Página 1 de 1

Antonio Burgos, día de nuestro Patrón‏

Publicado: 07 Abr 2010 13:22
por pablo1984
Aceptando gustoso una más que generosa invitación del Ilmo. Sr. Jefe Superior, intervengo en este acto sin más título que el de un andaluz y español más, que siente protegidos sus derechos y libertades con la labor callada y abnegada de la Policía Nacional, a la que le daría ahora los mismos títulos que la ciudad tiene, porque se los ha ganado a lo largo de los años defendiendo su paz en democracia: "Muy Noble, Muy Leal, Heroica, Invicta... y Constitucional Policía de Sevilla".

En esta fiesta del Santo Ángel Patrón que vemos cada Martes Santo en la delantera del paso de la Virgen de la Encarnación, mis palabras han de ser, pues, una meditación civil sobre los sentimientos ciudadanos hacia la Policía.

Como tantos otros aspectos de nuestras grandezas, los sevillanos no valoramos nuestra Policía. Hablando del Martes Santo, me dio mucha pena de Sevilla con cuanto presencié en la carrera oficial la pasada Semana Santa. Iba con la Hermandad de los Javieres una representación de los bomberos de Nueva York que actuaron tras la salvajada terrorista contra las Torres Gemelas, y a los sevillanos, con su novelería, se les rompían las manos aplaudiéndolos. Poco después, por esa misma carrera oficial, con la cofradía de San Benito, iba una representación de la Policía Nacional. Unos servidores de la ley y la libertad que se habían jugado la vida no en el lejano Nueva York, sino en la mismísima Sevilla, deteniendo a los criminales separatistas vascos que habían asesinado al doctor Cariñanos y al fiscal Portero. Ni un solo aplauso escuché para la Policía que desarticuló en Sevilla a la cuadrilla de pistoleros terroristas, mientras era atronadora la ovación a los bomberos neoyorquinos. Quiero entender, con el beneficio de la duda a favor de los sevillanos, que la ciudad tributaba a la Policía el homenaje de un silencio de Maestranza.

Dicen que corren malos tiempos para la lírica, pero mucho peores para la ética. Estamos en la sociedad de la permisividad, del "todo vale", del mínimo esfuerzo, del máximo beneficio, en la que lo políticamente correcto disfraza en muchas ocasiones a lo moralmente reprobable o a lo éticamente indigno. La sociedad española padece una indigestión de progresismo en la que han desaparecido las fronteras éticas y morales entre el bien y el mal, y el disfrute o el dinero han pasado a ser medida de todas las cosas. Esta crisis de valores ha resquebrajado el principio de autoridad. Se cree que el ejercicio de la autoridad, aun la emanada de la misma soberanía popular, es reaccionario. Y, así, el alumno no acepta la autoridad del profesor ni el hijo la autoridad paterna.

Los policías son, pues, agentes de un principio en crisis: agentes de la autoridad. Si no se reconoce la autoridad del padre ni la del maestro, ¿cómo ha de reconocerse la autoridad de la Policía? A la Policía, cuerpo y brazo de la ley, aduana en la difícil frontera del bien y del mal, delegación de la autoridad que es voz del cielo porque es voz del pueblo, que dice el mirabrás, se la relaciona con algo etéreo y lejano, que es como más llevadero: "Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado". El Estado es como ese Primo de Zumosol al que todos recurren, pero que no reconocen en su cuerpo de leyes que a todos afectan. Sin cuyo cumplimiento no puede existir una legitimidad clara en el ejercicio del poder. No hay Policía respetada sin ley respetada. "La salud del pueblo es la Ley", dice Cicerón, y por los síntomas la nuestra es una sociedad enfermiza.

Esta Policía constitucional, que lleva a la práctica con su trabajo anónimo lo que juran o prometen los cargos públicos, "cumplir y hacer cumplir la ley"; que ejerce el principio de autoridad a veces ante una opinión pública adversa cuando no beligerante, es la gran desconocida de nuestra democracia.'De todo el sistema de normas éticas que han desaparecido y que es una de las causas de la inseguridad, suele culparse no a la sociedad, sino a la Policía. Es como si culpáramos a los bomberos de los fuegos o a los meteorólogos de las inundaciones. Por no hablar del policía que como testigo acude ante estrados con mayor zozobra que el delincuente al que detuvo cometiendo un delito, como si la ley protegiera más al que la quebranta que al que vela por su cumplimiento. En este tiempo revuelto y desnortado de principios, como decía el genial Antonio Mingóte, hay veces en que ya ni sabemos cuáles son los nuestros...

Y por si fuera poco, encima, "Policía Nacional", cuando la idea de Nación ha sido usurpada por los que quieren destruirla, por los que llaman Estado Español a lo que democráticamente llamamos en libertad "España".

Por las tristes circunstancias que atraviesan la paz y la libertad en nuestra nación española por culpa de los asesinos separatistas que quieren destruir nuestra democracia, conozco bien de cerca la labor de iba a decir de la Policía, pero prefiero humanizarlo y personalizarlo y hablar de los policías. Estos anónimos servidores de la Constitución y garantes de nuestro sistema de libertades, que con sueldo corto y jornadas agotadoras, en los ambientes hostiles de los guetos urbanos; en las grandes ocasiones en que se juega el prestigio internacional del Reino de España; en horas de incertidumbre y TEDAX ante amenazas asesinas; en delicados asuntos de inmigración y extranjería utilizados a veces como granos de arena en los engranajes del sistema; en la lucha contra las multinacionales del crimen que hemos importado con un mal entendido sentido de la tolerancia y la hospitalidad; en la investigación de la muerte de honestos profesores en la calle Real de la degradación social o de pacíficos joyeros en las siete revueltas de la droga; en la alegría de los partidos de fútbol de máximo riesgo; en las bullas cofradieras de máximo gozo; en la patrulla contra el chorizo nuestro de cada día; en la penosa guardia de la comisaría, dando la cara del Estado ante los administrados; en la moto que pasa por el barrio y da tranquilidad a vecinos y comerciantes; en la vigilancia desde un helicóptero en el que se hace el máximo servicio de entregar la vida por unos ideales profesionales... En las pequeñas y en las grandes cosas, estos anónimos servidores públicos permiten que sea tan normal como el aire que respiramos la seguridad basada en el orden y en la autoridad de la ley.

Señores policías: en nombre de la misma sociedad civil de la que ustedes son tuétano constitucional, mi felicitación en la fiesta del Santo Patrón. Y admitan, a modo de homenaje, unas palabras de Cervantes que me evocan su trabajo abnegado, callado, discreto, de cada hora. Las que Don Quijote dijo a su escudero: "La libertad, querido Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos. Con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad se puede y debe aventurar la vida." Ustedes, señores policías, por la libertad, porque pueden y porque deben, aventuran su vida para dar la seguridad de la ley a las nuestras.

Re: Antonio Burgos, día de nuestro Patrón‏

Publicado: 07 Abr 2010 14:29
por Malaquias
Sabias palabras "VIVE DIOS". :apla: :apla: :apla: