vez que recopilaba documentos y testimonios valiosísimos sobre el pasado indígena y la historia antigua de México. Su emoción por la virgen le llevó a promover la coronación de Nuestra Señora, para lo que organizó una colecta que le permitiera obtener los recursos necesarios. Desgraciadamente, la documentación relativa a esta actividad adolecía de graves defectos de forma.

Conocedor el virrey de estos hechos y extrañado por tan singular iniciativa, recabó informes y recogió testimonios que le hicieron sospechar irregularidades y conductas extrañas. En efecto, Boturini había pasado a Nueva España sin el placet del Consejo de Indias e incumplido las normas dictadas sobre la entrada de extranjeros. Tampoco eran legales los métodos empleados para llevar a cabo sus investigaciones en torno al milagro de Guadalupe.

Encausado y sometido a juicio, el Consejo de Indias reclamó su presencia en España, revisó su expediente y lo declaró inocente. Boturini, que conoció en Madrid al historiador mexicano Mariano Veytia, con quien mantuvo estrecha amistad hasta su muerte, reclamó la devolución de los documentos y papeles confiscados, pero se negó a regresar a Nueva España. En España escribió el primer volumen de una historia de México titulado “Cronología de las principales naciones de la América Septentrional”.

El estado de guerra y sus repercusiones en América fue tema de prioridad absoluta para el virrey, que aprovechó su paso por Veracruz para informarse del estado de sus defensas y ordenar el reforzamiento del fuerte de San Juan de Ulúa. Una vez en la capital ordenó a los gobernadores de Campeche y La Habana, Antonio de Benavides y Juan Francisco de Güemes, conde de Revillagigedo y más tarde sucesor suyo en el virreinato, que emprendieran acciones inmediatas para la defensa de puertos y costas. A la vista de los informes recibidos, del estudio de la situación y de acuerdo con las instrucciones que le habían enviado desde la corte, decidió posponer el ataque inmediato de las instalaciones inglesas en Belice y Honduras.

Sin embargo, la hostilidad inglesa se mantenía en todos los mares. Al abordaje de los navíos y flotas españoles, que atravesaban el Atlántico o recorrían las costas de América, sucedía el asalto de los puertos o plazas costeras, de las que en algún caso, como en San Agustín (Florida) el año 1744, se les repelió con valentía. Todo ello obligaba a mantener un esfuerzo de guerra, cuya financiación exigía la colecta de recursos extraordinarios. Para conseguirlo, el conde de Fuenclara se vio obligado a solicitar préstamos y exacciones, que los comerciantes y hacendados estaban obligados a aceptar.

En Madrid, al morir el secretario Patiño, entró a gobernar el marqués de la Ensenada, que supervisaba con reticencia las gestiones del virrey, cruzándose entre ambos una copiosa y en ocasiones malhumorada correspondencia, recogida por el historiador Eugenio Sarrablo. El navío de Filipinas que había salido de Acapulco en 1743 con un valioso cargamento y en el que viajaban los “situados” de los gobiernos de aquellas islas, se perdió al ser atacado por el almirante George Anson, lo que causó gran consternación en el virreinato y aumentó las críticas y los recelos de la corte respecto de las actuaciones del virrey.

El marqués de la Ensenada seguía insistiendo en el envío de recursos a la corte, mientras exigía el cumplimiento de los compromisos financieros con las plazas y “situados” americanos, que tenían que suministrarse con los dineros de la Nueva España. Para conseguirlo, el virrey trató de elevar el importe y acelerar el cobro de las exacciones y tasas aplicables en todos los ramos: derechos de plata y oro, diezmos, azogues y minas, alcabalas y tributos, productos del papel sellado y contribuciones sobre diversas mercancías, así como la venta de títulos de nobleza y oficios administrativos, con lo que llegó a rozar los límites de la ilegalidad. Por otra parte, en su deseo de recortar gastos, se dedicó a imponer políticas restrictivas en todos los niveles, incluidos los desplazamientos de navíos y tropas o las obras de defensa y amurallamiento, lo que provocó en algunos casos la protesta de sus subordinados.

En las fronteras del norte, seguían tensas las relaciones con los colonos franceses establecidos en la Luisiana, que trataban de ampliar sus dominios y llegaron a enviar dos barcos a Veracruz en marzo de 1745, en demanda de harina y otros productos de los que carecían en Mobile. El conde de Fuenclara, que en sus misiones diplomáticas había mantenido un cierto distanciamiento hacia los franceses, respetó los acuerdos de amistad y aprobó las ayudas solicitadas, pero les encomendó que no volvieran a presentarse en Veracruz. También ordenó la preparación de un amplio informe sobre la situación de los territorios fronterizos.

Continuaron las obras de las misiones en las provincias interiores y el virrey encargó en 1743 al coronel José Escandón, “el civilizador de los indios” , que realizara una completa visita a la zona de Sierra Gorda, en la provincia de Nuevo Santander, para observar y resolver las diferencias entre las distintas órdenes religiosas allí implantadas, así como los abusos y atropellos que solían cometerse con las tribus de indios. Escandón recibió las instrucciones del virrey en febrero de 1744, con autorización para remover misioneros y fundar nuevas misiones, obra que cumplió diligentemente.

En Nuevo México, Sonora y California dominaban los jesuitas, pero las prisiones que habían establecido para su defensa solían recibir frecuentes ataques, a los que se sumaron por estos años los de las tribus apaches y zumas. El virrey tuvo que ordenar represalias, así como el pago de las subvenciones y ayudas prometidas para el mejor desarrollo de estas misiones, consideradas modélicas. En 1743 salieron las expediciones organizadas por el jesuita Keller a partir de la Pimería Alta y Sedelmayer, que recorrió el curso de los ríos Colorado y Gila, en la que recogió amplia información sobre los indios Mochi. En 1746 se iniciaron otras expediciones que recorrieron las costas de Sonora y exploraron el occidente de la península de California.

Uno de los hechos más celebrados del conde de Fuenclara fue la publicación del enorme trabajo estadístico que había llevado a cabo el erudito mexicano José Sánchez Villaseñor, único en América y que se tituló Theatro Americano. Descripción general de los Reynos y Provincias de la Nueva España, publicado en dos tomos (1746-1748). También se ocupó de la salud pública y visitó y supervisó los hospitales. Al comprobar el desarrollo de las obras del desagüe del valle, las encontró “en un estado tan deplorable”, que decidió nombrar superintendente a Domingo de Trespalacios, que se mantuvo en este cargo durante más de diez años. Según las crónicas de la época, puso “el mayor empeño en la compostura de los empedrados y el aseo de las calles de la ciudad”.

Como las relaciones entre el virrey y la corte no mejoraban, el marqués de la Ensenada, a mediados de 1744, llegó a enviar a ciertos funcionarios de su confianza un cuestionario claramente ofensivo para el conde, en el que exigía alguna explicación por las denuncias y quejas recibidas. Como consecuencia de esta actuación y cansado de los continuos pleitos y disputas a los que tenía que enfrentarse, el conde Fuenclara planteó a comienzos de 1745 su resignación, que repitió en una nueva carta pocos meses después, en la que alegaba mala salud y cierto cansancio. En ella le decía al marqués: “Me veo precisado a escribir a V.E. la adjunta de oficio… que viendo el deplorable estado de mi salud me conceda el único consuelo que deseo”. Ensenada aceptó esta petición e inmediatamente nombró para sucederle al capitán general de Cuba, Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, primer conde de Revillagigedo.

El conde de Fuenclara tuvo que mantenerse casi un año en el ejercicio de su cargo, pues aunque la Real Cédula se firmó en noviembre de 1745, Revillagigedo no pudo llegar a Veracruz hasta comienzos del mes de junio de 1746. Fuenclara abandonó la ciudad el 5 de julio y zarpó de Veracruz para La Habana el 2 de septiembre. Llegó a España a mediados de 1747, desembarcó en Luarca (Asturias) y se trasladó a Madrid, donde residió hasta su muerte ocurrida el 6 de agosto de 1752. Había estado ausente de España y alejado de su mujer y sus hijos durante tantos años, que al parecer, según se dijo en los ambientes cortesanos, se encontró con un ambiente de extremada frialdad familiar.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 01 May 2016 22:29

Excmo. Sr. D. Juan Francisco DE GUEMES y HORCASITAS 41º Virrey de Nueva España.


Militar que fue igualmente Capitán General y Gobernador de Cuba, como tal consta su biografía en el post de los Capitanes Generales de Cuba, en este mismo hilo, desempeño el cargo de Virrey de Nueva España desde el 9 de julio de 1746 hasta el 9 de noviembre de 1755

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 01 May 2016 22:34

Excmo. Sr. D. Agustín DE AHUMADA y VILLALON 42º Virrey de Nueva España


Militar y administrador colonial español fallecido en 1760, se desconocen la fecha y el lugar de su nacimiento. Fue el cuadragésimo segundo virrey de Nueva España (1755-1760), marqués de las Amarillas y comendador de la Orden de Santiago.

Teniente coronel del regimiento de las Reales Guardias Españolas, participó con brillantez en las guerras de Italia y fue nombrado gobernador de Barcelona, donde recibió la noticia de que Fernando VI lo había designado virrey de Nueva España. El 17 de mayo de 1755 el rey firmó en Aranjuez las primeras instrucciones dirigidas a Ahumada para el desempeño de su misión. En ellas el monarca reafirmaba la prioridad en la evangelización de las Indias, su interés por mantener las buenas relaciones con los servidores de la Iglesia y otros apartados dedicados a economía, real hacienda, minería, comercio, comunicaciones, obras públicas y a la administración en general.

Estas instrucciones se completaron con las que redactó el Consejo de Indias, fechadas el 17 de junio, a las que se añadió la instrucción reservada que firmó el secretario de Indias el 30 de junio de este mismo año. Se trata de una relación de veinte apartados, con referencias concretas a la administración virreinal. El 30 de septiembre fondeó en Veracruz el navío La América, que lo había trasladado desde Cádiz al nuevo continente y, tras encontrarse con su antecesor el conde de Revillagigedo en Otumba, se dirigió a la capital.

Llegó a la ciudad de México el 10 de noviembre y desde el primer momento, en cumplimiento de las instrucciones que se había traído de Madrid, pero también por la larga y completa relación que el conde de Revillegigedo le dejara, fechada el 8 de octubre de 1755, un vivísimo y completo cuadro de la situación del virreinato, se interesó por mejorar la situación de la hacienda real. Al referirse a la Real Hacienda, Güemes explicaba a su sucesor que “consta de diversos ramos, que son los derechos de plata y oro, los diezmos de la abadía de Pánuco, el valor de los azogues, las reales alcabalas, los tributos, las limosnas de la bula de la Santa Cruzada, las vacantes de obispados y prebendados, las mesadas y subsidios eclesiásticos, los novenos, el derecho de media anata, el producto del papel sellado, las ventas de tierras y los oficios vendibles, contribuciones, multas y condenaciones, comisos, donativos, asientos, derechos y productos”.

Entre los consejos de Revillagigedo, figuraba el de asegurar la administración con rectitud y puntualidad, ya que “cuanto más crecieran los comercios de los vasallos, crecerán también las rentas reales”. Fuente de recaudaciones importantes fueron los pozos mineros como Real del Monte en Pachuca o Bolaños en la Nueva Galicia, a los que se había añadido el recién descubierto en Iguana, Nuevo Reino de León. Pero constituían también motivo de conflicto entre sus propietarios, que pleiteaban por cualquier causa.

La noticia de su riqueza atrajo a decenas de interesados, que llegaron desde Guanajuato y Zacatecas, en busca de un enriquecimiento rápido. Como consecuencia, el virrey tuvo que enviar al visitador Calvo para que tratara de resolver los problemas de Iguana y acabar con el enfrentamiento entre los propietarios de Real del Monte. En este caso, se suprimió el Tribunal de la Santa Cruzada y la hacienda local se hizo cargo de sus fondos; el marqués de las Amarillas está considerado como un gran impulsor de la minería mexicana.

Consiguió aumentar el volumen de las remesas a la Península, pero se mantenía el problema de la forma de envío, ya que las flotas encontraban grandes dificultades para hacer la travesía del Atlántico, por donde se desplazaban los piratas ingleses, apoyados en los navíos hostiles a la monarquía. Los tratados de paz y los pactos no habían sido capaces de suprimir las suspicacias entre las potencias y se mantenían los conflictos locales y la actividad comercial y de contrabando en las costas de la América hispana.

En un informe a su sucesor, firmado por Jacinto Marfil, secretario del Gobierno virreinal, se dice que el marqués de las Amarillas había pretendido establecer una cuenta general anual, especie de presupuesto del virreinato, cosa nunca vista, y que había obrado con tino y sabiduría en diversos aspectos de su administración. Algunas de las mejoras que trató de aplicar fueron: la visita anual a los hospitales reales, la conducción de platas, la superintendencia de alcabalas, la contaduría de azogues, el gobierno del Patronato y del estado eclesiástico, la administración de la justicia y la consolidación y mejora de los presidios en las regiones de frontera.

Del 9 al 12 de diciembre de 1756 se organizaron grandes fiestas para celebrar la aprobación del Patronato de la Virgen de Guadalupe, que había logrado el jesuita Francisco López, con apoyo del virrey, quien desarrolló insistentes gestiones en Madrid y Roma. También se ocupó de las obras del desagüe de la ciudad y del valle, descuidadas con el paso del tiempo. Ordenó la limpieza de las calles de Veracruz, que se llenaban de arena con ocasión de los temporales de viento y persiguió a los atracadores y bandidos con el fin de lograr la seguridad y tranquilidad de las poblaciones. En 1758 entró en erupción con enorme violencia un volcán en la hacienda de San Miguel de Jorullo, en Michoacán, lo que obligó a abandonar rancherías y otras poblaciones, que tuvieron que ser asentadas en otros lugares, a cargo del erario real.

En las fronteras se mantuvo la actividad defensiva, tanto en la zona norte, donde amenazaban las tribus de comanches, que asaltaron un presidio cerca de San Antonio Béjar y en la que persistían los intentos franceses de colonización ilegal, como por las costas de Belize y Honduras, en las que comerciantes ingleses cortaban la madera y seguían haciendo contrabando.

El 10 de agosto de 1759 falleció Fernando VI, noticia que llegó meses más tarde a México, comunicada por su sucesor Carlos III, hermano del rey y hasta ese momento rey de las Dos Sicilias. Esta noticia coincidió con el agravamiento de la enfermedad del virrey, que, aquejado de apoplejía desde hacía algún tiempo, aceptó la recomendación médica de mudar de aires y viajó a Cuautitlán y Cuernavaca, pero tuvo que regresar a la ciudad de México, para morir el 5 de febrero de 1760. Según las crónicas de la época “ganó reputación de activo, constante, justo y desinteresado”, hasta el punto de que dejó pobre a su viuda, que tuvo que buscar la protección del arzobispo de México.

Designado sucesor interino el teniente general Francisco Cajigal de la Vega, gobernador de Cuba, se hizo cargo provisionalmente del gobierno virreinal la Real Audiencia de México.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 01 May 2016 22:39

Excmo. Sr. D. Francisco Antonio CAGIGAL DE LA VEGA 43º Virrey de Nueva España

Militar que fue igualmente Capitán General y Gobernador de la Isla de Cuba, como tal consta su biografía en el post correspondiente a este cargo dentro de este mismo hilo, desempeño el virreinato desde el 28 de abril de 1760 hasta el 5 de octubre de 1760

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 01 May 2016 23:01

Excmo. Sr. D. Joaquín Juan DE MONSERRAT y CRUILLES 44º Virrey de Nueva España

Político español, cuadragésimo cuarto virrey de Nueva España, nacido en Valencia el 27 de agosto de 1700 y muerto en la misma ciudad el 21 de noviembre de 1771. Desde muy temprano se dedicó a la carrrera de las armas, sirviendo con valor y ejemplaridad a los reyes de la Casa de Borbón.

De familia militar, ingresó muy joven en el regimiento de Reales Guardias Españolas, en el que como alferez participó en la campaña contra las insurrecciones de Vizcaya y en 1719, despues de la capitulación de Fuenterrabía, ascendió a segundo teniente. Durante los años siguientes participó en las campañas de Navarra (1720) y contra los musulmanes ocupantes de Ceuta, ascendiendo a teniente a finales de 1721. En 1727, en el sitio de Gibraltar, que duró cinco meses, sirvió como primer teniente de la compañía Coronela, rango que equivalía al de capitán de compañía.

En 1735 pasó a Génova, bajo las órdenes del marqués de Montemar y participó en la conquista de Sicilia y Lombardía, para ser ascendido a capitán de guardias en 1741 y, cuatro años más tarde, durante la batalla de Campo Santo contra Austria, el rey le confirió el grado de brigadier, actuando en las campañas por el ducado de Milán.

Por estos servicios obtuvo en 1745 las encomiendas de la Orden de Montesa, de la que llegó a ser clavero, cuando ya hacía diez años que el el rey Carlos de Nápoles, futuro Carlos III, le había concedido el título de marqués de Cruilles. Entre 1751 y 1753, conservando el rango de capitán de guardias, ocupó el cargo de gobernador político y militar de Badajoz. Finalmente, el 23 de febrero de 1754 fue destinado a la comandancia militar de Aragón, puesto que desempeñaba cuando en la primavera de 1760 le llegó el nombramiento de virrrey de Nueva España. Estaba a punto de cumplir los 60 años.

En los últimos meses, la muerte de Fernando VI, la regencia de la reina madre y el viaje de don Carlos desde Nápoles a Madrid, estaban marcando los días iniciales del nuevo reinado. En cuanto a Nueva España, el comienzo de este periodo coincide con el fallecimiento del marqués de las Amarillas, ocurrido el 5 de febrero de 1760 y la asunción temporal del mando por la Audiencia Gobernadora y el breve interregno de don Francisco Cajigal de la Vega, Marqués de Cagigal. Las noticias de lo que estaba sucediendo en la Península llegaron al iniciarse el año de 1760 y las exequias por la muerte del rey se celebraron el 25 de junio, con simultaneidad a la proclamación del nuevo monarca.

El marqués de Cruilles fue el primer virrey nombrado por Carlos III, con lo que se cerraba un largo ciclo de interinidades, normalizando y definiendo la nueva situación de las provincias de ultramar. En efecto, el 26 de febrero de 1760, sin tener noticia del fallecimiento de su antecesor, don Julián de Arriaga, ministro del Despacho Universal de Indias y de Marina, enviaba al marqués de Cruilles, a la sazón comandante militar de Aragón, un despacho que decía: "Atendiendo el rey a sus dilatados servicios y a su acertada conducta, le tiene destinado para el virreinato de México.Pero antes… me manda prevenirlo reservadamente y espero su respuesta para… la expedicion del decreto".

El marqués contestó afirmativamente y el día 10 de marzo se expidió el decreto que lo designaba para el cargo, con un sueldo de cuarenta mil pesos anuales y una orden apremiante de que debería embarcar en Cádiz, en la flota que tenia que hacerse a la mar en mayo, al mando del comandante don Carlos Reggio.

Zarpó de Cádiz a bordo del navío Santiago a finales de junio, pero de marzo a junio se mantuvo en constante correspondencia con don Julián de Arriaga, para plantearle y resolver numerosos temas relacionados con su nombramiento, la designación de secretario a favor de don Francisco Fuertes, que le había servico en Aragón durante 6 años y otros asuntos, como la concesión del grado de capitanes a sus hijos, a lo que el rey no accedió.

Pero el monarca había depositado en él toda su confianza, como lo prueba que aprobase que se llevara el secretario que pedía, un caso insólito y novedoso en la administración virreinal. También se le concedieron gastos de viaje y de equipaje, así como el séquito de hasta un total de 40 personas, además de su esposa doña María Josefa de Acuña, sus tres hijos Manuel, Ignacio y María Joaquina, y algunos sobrinos. Lo completaban un escribiente, un médico y un capellán, dos reales guardias españolas, un mayor, un caballero y tres gentiles hombres, así como seis pajes, dos mozos de retrete y un total de once mujeres, entre ayas, cocineras y ayudantes.

El 12 de mayo se le remitió la Instrucción acostumbrada, con los puntos de gobierno más urgentes que tenia que resolver. En ella se mezclaban la alusión a algunos principios generales de gobierno, con el detalle de infinidad de cuestiones accidentales y problemas inmediatos, cuya resolución se le encargaba: la administración, los indios, la real hacienda, la expansión al nordeste (Texas y Nuevo Santander), asuntos eclesiásticos y los de las relaciones comerciales con la península y el archipiélago filipino.

Viajó en la flota que capitaneaba don Carlos Reggio, a bordo del navío Santiago que tocó en Puerto Rico el 11 de agosto y en La Habana el 19 de ese mismo mes. La llegada a Veracruz fue el 4 de septiembre y pocos días más tarde iniciaba su traslado al interior. Se entrevistó en Otumba el 4 de octubre con el virrey interino don Francisco de Cagigal, a quien no tenía instruccciones de retener para residenciar. Finalmente, tomó posesión de su cargo el día 6 de octubre, presentando ante la Audiencia los títulos que le concedíó la Real orden firmada en Aranjuez: primero, el de virrey, lugarteniente y gobernador de la provincia de Nueva España; en segundo lugar el de capitán general y, finalmente, el de presidente de la Real Audiencia.

La entrada solemne en la capital se celebró finalmente, desprovista de toda demostración de riqueza y sin la pompa de ocasiones anteriores, el 25 de enero de 1761. Según la fórmula en rigor, se comprometió a guardar la tranquilidad y a defender el reino y el misterio de la Concepción de María.

Uno de sus primeros actos, todavía en Veracruz, fue avisar a los comerciantes para que estuviesen dispuestos a participar en la feria de Jalapa, pero ante las dificultades existentes y el temor de los comerciantes, por los anuncios de próximas guerras, esta orden tuvo que prolongar su vigencia hasta el 1 de abril de 1762. Con los rendimientos de la Feria, más las contribuciones y exacciones obtenidas en el Virreinato, se preparaban los envíos a la Corona, que transportó la misma flota, que se hizo a la mar con rumbo a la península el 3 de mayo de 1761, cuando se temía que su llegada pudiese coincidir con el inicio de las hostilidades.

Simultáneamente, en Acapulco se celebraba otra pequeña feria, para la venta de los productos llegados desde Filipas, traídos por la flota de Manila. El galeón Santísima Trinidad que llegó el 25 de diciembre de 1760, zarpó rumbo a Filipinas el 8 de abril del año siguiente.

En lo que se refiere a la hacienda virreinal, que Cruillas encontró en muy mal estado, como consecuencia de las constantes exigencias de envíos a la Península, más los situados a que estaba obligado, destinados a las islas de Barlovento y a La Habana, al cabo de un año se encontraban prácticamente exhaustas, por lo que para los nuevos envíos que exigía la Corona, se vió obligado a recurrir a la solicitud de fondos de particulares, en forma de préstamos sucesivos y onerosos.

Conforme avanzaba 1761 se fue haciendo cada vez más patente en Nueva España que la guerra que enfrentaba a Inglaterra con Francia y cuyo frente americano parecía bastante lejano, se iba acercando peligrosamente. La frecuente arribada a Veracruz de navíos franceses procedentes de Nueva Orleans, en demanda de ayuda en forma de víveres, constituía un mal presagio. A finales de año, un despacho del secretario Arriaga, desde Madrid, informando al virrey sobre los desplazamientos de naves de guerra a distintas plazas americanas, en prevención de posibles acciones, concretamente a La Habana y Puerto Rico, por un lado y a Cartagena y Portobelo por otro, llenaron a los funcionarios virreinales de gran inquietud. En Madrid, se desconfiaba de la seguridad que mostraba el virrey, de que su territorio no sería atacado y de que el fuerte de San Juan de Ulúa constituía una garantía suficiente para la defensa del puerto de Vecracruz.

La situación de la minería, por estos años, resultó decepcionante. Con excepcion del yacimiento de Bolaños, las nuevas prospeccciones y avisos de descubrimientos habían acabado siendo fallidos. Por otra parte, los yacimientos más viejos seguían decayendo y resultaban cada vez más caros, conforme se profundizaba en las vetas de extracción. La escasez de azogues tuvo una influencia decisiva en los costes de producción del mineral.

Por otra parte, la frontera norte nunca fue un tema prioritario para el virrey, que atendió de preferencia a los problemas de corrupción y mal gobierno allí planteados, por su deseo de mejorar el comportamiento de los oficiales desplazados a Coahuila y Texas o a los territorios de Nuevo México.

Cruilles había llegado al virreinato poco después de la masacre de San Sabá (1758) y del fracaso de la expedición de castigo conducida por Diego Ortíz Padilla (1759) y uno de sus errores iniciales fue elegir a Felipe de Rábago y Terán, para reemplazar a este último, enviándolo al presidio de San Luis de las Amarillas. Rábago tomó algunas decisiones poco meditadas, como la construcción de nuevos puestos fronterizos, que debilitaron la fuerza del presidio de San Sabá, punto clave en las comunicaciones entre Nuevo México y Texas. El virrey, finalmente, tuvo que desautorizar las decisiones tomadas por el militar.

La declaración de guerra entre España e Inglaterra, a inicios de 1762, no se conoció en Nueva España hasta el mes de junio, obligando al virrey a tomar todo tipo de precauciones, como el reforzamiento de las defensas de Veracruz, la retirada de caudales hasta Jalapa, así como adelantar la organización de milicias y tratar del envío de ayudas a Cuba y Puerto Rico. El episodio más notable de esta guerra, en tierras de Améria, fue la caída de La Habana en poder de los ingleses el 12 de agosto, lo que llenó de inquietud a la sociedad virreinal. El propio virrrey se desplazó hasta Veracruz, visitó sus obras de defensa y trató de adelantar el levantamiento de compañías de granaderos, mientras el comercio local formaba y sostenía compañías de infantería, tanto en el puerto como en Orizaba, Jalapa y Córdoba. El abastecimiento de municiones y armas ocupó el interés del virrey a lo largo de estos meses.

La paz de 1763 no fue suficiente para rebajar el estado de alerta en Nueva España. Siguiendo las instrucciones de la Corona, el marqués de Cruilles confirmó su intención de recibir en el virreinato a los ingenieros y oficiales que había solicitado anteriormente, con el propósito de que favoreciesen el desarrollo de las defensas y la mejora en el suministro de armas y pertrechos, así como la organización de nuevos y mejores efectivos militares. Estas nuevas formaciones se habían de establecer "en los obispados de México, Valladolid, Nueva Galicia y Puebla". También se incrementó la cantidad y calidad de fabricación de la pólvora, así como la continuidad de los envíos previstos a La Habana tan pronto como esta plaza volviese a los dominios del monarca español.

Finalmente, y a pesar de algunas reticencias, el rey aprobó las medidas y providencias tomadas por el marqués en el curso de la guerra, porque las había llevado a cabo en cuanto pudo, dadas las circunstancias y condiciones de precariedad en las que se desenvolvía.

Pero la guerra coincidió, además, con la aparición de otras calamidades. 1762 fue un año fatídico para Nueva España. Aunque la doble peste, viruelas y matlazahuatl, se habían iniciado a mediados del año anterior, fue en 1762 y en 1763 cuando se produjeron los mayores estragos. Casi treinta mil víctimas en la capital (en otras fuentes de habla de casi cien mil, entre México y Puebla) era un número excesivo. En un informe enviado al virrey se decía: que "no ha sido menor el daño que generalmente ha padecido todo este vasto reino, de tal modo que quedaron muchos pueblos sin gente alguna". Sus repercusiones en la economía y en la hacienda local fueron extraordinarias y la situación de grave crisis no se hizo esperar.

Las consecuencias de la guerra habían sido desastrosas para Nueva España, ya que la caída de Manila había obligado a suspender los galeones de 1763 y 1764 y en cuanto a La Habana, recuperada en agosto por el conde de Ricla, al mando de una escuadra llegada desde la península, no impidió la cesión de la Florida y Panzacola. Los situados y otros envíos de recursos a distintas islas y plazas, habían supuesto una exacción de más de cuatro millones de pesos, obtenidos mediante préstamos y obligaciones, de las que se resintieron las fortunas y familias más ricas del país.

A lo largo de 1763 se insistió desde la Corona ante el virrey, para que aumentase y mejorase la producción de pólvora y que perfeccionase las fortificaciones, por lo que se le enviaron seis ingenieros; que pidiese los oficiales que deseaba desde la península para disciplinar a las milicias, etc. Parecía como si los descalabros cosechados en el Pacífico y el Atlántico, hicieran temer al monarca por el mantenimiento y la seguridad de sus dominios en América. Entre 1763 y 1764, en la Corte de Madrid, se deliberó ampliamente en torno a "las bases sobre las que debería establecerse en adelante la más firme defensa del Imperio".

Una de las decisiones ahora tomada consitió en crear o situar en México un eficaz núcleo de tropas veteranas, así como una competente organización de las milicias. El marqués de Esquilache había solicitado del conde Aranda un proyecto de Instrucción por la que habría de regirse el teniente general Villalba, a quien se encargaría su realización. El conde de Aranda elevó esta instrucción al monarca con fecha 1 de abril de 1764. Vale la pena dedicar algunas líneas a este proyecto.

Se trataba de responder a un interrogante largamente alimentado y discutido: si era o no conveniente fortificar el puerto de Veracruz, como medida de defensa y/o disuasión frente a un ataque inglés por sorpresa, ya fuera con la sóla intención de retener la ciudad o de penetrar y dominar el virreinato. Se habían planteado dos posturas enfrentadas y el informe de Aranda apoyó la segunda: que no se fortificara el puerto, a cambio de establecer un ejército permanente en la colonia, situado en una zona estratégica del interior y capaz de rechazar cualquier invasión desde el mar.

Por cierto que Aranda señalaba igualmente los problemas que podría acarrear el envío desde la península de un general en jefe con el nuevo ejército virreinal, porque provocaría enfrentamientos y disputas y porque daría lugar al menoscabo de las funciones tradicionalmente reconocidas desde antiguo a favor del virrey.

Aceptado este informe, se decidió comunicar a Cruilles el envío de varios generales, ordenándole suspender cualquier obra de fortificación y refuerzo de las defensas de Veracruz. Esta fue la razón por la que se decidió que el general don Juan de Villalba, al frente de un grupo de oficiales, pasara a Nueva España con la instrucción de organizar en el virreinato un cuerpo de tropas regulares y de milicianos, a modo de ejército permanente. Arriaga lo comunicó al virrey con fecha 1 de agosto de 1764 y a Villalba se le nombró comandante general de México e inspector general de todas las tropas veteranas y de milicia de infantería y caballería.

Con la finalidad de prevenir cualquier conflicto, el rey decidió que Villalba formase Consejo con los demás generales que le acompañaban, antes de exigir el cumplimiento de una decisión por parte del virrey, pero que si éste se negaba a obedecer, se le comunicara por escrito, obligándole a su cumplimiento y pidiéndole que recurriese por escrito ante el monarca.

El proyecto de ejército estaba compuesto de dos cuerpos veteranos, establecidos de acuerdo con el modelo de ejército permanente europeo, encuadrado en un cuadro completo de oficiales y tropas, que pudieran servir de instructores de las milicias que se decidiera crear en el propio virreinato. El regimiento de Infantería de América, compuesto por más de 1.300 plazas, tenía dos objetivos: "establecer y afirmar en aquellos dominios el servicio militar con todo el rigor de su instituto y…servir de norma y regla a las tropas milicianas que debieran formarse".

Habría que establecer otro regimiento, en este caso de dragones, todavía sin nombre, del que solamente se embarcó el cuadro de oficiales, así como otros oficiales destinados a mandar y formar las fuerzas de la milicia local. Hay que añadir que todos pasaron a Nueva España en calidad de voluntarios, ascendiendo un grado sobre el que tenían en la península y con mejora de sus sueldos. Concentrados en Alicante, la tropa embarcó en Cartagena, con destino a Cádiz, donde se encontraba el general Villalba y sus oficiales de rango superior. La escuadra se hizo a la mar el 5 de septiembre, para llegar a Veracruz el 1 de noviembre de 1764.

Nada más desembarcar, Villalba se dispuso a llevar a cabo la reforma que se le había encomendado, revisando y corrigiendo la situación de las tropas en aquella plaza, sin pedir para nada consejo ni autorización al virrey, antes de trasladarse a la capital. Llegó a México el 11 de diciembre, tras rechazar el ofrecimiento de coche y escolta que le ofreció Cruilles, y desde el primer momento se hizo evidente el enfrentamiento entre ambas personalidades.

Tomó decisiones y llevó a cabo cambios y nombramientos sin tener para nada en cuenta la opinión del virrrey, que se negó a aceptar la extinción de la compañía de alabarderos, su guardia personal. Consultada la Real Audiencia el 25 de febrero de 1765 sobre si era o no superior la autoridad del virrey como capitán general o la de Villalba como comandante general de las armas, los oidores se pronunciaron por mayoría a favor del virrey, lo que provocó las iras y protestas del general, que envió un despacho a Madrid, con todo un largo memorial de agravios.

Otro sonado enfrentamiento se produjo cuando el virrey se negó a disolver la junta de Guerra, según Villalba eran "individuos que ignoran esta profesión", a lo que el virrey respondió que los asuntos que se deliberan en la junta "no son para el valor ni la espada, sino para el seso y la prudencia". La solución quedaba al arbitrio de la Corona, igualmente consultada al respecto. Villalba, en sus escritos, acusó al virrey de estorbarle de mala fe, actuar con ambición y seguir sus intereses particulares, de venalidad y enriquecimiento, como un claro caso de inmoralidad.

La respuesta de la Corte, sin embargo, fue un modelo de compromiso, intentando mediar y que resultara equilibrada entre ambos personajes: se amonestaban y ratificaban sus actuaciones, tanto de uno como del otro. Continuó existiendo el batallón de la Corona, pero como uno más de los que se componía el ejército real, dependiente directamente de las órdenes del ministerio de la Guerra.

Se reprendía al virrey por su falta de consideración protocolaria respecto de Villalba, pero se ordenaba que la Junta de generales fuera considerada como un consejo de guerra. Al mismo tiempo, se reconocía la independencia de Villalba, recomendándole que tomara sus decisiones tras consulta con el virrey, ya que sus altas comisiones no podían significar la monstruosidad de una independencia o igualdad con éste. A lo largo de todo el año, la posición de Arriaga en Madrid, consistió en archivar todas las quejas y en mantener su deseo de arreglo y avenencia entre ambas partes.

Como la situación de la hacienda virreinal siguió empeorando y se había demostrado la imposibilidad de enviar los fondos requeridos por la Corte de Madrid, a comienzos de 1765 se decidió, tras la consulta con Esquilache, el nombramiento de don José de Gálvez, funcionario distinguido y alcalde de casa y corte, como Visitador general del virreinato. Su llegada a Veracruz, el 18 de julio de 1765, significó la puesta en marcha de todos los recursos dispuestos por el ministro Esquilache, para reactivar y sanear las fuentes de riqueza y los ingresos del erario, al mismo tiempo que se organizaba un nuevo sistema defensivo virreinal.

Entre tanto, se mantenían el enfrentamiento y la disputa entre el virrrey y el general, sin que hubiera sido posible levantar ni una sóla compañía de las milicias previstas y anunciadas. A la dignidad herida del primero, respondía la terquedad y cerrazón del segundo, sin que por su causa pudiera tomarse ninguna decisión. Pero tampoco las obras de defensa y fortificación de las costas de Veracruz habían adelantado lo suficiente, a pesar de las repetidas comisiones y el contínuo desplazamiento de los responsables de llevarlas a cabo.

Redactado el nombramiento de Galvez, en marzo de 1765 se le entregaron tres documentos reales, que especificaban los objetivos que se debía proponer en su actuación. Dos de ellos, expedidos por el Consejo de Indias y el tercero procedente del despacho del ministro Arriaga. Incluían la inspección de los tribunales de justicia, pero también la visita de los organismos de la Real Hacienda, para investigar los posibles excesos cometidos y la manera como podía incrementarse el erario rreal.

Eran documentos imprecisos y vagos, de caracter general, completamente diferentes del que también le entregó el ministro Arriaga, repleto éste de cuestiones concretas y específicas, a las que había que atender: aumentar al máximo el producto de las rentas, procurando evitar la creación de nuevas contribuciones y sin alterar las prácticas habituales, ni dispensar favores voluntarios. Para conseguirlo, tenía que revisar a fondo todo el sistema haciendístico virreinal, por lo que el rey otorgaba al visitador todos los poderes y la jurisdicción que pudiese necesitar. Por su parte, el virrey tomaría las medidas que Galvez le pidiera y procuraría darle la asistencia que le fuera requerida.

Galvez zarpó de Cádiz el 25 de abril 1765 llegando a Cuba dos meses después, en cuya capital permaneció hasta el 4 de julio, para alcanzar Veracruz finalmente el 18 de julio. El primer asunto con que se encontró fue la noticia del contrabando de barcos ingleses y franceses en la zona de la Laguna de Términos, sin que se apreciara una eficaz oposición, ni la menor actitud de rechazo por parte de las autoridades locales. En Veracruz recibió una carta del rey, en la que éste le indicaba la conveniencia de establecer de inmediato la renta del tabaco y que dedicara sus esfuerzo en la capital, a conseguir la armonía entre el virrey y el general Villalba.

El establecimiento del monopolio debería ser el primer objetivo de su comisión, y "como el más agradable servicio que podia rendir al rey". Para conseguirlo, se dirigió Galvez a la capital, a la que llegó el 26 de agosto, procurando resolver el enfrentamiento entre el virrey y el general. Dedicado a ambos menesteres, solicitó de Cruilles que se adelantara la feria de Jalapa, con la pretensión de conseguir unos ingresos inmediatos, prontamente enviados a la Península; viajó por el sureste para revisar los campos de tabaco y ordenó lo más conveniente a la administración del monopolio; ocupándose también de revisar y organizar las campañas previstas para la defensa de los territorios del norte, frente a las incursiones de los indios, en Sonora y Nueva Vizcaya.

Pero ya en noviembre, en una de sus comunicaciones, Galvez se quejaba de las dificultades y los impedimientos que encontraba por parte del virrey, para el puntual cumplimiento de los objetivos que se le habían asignado. El enfrentamiento más grave ocurrió en febrero de 1766, cuando Galvez decidió publicar el edicto que informaba de la apertura de su visita general de Tribunales y de la Real Hacienda, en la que incluía al virrey como Presidente de la Audiencia y superintendente de Real Hacienda, a lo que se negó Cruilles. El conflicto suscitado con este motivo, Galvez decidió fijar por si mismo los decretos en los lugares públicos y el virrey amenazó con retirarlos por la fuerza, se resolvió gracias a la intervención del oidor Rodríguez de Toro y a la concesión del visitador frente a las exigencias del virrey. La visita general pudo iniciarse el 27 de febrero de 1766.

Uno de los sucesos más graves ocurridos al final de la etapa de virreinato del marqués de Cruilles, fue el levantamiento y tumulto de los operarios del Real Monte, la famosa mina de Pachuca, ocurrido a finales de julio y todo el mes de agosto de 1766, como consecuencia de las decisiones de don Pedro Romero de Terreros, conde de Regla, que pretendió rebajar los derechos y concesiones otorgadas a sus operarios, relacionadas con el mineral que podían apropiarse, una vez cumplida la obligación de obtener cierto número de sacas. La revuelta del 15 de agosto, que ocasionó dos muertos, se resolvió mediante la intervención de un juez delegado, encargado de investigar los hechos y que ordenó un indulto, publicó una nueva ordenanza y logró que se apaciguasen los ánimos.

El final del conflicto entre personalidades tan eminente sólo se pudo solventar, a pesar de los enfrentamientos y las diferencias entre sus protagonistas, cuando el ministro Arriaga encontró la solución más natural: se había agotado el quinquenio de su gobernación, por lo que terminado el mandato tocaba relevar al marqués. Para sucederle, se designó al noble flamenco don Carlos Francisco de Croix, marqués de Croix, que llevaba largos años al servicio de los reyes de España. Desempeñaba en aquel momento, el cargo de capitán general de Galicia.

El 23 de agosto de 1766 el marqués de Cruilles entregó el bastón de mando al nuevo virrey marqués de Croix, recibiendo al mismo tiempo una real orden por la que se le ordenaba que debería permanecer en Nueva España, durante el juicio de residencia a que se le iba a someter. Al aceptarlo, se retiró a Cholula, desde donde escribió repetidamente al monarca y a sus ministros, haciéndoles ver lo inconveniente del procedimiento que se estaba siguiendo y su excepcionalidad. Finalmente, sin esperar al término del juicio, en abril de 1767 pasó a Jalapa y desde allí hasta Veracruz, donde embarcó en el navío Dragón, que le condujo a Cadiz, donde llegó el 28 de agosto de este mismo año.

La sentencia final respecto de su Juicio, pronunciada en febrero de 1768, encontró al marqués en su residencia de Madrid. Por ella, y a pesar de todo, se le absolvía de cuantos cargos se habían formulado en su contra.

El marqués residió en Madrid hasta marzo de 1771, fecha en la que recibió permiso para retirarse a Valencia, su ciudad natal, con el propósito de reponer su quebrantada salud. Esta se agravó poco después y murió el 21 de noviembre de 1771.

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Marco Tulio Cicerón.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 02 May 2016 01:13

Excmo. Sr. D. Carlos Francisco DE CROIX 45º Virrey de Nueva España


Militar y virrey de Nueva España, nacido en Lille (Francia) en 1703 y fallecido en Valencia (España) en 1778.

Carlos Francisco era un noble flamenco al servicio de España. Nació el primero de enero de 1703 en Lille, capital del Flandes francés. La residencia familiar era el Château des Prévôtées, donde residía su hermano, el Marqués de Heuchin. A los veintiún años se incorporó al regimiento de Reales Guardias Walonas y, más tarde, a la Compañía Flamenca de Reales Guardias de Corps.

En 1731 acompañó al infante don Carlos –futuro Carlos III- a Parma, siendo elegido para comunicar a Felipe V, que se encontraba en Sevilla, el buen estado en que quedaba su hijo. Sus numerosos servicios le valieron el reconocimiento real, ascendiendo de brigadier a coronel del regimiento de infantería de Flandes. Posteriormente fue nombrado mariscal de campo y teniente general. Participó en la toma de la ciudad de Pavía, sitio de Tortosa, Campo Santos y otras campañas de las guerras de Italia. Fue nombrado gobernador de la plaza de Ceuta y más tarde comandante general de Andalucía. Ocupaba la gobernatura y capitanía general de Galicia cuando fue elegido virrey de la Nueva España, nombramiento que le fue comunicado por el secretario Julián de Arriaga el 5 de noviembre de 1765.

El marqués de Croix se embarcó en Cádiz el 3 de mayo de 1766 en el navío “Dragón”, el mismo barco en el que se dirigía a México el nuevo arzobispo, Francisco Antonio de Lorenzana. Ambas autoridades desembarcaron en Veracruz el 10 de julio siguiente, aunque el marqués tuvo que esperar hasta el 25 de agosto para hacer su entrada en la ciudad de México. Este día fue recibido por las autoridades locales y juró su cargo en la sala del Acuerdo del palacio real. Con Croix habían llegado a la Nueva España numerosos criados, ayudantes y familiares, como su sobrino Teodoro de Croix, que fue castellano de Acapulco y comandante general de las Provincias Internas, antes de ser nombrado virrey del Perú.

A la llegada del marqués de Croix, la Nueva España se encontraba en una etapa de reformas impulsadas por Carlos III mediante dos funcionarios de primer orden: el visitador general don José de Gálvez y el inspector general Juan de Villalba, encargado de organizar las defensas del virreinato. Tras la rápida ocupación de La Habana y Manila por tropas inglesas (1762) en la Guerra de los Siete Años, el imperio había mostrado su debilidad y falta de organización, por lo que el Monarca y sus secretarios organizaron un plan de modernización que requería de expertos militares y administradores que buscasen nuevas fuentes de financiación. Estos fueron los principales cometidos de los citados visitador e inspector general, pero el desacuerdo entre ambos y los enfrentamientos con el virrey marqués de Cruillas (1760-1766) frenaron la eficacia y celeridad de las reformas. El marqués de Croix fue informado de todas estos enfrentamientos y desde el principio de su mandato apoyó al visitador Gálvez, quien aceleró la implantación de las reformas.

Una de las mayores preocupaciones del virrey Croix, heredada de su antecesor, fue la defensa de la Nueva España. Se adoptaron medidas para organizar las milicias, se completaron los regimientos existentes, se levantaron varios nuevos y se transportó desde España varios regimientos de extranjeros. No hubo tregua en los trabajos defensivos, realizándose obras en los dos principales puertos: Veracruz, en el Atlántico, y Acapulco, en el Pacífico.

Durante el mandato de Croix no hubo guerras internacionales, aunque sí muchos rumores que llenaron de inquietud a los funcionarios coloniales, como el supuesto plan de invasión inglesas conocido a través de un misterioso arquitecto francés llamado Mr. Guiller (1766). Los temores no se cumplieron, permitiendo que las numerosas y costosas tropas reunidas fuese empleadas en campañas contra los indios del Norte, en preparar un asalto a la Sierra Gorda (Sonora), donde vivían numerosos indios alzados, en apoyar las expediciones misionales y científicas al Pacífico Norte, en conservar el orden público y en reprimir los motines y alzamientos originados en varias ciudades y pueblos del interior por diversas causas laborales y religiosas.

La militarización de la Nueva España provocó sentimientos encontrados en sus habitantes: hubo quejas y enfrentamientos entre la tropa y la población civil, la cual protestó por las levas que se producían con destino a los castillos de las costas, que provocaban numerosas muertes por lo insaluble del terreno. También los comerciantes y los vecinos principales se vieron agraviados al no ser distinguidos de la plebe en las mediciones y, finalmente, muchas voces se levantaron contra la idea de un pueblo en armas, por las consecuencias negativas en el futuro.

Los preparativos defensivos y la organización del ejército aumentaron los gastos, que se incrementaron por las cuantiosas remesas que las cajas de la Nueva España debían de aportar para la defensa de La Habana, Guatemala, Luisiana y las Filipinas: los llamados “situados”. Este incremento llevó a una crisis hacendística que el virrey y el visitador abordaron con medidas de gran calado, aunque algunas de ellas no produjesen resultados inmediatos o causaran gran alarma social. Uno de los casos más ilustrativo fue el del estanco del tabaco, que la Corona administró directamente adquiriendo todo el tabaco cultivado y vendiéndolo en puntos autorizados con suculentas ganancias.

A mediados de 1767, las cajas matrices novohispanas tenían una deuda de más de dos millones de pesos. Sin embargo, la situación mejoró poco a poco y a finales del mandato se había disminuido las deudas gracias al aumento de los ingresos por las nuevas rentas que incorporó la Corona, como naipes, bulas, pólvora, aguardiente, etcétera, lo que permitió que se enviasen a España importantes cantidades: millón y medio de pesos en 1770. A pesar de estos envíos, la situación siguió grave y Antonio María de Bucareli, sucesor del marqués, encontró una hacienda frágil y desordenada en parte por las numerosas reformas puestas en marcha. Virrey y visitador se emplearon a fondo para erradicar viejos procedimientos, eliminar el contrabando y las operaciones fraudulentas y situar a personas que siguieran sus directrices.

En Veracruz fueron cesados numerosos oficiales reales y en Acapulco, Teodoro de Croix descubrió numerosos fraudes cuando llegó la fragata “San Carlos Borromeo” procedente de Manila en enero de 1767. Junto a las economías y el celo en la administración, otro aspecto que repercutiría en el aumento de los ingresos fue el crecimiento de la plata novohispana gracias a la rebaja en el azogue, ingrediente necesario en la operación para extraer la plata.

Gran parte de las reformas y de los proyectos que se idearon durante el gobierno de Croix, como el plan de división de la Nueva España en once intendencias, cuya realización sería realizada más tarde, fue posible gracias al entendimiento entre virrey y visitador. Sin embargo, ese acuerdo no se produjo con la Audiencia de México, surgiendo numerosas discrepancias. Una de las más sonadas fue con motivo de la promulgación de varios bandos para regular las armas personales, evitar la ociosidad y los escándalos, y sacar a los delincuentes de los lugares sagrados.

Estas medidas iban dirigidas a mejorar el orden público y la seguridad, pero el virrey no contó con el acuerdo de los miembros de la Audiencia, por lo que surgieron problemas y tensiones, ya que se vieron desairados con la actitud autoritaria del virrey. Las quejas de unos y otros fueron enviadas a la Corona, quien pidió reiteradamente armonía entre ambas instituciones. Una de las acusaciones de los oidores fue que el virrey no los recibía y que realizaba los reales acuerdos en su vivienda en lugar de realizarlo en la sala de palacio que estaba habilitada para ello. El marqués de Croix respondió que solo lo había hecho con ocasión de la expulsión de los jesuitas, por el sigilo y secretismo exigido por el propio rey.

En la madrugada del 24 al 25 de junio de 1767, gracias a una operación cuidadosamente planeada por Croix y Gálvez, los colegios, iglesias y misiones jesuitas fueron ocupadas por tropas reales. Los padres fueron obligados a dirigirse a Veracruz y, en varias expediciones, fueron enviados a España vía La Habana. La operación se dilató por varios meses debido a la lejanía de algunas misiones, sobre todo las de la baja california. Las protestas populares generada por la contundencia de la medida real evolucionaron en varios lugares a abiertas rebeliones y desafíos a la autoridad real. El virrey envió una expedición punitiva, encabezada por Gálvez, que pacificó San Luis de la Paz, Guanajuato, San Luis Potosí y Michoacán, pero con un balance muy negativo: 85 ejecuciones a muerte y 854 condenados a destierro y trabajos forzados.

Tras regresar de esta expedición, Gálvez preparo otra con destino al Noroeste. El virrey le había otorgado plenos poderes y los resultados fueron muy notables. En poco más de tres años (1768-1771), el impetuoso malagueño fundó el puerto de San Blas, en Nayarit, visitó el sur de la península de Baja California, organizó las expediciones marítimas y terrestres que ocuparon los puertos de San Diego y Monterrey (1769), y recorrió amplias áreas de Sonora hasta que una enfermedad lo obligó a retornar a México. En esta expansión, la citada ocupación de San Diego y de Monterrey, futura capital de la Alta o Nueva California, se convirtió en un hito que el virrey y el visitador difundieron ampliamente para compensar otros fracasos de su excursión norteña. Además de las actividades en el Pacífico, Croix también se interesó por el Noreste. Envió al mariscal Juan Fernando Palacio a las cololonias de Nuevo Santander para hacer una visita, funcionario que sería nombrado, a su vuelta, gobernador de Veracruz.

El marqués de Croix fue sustituido por el sevillano Antonio María de Bucareli, quien llegó a Veracruz el 23 agosto. La trasmisión de mando se realizó el 22 de septiembre. Durante su mandato había sido nombrado capitán general de los ejércitos de Carlos III (1770).

El 29 de noviembre abandonó la Nueva España en compañía de su sobrino Teodoro. El rey lo autorizó a dejar el virreinato sin celebrarse el juicio de residencia obligatorio, para el cual nombraría a una persona de su confianza con poderes. Gracias a esta medida real, el marqués llegó a Cádiz el 20 de mayo en el navío “San Rafael”, siendo llamado a la Corte inmediatamente.

En 1774, Carlos III le concedió doce mil pesos por sus servicios y desinterés. Murió el 28 de octubre de 1778 cuando ejercía el cargo de capitán general de Valencia. Tenía una deuda de ciento setenta y seis mil reales que dejó a su hija Fernanda de Croix y Vergel. Croix protagonizó uno de los momentos más decisivos de la historia virreinal de México, aunque su labor quedase eclipsada por la decisiva personalidad de José de Gálvez.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 02 May 2016 01:58

Excmo. Sr. D. Antonio Maria DE BUCARELI y URSUA 46º Virrey de Nueva España


Militar que fue igualmente Capitán General y Gobernador de Cuba, como tal consta su biografía en el post de los Capitanes Generales de Cuba, en este mismo hilo, desempeño el cargo de Virrey de Nueva España desde el 22 de septiembre de 1771 hasta el 9 de abril de 1779

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Marco Tulio Cicerón.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 02 May 2016 02:07

Excmo. Sr. D. Martin DE MAYORGA y FERRER 47º Virrey de Nueva España


Martín de Mayorga y Ferrer, caballero de la Orden de Alcántara, mariscal de campo, (Barcelona, 12 de septiembre de 1721 - Cádiz, 1783) fue un noble, militar y gobernador colonial español que ocupó el cargo de 47º virrey de Nueva España, desde el 23 de agosto de 1779 al 28 de abril de 1783.

Oriundo de Barcelona, fue presidente de la Audiencia de Guatemala de junio de 1773 al 4 de abril de 1779. El 21 de febrero de 1768 llegó a Guatemala Pedro Cortés y Larraz, convirtiéndose en el tercer arzobispo de Guatemala y el 12 de junio de 1773 tomó posesión el Capitán General Martín de Mayorga. Ambos, como máximas autoridades del reino serían los principales actores en los sucesos que acontecieron tras los terremotos de 1773. Para 1769, Cortés y Larraz estaba tan decepcionado de la situación eclesiástica en el reino que presentó su renuncia a la mitra, pero el rey Carlos III no se la aceptó y debió continuar como arzobispo. Entre los problemas que observó estuvo la excesiva embriaguez del pueblo durante los actos litúrgicos y la escasa preparación de los sacerdotes seculares a cargo de la mayoría de las parroquias.

En 1773, Santiago de los Caballeros de Guatemala era una de las más famosas ciudades de las colonias españolas en América, y se consideraba que únicamente la ciudad de México era más espléndida. De acuerdo a descripciones de la época, tres «monstruosos» volcanes la rodeaban: el Volcán de Agua, que era muy útil para la ciudad por su fertilidad, aparte de que su forma piramidal agregaba una hermosa vista, y los volcanes de Fuego, a los que se llamó así porque, aunque estaban más distantes que el de Agua, habían hecho erupción en numerosas ocasiones y eran consideraros como los responsables de las constantes ruinas de la ciudad. La cercanía de los volcanes ayudaba a que hubiera baños de todo tipo para los habitantes de la ciudad: termales, medicinales y templados; además había numerosos potreros y haciendas en los alrededores. La ciudad era abastecida gracias a los productos que diariamente eran llevados desde los setenta y dos pueblos circunvecinos.

Después de los terremotos de 1751, se renovaron muchos edificios y se construyeron numerosas estructuras nuevas, de tal modo que para 1773 daba la impresión de que la ciudad era completamente nueva. La mayoría de las casas particulares de la ciudad eran amplias y suntuosas, al punto que tanto las puertas exteriores como las de las habitaciones eran de madera labrada y las ventanas eran de finos cristales y tenían portales de madera labrada. Era frecuente encontrar en las residencias pinturas de artistas locales con marcos recubiertos de oro, nácar o carey, espejos finos, lámparas de plata, y alfombras delicadas.

Y los templos católicos eran magníficos: había 26 iglesias en la ciudad, y 15 ermitas y oratorios; la catedral, era la estructura más suntuosa: tenía tres espaciosas naves, con dos órdenes de capillas a los lados, con enormes puertas de acceso que eran labradas y doradas, . En cuanto a suntuosidad, le seguían las iglesias de las órdenes religiosas de los dominicios, franciscanos, mercedarios y recoletos, demostrando el poder económico y político que el clero regular tenía en ese entonces; En estos templos todas las paredes estaban cubiertas de retablos tallados y dorados, espejos y pinturas ricamente guarnecidas e imágenes religiosas talladas esmeradamente; en el techo había rejas de madera dorada o esmaltada que cubría los cruceros y bóvedas principales.

Así se encontraba la ciudad en mayo de 1773 cuando empezaron a sentirse pequeños seismos, los cuales fueron incrementando su intensidad y el 11 de junio con un temblor que daño algunas casas y edificios; luego continuaron los sismos, hasta llegar al 29 de julio de 1773, día de Santa Marta de Bethania, en que se produjo el catastrófico terremoto:

Se produjeron grandes pérdidas en templos y edificios públicos, así como casas particulares, pero no toda la ciudad quedó por los suelos. A pesar de ello, el Capitán General Martín de Mayorga solicitó al Monarca de España el 21 de julio de 1775 la traslación de Santiago de los Caballeros de Guatemala, siempre vulnerable a erupciones volcánicas, inundaciones, y terremotos. El 2 de enero de 1776 fue oficializado el cuarto asentamiento, la Nueva Guatemala de la Asunción, con una primera sesión del ayuntamiento con el gobernador de la Audiencia, Matías de Gálvez y Gallardo, sobre las bases del llamado «Establecimiento Provisional de La Ermita». Por real orden dada en Aranjuez el 23 de mayo de 1776 se extinguió el nombre de «Santiago» y se adoptó el de «Nueva Guatemala de la Asunción» que, con el correr del tiempo es conocida en la actualidad como Ciudad de Guatemala, logrando convertirse con los años en la ciudad más grande y populosa de todo el istmo centroamericano.

Los daños abarcaron hasta el actual territorio de El Salvador, ya que las iglesias de Caluco, Tacuba e Izalco resultaron destruidas. De acuerdo a los testimonios, el terremoto había sido tan fuerte que «el agua saltaba de las fuentes y las campanas tañían solas en las torres antes de desplomarse pesadamente al suelo». Antes de su destrucción, la ciudad competía con ciudades como México, Puebla de Zaragoza, Lima, Quito y Potosí. Sin embargo, las circunstancias especiales de los terremotos acaecidos el 29 de julio de 1773, en pleno florecimiento del barroco, cortaron su proceso de crecimiento y modificación naturales.

Una de las medidas tomadas por el presidente de la audiencia Martín de Mayorga, para forzar el traslado de la ciudad fue el envío de la escultura más importante de la ciudad. Por ello, en 1778 ordenó el traslado del Jesús Nazareno de la Merced, junto con la imagen de la Virgen, para obligar a los mercedarios a mudarse. En 1801, la cofradía de Jesús Nazareno de la Merced trasladó el retablo de la imagen a la nueva ciudad, aunque la iglesia todavía no se había construido.

Virreinato de la Nueva España

Al morir el virrey Antonio María de Bucareli y Ursúa, Martín de Mayorga fue llamado a relevarle. Recordado como uno de los mejores virreyes, donó parte de su dinero para combatir una epidemia de viruela, sofocó una rebelión de indios en Izúcar, recuperó numerosos documentos de la historia de México recopilados años atrás por Lorenzo Boturini, creó la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos y embelleció la ciudad de México.

En 1783 cedió el mando a Matías de Gálvez y Gallardo y murió poco después de su llegada a Cádiz, presumiblemente envenenado por su enemigo y sucesor, algo que nunca pudo ser probado.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 02 May 2016 02:12

Excmo. Sr. D. Matias DE GALVEZ y GALLARDO 48º Virrey de Nueva España


Matías de Gálvez y Gallardo (Macharaviaya, 1717 - Ciudad de México, 3 de noviembre de 1784) fue un militar y político español del siglo xviii. Enviado por su hermano, José de Gálvez, marqués de Sonora, como inspector de milicias a la Capitanía General de Guatemala, llegó a ser el Capitán General, tras la salida de Martín de Mayorga, quien fue nombrado Virrey de la Nueva España. Tras una efectiva labor al frente del gobierno guatemalteco, que incluyó la reconquista de la Fortaleza de San Fernando de manos de los ingleses y la construcción de la Nueva Guatemala de la Asunción, fue nombrado Virrey de la Nueva España, nuevamente en sustitución de Mayorga.

Fue el primogénito de la familia Gálvez de Macharaviaya; se casó con María Josefa de Madrid y tuvo dos hijos, Bernardo y José, que murió a los 8 años.

Matías de Gálvez se trasladó a Tenerife en 1757 para administrar la hacienda de la Gorvorana situada en el Realejo, norte de la isla; allí llevó a su hijo Bernardo que solo tenía cinco años. Tras acceder a la carrera militar en 1777 como Teniente del Rey y gobernador de la fortaleza costera de Paso Alto próxima a Santa Cruz de Tenerife.

Por orden de su hermano José de Gálvez, por entonces Secretario de Estado del Despacho de Indias, abandonó la isla de Tenerife en 1778 y fue nombrado Inspector General de las Tropas y Milicias de Guatemala. . Al llegar a Guatemala se ocupó de asuntos militares principalmente entre Chiquimulilla y El Salvador, organizando también los cuerpos militares de varias ciudades, especialmente el de Comayagua.

El 4 de abril de 1779, gracias a la influencia de su hermano, fue nombrado Capitán General y Presidente de la Real Audiencia de Guatemala, en sustitución de Martín de Mayorga, quien había pasado el desastre de los terremotos de Santa Marta en 1773 y obligado a los residentes a trasladar la capital de la destruida Santiago de los Caballeros de Guatemala a la Nueva Guatemala de la Asunción.

A Matías de Gálvez le correspondió entonces la construcción de la Nueva Guatemala de la Asunción, sobre unos nuevos terrenos en el valle de La Ermita. Instaló una Ceca (casa de la Moneda) y trabajó en la construcción la nueva Catedral Metropolitana, la cual dejó ya con las paredes elevadas cuando terminó su gestión. Fue tal su labor realizada en la construcción de la nueva ciudad, que el Ayuntamiento criollo lo nombró «El primer padre de la Patria».

Poco después de haberse iniciado su presidencia, los ingleses se apoderaron de la Fortaleza de San Fernando en la Bahía de Honduras; Matías de Gálvez reunió a las tropas acantonadas en Amatitlán, Sacatepéquez, Olancho, Tegucigalpa, Santa Ana, Comayagua, San Salvador y Nueva Segovia y se trasladó a la costa norte de Honduras, logrando reconquistar la fortaleza el 5 de enero de 1781, expulsando a los ingleses del río San Juan y del lago Cocibolca. Después de haber sacado a los ingleses de la Bahía de Honduras, regresó a la ciudad de Guatemala en 1782

Virrey de la Nueva España

En 1783 fue nombrado Virrey de la Nueva España, abandonando Guatemala el 10 de marzo y tomando posesión el 29 de abril de ese mismo año en sustitución de Martín de Mayorga; fue sucedido por el brigadier José de Estachería como Capitán General de Guatemala.

El cambio de clima afectó su salud grandamente, provocándole fuertes dolores; esto lo obligó a delegar el mando en la Real Audiencia y retirarse del servicio.8 Falleció el 3 de noviembre de 1784, sucediéndole como virrey su hijo, Bernardo, hasta ese momento Gobernador de La Habana.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 02 May 2016 02:26

Excmo. Sr. D. Bernardo DE GALVEZ y MADRID 49º Virrey de Nueva España


Aunque ya consta su biografía en otro post, aportada por el compañero Greyghost, a quien se lo agradezco profundamente, es tan singular la historia de este español, que por ello aporto lo siguiente que no tiene otro fin que el de aumentar si cabe lo que ya expuso el compañero del foro.




(Macharaviaya, España, 1746 - Tacubaya, actual México, 1786) Militar y administrador español. Hijo de Matías de Gálvez, vizconde de Galveston y virrey de Nueva España, Bernardo de Gálvez ingresó muy joven en el ejército, y con el grado de teniente de infantería intervino en la campaña de Portugal (1762); poco después marchó a América, donde en 1765 ya había adquirido fama en sus combates contra los apaches. Al cabo de siete años regresó a España, y posteriormente sirvió durante algún tiempo en Francia, donde completó su formación militar. En 1775 participó en la expedición de Alejandro O'Reilly contra Argel; herido de gravedad en el desembarco, fue ascendido a teniente coronel.

En 1776 pasó a América como gobernador de Luisiana, donde se casó con una nativa mestiza india-francesa, con la que tendría tres hijos. En la Guerra de Independencia de los Estados Unidos (1775-1783), Bernardo de Gálvez tomó partido por los independentistas norteamericanos contra los ingleses, y tomó en 1779 varios fuertes británicos (Manchac, Baton Rouge y Paumure de Natchez) en diversas acciones militares que supusieron en 1780 su ascenso a mariscal de campo.

Viajó entonces a Cuba para reclutar más hombres y fortalecer la intendencia de sus tropas, y atacó luego en Florida a los británicos, a los que derrotó en Mobile (1780) y Pensacola (1781), recuperando así enclaves estratégicos para la corona española y culminando la conquista de Florida Occidental. Por estas victorias Carlos III le concedió la capitanía general de Luisiana y Florida y el título de conde de Gálvez (en cuyo escudo, a petición real, figuraron un bergantín y la leyenda “Yo solo”).

Tras su designación como capitán general de Cuba, en 1784 sucedió a su padre como virrey de Nueva España, puesto en el que debió afrontar los efectos de una grave hambruna, que combatió impulsando importantes obras públicas. Bernardo de Gálvez resultó un virrey muy popular. Asistía con asiduidad a romerías, fiestas públicas y corridas de toros; durante una serie de duras heladas que azotaron el virreinato, costeó de su propio bolsillo la compra de frijol y maíz para los pobres. Inició la instalación del alumbrado público y la construcción de las torres de la catedral de México, ordenó la reconstrucción del castillo de Chapultepec y continuó con la construcción de la carretera a Acapulco.


Era hijo de Matías de Gálvez y de su primera mujer, Josefa Gallardo, sobrino, por tanto, de José de Gálvez, visitador general de la Nueva España y secretario de Indias del rey Carlos III. Siguió la carrera militar de su padre, ingresando como cadete en la Academia de Ávila. En 1762, a la edad de dieciséis años, el joven Bernardo se alistó como voluntario en la guerra contra Gran Bretaña, donde participó en diversas operaciones bélicas por las que obtuvo el grado de teniente de infantería.

Tres años más tarde fue trasladado al virreinato de la Nueva España como miembro del regimiento fijo de infantería de la Corona, que comandaba Juan de Villalba. En este nuevo destino coincidió con su tío José, que había sido nombrado visitador general de la Nueva España. Poco después de su llegada, el virrey marqués de Croix lo destinó al regimiento de infantería de la Corona en San Felipe el Real (Chihuahua), bajo las órdenes de Lope de Cuellar, comandante de la Nueva Vizcaya. Esta provincia era un enorme territorio, situado en el norte de la Nueva España, que sufría frecuentes ataques de las tribus indias, especialmente de los apaches. Incorporado a su destino, fue nombrado capitán de una nueva compañía que tenía la finalidad de defender y pacificar la frontera. Su arrojo y acierto militar, unido a la ascendente influencia de su familia, le otorgaron el puesto de comandante de la Nueva Vizcaya en sustitución de Cuellar. Las iniciativas y campañas de Gálvez para fortalecer la frontera norte de las agresiones indias y de otras potencias europeas fueron importantes, destacando su política de pactos con diversas tribus indias y sus campañas contra los apaches.

En 1771, Gálvez regresó a la península acompañando a su tío José, y fue destinado al regimiento de Cantabria en Pau, donde se perfeccionó en técnicas y ciencias militares. En 1775 tomó parte en la campaña de Argel como capitán del regimiento de infantería de Sevilla. Durante la batalla fue gravemente herido. El rey lo ascendió a teniente coronel y lo destinó a la Escuela Militar de Ávila. Poco tiempo pasó en este destino, pues fue nombrado coronel del regimiento fijo de la Luisiana, territorio francés que pasó a soberanía española por la Paz de París (1763). Pero una vez en Nueva Orleáns, fue nombrado, por real orden del 19 de septiembre de 1776 gobernador interino en sustitución de Luis de Unzaga y Amezaga. Su autoridad abarcaba un dilatado territorio, mayoritariamente poblado por indios, con prósperas colonias francesas, que estaba amenazado por sus vecinos ingleses. Éstos ocupaban el norte y el noreste por la cesión española de la Florida. El nuevo gobernador ayudó a las colonias americanas en su independencia de la soberanía británica con armas, medicinas y alimentos, y reforzó la defensa de las fronteras. Buena parte de esta ayuda se canalizó a través del irlandés Oliver Pollock y contribuyó a la definitiva derrota inglesa y al nacimiento de los Estados Unidos de América.

Gálvez organizó la defensa de Luisiana, creando diecisiete compañías con mil cuatrocientas setenta y ocho hombres en 1779. Repartió armas y municiones, reforzó los puntos fronterizos y levantó mapas del valle del Mississipi y de la costa del Golfo. En 1779 fue nombrado brigadier y se le dio el cargo de gobernador en propiedad. Rotas las hostilidades entre España e Inglaterra, Gálvez y Gallardo decidió atacar las poblaciones inglesas. El 7 de septiembre conquistó el fuerte de Manchac y el 20 siguiente el de Batton Rouge. La campaña siguió con la capitulación de otros fuertes ingleses de la orilla oriental del Mississipi y con la captura de varios barcos que llevaban refuerzos. La acción se completó con la conquista de Movila y Penzacola. La primera capituló el 14 de marzo de 1780, tras una dura batalla en la que los ingleses se defendieron de una expedición española que había recibido ayuda de Cuba y de Nueva España. Esta colaboración también sería fundamental para la conquista de Pezancola, cuya plaza se rindió el 8 de mayo de 1781. Los ingleses se comprometieron a dejar todos los fuertes del Golfo de México, salvo el de San Agustín de la Florida y la isla de Jamaica. A cambio, los vencidos recibieron honores de guerra y fueron transportados a Inglaterra.

Gálvez , que había sido herido en el vientre y en un dedo, fue nombrado teniente general por Carlos III, monarca que también lo premió con el título de conde de Gálvez y con la encomienda de Bolaños, de la Orden de Calatrava. En recuerdo de su hazaña, cambió el nombre de la bahía de Penzacola por la de Santa María de Gálvez. En el escudo de armas se incluía el bergantín Galveztown, la leyenda “Yo solo” y una flor de lis de oro en campo azul, enseña de Luisiana. La fama de Bernardo de Gálvez perduró en este territorio francés, más tarde vendido a los Estados Unidos, gracias a las nuevas poblaciones fundadas en los alrededores de Nueva Orleans, como Galveztown, Nueva Iberia, Barataria o Tierra de Bueyes, levantadas con emigrantes canarios, malagueños, franceses y diversas familias procedentes del Canadá y los Estados Unidos. Actualmente la influencia española es patente en el urbanismo y en las edificaciones no sólo de las citadas ciudades, sino en las de Penzacola, Movila y la capital Nueva Orleáns, aunque varias de sus construcciones coloniales desaparecieron en sucesivos incendios.

La relación de Gálvez con Luisiana tuvo otra vertiente personal. El 2 de noviembre de 1777 se casó in articulo mortis con María Felicitas de Saint-Maxent, vecina de Luisiana, lo que contravenía las Leyes de Indias, ya que no había obtenido el permiso del monarca para casarse con una nativa de los territorios americanos que gobernaba. Esto le obligó a mantener en secreto su matrimonio hasta que obtuvo la aprobación real. Su suegro, Gilberto de Saint-Maxent, rico colono de Luisiana, ayudó a las campañas de su yerno con contribuciones económicas, apoyo social de la elite local e información confidencial, ya que era comerciante y podía traspasar las fronteras.

Tras una corta estancia en España, volvió al Nuevo Mundo primero como gobernador de Cuba (1785) y posteriormente como virrey de Nueva España. Sucedió a su padre, Matías, fallecido el 3 de noviembre de 1784 y, como él, su gobierno fue breve. Desembarcó en Veracruz el 25 de mayo de 1785 y tomó posesión del virreinato el 17 de junio siguiente, recibiendo la aclamación popular. Los pocos meses que estuvo en el palacio virreinal continuó los proyectos de sus antecesores, como las obras del Palacio de Chapultepec y de la catedral.

Gálvez se preocupó por mejorar las condiciones sanitarias y urbanísticas de la ciudad, impulsando las calzadas de la Piedad, San Antonio Abad y Vallejo, empedró varias calles y dio diversas órdenes para mejorar las precaria situación de los pobres. Su popularidad se incrementó por sus desvelos por paliar las carencias de alimentos que se produjo en 1785 y varios episodios de gran trascendencia en la opinión, como el perdón de reos a muerte. El 30 de noviembre, tras varias semanas de enfermedad, murió en Tacubaya, adonde se había trasladado para recuperarse. Carlos III otorgó a su viuda una pensión de cincuenta mil reales de vellón anuales libres del derecho de media annata. El 11 de diciembre nació una hija póstuma, que fue apadrinada por el Ayuntamiento de la ciudad de México.

La capacidad militar y dotes de mando de Gálvez están suficientemente probadas, así como su habilidad diplomática y poder de seducción sobre sus gobernados en momentos de crisis. Estos méritos son apenas eclipsados por la ayuda y protección de su familia, los poderosos José, Matías, Antonio y Miguel Gálvez, que lograron entretejer una tupida red de colaboradores y servidores en varios ámbitos de la administración borbona. Gálvez y Gallardo destacó por sus propios méritos en todos los puestos a los que fue alzado.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 02 May 2016 02:30

d. Alonso NUÑEZ DE HARO y PERALTA 50º Virrey de Nueva España


Alonso Núñez de Haro y Peralta (Villagarcía del Llano, 31 de octubre de 1729 - México, 26 de mayo de 1800) fue un religioso español, arzobispo de México desde el 12 de septiembre de 1772 hasta su muerte, y virrey de la Nueva España desde el 8 de mayo de 1787 hasta el 16 de agosto de 1787.

Núñez de Haro nació en Villagarcía del Llano, en la diócesis de Cuenca, probablemente el 31 de octubre de 1729, aunque a veces se data su fecha de nacimiento el 1 de noviembre. De familia noble, descendía de los Peralta de Alarcón (Quintanar del Rey, Cuenca) y de los Núñez de Chinchilla (Albacete). En su localidad natal promovió la obra de la nueva iglesia, a estilo de la catedral de México en miniatura. Comenzó sus estudios en la Universidad de Toledo, hizo el doctorado en la Universidad de Bolonia, donde ejerció como catedrático de Sagrada Escritura. Posteriormente trabajó como profesor de la Universidad de Ávila. Desempeñó canonjías en Segovia y Toledo. Estudió latín, griego, francés, hebreo e italiano.

En 1771 es nombrado arzobispo de México. Una vez ordenado como obispo, convirtió el colegio de Tepotzotlán en el Seminario de Instrucción, Retiro Voluntario y Corrección, una especie de cárcel para eclesiásticos. Avanzó en los trabajos de la capilla de Pocito en Guadalupe y en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. Fundó un convento capuchino. Aumentó la biblioteca de la archidiócesis y concedió becas y premios para los mejores estudiantes del seminario.

En 1770 convirtió una residencia-seminario jesuíta en el Hospital de San Andrés. Este hospital se basó en el Hospital General de Madrid y estaba destinado a tratar todo tipo de enfermedades. En 1788 añadió a sus funciones las del Hospital del Amor de Dios, que se dedica al tratamiento de la sífilis. El Hospital de San Andrés sigue siendo responsabilidad de la archidiócesis, a pesar de que recibía considerable apoyo oficial. Finalmente tenía una capacidad de 1000 camas, dispuestas en 39 pabellones. Además, contenía la mayor farmacia de Nueva España, un laboratorio y un departamento de disecciones y autopsias.

Virrey de Nueva España

El virrey de Nueva España, Bernardo de Gálvez y Madrid, murió el 30 de noviembre de 1786. El 8 de mayo de 1787 Núñez de Haro fue nombrado como su sustituto. Desempeñó este cargo durante tres meses, hasta la llegada del nuevo virrey Manuel Antonio Flores el 16 de agosto de 1787.

Durante su mandato, se consolidó la creación de las Intendencias, propuestas por el visitador José de Gálvez. Se trataban de las administraciones provinciales de las colonias que era responsable el virrey. Fundó un jardín botánico, las plantas fueron traídas de todas las partes de la colonia, el naturalista Martín Sessé y Lacasta fue nombrado director del mismo.

Trató de ayudar a los indígenas mediante la supresión de las cuotas, pero sus órdenes no se llevaron a cabo. Propuso las reformas de la corte para los indígenas, la reducción de costes y la burocracia. Envió una gran suma de dinero a La Habana para comprar esclavos de los británicos y holandeses.

Después de dejar el cargo de virrey, Núñez de Haro siguió como arzobispo de México para el resto de su vida. En 1792 el Rey, Carlos IV lo condecoró con él la gran cruz de la Orden de Carlos III. Hasta su muerte en 1800, siguió recibiendo el tratamiento y honores de virrey de Nueva España.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 02 May 2016 10:23

Excmo. Sr. D. Manuel Antonio FLORES MALDONADO 51º Virrey de Nueva España


(Manuel Antonio Flórez o Flores Maldonado Martínez de Angulo; Sevilla, hacia 1720 - Madrid, 1799) Marino y administrador colonial español que fue virrey de Nueva Granada (1776-1782) y de Nueva España (1787-1789). Se alistó en la marina en 1736, cuando contaba dieciséis años de edad, y protagonizó una meteórica ascensión que le llevó al cargo de capitán general de la Armada. Entre 1771 y 1775 fue comandante general del departamento de El Ferrol.

En 1776 fue nombrado virrey de Nueva Granada, colonia que comprendía los actuales estados de Colombia, Panamá, Venezuela y Ecuador. Durante los años iniciales de su mandato se preocupó por la mejora en las comunicaciones: se construyeron los caminos de Antioquía y Chocó y, por orden del secretario de despacho de Indias, José de Gálvez, se abrieron al tráfico los puertos de Santa Marta y Riohacha. Se fundaron además varias instituciones benéficas, como el Hospicio y la casa-asilo para los desamparados, y se estableció la primera imprenta pública. Su política económica se caracterizó por el fomento de la industria y de la agricultura, así como por la aceptación del libre comercio.

La guerra contra Inglaterra, sin embargo, hizo necesario un aumento de los recursos fiscales. En 1779 Manuel Antonio Flores tuvo que trasladarse a Cartagena ante el peligro de un ataque de las tropas inglesas. Ese mismo año Carlos III envió como visitador a Gutiérrez de Piñeres, quien en ausencia de Flores revocó muchas de sus decisiones económicas, aumentó el valor de los artículos estancados y estableció impuestos sobre la sal y el algodón hilado. Estos hechos fueron una de las causas del estallido de la insurrección de los comuneros de Nueva Granada (1781-1782), que fue reprimida con dureza por Manuel Antonio Flores. Antes de dimitir de su cargo en septiembre de 1782, indultó a los comuneros que prometieran someterse.

En 1787 asumió el virreinato de Nueva España. Durante su mandato recobró las atribuciones de la Hacienda que habían sido encomendadas a un superintendente; reorganizó el ejército, creando tres nuevos regimientos, y mandó construir el Real Estudio Botánico. En 1789 abandonó su cargo por motivos de salud y regresó a España.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 02 May 2016 10:30

Excmo. Sr. D. Juan Vicente DE GUEMES PACHECO y PADILLA 52º Virrey de Nueva España


Administrador colonial español nacido en 1740 en La Habana y muerto el 12 de mayo de 1799 en Madrid. Su nombre completo era Juan Vicente Güemes Pacheco y Horcasitas. Fue el segundo conde de Revillagigedo, y estuvo considerado como uno de los mejores virreyes de México. Gobernó desde 1769 hasta 1794.

De origen criollo, fue hijo de Juan Francisco Güemes de Horcasitas, primer conde de Revillagigedo, que había sido gobernador y capitán general de Cuba (1735), y luego virrey de Nueva España (1746-1755). A los tres años ingresó como cadete en las milicias provinciales de Cuba, pero su formación la hizo realmente en México, adonde llegó con siete años. Estudio Filosofía y Latín en compañía de su hermano con un profesor del Seminario. Su padre pretendió dedicarlo a las letras, pero se inclinó decididamente por el ejército. Al cumplir los 15 años fue nombrado capitán de la guardia de Palacio. En México vivió también su adolescencia, pues no lo abandonó hasta los 17 años, cuando su padre regresó a España (1756).

Una vez en Cádiz, se incorporó al regimiento de Soria, que guarnecía dicha plaza. Sus padres se instalaron en Madrid, donde murió pronto la condesa. El joven Juan Vicente pasó a servir en un regimiento de Ceuta, del que se encargó a los 22 años, por haber muerto el coronel que lo mandaba. A los 24 años estuvo en la campaña de Portugal; fue ayudante de campo del marqués de Sarriá, comandante general del ejército español. Sus actuaciones militares le valieron luego el nombramiento para dirigir el Regimiento de la Reina, con el que volvió a Ceuta por nueve meses. Desde allí fue enviado a Panamá con dicho Regimiento por el conde de Aranda, que deseaba reforzar las defensas del istmo.

Güemes tuvo un duro traspiés en Panamá, ya que surgió una rebelión de los milicianos de la región cuando intentó organizar eficientemente el cuerpo. Emprendió entonces la represión de los alzados, pero cuando estaba en plena campaña, recibió la noticia de la muerte de su padre y de las disputas familiares por su herencia, lo que le obligó a abandonar su cargo en Panamá sin permiso para regresar a España, cosa que le costó ser alejado de la vida pública y política de la Corte hasta que Floridablanca le sacó del ostracismo en 1779 (era ya segundo conde de Revillagigedo) para que tomara parte en el asedio a Gibraltar. Allí se distinguió en los planes de ataque desde Algeciras.

Tras la Paz de París volvió a Madrid, pero siguió siendo relegado de la administración, por lo que se dedicó a sus negocios, en los que obtuvo buenas ganancias. Cabarrús le ofreció la dirección del Banco de San Carlos, para el que fue elegido por los accionistas en 1788. Al morir Carlos III volvió su buena estrella y Floridablanca le propuso para el virreinato del Río de la Plata.

Antes de embarcar para Buenos Aires, recibió otra propuesta para ser nombrado virrey del México, ya que Manuel Antonio Flórez había pedido el relevo, cargo que aceptó de inmediato. Era teniente coronel del Ejército y tenía el título de caballero de la orden de Carlos III. Llegó a Veracruz el 9 de agosto de 1789, y entró en la capital el 18 del mismo mes.

El gobierno del segundo conde de Revillagigedo fue uno de los más importantes de todo el período colonial. Su primera actuación le ganó ya la simpatía del pueblo, pues actuó de forma inflexible en el proceso y castigo de tres miserables que habían robado y asesinado al conocido comerciante Joaquín Dongo; habían matado a once personas de su casa para substraerle dinero y objetos de valor, lo que había provocado una repulsa popular. El virrey ordenó un proceso y ejecución rápida de los facinerosos. Luego inició una enorme labor administrativa, en la que destacaron los siguientes aspectos: embellecimiento y organización de la capital; mejora de la enseñanza; realización de numerosas obras públicas; organización de las intendencias; mejora de la minería y de la agricultura; cuidado de las fronteras; y robustecimiento del ejército y de las defensas existentes.

Su preocupación por mejorar la capital mexicana le ha valido ser calificado como “el mejor Alcalde de México”. La ciudad contaba con 111.067 habitantes, según el censo de 1791 que mandó hacer; era, por tanto, una de las más importantes de su tiempo. Aparte de sus vecinos usuales, contaba con 4.250 soldados y 7.878 religiosos, que vivían en conventos, colegios, cárceles y casas de comunidad. El virrey ordenó remodelar totalmente la plaza mayor; se niveló y empedró, sustituyéndose la fuente existente por cuatro nuevas en los ángulos de la misma. Mandó tambien suprimir el mercado que se hacía en ella, trasladó la horca a otro lugar y terminó las dos torres de la catedral, que se inauguraron en 1791. Reformó así mismo la capilla de palacio virreinal, y derribó el muro que rodeaba el atrio catedralicio.

En 1790 se halló la famosa piedra del Calendario Azteca, que se colocó luego en la misma plaza. También se mejoraron sus alrededores, empedrándose las calles y abriéndose nuevos paseos. Se pusieron más de mil faroles de alumbrado público, se mejoró el abastecimiento de agua potable y la recogida de basuras con carros y, finalmente, se establecieron los primeros coches de servicio público, que empezaron a funcionar en 1793. En cuanto al suprimido mercado de la plaza mayor, fue sustituido por otros tres, El Volador, Santa Catalina y El Factor, en otros lugares capitalinos.

Un reglamento para mercados y otros para policía y gobierno municipal cuidaron de mantener la ciudad al nivel de las grandes urbes de su tiempo. Finalmente, se hicieron obras de desagüe y se arregló el camino de Toluca, que estaba en mal estado. En Veracruz se hizo lo mismo con el que iba a Jalapa, y se erigió un nuevo tinglado portuario y un cementerio. Todo esto costaba mucho dinero, por lo que Revillagigedo organizó para ayudar a recabarlo la “Lotería o Rifa de billetes con el titulo de Auxiliar para obras públicas", que tenía dos sorteos anuales de 100.000 pesos cada uno.

La Cultura y la Administración colonial no quedaron a la zaga de las reformas. Fundó numerosas escuelas para los indios y la Escuela de Minas en 1792 (que dotó de un buen laboratorio y de profesorado adecuado). Durante su mandato se creó el establecimiento pedagógico de las Vizcaínas, para que pudieran estudiar las niñas. Mejoró la Real Academia de San Carlos, donde se impartían cursos de Matemáticas, Pintura, Escultura, Botánica, Anatomía y Fisiología.

Mandó copiar los documentos antiguos y proyectó un Archivo General (sólo pudo hacer sus ordenanzas en 1793) con papeles de las diversas administraciones. También escogió el sitio adecuado para el establecimiento del Jardín Botánico. Vigiló celosamente la honradez de los empleados públicos y prácticamente organizó el sistema de intendencias creado anteriormente; revisó su plan y los límites que se habían establecido y propuso que a las doce existentes se añadieran otras cuatro. Mandó que los intendentes cumplieran con su visita (ordenada pero jamás cumplida), y solicitó a la Corona que se descargara al virrey de cumplir con algunas funciones rutinarias de los intendentes. Durante su mandato se estableció el correo quincenal entre la capital y las Intendencias.

La economía novohispana sufrió igualmente una transformación importante. Sostenía una población de tres millones y medio de habitantes y estaba dividida en dos sectores extraordinariamente importantes, que eran la agricultura y la minería. La primera surtía de numerosos productos de consumo y de exportación. El fundamental era el maíz, del que se producían hasta 700.000 toneladas anuales. Le seguían el trigo y otras gramíneas. Se exportaban colorantes, tabaco, azúcar, etc. El pulque rentaba 800.000 pesos al año. Del incremento agrícola dio prueba evidente un informe del virrey en el que anotaba que los diezmos habían aumentado en la década 1780-89 respecto de la anterior hasta un 37%. La minería afrontaba un intento de modernización con mineros alemanes, que ensayaban el método Born.

Revillagigedo informó de la conveniencia de acomodar tales métodos con los tradicionales. Impulsó un proyecto de Emparan para traer azogue chino a cambio de pieles californianas, y estimuló nuevas prospecciones en México que dieron nuevos hallazgos de minas de cinabrio, si bien con explotaciones muy costosas. El comercio alcanzó una de sus épocas más esplendorosas, y la industria textil hizo algunos ensayos con algodón en nuevos telares. La Real Hacienda fue reorganizada en sus diversos renglones y rentas, empezando por los de alcabala y pulques, y recaudó cerca de 20 millones de pesos. Revillagigedo apoyó la creación de una Junta Superior de Real Hacienda y revisó los ramos de propios y de bienes de comunidad.

El Virrey intervino activamente en la reorganización de las misiones de California, a las que ordenó enviar colonos, y medió en los asuntos surgidos entre las distintas religiones en su papel de Vicepatrono de la iglesia novohispana. Finalmente tuvo importantes actuaciones internacionales, y ayudó a mejorar la planta defensiva de México. A poco de llegar se encontró con el problema de Nutka, que había surgido en la época de Flórez, y que se agravó por el enfrentamiento con Gran Bretaña. Revillagigedo mandó las exploraciones de Esteban y Fidalgo a San Blas y Nutka, luego Malaspina, y de las goletas Sutil y Mexicana a buscar el estrecho de Juan de Fuca. Incentivó cuanto pudo el Departamento de San Blas. Mandó tambien hacer algunos trabajos hidrográficos.

El desarrollo de la política internacional le obligó a prestar atención a los afrancesados, que eran vistos con sospechas. Realmente Revillagigedo era lo más afrancesado que puede imaginarse, ya que eran franceses su cocinero, su peluquero y hasta su cochero. Tuvo que intervenir en los asuntos de Santo Domingo y vigilar las Provincias Internas y la Luisiana. Para ello duplicó las fuerzas regulares mexicanas, que llegaron a tener 9.723 plazas (el doble de las que había cuando llegó), a las que había que sumar los milicianos. Revillagigedo propuso crear fortificaciones en Monterrey, San Blas, San Diego, Bodega, etc.

El segundo conde de Revillagigedo hizo una excelente “Instrucción” para su sucesor y terminó su mandato el 17 de octubre de 1794, traspasando sus poderes a Branciforte el 11 de julio de 1794. Volvió a España en el navío Europa, que se demoró en salir de Veracruz hasta el 22 de diciembre de 1794 y llegó a Cádiz el 19 de abril de 1795. En 1796 fue nombrado gobernador y capitán general de Barcelona, y poco después comandante general de Artillería, cargos que no llegó a desempeñar por padecer una enfermedad que le producía frecuentes jaquecas. Murió en Madrid, en su palacio de la calle Sacramento, sin haber conocido la sentencia de su juicio de residencia, que le fue favorable.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 02 May 2016 10:36

Excmo. Sr. D. Miguel DE LA GRUA y TALAMANCA 53º Virrey de Nueva España


Militar y administrador colonial español, virrey de Nueva España desde 1794 hasta 1798, nacido en Sicilia en 1750 y del que se desconoce la fecha de fallecimiento.

Capitán del ejército español y marqués de Branciforte, estaba casado con María Antonia Godoy, hermana de Manuel Godoy, favorito del rey Carlos IV y primer ministro. Sucedió al conde de Revillagigedo en el virreinato en 1794. Según de la Torre, “se preocupó por la defensa del virreinato reforzando los puntos neurálgico-costeros, reorganizó el ejército y proporcionó recursos a la metrópoli a costa de préstamos y donativos”. También se interesó por la minería y el comercio, abrió nuevos puertos e impulsó el comercio con las Antillas.

Durante su gestión se creó la Sociedad Económica Mexicana de Amigos del País, a semejanza de las españolas. Introdujo la vacunación contra la viruela y trató de aplacar el hambre del pueblo, haciendo fabricar pan más barato. Se le acusó de falta de honestidad administrativa y de estar sujeto a los caprichos de Godoy. Fue notorio por su avaricia y venalidad.

Su llegada coincidió con la decisión de la Junta superior de Hacienda de levantar la prohibición de los repartimientos de indios, tema que estaba en discusión desde la época del virrey Revillagigedo. Como resultado de las consultas sobre la conveniencia de volver al viejo sistema, Branciforte pasó el asunto a una junta especial constituida por seis jueces de la audiencia de México que, en junio de 1795, dio su apoyo por mayoría de votos a la decisión de la Junta Superior. A partir de este momento, los subdelegados territoriales en todo el virreinato pudieron vender artículos a crédito a sus súbditos indígenas y anticiparles dinero en efectivo sobre futuras cosechas. Aunque la Junta reconocía que se podían cometer abusos, también señalaba que, en realidad, muchos subdelegados habían mantenido los repartimientos a pesar de la prohibición. Se añadía que de este modo se estaba dando status legal a una situación de hecho.

Branciforte ordenó que todas las quejas sobre repartimientos se presentaran directamente ante el virrey y que ningún otro tribunal de México pudiera intervenir, aunque desde Madrid el Consejo de Indias siguió dictando anatema contra el sistema de repartimientos, por lo que en 1797 exigió al virrey que se ajustara a las ordenanzas

En 1795 Branciforte se enfrentó a otro problema grave: el establecimiento de los Consulados de Veracruz y Guadalajara, especie de gremios mercantiles independientes, formados por los almaceneros de las zonas. Su función era fomentar el comercio, reunir información económica y construir caminos. Se les concedió el derecho al 0,5% de todas las mercancías que entraran en su jurisdicción.

El consulado de Veracruz quería comerciar directamente con las provincias sin que las mercancías pasaran por la ciudad de México. Su enfrenamiento con el virrey fue muy duro. Uno de sus miembros más destacados fue Tomás Morfi (o Murphy), malagueño descendiente de irlandeses, corresponsal de la firma inglesa Murphy and Eliot, que mantenía estrechas relaciones con los ingleses de Jamaica (sus familiares eran conocidos liberales establecidos en Cádiz y Londres). Branciforte se enfrentó al consulado de Veracruz, irritado por su independencia y porque sostenía correspondencia directa con la Corona. Mientras apoyaba al consulado de México, se opuso rotundamente a que funcionaran los otros dos establecimientos. Pero, al parecer, Madrid era favorable al consulado de Veracruz y aprobó un proyecto de camino entre Veracruz y México, que se inició en 1803.

Otra actividad de Branciforte fue terminar la obra comenzada por el visitador José Galvez, que había iniciado la militarización de la sociedad colonial. El virrey Revillagigedo había disuelto los cuerpos de milicias porque eran de escasa utilidad, pero Branciforte, que encontró en ellos la posibilidad de malversar fondos, revivió a gran escala la creación de fuerzas de voluntarios de la Nueva España, que se multiplicaron por todo el virreinato. Los coroneles de estos regimientos pagaban fuertes sumas por su nombramiento. Acusado de corrupción y de vender empleos y grados militares, fue sustituido por Miguel José de Azanza.

Más tarde, al iniciarse la Guerra de la Independencia, se inclinó a favor del rey José Bonaparte, por lo que se decretó la anulación de los honores y prebendas que se le habían concedido anteriormente. En Nueva España se confiscaron sus propiedades y bienes.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 02 May 2016 14:13

Excmo. Sr. D. Miguel José DE AZANZA 54º Virrey de Nueva España


Miguel José de Azanza (1745 - 1826), Duque de Santa Fe, fue un político y militar español que ostentó la cartera del Ministerio de la Guerra en 1793; desde 1798 hasta 1800 fue virrey de la Nueva España (hoy México), donde sofocó la rebelión de los machetes, que pretendía la independencia de México; fue también ministro de Hacienda con Fernando VII y colaborador de José I Bonaparte. Como militar luchó contra los franceses en 1795 y participó a su lado en la Guerra de la Independencia. Al finalizar la misma, tuvo que marchar al exilio en la localidad francesa de Burdeos, donde murió en 1826.

Miguel José de Azanza nació en la localidad navarra de Aoiz, España, en 1745. Cuando contaba 17 años de edad (algunas fuentes señalan 19), viajó a la Nueva España, actualmente México, en compañía de su tío, José Martín de Alegría. Allí se colocó como secretario del visitador general José de Gálvez, con el que recorrió la colonia conociendo muchos de sus problemas.

En 1771 regresó a la metrópoli y se alistó en un regimiento de infantería, pero abandonó la milicia para seguir la carrera diplomática, ingresando en el cuerpo diplomático. Ostentó la representación de encargado de negocios de la embajada de España en Prusia y de secretario de la embajada de España en Rusia. En diciembre de 1795 fue nombrado secretario de Estado y más tarde del Despacho de Guerra (ministro de la Guerra), cargo que mantuvo hasta octubre del año siguiente (algunas fuentes señalan que entró de ministro en 1773 y que se mantuvo tres años en ese cargo).

Con la caída en desgracia de Manuel Godoy, primer ministro de Carlos IV que firmó la paz de Basilea con Francia, Azanza es nombrado virrey de Nueva España. Muchos vieron en ese nombramiento un "exilio dulce" para el de Aoiz.

Virrey de Nueva España

En 1798 llega de nuevo a la Nueva España, esta vez como virrey, a sustituir a Miguel de la Grúa Talamanca que era un protegido de Manuel Godoy. Tomó posesión del cargo el 30 de mayo. Encontró un ambiente de bienvenida y esperanza basado en el deseo de los habitantes de Nueva España de que cambiara la situación que el anterior virrey había ido provocando durante su mandato.

Azanza fue desmovilizando las concentraciones de tropa que su antecesor había hecho y fortificando algunos puntos del virreinato, como el puerto de San Blas.

En 1799 hace frente al alzamiento independentista conocido como la rebelión de los machetes que lideraba Pedro Portilla. La conspiración que urgió Portilla, pretendía la expulsión de los españoles peninsulares, los llamados gachupines, de la colonia. Para ellos reunió un grupo de unas 20 personas armadas de sables con intención de apoderarse del virrey y ocupar su lugar, puesto que ocuparía Portilla. La conspiración quedó frustrada cuando uno de los participantes, Francisco de Aguirre, puso los planes en conocimiento de las autoridades.

Una de las acciones menos conocidas de Miguel José de Azanza como virrey en la Nueva España fue la de la limpieza de la ciudad. Limpieza que se tuvo como referente el exterminio de los perros callejeros. Los serenos (policías nocturnos de la ciudad) tenían orden de matar a todo perro vagabundo que encontraran. Se estima que se ejecutaron más de 14.000 animales entre los años 1798 y 1801.

El objetivo final era el de convertir la Ciudad de México en una urbe a imagen y semejanza de las grandes ciudades europeas de aquella época. La construcción de espacios públicos, conformados por parques y plazas muy limpias, debía ser completado por una cierta apariencia social. Se estima que la orden del exterminio de los perros, de la que no había justificación sanitaria, pretendía demostrar la fuerza de las autoridades y advertir a los componente de los grupos sociales más bajos, que se suelen hacer acompañar por perros, que no eran bienvenidos en la ciudad.

Las matanzas de perros eran comunes en las ciudades europeas. En la Nueva España no se llevó a cabo como era habitual en Europa. Dentro del cuerpo de serenos se abrió una vía de desobediencia que llegó incluso a las jefaturas del mismo. El origen de esta actitud estaba en la diferencia de costumbres entre Europa y América. Mientras que en Europa los perros eran considerados como una plaga que atraía la peste y las enfermedades, en América se mantenía una muy vieja convivencia con ellos. En América llegaban a alimentarse con ellos y el perro era quien ayudaba a las almas a cruzar el río para llegar a Mictlán o valle de los muertos. Las matanzas acabaron con la llegada del nuevo virrey, Félix Berenguer de Marquina, que ordenó suspenderlas en 1801.

En 1800 Azanza volvió a España, accediendo a puestos en el gobierno de la nación.

La guerra de la Independencia

En 1800 regresa a la metrópoli donde desempeña cargos relevantes. En marzo de 1808 tras el motín de Aranjuez, que supuso la caída definitiva de Godoy, el rey Fernando VII le nombra secretario de Hacienda. Azanza simpatizaba con las ideas nacidas de la Revolución francesa y formaba parte del grupo conocido como de los afrancesados.

Fue uno de los redactores del Estatuto de Bayona en el que participó a instancia de Napoleón. Tras el nombramiento del hermano de Napoleón como rey de España, José I Bonaparte, conocido como Pepe botella, fue responsable de la cartera de Asuntos Exteriores y desde 1811 fue embajador en París. José I le nombró Duque de Santa Fe.

Al finalizar la guerra de la Independencia con la derrota de las tropas napoleónicas, Azanza se exilió en Francia, donde permaneció hasta su muerte. Por su participación al lado de los franceses, fue juzgado, sentenciado a muerte y confiscados su fortuna y bienes.

Murió el 20 de junio de 1826 en Burdeos.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 02 May 2016 14:16

Excmo. Sr. D. Felix BERENGUER DE MARQUINA 55º Virrey de Nueva España


Militar y administrador colonial español, nacido en Alicante en 1738 y fallecido en la misma ciudad en 1826. Fue gobernador de Filipinas entre 1788 y 1793 -un periodo caracterizado por la continuación de la política ilustrada iniciada por su antecesor, José Basco y Vargas- y virrey de Nueva España de 1800 a 1803.

Oficial de la Marina de guerra, Félix Berenguer Marquina tuvo su primer destino a bordo del jabeque Ibicenco, que participaba en tareas de corso en las costas marroquíes, y después embarcó en el navío Astuto de la flota del Mediterráneo. Fue nombrado gobernador general de las Filipinas en marzo de 1787 a petición propia, ya que aspiraba a ocupar un cargo de mayor relevancia que el desempeñado hasta entonces como profesor de la Academia de Guardiamarinas.

Llegado a Manila en junio de 1788, el nuevo gobernador pronto se mostró proclive a ejercer el poder de forma omnímoda, circunstancia que le llevó a tener disensiones con los oidores de la Audiencia. En su ánimo estaba gobernar sin interferencias como ya hiciera su antecesor Basco y Vargas, pero a diferencia de este último Berenguer buscó al parecer más el enriquecimiento personal que el progreso de la colonia; buena prueba de ello fue la acusación vertida sobre su persona por haber vendido cargos públicos. Además, su gestión se caracterizó por el aumento del gasto, resultado del despilfarro de grandes sumas en la construcción de navíos de guerra y la organización de costosas expediciones a las islas aún no colonizadas.

Durante su mandato se abrió el puerto de Manila a las mercancías europeas (decreto de 15 de agosto de 1789) y llegaron a las islas los buques de la célebre expedición científica comandada por Alejandro Malaspina (marzo de 1792). La política de reformas ilustradas tuvo continuismo en una orden para la creación de nuevas escuelas (diciembre de 1792) y diversas medidas para la mejora del gobierno colonial; asimismo, en esta época fue impresa la colosal Historia general de las Islas Filipinas (1788), de Fray Juan de la Concepción. En 1792 Manila sufrió una epidemia de viruela que obligó al gobernador Berenguer a dictar medidas extraordinarias de asistencia sanitaria.

Relevado del cargo por Rafael Mª de Aguilar (agosto de 1793), Félix Berenguer partió de inmediato hacia España sin esperar a ser sometido al preceptivo juicio de residencia, razón por la que fue multado con dos mil pesos.

Regresó a España a ocupar cargos en la administración de la Marina; ascendió a teniente general de la Armada española y, en 1799, Carlos IV le nombró virrey de la Nueva España. En 1800, al hacer la travesía de Cuba a Veracruz, fue hecho prisionero por los ingleses que lo mandaron a Jamaica. Finalmente, consiguió llegar a México a finales de abril de 1800.

Durante su mandato reforzó las guarniciones de San Juan de Ulúa y el puerto de Veracruz, así como los presidios o fortalezas de los territorios del norte, ya que por entonces se produjeron algunos intentos de incursión, en especial el que protagonizó Philip Nolan, cuya intervención ocurrió a finales de 1800. Nolan y sus seguidores acamparon el 23 de marzo de 1801 en un afluente del Río Colorado, donde fueron atacados por una compañía de soldados españoles al mando del capitán Múzquiz. Nolan murió y Múzquiz envió sus orejas al jefe militar de la zona norte, el brigadier Félix María Calleja, como prueba de que había cumplido sus órdenes fielmente.

En 1801 se opuso a la petición de la Casa de la Moneda, la Real Hacienda y el Tribunal de Cuentas, que recomendaban tomar alguna medida en auxilio de los mineros de plata, que vieron declinar su producción a causa del bloqueo naval inglés. Con el apoyo del fiscal Lorenzo Hernández de Alba, se negó a cualquier reducción, ya que la Corona en guerra con Gran Bretaña necesitaba hasta el último peso que pudiera obtenerse a través de los impuestos.

Sin embargo, la Junta Superior de la Real Hacienda, cuerpo consultivo del virreinato, cedió a la fuerte presión de los mineros y otorgó una reducción del 50% sobre la plata que se presentaba a la Real Hacienda. Esta rebaja duró seis meses y costó a la corona medio millón de pesos que dejó de ingresar. Desde Madrid, el Ministro de Hacienda censuró enérgicamente, tanto al virrey como a la Junta Superior, por esta violación de las prerrogativas reales, al entender que esa dispensación era propia de la autoridad soberana. Conviene destacar que la mayoría de los miembros de la Junta Suprema eran criollos. El rey aceptó la pérdida y la consideró como un regalo a los mineros, en su mayoría españoles americanos con títulos nobiliarios.

De la Torre señala que "el suyo fue un gobierno mediocre, debido no sólo a su carácter sino también a las circunstancias políticas y al pésimo estado de la economía, que agravaba la situación social". Su actuación quedó para la posteridad en una inscripción que la malicia popular añadió a la que estaba grabada en una obra pública: “Para perpetua memoria construyó el virrey Marquina esta pila”; el vulgo escribió: “en que se orina y aquí acabó su historia”.

En 1802 se firmó la paz con Inglaterra, de lo que se benefició el comercio de ultramar con la península y otras naciones pero Marquina, que tenía que seguir soportando el malestar ocasionado por sus medidas y la desaprobación real a sus disposiciones, renunció al cargo a mediados de 1802. Entregó el bastón de mando a su sucesor José J. Iturrigaray en enero del año siguiente.

De regreso a España, tomó parte en la guerra de la Independencia y murió en Alicante en 1826.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Brasilla » 02 May 2016 16:06

Excmo. Sr. D. José Joaquín Vicente DE ITURRIGAY y AROSTEGUI 56º Virrey de Nueva España


Político español, virrey de Nueva España, nacido en Cádiz (aunque de origen navarro) el 27 de junio de 1742 y fallecido en Madrid en septiembre de 1814.

Era hijo de José Iturrigaray, natural de Pamplona, y de María Manuela de Aróstegui. A los 17 años era cadete de infantería, en 1762 obtuvo el grado de alférez y el de capitán de los Carabineros Reales el 19 de junio de 1777. Participó en las guerras contra Gran Bretaña y Portugal en 1762 y contra Francia en 1793. Por esta época ya era mariscal de campo (había obtenido el grado de brigadier en 1789 y el de mariscal en ese mismo año de 1793). Dos años más tarde fue ascendido a teniente general (1795) y se halló en la campaña de Portugal, en 1801, en calidad de comandante en jefe del ejército de Andalucía. Su amistad con Godoy le permitió iniciarse en la política; fue gobernador de Cádiz durante un tiempo y en 1802 fue nombrado virrey de Nueva España.

Admitida en la corte el día 6 de julio de 1802 la renuncia de Berenguer de Marquina, su protector y amigo don Manuel Godoy logró que se le nombrara, pues, virrey, concediéndosele permiso para salir de España el 20 de agosto de ese mismo año. Embarcó tres meses más tarde en compañía de familiares y servidores, rodeados de gran pompa y buen número de bultos. Al llegar a México, el 4 de enero de 1803, en la Villa de Guadalupe, según la costumbre tradicional, recibió el bastón de mando de manos de su antecesor, e hizo su entrada en la capital al día siguiente.

Una de sus primeras actuaciones fue ocuparse de la visita a Nueva España del sabio barón de Humboldt, cuya amistad frecuentó, lo que facilitó sus excursiones de carácter científico, especialmente a la región de Guanajuato y sus yacimientos mineros. La visita del virrey a esta ciudad constituyó un gran acontecimiento popular.

En los inicios de su gobierno contó con el apoyo tanto de la Real Audiencia como del ayuntamiento de la ciudad de México, dominados por personalidades de tendencias opuestas. Sin embargo, ambas instituciones se manifestaron a favor de la continuidad del virrey en sendos escritos dirigidos al rey. Los gobernadores de indios hicieron lo mismo unos meses más tarde.

Entre las obras más positivas de su gobierno se pueden citar la introducción de la vacuna antivariólica; la construcción del camino a Veracruz; el desagüe del Valle de México, con lo que se logró eliminar las inundaciones de la capital; la inauguración de la estatua ecuestre en honor de Carlos IV esculpida por Manuel Tolsá; y la construcción de la Ciudadela, hermoso edificio destinado a fábrica de tabacos.

Iturrigaray, de espíritu jovial y divertido, aplicó en la ciudad de México el estilo cortesano y festivo habitual en la corte de Madrid, fomentando la celebración de fiestas y espectáculos de todo tipo, corridas de toros, peleas de gallos, así como la celebración de ferias y fiestas con cualquier pretexto.

Continuando la política militar de sus antecesores, insistió en las obras de defensa de las fronteras del norte que invadían los aventureros angloamericanos; fortaleció las defensas de Veracruz y los demás puertos del Golfo, sin desatender el apoyo a La Habana y otros apostaderos; y, entre noviembre y diciembre de 1806, realizó unas espectaculares maniobras militares en los campos de Jalapa, en las cuales demostró su pericia y afición por las artes marciales.

Sin embargo, desde su llegada a Nueva España y por encargo de Godoy, una de sus mayores preocupaciones fue conseguir fondos para las arcas reales, que tenía que cubrir los déficits causados por las guerras de la Corona. Además de las exacciones ordinarias, el 28 de diciembre de 1804 firmó la aplicación en Nueva España de la cédula de consolidación de vales, verdadera desamortización eclesiástica, por la que pasaban a poder real los capitales de las comunidades religiosas de ultramar. La economía, especialmente de españoles y criollos con negocios en la agricultura y el comercio, sufrió un duro golpe. Sin embargo, los envíos de fondos a la corte crecieron de forma espectacular.

En Nueva España, por estos años, creció la división entre españoles y criollos, amparados y sostenidos respectivamente por la Real Audiencia y el ayuntamiento de la capital. Dominaban el primer grupo los oidores y fiscales, cada día más contrariados por el protagonismo y la popularidad del virrey, mientras los corregidores y licenciados, entre los que destacaban Primo Verdad y Juan Francisco Azcárate, apoyados en el Diario de México, que publicaron Jacobo Villaurrutia y Carlos María de Bustamante con el permiso del virrey, fomentaban el desarrollo de una identidad independiente y autónoma. En 1806 se recibieron noticias procedentes del exterior que agravaron la creciente intranquilidad de las gentes.

Finalmente, a mediados de mayo de 1808 llegaron a Nueva España los primeros informes que comunicaban los sucesos de la corte, con la abdicación de Carlos IV, la exaltación al trono de Fernando VII, la caída en desgracia de Manuel Godoy y los primeros decretos de gobierno del nuevo monarca. Ordenados los festejos en honor de Fernando, en medio de esta celebración se conoció el levantamiento del pueblo de Madrid contra los franceses y la renuncia del nuevo rey en Bayona, presionado por Napoleón.

A partir de este momento se aceleraron los acontecimientos. El virrey, cogido entre dos fuerzas, los peninsulares con el apoyo de la Audiencia y los criollos con el respaldo del ayuntamiento, trató de retrasar cualquier decisión, convocando a reuniones y consejos que enfrentaron a los dos bandos. A finales de julio se supo del levantamiento generalizado contra los franceses, motivo de alegría y celebraciones religiosas, aunque, al conocerse la formación de juntas provinciales, en los medios criollos anidó la ilusión de establecer instituciones similares en Nueva España.

Para responder a la inquietud generalizada, el 9 de agosto el virrey convocó a los representantes de las instituciones y personas notables y les pidió consulta, manifestándose con toda claridad el enfrentamiento entre la audiencia y el ayuntamiento. A las palabras del licenciado Primo Verdad, en defensa de la tesis de que tras el secuestro de la soberanía por parte de los franceses había devuelto ésta al pueblo, se opuso el oidor Aguirre preguntando qué significado tenía ese concepto. Se rechazó la petición de obediencia hacia la Junta de Sevilla y se suspendió cualquier acuerdo, confirmando tan sólo la obediencia directa de las provincias a las decisiones del rey Fernando.

A mediados de mes llegaron a Nueva España los comisionados Jáuregui y Jabat con instrucciones de la Junta de Sevilla, que reclamaba el liderazgo de la política nacional, lo que reforzó la posición de los oidores de la Audiencia. Pero, al conocerse que una junta en Asturias había solicitado ayuda directa del gobierno de Londres, se fortalecieron las esperanzas criollas de organizar algo similar en México. Temerosos los peninsulares de que el propio virrey encabezara el movimiento de autonomía de los criollos, el 15 de septiembre, bajo la dirección del hacendado de origen español Gabriel de Yermo, con el apoyo de Jabat y del general Félix María Calleja, se llevó a cabo el “golpe de estado” que derribó al virrey Iturrigaray y que puso en su lugar a otro viejo general: el mariscal de campo Pedro Garibay.

En la Gazeta extraordinaria del 17 de septiembre, el Arzobispo y los oidores de la audiencia publicaron un documento en el que se decía que “por razones de seguridad y conveniencia general”, se había puesto en prisión a don José Iturrigaray. El despliegue militar en la ciudad fue impresionante, y así lo reflejaron las crónicas de la época.

Como consecuencia del cambio de virrey, los criollos Primo Verdad y Juan Francisco Azcárate, fray Melchor de Talamantes, el canónigo José María Beristáin y el abad de Guadalupe, fueron apresados y condenados. Verdad y Talamantes murieron pronto, y los demás permanecieron encerrados o sufrieron deportación.

La Audiencia, por su parte, instruyó un voluminoso proceso que se envió a Cádiz y que sirvió a las autoridades para encarcelar a Iturrigaray a su llegada a la península, el 5 de febrero de 1809. Se tuvieron en cuenta los informes redactados por el comisionado Jabat y, finalmente, sin haber podido madurar una decisión, en febrero de 1810 la Regencia ordenó que podía vivir en libertad junto a su familia en cualquier lugar de la península o Baleares, así como la reposición del sueldo que se merecía de acuerdo con su grado militar y el levantamiento del embargo de sus bienes. Murió en Madrid a primeros de septiembre de 1814.

Entre los escritos y documentos que dejó se cuentan los siguientes: Proclama a los habitantes de México (México, 1808), El Excmo. Sr....vindicado en forma legal de las falsas imputaciones de un cuaderno titulado por ironía: Verdad sabida y buena fe guardada (obrita de L. Cancelada) (Cádiz, 1812), escrito en respuesta a un ataque de López Cancelada, entre otros; y Verdadero origen, carácter, resortes, fines y progresos de la Revolución de Nueva España, y defensa de los europeos residentes en México (México, 1820). Parece ser que en un principio subvencionó la Historia de la revolución de Nueva España, de fray Servando Teresa de Mier, pero cuando vio que ésta defendía abiertamente la independencia, cortó la ayuda. Lafuente Ferrari publicó además dos cartas y un oficio de Iturrigaray a Tomás de Morla (San Juan de Ulúa, 31 de octubre, 11 y 16 de noviembre de 1808).

Saludos :saluting-soldier: :saluting-soldier: :saluting-soldier:
Si ignoras lo que pasó antes de que nacieras, siempre serás un niño.
Marco Tulio Cicerón.


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