Sobre los ataques a Canarias en los siglos XVI-XVII

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Sobre los ataques a Canarias en los siglos XVI-XVII

Mensajepor Antonivs » 06 Ene 2010 18:05

Bueno esta es una pequeña reseña sobre los ataques a Canarias en estos siglos, antes del ataque de Nelson que es muy conocido

1.- Raleigh en las Islas Canarias. Restauración de las fortalezas. Ataque de Francis Drake.


Los meses que precedieron al año de 1595 fueron de una inusitada actividad naval. Por el número de buques corsarios y de las acciones que ellos y contra ellos se realizaban. En efecto las Canarias serán consideradas como punto de abastecimiento de los piratas para sus actividades y por otro lado para cabeza de puente para el nuevo mundo (esto lo abordaremos en el capítulo de técnica naval). De estos ataques destacan dos por su notoria significación: uno el ataque de un navío pirata inglés al puerto de la Luz, y su captura posterior a cargo del capitán Antonio Lorenzo. Viera Y Clavijo añade lo siguiente al respecto:

Un bajel de guerra enemigo, sorprende el puerto de la luz en el mismo año de 1595 y saca otro navío que estaba allí cargado para la América. Sábelo Antonio Lorenzo; toma otra embarcación que había lista; sigue al enemigo; acométele; ríndele valerosamente y quitándole la presa, la vuelve al puerto con merecido aplauso.

Respecto a otras incursiones estas no tuvieron tanta suerte para los canarios. Nos referimos en primer lugar a Walter Raleigh el que sería luego socio de aventuras de Sir Francis Drake obtenido este título por su servicio y circunvalar el globo con su navío. Este Raleigh tiene varias facetas: Explorador, soldado, pirata, cortesano, parlamentario, poeta, historiador e incluso químico. Este hombre en parte resume el espíritu inquieto de su época y de escepticismo científico. La vida de este hombre es bastante interesante típica de hombres activos.

Nace en Devonshire, luego tras su infancia ingresa en Oxford para iniciar su carrera de letras pero la abandona para ingresar en las armas. De una vida mas inquieta estaba claro que nuestro hombre tenía vocación aventurera a pesar de que por aquel entonces ya existían armas literarias. En 1569 lo vemos al lado de los hugonotes franceses luchando en las guerras de religión y más tarde con su hermano en empresas piráticas pero con resultados poco esperanzadores. Raleigh entonces cambia de ambiente para irse a la corte y obtener de la reina el ansiado favor real que le abriría nuevos horizontes. En efecto en 1582 le dan primeros cargos y en el 87 cristalizan en capitán de la guardia. Mientras no había estado ocioso en el 83 sufraga una expedición a Terranova en la que murió su hermano, otra expedición en 1584 y una más en 1585 una expedición colonizadora. Pero la fortuna no es eterna y hacia 1586 su suerte comienza a declinar y vencido su temperamento frente a una mujer la corteja y termina en la prisión de Londres.

En 1594 se prepara para una expedición importante a la Guayana. Todo esto venía dado por las fantásticas noticias que del Dorado hacían los españoles y sobre esto Antonio Berrio por las márgenes del Orinoco. Olvidaronse las desventuras de Orellana y se hizo una nueva pléyade de aventureros. Raleigh que se encontraba en una situación económica desfavorable decidió embarcarse en esta aventura acuciado por los resultados. Debido a una acción pirática se apodera de unos derroteros de la costa y unos planos de navegación de una flota de la Guayana. Se envió una expedición de reconocimiento al lugar para inspeccionar la desembocadura y volvió en los últimos días del año de 1594. La flota de cinco navíos zarpó hacia Canarias. Era el seis de febrero de 1595 al zarpar dos navíos quedaron rezagados. (Esto era bastante frecuente por el tonelaje diferente y sus cualidades marineras). Los esperó durante seis días y a continuación se dedicó a un saqueo. Para empezar se dirigió a Tenerife y tras vagar sin rumbo atacó un puerto. Luego fijó rumbo hacia Fuerteventura por considerarla desprotegida y desembarco en un lugar desconocido donde hizo aguada, robó ganado para sus víveres y luego finalmente apresó un navío flamenco de vino que venía muy bien para los hombres y otro español que contenía armas para las milicias con todo esto se dio por contento y cansado de esperar a los navíos desapareció de las islas hacia finales de febrero de 1595. La expedición de la Guayana no supuso lo que el había soñado pues el dorado que parecía tan material era a la vez inalcanzable por existir solo en la mente de los hombres. Raleigh no obstante para compensar los gastos incendió varias poblaciones y ciudades y hacia el agosto de 1595 ya estaba de regreso en Inglaterra.

Mientras esto sucedía, en Gran Canaria el 3 de abril de 1595 don Alonso de Alvarado Tomaba posesión de su cargo. Soldado y gobernador este hombre conocía la debilidad de las defensas de la isla y se apresuró a realizar una visita e inspección de las fortalezas de la isla, le acompañaba además Próspero Casola ingeniero que sería testigo además del posterior ataque de Francis Drake. Sobre la visita se vio que las fortalezas estaban deterioradas y pendientes de varias reparaciones y a Casola se le encargó la reparación de las mismas. La fortaleza de las isletas tenía un parapeto que estaba arruinado y hubo que además reparar la plaza y enclavar cañones y reparar los que estaban en mal estado. La plaza del castillo de Santa Ana estaba arruinada por las grietas por las cuales penetraba el agua del mar y además inundaba la plaza de armas. Se hizo la reparación con gran celeridad y en la torre de San Pedro se puso un parapeto en su fortaleza con gran celeridad. Todas las reparaciones cayeron sobre la responsabilidad del ingeniero militar Próspero Casola y sobre el maestro de obras Andrés Luzero. Luego Alonso Alvarado hacía paras revista a las tropas de la isla que constaba de cuatro compañías de la ciudad, las compañías de la Vega, Teror, Arucas, Guía y Galdar y luego las cuatro compañías de Telde y Agüimes. Este desfile militar y revisión de tropas se llevó a cabo en la más estricta marcialidad y demostraban que la isla se encontraba en alerta frente a las incursiones piráticas de los moros e ingleses.

Un típico aviso de este estado lo constituyó el de Alonso Pérez de Guzmán el Bueno y Sotomayor, VII duque de Medina Sidonia que había estado al mando de la tristemente célebre invencible. El aviso decía que varias galeotas salían de Salé para atacar las islas. Dado la popularidad del pirata morisco se aprestaron rápidamente una serie de medidas para evitar lo que dos años antes había pasado en Fuerteventura. El dispositivo de seguridad se reforzó con una serie de vigías y atalayas y guardias nocturnas y un reforzamiento que Alvarado consideró necesario de la guarnición de los castillos. Aparte se ordenó abastecer las dotaciones con bizcocho, pan, agua, las municiones, pólvora y la cuerda, (ya hablaremos de esto en el capítulo de técnica naval). Coincidiendo con estos aprestos hizo aparición la escuadra de la flota de indias que iba a Las Palmas y que quedaron todos tranquilos al ver la inmensidad y potencia. Próspero Casola fue además enviado a Fuerteventura para establecer una relación de lo que había que hacer con respecto a las fortificaciones. Sin embargo como sucedía muchas veces los servicios de espionaje estaban eq1uivocados y el temible pirata no tenía claro el ataque. No obstante esta situación acrecentó la ansiedad de los isleños ante un posible ataque. No fueron de todas formas fallidos los sistemas de fortificación ya que se las tendrían que ver con dos enemigos de gran talla: Drake y Hawkins.


2.- Los preparativos de la Expedición


La expedición que Hawkins y Drake preparaban para América sería la última y canarias por su elevada posición estratégica era la cabeza de puente pues por razones de avituallamiento los víveres de Inglaterra no soportaban el viaje. Canarias era el puerto de aprovisionamiento. Hawkins desde 1572 comenzó a tener un modo de vida diferente respecto a sus hazañas y ahora dirigía su vida hacia un aspecto más burocrático de la armada. En 1573 es ascendido a tesorero y su vida da un giro. Desde su puesto comenzó una serie de reformas para comenzar una nueva flota en cuanto a prestaciones, velocidad y sobre todo el alcance de tiro. No solo eso además redujo los gastos superfluos y dio severas órdenes sobre el modo de estar de la marinería y su comportamiento. Todo ello se plasmó en un ambicioso programa de construcción naval, de reformas en los estatutos de la marina y de disciplina.

Esto chocó con sus homólogos pues estaba decidido a hacer de la armada un arma poderosa. La futura Royal Navy estaba servida. En 1585 abandona su despacho para tomar cargo de almirante y conjurar el peligro que desde España le amenazaba, era la llamada invencible al mando del duque de Medina Sidonia, tras un combate en el que la armada se disperso y afrontó la llegada a España por el mar del norte bajando por el canal de la mancha el poco conocimiento, la mala situación de los navíos y el mar la convirtieron en un desastre ante el cual Felipe II dijo la ya famosa frase «Yo mandé la armada a luchar contra los hombres no contra los elementos». Tras esto Hawkins fue nombrado caballero y se mantuvo al frente. En 1590 vuelve a abandonar su puesto y se pone al mando de otra escuadra para combatir a los españoles y asolar las costas peninsulares.

Entre otras acciones destaca el intento de adueñarse de la flota de la plata pero los galeones avisados no zarparon. Se tuvo que volver a casa con las manos vacías. El otro suceso fue la captura de su hijo a manos de los españoles. Este se imaginaba las más horrendas torturas sobre su hijo pero lo cierto es que vivía a cuerpo de rey mantenido por el gobernador y agasajado por el virrey y en su propia casa. Hawkins pensando que estaba en una prisión decidió hacerse a la mar para rescatar a su hijo de las “torturas” a las que estaba siendo sometido. La iniciativa de la Expedición corrió a cargo de Drake a título personal. La excusa para la reina fue un principio religioso contra el catolicismo de España representante máximo del mismo que daba un odio muy intenso. A pesar de que Drake había tenido varias desdichas sobre los viajes anteriores la reina le otorgó la confianza pero con la condición de que Hawkins estuviera en la misma. El pueblo rápidamente al tener constancia de la expedición se volcó en toda la ayuda que la reina Isabel les pidió. Pudo disponer de un fuerte contingente de buques del cual dos de ellos eran de nueva construcción. La flota en total tenía 27 buques. La expedición tenía además dos misiones una marítima y otra terrestre. Su objetivo último era la conquista de Panamá con lo cual si se considera el transito por las canarias este no era un motivo de preocupación para los dos hombres pues la escuadra dispondría además de una poderosa infantería al mando de Sir Thomas Baskerville. El 25 de enero 1595 se avisaba de una leva general para las tripulaciones y compañías y se apuntó tanta gente que incluso hubo que rechazar a muchos de los apuntados. No obstante el apresto de los mismos fue bastante lento. Esto favoreció que la flota de nueva España arribara sin ningún problema a Sanlúcar de Barrameda.

Por otro lado unas operaciones de esta magnitud no podían pasar de lado para los espías que España tenía apostados en sus ambientes diplomáticos. En efecto en febrero de 1595 el Gobernador de Blavet comunicaba urgentemente que se estaban realizando preparativos en Plymouth para un ataque inminente y que estaba además al cargo de Francis Drake.

Estos avisos se repetirían en más ocasiones en tanto que la concentración y actividad naval estuvo vigilada por Don Diego Brochero al cargo de sus galeras. En efecto era como si de un tablero de ajedrez se tratara y ambas potencias se dispusieran a mover fichas. Cuando los preparativos tocaban ya a su fin se conoció los planes de España en cuanto a contramedidas y la reina aprestó a sus almirantes para evitar sorpresas. No obstante las más variadas noticias recogían los espías sobre una escuadra presta a desembarcar en Inglaterra y otra escuadra se iba a América a defender las costas. No obstante nada de esto era verdad y lo cierto es que salvo un ataque de 4 galeras a las costas inglesas no hubo más. Por otro lado por las noticias de los prisioneros españoles se dio a conocer la noticia de que la escuadra del Capitán General Pardo Orosio había sido sorprendida por una tormenta que la había relegado al puerto de San Juan de Puerto Rico y había desembarcado 2 millones y medio de pesos. A pesar de esto la escuadra no estaba lista para zarpar pues el avituallamiento era lento.

Por fin al cabo de un mes la escuadra zarpaba el 7 de septiembre de 1595 con 27 buques en total y 2500 hombres. Respecto al gobierno de la escuadra recaía sobre ambos almirantes y que el cuartel general estaba alternativamente entre los dos navíos almirantes. No obstante dada la diferencia de edad y de temperamento la oficialidad miraba ansiosa los encuentros de ambos almirantes de ideas tan distintas cuyos conflictos no tardarían en tener lugar. Estas ocasiones comenzarían cuando después de zarpar y los navíos se hallaban a 70 leguas se discutía la ruta de la escuadra. Drake tomo la oportunidad de decir que había tomado a más hombres de lo necesario lo que disminuía la cantidad de víveres. Con este motivo se pidió ayuda pero dado que los víveres para la expedición estaban racionados en los barcos la facción de Drake comenzó a tener problemas de abastecimiento. Es aquí donde las islas del archipiélago de pura casualidad de estos 300 hombres destacados se verían inmersas en un ataque pirático. En efecto Drake propuso dos semanas mas tarde debido a la escasez de víveres que la escuadra se desviase de su ruta inicial sin escalas a las islas madera o bien las canarias. La provisión se realizaría mediante un desembarco armado para aguantar hasta cargar los navíos. El que se puso de su lado fue Baskerville que no opuso resistencia pues conocía la capacidad de su tropa. Esto tenía una doble intención que era obtener un botín y levantar la moral de los hombres. Hawkins hombre previsor no deseaba alterar el rumbo pues pensaba que la expedición corría peligro pero el problema de los abastecimientos eran acuciantes pues los hombres de mas consumían los víveres con gran celeridad y por otro lado la aparición de los buques podría poner sobre aviso a las colonias y peligrar el factor sorpresa. Uno y otro abogaban por sus decisiones y mientras los buques seguían su itinerario marcado. Thomas Baskerville actuó de conciliador sobre los dos hombres y se dispuso una reunión conciliadora. La suerte estaba echada y Las Palmas sería el escenario bélico.


3.- La escuadra en Las Palmas. Orden de Zafarrancho


Thomas Baskerville como dijimos había sido el artífice de la reconciliación tras una pequeña ruptura de ambos almirantes. 24 horas más tarde mientras cenaban se decidió el ataque a las canarias. Drake propuso entonces el ataque a Gran Canaria mientras los ánimos subían y Baskerville decía sobre la posibilidad de apoderarse de la ciudad inclusive. Esto se calculó aproximadamente en 4 horas la conquista de las Palmas. La escuadra mientras navegaba por las aguas no solo lo hacia las islas canarias sino también hacia la historia. Tras varias modificaciones de la derrota los buques divisaban las islas desde las amuradas de proa, contorneaban Lanzarote y Fuerteventura por el canal de la Bocaina y daba finalmente frente a la enhiesta y oscura forma de Gran Canaria cuyas pétreas formas se recortaban contra la bóveda celeste con las primeras luces del día 6 de octubre de 1595.

¿Qué pasaba en la isla? En realidad en la isla no se habían recibido avisos sobre la escuadra combinada pues se pensaba que esta llegaba sin escalas a las colonias como se suponía. De forma general se había dispuesto su defensa y no contra esta en particular sino contra los ataques en general. De hecho la ciudad estaba entregada al sueño pues la estación del estío terminaba y la llegada del invierno estaba bien recibida por la poca frecuencia de ataques en esos meses y todo era sosiego en la entonces ciudad más importante del archipiélago canario. La mañana al parecer estaba brumosa y un fino aguacero mojaba la tierra. Los primeros jornaleros que iban a los campos contemplaron una hoguera coronada por un penacho de humo que ascendía de del monte de la Atalaya.

Era señal convenida para una escuadra de más de cinco velas. Se comenzó a desconfiar de la presencia de la escuadra al no haberse recibido noticias de que hubiera en ruta alguna flota regular. La fortaleza principal de las isletas haciéndose cargo del mensaje disparó un fuerte cañonazo que vino a despertar a la ciudad y cuyo eco se dejo sentir por los pueblos cercanos. Todas las personas inmediatas a la defensa se pusieron en movimiento. El primero fue Antonio Lorenzo que avisó a Alvarado de la gravedad de la situación y el cual ya estaba preparándose. Mientras el sargento mayor y el cabo de escuadra se presentaban en casa de Alvarado y se dio orden de reunirse con el resto de las tropas en la plaza mayor de Santa Ana.

Alvarado una vez que estuvo ensillada su montura partió hacia las isletas en cuyo extremo oriental llamado el Golfete comenzaban a aparecer los primeros navíos. Se topó con un emisario llamado Francisco Hernández que le traía noticias de que se había visto una formación de 17 o 18 navíos. Alvarado le dijo que continuase hacia la ciudad y una vez allí le dijese al Teniente Antonio Pamochamoso tocase campana y que se reuniesen en los arenales de Santa Catalina en espera de orden portando la artillería. Al poco rato llegaba a la fortaleza de las Isletas y que habían sido enviados dos marineros para comprobar la formación. Los dos marineros dijeron que habían visto una formación de 28 navíos y galeones de gran porte y las lanchas auxiliares y que se confirmaba eran enemigos por el intento de atrapar una lancha de pesca que se dirigía a puerto. Si bien se confirmaba que era una escuadra enemiga se desconocía su nacionalidad pero era la opinión general de que era inglesa como más tarde se comprobó.

Teniendo Alvarado temor de que la fortaleza cayera a manos enemigas mandó cerrar la fortaleza ordenando que solo se abrirían las puertas para el material de guerra pedido junto con la guarnición pertinente. Respecto a la escuadra ajena a los preparativos de tierra había entrado ya en el Golfete y todas ellas alineadas en formación de combate paralelas a la costa y en sitio donde la artillería de la fortaleza no la podía alcanzar. Se notaba gran actividad dentro de las naves pero nada de desembarco si bien parecía que Drake podría intentar el desembarco por el Golfete. Alvarado conocedor de los hábitos de lucha de los canarios y de su propia gente había resuelto el combate fuera de la ciudad impidiendo el arribo de la marina del enemigo. Respecto a los canarios estos no luchaban en escuadrones sino en tropa acometiendo al enemigo cuando quiere saltar y no estando disciplinada por no ser gente de guerra. Por el otro lado Alvarado conocedor de sus fuerzas sabía que poco podría hacer frente al grueso de la escuadra formado y dispuesto para el combate. Como de momento urgía la defensa del Golfete fue enviado un destacamento de 60 o 70 soldados para que remitiesen informes sobre los movimientos e intenciones de la escuadra.

Entre las diez una carabela pequeña y una lancha en la que iba Francis Drake comenzaron a reconocer el puerto y la caleta de Santa Catalina y desde la lancha se comenzó a sondear el puerto con objeto de un desembarco delimitando un canal con boyas. Luego la lancha se fue hacia la escuadra en tanto que la carabela seguía su reconocimiento hasta la Caleta de San Pedro.

Todo esto fue visto desde tierra y rápidamente se envió una barca para que quitase las boyas para evitar el desembarco. Si bien para cuando quisieron hacerlo los ingleses que no habían permanecido ociosos comenzaron ya a amenazar la bahía. Todas estas maniobras fueron aprovechadas para aumentar el grueso de los castillos de acuerdo con las instrucciones de Alvarado. En las isletas llegaba el contingente esperado con 18 hombres del presidio y cuerda para los cañones así como tres quintales de pólvora. El castillo de Santa Ana vio reforzada su guarnición con otros soldados del presidio.

En la ciudad cuando hacía su entrada Francisco Hernández había gran actividad y los soldados marchaban por las calles con las compañías y los arcabuces. Los bueyes arrastraban las pesadas piezas de campaña que eran de bronce y todas las compañías desembocaban en la plaza principal de acuerdo con las órdenes de Alvarado. Luego el teniente Pamochamoso y el sargento mayor fueron a la audiencia para dar cuenta al regente y con la orden de que se tocasen las campanas de las iglesias y las compañías marcharan fuera de la muralla hacia el arenal con el objeto de impedir el desembarco de las tropas enemigas. El regente aprobó todo lo dicho y las campanas tañeron por última vez para llamar a sus moradores a defender la ciudad. La desbandada de la ciudad fue evidente sobre todo en las mujeres y los niños que procedieron a evacuar la misma sin orden ni concierto. Pamochamoso dio un bando al cual se exhortaba a permanecer en la ciudad so pena de vida. No contento Pamochamoso con esto intentó sosegar los ánimos de las mujeres diciéndoles que no abandonasen sus casas y les dio palabras de consuelo. Finalmente repartidas ya entre las compañías la cuerda y munición necesaria para todo el ataque y formaron escuadrón para ser prestos en combate. La única escuadra que quedó en la caleta de Santa Ana era la que comandaba Juan Martel Peraza de Ayala que recibió el encargo de proteger la caleta con sus hombres llamada la compañía de infantería de la gente del mar. El propio obispo además se personó hasta que Alvarado poco antes del ataque lo envió a la ciudad.
hasta aquí la primera parte

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Re: Sobre los ataques a Canarias en los siglos XVI-XVII

Mensajepor coto129 » 07 Ene 2010 00:34

me acabo de transportar en el tiempo... :apla:

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Re: Sobre los ataques a Canarias en los siglos XVI-XVII

Mensajepor Antonivs » 07 Ene 2010 00:45

segunda parte, que habla del ataque de Francis Drake y la defensa de la isla

4.- ¡Zafarrancho de combate!


En este momento comenzaron a tener noticias de que los navíos comenzaban a tener cierta actividad en el Golfete. En este momento se tomó una decisión bastante desconcertante en la cual en caso de desembarco de los ingleses las tropas procederían a replegarse en la muralla de la ciudad para hacerles frente. Convencidos de la inviolabilidad de la muralla el regente Antonio Arias al cual Alvarado conocía bastante bien en su faceta incompetente se decidió a replegar en caso de desembarco a las tropas hacia la muralla aconsejado probablemente por los oidores de la audiencia los cuales todos ellos se habían reunido con gran sigilo en una de las salas y que después de varias disertaciones hubo quórum y decidieron que las tropas apostadas en la muralla recibieron orden del secretario Hernando Rosas de impedir que las susodichas tropas se apartaran de la muralla incluyendo las piezas de artillería.

En este momento Alvarado recibía noticias de que las tropas avanzaban hacia el arenal pero aún no habían desembarcado. Pamochamoso entonces preguntó a Alvarado los planes pero este contesto que se replegarían hacia la muralla. Otra vez llegaron noticias del Golfete sobre los pormenores de la situación y dieron que el enemigo estaba embarcando en las lanchas de desembarco a la infantería. Alvarado entonces decidió que Pamochamoso se quedase al cargo de la ciudad mientras Al capitán Peraza de Ayala que se incorporara con el grueso de las tropas a la defensa de la ciudad ya que antes habían sido emplazados el y su compañía en la caleta de Santa Ana y al resto de sus capitanes que se subieran a lo alto del cerro de San Francisco para que vieran los ingleses que estaba bien defendido. Para defender la caleta escogió finalmente al capitán Baltasar de Armas por la confianza que tenía en el y por el gran adiestramiento de sus tropas tanto en el manejo de la artillería como en el de las tácticas de defensa. Este se dirigió entonces a la caleta de Santa Catalina con lo mejor de su destacamento listo para defenderla. Entonces cuando habían andado un buen trecho les apareció el secretario de la audiencia con las órdenes de que no prosiguieran y les requisó las piezas de artillería que poseían diciendo que el regente le había dado ordenes tajantes que se debían cumplir. Enterado de este episodio Alvarado, se personó con Próspero Casola para terciar la situación y tras hablar con el secretario le devolvieron los cañones al capitán y dio orden tajante de proseguir en ruta hacia su destino.

El capitán de Armas ordenó entonces que sus tropas cargasen los arcabuces y mosquetes y comenzaron a atrincherarse para protegerse de la carga de los asaltantes. Las armas de campaña llegaron cuando ya el enemigo estaba a tiro de mosquete. En aquel momento las naves que habían echado el ancla frente al roque limpiaban las ánimas de los cañones con fuertes detonaciones para luego limpiar las impurezas y dejar el ánima limpia para el combate mediante los escobones que retiraban los desechos de la pólvora adheridos al interior del cañón. En aquel momento 15 naves de las más ligeras comenzaban a moverse adornados con vistosos gallardetes que daban cobijo a 25 lanchas de desembarco con 1400 arcabuceros al mando de Thomas Baskerville. El resto de los hombres de la compañía esperaban ser desembarcados de los navíos cuando la zona fuera segura. Los navíos viraron hacia el puerto y Alvarado entonces dio orden de dirigirse a la playa para proteger el puerto.

La gente del cerro corría ya para proteger la posición abandonando la anterior sin orden ni concierto y con las piezas de artillería tirada por los bueyes que eran picados constantemente para aligerar el paso. Según se cuenta los bueyes cogieron tal velocidad que parecían caballos y llegaron al lugar con gran asombro de los que allí estaban. Los oidores y regentes se personaron en la playa para entorpecer la defensa de acuerdo con el plan suyo estipulado de dejar desembarcar a los ingleses y replegarse a la muralla pero los canarios bastante tercos se mostraban reacios a abandonar las posiciones y estos se quedaron atrincherados aguardando al enemigo y a defender la tierra y morir por ella si era necesario. En ese preciso momento de los Roques se oyó una fuerte detonación y una nube blanca se elevó de la escuadra: había comenzado el ataque eran las 12 de la mañana. Los navíos entonces abrieron fuego en andanadas sobre la gente de la playa para dispersarla pero sin causarles daño.

Los canarios se animaron y las piezas de artillería del capitán Armas respondieron al fuego enemigo. Alvarado entonces a pecho descubierto y con la espada en alto animaba a sus compañeros llamándolos a la lucha. Animados por el arrojo de Alvarado y su capitán Baltasar de Armas comenzaron entonces a disparar los mosquetes y arcabuces para impedir el desembarco. Mientras esto pasaba la fortaleza principal entró en juego con sus nueve bocas que constaban en dos culebrinas, dos culebrinas bastardas, un medio sacre y cuatro cañones de batir. Sin embargo la impasibilidad de su capitán le quitó el honor de hundir algún galeón en la rada. Pues quiso reservar los tiros para mas graves ocasiones. Las lanchas que se acercaban a la playa en intención de desembarco disparaban su munición pero eran repelidas por la acción de los arcabuceros y los cañones por lo cual tuvieron que regresar a los barcos para dejar los heridos y buscar refuerzos. Los buques daban un cañoneo fuerte pero ni por esas los defensores se movían de las trincheras. Por tres veces intentaron el desembarco y por tres veces fueron rechazados. El cronista Cabrera de Córdoba asegura “que pelearon los isleños con tal coraje que muchos entraron en el mar hasta llegarles el agua a los pechos para herir a sus enemigos”.

La acción de la artillería fue bastante eficaz dirigida bajo la acción del cabo Negrete disparando primero bala rasa a los navíos y luego saquillos de bala de mosquete al aproximarse las lanchas a tierra. Dando tanta mortandad que inutilizó los planes de Drake. Los navíos se acercaron entonces a la costa con tal proximidad que uno de ellos encalló y tuvo gran dificultad en ponerse a flote. La fortaleza de las Isletas vuelve a entrar en acción dando sobre uno de los tres navíos que iban en cabeza un cañonazo que destroza la aguja del timón y mata a cinco hombres causa de la metralla. Se repiten los disparos animando a los canarios y sembrando la alarma en la flota enemiga. Pero volvió a quedar en extraño silencio pues Cairasco de Figueroa obsesionado por un largo asedio hacia economizar la pólvora como si fuera oro y por mas el devanamiento de seso de sus artilleros el hombre no daba su brazo a torcer y no quería sembrar la rada de plomo que habría supuesto una hecatombe sobre los navíos ingleses. Se dice que cargaba todas las piezas una vez descargadas sin que ninguna estuviera vacía y tenía un barril de reserva en la fortaleza, las piezas salieron nuevas del combate y con gran reserva de pólvora.

En esto el alcaide economizaba tanto la pólvora que se perdió la ocasión de echar a pique gran numero de barcos cuando estos pasaron por junto la fortaleza. La conducta de Cairasco tendría más tarde una seria censura por todos los ámbitos de la isla. Mientras el castillo principal acallaba sus cañones para desesperación de sus artilleros los defensores de la playa solo contaban con la artillería principal pues los otros dos castillos estaban bastante alejados. La artillería de largo alcance de Negrete hacía mella en el enemigo y en vano Thomas Baskerville y su subordinado intentaban convencer a los marineros que bogaran hacia la playa, pero cuando las lanchas estaban cerca los canarios disparaban una cortina de balas y quedaban cubiertas de heridos y muertos. En esto Drake que veía todo esto desde la cámara de popa de su navío blasfemaba y juraba que tenía que entrar a saco en la ciudad costara lo que costara mientras Hawkins hacía la vista gorda de la actitud de Drake. Ignorando los ingleses que la fortaleza Principal no entraba en acción pero que ellos tenían en cuenta y dada la cortina de fuego de la playa, los ingleses replegaron las lanchas en los barcos derivando hacia el sur. La artillería de Alvarado entró en acción mas de 30 tiros dio sobre los navíos y un saquillo de 30 balas dio en una lancha matando a su capitán y a cuatro soldados. Los cañones siguieron bramando mientras los ingleses intentaban encontrar una brecha en la defensa. La nave que había sido tocada recibió tres tiros y uno de ellos dio en la línea con gran peligro de zozobra. Los ingleses taponaron el boquete y achicaron el agua y con la creciente marea pudieron poner a salvo a duras penas a la nave. Así terminaba la primera fase.

En la ciudad comenzaron a tomarse medidas para proteger la ciudad mientras el licenciado Pamochamoso por su acción les daba vino, refrescos y municiones. El obispo y la clerecía acudieron también para ayudar a los heridos y detener a los que huían si bien esto no fue necesario pues estaban todos animados. En la caleta de Santa Ana se levantaron trincheras de tierra y estiércol protegidas con los barcos que allí había. Cuando la armada enemiga se dirigió hacia la caleta la fortaleza de Santa Ana que había estado al mando de Cairasco se dio al mando de Alonso Vanegas disparó todo lo economizado por Cairasco y sembró el pánico entre los navíos ingleses disparando mas de 30 piezas sobre los barcos en un nutrido fuego. Cuatro naves quedaron muy maltratadas, mientras que los ingleses apenas si daban sobre la ciudad. Las milicias se habían parapetado en la caleta de Triana pero sin abrir fuego pues las lanchas no quisieron desembarcar por segunda vez. Tras hora y media de combate a las dos de la tarde los 14 navíos que habían cañoneado la ciudad derivaron hacia la flota del Golfete. Luego se dispusieron en formación frente a la caleta posición que mantuvieron toda la tarde hasta que al fin derivaron todos los navíos majestuosamente hacia el sur.

Esta actitud fue tomada tras una reunión de emergencia en la cámara de derrota del Garland al que asistieron los dos almirantes y sus consejeros. Thomas Baskerville que antes de toda la trifulca había dado por optimista la conquista de la ciudad en cuatro horas ya no lo veía nada claro a tenor de los resultados y hablaba de cuatro jornadas. Pues la resistencia de los canarios y la gran defensa de la misma hacía imposible ganarla fácilmente. Hawkins que nunca estuvo a favor del ataque aconsejó a Drake que se hiciera a la mar para reponer aguada en algún punto desértico del sur de la isla para enfrentarse a las duras condiciones de la travesía del atlántico. Drake no tuvo más remedio que rendirse a las evidencias y daba finalmente orden de largar velas e izar anclas. Había acabado el ataque.


5.- Fin de la presencia de Drake en el Archipiélago


La batalla había concluido el seis de octubre de 1595. El júbilo y alegría de los canarios al ver que la maltrecha escuadra de Drake se iba fue inmenso y eso aún sin saber con quien se habían batido. Alvarado conocedor de la falta de hambre y el cansancio de las tropas ordenó al canónigo Doctor Juan de San Juan que se trajesen víveres, agua y bastimentos para los destacamentos. Pero al llegar el hombre a la ciudad aparecía desierta pues la audiencia había ordenado la evacuación de la ciudad y no quedaba víveres ni ropa para la tropa. Alvarado ordenó abrir el pósito para alimentar con bizcocho a la tropa y con el vino regalado por el obispo y los alimentos que el teniente pudo reunir. Así se paso esta noche en la más completa camadería: la compañía de santa Ana, las compañías de Telde y Agüimes, la audiencia y el regente estando además el Teniente Pamochamoso.

En las primeras horas del amanecer el 7 de octubre la playa trajo gran cantidad de desechos y tablas de madera que hacían atestiguar el daño a la escuadra. Visto además que el enemigo ya se había ido y desaparecido por completo. Alvarado entró en la ciudad triunfal al frente de sus tropas. Allí se enteró de que unos campesinos habían visto por la noche unos faroles encendidos (los fanales de popa) de la escuadra que derivaba posiblemente hacia la bahía de Gando. Alvarado dio orden de que las cuatro compañías de Telde y Agüimes se dirigieran a toda maquina con un capitán de caballos y 16 jinetes siguiendo la evolución por la costa para ver cuales eran los propósitos de la escuadra para impedir un eventual desembarco de la misma.

El domingo 8 de octubre Drake fondeaba frente a la bahía de Arguineguín a 15 leguas más o menos de la ciudad. Para Drake era imperioso hacer aguada para enfrentarse a la travesía del atlántico. Plantó una carpa y se dedico a descansar mientras 500 hombres estaban alerta. Los seis soldados de la compañía que se habían adelantado para observar los movimientos de la escuadra se les unieron pastores y campesinos que andaban escondidos valiéndose de las irregularidades del terreno esperando y al acecho. Cuando el capitán de marina Grimston se adelantó en una lancha poco mas arriba del asentamiento de Drake con diez soldados se abalanzaron sobre ellos los canarios, mataron a nueve de ellos y se quedaron con dos prisioneros. Tras la muerte del capitán amigo de Drake la audiencia tomó declaración de ellos y se tuvo información de que la escuadra inglesa había zarpado de Inglaterra hacía 30 días al mando de Hawkins y Drake, que habían ido a las canarias a saquear la isla de Gran Canaria y a apoderarse de ella, así como que habían 3000 hombres prestos para el ataque, que habían 49 bajas contando los de Arguineguín y que cinco navíos estaban dañados y quedando uno de ellos inservible. Y que el propósito era atacar los puertos antillanos. Cuando Alvarado tuvo noticias de esto mandó a la Palma y a Tenerife las noticias para que zarpase presto un barco para alertar a las islas y así la Palma primero y luego Tenerife zarparon sendos barcos de aviso para poner alerta a los puertos. A Hawkins se le cumplieron sus temores sobre el ataque pues los veloces navíos aventajaban a la escuadra de Drake. La historia le dio la razón pues los avisos con gran celeridad llegaban antes que la escuadra dando relación de lo sucedido y poniendo sobre aviso a la flota del caribe. Drake ordeno zarpar sin más demora desapareció finalmente del archipiélago.

la cuarta parte será el ataque de Van Der Does, que estaba mucho mejor planificado que el de francis Drake

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Re: Sobre los ataques a Canarias en los siglos XVI-XVII

Mensajepor Antonivs » 07 Ene 2010 12:49

A pesar de que los ingleses no desistirán de sus ataques a las islas, los holandeses también intentarán anexionar alguna de ellas para sus estados, sobre todo con la prohibición de comercio de este estado con los puertos españoles, ya fuere en ultramar ya en el territorio peninsular.

6.- El ataque de Pieter van der Does a las Palmas de Gran Canaria.
Los preparativos.


Las Islas Canarias se habían librado del ataque de Drake en 1595. El famoso corsario que mantenía en jaque a la armada española no pudo desembarcar en la ciudad. No obstante aun cuando fue celebrada por sus habitantes la victoria desconocían que se la tendrían que ver con la peor escuadra que jamás había cruzado los mares y que haría acto de presencia en aguas donde tres años antes estaba Drake. Las Provincias Unidas de los Estados de Holanda y Zelanda comenzaron a tener problemas sobre el comercio con España tras la prohibición de 1599 de comercio de estas con las colonias y puertos españoles. Esto sucedía el 9 de febrero de 1599. Se había producido además la muerte de Felipe II y el nuevo Austria firmó el acuerdo con los archiduques Alberto e Isabel Clara Eugenia por el cual daban un golpe de gracia al comercio holandés por la prohibición comentada y la península quedó cerrada al tráfico holandés y produciendo un paro naval sin precedentes. Para Holanda la única solución residía en comerciar con navíos de otras nacionalidades tales como los de Francia, Dinamarca y Escocia con los que mantenía gran amistad en estas fechas. Los estados de estas provincias entonces hicieron idéntica respuesta a la de España pero con evidente pérdida para ellos y tuvieron un colapso marítimo en el tráfico y en el número de marineros en paro. Se exigía una respuesta contundente por parte de estos estados y se pensó en la piratería aislada como fin de castigar esta acción.

Las acciones no solo iban para la metrópolis sino además para las islas y colonias que entonces España tenía en el gobierno de ultramar. Pero para ello se necesitaba una poderosa escuadra con este propósito. La parte administrativa y de organización corrió a cargo de Johan van Oldenbarnevelt y fue Holanda la encargada de sufragar su mayor parte pues Zelanda estaba en crisis debido al cierre de los mercados del sur. Respecto a la situación de la escuadra en realidad la marina de guerra era escasa pues tenía en servicio 18 navíos en misión de patrulla y 38 en reserva. La flota mercante no obstante era la más grande y poseían en total 2700 navíos de diverso porte. Las cartas que van der Does y Jan Gerbrants relatan a Johan que estaban reforzando el casco de algunos navíos pues se esperaba realizar una gran travesía contra las indias occidentales y otra a canarias que era lugar de tránsito obligado en su derrota hacia América.

Los navíos de la expedición eran los más modernos de su época y artillados poderosamente. Pieter van der Does pertenecía a una familia noble, era natural de Leiden tenía el título de Jonkheer y dos posesiones territoriales la de señor de Does y de Noordwyck. Había prestado antes algunos servicios a la provincia Holandesa al iniciar los Orange la guerra contra Felipe II. Van der Does participó en diversos ataques a plazas armadas y el apresamiento del galeón San Mateo cuyo estandarte dejó en la iglesia de Leiden.

El almirante se presentó el 25 de marzo de 1599 ante los estados generales para discutir las líneas de actuación y planes del viaje. Los documentos arrojaban que la escuadra zarparía de Flesinga atacarían La Coruña, Río de Lisboa, Cádiz y luego las islas de la metrópoli. Se daban instrucciones de que había que soliviantar las ciudades y ponerlas en contra de la metrópoli por medio de mercedes y gracias. El 21 de mayo de 1599 van der Does se despedía de Mauricio de Orange que estaba en Bommel para dirigirse a Flesinga (Zelanda) para reunirse con los navíos prestos a zarpar. Los navíos habían comenzado a concentrarse entre los días 23 y 24 de mayo y en tierra se disponían de las primeras divisiones de infantería para la invasión de las citadas plazas. El número de los barcos era enorme nada menos que 73 navíos y el número de hombres comprendiendo marinería y tropa se acercaba a 12000 hombres y de las tropas de desembarco había 8000 hombres. Van der Does quiso que los navíos navegaran entremezclados unos con otros sin distinción de procedencia de las provincias y portando banderas naranjas, blancas y azules. La escuadra se dividiría a su vez en tres. Como almirante de la primera escuadra iba el propio van der Does que era además el capitán general de la expedición. La escuadra blanca llevaba como almirante al ya mencionado Jan Gerbrants y la escuadra azul al mando de también almirante Cornelis Geleyntz. Al frente de las tropas de desembarco iba el comandante Geradt Storm van Weenen. El aprovisionamiento de los buques se efectuó de los días 25 a 28 de mayo.

Este último día la escuadra zarpó de Flesinga en dirección a Plymouth donde tras una breve escala donde pasó por aguas del canal para dirigirse hacia el primer punto del ataque que era La Coruña. La escuadra llegaba a aguas de la Coruña el 11 de Junio pero van der Does no pudo realizar su ataque pues apenas si se hubieron visto las velas de la escuadra las fortalezas principales iniciaron una nutrida carga que obligó a los holandeses a replegarse hacia el cabo de Finisterre. van der Does un poco desalentado por el resultado de este ataque no vaciló en continuar hacia el sur después de recoger a tiempo uno de los navíos que se había quedado rezagado por la travesía. Quería este atacar Sanlúcar por sorpresa tal y como quiso su predecesor de 1595 pero el Duque de Medina Sidonia había recibido aviso del ataque y tenía el puerto preparado en estado de máxima alerta. Van der Does no pudo si no de lejos contemplar la ciudad y el puerto para luego dirigirse más hacia el sur. Había ya decidido que atacaría canarias por considerar el archipiélago bastante alejado de la metrópolis y sin recursos de defensa. Ignoraba van der Does los planes de defensa que tras el ataque de Drake estaban teniendo lugar.

Antes del ataque de Drake solo había un castillo principal, (de la luz) de planta cuadrada de recios muros de mampostería basamento y esquina reforzada de sillares y troneras para el emplazamiento de los cañones. En 1533 se le agregarían dos cubos para aumentar la defensa de los flancos. Otro castillo construido de acuerdo con el plan de defensa de Juan Alonso Rubián era el de Santa Ana que se adentraba en el mar cerrado por un malecón en forma de cuña y planta mixtilínea que se hacía circular en su tercio superior se hacía circular. Se comunicaba con la muralla por medio de un puente levadizo. El torreón de San Pedro Mártir en la caleta del dicho nombre era una pequeña construcción circular de mampostería que contaba con un par de piezas de artillería. A todo este complejo defensivo incluyendo la muralla norte y sur se le sumaba un conjunto de trincheras, parapetos en la caleta de Santa catalina. Los primeros avisos de que las islas estaban en el punto de vista de las actividades un tanto hostiles de Inglaterra y Holanda era un ataque de ambas potencias. El primero de estos avisos llegaba el 10 de mayo en Tenerife. Otros más llegarían el último de ellos el 9 de junio de 1599. Los cabildos insulares de Tenerife y Las Palmas estaban en estado de máxima alerta. Las fortalezas habían sido revisadas hasta asegurarse de que tenían suficiente provisión de pólvora y cuerda así como de municiones.


7.- La presencia holandesa en puerto; movilización general


El día 9 de junio los vigías hacían noticia de que habían divisado una escuadra pero pasó de largo de las islas sin realizar acción alguna. De todas formas estos avisos hacían referencia a que la isla en peligro era Tenerife, pero en la confusa geografía de los holandeses respecto al archipiélago no diferenciaban en absoluto a esta de su vecina Gran Canaria que era una misma cosa así se ve en la lámina del combate en la cual se nombra la isla de Gran Canaria pero de capital Allagoena pero que se pronuncia “Alaguna” y muchos holandeses creían que estaba situada en Gran Canaria y esto explicaba que Tenerife fuera la isla en peligro por las constantes referencias a la Laguna.

Mientras en Tenerife y Gran Canaria se preparaban dispositivos de defensa, van der Does prosiguió su derrota hacia las Canarias cuyas costas divisaron el 25 de junio la escuadra contorneó las islas de Lanzarote y Fuerteventura y al día siguiente por la mañana los navíos empavesados echaban el ancla frente a las costas de Gran Canaria de cuyas bordas se dibujaba la ciudad aún dormida de las Palmas.
El sábado 26 de junio los vigías de la atalaya de las isletas que había sido una de las construidas de acuerdo con el plan defensivo veían una importante formación de barcos navegando en línea hacia la ensenada del puerto, minutos después se elevaba una columna de humo para significar que en la escuadra había mas de 25 velas y esta señal era percibida por las demás atalayas y vigías y llamaba a la población para prepararse a la defensa. Luego se disparó el cañón de la fortaleza principal de la Luz que despertó a la ciudad de la tranquilidad sumida tocando a generala. No obstante el despertar de los habitantes no fue intranquilo pues ya habían tenido 3 años atrás el ataque de Drake y lo habían expulsado así tenían confianza en Alvarado que había dirigido la defensa en aquella ocasión con gran éxito y aparte se habían revisado todas las fortalezas con gran precaución y no como la anterior vez con discordia entre las autoridades, estos factores y el echo de que estuvieran en una zona de ataques continuos les hacía tener la moral alta pues el peligro continuo era su mayor aliciente.

Al disparo del cañón todos los hombres que estaban en posición de armas estaban mezclándose con los miembros de la tropa de arcabuceros y portando además mosquetones y armas como picas y lanzas que se entremezclaban con las del campesinado tales como picos y cuchillos, las armas escaseaban en la isla y a pesar del envío del barco de armas del Duque de Medina Sidonia no llegaron a toda la población. Las campanas de la catedral volteaban incesantes llamando a la población a concentrarse en la plaza de Santa Ana y los tambores tocaban por la ciudad llamando a filas a las compañías, las del interior de la isla no tenían un punto fijo de reunión tales eran las compañías del sur y las de Telde y Agüimes que atravesaban la ciudad a todo correr mientras que las de la banda norte iban atravesando los arenales en dirección al puerto.

Durante las primeras horas a la llamada se fueron apiñando en la plaza principal las cinco compañías principales de la ciudad con sus respectivos capitanes, del mando de la quinta compañía Juan Martel Peraza de Ayala se encontraba en Tenerife y se encargó de su dirección su alférez Agustín de Herrera y Rojas. Otro que hizo aparición fue el cabo Juan Negrete y su ayudante Pedro Bayón.

Tirando de las piezas de artillería había dos parejas de bueyes. También hicieron aparición otras personas que habían participado en el anterior ataque como el teniente de gobernador Pamochamoso, también estaba en esta ocasión el obispo Francisco Martínez con su séquito así como los canónigos e inquisidores que habían echo acto de presencia. Alonso de Alvarado que había tenido un valor y pericia contra le ataque de Francis Drake determinó igual que en la anterior amenaza conjurar el peligro impidiendo a toda costa el desembarco de las tropas de van der Does. Alvarado al igual que en la anterior ocasión fue directo a la fortaleza de la luz para ver como estaba evolucionando la escuadra pero desde la atalaya no se podía contar el número exacto de los barcos que se aproximaban lenta y majestuosamente a tierra manteniéndose en la línea. Lo único que los asombrados vigías reconocían es que no se había visto formación igual a lo largo de su historia. Alvarado entonces se dedicó a ver las fortalezas y proveerlas ya en última instancia de lo necesario para el ataque. Las encontró en un estado de máxima alerta y muy bien aprovisionadas para el ataque ya inminente. La fortaleza de la luz contaba con 9 cañones de gran tamaño y otras tantas piezas de tamaño pequeño, al frente de la fortaleza se encontraba Antonio Joven y la defendían las tropas del rey. En total había emplazados 60 hombres. Las fortalezas de San Pedro y Santa Ana recibían en aquel momento también refuerzos. Presente otra vez en la batalla estaba el ingeniero Próspero Casola así como el capitán Lope de Mesa y Ocampo que separándose del grueso de las tropas se dirigió a la fortaleza de Santa Ana para proponer a la audiencia un peligroso plan: enviar a la audiencia de Tenerife un aviso para estar prevenidos de un próximo ataque.

El regente de la Audiencia no puso objeciones al plan y así el capitán Mesa pudo aprestar un barco con el objetivo de hacer llevar el aviso. El piloto de la embarcación era Lucas Delgado natural de la isla de Tenerife un experto marino pues conocía los bajíos y corrientes de la isla y cuando si apenas habían comenzado a doblar contorneando las isletas uno de los navíos les comenzó a disparar y al tiempo que enviaba sus lanchas para capturarla. Mesa entonces se fue al castillo de la Luz para intentar pasar la embarcación por el istmo al puerto de Arrecife pero tampoco tuvo suerte. Mesa entonces se apropió de una pequeña embarcación de remos a la que improvisaron un aparejo y velas por carecer de ello y con el piloto burlaron a la escuadra holandesa y alcanzaron las aguas libres en dirección a Tenerife.

Mientras esto pasaba las compañías de la ciudad con sus artilleros, los bueyes y las piezas de artillería, el teniente Pamochamoso, y el sargento mayor atravesaban ya la ciudad se dirigían por el arenal hacia el puerto, al mismo tiempo hacían acto de presencia las compañías que guarnecían la isla las primeras en llegar eran las de La Vega, Teror y Arucas, mas tarde y a todo correr las compañías de Telde y Agüimes, las dos compañías mas alejadas de la isla de Gáldar y Guía no tuvieron tiempo de llegar al fragor de la batalla pero si a la defensa de tierra. A pesar de todas estas compañías incluyendo la de los milicianos la relación de fuerza no era tan impresionante como pudiera ser pues aunque se contaba en total con 14 compañías con aproximadamente 2000 hombres no había en esta ocasión mas de 900, las compañías estaban integradas por gente campesina que en el mayor de los casos no se enteraba por la distancia del peligro de la isla. Respecto a las distancias estas eran grandes recorriendo entre 8 y 10 kilómetros unas y entre 39 y 40 los de Gáldar y Agüimes.

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Re: Sobre los ataques a Canarias en los siglos XVI-XVII

Mensajepor Antonivs » 07 Ene 2010 20:45

8.- El plan defensivo de Alvarado y el “Adagio” de los cañones


Alvarado comenzó rápidamente a preparar el dispositivo de defensa convencido como en la anterior vez de que era impedir a toda costa el desembarco de las bien preparadas tropas de infantería del holandés. Le servían a este propósito las fortalezas de la Luz y Santa Ana, en la segunda había cuatro cañones llamados “de batir” al cargo de Alonso Venegas Calderón. Que había estado en la anterior ocasión al mando de la misma sustituyendo a Cairasco, la segunda fortaleza estaba al mando de Antonio Joven en la que había nueve piezas de bronce de gran tamaño. Estas dos fortalezas habían sido aprovisionadas tanto en munición como en tropa en último momento. Otras obras que merece la pena comentar son las trincheras que se levantaron en Santa Catalina y las del istmo de Guadarteme que eran de última construcción. Por ser el último punto de desembarco de Drake se consideraba que este era el punto más vulnerable.

Las compañías de Baltasar de Armas que habían defendido en aquella ocasión la caleta estaban otra vez atrincheradas así como las de Antonio Lorenzo estando a la espera tras los parapetos. Las piezas de artillería estaban al cargo del capitán Serpa y el cabo Bayón y constituían nueve piezas de artillería. En la punta de Santa Catalina encontramos al cabo Negrete y al Capitán Ocampo con el sacre y el medio sacre que también había dirigido en el anterior ataque. Mientras Alvarado seguía con gran preocupación la evolución de la escuadra que penetraba osadamente en puerto en la línea de combate. Tras esto Alvarado ordenó que se parapetasen en las trincheras el capitán Juan Ruiz de Alarcón con sus hombres y portando dos piezas de artillería. Distribuyó las compañías del interior cerrando los huecos.

De esta forma se establecía un arco de defensa que iba desde el castillo de Santa Ana al de la Luz orientadas de sur a norte. La compañía mas rustica era la compañía del campo que enarbolaba además una rústica bandera y estaba armada con armas rudimentarias como picas y cuchillos pero no por ello les faltaba el arrojo necesario para combatir al imponente enemigo. Le seguían las compañías de Armas, Cabrero y Lorenzo con el apoyo balístico de las cinco piezas de artillería. Y en su punta los soldados artilleros con el cabo Negrete y el sacre y el medio sacre. Luego estaban además incorporados el regente Antonio Arias quien con espada desnuda en mano iba recorriendo las trincheras con otros tres oidores para fortalecer y animar a la gente. En la ciudad estaba el teniente Pamochamoso, el sargento mayor Heredia y los jinetes de la compañía de caballería. A escasa distancia de este grupo estaban las compañías de la Vega, Teror y Arucas con sus respectivos capitanes a la espera de tener que acudir en socorro de las tropas. En el istmo de Guadarteme la disposición bélica era como sigue, la compañía de la gente de mar de Peraza Ayala bajo las órdenes de su alférez y el capitán Ruiz de Alarcón que las mandaba con ayuda de este, luego las propias compañías del capitán con dos piezas de artillería y entre el espacio dejado entre la compañía y la ermita de de Nuestra Señora de la luz estaban las compañías de Telde y Agüimes.

Esta era la disposición que Alvarado había puesto en juego contra el peligro holandés en las primeras horas del 26 de junio de 1599 cuando los holandeses ya teniendo todo previsto y estando ya la suerte echada comenzaban a abrir las portas de los cañones de cubierta y sobrecubierta para que los artilleros comenzaran a cargar las piezas mientras las bocas asomaban brillando débilmente a la luz de la mañana. Cuando los artilleros hubieron cargado las piezas se acerco la mecha y se oyó un estruendo y una bocanada de humo del costado de estribor de los buques se elevó: había comenzado el “adagio” de los cañones. La escuadra enemiga para recapitular había sido divisada por primera vez entre las 4 y las ocho de la mañana, luego de esta hora hasta las 9 los navíos hacían acto de presencia en el puerto alineados y formando dos hileras y se situaron en el interior de la bahía. Los navíos constituían una cifra enorme pues alcanzaban 74 unidades todas ellas muy bien engalanadas y con sus respectivas banderas que se veían muy bien desde tierra. Cada navío tenía además a remolque de una a tres lanchas independiente de los botes de la cubierta principal. Se contaron en total 150 lanchas de desembarco incluyendo algunas que iban de un barco a otro de la escuadra.

Cuando los navíos estuvieron al alcance de los cañones de la fortaleza principal de la Luz esta abrió un nutrido fuego contra los barcos que hizo que estos concentraran la artillería sobre el castillo esta fase duró exactamente dos horas en las cuales la fortaleza fue castigada mientras las balas esparcían esquirlas del muro de mampostería. Como resultado de la acción uno de los navíos se incendió y otros varios recibieron grandes daños, temiendo la ignición de la santabárbara los holandeses sofocaron el fuego del navío almirante para evitar mayores desastres. Se reconoce en total por ambas crónicas que el ataque ocasionó graves daños a la escuadra.

La fortaleza de la Luz también resulto dañada pues sobre ella se hizo blanco de los 74 navíos de la escuadra pero no con gran fortuna en su propósito pues se barrió la fortaleza matando a dos soldados mientras que sus muros bajos y los terrenos circundantes quedaban acribillados. No obstante a pesar de las mínimas bajas que la escuadra holandesa había infligido a la fortaleza el aparato bélico minó la moral de su alcalde Antonio Joven que creyó la partida perdida y ordeno el cese del fuego. La cobardía de este alcaide iba en proporción a la audacia y temeridad de van der Does que estaba entrando en ese momento los buques en la rada. Antonio el Joven daba orden de abandonar la plaza de armas del castillo. Los holandeses mientras entraban hasta la caleta y batían ya no solo a la fortaleza principal sino también las posiciones de tierra. El alcaide, evidentemente, podía haber hecho blanco perfecto en los navíos que estaban alineados frente a la fortaleza barriendo la costa con el estruendo de los cañones. Van der Does viendo que la fortaleza no respondía al fuego alineó a sus barcos a la altura de esta para cañonear más cómodamente las posiciones en tierra y acortando a su vez las posiciones con los defensores cosa que Alvarado quería evitar. Alvarado así mismo ordenó reforzar las trincheras del istmo de Guadarteme para evitar el desembarco y dando además apoyo con otros dos cañones a las compañías apostadas en la ermita de la Luz.

Van der Does observando esto desde su navío almirante y viendo que la fortaleza de la luz había dejado de disparar y no ofrecía ya peligro alguno y viendo barridas las trincheras en tierra pensó entonces el intento de desembarco que tan mal le había salido a Drake. El punto primero escogido para el desembarco fue el istmo de Guadarteme donde estaba el propio embarcadero de puerto. Para realizar este desembarco los holandeses habían diseñado fruto de sus experiencias en otros ataques unas lanchas llamadas planudas de poco calado y fondo plano que tenían gran estabilidad.


9.- El desembarco de van der Does


Estas lanchas arriba mencionadas tenían además gran capacidad de carga. Las lanchas fueron cargadas sin problemas y con unos esmeriles en proa comenzaron a bogar rápidas hacia la playa. Pero desde la playa que se veía todo esto con las dos piezas de artillería comenzaron a disparar con fuego nutrido y desde la fortaleza se disparó un último cañonazo con tal puntería que envió a pique a dos lanchas. Tras esto las lanchas regresaron al amparo de la flota. Van der Does entonces eligió como punto de desembarco la caleta de Santa Catalina esta vez para asegurarse del éxito van der Does ordenó un bombardeo por parte de la escuadra de las posiciones de la playa para despejar el terreno que por todo blanco mató a un hombre y a la pareja de bueyes que habían trasportado las piezas de artillería. Los holandeses confiados de que los canarios se habían rendido comenzaron a bogar a la caleta y cuando estuvieron a tiro de cañón las seis piezas de artillería y los dos sacres replicaron y rociaron de metralla a las lanchas zozobrando otras dos mas y dando con sus tripulantes al agua, por si esto no fuera todo el sacre además disparo a los navíos causándoles daños.

Los invasores volvieron a replegarse y volvieron a intentar barrer las posiciones enemigas pero las balas que daban sobre la tierra dejaban incrustadas las balas dispersando nubes de tierra sin ningún daño para los parapetados. Por el contrario las que daban sobre los barcos y las lanchas daban sobre las tripulaciones e infantería balas y la metralla del impacto y puesto que la cortina de fuego era cerrado sobre las posiciones causaban gran estrago. Juan Negrete volvió a revelarse otra vez como muy buen artillero pues donde ponía el ojo ponía la bala. Fracasado el siguiente intento de desembarco las lanchas derivaron hacia el puerto mientras los navíos por tercera vez artillaban y descargaban andanadas sobre la costa, mientras los defensores veían furiosos y asombrados como la fortaleza de la Luz desperdiciaba la situación favorable de echar a pique los barcos apostados frente a ella y muchos de ellos alineados frente a sus cañones mientras su alcaide con toda la tropa sin bajas y teniendo blancos por todas partes esperaba ser rendida por un enemigo que ni tan siquiera había desembarcado aún. El tercer intento no se hizo esperar pues ya van der Does empezaba a perder la paciencia y solucionó el desembarcar en una pequeña caleta al norte de la playa de Santa Catalina que Alvarado no había dado protección por los bajíos y corrientes que allí se daban pero los holandeses cuyas lanchas planas apenas disponían de calado y de gran estabilidad en contra de los lanchones comunes se atrevieron por esta solución y comenzaron a bogar contra los escollos, las 150 lanchas se pusieron en movimiento y viendo Alvarado esto desde la costa comenzó a disparar sobre ellos con las compañías de Arucas y la Vega mientras las dos piezas de artillería disparaban sobre ellos un fuego nutrido de metralla que hizo gran mortandad entre los que allí había. Las lanchas embarrancaron en el caletón pero las compañías de la Vega y Arucas parapetadas tras los médanos de arena situadas al borde de la playa las rechazaron y tuvieron que bogar y separarse de la costa. Las lanchas que no podían salir de esta zona derivaron entonces hacia el puerto donde fueron rechazadas por las compañías de Telde, la de la gente del mar y la de Agüimes y los dos cañones allí emplazados. Van der Does que no quería tener mas bajas ordenó el repliegue de sus fuerzas a la escuadras para reagruparse e indicarles quinto intento de desembarco.

Dichas maniobras fueron causa de una gran expectación pues se recordaba lo que había pasado 3 años antes y dieron por fracasada la acción del enemigo cuya noticia se divulgó hasta la ciudad. Van der Does desde la cámara de popa de su navío con el mapa en mano ordenaba a sus capitanes el nuevo punto de desembarco. Este no era otro que un trazo de costa bastante amplio y batido por el mar por todos los escollos y bajíos así como de corrientes entre las cuales el mar se precipitaba con gran violencia. Este punto se encontraba entre el arco de la ermita de Nuestra Señora de la Luz hasta la punta de Santa catalina. Los lanchones se pusieron otra vez en movimiento.

Alvarado que no había fortificado este punto de la costa por considerarlo inaccesible a los navíos por la poca profundidad y los escollos fue el punto débil de su defensa pues no contaba con las barcas planas de los holandeses. Entre otras cosas que favorecían al holandés estaba que no había trincheras ni parapetos donde la gente que se defendía estuviera a salvo de la arcabucería ni de los cañones de la escuadra. Al advertir Alvarado la maniobra ordenó a toda prisa que las compañías de Teror, la Vega y Arucas fueran hacia allá (el mismo también iba) y el cabo Negrete con las piezas de artillería a proteger aquel punto de la costa. Los disparos comenzaron a llover sobre las lanchas consiguiendo naufragar cuatro de ellas, los soldados se agazaparon sobre las barcas mientras la metralla llovía a su alrededor y los cañones levantaban espuma de agua cuando daban a pique y las lanchas pasando por los escollos y ayudados por la corriente salvaban la distancia de la costa y encallaban en el suave légamo de la playa saltando los hombres con el agua a la cintura para ganar la playa. Las compañías de Arucas, Teror, Agüimes, la Vega y los milicianos de las compañías de Telde acudían a pecho descubierto a luchar contra ellos, los primeros momentos fueron bastante duros y los canarios arremetieron con una suma de 80 hombres sobre el primer grupo de desembarco y consiguieron bastante bajas acudiendo los pocos que habían conseguido escapar a parapetarse tras las lanchas que aún bogaban.

La escuadra no estaba ociosa y comenzó a disparar sobre las posiciones de tierra bombardeando la costa, levantando grandes nubes de tierra que ocultaba el movimiento de las lanchas y favorecía su desembarque. Las lanchas protegidas además por el fuego de la escuadra conseguían desembarcar la totalidad de los hombres mientras abrían fuego sobre los milicianos que sin protección alguna luchaban contra ellos las balas hicieron mella en esta gente con cargas cerradas y repetidas propias de una infantería preparada. La vida de estos milicianos iba siendo cegada poco a poco en tanto que el empeño de cerrarles el paso no desaparecía. Allí cayeron muertos en desigual combate el capitán de Arucas, el alférez, el alguacil del general, el criado del obispo y muchos mas, mientras heridos aumentaban en número.

Alvarado resultó herido al caer de su montura muerta por un tiro de metralla, igual suerte tuvo el sargento mayor que también cayó de su montura perdida en la refriega y por si ya era bastante casualidad el teniente Pamochamoso resultaba también herido al caer de su montura también muerta de un disparo de cañón. El capitán de la compañía de Telde era herido y mas tarde fallecía, el capitán Juan Ruiz de Alarcón era herido y retirado del campo de batalla y en total ascendieron a menos de un centenar los muertos y heridos si bien es un poco exagerada según los datos finales. El repliegue se efectuó lentamente hacia las restantes trincheras.

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Re: Sobre los ataques a Canarias en los siglos XVI-XVII

Mensajepor homer » 07 Ene 2010 22:19

muy curioso la verdad habia algunos puntos que no sabia :apla:
Si en el frente os encontráis a un soldado mal afeitado,sucio,con las botas rotas y el uniforme desabrochado, cuadraos ante él,es un héroe, es un español(Jí¼rgens Comandante General del XXXVIII - Cuerpo de Ejército de la Wehrmacht)

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Re: Sobre los ataques a Canarias en los siglos XVI-XVII

Mensajepor Antonivs » 08 Ene 2010 00:57

bueno solo es una pequeña reseña de lo que pasó, ahora estoy haciendo la parte del desembarco del holandés, quiero terminarla con una pequeña sección de vida en el mar, cuando termine con la bibliografía y demás la citaré para que aquellos interesados puedan disponer de la amplia información que hay,

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Re: Sobre los ataques a Canarias en los siglos XVI-XVII

Mensajepor meatonthetable » 08 Ene 2010 18:52

mi gran :apla: :apla: :apla: :apla: :apla: :apla: :apla: :apla: :apla: :apla:
para tí, Antonivs, por tan gran tema, y además de nuestra historia!!!

quedo muy agradecido, y atento a nuevas entregas!!! :band: :band: :band: :band: :band: :band: :band: :band:

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Antonivs
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Re: Sobre los ataques a Canarias en los siglos XVI-XVII

Mensajepor Antonivs » 08 Ene 2010 19:59

pues nada, continuamos la historia, aunque de esta me temo que no queden muchas entregas ya, pero ire poniendo mas artículos, siempre las canarias estuvieron en mente de unos y otros

10.- Los holandeses se apoderan de Las Palmas


Cuando el istmo de Guadarteme quedó libre de la presencia de tropas españolas los holandeses tomaron posesión del istmo aunque tuvieron que parapetarse hacia el Arrecife pues las trincheras de Santa Catalina les estaban bombardeando. Los holandeses tras unos médanos de arena comenzaron a disparar atrincherados si bien puesto que sus armas no eran de gran potencia recibían mas bajas. La escuadra entonces viendo libre la posición de desembarco envió las lanchas otra vez de regreso a la playa para desembarcar en ellas al resto de la tropa en lo cual van der Does tuvo en tierra 8000 hombres. Los hombres se esparcieron hasta ganar terreno y en cuanto van der Does tuvo la artillería y munición necesarias se dirigió a rendir la fortaleza de la Luz. La escuadra de 20 a 30 soldados mandadas por el capitán Dammas Verloo intimidó al alcaide de la fortaleza y este se rindió inmediatamente entregando la fortaleza con todo su equipamiento ante el asombro de los holandeses en perfecto estado.

Después de una actitud tan cobarde de no defender la posición frente a la escuadra ahora que tenía la posibilidad de redimirse por su actitud podía haber plantado cara al holandés con su superioridad numérica y artillera y haberle echo perder tiempo para rendir la fortaleza y dejando a sus compañeros que atacasen a las fuerzas invasoras dio su falta de juicio tan alta que no solo se rendía si no que lo hacía con todo el equipo completo y por si no era todo sin ser inutilizado. Los holandeses que no disponían de artillería pesada se asombraron de ver lo que encontraron habían dos culebrinas grandes de 68 quintales, dos cañones de batir de gran alcance de 32 libras, un cañón de batir de 47 libras, dos culebrinas bastardas de 45 libras, un sacre de 21 quintales de peso, entre las piezas menores cuatro sacres encabalgados sobre los cubelos y listos para abrir fuego, cuatro piezas de hierro de la inquisición que no estaban montadas que sumaban en total 17 piezas con un cañón que no servía. Los holandeses mas tarde asediaron la muralla norte que hubo de ser reparada en algunas partes pues aquella improvisada muralla era bastante débil.

Así caía la noche sobre la ciudad, mientras que quedaban en la muralla los capitanes y soldados, se reunían en la casa de la munición los oidores y el gobernador interino así como los inquisidores para discutir la acción a seguir sobre el enemigo. A las once quedaba la reunión enclavada y se decidía la evacuación de los archivos y demás cosas de valor ante la inminente caída del enemigo sobre la ciudad. El enemigo aquella noche intentaba ganar por avanzadillas la muralla y se realizaban escaramuzas que duraron toda la noche y así el 27 de junio al amanecer el enemigo estaba parapetado en el arsenal de San Lázaro con trincheras y parapetos de tablas. Era evidente que había que reforzarse ante la inminencia de un ataque. El cerro que estaba al descubierto había sido fortificado a toda prisa bajo la dirección de Próspero Casola y los cañones fueron emplazados en estos improvisados cubelos para ser utilizados bajo la dirección del cabo Negrete y su ayudante.

Los holandeses que habían pasado la noche sobre la playa de Santa Catalina y el espacio de San Lázaro formaron los escuadrones con 200 mosqueteros dispuestos a atacar la muralla en varios puntos. Sin embargo cuando los 5 escuadrones se pusieron en acción y pasaron frente al alcance de los cabos Negrete y Bayón dispararon y el campo quedó cubierto de cadáveres mientras los holandeses huían en desbandada. Los cañones continuaron rugiendo mientras los holandeses disparaban descargas cerradas de mosquetería sobre la muralla. Los disparos se intensificaron a lo largo de día siendo nuestra infantería la que se tenía que poner a cubierto de los cañones de grueso calibre que utilizaban los holandeses contra las posiciones de la muralla. Siendo esta tan nutrida que se tuvo que evacuar esa parte de la muralla. Durante toda la tarde prosiguió el fuego cruzado siendo más mortífero el canario por la posición avanzada de los naturales al concentrar sus fuerzas más favorables. Al caer la noche la muralla aún resistía.

El 28 de junio los holandeses comenzaron a barrer las posiciones que servían de apoyo a la muralla entre ellas el castillo de Santa Ana cuya puerta había sido tapiada para evitar que el enemigo se apoderara de ella. El fuego cruzado fue intensísimo y los holandeses tuvieron grandes bajas. Durante cinco horas los holandeses castigaron sin interrupción a la muralla y al castillo cuyas muestras eran más que evidentes de debilidad. En la muralla comenzaban a aparecer grietas. El castillo de Santa Ana comenzó a tener grandes bajas. En la muralla la munición comenzó a escasear por instantes disparando munición de madera que causó más daño que las bolas de plomo que se hicieron fundir que fueron por desgracia inservibles.

La poca munición encontrada en la ciudad era tan menuda que había que cargar varias de estas en la pieza para que salieran a gran velocidad. El castillo de Santa Ana que esperaba refuerzos fue evacuado por los hombres que rompiendo la pared de la puerta y la propia puerta se dispersaron las llaves de la fortaleza habían sido lanzadas al mar para evitar que el enemigo entrara. Los daños eran tales que había brechas por las cuales se veía lo que pasaba al otro lado. Después la muralla comenzó a ser abandonada mientras los puestos callaban por el nutrido fuego y los hombres abandonaban la muralla para luego ir a la ciudad a rescatar lo que pudieran.

Los cerros que servían de defensa a la ciudad fueron barridos uno a uno mientras los defensores se encargaban de sacar todos los cañones para evitar ser capturados por el enemigo, a aquellos que no se les pudo trasportar por falta de medios fueron inutilizados. La ciudad caía aquella fatídica tarde pero no queda constancia de la hora. Los holandeses entraron a la ciudad por diferentes puntos menos por la puerta de Triana que se mantenía intacta y que no pudieron abrir debido al gran número de cascotes que la cubrían. La muralla fue ganada por las escalas si bien tanto aparato sobraba pues no quedaba nadie para defenderla y aparte había brechas en la misma para entrar.

La bandera del príncipe de Orange- Nassau fue colocado en lo alto de la torre para demostrar la posesión de la misma. La ciudad estaba desierta como una ciudad fantasma pues los moradores hacían de tripas corazón esperando la venganza para volver a recuperar el dominio de la ciudad y expulsar al enemigo. Van der Does además quiso afianzar la posición de la ciudad sobre los defensores trasladando toda la artillería a la misma para defenderla. Los únicos habitantes que encontraron los holandeses eran los prisioneros de la cárcel de la inquisición que incluía varios ingleses y holandeses algunos de ellos de Flesinga uno de los cuales se había escapado al ver el desconcierto de la ciudad y que cuando los holandeses entraron a la misma se dirigió hacia ellos dando gritos y muestras de alegría hacia sus compatriotas. Van der Does entonces autorizó el saqueo de la ciudad que no dio el resultado esperado por haberse evacuado todo lo de valor exceptuando los muebles y demás que no podía ser llevado.


11.- La resistencia y la victoria canaria sobre el enemigo


Mientras la ciudad era ganada por el enemigo los oidores, regentes, la Audiencia y las milicias trasladaban todo lo de valor a Santa Brígida que sería el cuartel de la resistencia. Se dio orden de atrapar a todo aquel miliciano pero la medida no fue necesaria pues iban hacia allá todos los que estaban dispersos y comenzaban a agruparse. Los últimos en venir fueron los milicianos de la ciudad con el teniente Pamochamoso que fue a ver al gobernador Alvarado para informarle de la situación de la caída de la ciudad. Se dio orden de que todas las milicias se concentrasen en Santa Brígida y de que se hostigase al enemigo sin tregua ni compasión en forma de batidas y pequeñas escaramuzas valiéndose los aldeanos de un superior conocimiento del terreno. Este aspecto se puso en práctica la noche del 28 de junio y obtuvo resultados moderados pues consiguieron dispersar algunos grupos de patrulla enemiga que estaban rondando cerca y dieron muerte a algunos de ellos.

El 29 de junio se recibía la carta de van der Does en las cuales se daba una serie de condiciones sobre el rescate de la ciudad así como las argumentaciones sobre la conquista de la ciudad así sobre los trámites del rescate así como para decir que la había ganado para los señores estados. La carta no causó gran impresión entre los que estaban reunidos y se acordó devolverla a van der Does por estar mal echa y aparte por lo insultante de su contenido. En realidad se hacía tiempo para organizar la defensa para repeler al invasor que tan injustamente se había apoderado de la ciudad y cuya rabia y odio al enemigo se acrecentaba por momentos. Esa jornada además van der Does quiso realizar una expedición a la Vega pero fracasó dejando más de 20 muertos en el camino.

El género de guerra puesto por los defensores viendo que las fuerzas no eran aún grandes fue de guerrillas. Los canarios aprovechando los accidentes del terreno se dieron a una guerra sin cuartel contra el holandés de forma que todas aquellas divisiones que se alejaban de la ciudad para vigilar eran atacadas sin piedad por estos que aprovechando cualquier escondite esperaban y luego se abalanzaban sobre ellos sin ni siquiera capacidad de respuesta, para cuando la siguiente patrulla llegaba solo se encontraban los cadáveres y los atacantes habían desaparecido, en la ciudad comenzaron también las escaramuzas contra los vigías y así se los mataron varias veces, el género de inquietud que estaban alcanzando fue tal que se debió emplazar una compañía completa en la ciudad para evitar tales ataques y proteger a los centinelas. Ese mismo día se tuvo constancia de que los holandeses querían atacar Tenerife, se quiso enviar un aviso a Tenerife pero fue bastante providencial pues un aviso de esta isla atracaba en el puerto del Juncal y Lope de Mesa se embarcó en el para informar al cabildo de Tenerife para avisar del peligro y las fuerzas del holandés. En este navío solo iba como compañero el patrón de la embarcación Lucas Delgado que en la anterior ocasión demostró su valía contra el enemigo, y que amparados por la noche y navegando a remo y vela toda la noche desembarcan en Santa Cruz. Los informes detuvieron a las compañías expedicionarias próximas a salir y se enviaron avisos urgentes a El Hierro, La Palma y La Gomera, así como la metrópoli y las colonias para advertir del peligro.

El miércoles 30 de junio van der Does dio orden de embarcar el botín en los galeones del puerto para que en caso de sorpresa salir a toda máquina. Van Der Does entonces envió otra carta sobre el rescate de la ciudad amenazando con pegar fuego a la misma y pasar por el cuchillo a todos los que había. En aquel momento además se tuvo conciencia de la llegada de la habitual flota de Nueva España, se consideró oportuno entretener al holandés para que no atacara a la flota y se dedicaron a parlamentar con el tan solo de puro entretenimiento mientras la flota pasaba sin tocar las islas y se preparaban para la revancha las tropas de Santa Brígida. Van der Does pedía un rescate de la ciudad de 400.000 ducados, así como anualmente 10.000 ducados por la posesión de los señores estados de la isla de Gran Canaria sí de las otras que pudieran tener así como liberar a los presos de la inquisición si se cumplía todo esto la magnánima persona de los señores estados daba libertad a los canarios de volver a sus haciendas. Ese mismo día las compañías de Galdar y Guía se estacionaban cerca de la ciudad sitiada para reconocer los movimientos del enemigo. El tiempo pasaba y van der Does se impacientaba pues todo era una calma absoluta, no tenía noticia de los emisarios y si bien había habido algún movimiento no era de la misma virulencia que los anteriores, van der Does decidió dar una aparatosa ceremonia luterana en la Iglesia Catedral celebrando la aparente victoria y pidiendo ayuda para las siguientes empresas.

Los días 1 y 2 de julio se mantuvo el mismo ambiente tan solo interrumpido por algunas escaramuzas, el jueves envió emisarios de nuevo al cuartel general de Santa Brígida para ver como estaba el asunto del dinero mencionando las dichas amenazas de pegar fuego a la ciudad si el viernes no se hacía cumplida en efectivo. La audiencia contesto que hiciera lo que hiciera la gente de la isla se defendería. Las fingidas negociaciones quedaron rotas si bien el cronista holandés Joostens van Heede da por supuesto que los canarios iniciaron las negociaciones de rescate ofreciendo vino a los holandeses. Considerando ya en la realidad un ataque holandés al interior de la isla la vigilancia se redobló.

La orden de la Audiencia, que bajo pena de muerte amenazaba a los naturales que no acudiesen en defensa de la isla, no surtió mucha importancia pues tan solo se pudo reunir a 300 personas para la inminente batalla del Lentiscal. Durante el 2 de julio se concentraron las tropas de Galdar, Guía, Telde y Agüimes así como a la compañía de la ciudad al mando de Martel Peraza de Ayala que había vuelto de Tenerife. La situación estaba en estado de máxima tensión y así a las 11 de la mañana del sábado 3 de julio de 1599 se vio una importante formación de 4000 hombres avanzando en cuatro compañías distintas hacia el interior de la isla, acuciadas por la idea de que las riquezas estaban en el interior de la isla.

Y así avanzaban hacia la Vega. Las compañías de Galdar y de Guía se replegaban hacia el monte Lentiscal para establecer el contacto con las fuerzas españolas apostadas allí. Pamochamoso por su parte se fue replegando también hacia el monte Lentiscal para conocer de primera mano los movimientos del enemigo y su proximidad. La batalla del monte Lentiscal salvó in extremis a la isla pues Pamochamoso y los capitanes urgieron un sistema de defensa basado en ocultar al enemigo la verdadera fuerza de que contaban (un puñado de hombres) frente a los 4000 que se dan tanto en las crónicas holandesas como españolas. Se ocuparon de obstruir el paso a los holandeses impidiendo ganar terreno, ello se consiguió mediante la estratagema de tocar tambores y enarbolar banderas tocando a combate, que paró en seco a las fuerzas invasoras, ello unido al ataque que se realizaba desde los árboles y matorrales manteniendo incontable ruido y siempre oculto a los ojos del enemigo y su sistema de ataque por grupos unidos al heroísmo de los hombres, su astucia, el valor desplegado y el engaño obtuvo un rotundo éxito sobre las fuerzas holandesas que tras las bajas que tuvieron se replegaron y salieron en desbandada creyendo que se enfrentaban a un enemigo mayor. La diferencia de los defensores y los invasores tan grande contribuyó a ensalzar la hazaña demostrado por el temple y el brío de los defensores que a la desesperada consiguieron en aquellas horas conjurar el peligro holandés. Antonio Rumeu de Armas dice al respecto:

La isla de Gran Canaria puede decirse que se salvó para España en aquellas decisivas horas, en aquella gloriosa jornada. Jamás, ni antes ni después de su historia, estuvo tan a riesgo de romper, aun a costa de su sangre, los vínculos que la unían con la patria.

El encuentro del monte Lentiscal se había desarrollado con un ritmo tan vertiginoso que nunca se perdió el contacto entre los defensores y el invasor sobre todo por el primero que hostigaba a aquél en la retaguardia y los flancos, la entrada en la ciudad se hizo a toda prisa transportando a algunos muertos y heridos de la batalla y sembró la alarma entre los capitanes que no esperaban aquella resolución. Van der Does ante el cariz de la situación ordenó la evacuación de la ciudad no demorándola si no lo suficiente para el traslado del botín robado. Lleno de rabia ordenó el feroz saqueo de la ciudad desmontando el reloj y las campanas de la catedral, los ornamentos sagrados, objetos preciosos, los pergaminos y documentos del archivo catedral y luego destrozaron con furor iconoclasta todos los retablos, altares, el púlpito, parte del coro, el órgano, la pila bautismal, una talla de madera de gran valor artístico y los libros de canto, el templo en su estructura se salvó por no poder destruirlo a tiempo. Se dedicaron a igual saqueo el palacio episcopal, las casas de la audiencia, el Cabildo e Inquisición y se desalojaron además las piezas de la artillería principal. Así como de las fortalezas consumando a la ruina la destrucción del fuerte de Santa Ana al que volaron con un barril de pólvora. Y en la fortaleza principal todo lo que podía ser quemado. Las fuerzas defensivas se encontraban ya cerca de la ciudad y durmieron a los pies de la misma.

El domingo 4 de julio, van der Does abandonó las Palmas en dirección a la escuadra pero dejando a la soldadesca al cargo de incendiar la ciudad. Cuando las columnas de humo se comenzaron a elevar sobre la ciudad las tropas se agruparon y entraron en la ciudad al mando de Pamochamoso para evitar la ruina de la ciudad. Aquellos que quisieron continuar con la obra incendiara lo pagaron con su vida pues los naturales caían sobre ellos en masa mientras los soldados holandeses huían dejando incluso los objetos de valor que tenían pensado embarcar, la sorpresa holandesa fue mayúscula pues no creían que los españoles se atrevería a iniciar el asalto a la ciudad.

La artillería preparada para el embarco se tuvo que quedar en la caleta pues no dio tiempo de embarque. Total que para el 4 de julio hacia el medio día la isla quedaba libre de la presencia holandesa pero la escuadra se quedaba amenazante en el puerto. El fuego que ardía violentamente en la ciudad pudo ser sofocado ascendiendo los daños en total de todo el conjunto de edificios, fortificaciones y avituallamiento a 93.000 ducados. Si bien Rumeu da la cifra de 150.000 ducados en torno a los que puede evaluarse. La escuadra Holandesa permaneció en el puerto hasta el 8 de julio fecha en la cual se dio a la mar. Las bajas holandesas incluían varias lanchas 8 en total, planudas destruidas, y dos navíos uno de ellos una almiranta. Así pues van der Does abandonaba el escenario el 10 de julio para no regresar jamás.

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Re: Sobre los ataques a Canarias en los siglos XVI-XVII

Mensajepor Antonivs » 09 Ene 2010 14:18

12.- Técnica naval y vida a bordo de la armada, primera parte, sobre la artillería de a bordo


hemos de retroceder tiempo atrás para que los hombres en sus batallas comenzaran a ver en los barcos una fuerza disuasoria que con el tiempo derivara en las acciones artilleras de nuestro tiempo y en el caso de Pieter van der Does y Francis Drake les sirvieran de argumento disuasorio a la armada española. Para comenzar la primera evolución de los barcos la tenemos en 1350 cuando se adopta el timón de caña en sustitución del timón de espadillas que se situaba en las aletas de popa del mismo y que era una reminiscencia de las trirremes romanas. Las espadillas de popa que eran muy navegables en las calmas aguas del mediterráneo no lo eran tanto en el caso de los mares del norte y el atlántico por lo que se adoptó este sistema que estaba de boga en la época de Drake y van der Does.

Este sistema sería sustituido por el timón de rueda a mediados del siglo XVII. El timón de caña consistía en una caña unida a la pala del timón como la de bote y que se gobernaba desde una cámara situada debajo de la cubierta de toldilla que se encontraba en la parte alta del castillo de popa y que recibía este nombre del toldo que se ponía para proteger del sol a los hombres. Este timón requería de uno o dos hombres para mover esta caña que recibía el nombre de mecha en el argot marinero. El timón estaba unido a la parte de popa del barco por unas piezas llamadas machos que se insertaban en las hembras del timón que estaban sujetas al codaste del barco o la pieza gruesa que conectaba con la quilla. A este conjunto de piezas se les llamaba la guarnición del timón. Los primeros barcos eran sólidas barcazas con los castillos unidos a la superestructura del navío y se llamaban así por que remataban en unas torrecillas desde donde los arqueros disparaban flechas a los otros barcos. No obstante estos barcos solo eran la continuidad de la batalla de tierra en el mar y eran bastante pesados de maniobrar. Inestables debido a su altura y por las estructuras de popa y de proa no estaban muy capacitados para navegar, portaban una única vela cuadra en el palo llamado mayor y navegaban muy mal de cara al viento (navegación en bolina).

La siguiente respuesta fue la carabela, que mucha gente confunde con las naos. La carabela tenía unas líneas muy finas y constaba de tres palos principales que de proa a popa son trinquete, mayor y mesana. Portando las velas de cuchillo llamadas latinas por ser triangulares. Estibadas a los lados de estos mástiles la navegación de bolina era excelente.

La nao es el siguiente paso pues se conjugo la capacidad de carga del primer tipo de barco llamado coca con las características de la carabela dando lugar a un navío que en sus mástiles de trinquete y mayor poseía velas cuadras y en el de mesana la vela latina. En este caso vemos que le castillo de proa y popa es una continuación de las propias cuadernas del barco y ya no están adosados. Este barco tiene una representación en la Santa Maria de Colón.

El siguiente paso y que se atribuye a un invento español de los maestros de rivera del norte es el galeón un navío de carga rechoncho más grande que la nao pero con mas maniobrabilidad que la carraca portuguesa de la época. Este barco será el predominante hasta el siglo XVIIII cuando por evolución ceda su paso al navío de línea. Este buque era básicamente un barco de carga con defensas y se distinguían dos tipos: los galeones de la carrera de Indias y los galeones de armada. El primer tipo era de vaso mas rechoncho y arrufo pronunciado, estaba construido en madera de roble y cerezo por considerarse las mejores para las aguas corrosivas del caribe debido a su salinidad y a la broma (molusco xilófago).

Los galeones de armada eran de mayor porte que los primeros, construidos en pino y abeto no eran tan resistentes como los primeros pero tenían un vaso mas cerrado y un arrufo menos pronunciado, por si esto no fuera suficiente se distinguían en un echo fundamental: el número de cañones que portaban que en galeón de la carrera eran del orden de los 10 a los 24 y en el galeón de armada de los 30 en adelante. La disposición y evolución de los cañones es importante. En el XV las naos transportaban por lo general 4 cañones que eran lombardas de pequeño alcance que se cargaban por la antecarga es decir por detrás y la pieza de la cámara se podía abrir para dejar paso a la bala y luego se cerraba, y estas piezas eran de bronce. El calibre oscilaba entre las 20 a 30 libras y disparaban en principio pelotas de piedra si bien modelos más primitivos disparaban flechas de madera y bronce. Estas piezas se situaban en los costados de babor y estribor del barco en número de dos.

Otras piezas más populares eran los llamados falconetes que se encontraban en cubierta en las barandas de las partes altas de los castillos de popa y que eran pequeños cañones de bronce de avancarga que disparaban munición pequeña de 10 libras y eran para evitar el abordaje de otro buque y se disparaba contra la tropa. Estas armas fueron aumentando en potencia de fuego, así tenemos para el siglo XV un alcance óptimo de 100 metros y para el XVI un alcance de 400- 600 metros.

Aunque pueda parecer algo irrisorio, la calidad de la pólvora y la construcción de los mismos fue aumentando y para la técnica de la época no esta nada mal. Los nuevos cañones hechos en bronce fundido de una sola pieza y de gruesas paredes resistían mejor que los anteriores de dos piezas y no estallaban tan frecuentemente cuando se calentaban. Estos tenían para el caso de las lombardas un tamaño de boca de 350mm y eran cañones de bombardeo o de batir. En este caso las pelotas de piedra fueron sustituidas por pelotas de plomo y no de hierro por lo incapaz de controlar el tiro del cañón.

Al principio los cañones estaban fijados a la cubierta de forma inmóvil de esta forma solo se podía ajustar el tiro en la vertical pero no en la horizontal. Posteriormente se pusieron ruedas de maderas reforzadas con chapa de hierro y ajustados a la borda por un sistema de poleas y cuerdas, cuando había oleaje se tenían que sujetar fuertemente pues si se soltaban arroyaban con todo lo que había a su paso ocasionando la muerte a los que pillara se le llamaba entonces un cañón desbocado.

Los cañones evolucionaron además en el sistema de tiro de forma que ahora en vez de consistir en una mecha insertada en el oído que era como se llamaba al orificio que ponía en contacto la pólvora con la mecha se constaba de un dispositivo de resorte que consistía en un seguro que al soltar el disparador caía sobre la cazoleta de la pólvora inflamándola con la mecha y provocando su ignición. Este sistema era el utilizado por los arcabuces en tierra en el cual al aplicar el gatillo este liberaba la presión del muelle y caía sobre la cazoleta donde estaba la pólvora inflamándola y pasando los gases al cañón que se llama ánima. Esto se producía en el oído pues en los mosquetones y arcabuces la cazoleta estaba fuera físicamente del cañón. La explosión de la pólvora conseguía cegar a muchos arcabuceros al entrar en contacto con los ojos en las sucesivas veces que se disparaba. En los cañones al estar la pólvora en el interior del cañón esta producía la bocanada al salir la bala del mismo y de allí se delataba la presencia del cañón por la posición de su bocanada. El estruendo era bastante grande y la mayoría que se encontrara cerca del cañón debido al arrufo se podía quedar sordo. Por lo general la gente se situaba detrás del cañón.

Para disparar un cañón se seguía una secuencia establecida de la siguiente manera: el cañón tenía 5 servidores. El que se encargaba de traer la pólvora se llamaba paje y por lo general era un niño de 12 años que era un grumete. Cuando se tenía la pólvora dos servidores retiraban el cañón por medio del sistema de cuerdas y poleas ya comentado y atado a la encabalgadura del cañón y limpiaban el ánima de los restos de pólvora con un escobillón. Luego se introducía la pólvora con trozos de papel y se compactaba en el fondo del cañón. A continuación con una pala en forma de cuchara se introducía la bala en su interior y se empujaba. Luego se introducía la cuerda en el oído. Esta cuerda de tela estaba además impregnada en pólvora para que la combustión fuera rápida. La quinta persona se llamaba artillero y se encargaba del tiro del cañón el cual tenía una escuadra llamada de Tartaglia en la cual de manera bastante empírica se calculaba el ángulo de tiro llamado balístico. La escuadra era de madera y tenía el limbo graduado. Una plomada decía el ángulo de elevación óptimo cuando la plomada se colocaba en la boca del cañón con la escuadra. El cañón ya elevado y con la escuadra en su boca se soltaba la plomada que quedaba recta respecto a la vertical y daba el ángulo de elevación el ángulo de elevación óptimo para el mayor alcance se conseguía con un ángulo de 45 grados y a partir de aquí la distancia decrecía. A continuación se prendía fuego a la mecha cuando la llama llegaba a la cámara donde se alojaba la pólvora (llamada así por el espacio que quedaba entre la bala y la cámara) producía la deflagración de la pólvora elevándola a temperaturas del orden de los 2500 grados centígrados. Los gases bajo presión empujaban la bala por el ánima del cañón y salía con una velocidad de escape de 112 metros por segundo. La pólvora cuando la bala salía se descomprimía súbitamente produciendo el típico ruido del cañón y dando lugar a la bocanada que proseguía a la explosión.

Este sistema era el que una tripulación experta podía realizar en 4 minutos para volver a cargar el cañón y volverlo a disparar. En tierra era el mismo procedimiento. Para los mosquetes y arcabuces naturalmente se servia una sola persona que según la experiencia tardaba un minuto o dos en cargarlo para volver a disparar. La pólvora se estibaba en un lugar del barco llamado santabárbara que era una estancia recubierta de tela mojada para evitar un incendio que volara el barco. Los barriles estaban estibados con sumo cuidado y las linternas de la iluminación se apagaban después del combate para evitar accidentes. La pólvora que se utilizaba era negra y de combustión lenta. De aspecto granular. Tenía una composición de azufre, salitre y carbón. Dejaba bastante impurezas en los cañones y tendía a obstruirlos por lo que después del XVIII fue sustituido por las pólvoras llamadas químicas que utilizaban otro detonante sin necesidad de prenderles fuego y además evitaban la bocanada de humo. Respecto al combate naval para evitar que la pieza reventara se tenían unos baldes de agua que se echaban sobre el cañón para enfriarlos y evitar que reventara. Una explosión así podía matar a todos los artilleros del cañón y producir heridas a los que hubiera a su alrededor. Por ello estaban los baldes. Para agilizar la carga del cañón ya se traía de antemano la cantidad necesaria en una bolsita de tela y estaba medida para no perder tiempo. Se evitaba con cuidado que la pólvora se inflamara al contacto del metal caliente del cañón y por ello se echaba agua alrededor del orifico de entrada de la pólvora. Cuando no se utilizaba el cañón se tapaba la boca y se obturaba el orificio para evitar su deterioro. Se utilizaba brea y aceite para enlucirlo y evitar su picado. En los sistemas terrestres el mecanismo de disparo era de pedernal, cuerda, o rueda. De todos el más fiable era el de pedernal pues en este caso sobre la cazoleta caía un pedernal que daba sobre otro y la chispa inflamaba la cazoleta de la pólvora. En el de rueda consistía en una rueda giratoria encerrada en un mecanismo protector que al girar daba contra un pedernal y daba una lluvia de chispas. Para accionar la rueda había un muelle que al ser liberado giraba como el muelle de un reloj pero con la salvedad de que este estaba acoplado a un eje con un disco abrasivo que al dar contra el pedernal daba una cascada de chispas sobre la cazoleta que la inflamaban y producían el disparo.

De todas formas a pesar de la rapidez del disparo por lo general en un abordaje en alta mar lo más posible es que se recurrieran a espadas y otros útiles contundentes para enfrentarse al enemigo pues se tardaba bastante en limpiar, cargar y disparar el mosquete para luego volver a repetir la operación. En caso de abordaje los tiradores se encontraban sobre las vergas o bien en la cofa del vigía desde donde podían realizar disparos certeros sin posibilidad de que les dieran.

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Re: Sobre los ataques a Canarias en los siglos XVI-XVII

Mensajepor Antonivs » 09 Ene 2010 18:10

sobre la navegación y la vid aa bordo.

bueno esta es la parte final, agradeceré cualquier comentario para retocar los artículos a fin de que sean lo mas certeros posible y minimizar los errores.

Respecto a la navegación y la orientación es necesario que le dediquemos unas cuantas líneas. La brújula de la cual se tendrá conocimiento a través de los árabes es del siglo XIV y era un invento chino. En su versión más simple era una aguja imantada que giraba en un recipiente circular de agua y marcaba el rumbo a seguir. En el siglo XV se perfeccionó el sistema que más o menos ha seguido igual sobre nuestros días. Consiste en un disco pegado a una aguja imantada que gira en una caja llena de agua o cualquier otro liquido y cuya caja posee un fiel que indica el rumbo de la aguja. La representación de la aguja y su marcación están sobre el disco al que se le llama rosa de los vientos. La representación de los rumbos es la que sigue: norte, nornordeste, noreste, este, sursureste, sureste, sur, sursuroeste, suroeste, oeste, nornoroeste, noroeste y otra vez el norte. Este se representa en uno de los brazos más grandes de la aguja al igual que los otros tres puntos cardinales importantes que ocupan respectivamente 360º el norte, 90º el este, 180º el sur, 270 el oeste, y tras la vuelta el norte otra vez. Durante mucho tiempo se pensaba que el norte geográfico y el magnético eran el mismo pero en el viaje de Colón se sabe que descubrió la rotación de la estrella polar y que el norte geográfico y magnético no era el mismo al pasar por el meridiano 20. Para la altura y calcular la latitud esta era bastante empírica se utilizaba entonces el astrolabio que servía para calcular el ángulo de elevación del sol y que lo daba sobre el horizonte el limbo del instrumento. A partir de aquí y con unas tablas se podía deducir la latitud. Este cálculo no era del todo exacto pero resolvía muy bien todos los problemas de la navegación hasta que mas tarde aparecieron el sextante y unas nuevas tablas con una fórmula matemática que permitió el cálculo de la latitud exacto.

Las cartas de la época no eran del todo precisas a pesar de que la proyección de mercator que estaba ya vigente, estas cartas incluían las tierras descubiertas, así como las que se suponían que estaban (algunas sacadas de la literatura e imaginería de la época). De todas formas la costumbre de poner islas fantásticas continuó hasta el principio del siglo XVIII cuando ya la proyección de mercator estaba en uso y sin errores y las cartas cartográficas eran precisas. En algunos sitios se incorporaron las marcas de profundidad dando lugar a cartas que además de situar la posición y rumbo del barco informaban de la profundidad a la que se encontraba, habiendo nacido la oceanografía. Durante las expediciones del XVIII el conocimiento acerca de la posición y la navegación en alta mar prosperó tanto que se ha seguido manteniendo firme hasta nuestros días. Con las cartas, el sextante, un cronómetro marino, la brújula el compás y las escuadras y las tablas se puede calcular la posición de un barco con la misma exactitud que en el XVIII de la misma forma. Han variado los barcos pero el método de la posición y el rumbo es el mismo.

Respecto a la vida a bordo de un barco era diferente según si se era oficial o marinero. Los segundos dormían apiñados bajo el sollado que es la parte que hay bajo cubierta. Dormían en unas hamacas que se llaman coy y que tenían 150cm de largo y 55 de ancho. Se colgaban de los largueros de las cuadernas. El sitio de dormir era además el de comer pues se bajaban unas tablas del techo donde se situaba la comida. Debajo de la mesa estaba la pieza del cañón. La comida era la parte más desagradable del marino pues si bien comían más que en tierra esta era mucho peor.

El agua se corrompía en la bodega al estar sobre el lastre y la sentina que era la parte mas baja del barco y donde se acumulaban todos los desperdicios y agua estancada, esta se filtraba a las barricas y corrompían el agua. Por lo que la cabo de dos a tres semanas se tenía que hacer aguada. La comida como el queso se pudría a las dos semanas de estar a bordo o bien se volvía tan duro que era imposible comerlo, las galletas para el desayuno se picaban y les salían gusanos. Lo general era que la carne se salara para evitar descomposiciones y malos olores si bien muchas veces se pudría, cuando esto pasaba se eliminaba el trozo malo y se seguía utilizando el “bueno”. Lo más normal es que se bebiera vino para evitar descomposiciones, lo mezclaban con agua para obtener el grog como lo llaman los ingleses. La fruta también se pudría con facilidad y mas sobre todo en la bodega, así como las legumbres, el agua estancada que cuando llovía se iba a la sentina o bien la que entraba por acción del mar cuando este cabeceaba o cuando se fregaba la cubierta y todos los desperdicios que se acumulaban en el fondo lo hacían una cloaca a bordo. Además convivían con ratas, cucarachas y gorgojos que se encontraban a sus anchas en este lugar.

Para desinfectar las bodegas del barco se utilizaba vinagre para fregar y luego una mezcla de ácido y amoniaco que daba vapores venenosos para matar a los elementos no deseados. El capitán y los oficiales vivían en la parte de popa del barco que estaba muy bien decorada y se llamaba la zona noble. A esta zona se le llamaba la galería por estar bien ventilada e iluminada con un servicio permanente. La comida era del día pues se embarcaban animales vivos para su manutención y el vino no se les corrompía. Tenían un cocinero independiente y un servicio como en una casa o palacete. Los camarotes eran espaciosos y tenían su propio aseo a diferencia de la tripulación que solo disponía de 8. Estos aseos se llamaban jardines. Tanto a popa como a proa. El mobiliario y la decoración eran también lujosos y muchos de ellos se decoraban profusamente si bien los capitanes sabían muy bien que en caso de guerra el mobiliario para ganar distancia o acortarla se lanzaba al mar para aligerar el casco.

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Antonivs
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Re: Sobre los ataques a Canarias en los siglos XVI-XVII

Mensajepor Antonivs » 09 Ene 2010 18:13

a continuación dispongo la bibliografía consultada para que aquellos interesados, puedan saciar su curiosidad sobre este y otros temas, posteriormente ire añadiendo mas "batallitas" y curiosidades


BIBLIOGRAFÍA




ANTONIO RUMEU DE ARMAS, La invasión de Las Palmas por el Almirante van der Does en 1599, Cabildo de Gran Canaria, 1999.

Ibídem, Canarias y el Atlántico. Piratería y ataques navales, Cabildo de Gran Canaria, 1991 (edición facsimil de la de 1945).

seguro que a mas de uno le sonará este nombre, toda una autoridad en este campo. :D


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