Walter-p5 escribió:Tanto los jubilados de los Cuerpos de Seguridad, como los militares, al pasar al retiro se le confisca cualquier arma corta si antes no la ha vendido, y si la quiere recuperar se le trata como a cualquier civil, tiene que solicitar la licencia tipo B, que raramente le es concedida.
La expedición de licencias B tiene, según la normativa vigente, un “carácter restrictivo” y limitado a supuestos de especial riesgo. La defensa de personas o bienes, por sí sola, no justifica la concesión de la licencia B. Esta es la teoría, que todo el mundo conoce o debería.
No descubrimos nada nuevo por subrayar a estas alturas de la película que los miembros de las FSE, cuando pasan al retiro, devuelven las armas de dotación y ven intervenidas las cortas particulares de defensa personal, necesitando licencia B para recuperar estas últimas. Es que sólo faltaba ya que mantuvieran la A profesional per se, vitalicia, a modo de inexistente ‘complemento de pensión en especie”, porque eso sería como un ovni, como un objeto volador no identificado, en Derecho administrativo comparado. Como jubilarse uno de la política (o que los electores le jubilen a uno) pretendiendo tener calle dedicada en la ciudad natal porque sí, sin valoración previa de circunstancias personales.
Pero vayamos ahora a la práctica, compañero, porque aquí podemos hablar de la metafísica pero la física es la que es. Y lo dice alguien con licencia de defensa personal durante veintiún (21) años y tres (3) meses, que se dice pronto...
Llegados a este punto, conviene poner un ejemplo concreto para que nos entienda el más simple sin ofender al más listo: Murcia.
Al arrancar la primavera de 2019, tenía nada menos 437 residentes empadronados con licencia B, una cifra sólo superada por Madrid.
Las 437 licencias concedidas a esa fecha no estaban relacionadas con una posible sensación de inseguridad entre los murcianos, sino que reflejaban el “alto número de militares, policías y guardias civiles que eligen Murcia para disfrutar de su retiro”, según reconoció a un medio de comunicación el responsable interino de la Intervención de Armas de Murcia en ese momento y que, por motivos más que obvios, algo sabría del asunto.
Por si quedaba alguna duda, Francisco Martínez, dueño de una de las armerías más importantes de la zona, apostilló a ese mismo medio que sólo había según sus cálculos entre 20 y 40 civiles con licencia de arma corta del tipo B en Murcia. “Casi la totalidad de los compradores que buscan un arma de defensa personal han pertenecido a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado”, aseguró, para añadir a continuación que “hay clientes que la han tenido durante mucho tiempo y ahora ya no se la renuevan”. Léase periodistas, joyeros, responsables de sucursales bancarias o farmacéuticos, sectores profesionales que han sufrido en España denegaciones masivas de licencias B de un tiempo a esta parte en un porcentaje... ¿equiparable de verdad de la buena al del colectivo de jubilados que nos ocupa o al de esa clase política que conozco bien por circunstancias personales? ¿Sí? ¿Palabrita del Niño Jesús? ¿Tiene entonces un oficinista de uniforme jubilado, por muchos galones que atesore en la guerrera, tanto o más riesgo que un periodista que escribe sobre bandas terroristas o mafias organizadas? ¿Es Platón el hermano de cucharón?
Y es que, dejando a un lado el aspecto cuantitativo de Murcia (número dos del ranking), su ejemplo en cuanto a policías y militares jubilados con B puede ser extrapolable a otras regiones para extraer consecuencias e hipótesis lógicas.
Todo lo demás es achacar el Covid-19 a una conspiración judeomasónica, echarle la culpa a Venezuela de que no llueva en Albacete, reafirmar la planicie terrenal o asegurar en los ochenta que el Sida era un invento del Vaticano. Negar en definitiva lo evidente o ver lo que a uno le conviene por... ¿corporativismos anacrónicos dignos de mejor causa?
Un saludo y buen otoño.