Luchando en Rusia

[pablo1984]

Qué frío hace!... Como en mi tierra pero con mala leche… No podía imaginar que aquí en Rusia hiciese más frío que en Teruel, pardiez, así consumen vodka los “ruskis”… Y también porque no tienen otra cosa con la que acallar los rugidos hambrientos de sus tripas.
Cuentan que en Leningrado se comen a los muertos… ¡Rediós, pobre gente!...

Me recuerdan a nosotros, los españoles, hambrientos, famélicos pero defendiendo lo suyo con valor y determinación.
Así hemos congeniado tan bien con ellos. Nos quieren y nos respetan, saben que somos diferentes a los brutales y arrogantes tudescos que se creen los amos del mundo.

Nosotros, los españoles hacemos buenas migas con todo Cristo, a pesar de que somos como somos en casa, una vez fuera las rencillas se olvidan y las cicatrices sanan como por ensalmo.
No hay mejor bálsamo de Fierabrás para curar nuestra endémica costumbre de matarnos y pelearnos entre nosotros que tener a mano, a algún extranjero tocando los cojones y es juntarnos todos para darle las suyas y las de un romano. Que ya lo dijo Napoleón que salió escaldado de España: “Les dí a ésos bestias una razón y motivo para que se uniesen y unidos los españoles son invencibles…”

Y es verdad…

Me alisté en La División aparte de por tener más hambre que el perro del afilador, como todos los demás españoles, y oiga, el hambre no entiende de colores ni ideas políticas, pues todos, azules y rojos le robaban el trigo al pueblo con la excusa de alimentar a las tropas y dejaban a ancianos, mujeres y niños a expensas de la caridad y con todas las papeletas para morirse.

[pablo1984]

Pues aparte del hambre yo tenía un tío segundo que era “rojo” y que había estado en el Ebro y en otras escabechinas al lado de los milicianos.

Al Tío Emilio lo iban a fusilar y eso que solamente era un pobre infeliz al que le había pillado la guerra en un lado y no en otro. Pero las cosas eran así, en el otro bando, mientras hubo otro bando, las cosas no eran diferentes, la única diferencia era que en un lado te fusilaba Falange o el Ejército con papeles y documentos y Actas y en la otra te mataban los comunistas, los anarquistas, los anticlericales, los milicianos o vete tu a saber quién era el que picaba a tu puerta y bajo qué bandera.

El caso es que se decía que a los voluntarios que fuesen a Rusia se les perdonarían todos los pecadillos políticos del pasado quedando él y su familia limpios de polvo y paja.

Y ya ven con diecinueve años recién cumplidos, criado entre las bombas y los disparos, entre la miseria y el hambre, entre aquella fraticida contienda que en España era costumbre enraizada, me vi un día ante un falangista de postal, o sea, camisa azul impecable, bigotillo recortado y pelo engominado que me pedía datos y filiaciones igual que una ametralladora escupía balas.
Recuerdo que se le pusieron los ojos finos, como puñaladas en un cartón cuando me preguntó si tenía familiares encarcelados por motivos políticos y le dije que sí…
Pero como yo no era el único, detrás y delante de mí los que se alistaron tenían parecidas circunstancias, el hombre del bigotillo anotó mis datos en la libreta y me deseó suerte, y aunque parezca mentira, aquel falangista me deseó buena fortuna de corazón. Y es que la bondad, la hidalguía y el honor residen en el corazón de las personas y no en el color de sus camisas.

[pablo1984]

Además en aquella España que surgía tras la guerra no era raro encontrarse a un antiguo camarada comunista reciclado en falangista y por sistema estos reconvertidos solían ser los más intolerantes y crueles con sus antiguos camaradas. Cosas de España.

Fui de los primeros.
En julio del año cuarenta y uno nos metieron en un tren, que desde Madrid nos llevó a Irún y a la Francia ocupada que atravesamos en silencio, compungidos al pasar cerca de un campamento con alambradas, perros y torres de vigilancia dónde nos dijeron que estaban encerrados los exiliados españoles republicanos.

Algunos habían venido hasta las vías para apedrearnos gritándonos fascistas, hijos de perra y demás lindezas de las que nuestro idioma está sobradamente surtido, pero cuando les arrojamos desde los vagones de madera las hogazas de pan, las latas de atún y de carne de vaca y el tabaco dejaron de hacerlo, supongo que estaban muy ocupados recogiéndolo todo.

Llegamos a Grafenwort, no se si lo escribo bien, pardiez pues el tudesco no hay Cristo que lo entienda. Llegamos digo y allí nos enteramos, y bien, de lo que era la disciplina prusiana.

En un mes aprendimos las tácticas de los alemanes y a manejar sus ametralladoras y sus cañones anticarro y desfilábamos que daba gusto vernos, todos allí con nuestros uniformes “feldgrau” y nuestras camisas azules debajo, pues ni el mismo Hitler habría conseguido que nos las quitásemos, igual que el emblema rojo y gualda del hombro, que cosimos todos con entusiasmo y lágrimas en los ojos… Y les juro que los más recalcitrantes republicanos, veteranos de la guerra civil, convencidos comunistas que se habían alistado solo para poder desertar y llegar así al soñado paraíso del proletariado, cosían aquella banderita con tanto amor y devoción como el más ardoroso falangista de la División.

[pablo1984]

En mi pelotón, por ejemplo, había un teniente de academia rígido y fascista hasta la médula, buen militar y mejor persona, Ruiz de Espinosa, que siempre cantaba el Cara al Sol cuando despertaba por la mañana, luego estaba el sargento Peláez que era un militar que había estado en África en Regulares, teniente de La Legión expulsado del Cuerpo por acuchillar a su comandante, miliciano anarquista durante la guerra y ahora divisionario curtido que te ponía los pelos de punta si te gritaba, y al que daba miedo ver afilando la bayoneta deseando echarse a la cara a “ésos comunistas cabrones”, como él mismo decía. Una auténtica joya española el sargento Peláez.

Aquí en Baviera las mozas son rubias y pechugonas y para nada remilgadas como las españolas que te piden matrimonio antes de que les des la mano.
Los alemanes alucinan con nosotros, ven a los oficiales de compadreo con la tropa, ahora el capitán de una compañía con sus soldados fumando y riendo, ahora el mismísimo Muñoz Grandes con su flamante Mercedes -Benz que se pasea por el campo deteniéndose a charlar amigable y campechano con sus soldados, y alucinan, claro, ellos tan marciales, rígidos y prusianos.

No les entra en su cuadrada cabeza que los indisciplinados españoles, que les recuerdan a los gitanos en sus campamentos con ropas tendidas, pucheros, fogatas y rasgar de guitarras cada noche, puedan después agarrar sus modernos cañones, sus ametralladoras, sus granadas y su equipamiento y los usen y manejen como quien lleva haciéndolo toda la vida. Y, ¿acaso los españoles no llevamos haciendo eso desde hace siglos?

Los tudescos se quedan boquiabiertos con La División… ¡Olé nuestros cojones!

[pablo1984]

Y encima, en las villas de alrededor dejamos grato recuerdo y alguna semilla plantada. Que no se diga que por donde vamos no dejamos huella.

Aquellos días en Grafenwhort, o como se escriba, fueron maravillosos.
Siempre fui buen mozo, un aragonés de mediana estatura, ancho de hombros y de piernas como columnas dóricas, pelo negro abundante y ojos verde oliva, agitanados y seductores, (esto me lo decía mi Señora Madre), así que a las tudescas las volví locas desde el principio, me van a perdonar la arrogancia, pero mientras estuve en Baviera no me faltaron pastos verdes en los que meter el hocico y tampoco faltaron las peleas con los alemanes que nos consideraban inferiores y no se escondían al demostrarlo, sobretodo los de la “SS”.
Altos, rubios y fuertes, se doblaban sin embargo como navajas albaceteñas cuando les acertabas de lleno, con las botas claveteadas de La Whermacht, en mitad de los huevos…
Ahora, si te agarraba alguno estabas perdido, a no ser que la jauría de lobos españoles te salvara a dentelladas de las garras del tudesco, cosa que sucedía casi cada noche en las tabernas del pueblo.
Yo creo que el almirante Doenitz que andaba por allí de visita, nos vio y aplicó la táctica española a sus submarinos. Manadas de lobos que se socorrían y atacaban en masa.
Las peleas sucedían casi cada noche y más o menos las cosas pasaban de la misma manera:

Unos tudescos se molestaban por que la rubia camarera, de pechos abundantes y estrecho corpiño se paseaba más por las mesas que ocupábamos los españoles de La Doscientos Cincuenta División, que esa era nuestra numeración en el organizado ejército alemán, que delante de las mesas de los aguerridos conquistadores de Polonia y de Francia.

[pablo1984]

Alguno nos llamaba entonces “unterchmen”, que en tudesco significa inferior, subhumano, rata de alcantarilla, desecho y varias cosas más… Y claro, que te llamen rojo, pase, que te llamen rata ya no.
Y éramos españoles, pardiez, con siglos de solera en discutir a puñetazos con quien nos insultaba, así que los tudescos de Grafenwhort, o como coño se escriba, lo aprendieron bien.
Después por las mañanas se quedaban boquiabiertos cuando desplegábamos las Secciones y atacábamos la loma Tal o Pascual, con las bocas secas de la resaca todos, y vendas y cabestrillos, heridas de la batalla nocturna, otros.

Y así durante un mes y pico, hasta que Muñoz Grandes se quedó ronco de gritarles a los alemanes que estábamos preparados y ansiosos por entrar en combate.

Podría haberse callado el general y alargado así el tiempo de estancia en Grafenwhold, o como se diga, pero no. Además no habíamos ido hasta allí para repoblar aquello, sino para luchar contra los bolcheviques. Una misión mucho menos agradable… Espero que el Tío Emilio me lo agradezca emigre a América, se haga rico con el ron y el azúcar y me deje en herencia una hacienda en Cuba llena de mulatas hermosas y cofres llenos de oro.

De momento nos han encerrado en los cuarteles y nos han puesto en alerta.

A saber qué es lo que pasa, Radio Macuto comunica que nos vamos al frente, a Moscú, a tomar La Plaza Roja y devolverles la visita a los comisarios políticos que estuvieron en España y que se convirtieron en el terror de amigos y enemigos, sobretodo de los primeros pues bien es sabido que con los comunistas el que hoy es héroe mañana es villano, y Siberia es bien grande y allí todos caben.

[pablo1984]

Los rumores de que nos van a hacer división motorizada quedan en eso, en rumores.
Caballos, carros y mulos es lo que nos traen los alemanes y mapas señalando un camino polvoriento que va hacia el este.

Tras el viajecito en tren, algunos dicen que en esos mismos vagones transportan, hacia incierto destino a los judíos y disidentes, llegamos a una aldeucha polaca de la que no recuerdo ni el nombre y allí nos estaban esperando los mulos y los carromatos con los que iniciamos una marcha de mil kilómetros hasta el frente:

- Los “espanien” que caminen- debió pensar algún oficial alemán, así le salgan en los huevos las ampollas que me salieron a mí en los pies.


Fue jodida aquella inacabable marcha desde Polonia hasta los arrabales de Leningrado, pues a Moscú ya no íbamos, ni nosotros ni nadie, pues ya era inalcanzable la capital de los rusos para los exhaustos alemanes.
Polvo y treinta kilos de equipo fueron nuestros compañeros de viaje, polvo amarillo que te cubría por entero y que en otoño, que nos pilló a medio camino, se convirtió en un barrizal intransitable en cuanto cayeron las primeras cuatro gotas.

Tres decenas de compatriotas se quedaron por el camino, agotados, reventados, con la nostalgia de la patria en los labios y con dos paladas de tierra extraña sobre el rostro:

- Adiós Paco… Que tengas suerte por allí arriba camarada…

[pablo1984]

Los alemanes seguían alucinado, pues en cada alto, en cada parada del camino, nos reuníamos alrededor del fuego y asábamos chorizos y trozos de panceta y el olor hacía relamerse hasta a los mulos del batallón, y sacábamos las botas de vino y cantábamos y reíamos pese a saber que al día siguiente volveríamos a marchar y quizá alguno de nosotros se quedase para siempre al borde del camino, mirando hacia el oeste, hacia donde se ponía el sol, hacia dónde estaba su lejana, dura y amada patria.

Una patria que todos llevaban muy dentro del corazón y del alma. Pues no hay mejor remedio contra la costumbre española de disgregarse, que llevarte a esos mismos españoles lejos y meterlos en tierra extraña a jugarse los huevos.
Entonces ni uno de ellos morirá sin antes convertirse en Hércules, y cada centímetro de terreno que el enemigo les arrebate les costará mucho esfuerzo y sacrificio.
Los rusos estaban a punto de aprenderlo, pues nada más llegar al frente, nos desplegaron en la ribera de un río que se llama Volchov.
Era octubre de mil novecientos cuarenta y uno y en Rusia, en el cerco de Leningrado hacía un frío de mil pares de cojones.

Como en mi tierra, pero con mucha más mala leche…

[pablo1984]

Los rusos lo llaman “Raputitsa” pero esto no es más que fango pegajoso, barro oscuro que te atrapa y no te suelta.
Perro barro al fin y al cabo, como el del Ebro o el del Guadalquivir, aunque eso si el río Volchov es mucho más ancho y caudaloso y las riberas son un fangal impracticable que se traga enteros los camiones Opel alemanes.

¡Me cago en el Tío Emilio y en la madre que lo parió!, su hermana, mi pobre madre, allí en España, está cosiendo una manta de lana para enviármela muy preocupada, la pobre, por su único hijo vivo.
Y a su lado estará el Tío Emilio junto al fuego, tocándose los cojones, bebiendo vino y jugando cartas con el abuelo.

Menos mal que en el último paquete, que, ¡hay que ver lo bien que funciona La Posta!, se acordó y metió entre los chorizos y el jamón, un par de selectas botellas del licor que padre fabricaba… Antes de que todo se fuese a tomar por saco y al pobre viejo le sacaran una noche a rastras y los fusilaran los milicianos porque sabía leer y escribir.

Cosas de nuestra contradictoria España pues allí eso de tener cultura jamás gustó a nadie, porque para unos eras un fascista privilegiado y para los otros un comunista intelectual. Y actuaban todos de la misma manera y aplicaban el mismo método. Tapia de cementerio y adiós.

En fin…

[pablo1984]

El caso es que ahora estoy en Rusia, de barro hasta las orejas y preparando unos botes neumáticos que da risa verlos para atravesar el río que tenemos delante.

Se ve que los alemanes vieron los ridículos botes y dijeron:

- Los spanien, los spanien….

Y nosotros, pues, aquí estamos venga darle a los infladores y venga acordarnos de la puñetera madre de los “Fritzs” y del General, que mucho paseo en Mercedes, pero que a las barcas no se arrima.
Eso sí, al menos invita a tabaco del bueno, a café y a coñá…
Dice que a los rusos esos nos los vamos a comer con papas. Yo la verdad prefiero las papas con choco que hace el cocinero gaditano del batallón, aunque como él dice:

- “Er shoco za quedao en Cái pisha…”

Que a veces, pardiez, no hay Cristo que entienda a estos andaluces, que hablan más raro y enrevesado que los mismos “ruskis”, con tanta zeta y tanta cé y eses entrelazadas y tanto guillotinar las palabras que parecen revolucionarios gabachos.

Cuando los botes, o esas cosas negras que parecen botes están preparados, llega el Coronel Esparza, nos pega cuatro voces y maricón el último…
Los alemanes alucinan en colores.

Primero una, luego otra, luego las demás, las barquichuelas con los españoles dando paletadas furiosas cruzamos el río Volchov. ¡Con dos cojones!

[pablo1984]

Y lo hacemos bajo los morterazos y los pepinazos de la artillería rusa, la más efectiva del mundo, no por calidad, sino por la abrumadora cantidad de cebollazos que soltaban por minuto.

Las ametralladoras llenan el aire de balas que silban y vuelan alrededor nuestro como moscones, algunas dan en los botes, ¡pssssssssssssssshhhhht!, hacen, y se hunden como plomos los que van encima, sin tiempo ni de persignarse, al fondo helado del río.

Allí íbamos rezando todos a La Santísima Virgen y a Dios Bendito, descreídos, anarquistas, falangistas y demás. Todos allí encogidos los huevos, rema que te rema hasta la otra orilla.

Y llegamos empapados y con un cabreo de mil demonios…
Los rusos pagaron el pato, pues pese a su dura resistencia, en eso se parecen a nosotros pues jamás retroceden, claro que detrás tienen apuntándoles a los de la “enekáuvedé” que es como la Gestapo alemana pero con batallones armados enteros, y eso claro, anima mucho.

Los alemanes que se habían atascado en sus atques seguían alucinando en colores, pese a la llegada del invierno, que ya se hacía sentir en las heladas y en las primeras nieves, pese a los botes de playa, pese a cruzar el río bajo el fuego, los españoles tomamos la cabeza de puente sobre el Volchov y allí nos quedamos defendiéndola, mientras ellos retrocedían y nos dejaban con el culo al aire.

[pablo1984]

A mí me toco en la aldea de Possad, joder, es que tengo la suerte de cara, me cago en el Tío Emilio, y el General había ordenado defender aquello como si fuese el mismísimo Alcázar, así que imaginen el panorama.

A los rusos les había sentado como un pistoletazo nuestro audaz ataque y se dedicaron con mucho empeño a hacernos la puñeta.
Asaltaban las aldeas y pueblos que habíamos tomado con todo lo que tenían, infantería, carros T34, carros KV1, que eran enormes y duros como el pedernal, nuestros cañoncitos del treinta y siete ni los arañaban, y con la artillería y los “Katiusas” ésos, que chirriaban y silbaban cuando salían del tubo poniéndote los pelos de punta.

El Páter los llamaba “Los órganos de Stalin”, o sea, decía, del mismo demonio…

En aquellas aldeas perdimos a muchos camaradas.
Aguantando como jabatos el envite de nuestros enemigos, resistiendo el frío, el barro, las explosiones y la continua masa de rusos que sus comisarios y oficiales lanzaban contra nosotros.
Miles de bultos pardos que se arrojaban contra nuestras posiciones, los cañones de las máquinas alemanas, unas armas cojonudas oiga, segaban rusos como su hoz el trigo, y se recalentaban tanto que entre cambio y cambio de cañón había que mearse sobre ellos, con el riesgo de que te volasen los aparejos.
Pero peor era dejar acercarse a los rusos y tener que calar la bayoneta o agarrar el zapapico y enredarte con ellos a mamporros y degollinas oliéndole el aliento al enemigo.

Paco, Pedro, Juan… Allí se quedaron para siempre.

[pablo1984]

Es terrible, el alma se te cae al suelo cuando ves volar en pedazos al hombre que estaba a tu lado, y la sangre te salpica de sus miembros amputados… Horrible… Tiemblas como un pajarillo…Piensas en qué coño haces allí, y te cagas entonces en el Tío Emilio como nunca antes.

Pero aguantas, mientras no te dé un bombazo o una bala, o se te hielen los pies en una guardia, o se caiga un mulo y te aplaste, o mil cosas más que te pueden pasar en la guerra, aguantas.
¡Qué remedio!, allí están Alfredo, Antonio, El “Perlas”, “El Gaditano”, “El Gallego”, Jordi el catalán que revende botas de rusos muertos, unas botas de fieltro cojonudas, y todos están igual que tú, sucios y cansados, los ojos enrojecidos, roncos, la boca seca, con la mirada perdida, llena de imágenes de su tierra, de nuestra tierra, España, a la que jamás regresaremos.

Al final hemos tenido que abandonar este lado del río porque Los rusos presionan tanto que o cruzamos ya, o no cruza nadie.
La avalancha es imparable, a los alemanes, que no pudieron cruzar el río, les han dado las suyas y las de un romano, pero es que nosotros tampoco nos hemos quedado sin recibir lo nuestro, claro.
Los rusos también han pagado el peaje estipulado, que una cosa es retirarse y otra dar la espalda al enemigo. Por eso la retirada ha sido tan dura como la resistencia, o más.

Casi me cazan, gracias a Dios que no…
En la misma orilla un camarada y yo, “El Gallego” nos vemos rodeados por tres rusos armados con los subfusiles ésos de cargador redondo, me recuerdan al “naranjero” que el Tío Emilio arrojó al pozo cuando la guerra acabó en España

Solo duró un instante, en lo que tardé en parpadear, “El Gallego” había degollado al ruso más cercano, lanzado el cuchillo al más alejado y ahora le partía el pescuezo al tercero, ¡CRACK!, hizo el hueso, mientras “El Gallego” soltaba un “Carallo”, que hizo que se me escapase una carcajada tan desquiciada que me miró de arriba abajo y me dijo:

- ¡Estáis locos los aragoneses, carallo…!

[pablo1984]

Y yo seguí tronchándome de risa un rato, con la risa histérica de quien se había visto muy cerca de la muerte. Y también me reía de la cara que había puesto el último ruso cuando la bestia gallega le había atrapado como a un muñeco y lo apretó tan fuerte como para partir el boj.

Luego tuve que callarme porque llegamos a Udernik, donde se había establecido la Posición Intermedia, me recordaba a mí el nombrecito a las guerras en África, y no me daba muy buena espina, pero era lo que había, allí se había establecido el punto de defensa para detener la ola soviética que se nos echaba encima.

Los alemanes siguieron alucinando en colores, allí en el frente de Novgorod no había soldados más duros y valientes que los indisciplinados españoles.
Y hasta su mismo Führer se lo decía… No debía gustarle un pelo al maromo que aquí los que diésemos la cara fuésemos los enanos morenos del sur de Europa.

Tan bien aguantamos en la posición que los alemanes aprovecharon para embolsar, otra vez al lado del río a unos pocos miles de rusos y hasta a un general ruso famoso capturamos.
Porque allí en Teremez, también estuvimos los españoles capturando rusos a cientos, a miles… Se pasaban sin rechistar al bando alemán…

[pablo1984]

Los que más suerte tenían eran a los que les tocaba pasar a nuestras filas, casi todos ucranianos, que al igual que antes habían alucinado por nuestra dureza en combate, ahora flipaban con nuestra hospitalidad y camaradería, muy alejada del desprecio alemán.

Y hacía un frío de mil pares de cojones… O más.

Los españoles allí pasábamos los días peleando y las noches cantábamos alrededor del fuego, los alemanes se sorprendían por la familiaridad con que los soldados y oficiales se trataban, siempre había gilipollas claro, pero en mi sección, la del teniente Ruiz y el durísimo sargento Peláez, siempre hubo buen ambiente, disciplina pero bien administrada por el teniente, que hacía de buen policía, el malo, claro, era Peláez…Aunque en el fondo era un cacho de pan.

En Navidades había recorrido veinte kilómetros de territorio enemigo para llevarle comida a una familia que había conocido durante el paso del río.

Llegó al amanecer corriendo como gamo y esquivando las balas de una ametralladora rusa. Todos le animábamos desde las posiciones, y el viejo Peláez, ex Regular, ex Legionario, ex Miliciano y ahora Divisionario, con sus barbas hirsutas de moro mahometano, su tez tostada y su cara de limón agrio, corría haciendo zig-zag, mientras las balas le buscaban y él, viejo veterano las esquivaba y se reía de ellas.

[pablo1984]

Tenía los huevos de acero el sargento, y el corazón de oro, pese a que si te pillaba dormido de guardia de despertaba de una patada en semejante parte, y si te oía blasfemar, pese a que él fardaba cuando se emborrachaba, dos noches de cada tres por cierto, de que era anarquista y en nada creía, salvo en Dios, La Patria y el Rey, te arreaba una hostia de las de ocho duros.

Un día se me ocurrió decirle que lo que él decía que era, no se trataba de anarquismo, sino que él era Carlista, como lo había sido un tío abuelo segundo mío por parte de padre, muerto en una de las tropecientas mil guerras civiles que los españoles habíamos sufrido, la última muy recientemente.
Me miró muy serio de arriba abajo y me dijo:

- González… Yo soy lo que me sale de los cojones.

No sé si les he dicho que allí en Rusia hacía un frío de mil demonios, como en mi tierra, pero con más mala leche…
Y La División había recibido órdenes de trasladarse más al norte, más cerca de los suburbios de Leningrado.
Al lado de un lago que se llamaba Ilmen y que estaba helado por supuesto.

Las temperaturas habían caído en picado. El invierno ruso y un puñado de españoles allí, lejos de casa, solos y rodeados de enemigos, apiñados unos a otros como hermanos, compartiendo la vida y la muerte mientras demostrábamos a nuestros contrarios, que el hueso español siempre había sido duro de roer.

[pablo1984]

La Suerte, ésa perra caprichosa de nuevo me ha dado la espalda, y en el peor momento, cuando ya me creía a salvo, alejándome del barro, de la mierda, de la sangre y de la muerte.
Aunque bien mirado no puedo quejarme… Conservo intactos los miembros y la cordura, y conservo la vida y la esperanza, otros no pueden decir lo mismo y yacen ahora bajo dos metros de tierra rusa, o mejor dicho de hielo ruso, pues todo está helado, el suelo, la ropa, el aire, la sangre y el alma. El invierno ruso es tan duro, o más, de lo que contaban.
Para colmo nuestros aliados tudescos, así revienten como el Lagarto de Jaén, ni nos abastecen ni nos amparan.
No hay ropa de abrigo, ni botas, ni combustible, ni víveres frescos, ni municiones, ni armas antitanque efectivas para los españoles. Tan sólo las migajas arrancadas a puros huevos por Muñoz Grandes… Y encima les rescatamos y les salvamos el honor a costa de morir en el intento, a costa de camaradas helados como bacalaos del Cantábrico. Que se lo cuenten al capitán Ordás y sus valientes esquiadores que atravesaron el lago Ilmen y rescataron a unos alemanes que ya se veían degollados por los comunistas:


- Danke kameraden, danke- decían los jodíos abrazando a los congeladísimos soldados españoles que habían atravesado treinta y pico kilómetros de infierno blanco, admirando y dejando patidifusos a los endurecidos Regimientos Siberianos.
Gracias a Dios desde la patria no nos olvidan, y pese a que allí las están pasando igual de negras que aquí, cada familia se esfuerza por enviar al frente, lo poco que tienen, sus mantas, sus abrigos, sus pellizas, sus chorizos, sus jamones y su orujo para que con todo ello se nos pase la morriña y saciemos nuestra hambre de alimento y del aliento de España.
Con los últimos paquetes llegó la manta que mi pobre madre me había tejido con tanto amor, mullida y cálida, de pura lana de oveja merina, que no se cómo se las habrá apañado la vieja para conseguir tan apreciado vellón estando como están las cosas en casa.

[pablo1984]

Siempre fue mujer de recursos, murciana de armas tomar, cartagenera para más señas con los ojos negros profundos que su pasado púnico había dejado en su estirpe, con ellos enamoró al viejo aragonés, pequeño y recio que vió un día bajar desde la escalinata del “Vicente Puchol”, el carguero sucio y destartalado del que mi padre fue primer oficial en tiempos de María Castaña, como él mismo decía cuando hablábamos las mañanas de cacería, y el viento helado turolense se calentaba alrededor de mi progenitor y de las cosas que me contaba.

Hacía siglos de todo aquello. Y ahora todas esas imágenes se agolpaban en mi cabeza mientras me arrebujaba en la manta roja con una franja amarilla que mi pobre madre me había hecho allí, junto a la lumbre en la lejanísima y amada España.

La manta rojigualda gustó tanto que hasta algunos oficiales falangistas quisieron comprármela, pero claro, aquello no se vendía, además era cálida y bien confeccionada, con el exterior encerado y el interior de suave lana de oveja, también me había enviado unos calcetines de lo mismo, que fueron la envidia del Regimiento. Y el Tío Emilio había dejado caer varias botellas de aguardiente de guindas que duraron, licor y guindas, menos que un caramelo en la puerta de un colegio… No sé si les he comentado que en Rusia hacía un frío de mil pares de cojones.